Laberinto 586 (06/09/2014)

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Laberinto

Nicanor Parra Poesía página 3 Armando González Torres Un viejo enigma y una moraleja página 3 Miguel Ángel Flores Poeta con fusil página 4 Hugo Roca Joglar Por un nuevo himno nacional página 10 CARLES MERCADER

MILENIO

Claudio Magris

Lobo Antunes en su laberinto Página 6

Entrevista con el Premio FIL 2014 Ana Ruiz Página 7

sábado 6 de septiembre de 2014

Un Israel sin ilusiones

David Grossman Página 5

N.o 586


02 b sábado 6 de septiembre de 2014

MILENIO

antesala DE CULTO

Cristóbal Pera ESPECIAL

Pedagogía efectiva

Jaume Vallcorba

Entusiasmo, gusto, pasión

TOSCANADAS ESPECIAL

David Toscana dtoscana@gmail.com

E

n una famosa entrevista que habría de publicarse en forma de libro, Richard Feynman cuenta algunos fragmentos de su infancia, acerca del modo como su padre le enseñaba algo sobre las ciencias al tiempo que le azuzaba la curiosidad. George Steiner también habla de las tácticas de su padre para interesarlo en el mundo del conocimiento. Cuando tenía cinco años, le contaba anécdotas de la Ilíada y le leía algunos fragmentos, pero se cuidaba de no darle el libro para que la curiosidad lo devorara. Para su cumpleaños número seis, le regaló su primer Homero. No sé si exista en español el libro de Feynman; el de Steiner se llama Errata. El examen de una vida. Aunque para serle fiel al título original y al parafraseo socrático debió llamarse Errata. Una vida examinada. En apenas unas líneas de este par de libros se despliega más sabiduría sobre la educación de los niños que en no sé cuántos tratados de pedagogía. De hecho, la razón para que existan mil teorías sobre cómo educar a los niños es síntoma de que se busca una solución mágica a un asunto sencillo. Sencillo, sí, pero para muchos imposible. ¿Por qué? Porque la mayoría de los padres están lejos de ser los padres de Feynman o de Steiner. Un patán promedio no sabría sentar en sus rodillas al hijo de cinco años y leerle un fragmento de la Ilíada. Entonces los hijos van a educarse a las escuelas. Pero ahí el promedio de los maestros apenas sabe enseñarles a sus alumnos cómo bloquear avenidas, robar gasolina y saquear oficinas impunemente,

y tal vez deletrear mi mamá me mima. Por eso aparecen libros como Todos los niños pueden ser Einstein. El cual dice en la solapa: “Albert Einstein no aprendió a leer hasta los siete años ni a hablar con fluidez hasta los nueve, su maestra lo calificó como ‘mortalmente lerdo’. A pesar de ello Einstein acabó convirtiéndose en uno de los científicos más geniales del mundo”. Hago reseña de solapa porque no pienso leer el libro. El autor miente, pues Einstein no fue un rezagado en la escuela. Albertito, al igual que Feynman y Steiner, tuvo un padre que lo supo llenar de curiosidad y fomentó su creatividad y su interés por las matemáticas, la física y la filosofía. Pero aun aceptando que Einstein hubiese sido lento a temprana edad, estoy apenas dispuesto a conceder que todos los niños pueden ser Einstein, pero el Einstein de siete años. A ver qué joven iguala a Einstein en su annus mirabilis. El tal libro, supongo, ha de ser una obra engañosamente motivacional. Pero a la gente le gusta que le doren la píldora. Si yo escribiera un libro más cercano a la realidad, titulado Su hijo será un pelmazo, difícilmente llegaría a los estantes de las librerías. Eppur… Cuando comencé a escribir este artículo, eché mano de mis recuerdos sobre estos tres hombres que admiro y sobre el hecho de que cada uno tuviese un padre que de algún modo los empujó al mundo de la inteligencia. Solo ahora caí en la cuenta de que los tres son judíos. Tal vez un libro que proponga ideas sólidas y debidamente demostradas para educar a los hijos habría de titularse Cómo ser un buen padre judío. L

C

onocí a Jaume Vallcorba en los patios de la Universidad Central de Barcelona cuando yo comenzaba a estudiar Filología. Lo recuerdo paseando junto a su maestro, Martín de Riquer, y con la sorpresa de saber que también era editor de un sello en catalán, Quaderns Crema. Tras su fallecimiento, el mundo editorial y los lectores lamentan la pérdida de un editor exquisito y convencido de su proyecto, y yo pienso que ese Vallcorba especialista en la Chanson de Roland y en la literatura de vanguardia catalana hizo siempre lo que más amó: descubrir textos de cualquier época y ponerlos a disposición de lectores tan exigentes como él. El Vallcorba que recuerdo era un catalán cosmopolita que provenía de Tarragona, compraba sus camisas en Italia, fumaba Cohiba, leía en cinco lenguas y un día decidió, a contracorriente, publicar en español, justo cuando florecían las editoriales en catalán. Él, que nunca dejó de publicar en su lengua materna y descubrió a narradores como Quim Monzó, dijo alguna vez: “La edición en catalán está enferma por culpa de las subvenciones”. Vallcorba creó Sirmio en 1987 como un proyecto de riesgo que no se atrevieron a emprender grandes grupos editoriales, publicando primeras novelas de jóvenes narradores junto a Cicerón, Gómez de la Serna o Apollinaire con portadas que tampoco nadie hubiera osado imprimir. Publicó a mi gran amigo y malogrado escritor mallorquín Gabriel Galmés, quien le pasó secretamente 50 páginas de una novela que yo estaba empeñado en escribir a mis 24 años. Poco después recibí su llamada para invitarme a cenar y, en una de esas veladas donde te llevaba al restaurante donde le servían su entrecote de toro, me dijo que si terminaba la novela quería publicarla. Pasarían cinco años antes de que terminara La bahía suspendida, pero su paciencia seguía intacta y la publicó en Sirmio, unos meses después de que saliera El inquilino, la primera novela de Javier Cercas, quien como yo estaba enseñando literatura en Estados Unidos. El

EX LIBRIS

destino de ambos fue diverso: Cercas se convirtió en uno de los grandes escritores españoles y yo acabé siendo editor, como Vallcorba, quien poco después enterraría Sirmio para asomarse, literalmente, al Acantilado, su nuevo sello, como metáfora del riesgo del editor. Los frutos de su aventura son evidentes tanto en España como en América Latina. En su nueva editorial acabaría siendo también el editor de mi padre con un libro, El cuerpo herido. Un diccionario filosófico de la cirugía, que rescató de la invisibilidad de una editorial universitaria y que gracias a él sigue estando vivo en librerías después de una década. ¿Quién tomará el relevo de editores tan originales y eclécticos como Jaume Vallcorba? ¿Qué editorial emprendería el reto de publicar las casi 3 mil páginas de Las memorias de ultratumba de Chateaubriand sin mirar una cuenta económica y lanzándolas como un best seller? Quizás en su sabiduría él sí era consciente de que la mayoría de sus libros, por muy minoritarios que fueran, acabarían encontrando a sus lectores. No hay manera mejor de expresarlo que con sus propias palabras, que son también las señas de un gran editor: “Mi vida es entusiasmo, gusto, pasión”. L Cristóbal Pera es director editorial de Penguin Random House.

BKS Iyengar bEKO

MILENIO b LABERINTO b Dirección: José Luis Martínez S. Coedición: Roberto Pliego, Iván Ríos Gascón Arte y diseño: Salvador Vázquez Mejía


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LABERINTO

antesala

Lo que yo necesito urgentemente

Un viejo enigma y una moraleja

Este 5 de septiembre el escritor chileno cumplió cien años. Lo celebramos con la publicación de este canto juguetón a la mujer POESÍA

ESCOLIOS GUSTAVE MOREAU

Armando González Torres agonzale79@yahoo.com.mx

Nicanor Parra

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o que yo necesito urgentemente es una María Kodama que se haga cargo de la biblioteca alguien que quiera fotografiarse conmigo para pasar a la posteridad una mujer de sexo femenino sueño dorado de todo gran creador es decir una rubia despampanante que no le tenga asco a las arrugas en lo posible de primera mano cero kilómetro para ser + preciso o en su defecto una mulata de fuego no sé si me explico: honor y gloria a los veteranos del 69! con una viuda joven en el horizonte el tiempo no transcurre ¡se resolvieron todos los problemas! el ataúd se ve color de rosa hasta los dolores de guata provocados x los académicos de Estocolmo desaparecen como x encanto

ESPECIAL

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icanor Parra nació en San Fabián de Alico, Chile, el 5 de septiembre de 1914. Poeta y físico matemático, creador de la antipoesía, representa la trascendencia literaria de América Latina. Catalogado por Harold Bloom como uno de los mejores poetas de Occidente, Nicanor Parra ha recibido, entre otros galardones, el Premio Nacional de Literatura 1969 (Chile), el FIL de Guadalajara que en su primera entrega llevaba el nombre de Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo (1991), el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana 2001, el Miguel de Cervantes 2011 y el Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda 2012. Festejamos el centenario del científico, el humanista y el escritor con estos versos incluidos en Poemas para combatir la calvicie (1993), publicado por el Fondo de Cultura Económica.

