Road&Mud magazine nº5

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PEDALADAS QUE ESCRIBEN HISTORIAS

Enero 2017 - Número 5


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olvemos a la carga con nuestra revista después de algún tiempo de ausencia. Este bonito proyecto del equipo de Road&Mud pretende acercar al lector esas historias que no giran en torno al inicio de temporada, al World Tour ni a los nuevos fichajes. Aquellos momentos, personajes o lugares que se han ganado también un hueco en la historia de nuestro deporte, y que por su lejanía de la actualidad ciclista, no solo en el tiempo, no aparecen en los titulares pero tienen sabor a puro ciclismo. Retrocedemos a finales de los años veinte. Aquellas desgastadas carreteras del país vecino llevaban ya casi tres décadas presenciando el espectáculo del Tour de Francia. Desde 1929 nos llega la hazaña de un pionero para el ciclismo español, el valenciano Salvador Cardona. Un hombre que joven tuvo que emigrar en busca de su sueño, el cual iba a llegar en la ciudad pirenaica de Luchon en forma de victoria de etapa del Tour de Francia, la primera para la historia del todavía poco internacional ciclismo español. Incluso en la propia prensa nacional de la época las referencias al triunfo de Cardona fueron más de sorpresa que de admiración, ya que en muchos casos ni se conocía la participación del valenciano en aquel Tour por llevar muchos años viviendo en el país galo. No nos movemos mucho de los primeros años del siglo XX, para hacer referencia a la figura de Gaetano Belloni. La casualidad hizo que a causa de un desafortunado accidente laboral no tomara parte de la terrible Primera Guerra Mundial, viéndose beneficiada su carrera como ciclista. Fue considerado el etterno secondo por la cantidad de ocasiones, más de cien, que obtuvo la segunda posición en diferentes carreras por detrás de dos mitos del ciclismo italiano como Girardengo y Binda. Carismático como pocos y a pesar de estar a la sombra de las grandes estrellas transalpinas de la época, Belloni fue capaz de vencer, nada menos, que la general de un Giro de Italia, tres Giros de Lombardía, y dos Milán San Remo. El ciclismo también fue un deporte popular al otro lado del llamado Telón de Acero. Esto se hace patente analizando

la trayectoria deportiva del ciclista soviético Yuri Barinov. En aquellos años se disputaba la Carrera de la Paz que transcurría por las carreteras de los países del bloque del este siendo para ellos su particular Tour de Francia. Igualmente Barinov tuvo la oportunidad de competir en el país galo representando a la Unión Soviética en el Tour del Porvenir, un auténtico vivero de talentos y donde los ciclistas del este de Europa fueron protagonistas en muchas ocasiones. La rivalidad con su compañero y compatriota Soukhoroutchenkov, (Soukho para los amigos), es también parte de su carrera deportiva, trayectoria que iba a finalizar disputando la Vuelta Ciclista a España en la última temporada. De un país tan extenso como fue la URSS, bajamos a un pequeño país en el corazón de Europa, Luxemburgo, para dar un repaso a la tradición ciclista en el Ducado pasando por sus grandes corredores a lo largo de la historia y las pruebas en las que las carreteras luxemburguesas han sido protagonistas. Un país, al igual que sus vecinos de Holanda y Bélgica, muy involucrado en la bicicleta como medio de transporte. Y si hay un continente en auge en el mundo de la bicicleta ese es el africano. La irrupción hace algunas temporadas del conjunto Qhubeka y sus diversos proyectos han buscado convertir África en un emplazamiento magnifico tanto para el ciclismo de competición como para la bicicleta como medio de desplazamiento en la vida diaria de sus habitantes, principalmente en los entornos rurales. Además la aparición de ciclistas profesionales en la elite de este deporte, como Merhawi Kudus o Daniel Teklehaimanot han espoleado a muchos jóvenes para intentar el sueño de correr en Europa y poder vivir del ciclismo. En la década de los ochenta la industria del videojuego entraba con fuerza aunque pocos podían prever la fiebre que muchos años después se iba a desatar por este mundillo. El ciclismo tampoco fue ajeno a esa fiebre y aquí os dejamos con un magnifico reportaje sobre la relación del ciclismo con los videojuegos y su evolución a lo largo de estos años, donde en la actualidad podemos disfrutar de espectaculares simuladores de carreras en nuestros ordenadores o consolas.

Sumario

STAFF Dirección: Víctor Díaz Gavito Redacción: Alberto Díaz Caballero Sergio Espada Ángel Olmedo Jiménez Asier Jiménez Larzábal Guilherme Ribeiro Edición y diseño: Víctor Díaz Gavito y Sergi Faja Corrección: Abdón Ramiro Vázquez

Contacto Web www.roadandmud.com Mail roadandmud@gmail.com Twitter @_RoadAndMud

La vida es como montar en bicicleta, para mantenerte en equilibrio es necesario permanecer en movimiento Albert Einstein


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Contenido Salvador Cardona: El primer triunfo español en el Tour Ángel Olmedo Jiménez

Gaetano Belloni: Injusto “eterno segundo” Víctor Díaz Gavito

Yuri Barinov: A la sombra de Soukho Guilherme Ribeiro

Monte Bondone, Giro’56

Luxemburgo: Pequeño país de ciclismo Alberto Díaz Caballero

Qhubeka: África renace en bicicleta Asier Jiménez Larzábal

Píxeles a dos ruedas: Ciclismo y videojuegos Sergio Espada

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Salvador Cardona

El primer triunfo español en el Tour Ángel Olmedo Jiménez

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cabar el Tour de Francia es el sueño de cualquier ciclista que dedica, profesionalmente, su vida a este deporte. Por añadidura, obtener un triunfo en cualquiera de sus etapas se alza como uno de los instantes de mayor relevancia y belleza en el palmarés del corredor. No en vano muchos son los factores que han de coincidir para sortear los obstáculos que presenta el hecho de ser el hombre elegido para elevar los brazos al traspasar la línea de meta. Si todo lo anterior no fuera suficientemente representativo de la complejidad de la que hablamos, en los primeros años de existencia de la carrera, había que añadir un factor de suerte mucho más acusado que el actual. Al carácter más que limitado de los medios se unía, entre otros, y, además del estado de las carreteras transitadas, la mastodóntica magnitud de las distancias que se habían de verificar (que hacen sonrojar a cualquier prueba de la actualidad, donde superar la barrera de los 200 kilómetros es rara avis). El español que atesora el privilegio de abrir la lista de vencedores en el Tour de Francia es un valenciano de Alfahuir, Salvador Cardona Balbastre. Con veintinueve años, Cardona alcanzó la gloria al cosechar el primer puesto en la novena etapa de la edición de 1929. La jornada, además, era de las que concitaba el aliciente de visitar los Pirineos y concluía en una meta, Bag-

nères de Luchon, de las que podemos considerar, a día de hoy, propicia para los éxitos nacionales. Allí han vencido ganadores del Tour como Bahamontes (1958) u Ocaña (1973), y hombres de la talla de Bernardo Ruiz, en 1947, el manchego Manzaneque, veinte años más tarde y Fuente, en 1971. Aquel 9 de julio de 1929, la organización diseñó un recorrido entre la bellísima ciudad de Bayona, que se asoma al mar Cantábrico en la confluencia del suroeste de Francia con el País Vasco, y el ya mentado Luchon. 363 kilómetros (sí, han leído bien) y, durante el recorrido, los aventurados corredores tenían que superar cimas colosales como las del Aubisque (aquella en la que Octave Lapize, tras coronarla, dirigió su afamado “asesinos, asesinos”) o el Tourmalet (nombre propio de la liturgia pirenaica del Tour). Aunque en España poco se conocía de la vida de Cardona, el valenciano ya había concluido la edición de 1928, defendiendo los colores del equipo francés Elvish–Fontan–Wolber, en una más que digna decimoquinta posición. En su primera visita a la más importante cita por etapas del calendario internacional, Salvador llamó a las puertas de la gloria en la séptima jornada, pero, acatando las órdenes y la disciplina de equipo, asumió el segundo puesto tras la figura de su líder, el francés Victor Fontan. Salvador era uno de los más apreciados gregarios del jefe de filas de su equipo, quien confiaba ciegamente

