Tartarus #1

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EDITORIAL Fantasía, el grado superior de la imaginación, como lo define la RAE, la forma

en la que nos evadimos, inventamos mundos o modificamos el existente a nuestro antojo, el principio de todo lo que alude a la sensibilidad humana. Sin embargo, también es una imagen distorsionada, una ilusión de la mente. En algunos momentos de la historia, fue maltratada y abandonada por su falta de coherencia y de racionalidad. Las personas debíamos mantener los pies en la tierra y dejar de volar por las nubes entre brujas, magos, extraterrestres y seres extraños. Pero la imaginación no puede estar mucho tiempo encerrada. A la supervivencia de la especie le va la vida en ello. Así, del orden racional de unos años, pasamos a La metamorfosis de Kaftka, a los Cien años de soledad de Gabriel García Márquez y a la literatura mitológica de H. P. Lovecraft, llegando hasta nuestros días en donde esta parte imprescindible de la condición humana ha vuelto a seducirnos con las aventuras en la Tierra Media, niños mago y las rencillas entre los Stark y los Lannister. Pero, ¿qué le ha pasado a este género literario en España? Bueno, quizás si echamos un vistazo a la temática nos demos cuenta de que en una sociedad guiada por preceptos religiosos durante mucho tiempo, no había tiempo ni era deseable estar leyendo escritos que animaban a soñar otras realidades o que buscaban vida más allá del sol. Por eso estamos aquí. Porque a veces no hay mejor formar de explicar lo que nos ocurre que la de acudir a la fantasía y es así como los escritores de este género contamos lo que no nos cabe encerrado en la mente, buscamos sentido a lo que nos ocurre y aprendemos de las experiencias de la realidad que nos rodea. Quizás a ti te apetezca hoy entrar en nuestro mundo... Desde que somos pequeños, tenemos la capacidad de soñar, de dejar volar la imaginación más allá de la realidad de cada día. Durante nuestros años de enseñanza en el colegio, tratan de enseñarnos a canalizar y aprovechar esa imaginación de forma práctica. Desde niños leemos libros de mundos extraños, con personajes carismáticos, cuentos de hadas, dragones y príncipes. Nos hacemos mayores disfrutando cada día de nuevas historias; historias que se alejan de una realidad monótona y aburrida. La Fantasía es una fuente muy poderosa que nos ayuda a evadirnos de la realidad. Tanto si eres niño como adulto, tu capacidad de imaginar y dejarte llevar seguirá ahí. Mientras vivamos, seguiremos emocionándonos con infinidad de historias que otros escriben para nosotros. Historias que nos recuerdan los sentimientos más humanos y más íntimos que escondemos en nuestro interior. Actualmente, este género se tacha en España de juvenil e infantil. La gente parece tener miedo a dejarse llevar por él. Pero estoy seguro, de que la gran mayoría arde en deseos de dejar volar con libertad al pájaro que llevan dentro y sentir de nuevo la magia de la Fantasía.

V.Cervilla Caminante en la sombra


VIVIENDO LA FANTASIA Las catacumbas abandonadas El clan

A TRAVES DE LA PANTALLA Alicia en el país de las maravillas

FANFICTION: CRONICAS DEL PERSONAJE Alicia y el reloj

CONOCE AL AUTOR Lourdes T. Castillo

LA SAGA

Recuerdos entre llamas. Capítulo I

MIRANDO MAS ALLA: ILUSTRACION Minne Cámara REDES SOCIALES

TRAS LOS MUROS: Relato invitado La historia de Demersa

RevistaTártarus @revistatartarus

PAGINAS AMIGAS

WEB: https://revistatartarus.wordpress.com EDICIÓN: V. Cervilla Caminante en la sombra MAQUETACIÓN: Javier Cervilla Tártarus Número 1 - Enero 2016, España. Web: https://revistatartarus.wordpress.com Contacto: revistatartarus@gmail.com Los artículos y anuncios publicitarios, así como las opiniones de los entrevistados y columnistas, no reflejan necesariamente la opinión del editor. Se prohíbe la reproducción parcial o total del contenido de esta revista sin previa autorización por escrito del editor. Todas las imágenes e ilustraciones así como los textos son publicados con permiso de su autor. La información es correcta en el momento de la publicación.


VIVIENDO LA FANTASÍA

LAS CATACUMBRAS OLVIDADAS Caminaba con lentitud, atravesando el fango y apartando la maleza que se interponía en su camino. Sus

pies desnudo se hundían a cada paso, pero no le importaba. Avanzaba con determinación, sabiendo el camino que debía seguir.

El cielo parecía apagado, repleto de nubes oscuras, que lentamente se agolpaban unas con otras, amenazando con lluvia. El ambiente era tenso y terrorífico, pero a él no le importó en absoluto. Widho sabía a qué clase de lugar se estaba acercando, algo que asustaba a muchos, pero que a él no le inquietaba lo más mínimo. Muchas historias se habían contado y muchos sucesos extraños habían sucedido, pero no hacía caso a esas habladurías. Él era un esqueleto de la raza de los Laxh. Iba ataviado con una gran túnica morada cuyos faldones iban arrastrando. Su esquelético rostro permanecía oculto bajo una capucha, dejándolo en sombras. En la cintura, lucía un imponente cinturón de metal que brillaba cuando la luz del sol incidía en él. Sujetaba una gran vara de color azul, su única e inseparable arma. Llegó al borde de un acantilado. Entonces se detuvo. Observó el terreno que se abría ante él. Allí estaba lo que había venido a buscar: las catacumbas abandonadas. Un gran umbral tallado en el interior de una roca era la entrada. Oscuro, imponente, terrorífico. Widho debía reconocer que estaba impresionando, pero ni siquiera entonces le infundió temor. Descendió con lentitud hacia la roca, mientras observaba la majestuosa estructura. A ambos lados de la entrada, colgaban unas pequeñas velas que iluminaban el principio de unas escaleras que descendían hacia el subsuelo. Ensanchó una sonrisa. Todos los demás miembros de los Laxh le habían advertido que no se acercara hasta allí, que era un lugar maldito, pero él no les había hecho caso. Había venido a buscar algo y sabía que allí iba a encontrarlo de sobra.

