Laberinto No.780 (26/05/18)

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Laberinto

PHILIP ROTH (1933–2018)

EL 68 ALEMÁN

iván ríos gascón, nathaniel Rich p. 02, 08

andrea rivera p. 04

MILENIO

NÚM. 780

sábado 26 de mayo de 2018 FOTO: FRANCESCA MANTOVANI

ENTREVISTA A PHILIPPE SOLLERS melina balcázar moreno p. 06


ANTESALA

sábado 26 de mayo de 2018

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LABERINTO

ESPECIAL

El afrodisiaco de un obús ARMANDO GONZÁLEZ TORRES @Sobreperdonar

ESCOLIOS

L

as guerras constituyen una situación límite en la que se suscitan las emociones más antagónicas. A ratos, el preludio de la Primera Gran Guerra fue un carnaval y el ardor nacionalista una forma gozosa de la borrachera con su euforia contagiosa y sus delirios de grandeza. La guerra exaltaba los sentidos: en las ciudades destinadas a la batalla la fiesta se apresuraba; las parejas asumían la mortalidad de los cuerpos y se amaban hasta cansarse; los poetas encontraban un motivo de inspiración en la refriega y producían obras maestras con títulos paradójicamente ajenos a la circunstancia (por ejemplo, La alegría de Giuseppe Ungaretti, escrita entre sus penalidades en el frente). Acaso a través de la guerra el individuo se fundía en una excitante abstracción y las vidas más anodinas adquirían la posibilidad de trascender en el valor, el altruismo y la proeza. La guerra representaba también la ilusión de un momento de comunión y camaradería patriótica, cuando aparentemente se borraban las jerarquías y divisiones sociales y los soldados constituían un solo cuerpo frente al peligro. Guillaume

ALFILERES ARMANDO ALANÍS @elsaltillero

Apollinaire (1880-1918) fue uno de los escritores emblemáticos de este sentimiento de exultación ante la guerra: el poeta, pornógrafo disimulado y crítico pictórico de ascendencia polaca se propuso como voluntario en el ejército francés, celebró con excesos de vino, opio y sexo cuando fue aceptado y, lleno de imaginería religiosa, concibió su partida al combate como parte de un martirio ritual capaz de sanar y redimir a un continente con la fecundidad de la sangre. Ya en el frente fanfarroneaba de su emoción ante la proximidad de la muerte, encontraba la poesía en el estruendo de los obuses, escogía las misiones y posiciones más arriesgadas y escribía largas cartas a sus mujeres, llenas de efervescencia guerrera y urgencia erótica. En marzo de 1916, mientras Apollinaire leía una revista, un obús le traspasó el casco, lo hirió gravemente y obligó a una trepanación. Es sabido que el poeta, en su convalecencia, recibía orgullosamente a sus amigos mostrando el casco agujerado y la revista manchada de sangre como si fueran unas reliquias. Sin embargo, Apollinaire ya nunca pudo recuperarse de sus

prestigiosas heridas y, debilitado y decepcionado, sucumbió a la epidemia de gripe de 1918. Es factible que el atormentado extranjero, el hijo de padre desconocido, el sospechoso del robo de La Gioconda, el creador de noveletas sucias y blasfemas, el poco reconocido renovador de las formas poéticas quisiera aprovechar, como muchos otros desarraigados, la oportunidad de hacerse querer por una patria esquiva y desdeñosa. Sin embargo, la excitación bélica desaparecía, a medida que la carnicería se prolongaba y, bajo la sonrisa nerviosa y desafiante del combatiente, ya solo se ocultaban las muecas del miedo, el sinsentido y el hastío. L

Antes de cada función, el payaso se miraba al espejo para reírse de sí mismo.

