EDICIÓN # 1
EDITORIAL
El humo es la continuación de un proyecto que se sembró en Jujuy, Argentina en el año 2005, con el objetivo de profundizar el arte y la cultura. Este nuevo período para la revista tiene el mismo objetivo, pero desde otra mirada. La inquietud y la reflexión son el motor de este trabajo. La revista manifiesta la necesidad de expresar la palabra, la necedad de reflexionar constantemente sobre el quehacer literario, juzgarlo e incluso adorarlo desde cualquier forma. El humo en este número cuenta con la presencia de Miguel Aguilar Carrillo, ganador del premio internacional en poesía “Desiderio Macías” en la sección Un poco de, misma que ahondaremos el trabajo de un/a autor/a. En narrativa tenemos a Ma Isabel Gómez, narradora venezolana que nos baña las pupilas con su cuento Una biografía o ¿cómo murió Santiago Valparaíso? En entrevista, Roxana Arrazola nos responde un cuestionario al estilo Proust. Rubén Falconi, joven poeta, nos muestra una breve reflexión sobre la lectura en Instrucciones para una lectura voraz. Carlos Vicente Castro nos adorna el escenario con sus poesías: Retrato (de Araki), Conversación grabada de un moderno ninivita, La oficina es un caballo blanco como el día. En la sección libro tenemos a El cementerio marino de Paul Valéry, y a Entre soles y sombras del poeta argentino Gustavo Tisocco. Roberto Parra nos muestra su música en los 80 años del poeta Nicanor Parra. Y en video, tenemos la presencia de Jorge Luis Borges, reflexionando sobre el artista. En la sección voz propia, Olga Orozco nos hace oír su poesía Punto de referencia y Carlos Vitale en Códigos. Lisette Rodríguez con Restos y Triste nos regala su poesía visual, su captura en la sección Imagen. He aquí el humo, he aquí nuestro trabajo. Romina Cazón
UN POCO DE MIGUEL AGUILAR CARRILLO
POETA, ESCRITOR Y EDITOR
Nació en México, DF. Químico egresado de la UNAM y Diplomado en la Escuela deEscritores (Sogem) de Querétaro. Poeta incontenible, de pluma ligera y exquisita. Desde hace más de quince años dicta talleres de Poesía y promueve espacios de lectura y publica a autores locales, antes con el sello Fuera de Comercio y actualmente con la editorial Caligramma. Como editor, Miguel Aguilar ha trabajado con autores de gran valía para Querétaro, como lo son:José Rafael Blengio Pinto, Cesar Cano Basaldúa, Carla Patricia Quintanar, Roberto Cuevas, Gabriel Vega Real, Federico de la Vega, entre otros. Es miembro del consejo editorial de la revista mensualSeparata, dirigida por Federico de la Vega. El poeta ha sido publicado en medios impresos y digitales de México y el extranjero. Es autor de los libros: Oficios de luz (1996), Hilvanes, condición de la memoria (2002), Asuntos Personales (2003), Prestigio de estar aquí (2004), Laberinto del cuerpo (2006), Historias (2006) y Muchacha en la playa (2008). Su trabajo aparece antologado en “El huerto magnifico de todos”
(Salamanca,
España).
