Road&Mud Magazine #1

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Pedaladas que escriben historias

Diciembre 2015 - Número 1

Road&Mud MAGAZINE

Violeta, antecesor del arco iris

Madonna di Ghisallo

Arregui Velázquez

Antes del Mundial de Nürburg de 1927 ya se celebraron algunas pruebas que también se autocalificaron como Mundiales.

En la Lombardía italiana se encuentra la “patrona” de los y las ciclistas. Hoy llegamos hasta esta capilla recorriendo sus bonitos alrededores y descubrimos algunos de los tesoros que allí se encuentran.

Artista, artesano, constructor…. “Rompiendo moldes” para conseguir magníficos productos con los que satisfacer a sus clientes. Entrevista para quien quiera huir de estereotipos.


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Sumario Ya tenéis aquí el número 1 de la revista de Road and Mud. De entrada, lo primero que observaréis respecto a nuestro número 0 son los cambios en la edición y en la maquetación. Hemos conseguido una revista visualmente más agradable para que os resulte más fácil leer nuestros contenidos. Y todo ello gracias al trabajo de un nuevo miembro del equipo, el editor Sergi Faja. También hemos realizado fichajes en redacción: Borja Lázaro, Abdón Ramiro y Ángel Olmedo se suman al grupo. Lo que no ha variado es nuestro objetivo: seguir transmitiendo a nuestros lectores y lectoras cultura ciclista. Hemos escogido el lema “Pedaladas que escriben historias”. Lo que para algunos lectores será simplemente recordar sucesos ya conocidos, para otros será conocerlos por vez primera. Pero que nadie piense que lo sabe todo. Os animo a que os adentréis en nuestra revista y averigüéis quién nos dice: “nunca se deja de aprender y entiendo que si algo te gusta de verdad es una tendencia natural”. En este número haremos un ejercicio de peregrinación ciclista; peregrinación tanto en lo geográfico como en lo temporal. La excursión partirá desde los Estados Unidos de América; en concreto desde Chicago, en el final del siglo XIX, en los albores de este nuestro deporte. De un brinco, saltaremos a Madrid. La capital española tiene en este número protagonismo triple: rememoraremos la Clásica Internacional a los Puertos de Guadarrama, carrera que hizo que uno de nuestros colaboradores conociera el ciclismo de cerca. Además, en una excepcional entrevista, el constructor de cuadros de bicicletas Andrés Arregui Velázquez romperá muchos mitos sobre nuestras burras de acero. También recordaremos cuando el Estadio Santiago Bernabéu acogió el final de la Vuelta Pedaladas que escriben historias

a España en 2002, momento en el que la carrera deportiva de Aitor González alcanzó su cenit. Toda expedición ciclista que se precie debe pasar por los adoquines cercanos a Roubaix. También lo haremos en esta. Rememoraremos aquella París-Roubaix que viajó a Suecia, ya en este siglo XXI, de las piernas de Magnus Bäckstedt. Y estando tan cerca, cómo no hacer una parada en Bélgica para recordar a un corredor atípico: Ludo Dierckxsens, el ciclista que fue veterano durante toda su carrera deportiva profesional y de quien, el ilustrador Miguel Ángel Zapatera Blázquez, Zapa, ha hecho una magnífica caricatura. Y de Bélgica a Italia. Muy cerca de nuestro final, una parada en Bergamo. El Trofeo Baracchi de 1962 y la descomunal pájara padecida por Jacques Anquetil cuando fue pareja de Rudi Altig. ¿Venció? ¿No venció? Tendréis que leerlo para saberlo. Y desde Bergamo solo hay un paseo hasta llegar al santuario de Madonna del Ghisallo, donde pondremos punto y final a este número 1 de la revista de Road and Mud.

STAFF Dirección: Víctor Díaz Gavito Raúl Ansó Arrobarren Redacción: Alberto Díaz Caballero Ricardo de Miguel Ángel Olmedo Jiménez Borja Lázaro Diseño: Sergi Faja Corrección: Abdón Ramiro Vázquez

¡¡Comienza la excursión!!

Contacto Web www.roadandmud.com Mail roadandmud@gmail.com Twitter @_RoadAndMud

“Cuando veo a un adulto en una bicicleta, no pierdo las esperanzas por el futuro de la raza humana” H.G. Wells Ilustración de portada “Ramon Casas i Pere Romeu en un Tandem” Ramon Casas - 1897


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Contenido El violeta, el antecesor del arco iris Raúl Ansó Arrobarren

Trofeo Baracchi 1962. La pájara del ciclista perfecto Víctor Díaz Gavito

Aitor González. Cuando el Coliseo se rindió al traidor Ángel Olmedo Jiménez

El adoquín que viajó a Suecia Alberto Díaz Caballero

Passo del Stelvio

Clásica Internacional a los Puertos del Guadarrama Borja Lázaro

Madonna di Ghisallo Alberto Díaz Caballero

Ludo Dierckxsens. El calvo de la gran sonrisa Víctor Díaz Gavito

Arregui Velázquez. Cuadros de acero hechos a mano en Madrid Ricardo de Miguel

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Antes del Mundial de Nürburg de 1927 ya se celebraron algunas pruebas que también se autocalificaron como Mundiales. Os contaremos cómo se fraguó y disputó una de ellas en Chicago.

Un episodio bastante desconocido en la carrera deportiva de Jacques Anquetil en una disciplina, la contra reloj, en la que destacó sobre manera.

En el año 2002 el Real Madrid C.F. cumplió cien años de historia y la Vuelta decidió homenajearle concluyendo su trazado en su estadio. Os contamos cómo transcurrió la Vuelta a España de aquel año y algunos asuntos sobre su vencedor. La Paris-Roubaix de 2.004 tuvo un vencedor perteneciente a uno de uno de los países no tradicionales en el mundo del ciclismo.

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Detalles de esta carrera actualmente, como tantas otras en España, desaparecida. Reviviremos su última edición en 2008.

En la Lombardía italiana se encuentra la “patrona” de los y las ciclistas. Hoy llegamos hasta esta capilla recorriendo sus bonitos alrededores y descubrimos algunos de los tesoros que allí se encuentran. Un ciclista belga atípico. Uno de nuestros queridos ciclistas frikis a los que vamos recordando en nuestra revista. Independientemente de sus triunfos, muy conocidos por los aficionados.

Artista, artesano, constructor… qué decir de este autodidacta. “Rompiendo moldes” para conseguir magníficos productos con los que satisfacer a sus clientes. Entrevista para quien quiera huir de estereotipos en materia de bicicletas.

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El violeta, el antecesor del arco iris

El violeta, el antecesor del arco iris Raúl Ansó Arrobarren

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n septiembre de 2015 se celebraron los Campeonatos del Mundo de Ciclismo en Ruta en los Estados Unidos de América, concretamente en la ciudad de Richmond. El antecedente más próximo de este evento en ese país organizador era la edición de 1986. En aquella ocasión, los campeonatos se celebraron en Colorado Springs. Uwe Ampler venció en la categoría amateur y Moreno Argentin hizo lo propio en la de profesionales. En este artículo nos “atreveremos” a poner en duda si esos mundiales de Colorado Springs fueron los primeros que se celebraron en el país del tío Sam.

