Laberinto No.687 (13/08/16)

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Laberinto

ENTREVISTA A JORGE ALBERTO GUDIÑO erick baena crespo p. 04

ENTREVISTA A ROCÍO CERÓN

marcos daniel aguilar p. 05

MILENIO

NÚM. 687

sábado 13 de agosto de 2016 FOTO: ALONSO SÁNCHEZ PORTELA, 1930

ELENA GARRO

Federico García Lorca

maría luisa mendoza p. 08

víctor núñez p. 06 y 07

A LAS AFUERAS DE GRANADA


ANTESALA

sábado 13 de agosto de 2016

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LABERINTO

JULIO GALÁN

Julio Galán: el adicto a sentir AVELINA LÉSPER www.avelinalesper.com

CASTA DIVA

¿

Tener sentimientos nos enseña a sentir? ¿Se puede sentir de una forma “correcta”? Cómo controlar el hacer y el sentir, el dolor y la ira, la soledad y la adicción de sentir. La pintura de Julio Galán es la lucha entre el método y el desbordamiento, su talento obsesionado con el detalle, con el cuidado físico y amatorio de la pincelada, está perseguido por sus emociones, prolonga la estancia en sus obras, en la construcción de esa imagen, las carga de elementos, crea una abigarrada narración, entreteniendo la urgencia paranoica de plasmar las escenas que lo acorralan, que lo amenazan con desaparecer. Los secretos siguen escondidos, en la exposición Julio Galán, 10 años, en el Centro de las Artes de Monterrey, habita el Julio más íntimo y emocional. La obra es el artista, es su cuerpo, su vida, contiene al ser que la creó, el pudor es un obstáculo para decir, manifestarse y convertirse en la obra. La exposición es una inmersión en el autorretrato y en la conducta simbólica, en la creación del arquetipo pictórico que encarna la psique del artista, y que la manifiesta en un código personal indescifrable. La multiplicidad de la psique transfigurada, maltratada, expuesta para ser vista siempre, como un ojo sin párpado, en la vigilia eterna. ¿Qué contemplamos en la obra de Julio? Lo que nos duele, lo que no decimos

ALFILERES ARMANDO ALANÍS @elsaltillero

y que no queremos olvidar, pintar el ritual del sacrificio, el artista que se ofrece al altar de nuestra catarsis. En el autorretrato titulado Mara, el pintor se pinta como un ramo de flores, un vanitas inspirado en las obras de Jan Brueghel del siglo XVII, denuncia que el artista experimentaba con su muerte mientras lo pintaba, su cuerpo floral y su vida se disuelven. Narcisista, frágil, efímero, la posibilidad de permanecer se escapa, los pétalos caen, su cuerpo se rompe, se castra, las escenas se confunden y el sentimiento permanece, el frasco de morfina cerrado: olvidar es dejar de sentir, vivir y morir sin anestesia; la bola de cristal, su silencio es la incertidumbre del destino. Julio rodea el vanitas con símbolos, juegos, escenas fugaces, desdibujadas, malos recuerdos, es él encarcelado por sus obsesiones. Desde el insomnio pinta cisnes, perros, osos, infiernos que invaden al sueño, que espantan el descanso. La descripción que hace de sí mismo nos orilla a aprender su lección, a llevar nuestras experiencias al límite para almacenar memorias, para tener qué decir, para asegurarnos de que estamos vivos; los minutos, sueños, objetos, son la orgía de la vida. El formato es una colección de penitencias, rompe el lienzo, lo penetra con listones, le adhiere telas raídas, mariposas, gotas de cristal que caen en lágrimas y semen, porque aquí hay llanto y gozo, porque si algo orilló a

Mara

Julio a pintar fue el peligro de exponerse, vivirse, ser un agent provocateur, que su pintura lo utilizara y gozar con ella, como una víctima extasiada por los azotes. El collage es un pretexto estético que prolonga la naturaleza testimonial de su pintura, pinta a la vida que se sale de control y encuentra refugio en el lienzo, su fetichismo le exige habitarla con objetos. Exhibicionista y misterioso, inventa símbolos y disfraces para ocultar sus secretos, en un alarde de menosprecio para quien mira la obra, impone la superioridad del creador sin permitirnos conocer el detonante, porque tal vez no lo hay. Julio como un niño malo, juega solitario, dice mentiras para que lo castiguemos, dice que sufre para que lo consolemos, y pinta para que lo amemos. L

La luna se esconde tras las nubes porque se da cuenta de que está desnuda. ESPECIAL

De nuevo Ferrante SANTIAGO GAMBOA Facebook: Santiago Gamboa-círculo de lectores

AMBOS MUNDOS

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ras haber literalmente devorado el cuarteto novelesco Dos amigas, de la italiana Elena Ferrante, me es difícil separarme de esas páginas. Ya mencioné en días pasados que el meollo del asunto es la amistad entre Rafaela y Elena, dos niñas de clase muy baja, nacidas en un barrio periférico de Nápoles, y de cómo a lo largo de sus vidas enmarañadas, de sus separaciones y enojos, tragedias y maldades, se narra la historia de un barrio y sus habitantes, cuyas vidas se van desarrollando en paralelo a lo largo de los cuatro libros, en una cronología que va más o menos desde 1952 hasta nuestros días y que tiene como primer gran paisaje de fondo la ciudad de Nápoles, que por momentos se vuelve protagonista, pero también Italia, la Italia de los sesenta, setenta y ochenta, sobre todo su vida política e intelectual, sus grandes problemas como la corrupción y la mafia, su complejidad cultural y dialectal, el choque entre la tradición y la ruptura, entre el mundo obrero

y pobre y aparentemente sin esperanzas, y el intelectual de la clase media y pudiente. Más que en ninguna otra de su género, en esta larga historia el lector es consciente de que el principal tema de la novela, de cualquiera, es el paso del tiempo. El tiempo que moldea a los personajes y a las sociedades, que transforma en héroes o en villanos a jóvenes soñadores, que destruye las estatuas de granito y las convierte en seres frágiles, de carne y hueso. La novela que todo lo pone en duda y lo explica, y que inocula en el lector la memoria viva de todo lo que narra, porque este es uno de esos libros que se incorpora a nuestra biografía, no solo a nuestra biblioteca. Y al ser un proyecto tan ambicioso y complejo, esas vidas no solo acontecen ante nuestros ojos sino que regresan a través de otros personajes, se bañan dos y tres veces en el mismo río porque la memoria de cada uno es diversa, contradictoria, ¿qué fue lo que pasó realmente esa tarde?, ¿quién envió ese misterioso camión? La novela que inventa y desarrolla un mundo. Por supuesto que Nápoles ya había sido

Calle de Nápoles

escrita, por ejemplo por Erri de Luca, pero creo que en este cuarteto la ciudad vuelve a nacer de un modo definitivo. Al pensar en Dos amigas, me vienen a la mente otros proyectos literarios ambiciosos, como Los Buddenbrook, de Thomas Mann, en donde a través de casi mil páginas vemos las vicisitudes, altos y bajos de una familia. O ese otro cuarteto, El cuarteto de Alejandría, donde una extensa galería de personajes nos cuenta sus avatares en la ciudad egipcia a través del gran tema de la propia creación artística, pero también del amor y la soledad, el placer y la infidelidad, el dolor y el arte. Libros cuyo propósito se acerca a eso que en los años sesenta se denominó la “novela total”, la que tiene la pretensión de suplantar al mundo, un universo de palabras que, en el caso de la Ferrante, sigue llamando al lector tiempo después con una misteriosa y seductora voz. L

dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez


MILENIO

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ANTESALA

ESPECIAL

× WAS H I N GTO N

B E N AV I D E S ×

Canción de tu cuerpo Este poema proviene de Sansueña (Fondo de Cultura Económica, México, 2016), una antología que reúne los libros del cantor uruguayo publicados hasta el año 2000

T

u cuerpo no es refugio del miedo es una puerta

para salirle al mundo no es el desván de acecho y pesadilla del réprobo de una generación perdida tu cuerpo es una puerta ciego reconocieras sus amadas maderas no es una escapatoria: se sale allí o se entra a la luz o a la fosa.