H

e escuchado el susurro creciente de los espectadores cuando se aproxima el desenlace que todos conocen y que, sin embargo, nadie quisiera presenciar. Pocas historias han generado tanto impacto emocional a lo largo de los siglos como la de Edipo. La leyenda es harto conocida. Cuando su esposa Yocasta está a punto de dar a luz, Layo, rey de Tebas, es advertido de que su hijo será su asesino. Recién nacido, Edipo es punzado en los tobillos y abandonado en el monte para que lo devoren las bestias, pero un boyero lo salva y lo entrega a los reyes de Corinto. Ya adulto, y sabedor de que fue adoptado, Edipo viaja a Delfos para preguntar por su origen y es aconsejado de no regresar a su patria. Decide huir de Corinto y, fatalmente, se dirige a Tebas. En el camino se encuentra casualmente con Layo, riñen por ver quién cruza primero y Edipo lo mata. Llega a una Tebas devastada por la Esfinge, mitad mujer y mitad animal, que exige tributos humanos hasta que alguien acierte el enigma que plantea. La ciudad ofrece, a quien resuelva el enigma, el trono vacante (se sabe que Layo ha muerto, pero no en qué circunstancias) y la mano de la todavía apetecible viuda. Edipo busca a la Esfinge, que le espeta su célebre adivinanza, “¿cuál es la criatura que en la mañana anda con cuatro pies, con dos al mediodía y, hacia el crepúsculo, con tres?”. Edipo dice que el hombre, la Esfinge acepta como válida la respuesta y se arroja al mar. Dice Carlos García Gual en Enigmático Edipo (FCE, 2013) que “quien resolvió el enigma de la Esfinge fue, para sí mismo, en definitiva, un oscuro enigma”. En efecto, Edipo toma posesión de la mujer y de la silla, reina por unos años y concibe hijos hasta que una peste manifiesta la cólera divina. El oráculo da

Edipo y la Esfinge

pistas y algunos memoriosos permiten reconstruir los hechos y develar la tragedia de parricidio e incesto. Yocasta se suicida y Edipo se saca los ojos y se destierra. Por supuesto, las penurias de esa familia no comienzan ni terminan con Edipo; pero las fatales equivocaciones del sagaz adivinador de enigmas son las más conmovedoras. En un bello ensayo, El enigma de la esfinge (lo publicó la editorial Cebra en 2013, con un extraordinario epílogo de Marcelo Pernia), Thomas de Quincey se atreve a mejorar la contestación de Edipo al monstruo. La respuesta al enigma de la Esfinge, dice, no era “el hombre”, sino “Edipo”. Cierto, el héroe debió contestar “yo mismo”, pues anduvo a cuatro patas en la infancia, en la mayor indefensión y desamparo; en la madurez logró resarcirse del daño de sus pies y caminar firmemente en busca de su propio origen en lugar de conformarse con la comodidad y privilegios del hogar adoptivo y, finalmente, revelada la tragedia, vagó viejo y ciego apoyado en un bastón, o de la mano compasiva de su hija. Hay que entender, entonces, que la respuesta al enigma es uno mismo y que todo auténtico conocimiento es auto–revelación, prefiguración del propio destino. L

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literatura

Poeta con fusil El único escritor en nuestra lengua que conoció los horrores de la Primera Guerra Mundial fue Salomón de la Selva, quien combatió en el ejército inglés. Dejó un libro excéntrico y fundacional: El soldado desconocido. A continuación, un recorrido por su vida y su obra ENSAYO Miguel Ángel Flores

L

as imágenes son desgarradoras o, como dice el lugar común inventado por algún clásico, dantescas. Llueve fuego sobre los territorios bíblicos. Unos a otros se culpan. El discurso del odio lo impregna todo. El cielo se ilumina con la explosión de las bombas que gracias a la era cibernética presentan una desviación mínima respecto al blanco señalado. Y ese blanco es el edificio que supuestamente da protección a los niños bajo la bandera de la ONU. No se puede mostrar piedad por esas infancias truncas o baldadas de por vida sin recibir los insultos de los herederos del holocausto. Y el otro bando, que carga con las mayores pérdidas, no muestra una política inteligente frente al enemigo. Y en esos territorios de antiguas civilizaciones generatrices no solo se oye la siniestra sinfonía de las armas por doquier. No solo se exterminan pueblos de confesiones religiosas distintas, también se enfrentan las dos versiones del Islam. Y las grandes potencias hacen el juego hipócrita de la contrición y se enredan en sus torpes juegos geopolíticos donde los aliados resultan peores en su vena sanguinaria: se asesinó a Osama Bin Laden, y ahora sus herederos de Al Qaeda y sus adláteres son los amigos en la lucha contra el dictador sirio, y por eso se sienten autorizados a intentar el genocidio en Irak. Es 2014. ¿Qué le depara a la humanidad el siglo XXI? Los historiadores, con el beneficio que da la perspectiva histórica, han dicho que el siglo XX en realidad empezó con un hecho de sangre en un rincón de Europa sin gran relevancia política ni militar y que derivó en lo que su época se llamó la Gran Guerra. Solo el mago Mandrake, y sus poderes de vidente, ya fuera de circulación la Paca, podría intentar un ejercicio de futurología para adelantar la narración histórica de este principio de siglo. Sería un sarcasmo hablar de celebración de un hecho histórico recordado por el gran dolor que produjo, la cantidad inédita de muerte y el saldo de batallas libradas con los nuevos armamentos: los Salomón de la Selva cañones de gran alcance, la pavorosa ametralladora, el submarino con su periscopio, los fusiles de repetición, las máquinas voladoras, ese aparato bautizado con el nombre de avión capaz de proporcionar información precisa sobre el movimiento de los batallones y la ubicación de las trincheras, además de servir para bombardeos primitivos. Todavía no se calibraba el alcance de esos aparatos ni el horror que se produciría en las zanjas llamadas trincheras, ni nadie era capaz de imaginar la torpeza y estupidez con que se manejaría el aspecto de la estrategia y las tácticas de guerra por un grupo de generales geniales en su torpeza y absurdo sentido del deber. Stanley Kubrick dejó una recreación de cuanto se vivió en

la Gran Guerra en este aspecto en su película Paths of Glory (1957), que en México recibió el título de La patrulla infernal; la ingenuidad e ignorancia de la época pensaron en la rápida solución de las batallas y las mínimas pérdidas. Sería una guerra breve y para la Navidad ya estarían en casa los soldados. El entusiasmo bélico que proclamaban los periódicos de la época parecía inspirarse en la frase de Erasmo: dulce bellum inexpertis. “La guerra es dulce para quienes no la pelean”. Era el fin del verano. Sucedió lo contrario: hubo que esperar hasta 1918 para la firma del armisticio. Mientras tanto, los jóvenes europeos de la época debieron marchar al campo de batalla. Las filas de esos combatientes estuvieron compuestas, como es de suponerse, por soldados de muchas profesiones y ocupaciones. Entre ellos estaban los poetas y los novelistas que fueron a la guerra, algunos sin boleto de retorno. Los sobrevivientes hallaron inspiración en sus experiencias bélicas para referirse en poemas y ficciones a la amarga experiencia de vivir entre cadáveres, heridas infectadas, el estampido que produce la pólvora, los bajos sentimientos de los guerreros mezclados con momentos de grandeza y nobleza. Estuvieron presentes en esa guerra Apollinaire —es famoso su retrato con la cabeza vendada—; Eluard, muy joven, afectado en la vejez por los gases venenosos que aspiró durante la guerra; los jóvenes poetas ingleses, una generación sacrificada, como T.E. Hulme y Wilfred Owen. Tendríamos también la versión alemana con las plumas de Erich Maria Remarque y Ernst Jünger; al poeta austriaco Georg Trakl, quien debido a su formación profesional en medicina fue destinado a una brigada sanitaria para atender a los heridos de guerra y aspirar el acre olor de la muerte. La muerte de un noble austriaco había propiciado la guerra e irónicamente un joven poeta y médico austriaco, frágil en su sistema nervioso, que en el suicidio encontró la liberación a sus tormentos, era blanco de los aspectos más lacerantes de las batallas. Esa enloquecida fiesta de las balas conocida por sus contemporáneos como la Gran Guerra; tiempo después otra gran guerra hizo que la conociéramos como la Primera Guerra Mundial. Por ahora, debido a esas circunstancias conformémonos con sumar a las abundantes efemérides unas líneas para recordar a alguien que no ha sido invitado a la fiesta de las conmemoraciones: al soldado desconocido que fue Salomón de la Selva. El único escritor de nuestra lengua en conocer la guerra en la Europa de 1914. El caso insólito del único poeta en dar testimonio del infierno en la Tierra durante la segunda década del siglo XX. Pero Salomón no solo tuvo el privilegio (no en cuanto a situación favorable) de atestiguar lo que fue la Gran Guerra: de esa experiencia obtuvo el material para escribir uno de los libros más relevantes de la lengua española: El soldado

El frente francés en la Primera Guerra Mundial

desconocido. Libro notable que forma parte del conjunto de obras fundadoras de nuestra vanguardia literaria. Con su libro, la poesía entre nosotros adquirió otra dicción y dimensión. Salomón de la Selva no solo fue un excéntrico en el ámbito de la poesía, también lo fue en su persona. Una de las hazañas más extraordinarias de la vanguardia se debe no a alguien nacido en los grandes centros urbanos del mundo de habla española: Madrid, Buenos Aires, México. Con él se repitió el caso de su compatriota Rubén Darío. Su país natal fue Nicaragua, aunque su mayor residencia en la tierra estuvo en suelo mexicano. Hay que señalar que sin el viaje a Estados Unidos en su primera juventud con toda seguridad no hubiera sido protagonista de la vanguardia ni soldado en Francia. Como su compatriota Darío, la cuna de su nacimiento no estuvo en la ciudad más importante de su país, Managua, sino en León. Su paisaje de infancia fue el trópico y a su primer libro, escrito en inglés, lo intituló Tropical Town. El viaje a Estados Unidos fue la recompensa, traducida en una beca, que recibió del presidente José Santos Zelaya, quien había llegado al poder mediante el recurso del fast track del golpe de Estado, por un vehemente discurso dicho en favor de su padre puesto en prisión por desaprobar al usurpador. Llegó a dominar tan bien el inglés que se convirtió en un poeta en esta lengua obteniendo reconocimiento de la crítica por su ya mencionado libro Tropical Town. Vivió en Nueva York, pero a diferencia de García Lorca, la gran metrópoli de Norteamérica no fue el purgatorio del autoexilio sino que para él la ciudad era una fiesta. Conoció y se enamoró de la poeta Edna St. Vincent Millay, con quien daba paseos a lo largo de los muelles contemplando los barcos que llegaban y partían: una visión tridimensional de los cuadros que proclamaba Marinetti, el profeta de la guerra y de la muerte: una visión grotesca del militar español franquista Millán Astray. Cuando llegaron las noticias de la guerra y Estados Unidos abandonó su aislacionismo, solicitó enrolarse en el ejército, pero se negó a cumplir la condición sine qua non para ser aceptado: naturalizarse norteamericano. Buscó entonces servir en el ejército al servicio de su majestad de Inglaterra. Concluyó la guerra. Vino la desmovilización. El mundo entró en un impasse teñido de optimismo, champaña, charlestón y especulación financiera, mientras en las sombras se incubaba la siguiente guerra, que ahora sí sería en verdad mundial. De la Selva abandonó la lengua inglesa para expresarse literariamente y recobró sus raíces hispanas. De la guerra volvió con los borradores de un libro y la voluntad de instalarse en México. Agustín Loera y Chávez, dueño de la benemérita editorial Cvltura, la misma donde una parte de nuestra vanguardia había recibido acogida, publicó su segundo libro: El soldado desconocido. Era el año de 1922.


