Perro Negro de la Calle No.61 Octubre 2021

Page 1

1


2


3


L

ustro. Llegó el día, oh sí, moría de ganas de escribir esa palabra. Cinco años del Gran Can de Lagos de Moreno; cinco años de fomentar la creación literaria y el amor a la lectura. Hablo por el Lic. Jesús Prado González y el Lic. Alfonso Armando Koyoc Pedroza al decir que este es nuestro más grande orgullo; Perro Negro de la Calle se creó por y para el arte. Un lustro ha permanecido ladrando sin detenerse; semillero de artistas, huella en la historia de nuestra ciudad; referente literario de los mundos cibernéticos contemporáneos. Y sí, lo presumo y lo digo con todo el orgullo. ¿Saben por qué? Porque le hemos chingado, trabajado duro, haciendo lo que pocos consiguen hacer con esa constancia y disciplina (esto no es perfecto, claro, pero es tan perfectible tanto cuanto alcance nuestro ímpetu). Más orgullo siento sabiendo los nombres de escritores y artistas del mundo que han sido parte de ese lustro, los he leído a todos y a cada uno de ustedes; sus letras forman parte de mi mente, de mis recuerdos e intelecto, gracias por siempre, queridos colegas. No puedo mencionarlos a todos aquí, pero tal hecho, lejos de ser negativo, es una chulada, porque son cientos, y eso dice todo. Y cuando el futuro nos alcance, cuando las arrugas de mi piel me digan que el ocaso de mi existencia ha llegado, miraré hacia atrás, y ahí estará el recuerdo de esta preciosa aventura literaria, y todo lo que desembocó de ella, y sabré que mi vida no fue nunca en vano. Escribo esto también para mi ciudad, Lagos de Moreno, Jalisco, y todos sus referentes, gestores y desarrolladores artísticos y culturales: ¡aquí estamos! ¡Cinco años! Somos artistas, somos escritores, somos laguenses. Nunca me cansaré de escribir esto: ¡Perro Negro de la Calle ladra, y seguirá ladrando!

Amaury R. Ledesma

1


Sobre la autora: Irma Lozano Ramírez. Arandas, Jalisco, México. 1973. Ha publicado: en el periódico NotiArandas dos poemas, en el Caballo Negro dos sonetos periódicos locales de Arandas, Jalisco en la página virtual café de letras con algunos haiku e ilustraciones. Ganadora del segundo lugar de los Juegos Florales 2017, Encarnación de Díaz, Jalisco. Con el poemario El umbral Del fénix. Actualmente participando en dos antologías: 1: Los Cuentos de la Campana, libro que se está editando por la fundación del pensamiento editorial de Arandas, Jalisco. Participando con el cuento El sonido de la oscuridad. 2: Mujeres Poetas de los Altos de Jalisco; libro que ya fue publicado por el ayuntamiento de Guadalajara, Jalisco, viendo la luz el 4 de marzo del año en curso participo con dos haikus, otro haiku se tomó como portada para la revista virtual el colibrí https://www.facebook.com/Collhibrirevista/ . Acreedora a un reconocimiento en el II encuentro de poesía haiku llamado Una gota de agua, el cual se llevó a cabo en Zapotlanejo, Jalisco, realizado por la fundación TAU y casa de la cultura Zapotlanejo. Participó en la revista virtual Engarce con poemas y haiku en la edición enero 2021 VI año N° .4, en la revista virtual Perro Negro de la Calle, desde el 2020.

2


I

E

staba la muerte sentada, sentadita en un cajón, con sus huesitos tiznados de bailar en el fogón. II Bien canija la huesuda baila puro reggaetón, dice que le fascina por ser puro re pegón. III También le gusta la salsa, la cumbia y el danzón, bien que mueve el esqueleto entre canción y canción. IV La calaca emocionada salta y gira en el salón y de pasada se lleva al viejito don Simón. V No para ni de noche ni de día, goza sin ton, ni son, a la catrina pachanguera ni le late el corazón.

3


Sobre el autor: Francois Villanueva Paravicino. Escritor peruano (1989). Egresado de la Maestría en Escritura Creativa por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Estudió Literatura en la UNMSM. Ha publicado Cuentos del Vraem (2017), El cautivo de blanco (2018), Los bajos mundos (2018), Cementerio prohibido (2019) y Azares dirigidos (2020). Textos suyos aparecen en diversas páginas virtuales, antologías, revistas, diarios, plaquetas y/o; de su propio país como de países extranjeros. Ganador del Concurso de Relato y Poesía Para Autopublicar (2020) de Colombia. Ganador del I Concurso de Cuento del Grupo Editorial Caja Negra (2019). Finalista del I Concurso Iberoamericano de Relatos BBVACasa de América Los jóvenes cuentan (2007) de España. También, ha sido distinguido en otros certámenes literarios.

4


«porque la noche está de ojos abiertos» Benedetti

E

l arrecife de coral, al pie del abismo, era un dulce que paladeaba la hioides, la hioglosa y el septum medio. Podía alucinar aquel efecto de hachís como si bebiera el vino y en mi sonrisa relampagueaba el invicto de las tragedias del arconte. Eran huracanes cuyo ojo yo domaba con látigos, sentía el poder cubriéndome de crueles carcajadas y yo, ileso, disfrutaba las ofrendas como la artemia salina de lo efímero. Vislumbraba aquel sendero de espinas y rocas abruptas, como la playa de Maldivas antes de ser hollada por Adán, pese a los barrancos, la sangre derramada y las lágrimas. Aquel destello era un torbellino de fuego, castillo de lava infinita, yo las besaba con la pasión del amante ciego, y me sonreía sin saber que todo se empozaba en el fondo níveo, sin llagas ni queloides del que ha pisado el Infierno Telúrico, ni del que ha visto los ojos llenos de furia de Medusa, la inaccesible. Todo se almacenaba ―gota a gota― en los 365 crepúsculos, hasta en los bisiestos de bellas sorpresas, como aguas tranquilas, donde me sumergí y nací como Jesús al ser crucificado, cuyos clavos, con devoción, yo coloqué en el trono áureo, antes de abrir los ojos a la vida y, es cierto, al amor y la destrucción. Aquella tarde bebí la sangre propia, en una celda oscura y fría, ahogándome en la cicatriz de dientes infinitos, con ráfagas hirientes de bóvedas celestes, cuya sombra amé con frenesí, tan dulce, tan tierna, que estocaba bajo el cenit como una espada ardiente, y entonces yo era las ascuas del fénix malherido, deseando como el neófito el altar de su nueva iglesia, ya destruida por el eclipse de los astros opacos, ya en el hemisferio opuesto de las huellas de nuestros pasos.

5


Sobre el autor: Carlos Enrique Saldívar (Lima, Perú, 1982). Es director de las revistas virtuales El Muqui y Minúsculo al Cubo. Es administrador de la revista Babelicus. Publicó el relato El otro engendro (2012). Publicó los libros de cuentos Historias de ciencia ficción (2008, 2018), Horizontes de fantasía (2010) y El otro engendro y algunos cuentos oscuros (2019). Compiló las selecciones: Nido de cuervos: cuentos peruanos de terror y suspenso (2011), Ciencia Ficción Peruana 2 (2016), Tenebra: muestra de cuentos peruanos de terror (2017, 2018, 2021) y Muestra de literatura peruana (2018).

6


«Pensé en un laberinto de laberintos, en un sinuoso laberinto creciente que abarcara el pasado y el porvenir y que implicara de algún modo a los astros». Jorge Luis Borges, «El jardín de los senderos que se bifurcan».