×EKO×EX LIBRIS×DOCTOR FAUSTO Y MARGARITA×

La de las muchas voces CARACTERES

ÁLVARO URIBE alvuribe@yahoo.com.mx

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o está de más recurrir otra vez a T. S. Eliot y su “inefable efable/ efaninefable”, de Old Possum’s Book of Practical Cats, para recordar que cada uno de estos seres sutiles y taimados tiene muchos nombres. El primero que te dimos, seducidos por tus ingénitas virtudes polifónicas, fue Ocarina, que en el diccionario significa “instrumento musical de viento, de forma ovoide, con ocho agujeros, que produce un sonido muy dulce”; pero que para nosotros quería decir sobre todo: “la de las muchas voces”. Pronto ese apelativo se redujo a Oca, para ahorrar letras, o bien a Oks (pronunciado Oucs), porque los mamíferos prefieren los monosílabos y más si vienen o parecen venir del inglés. Te quedaste siempre virgen, por decisión nuestra, aunque eso no te quitó la coquetería. Tu siguiente nombre, al llegar a la edad en que a las hembras humanas empiezan a llamarlas señoritas, fue Missy Fuzz, que aludía a tu perpetua condición núbil y a tu pelambre tupida (por no mencionar cómo se oye en español). En tu madurez (un estado físico pero nunca psicológico en los de tu especie) se nos impuso el nombre de Purrfect Purrson, para honrar la majestad de tus ronroneos y sugerir que eras más interesante que (casi) cualquier Homo sapiens. Por vivir con quien vivías contrajiste desde pequeña el hábito de la literatura. Echada sobre las piernas de un lector servías de atril para las revistas y los libros ligeros. Sentada en el escritorio sobre la página más reciente de un manuscrito proporcionabas pretextos de peso para no escribir más. Y cuando lo perpetrado era malo con ganas, de un zarpazo crítico tirabas la hoja al suelo. A esas labores literarias, así como a tu orgullo no de leer a los antiguos sino de semejar una estatua antigua, se debió el nombre semiculto de Gattamelata. Para comer, igual que para todo lo demás, eras caprichosa. No tocabas la comida de gato enlatada. Favorecías la pechuga de pollo, de preferencia cruda, amorosamente cortada en minúsculas porciones y guarnecida con tres o cuatro croquetas multicolores. De tu inflexibilidad de gourmet, que come lo que le apetece o no come, derivó el nombre por supuesto afrancesado de Gatatouille. Schopenhauer pensaba que todos los gatos son el mismo gato. Schopenhauer, en materia gatuna, era un rotundo ignorante. No hay un solo gato en el universo que no tenga por lo menos un rasgo de carácter que no tuvo ni tiene o tendrá otro gato. (A Ocarina no le gustaban los gatos.) A imagen de las personas que los adoran (y de las personas que los detestan y desprecian a quienes los adoran), cada gato es un individuo. Vale decir: irrepetible. Ocarina alias Oca alias Oks alias Missy Fuzz alias Purrfect Purrson alias Gattamelata alias Gatatouille ya no está aquí. Al mundo de los sueños y del duermevela, donde aún resuenan sus pasos mullidos y sus muchas voces, se llevó esos siete nombres. Y varios otros que el recato impide repetir. Y el último, el inefable, el que se dio ella misma y nadie sino ella conocerá jamás. L

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LITERATURA

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LABERINTO

AP

¿En este caso, las frases cortas, lapidarias, son parte de ese reto?

Obedece más a una apuesta estilística: traté de vincular la velocidad y el ritmo de lo narrado con la extensión de las frases; es decir, cuando hay tensión, las frases son más cortas, y cuando hay calma, las frases se alargan. Intenté vincular esa experiencia casi física de lectura con la velocidad de los acontecimientos. ¿A eso se debe la ausencia de diálogos?

Sí. La novela casi no tiene diálogos y los que tiene están integrados en el discurso narrativo. Antes de escribirla hice un experimento: tomé una novela policiaca que no me interesaba mayormente y leí solo los diálogos. No me perdí de nada. Entendí la historia. Lo que en términos de puesta en escena puede estar bien, en términos de dosificación narrativa está mal. Si los personajes dicen lo suficiente como para que no se necesite la prosa, algo no funciona bien. Tengo la impresión de que hay novelas policiacas mexicanas que están cayendo en excesos. Están más preocupadas por dotar a las historias de un folclorismo extremo, retratar el habla, que por plantear y desarrollar el asunto central.

Jorge Alberto Gudiño Hernández

“Con cada novela me planteo retos narrativos” Con Tus dos muertos, el novelista rompe las fórmulas tradicionales del thriller mexicano y se resiste a invocar al narcotráfico ENTREVISTA ERICK BAENA CRESPO

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l hijo de un político es secuestrado y es entonces cuando Cipriano Zuzunaga, un comandante caído en desgracia, para probarse a sí mismo o para enfrentar a sus demonios interiores, acepta el caso. Esa es la sinopsis de la más reciente novela de Jorge Alberto Gudiño Hernández: Tus dos muertos (Alfaguara, México, 2016). “Te acuestas con la esperanza de que te abrume un sueño líquido, sin matices. Tal vez así puedas dormir el resto de la noche. Como cuando eras poderoso, vivías acompañado y la cama no era un colchón de segunda”, se lee en la página 28. Narrador prolífico, locutor de radio, articulista y profesor universitario, Jorge Alberto Gudiño Hernández (Ciudad de México, 1974) ha publicado las novelas Los trenes nunca van hacia el este (2010), Con amor, tu hija (2011), con la que obtuvo el Premio Lipp de Novela, Instrucciones para mudar un pueblo (2014) y Justo después del miedo (2015). De su más reciente libro, el proceso de escritura y el género policiaco, habla en entrevista. ¿Cuál es la génesis de la novela?

A pesar de que no forman la parte central de lo que leo, me considero un lector entusiasta de novelas policiacas. Estaba escribiendo una novela muy diferente cuando, de pronto, Tus dos muertos se me ocurrió y, recelosa, se apoderó de mí. De una cosa estaba seguro: no quería hacer una novela policiaca tradicional. Nunca he leído ni conozco una novela policiaca escrita en segunda persona, de ahí mi motivación para escribirla. En ese sentido, ¿cuál fue el mayor reto narrativo que te impuso el uso de la segunda persona?

En este boom de ficción policiaca (novelas, series de TV y películas) parece que se compite por quién crea al asesino más despiadado. Yo no quería entrar en esa competencia. Tampoco quería crear al detective más fuerte, guapo y

poderoso. Y mucho menos su contraparte: al detective más atormentado de la literatura. Quería narrar desde dos asuntos formales: me interesaba que se configurara un cambio en el personaje, al margen de la resolución del crimen, y quería escribir una novela con el menor número de palabras posibles porque no me quería regodear con las escenas de sangre y violencia. El narrador en segunda persona es complicado, pero creo que los narradores en primera persona, en algunas novelas policiacas, se vuelven poco dignos de confianza, pues dosifican la información narrativa y con eso hacen un poco de trampa: ocultan lo que saben porque lo cuentan en pasado. Y, por otro lado, el narrador en tercera persona me colocaba muy lejos del personaje. Lo que me interesaba más era que hubiera un cambio en mi personaje, al margen de la resolución del crimen. Y eso me lo permitía el uso de la segunda persona. Cuando empiezas una novela ¿conoces el final?, ¿haces una escaleta?

Los finales de mis novelas, en casi todos los casos, los conozco a la mitad de la escritura; es decir, en el proceso de escribirlas. Si me llegaran al principio, de seguro ya no escribiría la novela. Escribo para descubrir qué va a suceder. He escrito todas mis novelas a mano. Y las voy transcribiendo conforme las escribo, no solo porque me aterra perder el cuaderno, sino porque me permite conservar el ritmo, tono y homogeneizar la prosa. Con amor, tu hija y Tus dos muertos tienen un estilo diametralmente opuesto, como si hubieran sido escritas por autores distintos. ¿Te dio problemas el cambio de tono?

No. Uno trabaja con el lenguaje y todo autor tiene una apuesta. Si bien la escritura se ha devaluado mucho —porque todo mundo dice escribir—, todo autor serio se preocupa por hacer algo con esa materia prima que es el lenguaje. Intenta hacer que sucedan cosas con él. Es algo tremendamente abstracto, pero así es. A mí me motiva, en cada novela, plantearme retos narrativos.

¿Tenías claro que querías alejarte del tema del narcotráfico?

No quería hacer historia sobre el narco, a pesar de que no soy ingenuo y no me compro la tesis gubernamental de que en la Ciudad de México no hay cárteles. Pero tengo la impresión de que en la última década el crimen que más ha castigado a la sociedad capitalina ha sido el secuestro. Es un crimen terrible y emblemático que me interesaba abordar. El personaje tiene una aparente homosexualidad reprimida. Un rasgo peculiar en un personaje detectivesco, aunque la novela no resuelve ese tema ni abunda en ello. ¿Qué fin dramático perseguía ese rasgo del personaje?

Me sirvió como distracción para poder llegar a otros problemas que tienen que ver con el pasado del personaje. Cipriano Zuzunaga se enfrenta con un montón de demonios internos. La novela trata de cómo va lidiando con ellos. Incluir esa característica me permitía generar tensión en la trama. También quería que el personaje, al margen del crimen, tuviera algún problema personal que resolver. Me interesa que mis personajes evolucionen. Desde tu punto de vista, ¿cuál es la salud de la novela policiaca en México?

El policiaco, como género, cobra más fuerza no solo en México, sino a nivel mundial. No por nada el éxito de los autores escandinavos de novela policiaca. Creo que en México el género ha gozado de buena salud, a pesar de sus altibajos, desde los años cuarenta. En México el detective se volvió antihéroe. Tengo la impresión de que el género, en la actualidad, busca ser solo un retrato social y eso, en ocasiones, provoca que se caricaturice un poco. No concuerdo con la idea de que el policiaco es un género menor. Es un género menor cuando se escribe menor. ¿Quiénes son tus autores predilectos de novela policiaca?

He leído policiaco toda mi vida, y eso que no soy ni pretendo ser un estudioso del género. No sé si predilectos, pero puedo citar a los que me interesan: Pierre Lemaitre, que con Irene escribió casi una genialidad, Thomas H. Hock, autor de Instrumentos de la noche, una novela llena de sutilezas, y Andrea Camilleri, que hace una caricatura bastante afortunada del género. También los suecos Jerker Eriksson y Hâkan Axlander Sundquist, el dúo detrás del pseudónimo de Erik Axl Sund, autores de la trilogía Persona, Trauma yCatarsis. ¿Qué le depara al detective Cipriano Zuzunaga?