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TÁRTARUS Avanzó despacio por los escalones. Pronto se encontró inmerso en la penumbra total, por lo que asió la vara y encendió una bola de luz azulada. Se detuvo un instante para observar el escenario recién revelado: las escaleras descendían durante un tramo al que no se le veía el final. Realmente aquel lugar se había ganado toda su fama. Conforme descendía, el aire fue volviéndose más viciado. Un fuerte olor le golpeó de pronto; una mezcla entre tierra mojada y putrefacción. Continuó sin detenerse. La luz del exterior estaba comenzando a desaparecer, quedándose ya en apenas un suave destello. Widho tenía la sensación de estar introduciéndose en una gran boca del lobo. De pronto, se sintió inquieto. Las dudas sobre si estaba haciendo lo correcto crecieron en su interior, confundiéndole. Las escaleras terminaron y se detuvo ante la gran sala que se abría ante él. Era un largo pasillo ancho, iluminado por velas que se repetían a lo largo de toda la estancia. Apagó la luz que provenía de la vara. Miró hacia todos lados. Siempre se había creído un valiente, pero un profundo terror le estaba consumiendo lentamente. Ya no quedaba rastro de la valentía que sentía antes de entrar allí. A ambos lados, bajo cada vela que colgaba de la pared, se encontraban las tumbas de los muertos. Se repetían hasta el interior del pasillo, cuyo final permanecía oculto en sombras. Se armó de valor y caminó hasta la primera tumba. Una sensación de júbilo le inundó al tenerla frente a él; por fin iba a darse el festín por el que había venido. Los Laxh se alimentaban de las almas de los cuerpos muertos. Su existencia se limitaba a recorrer toda la tierra buscando cuerpos sin vida para poder absorber su alma. Pero nunca ninguno de ellos se había atrevido a buscarlas en las catacumbas abandonadas, excepto Widho. Sabía que allí tendría tantas almas como quisiera para saciar su hambre y no estaba dispuesto a dejar pasar esa oportunidad tan magnífica. Se colocó frente a la primera tumba e inclinó la vara ante ella. Pronunció un hechizo en voz alta, que retumbó en todo el lugar. El miedo ya había desaparecido de su interior; ya se había acostumbrado a ese lugar. Segundos después, la vara empezó a vibrar y del interior de la tumba surgió con lentitud un espectro. Esa era el alma del cuerpo que yacía en el interior. Sonrió e inclinó más su arma para atraerlo hasta él. El espectro, impulsado por la fuerte atracción, voló con velocidad hasta el pecho de Widho y se introdujo en el con rapidez. Este levantó la cabeza y extendió los brazos, disfrutando del suave calor que le provocaba el alma. Estaba feliz, orgulloso de haber sido el más valiente que ninguno y haberse atrevido a ir a aquellas catacumbas. Observó el resto del pasillo, disfrutando del montón de almas que le esperaban. Se giró, dispuesto a acercarse hasta la siguiente, cuando de pronto sintió un dolor agudo en su interior que le obligó a doblarse de rodillas en el suelo. Un calor intenso recorrió entonces todo su cuerpo. Iba creciendo, hasta el punto que parecía que iba a quemarle. Entonces, lo comprendió. Supo por qué ninguno de los Laxh había ido nunca allí y por qué le habían advertido que no se acercara jamás, Ellos, los esqueletos, podían absorber cualquier tipo de alma, excepto una: la de los demonios. El fuego de su interior iba creciendo por momentos. El dolor se estaba haciendo insoportable. Profirió un grito que resonó haciendo eco por todo el lugar. Jadeó con fuerza. Estaba completamente aterrorizado; había sido un estúpido que se había dejado llevar por la avaricia. El dolor cesó y el espectro salió de su interior. Se colocó frente a él, flotando en el aire. Widho levantó la cabeza lentamente para mirarlo, tembloroso. Cuando un Laxh cometía el error de absorber el alma de un demonio, quedaba maldito. Y ahora él sabía que iba a estar maldito para el resto de la eternidad. El espectro se cernió sobre él con velocidad, envolviéndolo por completo.

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VIVIENDO LA FANTASÍA

EL CLAN E

l miedo le había cerrado los ojos, avivando así, a su pesar, el resto de sus sentidos. Los sonidos cercanos traían hasta sus oídos el murmurar de la gente. “Muere, traidor”, le gritaban unos. “Púdrete en el infierno, asesino”, mascullaban otros. Las astillas del maltrecho suelo de madera se clavaban en sus pies desnudos y su voluntaria ceguera intensificaba el dolor. La fina piel de su cuello se estremecía con cada roce de la áspera soga. El condenado entrelazaba sus manos encadenadas en un intento de darse algún tipo de consuelo antes del momento final. Quiso intentar recordar cómo había llegado hasta ahí, pero eso lo llevaría a lamentar ser quien era. Le debía mucho más que eso a su familia. Aquella noche habían corrido ríos de vino por su garganta, dejando impedidas sus funciones racionales, o quizás todo lo contrario. En el fondo sabía que había llegado el momento de enfrentarse a su destino y abrazar su identidad. La oscura taberna, el licor y sus bellas mujeres solo fueron un pretexto para lanzarse al vacío. La curiosidad le pudo más que el seso y sintió como, sin quererlo, aquellos misteriosos ojos felinos lo llamaban desde el otro lado de las escaleras de aquel antro. Se dejó llevar. La mujer y su semblante serio no invitaban a una conversación, pero fue eso lo que le empujó a acercarse aún más. —Maldito deseo —pensó mientras la soga le abrazaba el cuello más fuerte cada vez—. Los hombres estamos condenados. No podía dejar de pensar en ella. La mujer se había limitado a escuchar y, solo de vez en cuando, realizaba alguna pregunta. Ninguna había sido inocente, de eso se daba cuenta ahora, rodeado del desprecio de toda la aldea; incluso los niños habían venido a verlo morir. Podía escuchar a sus padres pidiéndoles que no cerraran los ojos, que fueran valientes hasta el final. Entonces recordó una pregunta de aquella misteriosa muchacha: —¿Qué es esa marca? No parece una cicatriz.

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Maldijo su juicio y su estúpida lengua. Se odió por la debilidad de su cuerpo ante la simple mirada de aquella extraña. Pudo haber contestado cualquier cosa, pero tuvo que decirle la verdad: —Es un secreto —le dijo y se acercó rozando su oído con su aliento ebrio—. Soy uno de los elegidos. Los tambores interrumpieron aquel recuerdo, anunciando la llegada del señor de la aldea. En unos segundos dejaría de escuchar, de sentir dolor, de recordar. Las gentes se unieron en una ruidosa ovación, apoyando el acontecimiento y al salvador que los iba a proteger de la amenaza de su dinastía. Sintió alguien pesado caminar a su lado. La multitud jaleó más si cabía y, en un suspiro, la trampilla bajo sus pies se abrió, dejándolo caer. El corazón se le salía del pecho. Hubiera deseado que el golpe le hubiera quebrado el cuello y aquello terminara de una vez, pero en su lugar, le quedaban unos minutos de agonizante asfixia. Al cabo de un rato, su visión se había nublado y sus extremidades colgaban inmóviles. “Se acabó”, se dijo a sí mismo y se dejó llevar, abandonándose al abrazo de la muerte. Los insultos de la multitud cesaron. Ya nada cruzaba sus oídos. De repente, la gravedad lo atrajo hacia el suelo. Alguien había cortado la cuerda. Quiso abrir los ojos para averiguar la identidad de su salvador, pero todo estaba borroso y solo alcanzó a realizar la pregunta con un espasmo de su mano. Entonces, el sonido volvió a traspasar su oído con la misma misteriosa y dulce voz de aquella noche maldita: —El clan te espera.

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A TRAVÉS DE LA PANTALLA

ALICIA EN EL PAIS DE LAS MARAVILLAS Con 150 años cumplidos de la publicación de uno de los clásicos de la literatura, ‘Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas’, es obligado echar un vistazo a las adaptaciones cinematográficas que se han hecho de esta novela escrita por Charles Lutwidge Dodgson, más conocido bajo el seudónimo de Lewis Carroll. DATOS CURIOSOS -Al parecer los sombrereros de la época sí podían estar locos. Se decía que perdían la cabeza a causa de la inhalación de mercurio y pegamento que utilizaban al fabricar los sombreros. - Existe una patología denominada ‘Alicia en el país de las maravillas’. Consiste en que la persona percibe los objetos mucho más pequeños y alejados de lo que realmente son y están. - Se dice que el personaje de Alicia está inspirado en la pequeña Alice Liddle, que solía jugar con sus hermanas cerca de la oficina de Lewis Carroll. La relación de Lewis con esta niña sigue siendo un misterio. - El desarrollo del libro es una partida de ajedrez. Aparecen los movimientos de la reina, de los caballos, etc. - Existe una película, ‘Tideland’ de 2005, que muestra a una niña que inventa mundos para evadirse de sus problemas en casa, la cual se dice está también basada en la novella de Lewis Carrol. - Los números 5 y 7, el gato, el conejo, el abanico que busca el conejo, la reina de corazones y las cartas de la baraja son símbolos masónicos.

