SANTIAGO
NO MÁS SECRETOS De la sensualidad y la liberación Diarios de brujería
5
6
7
8
Diario de Santiago
SANTIAGO NO MÁS SECRETOS
De la liberación y la sensualidad *
Contar mi historia resulta más difícil que el intento de narrar todas las demás, tal vez porque resulta agotador intentar redactarse, organizarse palabra a palabra en una pantalla, describir sus atributos y formas de ser en una hoja y saber, finalmente, que un lector descifrará, a través de una página con líneas negras, la manera en la que escribo de mí, desorganizado, sin tiempo, en círculos y repitiendo. Yo me levanto, a veces temprano, a veces muy temprano, cuando a la noche anterior me pude acostar, cuando en la noche anterior no cruzo el rosa pálido del amanecer helado por estar dibujando, adelantando algún trabajo que ya no tiene excusas, charlando el muchacho del que me acaban de pasar el teléfono (y que tiene un futuro prometedor, aunque, corto) bordando o lavando los platos acumulados de dos noches anteriores. Yo me levanto, a veces tarde, a veces muy tarde, porque llegué exhausto a las cuatro de la mañana, porque nos metimos a bailar entre colores magenta y naranja, porque una botella de vino se tornó en cuatro, porque terminamos gritando y caminando a tiestas por toda la cincuenta y dos, o porque después de pasar al menos media hora intentando contener a Jorge, el que me metió sin saber la lengua en la espalda, terminé durmiendo desnudo en un sofá azul que tira en su terraza. Intentar contar mi personaje, resulta difícil, porque ya algo de él (o tal vez demasiado) queda impregnada como un eco latente en cada uno de los demás. Yo soy corto de palabras, al menos habladas, (al menos sobrias), tal vez porque lo mucho que a veces tengo 5
Diario de Santiago para decir se queda, enredado, turbulento y con miedo a ser rechazado escondido en mi mente, entre rosas y guayacanes protectores, en rincones oscuros e inaccesibles. Soy de papayas y piñas en un plato de colores bajo el sol abrazador de las tres de la tarde, de tender una toalla junto a mi mamá en la sala para chamuscar nuestras piernas bajo la pequeña palma que crece en el centro, soy de eucaliptos, jabones de sándalo, manteles de colores, camisetas magenta, discos de Britney con Janette, manos blandas, jazmines, romero para trapear, cilantro en las ollas y cuadros de flores en cualquier esquina vacía. Soy corto de palabras, porque a diferencia que los trazos en los que me refugio son maleables y escurridizas, como una seda babosa que se desliza entre los dedos y entre los labios. Contarme a mi es contar a alguien que se queda durante horas mirando el palo de al lado, el que a veces cuando hace mucho viento choca sobre la ventana. Contarme a mi es contar a alguien que se enreda entre las sabanas, que quisiera salir flotando con un abrigo que casi se arrastra por el piso, que pega un rayo de sol en su cara, mientras pasa un cristal de cuarzo por el brillo que rebota. Contarme a mi es contar a alguien que se pasa horas divagando, entre por qué si y por qué no, entre una corta lista de amores perdidos y dramatizados, o entre fotos de cuerpos gloriosos que bajan a torrentes por una pantalla. Contarme a mi es contar a alguien que prepara té de jengibre a las dos de la mañana para intentar no quedarse dormido, que roba en cada una de sus vacaciones una de las cadenas de su mamá, que se pinta las uñas para tapar los restos de tintura que quedan entre los dedos, o el negro del hierro de meter las manos en ollas con agua caliente repletas de él. Contarme a mi es, finalmente, contar la historia de un marica afeminado, que siempre habla rodeado de mujeres, que tiembla con el rose de una mano ajena, que aprendió a hacer frijoles y lentejas con cilantro mientras llora hablando de un estrés atrancado, que pisa las piedras de rio para bajar el guayabo y sueña con besos bajo la espuma de la corriente, esa que baja a las cuatro de la tarde, que baja corriendo con los zapatos mojados de la cascada y se ríe a carcajadas en el techo de la chiva esquivando ramas, que prende sahumerio porque el cuarto huele mal, que borda parches en una chaqueta de segunda traída del mercado (mientras la tía grita ¿eso de qué muerto será?), que baila entre dos cuerpos corpulentos atrás y adelante, que se libera entre letras de pequeños secretos guardados. 6