T

ras derrotar a la pandemia global y finalizar las guerras, parecía que por fin todos vivirían en paz. Sin embargo, los brotes de violencia no faltaban, ni en América, ni en el resto del globo. El rey de los estados del norte envidiaba al rey de los estados del sur, porque allí existía un gran número de recursos naturales y sus habitantes habían logrado una preciosa armonía nunca vista en la historia de la humanidad. Por eso el rey del norte visitó, con su corte en pleno, al rey del sur en la sede peruviana, donde estaba ubicado su Palacio de Gobierno. No obstante, se trataba de un engaño. Los sirvientes norteños eran en realidad militares de élite, quienes secuestraron al rey sureño. El rey del norte era aficionado a los laberintos, allí ponía a sus víctimas y adversarios políticos, no obstante, hacía poco estos fueron prohibidos por los organismos de derechos humanos, los cuales también promovieron leyes mundiales (y se concretaron) para anular la experimentación en la fauna, que la hacía crecer o disminuir de forma anormal. El norteño tenía un proyecto siniestro: quería matar lentamente al líder de esa región pacífica y después invadir sus tierras, de modo que lo llevó desnudo a un inmensurable desierto, sin pasajes, galerías, muros ni techos, para que muriera de sed. El truhan se marchó en su helicóptero. El rey del sur se hallaba en una situación letal. Sabía que no tenía muchas esperanzas de vida, mas debía sobrevivir. Sabía además que su pueblo resistiría hasta que él regresara y trazara un plan para combatir a los enemigos. Se maldijo por haber confiado en el rey norteño. Fue una tontería, una de la pocas de su vida, solo quiso ser amable con alguien de quien pensaba se había arrepentido de sus maldades. Una buena relación en toda América hubiese sido propicia. No había tiempo para quejas. El rey fue un expedicionario notable en su juventud, viajó bastante y a sus cuarenta y nueve años conocía muchos secretos. Se volvió nocturno, a esas horas el aire fresco le permitía movilidad. Halló una cueva que lo protegería del frío y del sol. En la segunda noche descubrió algunas plantas, mascó las hojas sin tragarlas y absorbió algo de líquido. Durante la tercera noche se ubicó en una duna alta y trazó con cactus, piedras y dolor, tres letras grandes: SOS. Se recostó en la cueva cercana. Allí lo ubicaron. El cóndor gigantesco, donde montaba su esposa y tres de sus vasallos más leales, pudo recogerlo, y ella ahí, con cariño, le curó las llagas y demás laceraciones. El rey del sur, aún debilitado, diseñó un plan efectivo: se infiltró entre las tropas desde lo alto (los animales voladores cambiados genéticamente años atrás le fueron de gran ayuda), atrapó al rey del norte y lo condujo hacía su barco peruviano, el cual se hallaba flotando en altamar. De ahí partieron hacia una zona recóndita del océano Pacífico. El cautivo pedía clemencia, pero su adversario lo arrojó al mar. Un laberinto con pocas oportunidades como las que daba el desierto. Luego, el peruviano se fue a su patria para ganar la guerra, no sería difícil con el ejército bajo sus órdenes, ya que era un extraordinario

7


estratega militar. Rodeado de líquido que no podía beber, lloroso, gritando por una ayuda que no vendría, el rey del norte intentó nadar hasta llegar a tierra. No obstante, su cuerpo solo alcanzó el lecho marino.

8


Sobre el autor: Julio César Aguilar. (Ciudad Guzmán, Jalisco, México, 1970). Poeta, ensayista y traductor de inglés. Cursó la carrera de Medicina en la Universidad de Guadalajara, una maestría en Artes en Español en la Universidad de Texas en San Antonio y un doctorado en Estudios Hispánicos en la Universidad de Texas A&M, de la cual obtuvo una beca postdoctoral. Actualmente es profesor en Baylor University. Su obra se ha traducido a varios idiomas y ha sido publicada en diversos países, tales como Bolivia, Canadá, España, Estados Unidos, Irán y Perú. En 2017 recibió la Presea al Mérito Ciudadano por el Gobierno de Zapotlán el Grande. Es autor de las siguientes colecciones de poesía: Rescoldos, 1995; Brevesencias, 1996; Nostalgia de no ser mar, 1997; Mano abierta, 1998; El desierto del mundo, 1998; El patio de la bugambilia, 1998; Orilla de la madrugada, 1999; Illuminated Mysteries/Misterios iluminados, 2001; La consigna y el milagro, 2003; Una vez un hombre, 2004, 2007; La consigna y el milagro/The Summons and the Miracle, 2005; Transparencia de lo invisible/Transparency of the Invisible, 2006; El yo inmerso, 2007; Barcelona y otros lamentos, 2008; Alucinacimiento, 2009; La consigna y el milagro/La convocazione e il miracolo, 2010; La consigna y el milagro, edición bilingüe español-árabe, 2011, y español-polaco, 2013; Aleteo entre los trinos, 2014; Perfil de niebla, 2016; Don del fulgor, 2018; Destellos de Zapotlán y otras penumbras, 2019; Alborozo, 2020, y Donde no falta nada, 2021. Traducciones suyas son Con ansia enamorada, de Irving Layton, 2004; Camino del ser. Antología: 24 poetas anglosajones, 2006; Pintando círculos, de Luciano Iacobelli, 2011; La costurera y el muñeco viviente, de Beatriz Hausner, 2012, y Pascal va a las carreras, de Janet McCann, 2015. En 2017 publicó el libro de entrevista Reconstrucción de Ángel Escobar en la voz de Marina Cultelli.

9


Y

la casa fue, se hizo casa, jardín de sueños porque la soñara el hombre.

Para que el hombre la soñara se construyó la casa llena de muros, pisos que son la superficie del mundo. De tan pobre el hombre una casa quiso. Hizo lo que pocos pueden: soñar. Y vivir despierto. Una casa era lo menos que cabía en el sueño del hombre. Pero un día creció la casa y el sueño que fue se hizo casa, más real jardín de sueños, casa tan casa porque la soñara —bien deseada un día— el hombre.

10


Sobre el autor: Juan Luis Henares nació en 1963 en Paraná, Argentina. Profesor en Ciencias Sociales. En 2004, Primer Premio en el Concurso Universitario de Ensayos Memoria y Dictadura. En 2019, Primer Premio en el 6° Certamen Literario Red por la Igualdad de Género Enredadas Vicálvaro de Madrid y ganador en el rubro Letras de los Premios Escenario del Diario UNO de Entre Ríos. Sus cuentos han sido premiados o publicados en Argentina, México, Uruguay, Cuba, Chile, Perú, Venezuela, Colombia, Guatemala, Bolivia, España, Alemania, Canadá y Estados Unidos. Libros: Lápiz clandestino (2018) y Crónicas subterráneas (2021).

11


E

l teatro está lleno, el ansioso público aguarda la entrega de los títulos a los nuevos suboficiales de la policía provincial. Los familiares de los egresados se amontonan en los asientos y pasillos en espera de ver a su ser querido —con impecable uniforme— recibir el diploma en manos del Comisario General. Simón escucha risas, gira hacia un costado y advierte a una nena de unos tres años que salta en su butaca; le recuerda a Laura, su amada Laurita, a los brincos entre los árboles en el patio de su antigua casa. Se encuentra sentado cinco lugares a la izquierda del flamante suboficial Romero, quien junto a su madre —su padre falleció años atrás— espera impaciente el inicio de la ceremonia. Simón transpira, hace calor y el aire acondicionado del teatro está apagado. En el piso de madera sus piernas resguardan la mochila negra que lo acompaña a todas partes. La banda de la policía comienza a entonar una marcha militar, el público se pone de pie. Termina la melodía, vuelven a sus asientos, y al fondo de la fila divisa una joven veinteañera junto a su novio; se la ve enamorada, y se acuerda de Laurita el día que muy feliz les presentó a su primer amor. Cierra los ojos y evoca ese momento; también la recuerda mirarlo atemorizada alejarse al quedar con la maestra de primer grado, correr hacia él con el diploma de la escuela secundaria en sus manos, servir platos con guiso a los chicos del comedor popular en el barrio, subir por primera vez las escaleras de la universidad… Simón atrapa esos momentos y no los deja escapar de su memoria. Mire donde mire, todas las jóvenes se la recuerdan, todas ellas son Laurita. Se aproxima el gran momento; el locutor anuncia la presencia del Comisario General, quien con su uniforme azul sube al escenario. Comienza la entrega de diplomas: primero un tal Albornoz, luego Álvarez, Arellano y así en estricto orden alfabético; todos lo hacen acompañados de algún familiar, ya sea el padre o la madre, la esposa y los hijos, cada tanto alguna solitaria novia. El Comisario con la mano izquierda les entrega el título, a la vez que les estrecha la derecha. Simón toma la pesada mochila que aprieta entre sus piernas y la coloca en su espalda. Retamar… Rodríguez… Roldán… Llega al fin el turno del Suboficial Romero; al nombrarlo el locutor, el egresado se levanta y camina junto a su madre hasta el escenario. Pocos pasos atrás, lo mismo hace Simón. El Comisario —imponente con sus dos metros de altura— extiende la mano al nuevo miembro de la fuerza, le da un beso a la madre y se encuentra con Simón; interpreta que es el padre y le tiende su brazo. Simón lo mira fijo. Lo imagina con la picana eléctrica en la mano torturando el encadenado cuerpo desnudo de Laurita, lo siente mientras la viola delante de los demás oficiales que festejan su hazaña, lo ve responder con un balazo en la cabeza a la escupida de la joven en su cara… El público aplaude, el Comisario espera el apretón de manos del supuesto padre de Romero; pero Simón no responde al saludo: lo mira a los ojos, con el puño izquierdo en alto grita: —¡Por Laurita! Y con la mano derecha presiona el detonador.

