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En memoria del poeta C. Vogt
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Sobre el autor: Diego M. Paris. Nació el 11 de noviembre de 1991 en la ciudad de Buenos Aires, Argentina.
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i tal advertencia le hubiese servido como precedente no habría porqué comentarlo, pero no fue así. Debo admitir que la espantosa evidencia hallada alrededor de los hechos supone un destino, a todas luces, aún peor que la propia muerte. Su nombre, su nombre no es importante, tan solo diré que se trató de un hombre, de entre 30 y 35 años, quien todas las mañanas tomaba el subterráneo en la primera estación y se bajaba en la última. Todas las mañanas, durante cinco años. Fue precisamente durante uno de sus viajes cuando le conoció. La joven en cuestión no representaba una amenaza, más bien su rostro angelical indicaba todo lo contrario, y no pasó mucho hasta que él se decidiera a invitarla a salir. Durante los primeros meses todo fue normal. Compartían el camino de ida y luego el de vuelta. Normal, hasta el fatídico momento en que ella perdió la vida, tan súbitamente, durante una mañana de invierno. Los forenses nunca lograron hallar evidencias del porqué. Según ellos la joven simplemente había dejado de respirar, y ya, como si de una decisión personal se tratara. La semana sucesiva al incidente, pese a su depresión, él retomó su rutina. Cierta mañana en particular es motivo de este informe, porque luego del recorrido habitual, al pasar por la anteúltima estación, él creyó ver lo imposible. Observó una imagen fugaz, en el rincón más apartado de la estación. Según dicen vio a una mujer blanquecina levantándose del suelo, pero todo fue tan rápido que no llegó a dar crédito. Aun así, la visión le cobró lo suyo, porque a partir de ese momento sus noches fueron más frías y sus sueños más difíciles de conciliar. Estaba obsesionado, solo pensaba en volver a ver aquel rostro angelical. La mañana en que finalmente le distinguió el tren frenó en la anteúltima estación y allí estaba ella, esperándole. Pero sus angelicales rasgos no eran como los recordaba, porque ahora se marcaban con más furia. El espectro le observaba, silencioso, él se mecía entre el terror y la euforia, mientras su cordura descendía en picada. La puerta frente a él estaba abierta y al sonar la campana de cierre el espectro corrió, desesperado, y chocó con la puerta dejando una mancha viscosa y negra como la brea. El subterráneo quedó en penumbras, avanzaba hacia la siguiente estación, sin apartar los ojos de aquella brea. Finalmente, al volver la luz la mancha había desaparecido. Si antes le costaba conciliar el sueño ahora le resultaba imposible. Así llegamos al último viaje, aquel que le costaría la vida. La noche anterior no había dormido siquiera un poco, por lo que pasó todo el trayecto dormitando hasta que, en la última estación, escuchó la campana. Cuando reaccionó descubrió que los pasajeros ya habían descendido y que allí dentro solo quedaba él. Créanme cuando afirmo que existen pocas cosas más aterradoras que un viaje hacia lo desconocido. Las puertas se cerraron en su cara y, por más que gritara y gritara, allí nadie parecía percatarse de su presencia. El subterráneo inició su último viaje en penumbras, por tierras desconocidas, rojas y viscerales. Y él permaneció en su asiento, impasible, pensando que al fin le vería de nuevo, lo sentía en los huesos. Se escuchó un aullido de baja frecuencia cuando alcanzó la verdadera última estación, las puertas se abrieron y un vozarrón, similar al estruendoso quiebre de una cámara volcánica, le haló hacia afuera. Según las cámaras de seguridad de la estación él nunca dejó de tren. Su cuerpo jamás fue hallado. Sobre su asiento solo se encontró una mancha viscosa, negra como la brea.
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Sobre el autor: Francois Villanueva Paravicino. Escritor peruano (Ayacucho, 1989). Egresado de la Maestría en Escritura Creativa por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Estudió Literatura en la UNMSM. Ha publicado Cuentos del Vraem (2017), El cautivo de blanco (2018), Los bajos mundos (2018), Cementerio prohibido (2019) y Azares dirigidos (2020). Textos suyos aparecen en la antología Recitales Ese Puerto Existe, muestra poética 2010-2011 (2013) y en diversas páginas virtuales, revistas, diarios, antologías, plaquetas y/o; de su propio país como de países extranjeros. Ganador del Concurso de Relato y Poesía Para Autopublicar (2020) de Colombia. Ganador del I Concurso de Cuento del Grupo Editorial Caja Negra (2019). Finalista del I Concurso Iberoamericano de Relatos BBVA-Casa de América Los jóvenes cuentan (2007).
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e dijeron: «La casa está vacía». Y es cierto. Solo que no encuentro la salida. Tampoco, la entrada. Me he perdido en sus pasadizos, en sus puertas infinitas, en sus cuartos que esconden otros miles de cuartos; y, hasta ahora, no he podido descansar en una cama, un sofá o, incluso, una silla perfecta. Tal vez, he errado al elegir la primera opción de esta encrucijada. ¿Quién lo sospecharía? ¿Quién lo atinaría? Una mansión en forma de laberinto. A diferencia de los laberintos ordinarios ―tenebrosos y salvajes como cárceles infrahumanas―, este tiene las paredes pintadas de vida y de amor, con cuadros de arte de bello estilo, con armas antiguas y otras colecciones de lujo, o con dibujos de mapas del Renacimiento. También, el piso y el cielorraso son de mayólicas de alabastro, ya con colores de diamante, de las nubes o del juego de los peones y los alfiles. Pese al ambiente acogedor y elegante, refinado y pretencioso, no he podido descansar en un lecho de amapolas. Me he perdido de forma irrevocable, y entonces la sed y el hambre atacaron con furia. Abro una puerta que chirría, avanzo y, a unos pasos, encuentro una calavera limpia. La sujeto con ambas manos y, con horror espeluznante, veo que de sus cuencas y de su mandíbula emerge un gas venenoso. Sin poder respirar, perdiendo la conciencia, derrotado, todavía puedo escuchar el sonido de mi cuerpo estrellarse contra el piso.
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Sobre el autor: Juan Luis Henares nació en 1963 en Paraná, República Argentina. Profesor en Ciencias Sociales. En 2004 obtuvo el Primer Premio en el Concurso de Ensayos Memoria y Dictadura. Sus cuentos han sido publicados en antologías, revistas y webs de Argentina, México, Uruguay, Venezuela, Colombia, Guatemala, Chile, Perú, Cuba, Bolivia, España, Alemania, Canadá y Estados Unidos. Libros: Lápiz clandestino (2018) y Crónicas subterráneas (2021). Web: https://juanluishenaresescritor.wordpress.com/ FB: https://www.facebook.com/juanluishenaresescritor/
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ltimos ciento noventa y cinco metros; luego de correr cuarenta y dos kilómetros sus piernas parecen querer doblarse. Ambos ingresan al estadio, la pantalla gigante —con el logo de Marathon Olympic Games New York 2036— los muestra en primer plano pelear por la medalla de bronce. De pronto enfocan a los ganadores, quienes en el estrado aguardan impacientes el final para recibir sus correspondientes preseas de oro y plata. En la pista, el joven atleta local se impone por escasos metros y festeja; al transponer dos segundos después la meta, su rival —vencido— cae al piso y comienza con un leve llanto que de inmediato aumenta en intensidad, hasta convertirse en un lastimoso alarido de dolor. Dos auxiliares con ropa blanca le indican el camino al primero, mientras un tercero —vestido de negro— levanta al atleta caído y lo arrastra hacia otro lugar; es la diferencia entre arribar tercero o cuarto. En el podio entonan los himnos nacionales y colocan las medallas en los pechos de los tres triunfadores, ensordecidos ante el bullicio de la multitud. Todo sucede rápido: el público que aclama la coronación se olvida de los vencedores y comienza a gritar desaforado, atento a lo que sucede en la enorme pantalla. En ella se ve a dos atletas, los que concluyen en el quinto y sexto lugar, quienes antes de llegar se desvían del camino e intentan perderse entre el público. Tras ellos una decena de guardias armados —que descendieron de un oscuro camión— los persigue; la gente empuja a los corredores, trata de frenarlos para que sean apresados. Pero no es necesario, el cansancio cobra su factura y los deportistas son capturados; los suben al vehículo, el que se junta con la caravana de otros nueve similares que se dirigen al recinto. Ingresan; la muchedumbre los aclama. Nadie recuerda a los medallistas, quienes desde el podio desapercibidos observan el espectáculo. Se aproxima el momento esperado, el memorable desenlace de esta fiesta olímpica. Estacionan los camiones y se abren las puertas traseras; descienden los casi doscientos competidores que no lograron obtener medallas. Bajan en silencio, resignados, sin fuerzas para resistir. Los llevan junto al muro —cien metros de un moderno y resistente acrílico transparente— que se levanta en uno de los laterales, y son encadenados a los postes que, con una distancia de medio metro entre sí, están ubicados delante de la extensa pared. Los parlantes dejan escuchar el sonido de las trompetas que anticipa al público el inicio del esperado desenlace. Anuncian al primer participante, un poderoso personaje dueño de una cadena de supermercados, que pagó la cifra récord de novecientos ocho mil dólares para adjudicarse ese codiciado lugar, el sueño de millones de personas en todo el mundo. Aparece por la boca del túnel que lleva a la cancha; el público lo recibe con gritos enloquecidos, a los que el empresario responde dando brincos entretanto saluda con ambos brazos en alto. Se acomoda en su puesto frente al muro, las gargantas se silencian, nadie se mueve en las gradas. Respira hondo, estira su brazo, tensa sus músculos y aprieta el gatillo. Al estampido lo escuchan hasta los que no pudieron pagar los mil dólares de la entrada más económica, y que amontonados afuera del estadio se conforman con al menos poder disfrutar del sonido del disparo. La bala se incrusta en el acrílico del muro, a centímetros del cuerpo de un atleta africano al que apuntó el excitado tirador. El público, defraudado, lo abuchea; se retira cabizbajo, pues en un segundo acaba de perder toda la popularidad de la que disfrutó en los días previos. A continuación, se acerca el segundo concursante, hijo del presidente de un poderoso conglomerado industrial, el que desembolsó poco menos de novecientos mil dólares por su turno. Concluidos los saludos se repite el procedimiento. Silencio. Tras la detonación, la sangre y partes del cráneo y cerebro del que fue un gran atleta latinoamericano le dan —tal cual magnífica obra artística— vida y colorido al muro, que al ser transparente ofrece un espléndido espectáculo a los que están en las gradas detrás de él; también a los cientos de
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millones de personas alrededor del planeta que lo disfrutan frente al televisor. El griterío es ensordecedor; el joven tirador —aclamado más aún que los atletas medallistas— saluda a los cuatro costados, salta de alegría, corre y festeja junto a la tribuna. Sube al podio, recibe su medalla de diamante y se retira por el túnel donde, en una larga fila, ansiosos participantes aguardan que les llegue la oportunidad de disparar.