No lo sé. No soy ingenuo: dejé el final abierto (a pesar de que el caso se resuelve) con el fin de sopesar la posibilidad de inaugurar una saga. No sé si me convertiré en un autor de novela policiaca, pero si eso ocurre trataré de intercalarlo con mis otras novelas. L


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sábado 13 de agosto de 2016

LITERATURA

Rocío Cerón

“En México hay poca crítica de poesía” WWW.ROCIOCERON.COM

Borealis ofrece más de una razón para hablar sobre las relaciones entre la poesía y las artes visuales y la pertinencia de las nuevas tecnologías ENTREVISTA MARCOS DANIEL AGUILAR

E

n el tomo primero de la Antología general de la poesía mexicana, Juan Domingo Argüelles hace un repaso de los poetas que han fincado la tradición. Van desde Nezahualcóyotl hasta los nacidos en 1950, como Efraín Bartolomé. En medio hay un cauce reconocible con figuras como Sor Juana Inés de la Cruz, Manuel Gutiérrez Nájera, Xavier Villaurrutia y Octavio Paz. En la introducción, señala que los nacidos a partir de la década de 1960 han fijado su escritura desde dos premisas: continuidad y ruptura de la tradición o celebración u oposición de ésta. Por tanto, afirma, hay una dispersión de formas y fondos en la poesía de la segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI, lo que provoca que haya una diversidad de plataformas. Rocío Cerón, nacida en la década de 1970, es un ejemplo claro de ello y acaba de publicar su más reciente libro, Borealis (Fondo de Cultura Económica, México), conjunción de poética visual y performática que no deja de caber en formato impreso. La poesía visual, la lectura con recursos digitales, ya es común. Eres representante de este movimiento. ¿Cómo iniciaste?

Hay gente que piensa que estoy acercándome a la multidisciplina o a la poesía expandida, pero no lo veo así. En 1995 hice por primera vez una instalación de poesía visual. Ese año participé en exposiciones colectivas, en Caja Dos, en el Museo Carrrillo Gil. E iba encaminando una carrera en sentido performático y de poesía visual. Participé en tres bienales de poesía visual con César Espinosa, pero siempre tuve este interés con el lenguaje. No sabía que estaba escribiendo poesía; sabía que estaba experimentando con el lenguaje, hasta que en algún momento alguien me dijo: “Esto es poesía y valdría la pena que te dedicaras solo a escribir”. Cuando comencé a hacer performance en 1996 en el Ex Teresa, otro poeta me dijo: “Si sigues con esto de lo performático no te van a tomar en cuenta, porque la poesía son letras”. Y me dediqué durante cinco años a leer y a escribir. A finales de 1996 escribí Basalto, mi primer libro, con el que gané la beca de Jóvenes Creadores en 1997, y con él me llegó el Gilberto Owen en 2001. Hasta ese momento tuve un entendimiento de la poesía, pero mis referentes seguían siendo del arte plástico. En los siguientes dos años publiqué muy poco. Saqué una plaquette, Soma, y un libro de prosa, Apuntes para sobrevivir al aire. Y en ese instante me pregunté: ¿por qué es tan puritana y conservadora la escena de la poesía en México? Y empecé a moverme con Carla Faesler. Juntas, en 2002, fundamos el colectivo Motín Poeta, donde formamos proyectos con música electrónica. Y después nos pusimos más experimentales e hicimos algo electroacústico con Manuel Rocha y Antonio Fernández Ros y grabamos Persona, un disco que se presentó en El Eco. ¿Qué te llevó a la interdisciplina, Internet ha sido un parteaguas para la poesía actual?

No sé si Internet fue el parteguas, pero sí permitió la visibilización de las piezas. Lo que creo y lo que tiene que ver con el origen es que el pensamiento interdisciplinar se realizaba hace miles de años. Ahí está Picasso o las vanguardias, pero aquí puedes hacer visuales e improvisaciones en vivo y una acción con una pieza, y eso lo permite la tecnología. Lo que no sé es que sin Internet esas piezas no llegarían hasta donde llegan. Ahora bien, creo que en México estamos dando pasos hacia atrás en lo que se refiere al uso de la tecnología y el pensamiento asociativo. Una de las piezas que más me ha impactado es Babel, de Gabriel Macotela. Tuvo

buena difusión en prensa y era una pieza escénica, sonora, y había poesía. Lo que no entiendo es cómo Gabriel Macotela y Yani Pecanins tenían un espacio en la Casa del Poeta, con una zona de libros de artista. Pero eso desapareció y la Casa del Poeta se volvió una cosa anquilosada que continúa hasta el momento. Y, además, hoy de pronto te das cuenta cómo autores que odiaban Twitter son súpertuiteros y cómo poetas que dijeron que nunca en la vida harían algo interdisciplinario ahora lo están haciendo. En su libro P / XXI/ 360º. Crematorio y estética de la poesía mexicana contemporánea , Alejandro Higashi dice que la característica de los poetas nacidos entre las décadas de 1970 y 1980 es que no tienen característica, que solo quieren romper, que siguen una “tradición de la ruptura”. ¿Qué piensas de esto?

Pienso que se quiere ser diferente y todo termina pareciéndose. Lo que ha sucedido es que se ha querido ser muy experimental y llevar el poema a la calle con el slam, hablar sobre la violencia en México al usar sonidos de balazos que amplifican lo que estamos viviendo. Lo que veo es que hay, por un lado, ciertas poéticas en boga: el mundo de los poetas cósmicos, el niño estrella que nace en el universo; luego están los poetas de lo ilógico, “cómo la actriz secundaria de la película iraní aparece en el poema y de pronto la actriz está en Perú”. Hay temas en boga, porque no hay una generación como tal, pero sí ciertas poéticas, que de lo mismo abrevan un autor nacido a finales de la década de 1960 que uno en la de 1990. Yo, que he sido jurado, he visto que cuando se pone de moda un poemario sobre el cáncer, aparecen dieciséis libros sobre ello. Se ponen de moda los 43 y hay 25 libros sobre ellos. Y los acercamientos no son distintos. Y esto es complicado porque ahora enfrentamos la hipervisibilización del autor. Si tienes mil likes en redes sociales, la gente piensa que tu poema es bueno y eso no es cierto. Es un arma de doble filo, porque las redes han permitido la visibilización y la democratización para observar y mirar todos los contenidos, pero no hay crítica. En México hay poca crítica de poesía. Lo que hay son grupos endogámicos que se leen y se celebran entre ellos.

Juan Domingo Argüelles también dice que en los poetas jóvenes sobrevive el sentido de gremio.

Son esos grupos que organizan sus lecturas, que se organizan como espacios. Son parcelas y se protegen entre ellos, se reparten las becas. Lo que me da terror es que ni siquiera se leen entre ellos mismos y son de la misma parcela. Eso ha pasado toda la vida. Pero también pasa que hay grupos que dicen “vamos a tomar el espacio público, hagamos videopoemas”. Lo curioso es que en 2003 y 2004, esos grupos nos pararon cuando lo hicimos. ¿No pasa porque ya no hay una imagen hegemónica como en su momento lo fue Octavio Paz?

Los herederos del tlatoani no llegaron, ahí se quedaron. No tienen la altura. Ya no hay una, sino tres, cuatro figuras que hay que escuchar. Pero ocurre que la narrativa ha construido opinadores. Pocos opinadores son poetas, casi todos son narradores. La poesía tiene otros movimientos, ríos subterráneos que activan cosas. A mí me interesa que se hagan festivales en espacios públicos, que se hagan clínicas de imaginación poética, de educación e interdisciplina, que sirven de laboratorio de experimentación. Tu nuevo libro, Borealis, parecería muy tradicional, textos acompañados con algunas imágenes. Sin embargo, es algo mucho más amplio.

Básicamente se trata de la escritura, que es eterna. Se sitúa un momento antes de que el hombre fuera hombre. Es una escritura que no solo tiene que ver con el lenguaje; es una escritura de murmullos, gestual. La escritura se da en la nieve, una escritura que regresa porque está en el agua, pero también en la estática de las auroras boreales, que es lo que puedes escuchar en el poemario: las pisadas, el aleteo, el tamborileo que modifica ese pequeño gesto que es la presión del aire. Es el tiempo continuo que se detiene pero que ante la suspensión corre en paralelo. Está ahí un anillo que vi en el British Museum o el momento en que los aztecas se hacían un orificio en la lengua. Todo está ahí: los 14 muertos y 36 heridos de la película de moda, cuando un tipo se metió a matar a la gente en el estreno de Batman. También está Islandia, que nos parece tan lejana, con esos glaciares y con la enunciación del aguanieve y los vocablos de la nieve. Islandia es la metáfora del espacio posible que es el continuum del tiempo y donde todo está sucediendo. Esto es sonoro y plástico. Es un poemario muy sensorial. L


LABERINTO

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A las afueras de El 18 de agosto de 1936, Federico García Lorca fue fusilado por el ejército franquista. Han pasado 80 años y nada se sabe de sus restos. Este ensayo, que apela a Luis García Montero y a la autoridad de Ian Gibson, el biógrafo lorquiano por excelencia, indaga en ese misterio y en las razones por las cuales la familia del poeta se opone a la búsqueda

ESPECIAL

VÍCTOR NÚÑEZ JAIME

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a última carta que escribió Federico García Lorca fue para Juan Ramírez de Lucas (1917–2010), un muchacho de 19 años que aspiraba a ser actor, con el que mantenía una relación amorosa y con quien planeaba irse a México. Se habían conocido en Madrid, donde el chico estudiaba Administración Pública y formaba parte del Club Teatral Anfistora, que se ocupaba de representar las obras de teatro del poeta y dramaturgo granadino. Mantenían su relación en secreto, sobre todo por la homofobia que imperaba en sus familias, y pensaban que al irse a México, lejos también de la crispación ideológica que los rodeaba, su vida personal y profesional mejoraría en todos los aspectos. Pero en la España de 1936 alguien era mayor de edad hasta que cumplía 21 años. Así que para poder viajar, Ramírez de Lucas necesitaba la autorización de sus padres. La pareja podría haberse fugado falsificando los documentos del menor, pues Lorca tenía los contactos necesarios para hacer algo así. No obstante, tenían la esperanza de que sus seres queridos aceptarían la relación y no pondrían ningún obstáculo para marcharse del país. Mientras García Lorca se fue a Granada para ultimar los preparativos del viaje, Ramírez de Lucas llegó a Albacete con el propósito de enfrentarse a su familia. Para animarlo, la mañana del 18 de julio de 1936, todavía sin saber que el general Francisco Franco ya había iniciado el Alzamiento Nacional (el golpe de Estado que desencadenaría la Guerra Civil), el autor de Bodas de sangre le escribió una carta a su novio. Enseguida la dobló y la metió en un sobre junto con una flor de jazmín y la llevó a la oficina de correos. Cuatro días después, gracias a que las comunicaciones entre la zona “republicana” y la “nacional” aún no se habían interrumpido, la carta llegó a las manos de Juan Ramírez de Lucas. “Juan: es preciso que vuelvas a reír. A mí me han pasado también cosas gordas, por no decir terribles, y las he toreado con gracia”, se lee en el documento guardado en una caja de madera durante más de 70 años, hecho público en 2012 por las hermanas del muchacho que acabó dedicándose a la crítica de arte y a la arquitectura y que, hace ahora 80 años, vio frustrado su proyecto de vida al lado de García Lorca. Porque días después de haber enviado aquella carta, fue detenido por los golpistas y fi nalmente fusilado la madrugada del 18 de agosto de 1936 “por rojo y maricón”.