en la audacia y capacidad del valenciano cuando el terreno se escarpaba y había que ascender los parajes más exigentes. Aquel mágico 9 de julio, Fontan había demarrado junto al belga De Waele (quien cosecharía, al final, el triunfo en París, para mayor gloria de su equipo, el Alcyon), y los dos hombres hicieron camino en cabeza, contando con una diferencia que rozaba los cuatro minutos con respecto a Cardona en la cima de Tourmalet. Sin embargo, y como ya adelantábamos, los riesgos de las travesías de antaño acostumbraban a reservar más que lamentables sorpresas a los ciclistas. En el descenso del Tourmalet, De Waele pinchó y nuestro compatriota, que arriesgaba en las curvas con desnivel favorable de la montaña, dio caza a su capitán de ruta. Juntos llegaron a la meta de Luchon y, en esta ocasión, Fontan concedió que fuera Salvador el que pudiera festejar el primer puesto. Buena muestra de la dureza del día lo revelan dos datos. El primero es que el principal favorito de la prueba, el luxemburgués Nicolas Frantz, ganador en 1927 y 1928, alcanzó la meta más de once minutos después que el dúo formado por Cardona y Fontan. El segundo, auténticamente demoledor, es que Cardona necesitó de más de dieciséis horas y media para completar los trescientos sesenta y tres kilómetros (hablamos de más de dos tercios de un día para suscribir una obra excelsa, incontestable).


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La noticia de la gloria de Cardona llegó a España con gran sorpresa, puesto que ni siquiera los más aficionados conocían de su participación en la prueba. Ese año, dos de las grandes figuras locales, Cañardo y Ricardo Montero, habían decidido no afrontar la competición en Francia y su disputa no atraía demasiado ni a los medios de comunicación, ni a la afición española. El desconocimiento era tal que algunas noticias llegaron a afirmar que Salvador era catalán. Otros medios ni siquiera incluyeron unos renglones sobre un evento de esta magnitud. Unan a eso que Salvador, por su experiencia vital, tampoco había desarrollado su trayectoria profesional en nuestro territorio. Muy joven, apenas con dieciocho años, se vio obligado a tomar sus maletas en busca de un futuro más prometedor fuera de nuestras fronteras. Recaló en Perpiñán y pronto dio muestras de valentía y pundonor encima de la bicicleta, lo que le facilitó la oportunidad de pasar a profesionales de la mano de Fontan. Volviendo a la carrera, el día fue completo para los intereses del equipo Wolber, ya que su líder, gracias a la

fuga, pasaba a situarse en cabeza de la clasificación general. Sin embargo, muy poco se mantuvo el éxtasis en las filas del equipo de Salvador ya que, en la etapa siguiente, el líder se vio forzado a abandonar tras romper su máquina, concretamente la horquilla. Abundando en el infortunio, otro de los favoritos del Wolber, Aers, se había fracturado la mano en una caída. Con sus abandonos, el director del equipo, Crosnier, tomó la decisión de que el resto del equipo abandonase, salvo nuestro héroe. Salvador Cardona mantuvo su apuesta y acabaría en París a un solo paso del pódium, con una diferencia, de más de cincuenta y siete minutos, respecto de De Waele (ciclismo de otras épocas, diferencias de otras generaciones) y por detrás del italiano Pancera y el belga Demuysère (que solo aventajó en treinta y seis segundos al valenciano). En ese mismo año, y tras obtener el indulto del Gobierno (Cardona había sido considerado prófugo al no rendir el servicio militar), Salvador disputó, por vez primera, una competición en suelo español. Fue la Vuelta a Levante, en la que su superioridad fue abrumadora. Se hizo con la general final y con tres de las cuatro etapas.

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Varios años más tarde, en 1935, Cardona, que se nacionalizaría francés y que moriría un 15 de enero de 1985 en Pau (Francia), a los 84 años, se convirtió en campeón nacional en ruta, resarciéndose de sus bronces logrados en 1932 y 1934. La carrera se celebró en Valencia y a la misma concurrieron, únicamente, ocho hombres (además de Salvador, el vigente campeón, Luciano Montero, el gran favorito, Mariano Cañardo, Salom, Cháfer, Molina, Montes y Segura). Cardona, que distanció en veinte segundos a Cañardo y en más de dos minutos a Montero, rompió el récord de velocidad de esta prueba, situándolo en unos escalofriantes, para la época, treinta y siete kilómetros por hora. El valenciano se acostumbró a ganar en España y tanto en 1935, como en 1936, Salvador se llevó al zurrón una etapa en la Vuelta. En 1935, Salvador también venció en la general del Gran Premio de la República y de la Vuelta a Mallorca, en el Circuito de los Puertos Pirenaicos y en dos etapas de la Volta a Cataluña, donde ya contaba con la general y tres triunfos parciales en la edición de 1931 y un triunfo adicional en 1932.

Cardona con el maillot del Fontan (delcampe.net)


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Gaetano Belloni

Injusto “eterno segundo” Víctor Díaz Gavito

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n la memoria de la historia ciclista, la expresión “eterno segundo” ha sido siempre compañera de grandes corredores. Recientemente, a cualquiera se le podrían venir a la mente nombres como Peter Sagan o Jan Ullrich, pero a nadie se le olvida en un primer momento el francés Raymond Poulidor. Para que un “eterno segundo” se gane tal apodo, suele hacer falta un Campionissimo. Ahí, indudablemente, aparece la legendaria figura de Fausto Coppi. Pero antes de él, un Campionissimo conquistó a base de hazañas el corazón de los tiffosi italianos, el gran Constante Girardengo. Y su gran rival, su gran amigo, el milanés Gaetano Belloni, quedaría para la historia como el etterno secondo que asistía como testigo a las victorias del mito piamontés. ¿Cómo puede haber quedado la leyenda del segundón ligada a un ciclista capaz de ganar un Giro de Italia, tres Giro de Lombardía o dos Milán-San Remo? Los caprichos del destino, quizás el haber nacido en el momento equivocado, lo que le llevó a cruzarse en el camino primero de Girardengo y después de Alfredo Binda. Sea como fuere, Gaetano Belloni acumuló a lo largo de su carrera más de 100 segundos puestos a lo largo de su carrera.

Fuente: cycling-passion.com


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Belloni, “Tano”, nacía en 1892 en la localidad cremonesa de Pizzighettone y desde muy pequeño, ya con el triciclo, se enamoró de los pedales. En tiempos difíciles se curtió a base de trabajos con los que ayudar a la economía familiar. En uno de estos empleos, sufrió un accidente que a la postre sería clave para forjar su trayectoria ciclista: perdió una falange de su dedo pulgar. Curiosamente esta desgracia se convirtió en fortuna cuando se libró de ser llamado a las armas tras el estallido de la I Guerra Mundial. Pese a que la bicicleta era ya una prolongación de su ser, fue a los veintidós años cuando explotó como gran promesa del ciclismo transalpino. En el convulso año que provocó el estallido de la Gran Guerra, 1914, se proclamó campeón italiano amateur. Belloni conquistaba gracias a un físico agraciado. Era un hombre de tez morena y sonrisa perpetua. Su simpatía y locuacidad le dotaban de un carisma único. Como profesional debutó en 1915 de la mejor manera posible, conquistando con solo 23 años el primero de sus tres Giro de Lombardía. Tano había nacido para triunfar en el ciclismo; ni los accidentes, ni la guerra podrían parar una carrera meteórica. Sería en 1917 cuando lograría una hazaña épica, una victoria propia de aquel ciclismo heroico de titanes del pedal. Se disputaba la Milán-San Remo, que recibía a los ciclistas con uno de esos días terribles de frío, viento y granizo con los que a veces decide amanecer la Classicissima. No hay mejor momento para escribir una leyenda que en el passo del Turchino. En las descarnadas carreteras de la Italia de principios de siglo, Belloni lanzó su ataque a 150 kilómetros de la meta y ya nadie pudo pararle. Ni siquiera el aparentemente invencible Girardengo, que llegaría a meta en segundo lugar a más de once minutos del lombardo. El tercero en discordia, Angelo Gremo, entraría extenuado a más de tres cuartos de hora del vencedor. Triunfos de un ciclismo de otros tiempos. Un año después,

