Perro Negro de la Calle No.64 Enero 2022

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rrancamos con toda la actitud este nuevo año que, esperemos, sea un poco mejor que el anterior, aunque, con tanta variante uno ya ni sabe qué pensar. El Perro Negro de la Calle 64 arremete con una nueva antología de obras, auspiciadas por las mentes de hispanohablantes creadores que han decidido iniciar su año observando cómo sus retoños emergen y se catapultan a los confines de la web. Estamos convencidos que este año el gran can de Lagos de Moreno seguirá sorprendiéndolos cada mes; nos esperan proyectos interesantes y más creaciones que ofrecerles a ustedes, público lector. Pues esta jauría no para; crece; se hace más y más fuerte; nuevas voces se unen a nuestro movimiento, explorando sentimientos y realidades frescas que tienen por motivo retumbar perspectivas ajenas. Pues bien, los dejo entonces con esta edición de enero, disfrútenla y compártanla para que llegue a más personas y conozcan a la jauría. Empiecen con fuerza y estoicismo este año recién nacido. Fuerza y salud para todos ustedes. Tatakae.

Amaury R. Ledesma

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Sobre el autor: Guille Cifuentes, nació en el año 1979 en la ciudad de Guatemala. Residente en el occidente del país; profesor y psicólogo. A través de las actividades como psicoterapeuta y consultor judicial le ha dado espacio a la literatura como escritor de poesía, siglemas, haiku, cuentos y narraciones que buscan exponer la visión de los sentimientos y naturaleza individual desde las perspectivas propias y ajenas. Ha publicado en revistas: La fabrika, pluma digital, cisne, Perro Negro de la Calle, el gorrión ahorcado, tabaquería y en red de escritores y escénicas Potosí.

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n ocasiones las condiciones son propicias para elegir las pruebas de lo absoluto son esperanzas vanas la frecuencia de los actos formula diálogos socráticos elijo con expectativa actos de bondad y piedad El recurso del discurso a favor del buen porvenir dentro del mercado de ideas sin poder adquisitivo imágenes virtuales de inocencia e imprudencia el futuro en el pensamiento polémico y poético El tiempo con que desocupo señales de autocontrol en pensamientos sin compás hacia la medianoche transciende el sueño extravagante en introspección me convenzo asertivamente previendo consecuencias Momentos de luchas y batallas contra la desesperanza reducen a una apuesta las ilusiones durante la caída el contraste del refuerzo de la voluntad depende de la fe decido competir pese al desvarío y falta de confianza Ideas complejas y prolijas transitan entre rejas espirituales las manifestaciones mentales moldean la actitud ciclos y matices de creencias que identifican y diferencian cualidades de aspiraciones y metas personales Lo profundo y fecundo es una razón de ser salir de lo inconfortable de la sensación de vacío implicaciones de aspiración individual de superación argumentos y proporciones de encontrar el justo motivo La cordura y la postura correcta requieren de consciencia la existencia no queda en manos del deseo sobrenatural del apego a acontecimientos base del futuro anhelado lo subjetivo experimenta la necesaria trascendencia Luego de la crisis existencial y de lo crucial significativo del arrepentimiento surgen cambios de los que me alegro ausente del ocaso de la vida el renacimiento es simbólico y la muerte es innegable complemento de la existencia La vigencia irrepetible de contenidos determinantes el camino de obstáculos incluso insignificantes moldean la ruta que diviso en el parámetro de realidad me adapto al lugar que tránsito y sé hacia dónde me dirijo

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Las agudas heridas han esclarecido la validez de continuar disperso y despistado he detenido el fundamento del merito la sensación desagradable me mantiene despierto en esencia dejaré desde ahora de limitarme y de simplificar

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Sobre el autor: Rolando Reyes López. (Pedro Betancourt. Matanzas. 1969). Reside desde el año 1971 en el Municipio de Jovellanos. Matanzas, Cuba. Graduado de Bachiller. Actualmente es jubilado por Baja Visión. Numerosos relatos breves y poemas suyos han sido publicados en revistas y antologías de varios países de Europa y Latinoamérica.

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bajo, la muchacha rubia, solemne como un mártir, dice mi nombre diminuto en alta voz; arriba, yo, con mi estruendosa soledad.

La muchacha sabe que estoy arriba despeñándome contra los recuerdos de otra, pero insiste perpetuamente en gritar mi nombre. No sé para qué llama desde abajo; no puedo darle un mañana con soles, mi espíritu salió con rapidez de mi huesos, mi frente se rompió, también se rompieron las esperanzas. ¿Por qué la escucho?, es formidable escucharla, pero, ¿por qué la escucho? Yo, que desde arriba he mirado de frente el rostro del inseguro y anduve cauteloso este camino, y ella, ella sigue abajo, siempre abajo: Pobre muchacha, cree que estoy vivo.

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Sobre el autor: Francois Villanueva Paravicino. Escritor (1989). Egresado de la Maestría en Escritura Creativa por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Estudió Literatura en la UNMSM. Ha publicado Cuentos del Vraem (2017), El cautivo de blanco (2018), Los bajos mundos (2018), Cementerio prohibido (2019) y Azares dirigidos (2020). Textos suyos aparecen en páginas virtuales, antologías, revistas, diarios y/o, de su propio país como de países extranjeros. Mención especial del Primer Concurso de Relatos “Las cenizas de Welles” (2021) de España. Ganador del Concurso de Relato y Poesía Para Autopublicar (2020) de Colombia. Ganador del I Concurso de Cuento del Grupo Editorial Caja Negra (2019). Finalista del I Concurso Iberoamericano de Relatos BBVA-Casa de América “Los jóvenes cuentan” (2007) de España. También, ha sido distinguido en otros certámenes literarios.

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o supe desde la primera noche. Al verla cubierta con las sábanas y la colcha, desnuda debajo, aparte del cariño inconmensurable que sentía por Alisa, me atacaba una sensación de ansiedad y misterio, como si estuviera delante de un jardín de flores carnívoras, por fuera las más hermosas, pero por interno fatales como un mar de mandrágoras. Su bello rostro pálido como el alabastro y su cuello puro como la de una doncella eslava, se transformaban, a eso de las tres de la mañana, en las formas de un cuerpo inerte, sin vida, níveo pero mustio, casi cadavérico, como si el alma se hubiese fugado de ella. Yo, justo a mitad de aquella hora diabólica, terminaba mis labores de oficina en el compartimiento contiguo al dormitorio, y, como luego tenía que ser, cuando ingresaba para alistarme para dormir, observaba aquel triste espectáculo de mi amada con el semblante desfallecido, como si se hubiese desmayado o, peor aún, se habría muerto. Aquella noche sufrí algo terrible, trágico. Al verla bajo el resplandor mortecino de una madrugada, tuve la sensación de que ella ya no respiraba y que, tal vez, era un cadáver. Me asusté tanto que empecé a jalonearla y moverla con desesperación, con el fin de hallarla viva. Y así ocurrió. Se despertó asustadísima, lanzó fuertes alaridos, lloró con desconsuelo, e incluso me insultó y me acusó de ser un insensible por no dejarla dormir en paz. Tuve que disculparme besándola y acariciándola con suavidad. —Lo siento, Alisa, tuve un ataque de paranoia al creer que ya no respirabas —le dije con voz lacrimógena y con total arrepentimiento. —Pero ¿qué te pasó? ¿Por qué creíste eso? —me dijo ella más tranquila, serenándose con prontitud. —La verdad… Te contaré la verdad, porque eres el ser que más amo ahora —le respondí sujetando la situación por las riendas—. Los últimos días, cuando termino mis labores de oficina a las tres y media de la madrugada, al regresar a tu lado, tengo la sensación de que ya no eres la misma, que eres alguien diferente… Guardé silencio para ver si contestaba con reproches o con alguna observación, pero ella se quedó ensimismada, silenciosa, taciturna, como si reflexionara en mis palabras o, quizás, aceptase mis afirmaciones de manera inconsciente. —Es como… como si un espíritu maligno te poseyera e intentara que me aleje de ti. Eso, lo que sea que fuera, busca asustarme, dándome pánico, atemorizándome. A veces aquello me saca de quicio y no me deja dormir las siguientes horas, y por eso amanezco desvelado, preocupado, y hasta con el genio de los mil diablos. —¿Ya te diste cuenta? —dijo ella de pronto, luego de una pausa de varios segundos. —¿Qué…? ¿Qué cosa? ¿De qué estás hablando? —contesté con la piel escarapelándome, con un temor que crecía de pies a cabeza. —¿Ves aquel reloj de pared? —dijo y apuntó aquel objeto susurrador. Clavé la mirada en aquella dirección y vi, con un pánico tremendo, las 3:49 de la madrugada. No entendí nada entonces. —¿Qué tiene que ver aquel reloj, Alisa? —pregunté con voz débil. —A eso de estas horas yo empiezo a mutar… Desencajé la mandíbula de mi rostro en una expresión de asombro y de desesperación. —Sí, tonto, yo soy una mutante. Entonces, como si el desfallecimiento atacara mi conciencia, perdí la razón y todo se volvió oscuridad, y el mundo empezó a darme vueltas en la cabeza, me perdí en un remolino de fuego y, poco a poco, empecé a abrir los ojos borrosa, difusamente. Al ver con claridad, me descubrí solo en la cama. El dormitorio yacía en tinieblas, pero desde el cuarto de estudio

