Perro Negro de la Calle No.63 Diciembre 2021

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l último del año. He aquí la edición 63 del gran can de leyenda, que ha caminado por las caóticas calles del 2021. Un año que, si bien, fue un tanto más bondadoso que aquel infame 2020, tampoco podría decirse que fue el campo de flores que nos esperábamos después de los primeros 365 días de pandemia. No obstante, las letras jamás dejaron de escribirse; historias y poesías siguieron agregándose a esta magna antología de 63 números y cinco años de existencia. Todo es por ustedes, lectores, y también por aquellas mentes que crean mundos. A todos ustedes, les agradecemos sus creaciones, sus lecturas; su apoyo, su interés, su amor al arte. De parte de los fundadores de Perro Negro de la Calle, les deseamos felices fiestas; descanso y goce; y un excelente 2022. Los queremos siempre. Este perro digital les ladrará en el 2022.

Amaury R. Ledesma

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Sobre el autor: Alejandro Jacobsen nació en Florida, en la provincia de Buenos Aires, en la República Argentina, el 25 de febrero de 1973. Es periodista y escritor. Es autor del libro Tormenta/textos, editado en 2018 por La Porteña editorial. También es autor de El libro del otoño y de Piedra y cemento, ambos libros aún inéditos. Es cronista y redactor en medios de comunicación gráficos. Fue colaborador de la revista Omero poesía. Es productor y conductor de radio.

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iso diez. El balcón que da a la avenida. El ventanal que une el pequeño comedor del departamento con el balcón está abierto, dejando entrar el murmullo plateado de la noche en la ciudad. El pequeño comedor es una habitación modesta, con un recorte de alfombra en el medio. Sobre él, una mesa ratona de pino, teñida de colores pardos. Contra una de las paredes, está recostado un sillón con el tapizado raído, cubierto por una tela verdosa para disimular. Las paredes desnudas, de un color ya gastado le dan al ambiente una palidez ausente. Una banqueta de mimbre está sobre un rincón, junto a una lámpara de pie apagada. Completa el lugar una cómoda ancha, una herencia, con un entristecido portarretratos en la parte superior y con las puertas desvencijadas. El desorden habitual: un libro abierto sobre la mesa ratona, un vaso caído y una botella vacía en el piso, un abrigo sobre la banqueta y el cenicero gris sobre la cómoda, desbordado de colillas y cenizas. Una abertura ancha comunica el pequeño comedor con el pasillo que une todos los ambientes del departamento. En el diminuto espacio, solo hay lugar para un cuadro de Chagall, un lienzo desteñido y una lámpara amarillenta que cuelga quieta desde el cielorraso, frente a la puerta del baño. La puerta color madera está cerrada. En el baño está el hombre con las manos sobre el lavatorio, frente al espejo, con la cabeza agachada, pegando el mentón contra el pecho. Suspira. Todo el vacío de su historia va en ese suspiro. La luz blanca, rebotando contra las paredes también blancas, lo aturde. Se acaba de mojar la cara, se ven algunas gotas chorreando sobre sus mejillas y el pelo salpicado. Tal vez esté buscando en el espejo el gesto que lo salve, que lo libere de la espera. El piso de baldosas enfría sus pies descalzos. Tiene el torso desnudo. Cuelga de su cuello un cordón con una medalla plateada. La medalla tiene unas entristecidas iniciales grabadas que él ve ahora invertidas y reflejadas en el espejo. Un silencio en caída recorre el departamento. La espera, el vacío y la niebla violácea que lo envuelve lo ahogan. El hombre abre la puerta del baño. Antes de salir apaga la luz. En el pasillo, no le presta atención ni al lienzo ni al cuadro, sale casi esquivando la luz que cuelga del cielorraso y sus pasos lo van metiendo en el pequeño comedor. Pasa sin gestos de un ambiente a otro. Camina lento, con pisadas ajenas. Pasa entre la mesa ratona y el sillón cubierto con la tela verdosa que disimula sus roturas. Llega hasta el ventanal. Deja atrás el portarretratos, el libro, el vaso, el cenicero y la botella. Cruza el ventanal. Avanza sobre el balcón y se trepa a la baranda. Salta.

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Sobre la autora: Fátima Chong Santiago. Nacida en Chihuahua, México en 1977, ha publicado en varias revistas digitales e impresas como Teresa Magazine, Revista Tlacuache, Revista Signos, le agrada escribir terror y poesía.

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llegó a la casa de su infancia, cargaba en sus manos el dinero robado a la tiendita de abarrotes, luego de haber asesinado al tendero, la persecución contra su persona ha iniciado; su madre percibe los gritos amenazadores de los vecinos que se confabulan a una sangrienta tarea, lo buscan por las calles. Solos en casa, pero ambos saben que vendrán por él para amagarlo. La pobreza y la ignorancia resultaron preámbulos para la vida delictiva del chico, él, convencido, se justifica. Ella ha presenciado cómo por menos, ahí en ese barrio donde anidan sus carencias, han linchado a otros sin compasión aun siendo inocentes, entonces, ¿qué le puede deparar el destino a su hijo sí es culpable? Ella se dirige a él con mirada turbia, pese a todo, ¡es su descendencia! Violencia, mala educación o las equivocadas decisiones del joven generan esa horrible situación. ¿Prefirió el dinero fácil? Lo observa desesperado deambulando de un lado a otro de la pobre salita y rompiendo sus escasas tazas, es un hecho que entre sus ególatras planes está compartir nada de su rapiña con ella. Lo único que la mujer obtendrá será el dolor de verlo morir a golpes, atado en un poste cual antorcha humana, ya que algunos de los habitantes de esa periferia también abusan y disfrutan de esos actos, justicia y morbo a la par dicen. Ella se asoma a la ventana y se aproximan los mismos hombres y mujeres que admiten su ley de esa manera, ¿tendrán o no razón? ¡La mujer ya no quiere vivir, no así! Observa cautelosa la calibre 38 junto a lo arrebatado, con dificultad la levanta, se escucha un disparo absoluto y certero que revienta viseras. El chico arrepentido pregunta el por qué lo hizo, ella alcanza a responder casi sin aliento: «¡Ya no resisto una existencia llena de temor!». Él cae de bruces muerto, ¿por fin la paz?

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Sobre el autor: Francois Villanueva Paravicino. Escritor peruano (1989). Egresado de la Maestría en Escritura Creativa por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Estudió Literatura en la UNMSM. Ha publicado Cuentos del Vraem (2017), El cautivo de blanco (2018), Los bajos mundos (2018), Cementerio prohibido (2019) y Azares dirigidos (2020). Textos suyos aparecen en diversas páginas virtuales, antologías, revistas, diarios, plaquetas y/o; de su propio país como de países extranjeros. Ganador del Concurso de Relato y Poesía Para Autopublicar (2020) de Colombia. Ganador del I Concurso de Cuento del Grupo Editorial Caja Negra (2019). Finalista del I Concurso Iberoamericano de Relatos BBVACasa de América Los jóvenes cuentan (2007) de España. También, ha sido distinguido en otros certámenes literarios.

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Como un déjà vu, viví a tu lado un par y varias veces con la fuerza de una locomotora que cruza el desierto de ardiente azul, al pie de un océano de universos ignívomos, que encendían la llama de la flecha y estocaban el dulce pecho que resistía a tu fuego, calcinando la hoja y la pluma gris, que pintaba los bellos tonos de tu mirada, tu sonrisa y tu voz, como la obra más importante de las ninfas, que los hombres admiran con devoción ardiente del vidente con sus visiones del pasado, futuro o presente, advirtiéndolo en la verdad de los sueños y de las sombras límpidas.

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Sobre la autora: Irma Lozano Ramírez. Arandas, Jalisco, México. 1973. Ha publicado: en el periódico NotiArandas dos poemas, en el Caballo Negro dos sonetos periódicos locales de Arandas, Jalisco en la página virtual café de letras con algunos haiku e ilustraciones. Ganadora del segundo lugar de los Juegos Florales 2017, Encarnación de Díaz, Jalisco. Con el poemario El umbral Del fénix. Actualmente participando en dos antologías: 1: Los Cuentos de la Campana, libro que se está editando por la fundación del pensamiento editorial de Arandas, Jalisco. Participando con el cuento El sonido de la oscuridad. 2: Mujeres Poetas de los Altos de Jalisco; libro que ya fue publicado por el ayuntamiento de Guadalajara, Jalisco, viendo la luz el 4 de marzo del año en curso participo con dos haikus, otro haiku se tomó como portada para la revista virtual el colibrí https://www.facebook.com/Collhibrirevista/ . Acreedora a un reconocimiento en el II encuentro de poesía haiku llamado Una gota de agua, el cual se llevó a cabo en Zapotlanejo, Jalisco, realizado por la fundación TAU y casa de la cultura Zapotlanejo. Participó en la revista virtual Engarce con poemas y haiku en la edición enero 2021 VI año N° .4, en la revista virtual Perro Negro de la Calle, desde el 2020.