Recientemente el poeta ha sido gloriado en el Premio Internacional de poesía "Desiderio Macías" con su libro "La cosa en sí"
ALGUNOS DE SUS LIBROS
La poesía de Aguilar Carrillo tiene influencias de Quevedo y Gonzalo Rojas, de allí que su trabajo en general es amoroso, de gran sensualidad y erotismo, cito: “Qué hacer, Señor, con estos ojos, con esta hambruna que me sale de la piel…” (del libro Muchacha en la playa). “Nativo soy del cuerpo, de su cuerpo/ de ese centro lejano que se acerca / del antes al ahora / en este centro sin fisura…” (del libro Laberinto del cuerpo). Pero también hay otro Miguel que muestra un corte filosófico, en donde el replantea, cuestiona y reflexiona sobre el conocimiento, el pensamiento y la vida toda; así lo hace en “Condición de la esperanza”, poema publicado en Critica, (Puebla). “Existe la esperanza / ¿Existe? / Si existe la esperanza es que se toca con los dedos / Porque lo que existe / se toca con los dedos…” En el poema “Refutación a Kant”, Miguel Aguilar Carrillo también muestra este aspecto: “La cosa está sobre la esa, / en el ese, / Aquello que es otra cosa /no la cosa sobre el ese / sino fuera del ese / es otro eso / El eso es la cosa y la esa que sostiene la cosa…” (Separata) Con mucha fortuna, Miguel, es un poeta de palabra precisa. Representa y marca un estilo propio, que sin lugar a duda dejará huellas imborrables, como ya lo son sus libros.
Así escribe Aguilar Carrillo ¿POR QUÉ LA CARNE , Señor, la turgencia, las células ahítas a lo largo del camino, los secretos lugares, la oscuridad latente en ese centro, las pequeñas espinas que alimentan la sangre? ¿Por qué los huesos, la albura siempre oculta de los huesos?
¿Los órganos contrechos; esa arritmia, ese color en el insomnio, ese perfume lento, caminando hacía el espíritu indeciso, el malestar de lejanía? ¿Por qué si rubio y trigueño o pelirrojo el centro? ¿Por qué los muslos fiables, Señor, los muslos, como agua, leche y mirra? ¿Las rodillas, Señor, las comisuras entre muslo y pantorrilla? Esta rayita, Señor, no tan rayita, Justo en el blanco, Señor, ¿por qué? ¿Por qué la oscuridad de los pezones y la línea convexa de la espalda? Los ojos, Señor, y las mejillas, las clavículas y el centro, oscuridad cegada, tan hondo, tan centro, tan profundo ¿Por qué la noche inmensa, el infinito, en ese centro? (del libro de Muchacha en la playa, 2008) Aviso de ocasión Criptas para huesos áridos y cenizas1 … polvo serán, más polco enamorado Francisco Cervantes La información escrita sostiene que después de la muerte seremos habitantes de una cripta para huesos áridos y cenizas Quevedo exageró: no huesos, ceniza, polvo enamorado: destierro, sequedad sin ruina, sin olor a plumas; sin cobijar sombras de semillas; aridez en suma, corolario del bicho aquel cuyo trabajo limpió la vida de toda certidumbre de presagios. 1
Letrero colocado en la puerta lateral de la parroquia de San Sebastián en Santiago de
Querétaro (del libro Asuntos Personales, 2003)
NARRATIVA Una biografía o ¿cómo murió Santiago Valparaíso? María Isabel Gómez Cabrera El escritor es una ostra que, si se la alimenta con hechos duros y se la irrita con el espectáculo de la fealdad, producirá, a modo de compensación, una perla. El día en que nació, no lloró. La culpa lo vistió de luto y me dejó en brazos de un padre militar, frío y terco como Los Andes, quien lo alejó del mar. Nunca vio el puerto de Valparaíso. Apenas sepultaron a su madre, el gigantesco container militar cargado de muebles con olor a mujer lo mudó a Chile, donde creció. Su padre escogió Medicina en la Pontificia Universidad Católica y la culpa eligió de nuevo por él. Cinco años más tarde, en la primera clase de Psiquiatría Clínica, el maestro leyó Canción de amor de la joven loca de Sylvia Plath, y conoció el mar: Una bocanada de agua salada le cerró la garganta y lo invadió de risa y llanto, lloró y rió, a carcajadas y arcadas de llanto, hasta que vomitó una pelusita fría, espumosa, llena de caracolas y cangrejos. La vida tenía que estudiarse desde otra parte del cuerpo. Dejó Medicina y leyó a Lezama, que le enseñó la playa en un tokonoma; a Zurita, que