Escrito por: Soto Bouhier, Rodrigo Javier
Voces en pugna: Objetivos e intereses enfrentados al interior de las rebeliones americanas Introducción Las consecuencias de la intensa coyuntura bélica del siglo XVIII serían críticas para una España que acababa de atravesar un cambio dinástico y veía amenazados sus territorios. América ya no era patrimonio exclusivo español y potencias como Inglaterra, las Provincias Unidas, Francia y Portugal, se disputaban ahora el control de ciertos territorios americanos. El Nuevo Mundo no se salvaría de verse involucrado en los grandes conflictos armados que las potencias tenían en Europa. La Guerra de los Siete Años (1754/56-1763) tuvo como uno de sus varios escenarios al mundo americano y las consecuencias para España, involucrada en el conflicto en 1762, serían nefastas. Deshonrosas derrotas peninsulares llevarían a la Corona a iniciar un desesperado proceso de militarización con el objeto de defender mejor sus territorios ultramarinos. Pero no era esto una tarea sencilla, pues requeriría de grandes sumas de dinero. La serie de reformas que impulsó la Corona desde mediados del siglo XVIII, aplicadas de forma gradual y conocidas como las Reformas Borbónicas, abarcaron un amplio espectro, desde áreas administrativas, fiscales y económicas hasta militares (Gelman: 251,252). Esto limitaría —y era una de las finalidades de las medidas— el poder de las elites americanas, lo que traería el descontento en las colonias. Como así también acabarían por repercutir en la economía y reproducción social de las familias campesinas e indígenas a lo largo y ancho del Nuevo Mundo. Como consecuencia de la aplicación de las medidas y la “actualización” del pacto colonial con la nueva Dinastía borbónica (Chiaramonte: 91), las revueltas y rebeliones marcarían gran parte de la segunda mitad del siglo XVIII; y las más importantes sucederían en la región andina y novohispana. Pero, ¿Cuáles fueron los reclamos enunciados? ¿Fueron movimientos organizados? ¿Qué tipo de discursos surgieron dentro de los movilizados? ¿Había contradicciones entre líderes y masas? El desenlace de estas ¿Se debe a contradicciones internas o sólo a factores represivos? Para encontrar una respuesta a estos interrogantes, procederemos a describir las reformas realizadas así como también los espacios novohispano y andino del siglo XVIII para entender el impacto que éstas efectivamente tuvieron; además de observar los objetivos propuestos por los levantamientos en ambas regiones. Creemos poder visualizar mediante variables como los intereses económico-políticos y la posición sociorracial de los partícipes, no solo su incentivo para involucrarse en una insurrección sino también los motivos por los cuales estas actitudes levantiscas terminaron como terminaron.
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Escrito por: Soto Bouhier, Rodrigo Javier Las Reformas Borbónicas: ¿La chispa que comenzó el incendio?
Esta serie de reformas emprendidas por la Corona tenía como objetivo el afianzar su control y dominio sobre sus territorios. Éstas no fueron ejecutadas en un mismo momento ni lugar geográfico, sino que se dieron en un amplio marco temporal, aplicándose, en el caso americano, de forma gradual en los diversos territorios, dando resultados bastante matizados de acuerdo a la región. No sólo intentarían afianzar la presencia militar en el Nuevo Mundo —al cual se comenzaba a ver no sólo como un mero generador de metálico sino también como un destinatario para la producción industrial y agrícola metropolitana—, sino que además se buscarían reforzar el control administrativo sobre éste. Las elites coloniales americanas habían dispuesto de gran autonomía en sus manejos, y en los últimos años la administración colonial se había visto poblada por una cantidad cada vez mayor de americanos, en detrimento de los peninsulares, en parte gracias a la venta de cargos. El hecho de
afianzar un aparato