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el foco se encendía y se apagaba, como si la luz eléctrica fallara ante una tormenta con lluvias y truenos. Me puse de pie y caminé a tientas entre el parpadeo de luz y la oscuridad, hasta llegar al cuarto de estudio. Si no fuera que la cordura y la sensatez era uno de mis dotes intelectuales, hubiese dudado de lo que, horrorizado, miré con estupefacción. Aquella mujer que yo amaba con total entrega, tenía pétalos gigantes en vez de manos, una enredadera de raíces de gran tamaño en lugar de piernas, y aquel rostro rosáceo que adoraba tenía la forma de un estigma dentado que, créanme, parecía la de un fiero y horroroso cetáceo comehombres. Casi me desplomé del susto, pero traté de mantener la calma y la serenidad. No lo podía creer. Es como si estuviera atrapado en una pesadilla. —Ahora serás para siempre mío, querido —dijo Alisa transformada en aquella mezcla de flor gigantesca, mujer deforme y monstruo carnívoro, como un ser bestial, un mutante producto de un accidente científico, un ser nacido del elixir del diablo y del hombre. Traté de salir corriendo de aquella habitación tenebrosa, pero unas ramas grotescas que crecieron a velocidad impresionante me sujetaron del cuello, las manos y las piernas, y me arrastraron hacia aquella boca bestial, de filudos dientes, de baba ácida, y de aliento mortal. Luché por mi vida, y casi me desvanezco de horror, hasta que Alisa me habló con voz tétrica y espeluznante: —Te he elegido porque me amas, pues contigo podré vivir una temporada sin envejecer. Es parte de mi naturaleza, según mis creadores. La sangre de un hombre enamorado es la más pura, la más transparente y la más bondadosa… —Nunca… nunca me amaste… —gruñí como pude, casi asfixiado. —Me gustas, pero no amo a nadie desde hace cien años, allá por el dos mil veintiuno, cuando me crearon. Entonces empezó a contarme, con aquella voz espeluznante, que se enamoró con perdición de un joven bello, bueno y grandioso y, lo mejor, reveló que él también la amó. Amaba sus formas amables, sus gracias, su afán con ella; y, aseguró, casi perdió la vida porque aquel le importaba demasiado. «Pero era él o yo», sentenció aquella criatura irreconocible. «Al final uno actúa según sus propios intereses», dijo. Y, finalizando, describió cómo asesinó a aquel ser amado en su última cena de amor: le chupó toda la sangre, se tragó sus vísceras, y trituró sus carnes y sus huesos. —Soy la vampira carnívora en forma de planta, uno de los primeros experimentos científicos de los laboratorios clandestinos de Lima en busca de la inmortalidad. Ahora me he vuelto despiadada, sin escrúpulos, y solo persigo mis propios intereses. Pues incluso tuve que deshacerme de mis creadores, quienes ya no me servían. Y ahora que ya te diste cuenta del aura maléfico que me rodea, ya no me sirves, porque tarde o temprano intentarás huir. Solo ahora tu amor me merecerá. Y, pese a que luchaba con todas mis fuerzas, perdí la razón.

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Sobre el autor:

Demetrio Navarro del Ángel nació San Luis Potosí, México. Obtuvo mención honorífica en el 2º. Círculo de poesía y arte «Mujeres puños violeta: mi mundo surrealista» 2020; forma parte de la Antología de poesía erótica Trazos tórridos (Ediciones Afrodita, 2020) y de la antología Tiempo fuera, Academia Nacional de Poesía de la Cd. De México (2020). Colabora como columnista en la Revista Cultural Engarce, Revista cultural mexicana.

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e niego a arrancar mi alma con las tareas tiranas del home office, a naufragar en encierros obscenos. Me niego a meter la cabeza en la mediocridad, a aceptar los moldes que duelen, a ser un reflejo desganado. Me niego a deshojarme en el infierno que combato, a latir sin tocar fondo, a calcar utopías semánticas. Solo Yo sé cómo inmolarme entre la lepra y la noche que masculla mi tedio; solo yo conozco el mapa que susurra otras vigilias, solo yo conozco otras calles para confundirme en espirales, solo yo conozco la obsesión que me magulla.

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Sobre el autor: Rolando Reyes López. (Pedro Betancourt. Matanzas. 1969). Reside desde el año 1971 en el Municipio de Jovellanos. Matanzas, Cuba. Graduado de Bachiller. Actualmente es jubilado por Baja Visión. Numerosos relatos breves y poemas suyos han sido publicados en revistas y antologías de varios países de Europa y Latinoamérica.

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o estés triste, soy libre aunque Dios no lo sepa.

Es cierto, mis huesos están cansados, puede que la lluvia no moje mis ventanas y que por ahora nadie me espere al otro lado del camino. Querida mía, estoy lleno de pecados, me remata nuestra lejanía, y aun así me aferro a esta tierra acechando a la muerte desde esta noche. Mis manos están frías, lo sé, te recuerdo que no eran así; usualmente volaban hasta la flor. Hasta eso me ha saboteado el destino, la flor, tú, y yo.

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Sobre la autora: Irma Lozano Ramírez. Arandas, Jalisco, México. 1973. Ha publicado: en el periódico NotiArandas dos poemas, en el Caballo Negro dos sonetos periódicos locales de Arandas, Jalisco en la página virtual café de letras con algunos haiku e ilustraciones. Ganadora del segundo lugar de los Juegos Florales 2017, Encarnación de Díaz, Jalisco. Con el poemario El umbral Del fénix. Actualmente participando en dos antologías: 1: Los Cuentos de la Campana, libro que se está editando por la fundación del pensamiento editorial de Arandas, Jalisco. Participando con el cuento El sonido de la oscuridad. 2: Mujeres Poetas de los Altos de Jalisco; libro que ya fue publicado por el ayuntamiento de Guadalajara, Jalisco, viendo la luz el 4 de marzo del año en curso participo con dos haikus, otro haiku se tomó como portada para la revista virtual el colibrí https://www.facebook.com/Collhibrirevista/ . Acreedora a un reconocimiento en el II encuentro de poesía haiku llamado Una gota de agua, el cual se llevó a cabo en Zapotlanejo, Jalisco, realizado por la fundación TAU y casa de la cultura Zapotlanejo. Participó en la revista virtual Engarce con poemas y haiku en la edición enero 2021 VI año N° .4, en la revista virtual Perro Negro de la Calle, desde el 2020.

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e entre todos los pueblitos del estado de México hubo uno donde a la gente se le ocurrió mandar hacer una campana para su iglesia. Los habitantes no deseaban cualquier cosa, querían oír sonar y contemplar la más hermosa y fina campana de toda la región. De tal tamaño era su ambición que todo el pueblo empeñó casi todo su dinero para lograr su cometido. Pasados unos meses, por fin llego la bella campana con relieves finamente trazados. Los del pueblo estaban tan contentos hinchados de orgullo por la singular campana que nadie más poseía, era la envidia de los pueblos aledaños. A pesar de todo, la torre de la iglesia no estaba totalmente terminada así que tendría que esperar para tomar su lugar de honor, por lo tanto, no se conocía su sonido hasta llegado el momento de subirla. Muchos voluntarios se ofrecieron para cuidar la tan preciada campana y hacer guardia día y noche era tanta la preocupación y la vanidad que los consumía que querían conseguir al mejor campanero para que la cuidara adecuadamente, iniciando así la búsqueda. Enviaron el aviso por todos los medios para encontrar al candidato idóneo, muchos hombres de varias partes de los alrededores se acercaron, algunos con intenciones no tan buenas pues sabían que la campana era de oro, lo que la volvía aún más tentadora para los amantes de lo ajeno. Los días iban pasando, el sacerdote, el maestro más longevo y el presidente municipal no paraban de hacer entrevistas entre todos los candidatos. Las tardes eran largas y la espera aún más, no fue hasta la llegada del primer viernes de noviembre que un joven de nombre Dante, arribo, al pueblo proveniente de un lugar lejano llamado Tranguanzú, llamaba con fuerza la atención, de chicos y grandes se sentían atraídos por él era diferente a los demás, educado, galante y atractivo para las mujeres curiosamente, como suele suceder siempre, coincidió con su llegada al pueblo el inicio de una epidemia de gripe y alergias algo común por la zona y el clima, por lo cual no se dio mucha importancia ya que era noviembre, mes de frío. Llegado el momento de anunciar al campanero seleccionado en una dinámica de votación secreta como si fuera una especie de hechizo todos los votos eran para ese joven carismático llamado Dante que tenía al pueblo de cabeza, no había que discutir era unánime la elección. Anunciado el fallo hubo varios decepcionados que se iban con una esperanza desecha, pero ya estaba dicho, así que todos regresaron a sus lugares de origen. Mientras tanto los lugareños se dieron a la tarea de instalar al elegido en su nueva casa y esperar la terminación de la torre. Unas semanas después el pueblo estaba listo para el gran día, la torre estaba terminada y con sumo cuidado instalaron su gran tesoro en las alturas, prepararon un gran festín para la inauguración, por fin su iglesia estaba terminada. Todo había salido a pedir de boca, alegría fiesta y hasta una romería por las callejuelas del pueblo. Llegado el mes de diciembre, lleno de festividades como navidad y año nuevo, la alegría no paraba. Era el día 11 de enero de 1872, cerca de la media noche, la campana de la que todo mundo presumía, extrañamente dio una única y seca campanada. Los que escucharon estaban confundidos, fue algo poco común, quizá fue el viento, decían. Al día siguiente todos amanecieron con la novedad de que una joven de escasos dieciséis años había desaparecido estaban todos en el pueblo con una gran consternación. No hubo rastros ni indicios que indicaran como había desaparecido las búsquedas fueron en vano, era como si se hubiera esfumado en el viento: se habrá fugado con el novio, murmuraba la gente.

