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legamos a la edición 60 de Perro Negro de la Calle. Y sí, sigue ladrando. Cada vez estamos más cerca de alcanzar el lustro de existencia, pero recuerden que, en edad de perros, este can tiene más años. Han pasado tantas cosas desde que creamos este proyecto de nuestros amores, que es imposible decir que nuestra revista no ha tenido una historia interesante. Y es poco decir, vivimos en Lagos; la farándula cultural aquí es todo un show. Esta compilación que lees desde tu portento tecnológico es una mezcla; una variada selección de los artistas latinoamericanos que decidieron develar sus obras en este espacio, en este mes y día, para quedar inmortalizados bajo el número 60. Escudriña en ellos; fúndete en sus letras. Debo terminar esta introducción. En estos días he sentido la presencia de algo oscuro… Creo que el espectral can de otoño me está rondando. ¡Oh no! ¡Ahí está!
Amaury R. Ledesma
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lla sale del baño y me mira como quien ve a un animal exótico; como cuando un ser arcano echa un vistazo a la perenne nimiedad de la existencia humana: la forma en que un eternal observa los esfuerzos mundanos del mortal que está frente a ella. Tiene la piel clara y los ojos profundos, tan abismales que pueden ser el camino a la perdición voluntaria del alma. Son las once de la mañana y la cerveza de nuevo es una buena excusa para besos de desayuno. Ahora comienzo a entender por qué muchos se han perdido por un poco de ternura: por qué miles de hombres han temido el dulce hechizo de la naturaleza femenina; la magia existe, está implícita en sus dedos; viene acompañada de su voz tenue, su pubis perfecto. Juntos vemos a través de la ventana. La ciudad se derrite con la lluvia matinal y su gemido es silenciado por un torrente de emociones que inundan y salpican toda la habitación: su piel, claro ejemplo del milagro de la creación, se transforma con el mínimo roce; en tanto, su beso oculto profundiza lo mundano que siempre he sido. No soy más que el típico ejemplo del perro apaleado que sigue a quien le ofrece un pan y una caricia leve: en estos días en que la mezquindad y la ruina son moneda de cambio, sus estallidos neuróticos, su sollozo y sus gemidos leves son la excusa que necesitaba para vender mi alma al ente que sustente su abundancia perpetua. Ella camina y bebe, se mueve como una sombra, como si sus pies no tocaran el piso: yo continúo mirando de manera intermitente la calle y esa imagen increíble que se sienta e incorpora… como si fuera eterna. El movimiento es relativo lo ha dicho un genio de la física teórica, que la velocidad de la luz es absoluta y la nostalgia perdurará después de que se vaya. De imprevisto recuerdo lo estúpido que he llegado a ser. Estando ella frente a mí, me pongo un poco triste: me imagino cuando no esté; alucino brevemente con la casa sola, privada de su olor dulce, su risa estridente, su humor ácido… su libertad, esa facultad que, en algún momento, quizá hoy o mañana la alejará de mí para siempre.
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Sobre la autora: Irma Lozano Ramírez. Arandas, Jalisco, México. 1973. Ha publicado: en el periódico NotiArandas dos poemas, en el Caballo Negro dos sonetos periódicos locales de Arandas, Jalisco en la página virtual café de letras con algunos haiku e ilustraciones. Ganadora del segundo lugar de los Juegos Florales 2017, Encarnación de Díaz, Jalisco. Con el poemario El umbral Del fénix. Actualmente participando en dos antologías: 1: Los Cuentos de la Campana, libro que se está editando por la fundación del pensamiento editorial de Arandas, Jalisco. Participando con el cuento El sonido de la oscuridad. 2: Mujeres Poetas de los Altos de Jalisco; libro que ya fue publicado por el ayuntamiento de Guadalajara, Jalisco, viendo la luz el 4 de marzo del año en curso participo con dos haikus, otro haiku se tomó como portada para la revista virtual el colibrí https://www.facebook.com/Collhibrirevista/ . Acreedora a un reconocimiento en el II encuentro de poesía haiku llamado Una gota de agua, el cual se llevó a cabo en Zapotlanejo, Jalisco, realizado por la fundación TAU y casa de la cultura Zapotlanejo. Participó en la revista virtual Engarce con poemas y haiku en la edición enero 2021 VI año N° .4, en la revista virtual Perro Negro de la Calle, con once participaciones desde julio del 2020 hasta agosto 2021.
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rte de mi tierra bordados multicolor cubren la sierra.
II Olor de copal tu piel de ave florida mi Xochiquétzal. III La palma fronda en su cogollo espeso noche de ronda. IV Audaz, ladina con carrillera y enaguas la Valentina. V Fina y bonita deslumbraba su encanto de la Adelita.
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Sobre el autor: Francois Villanueva Paravicino. Escritor peruano (1989). Egresado de la Maestría en Escritura Creativa por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Estudió Literatura en la UNMSM. Ha publicado Cuentos del Vraem (2017), El cautivo de blanco (2018), Los bajos mundos (2018), Cementerio prohibido (2019) y Azares dirigidos (2020). Textos suyos aparecen en diversas páginas virtuales, antologías, revistas, diarios, plaquetas y/o; de su propio país como de países extranjeros. Ganador del Concurso de Relato y Poesía Para Autopublicar (2020) de Colombia. Ganador del I Concurso de Cuento del Grupo Editorial Caja Negra (2019). Finalista del I Concurso Iberoamericano de Relatos BBVACasa de América Los jóvenes cuentan (2007) de España. También, ha sido distinguido en otros certámenes literarios.
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l tambo, que habría de sufrir los estragos de las voluntades de la naturaleza, se levantaba en una colina pedregosa y polvorienta al borde de una quebrada donde en medio corría un crecido río de aguas límpidas por las tardes y en extremo frías en las noches. El nombrado tambocamayoc por las siete familias, entonces era el auca más anciano de todos, estrábico de mirada y cabelludo de peinado, considerado sabio, que sufrió un ataque cardíaco la noche que vislumbró en sus sueños la proximidad de los malos tiempos. A una semana del duelo mortuorio, en plena tarde ardiente de pasteo de llamas y alpacas, un chaparrón duradero con vendavales y truenos desenterró las raíces del árbol en el cual se amarraban las sogas de maguey, donde se deslizaba la cesta de la oroya de una orilla a otra, destruyendo así el transporte colgante. Al día siguiente, cuando las mujeres presurosas por su negligencia confeccionaban a última hora los tejidos de lana para la oroya nueva, la helada andina más duradera habría de iniciarse acompañada de lluvias torrenciales, arremetiendo con tal magnitud que los pucllacoc uamracona, niños juguetones, enfermaron de gravedad con la gripa, y, a los días, los tres únicos niños de teta, llullo llocac uamracona, con el tuerto quipo camayoc y el mudo despensero, murieron asfixiados por la neumonía. Una templada mañana, después ya de los entierros, el pueblo convocó a cabildo. Se eligió al nuevo funcionario inca para suceder al muerto y se ordenó guardar la calma hasta que la helada pasara o llegase el curaca de la zona con los auxilios propicios; más el frío y sus aguas, inevitables, quemaron los trigales, los maizales, los papales y el resto de los cultivos, arrasaron los eucaliptos, las cactáceas y los árboles frutales, libraron una lucha por vivir contra los ichus y puyas; las llamas, alpacas, guanacos, vicuñas, empezaron en aquellos momentos a ayunar y enflaquecer lanosos, que a cuatro semanas la aldea, despensa y arsenal, había perdido más miembros, dilapidando todas sus reservas en los ayllus del tambo, cuyos terrenos se extendían grises y desdichados emanando el bálsamo de la muerte. El frío era tal que no bastaba que las mujeres se abrigaran con prudencia estrenando sus anacos coloridos, tiritando aferradas a sus llicllas pardas prendidas en sus pechos por unos alfileres de plata, con sus chumpis bien apretados; ni que los otros vistieran arropados sus cálidos uncus tunicales, sus huaras interiores mejor puestas, o sus medias de lana gruesa entre sus ojotas. Tampoco nada pudieron hacer los rituales con sacrificios de los mejores auquénidos y las ofrendas de las más aperitivas comidas, para que su taita Inti se apiade de ellos y acabe sus castigos; ni sirvieron las fiestas en honor a Aquél, con antaras, quenas, baqueta y wankar, fingiendo compunción. Solo cuando las esperanzas empezaron a desfallecer, pues las especulaciones apuntaban que el tambo había sido olvidado por el Imperio con la construcción de algún atajo allá y los rumores esbozaban la resignación, se oyeron los ecos del anuncio armonioso del pututo de chasqui cuando el que lo sopla, veloz, se asoma. Era de tarde y hacía un calor embustero, pues aparte de calentar poco a los hombres, mataba a las plantas. En efecto, era el llegado un chasqui, fornido joven mensajero de piel tostada por el sol seco y maltratado por el clima en sus viajes, que les anunciaría, a gritos y de extremo a extremo de la quebrada, la fraternal Guerra Civil en el Imperio y la crisis política en todo el Tahuantinsuyo. Además, según el viajero, nunca se construyó una trocha, ya que la hubiese utilizado por la urgencia del mensaje que traía consigo. Sin otras alternativas, al azar y con desesperación, le encomendaron los tambinos, también a voz en cuello y en quechua, de informar los nefastos sucesos al curaca de la región lo más pronto posible, pues se estaban muriendo congelados. El chasqui, a lo lejos, con unos gestos de comprensión y afirmación los engañó, y se fue corriendo nuevos caminos levantando polvo para entregar el mensaje que reveló a los que se congelaban.
