Perro Negro de la Calle No.65 Febrero 2022

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l invierno está muriendo. Bienvenida sea entonces la edición número 65 de su Perro Callejero consentido. Mientras la pandemia continúa, el arte literario expresa. He aquí la recopilación mensual de las mentes creadoras de habla hispana. Nuevas voces se unen a esta ya longeva y numerosa jauría, y por ello, nos sentimos orgullosos de que este proyecto siga ladrando. Si eres nuevo aquí, y te encuentras en los parajes de la web con esta edición, entérate de que aquí encontrarás poemas, narraciones y arte gráfico de los artistas que hablan hoy en día en las redes, y que, como todo creador, quieren dejar huella… lo están haciendo. Así que disfruta de esta antología artística; fúndete con las perspectivas de todos los que estamos en estas hojas del ciberespacio. Si tu interés es encontrar lugar aquí, creando y transmitiendo, únetenos; te estamos esperando. No hay límite para esta gran jauría.

Amaury R. Ledesma

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Sobre la autora: Irma Lozano Ramírez. Arandas, Jalisco, México. 1973. Ha publicado: en el periódico NotiArandas dos poemas, en el Caballo Negro dos sonetos periódicos locales de Arandas, Jalisco en la página virtual café de letras con algunos haiku e ilustraciones. Ganadora del segundo lugar de los Juegos Florales 2017, Encarnación de Díaz, Jalisco. Con el poemario El umbral Del fénix. Actualmente participando en dos antologías: 1: Los Cuentos de la Campana, libro que se está editando por la fundación del pensamiento editorial de Arandas, Jalisco. Participando con el cuento El sonido de la oscuridad. 2: Mujeres Poetas de los Altos de Jalisco; libro que ya fue publicado por el ayuntamiento de Guadalajara, Jalisco, viendo la luz el 4 de marzo del año en curso participo con dos haikus, otro haiku se tomó como portada para la revista virtual el colibrí https://www.facebook.com/Collhibrirevista/ . Acreedora a un reconocimiento en el II encuentro de poesía haiku llamado Una gota de agua, el cual se llevó a cabo en Zapotlanejo, Jalisco, realizado por la fundación TAU y casa de la cultura Zapotlanejo. Participó en la revista virtual Engarce con poemas y haiku en la edición enero 2021 VI año N° .4, en la revista virtual Perro Negro de la Calle, desde el 2020.

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ucedió poco antes de la revolución cristera, en la zona de los altos de Jalisco, en aquellos lugares vivió un señor de entre tantos, de los que tenían bastante riqueza. Era un hacendado terrateniente, en un lugar llamado Agua colorada. En aquel tiempo, la justicia era de quien la tomaba en sus manos. Por las noches las lechuzas revoloteaban entre los árboles, se decía que las lechuzas eran brujas transformadas, que daban sus paseos nocturnos. Por esas tierras solitarias donde solo los ricos podían tener el dominio sobre los más desvalidos. Juan Ramírez López, hombre desalmado tirano y despiadado, hacía que la gente humilde trabajara para él; los desdichados solo recibían migajas, les pagaba una miseria y los mantenía trabajando. Él sentía que las mujeres eran parte de su propiedad. Mientras que por alguna extraña razón los más viejos iban desapareciendo, de repente y sin razón alguna, esto solo sucedía en las tierras de Agua Colorada. Por las orillas de esas tierras había una cueva muy escondida, la ubicación de la cueva solo Juan y algunos de sus capataces la conocían. Era usada para ocultar a los que mataban, así que, dentro de la cueva, habían cavado una fosa donde escondían los cadáveres de todos aquellos que asesinaban. Juan Ramírez también hacía desaparecer a los enfermos que ya no le eran útiles, y no estaba dispuesto a estarlos alimentando, pues decía que solo eran un estorbo, una boca inútil que alimentar. Cuando Juan los desaparecía, para no levantar sospechas organizaba búsquedas con sus secuaces, solo para mantener a las familias tranquilas, mientras que a los enfermos hacía que los trasladaba a algún hospital de la ciudad para su recuperación, formaba cuadrillas con sus hombres fingían que no los encontraban y haciéndoles creer que tal vez se los habían comido los coyotes. Juan tenía un hermoso caballo, un garañón de un color azabache intenso con unas manchas blancas en los parpados, que daban la impresión de tener los ojos en blanco y solo él podía montarlo. Por las tardes salía solo y daba paseos para cuidar sus extensas tierras. Solía vestirse de negro y usaba sombrero ancho, sarape de lana para medio ocultar la pistola y el machete que llevaba escondido, portaba cinturón con forma de carrillera siempre bien provisto de balas. Usaba también bigote grande, el cual le daba un aspecto grotesco. Siempre mantenía sus tierras bien vigiladas, sus caporales estaban bien entrenados y dispuestos a cualquier cosa para cuidar sus dominios. Las mujeres eran su delirio, no se le escapaba ninguna y mucho menos las jóvenes, sentía que eran de su propiedad y así abusaba de ellas. Por aquellas fechas ya se corrían los rumores que se había soltado la revuelta, que los padrecitos y curas andaban en esos trotes. Y les empezaron a llamar Cristeros, su lema era Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe. Estos se habían alzado contra el gobierno, y se decía que andaban despojando a toda la gente, ricos y pobres de comida, armas, caballos y dinero; disque para la causa, cuando Juan se dio cuenta comenzó a juntar su dinero poco a poco y fue mandando a dos de sus capataces con uno de sus peones a ocultar el dinero, una vez que lo enterraban, le echaban un lazo o cualquier cuero de animal para que fuera el espanto, después mataban, al peón y lo arrojaban en la fosa de la cueva. También se rumoraba que los cristeros se llevaban algunas mujeres para que los asistieran o solamente las violaban, por esa razón se construían escondites, para poder esconderlas y salvarlas de la deshonra. Juan Ramírez, mantenía bien vigilado su territorio, él mismo daba órdenes de que quien pisara sus tierras sin su permiso, debía pagarlo con su vida. En algunas ocasiones estos desafortunados eran llevados ante él, una vez que los golpeaban, los desnudaban los hacían caminar entre pencas de nopal, o entre vidrios o piedras calientes, todo esto era para satisfacer su diversión, ya que gozaban de la crueldad que aplicaban a los pobres hombres. Algunas

