Laberinto
DONALD TRUMP Y LA CAMPANA DE GAUSS gerardo herrera corral p. 08
MILENIO
Nร M. 707
sรกbado 31 de diciembre de 2016
LA CAUSA ANIMAL
luis xavier lรณpez farjeat, roberto pliego y armando gonzรกlez torres p. 04 a 07
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ANTESALA
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LABERINTO
ESPECIAL
Twitteratos AVELINA LÉSPER www.avelinalesper.com
CASTA DIVA
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s innecesario estudiar literatura, mucho menos preocuparse por la elemental sintaxis y ortografía, estorba el pensamiento profundo, para ser escritor basta con abrir una cuenta de Twitter. Marcel Proust dedicó 13 años para escribir En busca del tiempo perdido y la muerte dejó inconclusa su obra, un twitterazo se publica cada segundo, y con la recopilación de las ocurrencias cotidianas los autores publican libros más “acordes con el tiempo que nos tocó vivir”. La literatura tiene su propio tiempo, leer una novela de miles de páginas exige concentración, devoción y hasta humildad, pero los lectores “acordes a nuestro tiempo” leen instantáneamente y así publican sus comentarios que los convierten, a su vez, en nuevos autores. La cadena interminable confunde a los que se supone son “autores de carrera” con sus seguidores, el nivel de pensamiento es el mismo. Lo absurdo es que esos textos se publiquen en papel y que pretendan tener lectores, la gente que considera lectura el twitterazo del día no va a leer La montaña mágica de Thomas Mann, y por su supuesto, un autor que se entretiene en twittear y considera a eso “literatura” tampoco pretende o puede escribir La montaña mágica. El binomio perfecto está en el medio mismo y es necio adulterarlo, justificar esos textos es una traición al formato, decir que son “indefinibles reflexiones,
ALFILERES ARMANDO ALANÍS @elsaltillero
aforismos, pensamientos, poemas” les quita su esencia contemporánea, son lo que son: twitterazos. Darwin investigó el origen de la capacidad del lenguaje, Noam Chomsky afirmó que teníamos un “órgano del lenguaje que estaba en alguna parte de nuestro cerebro”, esa evolución de nuestro pensamiento abstracto se cree que tomó unos 100 mil años, y es posible que mucho más, la twitteratura con 140 caracteres destroza la evolución, y arroja un chiste que merece perpetuarse en la letra impresa. Las recopilaciones twitteras pueden ser más variadas, que impriman los de los políticos,
los de los artistas y cantantes, los insultos de las masas, porque si el parámetro de su valor está en el número de seguidores, las editoriales deberían asomarse a lo más abyecto de las redes para seleccionar a sus lanzamientos. La incontinencia contemporánea nos está saturando de infra libros, con este sistema es incontable la cantidad de cosas que se pueden publicar cada mes, porque en la cyberdemocracia todo el mundo considera valiosa su opinión, no importa que sean onomatopeyas y balbuceos, o “poemas y reflexiones”, merecen ser leídos y olvidados. L
Cuando encontró el tiempo perdido, llevaba escritos siete volúmenes. ESPECIAL
El salvaje AMBOS MUNDOS
A
SANTIAGO GAMBOA Facebook: Santiago Gamboa–círculo de lectores
hora que se acaba el 2016 quisiera decir que El salvaje, la última novela de Guillermo Arriaga, es uno de los mejores libros que he leído, no solo en este sino en los últimos años. En él retoma su mundo más sólido: la crudeza del barrio, las calles de la Unidad Modelo con sus grupos neonazis y ultra católicos, la corrupción policial y la fiereza del combate por la vida en un medio en el que Juan Guillermo, el protagonista, debe aprender a sobrevivir siguiendo la estela abierta por su hermano mayor, Carlos, quien muy pronto morirá, como morirán todos los miembros de su familia, incluidos los padres, la abuela, los dos canarios y el perro. En la primera página, tras describir una apacible mañana en
su casa, el narrador anuncia que muy pronto todos desaparecerán, y por eso el fin de su adolescencia estará consagrada a la durísima pasión de la venganza. La historia del joven se trenza con otra, lejos de México, en el norte de Alaska, en las llanuras del Yukón, donde un indio inuit llamado Amaruq caza un lobo e intenta llevarlo de vuelta cruzando estepas nevadas y tormentas. Ese animal, el lobo, acaba siendo el eje que une las historias, pues el joven mexicano de la calle Retorno 201, al quedarse huérfano, decide también adoptar un lobo que otra familia pensaba sacrificar y lo lleva a su casa. Como en La migala, de Arreola, Juan Guillermo combate la tristeza de la orfandad y la pérdida del hermano con los gruñidos y el
Guillermo Arriaga
acecho del animal en su propia casa. El aprendizaje para domarlo será el despiadado aprendizaje de la vida, la sabiduría que proviene de convivir a diario con el miedo y la posibilidad de la muerte hasta que ese lobo, transformado en el centro de sus anhelos, lo impulsa a un viaje que, en el fondo, será la búsqueda de la redención y del propio destino. En El salvaje Arriaga hace una síntesis de toda su obra anterior —fílmica y literaria— para
reconstruir su mundo estético: la violencia urbana, la cacería, las fronteras humanas y las reales, la soledad y el amor, los celos y la amistad, la lealtad y la lucha por modificar el extraño destino de las personas, el amor por el animal salvaje y la dignidad que ellos transmiten a quien logra domarlos o cazarlos, en fin, una obra apasionante y vertiginosa que nos interroga sobre la propia vida y que nos hace creer, una vez más, en la gran literatura. L
dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez
MILENIO
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× G U I L L E R M O
V EG A
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ANTESALA
Z A R AG OZ A ×
Policía del instante Este poema forma parte de Poemas para ablandar a las rocas (Casa Editorial Abismos, México, 2016), tres libros sobre el oficio de dormir con las palabras
Lucidez e ironía RESEÑA SILVIA HERRERA
Un poeta es alguien destinado a renegar de sí mismo Juan Gustavo Cobo Borda
M
irar es el único trabajo del poeta y escribir de lo que ve con las palabras más justas las mejores que pueda encontrar Esa es su misión en la vida La más difícil Porque todos miramos Pero pocos como él La calle sigue ahí Para que el poeta Siga mirando Como un policía del instante
× E KO × E X L I B R I S × C A M I L L E S A I N T- S A Ë N S ×
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or solo el hecho de que el premio literario francés más importante lleve su nombre, debería bastar para que los hermanos Goncourt —Edmond y Jules— sean conocidos en cualquier latitud; lamentablemente, pertenecen al linaje de los escritores secretos. Sin embargo, hay razones, diremos prácticas, que explican el hecho de que solo un puñado de lectores se acerque a ellos. La edición francesa de su Diario consta de alrededor de cuatro mil páginas y eso exige un lector entregado y paciente. En español no se ha traducido de manera íntegra, nada más se conocen ediciones parciales. Hay una española que abarca de 1851 a 1895 y, recientemente traducida por Armando Pinto, director de la poblana revistaCrítica, se ha publicado en México Diario. Memorias de la vida literaria 1863 (Libros Magenta/ Secretaría de Cultura). Como informa el editor Gabriel Bernal Granados en el prólogo, el Diario abarca de 1848 a 1896. Hasta 1870 lo escribieron al alimón Edmond y Jules, pues este último, debido a su precaria salud, murió el año señalado. El subtítulo Memorias de la vida literaria no define totalmente el contenido. En esta edición de 1863, encontramos la presencia de Flaubert, Sainte–Beuve, Turgueniev y Taine, entre otros, pero los asuntos literarios no agotan el contenido. Existen otras dos vertientes que podemos seguir en la lectura: por un lado, como anota Bernal Granados, Edmond y Jules son testigos del cambio de sensibilidad que se da en Francia a mediados del siglo XIX, donde confluirán dos ámbitos contrastantes: “Es el París de la Belle Époque, que se gesta por partida doble: tanto en los salones literarios como en los cabarets de los bajos fondos”; por otro, hay reflexiones que se alejan de estos universos. Lúcidos, los Goncourt se saben parte de esta transformación (han recibido los elogios de Sainte–Beuve por la obra que han venido realizando) y, particularmente, en el Diario volcarán su genio. Hablando de la parte referente a la escritura, las páginas dedicadas a los bajos fondos destacan por el humor y lo directo del vocabulario, que algunas buenas conciencias no dudarán en calificar de obsceno. Pero esto solo es un detalle; en esta zona su escritura es más narrativa y la extienden generando tensión y ritmo. Por ejemplo, las páginas dedicadas a la actriz Suzanne Lagier hacen de ella uno de los personajes más inolvidables del libro, por encima de los escritores. En cuanto a la parte que hemos llamado reflexiva, la escritura se vuelve aforística, concisa: “A medida que las sociedades avanzan, o creen avanzar, a medida que hay civilización, progreso, culto a los muertos, el respeto a la muerte disminuye”. Obra fundamental de la literatura de todos los tiempos, el Diario de Edmond y Jules de Goncourt continúa manteniendo su carácter innovador y actual. Quien se adentre en la edición que hemos comentado, no saldrá defraudado. L
