CULTURA
RELOJ DE LA HISTORIA
LA LIGA NACIONAL DE LA LIBERTAD RELIGIOSA POR ELSA AGUILAR CASAS Investigador del INEHRM “El fin de la Liga es detener al enemigo y reconquistar la libertad religiosa y las demás libertades que dimanan de ella. Tiene un programa que es una síntesis de justas y debidas reivindicaciones a las que tienen derecho los mexicanos para poder vivir como católicos y que nadie en una república democrática puede poner en tela de juicio”. Esta era, en esencia, la razón de ser de la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, organización católica que se fundó el 14 de marzo de 1925, en la Ciudad de México. La creación de este organismo fue tan sólo un eslabón de la cadena que compone la historia del conflicto entre la Iglesia Católica y el Estado mexicano. Para comprender qué fue lo que llevó a un importante grupo de católicos a agruparse y organizarse de tal manera, es preciso entender que los problemas entre la jerarquía católica y el gobierno de México no se limitan a los años violentos de la llamada Guerra Cristera, ocurrida entre 1926 y 1929, sino que se remonta en el tiempo hasta mediados del siglo XIX, a los años en que fueron promulgadas las Leyes de Reforma, pues la Iglesia vio afectados sus intereses por algunas de aquellas leyes, como la de Nacionalización de los Bienes del Clero, por ejemplo. Más de medio siglo después, como respuesta a la promulgación de la Constitución de 1917, el clero católico manifestó severas críticas y una abierta oposición a varios postulados de la nueva Carta Magna, en especial al contenido de los Artículos 3, 5, 24, 27 y 130, que se refiere a la separación de la Iglesia y el Estado. Pero los problemas más graves llegaron tiempo después, durante la presidencia del general Álvaro Obregón. Por diversas circunstancias, las relaciones entre los jerarcas católicos y el gobierno federal llegaron a un punto de tensión grave. Pero poco duraría esa tensa calma, pues con la llegada del presidente Plutarco Elías Calles al poder, en 1924, la situación tomó otro cauce. 24 / CULTURA / Política
El general Calles tenía un proyecto muy claro para llevar a cabo la reconstrucción del país. Antes de asumir el cargo, dedicó tiempo a conocer otras formas de gobierno; visitó países europeos y entró en contacto con algunos gobernantes, como Friedrich Ebert, presidente de Alemania; Edouard Herriot, primer ministro francés, y con el presidente Coolidge, de Estados Unidos. Observó y estudió aquellas formas de gobierno, tomó ejemplos, recibió influencias. Ya en el poder, el nuevo presidente encontró gran apoyo para su gestión en sectores como el agrarista y el de los obreros, y en personajes como Luis N. Morones, líder de la CROM; pero no sucedió lo mismo en otros ámbitos, en los que las decisiones políticas del presidente no eran bien recibidas, y mucho menos aquellas medidas que tocaban directamente la vida y las costumbres de la gente, como las referentes a la religión, materia en la que el presidente Calles orientó su política de acuerdo con su propio pensamiento, lo más importante para él era el sometimiento definitivo de la Iglesia a la Constitución de 1917. El rumbo que tomaba el gobierno federal era rechazado por muchos; algunos hasta lo calificaban, con desdén, de socialista. Pronto se pusieron en práctica medidas que encendieron todas las alarmas: hubo persecución de sacerdotes y de órdenes religiosas, cierre de templos, y otros fueron tomados por el ejército. Los creyentes no daban crédito a lo que estaba sucediendo, les resultaba incomprensible el porqué de esas medidas. Evidentemente, la actitud del presidente hacia los católicos fue rechazada por muchos, y el mandatario era visto como enemigo de la fe. Para colmo, las cosas que se decían acerca de su vida abonaron en el odio que muchos le tenían y le sumaron más adversarios: que si era de origen musulmán —le llamaban “el Turco”—, y que su gobierno era “una sucursal del gobierno de Rusia”, entre otros rumores que corrían entre la gente. En fin, aquellos visos de un conflicto mayor con la Iglesia, que se venían