Roth LOS PAISAJES INVISIBLES

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Guillaume Apollinaire

hilip Roth eligió una idea de Edna O’Brien como epígrafe de El animal moribundo: “El cuerpo contiene la biografía tanto como el cerebro”. La bestia desahuciada es David Kepesh, el profesor universitario que en el eclipse de su vida se enamora fatalmente de Consuelo Castillo, una cubana 50 años más joven que él, y ese affaire lo hace reflexionar sobre la libertad del hombre solo ante la mansedumbre del matrimonio, el aburrimiento, la decadencia epidérmica y mental, el declive de la imaginación y la inminencia de la muerte, ese destino que le inspira un ciego deseo de venganza a través del sexo: “solo cuando coges te vengas de una manera completa, aunque momentánea, de todo cuanto te degrada de la vida y todo cuanto te derrota en la vida. Solo entonces estás más limpiamente vivo y eres tú mismo del modo más limpio. La

IVÁN RÍOS GASCÓN @IvanRiosGascon

corrupción no es el sexo, sino lo demás. El sexo no solo es fricción y diversión superficial. El sexo también es la venganza contra la muerte. No te olvides de la muerte. No la olvides jamás. Sí, también el poder del sexo es limitado. Sé muy bien lo limitado que es. Pero, dime, ¿qué poder es mayor que el suyo?”. La pornografía, el auge y la caída del condón, el cuerpo amado que se evoca con pinceladas detallistas (“El vello púbico es importante porque retorna”), el apremio del orgasmo y la vuelta irremisible a la soledad, son los ejes de un relato que sintetiza los perplejidades recurrentes en el universo de Philip Roth: Humillación, su penúltima novela, la historia de Simon Axler, un actor que en la tercera edad se retira a tiempo para no dar lástima en los escenarios pero termina aún más patético y lastimero al enamorarse de Pegeen Stapleford, la

veinteañera que lo cambia por otra chica; Elegía o el reconocimiento doloroso aunque no menos indignante de que pronto llegará el último suspiro, y la rebeldía espiritual ante el cuerpo desgastado y disfuncional, al borde de la capitulación; El teatro de Sabbath o el último viaje del promiscuo titiritero que copula con vehemencia y trata a las mujeres como sus mugrientas y raídas marionetas; El profesor del deseo (antecedente, sí, de El animal moribundo), las peripecias sexuales de David Kepesh antes de su patética debacle con Consuelo. Cuando el sexo se contamina con amor se vuelve infausto y cruel, se transforma en esclavitud porque el cariño es desgraciado, amar o ser amados nos hace infames (Pastoral americana, Me casé con un comunista y La mancha humana exploran la alta traición de los afectos en irónica analogía con los apegos patrios y, más virulenta aún, Operación Shylock , el enfrentamiento del Philph Roth, el auténtico escritor que convalece de una crisis neurológica en su casa en Connecticut, contra el otro Philip Roth, el apócrifo, el impostor o tal vez el verdadero personaje, que organiza una diáspora masiva en Israel a través de una doctrina de lo más alucinada y desternillante). Sí, Edna O’Brien tiene razón: “El cuerpo contiene la biografía tanto como el cerebro”. Y pienso ahora en la imagen que Bernard Malamud, ese otro novelista que junto con Bellow y Roth conformó el triunvirato de los grandes autores judíos del siglo XX, plasmó en Los inquilinos: “Allí está su libro abandonado sobre la mesa y solo la habitación lo lee”. L

dirección josé luis martínez s. edición roberto pliego, iván ríos gascón arte y diseño salvador vázquez


MILENIO

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× J UA N

M A N U E L

sábado 26 de mayo de 2018

ANTESALA

ESPECIAL

G Ó M E Z ×

Al revés Este poema pertenece a un libro en preparación

U

na hormiga barrunta el agua En el laborioso trajín de millones Se pierde el grito Inconsciente Hierve el cráneo que la cubre toda De corazón vacía Estallan aneurismas Convulsa Vuelca sus miembros Cae Hunde sus restos el apuro de la caravana Trozos inertes Unidos aún Laten Las antenas vibran Hormiga todavía Arrastra contracorriente

Sus propios despojos Avanza Hacia atrás Al punto del que se aleja El afán de los otros Sorprendida por la lluvia La turba se dispersa Impasible Cincuenta soledades a cuestas Una hormiga avanza —