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El ardor de aquel día plateó las carreteras del tambo hasta el crepúsculo. Una neblina dorada y caliente agazapó vespertina las grises montañas abruptas y soberbias frente a ellos escondidos en sus casas de piedra, barro y paja; el viento ceniciento y su perenne canto juguetearon con las brozas que arrastradas recorrían esas tierras milenarias. Y al ponerse el sol en un horizonte vago, comenzó el auge de los malos tiempos, que si tal lo resistieran los hombres podrían confiarse ellos de que todo regresaría a la normalidad y felicidad de sus antiguos días. La lluvia, truenos y vendavales, cayeron con tal furia que aparte de encharcar, enlodar y derretir poco a poco las paredes de adobe de las viviendas, causó huaicos y derrumbes de los cerros; y los aludes de tierra mojada aplastaron tres hogares en instantes violentos. Los que salían de sus casas, ya porque su techo se derrumbaba, ya porque el agua turbia los inundaba, ya por la consternación del estruendo y la vista desesperante del avanzar de la avalancha hacia ellos, eran atrapados en plena huida por los truenazos que los sancochaba. Y la viva naturaleza mortal acometió por oscuras horas hasta el final de aquellos hombres, a eso de la alborada.
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Sobre el autor: Víctor M. Hernández Cabañas. Ciudad de México, 18 de julio de 1964. Lic. En comunicación gráfica, ENAP (hoy FAD) UNAM. Escribe por placer, nunca ha publicado nada. Actualmente participa en el taller de escritura creativa del Escritor José Manuel Pintado de Wit. Escribe poesía para adultos y para niños, también, acaba de escribir su primer cuento infantil. Es un Hombre de fábrica que lleva 37 años trabajando en la misma empresa. Disfruta su trabajo, escribir y patinar. Ha decidido ser menos obsesivo en el trabajo para poder escribir más sin dejar de patinar.
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reo solo en ti mujer toda poderosa creadora de mi cielo y de mi infierno por lo visible y por lo sensible Creo en tu inocente palabra sana y en tu atrevida intención profana Creo en ti, imperfecta diosa sabrosa y hermosa diosa verdadera de veneno y cadera Creo en tu fuego en tu beso y rezo en el altar que es tu piel y en tu sexo Creo en tu jadeo efímero y creciente en tu sudor y en las llamas que te envuelven
Creo en tu orgasmo gradiente fruto bendito de tu vientre de mi cuerpo y de nuestras mentes Creo en ti… En ti, siempre.
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Sobre la autora: Astrid G. Resendiz (1995; Tamaulipas, México). Miembro de El Taller Alquimia de Palabras. Ha participado en diversas compilaciones como: La sonrisa del abismo; Zona de cuentos y Cuentos cortos para noches largas. Ha colaborado en diversas revistas y blogs digitales como: De la tripa, narrativa y algo más, Fóbica fest, Perro Negro de la Calle, El Narratorio edición #53, #55 y #63; Revista Literaria Raíces, entre otros.
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e mira tras la ventana. Te asecha desde lejos, esperando el momento idóneo. Ese, en que todos se van a dormir y permaneces despierto. Siempre sale a deambular por las calles luego de las diez y media, abre bien tus ojos y escucha muy bien, te contaré por
qué.
Posee características que le proveen cualidades especiales para acechar a sus presas. De día, es un pobre espíritu sin fuerza. Luego de que el ultimo rayo de luz deje de filtrarse por las rendijas del ventanal, empieza su metamorfosis. Le salen filosas garras y colmillos; su cuerpo se ennegrece como la noche y adquiere un aspecto humeante; a pesar de esto, su gélido cuerpo congela todo a su paso, dejando detrás de sí, aquel rocío que caracteriza a la noche. De esa forma sabrás que se encuentra cerca, acechándote. Conforme las tinieblas se van aprovechando de la despedida del sol, adquiere otras habilidades; se comienza a multiplicar lo que le permite abarcar otras regiones. Su visión nocturna se vuelve aguda y su olfato se potencializa; pudiendo oler a miles de kilómetros a un pequeño apestoso que no se quiso bañar; así, saborea mejor a los pequeños desobedientes. La ropa sucia se engancha con mayor facilidad entre sus garras. Es sutil y silencioso, se escurrirá debajo de tu puerta; humeante traspasará tus ventanas, entrará por tus narices y como oleada irá recorriendo cada parte de tu ser, hasta envolverte con su cuerpo, posará sus garras en tu espalda, sujetándote para que no puedas escapar y con sus colmillos devorará desde la cabeza hasta tus pies cualquier rastro de tu alma, así hasta consumirte. Muchas personas insensatas, no lo creen y no previenen a sus hijos. Por las mañanas los encuentran dormidos, sin saber que no volverán a despertar porque se los ha devorado por dentro. Por eso te ruego que te prepares para dormir, intenta cerrar tus ojos, suspira y arrópate entre tus cobijas, las cuales serán tu escudo por si el coco entra a confirmar si ya estás dormido. El último rayo de luz está filtrándose por la ventana, ha llegado su despertar. Lávate las manos, acaba de cenar, tiende tu cama, pequeño mío. Apúrate, te pido, que solo te queda poco tiempo antes de que el coco busque famélico a quienes devorar. Me despido con un beso, tu madre está por llegar, recuerda lo que te he contado, es hora de volver a mi morada. Pero, no tengas miedo, mi niño, tú sabes que te amo, por eso te lo he contado, no quiero que mueras como lo hizo mi hermano.
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Sobre el autor: Oscar Velázquez. Nació en la Ciudad de México, un 15 de agosto de 1994. Acabó siendo un gordo genérico más de oficina, de esos que leen a Walt Whitman o a Ginsberg disfrazado de libro contable. De vez en cuando hace cortos y cineminutos, o colabora con El Vortex escribiendo sobre cine.
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a hoja estaba dormida; no sintió el pesar de la mano sobre su pálida piel impertérrita donde quedaron sombra y aliento tatuados, ni sintió las palabras ariscas que rumiaban a medio secarse. Ni la mirada nerviosa que escrutaba sus rincones más íntimos ni la luz de lámpara que estiraba las horas nocturnas. Ni las marcas conjuntas que permeaban su espalda ni el olor agrio del marcador fluorescente. Pues al final la hoja solo sentía lo mismo que sienten las fibras de un hilo al coserse. Lo mismo que sienten las células al formar un tejido lo mismo que siente una nube formando el cielo. Lo mismo que un lector cuando lee a escritores antiguos. Que siente que está a la deriva; que somos unidad de todo y nada.
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Sobre el autor: Víctor M. Hernández Cabañas. Ciudad de México, 18 de julio de 1964. Lic. En comunicación gráfica, ENAP (hoy FAD) UNAM. Escribe por placer, nunca ha publicado nada. Actualmente participa en el taller de escritura creativa del Escritor José Manuel Pintado de Wit. Escribe poesía para adultos y para niños, también, acaba de escribir su primer cuento infantil. Es un Hombre de fábrica que lleva 37 años trabajando en la misma empresa. Disfruta su trabajo, escribir y patinar. Ha decidido ser menos obsesivo en el trabajo para poder escribir más sin dejar de patinar.
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is palabras en tu ausencia son navajas Tipos fieras lluvia ácida de letras Oración de púas rodeando mi cuello Quise cortarme las venas con un Te quiero Y me abracé a la palabra Soledad Me desangro en letras Sin tus palabras muero entre las mías.
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Sobre el autor: J. R. Spinoza. H. Matamoros, Tamaulipas, México (1990). Escritor y profesor mexicano. Ha publicado en las revistas: Perro Negro de la Calle, Zompantle, Penumbria, Monolito, Retruécano, Nudo Gordiano, Teoría Omicrón, Revista Sputnik, La Gualdra, entre otras.
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ésar Trejo tenía un ojo hinchado y el labio inferior roto. Había perdido una muela y le punzaba la quijada, era un dolor intermitente que le recorría desde la muela, pasado por las orejas hasta el lado izquierdo de la frente. Joaquín Quintana, el hombre que estaba frente a él, portando el uniforme azul y la placa, realmente disfrutaba golpearlo. Trejo había cometido el error de acostarse con la dieciochoañera hermana de Quintana, Rosita. Se la cogió por todos lados, varias semanas, hasta hartarse. Después, cuando la chamaca ya estaba bien ilusionada, la votó, como quien tira un chicle después de mucho masticar. Quintana le traía ganas desde entonces, pero al ser ambos oficiales, una riña así le haría perder su trabajo. Sim embargo, las tornas habían cambiado. A todos los cerdos les llega su San Martín, pensó Quintana, mientras contemplaba la cara deformada a punta de golpes de Trejo. —¿Por qué mataste al hijo del senador? —Yo no… mmaté a esse pende-jo —balbuceó Trejo, que apenas podía hablar. —No mientas, cabrón, Ramírez te vio, tenemos su testimonio. —Yo… yo no fui. —Mira, da igual, yo solo vine a darte una chinga, y lo he disfrutado mucho. Quien no la pasará tan bien serás tú. De una o de otra manera caerás en el tambo, ¿sabes lo que le hacen a un policía en prisión? —Tttú y Ramírez mmme la pelan —hablar le resultaba casi imposible —ccc cuando salga lib-bre i-i-iré por ustesdes. —Cuando salgas libre irás por nosotros, quizá, en andador porque serás un pinche… El sonido de una descarga interrumpió al replica de Quintana. Varios disparos, ¿ametralladora? Quintana desenfundó su arma y quitó el seguro, salió de la habitación. Más disparos. La puerta se abrió de nuevo. En el suelo yacía el cuerpo robusto del oficial. César Trejo se puso de pie. Su corazón se aceleró y por un momento olvidó todas sus dolencias. Un hombre con un pasamontañas como máscara atravesó el marco de la puerta. En su mano derecha cargaba un arma de alto calibre. MP40. Con su mano libre retiró el pasamontañas. Es como verse al espejo, pensó César antes de ser asesinado.
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Durante la noche Ilustración de Astrid G. Resendiz
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Sobre el autor: Oscar Velázquez. Nació en la Ciudad de México, un 15 de agosto de 1994. Acabó siendo un gordo genérico más de oficina, de esos que leen a Walt Whitman o a Ginsberg disfrazado de libro contable. De vez en cuando hace cortos y cineminutos, o colabora con El Vortex escribiendo sobre cine.
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iudad portentosa a la que amo y odio en símil proporción.