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n los tiempos de la revolución cristera, sucedieron muchas cosas horribles, asesinatos sin sentido, sangre de inocentes derramada, por todas partes, familias destruidas, niños huérfanos y viudas abandonadas, fue un tiempo violento que a nadie le gusta recordar, los cristeros eran perseguidos por el gobierno. La tropa del capitán Eulogio Servín, fue enviada en una ocasión al camino real que lleva a Betania. Por lo regular mandaban dos o tres rastreadores por delante para investigar el territorio de posibles campamentos de cristeros y llegarles desprevenidos. Los cristeros se internaban en los montes, en las cuevas y en donde les pareciera más adecuado para un escondite. Siempre había rumores de cosas misteriosas que sucedían en los lugares donde acampaban, los que más sabían de esos acontecimientos sobre todo eran los arrieros, pues ellos eran los que más transitaban por esos caminos. También tenían que andar armados ya que constantemente eran asaltados por los cristeros disque por la causa. —¡Patrañas! —eso decía don José De León, uno de los arrieros más viejos y con más experiencia, vivía en un pueblito llamado Jesús María, en la zona de los altos de Jalisco, por esos lugares era la ruta cristera, muchos de los arrieros tenían órdenes de esconder lo que llevaran de valor, por si se cruzaban con los cristeros por el camino donde iban. Se desviaban y enterraban lo que llevaban en lugares fáciles de recordar, así cuando se los encontraban les decían que ya habían entregado y venían de regreso, así fue como muchos entierros de dinero, joyas y cosas valiosas quedaron en el olvido, porque a veces los mataban y ya nadie volvía para reclamar el botín. El hijo más joven de don José De León tenía 18 años, era un excelente rastreador y un tirador muy acertado, nunca herraba, don José lo había enseñado muy bien; llevaba un aproximado de diez viajes, todos exitosos. En una ocasión le fue encomendado un viaje por Don José para llevar un fajo de centenarios escondidos bajo su camisola de manta, no se notaba nada a simple vista, el joven se fajó bien, se puso su jorongo, se amarró su machete, se cruzó el rifle a la espalda y montó su mula, ese día salió muy temprano antes de irse. Don José le dio la bendición y le dijo: —Ponte abusado, se de buena fuente que los soldados andan cerca —Gumaro asintió con la cabeza y se fue. Una noche antes, no lejos del rancho de los León sucedió algo terrible, como a una hora de camino, por el monte había un atajo para llegar al camino real, a la orilla del camino había un viejo árbol muy grande era un punto de referencia para saber que iban por el camino correcto. Sucedió que emboscaron al capitán Eulogio Servín junto con dos de sus rastreadores, a los que torturaron y arrastraron por el camino con sus mismos caballos, hasta que quedaron casi destrozados e irreconocibles, al capitán también lo torturaron arrancándole las uñas de los pies y de las manos mientras silbaban una canción, lo tenían amordazado para que no se escucharan sus gritos y después de la terrible tortura lo colgaron del viejo árbol y huyeron de ahí. Cuando el joven Gumaro iba por el monte en su mula a paso tranquilo, como a medio camino le salió un hombre, la mula se inquietó tanto que casi tiró al joven, pero este logró calmarla, aquel hombre le pregunto a Gumaro: —¿Faltará mucho para llegar al camino real? Porque llevo mucho tiempo caminando y no lo puedo encontrar. A Gumaro le pareció extraño que aquel hombre no trajera ni botas ni huaraches (vio que tenía los pies muy lastimados), el joven sintió compasión, se bajó de la mula y le dijo:

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—Ya está cerca del camino, le ayudaré a llegar. Lo subió a la mula, esta seguía muy asustada como si no quisiera ni ver al hombre menos cargarlo en su lomo, pero con regaños de Gumaro la bestia tuvo que ceder a su amo, el hombre le dio las gracias al joven y le dijo que estaba muy cansado y tenía frío, Gumaro llevaba una cobija enrollada en la silla, la desamarró y cobijó a aquel hombre, y así emprendieron el viaje. Antes de llegar al camino el hombre le pidió al joven que se detuviera, que necesitaba ir al baño, después se ocultó tras unos arbustos, Gumaro inquieto lo llamó varias veces, pero nunca apareció, al ver que no volvía, el joven tomó la decisión de seguir su camino pues ya se había retrasado bastante, este suceso le pareció muy inusual. No le dio mayor importancia y retomó su viaje, cuando iba llegando al gran árbol del camino, se quedó paralizado, la mula no quería dar un paso más, se echaba para atrás, pues frente a ellos, se encontraba un macabro suceso. Del árbol colgaba un hombre, Gumaro sentía que su corazón saldría de su pecho sin freno alguno, pasaron por un lado del cadáver y al observarlo, para su sorpresa, se dio cuenta que era el hombre que acababa de conocer hacía un rato y había llevado en su mula. Estaba horrorizado, muy aturdido le dio chicotazos a su mula y salieron a toda prisa de ahí, Gumaro sentía que los bellos de su espalda y cuello se erizaban, un escalofrío horrible recorría todo su cuerpo, así que decidió seguir con su cometido. En cuanto entregó el paquete se enteró de los terribles asesinatos y supo que el hombre que había ayudado en el camino era el capitán Eulogio Servín, cuando Gumaro regresó, tomó otro camino y llegando a su casa contó lo ocurrido, pero el susto había dejado consecuencias, su bilis se había derramado y rápidamente se deterioró terminando en tragedia. Cuando sepultaron a Gumaro, Don José y sus hijos fueron al árbol donde todo había ocurrido, pero poco antes de llegar, los caballos comenzaron a retroceder, así que Don José comprendió que ya no podrían utilizar esa ruta. Hasta el día de hoy, se le conoce como el árbol del capitán. Contaban, tiempo después, que a los que pasaban por ahí se les aparecía el capitán pidiendo que lo llevaran al camino y al llegar al árbol simplemente desaparecía mientras se escuchaba que silbaban una canción y el silbido se desvanecía con el sonido del viento.

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Sobre la autora: Fátima Chong Santiago. Nacida en Chihuahua, México en 1977, ha publicado en varias revistas digitales e impresas como Teresa Magazine, Revista Tlacuache, Revista Signos, le agrada escribir terror y poesía.

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pacíguate, Sinremedios!», le gritaba Ferm para acrecentar la frustración ajena; mientras Remedios encendía conteniendo su coraje el otro anafre que le irritaba garganta y ojos, deslucía cansada por los injustos tratos recibidos desde siempre; pues le tocó cuidar de sus seis hermanos, limpiar caras, sacudir narices y quitar piojos, sin recibir mucha gratitud a cambio, además le correspondió atender de su malacariento abuelo en la agonía, dejando de lado la repulsión que le causaba mudarlo de ropa cuando se orinaba, ¡no le guardaba tanto cariño como para eso! Luego de que él nunca la defendió de nadita, y hoy Ferm la fastidiaba con sus exigencias, por eso Sinremedios molía con bríos los ingredientes faltantes para la cena, y para sí faltaban el amor y la consideración en grandes porciones, así machacaba aquello que le arruinaba la existencia. Le enfadaba que Ferm tomara con premura los alimentos sin pensar en los otros, en ella, en su calamidad repartía a diario su tiempo entre todos, para ella no le restaba ningún segundo, ya que el tiempo para cumplir con innumerables tareas le era exiguo y para alcanzar sus propios anhelos, nulo. Suspiró y obtuvo sin ayuda la gallina del agua hirviente para desplumarla y contar con cada arrancada sus instantes interminables de paciencia, pero algo de líquido le salpicó en el rostro y la estorbosa «compañía» lejos de ayudarla se burló acercándose a la olla en la cual una ocasión metió la mano de Sinremedios para castigarla por no hacer las cosas prontito, dejándole profundas quemaduras que tardaron años en sanar, nomás por ser vulnerable, esta vez se asomaba para rectificar que el agua estuviera tan caliente para reírse del nuevo dolor de la cocinera, entonces Sinremedios con el alma retorcida por los egoístas recuerdos, sostuvo la cabeza de Ferm hundiéndola en la olla respondiéndole: «¡Mira, está quemante! ¡Apacíguate tú ya!». Mientras los ojos y la lengua se le cocían, luego de consumar el acto, le sentó en un tronquito son la humanidad desvalida y llorando del ardor, ¡Por fin! ¡Ya no podría verla ni hablarle! Jamás le ordenaría otra cosa. Ahora, el tiempo ya sería de ella, luego de permanecer muerta en vida por los designios o costumbres familiares, podría continuar viviendo en paz, ¡Ah! Y si alguien le cuestionaba sobre lo sucedido, diría: «¡Apacígüense, fue un accidente!», para poder disgregar los ingredientes sobrantes de indiferencia y de esta manera coincidir sus acciones con su nombre, quitándole la preposición «Sin» que con tanto desprecio le antepuso Ferm a la pobre Remedios.

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Sobre la autora: Esmeralda García (Guadalajara, Jalisco. México. 1970). Estudió la licenciatura en Psicología y la maestría en Psicología Educativa en la Universidad de Guadalajara. En la actualidad es profesora en nivel secundaria. Poeta independiente, expresándome en verso libre, haiku y siglema. En proceso de autoconocimiento permanente; escribiendo sobre el amor, desamor, erotismo, causas sociales, poesía lésbica, feminista, etc. He publicado un poemario: Mujer Esteparia (2019) en Proyección Literaria. Antologías: Deleite: Vida y Placer (2013), Poéticas de los sures femeninos (2020), Versas y Diversas, Muestra de poesía lésbica mexicana contemporánea (2020), ¿La vida en rosa? (2020), Proyección Literaria. Travesías del confinamiento: Haiku y siglema (2020). Mujeres en campo minado (2020) Proyección Literaria. Ha participado en revistas digitales como: Perro Negro de la Calle (No. 46, 47, 50, 54, 55, 56, 57, 60) Almicidio, Poetómanos, La Coyolxauhqui, Especulativas, Unión “José Revueltas” Revista Independiente, Acuarela Humanística, Resonancias SoM, Revista Tlacuache, etc; diversas fanzines, así como en lecturas colectivas, festivales de poesía virtuales.

