San Teófimo | No. 147

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ÍNDICE 2 3 6 10 12 15 16

Desde Rectoría Iglesia Santa y Pecadora Iglesia Madre y Maestra Un Obispo para La Iglesia Iglesia Sacramento de Comunión Crucigrama Agradecimiento

Consejo Editorial

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Rector/ Pbro. Juan Carlos Arcq Guzmán Coordinador Dept. Comunicación/ Pbro. Darío Fco. Torres Rodríguez Director Editorial/ Héctor Morales Montes Consejo Editorial/ Pbro. Darío Fco. Torres Rodríguez/ Lic. Adriana Martínez del Río Equipo de Redacción/ Pbro. Marcos Montealvo Veras /Diác. Jesús Pablo Saldívar Castillón/Silverio Emanuel Ramírez Pereyra/Héctor Elías Morales Montes/ Diseño/ Lic. David Almaguer Hernández Fotografía/ Lic. Juan Luis Oliva Silva/ Lic. David Almaguer Hernández/ Alexis de Jesús Hernández Fuentes Tiraje: 13,000 ejemplares Impreso: Enfoque Gráfico


REC TO RÍA

La esperanza en acción

Muy estimados hermanas y hermanos, amigos del Seminario: Reciban un saludo afectuoso de parte de un servidor, esperando que la gracia del Señor esté con ustedes. Como cada bimestre enviamos a ustedes nuestra revista . En esta ocasión les presentamos algunos artículos que tienen como temática central “la Iglesia”. En estos tiempos la Iglesia atraviesa por momentos difíciles, momentos de persecución y de ataques constantes; sin embargo la Iglesia sigue cumpliendo su misión de ir y anunciar la Buena Nueva a todas las naciones. Desde su fundación, la Iglesia está llamada a ser fermento de la buena semilla que es la Palabra de Dios, así como dispensadora de la gracia santificante que se nos trasmite en los sacramentos. La Iglesia no solo es una institución milenaria en la historia del mundo, sino es Madre y Maestra de nuestra fe; ella cuida de nosotros, nos enseña, nos guía y también nos corrige; es sacramento universal de salvación. Así mismo, la Iglesia es santa en virtud de Aquel que la ha fundado, Jesucristo nuestro Señor; pero también es pecadora, porque es gobernada e integrada por nosotros los hombres. Los exhorto a seguir trabajando por la santificación de nuestra Iglesia; que somos nosotros mismos, a que seamos piedras vivas que construyan el cuerpo místico de Jesucristo y a trabajar por la Iglesia y con la Iglesia, para construir un mundo más justo de armonía y paz. Que el Espíritu Santo siga soplando sobre nuestra Madre la Iglesia para cumplir la voluntad del Señor. Esperamos que esta nueva edición sea de su agrado y sirva para seguir creciendo en fe, esperanza y caridad. Que el tiempo de gracia de la Cuaresma y posteriormente la Pascua, nos ayuden a caminar por sendas de vida nueva; para vivir como verdaderos hijos e hijas de Dios. Pbro. Juan Carlos Arcq Guzmán Rector

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Entérate

IGLESIA:

SANTA Y PECADORA Existe un principio en filosofía que dice que las cosas no pueden “ser” y “no ser” a la vez (Aristóteles, Metafísica, XI), o sería una contradicción. Por ejemplo, es absurdo decir que una persona está viva y muerta a la vez, o bien que es de test blanca y negra al mismo tiempo. Entonces, decir que la Iglesia es santa y pecadora es una terrible contradicción; sin embargo, posee ambos atributos.

posee, entre muchas cosas más. No obstante, el mayor asombro no viene por quienes la conformamos, sino por quien la ha convocado. Es Dios el que nos ha llamado “pueblo suyo” (Jr 30,22) y estableció una alianza perfecta efectuada en Cristo, que nos une más íntimamente a Él. Por lo tanto, somos “raza escogida, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido para posesión de Dios” (1Pe 2,9).

