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Paseo del Chagra

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David Chávez

David Chávez

Fotografía: Ministerio de Turismo del Ecuador / César Farías

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La cantonización de Mejía, en la Provincia de Pichincha, es la excusa para celebrar al caballero de los Andes: el chagra. La historia popular dicta que este personaje andino desfila en honor al Señor de la Santa Escuela, quien protegió a la población de Machachi de la erupción del volcán Cotopaxi en el año de 1877. Según la tradición oral, la erupción dispersó el ganado de las haciendas en los páramos cercanos. Los chagras de Mejía se habrían organizado para ‘corralearlos’ (juntarlos) durante tres días y así llevarlos de vuelta a cada una de las haciendas del lugar. Nace la tradición.

El gobierno ecuatoriano ha tenido la acertada decisión de declarar a este evento como Patrimonio Cultural Inmaterial del Ecuador. Lo más importante es que la comunidad tome conciencia sobre la importancia de mantener las tradiciones en torno al chagra, al mismo tiempo que pueda crecer en su economía gracias a la adecuada explotación de esta fiesta.

Como casi siempre en nuestra cultura, estos eventos están relacionados a una fecha religiosa. Santiago Apóstol es quien recibe el homenaje durante esta popular fiesta aunque el patrono de los chagras es El Señor de la Santa Escuela.

El Paseo del Chagra se inició en el año de 1983, conmemorando los 100 de cantonización que además coincide con la actividad volcánica del Cotopaxi aproximadamente 100 años antes.

Caballos y jinetes visten sus mejores galas en el desfile. Hombres y mujeres hacen homenaje a tan distinguido y emblemático personaje de la serranía ecuatoriana desfilando para la multitudinaria presencia de locales y foráneos. En el camino y por las calles de Machachi, los jinetes hacen alarde de sus habilidades sobre el caballo mientras brindan licor de caña, también llamado puro.

Las haciendas de la localidad brindan sus productos a los asistentes. Habas, choclos, mote, papas, mellocos, yogurt y quesos se reparten desde las carretas adornadas y repletas de mujeres y niños elegantemente vestidos para la ocasión. El objetivo es compartir lo que la tierra les brinda.

Durante cuatro días se celebra con bandas de pueblo, danzantes y toros de pueblo. El dicho popular de “sin muerto no hay fiesta” se volvió a cumplir este año con la lamentable muerte de un ciudadano durante la corrida del primer día, lo cual llevó a la cancelación de las demás corridas. Es un tema a debatir, aunque nuestro artículo no pretende apoyar o justificar ni tampoco desaprobar esta práctica de los pueblos de la serranía, mas sí el fomentar la protección de las fiestas de pueblo y la cultura a su alrededor.

La visita masiva de turistas genera una importante fuente de ingresos para los locales, pero lastimosamente el desorden aún cunde en el desfile. Ojalá año tras año se logre mejorar esta celebración y las fiestas sean lo que pueden llegar a ser como parte de la oferta cultural de nuestro país.

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