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veces los mataban a balazos, a machetazos, o los colgaban sin piedad. Juan lo disfrutaba junto con sus capataces. Una vez completada su fechoría, desechaban los cuerpos en la fosa de la cueva. Contaban que una ocasión llegó un grupo de cristeros, los cuales le pidieron asilo, este no se negó, les dijo a los criados que mataran un cerdo y lo cocinaran para alimentar a la gente, una vez que terminaron de comer y de beber, los dejó dormir. Juan ya tenía preparado su macabro plan, sus matones los aniquilaron mientras dormían, y como siempre fueron desechados a la fosa. Nadie se le escapaba ni siquiera sus peones quienes trabajaban muy duro, ¡pobre de aquel que no le obedecía! Pues los mandaba azotar o los arrastraba con el caballo, de vez en cuando dejaban alguno vivo, para que diera testimonio y supieran que él era el amo y nadie estaba por encima de él, su fama aumentaba como hombre cruel, en los alrededores le tenían miedo y nadie se acercaba por esos lugares. Había una jovencita que ya adquiría fama por su belleza, hija de un pariente lejano de Juan, se celebró una fiesta en honor a la joven por concluir sus estudios en el extranjero y cuando Juan la vio por primera vez quedó prendado de ella por su hermosura, pidió al pariente el permiso para cortejar a su hija, pero este, conociendo la fama de Juan de ser un bárbaro y un mujeriego, no dio consentimiento, en ese momento sacó su pistola y le dio un tiro en la cabeza en frente de la familia, tomó a la joven por el brazo y la sacó a rastras llevándosela para a su hacienda, una vez que la llevó a la hacienda, ya todos sabían que no saldría salva de ese lugar, cuando él la quiso ultrajar, ella, para no perder su dignidad con él, asesino de su padre, mientras forcejeaban, tomó el cuchillo del cinto de Juan, se lo clavó en el pecho quitándose la vida así, él no pudo satisfacer sus bajos instintos, la joven también desapareció, sin dejar rastro alguno, nunca más volvió a ser vista sin duda terminó en la cueva. Con el paso del tiempo la revuelta se hacía más fuerte. Juan cada vez se volvía más cruel, sus matones vigilaban sus tierras por todos lados. Un día inesperado aparecieron los pelones (así les decían a los militares) eran muchos y bien armados, Juan montó su caballo y salió con su gente a enfrentarlos, pero los múltiples disparos le dieron al caballo, el cual se cayó atrapando a Juan por una pierna, los rodearon, cuando llegaron hasta Juan le dieron muerte, con más de treinta balazos, para sorpresa de estos, Juan no murió; tomaron una soga y lo colgaron hasta verlo morir y para que todos se dieran cuenta que nadie estaba por encima de la ley. Ya lo tenían en la lista por ser un asesino a sangre fría, después lo dejaron varios días ahí para ver si los carroñeros terminaban el trabajo, pero para su sorpresa esto no sucedió así que lo bajaron para que su gente lo sepultara. La gente que trabajaba para Juan le hicieron un sepelio y mientras era velado, los perros no pararon de aullar, decían que el diablo andaba suelto, y que iba por el alma de Juan. Los cirios se apagaban constantemente, los caballos relinchaban asustados y las lechuzas no paraban de rodear la casa, cuando lo iban cargando, el ataúd estaba tan pesado que no pudieron entre cuatro, y tres más se sumaron a la tarea, eran muy extraños aquellos sucesos. Pasaron seis meses, los sepultureros estaban asustados por que escuchaban ruidos en la tumba de Juan, extrañamente los sepultureros fallecieron tiempo después, continuamente cambiaban a los sepultureros porque siempre les sucedía algo malo. Así con el correr de los años se cumplió la fecha de exhumación de los restos, se solicitó permiso de algunos familiares para extraer el cadáver, el sacerdote del lugar no estuvo presente, por algún motivo no quiso asistir. Cuando sacaron los restos de Juan Ramírez, abrieron el ataúd y el muerto estaba boca abajo, era imposible que no hubiera quedado bien muerto, cuando lo voltearon descubrieron algo espantoso, tanto los familiares como los sepultureros casi sufren de un infarto, el cadáver tenía las uñas muy largas, la barba y el cabello habían crecido demasiado. Los ojos

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desorbitados, el cuerpo no estaba descompuesto, pero la expresión era satánica, de inmediato cerraron el ataúd, no sabían qué hacer, uno de ellos corrió a avisar al sacerdote lo sucedido y este solo agachó la cabeza, le dijo que avisara a las autoridades lo sucedido para que sacaran y llevaran el cadáver a la fosa donde estaban sus víctimas, así fue hecho, la sellaron con rocas pesadas de manera que nunca pudiera ser abierta. Al día siguiente, sucedió que uno de los sepultureros amaneció muerto de un infarto y el otro tuvo un trágico accidente, el sacerdote salió del pueblo y nunca más volvió. Nadie pasa por las tierras que fueron de Juan Ramírez, ahora son áridas, los pocos arboles están tan secos, que su aspecto es lúgubre, mucho menos se acercan a la cueva de los muertos. Y a pesar del tiempo, la gente de los alrededores aun dice que se aparece, montado en su caballo azabache de ojos blancos ahora sí, de forma espectral justo a la media noche, todavía se oyen los lamentos de tanta gente que asesino en ese lugar.

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Sobre el autor: Jair Abisaid. Nacido el 27 de mayo de 1998 en Salina Cruz, Oaxaca. Escribe poemas basados en sus experiencias como psicólogo desde un hospital general, su participación en espacios amigables UNICEF durante la emergencia por el terremoto en Juchitán del 2017, así como sus vivencias como creador de contenido en Guendanayeche y como locutor de radio con temas sociales, en sus poemas busca resaltar la mente humana en diversos escenarios sociales y en diversos estados emocionales.

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jos fúnebres y lastrosos otorgan forma sin ser nombrados el terror de matar o morir es el mismo.

Sobre la cama palidece una flor que sueña campos. Dale cuerpo a la humedad así habrá semillas de dudas a tu paso, indexa los sonidos al fondo de la habitación como una pelusa que va rodando. Que quede claro, la decisión no explorada esconde en su marsupio una letanía, que haría oscilar toda razón.

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Sobre el autor: Francois Villanueva Paravicino. Escritor (1989). Egresado de la Maestría en Escritura Creativa por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Estudió Literatura en la UNMSM. Ha publicado Cuentos del Vraem (2017), El cautivo de blanco (2018), Los bajos mundos (2018), Cementerio prohibido (2019) y Azares dirigidos (2020). Textos suyos aparecen en páginas virtuales, antologías, revistas, diarios y/o, de su propio país como de países extranjeros. Mención especial del Primer Concurso de Relatos Las cenizas de Welles (2021) de España. Ganador del Concurso de Relato y Poesía Para Autopublicar (2020) de Colombia. Ganador del I Concurso de Cuento del Grupo Editorial Caja Negra (2019). Finalista del I Concurso Iberoamericano de Relatos BBVA-Casa de América Los jóvenes cuentan (2007) de España. También, ha sido distinguido en otros certámenes literarios.

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a torre crecía potente como el fuego, azotado por los escombros de un precipicio, atacado por la lluvia de un cielo con la boca fruncida, y yo sembraba a su pie un jardín de lirios, cuyos pétalos reflejaban mis ojos bañados en sangre, las pulsiones sanguíneas en su génesis, las tormentas de sol bajo una noche de eclipse. Las sombras de las galeras eran blancas, las disfrutaba como el ciego que mira una mañana, tras dormir con fiebre, falto de aire, sudoroso, pese a haber orado por su alma y por la de los prójimos. El lirio florecía por distintos caminos, ya hollados en horas lejanas, ya respirados con placer, con aquella resaca del eterno ebrio de fuego, que, como la salida de una celda de distintas puertas, ofrecía recuperar las medallas de su museo personal. Y con aquel cuchillo que arranca las raíces, o que encesta el último respiro, tuve que dibujar en la tierra de los lirios, una despedida que, como toda despedida de personas que no deben despedirse, nunca expresa el fin del universo.

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Sobre la autora: Esmeralda García (Guadalajara, Jalisco. México. 1970). Estudió la licenciatura en Psicología y la maestría en Psicología Educativa en la Universidad de Guadalajara. En la actualidad es profesora en nivel secundaria. Poeta independiente, expresándome en verso libre, haiku y siglema. En proceso de autoconocimiento permanente; escribiendo sobre el amor, desamor, erotismo, causas sociales, poesía lésbica, feminista, etc. He publicado un poemario: Mujer Esteparia (2019) en Proyección Literaria. Antologías: Deleite: Vida y Placer (2013), Poéticas de los sures femeninos (2020), Versas y Diversas, Muestra de poesía lésbica mexicana contemporánea (2020), ¿La vida en rosa? (2020), Proyección Literaria. Travesías del confinamiento: Haiku y siglema (2020). Mujeres en campo minado (2020) Proyección Literaria. Muestrario Nacional 2021, Jalisco (2021) Maya Cartonera-Ave Azul. Ha participado en revistas digitales como: Perro Negro de la Calle (No. 46, 47, 50, 54, 55, 56,57,60,63), Almicidio, Poetómanos, La Coyolxauhqui, Especulativas, Unión “José Revueltas” Revista Independiente, Acuarela Humanística, Resonancias SoM, Revista Tlacuache, etc; diversas fanzines, asi como en lecturas colectivas, festivales de poesía virtuales.