En las últimas cuatro décadas, luego de que durante la dictadura franquista fuera un “tema incómodo” y, por ello, poco abordado, cada noticia sobre la vida, la obra, el archivo, los amores, el fusilamiento y la búsqueda de los restos de Federico García Lorca sacude a España y repercute a nivel internacional, pues se trata de una figura que para muchos es “la más popular de la literatura española del siglo XX”. El universo lorquiano, compuesto por una biografía llamativa y por obras de teatro, poemas y ensayos en los que prevalecen el drama y la tradición popular, es atractivo para el público lector y para los especialistas debido a su capacidad creativa, al reflejo de situaciones y temas cotidianos y a las interpretaciones a las que se presta. Ian Gibson, un irlandés colorao nacionalizado español, lleva medio siglo ocupándose de García Lorca. Aprendió nuestra lengua en el Trinity College de Dublín, su ciudad natal, y el día en que se topó en una librería con un ejemplar de Romancero gitano sintió que había una conexión especial entre Irlanda y Andalucía. Vino por primera vez a España en 1957 y quedó fascinado con un país “lleno de secretos y enigmas”. Seis años después volvió y pasó una temporada en Granada recabando información sobre García Lorca, la cual le permitió escribir el embrión de lo que luego se convertiría en la biografía más citada del poeta. En 1978 se instaló definitivamente en España donde, además de ocuparse del autor de La casa de Bernarda Alba, también rastreó las vidas de Salvador Dalí, Antonio Machado y Luis Buñuel. “Podía haber sido Baudelaire, pero fue Federico quien me arrolló con su deslumbramiento. No sabría decir exactamente por qué. Fue algo muy íntimo, muy profundo, lo que su poesía me revelaba. Tenía que ver con lo atávico, con algo primitivo, instintivo. Porque es un poeta eminentemente telúrico. Debe ser que me enseñó tanto a detectar como a querer liberarme del ambiente puritano que viví de niño en una familia protestante rodeada de un país católico”, reflexiona ahora el hispanista que ha escrito Vida, pasión y muerte de Federico García Lorca, Lorca–Dalí, el amor que no pudo ser, Ramón Ruiz Alonso. El hombre que delató a García Lorca, Lorca y el mundo gay y Poeta en Granada. Cuando en 2008, amparado en la Ley de Memoria Histórica que permitía la búsqueda de los restos de las víctimas de la Guerra Civil y de la dictadura de Franco, el juez Baltazar Garzón ordenó la exhumación de la fosa común en donde se sospechaba que había sido enterrado Federico García Lorca, los investigadores utilizaron como guía los datos que Gibson apuntó en Vida, pasión y muerte de Federico García Lorca, obtenidos gracias al testimonio de Manuel Castilla Blanco, alias “Manolillo el comunista”, quien afirmó ser el enterrador del poeta y de las otras tres personas junto a las que lo fusilaron, Dióscoro Galindo, maestro de escuela, Francisco Galadí y Joaquín Cabezas, banderilleros: en una barranca ubicada entre los pueblos granadinos de Víznar y Alfacar, debajo de un olivo. Ahí, en 2009, las excavaciones se llevaron a cabo en un área de casi 300 metros y… no se encontró ningún hueso. Pero más que el fracaso de la búsqueda, lo que de verdad sorprendió en aquel momento a la opinión pública fue que la familia Lorca se opusiera “rotundamente” a la exhumación. En un comunicado de prensa dijeron que respetaban los derechos de todas las víctimas de ese periodo, pero que no querían que la exhumación se convirtiera en un “espectáculo mediático” y que deseaban que los restos de García Lorca reposaran para siempre en aquella barranca. En 2014, sin embargo, se efectuó otra excavación en ese mismo lugar de la provincia de Granada, pero el trabajo se quedó a medias sin que se aclararan los motivos (trascendió que se debía a que la nieve invernal dificultaba el trabajo y que, además, el presupuesto destinado a la causa se había terminado) y, en consecuencia, tampoco hubo resultados satisfactorios. A manera de consuelo, un año después, en 2015, se hizo público un informe que no dejaba dudas sobre la responsabilidad política del ejército franquista en la detención y asesinato del escritor (acusado ahí de “socialista, masón y homosexual”), algo muy importante porque, durante los casi 40 años de dictadura, el gobierno del Generalísimo eludió una y otra vez su implicación. “Esos papeles dan idea del problema que representaba la muerte de Lorca para el régimen franquista desde el mismo momento en que se produjo. Si ese informe policial se hubiese llegado a publicar entonces, pondría en evidencia que


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Granada

Federico García Lorca y Salvador Dalí

lo que habían afirmado hasta ese momento, que no tuvieron nada que ver, que fue un muerto más de los enfrentamientos armados, era falso”, explica Ian Gibson. Se tiene planeado que este 2016, el año de las ocho décadas del fusilamiento, se realice la que será la tercera excavación para buscar los restos mortales del hombre que llevó el teatro a buena parte de España con su compañía La Barraca: un varón, de 1.68 de estatura, con un defecto en los pies y un cráneo más grande de lo normal. Si todo sale como se espera, el próximo septiembre un equipo de forenses hallará por fin sus huesos, en un radio de 160 metros cuadrados de tierra seca. Esta vez no se basarán en la biografía que hizo Ian Gibson, sino en el libro Los últimos días de García Lorca, escrito por el investigador granadino Eduardo Molina Fajardo, en donde se le da mayor relevancia a los testimonios de quienes estuvieron relacionados con la ejecución. Por eso, ahora el lugar elegido para poner a funcionar la máquina excavadora se encuentra a unos 400 metros del olivo referido por “Manolillo el comunista”. “Si esta vez lo encuentran ahí, no sentiré envidia ni resentimiento. Me alegraría muchísimo que apareciesen los restos de Lorca, aunque no fuera en el sitio que a mí me señaló Manuel Castilla hace 50 años, algo que por cierto yo sigo creyendo. Pero si no están ahí, hay que seguir