×EKO×EX LIBRIS×BOREAS Y NOTUS×

Marcha de nacionalistas polacos

¿Cómo explicarle a un sordo? BICHOS Y PARIENTES

E

JULIO HUBARD

l remolino en que estamos se alimenta de vientos fríos y calientes. Los vientos templados, como si no contaran. De pronto, convergen los viejos, con sus pedazos de sueños rotos, y los jóvenes, en busca de sueños por estrenar. La vigilia tediosa, aburrida, de en medio, que vivió todavía la Guerra Fría, que pudo tener su corazón en la izquierda y soñar igualdad, acabó dándose cuenta de que el poder gubernamental ni salva, ni engendra virtud, ni ha sacado pueblos de la pobreza o la desigualdad; que la democracia es gris, da pereza y quita tiempo; esa generación media (entre los Baby Boomers y los Milennials) llegó a la convicción menos excitante: la mejor política es aburrida, y debe distanciarse de las creencias de que el Estado es fábrica de santidad. De la Perestroika de 1985 a la crisis financiera de 2008, el mundo parecía encaminarse a una democratización cosmopolita. De preguntarse por el fin del comunismo, pasamos a preguntarnos por el fin de la pobreza. Los medios digitales estaban abarrotados de insurgencia ciudadana y pacífica (la Primavera Árabe, por ejemplo), de conocimiento e ingeniería descalza (recomiendo con entusiasmo “Bunker Roy: Learning from a barefoot movement”, en YouTube), tecnologías ecologistas, pequeñas y muchísimo más productivas que los elefantes blancos (Gabriel Zaid, Paul Polak, incluso desempolvábamos el distributismo de Chesterton); descubríamos la viabilidad de la economía civil y las cooperativas ricas (Stefano Zamagni) y criticábamos el libro de Jeffrey Sachs, El fin de la pobreza, porque repetía el ruinoso esquema de “ayudar al pobre” mediante una autoridad centralizada; al fin, el acceso al conocimiento ya no requería grandes inversiones. Con las fuentes nuevas de energía gratuita, estábamos seguros de que la pobreza se superaría dejando en libertad a la gente, no tutelándola y cuidándola como mascota estadística de gobiernos. La primera década de este siglo fue cosmopolita, desvanecía fronteras; creyó que los estados nacionales tendían a desaparecer y daban paso a un mundo de poblaciones y administraciones más pequeñas, pero globales en sus vínculos y comunicaciones. Casi nos atrevíamos a imaginar el fin del cáncer nacionalista. Nos equivocamos. De pronto, los resentimientos viejos se toparon con iras y jóvenes y revivieron viejos remolinos. Se pusieron a rezar de nuevo a los Estados–nación, a los gobiernos fuertes, al liderazgo, a las fronteras. De pronto me queda solamente un verso que rehago desde T. S. Eliot: ¿cómo explicarle a un sordo que su casa se quema? L

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LABERINTO

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El 68 berlinés “Sé joven y cállate” era el lema de un Estado autoritario frente al cual los estudiantes berlineses, encabezados por Rudi Dutschke, opusieron un puñado de exigencias que buscaban una verdadera civilidad democrática MEMORIA ANDREA RIVERA/BERLÍN

N

avidad de 1967. Cientos de personas se manifiestan pacíficamente a las puertas de la iglesia Káiser Guillermo de Berlín. Los fieles católicos, que han acudido a escuchar la misa de Nochebuena, se abren paso entre una multitud que porta carteles con la imagen de niños quemados con napalm. En el recinto esperan la presencia del pastor. En su lugar, un joven irrumpe en el altar e intenta pronunciar un discurso en contra de la guerra de Vietnam: “Queridos hermanos y hermanas…”. Los asistentes se indignan, le lanzan miradas de odio y la bronca estalla. Dos hombres lo bajan a empujones, lo arrastran, le escupen el rostro. Entre el forcejeo, un hombre impedido para caminar le asesta un golpe en la cabeza con una de sus muletas. La sangre se derrama sobre su frente. Aquel joven es Rudi Dutschke, el carismático líder estudiantil que a mediados de la década de 1960 promueve en Berlín las mayores revueltas sociales. La irrupción en la iglesia desata las primeras reacciones, todas en contra. Los políticos no matizan sus declaraciones. El entonces ministro de Finanzas, Franz Josef Strauss, reprocha el aspecto “sucio y desaliñado” de Dutschke. Ernst Schlapper, alcalde de Baden–Baden, lo llama “profanador de iglesias, gamberro”. El diputado federal del CSU, Franz S. Günzl, dice que es “un ser desaseado, lleno de piojos y sucio”. El alcalde de Berlín, Klaus Schütz, lo declara el “enemigo de la democracia”. Para las autoridades, este joven de 27 años personifica el terror de la burguesía. La policía lo tiene fichado como agitador, el cabecilla del movimiento. En sus primeras apariciones en los encabezados de los diarios, la prensa sensacionalista (Berliner Zeitung) lo describe como un joven de mirada penetrante, mechones negros sobre la frente, el revolucionario sin afeitar, el provocador violento, el subversivo que usa chamarra de cuero y suéter. Der Spiegel lo presenta en su portada emitiendo un grito salvaje. Dutschke se ha convertido en el portavoz de los estudiantes, en el gestor del 68 alemán. Contagiados por el espíritu del Mayo francés, inspirados en la hazaña del estudiante de sociología de 23 años, Daniel Cohn–Bendit —quien respondió con violencia al capitalismo salvaje mediante una revuelta social de alcances inimaginables—, los estudiantes alemanes se organizan y emprenden su propio movimiento.