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AJEDREZ

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stuto juego, los estratos sociales en un tablero.

Justificable jugar para matarse por solo poder. Eres un bando combatiendo la vida moviendo fichas. Dieciocho piezas representan un pueblo con líder sagaz. Rey y la reina alfiles y caballos torres, peones. Elegir un plan luchar con enemigos patria y poder. Zafarrancho vil mentes inteligentes ganar o perder.

REY Reyes supremos comandan ejército por estrategas. Empieza guerra atacando en frente vencido ¡jamás! Y ya defiende a capa y espada terreno real.

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El Pipila Fotografía de Alfonso Koyoc Pedroza

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Sobre el autor: Luis Ernesto Pérez. Ciudad de México, 1996. Dedicado a la creación artística multidisciplinaria. Su obra se desarrolla principalmente en materia literaria, visual y escénica. Ha publicado en revistas nacionales e internacionales como revista Timonel del Instituto Sinaloense de Cultura, Granuja, Small Blue Library y Kametsa. Actualmente es editor de la revista La Factoría.

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S

e ve preocupado Hace días no juega rompe floreros o desnuda sombras

Compliqué su trabajo sin darme cuenta Tuve que empeñar el armario la base de la cama lámparas y platos Aquí ya no hay escondite bonos por susto doble ni sábanas blancas con olor a cloro que lo hagan temible Quise venderle mi alma solo eso me queda No era lo suyo Le ofrecí un espejo Dejar las pastillas para dormir Traer mujeres que le teman a la oscuridad Se negó Quiere irse a una piel más blanda a un estomago anudado Aquí se perdió el miedo No ha de volver

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Sobre el autor: Jair Abisaid. Nacido el 27 de mayo de 1998 en Salina Cruz, Oaxaca. Escribe poemas basados en sus experiencias como psicólogo desde un hospital general, su participación en espacios amigables UNICEF durante la emergencia por el terremoto en Juchitán del 2017, así como sus vivencias como creador de contenido en Guendanayeche y como locutor de radio con temas sociales, en sus poemas busca resaltar la mente humana en diversos escenarios sociales y en diversos estados emocionales.

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¿Piden los lirios crecer junto al río? Seremos convencidos por agua que sin nutrientes engrosa una plegaria. Cantemos su vuelta al sol en el recreo de la infancia, existamos condenados a cruzar una y otra vez descalzos este desierto. Gusanos quebrantados por lenguas que agonizan huyendo de maestros ceremoniales, gritos de progreso y euforia al otro lado. Sueño con una abeja que deseaba ser gusano y abandonar las vicisitudes de la plenitud, al final es cierto, de un cuerpo crecen flores.

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Sobre la autora: Esmeralda García (Guadalajara, Jalisco. México. 1970). Estudió la licenciatura en Psicología y la maestría en Psicología Educativa en la Universidad de Guadalajara. En la actualidad es profesora en nivel secundaria. Poeta independiente, expresándome en verso libre, haiku y siglema. En proceso de autoconocimiento permanente; escribiendo sobre el amor, desamor, erotismo, causas sociales, poesía lésbica, feminista, etc. He publicado un poemario: Mujer Esteparia (2019) en Proyección Literaria. Antologías: Deleite: Vida y Placer (2013), Poéticas de los sures femeninos (2020), Versas y Diversas, Muestra de poesía lésbica mexicana contemporánea (2020), ¿La vida en rosa? (2020), Proyección Literaria. Travesías del confinamiento: Haiku y siglema (2020). Mujeres en campo minado (2020) Proyección Literaria. Muestrario Nacional 2021, Jalisco (2021) Maya Cartonera-Ave Azul. Ha participado en revistas digitales como: Perro Negro de la Calle (No. 46, 47, 50, 54, 55, 56,57,60,63), Almicidio, Poetómanos, La Coyolxauhqui, Especulativas, Unión “José Revueltas” Revista Independiente, Acuarela Humanística, Resonancias SoM, Revista Tlacuache, etc; diversas fanzines, asi como en lecturas colectivas, festivales de poesía virtuales.

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REINA

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ostro hermoso dama inteligente brazo derecho.

Es sigilosa oculta estrategias el fin es vencer. Inmune mujer en encantos confía y equipo fiel. Nunca la traición ha sido descubierta camaleón es. A cada paso, ¡Dios salve a la reina! aclama el Rey.

PEÓN Paría nació destino y herencia su fatalidad. Espera la voz que indique avance carne de cañón. Ofrece vida vive sí asesina sin condiciones. Nunca regresa se muere al acecho de un impostor.

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Sobre la autora: Sandra Daniela Suárez Ramírez nació en León, Guanajuato, en febrero de 2000. Actualmente es estudiante de octavo semestre de la licenciatura de Letras Españolas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UG. Escritora y poeta idealista, desde temprana edad encontró en la escritura la manera de transmitir sus sentimientos. Sus textos y poemas salieron a la luz en el taller virtual Sor Sugar, así como en autopublicaciones en sus redes sociales.

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I

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nmensa oscuridad. Caigo en un vacío

Ya no escucho las manecillas del reloj el paso del tiempo baila conmigo al compás de mi suspiro. La tierra seca absorbe mi sangre, poco a poco mi piel palidece La tierra ahora es húmeda

resquebrajada.

y yo árida.

Las flores comienzan a brotar del tallo que antes me lastimaba brillan en la oscuridad sin aliviar mi pena. Los botones de rosas se abren dando camino a mi locura. Sus raíces se tejen en mis brazos, ahora mi piel forma parte de la tierra y de su ascendencia, hermosas Rosas brotan de mí. Mas nada de esto me enorgullece. El vacío sigue siendo vacío, pese a la luz de las flores

sigue todo en lóbrega penumbra.

La Luna se asoma y ya no puedo admirarla porque ahora soy igual a ella: bella, brillante y solitaria.

II Sanguinarias horas

se alimentan de mi piel

beben mi sangre.

La noche, tormenta propala en el fondo de mi estancia. La lluvia moja mi rostro el viento me hace sentir frío. La tempestad me obliga a pedir auxilio. La oscuridad, a llamarte. Pero mis labios son incapaces de nombrar el amor.

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Mi cuerpo inmóvil no puede llevarme a donde sea que pueda estar a salvo, porque el calor me ha abandonado. Mi mente estancada tropieza cada vez que avanza. Ya no queda nada de mí. Mi corazón se ha detenido

y no hay nadie que me traiga flores.

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Sobre el autor: Luis Ernesto Pérez. Ciudad de México, 1996. Dedicado a la creación artística multidisciplinaria. Su obra se desarrolla principalmente en materia literaria, visual y escénica. Ha publicado en revistas nacionales e internacionales como revista Timonel del Instituto Sinaloense de Cultura, Granuja, Small Blue Library y Kametsa. Actualmente es editor de la revista La Factoría.

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todo lo largo de la mesa una sombra innecesaria canta del hombre cansado

Él sin recordar su nombre huérfano del mundo gemelo de la clase muerta decide acabar su hambre Delante del hombre cansado todos juegan nadie ni la mínima sombra pregunta por él El hombre por primera vez dormido abraza y descompone otros cuerpos cansados

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Sobre la autora: Alejandra Mesones Fajardo (Lima, 1997). Autora del cuento digital ilustrado Colapso con Editorial Autómata (2021). Participa activamente en Editorial Autómata desde 2018 en antologías como El peruano invisible (2018), La banda sonora de tu vida (2019), Nueva Normalidad (2020) y El peruano imposible (2021). Miembro de Hacedores de Fuego y recitales de la Casa del Poeta Peruano.

