PRAGMA

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PRAGMA

Las circunstancias de la comunicaci贸n


Pragma D.R. © Varios, 2003 De esta edición: D.R. © Editorial Alberti Parque Logístico de Córdoba Ctra. Palma del Río, km. 4 14005 - Córdoba Cuidado de la edición: Rodrigo Esquinca Enríquez de la Fuente Cubierta: diseño de Rodrigo Esquinca Enríquez de la Fuente Primera edición: noviembre, 2014. ISBN: 978-607-11-0701-5 Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, la fotocopia o la grabación, sin la previa autorización por escrito de la editorial. Impreso en México



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REGINA OLIVARES

LABERINTO DE PÁGINAS


En las páginas —sean de libros, revistas, catálogos— está todo. Siempre se ha dicho y se repite que en la lectura podemos encontrarnos a nosotros y a los demás: mundos lejanos,aventuras fantásticas, ciencia y placer, misterio y sencillez Depende lo que se lea, de a quién se lea. Porque en definitiva cada página es un fragmento de la vida o de los sueños de alguien que nunca conoceremos. Y digo que nunca conoceremos porque esas personas que escriben, editan, diseñan, fotografían son siempre extraños, diferentes a nosotros, a nuestros amigos, a nuestras familias. A veces parece que estamos ahí, son nuestras palabras, nuestras letras o nuestras imágenes que aparecen y simbolizan experiencias, deseos, miedos, tantas cosas. Da igual, porque tal vez lo importante no sea el objeto sino lo que genera: leer, ver, pensar. Este hecho de confirmación que nos estigmatiza y nos introduce en un club cuyo lema es pasión e insatisfacción. La pasión que nos impulsa a volver a pasar las páginas una y otra vez y la insatisfacción de no tener nunca suficiente con lo conocido o lo aprendido. Unos buscan y otros encuentran, no necesariamente lo mismo ni de la misma manera pero en ese aliento respiramos todos. No creo que exista nada delo que se haya dicho todo, estoy convencida que cada pensamiento, cada idea, al margen de su calidad, es distinta de las anteriores y tengo la convicción de que la creación es de tal y tan vivificante que siempre deja un espacio para que sobre ella inventemos, fantaseemos y elaboremos. Es más, creo de verdad que la obra es tanto de quien la lee, la observa, en definitiva, de quien la recibe y la recrea. Las páginas nos descubren un lugar autónomo: geografía inestable y subjetiva, cuerpo definido que se presta al desnudo… un laberinto de palabras e imágenes lleno de pura vida.


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TULIO PERICOLI

EL ALMA DEL ROSTRO


Si pensamos que en la pequeña superficie de un rostro podemos ver infinitas formas diversas y reconocerlas, esto quiere decir que hay en ella una retícula tan infinitesimal de signos, de relaciones entre signos, la cual conforma un mapa casi inexplorable por su extensión. En este mapa, las relaciones son más importantes que las formas, pero sobre todo, en este mapa son importantes los signos. Cuando miro un rostro, recibo de él una emoción y me dejo invadir por ella, pero luego debo traducir mis impresiones a signos. Debo leer las «palabras» pintadas en el rostro, las cuales, todas juntas, a través de su entramado de relaciones, hacen nacer dicha impresión. Debo por tanto, ver los signos de esos sentimientos. ¿Dónde está escrito que un rostro sea antipático? ¿Dónde está la palabra «dulzura», dónde están «firmeza», «ambigüedad»? Mirar bien quiere decir tener siempre ante los ojos una lente de aumento que hace visible lo que en un primer momento no conseguimos ver a simple vista (o con vista no entrenada, o apresurada, o no educada, o perezosa). El rostro está formado por dos partes, nunca totalmente simétricas. Tenemos tendencia casi por una especie de educación mental, a mirar por simetrías. Pero el rostro no es nunca simétrico. No hay un rostro que tenga una mitad igual a la otra. Unas veces, las dos partes están en total contradicción; otras,


