Perro Negro de la Calle No.70 Julio 2022

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a saeta del destino nos ha alcanzado. Ha caído furiosa de los cielos y nos remite a esta edición, ya la número 70. El panorama que nos depara lo que resta del año parece incierto entre tantos caprichos del porvenir, pero, como siempre les digo: el arte no se detiene. La literatura no se detiene. Usamos ese porvenir y todas sus voluptuosidades y vicisitudes que lo componen para la creación de nuestras obras. Para eso nacimos, ¿no? Por eso estamos aquí. Por eso nuestro arte se encuentra aquí. Tú que estás leyendo esto: léenos con detenimiento, disfrútanos, siempre ha sido por y para ti. Todos los que estamos aquí sabemos que lo haces, que buscas nuestras letras, que deseas nuestros sentires y pensamientos, los cuales, se han volcado en este recinto durante casi seis años. Así que, adelante. Que estas palabras vivan para siempre en tu memoria.

Amaury R. Ledesma

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Sobre la autora:

Alejandra Cruz Castillejo, nacida en Michoacán, México, en 1983. Graduada como Lic. en Educación Primaria. Ha colaborado en las antologías Normalista, 2004, Los otros motivos tomo 1, 2021, Homenaje a la literatura contemporánea, 2021 y Alas de mariposa,2021. Actualmente ha publicado en revistas y páginas de difusión literaria, entre las que destacan Posada Almayer, Cantera, Rigor Mortis, Perro Negro de la Calle, Minirevista Poderart, Komuya y el Arte de Escribir. Forma parte del equipo editorial en las revistas digital Komuya y El Arte de Escribir. Integrante activa del club de escritores Grammata desde 2020. Actualmente ha publicado su obra primigenia titulada El vaho tras mis orejas.

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ace algunos años me gradué como enfermera, es una profesión bastante noble, en la que puedes ayudar a muchas personas. Aunque debo aceptar que no todos consideran que somos de gran ayuda, los niños son los primeros en imaginar que las enfermeras somos peores que monstruos, en especial si tenemos que inyectar o aplicar algún suero vía intravenosa. Desde que tengo memoria siempre soñé con ser enfermera, deseaba portar el uniforme blanco y sobre mi cabello recogido colocar la cofia. Cuando me compraban zapatos en su mayoría los pedía color blanco, también usaba unas pequeñas medias del mismo color. En un principio mis padres pensaron que mi actitud era parte de un juego infantil y me colaboraban comprando pequeños botiquines de juguete y muñecas que más tarde harían el papel de pacientes. Cuando el primer amor llegó a mi vida, por ahí a los catorce años, olvidé un poco las ansias por la enfermería. En ese tiempo me concentraba más en los mensajes y reuniones a escondidas, en arreglarme para ser la más bonita, además de aprender alguna que otra artimaña para parecer madura. Fue una etapa bastante divertida, aunque frustrante pues mis senos aun eran pequeños y qué decir de mis nalgas. Los chicos siempre miraban eso antes que verte la cara, en ese tiempo mi rostro era bastante lindo, pero eso a ellos no les importaba. Ya en preparatoria tuve que enfrentar una situación bastante difícil, mi madre comenzó a enfermar de la nada, se fatigaba bastante, siempre tenía jaqueca e incluso llegó a desvanecerse a mis pies. Fue una etapa muy dura. Cada peso gastado en citas médicas. Un día después de varios estudios los doctores llegaron a la conclusión de que mi madre padecía un tumor cerebral. No había opción de operar, estaba anclado en una de las partes más recónditas de la cabeza. A pesar de eso, mi madre aseguraba que no pasaba nada. Pasaron algunos meses en los que vi cómo esa hermosa mujer se fue marchitando cada vez más. Su piel dejaba de ser tersa para volverse áspera, sus labios rosados ahora se veían amoratados y con leves grietas, el cabello caía con más frecuencia. En un principio el dolor era suave, pero conforme avanzaba el tiempo éste se volvió más agresivo al grado de que los medicamentos, si así se les puede llamar, ya no surgían efecto. Las convulsiones eran una constante, no había manera de adivinar cuándo sucederían, después de estas perdía por completo la energía quedando por horas en la cama. Para ella este deterioro era como estar muerta en vida. Sé que ya no podía más, esta clase de sufrimiento no era para ella, era injusto, innecesario. No entiendo por qué ella; siempre fue una buena madre, esposa e hija. La vida es injusta, ella sufría por todos aquellos que acumulaban pecados en las espaldas. Cuando me miraba a los ojos parecía pedir auxilio y yo no podía hacer nada, juro por mi alma que anhelaba calmar su sufrimiento. Pasé noches en vela pensando su petición silenciosa para llegar a la conclusión de que yo no era capaz de darle ese regalo, ¡por dios era mi madre! ¡No podían ser mis manos las que le llevaran a la muerte! Aún recuerdo ese día en que llegué a mi casa después de horas en la escuela, arrojé la mochila sobre el sofá de la sala para después como siempre calentar algo de comida para mi madre. Sobre la charola serví un plato con verduras al vapor, una rebanada de pan y algunas nueces tostadas. Subí las escaleras y cuando abrí la puerta ella estaba dormida. Caminé despacio para no hacer mucho ruido, dejé la charola sobre el buró y la contemplé por unos instantes. Se miraba más pálida que de costumbre. Toqué su frente pensando que quizás tenía temperatura, pero al hacerlo sentí la rigidez en su rostro, ¡mi madre estaba muerta! Arranqué las cobijas sobre su cuerpo, aun pensaba que no era cierto, pero llegó mi decepción, el frasco de pastillas a su costado delataba la verdad. ¡Mi madre se arrancó la vida en un acto de dolor! Y ¡no pude ayudarla! Me sentí tan desgraciada por no haberle dado una muerte más decente. Ella no merecía morir de esa manera. Abracé por

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última vez su frío cuerpo antes de marcarle a mi padre. Después del funeral hubo días grises llenos de culpa, tristeza y melancolía. Fue después de esta tragedia que reafirmé mi necesidad por convertirme en enfermera. Es posible que el destino me dirigiera hacia esta profesión. He trabajado en muchos lugares, en consultorios, pequeñas clínicas y en asilos. Ahora trabajo en el hospital de la Esperanza, aquí pagan muy bien y lo mejor es que con este sueldo puedo ayudar a los que me necesitan. En realidad, ser enfermera es una gran labor, a diferencia de los doctores nosotras estamos cerca de los pacientes, conocemos sus historias, vemos en ellos las ganas de vivir, así como la necesidad del descanso. Desde que mi madre murió comprendí la misión que tengo en esta vida, cada día me esfuerzo por hacer lo mejor que puedo para que allá desde el cielo se sienta orgullosa de mí. Ambas sabemos que esto es cuestión de caridad y amor. Cuando trabajaba en el hospital infantil las jornadas eran extenuantes, es complicado atender a los pequeños, ellos son especiales. Ahí conocí a un niño de siete años cuyos padres recién habían fallecido en un incendio. Su abuela, una mujer bastante mayor, me contó que el desastre ocurrió por la noche cuando todos dormían, los padres quedaron atrapados en la recamara, el menor corrió con más suerte, los bomberos alcanzaron a salvarle la vida. Sus quemaduras eran de tercer grado, al mirarle vi en él a mi madre. Sufría igual que ella, ¿qué vida le esperaba a este niño si lograba pasar la noche? Los pensamientos rondaron mi cabeza, debía tomar una decisión, si vivía sufriría por siempre o quizás moriría en agonía, no podía permitirlo de nuevo, no así bajo estas circunstancias, era un niño no merecía sufrir. Así que le di paz, por su torrente sanguíneo viajó su salvación. Minutos después la manta blanca cubrió su pequeño rostro irreconocible. Un ángel más para el cielo. Cuando conocemos la historia de los pacientes nos enganchamos con ellas, mientras trabajé en el asilo conocí a varias damas mayores con fabulosas historias de juventud, aunque para ser sincera todas tenían algo en común, sus hijos las llevaban a estos lugares porque no deseaban lidiar con los estragos de la vejez. Ser anciano es difícil, terminas dependiendo de otras personas y no importa si fuiste buen o mal padre, la mayoría termina abandonado. En un principio las nuevas eran visitadas, pero conforme pasaban las semanas terminaban siendo una más. Algunas se hundían en la depresión, otras se volvían más amargadas. En este lugar ayudé a varias señoras a bien morir. No es difícil saber cuándo alguien ha perdido la ilusión en la vida. Los ancianos avisan, dan señales. Dejan de comer y se deprimen, eso es suficiente para saber que desean irse. Era realmente insultante ver como los familiares llegaban afligidos a recoger el cuerpo después de meses de abandono, ya hubiera yo deseado que mi madre envejeciera así y poderla disfrutar. Como dije, ahora trabajo en un hospital bastante grande, en el área de terapia intensiva, sé que desde aquí puedo hacer mucho por los demás. Conozco perfectamente la misión.

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Sobre el autor:

Rolando Reyes López. (Pedro Betancourt, Matanzas. 1969). Reside desde el año 1971 en el Municipio de Jovellanos, Matanzas, Cuba. Graduado de Bachiller. Actualmente jubilado por Baja Visión. Numerosos relatos breves y poemas suyos han sido publicados en 70 revistas y 18 antologías digitales de varios países de Europa y Latinoamérica.