administrativo más eficaz y complejo era obligatorio si se quería realizar una reforma económica y fiscal, que a su vez permitiera la realización de mejoras concernientes a la defensa, en el ámbito militar. En el plano económico-mercantil, la instauración del comercio libre entre una gran cantidad de puertos americanos y peninsulares tuvo grandes consecuencias para la economía colonial ya que su esquema mercantil se vio modificado. Los resultados de las nuevas políticas económicas variaron según la región, pero claramente no llegaron a cumplir las expectativas de convertir a España en la Metrópoli industrial de colonias exportadoras de materias primas (Halperín; 50-61). La implantación de una nueva élite económica no americana en el seno de la sociedad colonial fue un objetivo que no solo hicieron posibles estas reformas, sino también aquellas relativas a la administración (Gelman: 252). Llegado el turno de las reformas fiscales— importantes ya que serían objeto de las mayores quejas de los americanos—, sus intenciones eran claras: aumentar las rentas fiscales. Para ello se crearon nuevos impuestos, las aduanas se desparramaron por los territorios, se afirmaron monopolios sobre determinados productos y se amplió el rango de individuos que tenían obligaciones impositivas. Estas nuevas políticas darían, de cierta forma, sus frutos, puesto que generarían un aumento considerable de la recaudación. Otra medida tomada por los Borbones, famosa por sus implicancias, fue la expulsión de sus territorios de la Orden de los Jesuitas, y otras medidas con la finalidad de lograr una reducción del poder de la Iglesia, atacando su aspecto económico (Acosta Rodríguez: 350,351). Estas medidas no serían tomadas de la misma forma en las diversas partes del imperio en América. En ciertos lugares, generarían gran malestar, siendo sobre todo las fiscales las que darían lugar a las situaciones más dramáticas.
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Escenarios de la discordia: el antes y el durante de las rebeliones andinas y novohispana
(1) Como antecedentes tenemos por un lado, el nombramiento en 1776 de José Antonio de Areche como Visitador General del Perú, Chile y las Provincias del Río de la Plata (Gelman: 266). Su figura sería de vital importancia, pues estaría encargado de ejecutar las reformas administrativas y fiscales en estos territorios. La respuesta de las élites americanas no sería la mejor. El conflicto estaba presente, como lo había estado todo el siglo, solo que ahora comenzaba a intensificarse. Por el otro, tenemos la región del Bajío en México. Región de cultivos comerciales dominada por una clase acomodada residente en las ciudades que durante la segunda mitad del siglo XVIII padeció el deterioro de las condiciones de vida de la mayoría agraria. La trasformación agraria de la región dio un duro golpe puesto que la vigente estructura de producción —la hacienda— impuso nuevas dificultades a la población. Aunque los pobladores seguían viviendo sujetos a la hacienda, las familias rurales del Bajío empezaron a conocer una pobreza cada vez más profunda y nuevas inseguridades en el marco de las Reformas Borbónicas (Tutino: 67). (2) Coyunturalmente, tanto durante el levantamiento de Tupac Amaru en el distrito de Tinta (1780-1782) como el de Tupac Katari en La Paz (1781), el Perú atravesaba un contexto donde la monarquía española estaba fortalecida y “reconquistaba” sus colonias americanas. Las reformas fueron aplicadas con fuerza y eficacia dando lugar a contradicciones dentro del propio sistema colonial. El cambio en las formas de concebir la propiedad, la vigencia — o no vigencia— de las leyes consuetudinarias en paralelo al moderno proceder jurídico emprendido por los borbones, como así también el aumento de cargas impositivas y extensión de las mismas a nuevos sectores de la sociedad, esquematizan el clima vivido. La situación novohispana, por el contrario, se desarrollaba en un marco de debilidad monárquica, en una coyuntura de crisis y decadencia de la Corona. Las tropas napoleónicas habían ingresado a la península y el gobierno había sido tomado por los franceses (Halperín: 21).