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Sobre la autora:
Esmeralda García (Guadalajara, Jalisco. México. 1970). Estudió la licenciatura en Psicología y maestría el Psicología Educativa en la Universidad de Guadalajara. Se desempeña actualmente como profesora en nivel secundaria. Poeta independiente, en proceso de autoconocimiento permanente y feminista. Ha participado además en lecturas colectivas, festivales de poesía virtuales. Publicaciones: Deleite: Vida y placer, compilación Iberoamericana (2013). Poemario: Mujer Esteparia (2019) Proyección Literaria. Antología: Poéticas desde los sures femeninos. Despatriarcalizando la Poesía (2020). Revistas digitales como: La Coyolxauhqui, Revista Literaria Internacional: Perro Negro de la Calle, Almicidio, Revista Independiente Unión José Revueltas, Revista Raíces, Revista digital La Maricada, entre otras.
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e quedo con la transparencia de tu persona, con el «te quiero niña» escrito por mensaje, con palabras que confrontan los arquetipos, y la resistencia a convertirme en «poeta maldita». Quedó una ilusión fecundada que en algún momento dejo de recibir motivos y alimento: «somos libres sin ser de nadie». Quedaron lugares abandonados sin nuestra presencia; entre pasillos y automóviles estacionados merodean fantasmas que ocultan la osada historia entre las sombras de la noche. Así muere la existencia oculta cada día. Pero los fantasmas no existen; solo los vivos permanecen en un mundo de desesperanza, condenados como Prometeo a revivir los pecados cometidos, sin siquiera palparlos. Locura. Me quedo con la efímera belleza de flor de un día.
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Sobre el autor: Israel Aguilar Pérez. Poeta, nacido en la ciudad de México (1990). Cursa la licenciatura de creación literaria en la UACM. Ha publicado en varias revistas literarias como Óclesis, Teresa magazine, Almicidio, entre otras.
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Para Mel
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o quiero pertenecer a ningún lugar. No quiero ser parte de ninguna patria o buscar refugio bajo la figura de ninguna sombra. No quiero propiedad privada ni producir hasta el hastió nada para nadie. Y, aun así, imagino un lugar un pequeño pedazo de tierra que podría, por qué no, llamarse hogar enteramente nuestro en el cual podría ponerte aquellas canciones que pienso te podrían gustar letras que quizá podrían llegar a tener un significado bello para ti como lo tuvieron para mi al conocerte.
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Sobre la autora:
Irma Lozano Ramírez. Arandas, Jalisco, México. 1973. Ha publicado: en el periódico NotiArandas dos poemas, en el Caballo Negro dos sonetos periódicos locales de Arandas, Jalisco en la página virtual café de letras con algunos haiku e ilustraciones. Ganadora del segundo lugar de los Juegos Florales 2017, Encarnación de Díaz, Jalisco. Con el poemario El umbral Del fénix. Actualmente participando en dos antologías: 1: Los Cuentos de la Campana, libro que se está editando por la fundación del pensamiento editorial de Arandas, Jalisco. Participando con el cuento El sonido de la oscuridad. 2: Mujeres Poetas de los Altos de Jalisco; libro que ya fue publicado por el ayuntamiento de Guadalajara, Jalisco, viendo la luz el 4 de marzo del año en curso participo con dos haikus, otro haiku se tomó como portada para la revista virtual el colibrí https://www.facebook.com/Collhibrirevista/ . Acreedora a un reconocimiento en el II encuentro de poesía haiku llamado Una gota de agua, el cual se llevó a cabo en Zapotlanejo, Jalisco, realizado por la fundación TAU y casa de la cultura Zapotlanejo. Participó en la revista virtual Engarce con poemas y haiku en la edición enero 2021 VI año N° .4, en la revista virtual Perro Negro de la Calle, con diez participaciones desde julio del 2020 hasta mayo 2021.
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l sol va rayando su esplendoroso calor preserva vida.
II Arremolina el viento, enmarañando la jacaranda. III Levanta el vuelo a lo desconocido la libélula. IV Entretejiendo en la rama del sauce vive la araña. V Un saltamontes en mortaja de seda la araña, come.
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Sobre el autor: Alexis Ortega. Taxco de Alarcón, Guerrero, Mx (1987). Escritor mexicano. Es autor de la novela Solferino (2021). Licenciatura en Letras Hispánicas por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Licenciatura en Artes Visuales por el Centro Morelense de las Artes, Cuernavaca. Fue beneficiario del estímulo para la dirección y producción de Teatro: PRÁCTICA DE VUELO 2016, del INBAL y la Coordinación Nacional de Teatro. Fue becario del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA) 2018 del Estado de Morelos. Su trabajo visual se ha exhibido en diversos estados del país y el extranjero, a la fecha cuenta con 5 muestras individuales y más de 40 colectivas. Ha desarrollado propuestas de dispositivo escénico para directores como Ireli Vázquez, Roam León, Huematzin Rossell y la compañía morelense Brujas Teatro.
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ientes de leche (de tigre). Dientes de leche (de poeta) ―Yo quiero ser el león. Quiero también ser la hierba―. Quiero ser quien les dio el nombre a las cosas del planeta. Quiero ser la piedra y el cielo… ―Y trazar con ellos un mapa infinito―.
2 Solo las piedras saben de cierto a qué me refiero cuando digo que me estoy quebrando bien por dentro. Soy una grieta larga, muy profunda.
3 Apuntes de piedra y cielo sobre el mapa del desierto. ¡Mira! Hay un niño perdido. ¡Solo sombras! ¡No! No es cierto. Pura carne ofrecida a los chacales, un listón que desliza por la ventana un fugaz aguacero que irá luego coloreando las manecillas de tus estaciones. ¿Y eso fue todo? ―Es todo.
6 ―Mamá, ¿qué ocurre en la montaña? ―Hay un reguero de poetas. ―¿Por qué se han vertido? ―Se sienten tigres… pobres fieras. 7 ¡Astros! ¡Estaciones! Hay fuego en el cielo.
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Sobre la autora: Alejandra Cruz Castillejo nació en Michoacán, México, en 1983. Graduada como Lic. en Educación Primaria en la Escuela Normal Urbana “Profr. J. Jesús Romero Flores”. Ha colaborado en Antología Normalista, 2004, en antología Los otros motivos tomo 1, 2021. Actualmente ha publicado en las revistas Rigor Mortis, Perro Negro de la calle, Cantera, Posada Almayer, Kumaya, así como en páginas de difusión cultural.
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Reunión en olvido l día en que Moisés se disponía a subir al monte Sinaí, se cruzó con Afrodita. Justo ahí sintió cómo la flecha lo atravesaba, olvidando por completo su reunión en las alturas. Los demás continuaron venerando su toro de oro. Es por ello por lo que vivimos en un mundo de pecado.