7
Diario de Santiago
¿Cómo no saber que soy bruja? ¿cómo no iba a pensarme como una? si a pesar de no tener una larga cabellera siempre estuvo allí, muy dentro de mí. Cómo no iba a pensarme bruja, si sentarme a jugar en el pasto rodeado de muñecas ahora pareciera un acto de hechicería. Cómo no iba a pensarme bruja si mientras todos corrían detrás de balones blanco y negro, yo me recogía, en una esquina del verde parque, a ver las plantas crecer y los mangos que caían al suelo. Cómo no iba a pensarme bruja, si siempre estaba vigilante, expectante, tal vez esperando el momento de poder ser invitado, tal vez resguardándome, o tal vez después de un tiempo, cuando fui más grande, solo por el placer de ver a los hombres que mojaban sus camisetas con pequeñas manchas de sudor. Cómo no saber que soy bruja si crie conejos en el baño de la abuela y para llegar a la casa de nuevo me recibía un pollo que entre las baldosas amarillas se deslizaba y me saludaba como un perro, al que también, tenía que pasear. Cómo no saber, ahora, que fui bruja, si tuve que esconderme tras ventanas florales que me separaban del mundo de mis amigos porque, después, cuando la consciencia llegó y se rompió el lazo de la niñez me sentí perseguido y algunas veces, muy cerca al fuego abrazador de una hoguera en la cancha principal. Sabe a muchos sabores este ingrediente de ser bruja, sabe a veces a dulce de piña de ser distinto y a veces exótico, sabe a veces a picante intenso de querer gritar en todos los lugares que lo soy, pero otras, sabe a chocolate de llanto, de llanto de sentirse solo y señalado. Aun así y sin importar a que sepa este ingrediente, me mueve el sentimiento de que hay muchas otras personas que saben a esto, que saben a bruja y con las que podría cantar durante la madrugada, “está bien ser bruja”.
8
9
Lulito por qué no me abre la puerta, más o menos, como escribía Caicedo (esta vez en vez de Lulita). ¿Lulito, por qué no me abre la puerta si yo que quiero verlo?, ¿será que ya no más? si se me estremecen las plantas de los pies con solo pensarlo,si se me riegan las babas en el piso. Si no me habla, si será que otra vez está llorando, o estará plantando las flores que tiene en el patio, o sacando las frutas que compró esta mañana, o pintando alguna pared de rosado, o acariciando al perro, o escuchando a Fito mientras come dulces en el piso, por qué Lulito no me abre la puerta y esconde los ojos brillantes y aguados detrás de las flores chinas que tiene en el jardín, al frente de las rejas y en medio de los dos.
10
11
Diario de Santiago ¿Cómo no saber que soy bruja? ¿cómo no iba a pensarme como una? si a pesar de no tener una larga cabellera siempre estuvo allí, muy dentro de mí. Cómo no iba a pensarme bruja, si sentarme a jugar en el pasto rodeado de muñecas ahora pareciera un acto de hechicería. Cómo no iba a pensarme bruja si mientras todos corrían detrás de balones blanco y negro, yo me recogía, en una esquina del verde parque, a ver las plantas crecer y los mangos que caían al suelo. Cómo no iba a pensarme bruja, si siempre estaba vigilante, expectante, tal vez esperando el momento de poder ser invitado, tal vez resguardándome, o tal vez después de un tiempo, cuando fui más grande, solo por el placer de ver a los hombres que mojaban sus camisetas con pequeñas manchas de sudor. Cómo no saber que soy bruja si crie conejos en el baño de la abuela y para llegar a la casa de nuevo me recibía un pollo que entre las baldosas amarillas se deslizaba y me saludaba como un perro, al que también, tenía que pasear. Cómo no saber, ahora, que fui bruja, si tuve que esconderme tras ventanas florales que me separaban del mundo de mis amigos porque, después, cuando la consciencia llegó y se rompió el lazo de la niñez me sentí perseguido y algunas veces, muy cerca al fuego abrazador de una hoguera en la cancha principal.