Al centro, Rudi Dutschke durante el Congreso Vietnam

Mientras en Francia los estudiantes proclaman: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”, en Alemania los estudiantes se resisten a asumir el papel tácitamente conferido por el Estado: “Sé joven y cállate”. Ambas juventudes enfrentan gobiernos represores que cancelan su participación en el desarrollo de sus sociedades e incluso desacreditan su capacidad para transformar la realidad. Nadie sospecha que Dutschke, estudiante de Sociología de la Universidad Libre de Berlín, tiene bien claros los objetivos del movimiento: “activar a los perjudicados del sistema capitalista”. Veía a Berlín Occidental como una ciudad internacional subversiva en contra del estalinismo y el fascismo y a favor de los ciudadanos del Una juventud que Tercer Mundo. Es así no pisó las cenizas de como se va articulando la guerra comienza a un movimiento que sentirse avergonzada rebasa, por mucho, las de sus padres y de fronteras geográficas su régimen. de la Bundesrepublik. Rudi admira al Che. Ofrece brindar apoyo a Latinoamérica, África y Asia a través de Europa Central. Promete apoyo masivo a los trabajadores alemanes y establecer un fuerte debate sobre la estructura gubernamental. Nadie sospecha tampoco que ese joven de aspecto “grotesco y sucio”, lee entre diez y doce horas diarias. Cobijado por las teorías de Heidegger, Freud, Platón, Max Weber y Marx, lanza sus propias consignas: “Leer es lo decisivo”, “Lee. Eso es protestante”, “Procesa tu pasado y reconoce”. Adopta como “padres espirituales” de sus ideas subversivas a Theodor W. Adorno, Max Horkheimer y Herbert Marcuse, los tres expulsados por el nazismo y exiliados

en Estados Unidos. Debido a su pensamiento radical, sus compañeros lo empiezan a llamar Putschke, el golpista.

EL SUEÑO DE LA REUNIFICACIÓN

Al igual que otros movimientos estudiantiles, el 68 alemán se gesta dentro de los propios colegios a raíz de una crisis estructural. Los estudiantes, predominantemente de izquierda, se manifiestan en contra de un Estado autoritario, de una educación autoritaria. Exigen reformar las universidades, democratizar el proceso de aprendizaje, erradicar su naturaleza elitista y adecuar los planes de estudio. La realidad de un capitalismo galopante requiere la formación de egresados con una preparación técnica altamente cualificada, capaces de conformar una fuerza de trabajo que cubra con los requerimientos de una estructura económica interior cada vez más industrial. Esta problemática, de cariz meramente académica, comienza a abrirse hacia otros problemas sociales que reclaman atención urgente. Por ejemplo, centra sus demandas en la preservación y el respeto de las libertades individuales: libertad de prensa, libertad de reunión, defensa del “secreto de correo”. Pugna por el derecho de huelga y de libre elección del lugar de trabajo, elementos controlados por sindicatos y gobierno. Este punto de coincidencia entre trabajadores y estudiantes fortalece el movimiento. La intención inicial de resolver la crisis estructural universitaria se une también a la misión de retomar los temas sociales que el gobierno federal desatendió desde el final de la guerra: mejor educación, mejores condiciones laborales y el restablecimiento de un movimiento obrero alemán. El sueño compartido es dar continuidad a la reconstrucción nacional, lograr la reunificación.