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Sobrevivientes En el exterior, todos han muerto, sobrevivimos los que nos recluimos en las cuevas. No había alimento hasta que algunos comenzaron a morir. Las bestias que nos invadieron lamentan haberlo hecho, alteraron nuestro clima, los huracanes se han desatado. Las armaduras extraterrestres se oxidan por doquier, ahora ellos son vulnerables. ¡Estamos listos para salir! Muro —¡Construiré una barrera tan sólida! ¡Que ningún ser la podrá penetrar! —¡Bravo! —gritaba la muchedumbre. Años después las raíces del árbol agrietaban el suelo, mientras que el caracol culminaba su migración fronteriza. Cascabel Con las garras clavadas en la corteza del pino, la esperaba con desesperación. Le escuchó decir que tomaría ese camino. Al mirar pasar la capa roja, se abalanzó sobre esta, calculó de un tajo arrancarle la cabeza. Su desilusión llegó cuando la mortífera mirada se clavó en él, mientras su cuerpo en piedra se convertía. Después ella continuó su camino.
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Sobre la autora:
Esmeralda García (Guadalajara, Jalisco. México. 1970). Estudió la licenciatura en Psicología y maestría el Psicología Educativa en la Universidad de Guadalajara. Se desempeña actualmente como profesora en nivel secundaria. Poeta independiente, en proceso de autoconocimiento permanente y feminista. Ha participado además en lecturas colectivas, festivales de poesía virtuales. Publicaciones: Deleite: Vida y placer, compilación Iberoamericana (2013). Poemario: Mujer Esteparia (2019) Proyección Literaria. Antología: Poéticas desde los sures femeninos. Despatriarcalizando la Poesía (2020). Revistas digitales como: La Coyolxauhqui, Revista Literaria Internacional: Perro Negro de la Calle, Almicidio, Revista Independiente Unión José Revueltas, Revista Raíces, Revista digital La Maricada, entre otras.
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llí se encuentra sentado y parece que se encuentra cómodo, ya que no se mueve de la posición en la que está desde hace rato. Da la impresión de que todo se ha detenido en derredor, mi atención se encuentra enfocada solo en él y por su parte, parece que mira a lo lejos de vez en cuando y otras veces cierra sus ojos. Me llama la atención de una manera poderosa, parece que tiene habilidades hipnóticas y he caído en sus redes, pues solo puedo mirarle, olvidando todo lo que hay fuera de mí. Él es albino, totalmente albino, su piel, su pelo, cada uno de los vellos que nacen de su cuerpo son albinos: así puedo observar sus brazos, sus cejas, sus pestañas diminutas, su esbozo de bigote, combinado con el tono rosado de las partes de su cuerpo: su boca, su nariz, sus oídos, la palma de sus manos. Con la vista recorro todo su cuerpo, lo observo con curiosidad. Por su apariencia andrógina, no puedo definir su género, mucho menos su sexo; provocando intriga y confusión en la capacidad que tengo de observar; ya no puedo decirme: —¡Ves, te lo dije! —pues las respuestas lógicas y acertadas se desvanecen en la duda y no puedo definir por la simple observación, si es hombre o mujer. Me sorprende que no se haya percatado de mi presencia, cualquiera que es observado en algún momento lo siente y voltea, él o ella no lo ha hecho y la timidez sigue dominando y no me he atrevido a preguntarle nada. Parece que no escucha, pues no reacciona a los sonidos externos, quizá sea sordo. Quizá tampoco vea muy bien, pues no sigue con la mirada lo que pasa frente a nosotros, ni siquiera se percata de mi presencia. Tiene una gran capacidad de ignorar el mundo, es víctima de lo que sucede en su mente y me atrevo a imaginar que es más agradable, que lo que vive en la cotidianidad. Parece un albino autista y me sonrió de las conjeturas. Esa risa si la escuchó, volteo a verme y pude observar sus ojos claros; su pupila se dilató demostrando interés, pero solo fue por unos segundos, regresó a su posición estoica, no le afecta gran cosa lo que sucede en las inmediaciones. Reflexiono un poco, tengo muchas dudas sobre ese ser extraño, tengo que vencer el miedo de ser ignorada y hacerle una pregunta sin sentido para entablar conversación. Me postro frente a él mirándole a los ojos le digo: —¡Hola! ¡Buenas tardes!... —me mira, entrecierra los ojos y me dice: —¡miau!
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Sobre el autor: Rodrigo de Ávila Gómez (Ciudad de México, 1990). Autor de El corrido de los supersicarios y otros cuentos. Publicado en las revistas: Primero Sueño, Palabrijes y Miseria, por mencionar algunas.
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a realidad escurre de una canción. ¿Te has encontrado suspendido en ruido? Conoces que es flotar horizontal al mundo de cosas. En una habitación, en algún lugar del universo, se pone a tocar música de vapor perlado. Voz que recorre el pecho apenas sobre la piel, como si quisiera llegar a la otra voz durmiendo garganta abajo en madriguera. La caricia se cuartea en agujas delgadas cuales suspiros, relámpago en la nebulosa consciente. Salida, materia colapsada en una amplitud sin frontera. Así fue descubierta la navegación transcronológica. Fue descubierta varias veces, igual a la cerveza o el espíritu. Se sigue descubriendo, en cada época y cualquier lugar. No se puede producir mecánicamente porque es imposible domarla; uno es el azotado por la experiencia desplazamiento/despedazamiento. Se debe saber escuchar, no cualquiera escucha y mucho menos dice lo que hay que decir para tener respuesta. De hecho, se puede viajar a cualquier lado en el sonido. La primera vez que se intentó fue para ir a la luna, desde luego, por el cromañón. Esta fue la primera empresa intergaláctica de la humanidad. Aquel pueblo solía trasladarse a bordo de la brisa melodía para surcar céleremente planicies y cruzar cordilleras; gracias a flautas talladas en pedazos de hueso, dotadas de su capacidad por brasas azules. Recorte de cavidades a tres sonidos, circunferencias de proporción divina, medida guardada con celo sacerdotal. De dónde surgió el secreto nadie lo sabe, tal vez se supo de la misma luna. De tal modo el cromañón diseminó tan rápido de la arena a los hielos. Hacia el fértil paso boreal se encontraron con distintas gentes, una entre aquellas cuyos ancianos tenían noticia de la época en que el hielo lo consume todo. Estos mismos realizaban los conjuros necesarios para mantener el mar gris y la cumbre blanca al filo del planeta. El recelo invadió al temprano peregrino, que apenas había inventado las posibilidades del movimiento. Ir hacia atrás o adelante no hubiera sido un arreglo en todo caso, aunque tal concepción tampoco era natural al pensamiento de los sabios cavernícolas. Lo que había que hacer era volver a su madre, al cobijo de la cascada de plata los esperaba el nuevo día en la eterna indiferencia nocturna. Antes está el caos, después el colapso. Solo ella los protegía ahora y podría hacerlo entonces. Revelar el modo de la traslación tomó milenios de estudio del éter e investigación astral. No fueron los druidas euroasiáticos, sino que el desarrollo se llevó a cabo, por supuesto, en Ur. Y no con flautas sino con las liras. Liras plateadas, rebañadas en el influjo de los imanes. Eso la tecnología pagana, la técnica maravillosa fue el mismo o mayor esfuerzo poder adquirirla y practicar. Es que una lira se parece mucho más a la pálida majestad de la noche, porque es hermosa. El origen del vehículo cósmico es la raíz de la música desértica: descubrimiento del tono inmanente, posible gracias al cuarto y quinto sonidos. ¿Conoces en qué punto, ritmo y armonía se funden en sonsonete de la creación? Pues sabes cuándo saltar. El conocimiento se preservó, fue rescatado en ocasiones. Claro que alcanzar el confín del circuito celeste es más fácil que encontrarse de nuevo ayer. Pero antes de la prueba está el instinto. ¿A qué se debe la experiencia pionera? No puede saberse, quizá fue accidental: algún viajero vuelto bólido pudo haber traspasado el ojo-dios cristal de arenero. Y ser rebanado en su marejada extinción, deshecho en astillas de tiempo, mil y único en cada una. Si el terror existe es cuando el artefacto cósmico estalla. La euforia deviene abismo en bucle. Los fragmentos se reagrupan, sin remedio, en cualquier otro instante y posición. Lo has notado. A veces sacas el encendedor de tu bolsillo y resulta que siempre fue verde cuando estabas seguro era rojo. Ahí va otro más cabalgando el estallido. Sería como si
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te arrojaras cabeza al frente contra un muro y te encontrases sin cuarteadura del otro lado. ¿Sabes quién puede hacer eso? Música. Cuando la onda apenas despega quedas paralelo entre líneas. Estarás ahí un santiamén de incertidumbre eterna, la clave es perdurar en eco. Si lo logras te das cuenta de que del uno al infinito no hay un sin fin de pasos, porque a un paso sigue otro, sino desdoble, reverberación. Como en la discordia cualquier lugar hace centro, puedes acceder a todo en simultáneo. El tiempo se ensimisma, prisma capullo, y te atrapa consigo. A veces la experiencia tan solo es una vitrina y no ventana. Muchos se pierden dentro porque son incapaces de distinguir memoria de ente. Se sabe que únicamente los desquiciados toman rumbo delante, porque jamás regresan. Se sabe de al menos un par de intentos por evitar el ascenso del führer, frustrados por inteligencia estadounidense, y de una tentativa de hundir las naves de Colón evitada por la Organización de Estados Americanos. Se sabe que universidades europeas mandan investigadores de vuelta a épocas prehistóricas, cada cierto periodo, para recabar información útil a la investigación científica. Dichas operaciones ya provocaron una cantidad innumerable de serios desajustes, a cuya compostura se debe la proliferación de modelos teóricos que define a la Física contemporánea. Múltiples intentos de asesinato contra Jesucristo posibilitan el desprendimiento de enésimas variables de la Historia de la salvación: ya nadie sabe cuál es el Evangelio original. Se especula que en la primera versión todos los judíos se habrían convertido tras el ascenso y Mohamed ni siquiera nacería. Quién sabe cuántas cosas no se saben. Por ejemplo: nadie supo después lo que hicimos. Para qué regresamos. Teníamos todo, las guitarras, el volumen, la retroalimentación. No era un propósito magnicida ni mercantil. No íbamos a darle armas de fuego a los habitantes del Anáwak, no pretendíamos mudarnos a París o Nueva York en el siglo XX. Queríamos algo mucho más simple, quizá también estábamos locos: visitar las estancias lunares. La sabiduría atávica, extraviada en la grieta del tiempo. Teníamos referencia de esto por una pitonisa maya: ella vio la ciudad y la música por obsequio de los amos de su tonal, nos indicó las notas olvidadas. Después hubo que adquirir el vehículo, transformar las herramientas, desestabilizarnos: el prisma es creado en la oportunidad de su desplome. Lo conseguimos, naturalmente prendimos las alarmas. El tránsito no verificado y aprobado fue prohibido tras la última crisis, a finales del siglo pasado. Recurren a monitores electromagnéticos globales para detectar polarizaciones masivas, efecto necesario e indisimulable: milagro eléctrico. La corriente se transforma en espectro como el agua en vino. Alcancé a ver la metralla, ya estaba dentro del prisma. Aterrizamos sobre el zigurat y seguimos tocando, esa fue la única razón por la que los guardias no acabaron con nosotros. Los sacerdotes quedaron sorprendidos y nos tomaron por emisarios, dado que nos cubrimos la boca e inscribimos sobre ella el único símbolo capaz de socorrernos: cornamenta alada. El sonido era nuestro mensaje. E hicimos que nos llevaran a los palacios lapislázuli en el corazón de la luna.