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LABERINTO
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La causa animal
El debate en torno de los derechos de los animales y las obligaciones morales que los seres humanos tenemos hacia ellos, implica una mirada a nosotros mismos como parte de la naturaleza. Desde una perspectiva filosófica, teológica y científica, las siguientes reflexiones desentrañan los quebrantos que a través del maltrato y la crueldad, el hombre ha establecido en su convivencia con la fauna. Acompañamos esta entrega con una crónica sobre la alegría y el desconsuelo de una mascota
LAS TESIS DE TOM REGAN LUIS XAVIER LÓPEZ FARJEAT
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n defensa de los derechos de los animales, de Tom Regan, un libro indispensable para comprender en profundidad las coordenadas filosóficas sobre las que debe construirse el debate acerca de los derechos de los animales, ha sido publicado recientemente en español de manera conjunta por el Fondo de Cultura Económica, la Universidad Nacional Autónoma de México, el Instituto de Investigaciones Filosóficas y el Programa Universitario de Bioética. En 1983 apareció la primera edición bajo el título The Case for Animal Rights, y desde entonces ha sido un referente en las discusiones filosóficas al respecto. En 2004 apareció una edición revisada. Regan comienza argumentando cuan razonable es considerar que, en contra de lo que muchos piensan, algunos animales son conscientes. Para ello, discute y derriba la postura cartesiana según la cual los animales no poseen conciencia y por lo tanto su comportamiento puede explicarse en términos exclusivamente mecánicos. Este primer paso es relevante puesto que descalifica el automatismo cartesiano y lo considera insuficiente para explicar no solo el comportamiento de mamíferos superiores sino también el de seres humanos pre–lingüísticos. Regan revisa, también, la denominada “prueba del lenguaje”, es decir, la prueba esgrimida por Descartes con la intención de mostrar que solo los seres humanos poseen conciencia al ser los únicos seres capaces de usar un lenguaje para expresar sus pensamientos. Regan argumenta en contra de dicha prueba y afirma que en realidad
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el proceso de aprendizaje del lenguaje presupone que los humanos somos conscientes: no porque articulamos lenguaje somos conscientes sino que, por el contrario, porque somos conscientes articulamos lenguaje. Si anteponemos la conciencia al lenguaje, entonces se vuelve indispensable remontarnos a un tópico central en la filosofía de la mente, a saber, qué es la conciencia. Para mostrar que algunos animales son conscientes, esto es, que poseen estados mentales como creencias y deseos, Regan adopta —y al mismo tiempo problematiza— la teoría evolucionista. Regan muestra que en realidad la postura cartesiana se ha quedado corta frente al evolucionismo: no es posible sostener únicamente la existencia de dos tipos de realidades —cuerpos y mentes—, sin explicar de manera contundente cómo es que la mente interactúa con el cuerpo; en contraste, el evolucionismo ha acertado, apunta Regan, al mostrar que la conciencia tiene un valor adaptativo
y, en este sentido, aquélla no es exclusiva de los seres humanos. No sería justo, como el propio Regan afirma, reprochar a Descartes el no haber atendido la cantidad de experimentos que se han llevado a cabo recientemente con la finalidad de descubrir si algunos primates, por ejemplo, tienen conciencia al grado de ser capaces de utilizar lenguaje. El tema del lenguaje animal no es menor: el principal argumento que suele esgrimirse para negar la posibilidad de que los animales tengan conciencia es, en efecto, la supuesta ausencia del lenguaje. Sin embargo, como puede constatarse con varios ejemplos que aparecen a lo largo del libro, y que pueden encontrarse también en la abundante literatura actual en la que se reportan las capacidades cognitivas de los animales, no es nada claro que algunas especies sean incapaces de articular lenguaje. Varios primates, los delfines, algunas aves, por mencionar unos cuantos ejemplos, son capaces de expresar y comunicar sus contenidos mentales. Regan entreteje razones y argumentos destinados a mostrar precisamente la complejidad de la vida mental de los animales: sus recuerdos y percepciones, sus deseos y creencias, su sentido de futuro y sus emociones, su sintiencia (la capacidad para percibir placer y dolor) y su autoconocimiento. La atribución de una vida mental a los animales es el preámbulo para introducir la idea de autonomía: “como individuos con deseos, creencias y la capacidad de actuar en persecución de sus metas, los animales tienen un tipo de autonomía, la autonomía de preferencia”, es decir, la capacidad de actuar con la finalidad de satisfacer sus deseos. Específicamente los animales mamíferos, al igual que los seres humanos, tienen una serie de intereses biológicos, psicológicos y sociales, orientados a mejorar su propio bienestar. Una vez asentado que existen razones de peso para conceder que varias especies animales son “sujetos de una vida”, Regan se concentra en la problemática central: el trato que debemos dar a los animales. Examina entonces distintas posturas que han intentado prescindir de los derechos de los animales. Discute, sobre todo,
la idea de que solo tenemos deberes indirectos con los animales. Reprueba también los planteamientos erróneos, a su juicio, de aquellas posturas que reconocen que tenemos deberes directos con los animales: el utilitarismo falla al no proporcionar una base sólida para considerar el deber directo y, en consecuencia, hace del deber algo poco estable y dependiente de las circunstancias; el enfoque de crueldad y bondad falla al confundir el valor de los agentes morales con la moralidad de sus actos. Además de la cantidad de discusiones filosóficas y extra–filosóficas abiertas por Regan a lo largo de casi 500 páginas con la finalidad de defender que los animales sí pueden ser sujetos de derechos, es llamativa la sinceridad con la que reconoce cuando sus argumentos son insuficientes, que dejan cabos sueltos o abren flancos problemáticos. Es igualmente valioso su interés por comprender a sus rivales e interlocutores señalando tanto sus aciertos como los problemas derivados de algunas de sus afirmaciones. La postura de Regan es controversial lo mismo para quienes niegan que los animales son sujetos de derechos, como para quienes creen que todos los animales lo son. Uno de los aspectos que más han llamado la atención en el planteamiento de Regan es la noción de “sujeto de una vida”, que él mismo ha construido para referirse a la igualdad moral que existe entre los seres humanos. No obstante, la noción la extiende hacia animales no humanos que, al igual que los seres humanos, son conscientes de que el mundo, la calidad y duración de su vida es relevante, y además, a ellos mismos les importa lo que les sucede. Cabrían en este rubro, entonces, según Regan, todos los mamíferos y las aves, y muy probablemente varios peces. A partir de esta premisa, los argumentos apuntan hacia la defensa de que al menos estos animales poseen derechos morales básicos y uno fundamental es su derecho a la vida. La cantidad de consecuencias y debates que se desprenden de una postura como ésta, es enorme y es de radical relevancia para la discusión pública. Es una lástima que uno de los protagonistas más notables de la controversia acerca de los derechos animales se haya traducido tan tarde al español. Regan sigue activo y su postura ha sido ampliada, puntualizada y clarificada a lo largo de los años. Su obra, sin duda, se ha posicionado como un referente esencial para la discusión ética en torno a los derechos de los animales y vale la pena someterla a escrutinio y reflexión. L
