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Crónica Del Agua
Por: Mayra Moreno
Si se busca el nombre Mayra, el origen y significado que más me llamó la atención fue “una gota del mar”, pero esta gota no estuvo siempre en el mar. Para poder llegar ahí, brotó de la tierra en lo alto de la montaña donde la lluvia crea al río, y este se forma por cursos: alto, medio y bajo. En este primer tramo llamado “curso alto” que es donde nace el río, fue el tramo para Mayra en 1991 en Cacarica corregimiento de Riosucio-Chocó. Fue un tramo corto, casi como la acción de parpadear, pero turbulento, que llevó lodo al agua, y es ahí donde ocurre el desarraigo, y también la pérdida de sentido vital, cultural y social de las raíces de su progenitora, Francia, que murió cuando Mayra tenía 7 meses, y sucedió el abandono de su progenitor.
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El “curso medio” fue otro nacimiento, otra oportunidad de empezar en 1993, en la cabecera municipal de Riosucio. Ahí está sentada en una mecedora con su única pertenencia, además del nombre de una vida que no fue; esperando a la orilla del río en una balsa para conocer a su madre Leonor Mena, a su padre Américo Moreno para adoptar sus apellidos, cultura, familia, costumbres y corazón. En este tramo que dura más, no hay tanta corriente, ni turbulencias, pero aun así hay peligros que generaron impacto, no solo por su cercanía a una de las más grandes inundaciones que tuvo Riosucio, si no por la tragedia que esta cercanía pudo llegar a causar en su casa. En la parte de afuera de la vivienda hicieron una balsa al lado del puente, esta balsa era para uso doméstico. A los lados habían camalotes florecidos de Lirios, violetas en el agua. Mayra a los 4 años era más traviesa que la pequeña Lulú, no sabía nadar y le gustaba acompañar en esta balsa; ese día jugando con un plato y tratando de sacar sardinas con arroz en la balsa, cae al agua y se hunde de inmediato, mientras ve los lirios de agua florecer en morado. Quien estaba con ella, se da cuenta minutos después, salta al agua y no la encuentra. Su hermano Isaac desesperado la busca y la encuentra. Estaba debajo de la casa, ya había tragado mucha agua, pero no la suficiente para ser parte de las cifras de niños que mueren ahogados en las épocas de inundaciones en Colombia.
Ese momento trágico enlaza su vida con las inundaciones al leer el cuento “La luz es como el agua” de Gabriel García Márquez, titulando asimismo un grabado “La luz es como el agua” (2015) que fue expuesto en Artomatic2017, Cristal City - Washington D.C. El cuento empieza con dos niños que les piden a sus papás que
le regalen un bote de remos en una ciudad sin mar; a los padres les parece absurdo, pero terminan comprándolo. Ellos invitan a todos sus compañeros de clase y abren tantas luces que la casa se inunda hasta el techo y sale la luz a chorro como cuando se abre una llave. Cuando llegan los bomberos ven un montón de Manila que aletea como una mantarraya de oro, los niños inexpertos en estos juegos, flotan inertes en la luz. Es un cuento narrado de forma seria, pero con dulzura por un escritor que con imaginación cuenta realidades tristes.
Mayra vivió para disfrutar una infancia con la visita de la abuela, que llegaba a contar historias y se sentaba en la mecedora grande, mientras ella la escuchaba en la mecedora pequeña. “Mecer” (2014) Encierra esa dulzura y la ternura de una abuela que cuenta historias diferentes bajo una misma trama, con diferentes patrones y teje el tiempo en palabras y quizás esa obra no es ella, sino que es la abuela Josefina que ha sido expuesta en “Archipiélago Medellín” 2018, Sala de arte suramericana, Medellín. La obra de Mayra Armando Montoya:
La representación de su entorno físico de la infancia, de su terruño, costumbres y tradiciones extrapoladas al arte contemporáneo también la manifiesta a través de los materiales propios de la región. El tejido es uno de los elementos fundamentales en su trabajo, lo mismo que la construcción de muelles y especialmente, en su última producción, el vínculo directo con el espectador, ente activo de este trabajo.