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Sobre el autor: Israel Aguilar Pérez. Poeta, nacido en la ciudad de México (1990). Cursa la licenciatura de creación literaria en la UACM. Ha publicado en varias revistas literarias como Óclesis, Teresa magazine, Almicidio, entre otras.
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a ciudad aprovecha el ocaso, la elasticidad de los árboles y la cortina de colores pálidos que cubre el ventanal, para montar un teatro de sombras que, en pequeños actos acelerados pero eficaces, escenifica el agobio de la soledad, la fatalidad que se esconde tras la calma, los sopores terribles del encierro voluntario y el ya conocido por todos miedo a la libertad. Entre aplausos y lagrimas baja el telón la primera mirada de la noche, las sombras se retiran a descansar en las paredes y la muerte lentamente me abraza en la oscuridad.
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Sobre el autor: JULIO CÉSAR AGUILAR. (Ciudad Guzmán, Jalisco, México, 1970). Poeta, ensayista y traductor de inglés. Cursó la carrera de Medicina en la Universidad de Guadalajara; posteriormente realizó una maestría en Artes en Español en la Universidad de Texas en San Antonio y un doctorado en Estudios Hispánicos en la Universidad de Texas A&M, de la cual obtuvo una beca postdoctoral. Actualmente es profesor en Baylor University. Su obra se ha traducido a varios idiomas y ha sido publicada en diversos países, tales como Irán, España, Estados Unidos y Perú. En 2017 recibió la Presea al Mérito Ciudadano por el Gobierno de Zapotlán el Grande. Es autor de las siguientes colecciones de poesía: Rescoldos, 1995; Brevesencias, 1996; Nostalgia de no ser mar, 1997; Mano abierta, 1998; El desierto del mundo, 1998; El patio de la bugambilia, 1998; Orilla de la madrugada, 1999; Illuminated Mysteries/Misterios iluminados, 2001; La consigna y el milagro, 2003; Una vez un hombre, 2004, 2007; La consigna y el milagro/The Summons and the Miracle, 2005; Transparencia de lo invisible/Transparency of the Invisible, 2006; El yo inmerso, 2007; Barcelona y otros lamentos, 2008; Alucinacimiento, 2009; La consigna y el milagro/La convocazione e il miracolo, 2010; La consigna y el milagro, edición bilingüe español-árabe, 2011, y español-polaco, 2013; Aleteo entre los trinos, 2014; Perfil de niebla, 2016; Don del fulgor, 2018; Destellos de Zapotlán y otras penumbras, 2019; Alborozo, 2020, y Donde no falta nada, 2021. Traducciones suyas son Con ansia enamorada, de Irving Layton, 2004; Camino del ser. Antología: 24 poetas anglosajones, 2006; Pintando círculos, de Luciano Iacobelli, 2011; La costurera y el muñeco viviente, de Beatriz Hausner, 2012, y Pascal va a las carreras, de Janet McCann, 2015. En 2017 publicó el libro de entrevista Reconstrucción de Ángel Escobar en la voz de Marina Cultelli.
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l bebé viene y ve, de este mundo, el regocijo de las flores enalteciendo las albas, de los pájaros la dicha dicha en el canto, la bondad del hombre naciendo en el alma del propio hombre, los soles de la alegría y las lluvias del amor que a su paso se tienden. Sabe ver el bebé el movimiento de lo que, a su alrededor, calladamente ronda. Respira y mira también la sombra de lo que no se mueve. Rastrea el silencio y atento lo escucha. Echa de menos el rotundo estrépito que de repente calla y estalla luego en su gran imaginación vigorosa. Tiene el bebé en su mirada la mansedumbre de un río que pasa y el más amoroso paisaje de la creación. De pronto ríe, y su alegría toda es de los ángeles un dulcísimo canto. Su alegría perdure y bálsamo en el camino sea. El bebé ríe y siga riendo como el sol que, siempre, brillando lo hace. Ojos de ternura inaudita mirando de la vida su eternidad como en un cuento de hadas. Césped y balbuceo. El bebé ve la tarde que en la laguna arde, y se va. Hálito de la criatura iluminando la noche. Su boca no habla, pero en su mirada se deletrea el tiempo. Bebe el bebé su buena leche hecha de dulce amor y su galleta de alegría come. Un rumor de ensueño despierta en su mirada. Juan José bebé ve todo y no cesa de mirar sirenas y pegasos. En su universo, los arcoíris cantan una suave lluvia que deletrea su nombre.
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Bajo el fulgor de su patria, el bebé amoroso ve los días de valentía que pasan. El tiempo es flor, haciéndose siempre, y a veces llueve antes de que emerja de sus sombras tan confiado el sol. Con su cara inquisidora la criatura espera. Mira y espera lo que muy pronto ha de llegar. Sentado a la mesa, feliz estará luego viendo en la leche la vida y el tiempo del mundo desde su pan. ¿Qué pensará el bebé que tan curioso mira —y la luz se hace— desde sus dos ríos de ternura desbordándose? Acaso piense en las flores del amor que a su alrededor mira. En la risa del bebé retumba el gozo que está ya iluminando el día: luz en la luz para ser vivida. Balbuceo y ternura como un nuevo milagro.
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Sobre el autor:
Santiago Garcés Moncada. Nació en Itagüí el 3 de junio de 1999. Ganó el 2º puesto en el concurso “Historias para volar la imaginación” de la I.E Concejo Municipal De Itagüí con su poema Palabras que sangran (2016), fue ganador del 1º puesto en el “Primer premio municipal de poesía y cuento corto de Itagüí” con su cuento Fruto prohibido (2018) y es coautor del libro con las obras ganadoras de este, participó del Festival internacional de poesía de Medellín (2018 y 2019), es co-autor del libro Deshielos de tinta (2019), se publicó una selección de sus poemas llamada Ideas de humo en la 9° edición de la revista Lo innombrable (2019), su cuento Casa robada fue publicado en el libro con los mejores cien cuentos del concurso “Medellín en 100 palabras” (2019), fue ganador del 1º puesto en el “Tercer premio municipal de poesía y cuento corto de Itagüí” con su cuento Reflejos (2020). Abriéndose fronteras fue seleccionado para publicar sus cuentos y poemas en diferentes periódicos y revistas de Colombia, Costa Rica y México (2021). Actualmente estudia ingeniería electrónica en la Universidad de Antioquia, es miembro del taller de creación literaria LetraTinta y es cronista en la revista Bohemia.