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DE PORTADA
ESPECIAL
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A NUESTRO LADO ROBERTO PLIEGO
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a naturaleza humana está condenada a una pobre plenitud mientras no se reconozca en la naturaleza animal. Este es el argumento sobre el cual descansa el alegato de Franz–Olivier Giesbert a favor de nuestros semejantes más desvalidos: el cerdo, la araña, el elefante, la cabra, la golondrina, el zorro… Uno pensaría que Giesbert es uno de esos activistas formados en la biología o en la zoología, y demasiado beligerante como para olvidar las diferencias entre la prédica y la libre discusión de las ideas. Pero no es así. Viene del periodismo, del ensayo político y de la novela y, sobre todo, del epicureísmo, que se regocijaba al contemplar el vuelo de una mosca. Antes que nada, Un animal es una persona (Alfaguara, México, 2016) es una denostación del antropocentrismo. Si Descartes proclamó la arrogante superioridad de la especie humana sobre las numerosas especies animales, y el teólogo Malebranche negó incluso el derecho de una perra preñada a sentir dolor, Jacques Derrida se impuso la tarea de extender el concepto de “hombre” al de aquellos que no somos, los otros, los animales. Giesbert deplora tanto a la tradición fi losófica que se ha empeñado en alejarnos de la naturaleza “en nombre de eso que podríamos llamar un humanismo metafísico” —Platón, Kant, Hegel, Sartre, a la cabeza— como celebra la empatía de Montaigne, Darwin, Lévi–Strauss, para quienes la solidaridad, el sentido del humor, la compasión, el duelo son cualidades que observamos en el mundo animal. Los pasajes dedicados a probar estos rasgos son los más festivos y reveladores. Sabemos así que un loro tiene una inteligencia semejante a la de un delfín y que incluso puede comprender hasta mil palabras, que los elefantes pueden compadecerse y liberar a manadas de antílopes encerradas en un vallado, que los monos comparten alimento con aquellos que son incapaces de obtenerlo, que los orangutanes ríen y fabrican herramientas, que los pulpos tienen una envidiable capacidad de aprendizaje o que la cigarra posee una aguda conciencia de su vida fugaz. Hay en estos pasajes
una alegría infrecuente por las virtudes animales y un lamento por nuestra curiosidad finita. (A su gabinete de maravillas, Giesbert pudo agregar la noticia de que las hormigas consumen el jugo beatífico que exudan los pulgones después de ser estimulados cariñosamente o de que los tiburones alcanzan estados alterados tras ingresar a cuevas submarinas donde las corrientes hacen posible la hiperoxigenación.) Pero Giesbert no quiere solo escarmentar a los pensadores animalofóbicos y ganarse la simpatía de los defensores de la causa animal; quiere denunciar la inmisericordia de los rastros franceses donde la muerte llega con eficiencia industrial. Un carnívoro se siente llamado al vegetarianismo ante la descripción de un bovino que aún se agita mientras el matarife procede a cortarle las patas delanteras luego de practicarle una incisión en el cuello, y hasta promete alimentarse únicamente de frutos de la tierra una vez que sabe de esas gallinas confi nadas en una jaula, sin poder siquiera pararse sobre sus patas, y con el pico mutilado. Pero también se siente obligado a protestar cuando Giesbert dice reses, terneras, cerdos sacrificados entre alaridos de horror y añade Tercer Reich, Holocausto, Treblinka. La causa animal no necesita del despropósito, o, como escribió Yves Bonnefoy, también hay “espejismos de la claridad”. Hemos de suponer que la censura de Giesbert a ciertas prácticas rituales del islam y el judaísmo asociadas al sacrificio se deben a la influencia de la pasión. Pues apasionada es su certeza de que las arañas tienen alma y de que estamos hechos para el mundo y no el mundo para nosotros. Su sospecha de que la humanidad se enfi la hacia el despeñadero en la medida en que siga permaneciendo indiferente ante la desconfianza y la crueldad hacia los animales parece un buen antídoto contra la vanidad y la soberbia. Estamos obligados, como dicta después de imponer el ejemplo de san Francisco de Asís, a poner a los animales en el lugar que les corresponde: “ni por encima ni por debajo de nosotros, sino a nuestro lado, en el meollo del mundo”. L
LABERINTO
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EL ISLAM Y EL RESPETO A TODAS LAS CREATURAS LUIS XAVIER LÓPEZ FARJEAT
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as discusiones sobre los derechos de los animales y las obligaciones morales que los seres humanos tenemos hacia ellos se han vuelto un tópico común en las últimas décadas. El rechazo de un sector representativo de la sociedad hacia el maltrato animal ha generado incontables debates públicos y la legislación actual en distintos países contempla ya la inclusión de leyes y normas más sólidas destinadas a la protección animal. Los argumentos públicos destinados a abogar por el respeto hacia los animales comenzaron a circular aproximadamente a finales del siglo XIX, en Inglaterra, y en tiempos más recientes tomaron fuerza a partir de la década de 1970. Sin embargo, el tema es muy antiguo: en el siglo VI a.C. Pitágoras sostuvo que teníamos obligaciones morales con los animales; más tarde, Lucrecio y Ovidio sostuvieron algo similar. En la filosofía moderna hay cantidad de argumentos al respecto, desde Locke hasta Kant, Schopenhauer y Bentham, y en la filosofía contemporánea el tema comenzó a ser importante desde que en 1975 Peter Singer publicó Animal Liberation. En la mayoría de los foros académicos en los que se debate el tema, es común encontrarse con la creencia extendida de que las religiones monoteístas —judaísmo, cristianismo e islam—, con su visión antropocéntrica y su tendencia a justificar la superioridad de los seres humanos sobre el resto de los seres vivos, han sido cómplices del deterioro ecológico y del maltrato animal. Esta acusación ha sido un detonador importante para una profunda revisión de las fuentes y teologías fundacionales de las tres tradiciones. Si bien es indudable que las tres comparten una visión jerárquica de la creación, ello no significa que los seres humanos no tengan obligaciones morales con el resto de las creaturas. La literatura a este último respecto es abundante. Por mencionar unos pocos ejemplos, en el contexto cristiano los trabajos del anglicano Andrew Linzey han sido centrales en la discusión sobre la visión teológica del dolor animal: Animal Rights: A Christian Perspective, Why Animal Suffering Matters: Philosophy, Theology, and Practical Ethics, y Animals and Christianity: A Book Reading (editado junto con Tom Regan), por mencionar algunos títulos. Por su parte, Charles Camosy, en For Love of Animals: Christian Ethics, Consistent Action ha revisado la misma temática desde la perspectiva católica. En lo que respecta a la tradición judía, David Sears publicó hace poco tiempo The Vision of Eden: Animals Welfare and Vegetarianism in Jewish Law and Mysticism. Finalmente, entre la cantidad de publicaciones sobre el mismo asunto, pero desde la óptica islámica, se encuentran Animal Welfare in Islam de al–Hafiz B.A. al–Masri y Animal’s Rights in Islam de Fakhar–i–Abbas. La discusión en las tres religiones abre cantidad de frentes debatibles y aspectos problemáticos de gran interés sobre los que vale la pena reflexionar. Si bien es cierto que tanto en la Biblia como en el Corán se establece que el ser humano se concibe como una creatura superior, también hay un llamado, como han hecho notar exégetas de las tres tradiciones, al cuidado de la naturaleza y las demás creaturas. Quizá son las fuentes islámicas las que contienen más referencias específicas a los animales. En el Corán se afirma que el ser humano es una creatura privilegiada (Corán 95: 4). Sin embargo, también se dice que en realidad Dios es el dueño de la creación (Corán 4: 131), aunque ha delegado el cuidado de ésta a los seres humanos (Corán 35: 39; 6: 165). En consecuencia, corresponde a los humanos el cuidado, y no la explotación, de un mundo que no les pertenece a ellos sino a Dios. Y no solo eso: se lee en el Corán que el mundo no ha sido creado únicamente para gozo de los seres humanos sino para todas las creaturas vivientes (Corán 55:10 ).