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mpezar desde cero Borrón y cuenta nueva Cierre de etapas Proceso de cambio Personas que obtienen paz Se cortan el pelo, Salen de viaje, Un tatuaje nuevo En búsqueda del gran paso El comienzo de algo nuevo Como un edificio Se rasca la pintura vieja, Se limpia con delicadeza Un trabajo que toma tiempo Se prepara la pintura, La primera capa para probar Con la segunda capa noto el cambio El edificio como nuevo está Vuelven a suceder cosas en la vida Nuevos obstáculos, Nuevos enemigos, Metas distintas La tierra se pega en el exterior La lluvia no lo logra limpiar El sismo genera grietas El interior peor desordenado está La vida decae y se rinde El intermedio de la aventura Nos ahogamos Todas las ventanas se cierran Los ojos se inundan La pintura se cae Es hora de la nueva pintura Quizá una remodelación por dentro Empezamos a limpiar y arreglar Subsanar las heridas En búsqueda del gran momento

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El comienzo de algo nuevo

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Sobre la autora: Sandra Daniela Suárez Ramírez nació en León, Guanajuato, en febrero de 2000. Actualmente es estudiante de octavo semestre de la licenciatura de Letras Españolas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UG. Escritora y poeta idealista, desde temprana edad encontró en la escritura la manera de transmitir sus sentimientos. Sus textos y poemas salieron a la luz en el taller virtual Sor Sugar, así como en autopublicaciones en sus redes sociales.

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Y

o te sueño y tú me sueñas

Compartimos una visión ambos existimos Contigo sueño Si no recrearas mi ser, si dejaras de soñar conmigo, ¿dónde estaría yo? ¿En qué abismo de la existencia me extinguiría? Existo porque en tus sueños vivo existes porque en mis sueños vives Compartimos un largo y profundo sueño desaparecerás con el despertar Cuando sea tu sueño interrumpido ¿en qué desconocido lugar estaré? ¿dónde estarás tú? Seremos parte del olvido Fragmentos de memoria Comparecerás en distinta forma cuando mi alma despierte en otro sueño quizá en idéntico espacio y tiempo en un largo y profundo vivir Yo sueño contigo tú sueñas conmigo Compartimos una visión estamos soñando

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Sobre la autora:

Magaly Reyes de 19 años de edad, nacida en la ciudad de León, Gto, México, el 30 de abril de 2002. Desde pequeña ha tenido un gran interés general por las artes, actualmente le gusta expresarse a través de la poesía, para ella le es importante generar un impacto en aquellas personas con las que ha compartido su trabajo.

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as allá del jardín, se oculta gran parte de mi alma, mi alma que ha sido arrebatada, alma violada y alma apagada. Mas allá del jardín, la raíz de aquellos árboles, árboles vivos y árboles vinos se muestran, ¡Ven, alma mía! Anhelando algún día poder volver a encenderme. Mas allá del jardín, raíces, vientos, y suspiros, conspiran mi última palabra, palabra ciega y palabra muerta, tan muerta y a la vez tan viva, ¡salvación! Aquella alma conspira a renacer, renacer envuelta de raíces, raíces que solo ella ha sembrado en su jardín, ahora solo danza, alma, danza, danza y no te detengas no dejes la luz de la luna pasar, y no olvides el calor que emana del sol, alma libre, libre y a la vez tan presa.

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Sobre el autor: Erick Diez. Chile. Aprendiz de poeta, 36 años. Ha publicado en diversas revistas literarias de países hermanos como: México, Argentina, Bolivia, Ecuador, Colombia y últimamente en revistas de España y EE.UU. Actualmente colabora y publica activamente en antologías de su país con relatos breves y poesía. Su afición a las letras comienza en la adolescencia, a partir de los 14 años. Participando en talleres literarios y grupos de teatro escolares, ya en la adultez empieza a ser parte de distintos concursos poéticos y antologías hasta el día de hoy. Desde su página de Facebook Jauría de letras comparte sus poesías y relatos. Sus pensamientos y emociones siempre tratando de brindar lo mejor de sí y poniendo toda su alma en sus escritos.

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A

miga; aquí te espero en el mediodía salvaje de las flores, cuando tus ojos ardían como dos fogatas yo orinaba borracho en las calles y bebía los últimos sorbos de un vaso de vino. Tan larga fue la noche ... como la muerte en que nos conocimos que me parecen eternas las veredas que alguna vez recorrimos juntos. Si te dijera que no creo en el amor... ¿me creerías? Te he hablado en sueños, en mi lenguaje de conjuros ... prometiste no dejarme nunca mientras mis palabras te guiñaban los ojos y tu nombre aprendían de memoria. Amiga; desde aquí te ofrezco mi poesía como un río agonizante que se hace camino hasta ti... sabes; eres parte de mi alma y te pertenezco. Por ahora me conformo con mirarte siempre de lejos, orinando borracho en las calles bebiendo los últimos sorbos de un vaso de vino... esperándote siempre en el mediodía salvaje de las flores.

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Sobre el autor: Amaury R. Ledesma (Lagos de Moreno, Jalisco, 16 de agosto de 1991). Narrador y poeta. Arquitecto de profesión. Cofundador, editor y diseñador de la revista literaria digital Perro Negro de la Calle. Su obra narrativa se centra en relatos sobre lo fantástico, lo sobrenatural e ironía. Ha publicado obras en distintas revistas literarias: El noveno arcano, (Revista La Marraqueta, Santiago de Chile, 2019), El puente del recuerdo (Revista franco americana Resonancias, Francia, 2020), El cometa verde (Revista de ciencia ficción y fantasía Teoría Omicrón, Quito, Ecuador, 2020), Seleccionado dentro de la antología Los múltiples rostros de la muerte, con su relato: Para que no estuviera solo (Editorial Aeternum, Perú, 2020), Cenizas secretas (Revista Letralia: Tierra de letras, Cagua, Venezuela, 2020), La mofa de la vida (Revista de creación literaria y humanidades Gibralfaro, Universidad de Málaga, España, 2020), entre otras. En 2022 publicó su primera antología de cuentos en físico, Lo extraño y lo fantástico, con la editorial mexicana Hayal Gücü.

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a piel que envuelve este cuerpo, las manos que escriben estas letras, la carne que cubre mis huesos, todo esto, se pudrirá en la tierra. Mi ser físico se descompondrá y regresará a la naturaleza de la cual proviene; mis ojos saldrán de sus cuencas, y mi lengua se hinchará. Todo cuanto tuve no tendrá sentido. Los gusanos blancos me infestarán; ellos tendrán el sentido del festín, roerán mi masa putrefacta. Y así este que leen, este que, como tramposo profeta, vaticina lo obvio del futuro, en cuerpo no será nada, más que solo polvo. En tal escenario reflexivo, es ahí cuando las letras entran. Es ahí cuando quizá respondo la duda que a todo poeta se dispara. ¿Por qué escribes? Suelen preguntar. Y a mí vienen las imágenes de mi persona en descomposición. Esto que leen, lo que han leído antes, seguirá aún después, después de todo ese macabro e inevitable fin. Todo cuanto pueda crear trascenderá a mi muerte. Seré sin estar. Estaré sin ser. ¿Por qué escribo? Todo hombre desea permanecer, aún si de por medio está la muerte. Y a pesar de que el hombre expira, pasa, con total certeza sé que la poesía nunca muere.

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Sobre la autora: Victoria de los Ángeles. Nacida en Santiago en 1982. Periodista y editora, con estudios en Literatura y Gestión editorial. Coautora del poemario Juntas y Revueltas (2014); autora de Desarraigo y María Monvel, los lirios muertos de la faz y La jaula se ha vuelto pájaro, versos de invocación a Alejandra Pizarnik (2021).