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TÁRTARUS La novela cuenta la historia de Alicia, una niña que viaja hasta un mundo de fantasía donde todo parece ser absurdo. Aún así, hay varias teorías sobre los mensajes subliminales del libro. Algunos afirman que la historia habla de la psicología infantil y el paso de la infancia a la madurez. Esto casa con otro rumor que confirmaría que Lewis Carrol escribió el personaje de Alicia basándose en una niña llamada Alice Lidell, de la que se cuenta que estaba enamorado. Por otro lado, están también los que se inclinan por la idea de que la historia baila con el mundo de las drogas, que son las que hacen a Alicia ver el mundo con otros ojos. Se habla de una crítica a la época victoriana y del consumo de opio de aquella época. Por último, cabe mencionar la teoría de que el libro está basado en la lógica matemática y en lo abstracto, reglas que Alicia rompe creando otras nuevas. En cuanto a sus adaptaciones en el cine, Alicia en el país de las maravillas ha sido llevada a la gran pantalla más de 10 veces. La primera versión en el cine data de 1903 y fue la cinta creada por Cecil Hepworth y protagonizada por May Clark, con una duración de tan solo 10 minutos. En 1931, Bud Pollard hizo la primera adaptación sonora del libro. A ella le siguieron otras versiones donde podemos encontrar, entre otros, a un joven Cary Grant interpretando a una tortuga (Alicia en el país de las maravillas, 1933, Norman Z. McLeod); una adaptación musical de William Sterling en 1972 e incluso una versión protagonizada y dirigida por Marilyn Manson, que interpreta a Lewis Carrol, en 2007. No podemos olvidar la famosa versión que hizo Disney de esta niña que perseguía un conejo blanco y que la hizo todavía más conocida si cabe entre los espectadores. La última versión nos llegó en 2010 de la mano del director Tim Burton con una Alicia guerrera que vuelve para salvar el País de las Maravillas. Burton aporta su tono siniestro y melancólico, además de su estilo en cuanto a colores y formas, para dar vida a una Alicia diferente, ya que nos la presenta en la edad adulta.

Representación teatral de Alicia en el país de las maravillas, Londres (1900).

“Alicia en el país de las maravillas”, Tim Burton (2010).

Sea cual sea el formato y la version cinematográfica, lo cierto es que este clásico no deja a nadie indiferente. Las interpretaciones son tan variadas como los enigmas que seguro siguen guardando sus páginas. Os invitamos a recordar esta novela imprescindible y a pasear un rato por el loco País de las Maravillas.

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CONOCE AL AUTOR

LOURDES T CASTILLO Escritora

Cuéntanos algo sobre ti que no hayas incluido en tu bio. Que soy tímida, aunque no lo parezca. Que soy muy perfeccionista y crítica conmigo misma. Que soy reservada, pues no otorgo la confianza fácilmente. ¡Y que me encanta el color morado! ¿Por qué elegiste escribir fantasía? Más bien la fantasía me eligió a mí, jaja. No sabría explicarlo. He intentado escribir historias sin incluir fantasía y al final, siempre termina ocurriendo algo misterioso y mágico. Creo que es porque el mundo real me parece aburrido. La fantasía es lo que le otorga esencia a la realidad. Todo es posible. En tu opinión, ¿cuál es la situación de este género literario en España? Creo que las grandes editoriales, así como el cine, se han dado cuenta que es un género que vende y que mueve masas. Es un género que se ha ganado su lugar en el mercado y entre los lectores de sobra. Por eso no puedo entender que dentro del mundo literario siga sin valorarse como se merece.

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Tu primera novela es Ojos de Fuego, la primera parte de una trilogía inmersa en fantasía ¿Qué inspiró esta historia? Un sueño. Soñé con Gálora en un momento en el que la estaba buscando. ¿Qué nos puedes adelantar de la segunda parte? Que va a ser igual de larga que la primera y que aunque va a ser más oscura, es también más sorprendente. Los personajes van a tener una importante evolución. Los llevaré al límite y tendrán que superarse o morir. ¿Editorial o autoedición? ¿En qué punto está el mundo de la publicación literaria? Yo he pasado por los dos y al final, el resultado es el mismo. He conocido autores que se han autopublicado que están llegando lejos y autores publicados por pequeñas editoriales que también están avanzando. Creo que lo que define como más adecuado un camino u otro es el propio escritor según lo que quiera conseguir y lo que está dispuesto a hacer para conseguirlo.


TÁRTARUS Háblanos de tu revista EnSueño. La revista EnSueño es un espacio en el que deseamos promocionar a aquellos autores noveles que comienzan su aventura en el mundo literario. Realizamos artículos, reseñas, entrevistas y publicamos relatos y poesías. Se realiza una lectura previa de las obras y las valoramos para dar promoción a aquellas que más nos han gustado. En Tártarus queremos conocer a los autores de fantasía un poco más allá de su currículum literario. ¿Te atreves con una batería de preguntas? Ahí van: -Libro que no puedes dejar de releer: nunca leo un libro dos veces, jeje pero si tuviera que escoger, ese libro sería La princesa prometida de William Goldman. -Escritor con el que pasarías un fin de semana: Stephen King. -Libro que te hubiera encantado haber escrito: 1984 -Personaje literario que te gustaría conocer: Aparte de Gálora, claro está, quizás escogería a Cyrano de Bergerac. -Manías de escritora: ordenar todo cuanto rodea mi lugar de trabajo antes de comenzar a escribir y seleccionar la música que espero que me inspire. Por último, ¿algún consejo para los escritores noveles que aún no han publicado? Que tengan paciencia y no se rindan. Lo más divertido de escribir, es que una vez que has escrito la primera página, ya no existe un punto y final. Un escritor nunca termina una historia, en realidad, comienza una diferente. ¿Nos recomiendas un libro? ¿Uno solo? ¡Hay muchos! De autores reconocidos, recomendaría cualquier clásico, porque siempre se puede aprender de ellos. Pero en esta ocasión escogeré Momo de Michael Ende. Y de autores noveles, recomendaría Lux et Umbra de María José Andrés Ceruti, por su filosofía dentro de la eterna división entre ángeles y demonios, luz y oscuridad.

Entrevista por V. Cervilla

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FANFICTION: CRÓNICAS DEL PERSONAJE

ALICIA Y EL RELOJ

Alicia se encontraba sentada ante el es-

critorio de su habitación. Frente a ella, se abría el detestable libro de matemáticas. Echó una mirada a la ventana que tenía justo delante. Llovía a mares, las gotas se agolpaban contra los cristales como si quisieran entrar. Suspiró, estaba frustrada. Su madre la había obligado a estudiar toda la tarde, pero ella deseaba con ansias poder salir al exterior a jugar y disfrutar del cálido sol. Pero el tiempo también había decidido jugarle una mala pasada.

