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INTRODUCCIÓN
La educación del siglo XXI según los nuevos enfoques teóricosprácticos
vigentes,
debe
ser
más
integral,
multidireccional,
multidisciplinaria, para abrigar las habilidades, fortalezas, amenazas y oportunidades;
físicas, mentales y emocionales de cada estudiante
presentes en un aula de clases ya que durante generaciones, el sistema educativo ha estado potenciando únicamente la razón, el pensamiento lógico-matemático y analítico, desviando la atención de las otras competencias innatas del estudiante como las artísticas, expresivas, creativas, lingüísticas, entre otras. Igualmente, se ha ignorado el mundo de las emociones individuales y particulares que identifican a cada estudiante; el cual; tiene un peso aún más determinante en el aprendizaje de los contenidos curriculares y la internalización, autorregularización del aprendizaje para lograr la Metacognición de estos y de toda su vida académica como para toda su vida. Adicionalmente, la formación integral del docente de cualquier especialidad, debe brindar a los estudiantes experiencias formativas orientadas al desarrollar de las capacidades individuales y personalizadas de cada individuo. En tal sentido, los planes y programas curriculares deberán promover tanto la articulación de conocimientos científicos, tecnológicos, sociales y humanísticos como logros educativos en términos de conocimientos, competencias relacionadas con el ejercicio profesional, las capacidades y actitudes intelectuales que permitan a los estudiantes abordar, analizar, relacionar, transferir y comunicar conocimientos.