La historia oficial marca que los primeros mundiales de ciclismo en ruta para profesionales se celebraron en la ciudad alemana de Nürburg en 1927. Aunque con anterioridad se celebraron pruebas que se autodenominaban con la categoría de “Mundiales”. Es preciso saber que a finales del siglo XIX, para celebrar un evento con ese carácter de “mundial”, o bien los ciclistas europeos, o bien los americanos, debían emprender un viaje en barco para cruzar el Océano Atlántico. No había otra. Además, en aquella época, las estructuras rectoras de nuestro deporte estaban creándose. Las distancias y los deficientes sistemas de comunicación hacían que muchas de esas estructuras tomasen decisiones… digámoslo… “autónomamente”. Pero quizás lo más curioso en este contexto es el hecho de que, Pedaladas que escriben historias

a finales de ese siglo XIX, por extraño que pueda parecer, los ciclistas ingleses y estadounidenses eran los primeros héroes y dominadores del deporte del pedal por encima de otros europeos como los belgas o los italianos.

carrera protegidos por “entrenadores vivos” que podían ser tres, cuatro o cinco. Aunque no lo podemos asegurar con certeza, suponemos que sería algo similar a como se disputaba la Bordeaux-Paris, sobre la que ya existen fotografías.

Así, los primeros campeonatos mundiales oficiosos se organizaron en Inglaterra en 1874. Y los primeros mundiales ya oficiales se corrieron en Chicago los días 7, 10 y 12 de agosto de 1893.

No sabemos cómo se tomó la decisión de que Amberes acogiese el primer Mundial, si hubo o no votación... pero los ingleses y, sobre todo, los estadounidenses no la acataron. Estos últimos exigieron para sí la organización de aquellos primeros mundiales oficiale y... la International Cycling Assotiation aceptó.

El primer organismo ciclista de carácter mundial fue la International Cycling Association. Esta asociación se reunió en conferencia por primera vez en noviembre de 1892 con la presidencia del holandés Frans Netscher. Una de las decisiones que se tomaron en aquella reunión fue la de celebrar anualmente unos campeonatos mundiales sobre un vehículo denominado en aquellos momentos como safety. Este safety era en esencia la actual bicicleta, que en la última década del siglo XIX ya había arrollado a triciclos, draisinas, celeríferos… La ciudad que debía organizar el evento era la villa flamenca de Amberes, pues esos primeros mundiales fueron adjudicados a la Liga Velocipédica Belga. En esas pruebas sólo podrían participar ciclistas amateurs. Se establecieron tres distancias: velocidad sobre una milla (nótese la influencia británica en la decisión), velocidad sobre diez millas, y medio fondo. Esta última prueba se correría sobre 100 kilómetros y los participantes irían en

En 1893, en los terrenos del Club de Béisbol de Chicago, se construyó un velódromo de media milla de cuerda, con un costo de siete mil dólares. Aquellos primeros mundiales resultaron desastrosos en lo organizativo, en la repercusión y asistencia de espectadores y también en lo económico. Hubo muchísimas controversias acerca de qué se consideraba un ciclista amateur y qué se consideraba un ciclista profesional La representación europea fue muy reducida.. Las federaciones de Suiza, Italia, España, Francia… consideraron la reglamentación como muy draconiana y no enviaron ciclistas. Incluso la federación australiana no compartió las tesis del resto de países anglosajones. Para los alemanes, daneses y belgas el mayor inconveniente era el económico: pagar el viaje y la estancia de sus ciclistas durante tantos días.


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Sin embargo, pese a todo, todavía se volvieron a celebrar Mundiales en Norteamérica. En el año 1899 en Canadá y en 1912 en Newark, Nueva York, con sendos nuevos fracasos. Ciñéndonos a lo deportivo, en el Mundial de Chicago, las dos modalidades de velocidad tuvieron al mismo vencedor: el estadounidense Arthur Zimmerman. Zimmerman consiguió una fortuna en premios merced a esas dos victorias pese a esa reglamentación, en principio, exclusivamente para amateurs. La prueba de medio fondo se la llevó el sudafricano Laurens Meintjes. A falta de maillots arcoíris, buenas fueron unas bandas de color violeta para condecorar a los vencedores.

wikipedia.org

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Trofeo Baracchi 1964. La pájara del ciclista perfecto

Trofeo Baracchi 1962. La pájara del ciclista perfecto Víctor Díaz Gavito

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levar el sufrimiento y el dolor por encima de lo máximo soportado por un ser humano normal es una de las capacidades de los más grandes campeones del deporte ciclista. Incluso los más grandes, aquellos que parecen invencibles, caen a veces en las garras del temible hombre del mazo. Las grandes pájaras forman parte de la épica y la historia de la bicicleta, y engrandecen la leyenda de aquellos que han labrado su nombre a base de grandes victorias. Viajamos al 14 de noviembre de 1962. La temporada llegaba a su fin con la última prueba del año, el exigente Trofeo Baracchi, una contrarreloj por parejas de nada menos que 115Km con final en la localidad lombarda de Bergamo. Un dúo sobresalía en la lista de participantes y desafiaba el dominio italiano en el palmarés de la prueba. Nada más y nada menos que el potente alemán Rudi Altig y el mejor contrarrelojista del momento, Jacques Anquetil, ambos del equipo Saint Raphael. El teutón, con 25 años, completaba su primera temporada como profesional en la que se destapaba como un auténtico fuera de serie. Altig se había llevado con autoridad la general de la Vuelta a España además de tres etapas y el maillot de la regularidad, a lo que había sumado otro trío de etapas y el correspondiente jersey verde de los puntos en el Tour de Francia. Por su parte, Jacques Anquetil, que había tenido que abandonar en la Vuelta a

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España por problemas estomacales cuando marchaba segundo, había conseguido su tercer Tour de Francia. Solo una pareja parecía poder hacer sombra al, a priori, imbatible dúo franco-alemán, la formada por los italianos Ercole Baldini y Arnaldo Pambianco. El primero de esta dupla transalpina, apodado como Il treno de Forlì, ya se había llevado el trofeo en cuatro ocasiones: dos junto a Aldo Moser (que en esta edición competía junto a Giuseppe Fezzardi), otra junto al Campionissimo Fausto Coppi, y la edición anterior acompañado del francés Joseph Velly. El Trofeo Baracchi no era una prueba que se le diera bien a Anquetil. Monsieur Crono prefería los esfuerzos

individuales a este tipo de carreras, y no llegaba bien al final de temporada, tras haber planificado su año para su gran objetivo de la Grande Boucle. Pero los contratos mandan y esta dura competición de resistencia era uno de sus últimos compromisos de cada temporada. El francés ya había terminado en tercera posición en una ocasión (junto a André Darrigade) y en segunda en cuatro ocasiones (con Antonin Rolland, Louison Bobet y dos veces con el ya citado Darrigade); tres de ellas tras la pareja formada por Fausto Coppi y Riccardo Filippi. A pesar de los antecedentes la prueba discurría muy favorable para Altig y Anquetil, que, tras setenta kilómetros de carrera, gozaban de una cómoda


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Por fortuna para el bravo alemán, los tiempos se tomaban a la entrada del velódromo. Conseguían, por tanto, salvar la victoria con un escasísimo margen sobre Baldini y Pambianco. Un día heroico que dejaba a dos vencedores con sensaciones muy diferentes. Como recoge el periodista neerlandés Tim Krabbé en su novela El Ciclista (De Renner), en referencia a una entrevista con el gigante alemán, Rudi Altig recordaría esta victoria como la mejor de su carrera, por encima incluso de la Vuelta a España, el Mundial o cualquiera de sus grandes triunfos. El gran campeón Jacques Anquetil, por su parte, demostraba su capacidad de sufrimiento, realizando un esfuerzo agónico que quedará como uno de los episodios más memorables del ciclismo. Pero este episodio también permitía a sus numerosos críticos hacer chanzas sobre su fama de bon vivant, su afición por las ostras y el champán y su meticuloso calendario centrado en objetivos únicos, con el Tour de Francia siempre como protagonista principal. Ciclismo Passion

ventaja sobre Baldini y Pambianco. Rudi Altig, cual caballo desbocado, estaba rodando con toda su fuerza, llevando el peso de la carrera ante un Anquetil que cada kilómetro que pasaba aparecía menos en cabeza del dúo. Sucedía entonces el momento clave. A la altura del kilómetro noventa, Jacques Anquetil, el corredor “perfecto” en la lucha contra el crono, cuya inmaculada planta sobre la bicicleta ilustraba las mejores imágenes de la época, comenzaba a perder contacto con su compañero alemán que parecía no creerse lo que estaba pasando. Rudi Altig miraba para atrás desesperado, reducía el ritmo animando a su compañero a reengancharse, pues no quería perder una victoria que ya notaba cerca. Pero Anquetil no reaccionaba. Cada pedalada iba más desencajado. Como declararía después “iba sumido en la niebla. Solo podía ver formas borrosas y lo único que me preocupaba era conseguir la mayor protección posible a la rueda de Altig”.

