Laberinto
MILENIO
NÚM. 776
sábado 28 de abril de 2018 FOTO: ROCÍO VÁZQUEZ
PAZ Y PESSOA
ENTREVISTA A ENRIQUE KRAUZE
EVOCACIÓN DE CARLOS MONSIVÁIS
armando gonzález torres p. 02
josé luis martínez s. p. 04
josé gonzález méndez p. 06
ANTESALA
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LABERINTO
ESPECIAL
Un flechazo: Paz y Pessoa ARMANDO GONZÁLEZ TORRES @Sobreperdonar
ESCOLIOS
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na noche en el París de 1958, en una cena con sus amigos surrealistas, Octavio Paz escucha de una poeta y filósofa muy inteligente y de bastante buen ver, Nora Mitrani, el nombre de un poeta, Fernando Pessoa, que es considerado mitad escritor, mitad caso clínico. Es el inicio de un furor que lleva a Paz a buscar los libros de Pessoa y a traducirlo de una lengua que, supongo, apenas balbucea. No puede pensarse en personalidades más contrastantes que la de Octavio Paz y Fernando Pessoa: el escritor mexicano fue extrovertido, reconocido y polémico, mientras que el gran autor portugués fue tímido, anónimo y tan discreto como una sombra. Sin embargo, Pessoa revela a Paz algunos de los rasgos y enigmas más arraigados de su propia personalidad. Por un lado, ese sentimiento de aislamiento que, pese a su frenética vida
ALFILERES ARMANDO ALANÍS @elsaltillero
social, persiguió a Paz toda su vida y, por el otro, esa noción de la identidad y el “yo” como un hecho provisional y cambiante. No es extraño que Pessoa fascine a Paz quien, gracias al surrealismo, había podido reinventarse como poeta y diagnosticarse a sí mismo esa enfermedad típicamente premoderna de la fijación en un yo. Si el surrealismo, mediante la apología del inconsciente y la exaltación de la locura llevaba a la liberación, Pessoa también revela, a través de sus múltiples heterónimos, que no hay una existencia única, y que somos seres cambiantes, en constante fuga, retorno y reconfiguración. A partir del hechizo de Pessoa, Paz compone uno de sus ensayos más célebres, “El desconocido de sí mismo”, que prologa las versiones que hace Paz de la poesía de este autor. El ensayo de Paz tiene muchas cualidades narrativas y representa a Pessoa
Fernando Pessoa
como un hombre rebasado por su imaginación y por su genialidad, por lo que a ratos exagera la grisura y mediocridad de su vida mundana para resaltar la grandeza de sus obsesiones. Paz describe a cada uno de los mayores heterónimos, con sus contrastes y su complementariedad y asume la heteronomía como un juego literario pero, sobre todo, como una cosmovisión. Paz entiende
Anacoreta: persona que peca en soledad.
Sin salida LOS PAISAJES INVISIBLES
E
que la gran literatura está más allá de géneros, y no solo eso, sino de moldes de identidad. Como es habitual en el método de aproximación literaria que practica Paz, su acercamiento a Pessoa es también un ejercicio de introspección: Paz revela tanto del inagotable poeta portugués como de sí mismo y confirma que, para ciertos grandes escritores, la crítica es una forma razonada de la autobiografía. L
n tiempo de elecciones la miseria política y moral adquiere una dimensión más pútrida y grotesca: el domingo 22 hubo un debate, aunque es inexacto llamar así a una frívola querella entre cinco aspirantes con lengua boba o viperina pero con el único proyecto de pescar votos; cinco individuos que, carentes de propuestas ya no digamos inteligentes u objetivas sino racionales para resolver el cataclismo nacional, se enfrascaron en un vacío torneo de alocuciones mientras concluía una investigación en Guadalajara sobre tres estudiantes de cine torturados, asesinados y disueltos en ácido por una célula del Cártel Jalisco Nueva Generación. Por esos días también circuló en redes sociales el video en el que un sicario pisoteaba los cadáveres de agentes federales y
IVÁN RÍOS GASCÓN @IvanRiosGascon
maldecía a voz en cuello desde algún paraje de Guerrero, y para no perder el ritmo de una siniestra narrativa, tras el debate nos enteramos de que un comando balaceó a alumnos de una preparatoria en Tamaulipas y vimos una grabación donde atracan simultáneamente a cuatro autos en una avenida congestionada de la Ciudad de México. Así la vida cotidiana del país acorralado en el callejón de la miseria política y moral, esa que promete más guerra y fuego; la que en el peor estilo del fascismo ramplón y mamarracho juró cortarle las manos a los delincuentes; la que ofrece amnistía sin explicar cómo la va a llevar a cabo (se me ocurre que la tal amnistía alude a los indultos que se han otorgado desde siempre, el privilegio del que solo gozan los integrantes de la mayor pandilla del crimen organizado en estricto
orden piramidal: del presidente a los gobernadores y sus esposas, secretarios de Estado, burócratas de angora, líderes o lideresas de partidos o sindicatos, raterillos con fuero y pasado y presente oscuro, jueces, policías, empresarios y el largo etcétera de los parásitos sistémicos). No sé a usted, pero a mí los tiempos electorales me parecen más tortuosos que la temporada de huracanes. A fuerza de escuchar dislates una y otra vez, de huir a toda costa de la propaganda huera en radio o televisión, de tropezar con información chatarra como los índices de las encuestas que nada indican y a nadie representan o de esforzarse por evitar las cavilaciones de promotores disfrazados de opinólogos de distintos colmillos y pelajes, olvidamos qué tanto nos hemos acostumbrado al horror y hemos elevado la tolerancia a la miseria política y moral que nos hunde día tras día en el fango de la impotencia, la frustración, el conformismo, porque al final iremos a cumplir con el ritual de un sistema que es todo menos democrático y las cosas seguirán igual o peor pues siempre hay algo más nefasto. No sé usted pero a mí los tiempos electorales, mientras los aspirantes vociferan desde un mundo paralelo a la aberrante realidad, me hacen pensar una y otra vez que hemos mentalizado al voto como un símbolo cívico pero sin contenido porque en materia de cambio y bien común, resulta completamente inútil. Gane quien gane la presidencia, México está atrapado sin salida. L
dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez
MILENIO
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× J UA N
D O M I N G O
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ANTESALA
ESPECIAL
A R G Ü E L L E S ×
Lila Este poema inédito, que forma parte de un libro en preparación, es un tributo a esa vida breve que también es eterna compañía
S
obre la tierra que hoy te cubre, querida flor, dignísima del nombre, pusimos una hermosa buganvilla que te acompañará con flores lilas. Y sobre ti deposité esta esquela dolida que así dice: Que seas feliz y alegre —como lo fuiste aquí— en el cielo canino. Sabes cuánto te quise, te quisimos. Lo supiste, sin duda, tal como nos quisiste y lo supimos.
A la mano quedamos en cariño, mas si una deuda chica me faltó por saldar, habrás de perdonarla, ciego confío, en tu breve memoria de alegría. Fue por torpeza, nunca por olvido. Y perdona a la muerte que llegó tan temprano, para llevarte a su jardín extraño. Ciudad de México, 9 de abril de 2018.