Los puentes en Mayra son un ícono de tránsito, un elemento que permite ir de un lugar a otro. En una inundación la madera es más firme que la tierra sumergida, ella cree que eso hace que floten los sueños y que los pies no los encuentre en la tierra. El proyecto de grado “Sincronía I” (2016) fue con el que oficialmente se presentó como artista al público en el 2016, tablones esterillados que evocan al puente y a la mecedora al mismo tiempo, esto es un lugar por donde transitan las historias; esta obra a medida que se expone se transforma, como los puentes que recuerda Mayra en la infancia en Riosucio, un pueblo del bajo Atrato. Aunque esta obra no fue una fiel copia de los puentes, si trató de exponer lo que sufren los habitantes con las inundaciones, por su periodicidad. Es esta una emergencia natural que le hacen a ella pensar que la recurrencia del uso de los puentes con el tiempo abandonará lo rústico y requerirá de que su creación cumpla los tres principios de Vitruvio: resistencia, funcionalidad y belleza. Este uso constante también tiene consecuencias en la actividad forestal y comercialización de la madera sin control ambiental a nivel nacional, afectando directamente al ecosistema local por prácticas irresponsables como la tala indiscriminada, en “Tiempo natural” (2014) Mayra da cuenta de esto. Esta ambigüedad del habitar lleva a cortar árboles para construir casas y esto transforma el hábitat, pues estas variaciones en el terreno causa cambio en el clima y se presenta como etapas que se repiten cada año, “Reloj de Inundaciones” (2015) es: Sequía, la lluvia, la inundación “creciente” (2015), y la emergencia cuando hay “peces en la casa”(2015), el piso de madera relucía con la pintura azul, las sardinas y agujetas entran y salen de esa casa que vivió de niña, desde el tabique de madera ella las observaba y, aunque le costó aprender a nadar, se emocionaba cuando el agua entraba en la casa.
Aunque, no todo fue inundación, también habían tiempos de sequía y de temor con una guerrilla que en las noches quería entrar al pueblo. Los padres de Mayra la despertaron más de una vez a oscuras sin prender velas (la electricidad era un lujo). Ella siente una gran simpatía por la película “Los colores de la montaña” de
Carlos Arbeláez, pues cuando se es pequeño se le da más importancia a los juguetes que al drama que se vive en esos momentos y que comprenden los adultos. Desde los 3 años visitaba repetidamente en Medellín a los tíos Irma y Manuel, en 1999, por causa de aquella amenazante situación, se trasladó con su Madre a donde los tíos, y empieza el “curso bajo”. Por eso el interés de diferenciar entre trasladarse, transitar y desplazarse en el proyecto que hizo en el laboratorio de Arte, Arquitectura y Urbanismos para imaginarios de vida en paz en el 2016 en el Museo Casa de la Memoria, donde participó con “Nos trasladamos”(2016). Pensando en los micros traslados que se hacen en una ciudad hizo una traslación geométrica de situaciones que desplaza el pasado hacia un presente, resignificando su estructura como el interior de la ciudad.
Residiendo en Medellín desde los 8 años, las cosas para Mayra han sido de diferentes matices y colores en el agua, porque así como lleva cosas, es un camino que también lleva a lugares mágicos y este fue la Universidad de Antioquia, donde se formó como artista plástica desde el 2010 hasta el 2016. El río en este punto va cargado de recuerdos; fue Ribereña del Río Atrato y ahora es Ribereña de otra orilla que es Medellín, donde ella tiene otra percepción y uso de los ríos que abastecen a Medellín porque no hay que estar tan cerca de la ribera del río para que este puede llegar a la casa de una forma menos peligrosa y más privada. Es horrible comparar la percepción del agua, del pasado y el presente, pensar cómo cada ribera tiene su uso y concepción, como lo hace en la “Serie Acordar” (2017), donde a manera de juego, la palabra “Acordar” cumple un doble rol como recordar algo y como un trato entre dos partes que se mezclan, como mezclar dos medios: el dibujo y la pintura, el pasado y el presente. El tránsito cambió y ahora parte desde Antioquia y visita Chocó. Encuentra en la arquitectura de las avispas que de niña le picaron, una metáfora con el modo en que se habita el territorio y nace un proyecto expuesto en la Alianza Francesa “Panal de Rio” (2018), compuesta por varias obras: “Enlace” (2018), “Desacomodos” (2018), “Herencia natural” (2018) y “Panal Insitu” (2018).
Habitar es una palabra que va apareciendo como el concepto de hogar y esto se ve en el proyecto “Sincronía ii” (2019), realizado en Bodega Comfama y como dice Clara Arango:
“Mayra está en una búsqueda de unos lenguajes domésticos, como unas técnicas vernáculas y unas exploraciones geométricas que se relaciona más con lo contemporáneo. Puede haber una intención de explorar la identidad, lo cultural, lo familiar y lo doméstico. En esta exploración, el espacio doméstico interactúa con el espacio colectivo cuando esos muebles se convierten en bancas en busca de unas raíces personales”.
Comenzamos hablando de los tramos del río, el principio aquí será el final de un recorrido que inició por la historia de Mayra y abría ventanas hacia sus obras como una red que está conectada. “La serie Mirar al río” (2019), expuesta en la Biblioteca Carlos Gaviria Díaz, en una exposición colectiva llamada “Estuario”, es la conclusión de esta crónica que comenzó con “curso alto” (2019), la cabecera es el encuentro y pérdida de las raíces. “Curso medio” (2019), la profundidad es apta para navegar, sirve para los sembrados y las labores domésticas y “curso bajo” (2019), no es fin porque los ríos dan esa sensación de que terminan, causan melancolía. Pero sólo en apariencia porque es allí donde empieza el mar, en la desembocadura, que se le llama también estuario, donde esta gota está transitando hacia el mar y quién sabe si llegará al océano.