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o pude regalarte el grito de los pájaros asustados porque se desplomaron al ver pasar mi herida No pude darte el vuelo que coronaba las migraciones porque la libertad se despeñó en mis manos No pude honrar el peso con que tus huellas fueron hacia el pozo donde tiembla mi sangre No pude traer conmigo ese rumor de alas con que los pájaros huyen de la muerte Porque la muerte bordó lápidas en mi piel y trenzó flores con mis cabellos y usó mi lengua para deshacerse en la quemante angustia de no ser y forjó con astillas de mis huesos las veredas por donde peregrinan los retazos de la felicidad Porque la muerte enhebró en sus agujas la memoria donde los pájaros cantan su vieja melodía indescifrable su canción de luna secreta la que me ancla como un charco a este terrible lado de la noche.

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C

uando éramos niños, siempre que estábamos aburridos, buscábamos alguna travesura que hacer, y un verano, fuimos a la casa verde. Esta se encontraba en lo alto de la colina, a unas cuantas cuadras de mi casa, entre los límites de una zona suburbana, y el campo. Era una casa vieja con la pintura verde cayéndose a pedazos y siempre había estado abandonada. En todos mis años ahí nunca vimos que algún alma viviera o que alguien se mudara a la casa. Al llegar, estuvimos por horas afuera de la propiedad, animándonos y retándonos, pero nadie tuvo el suficiente valor para entrar, ya que, desde siempre, los adultos nos contaban historias de fantasmas, historias de terror, y, en secreto, comentaban los adultos relatos de personas desaparecidas o de crímenes horrendos ocurridos en su interior. Ya al caer la noche, nos rendimos y regresamos cabizbajos a nuestras casas, pero después de unos pasos, sentí un cosquilleo en la nuca, lo que me hizo darme vuelta, y en lo alto de la casa, por una ventana, logré atisbar a una figura que nos observaba, al avisarle a mis compañeros y señalar la ventana, se vio un brusco jaleo en las cortinas y la figura se desvaneció entre las sombras, lo que provocó que corriéramos hacia nuestras casas como alma que lleva el diablo, y jamás volvimos a hablar de esa noche. Muchos años más tarde, en una tarde de otoño, ya con diez y seis años, mientras nos tomábamos unas cervezas a escondidas y jugábamos a verdad o reto, Carlos, el más viejo del grupo, recordó el incidente de la casa, y retó a Pancho, el más joven del grupo, a entrar en ella. Después de mucho alegar, lo logramos convencer y subió a la colina, mientras nosotros lo seguíamos desde una distancia prudente, hasta que lo vimos entrar a la casa. Al principio no sucedió nada, así que esperamos, y esperamos, pero nada, ni un ruido. Carlos se comenzó a desesperar y a grito abierto llamó a Pancho, pero no hubo respuesta. Ya preocupados, decidimos ir todos juntos, pero al momento en que llegamos a la puerta, esta se abrió de repente. Detrás, había un hombre anciano, con la coronilla calva y el resto del cabello blanco por la edad, tenía la cara llena de arrugas y cicatrices, y la expresión de su rostro denotaba un temple duro y mal carácter. —¡Vaya, visitas! Qué agradable sorpresa, muchachos, pensaban entrar así nada más, sin avisar. Su voz tenía algo de familiaridad, pero él, frío en sus palabras, nos erizó los pelos de punta. Alejando la sorpresa inicial, logré ver que el anciano se encontraba solo, ¿dónde estaba Pancho? —Este… señor, estamos buscando a nuestro amigo, Francisco —dijo Carlos con tono inseguro —¿Y por qué lo buscan aquí? Debe estar donde lo dejaron, ¿no? —Ese es el detalle, hace rato que lo vimos entrar a su casa, como creíamos que la casa estaba abandonada, y nosotros estábamos jugando a verdad o reto, él eligió reto. —Si serán, solo porque no soy rico y no tengo dinero para pagarle a alguien que le dé una manita de gato al exterior, no significa que esté abandonada. Pasen, pasen… busquen a su amigo, esta casa es enorme, puede que tarden mucho más de lo que piensan en encontrarlo, y más aún si el jovencito se está escondiendo o se encuentra perdido. —¿Perdido? —Verán, esta casa es más grande de lo que parece, la heredé de mis padres, y ellos de los suyos. En realidad, lleva bastantes generaciones con nosotros. Mi nombre es Juan de Dios Quiroga, y en un futuro, simplemente llamen a la puerta, me vendría muy bien un poco de compañía de vez en cuando y quién sabe, si se atreven a arreglar la entrada de la casa, hasta podría darles unas monedas en vez de avisar a la policía.

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—¿Llamará a la po-po-policía? —exclamó espantado Carlos. —Eso es lo que hace una persona responsable, cuando unos extraños invaden propiedad privada, ¿o no? Pero tranquilos, no nos adelantemos y busquemos primero a su amigo. Mientras nosotros buscábamos a Pancho, él nos dio un recorrido por la casa, pero de él, no hubo ni rastro. Después de más de una hora, el señor Juan nos invitó un refrigerio, al parecer las galletas saladas con salsa Valentina eran consideradas un manjar, y para acompañarlas, un vaso de agua de limón. Al ver que ya estaba oscureciendo, nos mandó a todos a nuestra casa, y sugirió que probablemente Pancho ya se encontraba en la suya, y que simplemente nos habría engañado. Nos despedimos del señor Juan, y ya afuera del jardín nos despedimos todos y cada uno se fue por su rumbo. De camino a casa le daba muchas vueltas a lo extraño de esa tarde, Pancho jamás nos había abandonado así, y vaya que éramos pesados con él, y lo otro era el señor Juan, nunca nadie se había percatado de su existencia, o al menos no que yo o los demás supiéramos. Estaba tan metido en mis pensamientos que, sin darme cuenta, me había pasado de largo mi casa, pero, eso era imposible, no recordaba siquiera pasar por el taller de Don Lupe, y en ese momento fue cuando realmente puse atención a mi alrededor. Me di cuenta de que el barrio se veía diferente, más limpio, más cuidado, no sabría cómo explicarlo. Emprendí mi viaje de regreso, ahora poniendo atención a mi entorno, y noté que la casa de la señora López no tenía grietas, y los grafitis de la esquina habían desaparecido, además la iluminación de la calle parecía diferente. Cuando llevaba ya casi tres cuadras un policía con uno de esos coches viejos ralentizó su marcha y me llamó con un tono brusco, me preguntó hacia dónde me dirigía, le dije que, a mi casa, que estaba más adelante, pero se me quedó viendo muy extraño y me ofreció llevarme, pero rechacé su ayuda, al cabo que estaba tan solo a una cuadra. El oficial detuvo el coche y salió con cara de enfado y me dijo con tono autoritario: —Joven, no quisiera insistir de nuevo, suba al coche en este momento para escoltarlos a su casa, ya que no tengo tiempo de andar de taxi. En ese momento me di cuenta de que la patrulla no estaba vacía, había alguien más detrás, y quejándome entre dientes subí a la unidad. Grande fue mi sorpresa al descubrir que el otro pasajero era Pancho, el cual me miró con cara de pocos amigos y dirigió su mirada hacia la ventana. — Pero ¿dónde Diablos te habías metido, Pancho? Te hemos estado buscando toda la tarde. Pero Pancho se arrimó lo más que pudo a la ventana y siguió sin hacer caso. —Así que el jovenzuelo que encontré tratando de entrar a una casa tiene nombre, vaya sorpresa, ahora silencio, quiero escuchar las noticias. «Pero quien escucha todavía las noticias por la radio en estos tiempos?», pensé, pero no dije nada. Después de varios intentos el policía logró sintonizar las noticias, seguía mirando a Pancho, en espera que me pusiera atención, pero algo en la radio me hizo girar de seco. Las noticias de hoy lunes, 23 de agosto de 1973. De nueva cuenta ha sido reportado un niño desaparecido, la última vez que se supo de su paradero estaba cerca de la casa de la colina y ...