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literatura ESPECIAL

ENSAYO

UN ISRAEL SIN ILUSIONES Se ha firmado la paz en la Franja de Gaza pero quién asegura que no vuelva a quebrarse. A partir de esta sospecha, el autor de La vida entera (2010) lanza una severa crítica al gobierno de Benjamín Netanyahu David Grossman/ Jerusalén

L

Las trincheras le habían enseñado a Salomón de la Selva que la muerte había perdido su halo de misticismo y ya nada tenía de sagrada. La guerra lo había enfrentado con, literalmente, una realidad descarnada donde el ideal griego de lo bello parecía una frivolidad, como frivolidad parecía entonar los cantos del modernismo. Era necesario liquidar a Darío y su mitología. Su compatriota había sido el genio de la versificación, pero sonaban huecos sus cantos de vida y esperanza. El ruiseñor podía ser alondra de luz por la mañana, pero era un ave ciega. Luego de la Gran Guerra los poetas percibieron que sobre los cielos se cernía el nihilismo pues las palabras se habían quedado mudas: Ya me curé de la literatura Estas cosas no hay como contarlas. Estoy piojoso y eso es lo de menos. De nada sirven las palabras.

La poesía también debía hablar de la mugre, de las excrecencias, los malos olores, debía recoger la tradición de un habla popular y coloquial. Salomón de la Selva había pisado los jardines de Francia, pero por los jardines de Francia ya no paseaban los pavorreales, aburriéndose de luz en la tarde, ni nadaba el cisne en los estanques en busca de Leda. Y a Leda ya no la cubría el perfume: En el dug–out hermético sonoro de risas y de pedos como en una comedia de Ben Jonson, un grupo de soldados se cuentan los unos a los otros intimidades obscenas. Uno ha dicho una frase que debe haber hecho temblar a las estrellas, dejar caer sus lanzas y cubrirse los rostros con las manos: “A mi mujer le apestan los sobacos”.

Han pasado cien años. No sé si ya podemos ir en busca del soldado Salomón: el soldado desconocido. L

os israelíes y los palestinos están aprisionados en lo que se parece cada vez más a una burbuja herméticamente sellada. Con los años, ambos lados han desarrollado justificaciones sofisticadas para cada acto que cometen dentro de esta burbuja. Israel puede afirmar legítimamente que ningún país del mundo se abstendría de responder a ataques incesantes como los de Hamas, que ninguno dejaría de tomar acciones contra la amenaza que plantean los túneles cavados en la Franja de Gaza que se internan en Israel. Por su parte, Hamas justifica sus ataques a Israel argumentando que los palestinos siguen bajo ocupación y que los residentes de Gaza se están extinguiendo bajo el bloqueo implantado por Israel. Dentro de la burbuja, ¿quién puede culpar a los israelíes por esperar que su gobierno haga todo lo que esté en sus manos por salvar a los niños en los kibbutz de Najal Oz, o en cualquiera de las otras comunidades adyacentes a la Franja de Gaza, de una unidad de Hamas que podría salir de un hoyo en el piso? ¿Y cuál es la respuesta adecuada para los habitantes de Gaza que dicen que los túneles y los cohetes son las únicas armas que les quedan contra el poder de Israel? En esta burbuja cruel y desesperada ambos lados tienen razón. Ambos obedecen a la ley de la burbuja, que es la ley de la violencia y de la guerra, de la venganza y del odio. Pero mientras la guerra se recrudece, la gran pregunta no se refiere a los horrores que suceden dentro de la burbuja, sino que más bien cuestiona: ¿cómo es posible que nos hayamos estado sofocando juntos dentro de esta burbuja por más de un siglo? Para mí esta interrogante es el punto crucial del ciclo sangriento más reciente. Dado que no le puedo preguntar a Hamas y que no pretendo comprender su modo de pensar, les pregunto a los líderes de mi país, al primer ministro Benjamín Netanyahu y a sus predecesores: ¿cómo pudieron perder los años posteriores al último conflicto sin iniciar el diálogo, sin ni siquiera haber hecho el más mínimo gesto por entablar un diálogo con Hamas, sin haber intentado cambiar nuestra volátil realidad? ¿Por qué durante estos últimos años Israel ha evitado las negociaciones sensatas con los sectores más moderados y accesibles del pueblo palestino, un acto que también hubiese podido servir para presionar a Hamas? ¿Por qué Israel ha ignorado por doce años a la iniciativa de la Liga Árabe que podría haber incluido a los estados árabes moderados, que tal vez tienen el poder de imponerle un compromiso a Hamas? En otras palabras: ¿por qué durante las pasadas décadas los gobiernos israelíes han sido incapaces de pensar fuera de la burbuja? Y, sin embargo, ahora el enfrentamiento entre Israel y Gaza es diferente. Pienso que más allá de la combatividad de algunos pocos políticos que alimentan las llamas de la guerra, que detrás del gran espectáculo de la “unidad” —en parte auténtico pero mayormente manipulador— hay algo en esta guerra que está logrando dirigir la atención de muchos israelíes hacia el mecanismo que yace en las bases de una “situación” vana y letalmente repetitiva. Ahora, muchos israelíes que se habían negado a aceptar el estado de cosas están considerando el fútil ciclo de violencia, venganza y contra–venganza y comienzan a considerar nuestra visión: una imagen clara de Israel, de un país audaz, brillantemente creativo e inventivo, que por más de un siglo le ha estado dando vueltas a la muela del molino de un conflicto que se podría haber resuelto hace años. Si hacemos a un lado por un momento los argumentos y nos apoyamos en la simple compasión humana hacia la multitud de palestinos cuyas vidas han sido destruidas por esta guerra, tal vez podamos ver que, a nuestro lado, ellos también se esfuerzan fatigosamente, dando interminables vueltas a ciegas a la misma muela, sumidos en una profunda desesperanza. No sé qué piensen en este momento los palestinos, incluyendo a los habitantes de Gaza; yo creo que Israel está creciendo —aunque sea de una manera triste y dolorosa que lo obliga a rechinar los dientes— o, más bien, considero que está siendo forzado a madurar. A pesar de las declaraciones

beligerantes de los políticos y expertos exaltados, más allá de los violentos embates de los matones contra cualquiera cuya opinión difiera de la suya, la arteria principal del público israelí está cobrando sobriedad. La izquierda está cada vez más consciente del odio potente en contra de Israel —un odio que no surge de la ocupación— y del volcán del fundamentalismo islámico que amenaza al país. También reconoce la fragilidad de cualquier acuerdo al que se pueda llegar aquí. Más gente de la izquierda comprende ahora que los miedos de la derecha no son mera paranoia, que son causados por una amenaza real y crucial. Espero que en la derecha también haya un mayor reconocimiento, aunque esté acompañado de ira y frustración, de los límites de la fuerza, del hecho de que ni siquiera un país poderoso como el nuestro puede actuar como quiera y de que en la era en la que vivimos no hay victorias inequívocas, solo una “imagen de victoria” ilusoria a través de la cual es fácil ver la verdad: en la guerra solo hay perdedores. No habrá una solución militar para la angustia real del pueblo palestino y mientras no se alivie la sofocación que se siente en Gaza, nosotros, en Israel, tampoco podremos respirar libremente. Los israelíes lo sabemos desde hace décadas y también, desde hace décadas, nos hemos negado a comprenderlo realmente. Pero tal vez este sea el momento de entenderlo un poco mejor, quizá hemos vislumbrado la realidad de nuestras vidas desde un ángulo levemente distinto. Comprenderlo causa dolor e inseguridad, por supuesto, pero podría ser el inicio de un cambio; nos podría ayudar a entender lo urgente y crítica que es la paz con los palestinos y que lograrla también podría ser una base para la paz con los demás estados árabes. Podría demostrar que la paz, un concepto tan devaluado aquí en estos días, es la mejor opción disponible para Israel y la más segura. ¿Emergerá una comprensión similar del otro lado, en Hamas? No tengo manera de saberlo, pero la mayoría palestina, representada por Mahmoud Abbas, ya ha decidido a favor de la negociación y en contra del terrorismo. Después de esta guerra sangrienta y de perder a tantos jóvenes y seres amados, ¿el gobierno de Israel seguirá evitando transitar este camino? ¿Continuará ignorando a Abbas como componente esencial de cualquier resolución? ¿Seguirá descartando la posibilidad de que un acuerdo con los palestinos de Cisjordania pueda llevar gradualmente a una mejor relación con el 1.8 millones de residentes de Gaza? Tan pronto como termine la guerra, acá en Israel deberemos iniciar el proceso de crear una nueva sociedad, una alianza interna que altere la tendencia de determinados grupos de interés que nos controlan. Una alianza entre aquellos que comprenden el riesgo fatal de continuar con el ciclo de la muela del molino, entre quienes entienden que nuestras fronteras ya no separan a los judíos de los árabes, sino a la gente que ansía vivir en paz de aquellos que se alimentan ideológica y emocionalmente de la violencia continua. Creo que en Israel todavía hay una masa importante de gente —tanto de izquierda como de derecha, religiosos y seculares, judíos y árabes— que es capaz de unirse con sobriedad, no con ilusiones, alrededor de unos pocos puntos de acuerdo a fin de resolver el conflicto con nuestros vecinos. Hay muchos que todavía “recuerdan el futuro”, una frase extraña pero precisa dentro de este contexto, un futuro que quieren para Israel y para Palestina. Aunque quién sabe por cuánto tiempo más, todavía hay gente en Israel que entiende que si nos volvemos a sumir en la apatía les dejaremos el campo libre a aquellos que quieren arrastrarnos fervientemente a la próxima guerra, encendiendo a su paso cada posible punto de conflicto en la sociedad israelí. Si no hacemos esto, tanto israelíes como palestinos, enceguecidos, con nuestras cabezas inclinadas por el estupor y colaborando con la desesperanza, continuaremos dándole vueltas a la muela del molino de este conflicto que destruye y erosiona nuestras vidas, nuestras esperanzas y nuestra humanidad. L Traducción: Franco Cubello


LABERINTO

Antonio Lobo Antunes:

el Minotauro en su laberinto

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El gran escritor portugués, creador de mundos en los cuales la Historia y la sociedad engullen a los individuos, es blanco de la mirada del novelista y ensayista italiano, quien hace unos días fue distinguido con el Premio Feria Internacional del Libro de Guadalajara en Lenguas Romances y del que además ofrecemos una entrevista en exclusiva Claudio Magris