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u mirada se encuentra con la mía, proximidad que atrapa mi atención.

Mi boca se acerca a la tuya, y nuestros labios se sonríen, se saludan se rozan se besan se succionan y las lenguas se acarician, saludan lentamente al cuello, a tus senos, a tu vientre. Mi cuerpo se acopla a tu cuerpo, se ensamblan brazos y piernas emitiendo suspiros y gemidos entre el sudor y humedades. Brazos que son como ramas que protegen, alas que acarician, lazos que sujetan. Piernas que son raíces, que son caminos hacia fuentes inagotables. que esconden tesoros y a la vida misma. Se acomoda mi mano entre tus piernas en una caricia suave y penetrante, con la certeza de haber encontrado el más codiciado tesoro, donde el placer es placer, donde sé que soy: esencia presencia existencia. Es ahí donde mi lengua busca tu otra boca, tus otros labios, tu otra miel. Se ensambla mi sexo a tu sexo van y vienen nuestras piernas, me empapas, te empapo, me atrapas y me escabullo, me escondo, me derrumbo, y te busco y te encuentro, y me entrego solo a ti, y me abandono, y me abandonas.

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En tu sexo, nace la más fervorosa esperanza y mi razón para vivir...

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Sobre la autora: Anyel Olivar. Una sencilla escritora nacida en el 2003, que, huyendo de su tierra, permanece con la tinta y la hoja en blanco como único hogar y escapatoria.

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equeñas gotas de ríos se esparcen entre tus piernas, y revelan el orgasmo que te apresa. Dejando ver tu amor crecer en manantiales de placer. Cielo e infierno vueltos uno, convertido en un mismo gozo. Un océano oculto entre curvas, una boca pintada con un labial único, un beso entre labios destinados… Líquido que corre entre nuestros cuerpos unidos.

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Sobre la autora: Irma Lozano Ramírez. Arandas, Jalisco, México. 1973. Ha publicado: en el periódico NotiArandas dos poemas, en el Caballo Negro dos sonetos periódicos locales de Arandas, Jalisco en la página virtual café de letras con algunos haiku e ilustraciones. Ganadora del segundo lugar de los Juegos Florales 2017, Encarnación de Díaz, Jalisco. Con el poemario El umbral Del fénix. Actualmente participando en dos antologías: 1: Los Cuentos de la Campana, libro que se está editando por la fundación del pensamiento editorial de Arandas, Jalisco. Participando con el cuento El sonido de la oscuridad. 2: Mujeres Poetas de los Altos de Jalisco; libro que ya fue publicado por el ayuntamiento de Guadalajara, Jalisco, viendo la luz el 4 de marzo del año en curso participo con dos haikus, otro haiku se tomó como portada para la revista virtual el colibrí https://www.facebook.com/Collhibrirevista/ . Acreedora a un reconocimiento en el II encuentro de poesía haiku llamado Una gota de agua, el cual se llevó a cabo en Zapotlanejo, Jalisco, realizado por la fundación TAU y casa de la cultura Zapotlanejo. Participó en la revista virtual Engarce con poemas y haiku en la edición enero 2021 VI año N° .4, en la revista virtual Perro Negro de la Calle, desde el 2020.

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l perro duerme a la sombra del laurel bien enroscado. II

Canta el palomo ritual de apareamiento frente a la hembra. III Muy sigilosamente el pequeño gorrioncillo caza al gusano. IV Águila en vuelo para buscar comida a sus polluelos. V Al atardecer un cielo arrebolado aves anidan.

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Sobre la autora: Krizia Fabiola Tovar Hernández nació en el Estado de México, en 1996. Algunos de sus escritos aparecieron en las revistas Reflexiones Alternas, Poetómanos, Prosa Nostra mx, Revista Enpoli, Teresa MAGAZINE, Revista literaria Pluma, Revista hispanoamericana de literatura, Revista literaria Monolito, Más literatura, Clan Kutral, Vertedero cultural, Circulo literario de mujeres, Perro Negro de la Calle, El morador del umbral, La página escrita, La Liebre de fuego, y El templo de las mil puertas, entre otras. Estudió la licenciatura en Ciencias Humanas en el Centro Universitario de Integración Humanística.

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ú llevas la botella de vino y yo la filosofía, a esta hora desearía cubrir mi cuerpo con el tuyo, una sinfonía nietzscheana sería tocada en la lejanía, dulce música de noviembre cuando te pienso. Me quedaría cautiva en aquellas mónadas de instantes de tiempo benjaminiano cuando pasado y presente son un mismo mar chocando en la arena en tus ojos, al compás frenético de las caderas. ¡No, espera, aún no te marches! Tu tesis no convence a mis labios que preparan una antítesis para debatir, ¿hasta cuándo escribiremos la síntesis? Pues no terminas de convencerme, quiero besar tu lunar, tu ombligo, tu torso, más, bésame, bésame más, un poco más, ¡no, aún tus labios no convencen a los míos! Más, bésame, bésame más, un poco más… Le mostraríamos el verdadero Uno a Platón, seríamos las notas de Aristóteles para su nuevo arte de la pasión, y Kant estaría arrepentido de aguardar en el margen a observar la vida que se le escapa entre los instintos ignorados de su humanidad. Aunque ecos de Schopenhauer se claven en mi corazón para recordarme la fragilidad de mi cuarto de vida, asumiré las consecuencias fatales de nuestros encuentros, pues prefiero morir en tu espectro que jamás haber vivido dentro de tu Ser.

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Sobre el autor: Ernesto Rubio Sánchez, 1972, España. Espacios en los que ha publicado: Literatura 5.0, Fiction News, Pluma Literaria, Ibidem y Valencia Escribe

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o quería creer lo que se solía contar en la aldea sobre ese famoso aristócrata cuando decidí irme a servir a su castillo. Ramona, la comadre, había intentado disuadirme de ello proponiéndome hablar con el padre Cebrián para que pudiera desempeñar mis servicios en la casa parroquial, pero lo rechacé la oferta. ¿Qué podía tener de siniestro el conde Vlad Zomelak? ¿Su nombre ruso o polaco? La cuestión es que una buena mañana, llena de decisión, tomé el coche de línea que me dejó demasiado debajo de la montaña sobre la que se alzaba el castillo. Tuve que recorrer a pie un abrupto camino antes de llegar a un alto portalón de hierro. Después de llamar tres veces con la sonora y pesada aldaba, apareció el conde detrás de la puerta y por lo que pude comprobar en cuanto se me acercó para hablarme del salario y de las condiciones… …no era cierta tan contada leyenda. Esto de que esa gente tiene «sangre azul» es, en efecto, pura fábula. La tienen roja… como nos gusta a todos los vampiros. Lo descubrí tras haberle mordido en el cuello.

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Sobre la autora: Esmeralda García (Guadalajara, Jalisco. México. 1970). Estudió la licenciatura en Psicología y la maestría en Psicología Educativa en la Universidad de Guadalajara. En la actualidad es profesora en nivel secundaria. Poeta independiente, expresándome en verso libre, haiku y siglema. En proceso de autoconocimiento permanente; escribiendo sobre el amor, desamor, erotismo, causas sociales, poesía lésbica, feminista, etc. He publicado un poemario: Mujer Esteparia (2019) en Proyección Literaria. Antologías: Deleite: Vida y Placer (2013), Poéticas de los sures femeninos (2020), Versas y Diversas, Muestra de poesía lésbica mexicana contemporánea (2020), ¿La vida en rosa? (2020), Proyección Literaria. Travesías del confinamiento: Haiku y siglema (2020). Mujeres en campo minado (2020) Proyección Literaria. Ha participado en revistas digitales como: Perro Negro de la Calle (No. 46, 47, 50, 54, 55, 56, 57, 60) Almicidio, Poetómanos, La Coyolxauhqui, Especulativas, Unión “José Revueltas” Revista Independiente, Acuarela Humanística, Resonancias SoM, Revista Tlacuache, etc; diversas fanzines, así como en lecturas colectivas, festivales de poesía virtuales.

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mantes por una noche que se vuelve inolvidable. Somos tan transparentes que no percibimos.

Delinear tus labios con mis dedos. Qué comunicación se extingue y desaparece. Besas mi mentón lentamente. Sequía de palabras rutina que consume. No hay tiempo, solo éxtasis y la intensidad de tu mirada. Solo hay olvido, nada más que olvido Comencemos de nuevo, aquí y ahora. Algún poema cicatrizante, pero aún me dueles. Dime ¿Te espero o te olvido?

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Sobre la autora: Krizia Fabiola Tovar Hernández nació en el Estado de México, en 1996. Algunos de sus escritos aparecieron en las revistas Reflexiones Alternas, Poetómanos, Prosa Nostra mx, Revista Enpoli, Teresa MAGAZINE, Revista literaria Pluma, Revista hispanoamericana de literatura, Revista literaria Monolito, Más literatura, Clan Kutral, Vertedero cultural, Circulo literario de mujeres, Perro Negro de la Calle, El morador del umbral, La página escrita, La Liebre de fuego, y El templo de las mil puertas, entre otras. Estudió la licenciatura en Ciencias Humanas en el Centro Universitario de Integración Humanística.