El aburrimiento empezó a inundarle. De pronto, el gran reloj de pared que tenía a un lado sonó indicando que ya eran las cinco de la arde. ¡Qué lento avanzaba el tiempo allí dentro! Sin saber que otra cosa hacer, se fijó en las agujas del reloj. Abrió los ojos y vio con atención como los segunderos recorrían toda la esfera, mientras se dejaba absorber por el suave ruidito que provocaban. Un intenso sueño empezó a apoderarse de ella, al que no opuso resistencia, sino que se sumergió en su abrazo. Una fuerte luz la cegó. Se protegió el rostro con una mano, mientras abría los ojos con lentitud. Sorprendida, miro alrededor: se encontraba en mitad de un gran pueblo. Largas calles repletas de casas blancas se abrieron ante ella. Se sintió atemorizada, ¿dónde estaba? En ese instante, una mano la agarró del brazo. Dio un respingo y se giró con brusquedad. Vio a un niño, más o menos de su edad, que la miraba con una sonrisa de oreja a oreja. –¡Hola! ¿Eres nueva? –le preguntó con voz chillona. Alicia levantó las cejas, sorprendida por la pregunta. Era algo más bajo que ella. Sus ojos se abrían de par en par expectantes y alegres a la vez. Tenía el pelo muy corto, recién cortado. Aunque no lo conocía de nada, le transmitía buenas vibraciones.

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–¿Nueva? Supongo que sí... Él dio varios saltos de alegría. –Genial. ¿Juegas conmigo? Alicia abrió la boca. No comprendía nada de lo que estaba hablando, pero empezaba a sentir que no parecía nada peligroso, más bien, una aventura como las que tanto le gustaban. –Me llamo Tom –anunció de pronto con una gran sonrisa mientras continuaba dando saltos. –Yo Alicia –respondió alegremente. –¡Ven! ¡Te llevaré a un lugar muy divertido! –gritó mientras echaba a correr. Ella suspiró sonriente. Le caía bien ese niño, tenía una alegría e ingenuidad contagiosas. Echo a correr tras él hasta lograr ponerse a su altura. Entonces el aminoró la velocidad y se agachó junto a una pared. Levantó la cabeza para mirar a Alicia y señaló hacia unos ladrillos. –Es por aquí –anunció. Y sin previo avisó, empujó un ladrillo, lo que provocó que un conjunto de ellos se movieran hacia un lado como un resorte. –Vamos –le apremió. Ella observó con atención como Tom se arrastraba por el interior del túnel. Sin pensarlo dos veces, se agachó y lo siguió. Se arrastraron durante varios metros en completa oscuridad, solo con una pequeña luz al otro extremo que utilizaban como referencia. Alicia se estaba empezando a cansar, pero no le importaba, pues sentía una gran curiosidad por conocerlo todo de aquel lugar tan extraño. Estaba feliz.


TÁRTARUS Llegaron al otro lado y un lugar lleno de colores se abrió ante ellos. Grandes casas adornadas resaltaban por todo el lugar. Por si fuera poco, un gran estruendo y una animada música resonaba con fuerza. Tom, con una sonrisa todavía más inmensa y ojos brillantes, se volvió hacia ella.

–¿Tu quién eres? ¿Nueva? ¡Aquí ha estado a punto de haber un terremoto por saltarse las reglas! ¡Y da la casualidad de que siempre es el mismo: el tonto de mi hijo Tom!

–¡Bienvenida al otro lado, el mundo de los juegos! –anunció con un grito de alegría.

–¿Pero qué reglas son esas? –quiso saber Alicia.

De nuevo, echó a correr sin previo aviso. Alicia soltó una carcajada y corrió tras él. Definitivamente, le caía bien. De pronto, un sonido más fuerte que ninguno retumbó en todo el lugar. –¿Qué es eso? –preguntó ella alarmada. Miró a su amigo, que había compuesto una expresión de terror en el rostro. –¡Oh no! ¡Vamos! ¡Tenemos que regresar! Y volvió a introducirse a toda prisa por el túnel que habían venido. Lo siguió de nuevo por el interior del pasadizo, mientras el sonido retumbaba por todos lados y se repetía varias veces más. Entonces Alicia cayó en la cuenta de lo que era: ¡las campanadas de un reloj!. ¿Qué significaría todo aquello? ¿Por qué Tom, un niño tan alegre y tranquilo, se había alterado tanto al escucharlas? Cuando aparecieron de nuevo en la entrada del pasadizo, dos últimas campanadas sonaron y el ruido cesó. Levantó la cabeza para encontrarse ante una pequeña multitud de personas que los estaban esperando. –¡Otra vez, Tom! –gritó una mujer regordeta. Él compuso una mueca de terror. –Mamá... –¡Sí, mamá, sí! ¿Qué te dije de volver a cruzar al otro lado? ¡Está visto que por mucho que te cerremos los pasadizos, tu encuentras uno nuevo! Todos comenzaron a increparlo al unísono. Gritaban tanto que casi no se les entendía nada de lo que decían. El niño, apenado, no se atrevía a levantar la vista del suelo. Alicia miraba los rostros, uno a uno. Entonces, harta, levantó los brazos para pedir silencio. Como si hubiese ejecutado un hechizo, todos la miraron y se callaron. Sorprendida por el gran efecto que había causado, tomó aire y dijo: –¿Qué ha pasado? ¿Por qué no se puede cruzar al otro lado? La madre de Tom la miró con ojos chispeantes de ira.

Al decir esto, lanzó una mirada asesina hacia el niño.

La madre se acercó hasta ella. –Cuando las campanadas suenan, no debemos estar al otro lado. Cada vez que suenen y no volvamos a tiempo, habrá un terremoto en este lado. Cada vez uno más fuerte que el anterior. Hasta que algún día haya uno tan fuerte que destruya el lugar por completo. –Y ahora no ha habido terremoto, ¿no? –No —La mujer negó con la cabeza—, pero solo porque has conseguido regresar antes de que las campanadas terminasen, pero ha sido casualidad, pues nunca sabemos qué número de campanadas va a dar el reloj. Alicia reflexionó sobre la historia. –¿Y cada cuánto suenan las campanadas? La madre volvió a negar con la cabeza con frustración. –Ese es el problema, que suenan cuando quieren, por lo que no podemos cruzar al otro lado nunca estando seguros. De pronto sintió lástima por todos aquellas personas que habitaban en aquel lugar encerrados y sometidos a un estricto régimen que les obligaba a vivir de una forma a la que ellos deseaban. –¿Desde dónde dan las campanadas? –preguntó de pronto. –Desde la torre del reloj –respondió Tom rompiendo su silencio. Le señaló con una mano extendida y entonces Alicia lo vio, en el centro del lugar una gran torre de reloj se alzaba. Sin previo aviso, Alicia salió corriendo hacia la torre. Todos se quedaron inmóviles observándola. Solo Tom corrió tras ella. Llegaron a la torre. Alicia entró al interior por una puerta y subió por las escaleras hasta lo más alto. Allí, se encontró ante el gran conjunto de esferas doradas que controlaban el reloj. Tom llegó unos pocos segundos después, jadeante. –¿Qué es esto Tom? –preguntó mientras señalaba una pequeña barra que giraba sin detenerse.

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FANFICTION: CRÓNICAS DEL PERSONAJE –Esa es la manivela. Sin ella, el engranaje no funciona. Ella lo miró y de pronto una idea cruzó su mente. –¿Que pasaría si el engranaje dejase de funcionar? –¡No lo toques! Sin el reloj todo se... Pero ya era demasiado tarde, Alicia ya había empujado la manivela con las dos manos hasta lograr partirla en dos. –¡¿Qué has hecho?! –aulló el niño corriendo hacia ella. Ella se giró para mirarlo. De pronto estaba muy enfadada. –¡He terminado con esas normas estrictas que os impedían ser felices! ¡Ahora ya podréis caminar libremente! El niño agachó la cabeza, sombrío. –¿Qué pasa? –le preguntó Alicia confusa. La confianza que había tenido minutos atrás se estaba diluyendo poco a poco. Pero un fuerte estruendo le respondió. El suelo empezó a vibrar. Todo empezó a desmoronarse de forma violenta. Las paredes se derrumbaron, el suelo saltaba. –Sin un orden, todo se viene abajo. El reloj era lo que ponía orden a este lugar. Sin él, el país se desmoronará en cuestión de minutos. Acabas de destruirlo todo. Alicia abrió la boca en señal de asombro. No esperaba aquello, ella solo quería ayudar, que fueran felices. Se quedó observando fijamente los ojos de Tom, mientras todo era destruido a su alrededor. Una lágrima rodó por la mejilla de su amigo. Y entonces, abrió los ojos. Se encontraba de nuevo en su habitación, frente al aburrido libro de matemáticas. Fuera seguía lloviendo. Giró la cabeza para mirar el reloj. Seguía funcionando como siempre.