L

as más grandes novelas del siglo XX, escribió Raffaele La Capria, son “obras maestras fallidas”. Ciertamente, no por culpa de sus autores, entre los que se encuentran los más grandes escritores de cada época —Musil, Kafka, Faulkner, Joyce, Svevo y muchos otros más, entre ellos algunos latinoamericanos—, sino precisamente por su grandeza y su verdad. Son las grandes narraciones las que han enfrentado, narrado y asumido, en su propia estructura, la verdad de su época y de la nuestra, la disgregación del mundo, el eclipse de un significado central capaz de imprimirle unidad y racionalidad a las vicisitudes individuales y colectivas, la destrucción de la concepción lineal del tiempo. La novela de nuestra vida es un gran mar conradiano; un remolino que absorbe, desgarra y dispersa las historias y al yo que las vive. Se ha abierto un abismo entre la Historia y escribir historias. El historiador y las personas comunes y corrientes, cuando tratan de entender lo que les ha sucedido y está sucediendo, no pueden menos que intentar ordenar los hechos y su significado; pero cuando se narra como lo hace el sujeto individual —según las palabras de Manzoni—, el yo vive esos acontecimientos y termina enredado o disgregado por ellos. El narrador no puede narrar la Historia vivida sino como esa pesadilla de la que hablaba Joyce o como la inconexa serie de acontecimientos alterados en El tambor de hojalata. El lenguaje racional con el que debemos intentar hablar, por ejemplo, de la crisis económica, no puede ser el mismo con el que se cuenta la historia de un individuo aniquilado por aquella crisis, en su angustia y sus delirios. Para la novela del siglo XIX, grande o menor, la acción de un individuo se insertaba en una historia difícil, pero no absurda; y el escritor decimonónico, cuando inventaba historias, incluso podía confiarse a una escritura análoga a aquella con la cual libraba sus batallas políticas. La escritura de Victor Hugo en Los miserables no es muy diversa a la de sus querellas contra Napoleón III. Por el contrario, Kafka no habría podido escribir La metamorfosis o El proceso con el estilo de la comunicación cotidiana o de la declaración política. La historia de Elsa Morante es una gran e irrepetible excepción. Esta laceración es, todavía hoy, y acaso cada vez más, nuestra verdad, que reencontramos, no obstante la distancia de casi un siglo, en El hombre sin atributos o en ¡Absalón, Absalón!, y ciertamente no en la retrógrada restauración de la novela bien hecha, que tiende a ir al encuentro del lector en lugar de desafiarlo de igual a igual en el conflicto con el mundo. Hoy, por citar, en otro sentido, el título de un libro de Corrado Stajano, los maestros solo pueden ser maestros del diluvio, de ese diluvio universal en el que, observaba agudamente San Antonio de Padua, únicamente los peces están al resguardo de la muerte. Antonio Lobo Antunes es, en la actualidad, uno de estos prodigiosos y fascinantes maestros. Psiquiatra nacido en Lisboa en 1942, Lobo Antunes conoció, vivió y ha hecho propio en su fantasía, en sus reacciones sentimentales conscientes e inconscientes y, finalmente, en su escritura, el corazón de las tinieblas de las últimas guerras coloniales portuguesas en

África, remolino de una Historia obstruida como una arteria por su propia sangre, proliferación tumoral de tragedias, violencias, dolores, sentimientos dulcísimos y perdidos, personajes, pasiones y pensamientos narrados con poderosa fuerza fantástica, que emergen de una confusa noche en la que se vuelven a hundir. La guerra en África impregna una trilogía que va de Memoria de elefante (1979) a Conociendo el infierno (1980) y varias obras como Buenas tardes a las cosas de aquí abajo (2003), y es como un fondo oscuro siempre presente aun cuando no es nombrado. Como un clásico antiguo, Lobo Antunes acopia y dicta la memoria histórica de su país, Portugal: La explicación de los pájaros (1981) y El esplendor de Portugal (1997) ilustran, en otra clave, los años entre la caída de la dictadura de Salazar y una nueva realidad todavía por valorarse. En la Historia, se hunden también las historias de los personajes de Las naves (1968) o del Manual de inquisidores (1996). Pero esta memoria, total y a la vez dispersa en un polvillo compuesto de detalles, feroz y dolorosamente insensatos, es una ciénaga engañosa, casi una monstruosa planta carnívora que devora acontecimientos, hombres y palabras. Militante comunista en su juventud, Lobo Antunes conoce la desesperada protesta, no la esperanza de redención. Historia y sociedad se engullen a los individuos, los empujan hacia la ausencia o hacia un delirio autista como sucede con el protagonista de La explicación de los pájaros; la denuncia del trato inhumano en los hospitales psiquiátricos es, sin duda, una implacable denuncia político-social pero también es una denuncia del vivir. Para Lobo Antunes, la escritura es un río desbordado, una tormenta de tantas obras que resulta casi imposible enumerar todas junto a la lista de todos sus traductores. Memoria de elefante, al igual que su obra maestra Archipiélago del insomnio (2008), es una surrealista y perturbada abolición del tiempo. Los personajes no se distinguen de sus fotografías; las generaciones conviven, más allá de la accidentalidad de la vida y de la muerte, en una co-presencia atemporal: todas las palabras dichas en el curso de años y decenios, las acciones y las violencias cometidas por el abuelo-amo y por los otros amos contra los oprimidos, irrepetibles en su dolor pero idénticos al igual que hojas caídas y putrefactas, eternamente presentes como los años en el círculo del tronco de un árbol.

DEUTSCHLANDRAD


DIO KULTUR

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de portada AMAYA AZNAR

Claudio Magris

“Escribo apuntes contra el olvido” Ana Ruiz/ Madrid

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laudio Magris es un hombre serio, sabio y feliz. Ríe tímidamente, con humildad. Conoce la naturaleza humana, sabe de sus recovecos, ha vivido el dolor de perder a un ser amado, ha viajado mucho por todo el mundo, ha leído infinidad de libros y ha conocido a toda clase de personas. Tiene numerosos amigos y disfruta de una vida entregada a la literatura. Esa vida, que ha mezclado en su propia literatura con dosis perfectas de asombro, paciencia, inteligencia y concreción, ha sido reconocida con el Premio Feria Internacional del Libro de Guadalajara en Lenguas Romances 2014. Por tal motivo charlamos con el autor de Conjeturas sobre un sable, Otro mar, Danubio, Ítaca y más allá, Microcosmos, El infinito viajar y Alfabetos, entre otras obras en las que ha tratado de escudriñar, como él mismo dice, la vida con minúsculas, la misma vida que, al ser contada y leída, se convierte en vida con mayúsculas.

Antonio Lobo Antunes

Lobo Antunes lleva casi al extremo la dilatación y la contracción del tiempo, hoz inexorable y oxidada, el remolino del monólogo interior y del flujo de conciencia que todo absorbe y avasalla. La perspectiva narrativa, la puntuación, la unidad de la frase, la sintaxis, el mismo espacio gráfico son colocados en otro orden en un nuevo amasijo que es el de la vida entera. Todo es una aglomeración de fragmentos, pero siempre está presente todo; no existe diferencia entre los vivos y los muertos, como en la novela Pedro Páramo del gran mexicano Juan Rulfo y como quizá en la mente de Dios, en la que no existe diferencia entre ayer y mañana. Antunes es un gran épico porque atrapa la totalidad. Es necesario agradecerle a los traductores como Vittoria Martinetto y Rita Desti, siempre culpable e ignorantemente olvidados —como sucede con todos los traductores en nuestra incultura—, que nos permitan leer en toda su fuerza a un gran escritor visionario, demostrando una creatividad lingüística digna de la suya. Solo una vez, en Barcelona, me topé fugazmente con Lobo Antunes, a pesar de que ambos somos duques del fantástico Reino de Redonda cuyo trono preside Javier Marías; él es duque de Cocodrilos y yo duque de Segunda Mano. Creo que para él, vivir es escribir, solo escribir, siempre escribir, tejer una enorme telaraña de palabras esperando nunca poder salir de ella; vivir para escribir y escribir para no vivir, construir laberintos sin necesidad de un minotauro en su centro, porque la vida está llena de minotauros, están por todos lados listos para devorar a sus víctimas. Acaso el escritor, en el laberinto de sus palabras, sea precisamente el Minotauro. L

Claudio Magris

*Texto tomado de Il Corriere della Sera. Traducción de María Teresa Meneses.

¿Qué obsesiones, cuál o cuáles son los principales hilos conductores de su obra narrativa? Es difícil de responder porque, como decía Kipling, un escritor puede contar una historia, pero no decir qué cosa significa. Me han interesado muchas cosas. En mis narraciones, sobre todo, la pequeña historia, el pequeño personaje que no es el protagonista de la gran historia, pero en el que se encarnan los grandes motivos de la historia colectiva en general, donde se aprecia de forma clara el peso del destino, la manera en que buscamos el amor, la vida. Yo he pretendido buscar a esas personas que resultan ser como flores olvidadas, porque uno solo escribe apuntes contra el olvido, tentativas de construir pequeñas arcas de Noé para salvar en lo posible algo que se perderá irremediablemente. Y este esfuerzo es un empeño de amor: toda narración nace de un sentimiento de fascinación y dolor por tantas cosas insostenibles en la vida, pero sobre todo nace de un sentimiento de amor. ¿Y en sus ensayos qué busca transmitir? Permítame decirle una cosa al respecto: yo no siento que haya tanta diferencia entre un relato y un ensayo. Un ensayo no es una monografía académica, y claro, si yo escribo un ensayo crítico apelo a mi ser de escritor e incluso de periodista. Pero cuando yo he comenzado a escribir ensayos sobre la cultura, sobre Oriente o sobre otras preocupaciones, no he sabido qué cosa voy a escribir y qué cosa voy a encontrar. En italiano, ensayar es intentar; así que se trata de tentativas, de dar pasos hacia adelante, y los textos escritos de esta manera no tienen la misma forma, aunque comencé a escribir mi primer libro, El mito habsbúrgico en la literatura austriaca moderna, como un ensayo sin saber exactamente cuál era el sustrato de su tema, que por supuesto no era solo la corte de los Austria, sino todo un mundo de la vieja Europa, el fin de una totalidad, de una imagen armoniosa del mundo. Y es que esto sucede cuando en la tentativa de escribir se mezcla el relato. Cuando comencé a escribir A ciegas, no sabía dónde iba a terminar, y aunque cuando inicié Danubio tenía algunas intuiciones, no