12
Diario de Santiago
Mis luces son las luces de las dos, o las tres, o la una de la mañana, esa hora sin hora en la que lo único que baña es el reflejo de las lámparas anaranjadas que rebotan sobre las losas rojas con flores del parque del Gaitán o sobre las piedras de la circunvalar mientras alguien pasa gritando con una botella de algo y la gente sale con gotas de sudor sobre su cuerpo de las discotecas a buscar alguien a quien poder besar. Mis luces son las luces de las dos de la mañana, donde todo brota y la piel se tiñe de escarcha, de gritos de euforia y de sonrisas sobre el hombro, porque no todos pueden darse cuenta de ellas. Mis luces son las luces de una hora en la que no hay secretos, en las que todo sale, bajo palabras turbulentas y trabadas, bajo risas a carcajadas y tragos amargos, son las luces de besos indebidos detrás de un árbol y secretos que se dicen entre lenguas fogosas y llenas de fuego. 13
14
Diario de Santiago
Los materiales de Santiago Yo soy liencillo delgado, de aquello que escondo y todavía no muestro, pero que se insinúa a través de un tejido delicado y abierto, de aquellas paredes y grandes cristales en los que me escondía porque no quería salir a jugar que ahora comienzan a caer, o de los pantalones blancos extraños que mi mamá me colocaba para salir a caminar, por ahí, entre las guaduas y entre las palmas. Yo soy de secretos acumulados que empiezan a gritar, de raíces que se ven, de tierra que se siente. Yo soy liencillo delgado, muy delgado y casi de velo de no más secretos, de revelar una piel con la cual tal vez no me sentía conforme, de revelar un ser que estaba escondido. Soy liencillo transparente de gritar, de decir y de mostrar, de brillos que comienzan a surgir entre lo opaco que a veces pareciera lo que debería ser, de una bruja que dice no más secretos, no más mentiras.
15
Diario de Santiago Los colores de Santiago
de3b30 C0 M92 Y81 K0 Tintura Colorantes directos 2% Magenta: 48 Azul: 2 Amarillo: 50
e4ac9e C2 M43 Y33 K0 Tintura Colorantes directos 0,5% Magenta:60 Azul:5 Amarillo:35
be253d C12 M97 Y75 K0 Tintura Colorantes directos 2% Magenta:75 Azul:5 Amarillo:20
Yo soy naranja fuego de las fogatas en las que vi a Claudia bailar, naranja fuego de ser visto y de no tener más miedo a ser quemado, naranja fuego de no más secretos y una piel de colores que sale a gritar
Yo soy café calido de los granos puros que Ruby llevaba a la casa, de sus historias saliendo de la maleza y de los cultivos imaginarios en los que pensaba trepado en el mango
Yo soy magenta de la coquetería de Marta cuando me enseñaba a silbar a las muchachas, pero que a la señora la cosa se le revirtió y comencé a ponérmelo para que no pudieran pasar sin silbarme.
16
Diario de Santiago
ce5e84 C6 M83 Y28 K0 Tintura Colorantes directos 5% Magenta:90 Azul:5 Amarillo:5
f6b1c3 C0 M45 Y12 K0 Tintura Colorantes directos 0,5% Magenta:75 Azul:5 Amarillo:20
19263d C95 M91 Y56 K39 Tintura Colorantes directos 2% Magenta:5 Azul:90 Amarillo:5
Yo soy de morado encendido de las flores que se encontraban en la casa de rosa y que en algún momento intenté revivir, tal vez mal, porque la primera vez que me vio una camiseta de rosas me dijo, usted por qué está vestido así
Yo soy rosa de las canciones prohibidas que cantaba con Lola en la sala de la casa, de la Barbie tirada en el parque o en medio de la playa mientras corría con una pañoleta por la arena o por el pasto.