Pluralidad, conflicto y ¿Fracaso? de las rebeliones en los Andes y Nueva España
Antes de comenzar el análisis queremos aclarar qué se entiende por revuelta y rebelión. Por revuelta comprendemos un alzamiento de breve duración y espontáneo que no responde a un plan previo que se restringe en términos de espacio a una doctrina o un pueblo específico; por el contrario, vemos a la rebelión como aquella movilización — en espacios territoriales como provincias o corregimientos— capaz de alcanzar una mayor permanencia temporal y portadora de una connotación regional en la que sí existe la propagación de doctrinas (O´Phellan: 23). En nuestro trabajo, entonces, tomaremos la segunda noción. 3
Escrito por: Soto Bouhier, Rodrigo Javier Focalizando en el caso andino, en 1780, José Gabriel Condorcanqui, un noble mestizo, cacique de Tungasuca —en el Cuzco—, inició la que sería la más grande rebelión que vería el Imperio español en América hasta el momento. Haciéndose llamar Túpac Amaru II, era descendiente de Túpac Amaru I, último Inca que resistió en Vilcabamba, y poseía una gran riqueza gracias a su desempeño en las actividades comerciales, siendo un importante arriero de la región (O´Phellan: 233). Por ello es que la cada vez más opresiva extracción fiscal lo fue llevando a tomar una actitud más hostil hacia las autoridades coloniales. Las aduanas, la alcabala y los diversos impuestos al comercio —así también como la contribución a la mita, no solo minera—serían objeto de las mayores críticas por parte de Condorcanqui, quien buscaría eliminarlos al considerarlos como cargas injustas. Además la figura del corregidor, quien sería visto como una de las figuras más representativas de la explotación colonial y del mal gobierno, sería objeto de las máximas confrontaciones de los rebeldes. La eliminación de los repartimientos forzados podría considerarse otro punto a tener en cuenta puesto que tanto dirigentes como masa luchaban —aunque por intereses distintos— contra esta práctica. Otras demandas, pese a no ser enunciadas a viva voz ni por las masas ni por los grupos dirigentes— siendo esto casos particulares y poco frecuentes— eran las referentes a la redistribución de tierras puesto que se deseaba recuperar aquellas usurpadas por las haciendas, o bien como plantearan algunos yanaconas de hacienda, querían que éstas les fueran entregadas directamente a ellos (Thompson: 210). Los distintos levantamientos ocurrieron no solo en el Cuzco, sino en diversos lugares del Perú, y tendrían repercusiones desde lo que hoy es el norte argentino y chileno hasta el sur colombiano. Aun así, estos distintos estallidos de violencia no pudieron conformarse como un movimiento unido, con un mando y metas bien definidos, sino todo lo contrario (Flores Galindo: 156). Por un lado, los objetivos de Túpac Amaru de intentar crear una movilización multiétnica, que incluyera no solo a integrantes indígenas, sino además a criollos, negros y mestizos, se contrapuso al fervor con que los indios del común movilizados por este, asesinaron a todo aquel “español” que encontraran atacando no solo a peninsulares y criollos, sino también a mestizos y a cualquier otro que vistiera o luzca como uno, aunque sea negro o indio (Walker: 35). Por el otro, el de las masas que veía en la rebelión “una oportunidad para remediar agravios de vieja data contra los funcionarios coloniales, las haciendas, los obrajes y las elites blancas en general” (Serulnikov: 129). Además, el levantamiento indígena estuvo muy lejos de ser total: muchos caciques tomaron la decisión de directamente incorporarse a las filas coloniales antirrevolucionarias, por lo cual suele afirmarse, como lo hizo ScarlettO´Phellan, que la rebelión fue en realidad una suerte de guerra civil entre caciques, una coyuntura que reviviría viejas rivalidades étnicas (O´Phellan: 236). Esta rivalidad étnica colaboraría con la causa española, que se aprovecharía de esto para realizar alianzas y oponer a los caciques entre sí (Stern: Era 78,79).