En veces, eres centro del mundo, pues todo camino conurbado gira hacia ti por una gravedad inasible hacia tu centro, entraña de la vida diaria, capital en movimiento perpetuo. Como teatro improvisado cualquier calle tuya se convierte en escenario perfecto para un soliloquio, para una foto, para la música de los organillos, para la marcha de mil viandantes que se ordena acéfala, sin avisar, presintiéndose, como temblores que coincidieron en hora maldita que cimbraron en las nuevas calles. Todo ya está presto, todo puede ocurrirte, nada queda escrito; no existe rincón tuyo que no viva sus tragedias que no colorara las páginas rojas del Alarma. O que no terminara en meme del día. Tus cicatrices muestran tu geografía donde se lee un mapa de altos contrastes, eternos contrastes, géneros humanos desde Santa Fe hasta la Milpa Alta que se encuentran y se chocan y se vuelven un modo de vivir al prójimo. Uno busca tu fulgor abstracto, aquel que inspira poemas. La Alta traición, las Batallas en el desierto Murales, Memorias, personajes, pero todo lo que veo es un territorio en donde todo eso yace aislado como nubes de escombro de volcán, arriba de ti, pretérito de ti, ciudad portentosa en la que todo se ama o todo se odia, en proporción.
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Sobre el autor: Juan Luis Henares nació en 1963 en Paraná, Argentina. Profesor en Ciencias Sociales. En 2004, Primer Premio en el Concurso Universitario de Ensayos Memoria y Dictadura. En 2019, Primer Premio en el 6° Certamen Literario Red por la Igualdad de Género Enredadas Vicálvaro de Madrid y ganador en el rubro Letras de los Premios Escenario del Diario UNO de Entre Ríos. Sus cuentos han sido premiados o publicados en Argentina, México, Uruguay, Cuba, Chile, Perú, Venezuela, Colombia, Guatemala, Bolivia, España, Alemania, Canadá y Estados Unidos. Libros: Lápiz clandestino (2018) y Crónicas subterráneas (2021). Web: https://juanluishenaresescritor.wordpress.com/
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eintiocho días en aislamiento. Sin embargo, lo correcto sería afirmar que fueron veintiocho días prisionero en este hotel sin estrellas en el que me recluyeron. Es probable que denuncie al Estado, pues me tuvieron confinado sin mi aprobación; me robaron la libertad, ¿quién me devolverá el tiempo perdido? No tuve fiebre, dolor de garganta o tos, ni siquiera pérdida del olfato o del gusto, soy asintomático. Podría haberme quedado tranquilo en mi hogar, sin necesidad de estar enclaustrado en este horrible lugar. Anoche la segunda prueba dio negativo, confirmaron que ya no tengo en mi cuerpo el COVID-19, y hoy al fin me iré. Al regresar a casa me pondré en contacto con un abogado y lo consultaré sobre la posibilidad de iniciar una demanda. No obstante, lo primero que haré será abrazar a la abuela; debe extrañarme, soy su nieto mimado. Echo de menos su compañía, las mañanas en que abre la ventana, trae la bandeja con el desayuno a mi cama y me dice que es una bella jornada para desperdiciarla acostado. También su comida, mirar películas por las noches y escuchar las historias acerca de su infancia en Cracovia junto a sus padres, los que no lograron sobrevivir en Auschwitz. Su más preciado tesoro es el anillo de oro que la madre le dio a escondidas previo a que la lleven a la cámara de gas; arriesgó su vida al ocultarlo, nunca se lo ha quitado, y es tan grande su amor hacia mí que anticipó que lo heredaré cuando ya no esté entre nosotros. La abuela es muy fuerte, casi un roble, ni los nazis pudieron con ella. ¿Con qué me recibirá? Espero que con la torta de chocolate rellena con dulce de leche, mi preferida, que siempre prepara para nuestros cumpleaños —a fines de octubre cumplo veinticinco y ella noventa y tres— y para fin de año. La extraño demasiado. Papá aún está enojado conmigo, no atiende mis llamadas ni contesta los mensajes que le envío. Dirá que estaba ocupado con su trabajo, aunque es evidente que el motivo es otro e imagino el sermón que me dará en el auto al volver. Le molesta que me reúna con mis amigos; insiste con que al convivir con personas ancianas —según los infectólogos más expuestas ante el virus— debo sin egoísmos pensar en la salud de todos. No entiende que un gobierno no puede limitar los derechos ni ordenar a la juventud qué debe hacer. Recuerdo tiempo atrás, antes de que me encierren, la sobremesa tras los tallarines de un domingo. En la televisión convocaban a participar de una marcha en reclamo de mayor libertad. Mientras mamá — nunca dice nada— juntaba los platos, papá argumentaba que cuidar la salud no es restringir la libertad sino proteger la vida. Según él no tener libertad es no poder decir lo que pensás, leer lo que te plazca o caminar tranquilo por las calles de tu barrio, tal cual sucedió con la dictadura militar en los setenta. En medio de la discusión la abuela se levantó y fue a su pieza; regresó con una vieja fotografía en sus manos en la que se veía a dos soldados, rodeados de neblina, delante del portón de hierro y alambre de lo que parecía ser la entrada a una fábrica. Arriba de ellos, un cartel con el lema: Arbeit macht frei. —¿Qué significa? —le pregunté desconcertado. Con lágrimas en sus ojos respondió: —El trabajo libera, querido nieto. Eso es perder la libertad. La abracé y lloramos. Igual al día siguiente fui a la manifestación en contra del presidente y sus científicos. En un rato me levantaré, guardaré mis cosas y ni bien el médico haga su ronda matinal me podré ir. Todavía es temprano, puedo quedarme en la cama y hacer un repaso de lo sucedido desde que se inició este invento de la pandemia. En marzo anunciaron la cuarentena, a la que llamaron aislamiento; existieron fases diferentes que mantuvieron similares imposiciones: usar barbijo, no tener contacto con personas a menos de dos metros y prohibición de reuniones sociales. Por supuesto con mis amigos desobedecimos: algunas
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veces nos encontramos en casa, otras en fiestas —clandestinas las llamó el gobierno— o a estudiar para la facultad en el departamento de una compañera. Nunca dejamos de vernos, el virus no nos afecta. Lo publicábamos en las redes sociales: Facebook, Twitter, Instagram y YouTube; imágenes con abrazos, sin distanciamiento ni barbijo, en las que compartíamos la cerveza o el mate. Una de esas, la del beso en la boca en el Día del amigo, fue la que provocó mi encierro. Resulta que ella pronto comenzó con fiebre; fue a la guardia de la clínica, le hicieron el hisopado y dio positivo. De inmediato la interrogaron con respecto a sus contactos estrechos —no me nombró— pero alguien descubrió el beso en Facebook y vinieron por mí. Durante mi reclusión subí fotos en las que mostré a mis amigos y al mundo mis excelentes condiciones de salud: para los jóvenes el virus no tiene mayores consecuencias, soy la prueba de que es una simple gripe. Llegó la hora, comienzo a preparar mi partida. Ya estoy con papá; sin mediar palabra abrió el baúl y me indicó que guarde el bolso y suba al coche. Anoche le avisé con un mensaje —contestó con un Ok— que a las diez de la mañana me pasara a buscar; también que dijera a la abuela que a modo de bienvenida deseaba almorzar unos exquisitos ravioles de pollo con estofado y Torrontés salteño: cocina como solo ella sabe hacerlo. Conduce callado, no hay sermón, mas no puedo creer que esté tan enfadado; además se lo nota triste, supongo que molesto porque su hijo no le obedece y piensa por sí mismo. Si así lo prefiere tampoco le hablaré. El viaje, cargado de silencios, se hizo eterno. Estaciona junto al cordón, me bajo antes de que apague el motor. Ingreso, todo es quietud, mamá viene a mi encuentro y me abraza; solloza, se nota que me extrañó bastante. La dejo y voy a la habitación de la abuela, es raro que no haya salido a recibirme. Golpeo y no hay respuesta; entro, la oscuridad es total, ¿dormirá aún? Con temor a despertarla enciendo la luz. Vacío, en la pieza reina un extraño orden, la cama se halla tendida, no hay ropa en la silla y las puertas del ropero están cerradas. Sobre la mesa de luz, el solitario anillo de oro aguarda el arribo de su nuevo dueño.
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José de Jesús García Estrada. 1981. San Julián, Jalisco, México.