el Campionissimo, que había estado poco presente en las competiciones debido al conflicto bélico mundial, se tomó la revancha y devolvió la moneda en la clásica de primavera con 200 kilómetros de fuga en solitario. Belloni entró a trece minutos, volvía a ser etterno secondo. La Gran Guerra tocaba a su fin y Tano volvió a engrosar su palmarés en 1918, alzándose con su segundo Giro de Lombardía. Terminada la guerra, se retomaba la Corsa Rosa. El Giro de Italia volvía a llenar de emoción las carreteras italianas. Nuestro protagonista asistió a la exhibición de su buen amigo y rival, Constante Girardengo que venció en siete de las diez etapas disputadas, dominando la general de cabo a rabo de la carrera. Belloni, pese a vencer en una etapa, volvió a ser segundo. El Giro de 1920 se presumía como un nuevo duelo entre los dos grandes del ciclismo italiano del momento. En la primera etapa, con salida en Milán y llegada a Turín, marcada por la lluvia, Girardengo sufría una caída en el descenso del Monte Ceneri. Mientras, dolorido, reparaba su bicicleta, el Bianchi de Belloni aprovechaba la situación y lanzaba un ataque que permitiría a Tano, Olivieri y Germo aventajar en más de once minutos a su gran rival. Por si fuera poco, Girardengo terminaría abandonando en la tercera jornada, castigado por los dolores que le había producido la caída de la jornada inaugural. Belloni no iba a tirar por la borda su gran ocasión. Eliminada su bestia negra, logró su primer y único Giro de Italia, proclamándose vencedor en cuatro parciales. La última etapa de aquella edición de la Corsa Rosa entraría además en la historia por contar con nueve vencedores ex aequo, decisión tomada por los jueces después de que un caballo desbocado interrumpiera la resolución de jornada en el grupo delantero. Sería este el gran año de Belloni, pues sumaría también su segunda Milán-San Remo. En 1921 se le presentó la oportunidad de alcanzar la gloria de nuevo en la ronda italiana. Girardengo vol-

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vió para no dejar títere con cabeza, anotándose los cuatro primeros parciales. Otra vez una caída, esta vez el quinto día, obligaba al gran campeón a abandonar, aupando hasta el liderato al etterno secondo. Tano se las prometía felices, pero sería por poco tiempo. En la séptima etapa, Giovanni Brunero lograba colocarse como líder en Livorno, y aguantó su posición durante las tres etapas finales para llegar a Milán con una ventaja de cuarenta y un segundos sobre Belloni, una distancia ridícula en aquellos tiempos de grandes minutadas. El tercero, Bartolomeo Aymo, quedó a casi veinte minutos. En 1922, en el conocido como el Giro de las mil disputas, abandonó la carrera con todo su equipo, al igual que Girardengo. El motivo; Giovanni Brunero había realizado un cambio ilegal de rueda en la primera etapa por lo que fue penalizado con veinticinco minutos, algo que los dos grandes del momento consideraban insuficiente. Las estrellas transalpinas reclamaron su expulsión, pero esta fue desestimada por los jueces. En 1923 se retiró en la primera etapa, y en 1924 no tomaron la salida ni él, ni Girardengo, ni Brunero, como muestra de disconformidad con la cantidad económica que los equipos pretendían pagar a los corredores por participar. En 1925 consiguió dos etapas, y terminó cuarto en la general, compartiendo equipo con Girardengo, que también se doblegó ante la aparición de un nuevo campeón, Alfredo Binda, que se mostraría prácticamente imbatible a partir de entonces. En 1927, participa en el Campeonato del Mundo con una cuarta posición en la exhibición del combinado transalpino, que se proclamó vencedor con Alfredo Binda, y completó el podio con Girardengo y Piemontesi. El Tano comenzaba ya a notar el paso de las temporadas, pero eso no impidió que, en 1928, consiguiera el triplete de triunfos en el Giro de Lombardía, diez años después de su anterior victoria. Su marca de victo-


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rias en la Clásica de las Hojas Muertas sigue siendo histórica pues nadie ha podido superar esa cifra, aunque sí la han igualado Binda, Girardengo, Bartali y Kelly. Su última gran temporada en la Corsa Rosa terminaría de una forma terrible. Ganó la primera etapa y se colocó de líder, contestando así a la supremacía de Binda. Pero los años no pasan en balde. Con treinta y siete primaveras ya a sus espaldas, el lombardo se fue hundiendo en la general con el paso de las etapas. Sufrió una caída en la octava etapa, y se vio obligado a remar contra corriente para recuperar el tiempo perdido. Pero lo peor estaba aún por llegar. Durante el transcurso de esa etapa, un niño saltó a la carretera. Belloni, que luchaba agónicamente para volver a entrar con los mejores, no pudo esquivarlo. El niño falleció como consecuencia del impacto. Gaetano, anímicamente destrozado, abandonó la carrera.

Gaetano Belloni falleció un 9 de enero de 1980 a los ochenta y siete años de edad. También a esa cita con la parca, como ya le pasara a Poulidor con Anquetil, llegó segundo, pues su íntimo enemigo Constante Girardengo había dejado este mundo dos años antes, un 9 de febrero de 1978.

Además de sus éxitos y sonadas derrotas en la carretera, Gaetano Belloni fue un grandísimo pistard. Las competiciones de los seis días, tan en boga en aquellos años, eran su gran pasión. Conoció los más grandes velódromos mundiales, siendo apreciado y conocido a ambos lados del Atlántico. En Estados Unidos corrió en numerosas ocasiones, con victorias de prestigio en pruebas como los Seis Días de Chicago o, en dos ocasiones -1922 y 1930-, en el Madison Square Garden de Nueva York. Su carisma, su belleza latina y su don de la palabra le sirvieron además para anotarse un buen número de conquistas en otro campo, el de las mujeres, una de sus grandes pasiones. Retirado del ciclismo, ejerció como director deportivo en diferentes escuadras italianas.

Fuente: Sociedad Ciclista Refractaria


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Yuri Barinov

A la sombra de Soukho Guilherme Ribeiro (Original en inglés traducido por Víctor Díaz Gavito)

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l ciclista soviético Yuri Barinov nació en 1955 en la pequeña localidad de Doschatoye, cerca de la ciudad industrial de Gorki (después de 1991, esta localidad recuperó su antiguo nombre; Nijni Novgorod).

Como era habitual en la educación de la antigua Unión Soviética, el deporte desempeñaba un papel muy importante en el desarrollo de los hombres y las mujeres, y el caso de Barinov no fue una excepción. Aficionado a los deportes de invierno como el esquí, Yuri descubrió el ciclismo hacia 1972, bien avanzada ya la adolescencia. Lo normal entre los ciclistas soviéticos era empezar siendo mucho más jóvenes, pero Barinov demostró pronto su talento y, pese a ser un debutante tardío, comenzó a correr en el club Trud de Gorki -Trud era el club de los sindicatos de trabajadores de la URSS- mientras realizaba sus estudios para ser profesor de educación física en la universidad local. Según la página web Peace Race de Josef Mach, Barinov sufrió problemas cardíacos en su adolescencia que le obligaron a apartarse de la bicicleta durante casi tres años. Ya casado y con dos hijos, fue segundo en el Tour de Bulgaria de 1978 y finalmente logró ser seleccionado por el equipo nacional de la URSS para la prueba por etapas francesa del Gran Prix Cycliste de l’Humanité, en 1979. L’Humanité era el periódico socialista-comunista de mayor renombre en Francia, y solía organizar una carrera

amateur alrededor de las regiones de Normandía e Île-de-France. Pero la carrera estaba pasando por una lenta decadencia y, en 1979, se modificó el recorrido cambiando Normandía por las regiones de Champagne-Ardennes y Picardie, apoyándose en la victoria de los partidos comunistas en las elecciones municipales de 1977. Para Barinov, la carrera terminó de manera muy positiva, pues finalizó tercero, solo por detrás del potente pistard de Alemania Oriental Harald Wolf y de su compatriota Anatoli Tchoukanov. Esa carrera y la victoria en la clasificación general del Tour nacional de Bulgaria del mismo año fueron la rampa de lanzamiento de este ciclista que, a pesar de contar con una edad de veinticuatro años, con la que se consideraba veteranos a los deportistas en la Unión Soviética, llamó la atención del potente seleccionador nacional, Viktor Kapitonov, gracias a su gran talento. El año 1980 comenzó con grandes actuaciones de Yuri en las carreras nacionales soviéticas. Con el objetivo de preparar al corredor en zonas con un clima más agradable, corrió en Sochi y Crimea, en el sur del país, afinando así su preparación de cara a las más importantes carreras internacionales. Barinov no falló. Terminó segundo en el Tour de Crimea y en el campeonato nacional soviético de ruta. En su primera salida internacional, en la carrera amateur Ruban Granitier Breton, disputada en las sinuosas carreteras de la Bretaña francesa, finalizó tercero, con actuaciones brillantes en todas las etapas.

