Laberinto
CELEBRACIÓN DE RAMÓN XIRAU julio hubard p. 03
SOBRE WILLIAM TREVOR hernán lara zavala p. 08
ENTREVISTA A PAULINA RIVERO WEBER fanny del río p. 04 y 05
MILENIO
NÚM. 703
sábado 3 de diciembre de 2016 FOTO: BLANCA CHAROLET
CRISTINA PACHECO Y EL ETERNO VIAJERO
josé luis martínez s. p. 06 y 07
ANTESALA
sábado 3 de diciembre de 2016
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LABERINTO
GUERRILLA GIRLS
Guerrilla Girls AVELINA LÉSPER www.avelinalesper.com
CASTA DIVA
L
a payasada y el panfleto, el colectivo Guerrilla Girls ha creado una industria del no hacer que le reditúa muchos beneficios. Nulifican la presencia femenina con máscaras de orangutanes, y según su statement, esto es para imitar el “anonimato de los héroes como Batman, Robin Hood y Wonder Woman”, es decir, su idea de justica es continuar con la imposición falocrática del héroe capitalista y, desde esta contradicción, denuncian el machismo del sistema del arte. La protesta se reduce a performances ridículos y una avalancha de letreros. En la Whitechapel Gallery de Londres exhiben la instalación Is it Even Worse in Europe, una sala tapizada de letreros, una mesa con algunos libros, el público son mujeres en actitud de “todas somos guerrilleras”.
ALFILERES ARMANDO ALANÍS @elsaltillero
Es muy incómodo leer de pie en una galería lo que podríamos leer sentados, esta información maniquea cabe en un folleto que al final tiramos a la basura, es como verse obligado a comprar la revista que leemos en la cola del supermercado. La consigna de estas artistas sin obra es la baja presencia en el arte de lo que ellas llaman “diversidad de género”, y con esa única idea han chantajeado a los museos para que les den espacios a ellas, que explotan su propia impotencia de producir arte. Sus letreros no alcanzan a ser un estudio serio, el más famoso “denuncia” que una mujer debe estar desnuda para entrar al Metropolitan Museum, descalificando las pinturas con desnudos femeninos; se olvidan que la gran mayoría de las performanceras feministas entran a los museos contemporáneos porque se desnudan y en sus
Exhibición en la Whitechapel Gallery de Londres
“obras” utilizan a la pornografía como lenguaje para explotar el morbo. Marina Abramovic se promociona como sex symbol. Las primeras que reniegan de la “diversidad” son ellas, sus letreros son iguales a todos los letreros que meten en los museos, da igual el tema, el sexo, religión o raza del autor. La falta de diversidad en el sistema del arte está en las expresiones artísticas uniformadas por el “estilo contemporáneo”, y el artista que no entra en esa categoría queda
excluido del museo. El colectivo con su disfraz desfigura la lucha por los derechos. Las máscaras de orangutanes son una apología de la violencia machista que desaparece la presencia de la mujer, entre un burka y esta máscara no hay diferencia, porque es un derecho tener rostro y nombre, que es lo primero que pierde una mujer sometida. Las Guerrilla Girls son bufones del sistema, ridiculizar a la mujer es el negocio del que han vivido por treinta años. L
El equilibrista comprendió que debía jubilarse cuando ya iba de cabeza al piso. ESPECIAL
El espíritu de la ciencia ficción AMBOS MUNDOS
A
SANTIAGO GAMBOA Facebook: Santiago Gamboa–círculo de lectores
pesar de que hace años prometí no leer los libros de Roberto Bolaño que él mismo no publicó en vida o que al menos dejó a su editor para que fueran publicados después de su muerte (caso de 2666 y El gaucho insufrible), siempre acabo por leerlos. Primero fue El Tercer Reich, luego La Universidad Desconocida, a continuación Los sinsabores del verdadero policía, y ahora, finalmente, El espíritu de la ciencia ficción, que leí la semana pasada, o tal vez debería decir, devoré. Como en los anteriores, otra vez me sorprendió que él mismo no lo hubiera publicado, aunque es muy visible que esta novela fue uno de los gérmenes de Los detectives salvajes, y la lectura que propongo es precisamente
esa: la de un planeta anterior y un satélite de su gran obra maestra. En la novela se respira el ambiente de los jóvenes poetas que deambulan por México a través del protagonista, Jan, que le escribe cartas a los autores de ciencia ficción que admira, caso de Ursula K. Le Guin y otros, y esas cartas son en realidad desesperadas declaraciones de principios de un joven que sueña con libros y con convertirse en escritor mientras observa desde su terraza el DF, ese monstruo devorador de jóvenes poetas, y mientras espera la llegada de sus amigos y de Laura, una mujer con la que aspira a perder la virginidad, cosa que por supuesto logra, y con la que se lanza a una increíble aventura por los baños públicos de Ciudad de México, en
Roberto Bolaño
realidad baños turcos, en los que conocerán toda la miseria y también la crueldad de la vida adulta. Los sueños de coherencia y pureza de la juventud están acá, como en Los detectives salvajes, en estado puro, con muchachos que quieren ser malvados y fieros y que solo lo logran impostando ademanes de fiereza que aún no logran fraguar en sus juveniles rostros de bondad, aún incontaminada. Parte de esa fiereza consiste, por ejemplo, en repudiar las conferencias de Octavio Paz, que
para ellos era el representante del poder cultural, al que se le oponen estos muchachos retadores, algunos de los cuales ni siquiera escriben o leen sus poemas sino que los recitan de memoria. Es muy bello volver a sumergirse en el mundo de Los detectives pero en un nuevo libro que, por momentos, parece de escenas que finalmente no fueron seleccionadas pero que están ahí, deambulando sobre la misma temperatura de ternura y soledad, de ensoñaciones poéticas y delirios, que fue el gran tema de toda su obra. L
dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez
MILENIO
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× LU I S
CO RT É S
sábado 3 de diciembre de 2016
ANTESALA
SECRETARÍA DE CULTURA
BA R G A L LÓ ×
Más desnudos Este poema cierra la quinta sección de La lámpara hacia abajo, libro en la tradición del barroco coeditado por Ediciones Sin Nombre y la Secretaría de Cultura
P
ero desnuda —quita más—,
desnúdate, desnudas las medulas.
Celebración de Ramón Xirau
Desesdrujuló
RETRATO
—desnudo ardor— la lengua franca —grave y llana— de Quevedo. Así nos quede la sombría resta con su luz.
×EKO×EX LIBRIS×CORDELIA Y REY LEAR×
JULIO HUBARD
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amón Xirau tiene muchos círculos concéntricos que expanden a un hombre sencillo: gran poeta, filósofo, cronista, historiador de las ideas, ensayista, crítico literario, uno de los grandes profesores de filosofía que haya tenido este país, un maravilloso conversador y capaz de cosas curiosísimas: dar la clase en el salón equivocado, servir todo el café fuera de la taza, saludar en el espejo a un señor que le parece conocido. Toda su obra es alta e importante, pero hay dos vertientes únicas: la tradición en que inscribe su filosofía y su obra poética. Como filósofo, Xirau es el más reciente eslabón del humanismo solar del Mediterráneo; una tradición puntuada con el nombre de Ramón: Lulio, primer gran autor del catalán, Sibiuda, a quien Montaigne dedica su ensayo más extenso, y él: los tres, poetas y filósofos; los tres, azorados con el tiempo (no cronología o duración sino el tiempo que requiere el ser para reconocerse y mirar el mundo como dádiva y milagro); los tres, habitantes de un mundo que se debe mucho más a la gracia que a la necesidad. La poesía y la filosofía no son distintas actividades sino distintas aproximaciones, verdaderas ambas, y recíprocas. Dos posiciones de las que no se puede prescindir: la persona está obligada a ser dueña y responsable de la significación completa de su lengua y habla, pero a la vez esa persona pertenece a la lengua. El filósofo asume que el lenguaje es un recurso propio; el poeta sabe que él es un recurso de la lengua. No se trata de hallar soluciones: son los modos en que el ser habita el tiempo y se descubre vivo. Xirau no emite veredictos: explora. Como los artistas plásticos después de la fotografía, ya no se trata de reproducir la realidad sino de involucrarse en la verdad. Contemplar correspondencias y construir procesos disciplinados de la imaginación no lleva conclusiones apodícticas, sino que explora y habita los modos del ser. Toda información es traducible, pero la experiencia de la sonoridad de la lengua y la música no lo es. El poeta no elige una lengua: la lengua lo elige a él. Xirau entendió que la poesía le hablaba en su lengua materna: el catalán. Dos ámbitos de la verdad. Su poesía, como la música, requiere un proceso distinto: no puede haber música sin repetición, la presencia de ritmo, fraseo y consonancias con las que el escucha pueda hallarse a sí mismo ante un orden y no un mero ruido. Pero la música que uno ama no es la nueva, sino la que se conoce más y se ha escuchado muchas veces. Igual el poema, las artes, que se habitan y exploran; marcan al escucha, su tiempo, tanto en la memoria como en la experiencia y esta sabiduría, la del poeta Xirau —apuesto— habrá de quedar en el tiempo vivido. L
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LABERINTO
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Paulina Rivero Weber
“La mujer le ha dado una segunda vida a la filosofía”
La doctora y académica de la Universidad Nacional Autónoma de México aborda diversos tópicos que van de Nietzsche a la bioética y el taoísmo, de los arquetipos femeninos en la literatura al carácter ideológico de las heroínas, del feminismo a la reconciliación existencial a través del pensamiento y, por supuesto, de sus libros ENTREVISTA
¿
FANNY DEL RÍO Por qué estudiar filosofía?