El alma del rostro de Tullio Pericoli Pragma #1

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parecen construidas para equilibrarse. Como si un ojo se desviara para compensar al otro, que acaso es demasiado fijo. Creo que lo primero que hay que mirar en un rostro, cuando se hace un retrato, es la relación entre sus dos partes: la derecha y la izquierda. Es preciso trazar mentalmente una línea de separación entre ambas. El rostro, indudablemente, está hecho de relaciones, pero de unas relaciones que están situadas a la izquierda o de otras tantas relaciones que está situadas a la derecha; y estas relaciones, a su vez, no pueden dejar de relacionarse entre sí. Se pueden encontrar desequilibrios, conflictos, adiciones. Si uno tiene un ojo un poco convergente y el otro no, nos hallamos ante un tipo de estrabismo; pero si tiene los dos convergentes, nos hallamos ante un «carácter». Si miramos bien, y si pensamos en ello, nos damos cuenta de que cada elemento está compuesto de varias partes. Conrad habla del «pliegue de los párpados». No es fácil pensar en el pliegue de los párpados. A veces se habla del pliegue de los labios. Pero lo de que los párpados tengan pliegues es una intuición de Conrad. Los párpados tienen pliegues. Un pliegue hacia arriba o hacia abajo. Pueden tener arrugas. Todos los componentes del rostro contienen una suma de detalles. Y todos estos detalles entran a formar parte del sistema de relaciones a que aludíamos antes. El rostro es una especie de microcosmos, donde todo está en equilibrio. En equilibrio precario, sin embargo. Porque participa el movimiento. Debajo de la piel hay una trama de músculos que activa el movimiento y da expresión al rostro. Y estos músculos, como ocurre en el gimnasio, se desarrollan, crecen, se hacen más fuertes cuanto


más se les estimula. A menudo hablamos de cuerpos de gimnasio. Son los de quienes hacen gimnasia y hacen crecer sus bíceps o sus hombros. También nuestro rostro es una superficie ejercitada en el gimnasio, en el sentido de que los músculos que más se estimulan son los que se hacen más visibles. Pero ¿quién manda a los músculos que se muevan? Es el alma, nuestra parte más íntima

y secreta, que quiere expresarse u ocultarse; que quiere salir de su envoltura: de esa especie de edificio en el que está confinada. El alma tiene dominio sobre los músculos. Los estimula a expresar de lo que ella cree, o lo que en ese momento desea. El cuerpo, en ocasiones, padece el malestar del alma. Yo tengo una pena, un dolor psíquico. Estoy mal. El cuerpo enferma.


Para Groddeck, podemos incluso considerar una carie en un diente como un mal psíquico. Por lo tanto, la psiquis manda sobre el cuerpo. Puede ocurrir asimismo lo contrario. Sucede que si yo tengo algo que no funciona en mi cuerpo mi malestar somatiza al alma. Concreto: si tengo una nariz que no me gusta, mi alma sufre por ello. El sufrimiento se transmite de vuelta al cuerpo, entonces; y todo empieza de nuevo, haciéndose más complicado. Debajo del rostro, en suma, hay siempre un cuerpo.Cuando reflexiono sobre los paisajes —tema que, junto con los retratos, es el que más me interesa en este momento— con frecuencia acude a mi mente una imagen de Stevenson. En la Tierra de la colcha, Stevenson, con la cabeza apoyada en el cojín, observa los pliegues del cubrecama, que se transforma en paisaje, montes, ríos, colinas, donde flotas y ejércitos y jinetes se cruzan en choques y batallas. Pero ¿qué es lo que Stevenson no dice, dejándonos la tarea de imaginarlo? Que debajo de las mantas de la cama hay un cuerpo que crea ese paisaje, que modula y transforma su superficie. Allí debajo están los miembros muy sensibles de un poeta, con sus sentimiento tos, su historia, su vida. El paisaje, la superficie del mundo en que vivimos, es un mórbido y delicado cubrecamas sobre el cual debemos movernos

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El alma del rostro de Tullio Pericoli Pragma #1

de puntillas. El paisaje ha tenido un papel importante en mi vida, sobre todo en aquel fatigoso período de la adolescencia, al que he hecho alusión anteriormente. Es la visión más bella que tengo del pasado. El paisaje, el de mis colinas, naturalmente, fue la escenografía de los momentos de soledad en aquellos años, y por ende el lugar, el escenario, en el que me sentí actor solitario y grato. Este paisaje ha reaparecido ahora en mi pintura, aunque lo que hoy indago no es su pura y simple representación, sino un muro que me permite garabatear y escribir otras cosas, mezcladas con

otros recuerdos. Por seguir con la metáfora teatral, es una escenografía hecha para un espectáculo que se actualiza. Pero, al margen de esta breve disgresión, si nos detenemos a reflexionar sobre ello, el rostro y el paisaje tienen todo un vocabulario que los asemeja. Tienen una anatomía y una fisiología que los aproxima. Hablamos de arrugas en relación con el rostro y de «arrugas» en relación con el paisaje; tanto en relación con el rostro como con el paisaje podemos hablar de etapas, depresiones, cortes, hoyos, hundimientos... Podríamos multiplicar las afinidades léxicas.