×EKO×EX LIBRIS×CÉSAR VALLEJO×
Una escena de Macbeth de Justin Kurzel
La liga de la leche negra BICHOS Y PARIENTES
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JULIO HUBARD
ady Macbeth no tiene nombre propio. Algo ominoso la despersonaliza, si tal cosa pudiera hacerse con un personaje de Shakespeare, y la vuelve una suerte de fuerza sobrenatural, mucho más que su marido, cuyo carácter resulta débil porque “está impregnado con la leche de bondad” y, cuando ella se da cuenta de que solo un acto decisivo la separa del poder absoluto, Lady Macbeth invoca a los espíritus malignos para que la envuelvan en el más negro humo, la llenen de crueldad, le adensen la sangre y cierren el paso a los remordimientos; que “vengan a mis pechos y transformen mi leche en bilis”. (En YouTube se hallan dos magníficas versiones del soliloquio: el rapto de Kate Fleetwood, de la película dirigida por Rupert Goold, y los terrores de Judi Dench, en la de Phillip Casson.) ¿Tendría alguna relación con la “leche negra” de la “Fuga de la muerte” de Paul Celan? “Negra leche del alba...”. ¡Qué mal queda en español! Borges, mientras se burlaba de los horrendos poemas de aquel ridículo Carlos Argentino Daneri, hallaba que “la palabra lechoso no era bastante fea para él”. Como sea, el inglés milk, o el alemán milch, son monosílabos, con una vocal débil y una consonante velar que cierra el vocablo en la garganta; en cambio, al bisílabo “leche” lo domina un sonido palatal custodiado por una misma vocal. (En YouTube está el poema leído por el propio Celan, varias versiones buenas al inglés y un par de intentos lamentables en español.) No hay modo de que tengamos una buena traducción al español, ni del soliloquio de Lady Macbeth, ni del gran poema de Celan. Pero importa la coincidencia de las imágenes: la bondad amamanta con leche blanca y la abstracta tiranía produce leche oscura. El poema de Celan es una de las piedras con que la historia debe construir la idea del siglo XX: “Leche negra del alba, la bebemos al atardecer/ la bebemos al mediodía y a la mañana, la bebemos de noche/ bebemos y bebemos”. La imagen recurrente de la leche negra que los prisioneros beben y beben es la que produjeron los pechos malditos de Lady Macbeth: un veneno oscuro y denso, que anula el cuidado, amarga la maternidad y entrega la vida al odio y la venganza sin sentido. Lady Macbeth desea sobre todas las cosas llegar al poder y cree que puede poseerlo, sin darse cuenta de que es el poder quien posee a sus súbditos y, polos del mismo horror, el resultado es la deshumanización radical que destruye a Paul Celan y a los demás prisioneros. Quienes desean y aplauden al poder forman parte de la liga de la leche negra. L
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Enrique Krauze
“México requiere de libertad de crítica”
A propósito de El pueblo soy yo, el historiador sostiene que se trata de “un libro para que el ciudadano norme su criterio antes, durante y después de las elecciones”, al tiempo que reitera su vocación democrática y su llamado de alerta contra los peligros de la demagogia y el populismo OMAR FRANCO
ENTREVISTA JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S.
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l nuevo libro de Enrique Krauze, El pueblo soy yo (Debate, México 2018), se divide en cuatro capítulos: “Anatomía del poder en América Latina”, “Populismo y dictadura”, “Fascista americano” y “La demagogia, tumba de la democracia”. Es una obra de “libre reflexión histórica” que, siguiendo el ejemplo de Richard M. Morse (1922–2001), el autor de El espejo de Próspero a quien Krauze dedica la primera sección y con el que dialoga a través de una carta tan emotiva como crítica, busca en el pasado lecciones que puedan “aclarar el presente, atenuar los riesgos del futuro”. En uno de los textos de El pueblo soy yo, usted escribe: “AMLO no es un populista más, es un populista nimbado de santa ira”.
Cada palabra (del ensayo “México, en la antesala del populismo”) está justificada. En López Obrador percibo siempre un aliento religioso. Escribí que había en él un elemento mesiánico, lo que fue muy discutido, detestado por muchas personas y reconocido por otras. Pienso que López Obrador reencarna una figura redentora, como lo fueron Evita Perón o el Che Guevara, cada uno en su momento. Hay una gran indignación en él frente a la corrupción que hay en México. Es algo que le reconozco en ese ensayo —y que siempre le he reconocido. Este es un país que prometió, con la Revolución, una condición mejor para los necesitados, para las mayorías, para los pobres; prometió también un gobierno de rectitud. Pero desde 1947 la llaga de la corrupción ha estado minando la obra social del Estado mexicano. Esta es una de las razones de la indignación de López Obrador, con la que estoy de acuerdo. Pero creo que hay en él elementos psicológicos de ira, de santa ira, que son riesgosos para el funcionamiento de una democracia liberal, que funciona con diálogo, con debate, con negociación, con respeto a quien no piensa como tú, con tolerancia, y quien está nimbado de santa ira no tiene respeto por la opinión de los demás, no escucha más que su voz interior y no es tolerante. En “El mesías tropical” evidencia las distancias que hay entre el pensamiento y las acciones de López Obrador y dos de sus héroes: Benito Juárez y Lázaro Cárdenas.
Para Benito Juárez, lo sagrado eran las leyes y las libertades, y creo que para López Obrador lo sagrado son Dios y la religión; es un hombre de convicciones religiosas muy profundas, lo cual
El director de la revista Letras Libres
vuelve difícil su convergencia con la figura de Juárez, por más que lo invoque. Juárez defendió como un bien sagrado la ley y las libertades. Si llega a la Presidencia, quiero ver si López Obrador hace lo mismo, pero su biografía no apunta “En López Obrador veo hacia allá. una vocación social, En cuanto a Cárdepero también un culto nas, fue un presidente a la personalidad popular, no populista. que Cárdenas Cárdenas casi no hanunca fomentó”. blaba, no prometía, actuaba. Actuaba bien, en muchas ocasiones con un gran instinto popular, pero no utilizaba la palabra para prometer lo que no podía cumplir. Nadie podría decir jamás que Cárdenas fue un demagogo —el uso de la palabra que hace un
demagogo está por entero ausente de la vida de Cárdenas—. Por otro lado, era un hombre institucional, no solo porque creía en las instituciones, por ejemplo en la institucionalidad del Partido Nacional Revolucionario, que creó con Plutarco Elías Calles. La prueba de su institucionalidad está en que dejó la presidencia en 1940 a un general (Manuel Ávila Camacho) que no comulgaba con sus ideas, aunque era su amigo. Cárdenas era un hombre institucional, revolucionario pero también republicano. De nuevo, no veo en López Obrador esos elementos. En él veo, sí, un instinto social, una vocación social, pero también un culto a la personalidad que Cárdenas nunca fomentó. Usted dice que los demagogos provocan una adicción a la palabra y se hace una pregun-
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ta que me gustaría que respondiera: “¿Cómo se curan los pueblos del hechizo de los demagogos?”
No hay curación, solo con la experiencia. Si el demagogo llega al poder y resulta que las promesas que hizo, que las visiones que tuvo, que el mandato que recibe resulta en el bien común —en la justicia, el bienestar, la mayor prosperidad—, esos fines con los que, en teoría, todos estamos de acuerdo, entonces hay que concluir que no fue demagogo sino un gobernante que cumplió. Pero en casos como los de (Juan Domingo) Perón o (Hugo) Chávez, hemos visto las consecuencias de la demagogia. Los mexicanos no tenemos ni la menor idea de lo que está viviendo Venezuela. Por eso escribí ese ensayo (“La destrucción de Venezuela”) sobre un país que está viviendo una tragedia que es obra de Hugo Chávez. Es la obra de un hombre que no escuchó más que la voz de sus propios impulsos e introdujo reformas, cambios sociales, económicos y políticos que muchos venezolanos creyeron que iban a conducir al bienestar perpetuo y han conducido a la mayor tragedia de la historia latinoamericana. Conozco el libreto: una euforia inicial y una centralización política que permite introducir cambios muy radicales que conducen inevitablemente al desastre. Pero los pueblos —como las personas— no experimentan en cabeza ajena. “Las democracias son mortales” es el título de uno de los ensayos más inquietantes del libro.
Al releer la historia y la fi losofía griegas, uno se da cuenta de que aunque la democracia más conocida es la ateniense, toda Grecia estaba llena de ciudades–Estado democráticas. Pero la democracia fue perdiéndose en ellas: “Por obra de los demagogos”, dice Aristóteles. En el siglo V la democracia se conservó con Pericles. ¿Por qué? Porque era un líder ético, que le hablaba al pueblo diciéndole lo que éste no quería oír. Lo que quería Pericles era elevar al pueblo a la altura de sus obras de arte. Quería elevar el espíritu, la virtud cívica de los ciudadanos, que podían criticarlo al grado de que en una ocasión lo condenaron al ostracismo. En ese milagroso momento, los griegos entendieron que la democracia es algo que se construye todos los días. Tomaron muchas decisiones buenas, pero en el ágora también aparecieron los demagogos que, a veces con mala fe o con buena fe o creyéndose ellos mismos sus fantasías, azuzaban al pueblo y prometían grandes victorias, y la decisión de seguir a los demagogos privó a los ciudadanos de la más importante de todas las cualidades políticas, que es la prudencia, y se perdieron las democracias. Ahora vamos al momento actual: la democracia más antigua y sólida, con 240 años de continuidad, la de Estados Unidos, está no diría que en terapia intensiva pero sí en una situación delicada porque hay un fascista de libro de texto que domina al congreso de Estados Unidos, que tiene el apoyo del 35 por ciento del electorado —haga lo que haga y diga lo que diga— y puede llevar a su país y al mundo al precipicio o a la guerra. ¿Se puede perder la democracia en Estados Unidos? No lo veo probable pero tampoco imposible. En suma, tanto en los tiempos
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PENSAMIENTO
antiguos como en los modernos, se probó en Alemania, se probó en Venezuela y en otros países de América Latina, se puede probar en todas partes y puede ocurrir en México, las democracias son mortales. En el libro también ofrece una minuciosa lectura de Coriolano, de Shakespeare.