12


Sobre el autor:

Rainer Russell Blaiddh: Nació un martes de principios del 2002, en alguna parte del centro de la República Mexicana. A temprana edad descubrió y se enamoró de la literatura, a la que considera como el arte de mayor belleza y expresión, y pronto empezó a dedicarse también a la escritura. Ha publicado algunos cuentos en revistas digitales como El Crimen de un hombre en Revista Zompantle o 2094 en la antología de cuentos 100/40 Cien Relatos durante la Cuarentena de la editorial Yo Publico. Por igual ha realizado publicaciones de sus poemas en varios números de la revista Perro Negro de la Calle, y ha escrito algunas novelas inéditas como La Sombra sobre el castillo o Voces Silenciadas.

13


B

lanco verbo de mi medida sin par, dejó hace mucho un mundo de idílicos anhelos, de un sueño, una vida, una esperanza por robar…

¿No? Hice de dichas colmadas, ingenios, Y en mi tarea olvídeme mi fortuna procurar, Dejé eso creo antaño, en mis días primigenios… Quédate, ¡oh Crono! En mis manos sin vendar… y no devores de mí ya más vastos deseos, oro dulce que se me dio mal y a destiempo! Olvidados quedaron igual otros sin amar, y se me fueron un ciento de suerte llenos, de lo que pudo ser en tus ojos ajenos…

14


Sobre los autores:

Carlos Enrique Saldívar (Lima, Perú, 1982). Es director de las revistas virtuales El Muqui y Minúsculo al Cubo. Es administrador de la revista Babelicus. Publicó el relato El otro engendro (2012). Publicó los libros de cuentos Historias de ciencia ficción (2008, 2018), Horizontes de fantasía (2010) y El otro engendro y algunos cuentos oscuros (2019). Compiló las selecciones: Nido de cuervos: cuentos peruanos de terror y suspenso (2011), Ciencia Ficción Peruana 2 (2016), Tenebra: muestra de cuentos peruanos de terror (2017, 2018, 2021) y Muestra de literatura peruana (2018). Benjamín Román Abram (Lima, Perú, 1970). Sus cuentos y reseñas se han publicado en diarios, antologías y revistas nacionales e internacionales como El Comercio, Correo (Huancayo), Heterocósmica, Fabulador, Umbral, Buensalvaje, Cosmocápsula, miNatura, Agujero Negro, Plesiosaurio, Zona libre, etc. Es autor de los libros de relatos En Envase Pequeño y Bioficciones. También cultiva la poesía y la ha publicado en diversos medios.

15


—¡E

res un an-dro-ide! —le gritó ella—. ¡Una máquina sin sentimientos! ¡Sal de esta habitación, sal del hotel! El sujeto vestido de blanco recogió sus cosas y se marchó imperturbable. Cuando la chica estuvo sola, examinó su brazalete, este no había identificado, sino hasta poco antes, que no era humano. Manualmente forzó el escaneo del artilugio, el láser lo iluminó de azul, detectó que la falla era un diminuto circuito que se había dañado, y procedió a la reparación. Ahora ya podía diferenciar a los androides de los hombres. «Esto no me debe volver a pasar», se dijo. «De la mejor cita de mi vida pasé a la peor. He estado en la intimidad con una cosa, un monigote». La puerta se abrió nuevamente, él había regresado. —¡Fuera! ¿No sabes que no te puedes fijar en una chica si eres una máquina, ni regresar si te piden que te vayas? —¿Chi-ca? Me temo que estás confundida, yo soy el humano, tú la máquina, revisa tu brazalete, vi que tú misma lo calibraste. Y yo, por mi parte, no tengo problema en que seas una ginoide. Ah, esto no es exactamente una cita, así que ahora ya sabes lo que sigue. Ella ya no dijo nada.

16


Sobre el autor: Julio César Aguilar. (Ciudad Guzmán, Jalisco, México, 1970). Poeta, ensayista y traductor de inglés. Cursó la carrera de Medicina en la Universidad de Guadalajara, una maestría en Artes en Español en la Universidad de Texas en San Antonio y un doctorado en Estudios Hispánicos en la Universidad de Texas A&M, de la cual obtuvo una beca postdoctoral. Actualmente es profesor en Baylor University. Su obra se ha traducido a varios idiomas y ha sido publicada en diversos países, tales como Bolivia, Canadá, España, Estados Unidos, Irán y Perú. En 2017 recibió la Presea al Mérito Ciudadano por el Gobierno de Zapotlán el Grande. Es autor de las siguientes colecciones de poesía: Rescoldos, 1995; Brevesencias, 1996; Nostalgia de no ser mar, 1997; Mano abierta, 1998; El desierto del mundo, 1998; El patio de la bugambilia, 1998; Orilla de la madrugada, 1999; Illuminated Mysteries/Misterios iluminados, 2001; La consigna y el milagro, 2003; Una vez un hombre, 2004, 2007; La consigna y el milagro/The Summons and the Miracle, 2005; Transparencia de lo invisible/Transparency of the Invisible, 2006; El yo inmerso, 2007; Barcelona y otros lamentos, 2008; Alucinacimiento, 2009; La consigna y el milagro/La convocazione e il miracolo, 2010; La consigna y el milagro, edición bilingüe español-árabe, 2011, y español-polaco, 2013; Aleteo entre los trinos, 2014; Perfil de niebla, 2016; Don del fulgor, 2018; Destellos de Zapotlán y otras penumbras, 2019; Alborozo, 2020, y Donde no falta nada, 2021. Traducciones suyas son Con ansia enamorada, de Irving Layton, 2004; Camino del ser. Antología: 24 poetas anglosajones, 2006; Pintando círculos, de Luciano Iacobelli, 2011; La costurera y el muñeco viviente, de Beatriz Hausner, 2012, y Pascal va a las carreras, de Janet McCann, 2015. En 2017 publicó el libro de entrevista Reconstrucción de Ángel Escobar en la voz de Marina Cultelli.

17


D

escendiente de Soledad y Teodoro, Betzabé en su voz lleva la suavidad y el silencio con los que nace el alba. Bálsamo para el abuelo es el vino alegre, destilado en los frutos bendecidos de su descendencia. Florece en tres palabras la memoria y servido está el vaso de vino ya para el abuelo. Sombras de una conversación nocturna en el fulgor de la reminiscencia. Evocación de la abuela y su espíritu vivo. La abuela, y su casa abierta, tan llena siempre de inolvidable pan. Y aún abre veredas hasta en el viento invisible la bendición de la abuela.

18


Sobre el autor: Rainer Russell Blaiddh: Nació un martes de principios del 2002, en alguna parte del centro de la República Mexicana. A temprana edad descubrió y se enamoró de la literatura, a la que considera como el arte de mayor belleza y expresión, y pronto empezó a dedicarse también a la escritura. Ha publicado algunos cuentos en revistas digitales como El Crimen de un hombre en Revista Zompantle o 2094 en la antología de cuentos 100/40 Cien Relatos durante la Cuarentena de la editorial Yo Publico. Por igual ha realizado publicaciones de sus poemas en varios números de la revista Perro Negro de la Calle, y ha escrito algunas novelas inéditas como La Sombra sobre el castillo o Voces Silenciadas.

19


L

os dedos fríos e inertes en un instante, un instante efímero donde encontré lo real... y lo real me susurró al oído un sinfín de horrores, horres que eran para mi desgracia y la del resto, verdad... Y la verdad me escupió al rostro antes de un beso, un beso darme en mis descoloridas mejillas sin vida, sin vida me quedé, al momento, como ese cuerpo que hallaron ayer, y ayer también miedo, ayer fue la misma pérfida fatalidad... Las calles desiertas murmuran la tristeza de los demás, y los demás que se reían de esto como de mí, y ahora llueve, llueve en la ciudad, y en mi contrito corazón también... Hace tiempo que esta tierra ya ha quedado condenada, condenada para que allá afuera puedan tener su felicidad, y hace tiempo que Aztlán murió, ¿si es que existió alguna vez? La argéntea llovizna me recuerda que hace tiempo esto se fue a la mierda...

Y en amargas y lluviosas noches como esta, se van las mejores almas, ¿sabes, amada? Y yo no sé si esta noche pueda... es una posibilidad... aunque a ellos no les deba nada... aunque solo me gustaba fumar... aunque no tenga de mí a nadie, y en verdad, nada... ¿Y si me matan, Sandra? ¡Qué importa! ¿Justicia, en este país? ¿En este mundo? Esa es una mentira más cruel, que lo que sea que fue nuestro amor…

20


Sobre el autor: Pablo Velázquez nació en el año 1979 en Argentina, es Contador Público y vive en la provincia de Buenos Aires. Escribe hace aproximadamente tres años y está preparando su primer libro de relatos. Sus textos Leyenda del tren errante y El adivinador de penales formaron parte de antologías narrativas publicadas por las editoriales Dunken y Tahiel, mientras que el relato Los hacedores de quimeras integró el número de octubre 2018 de la revista literaria digital Extrañas Noches.