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DE PORTADA

pues es una torre de ese color, que contrasta con el estilo del casco antiguo de la ciudad de la Alhambra) tuvo un costo de 25 millones de dólares y se iba a inaugurar hace exactamente un año. Pero se puso en duda la gestión de la familia, que no aclaró a qué fue destinada una parte del presupuesto aportado por el Estado español para levantar el edificio y, además, se negó a trasladar hasta allí los manuscritos, dibujos, partituras, libros y obras de arte que pertenecieron al autor de Yerma, un acervo valuado en 22 millones de dólares. Hubo rumores, negados por Laura García Lorca, de que querían vender todo ESPECIAL eso a alguna universidad de Estados Unidos. Por ello, el Ministerio de Cultura, a través de la Comunidad de Madrid, se apresuró a declarar al Fondo García Lorca como Bien de Interés Cultural. De esta manera, el legado quedó “protegido” y ahora no puede venderse ni salir de España. Por si todo esto fuera poco para la familia, la obra de Federico García Lorca pasará a ser de dominio público y, por ley, los herederos dejarán de recibir dinero por derechos de autor. Ajeno, pero pendiente de todas estas situaciones, el poeta y novelista Luis García Montero acaba de publicar Un lector llamado Federico García Lorca (Taurus) en el que, a través del repaso de los textos y escritores que formaron a su admirado paisano, hace un perfi l intelectual. “Somos aquello que hemos leído”, afirma en su libro y explica que lo ha hecho “para entender mejor los motivos de su escritura y el equipaje de su formación literaria. Desde que oyó por primera vez a su madre leer en alto a Víctor Hugo hasta que encontró una voz sazonada con las Suites y el Poema del cante jondo, el joven escritor fue buscándose, preguntándose por sus palabras como un modo de entender su propia identidad, las relaciones de su yo con el mundo en que vivía. Como es lógico, los libros y los autores que fue habitando le ayudaron a situar los conflictos de su intimidad”. Luis García Montero era un adolescente cuando iba con frecuencia a la casa de Federico García Lorca. Habían pasado más de tres décadas del fusilamiento del poeta y la casa permanecía cerrada, “como si fuera una metáfora de una ciudad que había sido liquidada por la Guerra Civil”, recuerda ahora. El futuro poeta entabló entonces amistad con María y Evaristo, los cuidadores de la vivienda, y ellos lo dejaban pasar. Así que el muchacho llegaba con la devoción del que va al lugar sagrado y entraba con mucho cuidado, “y un respeto casi reverencial”, al dormitorio del autor de Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores. “Me ilusionaba pensando en que ahí García Lorca había escrito sus poemas. Todo estaba como él lo dejó: su escritorio, sus libros, los dibujos de Picasso, de Alberti, sus cosas”. A partir de un ensayo de Pedro Salinas, titulado Defensa de la lectura, García Montero identifica en su nuevo libro a Federico García Lorca como un lector y no como un leedor (“alguien que resbala con prisas sobre un libro”). “García Lorca fue un Ita crius etori perfec virita pullatid ca octur autor culto, buscó con pasión los libros que le ayudaron a ser dueño de su voz”, subraya, y enseguida recurre a cartas, biografías, ensayos y estudios fi lológicos para demostrar esa tesis y comprender “las raíces de su formación estética, el valor que la lectura tuvo a la hora de asumir los confl ictos de su identidad, su relación con la sociedad y las características de su propio mundo literario”. La educación literaria de García Lorca, quien solía decir que “si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle, no pediría un pan sino medio pan y un libro”, fue producto de las visitas a bibliotecas y librerías y de las recomendaciones que le hacían. “Si la lectura de Hesíodo, Platón o Shakespeare le sirvió al poeta buscando. Creo que el sitio con más posibilida- para establecer la dinámica de sus conflictos en el escenario des estaría a 150 metros de donde excavaron en de la alta cultura, la apuesta por Ibsen, Maeterlinck y Verlaine 2009. He revisado mis apuntes y grabaciones y le permitió, además, adentrarse en el mundo simbólico y en el sigo pensando que está enterrado muy cerca de poder de lo callado. Estas lecturas, como las de Oscar Wilde, Alfacar, pero no tengo inconveniente en que se Rubén Darío, Antonio Machado y Juan Ramón Jiménez, facilitainvestiguen otras posibilidades. Hay que seguir ron un diálogo íntimo en el que Federico García Lorca encontró todas las pistas”, agrega Ian Gibson. No obstante, su sentido a la hora de escribir. El joven habitó sus libros para la familia Lorca ha reiterado una vez más su deseo negociar su propia identidad consigo mismo y con el mundo”. de que los restos se queden ahí. En teoría, una De la suma y la mezcla de esos libros y autores estaba hecho cosa sería encontrar los el escritor que solían recitar en medio de sus conrestos del poeta y otra ciertos las cantantes Lola Flores y Chavela Vargas. exhumarlos, porque Los manuscritos, Porque, como dice el propio Luis García Montero en este ensayo de más de 200 páginas, “una perpara esto último se nedibujos, partituras, libros sona hace suya la literatura cuando busca en ella cesitaría la autorización y obras de arte que de la familia. Pero las pertenecieron al autor de los sentimientos y las razones que le sirven para autoridades andaluzas Yerma están valuados en comprender el sentido de la verdad en su vida. Un han aclarado que, en 22 millones de dólares poeta busca en la tradición el abono que le sirve caso de hallarlos, ellos para nutrir su propio mundo”. actuarían “de oficio”, Esa cosmogonía formada por lecturas, escritura, pues es su obligación identificar todo lo que en- viajes, amores y amigos fundamentales para la cultura contemcuentren, “en beneficio de la memoria histórica”. poránea de España (Dalí y Buñuel, por mencionar solo a dos) Mientras eso ocurre, los herederos de Lorca, se vio abruptamente frenada en el verano de 1936, cuando se encabezados por la sobrina, Laura García Lorca, llevaron detenido a García Lorca a un caserío llamado La Colonia, se han visto envueltos en otra polémica: el control donde solían organizarse campamentos de verano para niños del archivo del poeta y de un edificio de 4 mil 500 y que los franquistas transformaron en una prisión–antesala metros cuadrados, construido en pleno centro de de la muerte. Apenas unas horas después de su aprehensión, la Granada, a unos pasos de su vetusta catedral, para madrugada del 18 de agosto, un pelotón de seis soldados se lo albergar el Centro Federico García Lorca. La obra llevó, junto a sus tres compañeros de encierro, a una barranca arquitectónica (literalmente un “elefante blanco”, a las afueras de Granada. Y ahí lo fusilaron. L


LITERATURA

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LABERINTO

Hace cien años nació la reina más pobre De la mano de la autora de Con él, conmigo, con nosotros tres se va perfilando la figura deslumbrante de Elena Garro, quien lo mismo amó sin cortapisas y ejerció a manos llenas el don de la seducción que padeció la hecatombe de la edad al lado de sus gatos RETRATO MARÍA LUISA MENDOZA marialuisachinamendoza@yahoo.es

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Ha muerto la reina más pobre. Lloro al ver su viejo gabán… Elena Garro

e sigue Elena Garro por toda mi casa; irremediablemente pienso en otro tiempo, otro México, otra luz donde éramos hermosas ambas porque nos aluzaba la juventud. Un halo. Y no fui su amiga íntima y me pregunto si la tuvo, porque Elena pertenecía a los personajes de novela solas aún protagonizando sola pues una historia de amor y más aún siendo Octavio Paz tan contundente en opuesta estancia en la tierra. La pienso antes de España, mirando los ojos azules del pretendiente que no quiso perderla por nada de este mundo. Ante su actitud final, esa especie de odio que brota como un inesperado aisberg en mitad de la recámara de los esposos, puedo explicarme su obstinado amor escrito para él nada más, y la gran solución a la soledad que le estaba destinada como a todos nosotros… Fue la compañía de esa muchacha linda, girita, bailarina, asombrosamente mexicana siendo al mismo tiempo europea, y sobre cualquier cosa tan visiblemente feliz, alegre, traviesa, pícara y culta, además bonita, ¿qué más pedirle a la vida? Era una mujer para lucirla, y no entiendo en el montón de libros qué palabras que no me hagan notar ese encanto, el don de la seducción en ella, volver cualquier trapo traje de gala, hasta la debacle final terrible, es la que no comprendo de parte de él… ¿Cómo pudo? Me sigue Elena con su abriguito y el cabello rubio al aire rumbo a Europa. En su destino, éste apogeo ha de ver sido una sorpresa fantástica, como ver realizados los cristales que imaginaba en medio del terregal de su casa de niña, tan casa de México, llena de animales, flores, comidas exquisitas y sus hermanos con los que jugaba todo el tiempo y habrá mucho más imaginado. Soy de los lectores de la vida prodigiosa de Elena Garro bien conocida, como Deba, hermanita compañera de maldades y frutas cortadas impunemente de los árboles propios o ajenos. Deba simboliza en mucho a quien sería su verdadera hermana en la vida real: Elenita, “la otra Elena”, la Chatita, su única hija de cuando la pareja Paz era feliz, si ocurrió algún tiempo. Sobre la Chatita habrá que escribir muchos cuentos, es un personaje enorme y doliente de cuento cruel e increíble, porque siendo la niña maravillosa de los buques, las ventanas del universo, los horizontes en muchos idiomas, terminó en un estado asombroso de decrepitud y enfermedad. Yo supongo que si Octavio hubiera visto a su hija en el estado en que yo la vi, sucia, hilachienta, sin un ápice de aquella adorable niña bonita, inmersa en la pobreza y el hambre y bendecida por sus gatos (los hijos adorados que le heredó la gran solitaria que fue su madre) Octavio hubiera caído de rodillas ante la parte responsable de tal ruina y su petición de perdón lo redimiría del egoísmo y el inconmensurable pecado de soberbia.

Miré a Elena Garro como un cromo en sepia, adorada por los pobres más pobres de la tierra: los animales y los campesinos. Si algo tuvo a pesar del embate de la vejez que no es como la que le cayó encima (aquí entre nos nunca se parece la realidad de los estragos de la edad a lo apenas imaginado por quien vive y alcanza la desdicha de ver aparecer en sus manos, para empezar, eso que hoy se llama “tercera edad”, es decir que la realidad es infinitamente peor, el acoso terrible). La conocí deslumbrante, como un reflector de inauguración, y constaté en fotografías gracias a Dios y no en persona, su miseria de camisón raído apretada por el calor de una ciudad tropical apenas parecida por el clima a su estar en la tierra de su infancia. O la de su madre con el puño apretado de la selva y la compañía clara del agua. Elena grande tuvo un hogar verdadero con madre y padre y hasta un cuadro al óleo de Napoleón en los muros del comedor, listo para sacar la mano del pecho y darle un sopapo a la niña si no comía lo que le servían. Era su preciosa imaginación. Estoy segura que Elena Garro sí se enamoró de Octavio Paz, de su buena percha diría su padre español, de su señorío y cultura… Para ella, lectora irredenta significó un descubrimiento. Ya en Europa los grandes personajes la hicieron afianzar su matrimonio, aunque el uso, la codería amorosa del marido, y ante todo el desaliño del amor, su envidia ante el talento de la chica mexicana echaron todo por la borda. Elena careció de la pasión en el sexo marital, y también de la familia del consorte. Yo la pienso en la casa enorme de los padres de Octavio, la hermosura de él, y la indiferencia de sus parientes cercanos. Para Elena, acostumbrada a la casa, el juego, los árboles, los animales, los libros del padre, aquella lejanía, el desdén de los Paz habrá contribuido a su propia lejanía y a la entrega a la literatura a escondidas y la defensa sin tregua por los pobres de su patria. Las mujeres comprendemos mejor que nadie la humillación de la espalda del hombre, el silencio, el vivir otra línea del riel del tren que soporta el casamiento. Quizá nos desamoramos, pero lo que es verdad es el territorio ácido del coraje, de la ira, del hundirnos sin él, sin él, como dice la canción. Elena Garro aceptó, escogió, se quedó sin él y se fue con su hija Elenita a rodar el mundo… huyendo Lola. Lola fue su gatita neoyorkina, hija de las dos Elenas, camarada del rasgador frío de la soledad y sin dinero. Elena se volvió a enamorar, es verdad, pero su alma estaba tocada, partida, era inservible y los hombres que escogió más aún, peor aún. Yo no estoy para contar su existir ni ustedes para oírlo de mí. Solo puedo decir que he descubierto la poesía de Elena Garro en su plenitud gracias al tomo recopilado por Patricia Rosas Lopátegui a pesar de todas las tormentas vistas y sufridas por ella en la aventura en la que entró al enamorarse como nadie de la obra de Elena Garro. Ha sido una lucha tenaz, de heridas y combates, picaduras de avispas, hasta de parientes viles y ambiciosos. Este año estamos celebrando el centenario del nacimiento de Elena Garro. Sí la agarró a la Garro la hecatombe de la edad, pero su obra literaria crece sin la injuria del tiempo, algo así diría Sor Juana Inés de la Cruz, con la cual ha de convivir allá arriba al lado del Señor a quien no lo perturba nada, sabe y escribe Santa Teresa de Ávila. BARRY DOMÍNGUEZ/ CNL-INBA Entre escritoras te veas. L