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Febrero fue un mes bisiesto justo el día 11 a la media noche sonaron dos campanadas al día siguiente otra joven desaparecida de igual forma que la primera todos estaban desesperados y se preguntaban que habían hecho para merecer esas tragedias. Lo mismo sucedió durante los meses posteriores hasta completar doce desapariciones en total. La locura y la desesperación estaban a la orden del día en el pueblo que codició una campana como ninguna otra, no había explicación para lo sucedido. Una situación de estas requería forzosamente medidas poco usuales, así Marina y Julia dos de las madres que perdieron a sus hijas acudieron a la curandera, la anciana Silvana que vivía a las orillas del pueblo mujer senil y mal vista por los creyentes. Silvana les advirtió que no había nada que pudieran hacer puesto que las personas desaparecidas no eran ya de este mundo. Saco sus cartas y algunos menjurjes cuando las madres angustiadas y pesarosas volteaban las cartas les aparecían la muerte y el diablo, estaban devastadas y confundidas. Mas desesperadas que antes sin cuerpos que llevar a las tumbas y poder llorar sobre ellas, los hombres, mujeres y niños solo esperaban con horror a la víctima número trece, pero cual fuera su sorpresa que esa noche no hubo campanadas a la mañana siguiente todos los fieles esperaban su llamado a la misa de 6:00, el silencio inundaba todo. Las personas se reunieron en el atrio de la iglesia para ver qué sucedía, no era usual que el campanero fallara; el párroco tomó sus llaves por si acaso y salió con la gente hacia la casa del campanero llamaron a la puerta varias veces sin respuesta el párroco sacó la llave abrieron la puerta y al inhalar la primera bocanada de aire del interior se llevaron una terrible sorpresa la lámpara de aceite que llevaban iluminaba poco pero se percataron que todo el lugar estaba empolvado con telarañas y un fétido olor a azufre. Todo mundo allí presente estaba petrificado con el panorama que percibían sus ojos. Al recorrer la casa, encontraron en la recamara un rollo de papel parecido a antiguos papiros egipcios, nadie se atrevió a tocar nada tal vez por el miedo tan latente que los impedía a levantar un dedo. El sacerdote con mano temblorosa tomó el viejo rollo y lo desenvolvió, revelando un pequeño mensaje que decía. Por su vanidad quedaron malditos, la inocencia pagó por su arrogancia, doce almas puras me pertenecen. Todos salieron mudos, pálidos inmediatamente cerraron la puerta con llave. Cuando estuvieron en el atrio, al sonar la campana para llamar a misa, no emitió sonido tal, sin embargó lúgubres y escalofriantes gritos salieron de ella. No volvió a ser tocada, con el tiempo inexplicablemente se fue agrietando mientras desechaba un líquido escarlata como la sangre. Todos en el pueblo lloraban por la pérdida de sus inocentes, y vivirían con la maldición que se habían comprado con su propio dinero

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Sobre el autor: César Piero Castro Enciso. Poeta, cuentista y dramaturgo peruano. Egresado de la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga en la especialidad de Lengua Española y Literatura. Ha publicado Idioma adolescente (2006) y en Narrativa Black Berry (2015).

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ntregó los ojos al vacío, sumido en su mundo, en su letargo. Su mirada es un barco silencioso que naufraga tranquilamente sobre las motas de polvo de su mesa. No era, por cierto, ese comportamiento, la respuesta de algún impulso inmediato; sino un estado propio de él, en la que su mente se entrega a un cielo de infinitas ideas. ¡Una pérdida de tiempo!, hubiera dicho su madre con las singulares entonaciones de una mujer histérica. Verlo ensimismado podía sacar de quicio a cualquiera. Y para entonces, ya su esposa había empezado a fastidiarse cada vez que lo veía como un idiota perdido en su mundo y escribiendo quién sabe qué cosas. El bolígrafo, como era natural en esos casos, cayó pesadamente; pero esta vez sobre la última página de su novela. Su gran obra de arte estaba concluida y se regocijaba en sus propias adulaciones dejándose arrastrar en una vorágine de pensamientos que se desprendían de su filosofía personal. ⸺¡La mejor novela de todos los tiempos ha nacido! ⸺sentenciaba, imitando posturas de críticos y luego reía como un niño de sus propias ocurrencias. Detrás, un portazo lo devolvió a su realidad. Alzó la mirada hacia la ventana que da a la calle y después de unos instantes el amor de su vida cruzaba el patio frontal de la casa hasta llegar a la verja. Es realmente hermosa. La contemplaba como solo los artistas saben hacerlo, no escapaba ningún detalle a sus ojos. Ella, dudando a dónde ir, tomó la calle que da hacia los barrios más decentes de la ciudad; como si quisiera escapar de ese mundo, de esa casa, de él. Aquella imagen le quemó las entrañas y de un puñetazo a la mesa desfogó su impotencia creyendo no merecerla por no darle una vida distinta, llena de lujos. El vidrio de la ventana parecía una red de escarchas. La garúa le devuelve algunos recuerdos importantes de su vida. Cómo pasan los años. Todo era distinto, perfecto. ¿Te quieres casar conmigo? El mundo había cambiado, pero él no. Diez años, mi amor ¿Quién lo diría? Se amaban tanto. Raquel, hagamos que nuestro amor sea la mejor historia que el mundo haya visto jamás. Una ligera sonrisa quedó atrapada en sus labios, como respuesta a las carcajadas lejanas de aquellos dos adolescentes locos a quienes no les importaba nada más que su amor, convencidos de poder enfrentar cualquier obstáculo en la vida. Él todavía la seguía amando como aquellas veces. Se recompuso al ver su novela, su gran obra, aquella que era la prueba de sus desvelos, sus constantes reproches y discusiones conyugales. Por fin, ya todo cambiará desde ahora. Cogió la carpeta de hojas manuscritas de su novela y se encaminó a la casa de un amigo, quería cuanto antes transcribirlo a un ordenador y entregarlo en la oficina de recepciones del concurso. La emoción le daba fuertes golpes en el pecho. En el presente concurso internacional de novela, se le otorga el primer premio, por decisión unánime del prestigioso jurado, a… ¡Silvio Narváez! Soñaba despierto y era ligero en su caminar. A todo o nada, si gano será una gran sorpresa para Raquel. Ella reirá y dejará de lado su mal humor y nos abrazaremos como cuando éramos chiquillos. ** Cuando ya la noche era propiedad de cuanto hombre viera el cielo, Silvio regresó a casa con la mirada turbada. Todo este tiempo. Raquel le servía una sopa de verduras, una sopa sencilla a la que estaban acostumbrados. Seis meses… seis largos meses. Cenaron en silencio. Ella tenía una mirada distinta, una mirada seria… una mirada firme. Se veía realmente diferente. Silvio, en cambio, seguía siendo el mismo; aunque esa noche parecía haber

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acentuado su estado habitual. Cuando al fin intentó romper el silencio con un ¿Cómo te fue en el trabajo? Ella se había marchado al dormitorio sin dejar notar su ausencia. Al poco rato de sentarse en el rincón de siempre, en su refugio, sobre esa silla chillona y esa mesa vieja, Silvio se puso a soñar despierto una vez más. Era sin duda un gran soñador. Dejó riendas sueltas a su imaginación que era lo que mejor sabía hacer. Miles de proyectos, de viajes, de regalos, todo empezaba a tomar forma en su mente. Se imaginaba en titulares. Escritor ayacuchano visita Europa con su bella esposa… El novelista Silvio confiesa que le debe sus logros a su amada Raquel. Después de saltar de una y otra fantasía, se esforzaba en no olvidar detalles sobre la infinidad de sorpresas para esa mujer que tanto lo había soportado. Entonces, recordó el escaparate y una promesa que le había sido difícil cumplir. ¿Silvio, me juras que me comprarás algún día ese vestido rojo? ⸺Se lo merece ⸺susurró dormitando. Y una sonrisa en su rostro resumía la satisfacción de sus proyectos. A su espalda, con el mayor cuidado, se cierra la puerta principal. El agudo chirrido hace que Silvio abra los ojos. El sueño es pesado para él. Con esfuerzo estira el cuello hacia la ventana y observa cómo la silueta de una mujer con un hermoso vestido rojo cruza el patio hasta la calle. Estúpida imaginación. El frío hace que aquella silueta se ponga un abrigo que no combina con el vestido. Nunca, en ningún universo ese abrigo barato podría combinar con mi Raquel. Frente a ella se estaciona un auto lujoso y de él baja un hombre bien vestido. ¿Soy yo, recogiéndola? El tipo la ayuda a poner el equipaje en la maletera. Se ve cariñoso, le da un beso apasionado en la boca y un vulgar mañoseo en las nalgas. Ella se siente incómoda. Silvio deja caer sus pesados párpados, vencido por el cansancio. Es un sueño realmente extraño. De uno de sus bolsillos, ante la espesa oscuridad del recinto, cae un cheque de una cifra con varios ceros. No hubo nada en la casa más que un... ⸺Hasta que la muerte nos separe, ¿recuerdas?

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Sobre el autor: Demetrio Navarro del Ángel nació San Luis Potosí, México. Obtuvo mención honorífica en el 2º. Círculo de poesía y arte «Mujeres puños violeta: mi mundo surrealista» 2020; forma parte de la Antología de poesía erótica Trazos tórridos (Ediciones Afrodita, 2020) y de la antología Tiempo fuera, Academia Nacional de Poesía de la Cd. De México (2020). Colabora como columnista en la Revista Cultural Engarce, Revista cultural mexicana.

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ora donde la providencia se desmorona Hora donde las brujas tejen la desgracia Hora donde los miedos te aplastan

Hora en la que las sombras rasgan tu ventana Hora en la que reposo con inquietud Hora en la que una bocanada de humo ciega tu sangre Hora donde sueños suicidas tocan el umbral Hora de luto, de almas exiliadas Hora de espinas que te embisten Hora de siluetas semidesnudas Hora en la que la esperanza se hace cenizas Hora de minutos titubeantes Hora sin forma, esquina de la nada Hora donde rezo para apagar el absurdo Hora donde el resto del mundo duerme Hora donde la rutina parpadea y caigo a un hueco inevitable

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Sobre el autor: Carlos Eduardo Díaz nació El 5 de noviembre de 1971 en la ciudad de Buenos Aires, República Argentina. La mayor parte de su vida transcurre en San Francisco Solano, Quilmes, provincia de Buenos Aires. Desde su juventud viene escribiendo letras de canciones, relatos de ficción y escritos reflexivos de índole política e histórica en redes sociales y blogs propios. Los últimos años ha colaborado con escritos de historia familiar y local en la página web de la Agrupación Histórico Cultural Pueblo Kilmes. Lleva editados tres libros: Patria y familia. (Ediciones Encontrarnos; 2020). Memorias de aquel tiempo adolescente en San Francisco Solano (1982 1989). (Ediciones Encontrarnos; 2021). Historia de un Simple Mortal Argentino (Ediciones Encontrarnos; 2021).