Con base en los pasajes anteriores, la tradición de exégetas, juristas y teólogos islámicos ha inferido que en el texto central de la tradición islámica Dios es autor y dueño de la naturaleza y, como tal, los seres humanos han de respetarla y procurarla conviviendo con las demás creaturas que Dios ha puesto en ella. Ahora bien, a pesar de que el cuidado de la naturaleza ocupa un lugar importante, es claro que en el Corán también se establece una jerarquía según la cual los seres humanos son quienes pueden obtener mayores privilegios de la naturaleza. En varios pasajes se alude a distintas maneras en las que los seres humanos pueden valerse de los animales: la cacería (solo para adquirir alimento), la carga y la montura, la obtención de materia prima para la confección de telas, la ganadería y la pesca. En Corán 5: 1–5, por ejemplo, se mencionan varios mandatos relacionados con la cacería y la alimentación: no debe comerse la carne de un animal muerto por causa natural, no debe comerse ni sangre ni carne
de cerdo, no se come un animal cuyo sacrificio no haya sido ofrecido a Dios, no se come la carne de un animal que ha sido torturado (asfixiado, golpeado, lastimado, cornado o mutilado), se prohíbe comer animales inmolados en altares idólatras, se prohíbe la caza por entretenimiento, se permite comer la carne del animal capturado por los animales (los sabuesos) que han sido adiestrados para la caza, y está permitido también comer del alimento ofrecido por las otras “gentes del libro”, es decir, judíos y cristianos. Si bien en la tradición islámica se permite consumir carne y productos de origen animal, al mismo tiempo en distintos lugares se insiste en que debe evitarse lastimar o infligir dolor a los animales. Por ello, la legislación indica que al sacrificar a un animal debe cortarse la yugular y hacer fluir la sangre para limpiarlo y purificarlo. Se recomienda utilizar, por ello, un cuchillo bien afilado con el que pueda llevarse a cabo una ejecución rápida con la intención de que el animal no sufra.
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MORKEL ERASMUS
DE PORTADA
LADRAR EN LA NOCHE ARMANDO GONZÁLEZ TORRES
U
En los hadices o enseñanzas del Profeta los criterios son prácticamente los mismos. Algunos hadices son más categóricos: en el hadiz 1922 (ed. Sahih al Buhari) se narra cómo el Profeta detesta a quienes torturan a una gallina, y en el 1923 a quienes cortan los miembros de animales vivos. Varios hadices se utilizan para reafirmar que el islam rechaza el maltrato animal. En el 1094, por ejemplo, se narra la historia de un hombre sediento que tras tomar agua de un pozo se encuentra con un perro jadeante y sediento al que decide convidarle agua y, entonces, el Profeta afirma que habrá recompensa para todo aquel que ayude a otro ser viviente. En el 1098 se dice que hay que ser justos con el peso con que se carga a los asnos, los caballos y otros animales que apoyan a los seres humanos. Los caballos son una gran recompensa para los seres humanos y por tanto deben
ser bien tratados. Se castigará, de hecho, a quienes posean caballos por vanidad y exhibicionismo. En los hadices 1237–1239 aparecen algunos otros criterios y se habla de lo bueno que es dar un nombre a los caballos y a los asnos. Los pasajes aludidos proporcionan criterios éticos con respecto al modo en que el ser humano se relaciona con animales con los que habitualmente convive. Varios juristas sostienen que el criterio general para el caso de los animales con los que no solemos convivir, es dejarlos en paz. Aunque en los textos de la tradición islámica se admite que es lícito disponer de algunos animales en las labores y necesidades de los humanos, no es lícito maltratarlos ni explotarlos. La postura contenida en las fuentes islámicas habría de ser un referente importante en el marco de las discusiones contemporáneas. L
no de estos fines de semana llegué a mi casa de madrugada en ese estado angélico de ataraxia que produce la plática con los buenos amigos, aderezada con muchos tragos. Cuando abrí la puerta, mi perra aprovechó un descuido y se lanzó a la calle para practicar el extenuante juego en el que ella corre sin rumbo y yo trato de alcanzarla. Esa noche no hubo competencia y la perra se perdió entre las calles mientras yo trotaba con torpeza. Recorrí el barrio llamándola a gritos y, casi desfalleciente, me fui a dormir pensando que por la mañana ella estaría echada en la puerta de la casa, entre satisfecha y contrita de su travesura. Aún era oscuro cuando desperté, deseando que la huida y ridícula persecución de la perra hubieran sido un mal sueño, pero no: el silencioso hogar bufaba por su ausencia. Fue el inicio de una jornada frenética: recorrí otra vez las calles, regresé a casa para hacer un cartel anunciando su desaparición y ofreciendo una recompensa; recluté a una pequeña turba de niños para buscarla y yo mismo me di a la tarea de recorrer milímetro a milímetro los confines del barrio. A medida que pasaban las horas la esperanza flaqueaba: la imaginaba atropellada o famélica o capturada por pervertidos sexuales o, como decía la burlona profanación callejera de unos de mis carteles, “vuelta barbacoa”. Hay quienes se extrañan del apego a los animales y lo achacan a la soledad y anomía modernas. Sin embargo, los testimonios de amistad entre animales y humanos son inmemoriales, como compañeros de trabajo y aliados contra los peligros de la vida salvaje. La literatura clásica es pródiga en el amor a los animales: muchos epitafios griegos están dedicados a mascotas y una de las escenas climáticas de la Odisea ocurre cuando Ulises llora al reencontrarse con su perro después de 20 años. Lo cierto es que en la amistad entre distintas especies de animales los participantes recordamos nuestra naturaleza común, nos reconocemos lo mismo en los gestos de crueldad predatoria que en el placer del juego, deponemos o afinamos ciertos instintos, practicamos una comunicación más allá de las palabras y aprendemos una enigmática forma de tolerancia y respeto. Sin la amistad con los demás animales la humanidad estaría condenada a ladrar sola en la noche cósmica. En esas reflexiones distraía mi desolada incertidumbre cuando una vecina me llamó diciéndome que había encontrado a la perra y me dispuse a recibirla con una pequeña fiesta. L
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CIENCIA
sábado 31 de diciembre de 2016
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LABERINTO
ESPECIAL
Donald Trump y la Campana de Gauss La Distribución Normal, Curva de Gauss o Campana de Gauss está en todas partes. La política no es la excepción Edad de los presidentes de EU al tomar posesión. La última columna representa a Donald Trump
DESMETÁFORA
L
a memoria de Abraham De Moivre se conserva por dos razones: sus contribuciones al desarrollo de las matemáticas y su excéntrica inquietud por calcular, de manera rigurosa, el día de su muerte. A este matemático francés se le atribuye el descubrimiento de la Campana de Gauss, que sería bautizada posteriormente con el nombre de uno de los matemáticos más brillantes de la historia: Carl Friedrich Gauss, quien la estudió con todo detalle. La curva de Gauss es hoy del conocimiento general porque aparece en todas partes describiendo la distribución de muchos datos estadísticos. Poco antes de De Moivre, Galileo había notado que los errores de sus mediciones astronómicas tenían una distribución simétrica. Se percató de que la medida de la posición de un astro se distribuye simétricamente alrededor del valor verdadero y que los errores pequeños ocurren más frecuentemente que los errores grandes. Hoy sabemos que los errores de las mediciones se distribuyen conforme a la Campana de Gauss. En estudios de estatura hechos en España en fechas recientes1 se encuentra que la talla de los hombres adultos en promedio es de 174.6 cm y que los valores medidos se distribuyen con la forma de una campana. La Campana de Gauss está en todas partes y la política no es la excepción. La edad de los presidentes al iniciar sus mandatos en los Estados Unidos parece seguir una distribución gaussiana2. Hasta ahora, es decir: antes de enero de 2017, la media es 54 años 11 meses. Este promedio cambiará próximamente con la llegada a la Casa Blanca del presidente más viejo en la historia de los Estados Unidos. Donald Trump tendrá 70 años y 220 días cuando —para desgracia de todos— tome posesión. Al hacerlo, el nuevo promedio será de 55 años y 3 meses. De la distribución que mostramos con las edades de los 45 presidentes de los Estados Unidos resulta claro que dentro de cuatro años será importante tener un presidente joven a fin de conservar la forma acampanada de la curva. En ese sentido, la posición de los físicos y matemáticos para la futura contienda es muy clara. Lo curioso de la distribución de edades es que se conserve como