Primero hay que decir que la Iglesia la formamos todos los bautizados, no solo los sacerdotes y la jerarquía. Toda persona que ha renacido del agua y del Espíritu (cfr. Jn 3,5), forma parte de la gran comunidad de hermanos e hijos de Dios llamada Iglesia. Esta comunidad, que además de visible es también invisible a la vez, se distingue por su fe, su “común-unión” y por los valores que

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Este origen que está en Dios, nos hace ser santos, por tres sencillas razones: la primera, porque viene del Señor, y todo lo que Él hace es bueno y santo. Segundo, porque la cabeza de la Iglesia es Cristo, es decir, Él es la fuente de la gracia “porque tiene el poder de hacer correr la gracia por todos los miembros de la Iglesia” (Tomás de Aquino, Summa Theologiae III). Y tercero, porque todos los creyentes hemos sido llamados, a ser “pueblo santo para el Señor; escogidos para ser un pueblo de Su exclusiva posesión de entre todos los pueblos” (Dt 14,2). Incluso, Jesús nos exhorta también en su evangelio a vivir de esta manera: “sean santos como el Padre Celestial es santo” (Mt 5,8). Por donde quiera que lo veamos, la santidad es una cualidad inherente a la Iglesia, y de hecho lo repetimos cada domingo: «creo en la Iglesia que es: una, santa, católica y apostólica». ¡La Iglesia es santa y creemos en ello! En libertad, la Iglesia emplea sus fuerzas para vivir conforme a la Palabra, amando al Señor y sirviendo a sus hermanos. Esta conducta y adherencia firme a Dios, conlleva una lucha que cualquier cristiano tiene día con día, contra el pecado y los vicios. Somos santos porque Dios nos ha llamado a serlo, pero en el camino para alcanzar este don de gracia, nuestra humanidad frágil nos lleva a equivocamos, tropezar, e incluso lastimar (con o sin intención) a los demás, y a sí mismo. Esto hace que nos alejamos de Dios; ese es el pecado

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en nosotros, que nos rezaga en el camino de la santidad. Esa es una realidad que no es posible negar, somos santos porque Dios nos ha llamado a serlo, y estamos en el camino de la conversión que nos lleva a la santidad, pero mientras vamos caminando pecamos. Somos santos porque todo el que cree en Cristo y es bautizado, pertenece al pueblo de Dios llamado Iglesia, que es santa por vocación y porque viene de Dios, aunque esté conformada por hombres pecadores. Para poder seguir en esta lucha constante para alcanzar la santidad, “la Iglesia, recibiendo en su propio seno a los pecadores, santa al mismo tiempo, busca sin cesar la penitencia y la renovación” (LG 8). Aquellos que han alcanzado ya la vida eterna, se cuentan entre los santos de Dios. Los que peregrinamos por este mundo, aún luchando contra el pecado, anhelamos alcanzar esa santidad que nuestros hermanos en el cielo (la Iglesia Triunfante –la parte invisible de la Iglesia-) ya disfrutan.

Jesús Pablo Saldívar Cuarto de Teología

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Vida e Historia

Iglesia Madre y Maestra Fundada por Jesucristo, en el desarrollo de su historia, la Iglesia signo e instrumento de la unión íntima con Dios, ha buscado cumplir con su misión e iluminar al género humano con la luz del Señor. Quienes han visto de cerca su acción han aplicado a ella numerosos títulos para acentuar algunos de sus atributos. Uno de ellos, es el de “Madre y Maestra”. Ya desde los Padres de la Iglesia es posible encontrar este título sobre todo con simbolismos bíblicos. En la simbología Iglesia-Eva-María unen algunas figuras bíblicas que tienen en común el ser madres de vida. Eva madre de los vivientes, María madre de Jesús y la Iglesia madre de los cristianos. En ese orden de ideas San Cipriano dirá “nadie puede tener a Dios por padre si no tiene a la Iglesia por madre”. En adelante, con Gregorio VII, la imagen de Iglesia-madre será ligada a la fe y los sacramentos.

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Ya entrado el siglo XX, en el 70 aniversario de la encíclica Rerum Novarum, el Papa Juan XXIII retoma este título eclesiástico dejando claro que la Iglesia ha sido fundada por Cristo para que todos los que entren en su seno puedan encontrar la salvación que Él ofrece. En su misión de educar y dirigir, es de donde podemos retomar la imagen de Iglesia-Maestra, pues a la Iglesia se le confía la doble misión de engendrar hijos para sí y la de educarlos y dirigirlos con maternal solicitud siempre con el máximo respeto y la mayor vigilancia. En uno de los actos con los que Cristo funda la Iglesia dice: «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 19-20). Por lo que esta misión de enseñar implica una autoridad y una asistencia especial. Esta función de magisterio fue llevada a cabo fielmente por los Apóstoles y ha de durar hasta el fin de los tiempos. Por eso, ellos cuidaron de instituir sucesores en esta sociedad jerárquicamente organizada mediante el “orden episcopal” quienes, como sucesores de los apóstoles, son sujetos de la función magistral de la Iglesia. De esto se desprende que el magisterio de la Iglesia puede ser ordinario (la enseñanza individual de cada obispo), o solemne (el de los Concilios y el del Papa cuando habla ex cathedra). Así es como la Iglesia ha logrado, a lo largo de los años, educar y dirigir a muchos individuos y pueblos, por lo que con facilidad podemos llamarle Iglesia Maestra de los pueblos. Pidamos a Dios la gracia necesaria para seguir caminando junto con la Iglesia, Madre y Maestra, hacia Él que es nuestra salvación.