También logró hacerse un hueco en la carrera más grande del Este, la Carrera de la Paz, apodada frecuentemente como el Tour de Francia oriental. Bajo el severo liderazgo de Kapitonov, la Unión Soviética había dominado esta prueba venciendo de manera consecutiva desde 1977. En 1980 el objetivo era aplastar a todos sus rivales, acrecentado por el hecho de ser un año de Juegos Olímpicos en un lugar especial… ¡¡Moscú!! Con un equipo potente en liza, la Sbornaja Komanda esperaba una oposición de los siempre competitivos ciclistas de la RDA (República Democrática Alemana), quienes, tras un cambio general, presentaban equipos más fuertes según pasaban los años. Polonia y Checoslovaquia siempre constituían una amenaza. Los países occidentales presentaban también a algunos distinguidos ciclistas amateurs, como el neerlandés Peter Winnen, el francés Marc Madiot o los siempre combativos corredores portugueses. Todo estaba preparado para una carrera épica… y vaya carrera… Ese año la alternancia de capitales hizo que Varsovia fuera el punto de partida. En un rápido prólogo de 6,5 kilómetros Barinov venció por delante de Petermann y Ludwig, dos de los más potentes corredores de la RDA. Las bonificaciones y la imponente velocidad de Ludwig en el pelotón le hicieron auparse con el maillot amarillo el segundo día, pero la escarpada tercera etapa camino de Karpacz, todavía en Polonia, supuso un terreno perfecto para un ataque del poderoso escalador Serguei Morozov. Bari-


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nov y el checo Henke consiguieron seguir su ritmo y, gracias a la segunda plaza obtenida en Karpacz, Barinov recuperó el maillot de líder. El ritmo siempre era alto en la Carrera de la Paz, entre otras cosas porque las carreteras eran muy estrechas y estaban en mal estado, por lo que cualquier terreno podía utilizarse para ganar tiempo sobre los rivales. Pero las cosas se calmaron un poco en el paso, más llano, hacia la República Democrática Alemana, donde se disputó, el 18 de mayo, la octava etapa -una contrarreloj llana de cuarenta kilómetros alrededor de Halle-sur-Saale-. Como se esperaba, los hombres de la RDA aplastaron a todos sus rivales… El mejor de estos últimos fue el gran corredor de Gorki, quinto a 1’04”. Ludwig se vistió nuevamente de líder. Dos días después, cuando dejaron Karls Marx Stadt -ahora Chemnitzen dirección a la localidad fronteriza checa de Ústí nad Labem, todos los supervivientes sabían que la carrera se decidiría en las empinadas y estrechas carreteras de la frontera entre Alemania y Checoslovaquia. En medio de esas cortas, pero terriblemente duras, ascensiones, Barinov consiguió escapar de la fuerte vigilancia de

la escuadra gris de la RDA y se fugó en compañía de la promesa neerlandesa Peter Winnen -futuro doble vencedor en Alpe d’Huez- y del polaco Krzisztof Sujka, tercero el año anterior. Sujka no logró seguir el ritmo de sus compañeros de escapada. En ese momento nadie confiaba ya en las oportunidades de la fuga que contaba con poco más de un minuto de ventaja sobre el resto de favoritos. Y de pronto saltó la sorpresa. ¡El mostachudo escalador Serguei Morozov logró burlar el control alemán y se fue en solitario hacia delante! Con más de 100 kilómetros para la línea de meta, Morozov alcanzó al dúo cabecero y colaboró junto a ellos para aumentar la ventaja que tenían frente al grupo principal, totalmente destrozado por la dureza del recorrido. Winnen no fue rival para los soviéticos en la pista de Antucca de Ústí nad Labem. Barinov se llevó la etapa por delante de Morozov y el joven neerlandés. Ludwig, Petermann y compañía llegaron con cinco minutos de retraso… la carrera estaba casi sentenciada. Aunque aún había algunas etapas complicadas en Bohemia, el equipo de la URSS lo tenía todo bajo control. En la última contrarreloj Barinov terminó segundo, cediendo solo siete

segundos con Ludwig. Yuri Barinov se coronó campeón en Praga, con más de tres minutos sobre Winnen y Ludwig. La URSS también se llevó la preciada clasificación por equipos. Barinov se convertía de este modo en la nueva estrella del mundo ciclístico soviético. A continuación, turno para los Juegos Olímpicos. El propio Kapitonov diseñó el trazado del Parque Krylatsjoie de Moscú; un circuito demoledor con continuos subes y bajas, que recibió el apodo de los Escalones de Kapitonov. A pesar del boicot a los Juegos liderado por EEUU a raíz de la invasión soviética de Afganistán en 1979, muchos comités nacionales europeos permitieron a sus deportistas participar. Para la intimidante carrera de ruta presentaba el mejor pelotón amateur. Nombres como Madiot y Clère (Francia), Winnen y van der Poel (Países Bajos), Glaus y Seiz (Suiza) y muchos otros lucharían contra los amateurs de los estados orientales para lograr la mayor gloria de un atleta: una medalla de oro olímpica. Pero la URSS puso las cosas en su sitio muy rápidamente… el terrible circuito, al que había que darle catorce vueltas, tenía 13,5 kilómetros de longitud, para una distancia total de 189 kilómetros. Con

Yuri Barinov detrás del francés Pascal Jules en Tour de Le Sarthe 1981. Fuente: veloliberte92et22.com


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solo tres vueltas recorridas, la mayor estrella soviética, considerado como el mejor ciclista amateur del mundo, Serguei Soukhoroutchenkov, lanzó un ataque, cuya rueda siguieron Barinov y el polaco Czeslaw Lang. El trío trabajaba conjuntamente mientras el pelotón se descomponía entre las empinadas rampas del circuito. A cuarenta kilómetros de meta, Barinov, completamente consciente de que no sería posible tener dos campeones y sabiendo que Serguei era el mejor, intentó distraer la atención de Lang, y permitió a Soukho escaparse en solitario. Serguei rodó de manera fantástica para darle el oro a la URSS, mientras que Barinov se dedicó a vigilar a Lang. Ambos esprintaron por la plata. Solo la photo-finish evitó el doblete de la URSS. Pero, aparte de la medalla, el espíritu de sacrificio mostrado en beneficio del equipo le valió para ser condecorado con la Orden de la Amistad de los Pueblos. Además, se ganó un lugar en el equipo de la URSS para el Tour de l’Avenir; ¡la mejor carrera amateur de todas! Soukhoroutchenkov, que había vencido en 1978 y 1979, era el campeón vigente. Kapitonov no esperaba otra cosa que la victoria de la URSS. Las cosas empezaron bastante bien para los rojos. Tras la contrarreloj por equipos y la etapa de media montaña con final en Saint-Etiènne, la URSS lideraba la prueba con Ramazan Galetdinov. Al día siguiente, otra etapa montañosa y... ¡Barinov de amarillo! ¿Podría este debutante tardío hacer el doblete Carrera de la Paz-Tour de l’Avenir? Desgraciadamente, el sueño comenzó a desvanecerse para él y su equipo en los Alpes. Se formó un potente grupo que sacó más de un minuto al pelotón. Un desconocido sudamericano llamado Alfonso Flórez se hizo con el maillot de líder… Colombia era famosa por sus espectaculares escaladores, aunque era un equipo completamente incapaz para las contrarrelojes y el terreno llano. Pero Flórez mantuvo el maillot al día siguiente en una difícil crono en Divonne-les-Bains. A pesar de todos los ataques de Soukhoroutchenkov y Morozov, los escaladores soviéticos más talentosos, nadie pudo doblegar