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na persona desaparecida ya resultaba extremadamente llamativa, considerando la apacible y rutinaria vida del pueblo. Tanto es así que las únicas muertes acontecidas últimamente han sido por un extraño y letal virus que nos tiene encerrados en estricta cuarentena. Pero con el correr de los días la situación pasó a ser realmente preocupante. En menos de una semana dos nuevas desapariciones terminaron por alarmar a toda la comunidad. Entonces el Editor del periódico me solicitó un artículo al respecto. Gracias a mi contacto en la policía local pude acceder a los informes relativos a la investigación. Me sorprendió descubrir que las tres personas desaparecidas eran socias de la misma biblioteca y, más curioso aún, habían retirado distintas ediciones del mismo libro. La tarde languidecía. A pesar del obligado confinamiento social decidí visitar al bibliotecario en su domicilio. No vivía lejos de la estación terminal de ómnibus. Luego de golpear la puerta reiteradas veces fui atendido por un hombre mayor, quien apenas se dejó ver detrás de la reja interna que protegía la entrada a su domicilio. Aun así, pude advertir que tendría unos setenta años, su cabello era canoso y su rostro evidenciaba las huellas del tiempo vivido. —¡Buenas noches, señor! Disculpe la molestia. Busco a Jorge Iruzta, el bibliotecario. El hombre me lanzó una mirada desafiante. —¿Quién lo busca? ¡Ya le ha dicho a la policía todo lo que sabía! —No soy policía. Escribo en El observador tenaz. Escuchar esas palabras transformó el rostro del anciano: —¡Periodista! Pase nomás. Soy el bibliotecario, ¿apetece tomar algo? Su radical cambio de actitud me desorientó, pero acepté su invitación. Ya dentro de su casa noté que el bibliotecario caminaba de un lado a otro de la habitación, respirando con alguna dificultad. De pronto se detuvo junto a una ventana y se quedó pensativo, mirando vaya uno a saber qué imágenes de otros tiempos. Finalmente, luego de acercarme el vaso de agua que le había solicitado, se sentó y me dijo: —Conozco una historia que quizás le parezca digna de publicarse. Hace muchos años un muchachito inquieto recibió, como en una especie de sueño, valiosa información sobre una lejana civilización. ¡Ellos jamás se imaginaron que el muchachito, al crecer, escribiría un libro dando a conocer esas revelaciones! —Pero... ¿quiénes son ellos y por qué le darían semejante información a un muchacho? ¿Acaso lo consideraron inofensivo? —pregunté atraído por el inicio de ese relato, como si intuyera que el bibliotecario no había enloquecido por el encierro derivado de la pandemia, que algo había de verdad en esa historia que comenzaba a salir a la luz. —Al parecer estaban experimentando con la mente humana. O quizás fue un error. O un traidor. ¿Quién lo sabe realmente? Lo concreto es que están decididos a evitar que esa información se siga divulgando: ¡el reciente anuncio de una próxima misión a su planeta aceleró su accionar! En el escritorio fue donde advertí algo que estaba estrechamente ligado a la investigación de las desapariciones: —¡Crónicas marcianas, de Ray Bradbury! —exclamé al razonar que se trataba del libro retirado de la biblioteca por las víctimas. Él rápidamente comprendió mi sorpresa y se paró de un salto. —¿Lo ha leído? —atinó a preguntarme. —Si, en mi juventud.

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—¡Entonces recordará usted que Bradbury relata la aniquilación de los marcianos por las enfermedades que los hombres llevaron en sus primeras expediciones! Por supuesto que lo recordaba, pero en ese instante solo se me ocurrió preguntarle algo que ya le había preguntado: —¿Quiénes son ellos? Por primera vez vi miedo en sus ojos. Estaba por decirme algo cuando su cuerpo se estremeció y se llevó las manos al pecho, evidenciando un fuerte dolor que casi lo paraliza: —¡Ya es tarde y no me siento bien! Debo ir a descansar... pero... debe publicar esta historia. ¡Lo que está ocurriendo y nuestro futuro están entrelazados! El tono de su voz y la expresividad de su rostro me indicaban que la charla se había terminado, por lo menos en esa noche. Salí a la calle. No hacía frío, pero igual subí la solapa del abrigo y hundí las manos en los bolsillos buscando mi protección contra el virus. Miré las estrellas y pensé qué había sido todo aquello. El anciano me pedía escribir un artículo con elementos sueltos de una historia que, en principio, carecía de sentido. ¿O acaso lo tenía y yo todavía no lo había advertido? Esa noche no tuve respuestas, pero me propuse seguir investigando los vínculos existentes entre el libro de Bradbury, las desapariciones, el bibliotecario y el Covid-19.

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Sobre el autor: Bruno Delgadillo nació en septiembre de 1992, es un escritor de literatura fantástica y de ficción del Estado de México, Licenciado en Ciencias Humanas por el Centro Universitario de Integración Humanística (CUIH). Gran aficionado a las historias de Robert E. Howard, Roger Zelazny, Laura Gallego, Juan Rulfo y Ricardo Chávez Castañeda; entre otros. Estudioso entusiasta de la naturaleza humana, de las historias y los grandes personajes que pueblan la historia o la ficción fílmica, literaria o video lúdica. Participó con el cuento corto La Pelea en la antología 32 de la revista Penumbria, autor y creador de la novela de aventuras y piratas En los vientos del oeste. Actualmente se encuentra trabajando en la secuela de dicho título, así como un compendio de siete historias elaboradas a partir de las relaciones hostiles o destructivas del ser humano con el medio ambiente, los animales y las inteligencias artificiales; también trabaja en una nueva novela de aventuras con ambientación medieval.

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—¿P

or qué matar a estos pobres animales? —le pregunté. —Si no los matamos ahora, estos cabroncitos se comerán a la aves, las ranas, los ratones, a los pocos peces que logramos atrapar —dijo mi madre con firmeza—. Es verdad, solo buscan sobrevivir, pero no son como nosotros, son malos bichos y se han convertido en una plaga. Tenemos que extinguirlos antes de que acaben con las presas de nuestro bosque. Es culpa de nuestros ancestros haberlos traído y construirles granjas, criarlos y matarlos para sacarles la piel. —Pero madre —protesté—. Me dijiste un día que estos animales eran sagrados, que es de muy mala suerte matarlos. —Eran otros tiempos y esas eran solamente historias, hijo —dijo con terquedad—. No pienses en ello, además, podremos cazar un par de presas más en el invierno, por cada hembra preñada o con su cría que llevemos al matadero... La matanza siguió por horas. Los cuerpos desnudos de los animales se amontonaban a la orilla del canal, donde otros cazadores, como mi madre y yo, se enjuagaban la boca y las garras en el agua prístina del deshielo de la montaña. Quejándose del sabor que nos dejaba la muerte. —Ultima excursión —gruñó el jefe—, al amanecer finaliza la temporada para ustedes, sabandijas. —¿Por qué? —renegó mi madre— Aún no hemos podido cazar ninguno. —Otros continuarán la cacería. Es su derecho, todos quieren ser parte y la tendrán. —Los otros no son cazadores, son asesinos —chillé indignado—; vuelan o usan veneno y los matan por decenas o por cientos. Los animales no tienen ni una oportunidad y menos las hembras cargadas. —¡No sería justo para nosotros si tus hermanas y hermanos quedarse sin comer en el invierno! —intervino mi madre reprendiéndome con severidad— Volvamos al bosque, a ver si podemos hallar a una hembra con cría o una encinta. Nos alejamos de los arroyos y el bosque, de vuelta al paramo donde ellos solían refugiarse de las incursiones, hasta que una flor de fuego quemó la llanura y con las lluvias se convirtió en un lodazal lleno de gusanos, garrapatas, moscas y mosquitos. A ratos entre el lodo y la hierba quemada podíamos ver cerros de huesos medio blanqueados donde las parlanchinas ratas se llenaban la panza mordisqueando la carroña mientras nos lanzaban insultos. Allí van los pinches cazadores, dejen un poco más de carne la próxima ¿nó? Pasamos de largo rápidamente haciendo oídos sordos a sus camorras y chillidos. Un velo de niebla nos emboscó y entre la humedad, la brisa trajo un aroma hasta la nariz de mi madre. —Es la hembra, hijo —susurró agazapándose—. Está muy cerca, vamos a rodearla. —Pero madre… —Pero nada —me fulminó—. Haz lo que te digo o no volverás a la madriguera. El otoño moría con las ultimas hojas desprendiéndose de los fresnos, sauces y robles del bosque; los primeros copos de nieve, el viento gélido, anunciaban las heladas invernales. No sobreviviré sin comida y en un territorio desconocido cuando caiga la nieve. Nos arrastramos entre la niebla y por el lodo; entonces logro captar el aroma agrio de su sudor, el amargo de su miedo, como dijo mi madre es una hembra y está sola; pero… hay algo más, veo que tiene una vara en su mano con flores de fuego chisporroteando, y con esa luz maligna también logro ver que la hembra camina con dificultad, huele extraño, sostiene su vientre desnudo y abultado mientras gime y grita terriblemente. Escucho su dolor, olfateo a mi madre, escucho su llamado de quedarme quieto. La hembra cae al suelo quejándose, suelta su vara con flores, pero no está lejos de sus manos Aun puede defenderse de nosotros.

