14 | REVISTA VOZAL
La caracola irresponsable
Por: Diana Carolina Alfonso
Me presento: soy la caracola irresponsable. Soy estudiante y militante colombiana, residente en Argentina. Estuve viviendo en Haití, en el mes de enero, mientras el coronavirus se propagaba por China. Si bien algunas noticias sobre la enfermedad empezaban a llegar a la Perla del Caribe, a nadie pareció importarle. Tampoco a mí. La última epidemia allí fue llevada por la mismísima ayuda internacional de la ONU, en el 2010. El virus del cólera dejó en su camino casi 9 mil muertxs aquel año, como si la enfermedad hubiera sido una réplica inmediata del terremoto. Entiendo que la fortaleza del pueblo haitiano se basa en el ejercicio cotidiano de la solidaridad llevada a su máxima expresión. Por momentos parece que todos y todas confluyen en una gran familia, casi como un rompecabezas de familias ampliadas que se interconectan para vivir dignamente, sean cuales sean los medios para lograrlo. Salvo en momentos de máxima confrontación anti imperialista, en ninguna cabeza haitiana cabe la idea del aislamiento ni de la individuación. Y aunque Haití sea una nación empobrecida por las constantes invasiones extranjeras, no es común ver gente durmiendo en la calle, ni niños intoxicados, ni acoso sexual callejero, porque la episteme del cuidado parte siempre de la praxis colectiva de la solidaridad. Pienso que esta unidad social hizo que las tempranas alarmas del virus no se percibieran como un gran problema. En un país con las características mencionadas las medidas disociadoras para la contención de la pandemia son inaplicables, por el mero hecho de que son inimaginables. Más que caracoles dispersos, la haitianidad parece vivir continuamente bajo un gran caparazón de tortuga marina.
A fines de febrero volvimos con mi pareja a Argentina e inmediatamente viajamos a Chile. Con las mujeres de su familia vivimos el 8M -Día Internacional de la Mujer- en Plaza Dignidad, rebautizada