6 minute read
REDDO BIODESIGN
REDDO BIODESIGN: “SI LO PIENSAS BIEN, TODAS LAS INDUSTRIAS (O SU MAYORÍA) DEPENDEN DE LA INDUSTRIA DEL PACKAGING”
Sofía Cuevas y Javiera Ulloa presentaron su proyecto de tesis de pregrado en el 2020, proceso que terminó en marzo de 2021; la necesidad de investigar para encontrar nuevas materialidades para la industria del packaging nació de lo que, a juicio de Sofía, no ha sido una solución adecuada para generar una real circularidad en la industria de e+e: “anualmente se producen 78 millones de toneladas de plástico para packaging, de las cuales solo un 10% es reciclado; entonces, si bien se habla mucho de reciclar o reutilizar para evitar que estos lleguen al ecosistema y disminuir su contaminación, sabemos que esa no es la solución adecuada, ya que requiere de grandes esfuerzos de tiempo, personas y monetarios para gestionarlos, donde muchas veces sale más caro reciclar que producir un packaging con material 100% virgen”.
Advertisement
Las entonces estudiantes de diseño decidieron replantearse el cómo se hace el packaging, y ver dónde podían entrar con nueva tecnología sustentable, “la cual llevábamos investigando meses atrás, pero con una aplicación dirigida a la industria constructora, que finalmente dejamos en pausa para comenzar a aplicarla en packaging”, acota Cuevas. Esta decisión se basó en las propiedades del material, como también en su mercado; “si lo piensas bien, todas las industrias (o su mayoría) dependen de la industria del packaging para poder comercializar sus productos, por lo que le vimos un gran potencial donde poder posicionarnos”, indica.
EVOLUCIÓN Y AVANCE
En la actualidad, Reddo Biodesign se encuentra en el proceso de mejoramiento del prototipo y testeos en laboratorio. Ya en septiembre de 2021 recibieron el apoyo del Departamento de Ingeniería en Diseño de la UTFSM para instalar su laboratorio, y entonces decidieron incluir más personas al equipo. Así se sumaron Roberto Meza, ingeniero civil ambiental quien está encargado de producción y calidad; Josefina Abarca, Bioquímica encargada de investigación; y Gabriela Taboada, Ingeniera Civil Industrial encargada de negocios y finanzas. “Hemos recibido mentorías de negocios y de producción de hongos con expertos de cada área, y también hemos estado trabajando con tesistas como apoyo en investigación”, afirma Cuevas.
Frente a cómo ha sido la experiencia de ir ganando reconocimiento y premios en torno al trabajo realizado, la ingeniera en diseño estima que ha sido muy grata y enriquecedora: “cuando uno emprende hay momentos que se llena de dudas, pero recibir reconocimiento y apoyo te hace ver que el proyecto sí tiene sentido, y demuestra que vamos bien encaminadas.
Estos premios no solo es aporte monetario (que nos ha ayudado bastante en ir mejorando nuestro laboratorio), sino también traen un networking al que es difícil poder acceder por sí solas, y la cual muchas veces entrega más recursos que lo que entrega el dinero. También recibimos mentorías de negocios que nos han ayudado a ir afinando nuestro modelo de negocio y pitch para presentarnos en un siguiente concurso. Estamos muy agradecidas de poder haber participado de estas distintas instancias y de las personas que se nos han presentado para apoyarnos de una forma u otra”.
EL VALOR DEL MICELIO
“Uno entiende al hongo comúnmente como el champiñón que compra en el supermercado, pero este es solo su fruto. Nosotros trabajamos con el micelio, que es la unidad básica de este tipo de hongos y que físicamente se pueden asimilar a las raíces de las plantas”, explica la ingeniera; “el micelio es una plataforma tecnológica que puede ser modificada según el fin que se requiera. En nuestro caso, utilizamos distintos residuos agroindustriales poco valorizados para alimentar y crecer al micelio en moldes con la forma y dimensiones que requiera el packaging. Y en menos de dos semanas creamos un empaque de cuerpo blanco y sólido, que pasa por un proceso de calor para evitar que el micelio siga creciendo y/o fructifique”.
De este modo, Cuevas y Ulloa consiguieron desarrollar un producto cuya mayor cualidad es que asegura protección para los elementos que contenga, mediante propiedades de resistencia al impacto y compresión, aislante térmico, baja densidad (similar a la del EPS), inoloro, ignífugo y con una vida útil de más de 12 meses; “pero lo mejor es su cualidad biodegradable, que permite la gestión de los residuos al ser compostable desde el hogar, simplemente al desgranarlo y enterrarlo en tierra húmeda, ya que se degradara en un período de 30 a 45 días”, afirma Sofía. Es un material que está hecho de 90% de residuos orgánicos, siendo el 10% restante micelio de hongo producido de forma sustentable en su laboratorio.
Si bien la base de este material es residuos orgánicos, Cuevas aclara que “hemos probado con papel, viruta de madera noble, bagazo de cerveza, aserrín de pino, entre otros, de los cuales obtuvimos los primeros prototipos a finales del 2021. Ahora estamos enfocadas en mejorar las propiedades del material, probando con nuevos residuos como la paja, al mismo tiempo que buscamos mejorar los moldes y el proceso de enmoldado para dar con una mejor calidad superficial”.
Al ser consultada por cómo ha sido el recibimiento por parte de la industria del packaging nacional a su propuesta, Cuevas recuerda lo vertiginoso de los tiempos: “si bien el trabajo de investigación en torno a la materialidad del diseño parte el segundo semestre del 2020, recién en septiembre del 2021 comenzamos a aplicarlo en packaging, por lo que llevamos pocos meses en esta industria. De a poco hemos ido integrándonos, asistiendo a talleres, charlas, reuniones con agentes importantes del área, entre otros. Sin duda nos queda mucho por recorrer para ser reconocidos a nivel nacional, pero sabemos que vamos a lograrlo, ya que se necesita de una solución sustentable en la industria”.
Revista VAS 4.0 / nº100+12
POR| Eva Débia