Coriolano es un líder que me conmueve. Le decían: “Ándale ya, habla bonito y promételes cosas” (a los ciudadanos). Él no quiso ni hablarles bonito ni prometerles cosas. Tenía pudor, control, honra, honor, dignidad, palabras que ya no usamos. Creo que esas cosas se pierden con un régimen que azuza a las muchedumbres contra un sector de la población, que divide al país entre los buenos y los malos, otra característica del populismo: la polarización, la división. Ojalá que eso no ocurra en México o, más bien, ojalá que no ocurra más de lo que ya ha ocurrido. Incluye en su libro un texto sobre Cuba, donde después de 59 años hay un cambio de poder. ¿Qué piensa de esta situación?
Lo que te puedo decir es que Octavio Paz dijo que si la izquierda mexicana y latinoamericana no enfrenta el inmenso fracaso de la revolución cubana y no sabe ver con objetividad lo que era Cuba antes de (Fidel) Castro y en lo que se volvió Cuba durante su régimen, dejando a un lado toda la mitología, viendo claramente cómo era la educación, la salud antes de la revolución, si no sabe ver además que por más que habiendo sido detestable (Fulgencio) Batista y justificada su deposición, no saber ver que Castro acumuló un poder que sigue post mortem, esa izquierda nunca será democrática. Guiado por ese mensaje escribí ese ensayo (“Cuba: la profecía y la realidad”), que me pidió el célebre editor de la revista New York Review of Books, Robert Silvers, quien murió hace poco (el 20 de marzo de 2017), que había sido un entusiasta partidario de la revolución cubana, como tantos otros, pero que se fue desencantando poco a poco. En sus últimos años, Silvers hizo un balance y coincidió con Paz en que aunque Estados Unidos tenía una gran responsabilidad en la tragedia cubana, de esa utopía fallida la mayor era de los hermanos (Fidel y Raúl) Castro. En las conversaciones que tuvimos un día me encargó ese texto, como un acto de coherencia moral, de decir: “Voy a darle cabida a un crítico, porque pienso que tiene razón”. Llegue quien llegue a la presidencia de la República, ¿qué piensa del ejercicio permanente de la crítica?
Que es como el aire que respiramos, que sin el ejercicio permanente de la crítica no tienen sentido ni tu trabajo ni el mío, y que esperemos que no se vea coartado, pero si eso sucede, no solo por el presidente sino por el gabinete o los simpatizantes del presidente, en las calles o en las redes sociales, tendremos que resistir. México requiere de libertad de crítica ante todo. Mientras tengamos libertad de crítica tendremos aire para que esta democracia respire y pueda seguir construyéndose, porque esto que vivimos, esta rijosa y difícil y compleja y peleonera plaza pública, es la democracia. L
INDAGACIONES SOBRE EL CUENTO Diego José
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sombro y desaliento (Fondo de Cultura Económica, México, 2017) es el certero título que define la perspectiva de Geney Beltrán Félix en su nuevo volumen de ensayos, el cual sugiere distintas rutas para leer y releer nuestra tradición cuentística. Su mirada se dirige a los hallazgos que subyacen tras las lecturas convencionales de autores canónicos como Juan Rulfo, Elena Garro, Carlos Fuentes, Elena Poniatowska, o bien hacia el deslumbramiento de autores menos frecuentados como Nellie Campobello, Esther Seligson, José de la Colina, Verónica Murguía. Lo primero que se agradece es el ritmo de sus exposiciones y la narrativa de su discurso, Geney Beltrán Félix no renuncia a su voluntad como narrador. Se interesa por las historias que bordean los textos, por la anécdota intrínseca a los relatos que abre una ventana para su análisis o por la biografía que incide en la concepción de un lenguaje o en la prefiguración de un destino literario. Son, por lo tanto, “los ensayos críticos de un cuentista” que más allá de la disección técnica buscan esclarecer los rasgos de una identidad literaria, construida a partir de la confirmación de cierto parentesco narrativo que no excluye la refutación, el rechazo ni el distanciamiento. Por esta razón, no se trata de un concilio de afinidades ni “el listado canónico e irrevocable” del cuento mexicano. Geney Beltrán Félix comparte su asombro ante las más ricas minucias que los textos abordados resguardan, ya bien la palabra que determina la perspectiva de un autor como en el caso de Rulfo, la cuidadosa imposición de un ritmo en Daniel Sada o la complejidad metafórica de Ámparo Dávila o Esther Seligson que nos enfrenta a sus laberintos internos; pero también señala los espasmos de su desaliento frente a lo reiterativo, artificioso e impostado. Su lectura es frontal (“si un problema hay en la ficción de Fuentes es su debilidad ante la relectura”) y coherente con “el temperamento de la época desde la que se lee” (“García Ponce omite a grandes franjas de la población varonil de la sociedad y se enfoca en un tipo reiterado, el de la clase media alta domada por la cultura pero obediente a los impulsos de un deseo que pretende el dominio absoluto de la otredad”). El ensayista se decanta por una literatura que atraviese la complejidad de nuestros desacomodos sociales y de nuestras máscaras intersubjetivas, desde el más fervoroso realismo de lo fantástico o lo siniestro. En cambio, cuestiona la experimentación formal que se ensimisma “en aras de una visión estetizante de lo literario, exclusivamente virada a los requerimientos de la creación” y la mistificación idealizada de lo histórico. Si bien los asombros confirman la determinación narrativa de los autores analizados, los desalientos permiten a su vez desmitificarlos. La postura de Geney Beltrán Félix como crítico, y muy probablemente como cuentista, es clara: “leo buscando en la ficción un diálogo crítico y vehemente con el mundo, una posibilidad de la palabra escrita en que se cuestionen las raíces de lo real”. L
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Carlos Monsiváis
Un cronista, un gén El 4 de mayo, el cronista y autor, entre otros clásicos, de Amor perdido, cumpliría 80 años. Este retrato coral, que convoca a varios de sus amigos más cercanos, celebra y rememora muchas de las facetas de su personalidad laica, vital y entrenada para que sus dardos envenenados dieran siempre en el blanco JOSÉ GONZÁLEZ MÉNDEZ
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adre de la crónica moderna, Carlos Monsiváis es el intelectual al que la cultura culta despreciaba por naco, el periodista que rescató a la sociedad civil de entre los escombros que dejó el sismo de 1985 y el interlocutor a quien Octavio Paz prodigó uno de sus mejores elogios: “ha leído todos los libros”. También puede pensarse en Monsiváis como un lugar común de la colonia Portales con tres elementos icónicos básicos: la chamarra infalible, la quijada rotunda y el pelo blanco en plena insurrección. Para el ensayista y traductor Adolfo Castañón, Monsiváis fue el último de los intelectuales públicos del país y, quizá por esa razón, contrajo el mal de los tiempos modernos: ser un escritor más conocido que leído. Animador de la vida política, social y cultural en el último medio siglo en México, por su mesa de disección sociológica pasaron Santo, Juan Gabriel, Agustín Lara, José Alfredo Jiménez, Raúl Velasco, Fidel Velázquez, María Félix, Salvador Novo… Su extraordinaria crónica sobre el sismo de 1985 le valió ser nombrado “padre de la sociedad civil”, aunque también se ocupó de la matanza de Tlatelolco, el nacionalismo bravucón que incuba el futbol y la fe televisada cada 12 de diciembre desde la Basílica de Guadalupe. De hecho, debemos a Monsi una de las críticas al poder más eficaces, no desde la academia o los partidos, sino desde el humor. Su columna “Por mi madre, bohemios” fue por 42 años la “estupidoteca” donde se reflejaron políticos, empresarios y jerarcas católicos. Esa misma crítica a la solemnidad le permitió derribar el muro entre cultura culta y cultura popular. “Esa distinción no tiene sentido”, recuerda Elena Poniatowska. “Tongolele iba a las conferencias de Carlos Fuentes y éste se sentía muy halagado”. Mordaz e irónico hasta la crueldad, Monsi era capaz lanzar dardos envenenados contra sus amigos e incluso contra sí mismo, asegura el caricaturista Rafael Barajas, El Fisgón. Esta capacidad de autocrítica permitió a Monsiváis apreciar a las personas que no eran complacientes y hacían señalamientos severos contra él. “Para ser amigo de Carlos —dice el periodista Braulio Peralta— era necesario ir a su casa, esperar en la calle, soportar sus horarios, tolerar que te dejara plantado. A veces tenías que esperar horas a que se desocupara, porque estaba escribiendo su artículo o su crónica. “Era manipulador en lo privado y lo público. En los textos que escribía había mensajes para el presidente, para el grupo cultural opositor, para muchos. Nosotros llegamos a tener fricciones por las entrevistas que le hice a Octavio Paz”. Según Rafael Pérez Gay, compañero del cronista en el suplemento La cultura en México, Monsiváis “destruía en privado lo que había elogiado en público” (Nexos, septiembre de 2012). En su ensayo “Un hombre llamado ciudad”, Castañón refiere que Monsiváis “estaba muy pendiente del público y de ser reconocido por ese público. Le costó trabajo digerir esta crítica y no nos hablamos en seis meses”. —¿De verdad crees eso? –preguntó el cronista. —¡Por supuesto que sí! “La amistad puede ser impetuosa, emotiva, pero no sustituye a la verdad. Creo haberle dicho a Carlos, en vida, lo que pensaba de él”, asegura el integrante de la Academia Mexicana de la Lengua. MIRIAM SANCHEZ
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nero, un aleph ARCHIVO MILENIO
Para Poniatowska e Iván Restrepo, Monsiváis era el paradigma del ciudadano: informado, crítico, participativo de la vida pública, defensor de los derechos humanos, impulsor de la secularización del poder, respetuoso de los contrarios... Era nuestro santo laico.