sabía si escribiría un reportaje o una novela con un personaje que era Claudio Magris o un personaje inventado. En este sentido, cuando uno comienza a andar, la trama se conforma de un modo en el que está cerca de la historia y cerca de la narración puramente literaria. En todo caso, sus personajes, como usted ha declarado, plantean problemas filosóficos. ¿Cuáles son los temas más importantes que han planteado? Son, sin duda, muchos. Uno es encontrar la manera de narrar en las novelas la posibilidad o la dificultad de vivir verdaderamente nuestra vida, de vivir nuestro presente, simple y sencillamente de salvar nuestro presente, sin esperar, como hacemos, que el tiempo pase. No vemos la hora en que llegue la próxima semana, cuando sabremos que ciertos resultados clínicos serán favorables, cuando sabremos que nuestro partido ganó las elecciones. Esta es una condición terrible de la vida, pero sobre todo de la vida moderna: vivir siempre fijándonos en el futuro, que es posible que no sea, y olvidando que la única certeza es la muerte. Es un tema que siento cercano. Otro de los problemas que me interesan es el de la utopía, el deber de buscarla y construir un mundo mejor, diverso, y el encanto que se pone en ello y que por extravío se traduce en desencanto, un desencanto que acaba por ser una mediación de la utopía o, mejor dicho, una buena corrección de esa utopía, como ocurre en el Quijote. ¿Cuál es la relación entre escritura y ética, literatura y compromiso, literatura y moral? Quien cuida el empeño del deber moral, como escritor no dice nada nuevo. Los imperativos morales son importantes para el hombre, al margen de que sea un escritor o que haga otra cosa. Por otro lado, cualquier escritor, aun los grandes, son seres morales como cualquier otra persona. Los grandes escritores del siglo XX han podido ser fascistas, nazis, estalinistas, han podido enviar telegramas de solidaridad a Mussolini, y hemos comprendido que a pesar de estas aberraciones han podido escribir obras de grandeza literaria. Por otro lado, yo no creo que los escritores sean gente que tenga un ánimo más noble que el resto. Un gran poeta, el polaco Czeslaw Milosz, dice que los poetas tienen frecuentemente un corazón frío, porque a pesar de que son capaces de escribir un poema a un niño que muere, son capaces de conmoverse más por las propias palabras que por lo que le ha ocurrido al niño. De todo esto deduzco que, respecto a la ética, la literatura debe ser completamente libre. La literatura no es un maestro de escuela, no es un maestro de moral: cuenta historias de vida sin querer dar explícitamente una enseñanza. Pero, por otro lado, la propia actividad de relatar, sin predicar, está hecha de poesía, inspiración y libertad imaginativa. Cuando escribo no quiero invitar a todos a inscribirse en una sociedad determinada, sino mostrar y hacer sentir valores. ¿Por qué los grandes fundadores de religiones, como Buda o Jesús, han contado parábolas, han utilizado la literatura? Porque solo así, contando una historia, han podido conseguir que los hombres entiendan qué cosa es la compasión, el amor al prójimo.


08 b sábado 6 de septiembre de 2014

MILENIO

en librerías LA REGLE DU JEU

El afuera desde los márgenes RESEÑA Lorenzo León Diez

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El autor de Conjeturas sobre un sable

¿Hacia dónde cree que avanza la novela? Es imposible preverlo, porque la situación es muy diversa, distinta de una lengua a otra, de un país a otro, de una cultura a otra. México no es Francia ni China; Italia no es Estados Unidos; hay escritores muy diferentes. Pero creo que en general la narrativa, con algunas bellísimas excepciones, está viviendo una regresión. Está regresando a la escritura de novelas de actualidad, de consumo. Ya no se ve el ánimo de las grandes novelas de lo que he llamado lo mitteleuropeo del siglo pasado, que rebasaba todas las fronteras. Pensemos en Kafka, en Faulkner, en los grandes latinoamericanos que, a pesar de que era muy difícil y casi imposible contar, narrar el mundo según la tradición, han podido hacerlo. Así que me parece que hoy la literatura, y en especial la narrativa, está en peligro de no enfrentar ese reto y conformarse con lo que funciona en el mercado. Creo por tanto que en ese sentido la narrativa tiene una auténtica necesidad de naufragio, de confrontarse con la imposibilidad de narrar el mundo. Uno de los narradores del siglo pasado que rebasaron fronteras y que usted ha declarado que representó un puñetazo que le cambió la vida fue Juan Rulfo. ¿En qué consistió ese cambio? Un universo fuera del tiempo, del tiempo del narrar, del pensar, del tiempo de la vida. Estos vivos y muertos que son contemporáneamente vecinos lejanos, que pueblan nuestro mundo, ofrecen un sentido diferente de la posibilidad de narrar el tiempo de la vida o el no tiempo de la vida. Esto está perfectamente contado en Pedro Páramo. También ha dicho que la era digital ofrece la oportunidad de una nueva épica. Soy una persona que sabe muy poco del mundo digital, que escribe incluso a mano. Pero aparte de eso, creo que el mundo digital entraña un gran peligro: el peligro de tener una gran cantidad de información que no sirve para pensar. Sin embargo, creo que con esta idea del hipertexto se podría construir una gran novela épica a la manera del Novecento, donde diversas historias confluirían en un mismo tronco narrativo. Pero, como digo, este mundo me es absolutamente extraño. ¿Cree que en nuestro tiempo hay una crisis o una debacle del humanismo? Es evidente que hay muchas cosas en crisis, aunque no debemos idealizar el pasado. El siglo XX fue horrible para millones de hombres y eso todavía continúa. Me parece que esta defensa del humanismo como el sentido de la sacralidad del ser humano es más bien una cualidad del progreso. Creo más bien que lo que está en crisis es el propio concepto del individuo, que no sabe cuáles son sus límites entre tantas fronteras, el individuo del que se habla en un mundo tecnológico que mañana tendrá por completo dentro de su cabeza. Somos una especie que vive las transformaciones del mundo y, en efecto, tal como lo conocemos hoy, el individuo tradicional cambiará. No soy pesimista, pero veo que hay una enorme velocidad en el mundo, que el mundo cambia no lentamente como en el pasado sino a una velocidad superior a nuestra capacidad de analizarlo. Por último, se ha anunciado que en noviembre aparecerá en español El conde y otros relatos. El libro se publicó en 1990 en Italia. ¿Hay algo nuevo que esté escribiendo? Estoy escribiendo una novela que se publicará en Italia el año próximo, pero no puedo decirle el título porque aún no lo tengo. Se trata de un libro épico, incluso duro, con mucha desesperación. Tendré el título en el último momento. L

esde sus primeros escritos en los años treinta, Martín Heidegger (1889–1976) se alzó como una de las atalayas del pensamiento occidental y desde entonces este autor de un nuevo y enigmático lenguaje (el del silencio y el misterio) es referente obligado de quien quiera analizar la naturaleza de la modernidad, como el mexicano Jorge Juanes. La fascinación que proyecta la obra de Heidegger se debe, entre otras muchas razones (y sin razones) a que su núcleo generador mora en lo extático poético que nos abre a la posibilidad de destronar el yo con el fin de re-habitar la tierra. Se trata, la lectura de sus libros, de una experiencia receptivo–silenciosa de lo donado que él mismo denomina serenidad. Es claro que la “obra del lenguaje”, el poema, ocupa un lugar privilegiado en el desenvolvimiento de los argumentos de Heidegger (la iluminación–ocultamiento de lo innombrable) pues se trata de un ir, desde esta época del dominio antropo–logo–céntrico–técnico–científico ocupado en la devastación de la tierra, hacia los sentidos primordiales, un lenguaje como el que alumbró —nos dice Juanes— a los pueblos perdidos en la memoria de los tiempos y que proyectan el mundo de lo indecible. Se trata entonces de proteger lo que aún siendo esencial quiere ser aniquilado. Es por ello que pone en relieve el estrecho entrelazamiento que existe entre la poesía y el pensamiento originario. Es así que asistimos en su obra a un diálogo entre el pensar y el poetizar: mientras la poesía nombra, el pensar dice. “El pensador dice el ser. El poeta nombra lo sagrado”. Retomar lo heredado. Que el pueblo histórico se arraigue en lo primordial. Abrir un ámbito que contrarreste la indigencia circundante. Celebrar lo sobreabundante y sobrecogedor. Romper con la imposición a escala planetaria de lo meramente artificial. Sobra advertir que problematizar lo extraño implica problematizar lo nativo. Y responder solo es posible desde la permanencia en el margen, el único camino para ejercer la libertad, pues moramos en la entraña de lo artificial o desnaturalizado. Frente al dominio, Heidegger llama a mantener una relación de agradecimiento por los dones de la tierra y darle una acogida festiva a lo proveniente del cielo, en lugar de convertir el habitar en el mundo en un incesante atentado contra lo terrestre y lo celeste. El luminoso anuncio de la aparición del libro de Jorge Juanes en tan breves líneas nos obliga a buscar fórmulas simples para celebrarlo. Puede ser una la del “servicio” que nos hace a los ciudadanos que no aplicaremos el inmenso tiempo que Juanes ha ocupado en sus descomunales lecturas (el índice de su

Frente al dominio, Heidegger llama a mantener una relación de agradecimiento por los dones de la tierra

bibliografía es abrumador) para definir la experiencia de leer a Heidegger, quien somete su terminología —nos dice— a cambios continuos; de allí que leer sus textos, incluidos los de la madurez, resulte mareante. Gran esfuerzo de Juanes por fijar didácticamente para nosotros, los de a pie, los entramados mentales de esta oceánica puesta en escena, florecimiento, a su vez, de un sembradío de múltiples semillas. Juanes va a sintetizar cronológicamente estas germinaciones, pues se trata de “seguir el camino de Heidegger”, y proyectar su ruta, que va de los filósofos griegos hasta el despliegue del pensamiento crítico: Platón, Aristóteles, Descartes, Hegel, Kant —descomunales empresas pensantes en las cuales el uso y abuso de lenguajes amanerados hacen pagar a los lectores el precio de un esfuerzo excesivo—, Marx, Adorno, Schopenhauer, Nietzsche, Marcuse, Baudrillard… Empeño del pensador radical que traza, al mismo tiempo, un retrato intelectual y emotivo del propio Juanes quien ha lindado alrededor de un prisma de escrituras duras, medulares, con el melodioso meneo del ensayista. Rigor y libertad se combinan alegremente en su libro; puntualización extrema de los incisos nodales y pasión crítica (los puntos sobre la íes). Historia errática y hundimiento del mundo. Con Heidegger. Contra Heidegger (Libros Magenta/ Conaculta, 2013) es, sin embargo, un relato dramático que denuncia y toma postura desde el margen, donde siempre ha habitado Juanes: no hay que rendirse, nos dice. Con nuestros actos, nuestras ideas o nuestros textos podemos contribuir a crear lo otro, el afuera. Y un primer paso estriba en desmarcarse del mundo de los vencedores y de la palabrería circundante. He ahí la aventura de los irreductibles. Responsabilidad personal e intempestiva versus fatalidad impersonal y rutinaria. La creación del afuera desde el margen: buena fórmula para sintetizar este libro que su autor considera “una especie de despedida de la filosofía”. Ahora se dedicará exclusivamente —anuncia— a pensar profundamente el arte. L


sábado 6 de septiembre de 2014 b09

LABERINTO

en librerías

Amalgama

La otra piel Rubem Fonseca Cal y arena México, 2014 148 pp.