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Yo miro un paisaje como miro un rostro. Y viceversa. En reciprocidad, hablo de «mapas» en referencia a rostros, al igual que hablo de rostros en referencia a mapas. Más allá de las metáforas, hay una única profundización visual. Tal vez el paisaje no tiene propiamente un alma, sin embargo percibo dentro de él una fuerza que determina las líneas de su superficie. Cuando miro un paisaje, automáticamente me viene a la cabeza la pregunta de por qué están allí aquella arruga, aquella colina, aquella forma montañosa; qué impulso las ha hecho aparecer de la manera en que han parecido. Exactamente como hago con un rostro.


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AMOS OZ

SE PLANTEA, PUES, UNA SENCILLA CUESTIÓN


Cuando estoy muy ocupado, fumo un cigarrillo tras otro, corro de acá para allá intentando resolver diversos asuntos apuntados en una lista, tacho los problemas resueltos, anoto en la misma lista los nuevos problemas que han surgido y, al mismo tiempo, contesto sin demora cartas, peticiones y llamadas telefónicas, desmonto un grifo que gotea, le cambio la goma que se ha podrido, lo ajusto bien, sin olvidar que tengo que pasar a tiempo por la lavandería, redactar la solicitud de traslado para hacérsela llegar con la mayor brevedad posible al ministro de Educación y Cultura, agradecerle a tía Tischka la preciosa tarta, aclarar el asunto del cheque, y todo ello entre reunión del plan de paz y el encuentro con la profesora de Montevideo, y sin que se me olvide mudarme de camisa, porque la que llevo tiene el cuello agrio de sudor, y además no puedo perderme las noticias de la tarde, porque en la parada de autobús han estado hablando de una concentración de fuerzas del ejército, y además tengo que arreglarme un empaste, tirar la leche de principios de semana, cambiar la hebilla de una sandalia, encontrar al electricista para que arregle la nevera, fumar un poco menos, ser un poco más diligente, porque el tiempo vuela, decidir finalmente el asunto de la encuadernación, tomar partido respecto a los caprichosos cambios de situación, pasar a consolar a Zelig y a Slava sin cargar con la tarea de prepararles el libro conmemorativo, hojear el periódico, devolverle la ofensa o no al doctor Schuster, pedir hora


Se plantea, pues, una sencilla cuestión de Amos Oz Pragma #1

para el radiólogo, tratar con cuidado al anciano dirigente de los kibbutz que primero me acompaña hasta la esquina de una calle, luego hasta otra y después un poco más, abstraerme del dolor de muelas que va a peor, y pasar, por fin solo, junto a un perro atropellado cuyos sesos se desparraman por la calzada, darme cuenta de repente de que me he perdido el cambio de colores del cielo –la mañana ha sido azul y blanca, ardiente, mientras que el atardecer es gris, oscuro y húmedo, y ha empezado a soplar el viento desde el mar–, entonces me pregunto cuándo habrá sucedido todo esto. En el recuadro de una ventana, en una callejuela, una mujer se ha quitado el vestido por encima de la cabeza, y yo he cruzado por delante de la ventana fumando, con aspecto ocupado y respetable. No me he detenido, he pasado junto a sus muslos y no he sentido nada. Seguro que se han cruzado pájaros aquí y allá en mi camino, pero no los he oído; seguro que en algún lugar han tañido las campanas, sin mí, seguro que me esperan. En alguna casa cercana, una mujer casada con cuatro hijos

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ha decidido que ya bastaba, que nada tenía sentido, y se ha suicidado con unas tijeras corrientes, esto pone el periódico que estoy leyendo de pie en el autobús, los ojos llorosos por el humo de los cigarrillos de los demás y por el mío propio. El periódico también dice que la situación puede deteriorarse. Enseguida oiremos las noticias de las seis. Quizás la artillería siria ha iniciado un fuego masivo y los aviones de nuestra fuerza aérea han sido abatidos y borrados del mapa, o nuestro ejército, siguiendo las oportunas advertencias de nuestro servicio de información, ha arrasado las posiciones enemigas y está a las puertas de Bagdad. ¡Silencio! ¡Dejadme oír! La situación se está deteriorando y algo tiene que suceder.