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HISTORIA

FOTOS: ESPECIAL

Tales acciones son promovidas por la Federación Socialista de Estudiantes Alemanes (SDS, Sozialistischer Deutscher Studentenbund), que ejerce una fuerte influencia no solo en los campus universitarios, sino en toda Alemania. La presencia de este núcleo, que prevalecerá como la fuerza principal de las protestas, tiene como fin engendrar entre los estudiantes una puntual conciencia política. Un detonante más del movimiento, al que todos temen, es el triunfo, en 1966, de la Gran Coalición, conformada por los partidos CDU (demócratas cristianos) y SPD (socialdemócratas). La población presiente este arribo al poder como una acción precursora de un (nuevo) sistema represivo, incluso dictatorial, sobre todo tras anunciar su intención de modificar la Constitución al incluir “leyes de emergencia”, que no eran otra cosa que un intento de devolver el fascismo a Alemania. Se dice que a veinte años de concluir la Segunda Guerra Mundial, cuando Alemania logra recuperarse y hay un poco de dinero, varios estudiantes toman sus primeras vacaciones. Los que viajan a Francia vuelven horrorizados luego de escuchar historias acerca de un supuesto holocausto. Comienzan a preguntar de qué son responsables tanto sus padres como sus abuelos, qué hicieron durante la guerra, con qué tipo de culpa deberán vivir. El 68 alemán surge asimismo de un conflicto intergeneracional. Una juventud que no pisó las cenizas de la guerra comienza a sentirse avergonzada de sus padres, de su gobierno y de su régimen. Esta primera generación de la posguerra deberá lidiar con una sociedad envejecida que decidió dar vuelta a la página y callar los horrores de la guerra. Los padres y abuelos, que se acostumbraron a compartir en silencio la consabida “culpa colectiva”, no logran entender del todo este despertar de conciencia que está llevando a sus hijos a cuestionarlo todo: la política, la educación, la libertad, el humanismo, la vida cotidiana, a emprender una batalla por los derechos de las mujeres y una revolución sexual perfectamente documentada (guiados por el pensamiento de Wilhelm Reich). Jóvenes que a fuerza de vivir bajo la constante amenaza de la bomba atómica terminan por descubrir la trascendencia del aquí y el ahora, y desarrollar una obsesión por cada instante.

RADICALIZACIÓN DEL MOVIMIENTO

Sobre lo sucedido en la iglesia, no era la primera vez que Rudi Dutschke incendiaba el ambiente con una manifestación pacífica. Lo hizo durante la visita oficial a Berlín, en 1964, del dictador congolés Moise Tshombe. Los manifestantes lo recibieron a jitomatazos, en señal de rechazo por haber ordenado el asesinato de Patrice Lumumba, primer presidente del gobierno independiente de El Congo (ocurre el primer altercado entre los estudiantes y la policía). Ese mismo año, los miembros de la SDS abordan las primeras discusiones sobre la intervención estadunidense en Vietnam. Los estudiantes organizan un congreso masivo y salen a las calles a expresar su apoyo al pueblo vietnamita. Marchan portando enormes pancartas con los rostros de Ho Chi Minh, el Che Guevara y Rosa Luxemburgo. El grito generalizado hacia Estados Unidos es: ¡Fuera de Vietnam! Los estudiantes alemanes se identifican con las acciones de guerrilla. Reunidos en el auditorio de la Technische Universität, gritan en coro: ¡Ho–ho–ho–Chi–Minh! Al año siguiente, alrededor de mil estudiantes de la Universidad Libre de Berlín y más de un centenar de profesores e intelectuales de Alemania Occidental apoyan una resolución

Protestas por la muerte de Benno Ohnesorg

basada en la libertad y determinación para Vietnam. Como una manera de expresar su odio al imperialismo estadunidense, los estudiantes lanzan jitomates y huevos a la Casa de América en Berlín, con el propósito, también, de volcar la atención del pueblo alemán hacia problemáticas poco discutidas. Por primera vez, las protestas estudiantiles acaparan las portadas de los diarios. Surgen los primeros choques agudos entre autoridades universitarias, gobierno local y la policía berlinesa en contra de los estudiantes. El 68 alemán llega a su punto de quiebre el 2 de junio de 1967. Dutschke convoca a una protesta masiva en rechazo a la visita del sha de Irán, Mohammad Reza Pahlavi, a Berlín. Un sector mayoritario de la población no lo conoce. Son los estudiantes quienes reparten folletos informativos donde denuncian a Pahlavi, ese sha que parece sacado de un cuento de hadas, como el responsable de mantener en el analfabetismo al 80 por ciento de su población. Lo acusan de gobernar una nación donde uno de cada dos niños muere y de embolsarse cada año 400 millones de dólares mientras su gente la va pasando con apenas 70 dólares. Los simpatizantes del sha se enfrentan con los manifestantes. La policía golpea a los in-

