El veneno de la Argentina Por: Rodrigo J. Soto Bouhier Introducción Desde la perspectiva de quien escribe muchos de los preceptos socio-culturales1 en boga son la enfermedad resultante de un sinfín de síntomas no atendidos, como la constante pérdida de soberanía y seriedad en el panorama internacional2, o recrudecidos por la violencia cotidiana que asedia nuestro día a día como se ve en la situación docente y laboral. La decadencia nacional — entendida como la ruina moral, social, política y económica — nace así de los conflictos sociales irresueltos3 e intensificados por mandatarios egoístas que no piensan en quienes representan y por el creciente clima fascistizante, plasmado en la el lenguaje y el cinismo mediático, que envuelve a los sectores medias y acomodadas. En el siguiente trabajo se busca enumerar algunas de las problemáticas vigentes de la Argentina, existentes también en otros países del cono sur y del mundo, y darles una opinión personal por medio de herramientas comparativas, metafóricas e históricas. Desde ya, quien les escribe se hace responsable de lo que se quiere transmitir y se encuentra predispuesto a la crítica y el dialogo correcto, pues toda opinión aquí formada es consecuente a los padecimientos y formación académica de quien elabora estas palabras. Elucubraciones liberal-conservadoras El sentimiento de empoderamiento burgués4, la aseveración de una falsa conciencia de clase5 en personas que son proletarizadas bajo slogans vacíos — “cambiemos”; “sí se puede”;
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Con esto nos referimos a modos de actuar, pensar y sentir cotidianos propios del individuo en relación a la masa y de la masa en consonancia con la esfera individual. Alude a creencias del sentido común, ideas preformadas, resabios de experiencias pasadas y al consumo de diferentes producciones culturales y políticas como la literatura, la radio, la televisión, entre otras. 2 Hemos pasado de lanzar satélites propios y de formar parte de los países pioneras en la igualdad de género y el matrimonio igualitario a ser un país hambreado de divisas y vendedor compulsivo de limones. 3 Como el mencionado “Problema docente”, las inundaciones reiteradas en la Provincia de Buenos Aires, el recorte presupuestario en programas de asistencia social y de centros culturales o el amiguismo empresarial que favorece a unos pocos y principalmente extranjeros. 4 Puede entenderse como la sensación de superioridad ético-moral que afila la lengua sin temor a represaría alguna o condena social y que le permite a quien se considera parte de un selecto grupo de “elegidos” a divulgar su credo meritócrata con impunidad y libertad. Suele dar lugar a premisas aberrantes relacionadas al autoritarismo, la antidemocracia, la recuperación del positivismo y el racismo. 5 También denominada falsa conciencia, es el pensamiento del individuo que no es consecuente con sus condiciones materiales de existencia. Esto, además de no ofrecer una visión fiable de la realidad, dificulta conocer la verdad. Un ejemplo de falsa conciencia es la adopción de la ideología burguesa por un trabajador asalariado. Esto también puede expresarse diciendo que ese trabajador carece de conciencia de clase, ya que adopta una visión del mundo que no concuerda con sus intereses individuales y de clase, sino con los intereses de clase de la burguesía. Es decir, nuestra clase media considerándose como parte de los grupos gobernantes.
“pagar impuesto a las ganancias con alegría” —y opiniones artificiales, carcomen el tejido social y dividen a las personas en bandos material y económicamente distorsionados. Quien se considera abanderado de la justicia, la ley y la incorruptibilidad termina cultivando la trampa y el engaño, haciendo oídos sordos o cerrando los ojos para omitir la desgracia de sus congéneres. La falta de sensibilidad social y el odio de clase, encubiertos en el discurso de lo apolítico 6, proliferan con fuerza al interior del corazón promedio bajo la forma de sentido común7. Un darwinismo social8 y económico voraz arremete a rienda suelta contra los sectores más vulnerables y se excusa en la ficticia meritocracia9 para aplacar a sus enemigos sin culpa alguna. Lo que debería ser de sentido común — comprometerse con el prójimo; ayudar a tus compatriotas; velar por la seguridad social y económica de quienes forman parte de tu misma sociedad; luchar por el recorte a tus propios derechos — es convertido en subversión y el “Orden y Progreso”10 encarnan un la lucha por la vida que concierne a la naturaleza y no a la cultura. Allí radica el error de los meritócratas, de los darwinistas. Natural e históricamente, el ser humano es un animal político y social, una criatura que