El alemán sacaba entonces toda la casta que solo pueden mostrar los más grandes campeones. Realizaba los últimos veinte kilómetros gritando, animando a su compañero, incluso empujándolo del sillín para llevarlo en volandas hacia la meta, aún lejana. A pesar de la buena ventaja que habían conseguido, la pájara del francés podría costarles la victoria.

Las inolvidables imágenes de este heroico día de ciclismo se pueden disfrutar en Youtube, en un vídeo de Archeologia dello Sport que se puede encontrar bajo el título Trofeo Baracchi 1962.

La contrarreloj terminaba en el velódromo, donde el público esperaba la llegada de las grandes estrellas. Pasado el túnel de acceso solo quedaría tomar el giro hacia la pista y dar una vuelta triunfal al circuito. La extenuación de Anquetil llegaba a tal punto que nunca llegó a tomar esa última curva. El francés salía noqueado del túnel y se iba recto, sin ser capaz siquiera de mover su manillar, dándose de bruces contra el suelo. Anquetil recibió un fuerte golpe en la cabeza. Ensangrentado, quedó tan conmocionado que se mantuvo agarrotado en la bicicleta mientras era asistido por los que allí se encontraban, mientras Rudi Altig realizaba la vuelta al velódromo en solitario. Pedaladas que escriben historias


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Aitor González. Cuando el Coliseo se rindió al traidor

Aitor González. Cuando el Coliseo se rindió al traidor Ángel Olmedo Jiménez

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itor González (Zumárraga, 1975) obtuvo su mejor resultado como ciclista profesional, su victoria en la Vuelta Ciclista a España 2002, defendiendo los colores del equipo Kelme-Costa Blanca. Lo consiguió en uno de los templos del balompié internacional, el estadio Santiago Bernabéu, integrando así una curiosa estampa que fusionaba dos disciplinas deportivas de gran raigambre. La llegada de la mayor prueba nacional por etapas al emblemático emplazamiento, que se alza en pleno centro de la capital, en el barrio de Chamartín, justo en la confluencia de la Avenida Concha Espina con el interminable Paseo de la Castellana, respondía a los actos de celebración del centenario de la fundación del Real Madrid Club de Fútbol. El club blanco celebró un amplio elenco de eventos, que incluyó conciertos, homenajes y distintas actividades, pero que se recordará siempre por la final de la Copa de SM el Rey en la que el Deportivo de la Coruña aguó lo que se preveía como una gran fiesta blanca, cosechando la victoria por 1-2 y dando pie a acuñar la, hoy ya clásica, expresión “Centenariazo”. El Bernabéu, estadio que ha obtenido la máxima calificación de la UEFA, fue obra de los arquitectos José María Castell, Manuel Muñoz Monetary y Luis Alemany Soler. Su primera piedra se puso en 1944 y se inauguró tres años después con un Real MaPedaladas que escriben historias

drid–Os Belenenses. Ha acogido la final de la Copa del Mundo de Fútbol de 1982, con victoria del combinado italiano, y la de competiciones como la Champions League o la ya mentada Copa del Rey, además de conciertos de Frank Sinatra, Julio Iglesias o visitas del Papa Juan Pablo II. En ese marco, la organización de la Vuelta quiso efectuar un agasajo a la entidad blanca e ideó una última etapa contra el crono que se disputaría entre el Warner Bros Park y el césped del coliseo blanco.Un trazado de algo más de cuarenta y un kilómetros, que, a la postre, sirvió para dilucidar el vencedor de la general final, y para dar un importante vuelco a las posiciones del pódium. La edición de 2002 de la Vuelta a España contaba con una amplia representación de figuras nacionales encabezada por Ángel Casero, el hombre de Coast y vencedor el año anterior en una agónica crono ante el manchego Óscar Sevilla, que también era de la partida; Joseba Beloki, al que solo Armstrong pudo derrotar en el Tour´02; Roberto Heras, el fiel escudero de Armstrong en la ronda gala; Iban Mayo, capitaneando al Euskaltel; y la presencia de estrellas extranjeras como el vencedor del Giro de Italia´02, Paolo Savoldelli (del Index-Alexia), Gilberto Simoni, Francesco Casagrande y Oskar Camenzind. La ronda partía de Valencia y allí los hombres de ONCE, de Manolo Saiz, demostraron su superioridad en la crono por equipos. Beloki se vistió

con el maillot oro que mantuvo hasta el primer final en alto, en Sierra Nevada, donde venció el italiano Guido Trentin y en el que su compañero Zarrabeitia se colocó en cabeza. La alegría duró solo esa jornada puesto que en la siguiente, con final en La Pandera, Heras se alzó con el triunfo y Sevilla desbancó al vasco en la general. El de Ossa de Montiel, que venía de abandonar en un Tour en el que había trabajado para el colombiano Santiago Botero, se mostró muy fuerte y aguantó tanto la complicada etapa con llegada a Ubrique, como la crono individual en Córdoba, en las que su compañero Aitor González cosechó dos de las tres etapas que se llevaría al zurrón aquel año. El dominio del Kelme estaba siendo inapelable. Los pupilos de Vicente Belda comenzaron la tercera y última semana de carrera, que presentaba platos fuertes como la subida al Angliru, la llegada a la Covatilla y la crono final, con Sevilla líder y Aitor a su lado, a tan solo un segundo. Heras se distanciaba en un minuto y cuarenta y dos segundos. Mayo y Beloki en dos minutos y cuatro segundos. El italiano Trentin era el primer extranjero, octavo a tres treinta y cuatro del liderato. Y fue en el Angliru cuando Heras dio un golpe de autoridad encima de la mesa y desbancó de su privilegiada posición a los hombres de Belda. Se presentó en solitario en la cima asturiana, anticipándose a un rosario de corredores que habían sucumbi-


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do a la escabechina del hombre de US Postal. Beloki compareció a un minuto y treinta y cinco segundos. Seis segundos más tarde lo hizo Casagrande. Mayo perdió un minuto y cincuenta y cuatro segundos. Aitor, junto a los italianos Di Luca y Simoni, llegó a dos minutos y dieciséis segundos. Casero tardó seis segundos más y al líder hubo que esperarle dos minutos y cincuenta segundos. La polémica estaba servida. Aitor había demarrado a siete kilómetros de meta y su ataque había demostrado la debilidad de un Sevilla que no daba crédito. Belda se desgañitaba desde el coche de equipo ordenando parar al vasco. En la meta le llamaría “tonto” y se escenificó, pasados unos días, una rueda de prensa en la que González pidió perdón y Sevilla lo aceptó. En todo caso, la herida estaba abierta y no paraba de sangrar. Para casi to-

dos, González encarnaba la figura del traidor. Sin perjuicio de su recital, Heras no tenía la Vuelta en su mano. Los treinta y cinco segundos con Aitor no eran renta suficiente con la crono de Madrid todavía por disputar. Sevilla, que tan buenas prestaciones había dado en la cronometrada de Córdoba, donde fue segundo, se situaba tercero a un minuto y ocho segundos. El viernes, tras las victorias de Botero en León y de Furlan en Salamanca, la carrera llegaba a la Covatilla, la última oportunidad para que Heras pudiera consolidar su maillot oro. La jornada fue muy propicia para sus intereses. Ganó Santi Blanco, ciclista de un iBanesto.com que no estaba metido en la lucha por la general, y el bejarano fue segundo. Aitor había sufrido en