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Mi madre hace la señal de ataque y se abalanza a toda carrera sobre la hembra, yo desde el otro extremo del lodazal la imito, pero ella se para en seco y también yo, cuando ella empieza a agitar nuevamente su vara, a la luz de las flores nos damos cuenta de que la hembra se ha detenido para parir. Miramos con una mezcla de horror y desconcierto como la criatura más pequeña sale expulsada de entre sus patas traseras, llorando, cubierto de sangre y fluidos. Vuelvo la vista a mi madre, pero ella se queda ahí pasmada respirando fuertemente a la luz de las flores. —¿Qué hacemos? Ella no responde. Se queda congelada mirando como la hembra se levanta con mucha dificultad chorreando sangre, sosteniendo a la cría con una mano y en la otro la vara ardiendo. La hembra lanza unos chillidos balbuceantes hacia mi madre que se mueve aquí y allá, evadiendo las amenazas del arma, sin saber si atacar o replegarse. La sangre comienza a llamarme, algo más fuerte de lo que puedo pensar, se apodera de mí, siento hambre, siento miedo, siento ira. Respiro rápido, muy rápido. Me lanzo al ataque, mis colmillos se cierran en torno al cuello de la hembra. La siento viva entre mis fauces, cayendo hasta el suelo, se retuerce, yo trabo mi mordida, incrusto mis garras en su lomo, sacudo el hocico desgarrando la piel, entrando en el músculo sintiendo las vértebras, la herida chorrea, la siento como se tensa, aprieto de nuevo, esta vez con todas mis fuerzas. Siento como suelta su cuerpo, como se empieza a poner fría, la suelto, la miro y empiezo a llorar. Mi madre se acerca, precavida, luego de asegurarse que la hembra está muerta, me lame la sangre, del borde del hocico. —Fue perfecto, hijo. Lo hiciste maravillosamente… Miro a la hembra tendida en el lodo, la volteó rodando su pesado cadáver con la punta de mi hocico y veo como su cría se ahogó aplastada bajo su peso y el mío, me siento enfermo. Los miro: extraños, sin pelo, con sus patas traseras largas, su piel sin pelaje. Son tan bellos… —¡Por qué, madre! —lloré con el hocico lleno de sangre y el corazón hecho un río furioso— ¿Por qué tenemos que matar a estos tristes animales? —No pienses en eso, hijo —susurró cariñosa haciéndome cariños—, piensa en nuestra familia, en todo el bien que nos dará esta muerte. Sobrevivimos, somos cazadores de la estirpe del Visón. Ellos son solo… humanos.

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Sobre el autor: Jesús Antonio González Galindo (Texcoco, México, 1996). Biólogo, in-docente de prepa pública y verdulero especializado en chiles grandes y picosos. Ha publicado en las revistas Granuja, Estrépito y Tóxicxs.

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L

a cosa no es protruirse de parte de quién porque en verdad es mucha la gente que ha venido a tocar esta puerta malcerrada que se obstina en evaginarse sobre su marco cuando los tactos se le juntan en la manija y se retuerce toda pendeja en especial a fin de año cada que anda celebrosa Por eso el punto no es saber quién le va a aguadar la cerradura ya de antemano sabiéndole su maña no, que uno es coyote lagartija muy apedreada el chiste es saber si se obstina o queda abierta Y no es por mamonear pero una vez pasó que al vueltear con aquellito que se esconde de los soplos nos clavaron unas chichas los hijos de su puta madre Ese día, me acuerdo, dejaron la pecera apenas con un rasguño y el testimonio pingüe de sus dedos sobre el vidrio Yo cerré bien, como Dios manda, porque conozco mi puerta pero el frío que se enculó en el rato que se metieron me carraspeó el cuello y llenó a tope el acuario ¿Qué pasará si crío? Dije pasando el trago y ahora tengo como mil peces nadándome en el hocico

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Sobre la autora:

Krizia Fabiola Tovar Hernández nació en el Estado de México, en 1996. Algunos de sus escritos aparecieron en las revistas Reflexiones Alternas, Poetómanos, Prosa Nostra mx, Revista Enpoli, Teresa MAGAZINE, Revista literaria Pluma, Revista hispanoamericana de literatura, Revista literaria Monolito, Más literatura, Clan Kutral, Vertedero cultural, Circulo literario de mujeres, Perro Negro de la Calle, El morador del umbral, La página escrita, La Liebre de fuego, y El templo de las mil puertas, entre otras. Estudió la licenciatura en Ciencias Humanas en el Centro Universitario de Integración Humanística.

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P

oesía mía de antaño con vanos versos y títulos, para tu nombre por primera vez escribe frágiles estrofas, tergiversaciones escasas de mi pasión estival, te enredan en la confusa distancia conmigo. Versos como tentáculos se tienden para abrazarte cuando mis poros añoran tanto esta fiebre de oro, ¿por qué la naturaleza atentó creando el doble? Entre tu hermano gemelo y tú reconozco bien cuál es la esencia tuya que cohabita en mi sangre, el lunar sobre la cúspide de tus labios que no le pertenece guarda tantos secretos como mis botas color chocolate, testigos de pasos por paisajes prohibidos sin nombre. Este lunes tomo una copa de vino, mas no será suficiente para olvidar tus ojos perdiéndose justo en la furia de nuestro río sexual aquel martes de noviembre, cuando dijiste que me quieres también… ¡Mi amado pianista cuanto deseo tu melodía orgásmica! Este vino tinto me recuerda al de las entrañas de tu sexo, paraíso dionisíaco que atenta contra mi razón apolínea cuando mis senos reclaman por tus besos y mordidas, también de mi sexo sus teclas buscan acordes de tus dedos, bebo vino para olvidar, mas ataca cual leña en mi vientre al pasearte tú, desnudo por mis recuerdos y sábanas frías. Este lunes tomo otra copa de vino para arrancarle el pudor de mi madre a mi poesía infantil a ratos mentirosa, ahogaré los sermones de mis amigos, sombras que no me permiten pensarte, imaginarte entre mis piernas sin culpa, sabes que la puerta queda abierta para ti. El carmesí del vino me reprocha el grosero ademán a tu mano amiga y amante caminando juntos hacia nuestro país, su hoguera me provoca el deseo de regresar al pecado para cambiar los instantes, borraría tu preocupado rostro del espejo mirando mis lágrimas y las enterraría con mi pasado, en tu yugular ya sin nuestra desnudez puesta. Mis versos poco cristalinos, nunca han sabido explicarte tus propios hechizos sobre los hilos de mi humanidad, aquella niña que en marzo fui, hoy motivo de estas lágrimas,

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triste y cautiva detrás de sus mil y una jaulas, nunca me subestimas ni alabas de más, tras cada encuentro me revelas sin prejuicios, mujer de claroscuros, tú besas las alas renacidas. El ritual de Baco continua contigo en mis fantasías, ¿qué pensarás de los poemas mutilados escritos para ti con mi pluma excitada, feliz, vulnerable? Quisiera bañarme contigo bajo esa lluvia de motel y hacerte mío para escucharte gemir mientras bebo mi vino predilecto, transformándonos en océanos, ¡mas hoy debo conformarme con tinta y papel! Suplico a la champaña ahogue los recuerdos lúbricos, porque el vino tinto repite la misma pregunta a cada hora, ¿he sido prudente al desnudarme las heridas de mis alas? Tu difusa canción penetra en mi columna vertebral donde arde el temor de no ser parte de tu cuerpo, sangre y sudor otras mil veces más, sueño del último atardecer de otoño, por lo menos quiero hacerte saber siempre que existe un pianista impregnado entre mis tatuajes, mis orgasmos y mi copa de vino.

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Sobre el autor: Amaury R. Ledesma (Lagos de Moreno, Jalisco, 16 de agosto de 1991). Narrador y poeta. Arquitecto de profesión. Cofundador, editor y diseñador de la revista literaria digital Perro Negro de la Calle. Su obra narrativa se centra en relatos sobre lo fantástico, lo sobrenatural e ironía. Enfoca su obra poética (rima o prosa) en indagar en los recovecos de lo mundano desde el punto de vista pesimista. Ha publicado obras en distintas revistas literarias: El noveno arcano, (Revista La Marraqueta, Santiago de Chile, 2019), Lo que pasó en el sótano (Seminario digital de poesía, horror, fantasía y ciencia ficción, Monterrey, Nuevo León, 2019), El puente del recuerdo (Revista franco americana Resonancias, Francia, 2020), El cometa verde (Revista de ciencia ficción y fantasía Teoría Omicrón, Quito, Ecuador, 2020), Seleccionado dentro de la antología Los múltiples rostros de la muerte, con su relato: Para que no estuviera solo (Editorial Aeternum, Perú, 2020), Cenizas secretas (Revista Letralia: Tierra de letras, Cagua, Venezuela, 2020), La mofa de la vida (Revista de creación literaria y humanidades Gibralfaro, Universidad de Málaga, España, 2020), Aráchne (Revista Papalotzi, Editorial Papalotzi, México, 2021), entre otras.

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D

esde el albor es presente en el corazón del hombre; infame es todo su nombre, quien la desconozca, miente. Y se mueve entre la gente infectando sus acciones; porta indómitos blasones: egoísmo y vanidades, que se esmeran en ruindades y ofusca impías razones. Mi ser la ha albergado a veces, al igual que los de ustedes, tentadoras son sus redes... pero somos buenos jueces. Nos socorre ser corteses para no ser esperpento, aquel ser que con talento arrasa tal cual engaña, mata y, por lo tanto, daña; ser, de lo humano, fragmento. Y si algún día triunfa ella en los nuestros corazones, no tendremos más opciones, funesta será la huella. El humano siempre sella, inmerso en tales furores, de su estirpe, los errores; que en los hombros de sus eras yerguen miles de banderas de maldad y sus terrores.

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Centro ceremonial Otomí I Fotografía de Demetrio Navarro del Ángel

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Sobre el autor: Bruno Delgadillo nació en septiembre de 1992, es un escritor de literatura fantástica y de ficción del Estado de México, Licenciado en Ciencias Humanas por el Centro Universitario de Integración Humanística (CUIH). Gran aficionado a las historias de Robert E. Howard, Roger Zelazny, Laura Gallego, Juan Rulfo y Ricardo Chávez Castañeda; entre otros. Estudioso entusiasta de la naturaleza humana, de las historias y los grandes personajes que pueblan la historia o la ficción fílmica, literaria o video lúdica. Participó con el cuento corto La Pelea en la antología 32 de la revista Penumbria, autor y creador de la novela de aventuras y piratas En los vientos del oeste. Actualmente se encuentra trabajando en la secuela de dicho título, así como un compendio de siete historias elaboradas a partir de las relaciones hostiles o destructivas del ser humano con el medio ambiente, los animales y las inteligencias artificiales; también trabaja en una nueva novela de aventuras con ambientación medieval.