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H
abía dejado de vivir. No estaba muerto, pero pude sentirlo al encontrarme cara a cara en el espejo. No podía ocultarlo más, tanto tiempo corrí desesperadamente tras lo que soñaba ser que no pude notar cuándo perdí el camino, ya solo me quedaba el recuerdo de la meta, estaba extraviado y solo. No quería aceptarlo, pero en el fondo lo sabía, creí ser feliz, amaba la música y en aquellos primeros años había en mis ojos muchas ansias de mundo, pero sin saber me dejé atrapar por él y su uniforme vacío. Crecí sin aviso, conseguí trabajo y horarios, el piano quedó reducido en un rincón, y mi pasión al espacio más hondo de mi corazón, como en un abismo oscuro y desgarrador. La barriga, las canas, la mirada triste y esa melancolía sin razón, la soledad, el silencio, el plato vacío... ¿Cuándo me dejé atrapar? Sé que los viejos no tenemos derecho a soñar, me he dado cuenta de que he botado la vida y es demasiado tarde, pero vuelvo a destapar el piano y comienzo a tocar mientras me limpia el llanto, y no sé cómo, pero sus notas me dicen que aún hay tiempo...
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Sobre el autor: Amaury R. Ledesma (Lagos de Moreno, Jalisco, 16 de agosto de 1991). Narrador y poeta. Arquitecto de profesión. Cofundador, editor y diseñador de la revista literaria digital Perro Negro de la Calle. Su obra narrativa se centra en relatos sobre lo fantástico, lo sobrenatural e ironía. Enfoca su obra poética (rima o prosa) en indagar en los recovecos de lo mundano desde el punto de vista pesimista. Ha publicado obras en distintas revistas literarias: El noveno arcano, (Revista La Marraqueta, Santiago de Chile, 2019), Lo que pasó en el sótano (Seminario digital de poesía, horror, fantasía y ciencia ficción, Monterrey, Nuevo León, 2019), El puente del recuerdo (Revista franco americana Resonancias, Francia, 2020), El cometa verde (Revista de ciencia ficción y fantasía Teoría Omicrón, Quito, Ecuador, 2020), Seleccionado dentro de la antología Los múltiples rostros de la muerte, con su relato: Para que no estuviera solo (Editorial Aeternum, Perú, 2020), Cenizas secretas (Revista Letralia: Tierra de letras, Cagua, Venezuela, 2020), La mofa de la vida (Revista de creación literaria y humanidades Gibralfaro, Universidad de Málaga, España, 2020), Aráchne (Revista Papalotzi, Editorial Papalotzi, México, 2021), entre otras.
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E
l eterno dilema del artista; su miedo más profundo y su más grande esperanza; la ambivalencia equilibrada; la incertidumbre que carcome. Amar el arte cuesta mucho, pero sale más caro crearlo. Días, semanas, una vida entera; ideando, sudando, sufriendo. Duele tanto estar a la expectativa de que la vida del artista no sea en vano. De que lo he hecho no sea bueno, que se pierda en el devenir, entre otros tantos sueños muertos. Por eso existe este deseo, tan ferviente como la creación misma: vivir del arte antes que el arte mate.
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D
on Casiano López se encontraba como todas las tardes en la banca fuera de su casa, frente a su jardín, para contemplar el atardecer. Esta costumbre se había arraigado desde los primeros años de su matrimonio con Doña Catarina Beltrán, y aún después de su muerte, hace casi ocho años, la había logrado conservar. Desde entonces él se había hecho cargo del jardín, pero no lo hubiera logrado de no ser por su queridísimo amigo Saturnino Herrera, un completo maestro en el arte de hacer crecer casi cualquier cosa y de encontrar el lugar correcto donde poner la semilla. Eran ya pasadas las seis y treinta de la tarde y Saturnino no llegaba. Casiano comenzaba a preocuparse, su compadre tenía la mala costumbre, como decía él, de llegar siempre a tiempo y las pocas veces que rompía esa regla, era porque algo malo ocurría, como el día en que su esposa falleció o el día que se clavó a sí mismo al suelo del comedor mientras intentaba arreglar los tablones, de otra manera se hubiera dado a la tarea de avisar con tiempo. Cuando faltaban ya un cuarto para las siete le observó llegar todo agitado, recargándose en la valla del jardín. Se limpiaba el sudor de la frente con uno de esos pañuelos rojos de diseños extraños que le recordaban a los gitanos. Casiano se levantó lentamente de su asiento y tomó su desgastado bastón de mezquite y caminó lo más aprisa que pudo a auxiliarlo. —Compadre, no me lo va a creer —le dijo a manera de saludo Saturnino—, de camino para acá me he encontrado una serpiente emplumada, como esas de los aztecas, pero chiquita y blanca. —Compadre, será mejor que se tranquilice y pase a la sombra que al parecer el sol le ha afectado la cabeza, está diciendo puras tonterías —le respondió Casiano preocupado, haciéndose a un lado para dejar pasar a su compadre. —No estoy mal de la cabeza, compadre, yo sé lo que vi —exclamó Saturnino indignado—. Ya ve que ya para salir del huerto, tengo los tomates y los chiles. Pues al ir a revisar que estuvieran bien el agua y la presión, vi en los pastizales frente a los tomates, unos arbustos moviéndose violentamente, y no era el aire, porque no había. Así que me acerqué, y ya estando cerquita, que veo ese animal del demonio salir huyendo, no sin antes, pararse a echar el mal de ojo y seguir su camino. Era tan grande como las de cascabel, pero en la parte de la cabeza, donde debería haber escamas, tenía muchísimas plumas blancas a pesar de que era cobrizo el resto del cuerpo, y sé que era una serpiente porque se arrastraba y no tenía patas. —Pero, compadre, ha de tener fiebre o se ha golpeado la cabeza, esas cosas no existen, Dios no lo quiera —después de meditarlo por más de un momento, mientras Saturnino lo desafiaba con la mirada respondió—: no habría sido más bien un pájaro, ya sabe, de esos que tienen el cuello muy largo. —No compadre, que parte de «no tiene patas no entendió», además se desvaneció del todo frente a mis ojos. Es más, si no me cree, vayamos donde lo vi, para que por usted mismo vea las plumas que dejó tiradas entre los pastizales. Casiano no quería enemistarse con Saturnino y aceptó su invitación. Se movieron a paso lento pero constante, y como a eso de las ocho llegaron a la casa de Saturnino, pero había mucha gente reunida en la casa y en el huerto, incluso la policía se encontraba en el lugar. —Déjeme ir a ver qué está ocurriendo, compadre, usted quédese aquí —comentó Saturnino, dándole unas palmaditas en el hombro, y se dirigió hacia dentro de la casa.
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Pasaron diez, quince, treinta minutos y su compadre no regresaba. Casiano, cansado de esperar y con un nudo amargo en la garganta, subió con un poco de esfuerzo hasta llegar a la puerta de la casa y tocó el timbre varias veces hasta que Oliverio, el hijo de Saturnino, abrió la puerta. Tenía los ojos muy rojos, y parecía que había estado llorando, y al reconocerlo, lo recibió con un reconfortante abrazo. —Pero qué está ocurriendo, muchacho, ¿por qué tanto barullo? Tu padre me dejó como un tonto esperándolo afuera, ¿dónde está? Oliverio palideció al escuchar esas palabras, y unas lágrimas amenazaban con brotar de nuevo. —Será mejor que se siente, Don Casiano, tengo algo que decirle. Casiano extrañado por la actitud del joven, lo acompañó al interior y se sentó en el mueble más grande de la vieja, aunque reconfortante salita. —¿Dónde está tu padre? —preguntó con cuidado, y notó una cierta amargura invadiendo su cordura—. Fue por mí a la casa, presumiendo que había visto una serpiente disque emplumada, discutimos, y lo acompañé hasta aquí para que me demostrara que me decía la verdad. Al ver todo el movimiento en la casa y el huerto, me dijo que esperara afuera, pero ya no regresó. ¿En dónde se metió ese granuja? Oliverio lo miró extrañado, parpadeando varias veces. Como si no hubiese entendido las palabras de Casiano. Pero en ese momento Casiano se levantó de su asiento, asaltado por un pánico que desde hacía varios años no sentía, y con una velocidad, que hasta a él le sorprendió, llegó hasta el patio, y se detuvo donde la policía se encontraba junto a los pastizales frente a los tomates y los chiles. Comenzó de nuevo a caminar, pero ahora con un paso muy lento cuando Oliverio lo detuvo por detrás, Casiano volteo lentamente y al ver otra vez los ojos del joven lo comprendió todo y se desplomó en el suelo.
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Sobre la autora: Adilene Cortés Caballero. Nació en el año 88, vive en el estado de Nayarit. Su inspiración emana de la elocuencia gatuna, recuerdos, y mundos oníricos, su obra se caracteriza por ser breve, precisa, invocación de melancolía y magia. Participa en Perro Negro de la Calle desde el año 2020.