Originalmente pensaba estudiar psicología, porque me interesaba la mente humana, los procesos mentales por los que llegamos a conclusiones tan absurdas muchas veces. De niña me llamaba la atención el que viviéramos en un mundo raro. Por ejemplo: nunca entendía por qué el dinero tenía valor, o por qué algunas piedras, que no se pueden comer, tenían tanto valor. Los nombres, las palabras, me interesaban. Con el tiempo pensé que si quería estudiar psicología debía empezar desde los orígenes y, cuando comencé a estudiar, me fasciné con la filosofía. Hoy me doy cuenta de que estudiar filosofía fue un afán por entender el mundo. Me dotó de armas para responder de manera diferente a las preguntas que me perseguían de niña. La filosofía es algo maravilloso porque te permite tener una mirada propia; te da las armas para ver el mundo con tus propios ojos. En ese sentido, no sé si decidí estudiar filosofía o si no pude evitar estudiar filosofía. No sé qué tan libre fui en el acto de elegir o si ya estaba destinada porque me hacía preguntas sobre el sentido de la vida, el bien y el mal, las interrogantes límite que son las más interesantes de la filosofía. ¿Qué corrientes o autores influyeron en su formación?
Tuve buena suerte al sentirme atraída por los griegos. No me considero una persona platónica en el sentido filosófico; sin embargo, Platón te enseña a plantear preguntas. Dejé la filosofía por una temporada cuando tuve hijos. Me pareció que la vida estaba en otra parte, no en los libros, sino en las pequeñas manitas de esos niños preciosos. Cuando regresé, tenía la intención de seguir estudiando a Platón y a los griegos y me di cuenta que encontraba a la Paulina de entonces y no a la Paulina que en ese momento quería regresar a la filosofía. Por azar llegó a mis manos El nacimiento de la tragedia de Nietzsche, un libro muy griego (y si no conoces la cultura griega no puedes entenderlo) y me sumergí en él de manera obsesiva. Creo que Nietzsche fue el gran amor, el gran filósofo que me tocó y que comprendí a fondo, el pensador que cambió mi vida como mujer pensante y mi vida como persona, porque tiene una coherencia diferente al resto de la filosofía: cuestiona lo que entendemos por verdad,
lo que entendemos por el bien y por el mal, lo que entendemos por religión. No en balde se dice que es un crítico de la cultura. De alguna manera, la filosofía griega siguió presente en mi vida, con una nueva oleada en el pensamiento de Nietzsche. De manera paralela a los griegos y a Nietzsche, hubo un texto que leía mucho pero de manera un tanto vergonzante: el Tao Te King. Hasta que me di cuenta de que en el fondo decía cosas muy cercanas a Nietzsche. Y dije: “¿Cómo puede ser que un filósofo chino, anterior a nuestra era, diga cosas similares a las de un filósofo alemán del siglo XIX?”. Conocí entonces a un filósofo hindú en Aguascalientes y me comentó: “Eso que haces y eso que dices, lo trabaja muy en serio y muy académicamente la Society for Asian and Comparative Philosophy”. Y agregó: “voy a pedir que te incluyan”. El año siguiente me invitaron a un congreso y, para mi sorpresa, la gente que estaba ahí estudiaba las corrientes de Asia de una forma completamente nueva para mí: con toda seriedad, analizando concepto por concepto, en el idioma original. Cuando hablé con el padre de todos ellos, Roger Ames, me dijo: “Primero que nada tienes que empezar a estudiar chino”. Empecé, pero es muy difícil aprender chino a mi edad. Ames dijo: “No importa, lo poco o mucho que aprendas te servirá”. Le enseñé la forma en que estaba traduciendo por mi cuenta el Tao Te King y le llamó mucho la atención. Uno de los colegas me sugirió conocer a Hans–Georg Moeller, que hacía taoísmo y conocía a Nietzsche. Entonces entré en contacto con él y de inmediato me respondió. Luego vino a México y me ayudó a dar un curso; aprendí mucho de él. Él creó la palabra sinonietzscheanismo. Yo le he dicho que es errónea, que debería ser taonietzscheanismo, porque los estudios de filosofía comparada con respecto a Nietzsche se hacen no tanto desde el budismo o desde el hinduismo, sino desde el taoísmo. Es curioso cómo todos los caminos terminan llevándote a ti: estudié a los griegos y luego a Nietzsche y el taoísmo. Finalmente, todo confluye. Hay por ahí un filósofo que dice: “Los que estudiamos filosofía lo hacemos porque tenemos una espina que no nos deja dormir”. El chiste es no dejar esa espina, no olvidarla nunca. Esa espina es lo que nos duele. A Spinoza le dolía Dios, y toda su filosofía tiene que ver con su idea de Dios. Cuando yo leí eso dije: “¡Claro! Yo también tengo una espina: es la idea del bien y del mal”. ¿Y cuál fue la “espina” de Nietzsche?
Nietzsche dijo alguna vez: “Pensé que estaba solo, pero acabo de encontrar a mi precursor: es Spinoza”. Creo que también le dolía Dios, pero su dolor estaba directamente relacionado con qué entendemos por el bien y por el mal, porque hemos construido nuestra existencia alrededor de una idea que heredamos y que no estamos muy seguros de que sea adecuada, sana, correcta, que tenga FOTO: JORGE GONZÁLEZ
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sábado 3 de diciembre de 2016
FILOSOFÍA
OMAR MENESES
un fundamento lógico. Su preocupación era la muerte de Dios y qué hacemos cuando el Dios que nos han enseñado a tener ya no funciona, ya no nos hace vitales, sino más bien se contrapone a lo que es la vida misma. Nietzsche da una respuesta muy interesante: independientemente de que Dios exista o no, estamos aquí; nosotros tenemos que darle un sentido a la vida. ¿Cómo fue su transición de Nietzsche y el taoísmo a la bioética?
En mi vida como filósofa ha habido momentos de inflexión y de cambio, pero tal vez uno de los más fuertes ocurrió cuando vi un cartel de un cerdito pegado en algún lugar y decía: “Un momento de placer en tu boca implica una vida de sufrimiento para mí”. Hoy los etólogos se esfuerzan mucho en demostrarnos que los animales tienen procesos mentales. A mí me queda claro que piensan, pero no interesa: un ser con capacidad para sentir dolor no debería de ser sometido a sentirlo. La capacidad de sentir nos hermana. Tuve una época de mucho activismo y actualmente lo encauzo más a través de la academia. Creo que si el siglo XXI sigue siendo antropocéntrico, conservando al ser humano como el valor fundamental de la Tierra, terminaremos destruyendo el planeta. Nietzsche, el taoísmo y la bioética surgen de una preocupación por la vida. Nietzsche tiene una frase maravillosa: “Algún día todo tendrá que ser juzgado por el único dios: Dionisio”. Y agrega: “Todo: la civilización, la moral, la cultura, deberían de ser vistas desde el único valor que realmente podemos tener, que es la vida”. Ahora, ¿qué queremos decir con vida? En la novela Beloved, de Toni Morrison, una mujer mata a su hija para que no se la lleven los hombres blancos y la conviertan en esclava; cuando le preguntan cómo pudo hacerlo, dice: “Es que más importante que la vida, es la vida en libertad”. En ese sentido, el aborto, la eutanasia, merecen ser tratados de manera laica y con todo el cuidado del mundo, porque no cualquier vida merece ser vivida. Hay vidas que son un tormento y la persona tiene todo el derecho a decidir. ¿Se considera una filósofa del feminismo?
