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Historia de muñecas sostenidas sobre hilos, por Ángela Escobar - Poesía

Cayendo sobre hilos imaginarios, en una espiral deforme, enorme, la caída libre sostenida por la eternidad de Dios, y, el tiritar eléctrico, de la despersonalización.

Con los ojos pintados, de identidad disociativa, fragmentos de reflejos anómalos. Con la ausencia de… Dios, titiritero de mentiras cubriendo su boca de arcoíris quebrado, y pasados de azufre y salitre.

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Dios entierra mi personalidad mientras viste una crinolina de letras, inventadas, entre telones de fuego, y su arma apuntando en mi garganta.

Dios, da golpes en la vida, tan sucios, como la embriaguez de la tristeza, y la carencia de luz, vistiendo para siempre el abrigo raído violeta.

Dios, tejedor de telarañas, gran bufón de sangre gitana, goliardo del tiempo, de cantos profanos. Dios, en los sueños, me canta, coros de anestesia,

y, su cara de serpiente, con cuerpo de caballo, dulce éxtasis de juventud mientras maquilla el olvido.

Dios, me da a comer poemas infecciosos, e historias de muñecas sostenidas entre hilos, hilos aferrados al dolor y pesadumbre, de penas, que no se curan en un quirófano.

Dios macera la mitad de mi historia, mares de llantos, Dios-sombra, vestido de apocalipsis, corta lento lento y más lento los hilos, en el camino de ayeres relucientes de engaños.

9...7...5...3...1...

Dios envía la sombra, la sombra suicida mi pluma, ella tiene el alma de bisturí oxidado. Y, el jazz azulado es una esquina, agazapado en mi habitación.

Dios, y la sombra caminan hacia mí, cortan los hilos de mis alas, que no me pertenecen, dejándome sin recuerdos, sin mitad, sin pesadillas, sin letra,

¿ahora recuerdas de aquella vez que intentaste matar a la sombra?

Escitalopram

Un reflejo azul, se dibuja sobre tu sexo, con mi aliento de diez miligramos. . Soy estrella rota, y, ángeles sin alas, envueltos en los cables, de tu gran ciudad.

Soy yo deseo, rapaz, que te asfixia, en los ruidos infernales, de la aguja de un tocadisco, farmacocinético.

Soy tus labios de demonios, que te alimenta de sueños fugaces, de raíces enredadas, envenenadas, en tu mente que es la mía, abstracta y descompuesta.

Eres mi cuerpo construido de fármacos, reconstruido de fórmulas. Escitalopram son tus huellas, y, mis huellas borradas.

Soy inhibidor de mis tristezas, cuando tú tejes una alfombra, ficticia de serotonina en mí.

Soy la línea de tus patrones, obsesivos-compulsivos, y, mis trastornos, entrelazados en el 56% de tus fobias que también son las mías. Tú y yo nos fundimos, en el éxtasis de los fármacos, con efectos prolongado de treinta y seis horas, de mecanismos automáticos, y la recaptación de palabras escritas.

Tus efectos secundarios, en tu cuerpo que, le habla a mi penumbra, y, desaparece como el amor inmediato, de un mensaje a la medianoche.

En el transcurso de tu tiempo, que es el mío, y la supervisión médica, de sonrisas sin pautas, libidos deshechos, sin eyaculaciones.

Somnolencias que son tuyas, en las migajas de mi ausencia, y mi sombra que te persigue, suicida mientras se alarga.

Abstinencia de tenerme y de tenerte, de morder tu cuerpo, y el eco de los golpes eléctricos, caminando por mi cabeza, que también es la tuya.

Irritabilidad dormida, con la pesadez de mi lengua, y la carestía de mis dedos, sobre tus senos y mis senos.

Lágrimas derramadas en el borde del escalpelo, y la incapacidad de reconocerme frente al espejo, tú que soy yo, yo que eres tú yo que eres yo.

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