la excepcional resistencia del pequeño Flórez. Por supuesto que, en la URSS, a pesar de su énfasis en la colectividad que a veces -incluida esta carrera- les impedía que se enfocaran solamente en trabajar para un único jefe de filas, todos sabían que Soukho era el corredor más completo. En esta ocasión todos trabajaron indirectamente para él, incluso Barinov. Pero nuestro protagonista estaba en tal estado de forma que logró anotarse la montañosa novena etapa entre Morzine y La Clusaz, Al día siguiente, en una etapa montañosa entre La Clusaz y Saint Julien-en-Genevois, otro ataque imponente le dio la victoria a Barinov. Todos tenían puesta la mirada en el sector matinal del día siguiente, con final en Le Grand Colombier. Soukho no decepcionó. El soviético tiró con determinación hasta que los colombianos reventaron… pero no fue suficiente. Sin ninguna contrarreloj por disputar, solo el sector vespertino podía cambiar algo la general. Los soviéticos lo dieron todo, pero no tuvieron éxito. Barinov se volvió a llevar otra etapa, la tercera en tres días, pero Flórez se coronó ganador al día siguiente en Divonne-Les-Bains. Lo merecía, sin ninguna duda, pues había luchado contra algunos de los mejores amateurs del mundo. Los soviéticos se tuvieron que conformar con cuatro hombres en el Top10. Galaetdinov se llevó el maillot de la montaña, Barinov el de los puntos -junto a un sexto puesto en la general-, Soukhoroutchenkov el premio de la combatividad, y la URSS la clasificación por equipos. Después de todo, no se puede decir que fuera un mal balance. Sorprendidos nuevamente por las actuaciones de los soviéticos, la legendaria revista francesa Miroir du Cyclisme establecía que, si pudiera convertirse en profesional, Barinov sería un hombre perfecto para las clásicas de las Ardenas, aunque podría aspirar a mucho más. Por si fuera poco, fue segundo tras Soukho en la International Palme d’Or “Merlin Plage”, que consagraba al mejor corredor amateur a nivel mundial.

Barinov afrontaba 1981 con grandes expectativas. Y no decepcionaría. Su año fue un ejemplo de cómo eran de duros los calendarios de los ciclistas soviéticos, haciendo buena la expresión francesa Stakhanoviste du Vélo (estajanovista de la bicicleta). Comenzando con la Vuelta a Cuba, Barinov retornó después a la URSS para la habitual prueba primaveral del Tour de Sochi, competición que ayudaba a Kapitonov a decidir qué corredores merecían un puesto para las carreras más importantes. Barinov ganó y vino a Europa para participar en el Circuite de la Sarthe, por aquel entonces carrera open. Después, terminaría segundo en el montañoso Giro delle Regioni en Italia, y volvería a la Carrera de la Paz. Aquel año lograría además la general del Tour de Luxemburgo y dos etapas de la Vuelta a Eslovaquia, en la que finalizó segundo en la general. En el Tour de l’Avenir repetió el segundo puesto del prólogo, como el año anterior. Su gran temporada le valió para repetir el segundo puesto en la International Palme d’Or “Merlin Plage”, nuevamente tras su compatriota Soukho. Fue el último gran año del soviético, que siguió compitiendo hasta 1985, cuajando buenas actuaciones en pruebas como el Circuit Cycliste de La Sarthe, la Vuelta a Polonia o el Tour de la URSS, aunque ya sin el brillo de sus grandes temporadas anteriores, dando la sensación de que la llama del éxito que lo presentaba como uno de los corredores más importantes del imponente ciclismo de la Europa del Este se iba extinguiendo. En su última temporada, aprovechando que la Vuelta a España abría sus puertas a los corredores amateurs del otro lado del Muro, disputaba su única gran vuelta, siempre en las filas del seleccionado soviético. Pasó sin pena ni gloria por la ronda española. Aunque logró terminarla, finalizó en una discreta 72ª posición de la general, a más de dos horas de “Perico” Delgado.


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Charly Gaul en el Monte Bondone, Giro’56. Fuente: lfgss.com


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Luxemburgo

Pequeño país de ciclismo Alberto Díaz Caballero

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n el corazón de Europa. Cerca de todo. Con un nivel adquisitivo de los más altos del continente en una pequeña nación sin salida al mar. Limita con Bélgica, Francia y Alemania. Su capital es sede de organismos oficiales de la Union Europea como el Tribunal de Cuentas y el Tribunal de Justicia. Sin destacar por ser un país excesivamente montañoso, cuenta con una buena extensión boscosa dentro de su territorio con el macizo de las Ardenas en su extremo norte. Apenas medio millón de habitantes para el Gran Ducado de Luxemburgo, país que también ha tenido sus momentos de protagonismo en el mundo del ciclismo.

Luxemburgo es la patria de nacimiento de François Faber, vencedor del Tour de Francia de 1909, Nicolas Frantz, triunfador en la ronda gala en 1927 y 1928, del gran Charly Gaul, uno de los mejores escaladores de todos los tiempos, vencedor de la Grande Boucle en 1958 y de los Giros de Italia de 1956 y 1959, y de los más recientes hermanos Schleck, Frank y Andy. También el padre de ambos, Johnny, fue uno de los más fieles gregarios de Luis Ocaña en el conjunto BIC que además logró conquistar una etapa de la Vuelta Ciclista a España de 1970. La capital del Gran Ducado ha sido también testigo de la salida del Tour de Francia en dos ocasiones. La primera grand départ tuvo lugar en 1989 con un prólogo contrarreloj por las calles de Luxemburgo que no solo

da nombre al pequeño país, sino que también es la capital. Aquella fue una jornada de mal recuerdo para el ciclismo español, aunque hoy queda como una peculiar anécdota protagonizada por el carismático Pedro Delgado. El segoviano acudió a la salida de Luxemburgo como vencedor de la edición anterior del Tour y, sin lugar a dudas, como uno de los favoritos para vencer en 1989. El ciclista de Reynolds realizó una vuelta de calentamiento por las calles anexas a la rampa de salida sin tener en cuenta la hora a la que debía dar las primeras pedaladas en aquel Tour. Por aquel entonces no se llevaban los rodillos. Perico perdió la noción

del tiempo conversando con Thierry Marie, que ya habia acabado su participación. Llegó a la salida, después de que medio equipo anduviera en su búsqueda. Jose Miguel Echávarri, acompañado aquel día por Arturo Romaní, mandatario de su nuevo patrocinador, Banesto, echaba humo al ver cómo su jefe de filas había perdido el Tour de Francia antes de empezarlo. Dos minutos cuarenta segundos fue la desventaja con la que comenzó el prólogo. Más tarde llegaría la genial remontada del segoviano que acabó tercero en el podio de aquel Tour, el de los famosos ocho segundos de diferencia entre Lemond y Fignon.


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Fuente: France3

En 2002, con otro prólogo, prácticamente de la misma distancia que en 1989, se daba inicio en el casco urbano luxemburgués a una nueva edición del Tour de Francia. Lance Armstrong, a la postre vencedor final (en aquel momento), se hacía con el primer maillot amarillo por delante de Laurent Jalabert. Un Tour que no tuvo excesiva historia, y que concluyó con Joseba Beloki, segundo, a más de siete minutos de Lance. Al día siguiente la carrera volvía a transcurrir íntegra por las carreteras del Ducado. Rubens Bertogliati resultó el vencedor de esa segunda etapa y se hizo igualmente con el liderato. Diez años antes, aunque no fue escenario de la salida del Tour, la carrera pasó también por suelo luxemburgués. Con un recorrido orientado a transitar por los principales países de la Comunidad Económica Europea, la gran salida tuvo lugar en San Sebastián. Después de su paso por Bélgica, Holanda y Alemania, llegó el turno de Luxemburgo. Y lo hizo, de nuevo, con una etapa contra el cronómetro que se antojaba clave para el devenir de la prueba. En aquellos más de sesenta

kilómetros de contrarreloj asistimos a una de las mayores exhibiciones ciclistas de la historia moderna de este deporte. Miguel Induráin voló en los alrededores de la capital de Luxemburgo. No existe nadie que pueda ni acercarse a lo conseguido aquella tarde por el navarro. Dobló a Armand de las Cuevas, que además fue segundo en la etapa, e hizo lo propio en el kilómetro final con Laurent Fignon, que había salido seis minutos antes que el ciclista de Banesto. Aquel día los calificativos y elogios para el corredor español fueron innumerables. El Extraterrestre, como le bautizaron algunos de sus rivales y la prensa francesa, dio en Luxemburgo un golpe definitivo para lograr su segundo Tour de Francia. No solo en la capital se han disputado etapas de la gran ronda francesa. Esch-Sur-Alzette, la segunda ciudad del pequeño Gran Ducado, ha sido testigo de la llegada del Tour de Francia en 1968, con victoria para el francés del BIC Charly Grosskot, y en 2006 con el triunfo de Robbie Mcewen en la tercera etapa de aquella edición que será recordada

