Diario de Claudia

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CLAUDIA

De la locura y el grito Diarios de brujerĂ­a

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Diario de Claudia

CLAUDIA De la locura y el grito *

Claudia se levanta temprano, no tan temprano, para alcanzar a ver el sol y sentir como de pronto entra por su piel. Claudia se levanta temprano, no tan temprano para alcanzar a organizar un poco el piso de su cuarto que está lleno de rosas secas, claveles, piedras de rio y cenizas de algunos deseos que quemó con eucalipto el día antes. Claudia se levanta temprano, no tan temprano para tomarse una avena con pasas y miel y un jugo de pepino porque lo peor que le pueden mencionar a la señora es la palabra gorda. Claudia se levanta temprano, no tan temprano y se da cuenta de lo tarde que está, pero es que sin esas energías que recarga antes no se puede ir al trabajo y regresar con los chacras intactos. Claudia se levanta temprano, no tan temprano y busca en el closet de su cabeza, mientras se baña a tropiezos y se unta un aceite de almendra fuerte en todo el cuerpo, lo que se va a poner. Claudia se levanta temprano, no tan temprano y corre por toda la casa, revolcando closets, medio peinándose los crespos, terminando 5


Diario de Claudia algún trabajo que debía enviar antier y se le olvidó, regando con torpeza la palma y colocando unas botellas de cristal a la luz, llenas con flores y agua que se va a tomar por la noche. Claudia se va temprano, no tan temprano, devolviéndose tres veces a la casa porque se le queda un collar, un anillo, una pañoleta o un papel importante. Claudia se levanta temprano, no tan temprano, cansada de haber estado hasta la madrugada bailando con los pies clavados en el lodo. Mi mamá, o Claudia la bruja como le llaman en la familia porque al final de año revuelca la casa, quita el tapiz de las sillas, prende sahumerios, le echa humo al perro, se pone bonita y se va a bailar, no sin antes, dar un discurso raro en mitad de la sala y tirarle agua de rosas a las paredes. Claudia la bruja, porque me enseñó a recoger los pájaros que se pegaban contra los cristales y caían en la entrada del edificio para meterlos en cajitas con cobijas y cuidarlos hasta que pudieran volver a volar. Claudia la bruja que sale de la nada embarrada entre la cañada que hay al frente porque estaba buscando una flor que no encontró, pero encontró otra parecida, para hacerse el baño de la noche. Claudia es la bruja que se viste de blanco y sale como levitando por la puerta de su cuarto con un incienso prendido, Claudia la bruja que me hizo no temerle a los fantasmas porque seguro es algún ser que quiere entrar, o tal vez solo la silueta de ella que se refleja en el espejo en la madrugada. Claudia es la bruja que parece clavada a la tierra, pero también, la bruja que prefirió quedarse sola conmigo a vivir en una mentira, o Claudia la bruja que salía a protestar y se escondía detrás de los bultos de café, Claudia la bruja que gritó fuerte en su oficina cuando las manos del jefe parecían acercarse de más a los botones de la blusa de lino de su secretaria, a pesar de que esto le costara varias persecuciones y hogueras. Claudia es la bruja, a veces despeinada y destartalada, a la que pareciera que el mundo hace mucho le dejó de afectar.

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Diario de Claudia

Claudia guarda en escondites de la casa un montón de objetos para elevarse a otras dimensiones y a veces, como que se queda en ellas, a veces como que se chifla un poquito más de la cuenta y levita, como adormecida, mientras se le queman las arepas de carbón en la parrilla. Claudia guarda materos con lentejas y limones secos porque si alguno se le pudre es porque tiene malas energías, guarda una chaqueta grande de lino blanco para para elevarse por el aire, una heliconia que arrancó a las doce de la noche para que el vecino no se diera cuenta en un jarrón azul de una botella de pizco, unas medias blancas para limpiar el espejo mientras se limpia el alma y una estatuita terracota de algún lugar del mundo junto a las tazas de porcelana que se compró con su primer trabajo, en la fábrica de agujas de norma que quedaba por la Bavaria, de la que la sacaron por andar hablando mal del jefe verde y holgazán. Claudia guarda en escondites de la casa un pareo rojo vivo que se pone para bailar, pone a oler la casa de amarillo maracuyá cuando hace té para los invitados y se pinta los dedos de verde selva mientras le limpia el piojo a la palma de la sala.