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Mi mente se quedó en blanco, ¿cómo que 1973? Pero eso era imposible, estaba a punto de preguntarle al oficial si se trataba de una broma cuando pasábamos por donde debería estar mi casa, en su lugar había unos enormes hoyos en el suelo, y en la banqueta un letrero blanco que decía: EN CONSTRUCCIÓN.

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Sobre el autor: Althair. Potosí, Bolivia, 27 de septiembre del 2000. Estudiante de Derecho. Como escritor: novelas de ciencia ficción que son 3 libros, una novela corta; como poeta: diversos poemas y poesías, y un poema narrativo; como lector: con 28.880 palabras por minuto, mención de diamante en SINAPSIS; a los 21 años tratando de que sus escritos sean publicados.

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Acróstico: Llegaste hasta lo profundo de mi ser, aunque no te buscaba.

L

ugar oscuro me encontraba, Lúgubre camino y sin destino, Evitando a quién me miraba. Gozando de mi soledad, Aquella siempre me acompaña, Solo en mi eterna calamidad. Tentado a siempre ser así. Ergo, ser siempre el amargado, Hombre en suplicio frenesí... Agradable para mi considerada, Solitario como pequeño oasis, Trazando mi vida amada. Así fue hasta tal momento caótico Llegaste hasta mi vida con tu voz Ornamentada como un cántico Placentero a todos los sentidos. Rogando olvidar para tranquilo Ocultarme en temores áridos. Falacia fue hasta saber la verdad Unánime de hermosa sensación Nunca descubrió mi pura bondad. Desgraciada jugada del destino, Obrar a locura disfrazada de Doncella elegante en mi camino, Encarada en lo más sublime, Mirándome con locura única Imagino aún a ella hablarme, Serendipia tan bella a quién amar, Esa a quién quisiera hablar, Remando mi navío para altamar, Ahora que te sentí, no en físico, Una en imaginación de Catarsis, No falso, fue algo real y místico, Quererte nunca deseé, doncella, Ululo al firmamento efervescente, Eres la dama realmente bella. No es pasajero sentimiento mío, Os lo pienso y nunca se me olvida, Tengo muy en claro este lío. Esa emoción te quiero compartir, Buscando esa sonrisa tuya a mí, Una sonrisa tuya puedo pedir. Siente mi presencia y quiéreme,

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Como la única y eterna en todo este Amplio universo a escucharme: Bella dama, ama a las palabras, Ama lo que digo e imagínalas...

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Destello del teatro Fotografía de Alfonso Koyoc Pedroza

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Sobre el autor:

Efraín Guevara. 1970. Psicólogo Social. Ciudad de México. Escribe poesía, cuentos y otros géneros literarios. En poesía aborda temas como el amor, desamor, el paso del tiempo, la muerte, erotismo y temas diversos. En su obra narrativa, encontramos ficción con la que experimenta y la utiliza para llegar a un erotismo igualmente fantástico. En paralelo, desarrolla un nuevo proyecto que derivará en su primera novela.

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E

va y Leonardo caminaron presurosos hasta la siguiente esquina. La lluvia no cedía y el frío comenzaba a calar la piel entre las ropas mojadas de ambos. Los charcos se acumulaban en las banquetas, dibujando los reflejos de los edificios inmutados y gélidos. Eva se aferraba a la mano de su novio, apresurando sus pasos a los suyos. Al llegar a la esquina, se pusieron bajo el frondoso árbol que se encontraba unos pasos adentro de la calle. La noche había tendido sus alas, y los ocultó entre el grueso tronco de un árbol y un viejo camión tipo foodtruck que ayudaba a que pasaran desapercibidos. —Ojalá pase pronto, ya es tarde Leo —dijo ella. —No te preocupes, estamos cerca. Estás muy mojada Eva —dijo Leonardo al tiempo que le secaba las mejillas con su mano. Ella lo miró a los ojos y se pegó a su pecho. —Desde antes que lloviera Leo —dijo y se pegó más a él tallando su cuerpo. —¡Eva! —dijo Leonardo comprendiendo, al tiempo que contestaba con caricias a las nalgas de Eva y se encontraba con sus labios carnosos y tibios. Eva respondió dócilmente con diminutos jadeos, dejándose llevar por la lengua que recorría su cuello y que estremecían su cuerpo. Se dio media vuelta y de espaldas, entregó sus nalgas, buscando entre las piernas de Leonardo un refugio para sus manos, al tiempo que soltaba un ronroneo excitado al encontrarse con la cálida y gruesa prominencia de Leonardo, el cual, la hizo humedecer más sus bragas. Buscó las manos viriles y las metió bajo su falda, para que él encontrara su efluvia entrepierna. Leonardo hundió sus dedos en Eva y con la otra mano la tomó de la cara y la besó, metiendo su lengua en lo profundo de su boca. —¡Cógeme, cógeme, Leo! —musitó repetidamente— ¡Cógeme, cógeme, Leo! —la voz de Eva se hizo mantra y Leonardo desató su virilidad para entrar en el mar de ella y conectó con el mantra que emanaba vaporoso de la boca de su amada. —¡Eva, Eva, Eva! —respondió Leonardo y entró en un trance y la sujetó de los brazos para darle la vuelta y al tenerla de frente, volvió a prenderla con su mástil endurecido. Eva y Leonardo se miraban a los ojos y el mantra se hizo una sola onda sonora. Eva escupió la cara de Leonardo y lamió su saliva; este le rompió los botones de la blusa blanca, liberando el par de nobles pechos y duros pezones. Eva se estremeció y Leonardo, al ver como se dilataban las pupilas de Eva, mordisqueó sus pechos al tiempo que empujaba más adentro su falo y Eva le respondió enterrando sus uñas en la espalda masculina; y él, empujando más adentro; y ella, escupiendo, lamiendo y enterrando más; y él, arrancando el pezón; y ella extasiada, arrancando el labio inferior de la boca de su amante; y él, mordiendo el resto del seno y el otro pezón endurecido; y ella extasiada, liberando energía en forma de luz brillante por sus ojos; y Leonardo en trance, sintió su propia energía liberada que emanaba de los suyos. Eva descarnó la espalda de Leonardo quien jadeante, liberó un torrente energético de Eva al comer de sus labios y cuando vio correr la sangre, Leonardo bebió de ella. Eva enterró las uñas en las nalgas de Leonardo para que entrará aún más profundo con su mástil. La lluvia arreció más y ellos, electrificados por su energía liberada, mirándose a los ojos, se comieron el sobrante de ellos en el último beso antes de que el clímax los alcanzara. La lluvia se hizo violenta. Los relámpagos se escuchaban cercanos. Eva y Leonardo seguían aferrados al resto de sí mismos, devorándose, mirándose a los ojos extasiados; contemplando la energía que habían desatado el uno del otro, cómo un torrente energético que se desprendía donde antes hubo carne y piel. Eva se aferraba a los restos de Leonardo para que este cavara más profundo en ella. Al acercarse la plenitud de Eva, la lluvia se hizo estridente con sendos truenos; y Leonardo, los restos de Leonardo, comenzaron a brillar anunciando su gran momento. Eva se dejó llevar y en el instante en que el orgasmo llegaba a ellos, soltaron un gran jadeo que se hizo uno solo

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y del cielo cayó un rayo que fulminó los restos de los cuerpos descarnados. Una gran esfera brillante que se compuso de dos diminutas lucecitas, que se unieron mientras se elevaban por el cielo, desapareció entre lo oscuro de la noche lluviosa. Una hora después, el sol brillante apareció y los pájaros anunciaron el nuevo día. De la esquina de dónde habían llegado Eva y Leonardo, se acercaba corriendo y agitando la cola un perro con collar de cadena, olfateando y orinando en cada paro. Llegó al árbol donde yacían los restos carbonizados de Eva y Leonardo, que todavía se conservaba en una oscura silueta tridimensional de ambos. El perro llegó curioso a olfatear, pero al posar su nariz entre los cuerpos que seguían unidos de pie, se desvanecieron en cenizas. Su dueño ya daba la vuelta para entrar a la calle cuando el perro estaba orinando en los restos hechos cenizas. Las cortinas de algunos locales se escuchaban abriéndose, hilos musicales salían de las ventanas y los cláxones de los autos ya anunciaban el tráfico matinal.