MONSIVÁIS PRESENTA EN SOCIEDAD A LA SOCIEDAD
Carlos Monsiváis lo sabía todo. Su memoria prodigiosa le permitía recitar los Salmos y enumerar las películas de Libertad Lamarque; era capaz de aprenderse poemas vulgares para ridiculizarlos e introducir en una plática perlas genuinas de Neruda, Borges o Martí. Luis González de Alba, líder del 68, escribió que Monsi podía recordar el último bar gay abierto en Tijuana, los baños que debían evitarse en Chilpancingo, la genealogía de la familia Burrón, el cuento de Maupassant que todos confunden con el de Poe. También tenía calibrada la aportación histórica de liberales como Guillermo Prieto, Ignacio Ramírez e Ignacio Manuel Altamirano, maestros espirituales del nuevo ciudadano, y se enfurecía porque la izquierda mexicana no pudiera o no quisiera reflejarse en ese espejo. Para Iván Restrepo, su amigo por más de 50 años, Monsi era el eslabón más reciente de esa gran tradición liberal por sus contribuciones al debate sobre la secularización del poder, derechos humanos, diversidad sexual, cultura popular y formación de ciudadanos. En ese sentido, debemos a Monsiváis el rescate del término “sociedad civil”, arrumbado en los viejos anaqueles de la filosofía. Ahí donde los mexicanos vimos edificios derruidos y cuerpos mutilados en el sismo de 1985, el cronista vio una insurrección civil, una sociedad organizada que tomaba decisiones al margen del gobierno. “La gran experiencia del 85 es que transformó la idea que la sociedad tenía de sí misma. Se trataba de salir, ayudar, llevar comida y salvar vidas. Si hoy existe ese deseo de intervenir, de crear esa conciencia cívica, se debe en gran parte al 85”. Estamos aquí reunidos para anunciar que la masa, la demasiada-gente, el peladaje, deja atrás su inocencia de niña y pasa a convertirse en la señorita sociedad civil. Monsiváis fue el padrino de la criatura.
EL CHISME ES LA GUILLOTINA DE LA ESPIRITUALIDAD
En casa de Carlos Monsiváis amanecía puntualmente a las 5 de la mañana. Antes de que la ciudad lanzara su primer bramido, el cronista inauguraba el día con una ceremonia austera, pero profundamente democrática: descolgar el teléfono y despertar a todo mundo. Insomne crónico, Monsi aplicaba esa tortura fraterna a un pequeño grupo de amigos entrañables. El investigador Iván Restrepo y la antropóloga Marta Lamas respondían el teléfono para leer al cronista las primeras planas de los periódicos. A las 8 de la mañana, luego de realizar su propia revisión de la prensa escrita, pasaba al reporteo y a la retroalimentación con los colegas.
Con Elena Poniatowska
—¿Ya leíste lo que dijo el diputado Pérez Sánchez? —preguntaba a Elena Poniatowska. —¿Quién es el diputado Pérez Sánchez? —¿No sabes quién es Pérez Sánchez? —No. —Como periodista es tu obligación saber que Pérez Sánchez viene de Sinaloa y ha dicho tal y tal barbaridad… —Prefiero leer a Jaime Sabines. En esa lista de contactos estaba el periodista Braulio Peralta, a quien Monsiváis compartía sus hallazgos mañaneros: “¿Leíste lo que publicó tal diario? ¿Viste que va a haber un nuevo periódico? ¿Ya sabes que murió fulano?” El teléfono era su herramienta más Antes de que la ciudad eficaz como periolanzara su primer dista, pero también bramido, el cronista su mayor fuente de inauguraba el día con una placer. Avanzada ceremonia austera la mañana, Monsi inauguraba el chismorreo vital, el relajo como arte supremo, el desmadre total: “¿Sabes cómo le dicen al poeta que plagiaba versos sin pagar copyright?” “Adivina quién es el nuevo del movimiento gay” “Ya supe qué dijo La Jícama el jueves”. “¿Qué pasa con Sendero Voluminoso que anda muy sensible?” “A veces quiero ser espiritual, pero es imposible con el teléfono al lado —decía—. Cuando estoy más compenetrado con la música o la poesía, suena el teléfono y uno no puede sustraerse al chisme: el chisme es la guillotina de la espiritualidad”. Sembradas las indiscreciones del día, Monsiváis pasaba a ejercer la cosecha. —Cuéntame el chisme de la cena a la que fuiste —alentaba a Marta Lamas. —¡Carlos, yo no me fijo en esas cosas! —¿Qué viste? ¿Quién anda con quién? —¡Oye, yo no soy chismosa! —No, eres aburrida. Un momento después, en otra zona de la
DE PORTADA
ciudad, sonaba el teléfono de la escritora Raquel Serur: —Cuéntame el chisme porque la babosa de Marta no se enteró de nada.
NUNCA LLEGÓ EL MOMENTO PARA SALIR DEL CLÓSET
Carlos Monsiváis fue el intelectual que más apoyó públicamente la causa de homosexuales y lesbianas. Desde su trinchera de activista y escritor, impulsó en la Ciudad de México iniciativas como las sociedades de convivencia, la interrupción del embarazo y el matrimonio gay. Marta Lamas, fundadora del Grupo de Información y Reproducción Elegida (GIRE), recuerda que Monsi apoyó gestionando citas con gobernantes, procuradores y secretarios de Estado. Las sociedades de convivencia (2006), la legalización del aborto (2007) y el matrimonio gay (2009) se aprobaron en la gestión de Marcelo Ebrard, aunque estaban listas desde el gobierno de Andrés Manuel López Obrador. —¿Por qué López Obrador no impulsó esas leyes? —En términos personales, Ebrard es un laico mucho más convencido y López Obrador tiene una parte más religiosa —señala Marta Lamas. Iván Restrepo recuerda que “López Obrador se opuso a esas leyes por su pragmatismo de estar bien con Dios y con el diablo, y por sus creencias religiosas. Esto y su cercanía con Norberto Rivera, uno de los peores cardenales, sacaban de quicio a Monsiváis, aunque nunca se distanció de López Obrador”. —¿Cabildeó Monsiváis con López Obrador o Ebrard esas leyes? —Ebrard las apoyó porque su hermano murió de VIH —comenta Braulio Peralta—. Eso es público. La familia se avergonzaba de ese integrante gay y por eso fue valiente su decisión de decir: “En mi familia hay un gay y no lo voy a discriminar”. El activismo de Monsi en favor de la diversidad sexual comenzó en 1971. Ese año fundó, junto con Nancy Cárdenas y Juan Jacobo Hernández, el Frente de Liberación Homosexual, que inaugura el movimiento gay en México. En los años setenta redactó la mayoría de los desplegados en defensa de los homosexuales; fundó el primer suplemento sobre sida, y realizó decenas de llamadas a las oficinas del sector Salud para exigir atención digna para los enfermos con VIH. Pese a esas contribuciones, Monsi fue criticado con dureza por una parte del movimiento, entre otras cosas por no declararse gay. En el libro El clóset de cristal (Ediciones B, México, 2016), Braulio Peralta plantea una explicación. “Si salgo del clóset me van a etiquetar como autor gay y no quiero eso, porque me van a limitar en todo lo que hago públicamente”, decía el cronista, según el testimonio de Juan Jacobo Hernández, su pareja en los años sesenta. Hernández fue siempre partidario de sacar el movimiento gay a la calle, de marchar y defender públicamente sus derechos. Monsiváis no. El cronista avanzaba por otra ruta. Lo suyo eran los desplegados, las denuncias en los medios, la batalla cultural. En 1978, el Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (dirigido por Hernández) salió a la calle y un año después se realizó la primera Marcha del Orgullo Lésbico Gay. “Monsi decía que no era el momento de salir”, recuerda Peralta. —¿Tiene relevancia que no haya salido del clóset? —se le pregunta a Marta Lamas. —Él siempre decía: “Octavio Paz o Carlos Fuentes no andan por el mundo diciendo: “¡Soy heterosexual, soy heterosexual!” Están casados. Punto. Yo he tenido mis parejas y no veo la razón de ir por ahí gritando: “¡Soy gay, soy gay!”