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Diario de Claudia Claudia es bruja porque ella abre puertas a mundos desconocidos con alteridades que desea conocer porque siente que todo puede ser mejor en algún otro lugar, es bruja porque grita y rompe fuerte, y se hace perseguir y fue inconforme en un mundo que la obligaba a conformarse. Claudia es bruja porque anda despeinada y sin importancia, pero sabe que todo lo aprendió de aquellos días en los que por ser mujer no la ponían al mando, o de esos en los que tenía que sentarse bajo un microscopio a revisar agujas de plástico para los tocadiscos de las casas viejas, porque como dice cuando cuenta “parece que a mí siempre me sacaban de todas partes, o yo me hacía sacar más bien”. Claudia es bruja porque me enseñó a bailar alrededor de una fogata candente, a llorar bajo las sabanas en una tarde caliente, a curarme la gripa con humo de eucalipto y a gritar, romper y patalear cuando algo no está bien.

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Ella brilla bajo Las luces de seis de la tarde, de la hora en la que llegaba de trabajar para meterse a baĂąar y salir con largas tĂşnicas a preparar alguna charla extraĂąa, entre velos de color rojo, olor a almendras con jengibre y una luz magenta que atraviesa en forma de lĂ­neas las cortinas de la casa. Es una bruja de las seis de la tarde, de disfrutar el viento que le pasa por las piernas, de la locura y risas escandalosas que manda al aire tras una capa de espeso pelo negro antes de echarse a tostar el cuerpo cuando hace calor en la sala para poder colocarse vestidos y candongas doradas, de las seis de la tarde, llena de vitalidad y una fiesta interna que la recorre y le grita. 11


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Los materiales de Claudia Claudia es lino estilizado, con una trama que a veces se confunde con las raĂ­ces que salen de entre sus dedos, con unas betas que la unen a los palos de aguacate que salen al frente de la ventana. Claudia es lino estilizado de las camisas que se colocaba para ir a la oficina y para intentar entrar en un mundo que la sacaba a golpes. Claudia es de telas delgadas porque cuando cuenta sus historias ella vuela y flota, porque es despistada y no se da cuenta de lo que pasa, o porque solo no le importa, porque parece vivir a veces vivir en otro mundo. Claudia lino que se pega a la piel bajo el agua como las telas con las que se pone agua de miel, sal y cuarzo. Claudia es lino delgado que le permite salir a caminar, a andar suave y lento, a cultivar en materitas que cuelgan de las barandas y a cocinar remedios de ramas.

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Diario de Claudia Los colores de Claudia

4f190f C54 M98 Y100 K45 Tintura Colorantes directos 5% Rojo: 65 Magenta: 15 Azul: 5 Amarillo: 15

b7222c C17 M97 Y88 K0 Tintura Colorantes directos 2% Rojo: 65 Magenta: 15 Azul: 5 Amarillo: 15

Claudia se pone una blusa de un rojo café con la que entraba a la oficina llena de ingenieros en la que a veces no la querían, en la que a veces la intentaron sacar, en la que a veces la sacaron

Claudia es rojo vivo porque así es como la recuerdo parada en medio de las velas con pétalos que rodeaban sus pies y una pared que devolvía el color intenso reflejado, o de un pareo para bailar cuando llegaba cansada

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fedeaa C0 M20 Y38 K0 Tintura natural Mora Pos mordiente Bicarbonato de sodio

Claudia es de un rosa amarillento de los pergaminos que saca para leer rituales extraños, del color de las voces que encierra en los casetes con meditaciones añejas


Diario de Claudia

fff884 C7 M0 Y62 K0 Tintura natural Cúrcuma en polvo Pos mordiente 1 limón por 1 taza de agua

8d8837 C53 M43 Y95 K1 Tintura Colorantes directos 0,5% Magenta: 5 Azul: 10 Amarillo: 85

fde006 C83 M68 Y87 K43 Tintura Colorantes directos 2% Magenta: 5 Azul: 20 Amarilo: 75

Claudia es amarillo maracuyá de la aromática que siempre da, porque es acida y tropical y fresca y fiestera, fuerte y a veces explosiva.