ACCIONES Yo

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ocupado fumo corro intentando resolver tacho anoto contesto desmonto cambio ajusto olvidar tengo pasar redactar hacérsela llegar agradecerle aclarar olvide mudarme llevo puedo perderme tengo arreglarme tirar cambiar encontrar fumar ser decidir tomar pasar consolar cargar prepararles hojear devolverle pedir tratar abstraerme va pasar darme he perdido pregunto cruzado detenido pasado sentido he oído leyendo oiremos dejadme oir

Ellos

han estado hablando

Electricista arregle

Anciano

acompaña

Perro atropellado desparraman

Mujer

quitado

Mujer casada han decidido bastaba ha suicidado

Nosotros oiremos

Artillería siria ha iniciado

Nuestro ejército siguiendo ha arrasado está


OBJETOS Yo cigarrillo de acá para allá diversos asuntos (apuntados) problemas resueltos lista nuevos problemas (surgido) cartas peticiones llamadas telefónicas grifo (gotea) goma (podrido) tiempo lavandería solicitud de traslado brevedad tarta asunto cheque reunión plan de paz encuentro camisa cuello sudor noticias de la tarde parada de autobús concentración fuerzas del ejército empaste leche principios de semana hebilla sandalia nevera tiempo (vuela) asunto encuadernación partido cambios de situación tarea libro conmemorativo periódico ofensa hora cuidado dirigente kibutz esquina de una calle otra un poco más dolor de muelas sesos

Ministro

solicitud de traslado

Tia Lischka tarta

Profesora encuentro

Ellos

parada de autobús concentración fuerzas del ejército

Electricista nevera

Zelig y Slava

tarea libro conmemorativo

Doctor Schuster ofensa

Radiologo hora

Anciano

dirigente kibutz esquina de una calle otra un poco más

Perro atropellado sesos

calzada cuenta cambio colores cielo mañana (sido) atardecer (es) viento (soplar) mar esto (sucedido) recuadro ventana callejuela vestido cabeza ventana aspecto muslos nada pájaros (cruzado) camino lugar campanas (teñido, esperan) casa hijos tijeras periódico (pone) autobús ojos humo cigarrillos demás el mío periódico (dice) situación (deteriorarse) noticias de las seis fuego aviones (abatidos, borrados) fuerza aérea mapa advertencias silencio situación (deteriorando) algo (tiene suceder)

Mujer vestido cabeza muslos

Mujer casada casa hijos tijeras

Nosotros noticias de las seis

Artillería siria fuego

Nuestro ejército

advertencias servicio de información posiciones enemigas puertas Bagdad


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ALAN HURTADO

SOBRE RODRIGO


¿Miente?… ¿mi cara miente? Creo que no tengo control sobre ella. Si estoy pensando esto, ¿por qué lo escucho, por qué me escucho, por qué escucho mis pensamientos? No estoy moviendo la boca, ésta está quieta, lo sé, no pienso en moverla. la toco, la recorro, no se mueve, no habla, no come, no besa; está quieta. Entre la nariz y la barbilla, al centro de la cara, donde siempre ha estado. Espero que no cambie de sitio, que nunca deje de funcionar. Continuo mudo, sigo escuchándome; me paro frente al espejo y me grita las arrugas, las analiza, las cuenta, las exhibe. No se escucha nada, la habitación permanece en silencio. Por fin abro la boca. -Has envejecido-, le digo a mi reflejo. -Nunca lo noté-. Junto mis labios, despues cierro los ojos y dejo que un sentimiento de nostalgia me llene; de pronto estoy triste, me siento desconcertado. Trato de no pensar, pero escucho un reclamo que viene de frente. Es mi reflejo cuestionando mis emociones. -¿Por qué no te muestras?- Abro los ojos. -Tan controlador, siempre-. Me dice, atravesando mis córneas. -¡Déjame salir!Tiro el espejo al suelo. Me tiro al suelo. Respiro, trato de no pensar; recorro mi cara con las manos, como lo hacía ella. Analizo sus partes, sus formas, sus texturas. Siento que no ha cambiado nada, me imagino que sólo ha crecido y por ende le han salido algunos surcos. Su estructura es la misma de siempre; sí, estoy seguro. Continúo palpando mi


