Bálsamos Secos.

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Bร LSAMOS SECOS (7 escritos en verso)

rigoberto reyes sรกnchez


Lima/Ciudad de México. 2014. Diseño e imágenes: RRS. Copia libre.


PRESENTACIÓN

La voz poética con la que se escribieron estos Bálsamos secos pertenece a una calandria que sale de la caja el viento de un cuerpo (poema Autorretrato) a viajar desde una de las ciudades con más dificultades respiratorias en Nuestra América: Ciudad de México, hasta llegar al sur. Esta voz la escuchamos a través de diferentes aires/formas y nos pasa por los oídos como una gota de aceite en menta. Es una voz que experimenta por cómo suena en los tórax de otros tiempos y se ayuda de archivos dónde los cronistas de indias intentaron dibujarnos, dónde se atrevieron a pensar que no podíamos juntarnos entre nosotras porque no teníamos la capacidad de amar, porque como indias se nos notaba la ausencia de alma (poema Elegía opaca). Un hálito en náhuatl, voz en historias de hombres que ahora son ceniza, que cae por los volcanes que rodean al que antes fue un imperio Azteca (poema Tlapojtemi). Y entonces, vos, calandria, nos traes esas palabras y las pones en boca de quien va escribir el Último de los nuestros, y nos muestras a nuestras/os hermanas/os del desarraigo causado por estas guerras civiles en las que nos desconocemos como hermanas/os y obviamos el poder que juntas podrían tener nuestras voces (poema La Compañía); mejor pensamos la lengua del testigo es inferior a la nuestra y lo dejamos: Sentado en la esquina, en medio de la polvareda de las tardes/Dan ganas de llorar. /Pero ni madres, aguántese, aguántese o se lo quiebran/Y lo dejan tirado ahí. Aparecen los bostezos, como una forma de conocimiento del otro: mi mesa para un desayuno, la organización de lo que es mío para recibir al otro (Poema Para antes del desayuno). Como buena ave, la calandria necesita reposar la voz: En estos cuerpos tejidos en nido el tiempo reposa. /Y el rugir del mundo se va calmando en nosotros. Esta ave ha reposado su voz, ya ha migrado hasta el sur para mostrarnos, desde el tórax de nuestra América, que necesitamos descansar, que requerimos de una Conspiración para amarnos en nuestras diferencias. Estos Bálsamos secos señalan la trayectoria de una calandria al sur.

Selen Arango Rodríguez/ Poeta, pedagoga y crítica cultural feminista


Autorretrato con calandrias. + Dos calandrias viven en los bordes de mi tórax, diminutas aletean entre huesos y viseras: latidos aconsejan un ritmo. Su canto calandria reverbera en los socavones hasta que se derrama susurro por mi boca. Boca que nace y se prolonga trompa. Trompa arrugada de perro, dientes vivos de coyote. Permanezco envuelto en pelaje. Ciertas noches de media luna fértil podría morder, extenderme en fauces calientes. Mordida sostenida de encuentro, estrujante y amorosa. Pero en mi pescuezo aprieta una cadena, cadena atada al ojo de la tierra. Ojo que es abismo. Abismo cubierto de retina que rasgo con mis uñas, afiladas puntas de maguey. Maguey cenizo que no ofrenda mezcal. + Dos calandrias se esponjan y crecen en trinos, justo en un borde de mi tórax. Mis ojos, olivas opacas de Jordania, se secan en sal. Alfileres relumbrantes salpican esta mirada tostada a cielo abierto. Mastico. Trompa. Lengua. Saliva. Creciente fértil. Mandíbula mineral. Piedra. Petra. Arenisca. Cogote. Tubería. Viento. Guitarra morisca. Sacudida. Puntas de Maguey. Jalón de cadena. Ojo ciego del mundo. + Dos calandrias, dos órganos timbrando en cada tejido, cada vena, cada pliegue. Música fugándose por los poros de este cuerpo pulsado ofrecido al sol. +


Elegía opaca1.