convive en grupos y se forma a sí mismo en relación al grupo. Esto se ve potenciado por el desarrollo de la cultura, la implantación de leyes y normas que regulan la supervivencia del conjunto y la cristalización del tejido social. El contrariar un impulso vital como lo es la ayuda mutua entre las partes, entre los diferentes sujetos humanos que forman un grupo — en este caso un Estado-nación—, es atentar contra lo que por origen somos: animales solidarios y “Como no pertenezco a ningún partido político y no me gusta opinar de política, o no la entiendo, soy indiferente a cualquier problema que le pase a los demás hasta que a mí me ocurra lo mismo” o “El que no puede es porque no quiere”, son ejemplos muy oídos que dividen a la sociedad y la vuelven insensible al sufrimiento humano. La creación de desinterés en una actividad tan importante como lo es la política, retrae a las personas hacia una esfera dócil adiestrada por la batuta coactiva del poder económico-político cual señorío medieval. 7 La expresión sentido común describe las creencias o proposiciones que se alimentan por la sociedad y, hoy día, maleables mediáticamente. La formación de opinión, la propagación de un discurso por medio de slogans e intelectuales orgánicos, son lo que desde el poder se llama sentido común. 8 Es una teoría social que defiende que la teoría de la evolución de Charles Darwin tiene aplicaciones sociales en comunidades humanas. Está basado en la idea de la supervivencia del más apto concebido como mecanismo de evolución social y la creencia de que el concepto darwiniano de la selección natural puede ser usado para el manejo de la sociedad humana, insistiendo en la competición (étnica, nacional, de clase, etc.) por recursos naturales o diversos puestos sociales. El darwinismo social está basado en interpretaciones sobre los escritos de Darwin, que fueron planteados teóricamente por Herbert Spencer en un inicio, y posteriormente usadas para fines políticos, recibiendo numerosos adherentes. 9 Es una forma de gobierno basada en el mérito (los mejores), y en términos más generales, se refiere a la “discriminación positiva” por méritos. Las posiciones jerárquicas son conquistadas con base en el mérito, y hay un predominio de valores asociados a la capacidad individual o al espíritu competitivo. Esta noción de “mérito positivo” es una máscara que encubre la desigualdad y le permite a los ricos ser más ricos y a los pobres ser más pobres. Se oculta una desigualdad de base producto de un proceso histórico y se la reemplaza por la burguesa “cultura del trabajo” y frases como “yo me gané las cosas trabajando” o “nadie me regaló nada”, impidiendo que una sociedad más justa (donde el mérito sí devendría en una jerarquía honesta) es imposible de alcanzar. 10 Orden implica mantener las normas y las reglas del juego de quien explota a sus hermanos nacionales e internacionales y Progreso se vincula al despegue económico de unos pocos por sobre el resto del conglomerado social presentándose bajo la máscara del beneficio colectivo. 6
dependientes los unos de los otros. El problema del darwinismo social y económico es que traslada una lucha biológica de especie contra especie — y no de individuo contra individuo como busca inculcar — a la lucha de clases y la trifulca política, dividiendo a los sujetos y fragmentando las relaciones laborales, comunales, étnicas y religiosas en favor de una estirpe miserable que se considera superior al género humano. Sin embargo, pareciera que la vanguardia moral y ética ha sido profanada por el conservadurismo más recalcitrante que cambia de piel cual serpiente. Renueva sus escamas, y por momentos sus colmillos, pero la ponzoña que se escapa de su boca sigue contaminando la sangre de sus víctimas. La parálisis venenosa ataca los músculos de los trabajadores, impidiendo que se movilicen, y la mente de quienes tienen buen pasar, convirtiéndolos en siervos funcionales a políticas corruptas. Este reptil no ha sido erradicado, tan solo malherido en ocasiones, pues aprovecha su olor a muerto para relamer sus heridas sin llamar la atención. Es el depredador perfecto, un asesino de hogares y promotor del divide y vencerás. Su longeva existencia y perpetuo maquinar lo convierte en la insufrible plaga que vive a costa de los demás. La experiencia acumulada e invertida en la destrucción y servilización del prójimo lo convierte en la amenaza número uno de cualquier sociedad humana. No es un fénix que muere para renacer, es un lagarto avaricioso que se esfuma cuando esta maltrecho y clava su quijada cuando le dan la espalda. Esta rastrera bestia data por lo menos de 1862, momento crucial en el proceso constitutivo del Estado argentino, cuando la alianza política