Descanso en el Pirineo

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Descanso en el Pirineo Un objetivo lo puso Andrés Acabo de llegar al hotel, una ducha rápida y al fin a la mesa a recuperar fuerzas. Un día más he disfrutado de una subida a uno de tantos montes como hay por esta zona. Y hoy estoy orgullosísima pues he encontrado ¡¡por fin!! Una

Genciana. La he visto, la he fotografiado, no la he arrancado claro ¿de qué me sirve? ¿Dónde poner este trofeo? Sólo luce en mi conocimiento, en mi satisfacción …. y en la foto que le enviaré a Andrés.


Todo surgió cuando le comuniqué a Andrés que me iba a los Pirineos a descansar, me dijo que a ver si encontraba gencianas. No presté demasiada atención pues mis intereses se resumían en hacer la maleta y que pasaran pronto esos días de trabajo. De hecho, yo entendí “Agenciana”, me sonaba de los libros de la Edad Media, de remedios curativos, pero como tenía por delante unos cuantos días ya me enteraría. Mis subidas a los montes fueron adquiriendo objetivos resistir lo programado, ser capaz de admirar el paisaje al mismo tiempo que andaba, llegar al pico previsto, observar la naturaleza ……, buscar las “agencianas”.

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Ninguna de las personas que hacíamos esas rutas éramos de allí, pero algunas hacían mensualmente viajes y habían ido alguna vez, así que mi sorpresa fue grande cuando nadie me sabia dar razón de semejante flor. Así logré crear un clima de expectación, nuestras subidas cuando ya teníamos un poco de práctica en las piernas eran a partir de 1.000 metros de altitud y veíamos pocas flores, los cardos me sorprendieron mucho, nunca los había visto azules, me explicaron que era por la falta de oxígeno.

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Debo reconocer que me resisto a recurrir a Internet para buscar algo, prefiero el conocimiento natural y exprimir la memoria, de los demás y mía, así que cual fue mi sorpresa cuando vi en el hall del hotel un cuadro con fotos, nombre en latín y vulgar de todas las plantas del Pirineo.

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Así aprendí que nada de “Agenciana”, sino genciana, y además hay varios tipos y no todos se dan en la misma zona. A partir de ese momento al divisar una flor se fotografiaba y al llegar al hotel comprobábamos en el hall cuál era y luego ya en Internet nos documentábamos más. Ya teníamos localizadas la genciana, pero es que hay cientos así que como es lógico queríamos encontrar la pirenaica o azul, pero se nos resistía. Una ruta especialmente bonita para mí fue lograr subir a la falda del Midi, además ese día tuve que dejar el coche lejos por falta de aparcamiento y al empezar a caminar por la pista asfaltada ya noté los músculos agarrotados.

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A poco de alcanzar esa meta ─Midi─ cuando ya estaban descansando arriba en la cresta y los que faltábamos sorteábamos un nevero especialmente grande, y no podía dejar de mirar a todos los picos que me iban rodeando, cuando ya no pisaba nieve sino tierra, casi doy un salto porque a punto estaba de aplastar con mi bota unas pequeñas flores azules con unas vetas verdes que miraban buscando la luz. ─¡¡¡Gencianas azules¡¡¡ Al momento, aquellos que antes sólo miraban los Pirineos franceses y españoles, sin distinguirlos, admiraban esas flores que habían sido objeto de nuestra búsqueda en esas salidas diarias.

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Así todos aprendimos de su uso en la medicina tradicional, de su valor curativo, incluso que su imagen está en el reverso de monedas y billetes en algunos países europeos. La naturaleza siempre nos aporta conocimiento, pero si además disfrutamos, el goce es mayor; sólo doy las gracias a Andrés porque con una simple palabra hizo que mis paseos diarios adquirieran otro objetivo.

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