DE PORTADA
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LABERINTO
NELLY SALAS
Muchas veces Monsiváis miró el paso de la marcha gay desde la mesa de algún restaurante. Para él nunca llegó el tiempo de salir a la calle.
“SI QUIERE VIVIR TIENE QUE HACER ALGO CON SUS GATOS”
Más de 250 gatos conviven en un inmueble de 200 metros cuadrados en la parte montañosa de la delegación Xochimilco. Es la Asociación Gatos Olvidados A. C, fundada por Carlos Monsiváis y Claudia Vázquez. La identidad de ella cobró relevancia tras demandar a la familia Monsiváis por haber supuestamente dormido a varios de los doce gatos el mismo día en que murió el escritor. La activista había llamado a casa del cronista para pedir la custodia de los felinos. —¡No hay gatos! ¡Hoy se durmió a la mitad y mañana se duerme a los demás —respondió Beatriz Sánchez, prima de Monsiváis, según la activista. En el juicio, la autoridad ratificó la custodia de los gatos a la familia. Marta Lamas asegura que cuatro murieron de enfermedad y ocho se dieron en adopción de manera legal. El vínculo de Claudia y Monsi era Catástrofe, un gato feral que ella donó al cronista meses antes de su muerte. Con el argumento de vigilar el desarrollo del animal, ella regresó varias veces a la colonia Portales.
◊◊◊
En la edición 2005 de la FIL de Guadalajara, Carlos Monsiváis pudo dimensionar por primera vez la gravedad de la enfermedad que provocó su muerte en 2010. El último día de la Feria fue internado de emergencia bajo la responsabilidad de su amigo inseparable, Iván Restrepo. Cuatro días después fue dado de alta. El director del hospital habló con Restrepo y Nelly, su esposa: —El maestro Monsiváis tiene graves problemas pulmonares. ¿Ustedes conocen a alguien que pueda atenderlo en la Ciudad de México? —Sí. —Llévenlo cuanto antes. Ya en la Ciudad de México, Monsi fue evaluado por el doctor Fernando Cano Valle, director del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER). Un mes después, en enero de 2006, el especialista llamó a Restrepo. —Invítame a comer con Carlos. Quiero platicar con él, contigo y con Nelly. Cano Valle llegó con su pareja, la actriz Nuria Bages. La comida transcurrió con normalidad, pero en los postres el director del INER soltó la bomba: —Carlos, si quieres vivir un poco más hay que detener la fibrosis pulmonar que tienes. La solución implica a tus gatos, que son una de las fuentes de lo que tienes en los pulmones, y tus libros. El pelo de unos y el polvo y hongos de otros son fatales desde el punto de vista médico. El cronista quedó paralizado. Volvió a la realidad un momento después con chistes sobre la vida y la muerte. Fue la primera llamada de atención aMonsi sobre la fragilidad de su salud, pero eligió los gatos y los libros. —¿Al final los gatos sí le hicieron daño? —se le cuestiona a Restrepo. —¡Claro! ¡Claro que influyeron! No provocaron su muerte, pero fueron parte de un problema general que se agravó con el tiempo. Los gatos gobernaban esa casa.
MONSIVÁIS NO TIENE IDEAS, TIENE CRÓNICAS
Carlos Monsiváis participó en múltiples polémicas y su plumaje no siempre salió indemne. La discusión pública más llamativa la tuvo con Octavio Paz, en diciembre de 1977 y enero de 1978, a partir de una entrevista del periodista
Carlos Monsiváis en su estudio de la colonia Portales
Julio Scherer García al poeta mexicano: Paz: “La izquierda mexicana sufre una suerte de parálisis intelectual. Es una izquierda murmuradora y retobona, que piensa poco y discute mucho”. Monsi: “Es casi penoso recordarte que la izquierda, por más limitaciones históricas que tenga, sigue siendo la alternativa más coherente y valiosa para el país”. Paz: “Monsiváis no es un hombre de ideas, sino de ocurrencias”. Monsi: “Paz no es un hombre de ideas, sino de recetas”. Según Restrepo, no hubo distanciamiento. “Luego del desencuentro, Paz tenía con Carlos largas pláticas e incluso se quejaba con él de la forma en que lo trataba la izquierda”. Unos meses después, Paz expresó su gran elogio al cronista: “Monsiváis ha leído todos los libros, todos los cómics y ha visto todas las películas. Es un nuevo género literario”. No fue el único pleito del cronista En la edición 2005 en el seno de la cultura de la FIL de Guadalajara, mexicana. Carlos Monsiváis pudo En 2014, el periodimensionar la gravedad dista Vicente Leñero de la enfermedad que escribió: “Monsiváis provocó su muerte no sabía de teatro; sin embargo, enviado por Jaime García Terrés, regañó en la Revista de la Universidad de México a Jorge Ibargüengoitia por haberse burlado de dos obritas de Alfonso Reyes que Juan José Gurrola montó en la Casa del Lago. Ibargüengoitia lo detestó desde entonces”. En su libro Nada mexicano me es ajeno. Papeles sobre Carlos Monsiváis (Bonilla Artigas Editores, México, 2017), Castañón revela el ninguneo que la academia infligió a Monsiváis: “El cronista era amado por la cultura popular y, secretamente, por la otra, que solo lo dejaba entrar con recelo, disfrazado de honoris causa, a sus altares”. —¿La cultura culta lo excluyó? —Lo despreciaba. Carlos no entró a la Academia Mexicana de la Lengua, aunque hay constancia de que fue electo. Tampoco entró a El Colegio Nacional, porque no era detentador de un discurso científico. Era el mal portado. Restrepo señala que la entrada de Monsi a El Colegio Nacional “fue vetada por algunos lacayos de Octavio Paz que lo consideraban frívolo por ocuparse de la cultura popular”. En la misma polémica con Paz, el poeta llamó a Monsiváis maestro de lo “difuso, lo confuso y lo profuso” por su prosa abigarrada, alambicada y barroca.
Algunos académicos aseguran que esa forma de observar los hechos sociales, en la que confluyen crónica, ensayo, poesía, teatro, narrativa, cuento y haikú, era una forma de reinterpretar, de crear una nueva realidad. En El género Monsiváis (INAH, México, 2017), Juan Villoro también hace una revisión crítica de las crónicas monsivaítas: “Rara vez Monsiváis fue un narrador que se concentrara en los sucesos. Sus escritos no destacaban por las tramas o los personajes, sino por sus opiniones. En la mayoría de sus crónicas acude a voces sueltas, rara vez identificables. […] ¿El cronista oye o inventa? Sus informantes anónimos se parecen mucho a las almas en pena de Juan Rulfo o a los heterónimos de Pessoa”.