Yo soy de un azul oscuro de los tendidos con paisajes lunares que mi mamá colocaba sobre las almohadas cuando contaba un cuento medio extraterrestre para que me durmiera
17
18
Diario de Santiago Relatos de una
BRUJA
Este día es de noche y se pone de noche rápido, pienso mientras me muerdo los dedos a punto de arrancarme las uñas, mientras entra el viento cálido que se siente, tres grados más calientes, cuando llego a Pereira después de haber estado lejos. Cuando se sigue poniendo, por encima de las palmas y las ramas de plátano en las que solía esconderme con Jonathan, cuando venía a hacer alguna tarea o algún trabajo mientras llovía, miro el celular constantemente, porque será que Andrés si ha escrito, o que si vamos a salir y ahora que me voy a inventar si Valentina no me puede hacer el cuarto y ahora, además, que nos vamos a inventar para vernos si es que nadie sabe que hemos seguido hablando desde el día que me lo comí a besos en el parque de baldosas rojas, con la borrachera de principio de vacaciones y mientras todos los otros bailaban alrededor del busto, viendo quien aguanta más. La noche sigue cayendo y yo ya me metí a bañar con los aceites de Claudia, que sabe que me pongo pero que seguro no se imagina para quién, porque hace mucho que dejé de hablar con Jorge, pero éste no le cae bien, porque ay donde Claudia sepa, que salgo con un hombre amarrado, le pone pasador a la puerta y me deja afuera hasta que haya aclarado la mente o haya vomitado tanta bobada. La noche sigue cayendo, por encima de los papelillos de color magenta que se tienden entre la cancha, esos que a esta hora se ven del mismo color que las discotecas en las que bailamos hasta reventar y a las que hemos ido desde los diecisiete, con cara de yo no fui, tomando guarapo y escuchando a mis amigas diciendo en la entrada, tranquilo que yo me escondo, mire que somos pequeños y seguro en alguna repisa de la cocina entramos, eso pues, si llegan a revisarle el negocio. Cuando cae la noche, pasan de las siete, a las ocho, a las nueve, que nadie responde, que nadie va a salir, pero mejor porque donde nos dejen solos no
19
Diario de Santiago sé qué vaya a pasar, pero mejor que no me llame así no pasa. Cuando cae la noche pasan las diez y llama Andrés, diciendo pille que yo quiero bailar y así nadie pueda salir vamos usted y yo, hágale que Carlos no va y yo algo le invento, hágale que lo quiero ver, hágale que usted y yo a la final solo somos “panas”. Cae la noche y yo solo pienso que hacer, ay si panas, dígale pues eso al novio cuando sepa que salió con la persona que le conoce toda la lengua y unos pedazos de pierna, a la que le escribe a las tres de la mañana porque no se olvida, a la misma que dejó esperando una hora en el puente que cruza el Victoria, con gotas de sudor que se confundían con lágrimas de rabia y el mosaico de la catedral reflejado en la cara. Cae la noche y ya no hay nada más que hacer, le digo chao mami que me voy a ver con Andrés, con Andrés, jum, yo si decía, que por algo me estaba gastando el jabón de sándalo. Me voy con una camisa medio transparente que tiene el pretexto de que allá va a hacer mucho calor y pues lindo me tengo que ir a levantar, aunque con las piernas temblándome más que el día que saqué a la gallina (que tenía como mascota) y me la empezaron a tirar por los aires, y más asustado aun que cuando que cuando me perseguían por el patio del colegio. Cierro la puerta y me arrastro como puedo por el barandal. Cae la noche y de tanto temblar ya solo puedo ver lucecitas de colores, de las lámparas que se alzan entre los árboles o de las ventanas que a las once se van pintando de neón. Cuando llego lo veo sentado en una mesa de afuera, con brisa caliente y unas cervezas frías que le bajan por los dedos y se le pegan en las comisuras de los brazos, me dice que me le pasó, ¿es qué acaso está asustado? A lo que le digo, con una voz más cortada que esa que da por ahí a los catorce “que le pasa bobo, es que me tocó correr”. Cae la noche más noche que nunca y ya a las doce, después de tomar un poco, venga pal cajero, que hoy vamos a bailar, me paro de la silla, y me le agarro del cuello, porque no ve que ya estoy prendido, o quién sabe, de pronto solo quería tocarlo. Cierra la puerta de vidrio y me dice, cierre los ojos bebé que le tengo una sorpresa, me da un beso, me tira una babita y corriendo se sale agarrándome de la mano,
20
21
mire más bien vamos que ya está tarde, que ya le dije a Carlos que estaba durmiendo y que usted y yo igual ya sabíamos que esto iba a pasar. La noche se tiñe de luces, de personas que bailan y cuerpos que se agitan, de un mundo oculto que muchos no quieren ver, escribir o recordar, de luces naranjas que se encuentran
El fin
22
23
24
25
Brujas textiles Pereira
26