21


E

n los copetines de la estación Liniers del Ferrocarril Sarmiento, se habla de la existencia de un tren que realiza el trayecto Once-Moreno sin detenerse. Comentan que circula durante las noches sin luna. Lo habitan almas perdidas y solitarias que se alimentan de la esperanza tardía. Hay sobrados testimonios que dan cuenta de los avistamientos del convoy misterioso. Personas comunes que súbitamente se vieron cara a cara con el espectro rodante. Algunos observadores afirman que prestaron oídos a novios quinceañeros que lloraban desconsolados su primer desengaño amoroso, juran haberlos escuchado y dado consejo para luego verlos desaparecer junto con el paso del tren en la negrura de la noche. Un transeúnte declaró haber descubierto a un grupo de hinchas del extinto club Colorados Unidos lamentarse por un título que nunca llegó, todo debido a un penal no sancionado en el año ‘38. Nosotros, sin embargo, sabemos bien que aquel penal nunca existió. El filántropo Estanislao sostiene haberle ofrecido un pañuelo a una dama desconocida en un banco de la estación Ciudadela. Asevera haberla encontrado esperando con lágrimas en los ojos el regreso de un amor no correspondido. La mayoría de los testigos sitúan al tren en las cercanías de Liniers. Aunque otros dicen que lo vieron en Morón e incluso en las proximidades de Floresta. El último testimonio es sin dudas el más sorprendente. Gómez, el dependiente del copetín de la estación Liniers, era un tipo tranquilo que repartía su tiempo entre el trabajo, su madre y un grupo de amigos recurrentes con quienes compartía una cuestionable afición por el juego; no era muy ambicioso, ni había gozado de mucho éxito en el amor, pero, a su manera, era feliz y ensoñador. De hecho, en la estación todos recordaban verlo siempre de buen humor rondando el andén. Su encuentro con el espectro rodante ocurrió durante una noche de excesos, cuando divisó el número del tren acercándose por la vía norte. Gómez juraba que era el 5817, la desgracia en la quiniela, pero a la semana siguiente lo volvió a ver y era ahora el 5872 —la sorpresa—; tres semanas más tarde creyó advertirlo bajo el 5893 —el enamorado—, y así durante el transcurso de tres meses le sucedió de verlo bajo cifras diferentes… alegó haber espiado los números 22 —el loco—, el 69 —los vicios— y el 21 —la mujer—, entre otros. Al comienzo no quiso arriesgarse, pero luego empezó a realizar pequeñas apuestas a la quiniela según el tren se le presentase… su éxito fue dispar pero sostenido. Lo inesperado sucedió cuando la chapa del tren reflejó el 5848: il morto chi parla; a pesar de las advertencias que recibió de sus amigos, el dependiente, que siempre fue adepto a las cábalas y el misticismo, resolvió apostar a ese número a la cabeza en las loterías de Buenos Aires y Montevideo. La primera sorpresa que se llevaron sus conocidos fue que Gómez acertó un pleno en ambas casas de apuestas, algo que no había sucedido anteriormente. La segunda, que Gómez no aparecía por ningún lado: no se había presentado a trabajar ni respondía su teléfono, de hecho, nadie lo había visto. Al comienzo bromeaban sobre su desaparición. Luego, con el paso de los días, la cosa se puso más seria: lo buscaron en su casa y en la de su madre, recorrieron comisarías, hospitales y morgues, pero el resultado era siempre el mismo: ni rastros del dependiente. Finalmente, en el copetín de la estación decretaron tres días de duelo y entre los habitués se rumoreaba que alguien lo vio arrojarse a las vías del tren con las boletas en la mano. Gómez nunca apareció y con el tiempo todos fueron olvidándose de él. Por las dudas nadie más volvió a jugar al 48.

22


Los fundamentalistas fácticos insisten en negar la existencia del tren alegando que una formación no puede correr por las vías indefinidamente; resoplan al escuchar conversaciones mencionando la ausencia del maquinista. Debaten si pudiera tratarse del carguero que circula por las noches o solo son meros divagues de trasnochados, sus opiniones están divididas y hasta el día de hoy se producen acaloradas discusiones en la sociedad de fomento de Villa Luro al respecto. Nosotros, en cambio, tenemos en claro que esta gente no tiene la sutileza suficiente para comprender hechos tan sensibles y espirituales. Allá ellos y su lógica pragmática, desde este lado preferimos pensar otra cosa. Sabemos que al tren solo pueden verlo los soñadores, los bohemios y los poetas. Aquellos que no se resignan, ni se conforman. Los que permanecen en la esperanza y los idealistas que aún buscan a su primera novia, las personas que sonríen recordando el beso que les robaron en el patio de la escuela. Los locos y los enamorados, los que ríen, los que lloran. Los que están vivos. Si alguna vez te cruzas con el tren, levanta la mano y saluda. Gómez, desde alguna ventanilla nostálgica, te devolverá la cortesía.

23


24


C

uando el detective Ortega despertó en la oscuridad, sintió un martilleo pulsante en su sien, un dolor desgarrador cubría su hombro izquierdo y sus recuerdos se encontraban difusos, recordaba sin embargo haber estado en su coche cuando sonó su celular, recordaba a una camioneta blanca embistiéndolo, y después solo imágenes incoherentes acompañadas de largos momentos de completa oscuridad. Poco a poco su vista se logró enfocar y notó que se encontraba solo, en una habitación de forma rectangular, parecía ser un almacén y estaba hecha de piedra. La única fuente de luz se encontraba por fuera de la antigua y fuerte puerta de madera frente a él, hacía frío, un frío que le helaba hasta el alma. Con mucho cuidado y apoyándose como pudo en la pared se logró poner de pie y pidió ayuda, pero nadie contestó a su llamado. Después de lo que sería media hora, de las penumbras al fondo de la habitación, una voz se abrió paso: —Sabes que nadie vendrá por ti, ¿verdad? Al menos no en un buen rato, muchacho. Sobresaltado, el detective se giró de prisa hacia la oscuridad, lo cual le provocó un fuerte mareo; al lograr controlarse, buscó entre las sombras el origen de esa voz. Parado entre la penumbra, se avistaba una silueta difusa, que al darse paso a través de las sombras reveló a un hombre viejo, de cincuenta y tantos años, desaliñado, con ropa antigua, como esa que solían usar las personas de los cuadros europeos de la edad media que uno encuentra en los museos. El detective aterrado se dirigió al hombre: —¿Quién eres tú? ¿Qué haces aquí? ¿Cómo entraste? —Tienes tantas preguntas y yo solo tengo un puñado de respuestas para ofrecer a cambio. Te lo contaré todo a su debido tiempo, pero antes, quisiera saber cómo una criatura como tú logró ocultarse tanto tiempo de mí, y de todos los demás hasta el día de hoy. Mi verdadero nombre es casi imposible de pronunciar, pero me puedes llamar Arquitecto, que sería lo más parecido en tu idioma, pero cuéntame, después de tanto tiempo que te llevó a revelar tu existencia, muchacho. —Mira, cabrón, no me agradan mucho estos juegos estúpidos. Déjate de tonterías y ve al grano, ¿para qué me trajeron aquí? —por más que lo intentó, Ortega sabía que el pánico estaba marcado en todas y cada una de sus palabras. —O no, no. Esto no ha sido cosa mía, tenía la curiosidad de conocer el paradero de tan extraña esencia después de estar oculta desde hace tanto tiempo, la esencia de un alma perdida hace eones. Como habrás notado ya, desde hace algunos días muchas cosas extrañas están ocurriendo por toda tu ciudad, y muchas más faltan por ocurrir. Hay una gran guerra que ha estado ocurriendo desde hace demasiado tiempo, más tiempo de lo que tu planeta ha podido atestiguar y está a punto de alcanzarlos. Una hermosa dama acompañada de una antigua y malvada fuerza tratarán de obtener tu secreto, la forma para ocultarse de todos los que observan estos acontecimientos. El destino de tu mundo, y de muchos otros depende de ese secreto, ni siquiera me lo digas a mí. —Pero si no sé de qué estás hablando, solo dices disparates sin sentido. —Ella cuenta con maneras retorcidas más allá de la comprensión humana para llevar a cabo su cometido, solo piensa para ti, qué cambios hubo en tu vida diaria en estos últimos días, es por eso que ella te encontró, y no es la única que te busca, piensa también en eso, y mantente vivo, al menos el tiempo suficiente para que el destino nos haga coincidir de nuevo. —y sin más se dio media vuelta, y se desvaneció en el oscuro rincón, a través de la pared. —¿Pero de qué carajo hablas? ¿Arquitecto? ¡Arquitecto!