Aitor González en lo más alto del pódium en el palco del Bernabéu. Foto: 20 minutos

el ascenso y Sevilla, que sí acató las instrucciones del equipo, le apoyó para minimizar pérdidas. Cuando los Kelme traspasaron la línea de meta Heras sumaba otros treinta y siete segundos más. Beloki, cuarto en la general, también les había arañado veinticinco segundos a la pareja de Kelme. Nada de relevancia para la general ocurrió en los siguientes dos días. En Ávila ganó Chente García-Acosta, que cosechó una nueva victoria parcial para los navarros de iBanesto.com, la cuarta tras las dos de Lastras, en Córdoba y Collado Villalba y la del día anterior de Blanco en la Covatilla. El sprint de la Warner fue saldado con solvencia por Furlan. En la antesala de Madrid la general estaba comandada por Heras; con un minuto y ocho segundos frente a Aitor; treinta siete más sobre Sevilla; y dos minutos y nueve segundos con respecto a Beloki; Mayo, ya sin opciones, se situaba a cuatro minutos y quince segundos. La etapa final, cronometrada de cuarenta y un kilómetros y dos cientos metros, unía el parque de atracciones con el césped del Bernabéu. El vasco de nacimiento pero alicantino de adopción, Aitor González creía en el milagro y atesoraba motivos para ello. No en vano había ganado la última crono del Giro, en Monticello Brianza, y ya había batido en un minuto y treinta cuatro segundos a Heras en la de Córdoba. Belda soñaba con el liderato, pero también con un pódium en el que sus dos estrellas lucieran los intereses del equipo. Su sueño no se vio completado. Aitor barrió a todos sus contrincantes. Cubrió la distancia en cuarenta y siete minutos y cincuenta y cuatro segundos (a una velocidad media de 51,6 km/h). El segundo clasificado, Ángel Casero, se marchó a un minuto y veintitrés segundos; Beloki perdió dos minutos y diez segundos; Mayo veinticinco segundos más; y especialistas como David Plaza, Santiago Botero o Santos González se dejaron un minuto y cuarenta y cinco segundos, un minuto y cincuenta y cinco segundos y dos minutos y veintisiete segundos respectivamente. Una auténtica masacre.

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Aitor González. Cuando el Coliseo se rindió al traidor

Heras, con un maillot oro que ya no le pertenecía, cruzó la meta del Bernabéu a tres minutos y veintidós segundos, ocupando la decimocuarta posición de la etapa. Sevilla, por su parte, que había sufrido un pinchazo, partió su manillar de triatleta y fue doblado por el propio Aitor. El manchego perdió dos minutos y cuarenta y nueve segundos, cediendo su tercera plaza en el cajón en favor de Joseba Beloki. En el palco del Bernabéu, el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez entregó al vencedor una camiseta conmemorativa con el número uno y su nombre en la espalda. Desde el privilegiado escalón más alto del pódium, González sonreía satisfecho luciendo el maillot oro, flanqueado por Roberto Heras y Joseba Beloki. En los diarios, los apelativos glosando el imperio de Aitor eran inagotables. Algunos veían en él al verdadero sucesor de Miguel Indurain y otros consideraban que había llegado el hombre que destronaría al todopoderoso norteamericano Lance Armstrong (al que solo consiguió arrebatar su palmarés la investigación de la USADA). Con su vitola de hombre para las generales, el vencedor de la Vuelta a España fichó por el equipo italiano Fassa Bortolo por dos años. En la campaña

2003 hizo triplete en las grandes. Su primera y única victoria de la temporada fue en la cronometrada del Giro con final en Bolzano. Abandonó tanto en el Tour, como en la Vuelta. Al año siguiente, y después de un inicio de temporada prácticamente anónimo, Aitor consiguió vencer en la etapa del Tour de Francia con final en Nimes, rematando con un ataque la escapada de diez hombres que había sido consentida por el pelotón principal. Sin embargo, el vasco continuaba sin ser el hombre de las generales. Concluyó en cuadragésimo quinta posición la ronda gala y abandonó en la Vuelta. En 2005 alcanzó un acuerdo con Euskaltel por un año. Abandonó en el Giro de Italia pero consiguió su última victoria como profesional conquistando la Vuelta a Suiza tras ganar la etapa definitiva con final en Ulrichen. Acudió a la Vuelta donde vivió su postrero día como profesional en la jornada que concluía en Ávila, en la que se bajó de la bicicleta. Simultáneamente se hicieron públicos dos controles positivos por metiltestosterona. Uno fuera de competición, y otro en plena Vuelta, tras la finalización de la sexta etapa. El TAS ratificaría la sanción de dos años de suspensión, pero no

En las rampas del Angliru, atacó al líder Sevilla. Se abría una brecha insalvable en el equipo. Nacía el traidor. - EFE

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tuvo carácter efectivo toda vez que el vasco no volvió a la práctica activa. Fue el inicio de la debacle en la vida de Aitor que, posteriormente, se vio envuelto en diversas detenciones por conducir bajo la influencia del alcohol y la cocaína, por propiciar una pelea con unos trabajadores de una empresa inmobiliaria y por presunta participación en una estafa. Poco quedaba de aquel hombre que había sido aclamado por una afición enfervorecida que se levantó de su asiento al ver, asombrada, las capacidades de un ciclista invencible, sobre el entarimado colocado en el césped del Santiago Bernabéu.


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Con un golpe de pedal increíble, Aitor superó a todos sus rivales en la crono del Bernabéu Foto: Daily Peloton

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El adoquín que viajó a Suecia

El adoquín que viajó a Suecia Alberto Díaz Caballero

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i obviamos la figura de Gösta Petterson, vencedor del Giro de Italia en 1971 y podio un año antes en el Tour de Francia, e incluso, más recientemente, las medallas olímpica y mundial en la lucha contra el crono de Gustav Larsson, el ciclismo profesional de carretera en Suecia ha pasado más que desapercibido a lo largo de la historia. Sobre todo si hablamos del máximo nivel, entiéndase por el mismo vueltas por etapas o las mejores clásicas de un día. Fue en una de estas grandes clásicas, la reina de ellas, la Paris-Roubaix donde un gigante sueco, Magnus Bäckstedt, iba a conseguir triunfar. La temporada de clásicas de primavera de 2004 se antojaba como cada año emocionante y espectacular. Sin un dominador claro y con un cambio de ciclo en el horizonte. La generación de los Museeuw, Van Petegem y compañía daba sus últimos coletazos, aunque todavía tenía cosas que decir. El futuro cercano en este tipo de pruebas estaba en las piernas de gente como el belga Tom Boonen, el suizo Fabian Cancellara o el italiano Filippo Pozzato. Un buen especialista en pruebas de un día, el alemán Steffen Wesemann, se había impuesto en el Tour de Flandes y, una semana después, se presentaba en Compiègne, salida natural de la Paris-Roubaix, como uno de los favoritos a la victoria en el célebre velódromo. Pero el ciclista de T-Mobile no era el único candidato a la victoria. Pedaladas que escriben historias

Bianchi USA

Museeuw parecía dispuesto a igualar las 4 victorias de su compatriota De Vlaeminck. Peter Van Petegem, aunque en baja forma después de unos problemas de salud, y el americano George Hincapie eran otros corredores con bastantes opciones de triunfo en la fronteriza ciudad de Roubaix. Bien pasado el ecuador de la prueba, el temible bosque de Arenberg dicta su habitual sentencia y el grupo se va reduciendo paulatinamente. El cuerpo de los ciclistas vibra por completo al paso por este demoledor tramo de adoquín desgastado, separado entre sí y, en ocasiones, salpicado de barro.