MILENIO

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BAILANDO EN LA OSCURIDAD KARL OVE KNAUSGÅRD Anagrama España, 2016 538 pp. Volumen número 4 de la saga Mi lucha del narrador noruego que a punta de “sinceridad” y “veracidad”, él dice, ha hecho de su autobiografía un auténtico fenómeno comercial. En esta entrega, el protagonista ya superó la infancia, la pubertad y la adolescencia cuajadas de truculencias y paradojas familiares, y entra a los dieciocho años bajando de un avión que lo acerca a su destino, un pueblo al norte de Noruega llamado Háfjord, donde da clases y lleva a cabo, al fin, su proyecto vocacional: ser escritor. Sin embargo, hasta en el paisaje bucólico más bello, aún hay desafíos que enfrentar.

AZUL COBALTO BERNARDO FERNÁNDEZ Océano México, 2016 314 pp. Lizzy Subiaga emprende una guerra en Sinaloa para vengar a un capo asesinado y a la par ingresa al mundo del robo, la falsificación y el tráfico de obras de arte. Mientras tanto, Andrea Mijangos inicia sus propias indagaciones y sigue la pista de unas esculturas que han desaparecido como por arte de magia. Con estas líneas argumentales, BEF emprende una novela en la que lo más refinado de la socialité mexicana se codea con lo más vulgar y despiadado. El thriller pone toda su confianza en los diálogos rápidos y en un sentido del humor que nace espontáneamente.

MÁSCARA DE OBSIDIANA MARCIAL FERNÁNDEZ Ficticia México, 2016 178 pp. En el Casco Antiguo de la Ciudad de México han resucitado los canales por donde ahora transitan lanchas con motores fuera de borda, y la nota roja sigue siendo moneda corriente. Bajo tales premisas, el veterano periodista Tonatiuh Cuauhtli y su asistente Itzel Luna chapotean después de lanzar la falsa noticia de que la máscara de Tezcatlipoca ha sido robada del Museo Nacional de Antropología. La chapuza arroja a la pareja a un tiempo en el que conviven el presente y los resabios del pasado prehispánico que exigen sangre como prenda de la pervivencia del orden cósmico.

FIGURAS HUMANAS LUIS JORGE BOONE Alfaguara México, 2016 178 pp. Los 18 cuentos reunidos en este volumen comparten un ambicioso propósito: dar cuenta de los mil rostros con los que se presenta el amor. De esta manera, hallamos lo mismo el relato de los primeros pasos en el sexo que las tribulaciones de un viudo o el ya nada escandaloso propósito de intercambiar parejas. No es una sorpresa comprobar que Boone puede alcanzar un sinfín de registros y adaptarse a las exigencias del estilo que impone cada historia. Sorprende la inclusión de un intermedio, “Poemas de Vinci”, con una clara proyección lírica.

STRINDBERG. DESDE EL INFIERNO JORDI GUINART Funambulista España, 2016 396 pp. Primera biografía en español de uno de los dramaturgos más importantes de la historia y responsable principal de la renovación del teatro sueco y la dramática moderna. Su autor, el barcelonés Jordi Guinart, no solo es un apasionado de la obra strindbergeana sino bibliotecario, periodista, documentalista e impulsor del fondo único de fanzines europeos. Para la escritura de esta obra tomó en cuenta una amplia bibliografía, hemerografía y webgrafía, con la que ensambla de principio a fin la historia de vida del gran (y complejo) autor de El salón rojo, Inferno y Banderas negras.

F U EG O

EN LIBRERÍAS

L E N TO ×

AGUA CORRIENTE

Antonio Ortuño Tusquets México, 2016

Aquí manda el creador ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

H

ay innumerables razones por las que deberíamos leer Agua corriente, una personal selección de cuentos dominada sobre todo por la justeza irónica y la necesidad de hacer palpables ciertos miedos que rara vez nos atrevemos a nombrar por escrito. Hay innumerables razones pero me atengo únicamente a dos de ellas, no tanto porque sean las más visibles sino porque alientan una estética que podría extenderse a las novelas de Antonio Ortuño. La primera tiene que ver con la atracción que ejerce aquello que deseamos calladamente y sin embargo se presenta en forma de amenaza. Como se complace en decir el protagonista de “El Grimorio de los Vencidos”, cuya trascendencia se mide por el contraste que establece entre la ilusión y el desengaño, “Ciertas desgracias favorecen el alma”, es decir, nada igual a descubrir que nuestra mujer se ha metido a nuestra cama con otro para comprobar de este modo que anhelábamos esa revelación con un inconfesable entusiasmo. O como advierte el joven crápula que conduce el cuento que da nombre al libro: la aspiración a merecer el cariño del padre ausente, y más tarde recobrado, no es sino el impulso de verlo humillado. Llegamos así a la conclusión de que la narrativa es una comunidad donde cada uno de sus miembros aspira a obtener lo que en apariencia considera lejos de sus ambiciones. O dicho en otras palabras: Ortuño revela que los auténticos personajes literarios son marionetas que responden a las órdenes de su creador y no a eso que se ha dado en llamar “vida propia”. La segunda razón se asienta sobre la índole camaleónica de un estilo que no se distrae mirándose al espejo sino que se vuelca hacia el mundo. Antonio Ortuño domina casi cualquier registro (no el desahogo introspectivo ni el exhorto amoroso, por lo visto). Puede parodiar a Sherezade mientras aplaza el día de su muerte (“Historia del cadí, el sirviente y su perro”), incursionar en el terror que se manifiesta a través del arte conceptual (“Ars Cadáver”), tensar las cuerdas del melodrama familiar (“Pseudoefedrina”), mofarse de la grandilocuencia de los discursos patrioteros (“Historia”), apropiarse de la sensibilidad decadentista que exaltó el conde Huysmans (“El jardín japonés”), reelaborar las pesadillas milenaristas de la ciencia ficción (“La Señora Rojo”) o transformar la jerga de los expedientes médicos en una apología del individuo radicalmente libre (“Boca pequeña y labios delgados”). El hecho de que Ortuño se mueva con igual suficiencia en la novela y el cuento —con leyes tan distintas como las que gobiernan la física y el reino animal— no es trivial. Supone un dominio de la ficción como el arte de transmutar el yo en una imagen del mundo. Y el mundo es cruel y sarcástico y no tiene llenadero: siempre quiere más, aunque para alcanzarlo deba borrar toda traza anterior y refundarse. L


CINE

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LABERINTO

ESPECIAL

Miguel Núñez

“Los hechos nos cambian como seres humanos” Levantamuertos mira el encuentro cotidiano con la muerte en el norte del país, una muerte que no tiene que ver con el crimen organizado ENTREVISTA

HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com

D

ecir que en Mexicali el calor es mortal no es una exageración. Las altas temperaturas son todo un tema y para los habitantes de la región son más agobiantes que la migración y el narcotráfico. Con el propósito de desmarcarse de los estereotipos, Miguel Núñez filmó Levantamuertos, una comedia en la que cuenta la historia de Iván (Daniel Galo), joven entrenado en las instalaciones del forense para recoger todo tipo de muertos, no nada más los ocasionados por el crimen organizado. Levantamuertos rompe con los temas predominantes de las ciudades fronterizas.

Quería hacer una película sobre Mexicali, una de las ciudades más calientes del país. No me interesaba caer en el lugar común de la migración o el narcotráfico; preferí enfocarme en quienes mueren a causa del calor. Eso me llevó a entrevistar a quienes trabajan recogiendo los cadáveres en el Servicio Médico Forense. Una vez definida la idea, adapté un fragmento de una obra de Ángel Norzagaray, lo que dio pie al personaje de Rosa, la contraparte del protagonista. Dicen que cuando la violencia se apropia del lenguaje ya se apropió de todo. El concepto del término “Levantamuertos”, casi por acto reflejo, remite al crimen organizado.

Por lo mismo, no me interesaba abundar en la violencia a la que estamos expuestos. Por eso busqué otro tipo de muertes. Si te soy sincero, al entrevistar a trabajadores del Forense descubrí que el crimen organizado no es la principal causa de muerte; hay otras circunstancias.

En la historia vemos al protagonista al borde de la muerte, si no suya, sí de quienes lo rodean.

La película remite constantemente a la muerte. Primero por su trabajo, pero después en lo personal. Al final se emociona cuando, entre unos cuerpos tirados, descubre que un sujeto está vivo. Su emoción va más allá de si es un delincuente o no. ¿En el norte predomina el estigma del narcotráfico?

