REVISTA VOZAL | 51
Mamá, nunca pongas rejas a las ventanas
Por: SoltAr - Bordados Políticos
El día está hermoso. Me acabo de fumar un porro, desafiando el funcionamiento de mis pulmones, que bastante trajín vienen cargando desde el encierro. Lo necesitaba. Necesitaba volver a fumar. Exhalar angustia. Un par de secas y me siento mejor, a ello se suma la promesa de que vienen sensaciones aún superadoras. Un poco de paz, ya lo estoy sintiendo. Siento cómo mi cerebro comienza a oxigenarse, mis sentidos se afinan –como si se pusieran en puntitas de pie–, los párpados extasiados comienzan a ceder sobre sí mismos. Mientras voy sintiendo esos cambios, almuerzo el arroz del mediodía, ya frío, lo acompañan un puñado de arvejas y atún. Me cuesta masticar aunque lo disfruto mucho, percibo la ausencia de energía, ningún músculo quiere esforzarse demasiado. Afuera bailan algunas gotas de lluvia, cortando el circuito regular del oxígeno. Se detienen. Vuelven. Y se van de nuevo.