Laberinto de páginas de Regina Olivares Pragma #1

rostro, llego al borde de mi quijada y siento la gris verruga que hace algunos meses había olvidado que ahí estaba. -¿Por qué no desapareces de una vez?-. Nadie responde. Sigo de espaldas al suelo, me siento cansado, no sé qué pasa. Me quiero dormir. […] -¡Corre Rodrigo, corre!-. Siento mucha adrenalina, estoy en un estadio, sólo corro, lo más rápido que puedo. Siento el aire en mis poros. Concreto. Directo en la cara. Sangre a mi rededor. Olor a látex, gente con cubre bocas y luces muy blancas. Después de la cirugía me pasan un espejo; mi nariz es otra, está chueca… Está. Chueca… Me hiperventilo, siento que no puedo respirar, me muevo de un lado a otro, pego mis manos contra el suelo y abro los ojos. Sigo tirado, junto al espejo, debí quedarme dormido. -Ja, ja, ja- me río, me río mucho. -Tengo la nariz igual a la de mi padre, ¡ja, ja, ja!-. El techo se ve muy lejos, oscuro; no me quiero parar, siento una voluntad agotada. El techo tiene hoyos, como de sonrisa; como las de mi familia. El techo no es bonito. Es

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de madera, pero está viejo. Tiene cuarteaduras, -como mi cara-. Tiene arrugas, como mi cara. Mi cara, albergue de cuatro lunares. Mi cara de piel pálida y morena. Mi cara de cejas pobladas y ojos profundos, cafés; pestañas alargadas. Mi rostro, heredero de una gran nariz aguileña. Este rostro frágil, afeminado. -¡Joven!- que me hace parecer de otro lado. -Ese techo de madera es horrible-, lo voy a cambiar. Si el pintor lo ve así mañana no querrá retratarme. -¿Y a qué hora lo voy a pintar?-. Ni siquiera he practicado mis poses. El pintor me dijo que quería algo natural, pero no sé qué entender por eso. -¿Me siento de frente y finjo revisar mi correo en el celular?- Al menos espero que me pinte diferente, de alguna manera que no haya visto hasta ahora. En fin. -Rodrigo, levántate del suelo y pinta ese techo ¡ya!-



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RODRIGO ESQUINCA

EN LA IMAGEN




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En la imagen de Rodrigo Esquinca Pragma #1

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En la imagen de Rodrigo Esquinca Pragma #1

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En la imagen de Rodrigo Esquinca Pragma #1

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ALBERT CAMUS

EL MITO DE SÍSIFO


Los dioses habían condenado a Sísifo a empujar sin cesar una roca hasta la cima de una montaña, desde donde la piedra volvería a caer por su propio peso. Habían pensado con algún fundamento que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza. Si se ha de creer a Homero, Sísifo era el más sabio y prudente de los mortales. No obstante, según otra tradición, se inclinaba al oficio de bandido. No veo en ello contradicción. Difieren las opiniones sobre los motivos que le convirtieron en un trabajador inútil en los infiernos. Se le reprocha, ante todo, alguna ligereza con los dioses. Reveló sus secretos. Egina, hija de Asopo, fue raptada por Júpiter. Al padre le asombró esa desaparición y se quejó a Sísifo. Éste, que conocía el rapto, se ofreció a informar sobre él a Asopo con la condición de que diese agua a la ciudadela de Corinto. Prefirió la bendición del agua a los rayos celestes. Por ello le castigaron enviándole al infierno. Homero nos cuenta también que Sísifo había encadenado a la Muerte. Plutón no pudo soportar el espectáculo de su imperio desierto y silencioso. Envió al dios de la guerra, quien liberó a la Muerte de manos de su vencedor. Se dice también que Sísifo, cuando estaba a punto de morir, quiso imprudentemente poner a prueba el amor de su esposa. le ordenó que arrojara su cuerpo sin sepultura en medio de la plaza pública. Sísifo se encontró en los infiernos y allí irritado por una obediencia tan contraria al amor humano,