Durante un tiempo tuve la sensación de que estudiar feminismo era no hincarle el diente en serio a la filosofía, no meterse con los problemas fuertes de la filosofía. Y por otro lado insistía que cualquier mujer puede llegar a ser lo que quiera, en la misma medida que un hombre, hasta que tuve frente a mis ojos la constatación ineludible de que no era así. En un periodo vacacional, leí exclusivamente literatura sobre mujeres escrita por hombres y para mí fue un shock. Tengo una hija que es muy buena lectora; le di a leer esos libros y me dijo algo que nunca olvidaré: “Mamá, a mí me parece que, en la literatura, los hombres que verdaderamente son héroes, conquistan el mundo. Y las mujeres que son heroínas, conquistan hombres. Y la verdad, me dan flojera”. Son obras magistrales en su aspecto literario, pero que retratan a la mujer que se suicida por un hombre porque no puede vivir sin él. Entonces empecé a escribir el libro Se busca heroína, pero lo hice como un divertimento; nunca pensé publicarlo. Sorpresivamente encontró eco y ya va en la tercera edición. Es un gran logro poder decir “Sola soy plena”. Me acuerdo mucho de Graciela Hierro, a quien alguna vez le dije: “Profesora, usted que tuvo cinco hijos y aparte es doctora en filosofía y ha hecho tantas cosas, ¿cómo le hizo?”. Me respondió: “Tienes que ser independiente”. Ahora lo entiendo muy bien: no se trata de estar sola físicamente sino de poder estar contigo misma, ser una persona autónoma y satisfecha de sí misma. ¿Hay un pensamiento femenino?
Más que un pensamiento femenino, creo que hay una forma femenina de decir las cosas, y
LA MUJER ESQUIROL Cuando hablé de la “mujer esquirol” en Se busca heroína, pensé que estaba inventando un concepto un poco extraño, pero creo que tengo algo de razón. Es un tipo de mujer que nos hace la lucha más difícil. No tengo nada contra la belleza física, pero arreglarse y vivir de tal manera que el hombre tenga todo lo que quiere de la imagen de una mujer me parece algo muy similar al esquirol que rompe una huelga digna. Es la mujer que dice: “A mí no me importa tener una vida propia, yo hago todo lo que tú quieras”, con tal de tener un hombre a su lado. Lo contrario de la mujer esquirol es Lou Andreas–Salomé. En el lugar donde vivía la llamaban “La Bruja”. Eres gente rara si quieres valer por lo que eres y no por traer una minifalda, por tener una voz en vez de quedarte callada y decir que sí a todo. Quienes hemos decidido vivir una vida diferente en más de un sentido podemos parecerles brujas a muchas otras personas. Paulina Rivero Weber
esto lo descubrí cuando preparé el libro de las heroínas. Me gusta cómo escriben las mujeres. No es que no me gusten Tolstói, Dostoyevski o Shakespeare, pero cuando leo a una mujer, me siento en casa. Esto me regresa a Nietzsche, que pensaba que la filosofía ha pecado de racionalista y que debía convertirse en algo más femenino: más intuitiva, más artística, con menos pretensiones de cientificidad racionalista. Y en ese sentido, Nietzsche le abre las puertas de la filosofía a la mujer. Hay quienes opinan que decir esto es peligroso porque entonces la intuición queda del lado de la mujer, y la razón del lado del hombre, pero no es cuestión de lados. El mundo de la mujer se ha masculinizado; falta que el mundo del hombre logre feminizarse: que ponerse un delantal, quitar un pañal, quedarse en casa una temporada atendiendo a los hijos mientras la mujer va a trabajar, no implique un conflicto. Cuando era joven conocí a Aniceto Aramoni, un frommiano que decía: “Los hombres ya destruimos el mundo, les toca a ustedes salvarlo”. Creo que le damos un empuje muy fuerte a la
filosofía. Estoy pensando en Carmen Rovira, que con sus años sigue yendo a dar clases, y sube y baja, maneja, asesora a una enorme cantidad de alumnos, con una dedicación que me deja sorprendida. Es una mujer premiada, con una sencillez impresionante. Desde ese ámbito del ejemplo, Juliana González ha escrito una gran obra preguntándose por cuestiones existenciales trascendentes. La mujer le ha dado una segunda vida, un gran impulso a la filosofía en México. ¿Hay filosofía mexicana?
Me sorprende llegar a universidades estadunidenses o europeas que tienen, dentro de su Departamento de Filosofía, un pequeño Departamento de Filosofía de México. Creo que en México hemos pecado de un eurocentrismo radical que clama por romperse. Estamos centrados en Europa, y en lo que Europa ha dado hacia Estados Unidos, pero desconocemos el ámbito de Asia y desconocemos nuestras propias raíces. Es una pena que en departamentos de Filosofía de otros países exista una línea de Filosofía de México que va de Nezahualcóyotl hasta Edmundo O’Gorman o Juliana González, pasando por pensadores como sor Juana y Eduardo Nicol, y que nosotros no lo tengamos. Es una carencia brutal. ¿A qué se debe? Es una especie de ser provinciano: desde el pueblo veo a los vecinos como algo muy grande y muy interesante y los admiro, y no veo lo que tengo en casa. ¿Por cuál de sus escritos le gustaría ser recordada?
Me gustaría que mi libro más reciente sea leído, Ética, un curso universitario (UNAM, México 2015), porque veinte años dando clases se reflejan en ese texto. Por otro lado, hay una cuestión más amorosa con Nietzsche: su música (UNAM/ Quindecim Recordings, México, 2002). Y claro, está Se busca heroína (Ítaca, México 2009), muy entrañable, porque es un punto de inflexión en mi vida. Fue como quitar un velo y decir, “¡Despierta! Porque eso que has dicho siempre, que ya hoy en día la mujer no sufre la desigualdad, es falso”. L
LABERINTO
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Cristina Pacheco
Una travesía en tren y otras historias El eterno viajero, el más reciente libro de cuentos de la periodista y escritora mexicana, surge de la experiencia personal tras la partida del ser amado, de la ausencia. Esta conversación versa sobre los mundos creados a partir del adiós a José Emilio Pacheco, sobre su método de trabajo y los personajes favoritos que pueblan sus crónicas y reportajes, uno de ellos es la Ciudad de México
ENTREVISTA JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S.
E
n el primer cuento de El eterno viajero —que le da título al libro—, la protagonista comienza un diario a partir de la despedida de su esposo, que ha emprendido un viaje en tren. Es una costumbre entre ellos cada vez que él abandona la ciudad, una manera de seguir conversando, de contarse todo lo que les sucede mientras están separados. Al regresar de la estación donde lo ha dejado y abrir la puerta de su casa, por costumbre, le grita un saludo y sube a verlo a su cuarto. No está, por supuesto. Están, en cambio, sus cosas en desorden y ella siente la urgencia de comenzar el diario, lo hace en un pequeño cuaderno que fecha el 26 de enero. “Mañana —dice— escribiré en la primera libreta de las muchas que tendré que llenar contándote mi vida hasta el día en que vuelvas. Ya sé que esta vez no será pronto. En cierta forma es mejor: me dará tiempo de cumplir con todos tus encargos, entre ellos encontrar la pluma negra con la que tenías mejor letra. Eso me recuerda otro de mis pendientes: descifrar lo que escribiste en hojas sueltas las noches anteriores a tu viaje”. En el segundo cuento, “Agendas”, Eugenia mira sobre su escritorio la que corresponde a 2015; en un cajón se encuentran las de otros años donde ha escrito reiteradamente un propósito: “Huir de los recuerdos tristes”. “Aun no ha cumplido con él —precisa la narradora—. Es uno de sus pendientes. Lo saldará en 2015 y lo anota en su nueva agenda como objetivo prioritario de un año que sin duda será mejor. Su certeza se origina en la evocación de las experiencias vividas en 2014: el más implacable y cruel de todos los calendarios”. Estos son dos de los cuentos en los que, sin nombrarlo, José Emilio Pacheco aparece en El eterno viajero: ahí están el día y el año de su
muerte. Los otros son “Carta de relación” y el que cierra el volumen: “Sin…”, título sugerido por Jacobo Zabludovsky. En la sala de su casa, en la colonia Condesa, entre flores, libreros y fotografías de José Emilio, solo o con su familia, Cristina Pacheco habla del por qué de estos cuentos. “La razón es obvia —dice—, su ausencia cambió mi vida, mi manera de ver las cosas. Fue la persona a la que le contaba todo e incluso escribía un poco para divertirlo, para entretenerlo. ¿A quién podía decirle lo que me estaba pasando sin él? Además, no pude detenerme a pensar en lo que me estaba sucediendo, porque no hubiera podido salir adelante, era muy difícil. Entonces él se hizo mi confidente en otro sentido, de otra manera. Escribir era como hacer un reporte para él y para otras personas —no sé si existan o no— que habían tenido una pérdida de esta magnitud. “Escribir estos cuentos, que además aparecieron en un periódico —La Jornada— que él procuraba tener muy temprano los domingos para tranquilizarme y decirme: ‘No te preocupes, salió tu texto’, es una forma de prolongar su presencia; siempre me acompaña”. Por eso lo convierte en un viajero.