Español con india: Símbolo de la unidad de nuestros padres y hermanos. Mestizo con española: Legado de nuestros héroes Castizo con española: te prometemos ser siempre fieles Español con negra: seamos dignos. Morisco con española: vuelve a nosotros esos tus ojos. Chino con india: A ti suspiramos gimiendo y llorando Unos son por naturaleza señores y otros son por naturaleza siervos. ¿Por qué? ¿Cuántos más? ¿Hasta cuándo? Albarazado con Negra: Ruega por nosotros. Cambujo con India: Ruega por nosotros. Sambiago con Loba: Ruega por nosotros. Calpamulto con Cambuja: Fruto bendito de tu vientre. Tente en el aire con Mulata: A ti clamamos los desterrados hijos de Eva. No te entiendo con India: Torna atrás. En este valle de lágrimas.

Composición elaborada a partir de una pieza del artista Félix Luna. Se recuperaron fragmentos de los siguientes documentos: Oración católica “Salve”, Fragmento de un diálogo de Juan Ginés de Sepúlveda (Siglo XVI), Sistema de castas de la Nueva España (Principios del siglo XVIII), Juramento a la bandera (Siglo XIX) y Declaración del EZLN a raíz de la masacre de Acteal (22 de diciembre de 1997). 1


Tlapojtemi El cielo se chamusca en ceniza. Un ventarrón escupe baba de xoconostle. Popoca, indio negro, vela ciego entre el azufre. Encontró a su amor, flor de nopal, envuelta en sábanas. Cuerpo frío, los ojos secos, la boca dura. Atada, tirada, allá por el Peñón de los baños. * Popoca, indio de piedra ferrosa, exhala lumbre. Lumbre azulada. Ciudad humeante. Vaho que no se eleva. Llanto vaporoso. * Dicen que ya estamos muertos. Andan diciendo que los zopilotes nos reventaron las barrigas. Que somos huecos, que andamos huecos, que ya casi no estamos. Pero lo muerto es ligero ¿por qué pesamos tanto? ¿acaso estas brazas, esta vergüenza que somos, se apagará? El fuego aviva la quemada carne, del valle brotan lágrimas de limpia obsidiana. No se nos ha concedido morir.


El último de los nuestros. Antes estaba siempre sentado en la calle, en su banqueta, mirando. Un humo caliente le coció los ojos. Lo ungió. Ahora es el último de los nuestros. Él Él Él Él Él

sopla vaho húmedo y apaga las veladoras. se inyecta heroína y nos canta sus revelaciones. se postra y cubre con lodo su cara. eleva los brazos y camina sobre vidrios por nosotros. santifica a las palomas y les ofrece consuelo.

Él se posa desnudo sobre el asfalto ardiente. Sacrificio. Él –eternamente ciego- ha visto águilas devorarse a sí mismas. Él está forjado en barro negro y viste uniforme de secundaria. Él escupe cálido mezcal en la boca de los viejos. Él tiene estigmas en su espalda: marcas relatan su cuerpo. Él es planta: un corazón de maguey brota de su lengua babosa de pulque. Él rescata canoas en naufragio, justo bajo las banderas del pantitlan, en el seno arremolinado del lago de Texcoco. Él es nuestro último hijo. Él repta, serpiente, se escabulle. Él nos mira agazapado con sus ojos de capulín. Él fue arrojado al tiradero en una bolsa de basura. Él, el último de los nuestros Se funde ya con la ceiba lejana del sur.


La Compañía. No pues. Aquel compi, el mamado probó la piedra, se clavó Y murió como pinche perro En un albergue. Vómito, meada, caca y silencio. Chimalhuacan está lleno de perros, A veces la banda los mata por jugar No importa. Al otro güey, el misionero, Lo amachinó el cáncer, dejó de predicar. El padrecito, que no es cristiano, se fue. Lo dejó. Amén. Se murió. Un jodido perro seco. Huesos, pellejo. En su misa fúnebre sólo tres se pararon. Aquí no hay santos. En Chimalhuacan todo es una Cruz. Jesús inhala Cemento (¡juuuhuh!) y muere en el canal. Llantas chamuscadas, Mota, cocos, activo y botellas de clarasol. Así está el bisne. No te chispas. Te tuercen. El que se sentía más pesado, más loco. Denso. Necte, fogón y hartas viejas. Se lo echaron. Fue en marzo. Una noche no volvió a su chante.