Caminante en la sombra

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LA SAGA. RECUERDOS ENTRE LLAMAS. CAPÍTULO I

RECUERDOS ENTRE LLAMAS

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TÁRTARUS

Abrí los ojos. Los rayos de luz se filtraban con timidez por los resquicios que dejaba la ventana de mi

habitación. Me incorporé con desgana, mientras soltaba un suspiro de fastidio. Sentí un profundo aturdimiento. Mientras trataba de contenerlo, me abroché la camisa, me subí los pantalones de tela y me puse las sandalias de esparto. Cuando ya estuve listo, salí de la habitación con lentitud. El olor a pan recién hecho me golpeó de pronto. Bajé las escaleras en dirección al comedor, dispuesto a desayunar. Tenía diecinueve años y el pelo castaño y alborotado, el cual solía darme quebraderos de cabeza al llegarme casi hasta los ojos. Mi complexión física siempre había sido delgada, pero en los últimos años, gracias al trabajo en el campo, había mejorado sustancialmente. El olor de la comida mitigó un poco el aturdimiento, haciéndome sentir mejor. Cuando entré en el salón, la sonrisa de Lledo, mi padre, me dio la bienvenida. –¡Hola Allen, hijo! Desayuna rápido o llegarás tarde. Yo me voy ya. Su sonrisa llena de dientes y sus ojos saltones y alegres me miraron por última vez antes de darse la vuelta y salir de la casa. Sonreí. La alegría de mi padre era contagiosa. Siempre había sido un hombre que sabía sacar una sonrisa en cualquier tipo de situación, por mala que fuera. El salón era pequeño, con pocos detalles y apenas una mesa de madera donde comíamos y un gran fardo de paja arrinconado en una esquina. Junto a él, había un pequeño umbral sin puerta que conducía a una pequeña cocina. Me senté sobre la silla de madera y cogí un poco de queso. Sentía una lucha interna entre el hambre y el aturdimiento, pero me obligué a comer, pues sabía que eso me sentaría bien. Zhina, mi madre, salió entonces de la cocina. –¡Vamos hijo! ¡Desayuna que hay que ir a trabajar! –me animó, al tiempo que le sonreía con dulzura. Mi madre era extremadamente delgada, pero llena de energía y fuerza interior. Era sorprendente la resistencia que demostraba en numerosas ocasiones. Me miró con sus grandes y penetrantes ojos verdes, mientras su largo cabello oscuro le caía sobre el rostro. –No tengo muchas ganas de trabajar hoy –le confesé mientras daba un mordisco al queso que tenía en la mano. Mi madre me miró con gesto comprensivo. –Ya sabes que debes ir, si no, el gruñón de Rio te despedirá. Asentí levemente con la cabeza, con la mirada perdida en la mesa. –Hoy me siento muy raro... Ella se sentó en la silla que había frente a él. –Eres fuerte. Estoy segura de que lo superarás. Sonreí, sin decir nada más. Comimos en silencio durante unos minutos, hasta que me levanté. –Debo irme ya –le dije. Ella asintió sonriente, pero entones levantó una mano. –¡Espera! –me pidió. Me volví, confuso.

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LA SAGA. RECUERDOS ENTRE LLAMAS. CAPÍTULO I

–Recuerda: no hables de tu admiración por los dragones, ya sabes que podría traerte problemas. –Ah, claro. Lo sé –respondí mientras caminaba hacia el exterior. Fuera, las calles de la aldea estaban en calma. Todavía era temprano y el sol aún se encontraba en su punto más bajo. Caminé despacio mientras mis pisadas resonaban en la tierra y el polvo. Las calles de la aldea eran estrechas, adornadas con distintos puestos de comida a ambos lados. En aquella zona de la aldea, la mayoría de ellos aún se encontraban cerrados. Agradecí la tranquilidad y el silencio. Cuando los mercaderes empezaban a atraer a la gente, el bullicio se hacía insoportable. Al doblar una esquina, la gran plaza central se abrió ante mi. Allí los mercaderes abrían sus puestos junto con los primeros rayos del sol, siendo los primeros de toda la aldea. Comprobé con fastidio como aquel lugar se encontraba ya abarrotado de gente. Mientras caminaba abriéndome paso entre el gentío, varias frases sueltas llegaron a mis oídos: “miedo a que vuelvan”, “Dragones”, “Terrible”. Entonces algo llamó mi atención por completo. Un hombre mayor, apoyado sobre una columna, asía unos colgantes de los cuales colgaba una diminuta piedra. –¡Amuletos contra los dragones! ¡Esto os protegerá! –gritaba a viva voz. Para mi incredulidad, un gran número de gente se agolpaba frente al hombre agotándole sus existencias con desesperación. –¡Que bien! Ya puedo dormir tranquila por las noches –oí decir a una mujer que pasó a mi lado. Compuse un gesto serio. Decidí salir de allí cuanto antes. Un grupo de dragones había atacado la aldea diez años atrás. Yo era muy pequeño, con solo nueve años, pero recordaba como si fuera ayer la imagen de esas fantásticas criaturas sobrevolando los cielos. Todos los hombres de la aldea salieron a pelear contra ellos y se ocasionó una feroz batalla en la que muchas personas murieron y gran parte de la aldea fue cubierta de llamas. Tras ese día, hubo varios acercamientos más, pero nunca de un grupo tan grande como el de aquél día. Hasta que de pronto, un día, desaparecieron sin dejar rastro. Los años siguientes los vivieron en paz, pero siempre con recelo e inseguridad. La gente no podía olvidar aquellos ataques tan terribles que habían sufrido. Nunca se habían vuelto a sentir seguros desde entonces, con temor a que algún día regresaran y cubrieran todo en llamas de nuevo. Los odiaban, los temían, y yo los comprendía, pero también estaba seguro de que, de no haberlos provocado, jamás habrían atacado con su fuego. Yo solo era capaz de ver criaturas espeluznantes. Los admiraba. Aquellos sentimientos encontrados me hacían sentir a menudo confuso. Era como si estuviese traicionando a mi gente. Pero no podía evitarlo. No podía compartir ese sentimiento con nadie fuera de mi familia. Mis padres me habían repetido un centenar de veces que podría verme en problemas muy serios si la gente creía que los apoyaba. Mis pasos se detuvieron: había llegado al cementerio. Lo miré de reojo, mientras un gran sentimiento de culpa comenzó a crecer en mi corazón. La mayoría de los que allí descansaban habían sido asesinados por los dragones. Al fin, para mi alivio, unos minutos después, llegué al gran huerto situado a las afueras de la aldea. Ese era mi lugar de trabajo desde hacía dos años. Allí tenía que plantar, regar, sembrar, hacer zanjas, recoger siembra... no era un trabajo especialmente cómodo, y mi jefe, Rio, era un hombretón cascarrabias que se pasaba el día profiriendo gritos y órdenes. Pero a pesar de eso, me caía bien, no era mala persona. Entonces, sin poderlo evitar, mi mirada fue a parar a la zona quemada. Tragué saliva. La zona quemada era una parte de la aldea que nunca había podido ser restablecida del fuego de los dragones. Era irrecuperable y permanecía negra y con el olor a quemado todavía flotando en el ambiente como si hubiese sucedido hacía tan solo unos días.