Estaba en el velorio en El Colegio Nacional, se me acercó el doctor (José) Narro y me preguntó: “Cristina, ¿qué va a hacer?” Le respondí: “Estoy pensando que él se fue en un tren”. Se me quedó viendo y me dijo: “Claro, claro que está de viaje y va a regresar”. Le agradecí sus palabras y en cuanto volví a la casa me puse a escribir ese texto, porque dije: ¿qué hago? No sabe usted lo que es entrar a una casa vacía, después de que estuvo completamente llena. No saludarlo, como lo saludaba desde la puerta, no hacer el reporte que le hacía siempre de lo que había visto en la calle. Él me presionaba, literalmente: “¿Qué había? ¿Qué viste? ¿Qué decía la gente? ¿Qué había en los puestos de periódicos? Y… ¿Qué me trajiste?” Siempre le traía algo, un regalo, pequeño o grande, no importaba. Que todo esto me faltara de un momento a otro, fue muy difícil; sobre todo el silencio, entrar a la casa y no oír más que mis pasos. El texto lo publicó casi de inmediato…
Sí, al siguiente domingo. Desde entonces he mantenido un diálogo permanente con él, pero ¿sabe qué?, me importa mucho no exhibir mis sentimientos, no de forma directa. En los cuentos, en los que nada es real, nada, los personajes pueden hablar de él mucho más que yo. Por eso ni siquiera lo menciono, ni siquiera hay dedicatoria, no quiero. “Sin…”, el cuento final, es muy triste. En un momento la protagonista dice: “La otra mañana, al despertar y oír los primeros ecos de la calle, pensé en todas las cosas que haría sin la presencia de la persona más querida”.
Yo le había puesto otro título. Jacobo (Zabludovsky) lo leyó en su programa de radio y dijo: “Si yo fuera el autor de este cuento, le hubiera puesto ‘Sin’”. BLANCA CHAROLET
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Lo escuché y pensé: “Claro, si la clave de mi vida ahora es sin”. Es una clave, tengo que aceptarlo, y le cambié el título por Jacobo, quien fue muy generoso en sus lecturas de mi trabajo. El libro es una mirada a la Ciudad de México.
Ella es el personaje… Ella me sugiere tantas cosas, me ayuda a trabajar. La fascinación de mi vida es ese personaje y la hago estar presente, por ejemplo, cuando alguien dice: “Esta calle ya no la reconozco” o “Aquí había tal cosa” o “Se cayó tal edificio”. Está en muchos de mis cuentos, siempre hay una calle por donde va alguien, o amantes que se encuentran en un jardín. Ella lo envuelve todo. Me causa una gran emoción pensar en ella, pero además la pienso como persona: me ha acompañado toda la vida, me ha dado todo, y me tolera. Caminando por ella he encontrado amigos, sitios que nunca había imaginado. Me divierte muchísimo y me duele terriblemente lo que le está pasando, con una degradación —en muchos aspectos— que la ciudad no se merece, de ninguna manera. Sus personajes suelen vivir en la pobreza…
Es un mundo que conozco y con frecuencia lo encuentro en mis andanzas como periodista. Crecí en la pobreza, a veces nos sentíamos desesperanzados, pero siempre había una rendijita, algo que nos salvaba. Era el talento de mi madre para convertirlo todo en otra cosa; siempre nos contaba algo, y con sus historias y su extraordinario sentido del humor, nos sacaba adelante.
2017: EL AÑO DE INVENTARIO La editorial Era publicará en 2017 los primeros tomos de Inventario, la esperada reunión de las columnas que bajo ese título José Emilio Pacheco escribió desde 1973, primero para Excélsior y después para la revista Proceso. De acuerdo con el historiador Antonio Saborit: “Más que una columna, (‘Inventario’) fue todo un género firmado sencillamente bajo el acrónimo de JEP. Se caracterizó por un patrón o cartografía, la persistencia de aislar sujetos como algo único, y ello se debió siempre a la sinceridad de lo que había que decir, y como un péndulo osciló entre oponerse a la tiranía de la vida y no rendirse ante el orden del ciclo que dicta la actualidad”. Al preguntarle a Cristina Pacheco sobre esta noticia, dice: “Me alegra enormemente. A él le hubiera impresionando, tanto como a mí, ver el conjunto de la obra. Él tenía miedo de publicarla porque pensaba que serían demasiados volúmenes. Me gusta que se publique porque es producto de la generosidad de un hombre que compartió su inteligencia, sus conocimientos y su biblioteca. Ahí está su biblioteca, y está también su memoria extraordinaria”. J.L.M.S.
Pero yo los acompaño, respeto muchos a los viejos, me agradan, los admiro porque han sobrevivido. Y me atraen mucho los asilos porque las cosas que uno ve y escucha son impresionantes, y no es que los viejos no tengan recato, sino que ya no tienen que quedar bien con nadie. Le cuentan a usted las cosas como ellos las interpretan —no sé si así sean en realidad. En una casa para ancianos, en Cuernavaca, un día vi a Carlos Campos. No quedaba nada del famoso director de orquesta, más que los zapatos de charol. Me decía que viera sus discos, los tenía todos —su cuarto estaba muy ordenado—. Me habló de los tés danzantes, del (Salón) Riviera y otros lugares donde había tocado. Me dio mucha pena dejarlo. La casa estaba como en un montículo, cuando iba saliendo me volví y él estaba de pie, solo. Algo me había dicho de la soledad y el abandono. Muchas veces he pensado en él. Una cosa que se me quedó grabada fue cuando le pregunté: “¿Baja usted a Cuernavaca?” y me respondió: “Para qué, no tengo un centavo”. Él, que había ganado todos los premios, estaba ahí, solo, sin dinero.
En uno de sus cuentos —“El milagro”— habla de una mujer capaz de hacer de comer para toda la familia con un solo huevo, algo que parece imposible.
Esa mujer existió. (Vivía —dice en el cuento— en “un departamento de dos cuartos para ella, su esposo Danilo y siete hijos —el menor, Ricardo, afectado de parálisis”) Un día entró a trabajar a un hospital público, usaba un uniforme blanco con una capa azul de tirantes cruzada sobre el pecho. Le daban un huevo para su desayuno y en vez de comérselo, lo guardaba para compartirlo con su familia. (“Revuelto con frijoles y bastantes pedacitos de tortilla aquel huevo nos alimentó a todos”, dice la narradora.) Era una mujer de una fuerza tremenda, brusca, enérgica; tenía el pelo demasiado crespo y los labios delgados; se reía y no la favorecía ni siquiera la sonrisa. La admiré mucho y ahora la admiro más. Un día le dijeron que tenía cáncer: “Está bien”, respondió. Se fue a su casa y siguió haciendo todas sus cosas hasta que se murió. En “Una jaula vacía”, la protagonista vive en una residencia de ancianos, tema que usted frecuenta en su literatura.