Silverio Emanuel Ramírez Tercero de Teología

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ACTIVIDADES ENERO - FEBRERO


Conoce

Un Obispo para la Iglesia. La palabra obispo proviene del griego (ἐπίσκοπος) que significa “vigilante”, actualmente es un término usado para hacer referencia algunos miembros del clero. El orden episcopal es a su vez, el tercer grado del orden al servicio de la Iglesia, el cual tiene una triple misión; santificar, enseñar y gobernar al Pueblo santo de Dios. En los obispos recae una responsabilidad de suma importancia para la vida de la Iglesia; pues son ellos los que llevan las riendas de una Iglesia particular o colaboran en una de ellas, procurando siempre el bien y la santificación de esa Iglesia que se les ha sido encomendada. A su vez, los obispos deben estar en plena comunión con el Papa (obispo de Roma), así, la Iglesia mantiene integra su misión de extender la Buena Nueva a todas las naciones, al expresar su comunión, fidelidad y obediencia hacia el sucesor de Pedro.

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Una de las características fundamentales de los obispos, es que son sucesores de los apóstoles, es a través de la imposición de las manos de algún otro obispo que se les confiere esta sucesión, siendo parte del Colegio Episcopal.


El pasado 25 de enero, fiesta litúrgica de la conversión de san Pablo, el Santo Padre Francisco ha elegido al Padre Héctor Mario Pérez Villareal para servir a la Iglesia en el orden episcopal, colaborando como obispo auxiliar de la Arquidiócesis Primada de México, donde sin duda su ministerio será de mucho fruto para toda la Iglesia. El padre Héctor Mario aparte de colaborar en esta Arquidiócesis de Monterrey por muchos años, ha sido ejemplo de vida sacerdotal para muchos. Hasta antes de su nombramiento, tuvimos la dicha de tener al padre Héctor como maestro en el Seminario y corroborar su amor a Cristo y a la Iglesia. Por este motivo, queremos expresar nuestra alegría, oración y una sincera felicitación a Mons. Héctor Mario Pérez Villareal, obispo auxiliar de la Arquidiócesis de México, al mismo tiempo agradecemos a Dios su ministerio y su vida al servicio de esta Iglesia particular de Monterrey, y de manera especial a nuestro Seminario alma mater de Mons. Héctor Mario. Que Dios lo bendiga en esta nueva misión que la Iglesia le ha encomendado, y que la Santísima Virgen María de Guadalupe custodie su ministerio para bien de todo el pueblo de Dios. Héctor Elías Morales Segundo de Teología

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Llamados para servir

Iglesia Sacramento de Comunión La Iglesia es, en este mundo, el sacramento de la salvación, el signo y el instrumento de la comunión con Dios y entre los hombres (CIC 780). La Iglesia es vista como el sacramento de Cristo. El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice (Cf. CIC 771): Cristo, el único mediador, estableció en este mundo su Iglesia Santa, comunidad de fe, esperanza y amor, como un organismo visible. La mantiene aún sin cesar para comunicar por medio de ella a todos a la verdad y la gracia, siendo que la Iglesia es a la vez: sociedad (…) dotada de órganos jerárquicos y el Cuerpo Místico de Cristo; el grupo visible y la comunidad espiritual; la Iglesia de la tierra y la Iglesia llena de bienes del cielo.

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Estas dimensiones juntas constituyen una realidad compleja, en la que están unidos el elemento divino y el humano. Es propio de la Iglesia “ser a la vez humana y divina, visible y dotada de elementos invisibles, entregada a la acción y dada a la contemplación, presente en el mundo y, sin embargo, peregrina. De modo que en ella lo humano esté ordenado y subordinado a lo divino, lo visible a lo invisible, la acción a la contemplación y lo presente a la ciudad futura que buscamos” (SC 2).