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erca de cumplir 90 años, el escritor brasileño reaparece con estos cuentos y un puñado de poemas. No ha perdido el sentido del humor ni el filo autoirónico y ha ganado en concisión, lo que ya es mucho decir. Ninguno de los personajes que recorren estas páginas podrá resultarnos ajeno. Está el escritor sin escrúpulos, la amante que se excita con el asesinato de su madre, la joven de favela que arroja el cuerpo deforme de su hijo a un bote de basura. Fonseca tiene la virtud de hacerse pasar por un ángel terrible y en un rápido movimiento adoptar la risa de un extravagante dios burlón.

Recado de un muerto

Marcela Sánchez Mota La Cifra México, 2014 292 pp.

N

o conocemos muchas narraciones en las que domine el empeño de una hija por encontrar a la madre perdida. Es el caso de esta novela, ganadora del Premio Nacional Juan Rulfo en 2010. Tiene un acento puesto en la indagación histórica, sobre todo porque va en busca del anarquismo que a principios del siglo XX floreció en una remota comuna de la Suiza italiana, y otro en el viaje interior que emprende la protagonista, cuyas palabras llegan hasta nosotros cargadas de un inquietante lirismo. Gran debut de Marcela Sánchez Mota, que ha hecho carrera en el teatro y la danza.

n damnificado de la quiebra de Lehman Brothers, o, mejor dicho, uno de esos jóvenes españoles a quienes el desempleo ha orillado a la venta de drogas al menudeo se antoja el protagonista a modo de una novela negra con algunas dosis de erotismo y tumbos emocionales. La muerte del socio señala el punto de inflexión de la trama que a un enigma suma otro y otro y otro. Lo que más llama la atención es la ausencia total de la policía, como si este mundo fuera un coto privado de matones y defraudadores cibernéticos. Vale la pena recordar que Rafael Balanzá obtuvo el premio Café Gijón en 2009.

Nos vemos allá arriba

anadora del Premio Goncourt 2013 y aclamada por los críticos, esta novela, que ya vendió más de 500 mil ejemplares en Francia, ha sido catalogada como un auténtico fenómeno editorial, quizá porque, como dicen sus entusiastas, el autor consiguió un híbrido perfecto: entre la literatura popular y la alta literatura, la escritura de Lemaitre también alterna diversos géneros en la historia de tres amigos que vuelven mutilados de la Gran Guerra, pero con la firme intención de recuperar el espléndido futuro que la fatalidad pretendía negarles.

Las dos caras de Sofía

E

l titulo del poema de Efraín Huerta “¡Mi país, oh mi país!” puede sintetizar las intenciones de la nueva novela del escritor irlandés Colum McCann, Transatlántico. Tres hilos narrativos, ubicados en diferentes tiempos, la conforman: la visita a Irlanda en el siglo XIX del negro Frederick Douglass, que quiere evitar ser esclavizado de nuevo por su amo; el viaje por avión de Terranova a Irlanda, realizado en 1919 por Jack Alcock y Ted Brown, que da título al libro; y los esfuerzos de un político por conseguir la paz en Irlanda del Norte en la época actual.

Una muerte inmejorable Pterocles Arenarius De otro tipo México, 2014 256 pp.

T

ranquilino Vallehermoso es un guanajuatense conservador, es decir, creyente. Pero su fe se pondrá a prueba cuando un médico le anuncie que tiene cáncer y le queda poco tiempo de vida. Esta conciencia de la muerte lo hace cuestionar las creencias con las que creció; en primer lugar, la existencia de Dios. Tranquilino se entrega entonces a una forma de vida que antes rechazaba (mucho sexo y alcohol) aunque, por la forma en que la presenta el autor, parece que siempre la ejerció.

La escucha oblicua

Cecilia Curbelo Montena México, 2014 240 pp.

S

ofía es una adolescente poseedora de todas las características ideales que las revistas de moda imponen en una mujer: sobre todo es bella y desenfadada. Por esta razón, y su exótico origen, es la líder entre sus compañeras de la escuela. Para sus seguidoras, que no necesariamente sus amigas, es “Soff” (que le digan “Sofía” o pronuncien mal su sobrenombre significa la expulsión del grupo). Esta dureza de carácter, sin embargo, solo es una máscara. En el fondo, envidia algunas cosas que las demás tienen y la vida se encargará de demostrárselo.

ESPECIAL

Colum McCann Seix Barral México, 2014 368 pp.

Pierre Lemaitre Salamandra España, 2014 443 pp.

G

LOS PAISAJES INVISIBLES

Transatlántico

Rafael Balanzá Siruela Madrid, 2014 193 pp.

U

Zoologizar al pervertido

Carmen Pardo Sexto piso España, 2014 199 pp.

L

a búsqueda estética y teórica del músico John Cage no había sido analizada con la misma profundidad con que el artista estadunidense se empeñaba en desarticular al ruido ambiente. Quizás es por eso que pocos han estudiado a cabalidad sus composiciones: para Cage, la vida implica a los sonidos y como éstos se hallan en todas partes, la música es una suerte de fenómeno accidental que se descubre al liberar la percepción. La nada, el lenguaje, el logocentrismo y otros temas forman parte de este ensayo dedicado a su obra y pensamiento.

Iván Ríos Gascón ivanriosgascon.wordpress.com

D

ice Camille Paglia que “la fealdad y la violencia de la pornografía reflejan la fealdad y la violencia de la naturaleza” (Sexual Personae), y eso es, precisamente, de lo que se beneficia una supuesta compañía de “recorridos culturales” a través de una excursión a un cine porno aún en funciones, ubicado en Fray Servando y Anillo de Circunvalación en el Defe. El Cine Nacional, un viejo inmueble que compartía el rumbo con el Colonial, del que ahora solo queda el frontispicio, es uno de esos teatros que perdieron la batalla con las franquicias y, como todos los palacios que fueron cayendo en una urbe que no tiene respeto alguno por su pasado arquitectónico (digamos el Cine Teresa), se convirtió en un complejo de salas XXX de permanencia voluntaria. El “recorrido cultural” ofrece a los asistentes, además de un periplo por el sórdido territorio que lo circunda, la entrada al Nacional para ver, a través de un vidrio, lo que pasa en esas salas donde lo que menos importa es la película porque, anuncian los organizadores, “la acción está fuera de la pantalla”. Curioso entretenimiento: observar a los pornógrafos en su hábitat, convertirse en una especie de visitante de un zoológico en el que no hay rinocerontes ni camellos sino individuos comunes y corrientes que buscan cualquier tipo de aventura en la penumbra, la sala porno (que no los filmes) garantiza anonimato, es el recinto de los vicios privados para aquellos que en su vida cotidiana solo quieren mostrar virtudes públicas.

Zoologizar al pervertido. Ese podría ser el concepto de este tipo de tours que fetichizan la conducta ajena, que pretenden ritualizar la intromisión en la salacidad del otro. Disfrazar de experiencia cultural el asomo a las escabrosidades que ocurren en un espacio en el que, por naturaleza, el contacto entre extraños es el objetivo ulterior, como en el cuarto oscuro, es una suerte de abyecta, bribona antropología. Recordemos a Michel Foucault: “El placer sexual como sustancia ética sigue siendo del orden de la fuerza —de la fuerza contra la que hay que luchar y sobre la cual el sujeto debe asegurar su dominio—, pero en este juego de la violencia, del exceso, de la rebeldía y del combate, se pone cada vez más preferiblemente el acento en la debilidad del individuo, en la fragilidad, en la necesidad en que se encuentra de huir, de escapar, de protegerse y de mantenerse al abrigo. La moral sexual exige aún y siempre que el individuo se someta a cierto arte de vivir que define los criterios estéticos y éticos de la existencia, pero este arte se refiere cada vez más a principios universales de la naturaleza o de la razón, a los que todos deben plegarse de la misma manera, cualquiera que sea su estatuto” (Historia de la sexualidad. La inquietud de sí). Inmiscuirse en la rebeldía del extraño que persigue su placer sexual representa la autoafirmación en la hipocresía. Sobre todo cuando se hace detrás del vidrio protector, la ventana que resguarda no del pervertido que paga su boleto para asegurar el dominio de sus fantasías y su atroz realización, sino del susto de las propias tentaciones, del depravado que hay en uno mismo. Y es que, acaso, el zoológico nunca estuvo adentro sino afuera del cine. L


10 b sábado 6 de septiembre de 2014

MILENIO

varia ESPECIAL

Por un nuevo himno nacional Interpretada por vez primera el 15 de septiembre de 1854, nuestra canción– estandarte parece vacía de sentido y familiaridad. ¿Es hora de pensar en otra opción? VIBRACIONES Hugo Roca Joglar hrjoglar@gmail.com

E

l siglo XXI en México ha sido brutal; avanza entre decapitados, matanzas, desaparecidos y cuerpos humanos disueltos en ácido. ¿Quién puede sentirse bien saludando a la bandera mientras se canta una declaración de guerra? La necesidad de un nuevo himno es prioridad nacional. UNA CANCIÓN FANÁTICA Y DEMENTE Militares y narcotraficantes se despedazan. El país está atrapado en un estado de violencia sostenida. Horror y tragedia se han vuelto parte inherente de la vida cotidiana. Morir durante un secuestro o de un balazo cobarde en un asalto es una posibilidad real si se vive en México. Es un presente desolador y, sin embargo, en su afán de defender la independencia, en aras de lograr unión y libertad, ¿no es justamente “¡guerra, guerra sin tregua!” lo que pide nuestro himno? Qué terrible es un amanecer mexicano: millones de niños alineados en patios escolares son obligados, poco después del alba, a clamar por soldados, pedir olas de sangre, convocar cañones que hagan retemblar los centros de la tierra e identificar como enemigo al extraño y exigir que sea decapitado. Es un himno violento que se ha hecho viejo y ya está amargo. Su temática agrede y lastiman sus referencias. Además, todo lo que pide se ha materializado: sus imágenes de ejércitos y cadáveres son verdades hirientes y crueles. Es un grito de furia bélica fanático y demente. ¿Por qué mantener esta horrible canción de odio y de muerte? Es prioridad nacional cambiarla; resulta insostenible seguir cantándola. IDEAS PARA UN NUEVO HIMNO NACIONAL Imagino un nuevo himno nacional comunitario con una base fija dividida en cinco escenas, cada una (de treinta segundos) escrita por un compositor trascendente en la historia de la música mexicana moderna. Que las cinco escenas compartan una búsqueda común: transmitir una espiritualidad sin palabras ni dioses, que rechace cualquier referencia religiosa y avance a través de atmósferas abstractas de piedad, sufrimiento, tolerancia, angustia, amor, confusión, paz y esperanza.