Las casas de ancianos, que a veces se convierten en morideros, son mi obsesión. Conocí a una mujer casi ciega en una de esas casas, en un patio muy frío. Me senté con ella en una banquita; como estaba cantando un canario, me dijo: “Dígame cómo es el amarillo, ya no me acuerdo”. Quería era saber cómo era el amarillo para entender el canto del canario, o al revés, no lo sé. Traté de describirle el canario, espero que eso la haya hecho recordar cómo era el amarillo. También aborda el rechazo a los viejos.
Para la familia, a veces, suelen ser un estorbo: hay que mantenerlos, cuidarlos, animarlos, tolerar sus cosas. Los viejos dejaron de ser un libro fantástico donde la vida había escrito millones de experiencias, para volverse una carga: una boca más, un sitio más. En una casa pequeña un individuo más es demasiado.
sábado 3 de diciembre de 2016
¿Qué le gusta más, el periodismo, la literatura?
Océano, México, 2016. 268 pp.
No podría vivir sin ninguno de los dos. El periodismo me fascina, me parece un privilegio enorme ser testigo y notario. En el periodismo, como en la literatura, vive usted muchas vidas. El lenguaje en ambos tiene que ser muy preciso, pero aspiran a cosas diferentes. El del periodismo aspira a informar, el de la literatura a inventar. Un día le pregunté a (Mario) Vargas Llosa: “¿Cómo puedes hacer tus discursos con el mismo lenguaje que el de tus libros?” “Porque es el mismo —me dijo—. En uno pretendo ganar adeptos y en el otro lectores, pero es el mismo”. ¿Qué tiempo le dedica a cada uno de sus cuentos? ¿A qué hora escribe?
Entre semana escribo siempre en la tarde; el sábado, desde la mañana. En la tarde porque ya se fueron las personas que trabajan aquí y no tengo que salir —procuro hacer todas mis otras actividades temprano—. A cada cuento le dedico una semana, a veces más; lo voy trabajando, afi nando. Luego, todo el sábado reviso el que se va a publicar el domingo.
DE PORTADA
¿Qué significa para usted el reto semanal de “Mar de historias”?
Estas historias son mi café, mis flores, las plantas que compro, lo que regalo. Me gusta pensar que vivo para escribir pero también que vivo de escribir, aunque gane poquito con mis cuentos. Soy una trabajadora, como una costurera, como un maestro, como lo que usted quiera, nada más que mi trabajo consiste en ver lo que hacen todos los demás. ¿Qué sensación le deja verlos reunidos en un nuevo libro?
La de que indudablemente quiero ser escritora. El cuento es un género muy difícil, que he practicado toda mi vida y todavía no domino. Al ver el libro, lo primero que encontré fueron mis errores; después, mis obsesiones: la soledad, la vejez. La enfermedad me da miedo, pero sobre todo la separación. Es un libro lleno de adioses.
Sí, porque en mi vida ha habido muchos adioses ya. Eso me lo dijo una vez Pedro (Ocampo Ramírez) y no se ha equivocado en nada, le atinó a todo perfecto: “Un día te va a pesar la edad porque vas a ver la cantidad de gente que se está yendo”, y ya son muchas despedidas de gente muy querida. José Emilio concentra a todas, por supuesto, aunque no siento que esté ausente, está aquí, absoluta, totalmente. El libro es un diálogo con él.
Sí, así comencé a escribir, contándole cosas por carta. Él se quedó con la costumbre de leer esas cartas y ahora, siempre, me acompaña al escribirlas. Ha dicho que José Emilio era su primer lector.
Los sábados por la tarde leía el título —yo soy medio mala para los títulos: o son muy largos o venden la historia o no dicen nada, soy pésima. Era el primer lector del título; me decía si le parecía bien o me sugería cambios. Las tardes y las noches del sábado eran muy gratas porque nos sentábamos a comer largamente, cualquier cosa, lo que hubiera en la casa; bebíamos una botella de vino y nos platicábamos nuestras cosas. Yo le platicaba, por ejemplo, mi cuento, y él me platicaba de sus viajes. Y el domingo, tempranito, bajaba, tomaba el periódico y me gritaba: “No te preocupes, salió tu cuento”, porque yo dudaba de si me lo iban a publicar o no. ¿Cómo era su relación siendo escritores?
Él sabía lo que yo escribía, siempre. En algún momento, comenzó a dictarme, algo muy grato para mí, aunque a veces me inquietaba porque se quedaba callado mucho tiempo, mucho, fumando. De pronto me decía: “Inventario”. Me dictaba el título y de ahí en adelante, sin fallar en nada. Verlo pensar era muy bonito; cómo iba armando el artículo en su cabeza. En ocasiones me decía: “Déjame comprobar esta fecha” o pedía un diccionario o una enciclopedia. Trabajé mucho tiempo con él, sobre todo en los últimos años. Él sabía que los sábados eran mi día, que tenía que dedicarme a mi cuento. Desayunábamos muy temprano; después, se subía a hacer sus cosas y yo me quedaba abajo, escribiendo. En algún momento, yo subía a visitarlo o él venía a visitarme. Me preguntaba “¿Cómo vas?, ¿qué pasó?” Cuando me atoraba, sobre todo porque a veces tengo el vicio de meter muchos personajes, me pedía que le explicara el motivo. Le decía: “Es que fulano hizo tal cosa y…”. “No —me respondía—. Ahí sobra algo, empieza al revés; estás viendo las cosas desde un ángulo, vete a otro y quita al que te está estorbando, no tiene por qué estar ahí si dices que no puedes hacer que haga algo”. Me decía cosas muy prácticas. Luego venía la recompensa de la comida… L
LITERATURA
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LABERINTO
EAMONN MC CABE
William Trevor y la reinvención del cuento El pasado 20 de noviembre falleció el historiador, narrador y dramaturgo irlandés, novelista de largo aliento, cuentista comparable a Chéjov y heredero de Swift, Joyce, Beckett, Wilde y Shaw, que en 2012 fue favorito para obtener el Premio Nobel de Literatura ENSAYO HERNÁN LARA ZAVALA
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n octubre de 2012, Haruki Murakami y William Trevor se encontraban entre los favoritos para obtener el Nobel de Literatura. Murakami es más popular y mucho mejor conocido en el mundo de las letras que Trevor, al grado que su nombre volvió a mencionarse en la última edición del Nobel. Por su parte, Trevor, siempre discreto y de bajo perfi l, era reconocido por su elegante prosa, la profundidad de sus temas y por su enorme aportación a la técnica de la narrativa breve, de modo que se le consideraba como todo un maestro del género cuentístico solamente comparable a Anton Chéjov, tanto por la extensión de su obra como por su talento y originalidad. Lamentablemente ese año el Premio Nobel de Literatura se le otorgó al escritor Mo Yan, lo cual produjo descontento hasta entre los propios chinos, que consideraban que había mejores autores en su propio país que merecían el premio antes que él. Pues bien, el pasado 20 de noviembre, a los ochenta y ocho años de edad, falleció en
su casa de Devon, Inglaterra, el escritor anglo–irlandés William Trevor. Cuando digo anglo–irlandés me refiero a que, aunque él nació en Irlanda, en la ciudad de Cork en 1928, su familia era de origen protestante y de ascendencia inglesa. No obstante, su infancia y juventud transcurrieron recorriendo toda la isla y asistiendo a diversos colegios, dado que su padre trabajaba en un banco y la familia tenía que mudarse constantemente de ciudad en ciudad. Esa situación de ser protestante en un país católico lo hizo entender las complejidades del alma irlandesa. William Trevor se convierte así en gran heredero de la enorme tradición que incluye a narradores orales, a la mitología celta y autores tan sobresalientes como Swift, Wilde, Shaw, Joyce, Beckett, Brian Friel y tantos más. Durante su prolongada carrera, William Trevor publicó más de 40 libros que incluyen novelas, relatos, ensayos y obras de teatro, aunque su mayor aportación fue, sin duda, en el campo del cuento del que Trevor fue un consumado maestro y sobre los que tiene en su haber más de una docena de libros. Para Trevor, una novela “imita la
vida en tanto que un cuento la reproduce, está más pegado al hueso y no puede caer en ninguna dispersión”. William Trevor logró reinventar el género cuentístico de los siglos XX y XXI pues llevó las epifanías joyceanas, el iceberg hemingweyeano y las sutilezas del minimalismo carveriano a alturas insospechadas, sin necesidad de alardes estilísticos o juegos pirotécnicos. Él nunca se consideró un escritor experimental y, sin embargo, sus cuentos siempre sorprenden por su calculada arquitectura, sus juegos con el tiempo y con las apreciaciones de los personajes, así como por el sutil punto de vista narrativo tras el cual el autor logra ocultarse para convertirse en “narrador invisible”. Trevor solía decir que el cuento debería “revelar un momento de la verdad”, pero sus cuentos no se centran, como los de Joyce o Hemingway, en una sola epifanía, sino que los momentos de verdad se multiplican para que finalmente converjan y nos ofrezcan un panorama más amplio de las complejidades del alma humana. “El cuento excluye lo mismo que incluye —afirmaba— ni más ni menos”, y por lo mismo es uno de los grandes maestros del understatement. Sus temas son Irlanda e Inglaterra (“The Troubles”), protestantismo versus catolicismo, la subjetividad de la Historia, el pasado distante y el futuro incierto, el humor, lo absurdo del mundo, la soledad, la crueldad, la mentira, la fragilidad humana, la locura, la identificación con el dolor ajeno y la compasión. Sus cuentos son irónicos, líricos, profundos, sin sentimentalismos ni concesiones al lector. Sus grandes personajes son seres solitarios, adolescentes a punto del cambio, hombres y mujeres que viven en absoluta soledad, familias destruidas por la locura, la guerra o el amor, curas degradados, solteronas y solterones en la provincia irlandesa. Acaba de morir otro de los grandes a los que no llegó el Nobel pero cuyos libros sobrevivirán por su originalidad, gracia y elegancia. L
MILENIO
PERIODISMO ESCRITO FEDERICO CAMPBELL Secretaría de Cultura México, 2016 296 pp. Federico Campbell fue un buen narrador y un notable periodista. No es de extrañar entonces que este manual, del cual se ofrece una nueva edición, sea en principio “una apuesta a favor de la buena escritura y el gusto por el idioma”. Además de un acercamiento a los géneros clásicos del periodismo, le da cabida a quienes lo han innovado, como Truman Capote y Hunter S. Thompson. Reflexiones sobre la verdad, los medios actuales de comunicación y los principios éticos no se dejan de lado.