le abrió el infinito Desierto de Atacama; y buscando a Manoa de Montejo, huyó a Caracas. El mar de la Guaira era una grisácea sabana que poco le recordaba el océano de su garganta. Sus ojos verdes se reflejaron en la salada pestilencia de la catástrofe acontecida hacía unos pocos meses. Bajó a Caracas, donde borraría definitivamente el rostro decepcionado de su padre bailando salsa en El maní es así; y la culpa, esa mujer extraña que lo amamantó durante el 189 Aniversario de Valparaíso, mientras su padre estaba en las Ceremonias Solemnes, se volvió sumisa. Cinco años después, con el cabello negro pegado a la cara por el calor húmedo del valle, bebería cerveza en El león. La Casa Rómulo Gallegos lo había forjado como escritor rodeándolo de figuras solemnes: Se detuvo temblando ante La Hoyada de María Antonieta Flores; corrió gozoso hasta una Guaira desconocida bañada en ron: Ricardo Azuaje le explicó que la catástrofe de Vargas había sido, en realidad, producto de la imaginación de dos amantes que se herían. Y bajo la tutela de muchos otros obstinados de las letras, leyó, leyó, leyó, como un náufrago sacia su sed una vez llegado a tierra. Cada vez que leía, la garganta se le cerraba y un borbotón de agua salada le salía de la boca, cada vez más claro, más preciso, más atinado: Como un guijarro lanzado a los dientes del imbécil, Santiago lanzaba las palabras en cientos de hojas blancas como la espuma del mar que añoraba sin haberse metido en él. Así conoció a Clarita, desde lo alto de las escalinatas de El león; desde lo alto del pensamiento que lo carcomía; desde lo alto de una impostura de poeta maldito
vestido de negro en un día soleado y azotado por los treinta y cuatro grados de humedad salvaje. La vio caminar por la plaza y ella, mujer al fin y al cabo, lo bajó de lo alto de las escalinatas, lamió sus pensamientos y lo transformó: Santiago Valparaíso, escritor, ya era hombre. Siguiendo la marea, se mudaron juntos a México. La gigantesca constelación que se tejía con las luces de las ciudades flotando en el mar se le atoraba en la garganta. Pronto tuvo que aprender a escribir artículos para magazines, reseñas de cumpleaños y fiestas sociales, esquelas y anuncios clasificados. El vómito dejó de aparecer, y cuando lograba conseguir una arcada, de su boca salía bilis, sangre y una pelusa amorfa. A pesar de eso, siguió leyendo. En México tenía a tantos obstinados: Paz, Rulfo, Arreola, Pitol, Gorostiza, Sabines; que se hinchaba de mar y la risa y el llanto cerraban su garganta sin que tuviera la oportunidad de arquearse para ver el charquito de espuma fría y limpia aparecer sobre el papel. Así fue como Santiago Valparaíso se convirtió en Altazor y fue cayendo a los treinta y tres años sobre el mundo de las responsabilidades. La asfixia y la culpa le habían devuelto su condición humana. Consciente de ello, renunció a toda obligación: Leyó, leyó, leyó como sacian su sed los caballos luego de atravesar el desierto; se nutrió de los grandes y de los chicos, de los borrachos de las cantinas y de los principiantes, de aquéllos que quisieron contar o descontar una historia. Así, Valparaíso comió, leyó y releyó esperando que en la lectura saliera el sílice para crear el guijarro más ovalado, mejor pintado de gris acero y el más liso, que le permitiera estrellarse contra los dientes de aquel que lo leyera. Leyó, releyó y se arqueó aguardando el temblor de la náusea, y luego las arcadas, la risa y el llanto, y luego, la helada pelusa llena de caracolas y cangrejos. Clara lo dejó. Valparaíso siguió leyendo y esperando el vómito. Cuando abrió el último libro que encontró, sintió la arcada recorriéndole la espina dorsal, del coxis al cuello, del bajo vientre a la garganta, y de un latigazo su cuerpo se inclinó hasta vaciarse por completo. A Clara, mujer al fin y al cabo, la invadió la culpa. Regresó al hogar y encontró a Santiago colgado desde lo alto de una cuerda con la mirada verde clavada en el suelo: Cientos y miles de páginas frías como un guijarro, perfectas, azules, llenas de caracolas y cangrejos. Esa misma tarde, el padre de Santiago Valparaíso, perdía los dientes.
