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VOZ DEL RECTOR
BIENVENIDOS!¡MUY
l Por Pbro. Ascensión Martínez Escobar Rector
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Como en cada edición de la revista "Pastores" les saludo con mucha alegría, querido pueblo de Dios, deseándoles la bendición de Dios en todo lo que realicen cada día. Ya iniciamos el nuevo curso formativo con un buen número de seminaristas, algunos que inician, otros que terminan. Por cierto, este año no salió ni uno debido a la pandemia, pero sí se prepararon 9, mismos que tenían programada su ordenación como diáconos para el 29 de junio, pero que, por las circunstancias mencionadas, no pudieron recibir el sacramento, de modo que seguirán dentro del Seminario todavía este semestre que iniciamos. Quiero agradecer a las familias de todos y cada uno de los jóvenes seminaristas, primero porque es de ustedes de donde sale cada uno de ellos, pero también porque estuvieron con ustedes esta primera parte del tiempo pandémico; fue en su casa donde continuaron el proceso formativo y con muy buenos resultados. Gracias por colaborar con nosotros en esta noble empresa.
También gracias porque confían al dejar que estén sus hijos nuevamente en el Seminario, siempre es un desafío que conlleva ciertos temores, pero también aprendemos a confiar unos a otros y confiamos en que ellos se harán responsables de su propia salud y de la salud de los demás, haciendo caso a todas las medidas de seguridad que nos manda el sector Salud y las disposiciones propias del Seminario.
Este ciclo formativo está marcado, además, por otro acontecimiento, no ya de tipo externo como la pandemia, sino por el III Sínodo Diocesano que estamos trabajando, un momento de Iglesia fuerte y lleno de esperanza en el que los jóvenes seminaristas se están formando en un modo nuevo de ser Iglesia, en un modo nuevo de ser sacerdote.
Queridos fieles cristianos, conocemos la necesidad tan grande que viven ustedes, la crisis no ha estado para menos. Pero creo que sí tendremos para dar de la pobreza en la que nos encontramos. Den sus tres moneditas, como la viuda del Evangelio, nosotros daremos jóvenes consagrados como sacerdotes entregados y trabajadores, para que a nadie falte la presencia de Dios en la eucaristía, en la confesión, en la catequesis, en la unción de los enfermos, en su oración por ustedes mismos.