El mito de SĂ­sifo de Albert Camus Pragma #1

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obtuvo de Plutón el permiso para volver a la tierra con objeto de castigar a su esposa. Pero cuando volvió a ver este mundo, a gustar del agua y el sol, de las piedras cálidas y el mar, ya no quiso volver a la sombra infernal. Los llamamientos, las iras y las advertencias no sirvieron para nada. Vivió muchos años más ante la curva del golfo, la mar brillante y las sonrisas de la tierra. Fue necesario un decreto de los dioses. Mercurio bajó a la tierra a coger al audaz por la fuerza, le apartó de sus goces y le llevó por la fuerza a los infiernos, donde estaba ya preparada su roca. Se ha comprendido ya, que Sísifo es el héroe absurdo. Lo es en tanto por sus pasiones como por su tormento. Su desprecio de los dioses, su odio a la muerte y su apasionamiento por la vida le valieron ese suplicio indecible en el que todo el ser dedica a no acabar nada. Es el precio que hay que pagar por las pasiones de esta tierra. No se nos dice nada sobre Sísifo en los infiernos. los mitos están hechos para que la imaginación los anime. Con respecto a éste, lo único que se ve es todo el esfuerzo de un cuerpo tenso para levantar la enorme piedra, hacerla rodar y ayudarla a subir una pendiente cien veces recorrida; se ve el rostro crispado, la mejilla pegada a la piedra, la ayuda de un hombro que recibe la masa cubierta de arcilla, de un pie que la calza, la tensión de los brazos, la seguridad enteramente humana de dos manos llenas de tierra. Al final de ese largo esfuerzo, medido por el espacio sin cielo y el tiempo sin profundidad, se alcanza la meta. Sísifo ve entonces como la piedra desciende en algunos instantes hacia ese mundo inferior desde el que habrá de volverla a subir hacia las cimas, y baja de nuevo a la llanura. Sísifo me interesa durante ese regreso, esa pausa. Un rostro que sufre tan cerca de las piedras es ya él mismo piedra.


El mito de Sísifo de Albert Camus Pragma #1

Veo a ese hombre volver a bajar con paso lento pero igual hacia el tormento cuyo fin no conocerá. Esta hora que es como una respiración y que vuelve tan seguramente como su desdicha, es la hora de la conciencia. En cada uno de los instantes en que abandona las cimas y se hunde poco a poco en las guaridas de los dioses, es superior a su destino. Es más fuerte que su roca. Si este mito es trágico, lo es porque su protagonista tiene conciencia. ¿En qué consistiría, en efecto, su castigo si a cada paso le sostuviera la esperanza de conseguir su propósito?. El obrero actual trabaja durante todos los días de su vida en las mismas tareas y ese destino no es menos absurdo. Pero no es trágico sino en los raros momentos en se hace consciente. Sísifo, proletario de los

dioses, impotente y rebelde conoce toda la magnitud de su condición miserable: en ella piensa durante su descenso. La clarividencia que debía constituir su tormento consuma al mismo tiempo su victoria. No hay destino que no venza con el desprecio. Por lo tanto, si el descenso se hace algunos días con dolor, puede hacerse también con alegría. Esta palabra no está de más. Sigo imaginándome a Sísifo volviendo hacia su roca, y el dolor estaba al comienzo. Cuando las imágenes de la tierra se aferran demasiado fuertemente al recuerdo, cuando el llamamiento de la dicha se hace demasiado apremiante, sucede que la tristeza surge en el corazón del hombre: es la victoria de la roca, la roca misma. La inmensa angustia es demasiado pesada para poderla sobrellevar.


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Son nuestras noches de Getsemaní. Sin embargo, las verdades aplastantes perecen al ser reconocidas. Así, Edipo obedece primeramente al destino sin saberlo, pero su tragedia comienza en el momento en que sabe. Pero en el mismo instante, ciego y desesperado, reconoce que el único vínculo que le une al mundo es la mano fresca de una muchacha. Entonces resuena una frase desesperada: «A pesar de tantas pruebas, mi edad avanzada y la grandeza de mi alma me hacen juzgar que todo está bien». El Edipo de Sófocles, como el Kirilov de Dostoievsky, da así la fórmula de la victoria absurda. La sabiduría antigua coincide con el heroismo moderno. No se descubre lo absurdo sin sentirse tentado a escribir algún manual de la dicha. «¿Cómo? ¿Por caminos tan estrechos...?». Pero no hay más que un mundo. La dicha y lo absurdo son dos hijos de la misma tierra. Son inseparables. Sería un error decir que la dicha nace forzosamente del descubrimiento absurdo. Sucede también


