2005 05 ES

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Soft Secrets

Underworld

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Ramón: aventuras de un pionero “Compramos toneladas de rama, pagamos jornaleros y les pusimos a hacer el hachís como nosotros queríamos” En un pueblo de las montañas del Norte de España, vive retirado Ramón, un veterano del cannabis. Al caer la tarde se sienta en una piedra, junto al río. Fuma un petardo mientras rumia historias de sus años mozos, el inicio del bajarse al moro, los años en que se traficaba con impunidad, las cárceles de Marruecos, la explosión del autocultivo. De todos esos recuerdos solo dos emocionan a este hombretón curtido, hasta el punto hacer asomar lagrimas, a ojos que han visto tantas cosas: su difunto amigo Ruben y Sor Felicidad, una anciana monja que visitaba a los presos en la cárcel de Tanger. Javier Novoa / javinovoa_lm@yahoo.es

SOFT SECRETS. Cuenta tus primeras experiencias con el cannabis. Ramón. Empecé a los 14 años en las escuela, con un amigo íntimo cuyo hermano era mayor y ya estaba iniciado. Era el declive del franquismo, nadie se preocupaba de perseguirnos. Había una generación por encima nuestra, de veteranos que fumaban material de calidad, traído por gente que andaba en la marina, buena goma y yerba de Angola. Me agarraba unos ciegos tremendos, se te iba la cabeza. Enseguida empecé yo a tener mi propia placa de mil duros, compraba la resina sin prensar, con un proceso a base de botellas y agua caliente hacia mi propia goma, unas piezas hermosas. P. ¿Cuando empezaste a comprar mayores cantidades? R. Al principio comprábamos para la pandilla de amigos, pero el costo era caro, había temporadas de escasez en las que no llegaba buen material y mi generación empezó a bajar al moro sin control. La policía pasaba de nosotros, tengo muchas anécdotas de aquella época. Igual decidías bajar con cuatro amigos de borrachera una noche, cogías dinero con que pagar un par de kilos, el coche y para abajo sin dormir. En el ferry te encontrabas a gente de todas las regiones, el barco lleno hasta arriba, se pasaban toneladas de continuo. Allí veía a muchos conocidos, vascos, de Santillana, de Cuenca, famosos del mundo del punk, más de la mitad de esos ahora están muertos, en paz descansen. Al principio empecé con pequeñas cantidades, luego ya alguna operación más importante. Hubo triunfos y fracasos, cosas que salían bien y otras que salían mal. Me metí en el ejercito, en una unidad de ferrocarriles, iba a pillar con el uniforme puesto para que no sospechasen y venga kilos, de esto tengo historias para hacer un libro. En el 85 salí del ejercito y decidí dejarlo porque había ido tantas veces que ya me conocía todo el mundo, pensé que ya empezaba a ser peligroso. Pero en el 93 volví con un Patrol a Ketama, la cuna del hachís. Allí me estaba esperando Nando, mi mejor, amigo, que en paz descanse. El estaba

bien instalado, había enseñado a hacer aceite a los moros y le respetaban mucho. Compramos toneladas de rama, pagamos jornaleros y les pusimos a hacer el hachís como nosotros queríamos, usamos de filtro una seda que habíamos llevados nosotros y casi no lo golpeábamos, así se sacaba la calidad que llamabamos “sputnik”, un hachís excelente, dulce, de humo denso, blanco, una maravilla. Sacamos 30 kilos, me lo guardaron en un doble fondo del deposito de gasolina, un trabajo muy bueno, no se notaba nada, yo llevaba equipo de montaña como que venía del Atlas y un montón de alfombras, tambores, artesanía y cosas para despistar. Se me acercó un mecánico que antes había trabajado “empetando” coches en Ketama, pero luego se paso al enemigo, se hizo un traidor, un chivato. Me preguntó si llevaba chocolate, yo muy tranquilo le dije sin inmutarme “mira lo que quieras” y se puso a registrar y no encontró nada, Así que se fue donde su jefe y le pidió permiso para sacarme de la fila y ponerme el coche en un foso para inspeccionarlo mejor, al mover entre las piezas se cayó un tornillo, por ahí empezó a tirar y al final vio el paquete, así que desmontaron el deposito y me cogieron todo el chocolate. P. ¿Por qué piensas que te detuvieron?.