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E

l sauco, el roble y la piedra cubierta de musgo, se han manchado con el tinte de la nieve y el blanco del hielo se ha encendido de rojo. Sobre el aullido macabro del viento, atrapado entre los árboles, se alza rutilante el canto del hierro contra la carne. Entrañas. La sangre de los valientes y cobardes, manchan el bosque y el flanco de la montaña, no hay roca sin cráneo desparramado sobre sus estrías, no hay miembro amputado sin grito alebrestado, no hay viuda sin daga para ella y la criatura sembrada en su vientre. ¡Qué mal ha manchado la tierra! ¡Qué pesadilla aguarda a la sombra del valle! Sepultada en la nieve aguarda el capullo de la mariposa y en la ribera del río donde las nutrias juegan alegres, entre el torrente del río teñido de sangre y la mano de hueso que aun sostiene el puño de su acero. ¡Allí dónde la rana se ha congelado! ¡Allí dónde el búfalo se ha ahogado! ¡Allí donde los cuervos y los perros devoran su congelada carcasa! Ahí estoy esperando con el hierro en mano y el frío clavado en el tuétano, con un frasco de whiskey ardiendo en mi pecho y la desolación que me trajo el invierno más largo. Aquí aguardo, tranquilo, dormido en el fango del río que ya no corre, oyendo el graznido de los cuervos, picoteando la carroña. Sin fuego, sin luz, sin nombre, sin nada. Con el corazón vacuo y los pies congelados dentro de mis botas, con los gritos de los muertos ahogados por la ira de mis armas. Sin nada más que hacer. No hay ya nada que decir. Y mientras la luz del día se muere en mis ojos, el invierno nace con un cielo de hierro, contemplando la muerte del hombre que vivió por el acero.

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Sobre el autor: Carlos Enrique Saldívar (Lima, Perú, 1982). Es director de las revistas virtuales El Muqui y Minúsculo al Cubo. Es administrador de la revista Babelicus. Publicó el relato El otro engendro (2012). Publicó los libros de cuentos Historias de ciencia ficción (2008, 2018), Horizontes de fantasía (2010) y El otro engendro y algunos cuentos oscuros (2019). Compiló las selecciones: Nido de cuervos: cuentos peruanos de terror y suspenso (2011), Ciencia Ficción Peruana 2 (2016), Tenebra: muestra de cuentos peruanos de terror (2017, 2018, 2021), Muestra de literatura peruana (2018), Constelación: muestra de cuentos peruanos de ciencia ficción y Vislumbra: muestra de cuentos peruanos de fantasía (2021).

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E

l hombre se hallaba sediento, había tenido un día de trabajo duro, recorrió muchas calles repartiendo encomiendas. Se preparó una jarra de jugo de mango con hielo, se lo sirvió en un vaso y procedió a beber el líquido. Una pulga que se había pegado a su pantalón momentos antes, cuando él caminaba cerca de un parque, saltó sin darse cuenta dentro del recipiente y comenzó a patalear para salir de allí. De nada le sirvió esforzarse pues en pocos segundos fue ingerida por el sujeto. Y murió. El hombre jamás se enteró de que había devorado una pulga. Y el animal nunca supo que había sido comido por un ser humano. El tipo, refrescado, estiró sus huesos y caminó por el centro de su cocina. No se percató del aceite derramado en un extremo (él mismo lo había vertido accidentalmente la noche precedente). El muchacho pisó la mancha incolora y cayó para atrás, se quebró la nuca con el borde del repostero y falleció en el acto. Jamás supo que en ese preciso instante había sido devorado por Dios. Y, desde luego, Dios no advirtió nunca que se había tragado a un hombre.

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Sobre la autora: Lima, Perú (1988) Eliana de la Torre Córdova, licenciada en Educación primaria por vocación, escritora por pasión ha participado en la publicación de antologías impresas como Es-cupido, Nueva normalidad con Editorial Autómata, también participó en antologías digitales de libre descarga, en Lektu, como Luchadoras, Erótica, De la imagen a la palabra, entre otras.

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E

duardo, despertó con los primeros rayos del sol, tuvo tiempo de tomar desayuno (eso no sucede con frecuencia) un buen duchazo, colocarse la ropa formal y seguir con la rutina, rumbo hacia su oficina del poder judicial en el centro de Lima. Ese día la cola del metro estaba más larga de lo normal y todos tenían expresión de malhumorados, al parecer más de uno llegaría tarde al trabajo, varias caras se le hacían conocidas, pensaba que ellos al igual que él cumplían su día a día. —Otro día más —pensó Eduardo. Subió al bus, se sentó, mientras los demás ingresaban como podían, pareciendo todos sardinas. De pronto subió ella, Eduardo empezó a sentir agitación, una sensación de escalofríos lo invadió y aquellos recuerdos que uno quiere dejar en el pasado volvieron a la mente inevitablemente y ella se le acercó. —Hola, ha pasado mucho desde la última vez, ¿cómo estás? —preguntó ella. ¿Cómo estoy? En serio quieres preguntarme eso —pensó Eduardo, pero solo respondió—: —Trabajando, por lo demás todo bien. —Me alegra tanto, ya bajo en la siguiente estación —mientras lo miraba como recordar el tiempo de antaño, luego añadió—: ¿Te parece si llamo por la tarde y tomamos un café? —Está bien, quedamos —dijo Eduardo tratando de guardar la calma. Ella se bajó en la estación Balta y a Eduardo le regreso el alma al cuerpo. Llegó a su destino, se instaló en la oficina, trató de concentrarse en los pendientes del día sin mayor éxito. Se quedó pensando en ella, la antigua novia que le rompió el corazón cuando él le propuso matrimonio, pues ya estaban juntos casi diez años. Ella le dijo no y terminó la relación dejándolo confundido por la situación. Había pasado un año desde aquel fatídico día para el buen Eduardo, pero él lo recordaba cada día. De pronto, suena el celular, a Eduardo se le agita el corazón, ve el número, pero no es ella, sabe que debe guardar calma, total, le dijo que lo llamaría en el transcurso de la tarde y apenas son las tres. Al pasar de las horas Eduardo siente cierta ansiedad, hasta que llega la llamada ganadora. —Hola, Eduardo, soy Elisa, ¿listo para el café a las seis? —Sí, claro, ¿en el lugar de siempre? —respondió algo nervioso. —Eduardo, olvidé comentarte, iré con alguien más, ¿tienes algún problema con ello? —comentó Elisa. —Descuida, nos vemos en una hora —mientras pensaba: seguro irá con Patty, la amiga violín que siempre iba a cada cita. Era diez para las seis y Elisa estaba en la cafetería Esbarí, del Jirón de la unión, cuando llegó Eduardo quedó pasmado al verla con un pequeño niño en brazos, él contuvo las lágrimas, la saludó y sonrió al bebé. Elisa, lo vio con emoción y le dijo: —Ha pasado tanto en este año que debo contarte la verdad de la historia del porqué dije aquel día no.

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Sobre la autora: Alina Licor Delgado, 1 de febrero de 1971, San Luis, Pinar del Rio, Cuba.

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A

lucino a diario soles en invierno calientes y tiernos, y flores eternas de olores silvestres y amores de otoño, que llegue Odiseo y olvide a sus ninfas y salve esta tierra, que vuelva la risa y salve su reino con sana humildad, dispara tu flecha, caballero, ya con eclipse total, besa al mundo, héroe titán, tensa tu arco, hombre ahora, es urgente, apunta la flecha, que vuele y vuele, quiero respirar, abrazar a mi rey, que duerma en mi cama, y resista el dolor, hombre del mundo, supéralo todo, por todos los siglos, esperanzador.

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Sobre el autor:

Carlos Enrique Saldívar (Lima, Perú, 1982). Es director de las revistas virtuales El Muqui y Minúsculo al Cubo. Es administrador de la revista Babelicus. Publicó el relato El otro engendro (2012). Publicó los libros de cuentos Historias de ciencia ficción (2008, 2018), Horizontes de fantasía (2010) y El otro engendro y algunos cuentos oscuros (2019). Compiló las selecciones: Nido de cuervos: cuentos peruanos de terror y suspenso (2011), Ciencia Ficción Peruana 2 (2016), Tenebra: muestra de cuentos peruanos de terror (2017, 2018, 2021), Muestra de literatura peruana (2018), Constelación: muestra de cuentos peruanos de ciencia ficción y Vislumbra: muestra de cuentos peruanos de fantasía (2021).

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M

arcos estaba desesperado, recordó la gloria cuando Perú consiguió entrar al Mundial de Fútbol Brasil 2014. Todo gracias a él, el mejor jugador peruano de todos los tiempos. Como capitán de su equipo, había triunfado en todas las etapas, los cuartos de final, las semifinales, y ahora se hallaba en medio de la cancha, en los ochenta y cinco minutos del último partido, en el cual enfrentaba ni más ni menos que a Brasil. El marcador estaba 3 a 2, a favor del equipo carioca. Marcos se dijo que debía anotar un gol pasara lo que pasase, sus compañeros estaban agotados, todo dependía de él; con el éxito había aumentado también la presión, sabía que ya había conseguido bastante, pero aún podía empatar, así irían a tiempo extra y en ese lapso cualquier cosa podría suceder. Restaban tres, dos, un minuto, para que terminase el encuentro. Marcos obtuvo el balón e, imparable, se dirigió al arco contrario. Se aproximaba con rapidez, burló a dos contendientes, a los defensas, al portero, quien salió antes de tiempo. El arco rival parecía crecer, esto lo extrañó, pero igual pateó el esférico con todas sus fuerzas… y la pelota no llegó a la red, regresó a él. Marcos se preocupó, se dijo que debía correr con la redonda hacia esa meta, la cual extendía sus dimensiones de forma apabullante. Allí se dirigió el peruano, avanzaba velozmente, sintió que un cúmulo de cuerdas y palos lo amarraban junto a la circunferencia que se hallaba en sus pies. Pudo desasirse y continuó penetrando más, y más. El famoso futbolista Marcos Valdivia nunca fue encontrado. El partido no se anuló y ganó Brasil. Cuentan que el arco donde desapareció el deportista fue sacado de su base por la policía y está siendo analizado con gran detenimiento.