SIN HUMOR NOS SUICIDARÍAMOS COMO LOS LÉMURES
Para Carlos Monsiváis, el humor y el sarcasmo fueron la forma de criticar la solemnidad del poder. La ironía fue su moral. Ya desde su primer libro, Antología de la poesía mexicana del siglo XX (1958), señalaba que el sentido del humor era la asignatura pendiente en las letras nacionales. Citando a Groucho Marx, Rafael Barajas El Fisgón sostiene que sin humor los seres humanos nos iríamos a suicidar al mar como los lémures. “El humor es una herramienta de supervivencia, un mecanismo de autoconsuelo. Si no existiera no podríamos enfrentar tragedias como el terremoto”. El caricaturista de La Jornada resalta la importancia de la columna “Por mi madre, bohemios”, publicada por Monsiváis durante 42 años. “Su gran acierto era presentar como parodia lo que alguien había dicho en serio. Eso convertía automáticamente al declarante en una caricatura”. Para Castañón, la columna fue la “estupidoteca” que registraba las tonterías dichas por “paquidermos, plantígrados, parásitos y equinodermos de la clase política y empresarial”. A Monsi no le alcanzó el tiempo para ver el regreso del PRI al poder, pero hubiera gozado al editorializar las siguientes joyas: “A mí me indigna la corrupción”. Los que huyen a Morena “son prietos pero ya no aprietan”, Enrique Ochoa Reza, presidente del PRI (14 de mayo de 2017 y 10 de febrero de 2018). “El hombre no está diseñado para recibir, sino para expeler” (semanario Desde la fe, 27 de junio de 2016). “México se ha volvido referente de otras naciones”, Enrique Peña Nieto (12 de diciembre de 2017). ¡Pinche Monsi, cómo haces falta! L
MILENIO
ALMAS EN PENA EN EL PARAÍSO PERDIDO HÉLÈNE RIOUX Coordinación de Difusión Cultural UNAM México, 2017 324 pp. Traducida por Roberto Rueda Monreal, esta novela rinde homenaje a su título a través de un esperpéntico recorrido en el que gravita Dante al hacer una pausa en su trayecto por los círculos del infierno para preguntarse por qué muchas almas no están ahí, mientras en la tierra otros espíritus similares callejean en avernos propios: una mujer sicótica que ayuda a un escritor a terminar una versión de la Divina Comedia, otra mujer a punto de casarse con un asesino serial.
MEMORIAS DE DOS JÓVENES ESPOSAS HONORÉ DE BALZAC Funambulista España, 2017 325 pp. Escrita en 1840, cuando el genio francés se hallaba en su mejor momento, esta novela epistolar sigue los caminos disímiles de dos amigas que han llegado al matrimonio. De un lado está la vida bulliciosa de París y sus intrigas y acechanzas, del otro está la vida en el campo y su invariable monotonía. Las cartas van y vienen hasta conformar una pintura de los sentimientos en una época en la cual la feminidad tenía un escaso margen de maniobra.
LUZ BRILLANTE KAORI EKUNI Funambulista España, 2017 228 pp. En la hoja de servicios de la escritora japonesa se encuentran el Premio Kawabata en 2012 y el Premio Tanizaki en 2015, además de una larga lista de obras adaptadas al cine. En esta novela, sugerente y crepuscular, su talento narrativo se ocupa de una pareja recién casada que lleva una doble vida, siempre al filo de la navaja: él mantiene una relación homosexual con un joven alegre, ella ahoga sus fracasos en el alcohol.
CUANDO LOS TONTOS MANDAN JAVIER MARÍAS Alfaguara México, 2017 299 pp. Esta compilación de los artículos que Javier Marías publicó en El País Semanal entre el 8 de febrero de 2015 y el 29 de enero de 2017 aborda una diversidad de asuntos políticos, culturales, sociales y hasta de alta sociedad, en los que el novelista madrileño hace alarde de un finísimo sentido del humor y de un puntilloso instinto crítico.
CADA QUE TE VEO, PALPITO LOURDES RUIZ Y MIRIAM MEJÍA Grijalbo México, 2018 184 pp. Bajo la dirección de Lourdes Ruiz, la Reina del Albur, este libro aspira a ser una Guía básica (y unisex) para alburear. Y podrá serlo para los clasemedieros, porque la gente del barrio se reiría de quien pretenda aprender a alburear leyendo libros o asistiendo a un diplomado. Con todo, su lectura ofrece algunas precisiones importantes: que el albur es pura diversión; que pone en juego tu inteligencia y conocimiento del lenguaje; que el lenguaje vulgar debe ser evitado; y que escritores como Sor Juana lo ejercitaron.
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sábado 28 de abril de 2018
EN LIBRERÍAS
Todo Eliot POESÍA EN SEGUNDOS
VÍCTOR MANUEL MENDIOLA mendiola54@yahoo.com.mx
C
on diligencia, Visor entregó a la luz pública una edición indispensable: Poesías completas (Madrid, 2017) de T. S. Eliot. El libro proviene del trabajo crítico de Christopher Ricks y Jim McCue, publicado en 2015 por la empresa Faber & Faber. José Luis Rey vertió al español lo que muy bien podemos considerar “el canon defi nitivo de la poesía elotiana”: todos los poemas (impresos e inéditos) y la reconstrucción esencial de la génesis de cada uno de los libros y de las composiciones. A lo largo de esta edición, el lector penetra en muchos detalles fundamentales tanto de la vida como de la obra del poeta de origen norteamericano, e inglés y anglicano por elección. En un giro vital, religioso y estético, Eliot transitó de La tierra baldía a Cuatro cuartetos. Al margen de la valoración de las traducciones propuestas por Rey —desde 1930 encontramos en México muchas y muy variadas interpretaciones y, por ende, siempre puede surgir una duda—, Poesías completas nos ofrece, entre otras cosas, la comprensión de aspectos fundamentales del gran poema de 1922. En primer lugar, aprendemos por qué Eliot incorporó el complejo cuerpo artificial de las notas; y, en segundo lugar, justipreciamos —en consonancia conThe Waste Land, a Facsimile and Transcript of the Original Drafts (A Harvest Book, 1971), en edición de Valerie Eliot— el modo como Ezra Pound redujo la pieza original de 678 versos a 433, con el cambio del primer título tan desafortunado, “He Do the Police in Different Voices”, al perfecto y memorable nombre, The Waste Land. La inercia intelectual y el rebuscamiento académico han visto en la sección de notas el motivo de la construcción de un deliberado encastre textual,
como si esa parte fuera el punto de partida de una literatura de la literatura y la creación de un objeto verbal hecho para la “hermenéutica” y refractario a la experiencia y la biografía. Aunque la correlación de poema y notas en The Waste Land permiten la exégesis de las fuentes entrelazadas en los versos (citas y alusiones), el motivo principal de la inclusión de ese apéndice obedeció a una razón muy simple y aleatoria: Eliot y el primer editor querían un poema más largo para alcanzar el volumen de un libro. Las notas fueron el modo de aumentar el número de páginas. Por otro lado, la inclusión en Poesías completas de la versión original, no facsimilar, de “Él imita a la policía con voces diferentes”—Eliot donó el manuscrito, corregido por Pound, a John Quinn— permite adivinar un acto doble de justicia poética: el reconocimiento de Eliot y su viuda Valerie a Ezra como responsable del acabado fi nal del poema —Pound sentía culpa por las enmendaduras hechas—; y el agradecimiento de Eliot a Quinn, a quien nunca conoció en persona, como el primer negociador editorial de su texto. En el mundo superficial y envidioso de la literatura contemporánea, la memoria de esta asistencia en el dominio de un arte y en el perfeccionamiento de una visión son muestra de rigor y lealtad. L
CINE
sábado 28 de abril de 2018
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LABERINTO
ESPECIAL
Ernesto Contreras
“El cine es un arte para derribar barreras” Sueño en otro idioma abunda en la inclusión, el amor y las diferencias que se creen insalvables ENTREVISTA
E
l conflicto entre los ancianos Evaristo e Isauro, quienes no se hablan desde hace 50 años, tiene a la lengua zikril a punto de la extinción. Con el fin de grabarlos y obtener un registro del idioma, el joven lingüista Martín busca reunirlos sin saber las razones detrás de sus diferencias. Con Sueño en otro idioma, Ernesto Contreras pone sobre la mesa temas como la identidad, la amistad y la inclusión. El filme ganador del Premio del Público en el Festival de Sundance, del Premio Guerrero del Festival Internacional de Cine en Guadalajara y del Premio del Jurado a la Mejor Película en el Festival Internacional de Cine de Oslo ya se exhibe en las salas mexicanas. Por el hecho de inventar una lengua, Sueño en otro idioma es una película que llama la atención.
Desde un principio, el guión mencionaba al zikril. Carlos, mi hermano, le puso el nombre a la lengua. Pensaba usar una lengua real, pero al conversar con lingüistas nos dimos cuenta de la importancia del asunto y no queríamos que nadie se sintiera ofendido. Por eso invitamos al lingüista Javier Valdez, quien nos propuso hacer algo original. El planteamiento del idioma como un tema de identidad adquiere un matiz político. ¿Por qué?
HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com
La lengua es solo un aspecto para reflexionar acerca de la forma en que nuestra identidad puede ser borrada por la globalización. A veces no nos damos cuenta de cómo se diluyen. Por eso hablo de la diversidad, el amor y las diferencias. Otra lectura es la que vincula a la historia con las relaciones humanas, tema que ha trabajado desde Párpados azules .