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Sobre el autor: Alfonso Armando Koyoc Pedroza, escritor de nacionalidad mexicana, nacido en el municipio de Lagos de Moreno en el Estado de Jalisco. Co fundador de la revista literaria Perro Negro de la calle. Iniciado en el arte de la pluma creando la mayor parte de sus obras dirigiéndolas al amor, al deseo y a las emociones que surgen de cada experiencia vivida en el día a día, pero también aventurándose a nuevas tramas que han sido el terror y suspenso, mismas que lo han llevado a incursionar en un nuevo estilo de escritura, pasando de la poesía y la prosa a los relatos cortos y al cuento.

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O

bserva el reflejo en el agua y dame tu mano Escúchame. ¿Puedes verlo? Sigue con tus ojos el sendero que mis manos inician, apóyate en el brillo de mi camino. Quisiera ser eternidad. Quisiera ser inmortal. ¿Estás conmigo? Obsérvame en la luna, que yo te encuentro en los astros, son tus ojos, guíame con el brillo que emana de tu calor. Quisiera ser la luna. Quisiera ser el sol. Siénteme. Sigue con tus pasos la inmensidad que surge, mírame irme y desvanecerme, dame luz, dame oscuridad se la luna que oscurece y se el sol que resplandece. Crea un nuevo astro y genera un nuevo resplandor, me acerco a tu órbita y me repele, desconsolado me alejo y me desvanezco como un polvo, polvo estelar que nada crea, me desvanezco. Luna, emerges a diario al término, con el ocaso, dejas ver tu luz y al mismo tiempo apagas, avanzas y generas ese crepúsculo, mismo que puedo apreciar en cada reflejo que aparece. Luna, no desaparezcas.

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Sobre la autora: Karla Macías (Alefilos) nació en la ciudad de Lagos de Moreno Jalisco en 1981, actualmente radica en Aguascalientes, Aguascalientes, gusta de la apreciación de cualquier manifestación artística, su pasión es la poesía, amante de la metáfora, colaboró para Ediciones Afrodita en El deseo de cupido, mismo que se encuentra de venta en Amazon.

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E

n lo fugaz de la vida aguardas peregrino que en la multitud olvidas tu nombre con el viento llegas y con él te marchas, antiguo amigo de veneno y miel conocido por todos, vecino de nadie con el néctar del engaño resistente a unos cuantos, al dormir al dulce sueño profundo conllevas, pero al despertar entre ramas viejas se tropieza. En tormentas diversas te paseas al estupor de los incrédulos de tus efectos enzarzas cualquier sentimiento dejando hirsuto en el suelo y cuando mengua la tormenta con empellones lo conduces a una nueva, para bien o para mal de ti todos se alimentan.

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Sobre el autor:

Efraín Guevara. 1970. Psicólogo Social. Ciudad de México. Escribe poesía, cuentos y otros géneros literarios. En poesía aborda temas como el amor, desamor, el paso del tiempo, la muerte, erotismo y temas diversos. En su obra narrativa, encontramos ficción con la que experimenta y la utiliza para llegar a un erotismo igualmente fantástico. En paralelo, desarrolla un nuevo proyecto que derivará en su primera novela.

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C

amino por tus calles Por tus arterias llenas de avenidas Camino por tu lecho Por tus sinuosas curvas y callejones Camino por tus caminos Por esas huellas que sigo de otras huellas Camino por tus mundos Y tus cabellos teñidos de bruma y niebla y humo y viento Camino por tus dedos y tus manos y tus senos Camino como extraño Por tus geografías distorsionadas Como un turista idiota que ha extraviado sus coordenadas Camino por tus ojos y tu boca y tu sonrisa Y camino y camino siempre el mismo camino Camino por tus grietas y tus estrías y tus arrugas y tus huesos Y tu tiempo suspendido en la carne bajo la carne y la piel bajo la piel Camino por tus circuitos y tus recuerdos que recorro uno a uno Como el tiempo que se trepa por las manecillas una a una del reloj Camino por tus venas y navego por tu sangre Y me rompo la madre en cada latido de tu corazón Camino como vago por tus nalgas Y me arrullo como niño en tu lengua Camino como perro sin dueño Y me abismo al abismo de tu abismo Camino por tus bosques Camino, queriendo correr a la libertad del amor Y lo único que hallo es la brevedad del tiempo Para darme cuenta de que el amor partió hace tiempo Soy el único pasajero en el andén del desierto Camino hacia ningún lado Y me encuentro conmigo mismo Esperando retomar el camino Camino suspendido como aliento atrapado en el viento Ráfagas del tiempo que se escurre por los dedos de la ilusión Camino el nuevo camino De mi nuevo destino que me aleje de tus recuerdos Memoria persistente Enemiga de olvidos Camino sobre el camino presente Aunque ya no estés latente

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Camino el nuevo camino.

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Sobre el autor: Carlos Enrique Saldívar (Lima, Perú, 1982). Es director de las revistas virtuales El Muqui y Minúsculo al Cubo. Es administrador de la revista Babelicus. Publicó el relato El otro engendro (2012). Publicó los libros de cuentos Historias de ciencia ficción (2008, 2018), Horizontes de fantasía (2010) y El otro engendro y algunos cuentos oscuros (2019). Compiló las selecciones: Nido de cuervos: cuentos peruanos de terror y suspenso (2011), Ciencia Ficción Peruana 2 (2016), Tenebra: muestra de cuentos peruanos de terror (2017, 2018, 2021), Muestra de literatura peruana (2018), Constelación: muestra de cuentos peruanos de ciencia ficción y Vislumbra: muestra de cuentos peruanos de fantasía (2021).