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Centro ceremonial Otomí II Fotografía de Demetrio Navarro del Ángel

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Sobre la autora: Esmeralda García (Guadalajara, Jalisco. México. 1970). Estudió la licenciatura en Psicología y la maestría en Psicología Educativa en la Universidad de Guadalajara. En la actualidad es profesora en nivel secundaria. Poeta independiente, expresándome en verso libre, haiku y siglema. En proceso de autoconocimiento permanente; escribiendo sobre el amor, desamor, erotismo, causas sociales, poesía lésbica, feminista, etc. He publicado un poemario: Mujer Esteparia (2019) en Proyección Literaria. Antologías: Deleite: Vida y Placer (2013), Poéticas de los sures femeninos (2020), Versas y Diversas, Muestra de poesía lésbica mexicana contemporánea (2020), ¿La vida en rosa? (2020), Proyección Literaria. Travesías del confinamiento: Haiku y siglema (2020). Mujeres en campo minado (2020) Proyección Literaria. Muestrario Nacional 2021, Jalisco (2021) Maya Cartonera-Ave Azul. Ha participado en revistas digitales como: Perro Negro de la Calle (No. 46, 47, 50, 54, 55, 56,57,60,63), Almicidio, Poetómanos, La Coyolxauhqui, Especulativas, Unión “José Revueltas” Revista Independiente, Acuarela Humanística, Resonancias SoM, Revista Tlacuache, etc; diversas fanzines, asi como en lecturas colectivas, festivales de poesía virtuales.

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TIERRA

T

emplanza firme, yergue la profundidad de tus entrañas.

Inerte mira, crueles grietas en la piel cicatrizando. Entre simientes de esperanza fértil, das prosperidad. Reencuentro paz, convicción y rutina de tu enigma. Ritual terrenal, ardiente fecundidad sutil destino. Amante madre, Naturaleza pura, imperturbable.

AIRE Aspiras vida, exhalas impurezas cíclicamente. Intrépido sol, manifiesta de paso su transparencia. Retornas nuevo, purificas ambientes sublime labor. Esplendoroso elemento espectral, das existencia.

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Si el camino a la inexistencia me conduce al martirio absoluto, tu boca frágil, lenguaje disoluto es tarde de siempre, dulce insolencia. Busco diario un motivo valido: cuando el mundo lentamente termina la esperanza siempre oculta, germina en un campo de sangre, sin ti, desvalido. No existe nostalgia rota que cuente, no existe un relato gris que alcance para superar tu imagen en la fuente. Es por eso por lo que el discurso que ofrece no consuela este corazón errante, y condena a mi alma ¡que en paz goce!

Y si realmente la narrativa sirviera para describir los olores del campo, podría decirte tu olor de madrugada, tus pecas suaves en medio de la espalda. Estoy atrapado en medio de la discusión por la equidad y el discurso de odio que cada día gana terreno al sentido común y a las necesidades diarias. La vida transcurre en medio de historias contadas alrededor, relatos cortos de recuerdos momentáneos que duran lo que la atención se dispersa entre la basura visual y esta ignorancia abismal que me invade todos los días. Afortunadamente todos ignoramos cosas distintas, afortunadamente no todos buscamos cosas extintas. El amor se escapa en las primeras horas del día, mientras el cambio de horario te da la esperanza de decidir hasta que la costumbre vuelva a asaltar tu mañana, cuando sin que lo sepas, me abandones a mi suerte a expensas de canciones, esquelas y repicares de campanas distantes. Es posible.

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Sobre la autora: Alina Licor Delgado, 1 de febrero de 1971, San Luis, Pinar del Rio, Cuba.

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Q

uiero besos, debajo de la lluvia que los besos rueden por mi cuerpo encendido, besos de ti, de ti, amor prohibido. Lo prohíbes tú, no te olvido. Pero tengo que vivir, seguir mi camino, quiero besos de olvido. Fumo tabaco con miel en mi isla de azúcar, de ron y vino, y beso hoy al señor Leonel, limón y miel, y me sabe cruel, sin saber mi destino busco un camino, la madrugada embriagada está. Y mi vestido quedó pegado a mi piel sin caer, es un caballero, el señor Leonel, quizás mañana sea otro y no él. Y arañe con saña despiadada mi magia ahora enamorada. Enamorada de un imposible sin saber qué hacer. Me eriza la piel, los versos de él, nunca lo sabrá mi señor en sueños, Leonel.

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Sobre la autora: Esmeralda García (Guadalajara, Jalisco. México. 1970). Estudió la licenciatura en Psicología y la maestría en Psicología Educativa en la Universidad de Guadalajara. En la actualidad es profesora en nivel secundaria. Poeta independiente, expresándome en verso libre, haiku y siglema. En proceso de autoconocimiento permanente; escribiendo sobre el amor, desamor, erotismo, causas sociales, poesía lésbica, feminista, etc. He publicado un poemario: Mujer Esteparia (2019) en Proyección Literaria. Antologías: Deleite: Vida y Placer (2013), Poéticas de los sures femeninos (2020), Versas y Diversas, Muestra de poesía lésbica mexicana contemporánea (2020), ¿La vida en rosa? (2020), Proyección Literaria. Travesías del confinamiento: Haiku y siglema (2020). Mujeres en campo minado (2020) Proyección Literaria. Muestrario Nacional 2021, Jalisco (2021) Maya Cartonera-Ave Azul. Ha participado en revistas digitales como: Perro Negro de la Calle (No. 46, 47, 50, 54, 55, 56,57,60,63), Almicidio, Poetómanos, La Coyolxauhqui, Especulativas, Unión “José Revueltas” Revista Independiente, Acuarela Humanística, Resonancias SoM, Revista Tlacuache, etc; diversas fanzines, asi como en lecturas colectivas, festivales de poesía virtuales.

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AGUA

A

l correr, huyes por entre los resquicios, surcos transita.

Gota a gota, perforando la piedra impenetrable. Un elemento, para el ser sediento que desfallece. Alegoría, la poeta errante escurridiza.

FUEGO Filamento sol, le regaló Prometeo a los humanos. Única pira, roja llama danzante luminiscente. Es el infierno, para quienes lo tocan frente a frente. Gritos con humo lanzan en la agonía, brasas ardientes. Omnipresente corazón de madera, con rayos de sol.

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Herrería Fotografía de Demetrio Navarro del Ángel

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Sobre el autor: Manuel Raya (Lima, 1987) es Economista por la Universidad Nacional del Callao (2010) y Abogado por la Universidad Nacional Federico Villarreal (2018). Tiene cuatro libros publicados en Perú: Mundo In-Mundo (Editorial Apogeo), El tiempo y la destrucción (Editorial Apogeo), El origen del miedo (Editorial Apogeo) y Piratas y dragones. Batalla en el atlántico (Francisco León editores). Su libro de cuentos: Los miedos del mundo, fue publicado en el 2019 en Colombia (Higuera Editores) y en el 2020 en España (Terra Ignota Ediciones). En el 2016 quedó en 2° lugar en el concurso “Mi Slogan contra la violencia de género” del Ministerio del Interior (Perú). Ha quedado finalista en diversos certámenes literarios en la categoría de cuento en España y ha postulado a la Academia Diplomática del Perú. Ha realizado diversos talleres literarios y ha participado en diversas ferias de libros. En el 2020, sus cuentos fueron seleccionados para la editorial Yo Publico de México y para la Editorial Sirena de Chile.

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Dentro de nosotros existe algo que no tiene nombre y eso es lo que realmente somos. José Saramago

D

espués de treinta años volví a ver inmensas colas en los supermercados y bodegas de toda la ciudad. ¡El virus ya llegó al país y el Presidente ha declarado cuarentena obligatoria! La noticia se difundía por todos lados. Me sentía muy preocupado debido a que en todo el día no había encontrado nada de comer en la basura. De pronto el potente ruido de un patrullero policial, sacudió mi tristeza. —¡Oiga, señor! —me dijo en tono poco amigable el oficial—. ¡Acaso no sabe que nadie puede estar en las calles! —¿No se da cuenta que yo vivo en la calle? El oficial se hizo al desentendido y me dijo que lo acompañase a la dependencia policial. Después de muchas preguntas y poco interés hacia mis explicaciones, me dijeron que me vaya. No sé cuántos días han transcurrido desde aquella vez, pero siempre recordaré el noble gesto de dos perros de raza pastor alemán que me compartieron parte de la comida que uno de los oficiales les brindó.

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Sobre la autora: Karla Macías (Alefilos) nació en la ciudad de Lagos de Moreno Jalisco en 1981, actualmente radica en Aguascalientes, Aguascalientes, gusta de la apreciación de cualquier manifestación artística, su pasión es la poesía, amante de la metáfora. Colaboró para Ediciones Afrodita en El deseo de cupido mismo que se encuentra de venta en Amazon.

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T

an cerca para sentir el vacío entre dudas que sostienen la balanza, un juicio que se aferra a la absolución entre pruebas condenadas en delirio de persecución. Sin quietud ni calma en una mente que ha perdido la razón los días grises se esfuman pues ya no hay luz en derredor. La oscuridad no da tregua sin duda el mejor lugar para estar pasando entre sombras desapercibida sin más daño que puedan causar, este ya estaba hecho tiempo atrás. No se pierde lo que no se tiene ni lo que la mente puede idealizar, el espíritu tambalea en la cima a milímetros del precipicio está sin más salida que la gravedad. Y ahí en el fondo solo queda aguardar deshecho en mil pedazos un cuerpo fragmentado en dolor oyendo el eco de quienes aún creen en el amor.

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Sobre el autor: Ronald Édison Pérez Rondinel, Poeta y narrador (Perú, 1991). Egresado de la Universidad Nacional de San Cristóbal de Huamanga (UNSCH). Ha publicado Páginas blancas con tinta negra (2013) y el poemario Negro y Blanco (2020). Es miembro fundador del círculo literario Yerba Silvestre y de la revista Aya Urqu, fundador de la asociación cultural Retama de la provincia de Huanta y, también, miembro de la Asociación de Escritores de Ayacucho (AEDA). Actualmente se dedica a la música y a la docencia.