¿Cómo nos conectamos con el otro y por qué a veces no podemos comunicarnos? En Párpados azules lo hice desde la soledad; en Las oscuras primaveras, a partir del sexo y nuestra animalidad; en Sueño en otro idioma, desde la incapacidad para aceptar la relación entre dos hombres.
¿Cómo hacer de una anécdota en principio simple algo con tantas lecturas?
Hace varios años, un productor holandés llamado Raymond Van der Kaaij, que estaba en el Festival de Tesalónica, vio una nota sobre México: dos hablantes de una lengua indígena que no se hablaban. Esa noche conoció a mi hermano y de ahí surgió la historia para la película. Me sorprende mucho la lectura que se hace de la película. Algunos se quedan con la parte de los viejos; otros con la relación gay; unos más con el misticismo. Me encanta que una película brinde la posibilidad de sugerir
HOMBRE DE CELULOIDE
tantas cosas. Te confieso que nunca había pensado en cuestiones como la pérdida de una lengua y ahora que profundicé en ello me parece terrible. La inclusión se toca desde diversas aristas: personajes indígenas, ancianos y gays. Tienen todo para ser marginados.
Sí, pero esto lo descubrí hasta ver las reacciones del público. Nos premiaron en Sundance, el mismo día en que Trump vetó la entrada de musulmanes a Estados Unidos. Por lo mismo, la ceremonia tomó un sentido político. Al pasar a recoger el premio, como único mexicano presente, no podía irme sin cuestionar el uso del muro y no reivindicar al cine como un arte para derribar barreras. Cambian las lecturas de una película incluso para el director.
Aún sigo leyéndola de diferentes formas. Me sucede lo mismo con mis películas anteriores. Apenas ahora, por ejemplo, descubro que con Sueño en otro idioma regreso a un tema que ya había trabajado con un corto llamado El milagro y que hice hace 18años. L FERNANDO ZAMORA
@fernandovzamora ESPECIAL
La vidente se queda ciega
R
ostros, lugares es una declaración de principios de Agnès Varda, documentalista que saltó a la fama en tiempos de la Nouvelle Vague y se consolidó con Los espigadores y la espigadora en el año 2000. En ambas películas, Varda se define como buscadora de belleza. Pero ¿no se ha perdido la relación entre belleza y arte? Para responder (parcialmente) esta cuestión es necesario contrastar a Varda con el otro director de Rostros, lugares: JR, joven grafitero que ganó notoriedad imprimiendo retratos de gran formato y pegándolos en toda clase de muros. La foto (enorme) termina por ser parte de la textura. El resultado es entretenido, pero las obras del posmoderno JR no tienen el espíritu del modernismo de Varda. Al contrario, son solo “eventos” que buscan divertir a la gente que se mira en un edificio y reflexiona, tal vez, en torno a lo que definimos hoy como belleza. Ahora bien, a diferencia de JR, Varda sí aspira a lo espiritual, de modo que las ocurrencias
del grafitero posmoderno trascienden el nivel de sus fotos, que son buenas, aunque pudieran confundirse con un anuncio espectacular en la carretera. Agnès Varda reencuentra el espíritu moderno en el cine, en los obreros y en la suma de ambos: Jean–Luc Godard, trabajador de las artes visuales que cambió la historia del cine con Sin aliento. En efecto, hacia el final de la película se nos promete que veremos al maestro de la Nueva Ola reuniéndose con Agnès Varda, esta mujer que viaja por Francia con un grafitero que se oculta detrás de sus gafas oscuras. Y ella quedándose ciega. El clímax vale la pena aunque a veces los diálogos son medio cliché. Pero eso sí, la documentalista nos deja pensando en la relación entre cine y las otras artes visuales. Porque, más allá del grafiti, Varda recupera para el cine de arte el aura espiritual que ha tenido éste desde su nacimiento hasta la irrupción del posmodernismo. La directora reconstituye la
Visages, villages (Rostros, lugares). dirección: JR, Agnès Varda. guión: JR, Agnès Varda. fotografía: Roberto de Angelis, Claire Duguet, Julia Fabry, Nicolas Guichateau, Romain Minnesota, Valentin Vignet. con JR, Agnès Varda. Francia, Dinamarca, 2017.
relación cine–belleza y da sentido al arte suyo afirmando que sirve “para que los rostros de las personas duren un poco más”. Esta declaración de principios sí que resuena en esta película nostálgica que va de una cineasta cuyos ojos están haciendo Fade out. L
MILENIO
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sábado 28 de abril de 2018
ESCENARIOS
DANIEL GONZÁLEZ
Teatro de autoayuda MERDE!
BRAULIO PERALTA juanamoza@gmail.com
L La obra dirigida por Fernando Bonilla se presenta de jueves a domingo en el Centro Cultural Universitario
Autodefensas contra narcos Algo en Fuenteovejuna readapta la pieza de Lope de Vega para dar un cuadro sobre la condición lamentable de México PERIPECIA
C
omo si no hubiera transcurrido el tiempo desde aquella noche del mes de abril de 1476 —cuando toda una población española, harta de abusos y asesinatos, dio muerte a la autoridad depositada en el comendador, cuyo verdadero nombre retomó Lope de Vega para el personaje de Fuenteovejuna—, las vejaciones que condujeron al pueblo a reclamar violentamente sus derechos son trasladadas a la época actual, donde la lucha no es la del pueblo contra los nobles y la de éstos contra los reyes, sino la de los habitantes de un estado de la República mexicana, cercados por narcotraficantes convertidos en autoridad coludida con políticos roídos por la ambición y la ignorancia. A algún rincón de Tierra Caliente se parece esta Fuenteovejuna, donde se infiltran traidores en los grupos de autodefensa y el comendador es el jefe de un poderoso cártel que no da tregua a hombres y mujeres de la región, mientras diputados y senadores, reunidos en el Congreso, cuya cabeza se ha vuelto gris, acartonada y gigantesca, se concentran en juegos y en memes de su teléfono celular, ciegos e inmunes a lo que acontece, incluso a pocos centímetros de su silla. Fernando Bonilla, quien por lo general sitúa sus montajes en un contexto político y social que destaca las profundas desigualdades de una sociedad en pugna permanente por desmarcarse de la injusticia, escribe un texto que se nutre de la estructura de la obra de Lope de Vega y retoma fragmentos de su poesía, al tiempo en que introduce el hablar cotidiano de narcos y habitantes del pueblo, con la rudeza de las circunstancias que acotan la cruda realidad de nuestro país, donde, igual que en el drama conocido como el más democrático del teatro castellano, la mayoría
ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.com
de sus habitantes “han sido lastimados en honra y vida”. La estética de Algo en Fuenteovejuna —versión libre, dramaturgia y dirección de Fernando Bonilla— es fiel a la de un pueblo mexicano con sus casas de lámina, sus castillos con botellas vacías de cerveza, sus altares con flores y series de focos en torno a un santo y sus escondrijos que resguardan y resumen el espacio para el amor, la huida o el asesinato. La acertada escenografía de Tenzing Ortega abre paso, en un plano superior del escenario, a la mesa con bandera tricolor, donde un presidente balbuceante y un trío de congresistas encorbatados, con enormes cabezas huecas sobre sus hombros, discuten asuntos vacuos. Algo en Fuenteovejuna es un montaje que juega a evidenciar esa podrida relación entre autoridades y narco, que se enquista hasta en los grupos de autodefensa comunitaria, de donde se desprende el personaje de Esteban, a cargo de Héctor Bonilla, que bajo la dirección de su hijo Fernando trae a la memoria la actitud del médico José Manuel Mireles. Algo en Fuenteovejuna se regodea en la caricaturización de los congresistas —albures innecesarios incluidos— y en un irrefrenable caudal de palabras toscas, aunque por fortuna le abre paso a escasos versos y a una parte del diálogo sobre el amor. La presencia de los personajes femeninos, arrojados, inteligentes y entrones, es similar a la de una ráfaga, lo que les roba peso, como sucede con la música de Leonardo Soqui, que reclama el espacio que se merece entre gritos y detonaciones. Esta puesta en escena alude a ese incomprensible nivel de anestesia rampante en el que secuestros, robos, violaciones, asesinatos y cabezas cercenadas son hechos que cada vez más pasan desapercibidos. L