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Los aldeanos utilizaban esa zona como un recuerdo viviente de que debían odiar y temer a los dragones. Llevaban a las futuras generaciones de niños allí para contarles la historia. Para mi, tenerla siempre frente al gran huerto, suponía como un pequeño castigo y una especie de recordatorio de lo terribles que podían llegar a ser. Pero pese a todo, seguía sin poder odiarlos. Lo había intentado, pero era un sentimiento que no podía encontrar en mi interior. Desvíe la mirada y caminé por el interior del huerto, hacia mi puesto de trabajo. En ese momento, una mano se posó sobre mi hombro. Volví la cabeza al instante, sorprendido: era Dick, mi mejor amigo. –¿Ya estás otra vez en las musarañas, tío? –me espetó este con una amplia sonrisa. Sonreí. Dick tenía mi misma edad, pero era más alto y corpulento. Tenía dos grandes manazas que podían apretar tan fuerte como si de unas tenazas se tratasen. Su gran cabeza siempre se encontraba afeitada y brillante bajo los rayos del sol. Siempre estaba riendo y gastando bromas. Me gustaba estar con él porque siempre me hacía sentir bien y olvidarme de todo lo demás. –No. No es nada Dick –respondí mientras me colocaba una mano en la frente. Al ver mi gesto, se inclinó sobre mí con los ojos muy abiertos. –¿Qué te pasa? ¿No te encuentras bien? –No mucho. Debe ser cosa del nuevo ciclo solar –aventuré mientras levantaba la vista hacia el cielo. Mi amigo se volvió y también miró al cielo. –¡Es verdad! Hoy empieza el ciclo de Khaos, el dios del fuego. El sol cambiaba cada varios días. Dependiendo del tipo de sol, duraban más o menos. Cada sol hacía referencia a un Dios. Dick se volvió de nuevo hacia mí. De pronto una sonrisa traviesa se dibujó en su rostro. –¿Qué tal? Cuéntame. ¿Hoy has visto a Nalha? Sentí que mis mejillas enrojecían por segundos. Nalha era la chica de la aldea que me gustaba desde que era niño. Sacudí la cabeza, incómodo. –No, hoy no me he cruzado con ella –admití sin mirarlo a los ojos. Dick pareció querer decir algo más, pero entones un grito los interrumpió. –¡Vosotros dos, holgazanes! ¡Poneos a trabajar! Mi amigo soltó un gruñido y se marchó malhumorado mientras maldecía a Rio. Suspiré aliviado. No tenía ganas de continuar esa conversación. Horas más tarde, cuando Rio nos concedió un descanso para comer, Dick y yo paseábamos por la aldea. En ese momento, una figura apareció de la nada y se colocó frente a nosotros. Se trataba de Zarst, el hombre más mayor en toda la aldea. Pese a sus años, aún tenía mucha energía y era capaz de caminar a buena velocidad. Sus ojos siempre estaban más abiertos de lo común, como si estuviese observando algo tan lejano que solo él pudiera ver. Su piel estaba cubierta de arrugas y su complexión era extremadamente delgada. Siempre iba acompañado de un fuerte bastón de madera, que a menudo utilizaba para asir en señal amenazadora. Nos miró y empezó a proferir gritos sin control.

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LA SAGA. RECUERDOS ENTRE LLAMAS. CAPÍTULO I

–¡Vosotros! ¡Sois una vergüenza! ¡Estáis perdiendo el tiempo! Dick y yo intercambiamos una mirada. Ya conocíamos de sobra al viejo Zarst y sus ataques de locura. –¡Las nuevas generaciones deberían estar entrenando para el futuro ataque de los dragones! ¡Esta vez nos matarán a todos por vuestra culpa! –aulló. Sentía lástima por aquel hombre. Había perdido a toda su familia en el ataque de hace diez años y solo había sobrevivido él. Aquello le había consumido por completo, hasta volverlo loco. Entonces otra figura apareció y se colocó delante de Zarst. Se trataba de Hien, el alcalde de la aldea. Tan alto y esbelto como siempre. Sus movimientos eran gráciles y correctos. Siempre estaba ahí para ayudarnos a todos. Había accedido muy pronto al cargo, fuera de lo habitual. Pero se lo había ganado a pulso. –Ya está bien Zarst, deja a los chicos tranquilos. Se volvió hacia ellos, mostrando su blanca sonrisa. Sus ojos claros mostraron intenciones amigables. –Disculparle, ya sabéis que está así desde lo de su familia. –No te preocupes –dijo Dick, restándole importancia. Hien se agachó entonces sobre mí, acercándose a mi oído. Al escuchar sus palabras, di un respingo. Con una rapidez asombrosa, se giró hacia Zarst y se alejó con él. Mientras caminaban, el viejo seguía gimoteando y repetía sin cesar: “deberían haberme matado a mi también...deberían...”.Ambos nos quedamos observándolo con tristeza. Sentíamos una gran lástima por el desdichado de Zarst. Aunque fuese un malhumorado, no podíamos odiarlo. –¿Qué te ha dicho? –me preguntó Dick de pronto. Giré la cabeza al instante, mirándolo fijamente. Un sudor frío me recorrió la espalda. –Que conoce mi afición por los dragones –hizo una pausa, para asegurarse de que estaban solos–, pero que no dirá nada. Él asintió en silencio. –Entones, no te preocupes. Hien es un buen tío –me animó con una sonrisa. Sonreí agradecido. Dick era la única persona aparte de mis padres a la que le había contado mi gran secreto. Sabía que podía confiar en él por completo. Y ahora, el alcalde también lo conocía... ¿Lo sabría alguien más? Esperaba que eso no me trajese problemas. Pero lo que más me había inquietado de Hien, no eran sus palabras, sino esa enigmática sonrisa que me había dedicado tras decírmelo. Mi amigo me golpeó el hombro con la mano. Lo miré, saliendo de mis pensamientos. Como toda respuesta, él me señaló con el dedo hacia el final de la calle. –¡Allí está Nalha! ¡Corre ve a decirle algo! Yo me voy ya al huerto. Nos vemos después. ¡Suerte! Y antes de que me diera tiempo a reaccionar, ya se había esfumado de allí. Suspiré, Dick no tenía remedio. Miré en dirección a donde me había indicado y mi corazón empezó a latir apresuradamente. Era cierto, allí estaba. Tan tímida, con su suave y delgada figura. En ese momento, volvió la cabeza y me vio. Mis mejillas enrojecieron por momentos de la vergüenza: me había descubierto observándola. Se acercó.

