Una ruta por tierra castellana

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Una ruta por tierra castellana


Mis ojos apenas pueden ver la carretera. Esas estrellas finas, blancas, blandas se lanzan contra mí. Abro y cierro los ojos continuamente para que mi visión no se enturbie. Qué panorama tan helador. ─ ¡¡Qué suerte hemos tenido!!! ─ ¡Ha sido un día precioso! ─ ¡Si nos llega a nevar allí no hubiéramos visto nada!! ─ Y nos hubiéramos muerto de frío!!!! La conversación seguía. La tensión iba rebajándose. Ya terminábamos de bajar el puerto, la nieve se iba convirtiendo en agua nieve, ya podíamos ver un poco de carretera, incluso los árboles de los bordes, aunque fueran blancos… pero terminaba la tensión nerviosa… y la mía más con la responsabilidad de llegar al destino sanos y salvos… El día comenzó con sol, despeje en un cielo azul y decidimos ir a la tierra del Cid. Las previsiones del tiempo no eran buenas, pero barajamos varias opciones según la lluvia, niebla, viento… y ahí nos quedamos. Y lo que menos habíamos pensado eso encontramos: el cielo azul de Castilla, al fondo sus tierras áridas, campos sin arados esperando la lluvia, que diría Machado. Destino: lo cambiamos según avanzamos, de momento, el Monasterio de Silos. Santo Domingo de Silos, un pequeño pueblo que contiene una de las cunas de nuestra maravillosa lengua castellana, simbolizado en la pluma y el pergamino.


Quietud, paz, tranquilidad; reposo de los dĂ­as de entre semana sin turistas ni visitantes ni estudiantes que vuelven al hogar los fines de semana.


Demasiada quietud. Visitamos la Abadía, cojo unas cuartillas que tienen impresos los cantos diarios en latín, los monjes comienzan a situarse en sus sitiales, personas que me impresionan por su avanzada edad centradas en lo que hacen, sin distraerse con los visitantes. Comienzo a oír sus voces apenas acompañadas por el órgano que simplemente les da el tono.

Canto gregoriano, auténtico, cantado sólo con las voces de los monjes. Cantos que oigo en una lengua no habitual para mí, una lengua muerta, muerta… para los cambios, y viva para el uso que esos monjes le daban de alabanza y oración. Aunque hoy día también podemos disfrutarlo con versiones de éxitos que han sido adaptadas a este tipo de canto, Resonancia de las voces que te envuelven en un abrazo sonoro que te hace vibrar.


Continuamos nuestra ruta hacia el triángulo del Arlanza. La sinuosa carretera nos sorprende con curvas inesperadas, paisaje de sierras elevadas, pequeños picachos, montes cuajados de verde …. ¿De verdad seguimos en la Castilla plana, parda, seca? Sí, pero la Sierra de la Demanda lugar que atravesamos es así, un oasis maravilloso en su vegetación por esta zona. Ya estamos en Covarrubias, con su Torreón de Fernán González, sus balistas en las murallas recuerdos de la defensa de la plaza.


Un alto en el camino, hay que reponer fuerzas y la oferta gastronómica era limitada por ser un día poco turístico. Aún así encontramos un lugar acogedor, cálido, de gentes afables y una comida que nos hizo sentirnos en casa por sus platos caseros y familiares, con una cuidada presentación y que entraban por los ojos. Compramos dulces típicos y con el ánimo relajado y henchido de sensaciones y el cuerpo satisfecho emprendimos el retorno antes de que el temporal que empezaba a caer nos impidiera el camino. Sensaciones agradables y un deseo de volver para ver todo lo que esa pequeña ruta nos ofrecía y que la escasez de tiempo no nos había permitido. Ruta por tierras castellanas… a repetir.


Mi agradecimiento a las personas con las que compartĂ­ este viaje y me hicieron pasar un dĂ­a relajante y agradable. Repetiremos.



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