25


No encontró respuesta, durante la siguiente hora por alguna razón siguió su consejo, y estuvo repasando los sucesos de los que fue testigo, algo en él le había inspirado confianza, pero no del todo, en sus entrañas él sabía que solo le contó la verdad a medias, y apostaría su mano derecha a que solo le contó lo que a él le convenía, y sobre todo lo sabía, porque él tampoco le había contado toda la verdad. Recordó el incidente de la anciana, la que le habló sobre el medallón que no traía consigo, eso era lo único que dejó su procreadora junto a él, sus padres, desde niño lo habían instruido casi religiosamente a cargar con esa reliquia toda su vida, como si de una extensión de su cuerpo se tratase y todo se había ido al traste cuando su compañero lo daño, y se lo llevó consigo para arreglarlo. Un ruido afuera de la formidable puerta lo regresó a la realidad, y todos sus instintos de inmediato se pusieron alertas. Al abrirse la puerta reconoció de inmediato a la mujer que cruzó el umbral, la recordaba porque él mismo la había entrevistado el día que llegó al hospital con el joven que había sido atacado fuera de su casa, que a los pocos días se escapó del hospital, y ahora traía sus brazos llenos de extraños tatuajes de flores, que se dirijo a él con una dulce tonada: —Hola, detective, tanto tiempo sin vernos. Espero y encuentre cómodos sus aposentos. De haber sabido que se trataba de usted, me hubiera ahorrado demasiados problemas. —Qué es lo que quiere de mí, maldita loca. ¿En dónde estamos? ¿Sabe en los problemas que se va a meter por haber secuestrado a un policía? —No hay necesidad de ser tan brusco, trataré de ser civilizada con usted, solo le diré que estamos bajo tierra, muy lejos de la civilización, y estamos a punto de cambiar el mundo, pero antes necesito algo de usted, o, mejor dicho, necesito algo que usted tenía. Podríamos ser tan amable de decirme qué es y cómo encontrarlo, espero que ese misterioso amigo suyo que lo visitó le haya explicado lo urgente de mi situación. —¿Amigo? Te refieres a las alucinaciones que he estado teniendo por culpa de la fiebre y el golpe en la cabeza. Debería estar en el hospital y no en este insano y sombrío lugar, debería pedir más bien que usted me explique su situación, cordialmente, por supuesto. —Tonto y además inocente. Hay una guerra entre dos facciones que se pelean por nosotros, su alimento. Los que se definen como los buenos, van perdiendo, en ocasiones anteriores, lo que hacían era agarrar cuanto contrario encontraban y lo separaban del resto para mandarlos a su prisión, hasta que, fueron pocos los que quedaron de pie, esos pocos desistieron y fueron castigados horriblemente.

26


Sobre la autora: Yeimy Andrea Garces Castro nació en la ciudad capital de Colombia en el año 1983. Estudió ingeniería, pero al no encontrar una respuesta efectiva en su vida laboral, se volcó a encontrar el origen de su decepción en la pedagogía. Aunque sin ninguna publicación, hace aproximadamente cinco años viene escribiendo reflexiones en torno a la educación en ingeniería. Su último escrito se titula ¿Derrumbamos paredes?

27


E

l acontecimiento se da en la Universidad Tecnológica de Bolívar (UTB), en el curso de Corrosión, en donde se crea un semillero de Investigación titulado Students Against Corrosion conformado por trece estudiantes de Ingeniería y un tutor, establecen vínculos con seis colegios de Cartagena por medio del Programa Ondas de Colciencias y con el apoyo de Nace International (Asociación Norteamericana de Ingenieros de la Corrosión). Resultó que, en uno de estos semilleros se logra convertir los soportes de chatarra corroída del Laboratorio de Ciencias del Colegio, el cual se encontraba cerrado e inhabilitado, en un laboratorio funcionando al servicio de la docencia. Los estudiantes de la UTB continuarán y ampliarán el alcance de este proyecto en el próximo semestre. Es difícil describir con qué responsabilidad y entrega los trece alumnos del curso de Corrosión asumieron este reto; es difícil describir cómo se crecieron venciendo barreras como la falta de voluntad inicial de algunos rectores que no los recibían; cómo elaboraron sus presentaciones adecuándolas a los niveles de escolares, cómo trabajaron en equipo para compartir ideas y experiencias y cómo se erigieron en maestros para los niños innovando en metodología y pedagogía para enamorar a los niños e incentivarlos. Cómo se convirtieron en aglutinadores y gestores sumando a empresas de pinturas, de limpieza de superficies en función de la solución de los problemas de corrosión en los colegios. Los universitarios se convirtieron en verdaderos gestores de proyectos sociales, derrumbaron paredes, salieron de sus aulas, fueron a encontrarse con su comunidad, tuvieron que aprender a buscar colaboradores para su proyecto, tuvieron que ingeniársela no solo en su habilidad técnica, si no también, en su habilidad social. Y si fuese mediante proyectos la mejor forma de enseñar para los docentes y aprender para los estudiantes la ingeniería, vendría una transformación del currículo que entonces ya no sería por contenidos, y los docentes tendrían que derrumbar paredes, salir a recorrer cada empresa y cada comunidad para identificar sus necesidades, salir de la institución educativa para buscar alianzas, quienes harían parte fundamental para el logro de un proyecto en concreto, y luego, empezar a crear cada una de las estrategias de enseñanza-aprendizaje según corresponda. Y entonces, ¿la palabra semestre se convertiría en el tiempo en que se planearía la culminación del proyecto?, y ¿la palabra crédito? Ya no se utilizaría, porque no hay contenidos separados para estudiarlos individualmente por determinado tiempo, sino que, hay una necesidad de la sociedad en la que se debe estar interconectando todas las habilidades que se tengan, tanto cognoscitivas como sociales en todo momento. Sin embargo, el aprendizaje de conceptos y su interpretación seguirá siendo importante, solo en la medida en que sirva como base para la realización de alguna actividad dentro del proyecto formulado… esta será la última huella que quedará del aprendizaje por contenidos. Viéndolo así, ya no se ofrecería a los estudiantes una malla curricular por contenidos, sino tal vez, una lista de proyectos por realizar, cada uno formulado en: el objetivo que quiere alcanzar, en el impacto social que traerá consigo, y en todas las estrategias que irá usando el docente para llevar el proyecto paso a paso a feliz término; quizá ya no se nombrará estrategias de enseñanza-aprendizaje, sino estrategias de enseñanza-creación.

28


Sobre el autor: Pablo Velázquez nació en el año 1979 en Argentina, es Contador Público y vive en la provincia de Buenos Aires. Escribe hace aproximadamente tres años y está preparando su primer libro de relatos. Sus textos Leyenda del tren errante y El adivinador de penales formaron parte de antologías narrativas publicadas por las editoriales Dunken y Tahiel, mientras que el relato Los hacedores de quimeras integró el número de octubre 2018 de la revista literaria digital Extrañas Noches.

29


—¿C

uánto falta? ¿Quince? ¡Será de Dios! No lo puedo creer… —el viejo de la boina volvió la vista hacia el piso de la tribuna y apretó fuertemente el parante con ambas manos. —No digas pavadas, Antonio, que falta un montón. Una más vamos a tener —el otro viejo, de campera marrón, lo alentaba tratando de disimular su propia preocupación. Fabio miró a ambos con curiosidad. Le llamaba la atención ese par de viejitos tan pendientes de lo que sucedía en la cancha. —¡Dale, referí! ¿No te das cuenta de que está haciendo tiempo? Esta vez, Fabio no les prestó atención y siguió concentrado en su ardua labor de recolectar las boletas de Prode esparcidas por el suelo. Era una tarea de riesgo, porque el viento las arremolinaba y la mayoría caían debajo de la tribuna deslizándose por entre los tablones de madera. Llegar a tener una gran colección de boletas era uno de los tres motivos que lo entusiasmaba para venir a la cancha. —Pá… papá… ¡Papá! —a Fabio no le quedó otra que acercarse y levantar la voz para que lo escuchara entre el barullo de la tribuna. —Seguimos empatados, ¿no? —Sí… 0 a 0, faltan diez —Armando respondía sin dejar de mirar lo que ocurría en el campo de juego. La segunda razón para venir a ver a Progreso era fácil de explicar. Simplemente porque era una actividad que le permitía pasar tiempo con su padre, algo casi imposible durante la semana por culpa de la fábrica. Y si bien es cierto que durante el partido hablaban poco y nada, al menos estaban juntos. El momento favorito de Fabio era la previa… la ida en colectivo, los minutos hasta el estadio con la ilusión que se dibujaba en el rostro del padre mientras repasaba la formación del equipo, llegar al puesto de hamburguesas antes de que se formara fila… ese tipo de cosas. Lo demás lo consideraba simplemente parte del ritual. No le llamaba la atención el partido, la cancha, ni los goles. Para él, a su edad, era solo un juego aburrido y demasiado largo. Interminable, solía decir. Cuando iba, se entretenía juntando papeles en la tribuna. En aquellas incursiones había aprendido que el único instante digno de prestar atención era aquel cuando los viejos que se ubicaban en la platea contigua y se ponían de pie. Ese era el tercer motivo. Los viejos. Si ellos decidían abandonar la comodidad de su butaca para levantarse, con todo lo que eso significaba para dos tipos de cerca de ochenta años, era porque algo notable sucedía. Podía ser una discusión, un fallo polémico o un final vibrante. No importaba qué pasara, el momento importante era siempre cuando aquellos viejos se ponían en pie. —¡Por fin se avivó el técnico, nene! —el viejo agitaba las dos manos en el aire y hablaba mirando a Fabio —sacó al patadura del 4 y lo puso al pibe de las inferiores que juega un fenómeno. Siempre le parecieron curiosos los comentarios que hacían esos dos, como sacados de otro mundo y otra época. Los miraba divertido en sus intentos de cantar al ritmo de la hinchada, aplaudir alguna jugada o agitar el pañuelo que, sin importar si era invierno o pleno verano, traían anudado al cuello. Aunque los viejos solían ser amables con Fabio, esta vez, y como prácticamente todo el estadio, parecían más apagados y protestones. Le pareció escuchar algo sobre el descenso un par de partidos atrás y lo confirmó aquella mañana en la sede. Para evitar lo que a esta altura parecía inevitable, su papá le dijo que el equipo tenía que ganar en la última fecha. Hoy.