Invasión de Estados Unidos a México, 1847

Que la primera escena sea de Mario Lavista, compositor que alguna vez experimentó con música gráfica y creó partituras en las cuales la duración es la única certeza. En años recientes ha retrocedido hasta el Renacimiento (como en su Missa Brevis) y parte de la pureza formal de las obras sacras de Des Prez y Machaut para construir piezas que proponen una visión cíclica de la historia de la música: Boulez encaja con Monteverdi, sin rupturas. Que Federico Ibarra escriba la segunda escena y transite desde este sonido antiguo hacia uno moderno. Podría continuar a Lavista con un motete e irlo distorsionando, entre contenidos guiños clásicos, hasta convertirlo en una apasionada sonata de aspecto romántico que luego descomponga poco a poco (pensemos en el vals de su ópera Antonieta) con innovaciones de principios del siglo XX, como la dodecafonía. Que la tercera escena corra a cargo de Marcela Rodríguez quien, ya sumergida en un lenguaje cada vez más radical, deba inyectar quizás aires teatrales y de (tan mexicano) humor negro (como en sus óperas La Sunamita y Las cartas de Frida); también funestos recuerdos críticos de un pasado inconcluso (como en Un réquiem mexicano, con fragmentos de La visión de los vencidos cantados en español y náhuatl). Que Gabriela Ortiz componga la cuarta escena y termine la estructura fija con la propuesta más atrevida. Las percusiones seguramente serán protagonistas (como en su Concierto candela y su ópera

Únicamente la verdad). Harán pensar en Silvestre Revueltas y luego darán pie a la electroacústica, donde el sonido prescinde de instrumentos y sale directo de una computadora. Entonces se proyectará en video una imagen de paz (la compositora deberá elegir alguna entre la historia de la pintura mexicana) para que el sonido convertido en materia, en confrontación con la general esencia abstracta, la describa. Que haya una quinta escena de carácter temporal, en cambio constante. Podría comisionársele a Víctor Rasgado y un comité (integrado por personajes provenientes de todos los ámbitos de la música clásica en México; por ejemplo: la soprano Lourdes Ambriz, la musicóloga Gloria Carmona, el director de escena Sergio Vela, el escritor melómano Eusebio Ruvalcaba, la concertino Shari Masón López y el funcionario cultural Ignacio Toscano) irá designando cada tres años a un nuevo compositor (muchos en espera: Georgina Derbez, Ana Lara, Hilda Paredes, Graciela Agudelo, Leticia Armijo, Ricardo Zohn, Rogelio Sosa, Jorge Torres, Alexis Aranda, José Miguel Delgado) que la renueve. P.D: Es probable, debido a la diversidad en las dotaciones, que la interpretación del nuevo himno nacional vaya a necesitar de cinco pequeñas orquestas distribuidas en el escenario de manera independiente. Que en el estreno haya entonces igual número de directores: Carlos Miguel Prieto, Alondra de la Parra, José Arean, Gabriela Díaz Alatriste y Christian Gohmer. L

DANZA ESPECIAL

Necio empeño Argelia Guerrero makarova81@yahoo.com.mx

H

ace algunas semanas se realizó el homenaje “Una vida para la danza” en el Teatro de las Artes, donde se reconoció la trayectoria de 21 personalidades del ámbito dancístico en sus diferentes expresiones. La inquietud de reflexionar y exponer lo que representa elegir la danza como modo de vida y subsistencia en un país como México surge a propósito del título de este reconocimiento. ¿Qué implicaciones cotidianas conlleva elegir la danza como profesión? La ejecución, la creación coreográfica y la docencia son las principales áreas de desarrollo para los profesionales de la danza, todas con un panorama difícil para desempeñarse. La batalla comienza con obtener un lugar dentro de las insuficientes instituciones para la enseñanza profesional de las artes, nada que escape de la dinámica educativa nacional: poca oferta rebasada por la demanda. El escenario con el que se encuentran los egresados resulta poco más que oscuro. Para el caso de bailarines ejecutantes, existen contadas compañías subsidiadas para desarrollar de modo más o menos estable y seguro su actividad profesional. Los que quedan fuera de esta posibilidad, generalmente se inclinan por el

trabajo en compañías independientes, lo que implica una absoluta inestabilidad económica y de seguridad social. Algunos encuentran en la enseñanza un modo de subsistencia; unos con vocación, otros sin ella. Para los coreógrafos la situación es similar. La opción que existe desde el Estado es generalmente una beca y en menor medida un subsidio. La mayoría queda al margen de esta dinámica inequitativa. Para el caso de México, la iniciativa privada no resulta una vía de financiamiento o subsidio para el arte, como sí sucede en otros países. Difícil cosa crear sin contar con recursos. La docencia también experimenta sinsabores: una competencia desleal por falta de regulación de espacios fuera de las escuelas oficiales de educación artística, y desconocimiento de metodologías para enseñar danza. Casi cualquiera puede dar clases sin necesidad de haberse preparado o profesionalizado. Basta contar con el recurso para acondicionar un espacio; en muchos casos, la preparación queda de lado. A pesar de ello existen maestros y maestras con enorme experiencia, trayectoria y compromiso, pero que navegan en un mar incierto, por lo que encontrarse con ellos resulta casi una cuestión de azar. Frente al panorama anteriormente esbozado pareciera lógico concluir que la danza en México es endeble y pobre. Lo asombroso y grato es constatar que, a pesar del triste escenario, sucede todo lo contrario: hay gente que decide transitar por esta difícil ruta e inventa y crea, con todo esto y más en contra. Resulta que la oferta para ver danza en México supera, por mucho, a lo que se podría esperar. Muchos bailarines y coreógrafos se esmeran en crear

y difundir su trabajo a como dé lugar; de tal modo que si echamos un vistazo a la cartelera encontramos opciones para apreciar danza para variados gustos, espacios, públicos, temas y estilos. Sabemos de espacios alternativos que se proponen difundir el trabajo de bailarines y coreógrafos rebasando la abulia oficial. Los bailarines se mueven de un lugar a otro para trabajar en uno, dos o más proyectos; todo con el ánimo de superar el mero interés por subsistir y empatarlo con la intención de comunicar. Existen también esfuerzos por lanzar publicaciones especializadas en investigación, difusión y crítica de danza. Podemos ver que incluso se batalla contra la centralización geográfica y sabemos de concursos, encuentros, talleres y festivales en San Luis Potosí, Yucatán, Querétaro, Michoacán, Morelos, Sonora, Veracruz, Guanajuato, Guadalajara... Estos hechos dejan indudable constancia del empeño de quienes hacen danza en México por seguir practicándola. Queda abierta una invitación para visitar teatros y foros, corresponder a este necio empeño y ver danza. L


sábado 6 de septiembre de 2014 b 11

LABERINTO

cine ESPECIAL

Gibrán Bazán

“Algunos me acusaron de pseudo intelectual” Generación Spielberg es una mirada retrospectiva a la década de los ochenta y las ilusiones perdidas por la cultura del consumo ENTREVISTA Carlos Jordán gonzalezjordan@gmail.com

U

n grupo de escritores se dirige a un encuentro literario, dos amantes prometen pasar 24 horas bajo las sábanas, una chica y dos hombres están atrapados en un elevador, un psicoanalista se halla al borde del suicidio, una ejecutiva debe esconderse para emborracharse: son historias fechadas en la década de 1980, historias de gente incapaz de relacionarse con el mundo que la rodea. Sin concesión alguna, el director mexicano Gibrán Bazán filmó Generación Spielberg , una película que reflexiona sobre las falsas ilusiones heredadas de una época en la que el consumismo y la mercadotecnia empezaron a clonar nuestros recuerdos. ¿Su película obedece a una crisis generacional? Surgió de observar a mi generación en los años setenta y ochenta. Fuimos marcados por una mercadotecnia alrededor de las industrias musical y cinematográfica. Platicando con amigos, descubrí que lo primero que nos venía a la mente al hablar de esa época eran las modas. Creo que tenemos recuerdos clonados; parecen personales pero en realidad tienen una huella mercadológica. ¿Por qué hacerla a partir de un coro de cinco voces? Quería un conjunto de testimonios y funcionaba muy bien hacer un filme claustrofóbico, en el que no existiera casi ningún exterior. Cada protagonista es una suerte de voz y el resultado parece un conjunto de monólogos. No quería una película de historias separadas sino que todas se interconectaran. ¿El uso del blanco y el negro tiene relación con una percepción gris de aquellos años? Mi primer acercamiento con la imagen fue una televisión Philco en blanco y negro. En mi época, eran pocos los amigos que tenían televisión a color. Es un recuerdo muy vívido, como también lo era la amenaza nuclear con Reagan y los soviéticos. Me tocó ver la guerra de las Malvinas por televisión. Mi película proviene de un

Bruno Bichir interpreta a Tito en una de las historias del filme

escenario desesperanzador y solitario. Los niños de ciudad empezamos a crecer con la televisión encendida. Supongo que por eso la película tiende a lo depresivo. No podía imaginarme los personajes a color. Hay un monólogo del personaje interpretado por Bruno Bichir que hace alusión a Timbiriche, Spielberg y al consumismo en general. ¿Eso nos heredó la década de 1980? Hemos visto cómo el mundo ha entrado progresivamente en la mercadotecnia. Todo tiene código de barras y un orden establecido para su comercialización. La vida se ha industrializado en todos los aspectos. He visto cómo ha cambiado y no siempre para bien. Aunque la película tampoco promueve la idea de que todo tiempo pasado fue mejor. No quería caer en eso. Los personajes recuerdan cosas que los hacen sufrir y ven pasar las ilusiones perdidas. En principio, la película se iba a llamar Matar a Steven Spielberg. Obedecía a algo medio

freudiano y relacionado con la idea de matar al padre. Quería cuestionar nuestras fantasías y la manera en que las adaptamos a nuestra vida adulta como una muletilla mal pegada. ¿Qué tanto le debe su película a autores como Douglas Coupland o Gus Van Sant, y a su trabajo alrededor de la Generación X? Me tocó ver películas sobre la Generación X y nunca las entendí muy bien. No niego que mi película pueda tener influencia de los autores que plantaron cara a la cultura de la mercadotecnia pero desde una percepción de desesperanza y cinismo. ¿Es consciente de que, además de desesperanzadora, su película puede parecer sociológica? Siento que me azoté porque algunas personas la odian. Algunos me acusaron de pseudo intelectual porque es medio filosófica y no da descanso. Hay algo de humor pero en los monólogos me dejo ir y entiendo que para el público no es tan agradable. Para muchos, el cine es diversión y entretenimiento. No es mi caso. Creo que se vale pensar. L

HOMBRE DE CELULOIDE ESPECIAL

¿Y si cambiamos de punto de vista? Fernando Zamora @fernandovzamora

P

odría pensarse que The Face of Love es nada más el intento comercial por explotar la repentina muerte de Robin Williams para lanzar una pequeña película que filmó hace dos años. La verdad es que no. En The Face of Love Williams hace un papel muy secundario. Son Annette Bening y Ed Harris quienes llevan el peso del guión. Y el peso es mucho toda vez que The Face of Love tiene sus momentos inverosímiles, aunque uno los tolera porque en verdad estamos frente a dos grandes actores. Ed Harris, por ejemplo. Hace dos papeles en uno, lo cual resulta interesante aunque si convence o no al público de que él no es uno sino dos, es algo que habrá de decidir el respetable. En cuanto a ella… Bening es la viuda incapaz de superar la muerte del esposo amado. Es aquí donde aparece Robin Williams en el papel del eterno enamorado de esa mujer que sin duda sigue siendo guapa. El caso es que un día la viuda se encuentra con otro hombre. Comienza la historia de amor porque resulta que el nuevo hombre es igual al ex marido. No estamos hablando aquí de “un aire”; no. El nuevo novio de Annette Bening es tan parecido al hombre muerto que lo interpreta el mismo actor.