GERARDO HERRERA CORRAL gherrera@fis.cinvestav.mx
gaussiana, aun cuando 4 presidentes norteamericanos fueron asesinados y otros 4 murieron durante su mandato. La curva conserva una forma razonable a pesar de los sucesos que podrían alterar el curso natural de las probabilidades… ¿o es que quizá son estos la esencia del azar? La esperanza de vida creció, la edad de matrimonio ha aumentado y los años de escolaridad se incrementaron sustancialmente durante los más de doscientos años de información que acumula la curva. A pesar de todos los cambios en el periodo que comenzó cuando George Washington asumiera la presidencia en 1789, los presidentes tienen, en promedio, aproximadamente 55 años cuando llegan al puesto. Es importante señalar que la esperanza de vida no se mide por la edad máxima que alcanza la gente sino por la edad media de toda la población. La mortalidad infantil en el pasado reducía mucho la esperanza de vida pero la gente que sobrevivía a sus primeros años subsistía casi tanto como ahora. Si bien la gente ahora es más longeva no lo es por mucho, como a menudo se cree. La edad de los presidentes de México al iniciar sus mandatos sigue también una distribución gaussiana. Sin embargo, en México la edad promedio es de 47 años y 73 días. Graficadas en el mismo intervalo, las barras correspondientes están desplazadas a la izquierda en 8 años con respecto a la distribución de los Estados Unidos. No obstante, la distribución de los presidentes mexicanos tiene una dispersión un poco mayor. Esta dispersión se mide con la así llamada desviación estándar, que para la distribución de edades de los presidentes al tomar posesión en México es de 8.5 años. Los presidentes más vetustos en la historia de México son Victoriano Huerta, que tomó posesión cuando tenía 68 años, y José Ignacio Pavón que tenía 69. Este último, llamado José Ignacio María del Corazón de Jesús de Santa Clara Francisco Javier Juan Nepomuceno Antonio de Padua Pavón Jiménez, testificó por lo menos dos peculiaridades en su vida: no conoció homónimo y fue precedido por el más joven de cuantos presidentes ha tenido México. Miguel Miramón fue presidente a los 28 años de edad. De hecho, Mi-
Edad de los presidentes de México al tomar posesión
guel Gregorio de la Luz Atenógenes Miramón y Tarelo tampoco conoció homónimo. Murió fusilado al lado de Maximiliano de Habsburgo a los 35 años de edad. La restricción actual de edad mínima no tiene que ver con este lamentable incidente. Si en México al presidente más joven siguió el más viejo en periodos sucesivos, no es impensable que en Estados Unidos ocurra lo contrario y que Donald Trump sea seguido por algún joven demócrata. Después de todo, en la política parece haber reacciones sociales al statu quo ante. Desde 1822, cuando Agustín de Iturbide asumió la presidencia, nuestro país pasó por la Reforma, por la Dictadura y la Revolución. Con todo esto y más, la curva se mantiene acampanada. Las distribuciones gaussianas ideales se prolongan indefinidamente hacia valores cada vez más alejados de la media. Aunque matemáticamente no tiene fin y siempre habrá un valor de probabilidad para el más raro de los eventos descritos por esta distribución, sí existen límites impuestos por el fenómeno mismo. La distribución gaussiana de la edad que tienen los presidentes de los Estados Unidos al tomar posesión nos muestra que no es muy probable que se llegue a tener uno que asuma el poder con 200 años de edad. Usted puede pensar que sí es probable que esto llegue a ocurrir, pero recuerde que podría haber límites legales de edad. Eso cortaría la distribución de manera abrupta por razones que están fuera de la realización estadística y probabilística. Cuando el descubridor de la distribución normal, Abraham De Moivre, tenía 87 años, notó que cada día dormía 15 minutos más que el anterior; supuso entonces con indivisa perspicacia, que el final de su vida llegaría cuando durmiera 24 horas.
Un cálculo sencillo al término del verano de 1754, le mostró que eso ocurriría el 27 de noviembre de ese mismo año. Ese fue el día de su fallecimiento. Su vaticinio se cumplió con precisión poco envidiable y la consumación fatal de sus cálculos parece ser única en la historia conocida de las premoniciones matemáticas. El diagnóstico del médico que certificó su muerte establecía con denuedo: muerte por somnolencia. Hay quien dice que ya antes otro matemático llamado Gerolamo Cardano había calculado la fecha de su muerte. Sin embargo, todo parece indicar que este médico notable, astrólogo y estudioso del azar, debió recurrir al suicidio para alcanzar la precisión que después lograría Abraham De Moivre de manera natural. En realidad, este hecho notable en la vida de Cardano se debe más a su actividad como astrólogo. Algunas versiones históricas dicen que un día decidió hacer su propio horóscopo pronosticando su muerte antes de cumplir 75 años. Cuando se acercaba a esa edad, notó que su salud se encontraba en perfectas condiciones. Resolvió entonces dejar de comer y beber para estar en apropiada posición de cumplir con sus meticulosas predicciones. El destino cifrado en la posición de los astros no podría fallar sin un costo a su prestigio. Se dice que consiguió acertar la profecía con margen de solo 3 días. Había nacido el 24 de septiembre de 1501 y murió el 21 de septiembre, es decir: casi 75 años más tarde. L 1
“Talla de los Españoles” http://fisiologoi.com/paginas/ TALLA/tallaespanoles%20.htm 2 Información extraída del enlace: https://en.wikipedia.org/wiki/Llist_ of_Presidents_of_the_United_ States_by_age
MILENIO
EL BUEN SOLDADO FORD MADOX FORD Sexto piso México, 2016 256 pp. La publicación original de esta novela fue en 1915, y dicen que el autor pensaba titularla La historia más triste y no era para menos: Madox Ford cuenta el ascenso y la caída de los Dowell y los Ashburnham, dos matrimonios que no solo comparten la amistad sino la tragedia, porque ambos asistirán a su lenta y cruel debacle amorosa, anímica, física y emocional, en un mundo atormentado por el presagio de la guerra. La prosa de Madox Ford, enérgica, impetuosa, dota a su relato de un ambiente parecido al que Scott Fitzgerald le confirió al mundo de Jay Gatsby.
POESÍAS WILLIAM SHAKESPEARE Debolsillo México, 2016 585 pp. Como en el caso de Cervantes, quien fundamentalmente será recordado por el Quijote, en Shakespeare su faceta de dramaturgo ha provocado que se soslaye su labor como poeta. El lector moderno tendrá en mente, sobre todo, sus Sonetos, que han sido reevaluados con rigor. Pero el escritor inglés además escribió cuatro extensos poemas: “Venus y Adonis”, “La violación de Lucrecia”, “Lamento de una amante” y “El fénix y el tórtolo”. Andrés Jaume realiza una detallada introducción que ubica cada obra.
LA VENUS DE LAS PIELES LEOPOLD VON SACHER–MASOCH Sexto piso España, 2016 178 pp. Con ilustraciones de Manuel Marsol, esta novela de 1870 es todo un clásico de la literatura erótica en que la servidumbre, el fetichismo y la crueldad son los ejes de la relación entre Severin y Wanda, dos seres en busca permanente de la “suprasensualidad”. Sobre estas raras inquietudes, Juan Goytisolo escribió: “El lado oscuro del hombre permaneció en estado latente en el universo de ruido y de furia en el que vivimos, y aguardaba la pluma audaz que le pusiese su santo y seña. Gracias a Sade y Masoch es cosa hecha”.
CRÍTICA Número 173 Noviembre–Diciembre México, 2016 192 pp. En su reciente número, la revista poblana dirigida por Armando Pinton tiene como platillo fuerte el ensayo de Julien Gracq “La novela”. Construido mediante fragmentos, Gracq realiza observaciones sobre el género, como el siguiente: “Todo lo que introducimos en una novela se vuelve símbolo”. Encontramos asimismo “Tres poemas” de Rodolfo Mata y un cuento del argentino Edgardo Cozarinsky. José Homero lleva a cabo la reseña del libro De la intimidad, una colección de ensayos de Luis Vicente de Aguinaga.