30


—¡Foul! —gritó Armando— ¡Al fin cobró una para nosotros! Fabio no le prestó demasiada atención, dedicó una mirada a los tres viejos y continuó su laboriosa tarea de juntar los papeles del piso. Minuto 43 de la etapa final. El capitán toma la pelota con las manos dispuesto a cobrar la falta. Hace una seña con la mano. Observa al árbitro y ejecuta el tiro libre. Fernández, el recién ingresado, detiene la pelota con el revés del pie y deja desairado a su marcador. Amaga en salir hacia la izquierda, pero engancha a la derecha, sacándose de encima otra marca. Corre con pelota dominada, paralelo a la línea de cal. Uno, dos, tres metros sin detenerse. Se frena. Levanta la cabeza. Ve al nueve picar de izquierda a derecha, entrando al área. Duda. Finalmente se decide y envía el centro. Largo, bombeado. El esférico surca el cielo de la tarde. Los rayos de sol reflejados en el cuero rasgado convierten al balón en un disco de fuego que va cayendo pesado sobre el área, como una bomba a punto de estallar. En su vuelo errático y eterno, la pelota sobra al último defensor que llega tarde a cerrar. Fabio se percata del súbito silencio del estadio. Se siente abrumado por la repentina ausencia de sonidos. No hay murmullos, insultos ni cánticos. Un aire de tensión expectante envuelve a todos los presentes. Aire de secreto, de presentimiento y de espera. Mira de reojo la platea. Presiente algo. Busca con la mirada... y entonces lo ve. Su cerebro infantil demora un segundo en procesar lo que sucede. Abre las manos. Cientos de papeles laboriosamente recolectados caen desordenados al suelo y Fabio corre, corre y ríe y sueña, y sigue corriendo con los brazos abiertos a encontrarse con su padre. En su camino, ve cómo ellos se aferran del parante intentando pararse. En cada rincón del estadio comienza a nacer un murmullo que inunda el ambiente. Llega hasta donde está Armando y pega un salto buscando el abrazo. Su padre lo recibe con los brazos abiertos y el grito incontenible escapando de sus entrañas. Imparable, explosivo, atronador. Fabio mira hacia la platea y sonríe… los viejos se habían puesto de pie.

31


Sobre el autor:

Amaury R. Ledesma (Lagos de Moreno, Jalisco, 16 de agosto de 1991). Narrador y poeta. Arquitecto de profesión. Cofundador, editor y diseñador de la revista literaria digital Perro Negro de la Calle. Su obra narrativa se centra en relatos sobre lo fantástico, lo sobrenatural e ironía. Enfoca su obra poética (rima o prosa) en indagar en los recovecos de lo mundano desde el punto de vista pesimista. Ha publicado obras en distintas revistas literarias: El noveno arcano, (Revista La Marraqueta, Santiago de Chile, 2019), Lo que pasó en el sótano (Seminario digital de poesía, horror, fantasía y ciencia ficción, Monterrey, Nuevo León, 2019), El puente del recuerdo (Revista franco americana Resonancias, Francia, 2020), El cometa verde (Revista de ciencia ficción y fantasía Teoría Omicrón, Quito, Ecuador, 2020), Seleccionado dentro de la antología Los múltiples rostros de la muerte, con su relato: Para que no estuviera solo (Editorial Aeternum, Perú, 2020), Cenizas secretas (Revista Letralia: Tierra de letras, Cagua, Venezuela, 2020), La mofa de la vida (Revista de creación literaria y humanidades Gibralfaro, Universidad de Málaga, España, 2020), Aráchne (Revista Papalotzi, Editorial Papalotzi, México, 2021), entre otras.

32


S

i me golpeas, te golpeo. Soy el que pone la otra mejilla solo por engaño, en eso, hago caso a Lavey. Le escribo a la vida, y te escribo a ti. Y si ustedes me agreden, yo emergeré furioso, rabioso, oso y osado, aunque sepa que más pesares vienen, y vendrán. Soy estoico por naturaleza, pero pesimista por razonamiento. No me queda de otra, son las máximas de vida. Y vivir es sufrir, aunque a veces haya goces. Aprendí —y literalmente— que el sabor de la existencia es amargo, muy amargo —aún tengo ese sabor—, pero suelen haber algunos tragos dulces, pocos más que dulces. Hago trampa en esta vida, pues continúo aun sabiendo cómo es. Vivir también es perder; se te da y se te quita. He visto ironías que son dignas de la ficción, lo cual hace que cuestione esta realidad. También he visto panoramas que se merecen mi desprecio, y aquí sigo. Sigo. Sí. Pongo en duda mi estoicismo… En algún punto debe de estar su cúspide, su límite, su hasta aquí, su ya no se puede, pero tendré que vivir para encontrarlo. Esa es mi venganza.

33


Sobre el autor: Braulio Rojas Oros (Lagos de Moreno, Jalisco, México, 1999). Paisano de Cabral, ni de aquí ni de allá, joven escritor de libreta y lápiz, estudiante de ingeniería impulsado siempre por un ímpetu de conocimiento, con 20 inviernos transcurridos, pero pocos de ellos vividos realmente, han sido escritor en un par de ocasiones de esta misma revista, expidiendo relatos, poesías.

34


T

e encontré pero en mal momento. En el más largo de tus desvelos y el más pesado de tus silencios. Llegué en un mal momento. Pero yo por ti espero, sé que valdrá la pena si me quedo, porque aquello que veo nadie más lo ve. Eres aquella joya enterrada en el área, esperando a que alguien la vea, te levanten y te limpien las gotas de mar y contigo adornen su pecho. S que llegué en mal momento, justo cuando te rompieron. Te quedaste vacía por algo que querías. Quisiera verte llena de vida, florecer como jardín en primavera, ver tus logros crecer, verte reverdecer. Sentir tu respirar junto al mío, descansar en el caudal de tu río sereno, tranquilo, libre. Seamos la idea que García Márquez nunca tuvo, que Benedetti quiera escribir de nosotros. Verte de frente con los corazones sincronizados, si sentir tu respirar chocar en mi cuello recostada en mi pecho, dándote la paz que buscas. Que seamos guarida y confesionario. Que vivas siendo tú, sin quitarte tu luz. Componerte melodías, jamás quitarte la sonrisa. Sé que, si espero, si me quedo, me aferro, pero se bien lo que quiero: el verte de nuevo y salirnos de este infierno.

35


Que un día juntos esperemos que el mar nos acaricie sentados a sus faldas, embriagados viendo cómo el sol sale y se esconde de vuelta. Probar tu piel canela, perderme en tus caderas, morir en esos labios tuyos que me aceleran el pulso. Que nos falte el aire. Que el calor asfixie. Sentir tu piel. Tu calor. Acostumbrarme a tus defectos, la forma de tus labios secos, tu poca memoria, tu imprudencia de interrumpir. Ese orgullo que te cargas. Esos defectos tuyos. No te esperaré por siempre. Dejaré de espérarte el día que muera, que muera mi deseo. Cuando la sed por tus labios se sacie y mis ganas de tu piel se termine.