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a primera vez que escuché su voz, fue de noche, mientras oraba con mi familia. Sonaba como un dulce anciano que, preocupado, me preguntó por qué la tristeza abundaba en mi corazón. Le expliqué que era una época difícil, teníamos ya varios meses de sequía y corríamos el riesgo de perder toda la cosecha y quedarnos sin comida. Mientras le contaba todo, un cálido manto me cobijaba y, al terminar, me propuso una solución. Debía llevar a un habitante de la comunidad a una cueva, no muy lejana, y dejarlo ahí para que conversara con el anciano, él decidiría si era digno de llevar su encomienda y le daría las instrucciones necesarias para llevar a cabo un plan. Tardé varios días en decidir si hacer o no lo que esa voz misteriosa que había escuchado mis plegarias me pidió, sobre todo porque no sabía a quién pertenecía. Poco más de una semana escuché de nuevo la voz mientras intentaba dormir, esta vez la voz sonaba un poco más dura, me preguntó si ya no estaba interesada en recibir su ayuda, le expliqué los motivos por los cuales no había respondido su petición, pero mientras hablaba con él, otra vez sentí que un manto cálido, como un abrazo, me cubría, y de alguna manera accedí. Esa misma noche salí a escondidas de mi casa y llevé a una vecina que abusaba de sus hijas, le pedí que por favor la castigara por ser una mala madre, pero el anciano me explicó que él se encargaría de juzgarla, no yo, que no debía de tener esos impuros pensamientos o yo sería juzgada en su lugar. Al día siguiente me despertó una lluvia intensa, y así se mantuvo toda la semana, nuestras cosechas habían sido salvadas y al anciano le comencé a llamar Dios. De noche mis vecinas tocaron a mi puerta, estaban angustiadas y preguntaban por su madre, la cual no había regresado a casa en todo el día, yo les dije que no la había visto desde la noche pasada, que debían preocuparse. Algo en mi mente me sacudió, «No debes decir mentiras», eso lo sabía, pero tampoco quería causar la ira de la voz. Después de nueve días de lluvias intensas, salió el sol, y esa misma tarde encontraron su cadáver cerca de un río que anteriormente había estado seco, uno de los ancianos explicó que parte del terreno se había venido abajo cuando ella intentó subir por la colina, quedando atrapada entre los escombros. Esta vez fui yo la que trató de comunicarse con la voz, pero no hubo suerte, lo intenté día tras día, hasta que me di por vencida. Había pasado ya un mes desde el incidente, cuando me escuchó de nuevo la voz pidiéndome que llevara a alguien más a la cueva, le pregunté por la mujer, pero solo me dijo que había fallado en su encomienda, por ese motivo perdido la vida y su alma, ya que ahora se encontraba siendo castigada en el infierno, y el anciano me encomendó la delicada tarea de llevar a aquellos que pensara que debían ser juzgados, para el pedirles que realizaran ciertas tareas, con el fin de reivindicar sus almas. Y así lo hice, por al menos un año, hasta que, de un barco que venía desde Inglaterra, desembarcó el emisario Phillip. Con la llegada del emisario, se impusieron nuevas reglas, por lo que me vi forzada a dejar de llevar personas a la cueva, por dos razones: una que él emisario venía en representación de la iglesia, y se encargaría de todos sus asuntos; y dos, una de las encomiendas que tenía era investigar las constante y misteriosas desapariciones, que acaban en muertes extrañas en la colonia, y yo no podía decir nada. Por otro lado, el anciano me había prohibido tajantemente que hablara con alguien más del asunto, o la colonia sufriría las consecuencias. A las pocas semanas el anciano me sacó bruscamente de mis sueños, y me exigió que le explicara la razón por la cual había parado, así que le conté sobre la llegada del emisario y sus nuevas reglas. Cuando logré salir de mi ensimismamiento, noté que su voz sonaba más jovial, seguía siendo de un adulto mayor, pero ya no del anciano que hacía un año nos había
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ayudado con la sequía, y se molestó tanto que después de que me abandonara un manto helado me cubrió el cuerpo, el resto de la noche tuve demasiado miedo de cerrar los ojos. Después de esa noche comenzaron a ocurrir eventos inexplicables en toda la colonia, hubo una invasión de plagas que dejaron cosechas completas arruinadas de la noche a la mañana, tormentas llenas de furia y desbordamientos ríos que arrasaban con las casas que encontraba a su paso, y de nuevo desapariciones extrañas de personas, a lo cual el emisario achaco a los nativos de la colonia, de los cuales nunca habíamos visto u oído. Estas declaraciones llevaron a la colonia a sumirse en el pánico y el caos, varios barcos procedentes de Inglaterra llegaron no solo con víveres, sino también con soldados, una parte de ellos comenzó a entrenar a los hombres de la colonia para que pudieran defenderla, mientras que la otra parte se dedicaban a cazar a esos hombres cuasi deformes de color de piel extraño a los que llamaban nativos. Un día a bordo de un lujoso barco llegó lady Esmee, una dama de alta cuna que pretendía educar a la población inculta de la colonia, como ella nos llamaba, hizo que construyeran una gran iglesia en la isla, cosa que a la voz le molestó aún más de lo que ya estaba, a tal grado que me pidió que llevara al emisario a la cueva o ahora el mal caería sobre toda mi familia, así que accedí. Me costó bastante trabajo convencerlo de ir ahí, pero una vez dentro, el hombre se convirtió en un completo animal, me golpeó y trató de arrebatarme mi virtud, acusándome de que lo había llevado a ese lugar para eso, pero yo lo negué, pero no podía explicarle la verdadera razón. Después de un rato de duro forcejeo, de la profundidad de la cueva, emergió una voz grave y llena de autoridad. —¡Que te detengas! No has escuchado ya a la joven. Era la voz, pero ahora sonaba más joven y llena de fuerzas, el emisario se acercó más al fondo de la cueva, y comenzó a amenazar con el poder que la corona le confería, pero la voz solo se comenzó a burlar, lo cual puso aún más rabioso al emisario, quien ahora gritaba con más fuerza, y entonces la voz calló, y de entre las sombras salió un hombre adulto completamente desnudo. Podría haber disfrutado de esa gloriosa vista de no ser por el fulgor rojo que emanaba sus ojos, se acercó rápidamente al emisario, quien dio un paso atrás, pensé que se iba a echar a correr, pero de su capa sacó una pistola, y disparó a quemarropa al hombre, aproveche ese momento y salí corriendo de la cueva sin mirar atrás. Al llegar a la colonia, al primer soldado que encontré le expliqué que el emisario había sido atacado y que necesitaba ayuda. En menos de cinco minutos armó un contingente y salió de prisa en su búsqueda, después de un par de horas, que para mí parecieron eternas, regresaron los soldados con el emisario en muy mal estado, balbuceando cosas extrañas como que el diablo lo había atacado, y que nos había condenado a todos. Una semana después el emisario ya estaba mucho mejor, gracias a los cuidados de lady Esmee, y lo primero que hizo fue hacerme llamar a su casa. Cuando llegué a su residencia, estaba rodeada de soldados que estaban apilando grandes leños frente a la casa, armando lo que parecía, una gran hoguera, y en la puerta me esperaba lady Esmee que muy atenta me llevó hasta los aposentos donde el emisario me esperaba.
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Sobre la autora: Esmeralda García (Guadalajara, Jalisco. México. 1970). Estudió la licenciatura en Psicología y la maestría en Psicología Educativa en la Universidad de Guadalajara. Se desempeña actualmente como profesora en nivel secundaria, Poeta independiente, en proceso de autoconocimiento permanente. Poemario: Mujer Esteparia (2019); antologías: Deleite: Vida y Placer (2013), Poéticas de los sures femeninos (2020), Versas y Diversas, Muestra de poesía lésbica mexicana contemporánea (2020), ¿La vida en rosa? (2020), Travesías del confinamiento (2020), Mujeres en campo minado (2020) Ha participado en revistas digitales como: Perro Negro de la Calle (No. 46, 47, 50, 54, 55, 56, 57) Almicidio, Poetómanos, La Coyolxauhqui, Resonancias SoM, etc; diversas fanzines, lecturas colectivas, festivales de poesía virtuales. facebook: https://www.facebook.com/poetaMujerEsteparia/
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S
í, ya lo sé:
En cada abrazo que me das —y de la forma más sutil posible— intentas despojarme de todo lo que me esconde. Y al sentir mi cuerpo ardiendo junto al tuyo con un beso cautivo, pretendes encontrarme. No te conformas con tener entre tus manos, mis sueños futuros y mi cuerpo desnudo. Además, en el acto, me posees con tal fuerza que quieres destrozarme y profundizar en mi interior. En realidad, no sé qué afán tienes, de desnudarme el alma.
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Sobre el autor: Demetrio Navarro del Ángel nació San Luis Potosí, México. Obtuvo mención honorífica en el 2º. Círculo de poesía y arte Mujeres puños violeta: mi mundo surrealista 2020; forma parte de la Antología de poesía erótica Trazos tórridos (Ediciones Afrodita, 2020) y de la antología Tiempo fuera Academia Nacional de Poesía de la Cd. De México (2020). Colabora como columnista en la Revista Cultural Engarce.
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ás allá del oriente y occidente germinan en mis manos acuarelas en las tuyas, en aquellas, en las nuestras.. que desagüen los temores, que carcoman jaulas de ceguera, que una bóveda estrellada nos hermane. Archipiélagos ilusorios deletrean identidades, desencuentros infinitos cabalgan en lenguas de Babel, por eso yo sueño un rostro sin más bandera que Yólotl, sin más himno que el viento hilvanando travesías. En la otredad, las manos redentoras cantan en nuestro yo repetido en la hermandad de la carne. Tejamos utopías de ida y vuelta con voces ciegas de cobalto, con ecos robustos en cardumen, con rostros acromáticos migrando; que ciñan los umbrales de la cura, que abracen los umbrales de sonámbula locura con la impronta de Yólotl en el aturdido universo. En lontananza la cítara despierta… en la otredad las manos redentoras cantan, en el todo vacilante canta Yólotl, en el encuentro de ti mismo en las pupilas de alguien en nuestro yo repetido, en la hermandad de la carne. Laberintos ilusorios diluyen identidades, muros de opaca vestidura ensalzan el albedrío que se enciende y multiplica en la sed interminable; en la otredad las manos redentoras cantan en nuestro yo repetido en la hermandad de la carne; en el ángulo desierto en el vientre de tus brazos. Mas allá de Thuban más allá del canónico cielo germinan en las manos acuarelas, en las huellas en ascenso, en tus sienes desvestidas, en el bullicio difuso, en nuestro yo repetido,
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en la hermandad de la carne. En nuestro yo repetido en la hermandad de la sangre.
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Sobre el autor: Amaury R. Ledesma (Lagos de Moreno, Jalisco, 16 de agosto de 1991). Narrador y poeta. Arquitecto de profesión. Cofundador, editor y diseñador de la revista literaria digital Perro Negro de la Calle. Su obra narrativa se centra en relatos sobre lo fantástico, lo sobrenatural e ironía. Enfoca su obra poética (rima o prosa) en indagar en los recovecos de lo mundano desde el punto de vista pesimista. Ha publicado obras en distintas revistas literarias: El noveno arcano, (Revista La Marraqueta, Santiago de Chile, 2019), Lo que pasó en el sótano (Seminario digital de poesía, horror, fantasía y ciencia ficción, Monterrey, Nuevo León, 2019), El puente del recuerdo (Revista franco americana Resonancias, Francia, 2020), El cometa verde (Revista de ciencia ficción y fantasía Teoría Omicrón, Quito, Ecuador, 2020), Seleccionado dentro de la antología Los múltiples rostros de la muerte, con su relato: Para que no estuviera solo (Editorial Aeternum, Perú, 2020), Cenizas secretas (Revista Letralia: Tierra de letras, Cagua, Venezuela, 2020), La mofa de la vida (Revista de creación literaria y humanidades Gibralfaro, Universidad de Málaga, España, 2020), Aráchne (Revista Papalotzi, Editorial Papalotzi, México, 2021), entre otras.