El León de Flandes, Johan Museeuw, da el primer aviso y separa el grano de la paja con un contundente movimiento al que prácticamente nadie puede responder. Con veteranía y sangre fría el ciclista belga se deja atrapar para no cargar en solitario con todo el trabajo. Más tarde, en la parte decisiva de la carrera, Museeuw vuelve a estar presente en el grupo de los elegidos, sin embargo un pinchazo en el tramo de Hem, ya en los kilómetros finales, da al traste con su sueño de alcanzar el récord de victorias del Gitano, De Vlaeminck, y entrar en el Olimpo de los dioses del Infierno del Norte. Su compatriota y rival Van


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Petegem corre la misma suerte en el Carrefour de l’Arbre. El azar quiso que, después de tantas batallas en esos empedrados, los dos entraran juntos en el velódromo de Roubaix. Van Petegem, como muestra de admiración, le cede el quinto puesto Museeuw. Unos segundos antes de que tuviera lugar la escena protagonizada por los dos campeones belgas, se había decidido el vencedor de aquella 102ª edición de la Paris-Roubaix. Hoffman (CSC), Hammond (MrBookmaker), Cancellara (Fassa Bortolo) y Bäckstedt (Alessio) son los supervivientes de la etapa, los únicos hombres con opciones de victoria en esta dura jornada. Se lanza el esprint sobre la pista del viejo velódromo. El suizo Cancellara pone velocidad en la última vuelta pero su cambio de ritmo llega demasiado pronto. Magnus Bäckstedt, el gigante de Linkoping se lleva el gato al agua. Un sueco vence por primera vez la Paris-Roubaix. Cance, que todavía no se había ganado el sobrenombre de Espartaco, dio un aviso de su enorme potencial. En los siguientes años sus piernas iban a escribir algunas de las páginas más memorables del adoquín.

Fotoreporter Sirotti

Para Bäckstedt no fue un camino de rosas llegar a conseguir esta victoria. Aunque se le suponía un gran potencial tras ganar una etapa en el Tour de 1998, sus temporadas en el Crédit Agricole francés pasaron con más pena que gloria. Su rendimiento despertó muchas dudas y apenas consiguió victorias. Su manager, Rolf Sorensen, hizo las gestiones pertinentes para incorporarle a las filas del potente Fassa Bortolo pero, en última instancia, Giancarlo Ferretti desestimó su contratación. Finalmente encontró acomodo en el Alessio-Bianchi, que buscaba un referente para las clásicas. Tras años de incertidumbre, el ciclista sueco conseguía el 11 de abril de 2004 una victoria de las que justifican, por sí solas, la trayectoria de un ciclista. Bäckstedt, desbordante de ilusión declaró: “si hay una carrera que merece la pena ganar, es esta”.

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Passo del Stelvio

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Clásica Internacional a los Puertos del Guadarrama

Clásica Internacional a los Puertos del Guadarrama Borja Lázaro

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uchos de nosotros seguro que aún recordamos la penúltima etapa de la Vuelta a España 2015. Esa ya mítica etapa con salida en San Lorenzo de El Escorial y final en Cercedilla. En este artículo vamos a recordar una clásica que, hasta no hace muchos años, se disputaba en las mismas carreteras por las que Fabio Aru desbancó a Tom Dumoulin del liderato la carrera sentenciando la ronda española. La carrera de la que hablamos es la Clásica Internacional a los Puertos del Guadarrama, una competición ideal para escaladores que nació allá por el año 1920. Por aquel entonces era una carrera de pueblo, en la que los organizadores, todo el pueblo de Guadarrama, y las localidades vecinas se volcaban con este evento ciclista. Román Herranz Soriano fue uno de los culpables de que las ediciones salieran adelante. Román era un hombre que amaba el ciclismo. Se ganaba la vida con su pequeña tienda de electrodomésticos, Expert Román, en la localidad de Guadarrama y su sueño era ver a las grandes figuras del momento por las calles de su localidad y por los puertos de montaña de alrededor. Durante muchos años trabajó por este sueño intentando atraer a equipos de fuera. Esto era una tarea difícil ya que la celebración de su carrera coincidía con la Vuelta a Portugal. Además la clásica solía disputarse pocos días antes del comienzo de la Vuelta a España. Aun así lograba

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traer gente de calidad para hacer una fiesta del ciclismo en la sierra madrileña. Román falleció en el pasado diciembre de 2014 a causa de una cruel enfermedad como es el cáncer. El alma mater de la carrera madrileña se retiró de la organización de la prueba en 2008 debido a que, tras treinta años de gestión, entendía que debía dar paso a gente joven. Desgraciadamente nadie quería continuar con la organización debido a que cada vez era más difícil encontrar patrocinadores y a que las normativas eran cada vez más exigentes. Estos condicionantes hicieron que esta prueba de pueblo, pero con una imagen muy superior a la de citas de mayores, llegara a su fin en el año 2008. La Clásica Internacional a los Puertos del Guadarrama se solía disputar a finales del mes de agosto. Presentaba un recorrido de unos 146 Kilómetros en los que los escaladores tenían una oportunidad magnífica para demostrar sus dotes en la montaña. La salida y la meta estaban situadas en la Plaza Mayor de Guadarrama. Desde allí, la carrera se dirigía hacia Los Molinos y Collado Mediano, donde se realizaba un pequeño circuito de dos vueltas con la principal dificultad montañosa de la Serranilla, de tercera categoría. Posteriormente, los corredores se volvían a dirigir a la localidad de Guadarrama, para encarar las rampas del Alto del León, puerto mítico de

segunda categoría que une las comunidades de Madrid y Segovia. Una vez coronado el León, ya en tierras segovianas, el pelotón pasaba por las localidades de San Rafael, Revenga y La Granja de San Ildefonso. Justo a la salida de La Granja llegaba el punto caliente de la prueba pues los corredores tenían que ascender por la vertiente segoviana el Puerto de Navacerrada, de primera categoría. Esta vertiente es conocida como las Siete Revueltas. En este punto era habitual que la carrera fuese ya muy seleccionada. Una vez coronado Navacerrada, los ciclistas se lanzaban hacia la localidad de Cercedilla, donde se encontraba la primera meta volante de la carrera. Una vez pasada esta meta volante, los corredores se volvían a dirigir hacia Los Molinos y Collado Mediano, para dar otras dos vueltas al circuito transitado en los primeros compases de la carrera. Por supuesto la Serranilla volvía a subirse dos veces. Tras el primer paso por la Serranilla (tercer paso en realidad), en Los Molinos se encontraba la segunda y última meta volante de la carrera. Una vez finalizado el circuito, la carrera se dirigía a Guadarrama donde estaba situada la meta. La línea de llegada se encontraba a tan solo siete kilómetros del cuarto y último paso por la Serranilla. La carrera solía resolverse al sprint en