por la caída y posterior abandono de Alejandro Valverde que vestía el maillot de líder del extinto UCI Pro Tour. No solo el Tour de Francia ha llegado hasta esta localidad. El Giro de Italia la eligió como final de etapa en la edición de 2002 con victoria para Mario Cipollini. Antes, en 1973, la Corsa Rosa tuvo su salida en Bélgica, y días después hizo escala en la capital de Luxemburgo. El vencedor fue el ilustre clasicómano Roger de Vlaeminck. Además del paso de las grandes vueltas, cada mes de junio, desde 1935, se disputa el Tour de Luxemburgo, encuadrado dentro del Europe UCI Tour y que consta de cinco etapas. Un pequeño país pero que, de una forma u otra, forma parte de la historia del ciclismo profesional, por no mencionar, que al igual que todos los países de su entorno el uso de la bicicleta es fundamental en la vida diaria de sus habitantes. Todo apunta a que en la edición 2017, con salida en la ciudad alemana de Dusseldorf, Luxemburgo y sus carreteras volverán a ser protagonistas en alguna de las primeras etapas de la carrera.


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Qhubeka

África renace en bicicleta Asier Jiménez Larzábal

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ada vez que estamos frente a nuestra pantalla más cercana, viendo el Tour, la Vuelta, el Giro o cualquiera de las grandes carreras de este deporte, no somos conscientes de que hay un equipo al que le mueve otra pasión distinta a la de ganar por el mero hecho de ganar. Ese no es otro que el Team Dimension Data presented by Qhubeka. El equipo sudafricano lucha por los sueños y las ilusiones de miles de personas que ven en ellos un espejo donde mirarse, una motivación para prosperar. Y justo eso significa la palabra Nguni “Qhubeka”: prosperar, progresar, continuar. Esa palabra da nombre a una organización sin ánimo de lucro que tiene como objetivo el desarrollo de las comunidades rurales de Sudáfrica a través de la bicicleta.

La organización, fundada en 1998, comenzó con la esperanza de llevar internet a las remotas zonas rurales de Sudáfrica. En 2005, sin embargo, la organización cambió su objetivo y se centró en dotar a los niños de las zonas rurales de bicicletas. A día de hoy, más de 54 000 bicicletas han sido repartidas por la organización en toda Sudáfrica. Aunque parezca que se limitan al territorio que una vez fue azotado por el Apartheid, la realidad es que la organización se engloba dentro de otra mayor llamada World Cycle Relief, que promueve el mismo tipo de desarrollo a escala global. El sistema de Qhubeka es bastante sencillo. El progreso viene de la mano del desarrollo de la sociedad. La típica metáfora del pez o la caña se

aplica aquí perfectamente, y es que Qhubeka no da las bicicletas gratis, lo hace a cambio de trabajos de mejora de las propias comunidades de los individuos a los que se les entregan las bicicletas. Una estrategia certera que sin duda promueve el progreso del individuo a través del progreso de una comunidad que necesita de sus habitantes para crecer.


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Qhubeka, además, tiene cinco proyectos que potencian las comunidades de maneras muy diferentes. * Qhubeka Eco pide, a cambio de la bicicleta, trabajos en beneficio de la comunidad y el medio ambiente; entre los que se encuentra la plantación de árboles para la comunidad. * Qhubeka Education cambia el foco de acción y se centra en distribuir bicicletas a alumnos, profesores y voluntarios escolares para facilitar el acceso a la escuela, haciendo especial hincapié en la educación de las niñas, que suponen la gran esperanza de las comunidades rurales. * Qhubeka Enterprise facilita modelos de negocio que se basen en el uso de la bicicleta como medio de transporte y de negocio. Son mayoritariamente micronegocios que ayudan al miniempresario a ganarse la vida de forma digna. * Qhubeka Health, por otra parte, tiene por objetivo ayudar a los trabajadores de la ONG LoveLife a implementar programas comunitarios de salud y bienestar. Para ello los voluntarios son dotados de las famosas bicicletas Buffalo de Qhubeka.

El trabajo de la organización se ve respaldado con unas cifras que son sin duda alentadoras y que muestran que el desarrollo está llegando a estas zonas rurales a pasos agigantados. El tiempo de desplazamiento de los niños se reduce en un 75%, la capacidad de carga de un hombre o una mujer es cinco veces mayor gracias a la Buffalo, y las notas y la asistencia a clase mejoran entre un 25% y un 18% respectivamente. Por eso es tan importante que las Buffalo sean accesibles, pero también que estén diseñadas y pensadas para ser unas bicicletas duras, resistentes y preparadas para moverse por las zonas más recónditas de la Sudáfrica rural. Esta bicicleta ha sido creada para durar y para evitar averías. Se estima que está concebida para hacer unos 15 000 kilómetros al año. Por si fuera poco, la bicicleta viene acompañada de un conjunto de accesorios esenciales compuesto por un casco, un candado, un inflador y las herramientas necesarias para mantener y cuidar la bicicleta.

Las bicicletas cambian vidas y hacen que el progreso llegue a zonas que nunca antes hubiesen imaginado el efecto que tendría nuestra amada máquina en sus vidas y en su día a día. Por todo ello, cuando estéis en la salida o en la llegada de una carrera y veáis el bus de Dimension Data, venced el rubor y acercaos a cualquiera de los auxiliares, preguntadles por la hucha en la que se puede contribuir con Qhubeka y haced una pequeña donación. Siempre va con ellos, donde quiera que vayan, y los corredores, los miembros del staff y la gente que rodea a nuestro querido deporte hacen contribuciones siempre que pueden. ¿Por qué vamos a ser nosotros menos? Y si durante la carrera no tenéis acceso siempre podéis comprar la pulsera que ha sacado la organización para recaudar fondos. Saber que estamos cambiando vidas a través de un proyecto tan bien estructurado es gratificante, por eso os animo a que entre todos ayudemos a Qhubeka y sigamos haciendo del ciclismo una herramienta de cambio en las sociedades y en el mundo.

Por último, Qhubeka Sports es quizás el proyecto más cercano a nuestro interés desde el punto de vista ciclista. La organización se vuelca en la realización de eventos deportivos y en la dotación de un equipamiento deportivo y un apoyo para desarrollar talentos que puedan servir de inspiración a las comunidades más desfavorecidas. Este trabajo se ve maximizado más aún por el buen hacer de la escuadra que desde 2011 lleva patrocinando la organización africana. El equipo es un medio de desarrollo para atletas africanos, un fin para aquellos que han llegado al nivel más alto como Merhawi Kudus, Daniel Teklehaimanot o tantos otros, y una aspiración para esa África negra que viene empujando fuerte desde abajo y que probablemente gane, en no mucho tiempo, un Tour de Francia. Gruber Images


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Píxeles a dos ruedas Ciclismo y videojuegos Sergio Espada

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os locos años 80, al margen de las hombreras, los pelos cardados, las camisetas acid y los culebrones venezolanos de bajo pelaje, nos dejaron un sinfín de momentos inolvidables, de recuerdos imborrables. En los 80 vimos el fin de la Guerra Fría, alguno de los mejores Tours de Francia de la Historia y a Michael Jackson convertirse en el Rey del Pop. En los 80 cayeron viejos muros y se fraguaron eternas alianzas, matrimonios que, treinta años después, se mantienen con el brillo y esplendor de sus primeros días. Uno de los más rentables es el que unió, probablemente para la eternidad, videojuegos y deporte.