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n este vuelo de Ícaro, imprudente y caprichoso, águila y cuervo deberán buscar a Apolo cuando sus razones domina Baco. En este juego de posesión, no me reconozco frente al espejo, eres tú mi reflejo, pieza de rompecabezas mío, rostro dionisiaco siempre sometido por mi máscara apolínea, prueba hoy mil libertades, en octubre contigo me entendí tan diosa y tan humana, ¿te quedaste con algo de mí en el espejo? Mi amado amigo, loca casualidad, en este juego de encuentros clandestinos, tu beso estalla en mi piel y en dulces espasmos me calcina cuando tengo mis manos en mi piel sin ti a través de una corriente de recuerdos lúbricos, tus ojos acarician de vez en vez mi ausencia, lo sé, miras fotografías de tu querida amiga y luego te vuelves humo, ¿cómo nuestras piernas se enredaron a este hilo invisible de Delfos? En este juego de posesiones a volar tan alto me enseñas sobre campos de mis rosas que creí en marzo muertas, me dejas ir para volver a ti, sobre el cielo escribiría tu nombre, usurpador de la libertad absoluta. Solía mi corazón egoísta en lejana vida someter todo bajo mi nombre, sin importarme los ojos de viejos amantes, por primera vez veo a los ojos, a tus ojos dentro de la furia de un río sexual, mi cuerpo que era amarillo hoy es azul, en este juego de posesión y poder soy tan mía, tú eres tuyo, a ratos nuestros, en este oasis de sombras y relojes de arcoíris, soy tuya, eres mío, entre mares negros de nuestras ausencias... ¿Recuerdas mis peligrosas confesiones vertiéndose como licor azul por tus oídos? Mis versos pretensiosos no buscan la conquista de tu ser mas necesito robarte para mi folklore que nos calcinará, esculpirá y llorará tras nuestra muerte.

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¿Recuerdas cuando era yo quien te dominaba justo al límite de la gravedad y el espacio? ¿Recuerdas mis ojos depredadores cuando por primera vez fuiste águila cazada por maquiavélico cuervo mientras volábamos? ¡Dime que recuerdas todo y nada olvidarás! Mi mano huye de la tuya y tú de aquel te quiero que estalló con golpe de estado de mí cual ciudadano rebelde, mas mi mano se acurrucó en el regazo de la tuya, entonces tú contraatacaste al ciudadano rebelde de mi pecho, este cielo tan nuestro es tan inmenso como la libertad que tengo ya por ti.

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Sobre el autor: Carlos Enrique Saldívar (Lima, Perú, 1982). Es director de las revistas virtuales El Muqui y Minúsculo al Cubo. Es administrador de la revista Babelicus. Publicó el relato El otro engendro (2012). Publicó los libros de cuentos Historias de ciencia ficción (2008, 2018), Horizontes de fantasía (2010) y El otro engendro y algunos cuentos oscuros (2019). Compiló las selecciones: Nido de cuervos: cuentos peruanos de terror y suspenso (2011), Ciencia Ficción Peruana 2 (2016), Tenebra: muestra de cuentos peruanos de terror (2017, 2018, 2021) y Muestra de literatura peruana (2018).

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e dijeron que no se casara con una ginoide. Roberto desoyó las recomendaciones y se desposó con Andrea, quien era dulce, atractiva e inteligente; el hombre se enamoró en cuanto la conoció. Ella trabajaba como mesera en una importante cadena de cafeterías: en el año 2066 los robots se desenvolvían en el mundo de forma independiente. Roberto la invitó a salir, la cortejó y le demostró que ella era lo más importante de su vida. Siendo una ginoide con consciencia, Andrea correspondió al amor de Roberto. Se casaron, sin necesidad de testigos, y alquilaron al día siguiente un departamento en el centro de la ciudad. La tragedia llegó esa misma noche. Quizá fue el exceso de felicidad, quién sabe; Andrea era un robot joven, tenía treinta y seis años, la misma edad de su consorte. De un momento a otro dejó de funcionar, se cayó de la cama, al suelo, averiada. Roberto se desesperó, pidió ayuda a sus amigos mecánicos, pero ninguno pudo dar con el problema. Recurrió a robots mecánicos, y ellos descubrieron la falla en los circuitos de Andrea. Por desgracia, no podían repararla. Se necesitaba cambiarle algunas piezas y ella era un modelo ya desfasado, no existían partes de recambio para ponerla operativa otra vez. No obstante, un robot mecánico logró salvar la consciencia virtual de Andrea y colocó esta en un pequeño computador, del tamaño de un dedo gordo de la mano. Ahora, cada noche, Roberto, platica con su esposa, se cuentan historias, se dicen cuánto se adoran, pasan gratos momentos, aunque la tristeza pronto los embarga. Él le dice que no se preocupe, que conseguirá un cuerpo nuevo para ella, pero ambos saben que eso será imposible. La tecnología siempre avanza hacia adelante. No existen ni nunca más existirán cuerpos artificiales que sean compatibles con la mente de Andrea.

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Sobre el autor: Amaury R. Ledesma (Lagos de Moreno, Jalisco, 16 de agosto de 1991). Narrador y poeta. Arquitecto de profesión. Cofundador, editor y diseñador de la revista literaria digital Perro Negro de la Calle. Su obra narrativa se centra en relatos sobre lo fantástico, lo sobrenatural e ironía. Enfoca su obra poética (rima o prosa) en indagar en los recovecos de lo mundano desde el punto de vista pesimista. Ha publicado obras en distintas revistas literarias: El noveno arcano, (Revista La Marraqueta, Santiago de Chile, 2019), Lo que pasó en el sótano (Seminario digital de poesía, horror, fantasía y ciencia ficción, Monterrey, Nuevo León, 2019), El puente del recuerdo (Revista franco americana Resonancias, Francia, 2020), El cometa verde (Revista de ciencia ficción y fantasía Teoría Omicrón, Quito, Ecuador, 2020), Seleccionado dentro de la antología Los múltiples rostros de la muerte, con su relato: Para que no estuviera solo (Editorial Aeternum, Perú, 2020), Cenizas secretas (Revista Letralia: Tierra de letras, Cagua, Venezuela, 2020), La mofa de la vida (Revista de creación literaria y humanidades Gibralfaro, Universidad de Málaga, España, 2020), Aráchne (Revista Papalotzi, Editorial Papalotzi, México, 2021), entre otras.

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A

hí está. Pretende, mediante esa hambre extraña, esa trampa de la naturaleza, que flaquee en la primera oportunidad. Que no cuestione mis instintos ni mis razones. Simplemente espera, dentro de mi pecho, ardiendo como llama enjaulada. A veces siento cómo explota en mis adentros; cómo coloca una cara que no es la verdadera, que no es el reflejo de mi ser. Es un camuflaje, y funciona bien. Y ahí está. Aguarda constante a que mis manos toquen; mi boca pruebe; mi nariz huela; y mis ojos vean. Y me aplasta su ímpetu. Me susurra siempre en los escondrijos de mi mente. Espera saltar y encajar garras, como león famélico. Y entonces no lo alimentan. No lo alimento. Y devora mi cordura. Me cobra caro el ignorarlo, el controlarlo; mis dedos se vuelven así su alimento, pero siempre está pendiente del aroma de los vientos; de las fotografías mentales. De seducciones y sensualidades. Quizás adicción. Quizás tormento. Quizás un dote. Sirve. Solo sirve si se pide; si lo ejerzo. Y aquí está. Me pide más y más. Aunque lo haya alimentado ayer. No cesa. No se aplaca. No me aplaco. Avanza; quiere; pide; saboreo; lamo mis labios; rápido late el corazón; fantaseo; anhelo; intuyo; planeo; recuerdo; pienso; no pienso. Deseo.

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Sobre el autor: Juan Rogelio (Ciudad de México, 4 de abril de 1994). Cuenta con una página en Facebook (https://m.facebook.com/Juan-Rogelio-108979084074895), donde comparte, entre otras cosas, algunas de sus obras. Ha publicado poesía en Legüera Cartonera; en Teresa Magazine; en Fanzine Parasitosis; Perro Negro de la Calle; La Letrina; Elipsis Revista; Los Demonios y los Días; Óclesis, Víctimas del Artificio; en la Red de Escritores y Escénicas Potosí; en Puerta Escarlata; en Revista Literaria Raíces; Maquina Combinatoria; y Palabra Infinita. Varias de ellas fueron recitadas, por el locutor André Michel, en Spotify, para la colección #AudiosDeConsumo, del grupo Existencias; y otra más por Gerardo María Giraldo Pérez, para la edición 22 del podcast El Buen Cruel. En narrativa, ha colaborado en Caracola Magazine; en Perro Negro de la Calle; en Fanzine Parasitosis; Comunidad Tus Relatos; delatripa; Pandemic Society; en la revista Unión José Revueltas; en El Narratorio; y en Cardenal Revista Literaria.