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ay lugar para todos; lo sabe la Luna, el infortunio con sus líneas solitarias y el silencio despojado de respuesta inmediata. Ese lugar no da en préstamo la identidad del rio y la montaña perduran erguidas como fortuna que nutre de valores la armonía de un lenguaje que es verdad como la palabra Destino. A su alrededor está quien su alma ofreció; si yo pudiera entrar en él le mostrara el recurso utilizado por la muerte para quebrantar el secreto de otros. Antes de abandonar la sombra que su rama brinda coloqué mis significados en su tronco, tomé el último fruto y prometí ocultarlo en las grietas del Cosmos; nadie irá a buscarlo tan lejos.

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Sobre la autora:

Esmeralda García. (Guadalajara, Jalisco. México). Poeta independiente, expresándome en verso libre, haiku y siglema. En proceso de autoconocimiento permanente; escribiendo sobre el amor, desamor, erotismo, causas sociales, poesía lésbica, feminista, etc. Ha publicado un poemario: Mujer Esteparia (2019) en Proyección Literaria. Antologías: Deleite: Vida y Placer (2013), Poéticas de los sures femeninos (2020); Versas y Diversas, Muestra de poesía lésbica mexicana contemporánea (2020); La vida en rosa (2020), Proyección Literaria; Travesías del confinamiento: Haiku y siglema (2020). Mujeres en Campo Minado I (2020), Mujeres en Campo Minado II (2022). Proyección Literaria; Muestrario Nacional 2021, Jalisco (2021) Maya Cartonera-Ave Azul, entre otros. Ha participado en revistas digitales como: Perro Negro de la Calle, Almicidio, Poetómanos, La Coyolxauhqui, Especulativas, Unión “José Revueltas” Revista Independiente, Resonancias SoM, Revista Tlacuache, etc.; diversos fanzines, así como participación en lecturas colectivas y festivales de poesía virtuales.

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De qué mueren? Las mujeres abandonadas, las que han librado batallas sin descanso, las que lloran a solas, las responsables asignadas que despiertan cada mañana para hacer lo que no quieren, las valientes que toman la estafeta para emprender una carrera que no tiene meta. ¿De qué mueren? Las que aprendieron a callar después de ahogar los abusos sobre su persona, las que perdieron la fe ante promesas que se convirtieron en utopías, las que despertaron en tinieblas en un camino desconocido, las que dan traspiés y van a ciegas por la vida. ¿Cómo mueren? las solitarias las amordazadas las incansables las utilizadas las desilusionadas. Las valientes.

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Sobre el autor:

Amaury R. Ledesma (Lagos de Moreno, Jalisco, 16 de agosto de 1991). Narrador y poeta. Arquitecto de profesión. Cofundador, editor y diseñador de la revista literaria digital Perro Negro de la Calle. Su obra narrativa se centra en relatos sobre lo fantástico, lo sobrenatural e ironía. Ha publicado obras en distintas revistas literarias: El noveno arcano, (Revista La Marraqueta, Santiago de Chile, 2019), El puente del recuerdo (Revista franco americana Resonancias, Francia, 2020), El cometa verde (Revista de ciencia ficción y fantasía Teoría Omicrón, Quito, Ecuador, 2020), Seleccionado dentro de la antología Los múltiples rostros de la muerte, con su relato: Para que no estuviera solo (Editorial Aeternum, Perú, 2020), Cenizas secretas (Revista Letralia: Tierra de letras, Cagua, Venezuela, 2020), La mofa de la vida (Revista de creación literaria y humanidades Gibralfaro, Universidad de Málaga, España, 2020), entre otras. En 2022 publicó su primera antología de cuentos en físico, Lo extraño y lo fantástico, con la editorial mexicana Hayal Gücü.

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ntes de que ella y yo nos despidiéramos para siempre, después de peleas, desacuerdos, mentiras, celos y rencores… decidimos que nuestro final sería pacífico. Ella se iría a otra ciudad después de todo. Cumplimos con nuestra palabra. Todo fue tranquilo. No volví a saber de ella. No obstante, tuvo una última muestra de afecto antes de marcharse de mi vida —por lo menos así lo expresó—, un obsequio que acepté y utilicé, una ofrenda de paz. ¡Claro que sí! Ese verano, mi primo Lorenzo llegó a visitarme. No lo esperaba. No era de mi interés en ese momento, pero la familia es la familia, y tuve que recibirlo en mi hogar. Al principio quise ser sociable con él, pero el duelo por la pérdida de mi relación de cinco años me carcomía el alma. Me sentía tan cansado, tan vacío, aburrido y estresado… iracundo. Lorenzo lo notaba, y, lejos de tratar de entender, era pedante con sus comentarios: «¡Vamos! Habrá más mujeres en tu vida. ¿Qué tan importante puede ser ella si se fue?». Idiota. Para aplacar tal duelo, decidí realizar actividades nuevas. Lo primero que hice fue ir al balneario, nadar un poco, relajarme. Puto balneario. Ese día mi sangre brotó y se mezcló con el agua y su cloro, pues al querer impulsarme para bucear un poco, la planta de mi pie derecho se rebanó con un azulejo mal colocado. El dolor no fue tan grave, teniendo en cuenta la tremenda herida que me había hecho. Temí por su infección. Se infectó. Cuando se lo conté a Lorenzo, al verme cojear, soltó una carcajada, y propuso salir a tomar unos tragos en lugar de realizar actividades sin sentido. Acepté. ¿Qué más daba? Mala idea. Muy mala idea. Dentro del sospechoso bar había un ambiente pesado, como si con tan solo el vuelo de una mosca se fuera a provocar una batalla campal. Esa mosca fue Lorenzo. Los sujetos me insultaron también a mí, y yo no estaba de humor. Un puño derecho voló en los aires contra una mandíbula cuadrada… ese fue mi puño dando un mal golpe. Mi dedo meñique estaba fracturado. Aunque, aquella riña de cantina de mala muerte no pasó a mayores. Por la mañana, la resaca, la tajada en la planta de mi pie derecho y un dedo que, no sé por qué jamás me atendí, me dolía como mil demonios en mi mano derecha, provocaban en mí una sensación de miseria que vomitaba en mi conciencia e intensificaba —tampoco sé por qué— mi duelo. Como cuando un niño pequeño se cae y necesita que lo consuelen. Pero ella ya no estaba, ni estaría más. Y más le valía que fuera así, para siempre… después de su bendita muestra de paz. La lluvia de esa semana no ayudó al fortalecimiento de mi pensamiento. La melancolía que me producía era potente. Una noche, en plena tormenta, mi primo dejó las ventanas de la cocina abiertas. Una fiesta pluvial se inició en el piso. Para cuando me di cuenta, era demasiado tarde, solo pude ver el olvido de Lorenzo mientras caí con los pies empapados sobre mi costado derecho. Me rompí dos costillas de ese lado. Un enorme hematoma como pintura expresionista se creó; morados, violetas, negros… una dolorosa paleta de colores. Me convertí en una suerte de catálogo de males, pero solo de mi lado derecho. ¿Qué estaba pasando? No quise ser paranoico, así que traté de evitar cualquier teoría absurda, pero, conforme pasaban los días, más penurias me afectaron: se me enterró la uña de mi pulgar del pie; solo una muela del juicio hacia estragos en mi mandíbula; un ganglio se infectó en mi axila, produciendo un tremendo bulto que supuraba pus, el olor era asqueroso, pero el dolor era peor; y, para colmo, una perrilla brotó también en mi ojo. Todo esto le sucedió a mi costado derecho. Lorenzo ya no se burlaba, él notaba por fin que yo no estaba bien. Fuimos

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al médico, no había ninguna explicación para todo aquello más que la mala suerte y la coincidencia. Pero ni el doctor ni su ciencia podían descubrir lo que yo pude. Fue durante una noche de luna llena. Su luz entraba directo a mi habitación, yo salí del baño, cansado, destruido, para colocarme el pijama sufriendo de dolores diestros, cuando, mi dedo meñique del pie —sí, derecho— decidió besar con pasión la pata de la cama. No grité de dolor… grité de horror, pues, bañándome la luz de la luna frente al espejo, lo vi… vi a esa cosa, a esa criatura esquelética, inmunda, desagradable, de piel grisácea y lampiña aferrándose a mí por mi costado derecho, sujetando con fuerza mi brazo y enredando sus flacuchas piernas en la mía. Cuando giré la cabeza para ver mi costado no había nada, pero retornaba la vista al espejo y ahí estaba esa cosa. Su rostro portaba una mueca de sufrimiento mudo; dentro de sus profundas cuencas brillaban dos ojos amarillos; y su boca se abría y cerraba sin producir ningún sonido —al menos no alguno que pudiera escuchar yo—; sus dientes lucían putrefactos y disparejos; y, en su desnudez, su esqueleto estiraba su marchita piel como si quisiera salir de aquella existencia horrible. Me moví un poco, y la imagen en el espejo cambió, aquello desapareció, solo estaba yo en el reflejo, aunque cubriéndome de oscuridad. Al acercarme de nuevo a la luz de la luna, la criatura apareció otra vez. Lorenzo entró a mi habitación alarmado. Vio mi cara de espanto, pero lo que no pudo ver, a pesar de que yo apuntaba en silencio el espejo, fue a esa cosa. No quise que me creyera loco, así que le dije que había tenido una pesadilla bastante real. Yo no sentía ningún peso en mi costado. No entendía nada. Entonces intuí y llevé mi mirada al obsequio que muy dadivosamente me dio ella. Un brazalete de marfil —de eso me dijo que estaba hecho— tallado con ornamentos algo descuidados, y ensamblado con cuatro partes para rodear por completo mi muñeca. No pude hacer nada más que quitarme aquello y esconderlo en el fondo de mi clóset. Para mi desgracia, nada cambió, seguí padeciendo de desafortunadas consecuencias en mi costado derecho: infección de oído; túnel carpiano; torcedura de tobillo; mordida de lengua; astilla en palma de la mano… Ante mi desesperación y por ansias de encontrar respuestas hasta de debajo de las piedras, le mostré el brazalete al único experto que conocía y podría darme algún indicio que me sirviera —mi vecino veterinario—, sin decir cosas de más. Le conté quién me lo había dado, también que estaba hecho de marfil y que me parecían extraños sus ornamentos. «Esto no es marfil», me dijo, «Esto es hueso… y llámame loco, pero parece, se siente y pesa como el de humano, quizá de un cráneo. Vaya regalito te ofreció la fulana». Mis ojos se pusieron como platos, quise detener el temblor de mi mano derecha al tomar de nuevo el brazalete, pero me fue muy difícil. La siguiente luna llena me postré frente al espejo y, con la luz del satélite, pude verlo de nuevo, aferrándose a mí. Quitarme el brazalete no me libraba de esa cosa, y, al recordar el cuento de Borges, El libro de arena, no planeaba destruirlo, pues Borges en ese cuento temía a una hoguera infinita quemando un libro infinito, y yo temía al hecho de que aquella criatura estuviera sujetada a mí por siempre cuando destruyera el objeto al que, de alguna forma, estaba asociado. A mitad de las noches y en medio de mis dolores diestros dedicaba maldiciones completas a mi exnovia cual si fueran rezos. Su recuerdo me quemaba la piel, me pinchaba el costado, me quebraba los huesos, me dolía y dañaba. No podía entender por qué me había