En los 80 la industria del videojuego había comenzado a desplegar sus alas. En los hogares más acomodados comenzaban a aparecer los primeros ordenadores personales y consolas. Marcas como Amstrad, Commodore o Spectrum copaban el mercado con sus máquinas de 64 kas -128 si eras de los potentados- y comenzaban a formar parte del vocabulario más recurrente de la chavalería de entonces en recreos y cartas a los Reyes Magos. En las salas recreativas, locales repletos de máquinas de los más dispares videojuegos, aparecieron los primeros y muy rudimentarios simuladores deportivos. Para cuando la década tocaba a su fin, raro era el

chaval que no había invertido buena parte de su tiempo -y de su paga- en el nuevo pasatiempo universal de la clase media. Y en mitad de esta vorágine tecnológica, el ciclismo buscaba encontrar su hueco dentro de un mundo donde las reglas de uno no parecían casar especialmente bien con la lógica del otro. Esta falta de sintonía entre estos dos universos pudo ser la causa fundamental del largo y complicado camino que ambos debieron recorrer durante casi dos décadas hasta encontrar, por fin, el anhelado edén donde coexistir de forma fructífera y armoniosa.


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Tour´91, a rueda de Perico Dos años después de la salida al mercado de Perico Delgado llegaba a las tiendas este Tour’91, que heredaba de su hermano mayor la lógica del juego, algo simplificada para hacerla, a priori, más jugable, y que mejoraba notablemente a nivel gráfico. Por contra, perdía por el camino el apellido, en algo que empezaba a ser tendencia ya entre el resto de simuladores deportivos.

Perico Delgado, primer asalto En los albores de la era de los videojuegos, sus fabricantes tenían la convicción de que el mejor reclamo para vender su producto era darle el nombre de alguna de las estrellas del momento. Así, en España, tuvimos el Fernando Martín, el Míchel o el Perico Delgado, maillot amarillo como los primeros intentos de levantar dinastías deportivas sobre las espaldas de las por entonces grandes figuras deportivas de nuestro país. Aquellos primeros proyectos requerían aún de un considerable grado de imaginación para dar por bueno que lo que estabas viendo en la pantalla de tu consola tenía algo que ver con el deporte que luego veías en televisión o que practicabas con tus amigos. Pero a pesar de esta lógica rusticidad, en el caso del fútbol sobre todo y, en menor grado, en el del baloncesto, el espíritu del deporte parecía capturado y era cuestión de esperar a que la tecnología permitiese desarrollar lo que ya comenzaba a vislumbrarse como todo un inabarcable universo de posibilidades. No era así con el ciclismo y, aunque aquel Perico Delgado, maillot amarillo constituía todo un logro a cierto nivel, no pasaba de ser un juego con nombre de ciclista pero que de ciclismo tenía poco. Dividido en cuatro etapas; cronoescalada, descenso, llano y sprint, cada una de ellas fun-

cionaba de manera independiente, ofreciendo una clasificación al final de cada una. El usuario sólo podía controlar a un ciclista y la forma de hacerlo variaba de una etapa a otra. Así, en la cronoescalada o el sprint, había que pulsar dos teclas de forma casi simultánea de manera que, cuanto más rápido lo hicieses, más rápido se movería tu corredor. Como curiosidad, incluía un sistema de “marchas” para encontrar el mejor ritmo de subida representado gráficamente como un cambio de piñones y plato y que, en realidad, eran 6 niveles de intensidad de pedaleo. Por contra, en la bajada o en el llano el juego seguía más la lógica de simuladores de coches y motos, de manera que tenías que ir adelantando corredores de un disperso pelotón sobre un sinuoso recorrido. Cuando tocabas los bordes de la carretera, tu corredor se detenía y un buen puñado de corredores, te adelantaba, teniendo que volver a empezar. Con todo, Perico Delgado funcionó bastante bien, tanto en ventas como en reputación. Era bastante jugable y, lo que es más importante, enormemente adictivo. Puede que no funcionase como simulador de ciclismo propiamente dicho, pero, como videojuego, constituía un hito innegable. Tal es así que treinta años después se llegó a sacar una edición especial para móvil, conmemorativa.

Tour’91 constaba, al igual que Perico Delgado, de cuatro fases; contrarreloj, llano, escalada y sprint. En este caso la contrarreloj era la fase en la que el usuario se dedicaba a destrozar el teclado aporreando teclas simultáneamente, dejando la vista cenital para el llano y la subida. La principal novedad, al margen de perder el sistema de cambios para la cronoescalada de la primera versión, vino en la última fase, la del sprint. Disputada sobre una vista frontal, el usuario debía pulsar repetidamente la barra espaciadora con el fin de lanzar a su corredor. Pero además tenía que moverle arriba y abajo sobre el plano frontal para evitar que otros corredores le obstaculizasen. Esta mezcla de agilidad y destreza constituía la principal novedad de un videojuego que, sin embargo, no funcionó tan bien como se esperaba, y, desde luego, como su predecesor, en parte porque al simplificar la lógica del juego, éste se había vuelto excesivamente fácil, tanto que con unas pocas partidas cualquier usuario medio avispado conseguía dominarlo por completo. En aquellos tiempos, dos años de evolución eran una Era y los cambios que había experimentado el proyecto - no olvidar que tanto Perico Delgado como Tour’91 pertenecían a Topo, una división de la empresa española de videojuegos Erbe - eran tan irrelevantes que prácticamente nació desfasado. Pero al menos aportó algo que luego se convertiría en un clásico de ciertos títulos míticos: un editor. Y es que en 1991, Erbe ya había entendido que donde tenían que ir los nombres de los deportistas no era tanto en el nombre del videojuego como en


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el propio juego. Así, aunque Tour’91 no tenía ninguna licencia oficial, cualquier usuario avispado y con tiempo podía pasar un rato editando los nombres de sus rivales, ya fuera para poner en ruta a los Induráin, Bugno o Chiappucci como para devolver a la vida -deportiva- a los Coppi, Merckx, Bartali...

Tour’96, el eslabón perdido Hubo que esperar cinco largos años para encontrarnos con un nuevo simulador de ciclismo en el mercado. Cinco largos años que habían cambiado por completo el mapa no solo de los videojuegos, también de la informática. En 1996 raro era el hogar donde no había un ordenador personal, aunque fuese con un simple procesador de textos con el que hacer los trabajos del instituto o de la facultad -uno de ellos, el más famoso, WordPerfect, llegó incluso a patrocinar un equipo ciclista en las temporadas 93 y 94, en la estructura que luego se convertiría en Rabobank-. Además, la primera generación de videoconsolas ya había llegado al mercado. En 1994, Sony lanzaba la Play Station en Japón y diez meses después llegaba a Europa y Estados Unidos. Además, un nuevo sistema de comunicación entre ordenadores que amenazaba con cambiarlo todo estaba en boca de todo el mundo. Internet daba sus primeros y gigantescos pasos.

En este contexto, los simuladores deportivos también estaban sufriendo una vertiginosa evolución. Los juegos arcade, a la manera del Perico Delgado o del Tour’91 estaban siendo arrinconados por un nuevo formato que, sirviéndose de los avances tecnológicos, ganaban en complejidad y, por eso mismo, en detalles, en realismo. Eran los juegos manager y en ellos el usuario, aparte de disputar el evento de turno -partido, etapa...- tenía que llevar a cabo la gestión completa de un equipo, es decir, fichar, hacer la alineación, renovar contratos, decidir tácticas, etc. Y todo ello ajustándose a un presupuesto inicial. Dentro de este modelo, una empresa española estaba marcando el paso con su producto estrella: el PcFútbol de Dinamic Multimedia era la estela que todos los managers deportivos pretendían seguir por entonces. Así, Digital Dreams Multimedia (DDM) lanzó, en 1996, una completa guía de la temporada en CD, el formato estelar del momento, que incluía un completísimo simulador de ciclismo. Al igual que PcFútbol, el juego de DDM tenía dos modos: arcade y manager. En el primero tan solo se podía disputar una de las tres grandes vueltas de forma aislada, es decir, no había una continuidad entre ellas. Pero el hecho de que pudieses disputar una vuelta entera, con sus veintiuna

etapas completas, ya representaba un avance considerable respecto a lo que ofrecían sus predecesores. Con todo, la mayor novedad era otra faceta heredada de PcFútbol: una potentísima base de datos con los nombres de todos los corredores. Así, una vez elegida la carrera, el usuario pasaba a una ventana donde tenía que elegir el equipo con el que iba a disputarla para, a continuación, seleccionar seis corredores de entre los integrantes de la plantilla. Evidentemente, nada que ver con lo visto hasta entonces. Y todo ello sin salir del modo arcade. Sin embargo, los peros surgían a partir del momento en el que empezaba la etapa. La IA era bastante simplona y el rendimiento de los corredores poco tenía que ver con las valoraciones que cada uno de ellos tenía de manera que, en cuanto se le cogía el truco a la manera de administrar la barra de energía, regulando en las pendientes con el sistema de marchas heredado del Perico Delgado, uno podía conquistar el Tour de Francia con el corredor que se propusiese sin excesivos problemas. Por otra parte, aunque el usuario elegía equipo y dentro de este, escogía a los corredores que quería llevar a cada ronda, a la hora de disputar la etapa solo podía manejar a uno de ellos. En cuanto al modo manager, la principal novedad era, sin duda, la gestión