conformes y un policía asesina de un disparo al estudiante berlinés Benno Ohnesorg. El movimiento pierde su espíritu pacífico y entra en una fase de extrema violencia. La muerte de Ohnesorg desencadena enfrentamientos en varias ciudades alemanas. Las batallas callejeras entre los estudiantes y la policía ponen a Berlín en una especie de golpe de Estado que se extiende varios meses. Apenas un año después, el 11 de abril de 1968, Dutschke es víctima de un atentado. Su aparente asesinato desata los peores disturbios callejeros registrados en la historia reciente de Alemania. Tres disparos en la cabeza le hacen perder diez centímetros de cerebro. Debe aprender a hablar y a leer desde cero. A consecuencia de un ataque epiléptico ocasionado por las secuelas del atentado, muere ahogado la noche de Navidad de 1979. Tomaba una ducha. Se preparaba para cenar en familia. Parecía que el sueño de transformarlo todo había terminado. Sin embargo, tras su muerte, un número significativo de adultos mayores reconoció el valor del movimiento estudiantil y se unió a él para intentar cambiar el sistema político. A comienzos de 1970, una pequeña parte del movimiento se radicaliza. Una década más tarde, se funda el Partido Verde con la participación de personas no dedicadas a la política: amas de casa, campesinos, ex comunistas, empleados, académicos. Pronto, este partido se convierte en el brazo parlamentario de los movimientos de izquierda. A medio siglo de distancia, nadie objeta que fue el movimiento estudiantil de 1968 lo que en gran medida dio forma a la actual República Federal Alemana, tanto política como culturalmente, al promover movimientos por la paz y el medio ambiente, la lucha por los derechos de las mujeres y de las minorías, la liberación sexual y, ahora, la posibilidad de que los políticos ofrezcan conferencias en jeans. En Alemania, la figura de Dutschke no ha muerto. Una colosal biografía, escrita a lo largo de varias décadas por el sociólogo y periodista Ulrich Chaussy, comenzó a circular a mediados de marzo. La investigación incluye el testimonio de las personas más cercanas al movimiento y por primera vez se tuvo acceso a los archivos de inteligencia de Alemania Occidental. La aparición de este libro parece haber reavivado en el pueblo alemán ese sentimiento de fuerza interior que nos hace desplegar el natural impulso de luchar por una mejor historia de vida. Pronto se agotó. L


LABERINTO

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Philippe Sollers

“Del 68 ya no queda nada

En esta conversación, el filósofo y escritor impone una desencantada valoración del presente y pone en su justo lugar a los ideales que animaron el Mayo francés

¿

MELINA BALCÁZAR MORENO/ PARÍS Se considera aún hoy un escritor comprometido?

Quizá soy uno de los últimos escritores comprometidos de este país. Pero habría que redefinir el compromiso, que para mí no tiene nada que ver con reunirse con los otros, con formar un grupo. He estado comprometido con mi propia trayectoria, que en ciertos momentos ha cobrado una apariencia política, pero que en el fondo es filosófica. Mi compromiso es con la literatura y ha sido total. Sin embargo, hoy vivimos uno de los periodos más reaccionarios de la historia y debemos tener conciencia de ello. Es decir, la globalización, así como el espectáculo constante y total que trae consigo, hacen resurgir arcaísmos y regresiones, cuyos componentes debemos analizar cada vez más. Si nuestra época es reaccionaria es porque nos remite sin cesar al naufragio en el que vivimos. Tomemos como ejemplo el siguiente espectáculo mundial: Estados Unidos traslada su embajada a Jerusalén y presenciamos un circo sorprendente y siniestro con la hija de Trump, tan rubia y blanca, vestida además de color claro como para acentuar la superioridad que representa su color de piel. Vemos a su padre en el mensaje grabado que envió y lo oímos ladrar, porque no sabe hablar, solo ladra, afirmando que espera llevar la paz a Medio Oriente. Gran momento de fiesta para Israel que cumple además 70 años de su creación. El único problema es que al exterior, mientras la rubia se muestra siendo superior e incluso como parte de la raza de los amos del mundo, hay una multitud de palestinos a la que le dispara el ejército israelí, matando a 59 personas e hiriendo a 2 mil 400. Y si le digo que soy un escritor extremadamente comprometido es porque hablo de todo esto, de este naufragio, pero siempre proponiendo un antídoto en mis libros, mediante una lectura profunda que solo permite la literatura. ¿Cuál sería su diagnóstico? ¿Sería el que enunció en su prefacio del Diccionario del psicoanálisis, el de una prohibición, casi una represión del “goce”?