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ienso en ustedes; en su infancia, en sus juegos y juguetes; mi infancia, mis juegos y juguetes. Y duele el presente. No hay un día en que no los rememore. No hay nostalgia aún más grande. Si fuera sueño, despertaría. Si no llorara, humano no sería. Y humano soy, o eso intento; como intento inmortalizarlos en la memoria. Me hago daño pensando en el hubiera, atrapado en los dorados años. Y aquí tengo sus fotos; congeladas en el tiempo, de vez en cuando habito en ellas; me pierdo entre las sonrisas pueriles de nuestro ayer. No están. Duele. Yo estoy. Duelo.
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Sobre el autor: Abraham Antonio Osorio Sandoval (Lima-Perú, 1996). Estudiante de la Facultad de Educación de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Ha participado como autor narrativo en la publicación colectiva La máquina del cuento (2019). También ha colaborado con su relato Pasajeros en el segundo número de la antología literaria El Peruano invencible (2020) y recientemente, con su relato mínimo Consumación en el número XIV de Polisemia Revista.
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Ni el sol ni la muerte pueden mirarse de frente François de La Rochefocauld
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n el campo de los lirios, los vivos huyen del mortal estío, intentan evadir a sus vientos abrasivos, no caer en el ardid de sus días festivos. Van con sus lustres sumarios entre los lirios leonados. Van por el campo, sombríos entre los esqueletos pardos. Ensimismados por la gran estrella que ciega, sus cuerpos inmóviles son consumados y lo verdaderamente vivido es develado. Al otro lado, ignora aun el influjo astro, Mientras otra vez gira el redondo verano y otros vivos andan tras los mismos pasos.
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Sobre la autora: Esmeralda García (Guadalajara, Jalisco. México. 1970). Estudió la licenciatura en Psicología y la maestría en Psicología Educativa en la Universidad de Guadalajara. Se desempeña actualmente como profesora en nivel secundaria, Poeta independiente, en proceso de autoconocimiento permanente. Poemario: Mujer Esteparia (2019); antologías: Deleite: Vida y Placer (2013), Poéticas de los sures femeninos (2020), Versas y Diversas, Muestra de poesía lésbica mexicana contemporánea (2020), ¿La vida en rosa? (2020), Travesías del confinamiento (2020), Mujeres en campo minado (2020) Ha participado en revistas digitales como: Perro Negro de la Calle (No. 46, 47, 50, 54, 55, 56, 57) Almicidio, Poetómanos, La Coyolxauhqui, Resonancias SoM, etc; diversas fanzines, lecturas colectivas, festivales de poesía virtuales. facebook: https://www.facebook.com/poetaMujerEsteparia/
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o pienses que en sueños escuchas a lo lejos una voz que susurra… Y sientes que abrazas un cuerpo intangible, en un vacío espacio. Acaso descubres inconsciente que permanece la presencia de mi ser.
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Sobre el autor:
José de Jesús García Estrada. 1981. San Julián, Jalisco, México.
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u pulcra apariencia ahora era desgarbada y descuidada, se le veía muy demacrado y débil, pero al mirar sus ojos solo encontré odio. En ese momento me invadió completamente el miedo, y en un tonto esfuerzo por tratar de salir de ahí me topé con Lady Esmee frente a la puerta cerrada, mirándome con una sonrisa pícara. Al darme la vuelta, el emisario habló, pero la voz que salió de él era la que me había estado acompañando todos estos meses, pero ahora su tono era aún más jovial y no era más que fría. —Niña, creíste que, al traicionarme en esa cueva, el emisario iba a acabar conmigo. Solo me ofreciste un bocadillo de lo más exquisito. Gracias a ti, ahora me siento mucho más fuerte, tanto así que he podido salir de esa odiosa cueva. Pero tú no saldrás viva de esta isla. ¡Guardias! —Lady Esmee abrió la puerta, y de prisa entró un grupo de soldados con sus armas en alto—. Lleven a esta bruja a su destino. — ¿Bruja? —grité conmocionada—. Solo he hecho lo que usted me ha pedido. —No hagan caso de nada de lo que salga de su boca, dirá y hará cualquier cosa con tal de escapar de su castigo, es más, pónganle un bozal para que sus palabras no hagan más daño. He encontrado a la culpable que ha estado maldiciendo a nuestros campos y a nuestra gente, llévenla afuera y amárrenla a la pira. Los soldados inmediatamente me sometieron, una vez en el suelo me metieron un pedazo de trapo sucio en mi boca, y amarraron otro más largo alrededor de mi cara para evitar que lo escupiera, y me sacaron a la fuerza, a pesar de mis torpes e inútiles esfuerzos. Cuando iba cruzando la puerta lady Esmee me guiñó el ojo y se me acercó al oído para susurrarme: —Gracias por encontrar a nuestro amo, niña boba e inocente. Conmocionada, dejó de luchar contra los guardias y solo se le quedó mirando a Lady Esmee, que muy sonriente, regresaba con el emisario junto a su cama. Ya afuera, me subieron a la pira, y con una efectividad impresionante, me ataron de pies y brazos de manera tal, que me era imposible moverme, se notaba que no era su primera vez. Unos minutos más tarde salió lady Esmee y con una voz fuerte y clara se dirigió a la comunidad que ahora se encontraba reunida alrededor de la pira: —Hoy nuestra comunidad puede descansar tranquila, hemos encontrado a la culpable de todas las desgracias y muertes en nuestra colonia. La jovencita Elizabeth ha sido encontrada culpable de brujería y de ofrecerse sexualmente al demonio a cambio de favores para deshacerse de aquellos que ella odia o que le estorban en sus intereses malvados. Hoy se enfrentará al castigo divino que le corresponde por todos sus atroces crímenes —y con una inclinación con la cabeza, el soldado que se encontraba a su izquierda encendió la pira. Al principio no pasaba nada, pero después de varios minutos noté que no lograba jalar suficiente aire para mis pequeños pulmones debido a los trapos, cuando las llamas empezaron a quemar mis pies y mi piel se comenzó a descarapelar, mi llanto —que debería haber sido como un río— solo era una brisa inútil contra aquel calor abrasante. Comencé a implorar a Dios.
A cualquier Dios que pudiera notar su inocencia, a quién fuera que la salvara de esa tortura, pero entonces divisó entre la multitud a su padre, su rostro siempre dulce ahora solo albergaba vergüenza, dolor, odio y repudio hacia ella, eso la quebró, y finalmente algo dentro de ella terminó roto en mil pedazos, era su alma, pero aun así siguió orando, y lanzando plegarias para poder ser salvada o para que muriera deprisa. Cuando ya estaba a punto de darse por vencida, de entre todo el dolor y los gritos que no podía exclamar gracias a los trapos en su cara, una voz con tono juguetón se abrió camino hasta su mente:
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—Pequeña Elizabeth, ¿qué es lo que estás dispuesta a ofrecer para ser salvada? Era el ser de la cueva. — Lo que sea, nada puede ser peor que esto, haré lo que tú quieras, solo termina con esto. —Te salvaré, pero a cambio te pediré el alma de todos, y cada uno de los habitantes de la colonia. —Sí, lo que sea, ¡pero sácame de aquí! —Bueno, niña, tenemos un trato. Entonces en sus brazos comenzó a sentir muchísimo dolor, mucho más del que ya sufría por la carne quemada, pero este era un dolor diferente, de algo que crecía en su interior. Unos instantes más tarde un fulgor extraño que salía de sus brazos le llamó la atención, de ellos estaban emergiendo unas marcas extrañas en su piel, eran símbolos como los que ya había visto en la cueva, y algo en las profundidades de su mente hizo click, en ese momento se dio cuenta que de dos cosas: una, le había dado su alma al ser que se encontraba esperándola en la vivienda frente a ella, y la segunda, ahora sabía exactamente que tenía que hacer por su amo, invocó el poder de esas marcas para que deshicieron las ataduras que la mantenían en la pira, y al fin salió libre. Se tomó un momento para admirar cómo su piel se curaba por sí sola, sin dejar ninguna marca atrás, incluso aquellas que se había hecho en el transcurso de su corta vida, mientras una suave y fresca brisa la acariciaba. —No malgaste tu tiempo, ya tendrás tiempo para disfrutar de tu regalo, enfócate en tu tarea, tráeme esas almas. De nuevo liberó las marcas, ahora sobre los habitantes que corrían de un lado a otro aterrorizados, mientras que otros se acercaban a ella con el fin de matarla, pero ellos fueron los primeros en convertirse en cenizas, estas seguían a todos los que se habían detenido de curiosos a ver qué ocurría, las marcas tenían vida propia, sabían a donde ir en busca de cada habitante, y mientras se encontraba de nuevo ahí, frente a la pira un pensamiento se hizo presente, no sentía remordimiento por las muertes que estaba causando, pero tampoco sentía odio, u otro sentimiento, se encontraba en paz. Por primera vez en toda su existencia, se encontraba en completa calma, tanto así que, no se dio cuenta cuando se acercó su padre para tratar de detenerla, pero ella solo lo miró a los ojos, lo tomó del hombro, y admiró cómo sus cenizas se las llevaba el viento. Al final solo quedaban cenizas regadas por todos lados, y de la pira, ahora solo quedaban las agonizantes brasas, mientras que las primeras líneas del sol la alcanzaban. —Ese es el beneficio de no tener alma, quita todas las limitaciones como humano y le permite alcanzar su verdadero potencial —le dijo una voz detrás de ella, y al girar se encontró con el Emisario. —Por fin nos podemos presentar adecuadamente, niña, mi nombre es Croatoan, y he estado atrapado en esa espantosa cueva por más tiempo de lo que tu mente alcanza a imaginar, pero es tiempo de salir. —No hay nadie vivo a parte de Lady Esmee que nos ayude a salir de aquí. —Solo estamos tú y yo, ella me confesó muchas cosas que no debía, pero ya me ocupé de ella, un humano que traiciona a su propia gente a la primera señal de peligro no lo hace inteligente, lo convierte en una persona a la que no se le puede confiar nada. Está por llegar una embarcación del continente —Croatoan levantó su mano, todas las casas y construcciones de la comunidad se transformaron en ceniza, mientras una fuerte brisa las alejaba de ellos—. Por el momento, vayamos a la costa, tenemos mucho que hablar.