36


37


P

ero eso cambiará hoy, se abrirán las puertas y todos esos seres estarán juntos de nuevo, y como premio me volveré uno de ellos, mi amo me ha explicado cómo fueron tratados por la facción buena y créeme, de buenos no tienen nada. Entonces, corazón, ¿en dónde está ese objeto que te mantenía oculto? No tengo mucha paciencia, y de verdad, no quieres que la pierda. —Vete mucho a la mierda, zorra estúpida. —A la fuerza será —y su cara perdió toda esa dulzura con la que se había mantenido hasta ese momento. En uno de sus brazos los tatuajes comenzaron a brillar de manera pulsante, daban la impresión de que estuvieran hechos con fuego, de repente, uno de ellos se desprendió y flotó como si de una delicada pluma se tratara, hasta aterrizar en su hombro herido, y comenzó a arder, ardía tanto como si de un metal al rojo vivo se tratara, y después vinieron más. Intentó conservar su temple, pero la agonía parecía infinita, estaba seguro de que los gritos debían escucharse muy a lo lejos, y se comenzó a marear, pero la joven le susurraba cosas inteligibles al oído mientras esas figuras seguían atacando, uno tras otro hasta que por fin se desmayó. Al despertar se sentía fatal, pero sentía un gran alivio tremendo en su hombro dañado, al mirar notó que lo tenía vendado, y la culpa lo comenzó a engullir. Estaba seguro de que en algún momento la joven lo habían quebrado, había soltado la sopa, y una escena difusa de ella mientras lo abrazaba arañaba sus recuerdos y después nada. No tenía manera de saber cuánto tiempo llevaba ahí, pero ahora era su amigo quien le preocupaba. Después de lo que parecieron horas, a la habitación ingresó el joven que se había escapado del hospital, se veía pálido y enfermo, y sin mediar palabra separó las cadenas de la pared, y lo comenzó a empujar fuera de la habitación. En más de una ocasión, Ortega intentó entablar comunicación con el joven, pero no respondía, simplemente lo volvía a empujar entre los pasajes de piedra dentro de lo que parecía un laberinto, subían y bajaban escaleras, estaba seguro de que eso solo fue para que no se diera cuenta de la ruta, hasta que al fin vio una tenue luz afuera y descubrió que era de noche. Se encontraban encima de lo que parecía ser una pirámide, pero no era ninguna que él reconocía, ni tampoco el paisaje, y dentro de un círculo pintado con lo que parecía ser sangre, se encontraba la joven con un brazalete de oro en su mano, y en su pecho, su medallón. —¿Te gusta? No crees que se ve mejor en mí. —¿Qué pasó con mi compañero? —Su sacrificio fue necesario, pero siempre formará parte de la lista de mártires que ayudaron a terminar con esta innecesaria e injusta guerra. —Maldita perra, me las cobraré todas juntas en cuanto me quite estas cadenas. —Acerca de eso —hizo una maniobra con las manos y las cadenas se abrieron, cayeron al suelo—. En realidad, te necesito, bueno te necesitamos. La sangre del círculo en el piso comenzó a brillar, era una macabra visión, se quitó el medallón y se lo lanzó a Ortega. —¿Por qué me lo entregas? No era lo que necesitabas. — Sí, pero por odioso que sea admitirlo, esa baratija no funciona conmigo, solo funciona con una línea de sangre, con la tuya. —¿Qué tengo yo que ver con todo esto? —La sangre de quien creó el cerrojo corre por tus venas, y esa baratija es la llave, pero solo funciona contigo. Por lo tanto, es hora de que conozcas a mi amo.

38


Los ojos de la joven se encendieron como si fueran soles, lo iluminaban todo, pero después de un par de segundos se fue atenuando poco a poco, cuando pudo enfocar la vista de nuevo, un hombre de la misma edad que el Arquitecto estaba detrás de ella con las manos apoyadas sobre sus hombros. Pero donde las facciones del Arquitecto reflejaban confianza y sabiduría, en las de este hombre reflejaban dureza y odio. Salió de detrás de ella y comenzó a hablar con una voz fuerte y serena: —Muchacho, quién diría que la sangre de él correría entre las venas de los humanos, todos hicimos grandes sacrificios en la batalla de la ruptura de Atlas, y el maldito bastardo se guardó el secreto para no sacrificar nada de él para sí mismo. Siempre tan críptico, siempre tan cerrado, siempre viéndolo todo, y aun así tan cobarde. Permíteme presentarme, soy Croatoan, y tú abrirás la puerta por nosotros, te guste o no. Ortega meditó sus posibilidades, no sabía dónde se encontraba, no estaba seguro de lo que eran capaces de hacer, y estaba desarmado y débil. La situación no estaba para nada de su lado, por el momento parecía mejor seguirles el juego, y sacar información —No haré nada por ti, no entiendo de qué tanto parlotean todos ustedes. Guerra, facciones, seres, no tengo la más mínima idea, pero sé que me necesitan, vivo, así que primero que nada quisiera saber de qué va todo esto. —Valiente y tonto, los componentes básicos de aquellos entre ustedes que se hacen llamar héroes, eso les da un sabor muy peculiar. Sabías que son los que más fácil mueren. Caminó hasta él y lo empujó al centro del círculo, sacó una daga de su atuendo, mientras tanto Ortega intentó zafarse, pero fue en vano, el Arquitecto era demasiado fuerte, tomó su mano y limpiamente le hizo un corte en su palma, enseguida la sangre comenzó a manar copiosamente, y en el momento de tocar el suelo, la luz rojiza del círculo se tornó dorada. —Y ahora, comencemos.

39


Sobre la autora:

Krizia Fabiola Tovar Hernández nació en el Estado de México, en 1996. Algunos de sus escritos aparecieron en las revistas Reflexiones Alternas, Poetómanos, Prosa Nostra mx, Revista Enpoli, Teresa MAGAZINE, Revista literaria Pluma, Revista hispanoamericana de literatura, Revista literaria Monolito, Más literatura, Clan Kutral, Vertedero cultural, Circulo literario de mujeres, Perro Negro de la Calle, El morador del umbral, La página escrita, La Liebre de fuego, y El templo de las mil puertas, entre otras. Estudió la licenciatura en Ciencias Humanas en el Centro Universitario de Integración Humanística.

40


N

ostalgia de fugaces paraísos, dulce sueño que agoniza con la caída de la mañana junto al rocío y el primer resplandor, desde el jardín de mis memorias escucho tus pasos, mas siempre has vivido en las cuevas de mis deseos. ¿Recuerdas mis diecisiete años? Rosa cubierta de espinas hasta sus pétalos, a mitad de campos de girasoles, para ellos fui extranjera, horrenda o hermosa, tú percibías mi perfume ignorando las espinas, todos me miraban y yo te miraba a ti. Quizá jamás pasea por los callejones de tu memoria, cierta tarde de lunes me enredaste en tus brazos como hiedra caprichosa de mi piel sin permitirme marchar, tu beso fue el vuelo de Ícaro, aún hoy volvería a perecer allí. Historia de intercambio de secretos, a la caza de segundos del reloj, lo mismo hago con tus resplandores. Ya no soy más la chica de diecisiete, un infinito después encuentro una hebra de oro arrastrando resonancias de aquel lunes, dulce resplandor intermitente de mi historia, permanente en la constelación de mi sombra. He vivido una catástrofe infinita aquel narcisista me encerró en vitrina de oro, tu compañía sin juicios ahuyenta su oscuro halo, posees mis espinas ensangrentadas sobre tu palma fría, única confidente de mi dolor fantasma que callo a los amigos, por otro segundo eres Atlas sosteniendo mi cosmos a punto de extinguirse junto a mí. ¡De mis cenizas resucito en esta maldito abadón! Nunca creo en accidentes hasta que apareces otra vez, entonces nace otro resplandor donde sólo somos tú y yo para ti es un paso más del día, para mí el resplandor que inicia una carrera hacia la guerra de mi vida. ¡Por ti pulverizaría este imperio de poemas! Escritos a nombre de un pintor, destruiría sus lienzos, cada uno de sus colores sobre mi corazón mancillado. Retorno hacia los campos como aquella rosa, ahora sin espinas,

41


con un carmesí intenso en sus pétalos, fuerte su tallo, quizá tu resplandor solamente durará un segundo y te alejarás, quizá mi anhelo es tener más de una vida dentro de aquel sol tuyo, ¡todos me están mirando otra vez y yo te estoy mirando a ti otra vez!

42


Sobre la autora:

Alejandra Cruz Castillejo nació en Michoacán, México, en 1983. Graduada como Lic. en Educación Primaria en la Escuela Normal Urbana “Profr. J. Jesús Romero Flores”. Ha colaborado en Antología Normalista, 2004, en antología Los otros motivos tomo 1, 2021. Actualmente ha publicado en las revistas Rigor Mortis, Perro Negro de la calle, Cantera, Posada Almayer, Komuya, así como en páginas de difusión cultural. Fundadora del Colectivo Cultural Voces de Michoacán.