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E
n el vasto cielo, su ola nos condena a todos. Ha hecho llegar su soplo de vida hasta el polvo que nos moldeó, nos ha ideado minuciosamente, un latir aquí y uno en el otro extremo, nos entreteje más allá de nuestro mundo con otros como nosotros, intenta que alguien desvele el mensaje y lo devuelva. Ruge, Bestia, desde los confines del infinito principio y se devora así mismo en catarsis en infinito final. Nos arrojó para perdernos en su inmensidad, pero aún mantiene su ojo abierto, su pupila se astilla con nuestra estupidez aberrante, su oído ensordece atento al eco de nuestro terrible corazón. Aun mueve los hilos del tiempo, sus uñas nos rasgan violentamente hasta que su hocico nos alcanza y en cada sorbo destruye galaxias enteras, para después regurgitar otras tantas. Sabe en nosotros el filo de su lengua viperina, cancerígena y redentora. Bestia titánica que ha encendido la chispa que enardece nuestra percepción bajo este manto que es su pecho abundante donde brotan todos los colores cayendo del espacio. Anhela descubrirnos reptando por sus piernas, ascendiendo hasta sus caderas, aferrándonos a su lomo, yendo de aquí para allá a través de su cuerpo, desea sacudirse en nuestro ritmo, nos imagina brillando en sus estrellas. Y entonces suspira enorgullecido, fascinado por su visión, donde al menos en un breve lapso, solo él sabe en qué momento, nuestros ojos se abren únicamente para contemplarlo.
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Sobre el autor:
Santiago Garcés Moncada. Nació en Itagüí el 3 de junio de 1999. Ganó el 2º puesto en el concurso “Historias para volar la imaginación” de la I.E Concejo Municipal De Itagüí con su poema Palabras que sangran (2016), fue ganador del 1º puesto en el “Primer premio municipal de poesía y cuento corto de Itagüí” con su cuento Fruto prohibido (2018) y es coautor del libro con las obras ganadoras de este, participó del Festival internacional de poesía de Medellín (2018 y 2019), es co-autor del libro Deshielos de tinta (2019), se publicó una selección de sus poemas llamada Ideas de humo en la 9° edición de la revista Lo innombrable (2019), su cuento Casa robada fue publicado en el libro con los mejores cien cuentos del concurso “Medellín en 100 palabras” (2019), fue ganador del 1º puesto en el “Tercer premio municipal de poesía y cuento corto de Itagüí” con su cuento Reflejos (2020). Abriéndose fronteras fue seleccionado para publicar sus cuentos y poemas en diferentes periódicos y revistas de Colombia, Costa Rica y México (2021). Actualmente estudia ingeniería electrónica en la Universidad de Antioquia, es miembro del taller de creación literaria LetraTinta y es cronista en la revista Bohemia.
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T
odo amor es un milagro que se siembra en dos campos de sangre.
Todo amor es un hurto, robo de miradas, de recuerdos, de segundos... Todo amor es un coqueteo de silencios, trozos de rocío que fluyen por las venas y germinan en suspiros rompiendo el cascarón de las palabras vacías. Todo amor es un tallo que crece, un recorrido que avanza entre caminos que se nutren de historias, raíces de pasados entrelazados en el anonimato de otras vidas desgastadas bajo la tierra del ayer, intercambios de memorias, oscuras huellas en barro de latidos que resuenan como un eco en el presente. Todo amor es un respiro, un rayo de luz que recorre la columna vertebral de hojas blancas bañadas de sudor entre tinieblas, un escape a los sentidos de la carne, desnudez capa por capa, pieles más allá de las almas en contacto. Todo amor es necesidad, una flor que se abre lentamente esperando ser admirada, florecen los labios para un beso y un aroma imperceptible cura sin pedírselo el perpetuo otoño con invisibles primaveras de aromas de atardecer y noche. Todo amor es una flor, efímera magia que se marchita en agosto, caen las hojas del deseo en el abismo de la tierra estéril, migran las mariposas por mi esófago en busca de un nuevo néctar y el amor se seca en silencio, dejando entre desiertos la humedad de los labios.
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Hay amor artificial, flores de plástico en exhibición, juramentos de eternidad que ocultan el hastío, sin saber que hasta las flores de nylon se marchitan en el fuego de otros labios.
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A
l despertar Casiano sabía que se encontraba en un cuarto del hospital, había estado ya en ese lúgubre lugar demasiadas veces, la opresión que ahora encontró en su pecho era tan desconocida como familiar, a su lado, una joven que no reconoció le apuró a dar un poco de agua en un vaso. Asintió con la cabeza en dirección de Casiano y salió del cuarto, un momento más tarde, entró Oliverio y ocupó el lugar que había tenido la joven, se aclaró la garganta y sin mirar a Casiano, comenzó a hablar: —Lo encontré tirado cuando llegué, pero era demasiado tarde. Al parecer fue una víbora la que le picó, debió ser una de cascabel, porque el veneno fue fulminante. Yo lo encontré a eso de las cinco de la tarde. Usted antes de desmayarse, comentaba que había llegado con él. Pero eso es imposible, él ya tenía varias horas muerto. Lo siento mucho, mi esposa está avisando a su hija para que venga enseguida —y sin mirar atrás, salió del cuarto. Se sentía vacío, su cabeza no podía formular ideas, su cuerpo se sentía distante, «deben estar equivocados, yo estuve con él», pensó amargamente Casiano. Después de pasar una semana en observación, a Casiano lo dejaron ir a su casa, pero pidió que lo llevaran a la casa de su compadre. Lo recibió con una triste sonrisa la esposa de Oliverio, y lo acompañó atrás. Llegó hasta donde le había comentado Saturnino que deberían estar las plumas. Durante un rato buscó entre la hierba pisoteada hasta que, en un rinconcito alejado observó un objeto blanco, se agachó y comprobó que se trataba de una pluma blanca, «Maldito viejo obstinado, ni después de muerto eres capaz de perder una discusión» y se paró lentamente cuando de repente, logró captar un movimiento entre la hierba a lo lejos. Ahí estaba, por encima de toda la hierba, una serpiente cobriza, con la cabeza blanca cubierta con plumas como la que él tenía en la mano, con unos ojos de color rojo, tan intenso como la sangre.
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En memoria de C. Vogt
Nacido en noviembre de 1983 en la ciudad de Guadalajara Jalisco, no se destaca como un buen estudiante, todo contrario a lo esperado, rebelde y obstinado tras haber sido corrido en el segundo grado de la secundaria seis mixta y reinstalado en el segundo grado de la secundaria nueve mixta, descubre tras un trabajo encomendado, que se le facilita escribir historias, toma un gusto inesperado por las letras que continúa hasta su vida adulta en relativo secreto.
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N
o soy nada ni nadie, si me pienso antes de ti, era una voz sin eco y una mirada perdida en el negro de la noche, una sonrisa fingida y una risa afligida.
Creía que buscaba, pensé que encontraría. Que tonto, en un bar mis sueños perdería. De mil labios nada sentiría. De noche siempre caminaba, a mi refugio reculaba, miedo de más noche a mí me daba. Pues sabía que entre sombras mi alma se quebraba. Pasaron tantas lunas como canciones tristes y tarros de cerveza. Y a mi corazón el amor comenzó a darle pereza. No había más para mí que no fuera un habano y un simple trago de cerveza. Las aventuras dejaron de serlo y mis locuras fueron ocasiones del enfado. No había más, que un mal sueño cotidiano que iniciaba el dintel, de aquel viejo edificio profano. De las plegarias mi memoria renunció, de los dioses mi espíritu renegó y de las tristes canciones se abrazó. No había más para este loco enamorado de la luna, hasta que llegó una mujer como ninguna. Para sorpresa de un testarudo, encontró, donde nunca pudo. Entre letras y los cuentos de hombres muertos, a ella vislumbró entre sus propios restos. Retazos de carne y huesos, pedazos de sueños rotos. Ojos suplicantes, de sed, de hambre, de frío, de ser amados. Por fin mimados. Mujer de altos vuelos como los versos de los más bellos cuentos. Ente de luz, pero también de sombras. Parte humana y parte ángel. En un paraíso que no es ajeno a las mentiras, y a las noches impías que terminan en fragmentadas, distopías. Agente transgresor del tiempo y del espacio. Melancólico viajero de otras vidas ya perdidas. Emisario del amor inmortal en mi mundo terrenal. Mujer de carne y hueso que me ha encontrado en este, quien sabe, mi último regreso.
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Ojos que miran en lo más adentro, labios que besan, como besa el viento. Corazones que laten rítmicos en una sístole y una diástole, sin dios y sin dueño, que danzan libres, en un último sueño.