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otorgado tal pesar, o cómo ella había conseguido un artefacto tan ominoso y macabro. Quizá lo primero podía develarse por mera conjetura, y lo segundo… bueno, a esas instancias era imposible de saber y hasta irrelevante. Comencé a pensar en el suicidio al no poder encontrar una solución, al recordar los ojos horrendos de aquella cosa y su miserable y pútrida figura que no soltaba mi ser. Lorenzo decidió quedarse unas semanas más de lo planeado, para ayudarme un poco en mis labores en la casa y auxiliarme cuando lo necesitaba, pero tarde o temprano se iría, él tenía su vida. Mi cuerpo se deterioraba poco a poco, y pronto el lado derecho dejó de ser la única zona a la que esa cosa afectaba; un movimiento nervioso comenzaba a manifestarse en el párpado izquierdo de mi rostro. El fin estaba cerca… por fortuna, aprendí bien de mi antiguo amor… Llegó el día en que Lorenzo por fin se marchaba. Fue triste decirle adiós, había sido tan bueno y me había apoyado en toda esta odisea abominable. Me despedí de él, y antes de subirse al taxi que lo llevaría al aeropuerto levantó su mano para saludarme una última vez. Alrededor de su muñeca estaba un obsequio de mi parte. Una muestra de gratitud ante sus ojos. Un alivio y libertad ante los míos.

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Sobre la autora:

Alejandra Cruz Castillejo, nacida en Michoacán, México, en 1983. Graduada como Lic. en Educación Primaria. Ha colaborado en las antologías Normalista, 2004, Los otros motivos tomo 1, 2021, Homenaje a la literatura contemporánea, 2021 y Alas de mariposa,2021. Actualmente ha publicado en revistas y páginas de difusión literaria, entre las que destacan Posada Almayer, Cantera, Rigor Mortis, Perro Negro de la Calle, Minirevista Poderart, Komuya y el Arte de Escribir. Forma parte del equipo editorial en las revistas digital Komuya y El Arte de Escribir. Integrante activa del club de escritores Grammata desde 2020. Actualmente ha publicado su obra primigenia titulada El vaho tras mis orejas.

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aestro, dígame, ¿qué debo hacer para calmar el hambre del hombre? —Si el ser humano tiene hambre por alimentos solo debes proveerlos, eso calmará su hambre, aunque debes saber que será temporal, después deberás

proveer más. —Eso quiere decir que una vez que alimento al hombre, adquiero un compromiso con él. —Por supuesto, incluso el compromiso los has establecido desde el momento en que surge un interés por alimentarlo. —Entonces, si no deseo un compromiso con el hombre es mejor que no me interese en él, ¿es posible que no me interese en él? —Es posible que tu desinterés llegue al punto de transformarse en interés. Verás, cuando te cruzas con un ebrio observarás cómo arrastra sus pasos y éstos a su vez lo hacen tambalear, en ese momento sabes que su cuerpo se encuentra en estado inconveniente. Todo eso que tus ojos observan es consecuencia de dicho acto consentido por el sujeto en cuestión. Tú observas y analizas, desde ese momento, ya estás interesado. —Pero ¿qué pasa si yo lo ignoro? En ese caso no se desarrollará ningún interés de mi parte hacia él. —Es posible, pero se decide ignorar a conciencia aquello que no está al alcance de nuestra vista. Por otra parte, la mente es capaz de percatarse del entorno inmediato. Es posible que no te des cuenta de la gota que cae del techo, de la mujer que vende flores, del mendigo que pide dinero en la puerta de la iglesia o el niño que se encuentra extraviado. Pero el subconsciente, es como un escribano al que la mente dicta cada cosa que el ser percibe, aunque sus ojos no lo vean. Son tus sentidos los que actúan debido a un hambre intangible. —¿Cómo es eso? —Dime ¿por qué deseas alimentar al hombre? —Porque necesita vivir. —¡Vivir! ¿Para qué vivir? —Porque el hombre vive si tiene alimento, es necesario para él, usted mismo no podría vivir sin ello, éste lo provee de la fuerza suficiente para hacer sus labores. —En ese caso el hombre vive para satisfacer necesidades, que nada tienen con el saber vivir, ellos actúan y en consecuencia obtienen. El hambre que tú alimentas es una necesidad del cuerpo, pero no del espíritu. —Pero entonces, ¿cuál esa hambre que usted intenta explicar? —El hambre que tienes tú —Pero, maestro, yo no hablo de mí. —Lo haces todo el tiempo, tú alimentas, tú te comprometes, tú observas y reaccionas, tú te preguntas qué es hambre, cómo calmarla. Tú estiras la mano al otro sin saber si éste mañana la estirará por ti. Tu deseas vivir para otros, ahora dime ¿deseas vivir para ti? —¡Por supuesto que sí! ¡Vivo para mí! Por mí, solo por mí. —¿Te alimentas? —Claro, siempre me alimento. No dudo en hacerlo; lo hago mañana, tarde y noche. —¿Qué hay de alimento para el alma? —¡Alimento para el alma! —Sí, ¿cómo alimentas el alma? —Yo… leo algunos libros, me preocupo por los demás e intento resolver sus problemas. Cumplo con mis obligaciones, eso me hace estar en paz. Salgo con mi familia, paseamos, vamos de pesca. Mi esposa es feliz conmigo, su sonrisa lo demuestra, haría

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cualquier cosa por no perder su sonrisa. En el trabajo soy próspero, no puedo quejarme, todo está bien. —Eso es rutinario, pero no has contestado mi pregunta. Me has dicho que dedicas tiempo a la lectura, generalmente te preocupas y resuelves asuntos que otros deben resolver. Cumples tus obligaciones como cualquier hombre comprometido con sus funciones. Además, estas dispuesto a generar sonrisas en los que te circundan. Ahora bien, en qué momento sonríes tú, y no refiero a una carcajada abierta a los demás, ¿en qué momento te sonríes? —Yo me sonrío cuando… —el hombre intentó pensar en qué momento de su vida había dedicado una sonrisa para sí mismo, mas no pudo lograrlo—. Maestro, no recuerdo eso. —No lo recuerdas porque nunca ha sucedido, las personas no recordamos cosas inexistentes, tan solo recordamos aquellas sensaciones de nuestro cuerpo. Recuerdas el ruido del viento en tormenta o la luminosidad de un rayo porque lo has experimentado. Pero no recuerdas haberte regalado una sonrisa porque vives para otros, no vives para ti. Te preocupas por el hambre del hombre, pero no te preocupas por tu propia hambre. Tus ojos, tus manos, tu ser tienen hambre y ésta solo la llenaran tus sentidos, tus experiencias, tu tranquilidad y dedicación hacia tu persona. No recuerdas tu sonrisa o al menos la sensación. Las nubes dejan sensación de paz, el agua del arroyo trae y lleva pensamientos perdurables, las voces de los pequeños recuerdan la propia infancia, la lectura de un libro te transforma y la sonrisa de otros se imprime en ti generando felicidad. Camina, observa, admira, siente, rememora y aliméntate. Debes alimentarte porque un hambriento no puede calmar el hambre de otros. El hambre del hombre solo se calmará cuando comprenda que alimentar el alma dará mayor valor a su vida. Permite que otros resuelvan, no adoptes las sonrisas de otros, genera tus propias sonrisas. —¿Entonces debo calmar mi propia hambre para poder calmar el hambre en otros? —Así es, recuerda que un ciego no puede guiar a otro ciego, en la medida que tú seas feliz podrás proveer a los demás de felicidad. Cuando el maestro inició esta conversación no imaginó que su discípulo desconociera tanto sobre el hambre, el compromiso, la felicidad y el saber vivir. En esta ocasión aprendió más él que el propio discípulo e incluso descubrió que él mismo tenía hambre.