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Escrito por: Soto Bouhier, Rodrigo Javier El ideario revolucionario mutó con el paso del tiempo. La idea inicial era que la movilización no se dirigía contra el rey sino contra el “mal gobierno”. La idea del retorno del Inka Rey—que podemos interpretar como un “resurgimiento cultural incaico” al menos en el ámbito discursivo de la rebelión (Serulnikov: 126-128) —, parecía estar latente en el mundo indígena, mayoritariamente en la región aledaña al Cuzco; y la llegada de José Gabriel permitía a los indígenas identificarlo como el Rey que volvía a recuperar su imperio, algo que él alimentó al identificarse como descendiente del último Inka (Walker: 38). Aun así, Túpac Amaru procuraría mostrarse como un cristiano, y de hecho afirmaba que mantendría el diezmo, entre otras prerrogativas al clero. Asimismo, tampoco buscaba la abolición del tributo: éste, durante su reinado, seguiría pagándose, solo que esta vez sería a un rey Inca. Las fuerzas rebeldes estaban conformadas en la alta cúpula por familiares, por integrantes del gremio de arrieros y por ciertos caciques amigos, quienes a su vez habían movilizado a todos los indígenas de su comunidad. El parentesco sería clave para tejer esta red de relaciones que darían forma al movimiento revolucionario, ya que los altos mandos estarían ocupados por los mismos familiares de Tupac Amaru II. Finalmente las fuerzas rebeldes del Bajo Perú serían derrotadas y sus líderes apresados y ejecutados. En el caso mexicano, tenemos dos interpretaciones: si seguimos a Van Young, no se trataba de una rebelión en contra de un solo impuesto, ni en contra de un magistrado local que había sobrepasado los límites de sus funciones— como sí había ocurrido en sus inicios en la rebelión de Tupac Amaru—, sino de una huelga por la Independencia política y la creación de una nación-Estado (Van Young, Revuelta: 308). En cambio, si rescatamos la posición de Tutino, ésta sólo estaría relacionada a la carestía vigente en las masas que, tras ser movilizadas por Hidalgo, habrían de reaccionar. La movilización encabezada por el padre Hidalgo (1810-1811), entonces, se inició en las tierras altas del nordeste del Bajío, y en su primer mes la mayoría de los insurgentes fueron de zonas rurales. Pero a medida que la insurrección se fue desarrollando, acabó por reclutar a muchos participantes en las ciudades y villas del Bajío. Las injusticias agrarias fueron cruciales en los orígenes y en la amplia extensión del alzamiento, pero se unieron otras injusticias (Tutino: 86). Semejante al caso de Tupac Amaru, la insurrección de Hidalgo tuvo intensidad regional. El caso del Bajío —si se lo sigue desde una perspectiva material— derivó en primer término, de la transformación agraria que obligó a las familias rurales dependientes pero dotadas de bienestar y seguridad a sufrir una pobreza cada vez más grave unida a nuevas inseguridades y el desarrollo de condiciones paralelas contribuyó a extender el alzamiento a zonas urbanas. Como argumenta Tutino, “lo que quizá es más importante es que el desarrollo simultáneo de una pobreza e inseguridad cada vez más profundas tanto en la agricultura como en la industria crearon en el Bajío un entorno social cargado de nuevas incertidumbres sobre la subsistencia
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Escrito por: Soto Bouhier, Rodrigo Javier básica” (Tutino: 93) que bien podrían explicar algunos de los factores que incitaron el levantamiento. Es interesante mencionar, siguiendo a Van Young, que “la identificación de las aldeas rurales con sus iglesias, y de la vida política con la vida religiosa (…) estaba muy marcada en el México colonial (…)” (Van Young, Etnia: 153) por lo que podemos rescatar lo dicho como un elemento considerable a la adhesión campesina a la causa del padre Hidalgo. Cosa que coincide con la coyuntura levantisca vigente en los Andes y la figura de Tupac Amaru (por lo que el líder representaría). En el alto Perú, no obstante, la lucha proseguiría en los tiempos consiguientes de la mano de Julián Katari, rebautizado como Tupac Katari, quien, a diferencia de Tupac Amaru, no provenía de la nobleza indígena, sino que era un indio del común, aunque también ligado a actividades comerciales. Su movimiento, de hecho, contaría con una estructura de mando indígena-campesina (Thomson: 217). En un principio, motivados por la impronta tupamarista, habían comenzado su lucha junto con grupos de criollos locales, pero al ir acrecentándose la violencia y las reivindicaciones indígenas tornándose más radicales, la alianza se rompería. Puesto que “los criollos se