Llamados para servir

Es verdad que hay una única Iglesia de Cristo (Cf. LG 8; CDF. Declaración Dominus Iesus, nn 4; 16ss). La Iglesia, en su esencia, la comunidad humana del amor divino, es decir, del amor del Padre comunicado a los seres humanos por el Hijo, en el Espíritu Santo. La Iglesia es como un proyecto que viene de la Trinidad. El amor divino es esencialmente donación, deseo de comunión, que se manifiesta a la persona humana situada en la historia en forma de vocación. Esta vocación, dirigida a todos, es siempre vocación que se traduce en asociación. Esta ecclesia es el lugar del diálogo de Dios con el mundo, hasta el fin de los tiempos. El deseo de comunión se realiza plenamente en la encarnación del Verbo, por la cual nos hacemos partícipes de su naturaleza divina.

Como Cristo es el sacramento primordial del amor divino, la Iglesia es el sacramento de Cristo (Cf. CIC 774-776), que le confirió el mandato de continuar su misión salvífica. Por tanto, en una palabra, la Iglesia viene de la Trinidad, vive por la presencia de ella y se dirige a ella. No hay otro fundamento para la Iglesia sino Cristo -Hijo de Dios- en el amor. En él, enviado del Padre (misión divina), está la fuente de la comunión eclesial en la medida en que la comunión con Dios fundamenta la comunión eclesial. Cristo y la Iglesia no pueden ni confundirse ni separarse, pero constituyen un único Cristo total (Cf. CIC 795).

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Finalmente, decir que el concepto de comunión debe ser capaz de expresar también la naturaleza sacramental de la Iglesia mientras "caminamos lejos del Señor" (2Cor 5,6; Cf. LG 1), así como la peculiar unidad que hace a los fieles ser miembros de un mismo Cuerpo, el Cuerpo místico de Cristo (LG 7), una comunidad orgánicamente estructurada (LG11/a), "un pueblo reunido por la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (LG 4/b), dotado también de los medios adecuados para la unión visible y social (LG 9/c). De esta sacramentalidad se sigue que la Iglesia no es una realidad replegada sobre sí misma, sino permanentemente abierta a la dinámica misionera y ecuménica, pues ha sido enviada al mundo para anunciar y testimoniar, actualizar y extender el misterio de comunión que la constituye: a reunir a todos y a todo en Cristo (Cf. Mt 28, 19-20; Jn 17, 21-23; Ef 1, 10; LG nn. 9/b, 13 y 17; AG 1 y 5); a ser para todos "sacramento inseparable de unidad" (S. CIPRIANO, Epist. ad Magnum 6).

Pbro. Lic. Pbro. José Jesús Gutiérrez Sánchez Prefecto de disciplina del Instituto de Teología

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Semana Santa 1. Es un tiempo privilegiado que nos prepara a la vivencia de la Pascua. 2. Se consideraba como tres días de preparación a la fiesta de pascua; comprende el jueves, el viernes y el sábado de la Semana Santa. 3. Es la celebración más importante del año. 4. Amar es entregarse a sí mismo, para ________ a los demás. 5. Es el sacramento en el que Jesús entrega por nosotros su Cuerpo y su Sangre. 6. La _____ es señal de esperanza de los que creemos y seguimos a Jesús y hacemos su evangelio el criterio permanente de acción

7. Es uno de los más antiguos himnos de la tradición litúrgica romana de la Iglesia católica. Se canta la noche de la Vigilia Pascual y existen testimonios de su existencia desde fines del siglo IV d. C.

8. Se celebra la mañana del Jueves Santo en la Catedral y se consagra el santo Crisma. En ella se manifiesta la comunión entre el sacerdocio y el ministerio que existe entre el obispo y los presbíteros.

9. Al entrar Jesús en la Ciudad de David, el pueblo agitaba _______ para mostrar que acogía la nueva vida que les traía 10. Está compuesto por 14 estaciones que representan escenas de la Pasión y nos ayuda a recorrer espiritualmente el camino que hizo Jesús hasta el monte Calvario mientras cargaba la Cruz.

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¡GRACIAS! A ti que tienes la FE de que el Seminario es Obra de Dios. A ti que tiene la ESPERANZA de que, algún día, con tu oración estos jóvenes lograrán consagrarse para servir a Dios y a su Pueblo. A ti que por AMOR dedicas tu valioso tiempo para orar por la perseverancia de los seminaristas y los apoyas en sus necesidades. A todos ustedes le queremos decir: ¡MUCHÍSIMAS GRACIAS! y que Dios les recompense al ciento por uno su generosidad.

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"Todo lo que la Iglesia ofrece debe encarnarse de modo original en cada lugar del mundo, de manera que la Esposa de Cristo adquiera multiformes rostros que manifiesten mejor la inagotable riqueza de la gracia. La predicación debe encarnarse, la espiritualidad debe encarnarse, las estructuras de la Iglesia deben encarnarse." Querida Amazonia, No. 6

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