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Sobre el autor: Julio César Aguilar (Ciudad Guzmán, Jalisco, México, 1970). Poeta, ensayista y traductor de inglés. Cursó la carrera de Medicina en la Universidad de Guadalajara, una maestría en Artes en Español en la Universidad de Texas en San Antonio y un doctorado en Estudios Hispánicos en la Universidad de Texas A&M, de la cual obtuvo una beca postdoctoral. Actualmente es profesor en Baylor University. Su obra se ha traducido a varios idiomas y ha sido publicada en diversos países, tales como Bolivia, Canadá, España, Estados Unidos, Irán y Perú. En 2017 recibió la Presea al Mérito Ciudadano por el Gobierno de Zapotlán el Grande. Es autor de las siguientes colecciones de poesía: Rescoldos, 1995; Brevesencias, 1996; Nostalgia de no ser mar, 1997; Mano abierta, 1998; El desierto del mundo, 1998; El patio de la bugambilia, 1998; Orilla de la madrugada, 1999; Illuminated Mysteries/Misterios iluminados, 2001; La consigna y el milagro, 2003; Una vez un hombre, 2004, 2007; La consigna y el milagro/The Summons and the Miracle, 2005; Transparencia de lo invisible/Transparency of the Invisible, 2006; El yo inmerso, 2007; Barcelona y otros lamentos, 2008; Alucinacimiento, 2009; La consigna y el milagro/La convocazione e il miracolo, 2010; La consigna y el milagro, edición bilingüe español-árabe, 2011, y español-polaco, 2013; Aleteo entre los trinos, 2014; Perfil de niebla, 2016; Don del fulgor, 2018; Destellos de Zapotlán y otras penumbras, 2019; Alborozo, 2020, y Donde no falta nada, 2021. Traducciones suyas son Con ansia enamorada, de Irving Layton, 2004; Camino del ser. Antología: 24 poetas anglosajones, 2006; Pintando círculos, de Luciano Iacobelli, 2011; La costurera y el muñeco viviente, de Beatriz Hausner, 2012, y Pascal va a las carreras, de Janet McCann, 2015. En 2017 publicó el libro de entrevista Reconstrucción de Ángel Escobar en la voz de Marina Cultelli.

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a mañana y su música: sinfonía de sorpresas. La claridad que vuelve abre todo sigilo y enigma, y las puertas todas. Entre claveles y lirios más puro es el aire que la gratitud respira y una flor más renovándose siempre la esperanza de cada día. Todo en la realidad florece. Desde el alba, silenciosa la luz se abre, y el sol del mediodía es ya una luminosa flor. El rumor del silencio suena, alumbrando siempre lo que toca. En el santuario del alba la dulce luz inédita es otro dios.

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Sobre el autor:

Rolando Reyes López. (Pedro Betancourt, Matanzas. 1969). Reside desde el año 1971 en el Municipio de Jovellanos, Matanzas, Cuba. Graduado de Bachiller. Actualmente jubilado por Baja Visión. Numerosos relatos breves y poemas suyos han sido publicados en 70 revistas y 18 antologías digitales de varios países de Europa y Latinoamérica.

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ivo, como el poeta que espera un milagro, ser dueño de las hojas que se mecen con el viento matutino, apropiarse del susurro de los enamorados mientras se aman bajo la noche de invierno, ser quien escriba la primera frase de un bebé y publicarla en las Revistas nacionales. Vivo, y las noches pasean frente a mi rostro sin percatarse que está sobre un puente. Todo sucede de noche, el cruce de las aves migratorias, el bullicio de las jóvenes, los desembarcos, los golpes de troqueles en la imprenta y el desvelo de las tejedoras hilvanando una bandera para todos, y vivo, aunque las muchachas no reparen en mi cuerpo sobre este banco junto al río. Voy a unirme a los que viven sin quitarse la vida, a la que ve el mundo desde la mirada del bardo, al que enfrentó la lluvia y los calores, y a quienes vivieron en paz. El equilibrio de los poetas no es ilusión, existe por encima del sueño, camina junto al dolor del tiempo perdido, no se rinde ante el jardín abandonado, ni sucumbe ante las curvaturas de la suerte. Elijo vivir en esas dimensiones, dispuesto para el mundo que desfila y amanece sobre las quietas aguas del mar, arma contra los muros del desengaño, escudo para los hombros del guerrero, mar acompasado para los botes y tierra firme por si alguien desea acompañarme.

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Sobre el autor:

Francois Villanueva Paravicino. Escritor (1989). Egresado de la Maestría en Escritura Creativa por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). Estudió Literatura en la UNMSM. Ha publicado Cuentos del Vraem (2017), El cautivo de blanco (2018), Los bajos mundos (2018), Cementerio prohibido (2019) y Azares dirigidos (2020). Textos suyos aparecen en páginas virtuales, antologías, revistas, diarios y/o, de su propio país como de países extranjeros. Mención especial del Primer Concurso de Relatos Las cenizas de Welles (2021) de España. Ganador del Concurso de Relato y Poesía Para Autopublicar (2020) de Colombia. Ganador del I Concurso de Cuento del Grupo Editorial Caja Negra (2019). Finalista del I Concurso Iberoamericano de Relatos BBVA-Casa de América Los jóvenes cuentan (2007) de España. También, ha sido distinguido en otros certámenes literarios.

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¡Verdad que inspira lástima mirarme! Nicanor Parra

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irad, ciegos; oíd, sordos, mi calma es un océano embravecido bajo una tormenta que ataca desde las altas esferas y desde sus pupitres; los dioses me matan de hambre y ustedes por necios; mis mejores años se llevaron el polvo de las clases, los gritos, las burlas, los llantos, un gran sobreesfuerzo y cierta alegría, una melancólica alegría. ¡Y eso me ha envejecido! ¡Poco a poco me ha matado! Hoy soy un herido de arrugas, bizco, desdentado, que teme reírse ante el espejo y ante el mundo, aquel que me ha castigado con su total indiferencia. Observad, mis congéneres; atended, mis hermanos, me he consumido como un higo seco, una fruta podrida antes de tiempo, tanto que me avergonzaría alzar la voz para pedir justicia porque me humillaría más ―¿oh, Dios, desde cuándo reclamar es una humillación?―, y ya solo lloro con un mendrugo entre mis dedos, que me sabe a piedra, a arena, a sudor inútil, tanto sacrificio para que te espere una tumba sin sepulcro, dejando atrás un sendero con huecos, rajaduras, sin asfaltar, que te ha destrozado los pies y el lomo de mula dura y buena. Al ser el esclavo de las aulas me consterna ciertas epifanías, que son visiones de este infierno y de otros abismos siderales, voces como las de los coros griegos en las peores tragedias, carcajadas que revelan, por el contrario, desesperación. Y todo ello me ha golpeado la quijada, me ha escupido en el suelo, en mi cama y en mi plato servido; me ha arrancado los cabellos, me ha cicatrizado los carrillos, me ha aplastado con el peso de la noche más negra. Y de aquel doncel que vestía terno y devoraba libros, que construía castillos en el cielo y se contentaba de los pájaros, que tenía el alma de oro y el corazón de diamante, solo quedará un Hyperion que vivirá miles de años como una babel que un dios, como siempre, tratará de destruir.

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Sobre la autora:

Esmeralda García. (Guadalajara, Jalisco. México). Poeta independiente, expresándome en verso libre, haiku y siglema. En proceso de autoconocimiento permanente; escribiendo sobre el amor, desamor, erotismo, causas sociales, poesía lésbica, feminista, etc. Ha publicado un poemario: Mujer Esteparia (2019) en Proyección Literaria. Antologías: Deleite: Vida y Placer (2013), Poéticas de los sures femeninos (2020); Versas y Diversas, Muestra de poesía lésbica mexicana contemporánea (2020); La vida en rosa (2020), Proyección Literaria; Travesías del confinamiento: Haiku y siglema (2020). Mujeres en Campo Minado I (2020), Mujeres en Campo Minado II (2022). Proyección Literaria; Muestrario Nacional 2021, Jalisco (2021) Maya Cartonera-Ave Azul, entre otros. Ha participado en revistas digitales como: Perro Negro de la Calle, Almicidio, Poetómanos, La Coyolxauhqui, Especulativas, Unión “José Revueltas” Revista Independiente, Resonancias SoM, Revista Tlacuache, etc.; diversos fanzines, así como participación en lecturas colectivas y festivales de poesía virtuales.

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U

na gota cristalina que se desprende integra para ser independiente, con la convicción de que reúne lo necesario para el embate propio de la existencia. Desprenderse, sentirse libre, embriagada por la placentera vorágine del destino infalible con sentimientos de autorrealización. Y en el preciso culmen de soberbia, estrellarse contra el suelo para volverse añicos, que ya no logran unificarse. Fragmentos arrasados por la corriente enajenada. que viene y va según el capricho de cualquier terreno escabroso. Aquí sé es todas y a la vez ninguna. Gotas anónimas.

