“El poeta es un tumor negro en la arboleda existencial, una malformación social que trasciende en la rama” Jessica Anaid Hernández.
Gabriel Borunda, nació en el estado de Chihuahua en el año de 1953. Estudió la licenciatura en letras españolas
en
la
Universidad
Autónoma
de
Chihuahua. Realizó la maestría en desarrollo rural por la ESAHE Chapingo, la maestría en filosofía por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, la maestría en Desarrollo humano y valores, entre otras. Ha publicado los siguientes libros: Familia, Trabajo y Sociedad (en colaboración con Víctor Quintana y Luis Reygadas. UACJ 1994); Diagnóstico de la participación social en la educación en el estado de Chihuahua (Dirección General de Educación 1998); Familia y Escuela en Chihuahua, modelos operados por padres de familia para el mejoramiento de los resultados escolares en escuelas públicas del sur de Chihuahua (Consejo Estatal Técnico de la Educación, 1999); No veras la tierra prometida, Asesinato en la biblioteca, para empezar a escribir, Testimonios de lectura. También ha publicado diversos artículos en revistas locales y de la UACJ. El escritor, maestro y tallerista, resalta por el trabajo que ha realizado durante su existencia, pues su palabra cargada de conocimientos, ha ido hilvanando el futuro de los jóvenes. Actualmente, en compañía de su esposa, está edificando una biblioteca en el poblado de Santa Isabel, Chihuahua, además es responsable del proyecto “Directorio de escritores Chihuahuenses.
“No verás la tierra prometida”, es el título del libro del poeta Gabriel Borunda, cuyas páginas se han formado con versos que se unen a través de huesos y extremidades pertenecientes a las muertas extraídas de la arena del estado de chihuahua: el lecho de muerte. El exterminio de mujeres es un eco que se repite en la humanidad, que llega a nuestras amigas, hermanas, primas, madres y abuelas, tocando con una caricia de violencia a diversas generaciones, mujeres como Eva, Magdalena, Betsabé, y las muertas de Juárez. El sexo masculino (el padre, el desconocido, el novio, el amante, el esposo, el hermano, el amigo o el vecino) inmerso en su machismo, forjado por ideas conservadoras, atenta en contra de la existencia de las féminas, “Tierno el puñal se alojó en tu vientre, tu mirada dibujó por primera vez los arenales. El acero trazó un camino, recto a tu corazón ¿estaría enamorado de ti?”1, estos versos aluden al asesinato, un acto reprobable que va surcando con la sangre de la víctima su inocencia, manifestándola a través de la duda, pues se justifica con un el sentimiento del amor. En la literatura, están sumergidas todas las experiencias humanas, en la poemas de Gabriel Borunda, está contenido el sufrimiento de las mujeres violentadas, ¿Cuál será el motivo de los asesinatos?, la pregunta se clava en el torso apuñalando diversas respuestas que sangran la duda. El estado, el país y el mundo en general, atraviesan por una maldición, en dónde los hombres expresan su atracción, su amor por medio de la violencia. Es la transgresión y los trastornos mentales, los que conducen a los hombres a matar a las mujeres; las ideas conservadoras, y los mitos, infundidos por la iglesia católica u otras sectas religiosas, que basan sus creencias en el libro “Sagrado” y educan por medio de historias plagadas de preceptos falsos, opresores y mortales; es el machismo desbordándose en las autoridades, obispos, policías, presidentes, funcionarios de gobierno, a través de los juicios que ha enfatizado el escritor: “Ellas son culpables por traer minifalda, 1
Borunda, Gabriel, No verás la tierra prometida, 2007, pág. 26
culpables, culpables, enseñaban el ombligo, ellas son culpables, son mujeres, son mujeres: Son culpables”2, dentro de estas frases existe una epistemología que está atada al mito popular de la biblia: Adán y Eva, donde la mujer sacada de la costilla del hombre, la sumisa, que incita a Adán a comer del fruto prohibido, asignó a cada una de las féminas, una maldición que ronda en la siguiente expresión: “Mujeres que provacais al pecado”3, cuyas letras incesantes rozan y levantan las faldas cortas, los escotes, los cuerpos de las adolescentes, de las niñas, de las mujeres pobres, ricas, blancas, morenas, las cuales, son condenadas a esparcirse sobre el terreno donde se apilan los cadáveres que se consumen en medio de la injusticia. El poeta retoma el elemento del desierto y lo asigna a la mujer violentada, la arena son sus huesos triturados, el polvo seco que forma espejismos traducidos en las esperanzas de los familiares que buscan a sus hijas vivas, dentro de una realidad que evaden: la sequía, es decir, la muerte. Gabriel Borunda, en uno de sus poemas, alude al padre, al poeta que no soportaría la muerte de su hija:
(poeta mirando a una niña)
Puedo empezar este poema diciendo que aquella morena y delgada es mi niña
Pero sí digo morena y delgada debo pedir perdón por su vida (Se supone que esta es la parte
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Borunda, Gabriel, No verás la tierra prometida, 2007, pág. 44 Borunda, Gabriel, No verás la tierra prometida, 2007, pág. 46
donde lanzo mentadas de madre contra el gobierno y estallo por las mujeres muertas y la ciudad en ruinas por la cárcel y mis amigos pero no puedo) aquella morena y delgada es mi niña y juro que no se cómo ni por qué está viva.