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Clásica Internacional a los Puertos del Guadarrama

grupos que en raras ocasiones alcanzaban la decena de integrantes. En otras ocasiones un corredor llegaba en solitario a la meta, lo que le permitía saborear el triunfo logrado. En el palmarés de la carrera figuran nombres como los de Federico Martín Bahamontes (1955), Jose Luis Laguía (1983), Perico Delgado (1991), Miguel Indurain (1993), Fernando Escartín (1994 y 1996), Francisco Mancebo (2000), Santiago Botero (2001), Denis Menchov (2003) y Levi Leipheimer (2008). Vamos a recordar la última edición, disputada en el año 2008, en la que Astana logró un doblete con Levi Leipheimer y Alberto Contador. La salida se dio a las diez de la mañana. En la línea de salida estaban presentes corredores de entidad como Igor Antón, Íñigo Landaluze, Amets Txurruka, Marcos García, Jonathan Castroviejo, Mikel Nieve, Carlos Castaño, Benjamín Prades o, los citados anteriormente, Contador y Leipheimer. La carrera comenzó con un ritmo elevado, ya que todos querían entrar en la fuga del día, hasta que en las rampas del Alto de León un grupo de dieciocho corredores cogió ventaja. En ese grupo iban, entre otros, hombres como Leipheimer, Antón o Txurruka. Amets Txuruka estaba batallador. Atacó en el grupo de cabeza e inició una aventura en solitario que duró hasta que llegó a los pies del Puerto de Navacerrada donde sus excompañeros de fuga le dieron caza. Fue en este momento cuando en la escapada se vivieron multitud de ataques. En cabeza de carrera quedaron tan solo Javi Moreno (Andalucía Cajasur), Óscar Pujol (Burgos Monumental), Levi Leipheimer (Astana) e Íñigo Landaluze (Euskaltel). Por detrás, en el pelotón, en el arranque del Puerto de Navacerrada, atacó un Contador que venía de vencer en el Giro de Italia 2008 y que daba muestras de que estaba en buena forma para la disputa de la Vuelta a España 2008, competición que posteriormente acabaría ganando. El pinteño llegó hasta los cuatro hombres que lideraban la prueba antes de coronar NaPedaladas que escriben historias

vacerrada, y así, la cabeza de carrera pasó a estar compuesta por cinco corredores. Los cinco escapados fueron relevándose constantemente hasta el último paso por línea de meta. Tan solo quedaban quince kilómetros para finalizar la carrera. El estadounidense Levi Leipheimer lanzó un ataque y nadie salió a su rueda. Por detrás Contador no pasaba al relevo y se limitaba a controlar los ataques de los rivales para que su compañero continuara en cabeza de carrera. Esta situación se mantuvo hasta la última subida a la Serranilla, donde Leipheimer coronó con unos 30” respecto a los perseguidores. La diferencia conseguida le valió para llegar en solitario a Guadarrama y hacerse con la victoria. Por si fuera poco, Contador atacó a sus rivales y cruzó la meta en segundo lugar a 41” de su compañero de equipo. Astana conseguía el doblete. La escuadra kazaja también se impuso en la clasificación por equipos. Con esta victoria Levi Leipheimer, que venía de conseguir la medalla de bronce en contrarreloj en los Juegos Olímpicos de Pekín, confirmaba su gran momento de forma.

Top­10 de la última edición

1 Levi Lepheimer (Astana) 3:15:10 2 Alberto Contador (Astana) a 41” 3 Diego Gallego (Burgos Monumental) a 49” 4 Sergio Pardilla (Burgos Monumental) a 58” 5 Iñigo Landaluze (Euskaltel ­Euskadi) a 58” 6 Javier Moreno (Andalucía Cajasur) a 1:47” 7 Óscar Pujol (Burgos Monumental) a 1:47” 8 Enrique Salgueiro (Extremadura ­Gallardo) a 1:52” 9 Igor Antón (Euskalte ­Euskadi) a 2:18” 10 David Martín (Orbea) a 2:20” Montaña Óscar Pujol (Burgos Monumental) Metas Volantes Levi Lepheimer (Astana) Equipos Astana


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Madonna del Ghisallo: El santuario universal del ciclismo

Madonna del Ghisallo: El santuario universal del ciclismo Alberto Díaz Caballero

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etumban las campanas en la Via Adua, la arteria principal de Magreglio, un pintoresco pueblo, como tantos otros, de la majestuosa y bella Lombardía. Si giramos unos metros a la derecha, en la Via Gino Bartali de esta localidad de la provincia de Como, se encuentra el Museo Internacional de Ciclismo Ghisallo, inaugurado en octubre de 2006 y que cuenta con el legendario Fiorenzo Magni como presidente de honor. Esta moderna estructura está construida en las cercanías del Santuario de la Madonna del Ghisallo, una talla del siglo XVI bautizada como la patrona universal de los ciclistas. Y no es que lo digamos nosotros, no. Nada más y nada menos que fue Pío XII quien, a finales de la década de los cuarenta, declaró esta ermita ubicada a mas de 700 metros de altitud y muy próxima al Lago Como, como la casa de la Virgen que daba protección a los sacrificados héroes de la bicicleta. Durante décadas, este santuario ha visto transitar una vez al año, allá por el mes de octubre, a los corredores del pelotón profesional durante la disputa del Giro de Lombardía, el último monumento de la temporada, aquel por el que las campanas de la pequeña iglesia repican. También el Giro de Italia se ha dejado caer en más de una ocasión por estas carreteras lombardas tiñendo de rosa todo el entorno de Ghisallo. En sus más de ocho kilómetros de ascensión desde la localidad de Bellagio, podemos enfrentarnos a rampas de hasta el 14%

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y una pendiente media de 6,2 %, que suelen provocar la primera selección de un pelotón numeroso. Pero lo que de verdad caracteriza a este mítico lugar es el interior de la iglesia. En su pequeño altar podemos disfrutar de verdaderos tesoros de la historia de este deporte. Allí hay maillots antiguos que hicieron grandes a corredores de la talla de Fausto Coppi, Gino Bartali, Felice Gimondi o Eddy Merckx, y otros más recientes como el arcoíris de Gianni Bugno o uno amarillo de Miguel Induráin. Junto con los maillots también hay bicicletas que ayudaron a muchos de estos campeones a alcanzar la gloria. Aunque no todos son recuerdos agradables. Allí está la bicicleta que llevaba Fabio Casartelli cuando sufrió su terrible y mortal caída en el Tour de 1995. Junto a la Virgen de Ghisallo también hay trofeos, banderines y todo tipo de recuerdos referentes al mundo del ciclismo. Por supuesto, aquí hay, además, hueco para la figura del ciclista anónimo. Coppi y Bartali, los dos grandes campeones italianos de todos los tiempos, fueron los últimos portadores de una antorcha bendecida por el propio Pío XII que a día de hoy continúa encendida en memoria de todos los ciclistas que han perdido la vida en las carreteras. Antes otros ciclistas como Belloni, Girardengo o Binda había portado esa antorcha desde Milán. La Madonna del Ghisallo no es la

única que vela por la suerte de los ciclistas. En la provincia de Guipúzcoa, concretamente en Salinas de Leniz, se encuentra el santuario de Nuestra Señora de Dorleta, considerada la patrona de los ciclistas en España. En la capilla de Geou, departamento de Las Landas, en territorio francés, está ubicada su homóloga, Notre-Dame des Cyclistes, que da cobijo a un particular homenaje a Luis Ocaña, figura ciclista muy querida por aquella zona.


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Entre las monta単as que rodean el espectacular Lago de Como, se encuentra situada la ermita de la Madonna del Ghisallo, lugar de peregrinaje para ciclistas de todo el mundo, sin diferencia entre ateos o devotos.