o que podría ser una memoria para intentar rescatar al padre que no conociste porque se fue cuando apenas eras un niño se convierte, primero en una novela, y después en una obra de teatro para sacarle elementos comerciales y venderlo como objeto teatral de autoayuda. Los resultados son desastrosos porque no existe ni estilo ni género ni dirección ni actuación. Apenas unos clichés para lograr que Los hijos también lloran no resulte un fracaso de taquilla y lleve a espectadores despistados que al final aplauden sin saber exactamente qué vieron. Resulta inexplicable que esta obra la dirija la actual directora de Teatro de la UNAM, Lorena Maza, con una trayectoria ecléctica pero con esto cae al nivel cero del teatro de calidad. O que la presentación del programa la haga una dramaturga si no consagrada al menos con prestigio y becas del Estado por su trabajo, Ximena Escalante. Escribe: “Esta obra de teatro es… diferente. Y hasta podría ser un atentado a la narrativa dramática convencional”. No “podría”: es un atentado porque al público le dan gato por liebre y lo adornan con sketches dignos de fotonovela de los años ochenta. Es como pretender hacer la versión de Pedro Páramo para una telenovela en vivo. No exagero. Ni melodrama ni comedia ni sabe Dios qué. El que escribió la obra, que actúa igualmente en el bodrio, Andrés Zuno, es utilizado —él encantado— por empresarios que saben que existe un público pedestre dispuesto a ver actores y actrices con cierto nombre gracias a la televisión. No es gratuito que sean los productores de Los hijos también lloran, Lorena Maza y Ludwika Paleta, junto al autor y un tal Claudio Sodi. Éxito seguro con un teatro de autoayuda frente a espectadores con medianía en el conocimiento de los compromisos con la escena nacional. Nunca me había equivocado tanto como ahora al escoger una pieza para escribir una crítica. Pensé que Lorena Maza conservaría ese acercamiento al teatro comercial con finura, elegancia y diversión, como lo hizo con Bésame mucho, musical de su autoría. La misma directora del excelente montaje con la Compañía Nacional de Teatro, Inanna. Difícil creer en semejante caída. ¿Por dinero o por amistad? No es la primera vez que el teatro de autoayuda llega a la escena nacional. Las “obras” de Odin Dupeyron son todo un suceso de público, como ¡A vivir!, con años en cartelera. Es comprensible en una persona dispuesta a ese éxito, pero no en una directora de Teatro de la UNAM, alumna del maestro Ludwik Margules. Y sí, todos necesitamos dinero para sobrevivir en México, pero un puesto de funcionario, digamos, no está tan mal como para buscar los derroteros de eso que seguro es un fracaso artístico, aunque sea un éxito económico. Si va, adelante. Yo espero tardar en equivocarme en mi siguiente elección al teatro. L ESPECIAL
Escena de Los hijos también lloran
VARIA
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LABERINTO
BOTTICELLI
Diosas TOSCANADAS
DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com
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or supuesto que se comete una grave falta al cosificar a un ser humano. En los casos más serios se hizo con los esclavos negros e indios, y lo hacen los tratantes de blancas. Algunas inculturas, religiones o gente inculta lo hacen al negar a la mujer ciertos derechos elementales. Lo que no alcanzo a entender es por qué las diversas formas en que se manifiesta la belleza de la mujer se consideran cosificación, pues la belleza, por sobre todas las cosas, provoca un pasmo espiritual. La RAE define cosificación como “Convertir algo abstracto en una cosa concreta”. Pero al admirar la belleza, pasa exactamente lo contrario, se convierte lo concreto en algo abstracto. Así ocurre cuando miramos un paisaje imponente, cuando entramos en una catedral gótica, cuando observamos una obra de arte; no vemos montañas, piedras o un lienzo, sino algo vivo, humano, algo que nos habla y nos hace sentir pequeños o mortales o asombrados o nos alegra o entristece o nos hace entrar en contacto con lo divino y eterno. Si algo me hace pensar que existe un ser superior es la visión de una mujer bella. Eso lo han sabido desde siempre las autoridades católicas, por eso caricaturizaban a los judíos con facciones vejatorias, mientras que a Jesús y María, ciento por ciento judíos, les daban facciones que respondían a ideales del Renacimiento. Nadie convierte a su actriz o cantante o celebridad preferida en un objeto, todo lo contrario: la idealiza. Sobre todo porque, por lo general, la belleza es inalcanzable, es algo con lo que se sueña, que nos sublima y luego entristece, pues al final casi siempre se diluye en el anhelo y la imaginación. La belleza pasa delante nuestro y queda la sensación de vacío
El nacimiento de Venus
que le quedó al cobarde del poema de Amado Nervo. Y no hay mayor bendición que convivir con la belleza. Eso fue en lo único que José José se equivocó, pues la belleza no cansa, y donde hay belleza el amor no acaba. Y si la sabiduría popular dice que la hermosura no es principal, puesto que es efímera, resulta que esa es la razón precisa por la que más se aprecia y atesora, tal como la vida es preciosa por ser fugaz. La belleza no es vanidad ni banalidad. Al contrario del amor paulino, la belleza no es paciente, no es servicial; la belleza es envidiosa, hace alarde; y como dice el sabio Salomón, por ella el hombre es reducido a un bocado de pan; o, como se sabe por Cervantes, por ella muere Grisóstomo y el amor que inspira sin ser correspondido se confunde con crueldad. Verdaderas son las palabras de la pastora Marcela, cuando dice que “todo lo hermoso es amable; mas no
LA GUARIDA DEL VIENTO
alcanzo que, por razón de ser amado, esté obligado lo que es amado por hermoso a amar a quien le ama”. Eso mero: lo hermoso se ama y nunca se vuelve objeto. La belleza se enlaza con lo espiritual aunque también lo haga con el deseo, y este último acaba por potenciar lo espiritual. Quien lo probó, lo sabe. Y si acaso hay personas sin alma, aquellos que ven objetos lo mismo en personas que en obras de arte, aquellas bestias que, en palabras de Pico della Mirandola, traen consigo del vientre materno todo lo que tendrán y necesitarán después, de ellos no nos vamos a ocupar, no pondremos nuestras ideas a su servicio, no montaremos para ellos un teatro. Que existan esas bestias, ¿qué nos importa? ¿Qué nos importa la gente que mira la tierra y no ve más que tierra? Para los demás, la belleza hace divina a la mujer, que no es como una diosa. Es una diosa. L
ALONSO CUETO ESPECIAL
Escribir, celebrar
L
eo estos días con enorme placer El arte de la fuga de Sergio Pitol. Abundan los artículos, crónicas y memorias. En uno de ellos, “La herida del tiempo”, Pitol afirma que “La memoria trabaja con la misma lógica rebelde y oblicua de los sueños”. En otro momento, Pitol (“tiempo y espacio conocían permutas prodigiosas”), recuerda los escenarios del “santuario de la infancia”. Allí aparecen los lugares donde fue feliz de niño, lugares desaparecidos de su ciudad. La felicidad y la celebración, incluso dentro de la nostalgia, fueron factores decisivos en su obra. Su visión festiva de la vida y de la literatura era una forma de la rebelión. Por eso el humor siempre se entrometía en su visión crítica de la gente y de las situaciones (“No sé qué es de peor educación, hablar con la boca llena o con la mente vacía”, dijo alguna vez). Siempre que la salud se lo permitía estaba escribiendo, leyendo, y conversando, que es la forma oral de escribir y de leer. Sus crónicas de viaje, ensayos, cuentos y novelas, estarán siempre cerca de nosotros. De sus novelas me quedo con La vida conyugal, un retrato brillante de todos los malentendidos que puede suscitar un matrimonio como el que tienen el machista Nicolás y la aparentemente sumisa Jacqueline, que termina convertida en una “mujer de muy malas ideas”. En otro ensayo de El arte de la fuga, “El oscuro hermano gemelo”, Pitol afirma que una locura parcial
Sergio Pitol
es esencial para un escritor. Siguiendo unas ideas de Justo Navarro (“El escritor es hacerse pasar por otro”), Pitol concluye que un escritor es alguien “que oye voces a través de las voces. Se mete en la cama y de pronto esas voces lo obligan a levantarse, a escribir tres o cuatro líneas, o tan solo un par de adjetivos o el nombre de una planta”. Sergio Pitol vino a Lima hace muchos años y tuve el privilegio de recorrer el centro de Lima con él, junto a nuestro amigo Ronaldo Menéndez. Eran los tiempos del gobierno de Fujimori y todo
en la ciudad parecía reflejar el encierro, la estrechez y la violencia que caracterizaron ese régimen. Sin embargo, Pitol descubría y celebraba todo lo que veía en la ciudad: una bandada de palomas alzando vuelo, la gracia de la Plaza Principal, un árbol joven creciendo contra el cielo gris. Ser escritor es levantarse de la cama y celebrar, hubiera podido decir. Enaltecer, profundizar, descubrir el brillo y la hondura, revelar los milagros de lo cotidiano. Allí están libros como El arte de la fuga para seguir con el viaje y la fiesta. L