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A Claudia Cortalezzi

E

l hombre se encontraba en una pequeña choza, en una isla en el Pacífico, supuestamente habitada por otros criminales que no se podían ver entre sí porque cada espacio de treinta por treinta metros cuadrados era una especie de celda. No obstante, el sujeto, quien hacía tiempo cometió un asesinato porque confundió el odio con el amor, y que fue condenado a cien años de soledad, cumplió su sentencia esa misma mañana. Estaba animado, supuso que tal vez por eso no le enviaron las tres comidas diarias los cinco últimos días. Por fortuna, no era tragón y almacenó diversos víveres no perecederos y agua en su área de degustación. No había mucho allí, solamente la cama para dormir, libros a montones, en un lector digital y en papel. Podía dar vueltas por los enjutos alrededores, en los cuales hizo un jardín, ese fue su gracia concedida, geranios y girasoles bailaban ahí. Hablaba con las plantas, le puso nombre a cada una y se halló fastidiado por no tener más espacio, pero también agradecido, ya que le cedieron esos pocos metros de terreno, macetas y semillas. La ley gubernamental no consideraba a los vegetales compañía. Sí le prohibieron tener animales. Se hizo amigo de algunos insectos, mas nunca pudo atrapar ninguno, el ambiente era bastante reducido y, cuando dormía, los agentes de la ley desinfectaban su residencia provisional. Una vez se oyó a sí mismo conversando con una pieza de pollo, deseó que el manjar tuviese vida, que caminara y corriera por aquel entorno, se dijo enseguida que era ridículo, que era posible que la desesperación lo atrapara, sin embargo, se prometió nunca enloquecer. Pese a todo, amaba la soledad; eso sí, le afectaba mucho que no hubiera un solo ser humano junto a él. También agradeció que le enviaran cada cierto tiempo revistas para varones, necesitaba complacerse; lo cierto es que hacía tiempo que no tenía ganas. No podía comunicarse con nadie, no tenía internet ni teléfono, estaba completamente aislado. Era su merecido castigo, pero pensaba que había aprendido la lección. ¿Qué habría pasado en el mundo en estos cien años? Lo modificaron genéticamente en el 2052, ahora podía vivir cincuenta años más. Se percibía viejo, lo era, el espejo no mentía. Es viernes despertó temprano, a las ocho de la mañana la celda quedó abierta. Le sorprendió no encontrar a nadie. Había un bote polvoso de la policía en la playa. Ni rastro de otros prisioneros. Era normal, los muros de la que fue su cárcel eran paisajes falsos. Decidió subir a ese transporte y remar a la costa. El hombre que estuvo solo cien años, sin nadie que lo visitara, sin nadie que lo perdonara, emprendió un afanoso viaje al Puerto del Callao. Llevó provisiones, desde luego, no sabía con lo que se iba encontrar, a lo mejor con algún descendiente suyo. Tendría que empezar a sentar las bases de su existencia de nuevo, no le quedaba nada, excepto algunas prendas de ropa y sus libros favoritos. Leyó todo lo que había digitalizado en su dispositivo electrónico. En esos años se enteró en parte de lo que ocurría en el mundo mediante las obras literarias, hasta quiso escribir su propio relato, aunque desistió. ¿Quién querría saber algo de un homicida? Se dijo que era raro que no hubiera ningún policía a su lado, ni aguardando en el puerto. Le dolió mucho más llegar a su destino y descubrir que solo había cadáveres que se estaban pudriendo en las calles. ¿Qué fue lo que arrasó con todos? Habría de investigar. Tal parecía que el desastre ocurrió hace poco, no tardaría en ubicar registros de lo acaecido. Asustado, se largó de allí en una lancha a otra costa. Él no lo sabía aún; el virus mutante se hallaba en el aire y era el único ser vivo animal inmune. Ahora purgaría el resto de su vida en soledad.

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Sobre el autor: Pepe Nicháv (Cd. Valles, S. L. P., 1989). Es escritor, poeta y compositor. Sus obras han sido publicadas en diversos medios físicos y digitales, tales como, el periódico tamaulipeco El decidor, el Centro Cultural Español de Miami y la antología de escritores mexicanos, Detrás del velo: Sobre los sueños y la muerte, entre otros. Actualmente radica en Reynosa y compagina su vida con la música y la literatura.

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N

o habrá final feliz para nosotros, no volveremos a coger en la escalera; con las pupilas dilatadas –de reojo– nos miraremos como invierno y primavera. Pudimos haber sido amor del bueno (de ese que revenden en las telenovelas) mas, optamos por ser –de Tarantino– un cruel largometraje [con secuelas. Usufructuamos paraíso a libre antojo como dos pornostars en escena; si le endosé a título gratuito todo, ¿Cómo puedo exigir que lo devuelva?

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Sobre el autor: Alfonso Armando Koyoc Pedroza, escritor de nacionalidad mexicana, nacido en el municipio de Lagos de Moreno en el Estado de Jalisco. Co fundador de la revista literaria Perro Negro de la calle. Iniciado en el arte de la pluma creando la mayor parte de sus obras dirigiéndolas al amor, al deseo y a las emociones que surgen de cada experiencia vivida en el día a día, pero también aventurándose a nuevas tramas que han sido el terror y suspenso, mismas que lo han llevado a incursionar en un nuevo estilo de escritura, pasando de la poesía y la prosa a los relatos cortos y al cuento.

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F

recuentemente solía observar en un reflejo la cálida entrada de una tenue luz, podía imaginar que surgía en el horizonte, en un oriente lejano, solía construir un lugar en el firmamento, lo dibujaba en tus ojos y lo firmaba en tus caderas. La duda permanecía en el centro de mi desbordante mente, se alojaba y en las noches me quitaba paz, comenzaba con un pequeño susurro y se convertía en miles de gritos desesperados por libertad, mi alma solo quería paz. Frecuentemente solía observar un reflejo, una fría ráfaga de viento azotaba el sendero y me encontraba en un lugar que desconocía, la calma era total, comenzaba con miles de gritos desesperados por libertad y se convertía en un susurro imperceptible, soledad y amaneceres llenos de oscuridad.

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Sobre el autor: Carlos Enrique Saldívar (Lima, Perú, 1982). Es director de las revistas virtuales El Muqui y Minúsculo al Cubo. Es administrador de la revista Babelicus. Publicó el relato El otro engendro (2012). Publicó los libros de cuentos Historias de ciencia ficción (2008, 2018), Horizontes de fantasía (2010) y El otro engendro y algunos cuentos oscuros (2019). Compiló las selecciones: Nido de cuervos: cuentos peruanos de terror y suspenso (2011), Ciencia Ficción Peruana 2 (2016), Tenebra: muestra de cuentos peruanos de terror (2017, 2018, 2021), Muestra de literatura peruana (2018), Constelación: muestra de cuentos peruanos de ciencia ficción y Vislumbra: muestra de cuentos peruanos de fantasía (2021).

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L

a Muerte estaba harta de los seres humanos, trataban de maneras horrorosas un planeta que a ella le agradaba. Por eso se regocijaba cada vez que le ponía fin a algún hombre, mujer o niño. Pero deseaba actuar a gran escala, darles una lección a esos infelices. Una pandemia sería lo ideal, cómo en épocas pasadas. Ellos nunca adivinarían el plan. Era perfecto, pero la Parca debía ser mesurada, no crearía decesos a gran escala, sino una epidemia moderada para no extinguir a todas las personas, aunque sí había de ser lo suficientemente temible para que tuviesen miedo por mucho tiempo. Además, la gente no podía darse cuenta de que la Pelona se encontraba detrás de ese proyecto macabro. Cuando tantas almas ingresaran de golpe al reino de los muertos no debían suponer la maquinación, ni tan siquiera imaginarla, a fin de no ponerse belicosos y crear revueltas. Es así que la Pela convocó a una reunión con sus mejores aliados, un selecto grupo de espíritus, creadores de las enfermedades letales, y que trabajaban en conjunto con Ella. No obstante, ningún virus parecía ser el indicado. Hasta que surgió de improviso un ser grande y rechoncho que decía haber nacido recién de la naturaleza y de la misma muerte. Todos se impresionaron al verlo, cubierto por siniestras ventosas y moviéndose con facilidad, como si estuviera flotando. La criatura habló con voz grave: —Reina mía, mi nombre es COVID-19, y tengo una idea que le encantará. —Te escucho —dijo la Muerte.

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Sobre el autor:

Pepe Nicháv (Cd. Valles, S. L. P., 1989). Es escritor, poeta y compositor. Sus obras han sido publicadas en diversos medios físicos y digitales, tales como, el periódico tamaulipeco El decidor, el Centro Cultural Español de Miami y la antología de escritores mexicanos, Detrás del velo: Sobre los sueños y la muerte, entre otros. Actualmente radica en Reynosa y compagina su vida con la música y la literatura.

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E

scribir o leer mientras la pienso, se ha vuelto más hábito que luz; como las aceitunas del Martini Seco, que adornan a la Ginebra y al Vermut. Ayer estuve a punto de recaer en su juego al tratar de encontrarle otra virtud; «fuimos ceniza sin haber sido fuego», eso me pesa más que tanta ingratitud. Si la melancolía es el peor de mis defectos, ¿con quién puedo renegociar esta actitud?... –hablo por mí y no por mi Alter ego, no quiero, me suceda lo mismo que al mamut–,

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