que asumió el liderazgo de la organización nacional fue una compleja coalición que cortaba a través de regiones, partidos, clases, actividades y hasta familias. El centro de la escena política fue ocupado por diversas fracciones de una burguesía en formación, implantada fundamentalmente en las actividades mercantiles y agroexportadoras que conformaban la todavía rústica aunque pujante economía bonaerense. Sus latentes diferencias, que pronto comenzarían a manifestarse, determinaron que el liderazgo inicial de Buenos Aires se diluyera en un complejo proceso de recomposición de la coalición dominante, cuyos rasgos esenciales serían el descrédito y posterior crisis de su núcleo liberal nacionalista y el ensanchamiento de sus bases sociales a través de la gradual incorporación de las burguesías regionales. Esto, gestaría para 1880 una serie de pactos de adhesión mutua
conocidos como las ligas donde sus protagonistas eran gobernadores
provinciales en ejercicio, senadores y diputados nacionales, ministros del ejército, maestros o directores de escuelas nacionales de mentalidad liberal-conservadora. La finalidad de cada liga, pues, era dominar la política nacional en vistas a la siguiente elección presidencial y, con este objetiva en mira, se construían y quebraban en el proceso de lucha política. Esto eclosionó para
la década de 1880 en el Partido Autonomista Nacional11 — PAN — del que Julio Argentino Roca y Miguel Ángel Juárez Celman fueron parte y, con una lógica semejante de alianzas interaristocrática y de sectores medios acomodados, se reinventó en la contemporánea alianza político-estratégica Cambiemos. Su inclinación al nepotismo — o amiguismo— característico, no obstante, es una herramienta de doble filo para esta peligrosa especie caníbal guiada por el hambre de divisas, la expolición de recursos y el sometimiento del ser humano. Empleado de manera poco sabia, puede exponer al monstruo tal cual es y desatar una cacería de brujas perjudicial para sí mismo. No obstante, sabe adaptarse a la coyuntura que le rodea y es capaz de cercenar partes de su cuerpo — socios y amigos — para mantenerse con vida. Es un reciclador nato que reutiliza su propia escoria al perfumarla con distinta fragancia. Allí radica uno de sus rasgos más letales y efectivos. El camuflaje perfecto es el que esconde algo sin esconderlo. Las elucubraciones y actuares de esta casta maldita ha gestado un Oscurantismo12 reacio a la seriedad que se levanta e inaugura una noche tempestuosa que arrasa con la gente de buenas intenciones, con aquellas figuras comprometidas con la política y la democracia y sumiéndonos a todos en la decadencia más abyecta. Bajo el escudo del republicanismo y la transparencia, lo superficial se propone como una virtud y el saber es entendido como molestia. Las inquietudes, la curiosidad y el conocimiento son catalogados como actos insubordinados o factores peligrosos y la ciencia, la justicia y el trabajo son banalizados, relegados a un segundo plano. La pobreza del alma — esa falta de perspectivas y de un horizonte hacia el cual proyectar, esa carencia de solidaridad y colectivismo, ese deseo de aislamiento individual — ha sido rellenada con productos innecesarios, disuasiones que apagan los sentidos y adormecen las voluntades. Una vorágine de necesidades artificiales ha bombardeado nuestras identidades, deformado nuestro aspecto y jerarquizado la sociedad con parámetros que cambian constantemente, enfermando con esquizofrenia al ciudadano devenido en consumidor compulsivo. Sólo se valora a las personas por lo que tienen y no por lo que son, por donde pasan sus vacaciones y por el celular poseen. La eterna propaganda comercial altera así los sentidos y los revuelve, generando deseos inmediatos en un zapping que nos obliga a consumir bienes sin descanso con el riesgo de “dejar de ser alguien”. Como sostiene Zygmunt Bauman, se nos insta a estar en movimiento de forma constante y a “pertenecer” quién sabe a qué. Se nos convierte en humanos sincrónicos, 11
Fue un partido político liberal conservador argentino, que tuvo preeminencia durante el período 18741916, conocido en la historiografía moderna como régimen conservador u oligárquico. El PAN fue creado el 15 de marzo de 1874 por la unión de los partidos Autonomista de Adolfo Alsina y Nacional de Nicolás Avellaneda. 12 Se define como oscurantismo a la práctica deliberada de evitar que determinados hechos y conocimientos sean difundidos a la población. Histórica e intelectualmente tiene dos sentidos comunes: la restricción u oposición a la difusión del conocimiento al público y la oscuridad deliberada; un estilo abstruso (como a veces se da en la literatura y el arte) caracterizado por una deliberada vaguedad.