Quizá por la inmensa misericordia de Dios que no tuvo pena de ella sino de mí
Cómo sobrevivió justo ella que no tiene problema en caminar descalza por la calle si le aprietan los zapatos cómo fue que a esta niña que padece la enfermedad congénita de los nómadas no la mataron. A ella que ama la madrugada y cuánto ama la madrugada el peso de sus huellas
¿Cómo pudo sobrevivir?
¿Qué hizo su maestra de primaria para mantenerla quieta? y cómo pasó por las aula ella que de lingüística solo entiende el aroma de las flores y un montón de insultos que no se pueden nombrar
Pero mejor para los verdugos que no le han puesto la mano ni la mirada encima porque entonces para ellos no habría infierno más grande que mi corazón roto
Ella vive y suspira dormida cuando la guardo en mis brazos
Quizá una secreta oración la acompañó cada noche quizá la fauna de ladrones y rameras cubrió sus pasos para que ningún asesino la encontrara.
Si se detiene a cortar girasoles es porque desprecia las rosas y las flores de florería lo mismo que los maestros y las universidades Si se queda horas caminando bajo el sol cuando todos corremos a la sombra, qué le vamos a hacer ella no respeta la oscuridad ajena y le dan lo mismo los días lluviosos. Qué se le va a hacer si la quiero con todas mis ganas y con toda mi amargura que va a dar justo a la miel de su pecho y sus insomnios que me curan de todas las pesadillas
No quiero su cuerpo en las manos de ningún torturador ni vivir sin ella y sin el café cargado de las mañanas
sin la absoluta certeza que ella tiene que a Dios le gusta embromarnos con leyendas del fin del mundo
y por tanto, siempre habrá un mañana
Y cuando pienso en mi niña y sus inmensos ojos negros ya estoy condenado a luchar por la justicia del mundo y a perseguir sicarios nada más porque ella está segura que soy un hombre justo, y tomado de su mano verdaderamente lo soy, tengo limpias las manos
Es hora de terminar este poema y cumplir algún deber moral no importa lo que hagan arrasen la ciudad vuelvan el desierto un bosque de osamentas
Hay una ciudad mítica indestructible mi niña jamás me permitirá que mi corazón se vuelva un lote baldío Yo no mataría por ninguna patria pero mataría por salvar el futuro que ella sueña.
Guerra Que no, que no estamos de luto esta es la guerra, las muertes se acumulan sobre el desierto, el tiempo de los funerales se precipita en lluvia, La materia (la matria) se llena de gusanos pudren los años y los días y los vientres dejan de preñarse y se anegan de alacranes, de serpientes que cristalizan los vientres femeninos sin poder usar cremas ni afeites porque el sol descompondrá sus carnes y se tomará la sangre y los orines hasta que los huesos sean arena. 4
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Borunda, Gabriel, No verás la tierra prometida, 2007, p.p 37-40
Gabriel Borunda, a través de las metáforas contenidas en este libro, nos muestra la parálisis que sufre la sociedad a causa de la violencia contra la mujer, quien ha ocultado su voz en medio de sus costillas, pues al creer que no es capaz de engendrar fortaleza, se encierra en la opresión del sexo “dominante”, pues desde tiempos remotos, ha basado sus creencias entorno a mitos bíblicos que ponen al hombre por encima de la feminidad. Sin embargo los versos del poeta, nos dejan una enseñanza que trasciende cualquier pensamiento: “Las mujeres no han salido de la costilla de ningún hombre”.
Bibliografía: Borunda, Gabriel, No verás la tierra prometida, México, El farito literario, 2007, pág. 56.
anaid_hdz@revistaelhumo.com