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C

uando Noé y Pablo salieron por la puerta de servicio de la escuela, ya era tarde, muy tarde. El sol agonizaba en el horizonte mientras Pablo sacaba de su mochila un termo, sirvió una bebida amarillenta con textura lechosa en un vaso de plástico y se lo dio a Noé, se preparó otro para él, y brindaron mientras sonreían con complicidad. Tuvieron que limpiar la basura de todo el plantel como castigo por su idea millonaria, como la llamó Pablo. Al ser parte de la clase de conservación de alimentos, hoy, en su práctica matutina, les enseñaron como preparar rompope, claro que a unos jóvenes de secundaria no se le permitirían el acceso a alcohol, así que ellos, a escondidas, separaron un poco de rompope para mezclarlo con una botellita de alcohol, del de la tapa roja, que habían traído de contrabando. Durante esa mañana lo estuvieron vendiendo discretamente entre los alumnos, lo que provocó que, a la hora del receso, media escuela estuviera alcoholizada. Los maestros no tuvieron muchos problemas para encontrar a los culpables, ya que, en las condiciones que se encontraban los alumnos afectados, no hacía falta usar ningún método de interrogación para que hablaran de como ese par, habían preparado una bebida hecha por los mismísimos dioses. Noé vio el reloj y apuró a Pablo para que se lo terminara deprisa. Se habían quedado de ver con varios de sus compañeros de escuela a eso de las siete de la noche, y ya iban tarde. Noé, después de un largo silencio, le comentó a Pablo: —Ni de pedo voy a mi casa, si entro no me dejarán salir. El subdirector, lo más seguro es que ya haya hablado con mis padres, y estos estarán furiosos. —Yo no tengo problemas, los míos no están —comentó Pablo con ilusión—. Me quedaré con mi tía Laura, y a ella no le importa mucho donde esté. Primero veamos que planean hacer todos, y después si quieres, llamas desde su casa para avisar que te quedarás conmigo, les dices que es para poder terminar la tarea. —Al minuto de colgar, mi madre llegará a la casa de tu tía, derribará la puerta y me llevará a rastras a la casa, ya pensaremos en algo, primero vamos con los demás, total, castigado ya estoy, así que, qué más da agregarle una mancha más al tigre. Al llegar al punto de reunión vio que sus compañeros se encontraban en una acalorada discusión: —No iremos y punto, es demasiado peligroso —dijo una joven rubia. —Eres una cobarde, ¿cómo hacen las gallinas? —dijo un joven regordete, bien vestido que ahora imitaba el cacareo de una gallina. —Jessi, Marcos, ¿qué ocurre? —preguntó Noé a nadie en particular, pero su vista se fue a una mochila en el centro de todos—. ¿Qué es eso? —Es una Ouija —respondió un joven alto, con el pelo rubio blanquecino—. Hoy nos meteremos al cementerio, en la parte vieja a jugar. Pero algunas gallinas —señalando a Jessi con la quijada— tienen demasiado miedo. —Carlos, no tengo miedo, pero si nos atrapan, estaremos castigados un mes, y nos perderemos los quince años de Diana. Voy a ser una de sus acompañantes —replicó con tono brusco Jessi. —Desde que se inventaron los pretextos, se acabaron los culpables. Vámonos. Y Jessi, recuérdame no volver a invitarte —dijo Carlos mientras tomaba la mochila, y los demás emprendieron la marcha. — Pablo, ¿vamos? —dijo Noé. — Por supuesto, no quisiera perderme sus caras cuando Carlos haga lo que sea que tenga planeado, nunca me decepciona.

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Al final, todos fueron. Noé y Pablo caminaban detrás del grupo, muchos de ellos todavía tenían el rompope de la mañana, otros, sin embargo, sacaron cervezas de sus mochilas y conversaban tranquilamente. Media hora después, estaban llegando a las puertas del cementerio, pero Carlos los guio por un costado, a la parte vieja del cementerio. Al llegar, Pablo notó unas marcas como escalones en la pared, pero antes que pudiera preguntar, Carlos se adelantó. —Esta es una entrada secreta que hicimos, porque descubrimos que el velador nunca viene a esta parte, ya que está embrujada, es demasiado cobarde para ser un velador —comentó mientras subía cuidadosamente, ya en lo alto le tendió la mano a nadie en particular — ¡Vamos! Marcos, el joven rechoncho le dio la mano y Carlos lo ayudó a subir, así como el resto, una vez que estaban los dos arriba, ayudaron a los demás a subir rápidamente, hasta que todos estuvieron dentro. Carlos comenzó a caminar, y los demás lo siguieron sigilosamente, era por demás notable que, en esta parte del cementerio, desde hacía bastante tiempo, nadie había metido mano dado el estado de las tumbas, una que otra se encontraba abierta por los costados, pero conforme adentraba más, encontraron que había baldosa caídas, y dejaba al descubierto los ataúdes, pero había muchas otras abiertas y vacías. Llegaron a un área rectangular donde solo había pasto seco, encontraron varias bolsas de basura recientes, que estaban llenas con botellas y latas de cerveza vacías. —Bienvenidos a la zona de recreación del cementerio —dijo Carlos con entusiasmo mientras sacaba la Ouija, una vela vieja y una manta roja, y las acomodaba en el centro del recuadro— Hoy intentaremos invocar a aquellos que pasean entre nosotros, y podremos preguntarles cualquier cosa, o también podríamos tratar de contactar a algún pariente, para saludarlo. Formen un círculo, y tómense de las manos.

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Sobre el autor:

Arón Ibarra. Nació en 1997 en Lima, Perú. Periodista, analista SEO, aprendiz de brujos y poeta. Ha publicado sus textos en la edición 61 de Perro Negro de la Calle, en dos números del fanzine La vhers literaria, también en la antología Pasos al Azar (2014).

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E

stamos enredados en un caos que se disfraza, Y se convierte en rostros de personas. A el sobrevivo cuando anochece.

He inventado mis conceptos de mar donde no existe. Todos los rumores me los tengo que imaginar Aquello que nunca conocí, lo tengo que crear. He diseñado las paredes y mis propios enemigos, todos estamos perdidos. Solo la noche me muestra el más allá. El todo, incluso el aguijón clavado en mi pecho. con veneno y sangre que reclama un derecho. Nada desconozco de mis tinieblas, porque le he puesto mil nombres a la luna. Mi hogar yace en las sombras como un todo. Ninguna luz aparece cuando estoy solo Y si no tengo alas, no podré salir.

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Sobre el autor: Julio César Aguilar (Ciudad Guzmán, Jalisco, México, 1970). Poeta, ensayista y traductor de inglés. Cursó la carrera de Medicina en la Universidad de Guadalajara, una maestría en Artes en Español en la Universidad de Texas en San Antonio y un doctorado en Estudios Hispánicos en la Universidad de Texas A&M, de la cual obtuvo una beca postdoctoral. Actualmente es profesor en Baylor University. Su obra se ha traducido a varios idiomas y ha sido publicada en diversos países, tales como Bolivia, Canadá, España, Estados Unidos, Irán y Perú. En 2017 recibió la Presea al Mérito Ciudadano por el Gobierno de Zapotlán el Grande. Es autor de las siguientes colecciones de poesía: Rescoldos, 1995; Brevesencias, 1996; Nostalgia de no ser mar, 1997; Mano abierta, 1998; El desierto del mundo, 1998; El patio de la bugambilia, 1998; Orilla de la madrugada, 1999; Illuminated Mysteries/Misterios iluminados, 2001; La consigna y el milagro, 2003; Una vez un hombre, 2004, 2007; La consigna y el milagro/The Summons and the Miracle, 2005; Transparencia de lo invisible/Transparency of the Invisible, 2006; El yo inmerso, 2007; Barcelona y otros lamentos, 2008; Alucinacimiento, 2009; La consigna y el milagro/La convocazione e il miracolo, 2010; La consigna y el milagro, edición bilingüe español-árabe, 2011, y español-polaco, 2013; Aleteo entre los trinos, 2014; Perfil de niebla, 2016; Don del fulgor, 2018; Destellos de Zapotlán y otras penumbras, 2019; Alborozo, 2020, y Donde no falta nada, 2021. Traducciones suyas son Con ansia enamorada, de Irving Layton, 2004; Camino del ser. Antología: 24 poetas anglosajones, 2006; Pintando círculos, de Luciano Iacobelli, 2011; La costurera y el muñeco viviente, de Beatriz Hausner, 2012, y Pascal va a las carreras, de Janet McCann, 2015. En 2017 publicó el libro de entrevista Reconstrucción de Ángel Escobar en la voz de Marina Cultelli.

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A

l mar van las penas que no tienen retorno y como peces en el agua son. La canción del agua oyéndose va. Viene y canta y sueña tan airosa el agua siempre despierta. La espuma lame la arena y vuelve incesante la ola otra vez y otra vez a saltar. Sus alas extiende el viento, y hacia el mar volando veloz se dirige. Discreto el sol se retira. Da la vuelta y se va.

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Sobre el autor:

Carlos Enrique Saldívar (Lima, Perú, 1982). Es director de las revistas virtuales El Muqui y Minúsculo al Cubo. Es administrador de la revista Babelicus. Publicó el relato El otro engendro (2012). Publicó los libros de cuentos Historias de ciencia ficción (2008, 2018), Horizontes de fantasía (2010) y El otro engendro y algunos cuentos oscuros (2019). Compiló las selecciones: Nido de cuervos: cuentos peruanos de terror y suspenso (2011), Ciencia Ficción Peruana 2 (2016), Tenebra: muestra de cuentos peruanos de terror (2017, 2018, 2021), Muestra de literatura peruana (2018), Constelación: muestra de cuentos peruanos de ciencia ficción (2021) y Vislumbra: muestra de cuentos peruanos de fantasía (2021).