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Ludo Dierckxsens. El calvo de la gran sonrisa

Ludo Dierckxsens. El calvo de la gran sonrisa Víctor Díaz Gavito

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uchas son las razones que han hecho que Ludo Dierckxsens se convierta en un ciclista recordado por aquellos que pudieron verlo en acción en las carreteras de Europa en la última década del pasado siglo y los primeros años 2000. Perteneciente a la última hornada de profesionales que podían correr sin el ahora obligatorio, y tan necesario, casco; su lustrosa y blanca calva era una de las marcas que lo hacían ya inconfundible dentro del pelotón. Solo en algunas ocasiones, la calva quedaba oculta por un pañuelo pirata o por una de aquellas míticas chichoneras que tanto se utilizaban antaño. A pesar de ello, en la gran mayoría de carreras en las que Ludo “el Fuerte” participaba, no era necesario reparar en su alopécica testa para encontrarlo en la serpiente multicolor, pues era mucho más fácil verlo en solitario, escapado del pelotón, protagonizando cabalgadas imposibles con un derroche de potencia y pundonor pocas veces igualado. A su cabeza pelada, su potente planta de rodador y su espíritu combativo, sumaba una boca grande y alargada, adornada casi siempre por una simpática sonrisa. Seguramente Ludo Dierckxsens nunca podría ganar el premio al más bello del pelotón, pero sí al más querido por los aficionados, que celebraban las hazañas y los contados triunfos del belga, protagonista de tantos minutos de televisión al frente de la carrera. La historia deportiva de Ludo es

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tan curiosa como su aspecto físico, pues se trata de uno de esos escasos ejemplos de aparición tardía en el ciclismo que compensó con buenas dosis de longevidad en la élite. Cuando nuestro protagonista debutaba como profesional en 1994 con el conjunto belga Saxon, contaba con 29 años, edad en la que otros ya alcanzan su madurez como ciclistas e incluso en la que alguno comienza a pensar en colgar la bicicleta. En el 95 pasa a otro clásico equipo belga, el Collstrop, para el año siguiente volver a la estructura del Saxon, entonces bajo el nombre de Tönisteiner. Desde el primer día destaca por su comportamiento ofensivo y empieza a acumular buenos puestos en carreras de un día como el Memorial Samyn, la Omloop Het Volk o Schelderprijs. En 1997, ya con treinta y dos años, progresa como un jovencito de veintidós y consigue sus primeras victorias en el GP Denain y en la Zellik-Galmaarden, además de ser subcampeón en el siempre exigente campeonato nacional belga por detrás del sprinter del Mapei, Tom Steels. Sus buenos resultados le llevan a un equipo de mayor categoría, el Lotto-Mobistar, con el que su carrera profesional se lanza en el que será su despegue definitivo. Vence en la Paris-Bourges y se deja ver en las grandes clásicas del calendario, con puestos tan destacados como un 12º en Paris-Roubaix o el 3º en la HEW Cyclassics. Debuta en su primera grande, la Vuelta a España, siendo incluso 2º en la etapa de Sabiñánigo tras Andrei Zintchenko.

Pero su gran año llegaría en 1999, tras su fichaje por el Lampre italiano. Con treinta y cuatro años se proclamaba campeón nacional de ruta y lograba la mejor victoria de su carrera en la undécima etapa del Tour de Francia, en Saint Etienne, al imponerse en solitario tras saltar de la fuga consentida de la jornada. La imagen del calvo y feliz Ludo abriendo los brazos con el maillot tricolor de campeón belga es difícil de olvidar. Tras la alegría, vendrían las malas noticias. En unos años convulsos en el tema del dopaje, se detectó que había usado corticoides para tratarse una lesión meses antes, y su equipo le forzó a abandonar el Tour. A finales de la temporada, se confirmaría una sanción de seis meses por parte de la agencia antidopaje de su país, aunque no perdería las victorias conseguidas hasta la fecha. En el 2000 se reincorporaba con Lampre a la competición, dejándose ver menos que en los años anteriores y sin conseguir ningún resultado destacable. Los dos años siguientes, con treinta y seis y treinta y siete años sobre sus espaldas, volvería por sus fueros logrando ser 6º en París-Roubaix en 2001 y con varios puestos de honor en etapas del Tour de Francia (2º en Verdun tras Laurent Jalabert en 2001, y 3º en Rouen y 4º en Pau en 2002). En 2003 volvía al conjunto con el que había debutado casi una década antes, ahora con el nombre de Landbouwkrediet-Colnago. Aunque empe-


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Ludo Dierckxsens. El calvo de la gran sonrisa

zó a lo grande venciendo en el GP La Marseillese, realizaría una temporada discreta. Los años se empezaban a notar y, aunque aún daría muestras de su espíritu combativo, cada vez costaba más conseguir burlar el control del pelotón. Su última victoria llegaría en 2004, en Viena, en la última etapa de la Vuelta a Austria. En 2005, con cuarenta años y una larga carrera que empezó y acabó más tarde de lo normal, colgaba la bicicleta el simpático rodador flamenco. Retirado de la competición, Ludo Dierckxsens regenta un negocio de bicicletas y recambios en su localidad natal, Geel, y mantiene el carisma que lo hizo famoso en sus años en la élite. Hemos podido verlo haciendo sus pinitos en el mundo de la actuación, en la interesante serie televisiva flamenca De Ronde, en la que se interpreta a sí mismo como conductor de un coche de invitados VIP en el Tour de Flandes. Tampoco pierde oportunidad para dejarse ver en los programas televisivos belgas. Especialmente destacable es su aparición en el concurso Blokken en 2012, un programa de preguntas y respuestas en el que se intercala una partida de Tetris y en la que se enfrenta, nada más y nada menos, que al “Caníbal” Eddy Merckx, quien, dicho sea de paso, demuestra que se manejaba mejor sobre la bicicleta que con las teclas del legendario juego de bloques. Once años después de su retirada seguimos añorando su infatigable espíritu combativo y sus tremendas escapadas castigando al pelotón a base de patadas a los pedales. Un corredor único que merece entrar en nuestra sección de ciclistas que, sin ser grandes ganadores, ocupan un espacio importante en el recuerdo del aficionado.

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Arregui Velázquez. Cuadros de acero hechos a mano en Madrid

Arregui Velázquez. Cuadros de acero hechos a mano en Madrid Ricardo de Miguel

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n el anterior número de la revista os acercamos a los inicios de la bicicleta en España y a algunos constructores de cuadros pioneros en nuestra industria. En esta ocasión hemos tenido el placer de conversar con Andrés Arregui, constructor de bicicletas a medida de Madrid. Arregui Velázquez es la marca de bicicletas de nuestro interlocutor. En 2009, Andrés encuentra, en el número 9 de la calle Noviciado de Madrid, un espacio físico para empezar a “tocar”. Allí sigue, a día de hoy, su tienda, Ciclos La Universal (antes conocida como Ciclos Noviciado). Andrés lleva años haciendo mecánica, como él mismo comenta “desde toda la vida”. En el espacio original de Noviciado se hacían mayoritariamente

Arregui Velázquez

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restauraciones y reparaciones hasta que se alcanzó un punto en el que hacía falta incluir modificaciones de cuadros y por extensión su fabricación. Poco a poco fue dedicando más tiempo a la construcción de cuadros hasta convertirse en su única actividad en la actualidad. Pero encontrar tiempo para la construcción de bicicletas no resultó sencillo ya que tuvo que compaginarlo con la escritura de la tesis. Y es que Andrés, además, es doctor en Químicas (especialidad en espectroscopia láser). Sus comienzos son autodidactas y durante años avanza poco a poco, ya que, “al principio, uno anda perdidísimo. Era un mundo y no existía la posibilidad de dar clases”. Por suerte “ahora existen más opciones para aprender”. Él mismo imparte cursos

de iniciación de una semana de duración. En un par de ocasiones hace visitas, espaciadas en el tiempo, a constructores veteranos. Esta formación propia, unida a la experiencia con otros constructores le hace “coger mano” y le permite poder preguntar cuando aprende mejor cómo funcionan las cosas. “Nunca se deja de aprender y entiendo que si algo te gusta de verdad es una tendencia natural. Una vez que confías en tu técnica viene el aprendizaje más importante y difícil: el diseño, la idea que hace que todo funcione como debe, el concepto que subyace”. Andrés hace énfasis en que hacer un cuadro que funcione y hacer fotos bonitas para enseñar es fácil pero, lo importante, lleva tiempo y no se ve. El autodidactismo le lleva a cometer errores, que suponen, por ejemplo, tener que empezar de nuevo un cuadro tras llevar treinta horas trabajando en él, pero también le permite aprender de esos fallos. Andrés comenta que “el poder formarte con otra persona, tiene un lado positivo: el cometer menos errores. Y un lado negativo: que no te salgas de lo que él te ha enseñado”. Cree que, al no haber tenido un maestro, trabaja de una manera más amplia y más libre, aunque haya tenido que pagar un precio alto por ello. El no haber sabido dónde están los límites le ha hecho andar con pies de plomo, pero a su vez, hace que le dé igual probar cosas diferentes. Le preguntamos sobre su mención en anteriores entrevistas a otros