Claudia es verde suave porque se mezcla con las baldosas del baño en el que tarda horas antes de salir con un olor a eucaliptos bañados en piedras de jade

Ella es verde selva porque en cualquier momento se desaparece de la casa y se va a caminar al pasto, en la noche o en la madrugada, es verde selva con barro de unos pies descalzos que se clavan en la tierra

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Diario de Claucia Relatos de una

BRUJA

Cuando era pequeña, viviendo por allá en Alfonso López, tras brumas verdes de grandes helechos y barandas que crecían enroscadas Claudia se quedaba en su cuarto, jugando a que veía cosas en el viento, viendo el viaje a las estrellas intentando hablar como el señor Spock o hipnotizando a sus dos hermanos mayores tras velos de Rosmira o cobijas de flores amarillas y rojas. Cuando Claudia era pequeña y vivía en Alfonso López salía a caminar todos los días, por la loma grande que lleva a la avenida y que luego la tira a el camino que cogía para ir al colegio, con su amiga Herlinda, la que se subía a carros de desconocidos, jugaba a tirar mangos en el patio central y le copiaba los exámenes, ella, la mona linda que tenía televisor y le daba galletas con leche y queso cuando salían para su casa, con el pretexto de ir a estudiar. Cuando Claudia era pequeña tenía los dientes chuecos, el pelo chuto, la barbilla puntiaguda y los huesos de las rodillas salidos por debajo de una falda de cuadros y por encima de unas medias blancas. Así creció Claudia, cargando libros que no eran de ella, de aquí para allá, dando copia y viendo una hoja llena de puntitos azules que llevaba con felicidad por toda la cuadra, saltando entre cuadros de baldosas de colores y jugando a no pisar la línea de las rendijas de cemento. Cuando Claudia creció fue a la universidad, mientras dos de sus hermanos intentaban pagarla, lloriqueando de vez en cuando porque tal vez de ingeniera no tenía pinta, ni pinta ni ganas, pero eso era lo que daba plata. Ya después, además de aprender a manejar máquinas y ver números hasta en el cielo, Claudia aprendió a salir a bailar de viernes a sábado, a tirarse en el río con una extensión de infinitos metros que salía de la finca de su mejor amigo y un parlante sobre una piedra para pasar el guayabo hasta que le daba “el susto” de que la dejara la chiva de las cinco, aprendió poner platos de comida

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Diario de Claudia por el piso de las canchas del campus para pelear por la cafetería común y a esconderse tras costales de café cuando la pillaban en las huelgas. Cuando Claudia creció se volvió gritona, gritaba por todos lados, cuando en la fábrica las agujas no salían bien o cuando el jefe se quería cuadrar a la bonita que revisaba el plástico, cuando la querían pasar de un lugar a otro sin concebir preguntas o cuando entre las paredes vio al coordinador yéndose de muy muy con la secretaria que se escondía tras el matero de palmas, la misma secretaria a la que le daría un ataque de amnesia severo que la dejaría sin palabras, justo cuando Claudia fue a relatar lo sucedido al frente de la junta. La desafortunada enfermedad que le dio a la señora de sufrir olvidos momentáneos convertiría la oficina, en un abrir y cerrar de ojos, en una selva llena de monos aulladores, serpientes susurrantes, micos en el cuello y pesares en la espalda. Cuando Claudia creció se volvió una loca, una loca de pantalones grandes y collares colgantes, de voz fuerte y definitiva, con pasos livianos y decisiones cortantes. Cuando Claudia creció se volvió locura, locura por dejar un trabajo que le estaba dando arrugas prematuras en las cienes y las comisuras de los ojos a pesar de no saber qué iba a pasar, por pelearse con todos los hombres que se le cruzaban por lo que le decían, eran simples mentiras, porque ve colores donde no hay y cambia el silencio de los problemas por una carcajada desprevenida y un baile de rojo intenso. Cuando Claudia creció se volvió loca, loca por gritarle a la gente que va medio dormida por la calle o por decirle a las tías, en medio de una reunión familiar, mentiras desenterradas de las baldosas de la casa de la abuela. Cuando Claudia creció se volvió loca, loca por andar gritando verdades siniestras que nadie quiere escuchar y por buscar mundos a los que solo ella puede acceder, tras dar vueltas infames en un pedazo de tierra mientras sacude heliconias y botellas de arena.

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El fin

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Brujas textiles Pereira

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