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Sobre el autor: Carlos Enrique Saldívar (Lima, Perú, 1982). Es director de la revista impresa Argonautas y del fanzine físico El Horla; es miembro del comité editorial del fanzine virtual Agujero Negro, publicaciones dedicadas a la literatura fantástica. Es director de la revista Minúsculo al Cubo, dedicada a la ficción brevísima. Es administrador de la revista Babelicus (literatura general). Publicó el relato El otro engendro (2012). Publicó los libros de cuentos Historias de ciencia ficción (2008, 2018), Horizontes de fantasía (2010) y El otro engendro y algunos cuentos oscuros (2019). Compiló las selecciones: Nido de cuervos: cuentos peruanos de terror y suspenso (2011), Ciencia Ficción Peruana 2 (2016), Tenebra: muestra de cuentos peruanos de terror (2017, 2018, 2021) y Muestra de literatura peruana (2018).
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*Comentario del autor: los nombres en el texto, hechos, títulos de libros y revista, etc., son ficción, no se relacionan con la realidad ni por coincidencia. *
Luis Eduardo Milano 3 h.
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uenos días, amigos. Lamento decirles que no presentaré el libro «Fantasía Sucia» en la Feria Internacional del Libro, a pesar de que aparezco en el programa del evento, pero hoy llamaré para que me borren antes de que el programa vaya a imprenta. Sucede que el responsable de la editorial Inefable, Harol Palacios Coral, me ha excluido del evento en la descripción del mismo, puesto que no quiere que yo presente el libro, a pesar de que hace tiempo me invitó a hacerlo y yo acepté, pues la FIL para mí es sagrada y siempre he cumplido mis compromisos en la misma, y, como dije, figuro en el programa de la FIL como presentador. Fui publicado en el libro «Fantasía Sucia», donde cedí un cuento inédito, lo hice ad honorem, y presenté el libro en el Instituto Raúl Porras Barrenechea este año, reseñé el libro y el comentario está publicado en la red. Estos años he presentado varios libros y revistas de editorial Inefable. Estuve en varias mesas brindando conferencias de horror organizadas por Harol Palacios Coral, en la AntiFil y en otros espacios. Presenté «Terror Sexual» el año pasado en la FIL, libro donde aparezco con un cuento inédito hasta ese momento, también enviado ad honorem (mandé la reseña de «Terror Sexual» a editorial Inefable hace tiempo, pero no la han colgado, parece que no les interesa la auto difusión). Presenté en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y reseñé la revista «Carcosa», número 2 (comentario aún inédito) y presenté cuatro veces otro libro de editorial Inefable (comentarios aún inéditos), en la Feria de Libro Ricardo Palma, en el Centro de Estudios Literarios Antonio Cornejo Polar, en el Centro Cultural de España y en la UNMSM, mi alma máter. El año pasado, durante la Feria de Libro de Monstruos, organizada por Harol Palacios Coral realicé un taller gratuito de cuento fantástico (donde primó la calidad del contenido y hoy varios de mis alumnos son grandes escritores) en malas condiciones (no respetaban mis coordinaciones y decisiones, y nos limitaron el espacio y el tiempo). Todo ad honorem. Solo para lograr que editorial Inefable vendiera más ejemplares de sus libros, debido a mi gusto por estos géneros imaginativos y por el gran aprecio que le tenía a Harol Palacios Coral, a quien siempre he valorado, respetado y promovido. No obstante, el mencionado editor se ha mostrado muy abusivo y despreciativo conmigo, me ha eliminado y bloqueado del Facebook varias veces (es curioso, me agrega, me elimina, me agrega, me elimina) y ahora me ha excluido de la presentación de «Fantasía Sucia» sin avisarme so pretexto de que una vez no pude acudir a presentar «Terror Sexual» y «Fantasía Sucia» por segunda vez en una mesa. Resulta que no lo pude hacer porque mi abuela materna estaba enferma y tuve que llevarla a una clínica en el centro de Lima, a la misma hora del evento. Esta excusa fue suficiente para que Harol Palacios Coral tirara a la basura casi una veintena de colaboraciones que hice con su editorial, sobre todo en eventos, donde invertí mi dinero, esfuerzo y tiempo sin recibir nada a cambio, ni una pequeña muestra de respeto. Todo lo hice, recalco, de buena fe, porque consideraba erróneamente que aquel editor me valoraba, no como amigo, porque nunca lo
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hemos sido, sino como escritor y crítico literario. Es muy lamentable que tenga que cortar para siempre mis nexos con dicha persona, a pesar de haber hecho tanto por él sin cobrar, de haberle revisado tres de sus antologías gratis (sus volúmenes tienen errores ortotipográficos y pensé que si le revisaba un libro ad honorem me contrataría como corrector, cosa que no ocurrió, aunque espero que haya empleado a otro, porque lo necesita urgente). Siento tener que hacer públicas estas declaraciones, pero intenté comunicarme con el editor y se ha mostrado renegón y altanero conmigo, como tantas veces lo ha hecho, de modo que no he podido llegar a ningún acuerdo por medio de la conversación. No presentaré la antología «Fantasía sucia» este 10 de julio a las 7 p. m, no porque no quiera hacerlo, sino porque el señor al que aludo no lo desea. Lamento mucho que mi colaboración con su editorial termine así, pero me ha parecido necesario exponer los hechos de manera amplia y clara para que ustedes saquen sus propias conclusiones. Es mi nombre el que está en juego y me ha costado crear mi reputación a base de mucho trabajo y prestigio literario y editorial. No puedo tolerar tremendo maltrato solo porque no me he quejado antes. Sin embargo, le deseo la mejor de las suertes a Harol Palacios Coral, que todos sus proyectos lleguen a buen puerto, y, en especial, espero que cambie y empiece a tratar mejor a las personas, sobre todo a quienes le entregaron su apoyo desinteresado y solidario. No obstante, quisiera añadir algo más, aparte de lo narrado en este largo post, que podrán leer una vez se despierten, si siguen mi muro y los grupos literarios que administro. He notado ciertos ruidos como arañazos en la puerta principal de mi casa y en las ventanas de los dos pisos de este amplio domicilio, en el cual me encuentro solo porque mis padres y hermanos se han ido a Huacho a visitar a un familiar. No es que sienta temor, vivo en una esquina, frente a un parque donde campea el pandillaje y otros males como la drogadicción. Ahorita son las 5:30 de la mañana, sí, me quedo escribiendo hasta altas horas y me duele haberle dedicado tanto tiempo a este asunto; sé que una publicación en Facebook no debe ser una especie de testamento y quiero terminar cuanto antes la presente exposición para no aburrirlos, pues sé que ya les he informado mucho. Solamente quería expresar mi malestar, el cual inició hace unas horas, más o menos a la medianoche, o, mejor dicho, a las 12 a. m. exactamente, entrando a este día, que es mi cumpleaños, 1 de julio (mi familia llegará para almorzar todos juntos), me he sentido bastante desmejorado, con algunos vértigos y mareos. Decidí reposar en mi cama, mas no logré conciliar el sueño, no consigo dormir a esa hora, jamás he tomado una siesta en mi vida. A las doce solo me eché a descansar la cabeza y el cuerpo. Era tanta mi cólera que cerré mis ojos y sentí un poco de ansiedad y un ligero ataque de miedo, como si me fuera a morir. Nunca he sido problemático, pero sé que tengo el carácter fuerte, pese a que soy muy buena onda con quienes lo necesitan, he formado a muchos autores jóvenes y no es necesario enumerar mis logros, basta con que busquen mi nombre en Google. Aunque, ¡no, no puede ser cierto! Estoy viendo el post de una escritora peruana amiga que indica que Harol Palacios Coral murió en su baño hace unas horas, al parecer, de un derrame cerebral. Me siento culpable porque admito que lo amenacé, le dije que lo expondría públicamente y eso estoy haciendo ahora. No mentiré, sí era mi intención que él quedara mal, nunca he hecho esto, no me considero una mala persona, sin embargo, sentí que era lo justo. ¿Se pudo sentir él presionado hasta el punto de perder la vida de esa manera? Quizá el cuerpo, la mente, las emociones no resistieron. Lo siento en verdad, no quiero pensar que fue mi culpa, aunque asumo mi prepotencia, me doy cuenta de que en realidad me caía bien ese tipo, escribía con eficacia y sus esfuerzos eran valiosos. Creo que voy a retractarme, borraré este discurso… Escucho que la puerta de mi domicilio se abre, la ventana de mi habitación se destroza. Vienen por mí, lo sé cuando veo mi cuerpo muerto sobre el lecho y descubro que este post
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lo redacté sin pertenecer ya a este mundo. ¡Entidades umbrías me jalan, me apartan de la pantalla! Antes presiono «Publicar».
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Sobre el autor: Demetrio Navarro del Ángel nació San Luis Potosí, México. Obtuvo mención honorífica en el 2º. Círculo de poesía y arte Mujeres puños violeta: mi mundo surrealista 2020; forma parte de la Antología de poesía erótica Trazos tórridos (Ediciones Afrodita, 2020) y de la antología Tiempo fuera Academia Nacional de Poesía de la Cd. De México (2020). Colabora como columnista en la Revista Cultural Engarce.