El mito de Sísifo de Albert Camus Pragma #1

que la sensación de lo absurdo nace de la dicha. «Juzgo que todo está bien», dice Edipo, y esta palabra es sagrada. Resuena en el universo y limitado del hombre. Enseña que todo no es ni ha sido agotado. Expulsa de este mundo a un dios que había entrado en él con la insatisfacción y afición a los dolores inútiles. Hace del destino un asunto humano, que debe ser arreglado entre los hombres. Toda la alegría silenciosa de Sísifo consiste en eso. Su destino le pertenece. Su roca es su cosa. Del mismo modo el hombre absurdo, cuando contempla su tormento, hace callar a todos los ídolos. En el universo vuelto de pronto a su silencio se alzan las mil vocecitas maravillosas de la tierra.Llamamientos inconscientes y secretos, invitaciones de todos los rostros constituyen el reverso necesario y el premio de la victoria. No hay sol sin sombra y es necesario conocer la noche. El hombre absurdo dice que sí y su esfuerzo no terminará nunca. Si hay un destino personal, no hay un destino superior, o, por lo menos no hay más que uno al que juzga fatal y despreciable.

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Por lo demás, sabe que es dueño de sus días. En ese instante sutil en que el hombre vuelve sobre su vida, como Sísifo vuelve hacia su roca, en ese ligero giro, contempla esa serie de actos desvinculados que se convierten en su destino, creado por el, unido bajo la mirada de su memoria y pronto sellado por su muerte. Así, persuadido del origen enteramente humano de todo lo que es humano, ciego que desea ver y que sabe que la noche no tiene fin, está siempre en marcha. La roca sigue rodando. Dejo a Sísifo al pie de la montaña. Se vuelve a encontrar siempre su carga. Pero Sísifo enseña la fidelidad superior que niega a los dioses y levanta las rocas. Él también juzga que todo está bien. Este universo en adelante sin amo no le parece estéril ni fútil. Cada uno de los granos de esta piedra, cada trozo mineral de esta montaña llena de oscuridad forma por sí solo un mundo. El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre. Hay que imaginarse a Sísifo dichoso.



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JOSTEIN GAARDER

El HORIZONTE


Siempre leo detenidamente las notificaciones oficiales. Estudio con particular atención los avisos de los servicios de información del Estado. A fin de cuentas los escriben para mí: el Estado intenta comunicarse con uno de sus hijos. Como cuando un padre o una madre inicia con cierta reticencia una conversación seria con uno de sus vástagos. Y no voy a ser yo quien se oponga. Voy a dejar de fumar. Voy a beber menos. Voy a comprender por qué debo pagar impuestos. Voy a mantenerme informado sobre convenios y reglamentos. Y voy a votar cada cuatro años De esta forma tendré respuesta a todas las exhortaciones que reciba. En mi opinión, todo funciona tal como debe funcionar. Es como un folletón algo árido y enrevesado en el que mi humilde personaje tiene derecho a participar y que incluso puede en parte coescribir. El horizonte –creo que ésta es la palabra adecuada–, el horizonte de esta constante e interminable compaña de información puede parecerme a veces, sin embargo, restringido y trivial. Es agradable que Hacienda devuelva dinero, y probablemente es acertado instalar alarmas de humo y extintores de incendios. No se trata de esto. Pero las estrellas, por ejemplo, o el misterio de la vida, o un libro importante que debería leer, nada de esto es asunto del Estado. No tengo que preocuparme por ese tipo de cuestiones.


El horizonte de Jostein Gaarner Pragma #1

La tierra sigue su curso alrededor del sol sin mi ayuda. Echo en falta un recuerdo ocasional de que existo. Por que estoy aquí solamente esta vez y no he de volver nunca. También esto puede resultar fácil de olvidar. Yo lo sé, es obvio que lo sé todo el tiempo, sólo con que me pare a pensarlo. Pero nadie me impulsa a hacerlo. Aquí no rige ninguna pública confidencialidad. Si en medio del flujo de la información olvido que estoy vivo, es problema mío. Puedo imaginar el siguiente comunicado oficial a la población en los principales periódicos del país: «Aviso importante a todos los ciudadanos y ciudadanas. ¡El mundo está aquí y es ahora!»

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Ă?ndice Pragma #1


Laberinto de páginas El alma del rostro Se plantea, pues, una sencilla cuestión Sobre Rodrigo En la imagen El mito de Sísifo El horizonte

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