La historia tiene sus misterios y en sus mejores momentos uno espera que aparezca, por fin, el espíritu de Hitchcock para dar el giro inesperado, la vuelta de tuerca que haga justicia a la actuación de los amantes, pero no. The Face of Love se queda en una peliculita rosa y nada más. Hagamos, sin embargo, el siguiente experimento. Imaginemos que en vez de que la historia sea contada desde el punto de vista de ella (una viuda que, incapaz de superar la muerte del marido, se encuentra en un museo con el doppelgänger del hombre muerto), los creadores hubieran decidido contarla desde el punto de vista de él. La cosa, creo, habría adquirido grandes niveles de misterio. La cosa iría más o menos así: un maestro de pintura famoso en la universidad por seducir a sus alumnas, se encuentra un día en el Museo de Arte Moderno de Los Ángeles con cierta mujer madura y guapa. Ella lo mira extrañada y las cosas no van más allá hasta que la mujer se aparece un día en el salón de clases del maestro de pintura para solicitar clases privadas. Luego de los avatares de rigor, él y ella comenzarían a quererse, harían el amor. Todo bien. Sin embargo, algo misterioso habría en la forma en que ella lo mira: historias que no se dicen. Secretos. Contada así, The Face of Love hubiese podido adquirir el misterio inquietante de una obra tan fina como la

The Face of Love (Reinventando el amor). Dirección: Arie Posin. Guión: Matthew McDuffie y Arie Posin. Música: Marcelo Zarvos. Fotografía: Antonio Riestra. Con Annette Bening, Ed Harris, Robin Williams. Estados Unidos, 2013. Rebecca de Hitchcock. Pero no. Escrita desde el punto de vista de la viuda, The Face of Love puede ser tierna y por momentos incluso interesante pero nada más. Eso sí, vale la pena ver la actuación e imaginar lo que hubiese sucedido con dos actores de este tamaño contando la historia de una mujer que se enamora de un hombre exclusivamente por la singular casualidad de que se parece mucho a un hombre muerto. L


12 b sábado 6 de septiembre de 2014

MILENIO

varia AVELINA LÉSPER

ESPECIAL

Gina Pane

El “ensayo creativo” La herencia maldita oficializado ARCHIVO HACHE Heriberto Yépez hyepez.blogspot.com

E

n el 2011 apareció en la convocatoria de becas del Fonca para Jóvenes Creadores. Este 2014 ya está consolidado en la convocatoria del Sistema Nacional de Creadores de Arte; hablo del “ensayo creativo”. Tanto en “letras indígenas” como en “letras” (no indígenas) la categoría de “ensayo” ha sido reemplazada por la de “ensayo creativo”. Se trata del triunfo de la categoría norteamericana de “creative writing” sobre el de “literatura”. Como ya se ha probado en Estados Unidos mismo, la “escritura creativa” sirvió para estandarizar y despolitizar al campo literario. Sustituir “ensayo” por “ensayo creativo” desacelera que la reflexión literaria mexicana tome un rumbo que Conaculta desaconseja: que crezca el interés analítico, el purismo de la prosa disminuya y se sepulte el conveniente ensayo sobre nada (el típico ensayo mexicano sobre el arte de volar papalotes sin usar hilo o la biografía de la gemela desaparecida de la comilla que bajó el elevador y se volvió coma). El ensayo lúdico (ensayo– poema) es vital para la imaginación ensayística. Pero una literatura que solo escribiese ese tipo de ensayos resulta insulsamente derechista y exquisitamente anacrónica. Conaculta pretende que una sub–rama del ensayo (el “ensayo creativo”) reemplace a todas las ramas del ensayo o, en el mejor

CASTA DIVA de los casos, las obligue a entrar de contrabando en ese anglicismo. El anglicismo, a la vez, privilegia un tipo de ensayo mexicano (de distracción culta) que creció (junto al PRI) para impedir el crecimiento del ensayo de crítica literaria, histórica o teórica (especialmente después del 68). “Ensayo creativo” es una categoría blanda (el ensayo por el ensayo mismo); el ensayo “perfecto” para una dictadura perfecta, que necesita escritores que escriban muy bonito y sean poco críticos. El ensayo como gracioso pasatiempo letrado. El cambio es arbitrario e incluso contrario al propio canon, ya que si pensamos, por ejemplo, en los dos principales ensayos de Paz (El laberinto de la soledad y Sor Juana o las trampas de la fe) son ensayos de crítica literaria, teoría, psicoanálisis e investigación. Son todo lo contrario de un “ensayo creativo”. Seamos exactos: el “ensayo creativo” viene del sub–canon; el canon wanna be. El “ensayo creativo” en México se consagra con escritores que creen continuar a Torri, Reyes, Arreola o Monterroso y que, en verdad, son Chespiritismo del ensayo. Por supuesto, Conaculta no justificó su capricho y no sería imposible que el “ensayo creativo” haya aparecido por el descuido de algún comité de escritores que decidieron que el ensayo sobre cómo vestir pulgas debe ser el nuevo centauro de los géneros. Como sea, el “ensayo creativo” ya está oficializado; es ya el nombre y criterio oficial del ensayo. Su caña de pescar, su embudo. L

Avelina Lésper www.avelinalesper.com

Y

oko Ono, 81 años. James Turrel, 70 años. Nam June Paik nació en 1932, hoy tendría 81 años. John Baldessari, 82 años. Barbara Kruger, 70 años. Gina Pane nació en 1939. Estos son algunos de los artistas que comparten la paternidad de las expresiones que explota el arte contemporáneo VIP para etiquetarse a sí mismo como el arte de los jóvenes o el arte emergente. La rebeldía de la juventud inicia con el distanciamiento de los padres, con la renuencia a seguir un ejemplo y la decisión de crear un camino propio. El arte emergente VIP, en cambio, niega emanciparse y sigue sin cuestionar lo que sus padres les han estructurado y heredado como arte. Con resignación atávica repiten las ideas, utilización de las herramientas, lenguajes y medios que sus padres usaron hace décadas y desfasados en la cronología insisten en presentarlos como actuales y como síntoma de rebeldía. No hay novedad y tampoco son un rasgo de la juventud independiente, la brecha generacional no existe porque son una copia obediente. Tampoco necesitan librar las batallas en contra de la disciplina, el rigor de la técnica y la enseñanza porque eso ya lo hicieron generaciones anteriores, hoy los vástagos depredan la cosecha. Se refugian en el legado de ser “artistas”, por contagio o por transfusión conceptual, para negarse a aceptar que no están aportando a lo que ya dejaron sus antecesores. Si su mamá Barbara Kruger hace c-prints con letreros “críticos” los hijitos emergentes se van detrás de ella. Quieren hacer una instalación de video, no hay que inventar nada, ya su abuelo Nam June Paik, que en paz descanse, hizo esculturas con monitores y usó el video para, según él, desbancar a la pintura y ahora los nietos no saben pintar, ni hacer video, o esculturas de monitores, porque lo que un artista grabe en video es arte aunque no tenga calidad. La herencia del apellido “video-artista” cubre las carencias de la nueva generación. El performance legó la venganza bíblica del sufrimiento, Gina Pane hacía videos cortándose los brazos con una cuchilla y sus legatarios siguen cumpliendo la condena de mutilarse y flagelarse. Sobre

verbalizar un readymade con discursos para convertirlo en arte es ley porque Kosuth así les transmitió que lo hicieran. Generaciones que pretenden clasificarse como productos de juventud están haciendo obras que nacen envejecidas, y padecen este estilo como un mal congénito. Aprender de los mayores lo hace todo el mundo, es parte de nuestra educación, el pasado del arte existe para crear escuelas y evolucionar en las obras. Sin embargo, en el arte contemporáneo VIP el pasado no es para aprender, es para copiar y no hay evolución porque niegan la autoría y afirman que es imposible la creación de una obra original. Innovar para romper con los ancestros fundacionales está vetado, la obra parte precisamente de la no renovación. Esa es la esencia de la apropiación, rechazar que una obra es original y clonar su ADN para crear miles de duplicados. Hicieron del material el significado y el sentido de la obra al grado de que es una desobediencia intolerable la transformación de ese material a través de la expresión individual. Cuando vemos una obra no podemos adivinar la fecha de nacimiento del creador. La vitalidad y contundencia de una manifestación artística no está en la edad del autor, está en la resolución del tema, en el manejo de los materiales, en las decisiones que toma. La juventud como tal no es un valor artístico ni existen herramientas que puedan hacer de una obra un producto joven, lo que sí existe es la falta de sabiduría en la utilización de esas herramientas. La deshumanización de las obras y de la expresión artística, la negación de una personalidad individual para crear una gran familia de miles de hijos y hermanos idénticos a sus ancestros, nos obliga a ver en cada instalación, en cada video-obra, en los performances la reproducción en serie, trabajos clonados como hijos de la oveja Dolly. Este es el arte VIP de los jóvenes que no quieren matar al padre, que siguen alimentándose del pecho de su madre, que se niegan a aprender a volar. No estamos ante el regreso del hijo pródigo, estamos viendo la manutención del hijo parásito. L


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