DOMINGO DE REVOLUCIÓN WENDY GUERRA Anagrama México, 2016 224 pp. La joven poeta Cleo vive en La Habana y aunque sus libros gozan de un gran éxito de crítica y ventas fuera de Cuba, ella se resiste a abandonar la isla y su hermosa mansión de El Vedado. Enamorada de un actor de Hollywood y testigo de una ciudad como detenida en el pasado, Cleo sufre la enemistad de propios y extraños: la Seguridad del Estado y el Ministerio de Cultura piensan que la fama de Cleo es una invención de la CIA, mientras que los intelectuales en el exilio la consideran una infiltrada de la inteligencia cubana.
POR UNA NOCHE DE AMOR (Y OTRAS HISTORIAS) EMILE ZOLA Funambulista España, 2016 259 pp. Pocos recuerdan la narrativa breve de Zola que, aunque menos cuantiosa como sus grandes novelas, no desmerece de la calidad y el tino literario que caracterizó al también autor de Yo acuso, la airada defensa del capitán Dreyfus. Esta antología sigue un criterio casi cronológico, pues el marco de las obras son los textos que publicó en la revista El mensajero de Europa, entre 1875 y 1880, cuentos que exploran la pasión condicionada por la diferencia de clases, el estudio psicológico del matrimonio de artistas, la fábula romántica y la experiencia iniciática.
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F U EG O
EN LIBRERÍAS
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Por amor a la aventura ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com
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ay novelas concebidas para un lector adulto que, sin embargo, a mediados del siglo XX fueron etiquetadas como territorios juveniles: La isla del tesoro, Alicia en el país de las maravillas, El lobo estepario, Los tres mosqueteros… Nuestra actualidad ha dado al traste con cualquier malentendido: los libros escritos y destinados al público juvenil prosperan como las lluvias en verano. A esa familia pertenece Corazonadas (Planeta, México, 2016). Con un propósito abiertamente juguetón, aunque no exento de malicia, Benito Taibo reúne a dos solitarios que terminan por compartir, e intercambiar, su mayor atributo. Después de la muerte accidental de sus padres, el púber Sebastián queda al cuidado de su tío Paco, un solterón que disfruta por igual de los placeres de la buena cocina y de la literatura. Se entiende que estamos ante una novela de carácter iniciático, hecha de enseñanzas prácticas y sabiduría, de pruebas y desafíos. Se entiende asimismo que Paco adopte el papel de mentor y Sebastián el del discípulo destinado a grandes cosas luego de transformar el ímpetu en experiencia. No hay mejor retribución: mientras uno recupera la vitalidad, el otro adquiere la savia que solo otorga el tiempo. Todo pasa —cómo podía ser de otra manera— por los libros. De esta manera encontramos: “Leer
te hace ver más lejos, te hace ver a los ojos de los otros como iguales, sean del sexo que sean, la religión que sea, la condición social que tengan. Leer abre tu mente y no permite que se llene de polvosos prejuicios, de malas intenciones, de ideas preconcebidas. Pero lo lamento, no te hace ser mejor a menos que quieras ser mejor”. Todo pasa también por la alegría y la desazón del amor, por el sentimiento de pérdida y la conquista de la autonomía individual. Como el futuro héroe de las novelas de caballería, Sebastián hace frente a los dragones a quienes hay que vencer para obtener la gema o la llave de un cofre donde espera un legendario tesoro. Y en vez de espada y armadura lleva consigo la solidaria compañía de los libros. Benito Taibo ha querido consagrar a esa estirpe literaria que puede alentar la curiosidad y la rebeldía de unos jóvenes que se sienten muy cómodos frente a la televisión y la pantalla de un teléfono celular. Tiene una cierta pulsión didáctica, a veces demasiado evidente, pero no por ello flaquea su propósito de mostrar el talante aventurero de la lectura. Porque de eso se trata: de sorprenderse y halagarse por el efecto que un poema, un relato, una novela, operan en nosotros cuando el mundo se presenta como una tierra sembrada de arenas movedizas. Corazonadas no aspira a ser eso que llamaríamos “gran literatura”. Debemos, por tanto, reconocer su valía en su ministerial modestia. L
CINE
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LABERINTO
ESPECIAL
Julio César Estrada
“No se necesitan monstruos para provocar miedo” Jirón de niebla rescata un guión de Carlos Enrique Taboada, para reelaborar un universo aterrador ENTREVISTA
HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com
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iez años tardó Julio César Estrada en terminar Jirón de niebla, filme que recupera un guión inédito de Carlos Enrique Taboada, y que narra la historia de un menor que tras el suicidio de su madre, se va a vivir con una tía que lo odia y a la que asesina, hecho que cambiará el futuro. Con las actuaciones de José Ángel Bichir, María Rojo, Ernesto Gómez Cruz y Joaquín Cosío, la película de Estrada al fin llega a la cartelera. Dos remakes y ahora filma un guión inédito de Carlos Enrique Taboada. ¿Por qué su interés en él?
María Rojo protagoniza el filme de Estrada Como el énfasis en la niñez del protagonista.
Sí, ya no es lo que Taboada pretendía mostrar en los años ochenta. Además, creo que hacía falta trabajar el guión para entender lo que acontece después, cuando el personaje se hace trizas, y crear empatía con el espectador para que se identifique con su sufrimiento y viva con él un conjunto de situaciones intensas.
Hace algunos ayeres tenía ganas de hacer una película de terror y mi socia, Estrella Medina, me propuso hacer un remake. Platicamos con Rocío, su viuda, y tenía disponible Hasta el viento tiene miedo y Jirón de niebla, además de El libro de piedra, con la que le rendí homenaje. Creo que tienen mucha relación con el cine de Hitchcock, esos filmes no necesitan de un monstruo para provocar el miedo. En Más negro que la noche todo son gritos, intuyes que ahí anda algo, pero no necesitas verlo.
¿Por qué darle una atmósfera atemporal?
Sin embargo, en Jirón de niebla usted aporta varias cosas. Quizá es la película menos apegada al argumento original.
Sus castings son también más ambiciosos…
Sí, conservamos la esencia pero aporté elementos de Edgar Allan Poe y El corazón delator. Me quedo con el cuate que mata a su tía, la empareda e intenta rehacer su vida, pero a esto se suman más detalles.