incapaces de establecer relaciones largas, que viven únicamente en el presente y para sí mismos, generando en nosotros una ilusión de progreso y elevación que no existe. Por ello se sostiene que nuestro país atraviesa una mercantilización de las relaciones humanas y padece la transmutación de nuestros espíritus en variables económicas. Las masas han sido cegadas y arriadas cual ganado a falsos horizontes o compradas con espejos brillantes. Además, el partidismo tóxico y sedicioso ha expuesto a la democracia frente a las fuerzas de la xenofobia y la intolerancia que, junto a la indiferencia y el individualismo, han roto la cadena de unión que todas las sociedades han forjado a su interior y han abierto una grieta oscura13 que divide a hermanos y compatriotas. Asimismo, el capitalismo y el socialismo se han vuelto retóricas y prácticas inestables que alimentan al demonio del totalitarismo, arengando a los ciudadanos desesperados que buscan soluciones rápidas y empujando a estos al abismo de la mediocridad más radical. De forma semejante a la primera mitad del siglo XX, y sus repercusiones posteriores durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), las democracias liberal-conservadoras atraviesan un momento de debilidad y titubeo. Viven la puja entre la libertad, los derechos y la democratización de oportunidades, por un lado, y los privilegios, el statu quo y la jerarquía por el otro. Se intenta preservar el discurso de lo “políticamente correcto” en paralelo a un retroceso feroz de las conquistas humanas obtenidas a lo largo de la historia desde, por lo menos, las Revoluciones Atlánticas14. En consonancia se escuchan algunas voces revoltosas que indagan en rebeldía juvenil e idealismo utópico que a todo oprimido le gusta creer, aunque en la realidad quienes promueven dichos postulados no sean más que ridículos monigotes que “juegan al proletariado”. Los hombres de combate, los constructores de un mundo igualitario y equitativo, siempre fueron superados por la realidad histórica y el ámbito internacional, degenerando de forma inevitable todo proyecto o meta propuesto. Las revoluciones, al igual que una campaña militar o un proyecto de ley, muchas veces sufren reveces a lo largo de su travesía y terminan por convertirse en algo diametralmente distinto a lo que eran o querían ser. No hay ejemplo que pueda mencionarse en el que una lucha, idea o plan se haya concretado de forma inmutable y perfecta sin antes recibir alguna que otra modificación para sobrevivir. Y es precisamente esa frustración e impotencia lo que hace que muchas personas terminen girando hacia la derecha y 13
También conocida simplemente como la Grieta, es la división de la sociedad en dos polos opuestos y antagónicos aparentemente irreconciliables que parecen portar dos discursos hegemónicos irrenunciables cual Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) durante la Guerra Fría. Su origen depende de la perspectiva e intereses que uno posea, aunque en el presente escrito se sugiere que dio inicio con la formación de una elite de canallas que ha buscado dicha fragmentación para gobernar con mayor facilidad a las masas y desorganizarlas. 14 Con Revoluciones Atlánticas nos referimos a la Revolución Francesa y todas aquellas revoluciones efectuadas en el continente americano a finales del siglo XIX. No obstante, se reconoce que la definición elimina u omite características particulares de cada acontecimiento, cosa que debería ser atendida para no generalizar ni minimizar las repercusiones que cada una de ellas llevó adelante.
propiciando la mano dura ante cualquier inconveniente o expectativa de fracaso. Es como si sus sueños y deseos pudieran cumplirse si se los golpea un poco. En esto último radica pues, el clima fascistizante que envuelve a las personas y los medios de comunicación que promueven un lenguaje destructivo e indolente. Se pone la vida de un animal antes que la de un ser humano, se critica el maltrato a perros y gatos pero se vitorea el linchamiento público por sobre la aplicación de la ley, se indulta la violación de la ley para preservar la ley — una locura irracional — y se justifica crímenes pasados convirtiendo en crimen actividades y gestiones presentes. Se ha construido un enemigo quimérico que conforma el otro lado de la grieta, un ser ajeno y apocalíptico que conspira contra las instituciones — vapuleadas y mancilladas por los sectores de poder — y la sociedad misma. El hereje contemporáneo, cual judío para el nacionalsocialismo, es aquel que se retoba contra la injusticia, el dogma oficial y que, para colmo, intenta cambiarlo. El cetrino demonio ha recuperado el poder, esta envalentonado, se siente seguro y ha regenerado sus extremidades perdidas. Aún conserva su olor a muerto y, con sus botas manchadas de fango y sangre, machaca con ahínco las cabezas y cuerpos desvalidos que se le interponen a su pomposo caminar. Ha echado raíces con firmeza en el corazón de los estratos medios, en nuestras instituciones más valiosas y lo está consumiendo todo. Intelectuales orgánicos: el fascismo mediático y los trol del internet Para Antonio Gramsci15, las clases que imponían su dominio social lo hacían no solo por medio de la coerción, sino que necesitaban constituir una hegemonía ética y cultural, es decir, forjar un consenso en torno a ideologías y valores. Esta hegemonía era la tarea del “intelectual orgánico” que, en nuestros días, hace carne principalmente en los medios de comunicación y los empleados-agitadores virtuales denominados trol. Su omnipresencia en todas las plataformas de divertimento e información los ha convertido en herramienta indispensable de la denominada nueva política, que idealiza ciudadanos despiertos e informados. Sin embargo, su accionar politizado, sedicioso y mercenario juega con las voluntades políticas como si se tratasen de equipos de futbol y las noticias y contenidos emitidos a quemarropa terminan por suprimir el juicio crítico en favor de una verdad construida por los poderes hegemónicos. La televisión, el diario, incluso la radio, han sido manipulados por sectores de interés asociales y capitalistas al servicio de sus propias ambiciones económicas, atacando a la masa con noticias basura, reiteradas y sesgadas desde todos los espectros políticos 15
Fue un filósofo, teórico marxista, político y periodista italiano que escribió sobre teoría política, sociología, antropología y lingüística. Fue uno de los fundadores del Partido Comunista Italiano y encarcelado bajo el régimen fascista de Benito Mussolini.