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M

i madre tiene una estrella que pesa, es su cruz, como ella dice; Roxi, mi hermana mayor, de cara pálida, sonrisa herida, flacucha, buena devota de la iglesia cristiana, y enferma mental a partir de un susto —eso también dice mamá—, cuando la mordió una perra furiosa, y desde entonces su salud fue decayendo y ahora anda media loca. —Roxi no está en la iglesia, dónde estará la pobre; Roy, ve a buscar a tu hermana ―dice mi madre preocupada, mientras se alista para preparar el almuerzo. Yo no soy un niño, pero tampoco un hombre fuerte, pero sí, el hermano mayor para dos hermanitas, y el único varón de la casa; entonces, no tuve otra opción más que ir a buscar a mi hermana. —Te acompaño, Roy —dice mi hermana, la vaca (así le digo para hacerla llorar). Nos vamos preocupados y tristes, yo trato de no sentirme débil, y tomo a mi hermanita de la mano. Caminamos por el barrio del hospital, son las diez de la mañana, Roxi puede estar en cualquier parte. Pienso en ir a las iglesias, luego a los parques, al mercado. Me da miedo pensar en lo difícil que puede ser si se enterca; no es fácil buscar a tu hermana medio loca. Pido a Dios que nos ayude. Caminamos por el jirón Untiveros, cruzamos al jirón Arica y vemos a lo lejos acercarse a Roxi. Ambos avanzamos para el encuentro, y yo me acerco sigiloso como un felino a su presa. —Roxi, Jesús está en la casa —le dije—, te está esperando, vamos. Roxi se sintió contenta, le había dado en el punto de quiebre, ella siempre anda con su Biblia, así que se puso a andar casi corriendo, su rostro sonreía y estaba muy emocionada. Nos apuramos en llegar al ritmo de Roxi; mi hermanita no aceptaba el engaño, pero me puse firme y entendió. Al llegar a casa, rápidamente Roxi se puso a buscar a Jesús, y yo me puse asegurar la puerta bien. —¿Dónde estás, Jesús? —preguntó Roxi, algo confundida, al no encontrarle en ninguna parte. —Se fue porque demoramos mucho —le dije—. Estuvimos buscándote largo rato. Mi hermana está casi loca, y yo no encuentro mejor forma de ayudarle que haciéndole caso. Cuando está bien me muestra su afecto, nos abrazamos; pero cuando está enferma, es terca, no come, insulta, convulsiona, se muerde los labios y, al pasar los días de crisis, se aprecia muy callada... Todos lloramos la enfermedad de Roxi. Solo yo sé cuánto sufro. —¿Por qué no le dijeron que me espere? —dice—. Padre, ¿por qué no me llevas contigo? Se pone a llorar a gritos, me dice que soy mal hermano, a mamá le dice que no es buena madre; que todos somos unos pecadores, pide a gritos que Dios tenga piedad de ella. Se pone a rezar el Padrenuestro, ve visiones, habla sola, tiene un tic nervioso que viene de rato en rato. Mamá ya intentó curarla con varios curanderos, también en el hospital, pero no han podido sanarle. Mamá tiene planeado llevarla a Lima, ya tiene la plata del préstamo, supongo que nos dejará, como otras veces, en casa de los tíos; no podemos quedarnos solos, seguimos siendo niños.

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Sobre la autora: Alejandra Cruz Castillejo nació en Michoacán, México, en 1983. Se graduó como Lic. en Educación Primaria en la Escuela Normal Urbana “Profr. J. Jesús Romero Flores”. Ha colaborado en las antologías Normalista 2004, Los otros motivos tomo 1 2021, Homenaje a la literatura contemporánea 2021 y Alas de mariposa 2021. Actualmente ha publicado en las revistas Rigor Mortis, Perro Negro de la calle, Cantera, Posada Almayer y Komuya, así como en páginas de difusión cultural. Es fundadora del “Colectivo Cultural Voces de Michoacán”.

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E

stá en el baño, como siempre. Lo sé porque cuando se ausenta se va a su espacio, cierra con seguro, se sienta sobre el retrete y se lleva las manos a la cabeza. Creo que piensa que si presiona fuerte sus males se alejarán. Cualquiera diría que es frustración lo que siente. Él es como una oveja asustada que corre entre los matorrales para expulsar el miedo. Aunque él no corre, tan solo se ausenta. Se harta de mundo y se va a su pequeño espacio, es como si se metiera en una caja de cartón donde solo existe él. Hace tiempo que comenzó con la manía de encerrarse, antes podía estar con los demás, conversar sin aterrarse. Todo empezó esa tarde en que llegó del trabajo algo fatigado. Su esposa lo esperaba con una delicia de comida, conversaron un poco, luego decidieron que era un buen día para pasar solos el resto del día, así que llevaron los niños a casa de la abuela. Era una tarde perfecta, disfrutaron de un buen vino y algunas botanas. Ella entró unos segundos a la habitación. Su apetito sexual despertó con lo que sus ojos contemplaron. Su mujer portaba un baby doll transparente con encaje y un pequeño liguero en la pierna. Ella se acercó y lentamente dejó caer su lacio cabello. Unos minutos después ambos se perdieron en el placer y fue ahí cuando él acercó sus manos al cuello de ella, en un principio con suaves caricias y después apretó y apretó más, al punto de casi estrangularla. Por unos segundos se dejó llevar por las voces que a diario escuchaba. Desde ese día su matrimonio terminó, no lograba comprender por qué, sabía que algo había sucedido y por más esfuerzo que hacía no lograba recordar. Ella no deseaba tenerlo ni a tres metros de distancia. Fue ahí cuando tomó esa mala costumbre de encerrarse en el baño cada que las voces le seguían. En un principio era tan solo una voz un tanto lejana; pensaba que era alguien tras él, pero cuando volteaba no había nadie. Ahora son muchas, pareciera que vive rodeado de gente fantasma. Cuando logra deshacerse de ellos sale del baño. Afuera reina el caos, cosas rotas en cada rincón. No puede creer que cada día encuentre cosas para romper; esta vez fueron los platos, la semana pasada la televisión, en la esquina se ve un bulto de ropa hecha tiras. Se siente molesto, no hay nadie con quien hablar esta vez. Respira profundo, pero su respiración, aunque es profunda también es agitada. Golpea contra la pared y lanza un grito de suma desesperación. Necesita salir, esa casa le aprisiona. Entonces sale y azota la puerta, mira para todos lados y ahí la ve a ella, está regando las plantas. Se acerca lento por detrás. Le tapa la boca. Ella, como puede, lo araña con las uñas en la cara. Le duele y la suelta, pero en menos de un segundo la alcanza nuevamente. Esta vez suelta un puñetazo que la deja inconsciente. Le acaricia el rostro, sus lágrimas ruedan por las mejillas, luego la toma de cuello y aprieta tan fuerte como las voces le gritan. La mujer queda tirada sobre el césped, la contempla por última vez. Regresa a casa y tira la única foto de su esposa a la basura; ya no es necesario que la conserve pues ella ya no existe, al menos es lo que las voces le dicen. Nunca sabrá que su mujer aún vive en otra parte de la ciudad.

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Sobre el autor: Manuel Raya (Lima, 1987) es Economista por la Universidad Nacional del Callao (2010) y Abogado por la Universidad Nacional Federico Villarreal (2018). Tiene cuatro libros publicados en Perú: Mundo In-Mundo (Editorial Apogeo), El tiempo y la destrucción (Editorial Apogeo), El origen del miedo (Editorial Apogeo) y Piratas y dragones. Batalla en el atlántico (Francisco León editores). Su libro de cuentos: Los miedos del mundo, fue publicado en el 2019 en Colombia (Higuera Editores) y en el 2020 en España (Terra Ignota Ediciones). En el 2016 quedó en 2° lugar en el concurso “Mi Slogan contra la violencia de género” del Ministerio del Interior (Perú). Ha quedado finalista en diversos certámenes literarios en la categoría de cuento en España y ha postulado a la Academia Diplomática del Perú. Ha realizado diversos talleres literarios y ha participado en diversas ferias de libros. En el 2020, sus cuentos fueron seleccionados para la editorial Yo Publico de México y para la Editorial Sirena de Chile.

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L

as tristezas no se miden con un código Alfa-numérico. Se miden a través de la ausencia del tacto y de sus otros sentidos. A través de los sueños que no cerraron sus 360°. ¿Quién no ha sufrido por sus propios abismos? Dicen que cada ser humano tiene una tristeza hecha a la medida de su felicidad. Yo no sé si esa afirmación sea cierta. De lo que si estoy seguro es que: ¡Tengo más dudas que respuestas! ¿Será por eso que sigo escribiendo? Mi alma de escritor no lo puede negar. Mis manos nunca dominaron las cuerdas y sus melodías ¿Será por ello que me convertí en escritor? ¿Por qué la literatura cobijó mis pasos? ¿Por qué convirtió el peso de mi corazón en palabras? Y lo más importante: ¿Por qué no le puso un punto final a mi tristeza?

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Sobre la autora: Karla Macías (Alefilos) nació en la ciudad de Lagos de Moreno Jalisco en 1981, actualmente radica en Aguascalientes, Aguascalientes, gusta de la apreciación de cualquier manifestación artística, su pasión es la poesía, amante de la metáfora. Colaboró para Ediciones Afrodita en El deseo de cupido mismo que se encuentra de venta en Amazon.

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E

scribo sobre la arena para que las olas entierren mi dolor, caminando a la tormenta para no sentir mis lágrimas que el viento impregne mi rostro con su brisa y se humedezca mi puerto con agua salada, el ruido de las gaviotas ensordezca esa voz y en el atardecer languidezcan los recuerdos. Apagados en insomnios de demonios controlados, suspiros cautelosos que pasean entre pliegues de tristezas escondidos los temores con los nudos que se forman desdeñando miserias que se hacen callar. Buscando en la desesperanza un indicio que la duda pueda disipar al engaño todo es magia y al girar solo desolación, con breves mascaradas de felicidad, se inhala desdicha y se exhala bienestar sin pretensión alguna, tan solo auto rescatar al Ser que en esa bahía vacía busca su final.

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