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o sé porque seguimos la rutina adiestrados como los perros de Pavlov, a la pereza innecesaria. No sé porque seguimos al ancla que sumerge nuestros pies en la ansiedad inacabable, al abismo en que nos ahogamos de forma voluntaria. No sé por qué le damos nombre a los días y transcurre el tiempo con esa lentitud perenne con siete perímetros que se combinan de manera sucesiva; en la infancia el cronometro era distinto los días se coagulan cuando maduras. Alguien mueve el motor de los días que se acurrucan en el caos sin razón de la semana. No sé por qué nos callamos los sentimientos, nos tragamos la lluvia de los ojos. El dolor echa raíces y los momentos de dicha se hacen polvo en el viento vuelan nuestras entrañas. No sé por qué hambrientos suspiramos en la niebla que nos carcome. No sé por qué entre dientes sonreímos con la alegría divorciada. No sé por qué caminamos en las cenizas del fin del mundo.
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Sobre el autor: Julio César Aguilar. (Ciudad Guzmán, Jalisco, México, 1970). Poeta, ensayista y traductor de inglés. Cursó la carrera de Medicina en la Universidad de Guadalajara; posteriormente realizó una maestría en Artes en Español en la Universidad de Texas en San Antonio y un doctorado en Estudios Hispánicos en la Universidad de Texas A&M, de la cual obtuvo una beca postdoctoral. Actualmente es profesor en Baylor University. Su obra se ha traducido a varios idiomas y ha sido publicada en diversos países, tales como Irán, España, Estados Unidos y Perú. En 2017 recibió la Presea al Mérito Ciudadano por el Gobierno de Zapotlán el Grande. Es autor de las siguientes colecciones de poesía: Rescoldos, 1995; Brevesencias, 1996; Nostalgia de no ser mar, 1997; Mano abierta, 1998; El desierto del mundo, 1998; El patio de la bugambilia, 1998; Orilla de la madrugada, 1999; Illuminated Mysteries/Misterios iluminados, 2001; La consigna y el milagro, 2003; Una vez un hombre, 2004, 2007; La consigna y el milagro/The Summons and the Miracle, 2005; Transparencia de lo invisible/Transparency of the Invisible, 2006; El yo inmerso, 2007; Barcelona y otros lamentos, 2008; Alucinacimiento, 2009; La consigna y el milagro/La convocazione e il miracolo, 2010; La consigna y el milagro, edición bilingüe español-árabe, 2011, y español-polaco, 2013; Aleteo entre los trinos, 2014; Perfil de niebla, 2016; Don del fulgor, 2018; Destellos de Zapotlán y otras penumbras, 2019, y Alborozo, 2020. Traducciones suyas son Con ansia enamorada, de Irving Layton, 2004; Camino del ser. Antología: 24 poetas anglosajones, 2006; Pintando círculos, de Luciano Iacobelli, 2011; La costurera y el muñeco viviente, de Beatriz Hausner, 2012, y Pascal va a las carreras, de Janet McCann, 2015. En 2017 publicó el libro de entrevista Reconstrucción de Ángel Escobar en la voz de Marina Cultelli.
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ste es el poema de las cosas rotas deshechas inacabadas o por hacerse tal vez de la vida trunca y de todo lo que muere —conciencia de finitud— con su memoria fósil de horas nómadas los relojes por la prisa mancillados. Es este el poema de la vejez inerme del lloriqueo del niño de la jaula sin pájaro alguno y la maceta sin ninguna flor el naranjo agrio dulcificando sueños la sal salobre en el platillo la mancha aquella en la pared la cicatriz o arruga que nítidamente el espejo le devuelve cínico y sin más a tu propio rostro. Este es el poema de la triste historia que en nuestros días solemos llamar realidad.
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Sobre la autora: Alejandra Cruz Castillejo nació en Michoacán, México, en 1983. Graduada como Lic. en Educación Primaria en la Escuela Normal Urbana Profr. J. Jesús Romero Flores. Ha colaborado en Antología Normalista, 2004; en antología Los otros motivos tomo 1, 2021. Actualmente ha publicado en las revistas Rigor Mortis, Perro Negro de la calle, Cantera, Posada Almayer, Komuya, así como en páginas de difusión cultural.
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ejen les cuento cómo mi abuela murió por culpa de un hueso de pollo. Resulta que cierto día Juana y Rosa entraron corriendo por la cocina, el griterío era exagerado, ese par de niñas eran el mismísimo demonio. La abuela Victoria se encontraba inspirada en la cocina, podía regañar a ese par mientras le atizaba al fogón o le soplaba, a la vez que cuidaba el caldo de pollo y volteaba la tortilla del comal. En verdad ejecutaba toda una brujería para poder por si sola regañar, cocinar y hacer arder el fuego. Ese par de mocosas era insoportable, ya tentaleaban la masa, volteaban tortillas hasta romperlas y además se daban el lujo de pelearse por ver quién contaba más borreguitas, así les decimos a las luces de fuego que quedan bajo el comal durante la fogata. La abuela se ponía colorada con ese par, quejándose siempre por la falta de mano dura de sus madres. Ella decía que sus hijas eran excelentes madres, pero no podía decir lo mismo de sus nueras. La abuela fue sumamente estricta con sus hijos e hijas, no comprendía cómo es que ninguno de sus retoños había aplicado lo aprendido para escoger correctamente a sus parejas. Fue entonces a la hora del almuerzo que la abuela Vicky se quejó abiertamente de sus nietas, despotricándose completamente sobre aquello que no era de su parecer. En lo general la abuela tenía razón al decir que esas niñas necesitaban mano dura, pero lo que no le perdonaron fue que dijera que ello se debía a que sus yernos y nueras no eran buenos padres. Se desató el alegato después de las palabras de la abuela. Todos se sulfuraron y la reunión familiar se convirtió en el momento más desagradable, tías y tíos peleando entre sí, al parecer no existía una sola gota de armonía. El caldo de pollo se enfrió, al igual que las tortillas y el café de olla. Como sus nueras y yernos estaban indignados decidieron levantarse para retirarse y llevarse con ellos a sus esposos y esposas, pero justo en ese momento a la abuela se le paralizó media cara, un fuerte dolor en el brazo se esparció hasta convertirse en pinchazo al corazón, se dejó caer sobre una silla a punto del desmayo. ¡Si piensas que fue así como murió, estás muy equivocado!, sin pensarlo sus hijos corrieron a auxiliarla. Lo que provocó que nueras y yernos aumentaban más su coraje, pues ahora no podrían quejarse más de la pobre vieja convaleciente. Como madre fue excelente, como abuela un poco regañona, pero como suegra, sí que era el mismísimo demonio. Regresando al par de chiquillas, minutos antes estuvieron jugando en el gallinero desplumando cuanta gallina se les atravesaba. Cuando se fastidiaron reunieron piedritas, hojas, montoncitos de tierra y hasta huesos de pollo que estaban tirados entre las plantas. Arrancaron las flores de las macetas de barro que tanto cuidaba la abuela, hicieron hoyos en el patio alegando que eran pequeños laguitos. Con los huesos y palitos construyeron una pequeña cerca. Resulta que un hueso de pierna de pollo no les convenció porque estaba cubierto de babosas, ese lo lanzaron a medio patio, quedando ahí en el olvido. Adentro en la recámara los hijos rodeaban la cama pensando que quizás serían las últimas horas de su madre e incluso mandaron traer al padre para que le diera los santos óleos, afuera las nueras y yernos se quejaban por la cantidad de horas que ya habían esperado para irse a sus casas. Al caer la tarde todos comenzaron a retirarse, dejándome encargada de la abuela Victoria, cosa que no era rara. Cuando todos se fueron, la abuela inmediatamente se levantó arrojando al suelo el montón de cobijas. Ni las mejores actrices de la época de los sesenta hubieran hecho mejor actuación, me miró y dijo: —Hija, ¡atranca bien la puerta de la entrada!, no quiero que entren tus tíos y me vean ya de pie. Espero que esta vez el susto les sirva de algo y metan en cintura a sus familias. Yo hice lo que me pidió, puse bien fija la tranca. Mientras tanto ella refunfuñando se quejaba de la falta de empatía por las labores domésticas, que si las nueras no le regaron sus plantas, que si no se barrió el patio, que eran unas desobligadas, flojas y atenidas.
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Nuevamente se le subieron los colores a la cabeza y entre tanta quejadera fue a poner el pie sobre el hueso de pollo con babosas, resbalando sin poder detenerse de algo, al caer golpeó la cabeza en una piedra que horas antes el par de chiquillas había usado como molcajete. ¡Qué bueno que el padre le dio los santos óleos antes de morir! Como pude la recogí, la lleve hasta su lecho, esperé a que llegara el servicio funerario. Sus hijos fueron llegando de poco en poco, al igual que los demás amigos de la familia. Nueras y yernos lloraban, al recibir las condolencias decían: — Estaba muy enferma, ¡no había nada más que pudiéramos hacer! Aunque en el fondo se alegraban por librarse de ese higadito de suegra. Y como a los niños no les interesan los velorios, era de esperarse que ese par nuevamente hicieran de las suyas en el patio.
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Sobre los autores: Carlos Enrique Saldívar (Lima, Perú, 1982). Es director de la revista impresa Argonautas y del fanzine físico El Horla; es miembro del comité editorial del fanzine virtual Agujero Negro, publicaciones dedicadas a la literatura fantástica. Es director de la revista Minúsculo al Cubo, dedicada a la ficción brevísima. Es administrador de la revista Babelicus (literatura general). Publicó el relato El otro engendro (2012). Publicó los libros de cuentos Historias de ciencia ficción (2008, 2018), Horizontes de fantasía (2010) y El otro engendro y algunos cuentos oscuros (2019). Compiló las selecciones: Nido de cuervos: cuentos peruanos de terror y suspenso (2011), Ciencia Ficción Peruana 2 (2016), Tenebra: muestra de cuentos peruanos de terror (2017, 2018, 2021) y Muestra de literatura peruana (2018). Benjamín Román Abram (Lima, Perú, 1970). Sus cuentos y reseñas se han publicado en diarios, antologías y revistas nacionales e internacionales como El Comercio, Correo (Huancayo), Heterocósmica, Fabulador, Umbral, Buensalvaje, Cosmocápsula, miNatura, Agujero Negro, Plesiosaurio, Zona libre, etc. Es autor de los libros de relatos En Envase Pequeño y Bioficciones. También cultiva la poesía y la ha publicado en diversos medios.