sintieron cada vez más incómodos cuando los indios perseguían y mataban a españoles peninsulares” (Thomson: 210), era de esperarse una escisión de ese calibre. Ellos podían ser los próximos. Aceptaban la idea de un rey Inka, aunque esto era fruto más de la coyuntura propia de la rebelión de Tupac Amaru que de una ideología propia: nunca en La Paz habían surgido en manifestaciones y revueltas tales ideas. La actitud de los rebeldes aymaras sería más violenta y radical, totalmente volcada hacia la idea de derrumbar el régimen colonial y exterminar todo aquello que sea español, o mejor dicho, todo aquello que no sea indígena. La lucha se radicaliza, entonces, tanto política como racialmente. De hecho, las tensiones entre quechuas y aymaras no estarán ausentes. Se buscaba la abolición total del tributo, una nueva redistribución de tierras que les permitiera recuperar aquellas que habían perdido en beneficio de las haciendas y la abolición del repartimiento. Esto explica también como los criollos— al igual que ocurrió tras el accionar de las masas que seguían a Tupac Amaru— rápidamente defeccionaron del movimiento rebelde. Muchas de estas situaciones, tal como estaban antes de la rebelión, les proporcionaban un claro beneficio. Pero la lucha también terminaría en una derrota rebelde, con su líder asesinado y un gran contingente de indios pidiendo el perdón. Retornando Nueva España, podemos decir que un levantamiento limitado a los pobres de Bajío no podía triunfar. Después de la victoria en Guanajuato (1810), Hidalgo llevó a los insurgentes hacia el sureste en dirección a la ciudad de México. La captura de ese centro administrativo y económico de la Colonia era indispensable para el éxito de la insurrección. El control de la capital dependería de las actitudes y de los actos de los aldeanos campesinos que poblaban los valles del altiplano que rodea a la ciudad de México. Si Hidalgo podía estimular en 6
Escrito por: Soto Bouhier, Rodrigo Javier los valles centrales una insurrección tan intensa como en el Bajío, podría capturar la capital colonial y tal vez acabaría por triunfar pese a la firme oposición de las elites. Pero fueron pocos los aldeanos del altiplano central que se adhirieron. Los insurgentes no lograron tomar la ciudad de México. El levantamiento de Hidalgo se derrumbó cuatro meses después de iniciada. En primer término porque no logró estimular la insurrección masiva fuera del Bajío y regiones contiguas. La mayoría de los aldeanos del altiplano central se negaron a rebelarse. Parecida actitud prevaleció entre la mayoría de los habitantes de las haciendas en regiones situadas al norte del Bajío. Sólo en Jalisco, contiguo al Bajío, logró reclutar a muchos fieles en 1810. Así, en una región importante pero limitada del norte de la parte central de México, los levantamientos quedaron restringidos a las clases inferiores. La oposición de las elites unificadas y la pasividad de las masas agrarias y urbanas a través de casi todo México hicieron que los insurgentes, en su aislamiento regional, tuvieran que enfrentarse solos al régimen y sus milicias. Es importante advertir —y esto creemos puede aplicar a todos los casos tratados— que la composición social de las fuerzas insurgentes sugiere que eran asombrosamente heterogéneas —esto variaba, desde luego, de acuerdo con el tiempo y el lugar—, abarcando la jerarquía sociorracial desde indios hasta miembros de la elite criolla (Van Young, Revuelta: 310-311). No obstante, con el desarrollo de las diferentes insurrecciones vemos cómo los objetivos de sus líderes no siempre coincidían con los de sus seguidores o bien estos iban mutando a medida que el conflicto evolucionaba (en México, siguiendo a Tutino, las masas movilizadas sólo buscaban preservar su estilo de vida mientras que sus líderes iban más allá). Así también el origen y legitimidad de los diferentes líderes variaba de un caso a otro (en el mundo andino el primero pertenecía a un linaje indígena noble y el segundo era un indio del común; mientras que en el mundo novohispano la personalidad de Hidalgo era la de un hombre de fe). Indicamos, además, y en contraposición al caso andino, que la composición sociorracial de las masas novohispanas se va complejizando a medida que se proyecta la insurrección mientras que en el trayecto Tupac Amaru-Tupac Katari, los movilizados pasan a ser cada vez más “homogéneos” dando forma a un movimiento netamente indio en detrimento de otros grupos que conformaban el levantamiento en un principio. Además, los lazos presentes entre indígenas o campesinos en Nueva España eran menos fuertes o inexistentes en relación a los Andes.