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Sobre la autora:
A.B. Noviembre de 1994. Guadalajara, Jalisco. Estudió en Universidad de Guadalajara, egresada como Abogada. Surge en los últimos meses del 2017, como la manifestación de todo aquello que se siente y se vive. Amante de la expresión en cualquiera de sus formas. Publicó su primer escrito escondido en la edición No. 18 de la Revista Digital Perro Negro de la Calle.
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Para C. Vogt. Faltarán mil vidas para terminar de conocerte. Te veo en la siguiente.
H
a muerto un poeta. El lúgubre canto de ángeles o demonios ha ensordecido a la ciudad. Miles de versos han quedado en el limbo, cientos de pensamientos se han esfumado en la soledad. Un escritor más ha perecido, y en su partida se ha llevado también una parte de mí, ¿Qué será de todos nosotros los maldecidos? ¿Qué será de la vida después de ti? Ha muerto un poeta. Y en el estruendo de su desaparición, un derroche de voces ha surgido, el enigma ha embargado al corazón. ¿Adónde van las almas perdidas? ¿Acaso para el suplicio o vuelves a renacer? ¿Cuántas veces vas escapando a la vida? ¿Qué tanto tenemos que perder? Ha muerto un poeta. Y el mundo entero ha perdido a alguien que entregaba todo su ser. Cientos de palabras han sucumbido. Silencio y oscuridad es lo que ves. Ha muerto un poeta. Y el dolor que nos abraza mil vidas durará, no habrá reemplazos ni oportunidades, solo el recuerdo quedará Se ha ido un poeta. Y, en la inmensidad que nos abraza, solo tus palabras quedarán, truene el cielo y el silencio se pierda en el ocaso y el mar te encontrarán. Ha muerto un poeta. ¡Prestadme atención! Tomad sus plumas y escribir los más tristes versos, alcemos las copas y escuchemos su canción. Llevad en sus pieles su eterna oración, porque ha muerto un poeta, pero ha de ser víctima de la maldición del escritor, Porque ha de vivir siempre en las entrañas de su creación.
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Sobre el autor: Carlos Enrique Saldívar (Lima, Perú, 1982). Es director de la revista impresa Argonautas y del fanzine físico El Horla; es miembro del comité editorial del fanzine virtual Agujero Negro, publicaciones dedicadas a la literatura fantástica. Es director de la revista Minúsculo al Cubo, dedicada a la ficción brevísima. Es administrador de la revista Babelicus (literatura general). Publicó el relato El otro engendro (2012). Publicó los libros de cuentos Historias de ciencia ficción (2008, 2018), Horizontes de fantasía (2010) y El otro engendro y algunos cuentos oscuros (2019). Compiló las selecciones: Nido de cuervos: cuentos peruanos de terror y suspenso (2011), Ciencia Ficción Peruana 2 (2016), Tenebra: muestra de cuentos peruanos de terror (2017, 2018) y Muestra de literatura peruana (2018).
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U
n día, el hombre despertó y olvidó cómo se llamaba. Pensó en ir al doctor, pero optó por una solución simple: salió a la calle y esperó a que otros lo reconocieran y se refirieran a él por su nombre. Eso probablemente ayudaría. Sabía que sus familiares no se hallaban cerca, pero los vecinos siempre lo saludaban. Sin embargo, todos comenzaron a mirarlo como a un extraño. No era insólito que ello sucediera con tal o cual desconocido que pasaba por los alrededores, lo incómodo era que el vecindario entero no le hacía señas de saludo. Fastidiado, marchó hacia otros rumbos. Fue en vano. Nadie lo reconoció, ni sus padres, ni sus hermanos, ni sus amigos, ni sus compañeros de trabajo, ni su jefe, ni su enamorada. Todos lo rechazaron, lo relegaron a un rincón olvidado de su humilde cuarto en una pensión; incluso su casera lo ignoraba y ya no le cobraba el alquiler de cada mes. Se sintió muy solo, desafortunado, había perdido demasiado. Sus ahorros menguaban, ya que no podía encontrar un puesto en otro centro de labores, le decían que lucía como «un perfecto desconocido y eso no lo hacía confiable». Era consciente de que debía arreglar su situación pronto, si no, moriría de hambre. Se le ocurrió salir a vender dulces en su distrito, empero, nadie le compraba. Una señora le dijo: «No lo conozco, no comería nada de lo que usted ofrece». Tras un día sin probar bocado, se le ocurrió una insólita idea: adoptaría un nombre, uno cualquiera. Se bautizó a sí mismo como Leopoldo Gabriel Salas Rosario, sonaba muy bien, formal, armonioso e intelectual. De este modo, recorrió, presuntuoso, tiendas, mercados, avenidas, plazas, parques; gritando su nombre a aquellos con quienes se topaba. La gente lo reconoció, aunque volvieron a evitar su presencia, esta vez con miedo. Muchas personas se acercaron a él y le entregaron dinero: billetes de diez, veinte, cincuenta, cien y doscientos soles; sin que Leopoldo se los pidiera. Este se alegró como nunca, volvía a tener una vida cómoda otra vez. Recuperó el calor de su familia y amigos, el amor de su pareja. Decidió no regresar a su trabajo, no lo necesitaba, el capital conseguido de forma gratuita bastaba para que pudiera sostenerse un buen tiempo. No obstante, en algunos instantes de lucidez se cuestionaba qué fue lo que había acaecido antes y qué era lo que le estaba ocurriendo ahora. Una noche, la policía entró a su casa. Leopoldo fue arrestado por extorsión, chantaje y asesinato. «Señor Leopoldo Gabriel Salas Rosario, usted se encuentra entre los criminales más buscados de Lima, sírvase acompañarnos». Pese a la formalidad, lo lanzaron al suelo, vestido en piyama, y le colocaron las esposas. «Cuidado, es muy peligroso», dijo uno de los agentes de la ley. El hombre intuyó de qué iba aquel enredo. De nada le sirvió vociferar que era inocente, que era otro. Calló cuando, dentro de su cabeza, este otro le habló, amenazándolo con matarlo si decía una palabra más.
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Sobre el autor: Alfonso Koyoc Pedroza. Cofundador de Perro Negro de la Calle y escritor que inició con un estilo romántico. A lo largo de sus participaciones dentro de la revista, ha cambiado el tema de su escritura, pasando desde el amor hasta el suspenso, género en el que ahora incursiona con nuevos relatos, mismos que abrirán paso a diversas historias, la mayoría de ellas basadas en la fantasía y ciencia ficción. Ahora con el suspenso como género, ha desarrollado nuevas historias que en difíciles circunstancias transcurren y dejan al protagonista sin ninguna explicación razonable.
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E
n tus ojos está el brillo, En tu mirada me pierdo, y en piel reaparezco. Estoy rodeado de ti, jamás permanezco solo. En tus ojos está el brillo. En ti está. Eres la brisa que acaricia mi firmamento. En ti estoy. En mi estás. En tus ojos está el brillo. En tu delicado ser permanezco. Somos la inmensidad, seamos infinitos una vez más. Únete. Hasta donde el infinito nos alcance. Vamos allá donde las emociones son finitas. Únete. Vamos allá donde el infinito es finito.
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Sobre el autor: El poeta Duraham Lapitp nace en Cúcuta, Colombia (1990). A muy temprana edad se traslada a Bucaramanga, Santander y allí cursa sus estudios básicos. Luego estudia Banca y Finanzas en las Unidades Tecnológicas. La vena poética despierta en el año (2018), lanzando su primer libro Mellon Collie y la Infinita Desolación en la Casa del Libro Total de la ciudad de Bucaramanga, también aparece en la primera edición digital del periódico La Eskina en enero de (2019) y en las revistas digitales; Cambios y Permanencias (2019), Zejel (2019), Perro Negro de la Calle y en La Orden de los Escritores sin Editor (2020). Hace un relanzamiento en la Alianza Francesa en el mes de abril, paralelo a esto, logra primera mención de honor del Club Rotary de Argentina por su poema Flores del olvido. En 2020 la obra Justine es seleccionada por Editorial Afrodita para formar parte de la antología de poesía erótica Letras íntimas Argentina/2020.
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L
a carne vive por la otrora de la virtud, los grilletes de la repúbliqueta marginan los mecanismos de participación. ¿Cuál es la bandera que sigues para tu propia destrucción? Acaso el leviatán engullirá los pecados más fantasiosos de los que están absortos, encandilados y perdidos. Como se pierde el ayer ante cada mañana. Lo servil o fútil es solo parte de mi padecer. Muerdo la manzana del vil engendrador que sediento por la carne devora a sus hijos como si ellos no fueran parte del mismo ser.