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–Hola Allen –me saludó con una sonrisa– ¿Reponiendo fuerzas? Abrí la boca para contestar. Nos conocíamos desde que éramos muy pequeños. Siempre habíamos tenido una estrecha amistad y sabíamos todo el uno del otro. –Sí, a escuchar los gritos del gruñón de Rio –respondí con una sonrisa. Me acerqué unos pasos hacia ella. Nuestras miradas se encontraron y el tiempo pareció detenerse por un instante. Entonces ella desvió la mirada mientras se acomodaba su larga melena oscura. –Tenemos que volver a quedar para que me vuelvas a llevar a dar un paseo por las montañas. Fue muy divertido la última vez. Una sensación de júbilo creció en mi interior a una velocidad vertiginosa. –Claro que sí, prometido –respondí con una sonrisa mientras me sumergía en sus ojos color miel. Nalha soltó una risita. –Prometido, entonces –le sonrió con dulzura. Nos quedamos en silencio, observándonos. El mundo pareció desaparecer a mi alrededor y solo quedar ella. Perdí la noción del tiempo, pero no me importaba, pues podía pasarme horas perdido en su mirada. –Bueno, debo irme. Ya me avisarás –anunció ella de pronto, rompiendo el hechizo. Y desapareció en tan solo unos segundos, dejándome con una gran vacío. Me quedé quieto observando el lugar por donde se había marchado, pero entonces, recordé que debía volver al huerto y salí corriendo. –Rio no ha venido esta tarde –me informó Dick horas después, ya en el huerto –. Ya está otra vez con sus ausencias inexplicables –añadió. Pero no le escuché, solo observaba al chico que tenían a varios metros. –¿Qué pasa? ¿Qué miras? –quiso saber el curioso de Dick. Miró en la misma dirección y soltó un bufido al descubrirlo. –Es ese idiota de Gadhi. Solo viene a trabajar por las tardes. Me encantaría saber por qué. Fruncí el ceño y fulminé con la mirada a Gadhi, que trabajaba ajeno a su conversación. Era el chico con el que peor me llevaba de la aldea, casi podía considerar que éramos enemigos. Teníamos la misma edad y nos conocíamos desde niños, pero nunca nos habíamos soportado. El carácter de Gadhi era huraño, irascible y violento. Dick y yo nos habíamos peleado infinidad de veces con él. Su pelo dorado brillaba como siempre bajo el sol. Nunca variaba, siempre lo tenía cuidadosamente recortado, descubriendo su cabeza cuadrada.

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LA SAGA. RECUERDOS ENTRE LLAMAS. CAPÍTULO I

Varias horas después, cuando al fin terminé mi jornada, el sol ya se encontraba en lo más bajo. Caminé en dirección a mi casa. El malestar que había parecido disminuir durante las horas de trabajo comenzó a regresar de nuevo. Deseé llegar a casa cuanto antes para descansar y recuperar fuerzas para el día siguiente. Pero, una fuerte convulsión me golpeó y la cabeza empezó a darme vueltas. Todo mi cuerpo empezó a temblar y a vibrar. Sentí un dolor agudo y una fuerte angustia ardía en mi estómago. Jadeé con dificultad, no comprendía qué me estaba pasando, las pulsaciones de mi corazón se aceleraron a mil por hora en tan solo unos instantes. Entonces algo empezó a latir en mi interior, recorriendo todo mi cuerpo. Era como si todas mis órganos palpitasen. Los brazos vibraron y comenzaron a hincharse, al igual que las piernas. Me tiré de rodillas al suelo y me sujeté la cabeza con ambas manos; un fuerte dolor estaba empezando a nacer en el interior de mi cuerpo. Estaba aterrado, ¿qué me estaba pasando? Entonces sentí que debía salir del interior de la aldea. Corrí como pude, hasta lograr esconderme detrás de la pared de una casa casi a las afueras. Los latidos de mi cuerpo eran cada vez más fuertes, hasta que, en ese instante, todo empezó a crecer a gran velocidad. Quise gritar, pero ya no era dueño de mi cuerpo, algo lo estaba controlando por mi. Unos segundos después, sentí con sorpresa que me había convertido en algo gigantesco. Salté y sobrevolé la aldea, soltando un rugido ensordecedor. Me había convertido en un gran dragón rojo.

Caminante en la sombra

CONTINUARÁ...

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MIRANDO MÁS ALLÁ. ILUSTRACIÓN

MINNE CAMARA Ilustradora

¿Qué sería de la fantasía sin la combinación de palabras e imágenes? Por eso queremos dedicar esta sección a ellos, los ilustradores que ponen color y forma a las palabras. Hoy os presentamos a Minne Cámara. Maestra de infantil, ilustradora y grabadora, recipiente orgánico de creatividad dedicada a las más variopintas actividades artísticas. Sus dibujos tienen un estilo claramente infantil basados en el ¿Por qué no?, donde el color juega un papel muy importante, creando así un mundo en el que cualquier cosa puede suceder. Echa un vistazo a otros de sus trabajos en: http://carmenlopezcamara.wix.com/mcamarailustraciones En Facebook: MinneCámara

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TRAS LOS MUROS

LA HISTORIA DE DEMERSA Guillermo Rubio Martín

Érase una vez que se era, una Tierra lejana y ex-

traña de altos obeliscos y misteriosas esculturas bajo un cielo negro, negro. Sus gentes nacían y morían sin ver el sol ni estrella alguna con la espalda doblada y la frente marchita de labrar la tierra negra, negra. Sobre ellos languidecían y se arremolinaban en decadencia sus amos, crueles como el yugo y peligrosos como la flecha. Cada cierto tiempo, difícil de contar para el que careciera de reloj, pues solo había oscuridad, bajaba una luz del cielo. Un monstruo ciclópeo, rugiente, hambriento se posaba sobre la tierra negra y escudriñaba la oscuridad con sus ojos como faros. Los amos se postraban ante él como los esclavos lo hacían ante ellos y le daban riquezas, el metal de la montaña y a sus hijos. El monstruo vomitaba oro, regalos y armas y se marchaba. Y así sucedió durante décadas y siglos con la gente naciendo y muriendo en la oscuridad y los amos reinando y el monstruo del cielo viniendo. Pero un día, una mujer tuvo que parar de labrar. Aterrorizada, levantó la cabeza y miró como el cielo se iluminaba y por una vez en su vida contempló obnubilada como eran las nubes y el horizonte. La mujer corrió siguiendo la luz deseosa de ver más, con mucho trabajo, pues estaba embarazada. Con gran estrépito y temblor se estrelló el haz en medio de la tierra y hasta allí llego cansada la mujer, aterrada y resollando. Tanto fue el esfuerzo que notó que se vaciaba y que su criatura venía ya a la oscuridad. Allí parió, junto al cráter humeante, cegada por la luz que había visto. Y allí nació muerto su bebé, que ni la oscuridad llegó a ver. Cayó derrotada la mujer y aterida, sollozó con el cadáver sobre el regazo. Pasaron las horas y un sonido trémulo la sacó de su pena desgarradora. Venía del cráter, que ella había olvidado. Se acercó sin dejar de acunar a su hijo muerto y se asomó. Una esfera perfecta, brillante y pulida como la plata reposaba dentro. Un ruidito animal salía de allí. La mujer, medio loca y con nada que perder bajó hasta abajo con dificultad y rodeó la esfera. Pudo ver a través de la misma y vio a un bebé, una niña desnuda, de apenas unos días y que emitía ruiditos hambrientos y movía los brazos.