existentes. Se hacen llamar independientes pero detrás de ellos siempre existe un hombre de negocios con bolsillos empachados de dinero que juega a ser Dios impartiendo una especie de verdad única16. Los medios ya no informan sino que desinforman, saturan al público con mentiras y verdades difusas a tal punto que sus consumidores terminan por repetir las cosas en lugar de pensarlas o criticarlas. Con ello, la ideología y los valores del reptil relamido se depositan desde el inconsciente en cada hogar y cada persona, sobre todo en los sectores medios, incubando así un protofascismo en la opinión pública que se expresa en el lenguaje cotidiano y el actuar frente a situaciones que, por sentido común, deberían ser cuestionadas. La instauración de una falacia que argumenta que “cualquier persona tiene razón por el mero hecho de opinar” y que por tanto “sus ideas deben ser respetadas sin importar cuan carentes de fundamentos o cargadas de discriminación y odio se presenten”, es la disuasión perfecta para que atrocidades sociales, morales y éticas sean perpetradas física y verbalmente e introducidas en las mentes de quienes “se informan”. En la divulgación de este microfascismo, se pone énfasis en la pésima formación de los periodistas que, devenidos en opinólogos17 y militantes de lo subjetivo, acotan desde su punto de vista cuanto anuncian. Su función de simples comunicadores, de personas entrenadas para investigar y mostrar hechos, es decir informar, ha sido desplazada por la de amarillistas patéticos y frívolos que incitan pasiones profanas en los corazones humanos. Son lobos vestidos de ovejas que muestran sus atributos o se ocultan bajo la máscara de la profesionalidad y la opinión personal — apelando con ello a que si se los refuta se los está “censurando” — para dictar lineamientos que vapulean las mentes durante veinticuatro horas. Y lo más triste es que, generalmente, lo que parece ser su opinión es en realidad la de algún personaje enriquecido que mueve la boca de estos seres mediáticos con sus hilos de titiritero. Los verdaderos periodistas, para lamento de muchos, están en peligro de extinción. No existe el periodismo independiente sino adoctrinadores empleados del gobierno de turno. En relación a los medios, la propagación de discursos y el envenenamiento de la mente, también aparece entre nosotros la figura del trol, un ente anónimo hambriento de caos y atención que se desliza cual gusano dejando una impronta incendiaria en las diferentes plataformas y foros de debate. Hombre o mujer, este sujeto suele esconderse bajo falsas fachadas y pseudónimos por temor a represalias. Le gusta exponer a otros, ensuciarlos, violar sus intimidades, incluso difundir mentiras. Es una raza peligrosa que abunda en las redes
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Tómese el caso del grupo hegemónico Clarín o de sus funcionales difusores Eduardo Feimann, Jorge Lanata y Santiago del Moro. También podría mencionarse a celebridades mediáticas y amarillistas como Susana Giménez y Mirta Legrand. 17 El opinólogo es aquél que opina y habla de cualquier cosa sin siquiera estar informado del tema que pretende desarrollar o que posee una vaga idea del mismo. Su principal defecto es creer que al opinar, aún desinformado, no puede ser rebatido puesto que su opinión es personal y por ende incuestionable.