Cuando tuvimos el guión terminado, quisimos borrar la marca del tiempo. Si tienes una historia tan envolvente no necesitas más elementos. Inclusive, el diseño de audio está trabajado en el mismo sentido. Procuramos que el sonido, en todos sus elementos, fuera muy sutil. Ayuda también contar con actores tan profesionales. En mis películas siempre intento trabajar con gente que admiro. Ernesto Gómez Cruz, Joaquín Cosío, Arcelia Ramírez y María Rojo, aunque ella llegó después porque en principio íbamos con Geraldine Chaplin, pero la ver-
HOMBRE DE CELULOIDE
dad es que María no le pide nada. Creo que para la convocatoria ayudó mucho el guión. ¿Ubica a Carlos Enrique Taboada en la tradición de Juan López Moctezuma?
Yo creo que sí. Carlos Enrique Taboada se consuma como director en Veneno para las hadas, donde concreta su gran vocación cinematográfica. Es tan impecable que se lleva un Ariel. Sin embargo, si nos vamos más para atrás, digamos a El libro de piedra, encontramos errores de producción o problemas de guión. Por supuesto que ahora el lenguaje es distinto, pero sucede lo mismo en México y en el extranjero, por eso me parece injusto que se le soslaye. Entre la narrativa de René Cardona y la de Taboada hay mucha diferencia. ¿En qué momento un director, en principio fallido, como Taboada, Orol o Ed Wood se convierte en autor de culto?
El mismo elemento los lleva a esto. En Juan Orol lo kitsch es valioso; en cambio, Taboada sí tenía un lenguaje y por supuesto que te llevaba a un mundo de terror. L
FERNANDO ZAMORA
@fernandovzamora ESPECIAL
Girando sin saber por qué
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no termina de ver Los Hámsters y lo primero que sorprende es que no está clara la intención del director. La intriga no invita a pensar. Más bien entendemos que Gil González no tiene claro de qué se trata su ópera prima. El realizador retrata a una familia disfuncional; quiere hacerlo en clave cómica. Consigue una que otra sonrisa, pero nunca la carcajada. Como tantos otros de su generación, González está interesado en la denuncia. ¿De qué? No importa. La incomunicación tal vez, la falta de expectativas del transmodernismo capitalista o la falta de trabajo. Lo importante en todo caso es ser irreverentes. ¿Basta criticar al statu quo para tener una película interesante? La literatura y el cine nacional de-
muestran que no. Sin embargo, hay algo bueno en Los Hámsters: a pesar de que sucede en Tijuana y a pesar de la necesidad de “denunciar”, la obra no resulta truculenta. Indudablemente, González tiene talento. Es una lástima que no haya meditado a sus personajes lo suficiente como para darles profundidad. Ya tendrá tiempo si le interesan estos temas. Así parece demostrarlo en Conversaciones de un matrimonio, cortometraje del 2013 que también habla de la crisis de pareja y que fue nominado al Ariel. Tendrá tiempo si las políticas de producción del cine nacional siguen funcionando y autores como Gil González pueden seguir macerando sus intuiciones. Solo así tendremos grandes cineastas. Los Hámsters debería implicar un alto en la carrera del director. Mirarla
Los Hámsters. dirección: Gil González. Guión: Gil González, Carlos Rodríguez. fotografía: Juan Pablo Ramírez. con Adolfo Madera, Gisela Madrigal, Hoze Meléndez. México, 2015.
y darse cuenta de que el problema está en el guión; de que con esos diálogos y esas situaciones resulta difícil que el público sienta simpatía por esos roedores que dan vueltas sin ir a ninguna parte. El director Ken Loach en Inglaterra o el cine del fin de la era soviética demuestran que es posible sentirse fascinado por personajes francamente grises. El problema del cincuentón que no encuentra traba-
jo no es el actor. Angel Norzagaray es un gran artista. El problema son los diálogos, las situaciones que no terminan por ir a alguna parte. Así, la película termina por parecer una ocurrencia. Lástima. El personaje del hijo marihuano se desinfla. Y eso que hubiese podido decir como Pessoa en aquel poema: “Nunca seré nada (pero) tengo en mí todos los sueños del mundo”. L
MILENIO
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ESCENARIOS
ESPECIAL
Nacer yunque en vez de nacer martillo Manuel de Falla nació 140 años atrás y murió hace 70. Celebramos los aniversarios con tres aspectos de su vida y obra VIBRACIONES SUPERSTICIÓN
M
anuel de Falla (1876–1946) le tenía miedo a la luna. Creía con toda la fuerza de su alma que la luna —por el simple hecho de verla cuando ella estaba de malas— podía matarlo de una hemorragia. Haber nacido de noche era la explicación que daba cuando le preguntaban sobre su salud precaria. Y también creía que el número siete llenaría su vida de accidentes y mala suerte. Cuando se lo encontraba, lo destruía a través de divisiones; por ejemplo, si notaba que una escalera tenía siete peldaños, la subía de dos en dos para convertirla de cuatro. LENGUAJE
Manuel de Falla tuvo un acercamiento selectivo a las vanguardias. Murió convencido de que toda música debe estar estructurada en torno a la melodía. Su invención nace de lo agreste. Luego, estimulada por las ambiguas aguas del Impresionismo y por antiguos vientos de sutileza renacentistas, crece estilizada y onírica. Un melodismo suave y elegante que, sin embargo, nunca niega sus toscas raíces cubiertas de tierra y maleza; por lo tanto, en sus profundidades habita una permanente sensación de fuego y laten continuas premoniciones de sangre salvaje. Un melodismo de naturaleza española en su desenfado —campesinos andaluces que cantan mientras aran para defenderse del cansancio— y de espíritu nostálgico —
DANZA
HUGO ROCA JOGLAR hrjoglar@gmail.com
aquí y allá intensos recuerdos de las voces tan sobrias del Padre Soler y Alfonso X, “El Sabio”— en su idealización del pasado. UNA INSTANTÁNEA DE SU ÓPERA
¡Qué funesto sonido el de los herreros que cantan! En la ópera La vida breve (1913) son las primeras voces. Las mujeres venden flores en un nublado día granadino. La gitana Salud (soprano) y el señorito Paco (tenor) se besan escondidos en los sombríos callejones del Albecín. Las trágicas voces de la fragua ensombrecen su romance. “Malhaya, el hombre, malhaya, que nace con negro sino”, un sonido triste y lejano, “¡malhaya quien nace yunque en vez de nacer matillo!”, un sonido insistente y desolado. Paco cumple su último deseo de soltero: cogerse a una gitana. Para seducirla le promete amor eterno. Nunca cree que Salud sea inocente. Piensa que sus remilgos son burdas tretas para cotizarse, para excitarlo más, incluso para pedirle dinero. La música es continua. Fluye sin interrupciones entre las atmósferas del pueblo. La esencia es trágica: el canto funesto de los herreros (“¡malhaya quien nace yunque en vez de nacer matillo!”, un sonido definitivo. El yunque son los pobres; los ricos el martillo. No hay más en la España rural). A veces la mirada musical enfoca —guitarras, cante jondo y castañuelas— el efusivo misterio de la festiva idiosincrasia española y a veces
El autor de la ópera La vida breve
busca en el alma humana, entre atmósferas etéreas de colores impresionistas, el por qué de tanta crueldad y tantas mentiras. Salud le cree a Paco porque dentro de ella es verdad el amor eterno. Y de pronto, de las manos de su abuela (mezzosoprano) y de su tío Sarvaor (barítono), llega al jardín de una casa elegante. Por la ventana ve que Paco besa a una mujer vestida de novia. Llevan el mismo anillo. Y Salud, salvaje, delirante, irrumpe en la fiesta de bodas. “Yo no vengo a cantar, yo no vengo a bailar, vengo a ver a ese hombre para pedirle por Dios que me mate, que me acabe por fin de matar”, su voz de soprano suena pálida, enferma y desquiciada. “¡Me perdió!, ¡me engañó!, ¡me dejó! ¡Debe haber todavía en mi casa algún eco que guarde sus dulces palabras de amor!”. “¿Yo?”, Paco lo niega, “¡Mientes!, ¡echadla!”. Y Salud cae muerta ante la certeza de que el hombre que ama, con quien se besó por la mañana, no quiere volver a verla. L ARGELIA GUERRERO
makarova81@yahoo.com.mx
ESPECIAL
Travesía