madrearon, picaron, rajaron la cara. encueraron, amarraron, arrancaron los güevos. Carne flotando en el canal. Pulpa coagulada, resplandecientes bolsas. Foca, Pinol, Ariel, Lodo. Nadie llora cuando atropellan a los perros. No pues. Está bien cabrón mano, pero bien cabrón,


Uno aprieta los dientes, aprieta el culo y los puños. Está pesado, pesa, abruma. Tiemblas, da frío, congela. Frailes, chacas, morras, vamos todos tambaleantes pal canal. Somos perros. No importa, no importa, no importa. Sentado en la esquina, en medio de la polvareda de las tardes Dan ganas de llorar. Pero ni madres, aguántese, aguántese o se lo quiebran Y lo dejan tirado ahí. Cascara, pellejo, cuero, grasa, sebo, pelo. Hocico de perro. Gruñido trabado. Podrido Desechado quemado arrastrado. No importa. No importa. No importa.


Para antes del desayuno. Este es un poema como una mesa. Este es un poema con antojo de pan tostado mermelada y leche. O cajeta, manjar o miel untada. Como gustes. Déjame poner aquí una estrofa fragante y sabrosa. Abrir la boca, abrir la palabra, la ventana, qué pase el viento. Que nos note, que nos resuene, que siga, que fluya. Este es un poema o una mesa con una pata chueca. Está chueco, como los ojos cuando sonríes. Puedes levantarte y susurrarlo al correr las cortinas, O trozarlo en sílabas mientras preparas tu té. Agua resonando en un pocillo que casi te quema. Tibio, un grado y caliente. Quizá ate aquí un manojo de manzanillas frescas, Hay que frotarlas para que nazca su olor en nuestras manos. Así nacen también las ventiscas y los tifones. Este es un poema o una mesa que se sostiene en latidos. Así como recreas el mundo cada mañana. Reposados en nuestras honduras hacemos eco del amanecer. Tras un largo bostezo que nos conmueve la vida parece así, sencilla: Respirando, siendo cuerpo, a la sombra.


Conspiraci贸n. En la tibieza que creamos ya no hay espera. En estos cuerpos tejidos en nido el tiempo espesa. Y el rugir del mundo se va calmando en nosotros.


~ADENDA


Petricor. I. Hace un tiempo me acosté. Así, se han ido quedando los años cubriendo-me o cobijando-me con su grava (o su ceniza). El zorro de arriba (o el nahual) cantó una nana triste bajo todas las lunas pasadas. II. A veces la lluvia, otras el sol blanco. Los años me han vuelto cañada. De mi nuca vacía nació un maguey fibroso de mezcal y en mis pies quietos se ha formado tuna chacra de roja carne viva. Así voy siendo tierra quebrada de la laguna seca. Con los ojillos de agua mirando fijos a la estrella de mil puntas.


Extremo pacĂ­fico. Naciente perenne. Mar de plomo. Oleaje escama. Acantilado azul. Faro de hueso. Conchas pĂŠtreas. Estancias grises. Graznido sordo. Sol plano. y en algĂşn remanso aquellas manos lavadas. Carne mojada. Tu lamento de bufa.


Feral. Mirarle, encontrar su mirada, era abi s m a

r

s

e

.

Lo oscuro de esos ojos anunciaba el vacío. …y es que un hueco negro crecía justo en el centro de sus pupilas. En verdad, había que abrazarla y quedarse.


Con notable y bella sorpresa oímos con frescor poemas de este poeta mexicano. Sabe combinar lo cotidiano con lo erudito, lo jocundo con lo con lo sesudo de la cita del pergamino. Y, sobre todo, tiene la alegría de la risa del niño frente al deslumbramiento de la palabra y el objeto artístico. No ha publicado aún un libro, pero sus poemas ya corren como corren las vetas de la buena poesía. Feliciano Mejía. Lima, Perú.



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