sociales, en los grafitis malintencionados, en el corazón de los rencorosos y cobardes. Son personas que, protegidos en nombres de fantasía, creen ser más de lo que son y se arrogan la potestad para juzgar los actos y pensamientos de los demás sin un correcto proceder. El peligro de los trol es, ante todo, su toxicidad. Son una plaga que debe ser cazada sin descanso y apartada del clientelismo político. Lamentablemente, esta peste virtual, y no tan virtual, suele ser reclutada por la ponzoña liberal-conservadora en el poder para destruir las ideas propias, desatar la anarquía y segmentar o manipular a las personas. El trol, pues, es un mercenario del poder hegemónico, un novedoso intelectual orgánico, que descargará su arsenal hacia el objetivo que cualquier político-empleador le ordene. Vendría a ser, en resumidas cuentas, como una división especial que realiza las tareas de propaganda y difamación que, por su “halo profesional”, los periodistas no deben — o no pueden — efectuar. Publicando mensajes provocadores, irrelevantes o fuera de tema en una red social — como pueden ser Facebok y Twitter —, tiene por función molestar o provocar una respuesta emocional negativa en los usuarios y lectores, alterando la conversación normal en un tema de discusión y logrando que los mismos usuarios se enfaden y se enfrenten entre sí, desviando con ello los temas debatidos y quitándoles el valor que poseen. Su intervención virulenta permite además dar valor a lineamientos oficiales o bien fomentar el odio hacia determinados sectores de la sociedad, por los cuales muchas veces se hacen pasar a fin de generar un estigma. Finalmente, pareciera que el argentino promedio posee preconceptos e ideas ya establecidas que, a través de los “hechos” — en las noticias parcializadas y los troles del internet — encuentra la confirmación de sus opiniones y creencias. Busca, en síntesis, algo con que decir "esto es así, como yo ya sabía". En consecuencia, terminan por sumergirse en el autismo político de negarse a ver lo que va contra su opinión ya formada y tratan toda prueba contraria como falsa, alterada o inexistente. Un Ejemplo de lo mencionado anteriormente son las justificaciones microfascistas referentes a la desaparición y aparición del cuerpo muerto de Santiago Maldonado: notificada la tragedia, cientos de miles sostuvieron que estaba en Chile, que lo habían matado los mapuches, que se había suicidado, que estaba escondido con los Kirchneristas, que lo había matado un empleado de Benetton, entre otros disparates. Cuando apareció el cuerpo muerto, se eligió prestar atención solo al hecho de que murió ahogado y omitir todo lo demás, como que apareció rio arriba, que la gendarmería fue culpable o incitó la muerte del joven, que hubo una llamada al celular atendido, que la descomposición del cadáver era mínima o que sus pertenencias no tenían el daño que estar sumergido tanto tiempo provoca. Otro caso, un poco más reciente, es el vitoreo del cuestionable accionar del policía Luis Oscar Chocobar tras rematar a un delincuente ya abatido por un disparo previo de este servicio.
Los casos citados, han repercutido de una forma u otra en las diferentes capas de la sociedad, alimentando el recelo hacia el proceder político o engrandeciendo el fantasma del fascismo con el que hoy se protege el liberal-conservadurismo argentino. Desde los medios y los trol, pues, pareciera que el fascismo institucional, la violación de la ley en nombre de la ley y la persecución y demonización de grupos humanos, están al orden del día. Cuestión de privilegios Para conservar el poder, dijo Nicolás Maquiavelo en los capítulos XV y XVII de El Príncipe, lo que se valora no es seguir la moral sino hacer lo que se tenga que hacer para su conservación. Hay que reconocer que de todas las cualidades morales positivas, aunque sería deseable tenerlas, en verdad no se las puede tener ni en su totalidad ni en su plenitud. Por ello hay ciertamente que evitar todos los vicios que hacen perder el poder, pero también hay que tener los vicios que sean necesarios para conservarlo. Esto, traducido a nuestro contexto, se vería en el uso de los medios y los trol, el fortalecimiento del aparato represivo — principalmente a la gendarmería y la policía — y el aval cínico a medidas de flexibilización laboral y recorte del presupuesto médico-educativo en favor de los sectores más enriquecidos, distrayendo a las personas con noticias banales o videos virales que poco tienen que ver con la realidad argentina. Así es como preserva el poder esta víbora, con los mismos vicios que se lo harán perder algún día: violencia policial, manipulación mediática, soborno y chantaje de senadores, lobby con el capital internacional e invención y persecución de sus opositores. En el fondo, esta lucha por el poder y el esfuerzo por mantenerlo tiene por infraestructura el anhelo del privilegio. Esta casta venenosa, si por algo se distingue, es por su extensa variedad de privilegios: económicos, políticos, sociales y culturales. Desde la capacidad de comprar cuanto se les antoja a costa del esfuerzo de quienes explotan, hasta ser beneficiarios del acceso a eventos culturales del más alto nivel, este selecto grupo se pavonea con las mejores ropas, viajes al exterior y el despilfarro inusitado de dinero. Se parece mucho a la nobleza de antaño, con ese ethos consumista que no escatima en gastos, más se aleja de ésta por su afán de acumular y de expropiar. Siempre quieren más dinero, nunca les es suficiente. Aquellos que creen que por ser adinerado dejarán de robarle al Estado o de exprimir al proletariado están muy equivocados. Su voracidad no tiene límites pues necesitan en demasía para gastar a igual ritmo. Cual derechos bizarros18 y poder de ban19 que poseían los señores de la Edad Media y temprano-moderna, esta nobleza contemporánea se arroga derechos y poderes que otros sectores 18