43


¡A

quí estoy! Tan imperceptible como siempre, somos tantas enfermeras en este hospital, que es difícil aprenderse los nombres de las demás, conocemos a quienes están en nuestro turno, pero en especial a las que forman parte del área que nos corresponde. No es fácil esta profesión, las noches de desvelo son extenuantes, sin embargo, terminamos por acostumbrarnos, se puede decir que desarrollamos una adaptación al tiempo y al cansancio. Las compañeras de urgencias son las que más ajetreo llevan, tienen que hacer malabares para actuar con rapidez. He escuchado a las personas hablar sobre nuestro carácter, al parecer no tienen una buena concepción de nosotras, algunos dicen que las enfermeras somos bastante frías cuando atendemos a los pacientes, la verdad es que no es así, a nosotras se nos hace un nudo en la garganta cuando vemos morir a un niño o a alguien que lucha con dificultad por su vida, aun así, tenemos que mostrar fortaleza, no podemos quebrarnos, en todo caso cómo lograríamos ayudar si mostráramos debilidad. He recorrido los largos pasillos de este hospital, de punta a punta, están llenos de historias, en algunas hay quien sale triunfante de algún padecimiento, en otras, aunque el paciente se aferró a la vida, la muerte logró su cometido. He visto mujeres recién paridas rebosantes de alegría con su pequeñuelo en brazos, pero también se han dejado ver los rostros llenos de desconsuelo de aquellas que quedaron con los brazos vacíos. Niños con cáncer con sueños y anhelos por cumplir con una infinita inocencia, que aún a pesar de la situación consideran que existe belleza en la vida. Esposos cuidando de sus seres más amados, seres que imaginaron los acompañarían hasta la senectud, cuyo cuerpo se resiste a responder. También en estos pasillos he visto surgir el amor entre enfermeras, enfermeros, camilleros o doctores y doctoras, no hay una regla para que germine ese sentimiento infinito. Hay quien extiende el amor más allá de una sola persona y es capaz de canalizarlo hasta los pacientes, es ahí donde radica el verdadero sentido de nuestra profesión, en el inmenso amor al prójimo. Ser enfermera es más que hacer curaciones, preparar vendajes o ayudar al médico, es simple y sencillamente mantener la cabeza en situaciones extremas de trabajo, tener fortaleza, temple y precisión. Llevo tanto tiempo en este hospital, que ya he perdido la noción del tiempo. Recuerdo a una mujer primigesta, su rostro reflejaba miedo y dolor por las contracciones, era bastante joven, casi una niña, lo cual me conmovió, creo que me hizo recordar una parte importante de mi vida, así que decidí tomarla de la mano mientras durara la labor de parto, sus manos eran cálidas, al estrecharlas ella sintió que alguien comprendía la dificultad del momento, lo cual ayudó para que perdiera el miedo y obtuviera valor. El alumbramiento fue muy especial, puedo decir que mágico, la mujer recobró su sonrisa e irradiaba felicidad, es extraño, pero pude ver la luz que emanaba de su ser y la alegría con la que el pequeño llegaba a este mundo. En otra ocasión, muy contraria a la vida, me senté a un costado de la camilla de un hombre viudo muy longevo, en un principio no deseaba hablar conmigo, al ver mi insistencia, terminó por ceder. El sufrimiento a lo largo de su vida fue bastante, procreó a sus dos hijos, les procuró una profesión, cada uno formó una familia y después se alejaron, dejándolo en el olvido. Cuando enfermó, sus vecinos, piadosamente, lo trajeron al hospital, para él ya era muy tarde, el cáncer había invadido todo su cuerpo, solo era cuestión de tiempo. Él consideraba que la vida había sido injusta, lo dio todo a su familia y a cambio recibió nada. En un principio esa era una idea que le provocaba amargura e insatisfacción. Con el paso de los días fue cambiando esta noción, ahora decía que la vida tenía que ser vivida, es decir, su cuerpo vivió muchos años, pero disfrutó tan poco que ahora sabía que cada momento se

44


convertía en una experiencia más, aunque los segundos se le estuvieran agotando. En sus últimos días logró redactar cartas a sus hijos, donde les habló del gran amor que por ellos sentía. Puedo decir que nos hicimos amigos y al final le aprendí algo sustancial, la vida debe disfrutarse con sus altas y bajas, nunca es tarde para reinventarse. Una mañana cuando el sol irradiaba su luz lo tome de la mano, me miró y extrañamente me dijo: tú eres el ángel que ha bajado del cielo para emprender mi viaje, dicho esto emitió un último suspiro, dejando una mueca de felicidad, puedo decir que murió satisfecho con la vida. Hay tanto que contar, porque cada ser humano tiene una historia inédita, cada noche recorro los pasillos para revisar que todos estén bien, me quedo complacida al ver que todo va bien. Al terminar mi recorrido voy a la sala de descanso, ahí hay más compañeras reposando un poco, sin embargo, en camilla siempre hay alguien, como dije en un principio soy tan imperceptible que no se dan cuenta que aún después de la muerte existe la vocación al servicio.

45


Sobre el autor: Braulio Rojas Oros (Lagos de Moreno, Jalisco, México, 1999). Paisano de Cabral, ni de aquí ni de allá, joven escritor de libreta y lápiz, estudiante de ingeniería impulsado siempre por un ímpetu de conocimiento, con 20 inviernos transcurridos, pero pocos de ellos vividos realmente, han sido escritor en un par de ocasiones de esta misma revista, expidiendo relatos, poesías.

46


M

uchas veces siento que la sangre se me vuelve vino y este es el que me mantiene vivo. Otras donde me lleno de aire y me quedo vacío, algunas donde ni siquiera siento que existo, que apenas respiro; me mantengo a base de recuerdos de aquellos donde no pertenezco, aquellos que forman el pasado del que me embriago por falta del presente, sigo náufrago sintiendo cómo me apago dándome cuenta de que estoy donde no encajo. A veces siento que el tiempo se ve va de entre las manos queriendo detenerlo y así darme tiempo de tomar un atajo, de pensar, prevenirme de lo que va a pasar o incluso siquiera pienso en escapar dejando todo atrás, pero despierto dándome cuenta de que solo sueño. Me gusta animarme pensando que todo será pasajero y todo de pronto retomará su curso, pensar en la cara de la suerte viendo cómo me sonríe y en ocasiones lo hace trayendo de vez en cuando un pequeño milagro, pero este ya me sabe amargo y es que no lo disfruto por todo lo que cargo. En este punto ya no sé qué es lo que me sabe mejor; si la vida o unos tragos de tequila porque, aunque el tequila quema y raspa en la garganta, es la vida la que realmente es amarga o simplemente ya no me sabe a nada. Muchas veces ni yo me entiendo y es que me da miedo lo que siento porque el pecho lo siento seco como si nadie perteneciera a este pequeño hueco, pero al mismo tiempo es que ahí llevo cientos de recuerdos. Hoy me siento curado de aquel pasado pesado cual calvario, pero como cualquier enfermo, me quedé con secuelas y mantengo vivos viejos vicios que me dejaste desde el inicio, como dejar el café enfriar un poco antes del primer sorbo, dejar de odiar los otoños, empezar a escuchar a los otros. Me dejaste cicatrices en forma de canciones, recuerdos y sensaciones de las cuales algunas aún las recuerdo, otras se perdieron en mi piel, esas marcas dejaron de ser claras, ya no queda casi nada. Hoy solo quiero querer como aprendí, como desde niño lo vi, ser las cartas de mi padre, la sonrisa de mi madre cuando recibe flores, saber que sé querer. En este confesionario dejo muestra que ya he muerto, más de una vez sin esperar a la vejez, viviendo del momento olvidando el recuerdo dejando atrás todo los pasado, buscando vida sin desear otras.

47


Sobre el autor: Arón Ibarra nació en 1997 en Lima, Perú. Periodista, analista SEO, aprendiz de brujo y poeta. Ha publicado en dos números del fanzine La vhers literaria, también en la antología Pasos al Azar (2014).

48


R

ecito cuando llega la mañana, a pesar del sol y su alegría, a pesar de todo lo que está costando vida. Siento una época que está naciendo. El corazón está en todas las miradas. Nos mezclamos entre lluvias y lluvias de mascaradas. Pero hablamos como seres transparentes en el bosque de ojos. No importa si mañana somos pocos. A partir de ahora, guardamos un poco de sol entre las risas que se esconden en las sombras. A partir de ahora guardo yo mi última luz, entre mis alas de la oscuridad.

49


50


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.