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M

uchos adultos le saludaban, afectuosamente, cuando salía al patio. Los niños que había en ese lugar se amontonaban para jugar con él. Todo el mundo allí le quería. El pequeño provocaba la ternura y la compasión de muchos mayores, quienes no podían evitar sentirse mal porque un niño tan lindo y encantador viviese en ese miserable lugar: les parecía inconcebible y poco justo. Era debido a esta compasión que en más de una ocasión varios le regalaron una moneda, acompañada de una sonrisa, llena de afectuosidad, comprensión y dulzura. Era todo menos un inútil: si alguna vecina acaso llegaba del mercado con su carrito lleno, acomedidamente iba y le ayudaba a llegar a su casa, para que no se cansara más. Si veía a algún vecino barriendo delante de su vivienda, iba a ayudarle, ya fuese pasándole el recogedor de lámina, sujetándole la escoba si se cansaba, o tan sólo alegrándole un poco el trabajo con su plática. Si veía a alguna mujer llenando una cubeta de agua, inmediatamente iba a su lado y le ofrecía ayudarle a llevarla a su casa, con gran dulzura. Igualmente ayudaba a sus pequeños amigos; por ejemplo, si al jugar se les llegaba a escapar una pelota con mucha velocidad, iba tras el juguete con rapidez y volvía igual, para que sus amigos no tuvieran que esperar, ni menos aún tuvieran que discutir sobre quién iría por él. Se convirtió en una especie de sirviente para los vecinos (aunque éstos nunca se referían a él así), quienes le mandaban diferentes cosas, como barrer, trapear, ir por tal o cual cosa, ya fuera a la tortillería, a la tienda o a la farmacia, llenar cubetas con agua, cargar la caja de la herramienta, ir a tirar la basura, llamar a gritos, y estando en la calle, a los del camión repartidor de gas o al nocturno señor que empujaba su carrito de tamales, entre otras muchas cosas. Siempre recibía una moneda por sus servicios, además de una sonrisa cordial por parte de aquellos quienes le pedían favores. A veces, lo invitaban a comer o a cenar, aun cuando sus anfitriones no estuviesen en la opulencia, ni mucho menos. Si lo hacían era, simplemente, porque querían pagarle, de otra manera, su bondad, su humanidad y, del mismo modo, para que el pequeño no se la viviese en soledad, pues casi todos los vecinos estaban al corriente de la clase de madre que tenía, que fue responsable de él solo poco tiempo, y que acabó por dejarle solo y a su suerte, cuando lo consideró lo bastante mayor como para salir adelante por sí mismo. Ningún vecino hablaba mal del pequeño, no se burlaban de él ni tampoco le tenían por un criado, sino sencillamente por un pequeño encantador, en todos los sentidos, muy útil y un filántropo ejemplar, pues muchos estaban seguros de que el niño bien podía hacer todo aquello sin necesidad de que le dieran una moneda como pago por su servicio. No había día que no se apareciera delante de la puerta de algún vecino y fuera a preguntarle, con su voz aguda, pero adorable, una sola cosa: —¿No va a querer un mandado? Y casi nunca le decían que no, pues era imposible resistirse al encanto de niño que era, y no importaba que realmente no quisiesen ningún mandado: se lo inventaban y ya, pero casi nunca rechazaban la ayuda del pequeño. Cuando acaso llegaban a hacerlo, siempre expresaban su pesar, pero a Gabino no le molestaba, y sencillamente les daba la gracias, para después marcharse a ver si el vecino de al lado sí quería que le ayudara. Había logrado conocer, extrañamente gracias al desamparo de su progenitora, a seres humanos verdaderamente bondadosos, que no le dejaron solo, y que le dieron, pese a ser su condición muy humilde, todo el apoyo que pudieron. Aprendió a no morirse de hambre y a no ser un inútil declarado. Gracias a que creció al lado de no una, sino de varias personas bondadosas, fue que se convirtió en una persona tan humana como esas que le tendieron la

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mano; su recuerdo hizo que, cuando fue un hombre mayor, no dijese jamás que no si algún pequeño se le acercaba, estando sentado fuera de su vivienda, en esa misma vecindad, que nunca dejó, y le decía eso que él dijo tantas veces, en el pasado, cuando niño: —¿No va a querer un mandado?

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Sobre la autora: Eiden Guerrero nació el 26 de febrero de 1996 en el estado de Hidalgo. Se graduó en Ciencias de la Comunicación por la UAEH (Universidad autónoma del Estado de Hidalgo). Finalista del III CERTAMEN DE RELATO CORTO “URRIKE” en modalidad castellano del año 2020, con el relato No estás realmente aquí. Beneficiaria de la beca Voces Flamantes 2021 por el Centro Transdiciplinario Poesía y Trayecto A.C. con los tutores Cynthia Franco, Karlos Atl y Canuto Roldán. Ha colaborado en distintas revistas literarias y comparte espacio con otras poetas en la página de Facebook de difusión literaria Polvo de luna – Poesía.

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I oñé que la casa se inundaba / desperté. Las lágrimas me empaparon, y luego al suelo.

S

II

El cenzontle canta ronco —Niña, niña divina ¿Acaso no te ves toda cochina? Ay, animal de mi carne, te despegas ¿qué me escupes que me descose? Me adelgaza la piel la HINCHA de a poquito y con en el estornudo vómito plumas de Chiconahuapan. Ay, pajarito de ayeres infinitos, picotéame el labio hasta que se asome el diente. III Soñé que moría en una casa inundada / desperté. Las lágrimas llegaban al techo. IV De tus maullidos, querido pajarito, recibo la reverberación reptada de quienes fuiste. Con suerte podría patearte, enviarte de nuevo al cielo para que te regresen con un ticket directo al subsuelo. Ámbar mate, me observa, desde dos botones apagados, percibo el azote de tu lengua con la caricia rígida del viento. De tus cuatrocientas voces, por siempre amigo, me abrigo con una —Niña, niña divina ¿Acaso no te ves toda cochina? V Desperté / por poco me ahogaba. Tenía el puño atorado en la garganta. VI Ojalá pudiera llevarme la cara pa’ dentro. Pasearme con un muñón facial que sonría y berreé sin apachurrarse. Tendría una casita de madera, quizá, un hueco astillado que le sirva a mi amigo. Se proteja de la esfinge allá por el dintel ornado, los rayos centelleantes del otro mundo y llame con su negra trompita a su familia. —¡Aquí, por aquí! Pero cuidado, bien adentro está cochino —diría hablando en francés. Forrada de carmesí, el relleno se me calca y brota con celo —Ay que cosas dices, pajarito, basta que me avergüenzo. VII A veces ya no sé, otras sí. Cuándo fue que hizo nido en mi nuca. De estar tan cochina, tener un manager que a todos se los diga; tallo y tallo con el zacate pelo y pelo hasta los huesos limpio y limpio con las púas en la lengua gata esterilizada no haces más que comer sus cantos que te empuercan por dentro.

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VIII Desperté Soñé con un metido en la jeta ¿O era yo trinando mustios delirios? Desperté/tomé un baño Me sentía sucia/tomé otro Tomé otro/me ahogué tratando de recordar que hacía en la tina.

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Sobre los autores: Benjamín Román Abram (Lima, Perú, 1970). Es director de la revista virtual El Muqui. Sus cuentos y reseñas se han publicado en diarios, antologías y revistas nacionales e internacionales como El Comercio, Correo (Huancayo), Heterocósmica, Fabulador, Umbral, Buensalvaje, Cosmocápsula, miNatura, Agujero Negro, Plesiosaurio, Zona libre, etc. Es autor de los libros de relatos En Envase Pequeño y Bioficciones. También cultiva la poesía y la ha publicado en diversos medios. Carlos Enrique Saldívar (Lima, Perú, 1982). Es director de las revistas virtuales El Muqui y Minúsculo al Cubo. Es administrador de la revista Babelicus. Publicó el relato El otro engendro (2012). Publicó los libros de cuentos Historias de ciencia ficción (2008, 2018), Horizontes de fantasía (2010) y El otro engendro y algunos cuentos oscuros (2019). Compiló las selecciones: Nido de cuervos: cuentos peruanos de terror y suspenso (2011), Ciencia Ficción Peruana 2 (2016), Tenebra: muestra de cuentos peruanos de terror (2017, 2018, 2021) y Muestra de literatura peruana (2018).

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L

a escritora se estaba sintiendo sola desde hacía tiempo. Considerando factores, decidió que era momento de casarse, así que, usando su mejor lápiz, creó al galán perfecto y una ceremonia de matrimonio de ensueño, narrada con las más apropiadas figuras retóricas; la luna de miel tampoco se quedó atrás. Lástima que en la página diez del manuscrito ya había desaparecido el amor romántico y empezado los típicos problemas de pareja; en la página veinte no habían solucionado las crisis, con el agregado severo que él le había sido infiel; en la página treinta recibió un golpe en su dulce rostro; en la final amenazó con echarla de la casa de ambos. Pensó en borrarlo de un plumazo, tal vez con un atropello truculento en la pista de enfrente, pero decidió que era mejor entregarlo a una secta de mujeres, una que no se andaba con rodeos cuando se trataba de torturar a los ingratos y darles un final inenarrable. Tal vez, si el editor se lo pidiera, lo resucitaría para darle una muerte menos trucada, pero no negociaría con los tormentos previos.