Aunque al final lo toco de manera tangencial, creo que existen otras cosas y hay elementos más allá de lo que vemos todo el tiempo. El migrante y el narcotráfico están sobreexplotados en el cine. Por eso Levantamuertos es un filme localista. Esto me permitió darle un carácter único a la película. ¿Sobreexpuesto el tema del narco?

Tanto en las películas como en las series de televisión. Sin duda es un tema existente, pero en los medios se ha puesto de moda. No niego que exista y tampoco se trata de decir que vi-

HOMBRE DE CELULOIDE

vimos en un paraíso, pero hay otras formas de mostrar al ser humano en situaciones límite. El humor es un rasgo importante en la película.

Fui consciente del humor hasta que confronté la película con el público. En términos de dirección tuve mucho cuidado de que el humor y las situaciones fueran reales. Hay quienes me comentan que les parece increíble que la gente se manifieste ante la CFE por los altos precios de la luz. En tiempo de calor la tarifa puede alcanzar hasta dos mil pesos y si a alguien se la cortan, se puede morir. Plantea a su protagonista como un personaje en permanente búsqueda e incompleto. ¿Por qué?

Es un joven al que le falta algo. Quería mostrar el desarrollo de un personaje al que durante la historia le suceden cosas que le mueven el tapete. Todo ello contribuye a una transformación. Al final, creo que la película trata sobre la manera en que los hechos nos cambian como seres humanos. L FERNANDO ZAMORA

@fernandovzamora ESPECIAL

Filmar la realidad

J

afar Panahi se define a sí mismo como creador de un realismo sórdido. Lo hace en Taxi Teherán, película ganadora del Premio de la Federación Internacional de la Prensa en 2015. El realismo sórdido es una definición del comité de censura iraní que dice que si la realidad es suficientemente siniestra no debe ser filmada. Los términos “siniestro” o “sórdido” tienen la ambigüedad que busca cualquier régimen totalitario. ¿Es sórdido un niño que mendiga? ¿Un vendedor de películas pirata? ¿Una activista política a quien el régimen ha detenido y que juega a “hacer un papel” en este falso documental? En efecto, Jafar Panahi utiliza éste que se ha vuelto el método más artificioso para hacer películas baratas, el falso documental. La técnica ha sido banalizada por pequeños autores que quieren saltar rápidamente a la fama sobre todo en el cine de terror. A fines del siglo pasado se filmó una película que con poca inversión consiguió mucha fama. El proyecto de la bruja de Blair fue el primero en una marisma

de obras menores con una técnica que se remonta al programa radiofónico en que Orson Welles, en 1938, hizo creer a sus radioescuchas que los alienígenas habían conquistado el mundo. Después de aquel programa y algunas excepciones tan notables como Zelig, de Woody Allen en 1983, la técnica se fue abaratando en todos sentidos hasta que el año pasado Panahi la retomó. Cámara graba una calle de Teherán. Un hombre la gira hacia sí mismo. Estamos en un coche. El hombre pregunta al conductor ¿qué es esto?, ¿me estás filmando? Por un instante tenemos la desagradable sensación de estar viendo uno de esos pretenciosos trabajos de estudiantes de cine o comunicación, pero pronto la película comienza a interesar y uno se da cuenta de que la diferencia entre los autores del Nuevo Cine Iraní y los cineastas improvisados estriba en tener algo que contar. En realidad, con esta película, Panahi lleva adelante el neorrealismo italiano, el movimiento de cine independiente más importante del mundo que surgió, como se sabe, en Roma después

Taxi Teherán (Taxi). dirección: Jafar Panahi. guión: Jafar Panahi. fotografía: Jafar Panahi. con Jafar Panahi, Hana Saidi, Nasrin Sotoudeh. Irán, 2015.

de la Segunda Guerra Mundial. El neorrealismo anima a los artistas a hacer cine con pocos recursos: mirando a la realidad, haciendo con ella una “nueva realidad”. La realidad filmada. Así, cuando el comité de censura iraní decide prohibir la filmación de la realidad si ésta es sórdida, lo que quiere es acabar de raíz con el magnífico cine que se ha hecho en su país después de la revolución de los ayatolas. Resulta paradójico que un régimen como éste quiera destruir una de las pocas creaciones por las que, en el futuro, será

recordado. Como la Rusia soviética, Irán educó a su pueblo y luego quiso que le obedeciera a ciegas. Pronto ayatolas y socialistas se dieron cuenta de que educar realmente no enseña a obedecer a ciegas. Al contrario, tanto la educación socialista como la educación de los ayatolas dieron lugar a artistas que terminaron por jugarse la vida por amor al arte. Taxi Teherán es una buena película. Lo es porque demuestra que sigue siendo posible filmar con pocos recursos. Lo que realmente se necesita es talento. L


MILENIO

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sábado 13 de agosto de 2016

ESCENARIOS

ESPECIAL

Clase de música en Las Lomas Nueve amigos se reúnen para experimentar la rabia, el encanto y lo inexplicable a partes iguales VIBRACIONES

HUGO ROCA JOGLAR hrjoglar@gmail.com

P

rimero es la guerra… Termina la Quinta Sinfonía (1943) de Ralph Vaughan Williams (1872-1958). Desconcierta la siniestra tranquilidad que la atraviesa. Habla sobre destrucción, habla sobre asesinatos, y sin embargo por momentos suena tan plácida que es posible imaginar a una familia que descansa risueña sobre la alta hierba de la campiña inglesa. —No me gusta nada; no le encuentro ni un solo sonido interesante— Omar vivió en Barcelona la Guerra Civil y en 1939 se mudó a París para vivir la Segunda Guerra Mundial. No va a tolerar que un compositor le hable así, introspectivamente, sereno e inmóvil, como si estuviera adormilado, sobre la guerra—. Es la música más aburrida que he escuchado en toda mi vida. Nueve amigos jubilados me han contratado para que dos miércoles al mes les ponga música. Siete mujeres y dos hombres. Los aterra la idea de perder la costumbre de reunirse, y la música —tener a un maestro— es el pretexto —hermoso e inagotable— para seguir viéndose. Rotan las casas y el anfitrión en turno adquiere la obligación sensual de —tras la clase, a las 11 de la noche— ofrecer una cena con vino. —Vaughan Williams, en su Cuarta, retrata el estruendo mecánico de la guerra: un horror ruidoso, sin tregua, de fuego y llanto y destructivas herramientas. En la Quinta, en cambio, el retrato es sobre cómo la maldad endurece sin emociones, lenta, muda, fría, oscura, el corazón humano. —Este inglés podrá decir que quiso resolver el misterio de la Trinidad. Lo único real es que en más de 40 minutos no pudo construir, ya no digamos un pasaje original, sino ni siquiera interesante —Mercedes, la esposa de Omar, me mira con noble malicia. Le encanta la música, y también, cuando el sonido la molesta, le encanta provocar revueltas—. Es un compositor aburridísimo, de esos farsantes, y lo digo con todo respeto, que impresionan con discursos de sonoros pedos para luego cagar aguado.

Ralph Vaughan Williams

La sesión de esta noche se celebra en el departamento de Eloísa: piso 12 en un edificio de Sierra Fría casi esquina con Montañas Calizas. Llueve en Las Lomas. Sobre una mesita de piedra volcánica, al centro de la sala de música, hay berenjenas, espárragos, almendras, pan y paté de ganso repartidos en platitos de porcelana. Por la ventana, a la derecha, se ven un barranco, un parque y muy a lo lejos las luces de un extraño —porque brilla entre árboles con un resplandor blanco— pueblo en miniatura: el Panteón de Dolores. Y luego viene la muerte. —Escucharemos de Eduard Tubin (1905-1982), compositor estonio, el Réquiem que dedicó a los soldados caídos durante la guerra de independencia de su país. Tardó 29 años en terminarlo (de 1950 a 1979). Está escrito para contralto, coro masculino, órgano, trompeta y percusiones. Es música sin cuerdas, de áridos colores sombríos y feroces. Los primeros versos, de Henrik Visnapuu, dicen: “¡Qué hermoso es morir aún joven/ irse a dormir como el sol que se pone!”. Los nueve amigos... A veces, la música los divierte, como con Joachim Raff. A veces, la música los intriga, como con Alan Hovhaness. A veces la música los divide, como con Ricardo Castro. Y a veces la música los enoja, como con Vaughan Williams. Pero a veces, como ahora, la música logra acercar sus almas hacia lo inexplicable.