Ramón hace carantoñas a su canario, seguro que crece fuerte con el alpiste que le cultiva.

decían “fumáis bueno allí en tu tierra” y yo les contestaba: “no vengo a por mierda desde tan lejos”. Me metieron en el calabozo, entre negros, con un agujero para mear todos, lleno de botellas con meados, mosquitos, había en la celda un francés muy simpático, Gerard, que habían cogido cinco horas antes. Al poco llego su consul, yo pensé “ahora llegará el de España”, pero todavía le estoy esperando.

tuercas, pero aguanté, me decía “tienes que echarle raza y aguantar como un paisano”. Me mantuve en lo mío, en la versión que tenía preparada. Cuando haces una cosa de estas, tienes que tener muy bien pensado lo que dirás si te cogen, no puedes andar implicando a otros en tus problemas. Hay que ser paisano y resistir lo que te venga, es una de las partes que estoy más orgulloso porque no fueron capaces a sacarme nada por mucho palos que me metieron.

P. ¿Qué pasó en los interrogatorios? R. Allí en la comisaría me dieron muchísimos palos, una cantidad tremenda, querían saber donde y a quien compre hachís tan bueno. Yo dije que un tío se me había acercado a ofrecerme en Tanger, ahí me dieron una paliza tremenda porque según ellos en Tanger nadie vende ese hachís. Luego me preguntaban como se llamaba y dije que se me olvido y otro vez a golpearme, así tres días, hasta que me di cuenta de que les tenía que dar un nombre o me mataban, les dije: “ahora ya me acuerdo, el se llama Ahmed y su mujer Marian”, los nombres de unos amigos míos de Ceuta. Bajaba a la celda y no podía casi ni abrir los ojos, me tocaba la cara y la tenía toda hinchada, como una masa y por todo el cuerpo, golpes y moratones. Me apretaron fuerte las

Al final mi declaración fue que cuando volvía del Atlas conocí un tío en Tanger, me insistía en que tenía un chocolate muy barato y muy bueno, yo no quería, pero el tío no hacía más que decirmelo, me dio un trozo y me pareció bueno. Como me insistía mucho le acompañe a su casa, dije que el camino era hacía las montañas, era de noche y Ahmed conducía mi coche, así que no podía describir el camino muy bien. Allí en las montañas Ahmed me ofreció comprar 25 kilos a buen precio, era de calidad y barato, así que al final me convenció. Cuando ya no me pegaron más y firmé la declaración, ya quede medio tranquilo, mande un emisario a decir a Nando que me había mantenido, que podía estar tranquilo, así que enseguida tuve comida y tabaco y empecé a estar atendido.

R. No fue por chivatazo, sino me hubieran retenido el pasaporte desde el principio y hubiera sido todo muy diferente. El tío era un psicólogo fino y debió ver en mi algo que le hizo sospechar. Yo creía que había bajado en buenas condiciones, pero luego en el talego tuve tiempo para pensar y darme cuenta de que no estaba en mi mejor momento, ni mucho menos. P. ¿Cómo reaccionaste? R. Yo me lo tome con tranquilidad y permanecí impasible. Me dijeron ¿cuánto llevas? Yo dije: “unos 25 kilos” y eso fue lo que paso al sumario. Robaban fardos de chocolate los mismos policías delante de mi cara. Me

En su pasaporte hay una salida tachada, que no conseguiría realizar hasta dos años después. Sobre el documento marihuanas de interior y exterior cultivadas por Ramón.


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