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Sobre el autor: Julio César Aguilar (Ciudad Guzmán, Jalisco, México, 1970). Poeta, ensayista y traductor de inglés. Cursó la carrera de Medicina en la Universidad de Guadalajara, una maestría en Artes en Español en la Universidad de Texas en San Antonio y un doctorado en Estudios Hispánicos en la Universidad de Texas A&M, de la cual obtuvo una beca postdoctoral. Actualmente es profesor en Baylor University. Su obra se ha traducido a varios idiomas y ha sido publicada en diversos países, tales como Bolivia, Canadá, España, Estados Unidos, Irán y Perú. En 2017 recibió la Presea al Mérito Ciudadano por el Gobierno de Zapotlán el Grande. Es autor de las siguientes colecciones de poesía: Rescoldos, 1995; Brevesencias, 1996; Nostalgia de no ser mar, 1997; Mano abierta, 1998; El desierto del mundo, 1998; El patio de la bugambilia, 1998; Orilla de la madrugada, 1999; Illuminated Mysteries/Misterios iluminados, 2001; La consigna y el milagro, 2003; Una vez un hombre, 2004, 2007; La consigna y el milagro/The Summons and the Miracle, 2005; Transparencia de lo invisible/Transparency of the Invisible, 2006; El yo inmerso, 2007; Barcelona y otros lamentos, 2008; Alucinacimiento, 2009; La consigna y el milagro/La convocazione e il miracolo, 2010; La consigna y el milagro, edición bilingüe español-árabe, 2011, y español-polaco, 2013; Aleteo entre los trinos, 2014; Perfil de niebla, 2016; Don del fulgor, 2018; Destellos de Zapotlán y otras penumbras, 2019; Alborozo, 2020, y Donde no falta nada, 2021. Traducciones suyas son Con ansia enamorada, de Irving Layton, 2004; Camino del ser. Antología: 24 poetas anglosajones, 2006; Pintando círculos, de Luciano Iacobelli, 2011; La costurera y el muñeco viviente, de Beatriz Hausner, 2012, y Pascal va a las carreras, de Janet McCann, 2015. En 2017 publicó el libro de entrevista Reconstrucción de Ángel Escobar en la voz de Marina Cultelli.

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J

ulia y Julio, simplemente dos primos: en la antesala del poema.

Poesía humanizada en el rostro de la prima. Primero sus ojos y su alma luego. Alondras en la mirada, y golondrinas que tan felices vuelven. En su persona solito se hace el poema. Presencia para ser cantada, encanto cantable. Canción.

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Sobre la autora: Eiden Guerrero nació el 26 de febrero de 1996 en el estado de Hidalgo. Se graduó en Ciencias de la Comunicación por la UAEH (Universidad autónoma del Estado de Hidalgo). Finalista del III CERTAMEN DE RELATO CORTO “URRIKE” en modalidad castellano del año 2020, con el relato No estás realmente aquí. Beneficiaria de la beca Voces Flamantes 2021 por el Centro Transdiciplinario Poesía y Trayecto A.C. con los tutores Cynthia Franco, Karlos Atl y Canuto Roldán. Ha colaborado en distintas revistas literarias y comparte espacio con otras poetas en la página de Facebook de difusión literaria Polvo de luna – Poesía.

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stoy agotada así tal cual mis escaparates y estantes vacíos pero el peso fantasma se mantiene de ahí la fatiga. de ahí los prolongados suspiros como cuando la locomotora libera su fuego en velo gritando que se calcina desde la barriga. de ahí el resabio tibio en la lengua de claudicar echarse de espalda con las costillas bien abiertas total el impacto nunca mata. de ahí juventud que llueve el corazón de impostora senectud incorregible poco apacible por nada solo nada el sueño por soñar y reconocerte en el eco del viento allá donde la niña y la mujer se abrazan y se lloran para quitarse un poco de peso. Agotada hasta el último diente sold out al mayoreo sin comprador de ahí que el punto marque por fin el final.

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Sobre la autora: Alejandra Cruz Castillejo nació en Zirahuén, Michoacán, México, en 1983. Graduada como Lic. en Educación Primaria en la Escuela Normal Urbana “Profr. J. Jesús Romero Flores”. Ha colaborado en las antologías Normalista 2004, Los otros motivos tomo 1 2021, Homenaje a la literatura contemporánea 2021 y Alas de mariposa 2021. Actualmente ha publicado en las revistas Rigor Mortis, Perro Negro de la calle, Cantera, Posada Almayer, Komuya, así como en páginas de difusión cultural. Es fundadora del Colectivo Cultural Voces de Michoacán.

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C

ada tarde camino por este puente, a mis setenta años puedo decir que he vivido más que cualquiera y no lo digo por la edad sino por las experiencias. En cada paso que doy, veo las rejas a los costados del puente de las cuales se suspenden decenas de candados, cada uno contiene una historia propia, en general son de amor. La mayoría de las historias terminan en la pérdida del romance, algunas otras fueron duraderas. Recuerdo la primera vez que yo coloqué un candado en esas rejas, fue cuando tenía quince años con mi primera novia. Estaba tan embelesado que pensaba que eso duraría toda la vida. A esa edad todos confunden en el enamoramiento con el amor. En fin, el caso es que ambos estábamos emocionados con nuestro noviazgo largo y feliz, compromiso que no duró más de dos meses, hasta que conocí a la que sería mi siguiente novia. Pero mi historia no es divertida, puedo decir qué es tan común como cualquier otra. Algunas de las historias que en verdad valen la pena son las voy a contar a continuación. Dayana y Omar se conocieron en la universidad, en un principio fueron amigos, más adelante se hicieron novios, ambos tomaron muy enserio su noviazgo, sus familias estaban de acuerdo en esa relación. Después de casi dos años, decidieron dar el paso más pensado de sus vidas, el compromiso matrimonial. Omar no contento con entregar el anillo de compromiso, decidió que la unión sería más fuerte si colocaba un candado en ese puente y así lo hicieron a fines de abril. Ambos se dirigieron al lugar y colocaron un cerrojo de eslabón fuerte. Después se dieron un beso duradero y finalmente arrojaron la llave al río. Seguramente pensaron que al no existir la llave ese compromiso sería para siempre y creo que no se equivocaron, fue duradero hasta que el destino se los permitió. La boda llegó, recuerdo que ella se veía hermosa y él, bueno él simplemente se veía bien. Vivieron una vida feliz mientras duró. Tiempo después llegó el momento de planear la llegada de los hijos. Desafortunadamente no contaban con que el frágil cuerpo de ella no toleraría el embarazo, en un noviembre cuando el viento revoloteaba, la vida se le fue en un suspiro. Él intentó retener sus memorias, se encontraba en un estado de plena desolación. Cada que pasaba por ese puente tocaba el candado como si con eso pudiera tocar a su amada. Saray y Julián eran una pareja muy juvenil, apenas rebasaban los veinte años. Sentían que el amor burbujeaba y la pasión ardía, a esa edad todos ardemos. Ellos colocaron un candado rojo, seguramente el inconsciente los delató. Fue un día en que la corriente del río era alta, las lluvias habían iniciado y arrastraban algunos troncos del cerro. La lluvia caía como pajita, suave y casi imperceptible. Hacia un poco de frío y el viento mecía sutilmente los árboles. Eso a ellos no les importó, ya que mutuamente se daban calor con los besos efusivos que los acompañaban en la soledad del puente. Fueron semanas de un amor tan cálido y atento que a ella la mirada le brillaba, su sonrisa era como un sol y emanaba el aroma delicioso de una bella flor jovial. Un día Sara vino y le dio la noticia a Julián, pensó que él sería feliz con ello, no había mejor noticia que estar preñada del hombre al que amaba, el mejor lugar para hacerlo era el puente donde ese muchacho le juró amor sin medida. La reacción no fue la esperada, él se llevó las manos a la cabeza, no podía creer que había cometido ese fatal error, consideraba que no estaba preparado para tal compromiso, así que sin respuesta alguna montó su bicicleta y se retiró pedaleando como un ratero perseguido. Y como no considerarlo ladrón, si exprimió el perfume de esa bella flor y cuando las cosas salieron mal, simplemente la desechó. Después de ese día no se les volvió a ver juntos, aunque él de nuevo regresó al lugar para profesarle amor a otra nueva víctima. Ella por su parte dedicó su vida entera a ver crecer

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a su hijo hasta que se hizo hombre, ahora es abuela de tres preciosos nietos. El candado rojo ahí sigue, aunque ya está descolorido, seguramente se decoloró por el olvido. Hay un candado muy pequeñito, tan pequeño que se pierde entre los demás, pero éste a diferencia del otro, encierra una bella historia. Dos niños, Celeste y Adán, lo colocaron como un sello a su amistad, complicidad y cariño. Desde antes de nacer sus madres eran buenas amigas, ellos crecieron y también establecieron una amistad. Se cuidaban y protegían en la escuela, se apoyaban con las tareas y también compartían algunos secretillos propios de su edad. Era un día soleado de primavera cuando los dos pequeños correteaban por el puente, curiosos observaron colores, tamaños y formas de los candados que estaban en las rejas. En ese tiempo yo les conté porque estaban esos artefactos ahí, después de escucharme corrieron a prisa a casa de Celeste. Algunos minutos más tarde regresaron con esa pequeña cosita. Lo colocaron gustosos, y sin palabras se dieron un gran abrazo para dar saltitos de alegría. Varios años más tarde, ambos celebraron sus bodas, ahora cada pareja tiene pequeños niños que causan la misma ternura que ellos. Efrén y Sofía, es la pareja más longeva que existe en este pueblo, aún recuerdo cuando ellos paseaban de la mano por la orilla del río, en ocasiones se sentaban sobre el pasto, otras veces ella lanzaba algunas piedras a la corriente. Su matrimonio ha sido duradero, al menos más que el mío. Desde aquí yo los miraba y me deleitaba con la sonrisa de ella, soñaba con ocupar el lugar de mi amigo, pero debía respetar que él había sido el elegido. Desde que se casaron paseaban todas las tardes por aquí y siguen haciéndolo. Me enternece el corazón verlos. Él empuja la silla de ruedas de ella a paso lento, le habla y le muestra la corriente, lanza algunas piedras y hasta le canta canciones. Hace todos los intentos posibles para que ella no le olvide. El alzhéimer puede resultar muy duro. Ella es como una niña, ríe y le acaricia el rostro como si reviviera los tiempos de juventud, él sabe que pronto lo olvidará. Ahí hay docenas de candados que les pertenecen a ellos, uno por cada año de amor profundo. Cada historia que se teje en este puente tiene su esencia, su razón de ser, unas con final feliz y otras no tanto, algunas se pierden en la memoria y algunas más se inmortalizan. Algún día les contaré más de este lugar, ahora es momento de tomar mi siesta.