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uscamos vidas en caminos de muerte” es el nombre de la XII Caravana de madres centroamericanas en busca de sus hijos desaparecidos, que inició el pasado 15 de noviembre. El drama de migrar ha sido abordado desde diferentes perspectivas y desde la óptica de los diversos actores que transitan esa ruta (jóvenes, mujeres, niños, etc.). El cine, la música y la literatura han elaborado en torno a esta experiencia un discurso en el que, a través de diversas estéticas y lenguajes, nos asoman a los distintos escenarios que enfrentan quienes han tenido que migrar. La danza ha retomado en varias ocasiones este tema, pero no pocas veces se reduce al hecho de cruzar la frontera; es decir, poco se aborda del complicado proceso que implica migrar. La compañía mexicana Barro Rojo ha dedicado su último trabajo coreográfico a esa realidad de la que se habla, canta y escribe mucho, pero que se entiende muy poco. El nombre de la pieza: Travesía. Un
trabajo interesante y profundo que revela, por medio de los recursos escénicos reforzados por el vestuario y la iluminación, la compleja situación en este viaje cada vez mas parecido al de Dante por los círculos del
infierno. Vemos una sucesión de escenas que ilustran cada una de las adversidades en un país terriblemente violentado como México, en la que los bailarines ejecutan una mezcla de movimientos estéticos, orgánicos, pero también instintivos y salvajes, que imprimen a la pieza una serie de matices anímicos que se refuerzan por la variada selección musical. Este trabajo también rescata el valor de la solidaridad de quienes comprenden la dificultad de migrar, y por momentos nos abraza con gestos mínimos, suaves, pero contundentes y significativos. Los bailarines que encarnan la figura de los y las migrantes llevan en su interpretación un potencial físico que nos aleja de una visión mendicante y, por el contrario, vemos en ellos al migrante que con todo en contra planta su paso. La del 26 de noviembre fue una función de homenaje a las madres cuyos hijos han desaparecido en su paso por México. Esta vez, la danza fue más allá del uso de un tema. Muchas de esa madres vieron una coreografía primera vez, muchas de ellas sintieron también por vez primera el abrazo solidario del arte que reconoce su tenacidad. Empeñémonos en que una función de esta naturaleza no sea la última. L
VARIA
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LABERINTO
ESPECIAL
El reto de la lectura DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com
TOSCANADAS
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ara cuando usted lea esto, desocupado lector, estará por terminar la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Es, por supuesto, una buena fiesta para promover la lectura y la venta de libros, así como el consumo de tequila. Sin embargo, debemos aceptar que dentro de ese enorme espacio de exposición, lo mismo se encuentran joyas del pensamiento que basura descerebrada para idiotizar a incautos lectores. Pues sí, queridos amigos, después de tanta promoción en torno al libro, acaba por predominar la idea de que el libro es algo bueno en sí, que hay que leer sin importar qué, que un libro ante los ojos es un paso a la civilización; eppur también los libros pueden idiotizar. Una chica que me entrevistaba para una difusora “cultural” me dijo que no había podido leer ni a García Márquez ni a Cervantes porque le parecían muy complicados. Aunque sé que esa es la excusa de quienes ni siquiera han intentado leerlos, perdí mi talante cortés y me puse a regañarla. La buena literatura está allá arriba, le dije, y hay que sudar un poco para alcanzarla; hay que pensar, entender, descifrar; concentrarse, decidir, meditar. De eso se trata. Usted, como mucha gente, se sube a una bicicleta solo si es
cuesta abajo; pero se pierde de la satisfacción de escalar una montaña. ¿García Márquez complicado? ¡Joer! El tan mentado discurso de que la lectura debe ser un placer, se convirtió en que la lectura debe ser un acto de apatía, de huevonería, de ausencia de retos, de evitar conflictos, de diluir, de restar sabor, de impensamiento. Se supone que la lectura debía convertir a un mostrenco en sabio, pero ahora le decimos al mostrenco: “No te esfuerces con un libro, pues la lectura ha de ser placentera”. Y en qué diablos halla un botarate el placer sino en la inactividad del encéfalo. En un mundo tan comodino, a la gente le gusta engañarse. Así como compran electrodos quesque les desarrollarán abdominales de escultura griega, así compran placebos en forma de libro. Sí, es preocupante que autores de cabeza hueca se conviertan en best sellers, pues eso significa que una masa de lectores de cabeza aún más hueca son worst readers. Pero esto es preocupante desde el punto de vista cultural, no comercial. Por eso las editoriales corren felices a contratar al último cretino de moda. Es verdad que el mismo Cervantes cita a Plinio diciendo: “No hay libro tan malo
CAFÉ MADRID
que no tenga algo de bueno”. Pero al mismo tiempo pone al cura y al barbero echando al fuego los libros sin mérito. Imagino que esos personajes cervantinos en la FIL armarían tan grande pira libresca que la de Savonarola sería apenas una fogatita. Olvidémonos entonces del placer de la lectura y demos un paso más allá; pasemos al reto de la lectura. Y, cosa curiosa, el reto es siempre más placentero que el placer. L VÍCTOR NÚÑEZ JAIME
periodismovictor@yahoo.com.mx JOSÉ SUÁREZ
Unamuno L
os gritos falangistas (“¡España!... ¡Una! ¡Grande! ¡Libre!”) comenzaban a arreciar cuando Miguel de Unamuno (1864–1936) se levantó de la silla que ocupaba. En el estrado del Paraninfo de la Universidad de Salamanca (la más antigua de España y del mundo hispano) acababa de escuchar con incomodidad cómo se calificaba a Cataluña y al País Vasco (“las vascongadas”) de “cánceres en el cuerpo de la nación”. A unos meses del inicio de la Guerra (in)Civil y con la muerte de Federico García Lorca muy reciente, la crispación se había apoderado del país. El filósofo y escritor ocupaba la rectoría de la institución por tercera vez y era el anfitrión de la ceremonia oficial del Día de la Raza, en la que no tenía previsto hacer uso de la palabra pero, ante tal perorata, sintió la responsabilidad de alzar la voz: —Venceréis, pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis porque convencer significa persuadir. Y para persuadir necesitáis algo que os falta en esta lucha: razón y derecho. Me parece inútil pediros que penséis en España. El discurso espontáneo era, además de un freno a los improperios, una muestra de arrepentimiento. Porque Unamuno había apoyado inicialmente el alzamiento armado. “¡Viva la muerte, muera la inteligencia!”, gritó alguien de entre el público. Entonces, ese 12 de octubre de 1936, el autor de Niebla se esforzó por dejar claro ante la multitud que no volvería a dudar de la República y continuó hablando. A unos centímetros de él estaban Carmen Polo, esposa de Franco, y el general José Millán–Astray, fundador de La Legión, el principal escuadrón del Ejército de Tierra español. Ambos darían cuenta al Generalísimo de la arenga
El autor de Del sentimiento trágico de la vida
encendida que acababan de escuchar y éste no tardaría en ordenar la destitución como rector de Unamuno quien, dos meses y medio después, el último día de aquel fatídico año, moriría en su casa. La escena del “incidente salmantino”, como se conoce popularmente, fue recreada hace unos días en el mismo lugar donde se llevó acabo hace 80 años, por el actor José Luis Gómez, que también protagoniza el biopic cinematográfico de Unamuno titulado La isla del viento, el cual puede verse estos días en los cines de España. Gómez tiene 76 años, es académico de la lengua y uno de los principales actores de este país desde que protagonizara, en 1975, Pascual Duarte, la película basada en la novela “tremendista” de Camilo José Cela. De estatura baja, enjuto
y canas bien peinadas, dice que recordar hoy el “incidente” de don Miguel sirve para “hacer un llamado a la razón, al respeto de las diferencias ideológicas y para plantarle cara al avance de los populismos. Y de la cordura ante el separatismo en España”. La isla del viento es la primera película de ficción dedicada a Unamuno. Su argumento sentimentaloide le resta méritos, pero en el fondo es, como dijo ante su estreno Jean–Claude Rabaté, biógrafo del escritor, la recuperación de una figura intelectual contradictoria pero esencial en la historia contemporánea y “un canto a la dignidad humana y de incomprensión frente a la actitud de una juventud a quien tanto había inspirado y que ya no se encuentra en sintonía con él”. L