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La mujer tocó la esfera y ésta se abrió. ‘Eres un regalo del cielo, que sabía de mi hijo muerto’ Enterró allí mismo al que no había visto la oscuridad y se llevó a la otra hacia la negrura más intensa. La pasó por su hija y la llamó Demersa que significa la descendida de los cielos. Demersa creció rápido, vivaz y fuerte. Muchos niños morían pronto y más aún después, pero la niña prosperó. Comía todo lo que le daban y andaba a los seis meses. Su madre y su padre, un labrador más humilde que inteligente, la miraban embelesados y sonreían. Demersa aprendió a leer con 3 años y a los cinco cabalgaba los grandes perros pastores. Guiaba a todos los niños y niñas en sus juegos y leía de los libros de los sacerdotes. A su madre le decían ‘envíala a los amos, sácala de aquí’. Pero la mujer se negaba y Demersa cumplió diez ciclos con una mata de pelo negro y unos ojos como el carbón ardiendo. La gente la escuchaba y ella le ganaba pulsos y peleas a chicos más grandes y fieros. Demersa amó y fue amada este tiempo y prosperó como una humana. Con quince trabajaba por diez y aliviaba la carga de sus padres y con dieciséis diseñó un plan para mejorar el cultivo. Ese año llegó la guerra. Dos amos batallaban por poseer tierras y ríos negros y montañas preñadas de hierro. El pueblo de Demersa fue atacado por jinetes que llevaban voluminosas armaduras y lanzas rojas. Su madre cayó en el ataque y antes de expirar le tocó la cara y le dijo ‘mi luz del cielo, saca a esta gente de aquí y enséñales quién eres’. Llevó a los que pudo a un bosque contaminado, negro y los escondió. Y allí, entre los supervivientes aterrorizados y los niños huérfanos, Demersa miró al cielo. ‘Ahí arriba solo hay oscuridad. Aquí abajo, entre estas ramas muertas, también. Nosotros somos la única luz del mundo. Nosotros lo vamos a prender. Esta tierra va a arder’.


TÁRTARUS Conducía a su gente por una gran llanura justo cuando el monstruo bajó del cielo. Se posó sobre la tierra negra y los amos lo adoraron. Desde la lejanía lo vieron descender y Demersa la miró y se volvió a su gente: ‘Pagan los regalos de los cielos con nuestro trabajo y nuestra sangre y son sus hijos los que ascienden’. Levantó una mano como una lanza, señalando la figura del monstruo que abría la boca. ‘Eso es nuestro.’ Los amos estaban asustados, no podían cambiar el lugar en el que monstruo descendía, pues no había forma de comunicarse con el cielo. Y temían con razón. Los de las montañas, los de las llanuras y los pastores, las mujeres y los perros de pastoreo aullaron bajo la noche infinita y fueron a ellos con Demersa a la cabeza. Los atravesaron como el cuchillo a la mantequilla, como la flecha atraviesa la manzana. Los masacraron sobre una tierra donde toda la sangre parece negra y los dejaron allí. El monstruo permaneció indiferente, con su boca abierta y sus ojos brillantes. Demersa lo miró y caminó hacia él. Su gente chilló aterrorizada y le suplicó que no entrara pero ella no se había detenido nunca y no iba a parar de andar ahora. Lo que Demersa vio en el interior del monstruo no lo sabe nadie, pero bajó con regalos y materias divinas. Armas que portaban el trueno, medicinas traídas del cielo que curaban al instante, muchos alimentos y agua... Todo fue repartido y con una nueva determinación, con un nuevo conocimiento, Demersa partió y los condujo de nuevo. Nadie que la trabajara sabía lo grande que era la tierra negra, nadie hasta que lo comprobaron ablandándola con sus botas y sus lanzas. Nadie sabía cuán seca estaba hasta que la regaron con la sangre de los amos y los perros de los amos. Nadie sabía cuántas torres negras, morada de los amos, había, hasta que las conquistaron una por una. Y sus seguidores dejaron de ser miles y pasaron a ser millones y recorrieron la tierra como un fantasma. Sin detenerse, sin dejar nada intacto. El mundo cambió al paso de Demersa. Y cuando el trabajo estaba casi terminado, cuando ya había pocos amos y se escondían aterrorizados lanzando plegarias a un cielo que no contestaba, cuando la gente se quedaba lo que trabajaba y miraba hacia arriba sin temor, Demersa se detuvo. Eligió a sus más fieles y los mandó por delante a terminar la misión.

Ella subió a lo más alto de la torre más alta y se encerró durante días que fueron semanas que trastocaron en meses. Pedía ciertas cosas y su gente se las llevaba. Comía y bebía en lo alto de la torre más alta sin descanso. Tenía veintiún años cuando elevó sobre la torre un árbol desnudo de metal. Cuando bajó de nuevo ya no había amos. La gente celebró grandemente y se preparó para una nueva época. En la cúspide de las celebraciones, cuando todos se presentaban ante Demersa y le ofrecían regalos y conocimientos y ella los volvía a dar a quién los necesitara, llegaron ante ella dos mujeres y un hombre, sabios. Habían seguido a Demersa desde el principio y estaban con ella el día que repartió los frutos del monstruo del cielo. Llevaban un carro cubierto con una lona y lo destaparon revelando una forma geométrica indefinida, negra y que contenía algo, recubierta de vidrio. ‘Este es nuestro regalo’. Accionaron el ingenio y la esfera subió, subió, subió y... una luz explotó desde el artefacto e iluminó el cielo en varios kilómetros a la redonda. Todo el mundo estaba hechizado mirando la esfera, un nuevo... sol. La antigua palabra volvió como un recuerdo casi perdido que se rememora con nostalgia. Demersa lo miró directamente con sus ojos negros como el carbón en llamas y sonrió. ‘¡La luz siempre ha estado en nosotros, en vosotros!’. Demersa supo que su gente lo había conseguido y tras las celebraciones volvió a la torre, donde ya se fabricaban miles de soles con los que desterrar la negrura. Escribió unas palabras y las dejó allí donde todos creían que estaba. ‘Yo ya no tengo nada que hacer aquí, vengada la sangre que hemos derramado y terminada la oscuridad. Me tengo que marchar, para protegernos, para aliviarnos de cargas más grandes que nos serían impuestas. Lo hago contra mi voluntad pero alegremente en beneficio de todos. Lo último que os digo, mis amigas y amigos, es que no volváis a caer. Os prometo que no hay dioses, que no hay amos y que no hay más oscuridad. Y os prometo de seguro que volveré cuando alguien use de mi o mi nombre para engrandecer el suyo. No caeré como una centella y lo confinaré en el infierno, no creáis nunca eso. Volveré y os lo señalaré para que veáis cuál es siempre el problema, el mismo problema. Me voy habiendo amado y habiendo sida amada, me voy con vuestra luz, nuestra luz. Adiós”.

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El autor: Guilermo Rubio Martín Granadino, nació el 28 de Septiembre de 1991 y ha estado escribiendo desde que aprendió. Es licenciado en Historia. Actualmente ha comenzado a dirigir la sección de historia contemporánea para la revista Témpora Maganize (http://www. temporamagazine.com/). Nunca deja de escribir y lo hace para entretener e invitar a la reflexión. twitter @guiruma

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PÁGINAS AMIGAS

Recomendamos los siguientes blogs y páginas web: El reino robado: http://elreinorobado.blogspot.com.es/ Escritores Principiantes: https://escritoresprincipiantes.wordpress.com/ El relato del mes: www.elrelatodelmes.com Leo Fantasía en Español: http://leofantasiaenespanol.blogspot.com.es/ Un camino de letras: http://uncaminodeletras.blogspot.com.es/ Leyendo con Lidia: http://lidiaribera.com/ Zona Excéntrica: http://zonaexentrica.blogspot.com.es/ Marcapáginas: http://andreamorea17.blogspot.com.es La chuchu librera: http://lacuchulibreria.blogspot.com.es Dragones de papel y hueso: http://estermoseley.blogspot.com.es/2013/05/graciastodos-por-visitar-mi-otro-blog.html Juegos Florales: http://juegosflorales.com/ Corazones entre líneas: http://corazonesentrelineas.blogspot.com.es Bubble of Books: http://bubblesofbooks.blogspot.com.es ¡Nos leemos! Revista digital Tártarus Web: https://revistatartarus.wordpress.com Contacto: revistatartarus@gmail.com RevistaTártarus @revistatartarus

VOLVEMOS EN ABRIL

Próximo cierre de edición: 13 de marzo de 2016.



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