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Sobre los autores: Benjamín Román Abram (Lima, Perú, 1970). Sus cuentos y reseñas se han publicado en diarios, antologías y revistas nacionales e internacionales como El Comercio, Correo (Huancayo), Heterocósmica, Fabulador, Umbral, Buensalvaje, Cosmocápsula, miNatura, Agujero Negro, Plesiosaurio, Zona libre, etc. Es autor de los libros de relatos En Envase Pequeño y Bioficciones. También cultiva la poesía y la ha publicado en diversos medios. Carlos Enrique Saldívar (Lima, Perú, 1982). Es director de la revista impresa Argonautas y del fanzine físico El Horla; es miembro del comité editorial del fanzine virtual Agujero Negro, publicaciones dedicadas a la literatura fantástica. Es director de la revista Minúsculo al Cubo, dedicada a la ficción brevísima. Es administrador de la revista Babelicus (literatura general). Publicó el relato El otro engendro (2012). Publicó los libros de cuentos Historias de ciencia ficción (2008, 2018), Horizontes de fantasía (2010) y El otro engendro y algunos cuentos oscuros (2019). Compiló las selecciones: Nido de cuervos: cuentos peruanos de terror y suspenso (2011), Ciencia Ficción Peruana 2 (2016), Tenebra: muestra de cuentos peruanos de terror (2017, 2018) y Muestra de literatura peruana (2018).
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E
lla, en plena calle, se decía que la conducta que asumió hacía tiempo lindaba con la mala educación, pero fue necesaria. Muy pocos se habían percatado de su secreto, que su barrera estética, la cual otros tenían por piel, solo era una capa del más fino maquillaje. No veía la hora de llegar a su casa y desnudarse para quedar como una chica invisible. Se dio cuenta de que mucha gente, entre hombres y mujeres, solo valoraban lo físico, lo que visualizaban sus ojos. Esto había comenzado a molestarla, ya que nadie podía atisbar su verdadero ser. Nunca nadie la había visto, ni sus padres, ni ella misma. Había nacido invisible. Cuando vino al mundo, sus progenitores se asustaron, el médico la tenía en sus manos, pero no podían mirarla; la forma humana y rolliza era perceptible para cualquier tacto. Pese a todos los tratamientos a los que se sometió, no se logró darle visibilidad. Era una mutante, tendría que vivir siempre con ese estigma. No obstante, un día, cuando cumplió quince años, observó en la televisión un invento revolucionario para artistas o los muy excéntricos: un maquillaje corporal. No lo dudó, resultaba carísimo; empero, el cosmético era duradero. Sus papás le brindaron ese regalo, la joven pudo ir a fiestas, viajar, conseguir amigos e, incluso, tener enamorado. Sin embargo, algo no iba bien. No era la verdadera ella, tan solo se trataba de una imagen para satisfacer el capricho visual de los demás. Por eso, desde hoy, ya no llevará esa capa de falsedad; en adelante será auténtica, invisible. Se para desnuda frente al espejo y no ve nada. Sonríe de satisfacción. No ve ni siente las innumerables lágrimas que le bañan el rostro.
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Sobre el autor: Alfonso Koyoc Pedroza. Cofundador de Perro Negro de la Calle y escritor que inició con un estilo romántico. A lo largo de sus participaciones dentro de la revista, ha cambiado el tema de su escritura, pasando desde el amor hasta el suspenso, género en el que ahora incursiona con nuevos relatos, mismos que abrirán paso a diversas historias, la mayoría de ellas basadas en la fantasía y ciencia ficción. Ahora con el suspenso como género, ha desarrollado nuevas historias que en difíciles circunstancias transcurren y dejan al protagonista sin ninguna explicación razonable.
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A
quello que aparece en el horizonte. ¿Qué es? Observa el punto donde emana una simple chispa que nace en el firmamento.
Mis pensamientos en las noches parecían ser siempre encaminados a la trascendencia del universo y la diversidad que podemos observar en el cielo. Aquella ocasión me encontraba en la terraza de mi casa con un cigarrillo encendido, observaba y esperaba que algo ocurriera, tan solo pensaba y esperaba, para mí ya era un hábito, después de todo un día en el trabajo, llegaba y esperaba, siempre acompañado de mis cigarrillos con filtro, me había convertido en un hombre de pocas ilusiones. Pero aquella noche algo era diferente, me di cuenta al regresar a casa que algo habría de cambiar todo mi mundo como lo conocía hasta ese momento. Eran aproximadamente las 23 horas del 03 de mayo del año 2020, estaba a punto de ir a mi cocina para preparar la cena y pasar a recostarme, pues al día siguiente habría de laborar, cuando escuché lo que parecía ser un estallido, una detonación, no sabría identificarlo, pero de pronto parecía que ya había amanecido, algo completamente fuera de lo normal pues faltaban horas para el amanecer, fue espontáneo y efímero y muy alarmante, por supuesto las redes sociales se saturaron de memes e información del acontecimiento, decidí no darle mayor importancia y seguir con mi rutina, de pronto escuché un ruido en mi patio, me apresuré a bajar de donde me encontraba y acudir a revisar, cuan grande fue mi sorpresa al encontrar un agujero en el centro de mi patio, y lo que parecía ser una piedra al centro, no sabía qué hacer o cómo reaccionar, me encontraba inmóvil y sorprendido, permanecí así por unos diez minutos, hasta que armado de valor y con un palo de escoba que encontré en mi casa, salí a investigar la procedencia del objeto hasta este momento no identificado. El olor que emanaba era algo que jamás había percibido, parecía ser llanta quemada o plástico, pero era muy fuerte, me acerqué con cautela y procedí a revisar primeramente las esquinas del patio en busca de alguien, pero no parecía estar acompañado, posteriormente me había centrado en el objeto que permanecía inmóvil, decidí golpearlo y esperar una reacción, tomé el palo de escoba y le produje un fuerte golpe en el centro, logrando partirlo en dos, entonces me di cuenta que en el centro algo había, parecía ser un libro, ¡un libro! ¿Cómo puede ser posible? ¿De dónde viene? ¿Cómo llegó aquí? Con extremo cuidado, lo tomé entre mis manos, era pesado y de color gris, estaba dañado y parecía tener una inscripción en la parte superior de la cubierta, en un idioma para mí desconocido, con imágenes y figuras extrañas, solamente pude apartarme y salir del enorme hueco que estaba en mi patio, sin saber qué hacer, pasaron aproximadamente cinco minutos y decidí ingresar a mi domicilio con el libro y no comentar nada a las autoridades del municipio donde me encontraba, ya al día siguiente procedería a tapar el agujero y reparar mi patio. Al estar ya en mi sala, decidí indagar más sobre aquel extraño libro que había encontrado, me preparé un café y me dispuse a escudriñar entre sus páginas, al abrirlo fue tan grande mi sorpresa al ver que el libro había adaptado una forma y color diferentes a cuando yo lo había retirado de su lugar de procedencia, de ser pesado, gris, dañado y estar en un idioma desconocido con figuras e imágenes extrañas, ahora se encontraba en perfecto estado, con la cubierta en color negro y con la inscripción en español, que decía: El libro del universo, las imágenes que tenía eran los símbolos de los cuatro elementos occidentales, agua, tierra, fuego y aire, pero además había dos símbolos más, uno que parecía un rayo y otro con la forma de Saturno.
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Comencé a hojear el libro, y sus primeras páginas encontré las siguientes instrucciones: 1.- El libro del universo contiene la sabiduría y el origen de las especies que habitamos las diferentes galaxias, corresponde a cada especie detallar su historia y explicar su origen. 2.- Solo puede ser redactado por un integrante de la especie en cuestión, es intransferible e irrenunciable. 3.- Dentro del libro se encuentran las etapas de la historia de las diferentes especies que habitan el universo, pueden ser usadas para el progreso y el desarrollo de tu especie. 4.- La historia redactada por el elegido de tu especie debe detallar cada proceso y hecho histórico que llevó a la especie a su actual estado. 5.- Una vez terminada, pasarás a ser parte de la organización de planetas confederados y tendrás acceso a la galaxia.
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Sobre el autor: El poeta Duraham Lapitp nace en Cúcuta, Colombia (1990). A muy temprana edad se traslada a Bucaramanga, Santander y allí cursa sus estudios básicos. Luego estudia Banca y Finanzas en las Unidades Tecnológicas. La vena poética despierta en el año (2018), lanzando su primer libro Mellon Collie y la Infinita Desolación en la Casa del Libro Total de la ciudad de Bucaramanga, también aparece en la primera edición digital del periódico La Eskina en enero de (2019) y en las revistas digitales; Cambios y Permanencias (2019), Zejel (2019), Perro Negro de la Calle y en La Orden de los Escritores sin Editor (2020). Hace un relanzamiento en la Alianza Francesa en el mes de abril, paralelo a esto, logra primera mención de honor del Club Rotary de Argentina por su poema Flores del olvido. En 2020 la obra Justine es seleccionada por Editorial Afrodita para formar parte de la antología de poesía erótica Letras íntimas Argentina/2020.
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or tener basura en la cabeza. Por tener falsos ídolos. Por luchar los ideales y beneficios de otros. Por creer en quimeras. Por creer que un mito puede salvarnos. Por no reconocer lo que tiene contenido y concepto de cambio. Por manejar el mismo discurso de los poderosos. Por tener ataduras como familia, amigos, amantes, que reprimen al individuo.
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