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Arregui Velázquez

constructores como Ian Sutton o Eric Estlund, y quiénes pueden ser, en su opinión, algunos de los mejores constructores de la actualidad. Su respuesta es sensata y alejada de cualquier mitomanía: “llegado a cierto nivel alto, sabiendo soldar bien y centrar el cuadro, que sería lo básico, lo importante es hacer que una bicicleta funcione de la manera que tú quieres y que se adapte a tu cliente y todos los detalles íntimos que ello conlleva”. Le gusta el trabajo de gente como Icarus, Aimar, Winter Cycles, Legor, Saffron, Triton Bikes o Firefly. “Al nivel que se encuentra esta gente, es más una cuestión de gustos, no de quién

es mejor o peor. La gente que lleva tiempo en el mundo de la bicicleta lo que busca es la experiencia y el punto de vista de la persona que hay detrás”. Respecto a que las marcas fabriquen en China o Taiwan, no lo ve mal. “Si pagas el precio, allí vas a tener calidad”. Dice haber tenido encuentros desafortunados con constructores italianos, con calidades peores que en China. “Muchas veces es más barato, tardan menos y la calidad es la misma. Todo es muy relativo, no se puede generalizar. En China hay de todo, no es cuestión del país, si no de la empresa en cuestión”. No se es mejor por ser de un sitio determinado.

En lo referido a él mismo como constructor, le gustaría que la gente vea que sus cuadros son “sencillos, bien pensados y están bien hechos”. No le gustan los racores muy elaborados, ni cosas muy intrincadas, y entiende que las bicicletas han de ser funcionales y prácticas. “Hay veces que para llegar a una conclusión sencilla, se ha de pasar por cincuenta mil complicadas antes. Hay que tratar de que el cuadro dure lo máximo posible y, durante esa vida, esté en el mejor estado”. En sus trabajos Andrés usa el acero, aleaciones de cromo, vanadio y/o niobio de marcas como Columbus, Reynolds y Dedacciai. A veces, acero Pedaladas que escriben historias


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Arregui Velázquez. Cuadros de acero hechos a mano en Madrid

inoxidable de las marcas Columbus o Reynolds. “Son marcas europeas, que pillan cerca y tienen mucha experiencia. Y tienen una selección increíble de todo”. No se considera un purista del acero, simplemente es con lo que él empezó. El mejor material es el que se usa para su propósito más certero. “Carbono y aluminio funcionan muy bien para según que cosas. Es cuestión de cambiar las técnicas, ya que la base sigue siendo la misma”. En constante aprendizaje, actualmente está investigando sobre el uso del carbono en los cuadros a medida.

con quien tener objetivos comunes. Y sobre todo, que el objetivo sea hacer las cosas bien. Opina que “la visión que tiene la gente de ti es la visión de la gente que está montando en tus bicis”. En un mundo en el que la imagen, las marcas y los patrocinadores son tan importantes vuelve a recalcar la importancia de “trabajar con buena gente aunque no sean tan buenos corredores. Prefiero mil veces que mi bici la lleve Charli (mensajero mítico de Madrid) a alguien que suela ganar carreras y que sea un cretino. Prefiero la buena gente a los cretinos” (risas).

En su opinión el acero vuelve a ser un material de uso común. Está cambiando el que casi todo el mundo use carbono o aluminio, “sobre todo en el terreno custom. El acero tiene unas posibilidades de combinación y variaciones de tubos y formas de las que carecen aluminio y carbono. Jugando con las posibilidades y perfiles del acero se puede jugar con su flexibilidad y rigidez, según el tipo de conducción que se quiera llevar”. La diferencia de peso entre un cuadro de acero de última generación y un cuadro de carbono estándar no es mucho más de 500 gramos y Andrés opina que “ahí tendría que acabar el debate del peso para la gente no profesional con respecto a los cuadros de acero. Si me hablan de propiedades estructurales/mecánicas del cuadro ya es otra historia”.

Destaca de su trabajo el poder hacer las cosas como él quiere, “siempre con cierta adaptación al sitio donde vives y el tipo de clientela que tienes”. En cada proyecto primero tiene una reunión, bien presencial, bien vía Skype... para sentar las bases de lo que el cliente quiere. De ahí hasta que le entregue el trabajo pueden pasar tres o cuatro meses. Solo el cuadro puede suponer unas cuarenta o cincuenta horas pero no todo son horas de taller. Andrés lo hace todo: a mitad de trabajo debe comprar los componentes del siguiente proyecto, responder mails, etc.

En cuanto a los clientes que llegan a la tienda confiesa que “hay de todo. Los hay que quieren un cuadro de carretera donde solo tienen claro el uso y a lo mejor el color y nos dejan entera libertad para los detalles, donde al final está la diferencia. Y hay gente que llega con absolutamente todo pensado respecto a componentes y funcionalidad”. Lo que tiene muy claro es que cada montaje es una experiencia única y que aprende mucho con cada uno de ellos.

Ha llegado el momento de hablar sobre el ciclismo profesional pero en contra de lo que podíamos pensar, no le interesa demasiado así que no lo sigue mucho. Para él representa solo una pequeña parte de lo que, en su opinión, es la bicicleta. Cree que la bicicleta es para que cada uno la disfrute desde el momento cero, aunque también ve genial “si luego vas a una competición con tus colegas, una competición sana y de verdad”.

Sobre su colaboración con marcas y colectivos de piñón fijo comenta que principalmente trabaja con gente, independientemente de lo que hagan. Le interesa trabajar con gente maja. Gente con quien trabajar a gusto y Pedaladas que escriben historias

Para este constructor es importante la idea de “comprar menos cosas pero de más calidad. No estar todo el día tontos con millones de cosas, la tecnología...”

Sí que le interesa de este mundo todo lo relacionado con la tecnología, la investigación, los componentes... aunque critica que a veces se quieren hacer pequeñas variaciones en cuadros o ruedas para vender más. Por ejemplo reconoce haber estado en charlas

de marcas donde “se dicen muchas tonterías con palabras técnicas para que los comerciales de las tiendas las aprendan de memoria y las repitan como verdades en la tienda para vender lo último de la temporada”. Tras hablar con Andrés Arregui tenemos la sensación de haber aprendido mucho de un experto que se preocupa por hacer las cosas bien y satisfacer los deseos de sus clientes sin importar quiénes sean estos. Una actitud honrosa y coherente que quizás no le haga rico pero que sí que le otorga el reconocimiento y la gratitud de sus clientes y de todos los amantes de las bicicletas. Un profesional apasionado en constante aprendizaje con capacidad para evolucionar en su modo de trabajo, la mejor fórmula para ofrecerte eso que tú, como cliente, andas buscando. Ya sabes que si quieres una experiencia ciclista personal y adaptada a tus necesidades, Ciclos La Universal, el taller de Andrés Arregui, es el lugar al que debes acudir. Arregui Velázquez, bicicletas hechas a mano desde Madrid.


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Arregui Velรกzquez

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