Ma Isabel Gómez Cabrera (Venezuela 1980) Narradora.
ENTREVISTA
a Roxana Arrazola (poeta y artista plástica, Ciudad de México 1975)
¿Cuál es el defecto propio que deplora más? La intermitencia. ¿Cuál es su mayor extravagancia? Si el silencio es una extravagancia... ¿Cuál es su idea de la felicidad perfecta? Algunos aromas, ciertas voces, destellos y palabras ¿Cuál es la virtud más sobrevalorada socialmente? Una virtud nunca ha de ser sobrevalorada. ¿Qué talento desearía tener? El equilibrio del funámbulo. ¿Cuándo y dónde ha sido más feliz? Mi felicidad iniciaba donde la tapia en casa de la abuela materna, mi felicidad vestía de largo y preparaba pellizcadas con salsa roja y crema, aprendí del maíz y del aroma a tortilla requemada siendo muy pequeña, aunque no fue sino hace un par de años, que fue consciente de ello. ¿Cuál es su posesión más atesorada? La desposesión. ¿Qué palabras o frases usa más? "Celebro" "Se escribe con tinta invisible para comprobar lo invisible" ¿Cuál es su héroe de ficción favorito? Boz (Boz light year) ¿Cuál es su mayor miedo? Perder la imaginación. ¿Cuál es su estado mental más común? Como un pistón en movimiento.
POESÍA Retrato (de Araki) Véanla ahí, modosa, la muy puta, con esa fiebre contenida de mal signo. El color encendido en sus pezones llama a la intoxicación, a la alegre descomposición de la bisutería que aguarda en un cuarto sin número. Breve instante el que alumbra aquel posible gesto ante el control en peligro de convertirse en relente, humo después de la histeria. Qué ingenuidad la exaltada tela de subidos tonos sobre su piel blanca, digamos mórbida, si no amorosa en un tacto deshabitado.
La oficina es un caballo blanco como el día ¿Estamos solos en medio del blanco desierto? Paredes, escritorios, clips, camisas de fuerza, así un vómito monotono. La oficina cabalga a trote como un teclado, un caballo blanco de redoblado paso interminable. ¿Estamos ensillados en el día que come piedras y pienso? Hasta el aire está acondicionado. Si dejas de creer, una abeja extravía el soporífero sabor de su celda… ¿Importa morir como un bicho aplastado por un cuaderno a rayas? ¿Y si la blancura llama con esa intensidad que sólo conocemos los coleópteros? No, no. El suicidio no es para pronoicos atareados en la astrología, rogando por que la muerte pase a segundo plano, a última instancia, en las penúltimas páginas del balance, la estrategia. El plano que sigo ahora es el que me deslumbra.
Carlos Vicente Castro (Guadalajara, 1975). Autor del libro Carcoma (2006). Coeditó, con Timo Berger,Luces intermitentes. Nueve poetas recientes de Alemania (2009). Es editor de la revista de poesíaMetrópolis.
IMAGEN
Restos
Triste
Lisette Rodríguez, fotógrafa (Celaya, Gto, 1978). Estudió en la Escuela Activa de Fotografía, plantel Querétaro. Ha expuesto su trabajo en San Miguel de Allende, en la Galería de Carlos Muro, de forma colectiva y ha publicado en la revista Punto de vista.
Revista EL HUMO DICIEMBRE, 2009 EDICIÓN #1 www.revistaelhumo.com