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l presidente, vestido con un traje oscuro usado por algunos líderes radicales del siglo XX e incluso XXI —para hacer hincapié en su austeridad e ideología—, apareció sonriente en los medios audiovisuales de cada hogar del país, anunciando nuevas medidas y diciendo que permanecería en el poder por mucho tiempo. Solo cinco años atrás su remozado movimiento político (cuyo plan convenció a muchos por prometer, sin moderación alguna, mejoras en los ámbitos social y económico), con una ajustada mayoría, logró ganar las elecciones y llegar al gobierno. * Recuerden que usando las reglas a su favor el presidente convocó a un referéndum que derivó en una asamblea constituyente títere. El resultado: la funesta carta magna número treinta. Esta incorporó en el capítulo de los derechos sociales y económicos, en el artículo referente a la salud, la nueva bandera ideológica de moda, la que limitaba el contacto físico entre la población, a pesar de que la pandemia hacía tiempo fue derrotada y los casos aislados no eran un problema, como en décadas anteriores. Lo que no pensaron los jerarcas del nuevo régimen ni sus defensores era que habían hecho imposible la atención médica adecuada, y que los robots estaban lejos de realizar una atención dental de calidad, o el delicado trasplante de órganos, entre muchas otras actividades, pero no revirtieron la medida para que tanta sandez no quedase en mayor evidencia. Por supuesto, y sin ser un tema secundario, la frágil economía del país ha terminado de hundirse. Por otra parte, los partidos políticos libres, llevados por sus principios democráticos, tal vez ingenuamente, aceptaron el nuevo marco legal, porque el voto es el voto, y el pueblo es la voz de Dios. Entre tanto caos, la cúpula gobernante, a contrapelo de lo que había pregonado y realizado, viajaba discretamente al exterior por servicios de salud o para hacer lo que ya no podían en el país por la restricción de libertades. En el mundo, en tanto, con sus criaturas en conflicto, aferradas a sus vacíos y rencores, algunos idealizaban a los políticos radicales de ese país. Olvidaron la ecología y otras reivindicaciones, muchas de estas válidas, y comenzaron a imitarlos con llamados a acatar las normas restrictivas de contacto físico, al grito: «¡Siglo XXII, tiempo de la cura!» Ante el desastre económico y sanitario, decidí retar a las leyes y apoyarme en la justicia. Mientras contenía el corazón, junto con otros libertarios, tracé un plan y di un golpe de estado a ese gobierno. Ahora, ciudadanos del mundo, depende de ustedes derribar a los que se hayan erigido en sus países o pretendan hacerlo. Así, con ese rápido resumen, inicié el mensaje con altavoz en mano, desde el balcón de Palacio de Gobierno, en una transmisión en directo. La multitud que me vitoreaba, de repente, comenzó a tornarse borrosa, como si hubiera una especie de interferencia en lo que veían mis ojos. Enseguida todos desaparecieron de mi vista. Incluso los hombres y mujeres valientes que me habían acompañado para sacar al presidente de palacio en su pijama de seda y echarlo a la calle, tampoco estaban. En ese momento, a través de mi chip mental, ingresó un mensaje de voz: «su tiempo de goce se ha terminado, vaya a descansar». * «Con el derrumbe demográfico, no resulta pertinente matarlos, ¡es mejor que esos
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que aún no están convencidos del régimen sueñen con victorias políticas y al día siguiente, muy relajados, vayan a trabajar! Su pensamiento crítico no pasará de ahí», le dijo el presidente a su ministro del interior. Y siguió recostado en su piscina, acompañado de dos jovencitas. * «¡Quiero usar mi bono de tiempo ahora!». El auditorio mundial regresó. «Ya no fantaseemos con criticar a un gobierno desde este sistema sináptico; una vez que regresemos al mundo real, no cedamos a la complacencia, recordemos bien que aquello que expresamos aquí es lo que debemos hacer en el mundo real. Ya saben, ya no hay pandemia, solo pobreza, falta de servicios de salud y libertad». Cuando se terminó su bono temporal, sintió hambre y sed, pero decidió ir a acostarse, se sentía agotado, se preguntaba en el adormilamiento si los demás habían hecho suyas sus palabras, y le seguirían como nuevo líder, no únicamente del Perú, sino también del planeta. En ello se quedó meditando unos minutos hasta que los placeres de Morfeo lo cobijaron. Se durmió sobre un colchón mugriento, en un cuarto ruinoso de la vivienda estatal para gente sin hogar. Al mediodía despertó, y salió raudo a vender drogas (no las consumía, eso hubiera sido desastroso para su bolsillo), con el fin de pagarse alimentos y recargar su chip mental, porque el estado lo obligaba incluso a eso. No recordaba con exactitud cómo había usado sus instantes de goce los días anteriores; se sentía un poco extraño. Ojalá le tocara ese mes un nuevo bono, quería conocer una chica linda; no sería real, pero ya la avizoraba auténtica.
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Sobre el autor: Julio César Aguilar. (Ciudad Guzmán, Jalisco, México, 1970). Poeta, ensayista y traductor de inglés. Cursó la carrera de Medicina en la Universidad de Guadalajara; posteriormente realizó una maestría en Artes en Español en la Universidad de Texas en San Antonio y un doctorado en Estudios Hispánicos en la Universidad de Texas A&M, de la cual obtuvo una beca postdoctoral. Actualmente es profesor en Baylor University. Su obra se ha traducido a varios idiomas y ha sido publicada en diversos países, tales como Irán, España, Estados Unidos y Perú. En 2017 recibió la Presea al Mérito Ciudadano por el Gobierno de Zapotlán el Grande. Es autor de las siguientes colecciones de poesía: Rescoldos, 1995; Brevesencias, 1996; Nostalgia de no ser mar, 1997; Mano abierta, 1998; El desierto del mundo, 1998; El patio de la bugambilia, 1998; Orilla de la madrugada, 1999; Illuminated Mysteries/Misterios iluminados, 2001; La consigna y el milagro, 2003; Una vez un hombre, 2004, 2007; La consigna y el milagro/The Summons and the Miracle, 2005; Transparencia de lo invisible/Transparency of the Invisible, 2006; El yo inmerso, 2007; Barcelona y otros lamentos, 2008; Alucinacimiento, 2009; La consigna y el milagro/La convocazione e il miracolo, 2010; La consigna y el milagro, edición bilingüe español-árabe, 2011, y español-polaco, 2013; Aleteo entre los trinos, 2014; Perfil de niebla, 2016; Don del fulgor, 2018; Destellos de Zapotlán y otras penumbras, 2019, y Alborozo, 2020. Traducciones suyas son Con ansia enamorada, de Irving Layton, 2004; Camino del ser. Antología: 24 poetas anglosajones, 2006; Pintando círculos, de Luciano Iacobelli, 2011; La costurera y el muñeco viviente, de Beatriz Hausner, 2012, y Pascal va a las carreras, de Janet McCann, 2015. En 2017 publicó el libro de entrevista Reconstrucción de Ángel Escobar en la voz de Marina Cultelli.
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gua mansa las lágrimas son en la lobreguez de la llama.
Llueve y no llueve: Llovizna. Tras la ventana frío hace. Día oscuro. Oscura tarde anochecida.
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Sobre el autor: El poeta Duraham Lapitp nace en Cúcuta, Colombia (1990). A muy temprana edad se traslada a Bucaramanga, Santander y allí cursa sus estudios básicos. Luego estudia Banca y Finanzas en las Unidades Tecnológicas. La vena poética despierta en el año (2018), lanzando su primer libro Mellon Collie y la Infinita Desolación en la Casa del Libro Total de la ciudad de Bucaramanga, también aparece en la primera edición digital del periódico La Eskina en enero de (2019) y en las revistas digitales; Cambios y Permanencias (2019), Zejel (2019), Perro Negro de la Calle y en La Orden de los Escritores sin Editor (2020). Hace un relanzamiento en la Alianza Francesa en el mes de abril, paralelo a esto, logra primera mención de honor del Club Rotary de Argentina por su poema Flores del olvido. En 2020 la obra Justine es seleccionada por Editorial Afrodita para formar parte de la antología de poesía erótica Letras íntimas Argentina/2020.
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torvastados son los tiempos de la virtud enajenada desde los ocasos placeres, acaecida por una maraña tecnológica en sangrientas soluciones acuosas. Sin gula Hipócrates no cura (collage de ilusiones). Mieles son los caminos de la corrupción. Lúgubres son los caminos en el cadalso de los ahorcados colgando en el péndulo de la muerte. Oscilando entre luchas mentales... otra vez estoy enfermo. Diclofenado el tiempo sin dormir, los días que son horas, las horas que cuelgan de las saetillas del mecánico somnífero, en asunciones de diferencial ruido. La locura es rítmica. ¿Por qué los cuerdos se rigen por los loqueros? Los siglos en sumisión son la ejemática de los zaguanes versos. Sin prosa el alcaloide no funciona. Sin nicotina el humo alucinante de los bardos no inspira. La única solución es la lobotomía. Captopriando las emociones más intensas, los sentimientos son confinados en dictámenes de locura, encapsulando las expresiones más sinceras. Drogado hasta las entrañas del saber, girando y girando sin curarme; si me hacen vomitar, si me hacen llorar; no importa, la mecánica del tormento agudiza mis sentidos. Hospitales de la malaria; sanatorios de la demencia adoctrinando moribundos en filas de carne, injertando la cubierta de odio; enrollados como momias, penetrados por sondas. Trastornados por los fármacos reprimidos por los psicoanalistas. Sin traumas y totalmente inconsciente, el instinto es la imagen del futuro hecha por modernos impulsos.
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