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Sobre la autora: Obsidian Maiden, nació en noviembre del año 1997, es una ilustradora mexicana y diseñadora de comunicación visual, se considera una amante de los libros, su género literario favorito es el de terror, sus escritores predilectos son Poe, Bram Stoker, Mary Shelly y Lovecraft, también disfruta de leer las obras de autores de cuentos infantiles como los hermanos Grimm o Lewis Carrol. En cuanto a sus obras ilustrativas ha sido influenciada por la corriente surrealista, entre sus mayores inspiraciones se puede mencionar a Leonora Carrington (escritora y pintora).

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E

n una jaula de hierro oxidado, un ruiseñor hace intentos por liberarse. Aletea con fuerza, golpea su pequeño cuerpo contra los barrotes oxidados, del lado opuesto a la pequeña puerta oxidada. Está tan acostumbrado a la jaula, que sus esfuerzos son errados y sin ningún sentido. El ruiseñor lo sabe, y aunque quiere ser libre, le es suficiente creer que: pronto. Algún día sus esfuerzos rendirán frutos. en el fondo de su pequeño corazón sabe que no, pero pronto decidirá que es suficiente y entonces emprenderá el vuelo, pronto. y al llegar el crepúsculo, se echa en un rincón, su corazón se desborda, cierra sus pequeños ojos y la luna lo arrulla. Pronto, quizás mañana. El ruiseñor no está solo, en la jaula también vive un viejo colibrí que de joven vivió apresuradamente, y de viejo solo permanece en un rincón, cansado, quizás satisfecho, quizás arrepentido. Hoy me voy, piensa el ruiseñor. —Hoy me voy —dice en voz alta. —¿Has dicho algo? —pregunta el viejo colibrí. —¡Que me voy! —¿Acaso no eres feliz aquí? ¡Aquí tienes todo lo que necesitas! —¡Pero no lo que deseo! Así que me voy. —Si te vas tendré miedo, no hay peor mal que la soledad, y yo te amo. ¡Nadie te ama como yo! —exclama el colibrí.

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—Te necesito —susurra el ruiseñor. El ruiseñor mira hacia la pequeña puerta oxidada. y empieza a golpear otra vez su pequeño cuerpo adolorido contra el lado opuesto a la pequeña puerta que no pone resistencia. La pequeña puerta oxidada espera, pronto.

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Sobre el autor: Julio César Aguilar (Ciudad Guzmán, Jalisco, México, 1970). Poeta, ensayista y traductor de inglés. Cursó la carrera de Medicina en la Universidad de Guadalajara, una maestría en Artes en Español en la Universidad de Texas en San Antonio y un doctorado en Estudios Hispánicos en la Universidad de Texas A&M, de la cual obtuvo una beca postdoctoral. Actualmente es profesor en Baylor University. Su obra se ha traducido a varios idiomas y ha sido publicada en diversos países, tales como Bolivia, Canadá, España, Estados Unidos, Irán y Perú. En 2017 recibió la Presea al Mérito Ciudadano por el Gobierno de Zapotlán el Grande. Es autor de las siguientes colecciones de poesía: Rescoldos, 1995; Brevesencias, 1996; Nostalgia de no ser mar, 1997; Mano abierta, 1998; El desierto del mundo, 1998; El patio de la bugambilia, 1998; Orilla de la madrugada, 1999; Illuminated Mysteries/Misterios iluminados, 2001; La consigna y el milagro, 2003; Una vez un hombre, 2004, 2007; La consigna y el milagro/The Summons and the Miracle, 2005; Transparencia de lo invisible/Transparency of the Invisible, 2006; El yo inmerso, 2007; Barcelona y otros lamentos, 2008; Alucinacimiento, 2009; La consigna y el milagro/La convocazione e il miracolo, 2010; La consigna y el milagro, edición bilingüe español-árabe, 2011, y español-polaco, 2013; Aleteo entre los trinos, 2014; Perfil de niebla, 2016; Don del fulgor, 2018; Destellos de Zapotlán y otras penumbras, 2019; Alborozo, 2020, y Donde no falta nada, 2021. Traducciones suyas son Con ansia enamorada, de Irving Layton, 2004; Camino del ser. Antología: 24 poetas anglosajones, 2006; Pintando círculos, de Luciano Iacobelli, 2011; La costurera y el muñeco viviente, de Beatriz Hausner, 2012, y Pascal va a las carreras, de Janet McCann, 2015. En 2017 publicó el libro de entrevista Reconstrucción de Ángel Escobar en la voz de Marina Cultelli.

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se día Sofía como un relámpago, fulgente y veloz, a la foto vino. Radiante vino ese día —mariposa del mes de febrero, lluvia oportuna— y ya aquí simplemente se queda. Tan feliz está.

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Sobre la autora:

Astrid G. Resendiz (Tamaulipas, México; 1995) Miembro del Taller Alquimia de Palabras, Autora de la Plaquette A media Luz. Ha sido antologada en diversas compilaciones tales como: Los monstruos de la infancia; Maderamen; Cuentos cortos para noches largas, entre otros. Ha colaborado en diversas revistas como Delatripa Narrativa y algo más, Raíces, Elipsis, Herederos del Kaos, El Narratorio, Collhibrí, Pluma, Cisne.

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a hace dos meses que no he podido ver a mi hermana, la pequeña Rosalba. Lo único que me queda es aquel libro que dejó caer del estante, justo antes de desaparecer. Ella trabajaba en una vieja tienda de vudú y esoterismo. La última vez que fue vista, se encontraba limpiando el estante de los libros de magia que vendía la tienda. La ineptitud de los investigadores y oficiales a cargo era imperdonable; excusas sobraron del por qué no continuaron investigando, la principal era: falta de pistas a seguir. La prensa habló diciendo que su desaparición no era otra cosa más que una fuga amorosa por aquel escándalo que tuvo al enredarse con un hombre casado. Una tarde, mientras lloraba su perdida irremediable, me dispuse a hojear aquel libro de recuerdo que me regaló la dueña del local. En la pasta se encontraba tallado el símbolo celta de magia y sus páginas lucían en blanco. De pronto, una idea revolucionaria se apoderó de mi mente. Escribir cartas a mi querida hermanita, al menos para sentir una conexión indirecta con ella y por supuesto, un poco de paz por la relación que tenía con dicho libro. Querida Rosalba, los días sin ti parecen eternos. Extraño de tus desayunos; amaba despertar por las mañanas y oler el café que cada día sin falta ponías desde temprano. Tus waffles o panques que con frecuencia preparabas. De haber sabido que te perdería; jamás habría aceptado que trabajaras y mucho menos te habría permitido ir a tu primer día laboral después de nuestra discusión. No sabes lo mucho que me arrepiento de haber deseado que nunca hubiéramos sido hermanas. Solo por haber rompido mi taza favorita, y jamás dejaré de lamentar que esas fueron las últimas palabras que escuchaste de mí. Quisiera decirte que te amo, pequeña Ros. Luego de mi carta, comencé a empapar el papel. Sin darme cuenta, la tarde se había escapado escurriéndose entre mis dedos. Antes de cerrar el libro; mientras secaba mis lágrimas noté como la hoja contigua se comenzó a llenar de palabras. Extrañada me dispuse a leer aquellas palabras. Querida María, también extraño nuestros desayunos. Lamento haber roto tu taza favorita, sé lo mucho que la amabas. Quiero que sepas que me encuentro con bien. Lamento mucho no haberme despedido de ti, con amor… Rosalba. Mi dolor y cansancio seguro me hacían delirar; por lo que decidí irme a dormir ni siquiera quise esperar a que el reloj marcase las diez de la noche. En la madrugada, un lamento me despertó. Entre sollozos repetía: responde, no te olvides de mí. Y quizá, habría pensado que era alguna vecina quien sufría de dolor; de no ser porque, de hecho, el gimoteo se escuchaba dentro de mi habitación. Me levanté extrañada, buscando el origen de aquel lamento. Descubrí con horror que el llanto parecía provenir de aquel libro en que había comenzado a escribir. Cuando lo toqué susurró: Rosalba… Rosalba… Abrí con temor aquellas páginas y un resplandor me rodeó. De pronto me vi en una extraña y blancuzca habitación. Rosalba, gritó, era la voz de mi hermana. Luego de algunos días, nuestros padres preocupados por mi ausencia y repentina incomunicación. Decidieron ir a buscarme. Encontrando ahí, aquel libro maldito relacionado con nuestra desaparición. Poco faltó para tenerlos cerca, en esta no tan vacía habitación. Ahí donde el tiempo no transcurre y las necesidades se ponen en tu contra, padeciendo hambre sin poder morir.