Eran una clase muy extraña de derechos derivados de la jurisdicción señorial, es decir, cargas que se legitimaban a partir de la soberanía parcelada y no a partir de la propiedad de la tierra. Estos derechos bizarros eran cargas señoriales por momentos casi irrisibles. Dichos derechos, en realidad, eran una excusa para abordar un problema que sí resulta muy importante: la insoluble tensión entre el Estado moderno y el señorío feudal, muy especialmente en su vertiente de señorío banal o jurisdicción. Ejemplos
no son capaces de ejercer. Entre ellos, como ejemplo de actualidad, se puede mencionar el aborto. Con su hipocresía lo ocultan bajo un velo arancelado y discreto20, purificándose de aquella “vergüenza” a pesar de realizarlo como si expiaran un pecado en la Iglesia tras pagar una cuota al Señor. Convierten una decisión y acción de vida y de muerte en un privilegio, en una medida privada asignada a un selecto círculo, al tiempo que atacan a las mujeres desprotegidas y vulnerables sin acceso a sus recursos de élite21. Con esto se fomenta la muerte clandestina y la decadencia médica, convirtiendo en delito un proceder milenario que toda sociedad ha practicado alguna vez. Desde el abandono de niños recién nacidos hasta el procedimiento abortivo en sí, lo cierto es que su práctica y condena corre vigencia desde por lo menos el siglo XVIII a.C., haciendo presencia en el Código de Hammurabi22. En el fondo, no se discute el quitar o salvar una vida sino la existencia o no de un estatus que permita tomar la decisión. Legalizar el aborto, que no es lo mismo que volverlo obligatorio, salvaría más vidas que las que quita, pues la práctica continuará por más que la ley lo prohíba. Esto garantizaría la protección de la mujer, la salvaguarda de las abandonadas y marginadas por políticas antisociales y opresivas que disimulan un Ancien régime23 que beneficia sólo a unos pocos “avergonzados”. El discurso religioso en el que se ocultan, pese a tener su grado legítimo de moralidad, no es más que una excusa para seguir viendo cómo los pobres mueren abortando mientras los de este tipo de derechos eran que el siervo tuviera que besar el cerrojo de la puerta de su señor o que una vez al año los hombres de los gremios de vendedores de pescado tuvieran que arrojarse vestidos a un cuerpo lacustre. 19 El poder de ban era originalmente el poder de mando militar detentado como título privado, por un señor feudal, en un territorio delimitado. Con el tiempo, los señores fueron abandonando la costumbre de reclutar tropas en el territorio prescrito y hacia el siglo XI transformaron el ban en el derecho a cobrar impuestos sobre la población campesina que habitaba dentro de esos límites. De este modo, fue sentada jurídicamente una de las bases del feudalismo: la percepción de parte del excedente de la producción campesina. Esta institución fue conocida como "señorío banal" y sobrevivió largamente a la desaparición del feudalismo a fines de la Edad Media. El poder de ban, devenido así en un derecho de tipo fiscal, formaba parte del patrimonio de un señor feudal, y podía ser transferido por herencia o venta, junto con su título, las tierras bajo su propiedad directa, y sus bienes inmuebles. 20 Siendo un deshonor para la alcurnia, el aborto ha sido ocultado pero practicado sin culpa alguna. Los preceptos católicos de la dirigencia liberal-conservadora argentina se consuela en realizarlo a escondidas, pagándole a médicos capacitados en un silencio sepulcral y regodeándose por evadir tan peyorativa condena social. 21 Como son los casos de chicas violadas, mujeres de bajos ingresos o aquellas que tienen riesgo de muerte al momento del parto para ser sintéticos. 22 Es uno de los conjuntos de leyes más antiguos que se han encontrado y uno de los ejemplares mejor conservados de este tipo de documentos creados en la antigua Mesopotamia. Se basa en la aplicación de la ley del Talión, y es también uno de los más tempranos ejemplos del principio de presunción de inocencia, pues sugiere que el acusado o el acusador tienen la oportunidad de aportar pruebas. 23 Denominado Antiguo Régimen en español, fue el término que los revolucionarios franceses utilizaban para designar peyorativamente al sistema de gobierno anterior a la Revolución francesa de 1789 (la monarquía absoluta de Luis XVI), y que se aplicó también al resto de las monarquías europeas cuyo régimen era similar. El término opuesto a este fue el de Nuevo Régimen (en España, Régimen Liberal). Puede aplicarse también como equivalente a una época que, prácticamente, coincidiría con lo que se conoce como Edad Moderna.