Conclusión
Para cierre al análisis que nos proponemos, es interesante rescatar de Tutino dos conceptos: agravios y oportunidades. El primero refiere a la violación del orden aceptado, es decir, al no cumplimiento por parte de las autoridades de todas aquellas pautas establecidas durante los siglos anteriores; o bien a la pérdida de autonomía (y material) causada por las 7
Escrito por: Soto Bouhier, Rodrigo Javier dificultades de reproducción de la unidad productiva familiar y comunitaria. El segundo, en pocas palabras, remarca una situación benéfica para actuar (Tutino: 50). Si tomamos ambos términos para percibir las quejas de masas y dirigentes por igual podemos vislumbrar que (1) el mal gobierno nacido de los agravios perpetrados por la administración colonial fue un motivo plausible para que diferentes sectores se movilizaran y (2) que la coyuntura en la que se encontraban los diferentes actores — un Perú donde la fuerza de las elites estaba siendo mermada y una Nueva España donde existía un conflicto entre los hacendados y el poder político— fue la oportunidad necesaria para que la actitud insurreccional saliera a flote. En cuanto a las diferencias existentes dentro de las rebeliones tanto andinas como novohispanas seguimos a Van Young al decir que “algunos indicios sugieren fuertemente que (…) los rebeldes populares y la elite tenían diferencias sustanciales en la mentalidad e incluso agendas mutuamente contradictorias (…)” (Van Young, Etnia: 165). Esto explicaría el porqué de los intereses y proclamas emitidos por los líderes no siempre acabaron por concretarse o seguirse y a su vez nos permite vislumbrar las voces en pugna que involucraban las rebeliones (como también la entrada y salida de partícipes en estos movimientos). Si bien las Reformas Borbónicas jugaron un papel importante a la hora de estimular las insurrecciones, no acabamos por considerarlas el factor primordial. A su vez, “dado que ni los insurgentes (…) ni las autoridades borbónicas fueron capaces de imponer su voluntad eficazmente” (Thomson: 322) —puesto que los movimientos continuaron tras ser sofocados— podemos ver que luego de estas movilizaciones se marca el inicio del fin del dominio colonial en América. Ejemplos de ello para el caso andino bien podrían ser la sustitución de los corregidores por los subdelegados o bien la necesidad de reforzar militarmente los territorios sublevados. Para el caso novohispano, podemos dar cuenta de una finalidad que se fue radicalizando cada vez más y — con la suma de nuevos y más sectores a este “efecto de ola” que generó la sublevación de Hidalgo— que acabó por generar una movilización constante hasta 1821. La apelación de Hidalgo referente a la crisis que las masas campesinas padecían puede contrastarse con los ideales que éste perseguía (Tutino: 47). Tras la muerte del padre, y a lo largo de la rebelión, el discurso esgrimido por el mismo fue transformándose y utilizado tanto por las masas como por los dirigentes aún movilizados de forma diferente. Se puede concluir, que las idas y venidas surgidas de los levantamientos, así como también las voces en pugna dentro de los propios movimientos fueron variopintas y multidireccionales. La composición de las masas y cúpulas dirigentes fue cambiando a lo largo de estos procesos e implicando diferentes intereses (algunos quieren preservar privilegios y otros adquirirlos). Objetivos y posición sociorracial podían coincidir o no entre los diferentes actores en pugna tanto al interior de los insurrectos como entre éstos y el estado colonial. El tire y afloje de los partícipes de acuerdo a la coyuntura en la que lucharon fue decisivo para comprender en un marco represivo y de carestías, el desenlace que tuvieron las rebeliones. Para 8
Escrito por: Soto Bouhier, Rodrigo Javier bien o para mal, con triunfos y derrotas, se puede notar que estas actitudes levantiscas fueron el principio del fin del dominio borbónico en América. Más que un fracaso, en conclusión, los levantamientos andinos y novohispanos marcaron el inicio de una gran victoria.
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