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Jaya la gitana, recogió el libro con su magia. Devolviéndolo al estante. Ahora somos espíritus esclavos que la siguen a todos lados. Hace un par de meses, devoraron a mi hermana, unas sombras que reclamaban paga a esta endemoniada gitana. Ojalá alguien pudiera escucharme, para advertirles sobre la página en blanco.

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Sobre el autor:

Rolando Reyes López. (Pedro Betancourt. Matanzas. 1969). Reside desde el año 1971 en el Municipio de Jovellanos, Matanzas, Cuba. Graduado de Bachiller. Actualmente es jubilado por Baja Visión. Numerosos relatos breves y poemas suyos han sido publicados en revistas y antologías de varios países de Europa y Latinoamérica.

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on mis aullidos a cuestas voy a gritar estos versos, aprisionado por el aire que respiro, muriendo bajo la luz del sol y de esta luna, con toda la vergüenza y el orgullo de un hombre. Las palabras siempre serán un misterio; quizás, silenciosamente, he usado las palabras y nadie ha entendido mis mensajes. Esta vez seré más transparente, quiero morir con esa tranquilidad, con mi sonrisa postrera perdonada... feliz. El candor de las estrellas me está ayudando a escribir este poema; mis versos tienen hambre y aún no logro poner el punto final. Voy a dormir, cuando despierte, tal y como hacen los moribundos, retomaré el tiempo de los poetas y me entregaré callado y sin despedirme a la hambrienta soledad de esta noche.

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Sobre la autora: María LozanoS nació en 1974, en Guanajuato, México. Integrante del taller de escritura creativa de la Biblioteca Central Estatal Wigberto Jiménez Moreno. Taller Literario Ardentía de poesía con el maestro Baudelio Camarillo. Miembro de La Red Estatal de Tertulias Literarias Guanajuato ¨José Luis Calderón Vela¨. Publicaciones en revistas digitales y en antologías literarias estatales. Colaboraciones en II Pausa Podcast ¨Experiencias durante el resguardo en casa¨. Podcast ¨Audios de Consumo¨ en Spotify. Campaña de fomento a la lectura con el equipo de basquetbol ¨Las Abejas de León¨. Participaciones en mesas de dialogo en Anaquel Literario. Laboratorios de investigación y creación de Escrituras Experimentales con Rocío Cerón. Poéticas del Gusto con Suraia Abud. Taller virtual de literatura infantil (INBAL) con Iván Suárez Caamal.

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orre el séptimo mes. Son las ocho en punto, Camila maneja apresurada al aeropuerto. Va retrasada al vuelo que la llevará a España. Entra al estacionamiento, está perdida no sabe qué puerta tomar para su vuelo. El vigilante se acerca al ver que no sale del coche. —¿Señorita, le puedo ayudar en algo? —ve en el interior del coche. —¿Dónde es la puerta para vuelos internacionales? —pregunta ansiosamente. —Puerta L5, dese prisa, hay que documentar.

Camila saca su equipaje de la cajuela, se atraviesa el bolso y toma el suéter. Llega la hora de ingresar al avión, va bien a pesar de todos los inconvenientes que tuvo en el camino, ahora a disfrutar del viaje. Por fin sola y sin nadie sentada en el asiento del al lado. Cierra los ojos para relajarse, pero no pasó mucho tiempo, escucha una voz ronca con un tono extranjero. —¿Está ocupado? —sin recibir respuesta inmediata se sienta y la observa. Camila abre lentamente sus ojos marrones y lo ve con sorpresa. —¿De dónde había salido ese hombre de traje azul marroquí? —le rondó por sus pensamientos. Se acomoda en el asiento y se peina con los dedos la larga cabellera amielada. Él la ve discretamente todos sus movimientos. El tiempo pasa lento, despega el avión y el viaje a España se pronóstica eterno. Al ver que aquel desconocido no inicia una charla, ella comienza. —Hola, soy Camila, ¿Y tú eres? —pregunta con una sonrisa sensual. — Sharid, mis amigos me dicen Gnawi y soy musulmán. Sharid estira la mano para saludarla y Camila corresponde. Los nervios la traicionan y siente cómo la adrenalina recorre su cuerpo. —Voy a España por negocios, soy comerciante de azafrán, mejor conocido como el oro rojo de Marruecos, la especie más cara del mundo. Ahora entiende Camila por qué no podía descifrar el perfume de pimientas, canela, madera y miel. Solo era azafrán. —Sabes, me recuerdas a la flor de azafrán, por ser violeta, delicada y afrodisíaca. Camila está sonrojada jamás había recibido un halago así de extraño. No sabía qué hacer solo sonríe tímidamente y saca el aliento poco a poco. El viaje ya no era aburrido en un momento se convirtió excitante para ambos. Sharid, envuelto de seriedad en sus palabras, sus ojos lo delatan por aquella profundidad donde habita las dunas que no paraban de crecer al verla. Pasan las horas, Camila ya no resiste el sueño, así que se recarga y él la reconforta en su hombro. Llegan a su destino y él la despierta acariciando sus mejillas aperladas. Ambos se disponen a bajarse del avión. Ya en la sala del aeropuerto, se intercambian los números de celular. Al despedirse, Sharid la abraza y comienza a susurrarle al oído en francés con un acento árabe. —No entiendo, ¿qué dices? —Camila mueve la cabeza desconcertada. —Eres una diosa blanca —balbucea Sharid. Él, sin dejar de abrazar, busca sus labios para besarla. —Lo siento, Sharid, tus labios son negros —desconcertada, lo rechaza y se aleja de él.

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na mañana sin más, al abandonar el calor agradable de mi cama, sentí un pequeño pincho justo en la espalda baja: justo en el lugar en que hace años un querido amigo me había contado se acumulan los años y que al término de cierto tiempo resurgen para no dejarte caminar en paz. Esa mañana solo tuve la intención de volver a la cama, morir de alguna extraña enfermedad que se manifiesta con dolor agudo de espalda y apatía generalizada por todo lo que antes importaba. Me recosté de nuevo, pero en enseguida recordé los pendientes: la renta, la luz y esa plataforma de música que mi decrepito celular no puede ejecutar por no contar con el espacio suficiente en la memoria; Siempre ha sido importante la memoria, desde los hombres surgidos de las entrañas de la madre tierra, mitad monos mitad ángeles extraídos de narraciones y cuentos que no habían concluido en esos días. La memoria: ese cumulo de vivencias, recuerdos y conocimientos almacenados por generaciones que las más de las veces nos torturan y otras contadas nos empujan a resistir los embates de los años o las contrariedades propias de la existencia. Nuestras memorias, tan llenas de desdén de años en la obscuridad aspirando a la furia del éxito o al ostracismo de la clandestinidad. ¿De qué manera puede uno explicarse que ese dolor punzante en la espalda es el comienzo al declive del cuerpo? Quizá los más entendidos puedan entender y aceptar las limitantes de los días por venir, quizá tengan la capacidad extraordinaria para superar los mitos formados de lo que somos, de lo que hacemos y de lo que queríamos hacer. Los viajes al extranjero y los besos de dulces niñas han quedado en la otredad, justo al lado de las aspiraciones falsas de romper con las cadenas que nos atan a nuestra condición social, a nuestra dependencia económica y a esa desigualdad que preferimos ignorar por miedo a terminar como el hermano que pensamos que es un pobre diablo… que tanto se parece a nosotros. Ese dolor leve es el inicio del relato que nos contará de viejas glorias magnificadas con la nostalgia, de amores que nos han dejado con el corazón roto o con las manos llenas de caricias que desperdiciamos en tugurios de mujeres frágiles que son el engaño que nos contamos con tal de no abrazar la soledad y la orfandad con la que todos los hombres nacimos. Estoy lejos de tener pensamientos suicidas o tendientes a la automutilación ritual, lejos de las trampas del amor adolescente que tanto placer y daño nos hicieron algún día, de esa caricia cautiva por el prejuicio que no di a tiempo, que se marchito en las manos, en las páginas de libros viejos. El tiempo nos ata a nuestra realidad, a la sensación de vulnerabilidad que el ego y los tragos nos niegan. Un simple dolor de espalda nos recuerda nuestra mortalidad latente, ese sentimiento de fatalidad que se manifiesta en las palabras de los viejos y el llanto de los no nacidos. Somos esclavos de la noche de nuestros días mientras aún buscamos el amor verdadero, que comenzamos a sospechar, no encontraremos jamás…

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Sobre el autor:

Rolando Reyes López. (Pedro Betancourt. Matanzas. 1969). Reside desde el año 1971 en el Municipio de Jovellanos, Matanzas, Cuba. Graduado de Bachiller. Actualmente es jubilado por Baja Visión. Numerosos relatos breves y poemas suyos han sido publicados en revistas y antologías de varios países de Europa y Latinoamérica.

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na muchacha se asoma, golpea mi puerta, retira las llaves de la cerradura, me enseña sus heridas, dice algo sobre la gravedad del tiempo, recoge mis poemas y desaparece.

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