REVISTA DE LA UNIVERSIDAD DE MÉXICO Número 154 Diciembre México, 2016 110 pp. El magazín de la máxima casa de estudios cierra el año con artículos de Elena Poniatowska, Rolando Cordera, Fernando Serrano, Josefina Mac Gregor y Gerardo Laveaga. En poesía, Eduardo Hurtado comparte algunos textos de su nueva producción, mientras que en narrativa los relatos corren a cargo de Ricardo Ancira, Luis Carlos Fuentes, Arnoldo Kraus y Margarita Peña. Guillermo Vega Zaragoza diserta sobre Bob Dylan y, por su parte, Eduardo Langagne y Vicente Quirarte comentan la obra de Aníbal Angulo, artista que se ocupa del acostumbrado reportaje gráfico.
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EN LIBRERÍAS
Muda: un regreso a Contemporáneos y a Orígenes POESÍA EN SEGUNDOS
C
VÍCTOR MANUEL MENDIOLA mendiola54@yahoo.com.mx
on la publicación de Muda (colección Práctica Mortal de la DGP, 2016) de Ernesto Hernández Busto, reaparece un modo refi nado de escritura lírica que parecía irremediablemente perdido. En este libro, como en muchos de los que publicaron las generaciones de Contemporáneos en México y de Orígenes en Cuba y su no tan larga cauda de seguidores —algunos de ellos, como sabemos, notables—, encontramos un extraño temple donde están reunidos el impulso de búsqueda del modernismo del siglo XX y la consistencia de diversas formas sintéticas de creación de tiempos anteriores. En una primera impresión, el lector descubre cómo Hernández hace convivir el verso libre y las formas canónicas (sonetos, haikús, dibujos chinos y yuxtaposiciones latinas), pasando por en medio de la paráfrasis y el aforismo. Hernández nos lleva de unas a otras de una manera natural y con delicadeza. Pero un momento más tarde, el lector advierte cómo las composiciones del libro sincronizan un curioso discurso anecdótico y coloquial, a través de una conciencia reflexiva que con frecuencia deriva en sutiles apreciaciones de objetos y lugares. Aquí, en esta segunda instancia, la delicadeza cobra un rigor intelectual. Conforme avanza en su dimensión ”modesta” —ya que el volumen además de contar con un número reducido de páginas y muchos poemas cortos, nos ofrece una voz escrupulosa—, Muda adquiere, sin que nunca pierda la capacidad de comunicación, un carácter contradictorio y elevado. Las frases tomadas del decir inmediato entran en una dimensión de pensamiento y creación de imágenes. El afuera caótico y serpentino cobra una pureza inesperada en el adentro de la memoria, los sentimientos y la inteligencia. Una buena aprehensión de Ezra Pound y T. S. Eliot articula la anarquía de la autoconciencia. En uno de los poemas característicos del libro, a partir del suceso corriente “en una interminable cola de Correos”, Hernández, al observar cómo un viejo usa a un niño de intérprete para lograr enviar su correspondencia, salta no solo al significado tan necesario y bondadoso de trasmitir un mensaje de una lengua a otra en el tráfago de las urgencias diarias sino que nos plantea, en ese lugar inopinado, comprender el sentido arduo y sofisticado de la traducción. Y, de pronto, la escena muta y ocurre “en las disculpas de aquellos primeros/ traductores franceses de Shakespeare,/ excusándose por la vulgaridad,/ la violencia, el desparpajo/ de aquellas historias/ que no embonaban en la belle manière/ y me vino a la mente la amenaza germánica,/ la atronadora voz, admonitoria,/ que algunos errores de traducción/ son peligrosos,/ pueden atrasarnos […]/ ralentizar incluso la civilización”. En contra de las expectativas dominantes y de una literatura al servicio de las formas más simples de la ficción, tienen un valor especial los libros que, aunque pasen más o menos inadvertidos, nos permiten volver a las horas fundamentales de la poesía del siglo XX. En esos momentos, la fuerza del pensamiento hizo a un lado la rebeldía falsa y tonta de la dogmática literatura “experimental”. Los poetas de Contemporáneos y los poetas de Orígenes, con sus sonetos “fuera” de época, con su particularismo tan cosmopolita y universal y con su crítica de la crítica, pueden estar velados por el ruido y las imágenes de alto voltaje, pero no por el tiempo profundo de la invención. En su deliberada y erguida “modestia”, Muda de Ernesto Hernández Busto nos recuerda este hecho. L
CINE
sábado 31 de diciembre de 2016
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LABERINTO
ESPECIAL
Santiago Cendejas
“Veo una sociedad a punto de colapsar” Plan sexenal aborda el machismo, la inseguridad y la violencia en una apocalíptica Ciudad de México ENTREVISTA
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HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com
entro de un Estado de Sitio, Mercedes (Eduarda Gurrola) y Juan (Harold Torres), organizan una fiesta en su nueva casa. Todo parece ir sobre ruedas hasta que se va la luz y aparece un espía. A partir de entonces, los personajes se verán inmersos en una espiral de caos. Plan sexenal es la ópera prima de Santiago Cendejas, un filme apocalíptico que pretende reflexionar sobre los problemas del país.
mente está a punto de suceder; es un símbolo de lo que podría pasar si la situación empeora en términos de inseguridad o si hubiera un movimiento armado que intentara tomar el poder. No ha ocurrido, pero nadie lo puede descartar y eso me ayuda a generar una presión hacia el interior de la casa. Quería personajes con cierto miedo al exterior.
¿Plan sexenal es una película apocalíptica sobre la Ciudad de México?
Es algo propio del México contemporáneo, pero también del mundo en general. Vivimos confundidos, no sabemos qué es verdad y eso para mí es síntoma de oscuridad. No encontré una mejor manera de reflejar visualmente la falta de información. En un punto mis personajes no saben siquiera quiénes son y terminan arrastrados a una pesadilla.
Parte de la necesidad de contar una historia que hablara del México contemporáneo, pero que al mismo tiempo fuera algo más que una metáfora, quizá un thriller que reflexione sobre el origen de nuestros problemas como sociedad. Creo que a partir de lo particular o privado podemos plantear situaciones generales o globales. Muestra a la CDMX envuelta en un Estado de Sitio.
Creo que es un riesgo que continua-
La oscuridad tiene una presencia protagónica, ¿por qué darle tanto peso?
Vivimos tiempos donde abundan las historias apocalípticas…
Sí, pero en mi caso no fue algo intencional. Quería hablar sobre el
HOMBRE DE CELULOIDE
Harold Torres interpreta a Juan en el filme de Cendejas
mundo contemporáneo. Comencé a escribir la película en 2013 y veía una sociedad a punto de colapsar. Aquí teníamos la guerra contra el narco y en Oriente la Primavera Árabe. Me preguntaba constantemente, ¿por qué nunca podemos concretar un cambio real? Sin embargo, Plan sexenal me parece que no ha perdido vigencia e incluso tiene algo de profético. Su película apela también a los instintos primarios de la animalidad: la territorialidad y la protección de la hembra ante la presencia de dos machos.
Quería llegar a las raíces de la revolución fallida. Creo que tiene mucha relación con la naturaleza humana, cosas que son tan simples como los roles de género. En la película vemos a un macho mexicano que poco a poco se descompone y pierde fuerza. Me interesaba exhibir el arquetipo
del hombre fuerte y su proceso de decadencia hasta llegar al extremo de no saber quién es. La mujer tiene rasgos muy arquetípicos de lo femenino…
Al principio los personajes eran arquetípicos, tenían una fuerte carga simbólica. Durante el proceso de trabajo con los actores adquirieron más identidad y, por tanto, se hicieron más complejos. La mujer es el objeto del deseo porque estamos hablando de un triángulo, eso me lleva a movilizar a los hombres. ¿Por qué usar la cámara nerviosa?