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administrativo-deportiva del equipo porque el simulador era exactamente el mismo que en el modo arcade. Así, si uno soñaba con juntar a Induráin, Jalabert, Pantani y Berzin en una sola escuadra, tenía la oportunidad de hacerlo jugando con los sueldos y los presupuestos. Algo a priori muy seductor, pero con un recorrido relativamente corto pues una vez conseguido, y no era difícil, el modo manager perdía toda su gracia. PcTour’96 no funcionó muy mal, de hecho, hubo una nueva versión en 1997, y sentó algunas bases de lo que debía ser un simulador de ciclismo en el futuro, dejando el terreno abonado para lo que estaba por venir.

EuroTour y Cycling manager: hombre rico, hombre pobre Con el siglo XXI recién estrenado, los videojuegos se estaban adentrando en su Edad de Oro. El boom de internet y de las videoconsolas se había visto acompañado por un vertiginoso progreso tecnológico. Los ordenadores tardaban menos de un año en quedarse obsoletos y si querías mantenerte al día en lo que a videojuegos se refería tenías que cambiar tu PC cada dos años ¡como mucho!

El ciclismo, por su parte, vivía horas inciertas. El affaire Festina del Tour’98 unido a la expulsión de Pantani en el Giro’99 a una jornada del final, convertían las sospechas de dopaje masivo en algo más que hipótesis. Con todo, los aficionados al ciclismo seguían esperando ese videojuego definitivo que pusiese su deporte en el mapa de los simuladores deportivos de una vez por todas y que supusiese para ellos lo que FIFA o NBA Live suponía para los aficionados al fútbol o al baloncesto. Pues bien, en 2001, sus ruegos iban a ser escuchados... por partida doble. Por supuesto, la respuesta no podía venir de otro lado que no fuese de dos de los países con más tradición ciclista del mundo: España y Francia. Dinamic Multimedia vivía sus días de vino y rosas y, aunque negros nubarrones se vislumbraban en el horizonte, lo cierto es que la compañía española había convertido la saga PcFútbol en la más exitosa de la historia del videojuego en España hasta entonces. Tanto que se había permitido sacar una versión de baloncesto, PcBasket, que sin llegar a ser rentable se podía mantener gracias al impulso de su hermano futbolero. Así, en 2001, DM decidió adentrarse en el por entonces turbulento mundo del

ciclismo con su apuesta, a la que bautizó como EuroTour. Siguiendo la lógica de PcFútbol, Dinamic ponía en el mercado el mejor simulador de ciclismo jamás visto hasta ese momento. Curiosamente, ese mismo año, en Francia, Cyanide, una empresa fundada en el año 2000, lanzaba su propia versión de un simulador ciclista al que bautizó como Cycling Manager. ¿Casualidad? ¿Espionaje industrial? Quién sabe... Las similitudes eran tantas entre ambos videojuegos que resulta complicado analizarlos por separado. Ambos bebían, indudablemente, de lo que se estaba haciendo en ese momento dentro del sector en el ámbito de los simuladores deportivos. En este punto EuroTour contaba con la ligera ventaja de no tener más que adaptar la lógica de PcFútbol o PcBasket a su producto, algo que le permitió ganar la batalla, al menos en este ámbito, a su hermano francés. En cualquier caso, ambos eran la evolución lógica de lo que se había visto en Tour’96, con lo que la renovación de contratos y los fichajes seguían siendo el plato fuerte de esta faceta. En cuanto al simulador, Cyanide consiguió aventajar a DM básicamente por el mero hecho de que en su juego


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se podía disputar toda la temporada mientras que en EuroTour sólo podías visionar las 3 Grandes, relegando el resto del calendario a un papel secundario que convertía su disputa en un mero pantallazo donde se reflejaban las clasificaciones del día. En cualquier caso, ambos proponían una revolucionaria forma de interactuar con los corredores: el usuario ya no tenía que aporrear teclados o conducir a los corredores por un circuito como si fuesen motos. Ahora se limitaba a gestionar sus esfuerzos a través de órdenes directas y además controlaba a todos los corredores del equipo presentes en la carrera. Es cierto que en este sentido, en aquella primera versión, la IA tenía bastantes agujeros pero se habían sentado unas bases fundacionales sobre las que edificar el futuro. Sin embargo, como una suerte de hermanos gemelos separados al nacer, el recorrido que ambas sagas iban a tener en los siguientes años iba a ser mucho más dispar de lo que su aparición parecía indicar. Llamados a convertirse en eternos rivales como ya empezaba a suceder con el FIFA de EA Sports y Pro Evolution Soccer de Konami, la feroz competencia duró tan solo un año, justo lo que tardó en quebrar y echar el cierre Dinamic Multimedia matando no solo a EuroTour, también a la -su- gallina de los huevos de oro que había supuesto PcFútbol.

Por su parte Cycling Manager siguió creciendo, pasando en 2005, año del advenimiento del Pro Tour, a denominarse Pro Cycling Manager y convirtiéndose, con el tiempo, en una de las sagas de videojuegos más consolidadas del mercado. Con una versión anual desde su nacimiento, en 2016 ha alcanzado su décimo sexta edición y, en esta década y media, el producto no ha hecho sino crecer a todos los niveles. De aquel primer Cycling Manager de 2001 hasta el Pro Cycling Manager de 2016 han sido innumerables los cambios experimentados en la franquicia de las dos ruedas, tanto que sería materia de otro reportaje analizarlo detalladamente. Baste decir, por tanto, que Pro Cycling Manager se ha convertido en el simulador que cualquier aficionado al ciclismo soñaba allá por los primeros años 90, cuando ponerte al comando de un equipo ciclista, aunque fuese pixelado, era casi una quimera. Con una IA cada vez más pulida, Cyanide se ha servido, desde hace tiempo, de uno de sus grandes puntos fuertes para seguir creciendo de forma inexorable, a saber, su enorme y consolidadísima comunidad internacional. Y es que Pro Cycling Manager cuenta con una de las comunidades de foreros más rica y productiva del mundo del videojuego, de hecho, algunos de sus primeros y más prolíficos colaboradores acabaron siendo contratados por la propia Cyanide.

A demanda de aquellos, Pro Cycling Manager fue incluyendo, con el tiempo, un editor de base de datos primero y un editor de etapas posteriormente que han multiplicado ad infinitum las posibilidades de la saga, siendo posible encontrarse parches con los que uno puede disputar el Tour de Francia con sus personajes de dibujos animados favoritos, los 200 mejores ciclistas de la Historia o los equipos de la Champions League de fútbol sobre un trazado que recorra Europa de Lisboa a Moscú en cuarenta y dos etapas. En este sentido, ahora mismo, los límites son la imaginación del usuario. Pero queda trabajo por hacer. Centrados en mejorar la IA y su jugabilidad, Cyanide no ha puesto aún el acento en algo que, entre los usuarios más exquisitos, al menos de otras sagas deportivas, suele generar mucho interés, que son las animaciones individualizadas. Así, en el futuro, la empresa francesa quizá deba esmerarse en conseguir dar un estilo propio de andar en bici a cada corredor, al menos a los más famosos. Ver a Froome dando sus particulares cabezadas, a Contador bailoteando sobre los pedales o a Sagan entrando en meta haciendo el caballito puede ser la guinda a un pastel que hace tres décadas nos parecía ciencia-ficción. Y, sin embargo, aquí estamos, en un futuro que casi ni nos atrevimos a soñar. Por lo visto, era tan solo cuestión de tiempo.


Road&Mud Magazine 23

PCM 2010 - Season 2010-06 (Cima del Gavia, Giro)


24 Road&Mud Magazine

Prรณximo ejemplar Marzo 2017


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