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E

ra la primera persona en el globo que construyó una máquina del tiempo. No la diseñó solo, contaba con todo un equipo bajo su mando que laboraba en secreto. Tendría que usarla solo dos veces: de ida y de regreso. Pese a la opinión de científicos bastante reputados, nada más podría ir al pasado, nunca al futuro, ya que este aún no existía. Únicamente viajaría hacia una época donde ya hubiera nacido, sino llegaría muerto, por causas que fueron deducidas en los estudios matemáticos que realizó, aunque no quedaron claras y no ahondó en una solución, pues no estaba interesado en un pasado más allá de sus treinta y tres años. Decidió transportarse a unos momentos después de su alumbramiento en el hospital. Indicó el destino: un callejón desolado; aparecería ahí para ver los instantes luego de venir al mundo. Así de vanidoso era aquel físico-matemático. Lo hizo, pero las cosas resultaron distintas. No solo retrocedió en el tiempo, su edad se redujo y apareció como un bebé con diez minutos de nacido adentro de un tacho de basura sin tapa. ¿Qué salió mal? El tiempo afectó su organismo arrastrándolo biológicamente. Calculó de forma errónea, fue nada más un detalle que casi desembocó en una desgracia. Su máquina del tiempo, que era una cápsula donde él reposaba, se había abierto y lo dejó allí, se deslizó hacia un lado sin dañarlo; a continuación, se hizo pequeña con rapidez, de cinco centímetros. El forastero había de guardarla en su bolsillo. Aquel era el plan inicial. En la cápsula había una mochila con ropa, dinero de la época, víveres. Luego un mendigo hallaría el objeto diminuto, pensaría que era un juguete y lo dejaría dentro del tacho, el cual sería vaciado al camión recogedor de desperdicios. Una pareja escuchó su llanto y lo recogió del bote infecto donde se hallaba. El varón y la dama eran jóvenes, podían tener hijos, mas decidieron adoptarlo. Si llevaban al nene a las autoridades, podrían regresarlo con los padres desnaturalizados que lo abandonaron a su suerte. Luego harían el papeleo «apropiado», deseaban criarlo ya mismo. Por otro lado, a seis cuadras de donde fue encontrado, su yo del pasado nació; creció y pensaba mucho en convertirse en un científico famoso; se había inspirado en las historias sobre viajes en el tiempo que leía en revistas en inglés y castellano que caían a sus manos, en los cómics, películas y algunos textos de divulgación. Tenía en mente una idea primaria para desarrollar un artefacto prodigioso que podría funcionar alterando la corriente espaciotemporal mediante la teoría de las cuerdas. Estudiaba en la universidad cuando conoció en una clase a su «gemelo» (su yo del futuro), quien nada más era menor por diez minutos. El encuentro los alegró a ambos, además tenían el mismo sueño. Pensaban que los separaron al nacer, pues eran dos gotas de agua en el mismo río de la vida. Trabajaron juntos en el proyecto, pero su relación se volvió tan cercana (se conocían por más de diez años) que se dijeron que lo más importante era echar raíces: formar una familia con aquellas dos lindas jóvenes que los admiraban cuando ellos daban clases en Alemania, tras dejar su país de origen (la ciencia no estaba tan desarrollada en Perú, sin embargo, allí nacieron esas dos mentes). Cuando las chicas dejaron de ser sus alumnas y se graduaron, los dos hombres se casaron con ellas y tuvieron descendencia. Continuaron en la senda tecnológica, pero ocultaron sus conocimientos sobre los viajes. En otra línea de tiempo (la original) la Tierra se había desintegrado junto a la Vía Láctea.

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Sobre la autora: Irma Lozano Ramírez. Arandas, Jalisco, México. 1973. Ha publicado: en el periódico Noti-Arandas dos poemas, en el Caballo Negro dos sonetos periódicos locales de Arandas, Jalisco en la página virtual café de letras con algunos haiku e ilustraciones. Ganadora del segundo lugar de los Juegos Florales 2017, Encarnación de Díaz, Jalisco. Con el poemario El umbral Del fénix. Actualmente participando en dos antologías: 1: Los Cuentos de la Campana, libro que se está editando por la fundación del pensamiento editorial de Arandas, Jalisco. Participando con el cuento El sonido de la oscuridad. 2: Mujeres Poetas de los Altos de Jalisco; libro que ya fue publicado por el ayuntamiento de Guadalajara, Jalisco, viendo la luz el 4 de marzo del año en curso participo con dos haikus, otro haiku se tomó como portada para la revista virtual el colibrí https://www.facebook.com/Collhibrirevista/ . Acreedora a un reconocimiento en el II encuentro de poesía haiku llamado Una gota de agua, el cual se llevó a cabo en Zapotlanejo, Jalisco, realizado por la fundación TAU y casa de la cultura Zapotlanejo. Participó en la revista virtual Engarce con poemas y haiku en la edición enero 2021 VI año N° .4, en la revista virtual Perro Negro de la Calle, desde el 2020. Se presentó el libro artesanal cartonero de haikus Flor de Sangre el 28 de noviembre 2021 en Tepatitlán de Morelos, Jalisco. Participó en la antología de cuentos, La Campana De Los Deseos, presentado oficialmente el 7 de enero de 2022. El 31 de marzo de 2022 se presentó la antología Mujeres En Campo Minado II en la que participó con tres poemas antología presentada por la editorial Proyección Literaria.

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B

eso tu cuerpo en la sombra furtiva solo fue un sueño.

Exceso de vino destila de tus labios de dulce agave. Soberano rey derrochando caricias sobre mi cuerpo. Observo tu ser es un placentero oasis mitiga mi sed.

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Sobre la autora:

Krizia Fabiola Tovar Hernández nació en el Estado de México, en 1996. Algunos de sus escritos aparecieron en las revistas Reflexiones Alternas, Poetómanos, Prosa Nostra mx, revista enpoli, Teresa MAGAZINE, revista literaria pluma, pretextos literarios, revista hispanoamericana de literatura, revista literaria monolito, Más literatura, clan Kutral, vertedero cultural, circulo literario de mujeres, perro negro de la calle, el morador del umbral, La página escrita, La liebre de fuego, y El templo de las mil puertas, entre otras. Estudió la licenciatura en Ciencias Humanas en el Centro Universitario de Integración Humanística.

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T

u sombra tiene mi nombre, espectros saciados de tu culpa y razones calladas de tus lágrimas cuando ella pregunta el porqué de tu insomnio, soy el nombre de tu tragedia perdida… Quemaduras de mi piel crea el fuego de tu ausencia, no sé por qué en estos cuatro meses ya no escucho tu voz, no hay noticias tuyas en el periódico de la mañana, ahora ya conozco la razón y mi papel en esta tragedia, ahora veo que siempre te escondiste de mí en la oscuridad, para nunca encontrarme en tu sombra y en tu catástrofe. Ella es la máscara que te pones para las calles, para cada saludo y despedida, para amigos y familia, ¿ya les contaste a todos sobre la jaula en la que me atrapaste cual Perséfone para nunca abandonarte? Tu vida perfecta, castillo de arena derrumbado por suaves olas, mi nombre, beso de la sombra en tus pesadillas, ¡oh amor, pareces tranquilo entre el perfume de su regazo! No hablemos sobre qué hiciste el 12 de marzo, no me recuerdes los colores del 4 de marzo, ese 4 de marzo fue siempre la más bella farsa de mi vida, transformado en un lienzo seco de color negro. ¡Ahora libérame de esta tragedia tuya! ¡Ahora libérame de esta mentira tuya! ¡Ahora libérame de esta catástrofe tuya! Y yo que deseaba compartir a mis hijos contigo, mañana seré solo la sombra recostada sobre tu jardín de narcisos. Y tú quien fuiste la musa de mis poemas hoy, el maldito infierno de mis días. Tu nuevo imperio fundado sobre ruinas de mis sueños, mi voz anhela salvar a tu nueva amada de ti mas permanece enterrada bajo un lago congelado, ¿oh querido egoísta cuántas vidas más pagarán por tu paz? Ya sé por qué nunca volviste a caminar bajo el sol, ¿ella ha visto tu sombra, ella conoce mi nombre? Este invierno de agosto pertenece a los tres,

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mas con sus ojos vendados le pintas un verano, tú fuiste el único que lo sabía, mas tu sombra hoy también, olvidas que la primavera regresará y el hielo del lago morirá, ¡déjame contarle tu secreto, regrésame mi voz! ¿Cuánto más soportarás el peso de tus mentiras? Dejaste de mirar mis ojos, de buscar mis labios, me encerraste en esta jaula por miedo a mi adiós, tan cobarde para enfrentar a tu sombra estás en sus brazos, ¡no te pongas un día más la máscara, ya nadie te cree! Tu sombra tiene mi nombre, yo soy tu sombra.