Hoy todo está prohibido, en especial el goce sexual, porque conocer el propio placer implica volverse por completo libre y eso la sociedad lo percibe como un peligro. De ahí que se hable todo el tiempo de sexualidad, de agresión o acoso sexual, de violación y de denuncias. Todo el mundo parece creer en la sexualidad. Pero yo soy un ateo sexual. Si la sexualidad enseña algo, si da lugar al pensamiento, entonces me interesa. Si solo se la concibe como una mecánica orgánica, me es indiferente. La sexualidad tiene que enseñarnos algo. Hoy asistimos a una reducción del imaginario. Todo se ha vuelto tecnología médica, desde la reproducción asistida hasta la gestación subrogada. Se puede fabricar el cuerpo humano. Así, en los países occidentales desarrollados se puede concebir un ser humano en el hospital, nacer, morir y ser

incinerado en el hospital. Nadie quiere pensar en esto, en particular los escritores, y todo mundo se aturde como puede para evadirse de esta realidad. Ya lo decía Pascal: es sorprendente cómo los hombres se las ingenian para no pensar en la muerte. En la crítica que hace de la sociedad actual, la referencia al siglo XVIII parece ser determinante, como lo muestran sus libros sobre Sade y Casanova, que ponen el cuerpo al centro de un proyecto filosófico y vital, o revolucionario, en el caso de Sade.

El siglo XVIII, en el sentido que acaba de describir, no puede ser sino francés, porque se escribió en lengua francesa, que es la lengua de la revolución. No ha habido más que una revolución y tuvo lugar en París. La Revolución francesa siempre ha sido imitada, falsificada, pero jamás igualada. La Revolución de Octubre es pésima con respecto a la francesa. El único momento en el que hubo algo revolucionario fue en mayo de 1968, pero 50 años después puede ver que ya no queda nada, que todo está anestesiado. En aquella época el ministro de Cultura era André Malraux, alguien impresionante. Y cuando lo compara con la ministra actual, que sonríe todo el tiempo… Françoise Nyssen viene del mundo de la edición.

Claro, sin hablar del conflicto de intereses evidente en el que se encuentra, aunque es lo de menos. Es terrible la imagen piadosa que se nos presenta para la cultura. Solo esto probaría que a nuestro presidente, que es un virtuoso en el arte de hacerse filmar permanentemente, no se le puede tomar en serio. No es posible nombrar a una ministra de Cultura tan mala. Pero basta con que un terrorista ataque con un cuchillo a los transeúntes en el barrio de la Ópera para que el espectáculo que estaba preparándose en torno a las vacaciones del presidente en Brégançon se venga abajo: ¿aparecería o no en la playa?, ¿qué short se pondría?, ¿Brigitte usaría un traje de dos piezas o de una sola? ¿Qué mundo es éste? No soy alguien realista. Soy más bien un analista que identifica los síntomas esenciales en todos los ámbitos y “Contamos con un muy solo la lectura permite buen presidente de la hacerlo. El problema es República, gran virtuoso que ya nadie lee, y mi del espectáculo, que reina posición como editor sobre una población me permite afirmarlo. de sonámbulos”. Con las pantallas, ya nadie entiende lo que está ocurriendo. En su último libro, Centre, aborda el problema de la pérdida de la memoria en la sociedad contemporánea, que relaciona con el hecho de que cada vez se lee menos.

La memoria se ha visto afectada por la desaparición de la lectura en la vida cotidiana. Me lo hizo ver mi mujer Julia [Kristeva], cuyos pacientes se quejan de que no pueden recordar el último párrafo que

acaban de leer. La memoria es un músculo y hay que entrenarlo para que no se vuelva flácido, es decir, permeable a los flujos de información y publicidad, a todas esas voces que nos invaden. ¿Ya no sería posible entonces hacer hoy lo que usted emprendió con la revista Tel Quel, es decir, “situar la escritura al centro del trabajo revolucionario”, hacer que “cada uno se vuelva dueño del lenguaje”?

