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IGLESIA UNIVERSAL

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LITURGIA

LITURGIA

SER IGLESIA EN TIEMPOS DE PANDEMIA

La Iglesia, pueblo de Dios en el mundo, ha sido afectada por el impacto global del Covid 19. Hemos sido testigos de la muerte de sacerdotes, religiosas, laicos, así como la prohibición de celebrar la liturgia de manera presencial. Nos ha tocado pasar la Semana Santa aislados en nuestras casas e imposibilitados de vivir la intensidad devocional de estos días. Sin embargo, en sintonía con el resto de la humanidad, estamos desafiados a ir más allá de este dolor y reflexionar sobre el sentido profundo de este tiempo de pandemia. Eso implica volver a la raíz de nuestra fe y discernir cómo Dios se hace presente en estos acontecimientos. Considero que como

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l Por Manuel de Jesús Zamora Ortega Tercero de Filosofía

Iglesia se nos pueden presentar dos caminos a elegir. Un primer camino consiste en permanecer inmóviles, esperando que la epidemia siga su curso (pensando que tal vez tarde o temprano esto pasará) e intentando mantenernos a flote en el pantano de los problemas diarios. Esta resignación se alimenta de la necesidad de seguridad; esta regla de «lógica sustitutiva» nos lleva a pensar solo en cómo adaptarnos a las incomodidades actuales, quizás solo para seguir haciendo lo mismo que antes sin contravenir las restricciones de las autoridades.

El otro camino, en cambio, nos lleva a acoger estos tiempos y a cultivar activamente una relación vital con Cristo, a salir en la búsqueda de aquellos que necesitan nuestra ayuda. Abrazar la «lógica salvadora» del Evangelio es llegar a través de la incertidumbre y captar una identidad y una misión renovadas como cristianos bautizados y discípulos misioneros. Podemos ayudar a mostrar (¡y a ser!) el bello rostro de una Iglesia al servicio de nuestro hermano y hermana, solidaria con su sufrimiento y abierta a sus necesidades. Una Iglesia consciente de ser «Pueblo de Dios» en camino (Lumen Gentium, 9), que afronta con valentía los desafíos del presente, poniendo su esperanza en Cristo ahora y en miras hacia el futuro.

Muchas personas lo toman con indiferencia o con duda, sin embargo, lo real es que las personas sí están enfermas, y día con día mueren por esta infección. Y eso es lo que nos da el riesgo de caer en una desesperanza y perdida de fe, de ahí viene la interrogante ¿Dónde está la Iglesia? Y ¿Qué respuesta esta dando ante este desafío?

Es verdad que se cerraron los templos y se dejaron de administrar los sacramentos, pero no como una huida del problema o miedo de los sacerdotes o de los fieles sino más bien por obediencia a nuestras autoridades civiles y por ser responsables de cuidar nuestra salud y la de nuestros seres queridos. No obstante, toda la Iglesia y en particular nuestra Iglesia diocesana de Zacatecas se ha esmerado por echar mano de todos los medios posibles para seguir con la misión de anunciar la palabra de Dios. Es impresionante mirar las redes sociales saturadas con la transmisión de la sagrada Eucaristía, rosarios, horas santas y demás actividades de piedad que se organizan con mucha creatividad para seguir acompañando la vida espiritual de las personas. Seguro estoy que todo esto no sustituye la sagrada liturgia de manera presencial pero las circunstancias no permitieron más, tampoco significa que la labor de la Iglesia en este tiempo se reduce solo a los medios de comunicación, pues hay muchas organizaciones religiosas, grupos laicales y los mismos sacerdotes que están en la raya esforzándose por estar con su pueblo.

Desde mi experiencia, hacer pastoral ha sido muy difícil, primero un tiempo litúrgico tan fuerte como lo es la Semana Santa, tuvo que cambiar de y no nos fue posible celebrar con el pueblo el misterio Pascual, sin embargo, en comunión con el cuasi párroco Pbro. Gustavo Viramontes y el equipo de EVC de la Cuasiparroquia de Montemariana a la cual pertenezco organizamos un equipo para celebrar en nombre de todos estos grandes misterios. Un altavoz en la torre de la iglesia y una cuenta en Facebook es todo con lo que teníamos en un principio, después y como en todas las parroquias los agentes y sacerdotes se dieron a la tarea de aprender a usar las herramientas para mejorar esta nueva pastoral de comunicación que nos ha permitido llegar a las familias creyentes y preocupadas por su vida espiritual. Pareciera algo insignificante o absurdo pero nuestra realidad hasta este extremo llegó. Gratificante fue ver a las familias fuera de su casa escuchando la Palabra de Dios, adornando sus puertas con signos visibles acordes al misterio de cada día.

Si aún nos preguntamos dónde está la Iglesia, debemos darnos cuenta que somos parte de ella en lo que hagamos por el hermano que tiene necesidad. Cuando tú compartes lo que tienes, sea poco o mucho, cuando oras por el hermano que sufre, ahí está la Iglesia presente. El Covid-19 nos obliga a hacer Iglesia de una manera diferente. Entonces ser Iglesia en este tiempo, es hacer de lo ordinario algo extraordinario.

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