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L

as risas y el cotilleo estalló entre los presentes, a esa edad, siempre, el contacto físico generaba ese tipo de reacciones, Noé y Pablo se separaron, poniéndose a un lado de alguna de las chicas, a la chica que se encontraba a un lado de Pablo le cambio el lugar Jessi, esto provocó los chiflidos de los demás, y que Pablo se pusiera rojo como tomate, respiro profundo y dijo, con la mayor normalidad posible: —Que maduros, ni que estuviéramos en primaria —tomó la mano de Jessi, y la levantó alto, y dijo—: Así es como se deben tratar las damas —y besó su propia mano, esto hizo que, de nuevo, todos estallaron en risas, pero Pablo y Jessi se quedaron viendo a los ojos un largo instante, hasta que Carlos de nuevo intervino, aplaudiendo, regresando a la realidad. Pablo miró discretamente a Jessi, que, aunque agacho su cabeza, el rubor había invadido sus mejillas. —Todos respiren profundo, tres veces —dijo Carlos con voz grave y seria, mientras todos respiran profundamente, tres veces. —Ahora imaginen que hay una burbuja llena de luz dorada, llena de luz, que nos protegerá, en el centro del tablero. Poco a poco, esta luz crece, lentamente, y sigue creciendo. Sigue creciendo y ahora, nos cubre todo el tablero. Sigue creciendo, sigue creciendo, hasta cubrirnos a todos los que tomamos el puntero. Un fuerte viento los azotó de repente, y fue todo. Marcos fue el primero en romper el silencio. —¿De dónde sacaste esa frase dominguera? —No te burles de estas cosas, al menos no ahora que hemos abierto una puerta entre nuestro mundo, y el de los muertos. ¿Quién quiere empezar? Braulio, quien recientemente había perdido a su madre, tomó el puntero, y los demás lo imitaron, se aclaró la voz y dijo: —Mamá, ¿estás aquí? Esperaron unos instantes y nada ocurrió. —Ya no está en este plano, solo los espíritus que no han continuado vagan en nuestro plano. ¿Alguien más lo quiere intentar? —dijo Carlos mirando a Jessi fijamente, la cual encontró muy interesante un hilo que se había salido de lugar en su pantalón. Fue Marcos quien tomó el puntero ahora, y los demás le siguieron, pero en los ojos de Carlos había una clara advertencia hacia Marcos, el cual le sonrió con saña — Si estás aquí, dinos tu nombre —esperaron unos instantes, y no ocurría nada, pero cuando estaban a punto de quitar las manos, el puntero se comenzó a mover, dos de las chicas soltaron un grito, pero los demás veían al puntero moverse iguales partes de escepticismo y asombro, y Marcos comenzó a deletrear conforme se movía—: T…U ……C…U…L —El nerviosismo con el que se había llenado la atmósfera de disolvió de inmediato, mientras las risas y las carcajadas llenaban el ambiente. —Te has pasado, Marcos. Con esto no se juega —dijo una preocupada Jessie, ganándose una mirada comprensiva de Carlos. —Ahora es mi turno —dijo Pablo, se pusieron otra vez todos en el puntero, y habló— Demuéstranos que estas aquí. Carlos, espantado, quitó a todos y el solo, tomó el puntero, y dijo—: Adiós, y despedida —lo soltó, y volteó enfurecido con Pablo. —Idiota, esas cosas jamás se preguntan. Lo has arruinado. junten todo, nos vamos. —¿Qué pasa? —habló Jessi preocupada —Que este pendejo, pudo haber invitado al espíritu que invocamos, a quedarse entre nosotros.

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—No exageres, eres demasiado melodramático —dijo Noé mientras se ponía de pie. —No estoy jugando, hay cosas, que no se pueden hacer, que tienen consecuencias muy malas —Como si hubiera algo de cierto, esta cosa no se movió en ningún momento, se supone que eso es el chiste. En silencio, recogieron todo, y se dirigieron al camino para salir, pero entonces un sonido a lo lejos se parecía al de una flauta, acto seguido, una risa macabra los hizo voltear hacia atrás de golpe. Salía del cuerpo de Jessi, pero esa no era ella, y con una mirada macabra en su rostro les dijo: —¿Ya se van? Si el juego apenas comienza. Al día siguiente, la noticia de la desaparición de un grupo de estudiantes que habían visitado un cementerio ya era de ámbito nacional. Con el ascenso de los crímenes y desapariciones, el pueblo completo estaba en total paranoia y habían atribuido al crimen organizado el suceso. Los jóvenes debían regresar directo a sus casas, los negocios cerraban temprano, incluso varias familias se habían mudado. Con el pasar de los días el pueblo que antes hervía en actividad, se había transformado en un pueblo fantasma. Unos meses más tarde, cuando una caravana que salía del cementerio regresaba a la ciudad después de enterrar a su difunto, se encontró con una joven desaliñada, sucia y desnuda. Era Jessi que se encontraba completamente catatónica, únicamente de vez en cuando tarareaba una melodía, que a todos los que la escuchaban les ponía los pelos de punta.

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Sobre el autor:

Carlos Enrique Saldívar (Lima, Perú, 1982). Es director de las revistas virtuales El Muqui y Minúsculo al Cubo. Es administrador de la revista Babelicus. Publicó el relato El otro engendro (2012). Publicó los libros de cuentos Historias de ciencia ficción (2008, 2018), Horizontes de fantasía (2010) y El otro engendro y algunos cuentos oscuros (2019). Compiló las selecciones: Nido de cuervos: cuentos peruanos de terror y suspenso (2011), Ciencia Ficción Peruana 2 (2016), Tenebra: muestra de cuentos peruanos de terror (2017, 2018, 2021), Muestra de literatura peruana (2018), Constelación: muestra de cuentos peruanos de ciencia ficción (2021) y Vislumbra: muestra de cuentos peruanos de fantasía (2021).

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N

o comprendo cómo pueden existir personas que terminan sus vidas sin haber asesinado a otro ser humano; reprimir los impulsos trae perjuicios a uno mismo. El excitante deseo de matar no debe dejarse de lado nunca. Soy un homicida desde hace veinte años, desde aquel «accidente» tan bien planeado, en el colegio, cuando tenía ocho; rememoro las patéticas escenas con los padres de mi fallecido compañero, las ridículas actitudes de mis mayores, quienes intentaban compadecerme, sin darse cuenta de que me estaba aguantando la risa. No todos son tan astutos como para trazar un plan, librándose del miedo a ser detenidos y juzgados. En mi caso, me reconozco inteligente, meticuloso y (en apariencia) un buen vecino y ciudadano; esto impide que sea descubierto. No me canso de ultimar hombres, mujeres y niños; lo hago una vez por semana o, si estoy sumido en otras actividades (como aniquilar animales), cada quince días. Soy muy bueno en esto, es una adicción, un acto más intenso que el sexual. Cuando veo sus rostros, parecen querer decirme algo, aunque, al final, dichas caras se tornan inexpresivas. Tal vez denoten miedo, tristeza o hasta alegría por dejar este mundo infame. Tanta actividad comienza a dejarme insatisfecho, es tiempo de darle un giro al asunto. Realizaré mi obra maestra: este fin de semana me asesinaré. No será peligroso, realizaré el conjuro de la manera adecuada, es sencillísimo, solo he de recitar siete frases y proceder con el resto. Qué bueno que hallé en la biblioteca de una de mis víctimas un ejemplar de ese libro magnífico del que todos hablan: «Arutiyabullu. La guía de lo sobrenatural» Magia y poder, conocimientos ancestrales. Perderé la memoria durante un día y me acecharé a mí mismo. ¿Por qué realizar tamaña locura? Porque será emocionante, además ya lo probé en un gato. No moriré, será un renacimiento para mí, en esta vida que se hace monótona. Necesito nuevas aventuras, además estoy convencido de que no me iré al infierno o a la nada. Este minino que se acurruca a mi lado, al cual hace dos días partí en dos con un hacha, tras amarrarlo panza arriba, me confirma la seguridad de mi plan. Perfecto, sin dudarlo iniciaré esta noche el ritual. Es muy fácil, conozco mi itinerario, tengo una copia de mis llaves, solo he de entrar de noche, ubicarme sobre mi cama reposando, taparme la boca y acuchillarme en el vientre. Muy lento, muy rápido, poco doloroso, bastante disfrutable. He triunfado, me siento de maravilla. Me acuesto encima de mi cadáver, no es una regla, pero soy un morboso. En una hora o menos seremos uno. Oh, me siento agotado, duermo. Al despertar, veo un barrio nuevo, precioso, y personas que merecen vivir. Tengo deseos de querer, de amar, de apresurarme a experimentar tal o cual travesía. Sé lo básico, mi nombre, quiénes son mis vecinos y amistades. No recuerdo la parte mala de mi pasado, mas estoy convencido de que soy un buen hombre, y siempre lo seré.

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Sobre la autora: Irma Lozano Ramírez. Arandas, Jalisco, México. 1973. Ha publicado: en el periódico Noti-Arandas dos poemas, en el Caballo Negro dos sonetos periódicos locales de Arandas, Jalisco en la página virtual café de letras con algunos haiku e ilustraciones. Ganadora del segundo lugar de los Juegos Florales 2017, Encarnación de Díaz, Jalisco. Con el poemario El umbral Del fénix. Actualmente participando en dos antologías: 1: Los Cuentos de la Campana, libro que se está editando por la fundación del pensamiento editorial de Arandas, Jalisco. Participando con el cuento El sonido de la oscuridad. 2: Mujeres Poetas de los Altos de Jalisco; libro que ya fue publicado por el ayuntamiento de Guadalajara, Jalisco, viendo la luz el 4 de marzo del año en curso participo con dos haikus, otro haiku se tomó como portada para la revista virtual el colibrí https://www.facebook.com/Collhibrirevista/ . Acreedora a un reconocimiento en el II encuentro de poesía haiku llamado Una gota de agua, el cual se llevó a cabo en Zapotlanejo, Jalisco, realizado por la fundación TAU y casa de la cultura Zapotlanejo. Participó en la revista virtual Engarce con poemas y haiku en la edición enero 2021 VI año N° .4, en la revista virtual Perro Negro de la Calle, desde el 2020. Se presentó el libro artesanal cartonero de haikus Flor de Sangre el 28 de noviembre 2021 en Tepatitlán de Morelos, Jalisco. Participó en la antología de cuentos, La Campana De Los Deseos, presentado oficialmente el 7 de enero de 2022. El 31 de marzo de 2022 se presentó la antología Mujeres En Campo Minado II en la que participó con tres poemas antología presentada por la editorial Proyección Literaria.