Recurro a todos los elementos que ofrece el cine para hacer reaccionar al espectador. La cámara nerviosa aporta tensión y resta literalidad. Al hablar de la inacción burguesa no podía facilitar los estímulos en el público, quería incitarlos a reaccionar. L
FERNANDO ZAMORA
@fernandovzamora ESPECIAL
El regreso de la otra Fuerza
L
os fanáticos de Star Wars son de temer. Resulta difícil hacerles ver que luego de la trilogía original todo ha sido publicidad. Llega a la cartelera Rogue One: Una historia de Star Wars, joya mercadotécnica que sin embargo tiene dos aciertos: supera la decepción de El despertar de la fuerza y recupera la emoción del personaje más atractivo de la serie. Rogue One es la mejor de las películas desde El retorno del Jedi. A pesar de todo, los efectos especiales siguen siendo el motor de la aventura, pero el nuevo director se permite explorar otros terrenos del cine. La actuación, por ejemplo. Peter Cushing es el más llamativo porque murió hace doce años y es, por tanto, un efecto especial. Desde el punto de vista artístico, la película se la lleva Diego Luna porque, siguiendo la tradición de sus predecesoras, Rogue One calca al carbón los estereotipos de Lucas, pero Luna da al equivalente de Han Solo un aire personal. Hace suyo al tipo rudo que, más que amor, ofrece ternura a la heroína. Luna tiene, como es de esperar, a un amigo salido de esta galaxia muy, muy lejana. Y con este nuevo robot aniñado confirmamos que el peor enemigo del nuevo Star Wars es el viejo Star Wars porque si bien K–2SO está lejos de ser tan
Rogue One: Una historia de Star Wars (Rogue One). dirección: Gareth Edwards. guión: Chris Weitz, Tony Gilroy, John Knoll, Gary Whitta, basados en los personajes de George Lucas. fotografía: Greig Fraser. con Felicity Jones, Mads Mikkelsen, Diego Luna, Ben Mendelsohn. Estados Unidos, 2016.
odioso como Jar Jar Binks, la verdad es que da fastidio lo evidente de la caricatura del adolecente de piernas largas, caminar encorvado y actitud de sabelotodo. Éste es el personaje más soso. Aún así, el director se permite realizar dos o tres escenas oscuras. Con ellas refresca una serie que tiene que abandonar de una vez por todas el corsé de infantilismo en que la encerró su propio creador. En cierta escena, un piloto de la rebelión está por ser torturado
por un amasijo de apéndices que parece salido de las pesadillas de Freud; en otra el jedi ciego ofrece una espectacular coreografía de arte marcial. Hay otra escena, calcada de Melancolía, de Lars von Trier, que fascina por su romanticismo y, en fin, Rogue One parece sentar un precedente en el futuro de la serie porque consigue volver a emocionarnos cuando se escucha la fanfarria y Darth Vader hace su entrada triunfal. L
MILENIO
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sábado 31 de diciembre de 2016
ESCENARIOS
ESPECIAL
Recital de fin de año Una “Pavana” de Fauré es el leit motiv de esta evocación de infancia en la que reverberan, de fondo, el piano y la maestra que imparte la lección HUGO ROCA JOGLAR hrjoglar@gmail.com
VIBRACIONES
M
iss Brigher me consentía mucho, aunque nunca me dejó practicar en su piano de cola negro. Me impartía las lecciones en el piano vertical blanco. Los pianos estaban uno al lado del otro en la sala de su casa (en la coyoacanense calle de Viena). Una reducción de la “Pavana” de Fauré fue la primera pieza que me aprendí de memoria. La interpreté sin partitura durante el concierto de gala que cada fin de año celebraba la academia en la Sala Chopin de la colonia Roma. Mis dedos perdieron su ubicación entre las teclas y se paralizaron a la mitad de la pieza. Quedé inmóvil en el banco, con mi pequeño traje negro y moño rojo demasiado apretado al cuello de la camisa blanca con mancuernillas de oro. Invierno de 1996. Lluviosa noche de diciembre. Jueves. Las gotas caían sobre el techo de la sala, ligeras y constantes, como sutiles percusiones traslúcidas, suaves e insistentes. Me quedé inmóvil y mi silencio lo llenó la lluvia. Luego escuché pasos: lentos, rígidos y torpes. Miss Brigher se sentó a mi lado. Su cuello olía a lavanda. Llevaba una larga y peluda bufanda blanca que tras rodear dos veces el cuello caía en dos tiras sobre su torso y continuaba bajando por cada pierna hasta casi tocar sus rodillas. Siempre me inquietó esa bufanda; me llenaba los nervios de pre-
moniciones trágicas. Miss Brigher tomó mi anular izquierdo con su mano derecha y lo colocó sobre una tecla negra. Lo dejó ahí y me sonrió. La vi de reojo. Una sonrisa comprensiva y tierna, libre de malicia o reproche. Seguí desde la mitad la música y terminé sin contratiempos la “Pavana”. Mi mamá grabó el recital. He escuchado mucho esa grabación en estos últimos días. Mi comienzo es alegre y desenfadado, casi precipitado. En la grabación, la lluvia puede escucharse lejana y distorsionada, como la voz espectral de un fantasma. De pronto, un suspiro. No recuerdo haber suspirado. Pero ahí está, inobjetable, en la grabación, mi suspiro. Un sonido de pánico breve y agudo, inarticulado, casi inexistente. Y su efímera realidad le otorga una consistencia inmediata, descarnada, plenamente humana, a esa particular interpretación errática de la “Pavana”: es Fauré a través de un niño elegante y asustado sin partituras que ha perdido la memoria bajo la lluvia. Y luego del suspiro, únicamente agua. Del público no se escucha nada, como si el teatro estuviera vacío. Después vienen los pasos. Diecisiete pasos dio Miss Brigher para llegar del brazo del escenario hasta el piano. Nueve pasos avanzó con la derecha; ocho con la izquierda. Lo sé por las distintas intensidades. Era una mujer zurda que acentuaba
DANZA
la energía en cualquier movimiento de su lado hábil. Incluso, cuando la veías de frente, el ojo de la derecha (desde tu perspectiva) te veía con mayor intensidad y era un poco más grande. Cuatro meses antes del recital, Miss Brigher había cumplido 88 años. Le regalé unos aretes de plata con forma de pentagrama. Los dos éramos Leo; me lo decía constantemente con un acento íntimo en la voz, aunque lo que eso significaba es algo que nunca me explicó. Sus pasos terminan en la grabación. Sus viejos dedos colocan mi desmemoriado anular izquierdo sobre una tecla negra y reanudo la “Pavana”. La expresión cambia; es diametralmente opuesta a la del principio de la pieza. Ahora suena fúnebre, severa, invita a una danza rígida y oscura, que acontece en las tinieblas. El aire marcial y sombrío; un baile para seres enlutados. Silencio. Otro suspiro. Y aplausos. La grabadora estaba sobre la tapa del piano. Ese segundo suspiro —largo, continuo— de alivio y agradecimiento sí lo recuerdo. L ARGELIA GUERRERO
ESPECIAL
Expectativas
E
l 2016 fue un año complicado en todos los aspectos de la cultura en México. La danza no fue la excepción. El encendido debate entre los creadores de danza acerca de la declaración “desierta” del Premio Nacional de Creación Coreográfica sumó voces, opiniones y perspectivas. Algo quedó claro: fue y sigue siendo necesario un proceso que con humildad y verdadero sentido crítico lleve a todos los profesionales de la danza a un análisis serio y reflexivo sobre la salud creativa y técnica de la danza, principalmente contemporánea, en el país. Se requiere de modo urgente abandonar la lógica autocomplaciente y acrítica que tanto daño ha hecho a todas las áreas del pensamiento humano, y que en la danza ha dejado una herida fatal. No todo fue pesimismo y oscuridad; a pesar de la realidad nacional, muchos hacedores de danza
sumaron sus esfuerzos por sacar adelante encuentros, festivales, mesas de reflexión, y promovieron el desarrollo de espacios de difusión autónomos e independientes con resultados bastante mejores o, por lo menos, más prometedores que aquellos sostenidos por la política cultural oficial. La Compañía Nacional de Danza protagonizó una protesta que evidenció la crisis profunda no solo en lo artístico, sino en las difíciles condiciones en que ejecutantes y coreógrafos deben desarrollar su trabajo. La respuesta fue el cambio en su dirección, una expectativa de mejores condiciones de trabajo y, por consecuencia, mejor calidad técnica y artística en el trabajo de la Compañía. Para el Ballet de Monterrey y el Taller Coreográfico de la UNAM también hubo sendos cambios en sus direcciones. Este 2017 tendremos