ricos los critican de forma paradójica: por un lado, sostienen que “hay que matar a todos los negros de mierda” y que “estos negros tienen hijos para cobrar asignación universal por hijo”, idea por la cual se creería que desean una reducción de su natalidad. Por el otro, argumentan que “el aborto es asesinato pues toda vida es milagrosa”. Si algo se les pudiera pedir es que, si son enemigos recalcitrantes de las clases bajas a punto tal que ven lógico exterminar a unos cuantos —porque si matan a todos no tendrían “negritos que hicieran las tareas que ellos no quieren hacer” —, al menos sean consecuentes con su discurso pro-vida que parece aplicar solamente a caucásicos niños de sectores medio-alto y animales domésticos. La cultura del V.I.P. (very important person), se extiende a todos los aspectos éticos y morales de la sociedad. Los lineamientos liberal-conservadores se introducen en la gente corriente y la hacen pensar contra su propio sentido común, en contra de una realidad que debería favorecerles. El querer adueñarse de las decisiones del prójimo, de privatizar sus beneficios y sus derechos, son la prueba de un hambre de privilegios que no puede ser satisfecha. Dominar en cuerpo y alma a las personas, el usarlas como herramientas de trabajo limitándoles el gozo y el placer a rudimentarios circos propagandísticos, desenmascaran la destrucción socio-cultural que la Argentina experimenta bajo la égida del liberalconservadurismo más evolucionado. La decadencia nacional se expresa por medio del lenguaje, los formadores de opinión, los activistas del poder oficial y las artimañas financieras que achican el bolsillo del hombre y la mujer común. Se busca recuperar la jerarquía de dominantes y dominados de la Edad Media, la diferenciación estamentaria de la sociedad, pero desfigurada como sólo el capitalismo sabe hacerlo: haciendo creer a los sectores medios de que la mejora de las condiciones de vida de los más desesperados atenta contra su propio estilo de vida. Es decir, alimentando el enano fascista y de aspiraciones aristocráticas que vive en el argentino medio. Reflexiones finales En este trabajo se trató de repasar a grosso modo algunos de los síntomas y características que han originado una crisis moral y ética, de identidad y derechos civiles en la República Argentina. Desde la óptica de quien escribe, el liberal-conservadurismo ha regresado al trono inmortal y se ha coronado con los laureles que hemos conseguido para someter a un pueblo libre bajo un yugo de burócratas, coordinadores, explotadores y medios funcionales. La hegemonía de la posverdad, de la falsa conciencia de clase y del darwinismo social y económico, está siendo inculcada en los argentinos como si se tratasen de sentido común. Se está sumergiendo a la sociedad en un clima fascistizante donde prima la violencia verbal y física y donde la vida de algunas personas vale más que la de otras, donde la democracia se convierte en un cascarón vacío y las instituciones son violadas a la vista del público. La democracia, pues, está perdiendo su chispa milagrosa y relegando sus conquistas a escasos sectores de la sociedad
— plutócratas y empresarios con vínculos internacionales — que los convierte en privilegios monopólicos de una casta maldita. La intervención e interés político son apaciguados con productos, falsedades, debates sin sentido o malversados y redirigidos por intelectuales orgánicos o troles en diferentes plataformas sociales. El longevo reptil ha regresado más flexible, más intolerante y más revanchista que nunca. Su quijada se ensaña sobre los obreros y docentes, en el salario real y los sueños de los argentinos medios y bajos. Propaga su mundo de ilusiones por medio de palabras como cambio, transparencia y republicanismo de forma vulgar e irreal, omitiendo muchas de las promesas o contrariando las peroratas de batalla que empleó para asumir el poder. Como dijo en su momento Carlos Saúl Menem, y de una forma parecida el actual presidente Mauricio Macri, “si decía lo que iba a hacer no me votaban”. El argentino promedio, al parecer, gusta de creer mentiras traslúcidas cuanto más lleno tiene sus bolsillos, convirtiéndose a la larga en el eterno arrepentido abanderado del “todos los políticos son iguales”. Y lo tragicómico de esto es que no todos los políticos son iguales sino que el argentino medio suele votar siempre al mismo tipo de políticos. La decadencia nacional, en resumidas cuentas, es un producto de la desatención a problemas estructurales y de la negligencia que envenena nuestra sociedad. Al recortar la educación, el trabajo, la ciencia y la salud en favor de aparatos represivos anquilosados que miran al cuestionable antaño, el porvenir se vuelve más desalentador que esperanzador. Sólo con la toma de conciencia, la difusión de una lucha justa y honrada, cuestionando las malformadas opiniones emitidas por el poder y movilizándose por cuanta calle o red virtual sea posible, se podrá recuperar antiguas victorias y privilegios democráticos que no distinguen credo, clase u origen. Defender lo que por derecho y por humanidad nos pertenece a todos — libertad de opinión y de manifestación, trabajo digno y remunerado, salud y educación pública y gratuita — es un deber no sólo para con el prójimo sino para con nosotros mismos y para con nuestros futuros hijos e hijas. Hemos de ser la cura para una enfermedad en crecimiento, la llama que erradique de una vez y para siempre al pérfido reptil que evade la muerte sin descanso. Hemos de dar muerte al liberal-conservadurismo con ciencia, justicia y trabajo. Sólo con ellos, el pueblo argentino descansará bajo los ilustrados preceptos de la igualdad, la libertad y la fraternidad.