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Mi Luz
MI LUZ Por: Mari Luz Gil
Mari Luz, nombre que le obsequió su madre por una actriz de la televisión Colombiana, la cual admiraba mucho, de cabellos dorados como el sol y ojos profundos como el mar, pero esta Mari Luz es morena de ojos marrón.
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Luz, light en inglés, Lumiere en francés, hace composiciones y juega con su nombre, Mari Light, Mari Lumiere, Mar y Luz, siempre generando confusión con algo tan común pero tan propio como lo es el nombre. Mari Luz con “i” latina y separado, frase que se ha convertido casi que en su apellido y sin embargo, casi siempre lo escriben mal, Mary Luz, Mariluz o Maryluz, aunque ella en el fondo ama esa confusión. Siempre se ha preguntado, si, quizás, ¿habrá alguna relación de su nombre Luz con la ciudad luz (no pues, qué dijo ella, la iluminada jajaja) París, Francia, la capital de la moda? Y ella tan curiosa de la moda desde muy chica, además que el destino la aterrizó, nada más y nada menos, que en el barrio París, Medellín - Colombia. Alguna relación ilusoria ella creo. Ella, una apasionada del arte, la moda y el diseño en todas sus expresiones; amante de la creación; inquieta y preguntona, muy preguntona, al borde de ser tildada de contestataria y rebelde: Trabaja día a día para no ser una rebelde sin causa ni propósito, y no verse un día, con su velo gris, cansada y con la frustración de no haber luchado por lo que verdaderamente quiso. Por eso se armó de valentía para emprender un viaje, sin retorno, hacia lo desconocido y abrió una puerta que, hasta el día de hoy, no ha cerrado y no tiene intención alguna de hacerlo: El Arte.
Mi padre una vez dijo: “Mari Luz será astronauta o artista”; ante tal comentario mi madre no sé sorprendió y asintió con la cabeza, pero yo, la directamente implicada abrí los ojos absolutamente sorprendida. Podría decirse que es uno de esos momentos que te marcan para siempre y desde muy pequeña entendí que podría ser y estudiar lo que quisiera, pues ya tenía el aval de mis progenitores, y creo que son muy pocos los padres que admiten que su hija quiera ser artista o vivir en la luna, que felicidad una preocupación menos. Nunca tuve una formación en artes previa al pregrado, pero en mí siempre habitó ese ser curioso y creador, era mi mayor distintivo en el colegio, siempre sobresalía por ser muy creativa, buena dibujante, buena pintora y muy habilidosa con las manos, además de que me encantaba, cosa que no sucedía con ninguna otra materia, incluyendo matemáticas, física y cálculo, por lo que la idea de ser astronauta quedó totalmente descartada. Estudiar artes siendo de una familia humilde, en un país donde la cultura esta subvalorada y la educación artística la dicta el profesor al que le “sobran horas”, es cosa de valientes; lo entendí tiempo después. Aunque en mí siempre habitó esa incertidumbre, a pesar de tener el aval de mis padres, estudié otra carrera que tuviese algo de afinidad con mis inclinaciones, mis gustos y mi presupuesto económico, y fue el Diseño Industrial. Veía materias de diseño y dibujo, lo cual disfrutaba demasiado y me iba muy bien, pero también matemáticas, física y cálculo, literal estudiaba para ganar el examen, no entendía nada o más bien no quería entender, porque realmente no me iba tan mal, la terminé y ejercí “más o menos”, pero eso es otra historia.
Lo que seguía en ese orden de ideas y según los convencionalismos sociales, era hacerme acreedora de una deuda para comprarme una casa, un carro, y conseguirme un novio bien pinta con el que me casaría tiempo después, pues tenía una estabilidad laboral y ganaba bien, pero era tanto el trabajo y el estrés, que vivía cansada y sin tiempo, ni ganas para salir y disfrutar de mi dinero ganado. Me di cuenta que eso no me hacía feliz y que aún estaba muy joven, tiempo de poder
corregir, bueno no lo llamemos error, pues aprendí muchas cosas de esa experiencia y quedaron amigos valiosos. Así que tomé la determinación de estudiar artes, no lo pensé dos veces, con la gran fortuna de pasar a la primera, lo vi como una señal, pasé a la Universidad de Antioquia. Decidí empezar y terminar esta carrera, así me tomara el tiempo que me tomara, pues debía estudiar y trabajar al mismo tiempo, y si a eso le sumamos los paros. Tenía muy claro que primero estaba mi carrera y que dejaría el trabajo que tenía en esos momentos si no lograba organizar horarios. Me las arreglé y me tocó estudiar y trabajar medio tiempo, y gracias al apoyo de mis padres, aunque no me pagaban la carrera, si volví a ser una “usted no se manda sola y acá se hace lo que yo diga”, realmente su apoyo moral fue muy importante, valioso e incondicional. Un par de veces parecía que debía frenar mi carrera por crisis económicas en la familia y volver a mi antiguo empleo, pero resistí y logré permanecer.
Estudiar artes cambió mi vida, me cambió como ser. Puedo decir que soy una persona antes y después de estudiar artes. Feliz y entusiasta por esta profesión, la quiero, la respeto, la valoro y trato siempre de dar lo mejor de mí en cada proyecto, pues es algo que me apasiona y llena mis venas de sangre y mi cuerpo de vitalidad, por eso decidí buscar los mecanismos para darle valor a mi profesión, hacer de ella mi proyecto de vida y no solo algo que me genere ingresos. Es un camino largo, arduo, pero finalmente muchas cosas lo son y no te satisfacen, por el contrario, decir que soy artista me llena de orgullo, de saber que a través de mi trabajo puedo expresar mis ideas, mis pensamientos y quizás inspirar a otras personas; mi trabajo performativo logra expresar ideas y generar reflexiones en el otro, irrumpir en su cotidianidad a través del color, el brillo, la locura, lo extraño. Mi trabajo plástico es el fruto de mi experiencia a lo largo de toda mi vida, consolidada en una investigación que he logrado hacer consciente y efectiva en una recopilación de experiencias, transformándola en símbolos, signos, objetos cargados de significancia y de una expresividad particular y auténtica en su forma muy global y necesaria en su contenido.
“El trabajo de Mari Luz Gil es una permanente experimentación con el cuerpo como material plástico y dispositivo de interacción con el espacio público, desde comprensiones sobre la performance cotidiana y los presupuestos de relación que se tejen en el habitar la ciudad. Así, su trabajo creativo nos propone una particular forma de entender el vestuario como una máquina semiótica con la que la artista juega de forma expresiva, trasladando la pregunta por el cuerpo y por el vestuario como una posibilidad narrativa que en ocasiones habla de lo poético de los cuerpos y los materiales textiles, invitándonos a experimentar el vestuario como un gran cuerpo-escultura, y en otras, el trabajo cobra un matiz más político y contestatario, que incomoda, pero sobre todo, la sensación con la que quedamos los espectadores de sus acciones, es con la afección de las preguntas profundas sobre cómo hemos construido nuestros cuerpos en relación a lo público, y sobre todo, nos invita a mirar algo aparentemente tan sencillo como vestirnos, acción que la artista a lo largo de su trabajo, complejiza, reflexiona y convierte en un pretexto creativo del que todos a fin y al cabo, como sujetos sociales y políticos hacemos parte, poner nuestros cuerpos en la arena de lo público y que gracias al trabajo creativo de Mari luz, nos incita a que repensemos profundamente y replanteemos esos presupuestos y los desaprendamos”. Adrian Hueso, Artista Visual, Docente Universidad del Quindio.