makarova81@yahoo.com.mx
Coreografía de Contempodanza
puesta la mirada en el devenir de estas tres compañías cuyos resultados, esperamos, vayan más allá de los cambios de nombres en un programa de mano. Nuevamente, el Premio de Creación Coreográfico dejó dudas respecto a la salud creativa de los coreógrafos y en torno de sus conceptos tan estables pero muy poco pensados
como danza, coreografía, lenguaje y comunicación. Por otro lado, las compañías Barro Rojo y Contempodanza dejaron constancia de una historia de lucha y tenacidad al cumplir treinta años de existencia y trabajo creativo con contenido crítico y una ejecución técnica pulcra y propositiva. Valdrá la pena voltear la mirada tres décadas atrás. L
VARIA
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LABERINTO
La calaca tilica y flaca DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com
TOSCANADAS
JOSÉ GUADALUPE POSADA
S
e supone que cada inicio de año uno debe proponerse retos. Mejorar lo que se hizo el año anterior. Cabe entonces una comparación con los deportes. Si en las Olimpiadas del 2016 se añadieron varios récords mundiales, la barra se eleva un poco más para que los atletas traten de superar las marcas durante el 2017. Esto cada vez se vuelve más difícil y a veces hacen falta algunos potingues para mejorar el rendimiento. Hay, por supuesto, desempeños notables, chispazos físicos que establecen desafíos que parecen imposibles de alcanzar, como aquellos 8.90 metros que voló Bob Beamon en el estadio México 68, y que hubieron de esperar veintitrés años hasta que Mike Powell agregara cinco centímetros al salto para hacer más imposible lo imposible. O ahí están los 9.58 segundos de Usain Bolt que desde el 2009 anhelan ser reducidos por algún corredor al que no detecten el dopaje. A veces los récords deben permanecer eternos. Es anticlimático romperlos pues desmoronan un aspecto más
sentimental que deportivo. Tal ocurrió cuando Hank Aaron rompió la marca de jonrones establecida por Babe Ruth o cuando Cal Ripken Jr. jugó más juegos consecutivos que Lou Gehrig o cuando la Tota Carbajal dejó de ser el único cinco copas. Pero no solo en los deportes se nota esta competencia por alcanzar la cima. En México, sobre todo en la CDMX, hay cierta proclividad para establecer récords multitudinarios o tamañescos. Se busca reunir la mayor cantidad de gente para
CAFÉ MADRID
una foto en cueros o para bailar alguna rola o para pararse en la pata izquierda o lo que venga a cuento; así como para cocinar en el Zócalo el tamal o la enchilada o la rosca de reyes más grandes. Esto es ocioso, pero no daña a nadie. El peligro se da cuando los políticos se proponen romper las marcas de su gremio. El citius, altius, fortius olímpico, se convierte en corruptius, ratius, impunius. En algún momento llegamos a pensar que el moreirazo era tan VÍCTOR NÚÑEZ JAIME
imbatible como aquel lanzamiento de disco que Jürgen Schult realizó en 1986, pero luego luego, sin necesidad de esteroides anabólicos, llegaron Medina, Padrés, Borge, los Duarte y tantos más a establecer una marca detrás de otra. Luego hay veteranos que no soportan ver su récord aplastado y prometen volver a las canchas para recuperar ese primerísimo lugar que alguna vez ostentaron. Por lo pronto, podemos anticipar varios récords que se establecerán este 2017. Se superará la marca de muertos de la guerra inútil, volviendo más inútil la guerra. Más que nunca hará falta poner un peso sobre otro para alcanzar la altura de un dólar. Los bonos de los diputados serán aún mayores que los de esta Navidad. Más que nunca, se destaparán candidatos independientes. El Bronco dirá más mentiras que en el 2016. Los medios dedicarán más tiempo y mensajes para alertarnos de cuán peligroso es López Obrador. La palabra del año será “populismo”. Crecerá el dinero mal habido entre los políticos. Romperán la marca de departamentos de lujo en Miami. La educación oficial llegará a su peor nivel desde que cerraron el último telpochcalli. Seremos más gordos. Un poco más desventurados, un poco más pobres, un poco más desconfiados; pero la pasaremos bien. A menos que la calaca tilica y flaca detenga el cronómetro para marcar nuestra mejor marca. L periodismovictor@yahoo.com.mx ESPECIAL
Perdedores E l año viejo languidece después de sacudirnos, mientras a una ristra de gente le da igual porque están acostumbrados a perder. En las vías secundarias de Barcelona, por ejemplo, habitan las miserias y el esplendor de un italiano ex combatiente de las guerras africanas, una sirvienta que aprendió a leer después de que la familia para la que trabajó durante muchos años la echara a la calle, una anciana abandonada que toca el piano mientras la acecha una manada de ratones, una drogadicta recolectora de chatarra que un día se encuentra seis mil euros en un elevador, inquilinos de departamentos codiciados por los especuladores inmobiliarios, un moro apuñalado y una ecuatoriana piadosa que se escandaliza con la gente disoluta que a veces abunda en la playa. Son un puñado de solitarios y/o derrotados, violentos y/o violentados, abusadores y/o abusados, engañadores y/o engañados, pero también, sobre todo, un grupo de personas que
parecen haber perdido todo menos los recuerdos y la dignidad. Sus historias, tan simples y tan reveladoras de la condición humana, las cuenta el periodista catalán Bru Rovira en Solo pido un poco de belleza (Ediciones B), quien trabajó durante 25 años en la sección internacional del periódico La Vanguardia y ahora, después de recorrer medio mundo, se ha fijado en aquellos que a diario muchos ven pero pocos se detienen a mirar en la única ciudad realmente europea que tiene España. Fue una trabajadora social la que un día invitó a Rovira a las reuniones semanales de un grupo de ex alcohólicos. Ahí, ellos le contaban sus vidas y él algunas anécdotas de sus viajes, con la paciencia y la complicidad de ambas partes, sin fingir objetividad. Parece sencillo, pero saber escuchar y escribir la vida de los otros requiere de una amplia capacidad de discernimiento. Quizá por eso, ante la memoria selectiva de los personajes con los que convive, el periodista recuerda en su libro lo que dice J. M. Coetzee, citando a
Protagonistas de Solo pido un poco de belleza
Platón, sobre la verdad y los poetas: “Platón acusaba a los poetas de preferir sacrificar la verdad antes que renunciar a la belleza. Pero si preferían sacrificar la verdad, argumenta Coetzee, es porque estaban convencidos de que la belleza constituye una verdad en sí misma. (…) Y a mí, como reportero, se me presentaba ahora, al contar todas estas historias, el dilema de tener que lidiar entre la verdad de sus vidas y unos relatos marcados por la deriva de una narración que falseaba los hechos para hacerlos soportables”. Hace una década, este especialista en información internacional publicó Áfricas (RBA), una crónica
de cuatro conflictos (Sudán, Somalia, Liberia y Ruanda), donde se mezclan el dolor y la tragedia pero también la dignidad y la esperanza, en la que hizo gala de su acostumbrada mirada detallista. Ahora repite el ejercicio, pero con las pequeñas historias que articulan la ciudad donde nació y creció. ¿Qué será más fácil? ¿Escribir sobre un sitio lejano o sobre el terruño? ¿Dónde se reconoce uno más? “Hay que aceptar que aquello que desconocemos de nosotros mismos pero que a veces es capaz de liberar nuestra imaginación”, concluye el autor, “suele ser, a menudo, lo único que tenemos para sostenernos con cierta dignidad y una pizca de belleza”. L