DANZA

Los nueve amigos —inmóviles, retraídos— escuchan el dolor de los jóvenes en la guerra. Un sufrimiento lleno de detalles cotidianos, que hace sonar otra guerra: sin héroes ni grandeza, solo muerte y la comida que se pudre en ollas gigantescas porque de los 150 miembros de un batallón regresaron únicamente dos; dos —un soldado raso y una francotiradora— que al poco tiempo fueron capturados. —En este quinto y último movimiento, los dos jóvenes son llevados al desierto para ser fusilados. Escucharemos redobles de tambores. La trompeta representa la fe y el órgano representa la nada. Escucharemos cómo dialogan y pelean. A la mitad retumbarán las fúnebres voces del coro de hombres; narrarán una historia sobre cómo, en el pueblo, por cada soldado muerto una madre pinta con aerosol, en la puerta de su casa, una cruz negra. El canto de la trompeta será nostálgico y lírico; cada vez se volverá más suave, cada vez se volverá más lento. El sonido del órgano será diabólico. Al final fusilarán a los dos soldados y surgirá la inevitable pregunta: ¿cuál es el destino de sus almas: otra vida más allá de la muerte o la nada? Y Tubin no abre duda posible: la trompeta intenta imponer su canción triste, pero el órgano la aniquila y permanece vibrando en el aire —sórdido, brutal— el sonido vacío de su pedal. L

ARGELIA GUERRERO

makarova81@yahoo.com.mx ESPECIAL

Transparencia ante todo

E

l bailarín y coreógrafo Diego Vázquez ha creado el programa Más cerca en colaboración con La Leget, agrupación fundada y dirigida por él, y la Compañía Nacional de Danza. El programa contempla la reposición de algunas obras, así como el estreno de Quizá esta vez... a cargo de la primera bailarina Mayuko Nihei. A través de once años de trabajo creativo, Diego Vázquez plasma no solo una pulcritud técnica y una sentida investigación del espacio y el movimiento para construir el estilo bello y atlético que caracteriza sus coreografías; también se ha ocupado de temas profundamente humanos e históricamente vigentes: la identidad, los afectos y el perdón, aspectos que han sido objeto de estudio y reflexión en múltiples ramas del arte y el pensamiento y que, a decir del coreógrafo, podrían encontrarse más cerca de lo que podemos imaginar. Por ello es que Diego Vázquez propone una serie de temas cuya reflexión podemos abordar a través del lenguaje que entabla la danza. Los trabajos del coreógrafo suponen una respuesta a la emergente necesidad de repensar la danza contemporánea y representan una vía exitosa para vincularla con la exigencia técnica del estilo clásico. En las piezas de Diego Váz-

quez, el espectador se encuentra y refleja con diversas inquietudes universales, emotivas y filosóficas, representadas en un discurso claro y muy bello, y nos obsequian un camino grato para transitar por emociones y pensamientos que no siempre resultan sencillos, pero que aligeran su densidad al revestirse del goce de los cuerpos y trazos pensados por el creador, y generalmente muy bien ejecutados por los intérpretes. He tenido la fortuna de ver trabajar a Vázquez y rescato, como último elemento de este ensayo sobre su obra, la preocupación por una dirección escénica de la que pocos coreógrafos se ocupan. Generalmente, los creadores enfocan su dirección en la corrección de los trazos o en la precisión del movimiento pero pocas veces atienden la necesidad de los ejecutantes de entender lo que subyace en la obra: la historia, el discurso. Con Vázquez es evidente la claridad con la que los ejecutantes interpretan las piezas, pues detrás hay un trabajo de dirección integral. Quizá en eso radica el éxito que tiene el coreógrafo al abordar temas profundos pero que no se distancian del público: no son discursos crípticos sino transparentes. Las obras que suman el programa del próximo 16 de agosto en el Palacio de Bellas Artes son

Mayuko Nihei ejecutando Quizá esta vez

la reposición de Clean Slate, Pendiente, en colaboración con la bailarina curazaleña Faizah Grootens, cuyo trabajo tanto técnico como interpretativo vale la pena admirar, y finalmente Image.jpg con la creación sonora original de Rogelio Sosa. El de Diego Vázquez es un trabajo digno de verse por el goce estético que supone, y por la ruta que traza para crear con ideas sólidas y claras. “Quizá esta vez mi esperanza me sostendrá”. L


VARIA

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LABERINTO

ESPECIAL

Adiós, Voltaire TOSCANADAS

S

iempre me ha parecido un acto de cobardía intelectual colgar en la fachada de la casa un letrero que diga: “Este hogar es católico. No aceptamos propaganda protestante ni de otras sectas”. Pero mal que bien, hay muchísima gente que vive con un letrero parecido en la conciencia. “Soy un animal, no acepto propaganda cultural o humanista” o “En este hogar se ven telenovelas, no aceptamos clásicos de la literatura” o, dado que los lugares de reunión están siempre confabulados contra la conversación, podrían colgar un tal letrero: “En este bar se ve futbol y se escucha música a alto volumen, no promovemos discusiones sobre arte o historia”. Y es que cada vez con más desparpajo la gente defiende su derecho a la incultura. George Steiner se lamenta en una entrevista de que la gente ya no entienda las referencias culturales. Lo hace luego de leer un pasaje de Hemingway en el que se menciona el monasterio de Roncesvalles. La sola mención de Roncesvalles, dice Steiner, tendría que sugerirnos que se dará una traición entre los personajes. Comenta que eso ya casi nadie lo entiende; ni

DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

siquiera sus estudiantes de Oxford o de Cambridge o de Harvard o de Ginebra. Y remata con la predicción de que un día harán falta notas al pie para explicar qué es Elsinor o La Mancha. Pero aunque mi religión son los libros y la asumo con la disciplina de un testigo de Jehová y toco puertas y escribo artículos y hago propaganda en su favor, a veces pierdo la fe. Leo, por ejemplo, en una discusión armada por El País sobre Don Quijote, una gran cantidad de comentarios para desechar la obra de Cervantes como algo anacrónico, inútil y aburrido. Entre ellos, un pelmazo memorablemente escribió: ¿quién dice que para ser culto hay que leer? Y en parte tiene razón. Hace algunas semanas escribí un artículo en el que comentaba que todo encaja ahora bajo el concepto de “cultura”. Seguramente en un examen de esa cultura contemporánea, el tipo me apabullaría, pues sin duda conoce más nombres de futbolistas que yo de escritores; de cantantes que yo de compositores; de actrices de Hollywood que yo de dramaturgos. ¿Y quién dice que

CAFÉ MADRID

un bit de información es mejor que otro? ¿O que saberse la última canción de moda es inferior a saberse un poema de Villaurrutia? A ese hombre no habría modo de explicárselo. Para eso tiene en la cabeza su letrero: “Este es un cerebro obtuso. No acepto propaganda que me ilumine”. Podría cruzarme de brazos y decir “allá él”. Pero si acepté los libros como una religión, no fue por tener un espíritu evangelizador. Es porque en los libros, en la educación, en las humanidades, veo la solución a mediano plazo de buena parte de los problemas que quisiéramos resolver en el corto plazo.

VÍCTOR NÚÑEZ JAIME

Lola en la dimensión intelectual ESPECIAL

H

acer una disertación intelectual sobre un icono de la cultura popular es una tarea ardua. Porque el establishment suele ver y tratar con desdén las manifestaciones artísticas que triunfan entre las masas. Pero cuando alguien encuentra la manera de trazar el perfil de todo un país, y de su industria del entretenimiento en particular, a través de un personaje presente en el imaginario colectivo, el interés se despierta, incluso, en la universidad. Es lo que está pasando ahora en España con Lola Flores (1923–1995), la mujer “que no cantaba ni bailaba, pero había que verla”, como dijo de ella The New York Times. Lola —el barroquismo irresistible, la fiebre del arte— fue, entre otras cosas, la folclórica que se dedicó a “españolear” por todo el mundo. Debido a ello, fue objeto constante de escritores como Francisco Umbral, Terenci Moix o Manuel Vázquez Montalbán, “para los que La Faraona venía a representar, consciente o no de ello, aquella España irracional, feroz y fuera de toda norma que su impostura gitana y flamenca interpretaba con tanta convicción artística”, subraya Alberto Romero Ferrer en Lola Flores. Cultura popular,

Sin embargo, poco a poco, mientras vemos la tele, mientras pensamos que la filosofía es una pérdida de tiempo, mientras suponemos que algo importante ocurre en Río de Janeiro, mientras le cerramos la puerta a don Quijote, nos vamos acomodando en un mundo con menos libertades; y cuando despertemos resultará que Trump está ahí, Kaczynski está ahí, Erdogan está ahí, Peña Nieto está ahí, Mahoma está ahí, Orbán está ahí, el papa está ahí, Maduro está ahí, Dios está ahí, y muchos otros que no aceptan propaganda ajena están ahí. ¿Y Voltaire? No. Cuando despertemos, ya Voltaire se habrá marchado. L

Lola Flores

memoria sentimental e historia del espectáculo (Fundación José Manuel Lara), un libro con el que ha obtenido el Premio Manuel Alvar de Estudios Humanísticos 2016. Romero Ferrer enseña Literatura en la Universidad de Cádiz, es autor de varios ensayos sobre la historia cultural de España y con esta obra no ha querido hacer una biografía más de la intérprete de “La zarzamora”, sino “una reconstrucción de la memoria sentimental de la cultura popular

a partir de los espectáculos y de las películas de la artista, que formaron parte de los años cuarenta del siglo pasado hasta la actualidad”, según explica. Con ese objetivo contextualiza a esta mujer de cuerpo cimbreante y ojos luciferinos con “un armazón teórico e historiográfico” para comprender el lugar que ocupa en la cultura española, más allá de la “serie de prejuicios ideológicos, históricos y culturales derivados, en parte, de su consideración como un producto de

periodismovictor@yahoo.com.mx

la subcultura, como un producto del franquismo más recalcitrante y, más recientemente, como un producto de las revistas del corazón y el entretenimiento social”. El libro de este académico ha adquirido relevancia, además, porque en Jerez de la Frontera se le rendirá un homenaje, durante todo un año, a Lola Flores. Por momentos, el ensayo parece una tesis universitaria muy bien documentada, pero vale la pena leerlo con detenimiento. Porque uno se entera, por ejemplo, del trasfondo del éxito de un icono: con el objetivo de que Andalucía dejara de ser algo local para convertirse en algo nacional y, más tarde, en internacional, “la copla se transforma rápidamente en un producto de la nueva cultura de masas, como también en un interesante testimonio de época, en talante sentimental, aunque también en un nada despreciable documento literario”. A esto hay que agregar que en un momento dado, la supuesta apertura del franquismo necesitaba “un referente visual” capaz de “establecer puentes, abrir puertas y mentes de una sociedad tan cerrada y cerril como la española de la época del primer franquismo. Gracias a esa sociedad de espectadores que creó con los recursos de la imaginación el arte, España podía empezar a salir de la pesadilla de su terrible historia más inmediata”. Entre olanes y castañuelas, Lola Flores sería la primera abanderada de tal empresa. L


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