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T

ú en la lejanía clavel que se marchita silencio mortal.

Rapsodia dulce en tus labios musita un poema de amor. Imponente vas tu deseo deprime a mi corazón. Zona de muerte me acecha por donde voy para abrazarme. Tentador beso que me ofreces ternura luego olvido. Entristecida con el pecho oprimido la flor se muere.

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Sobre el autor:

Demetrio Navarro del Ángel nació San Luis Potosí, México. Obtuvo mención honorífica en el 2º. Círculo de poesía y arte «Mujeres puños violeta: mi mundo surrealista» 2020; forma parte de la Antología de poesía erótica Trazos tórridos (Ediciones Afrodita, 2020) y de la antología Tiempo fuera Academia Nacional de Poesía de la Cd. De México (2020). Colabora como columnista en la Revista Cultural Engarce, Revista cultural mexicana.

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E

s un discreto precipicio tener veinticuatro vaivenes de arena

Trazo mi rostro en el espejo y no me reconozco, deshojo los días en el camino las promesas se extinguen en rutinas es mi vicio arrojarme en la nada que me muerde… Soy un grillo silente, acurrucado en otro sitio nómada de aquellas calles, de la plaza, de la tierra, de mi tierra pisoteo los miedos me levanto en la piel de otro. Con devoción infinita echo raíces engendro besos traidores, en el tedio citadino sobrevive mi memoria; abrazo el infierno de Dante desgajo a Dios en las muertes sin sentido en mi credo locuras me arrebatan y reposan en mi cielo agonizante.

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Sobre la autora:

Krizia Fabiola Tovar Hernández nació en el Estado de México, en 1996. Algunos de sus escritos aparecieron en las revistas Reflexiones Alternas, Poetómanos, Prosa Nostra mx, revista enpoli, Teresa MAGAZINE, revista literaria pluma, pretextos literarios, revista hispanoamericana de literatura, revista literaria monolito, Más literatura, clan Kutral, vertedero cultural, circulo literario de mujeres, perro negro de la calle, el morador del umbral, La página escrita, La liebre de fuego, y El templo de las mil puertas, entre otras. Estudió la licenciatura en Ciencias Humanas en el Centro Universitario de Integración Humanística.

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B

elcebú ha dormido junto a mí durante un año. Entre sus brazos de hiedra venenosa y los cuatro mares de cianuros de su habitación mi alma muere todas las noches. Yace tan tranquilo en la cama sin saber que siempre ha sido mi marioneta, intento fallido de tu olvido. En sus facciones monstruosas reconstruyo la geometría de tu rostro, ese por el que mis manos agonizan; en su escuálido cuerpo imagino la perfecta arquitectura de tu sagrado templo, pero todo es inútil. Le hago creer como Paolo y Francesa son nuestros dioses, él también a mí. Un duelo de bestias a muerte, sus espinas en los ojos aman clavarse en mis pulmones hasta ganar mi último suspiro, conozco ya sus trucos. Toma el control del volante, no sospecha mi próximo movimiento en la curva más cercana. Fanfarrón narcisista, se proclama dueño supremo del segundo círculo del infierno, pero es un mojigato. Mira con desdén el poder de la lujuria. ¡Niño estúpido! No posee la elegancia de tus caricias, tus labios en forma de esa manzana prohibida y el jugo de su erotismo, verdadero oasis de mis caderas. Con aquellas zarpas ha marchitado mi piel, nunca abre la puerta de su pecado, le protege con miles de cerraduras. ¿Rey de pasiones? Terrible decepción, no, nada bueno sale de este averno, he pagado caro el juego. Ni he dejado de amarte, ni he encontrado placer en estos trecientos sesenta y cinco días sin ti. Mi tiempo está de luto. Una perversa sombra me persigue, aunque las pesadillas donde clamo tu nombre terminen. Mañana él me dirá una mentira, yo le contaré cien más. Engañar al demonio nunca fue tan fácil, la alumna superó al maestro. Sí, mañana creerá en mis besos, me hará escribirle poemas para su ego, seré lo único que necesite y no querrá dejarme ir. Entonces podré sostener en sus manos mi corazón, en un estallido reducirlo a un río carmesí. Romper el corazón del mismo diablo es un juego peligroso. Verá los hilos en mis dedos, huiré para buscarte, sabrá que los ángeles son mejores amantes. Rezaré por su nueva prisionera y el martirio que le espera. Dios es un ingenuo, Belcebú un simple juguete. Ninguno imagina el nuevo paraíso creado por ti. Tú que con tus alas si sabes cómo llevarme al dulce infierno.

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Sobre la autora:

Adilene Cortés Caballero. Nacida el 5 de enero hace 34 años, Psicóloga, Tallerista y Docente, escribe actualmente desde su hogar Tijuana, Baja California, imágenes metanoicas, símbolos y nostalgias.

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A

manecí una mañana con ellos sobre mi devorándome, sabían que debían hacerlo, su instinto los llevó a verme como la última ofrenda. Se miraron entre ellos hasta que la pequeña, la retraída y salvaje acercándose a mi rostro mordisqueo mis labios, el hedor invitó al más grande que en un intento de amasarme me rasgó el vientre y entre lamidas probó de mi carne, el más anciano permaneció con su expresión de recelo, no se había apartado de mí desde hacía horas, pegado junto a mi cabeza, topaba la suya con la mía, yo le habría dado permiso de comerme pero él parecía tener más voluntad, o quizá lealtad, se uniría tarde o temprano al festín, era mi última fantasía y ellos serían mis actores principales. A pesar de ser un acto arrebatado, llevaba días pensándolo, viviéndolo en mi cabeza, me sentía desesperada, sola, inútil, ese hombre me había usado y volado la ideas, con dramas, celos, gritos, amenazas, golpes, ilusiones, en algún momento de mi enredo me volví pequeña, asustadiza, dependiente emocional, me acorraló hasta dejarme sin nadie, me apartó del mundo con promesas falsas, y en mi necesidad sólo encontraba sus ojos, para bien o para mal él me miraba todo el tiempo, algunas veces cómo un niño dolido, la mayoría de las veces cómo un demonio. Y al ser yo una presa fácil y débil, sentí que no podía más ser yo misma, todo me cansaba, el trabajo comenzaba a sobrepasarme, mis pendientes, mis gastos, mis deberes básicos todo era un torrente aplastándome, sofocando mi pecho, estrechando mi corazón, me atormentaba con ideas que se hilaban perdiéndome en confines de irrealidades caóticas, y sola siempre sola, era imposible volverme en mi misma, para abrazar a mi niña que gritaba para sus adentros cada noche, creí realmente creí que era el alcohol la distorsión latente, pero incluso sobria me perdía a mí misma al solo contacto de sus manipulaciones, y hasta entonces de mis propios delirios, a tal punto de tomar cuchillos y enterrarlos en mis piernas, con el filo y a prisas rebanar a mis costados de las costillas, una que otra ocasión me llevó a trasquilar mi cabello entre llanto y mantras que se repiten y no pararan. No había vida que anhelar y fue preciso ahorcarme en esta realidad que sólo humedece mis parpados, me colgué de la ventana quedando justo tirada en la cama, ahora ellos se relamen los bigotes rojizos, han corrompido mis vísceras, prensan mis tripas entre sus colmillos y se vierten en el banquete que les he ofrecido, bestiecillas amándome a la luz del sol, deseándome llenarles, ellos mis más íntimos compañeros continúan devorándome, mi último acto de psicomagia está hecho, yo desapareceré, seré parte de ellos mis seres más amados.

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Sobre el autor:

Demetrio Navarro del Ángel nació San Luis Potosí, México. Obtuvo mención honorífica en el 2º. Círculo de poesía y arte «Mujeres puños violeta: mi mundo surrealista» 2020; forma parte de la Antología de poesía erótica Trazos tórridos (Ediciones Afrodita, 2020) y de la antología Tiempo fuera Academia Nacional de Poesía de la Cd. De México (2020). Colabora como columnista en la Revista Cultural Engarce, Revista cultural mexicana.

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S

e tiemblan, se muerden, se palidecen se alojan, se sienten, se compactan se reservan, se beben, se reclaman, se obligan, se entregan, se saturan, se calcan, se hastían, se anudan se distorsionan, se reparten, se acometen se embriagan, se enardecen, se adivinan se entregan, se escapan, se traicionan, se evocan, se languidecen, se susurran se confiesan, se colman, se pecan se vacían, se responden, se dominan se antojan, se censuran, se enmudecen se otorgan, se vencen, se permean se reparan, se resignan, se desnudan, se luchan, se agotan, se siembran, se deciden, se abandonan, se provocan se irritan, se interpretan, se tatúan se rehúyen, se renuncian, se prometen se yacen, se reconocen, se respiran se consumen, se olvidan, se multiplican se extrañan, se repiten, se arremeten se rinden, se remontan, se palpitan se ocultan, se embarcan, se alcanzan se conjugan, se acogen, se humedecen se contemplan, se conjuran, se entretejen.

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