El combate sigue siendo el mismo; prueba de ello es que continúo el trabajo revolucionario. Sigo estando en guerra, como lo decía magníficamente Mandelstam, el poeta ruso que Stalin eliminó: “la poesía es la guerra”. O más bien, en mi caso, la guerrilla. En algún momento afirmó que “hay que conservar su mala reputación”.

Me preocupa un poco ver que en estos últimos tiempos se me ha rehabilitado, pero voy a hacer todo lo posible para recuperar mi mala reputación. Es, de hecho, lo que estoy haciendo ahora con usted.


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sábado 26 de mayo de 2018

DE PORTADA

a,todo está anestesiado” FRANCESCA MANTOVANI

Para Casanova, el placer de su pareja era fundamental. Aunque tal vez en algún momento no pidió permiso y ¡eso está muy, muy mal! Pero no hay que olvidar algo importantísimo respecto a él, y en lo que quiero insistir: se trataba de un italiano que eligió escribir en francés. ¿El francés sería la lengua de la libertad?

Desde luego. Por eso me consagro a esta lengua, como muchos otros antes, Céline, por ejemplo. Si Céline sigue siendo peligroso es porque tenía talento; de eso es culpable ante todo. Usted estaba de acuerdo con la reedición de sus panfletos. ¿Qué piensa de la polémica que siguió a la iniciativa de Gallimard de publicarlos?

Es una vergüenza que se haya impedido la reedición, hay que publicarlo todo. Es una gran hipocresía decir que los panfletos producirán antisemitismo. El peligro hoy es la ignorancia que hace que todos se replieguen sobre sí mismos y vuelvan a cosas viejas. Por eso hay que hacer una edición crítica en Francia antes de que el libro entre al dominio público. En un texto de 1999, “La Francia rancia”, describe al país como hostil a “los extranjeros”, al “arte moderno”, a los “intelectuales”, a “las mujeres demasiado independientes” y, sobre todo, a “la libertad en todas sus formas”. ¿Sería aún esa su opinión?

El diagnóstico que hacía en ese texto era anticipatorio, y por el que se me atacó muchísimo, se me trató de traidor, antipatriota, etcétera. Es justo lo que está ocurriendo ahora. O más bien, es peor: Francia ya ni siquiera es rancia, se encuentra en un estado de coma prolongado. La razón es la de siempre: por un lado tenemos un derroche tremendo de dinero y por otro una enorme miseria. Y contamos con un muy buen presidente de la República, gran virtuoso del espectáculo, que se deshizo de la izquierda y la derecha y que reina sobre una población de sonámbulos. Pero yo sigo despierto, como puede ver. En ese texto defendía a Daniel Cohn–Bendit y al espíritu del mayo de 68 que encarnaba.

Me parece que con la cuestión de lo femenino va por buen camino. Por ejemplo, al escribir: “Casanova ama a las mujeres: las describe como las ama, es decir, sin devoción. Pero Laforgue [que reescribió, censurándola, la obra de Casanova] es por su parte un feminista: las respeta, las teme, y anuncia las legiones de profesores mojigatos, nuevo clero que remplazará al antiguo”.

¿Sabe quién hizo un elogio inesperado de Casanova?... Simone de Beauvoir. En sus espléndidas cartas a Nelson Algren, quien fue uno de sus grandes amores. Beauvoir no era el icono, la gran papisa del feminismo, rígida y austera, que se piensa. Le encantaba hacer el amor con Algren y le decía que no tenía por qué vivir como un monje, así que le recomendó la lectura de Casanova como un ejemplo de vida. ¿Para usted qué es entonces amar a las mujeres?

Le responderé con una pregunta que hago a mis amigas: ¿quién ha puesto en la mente de los hombres que podemos agredir a las mujeres, precipitarnos sobre ellas sin pedirles su permiso? Todas sin excepción me responden: sus madres. Y

al preguntarles por qué, no encuentran ninguna respuesta. Pero la explicación es simple: los hombres quieren arrancarles el misterio de sus madres, que les han ocultado. Quieren saber a ciencia cierta. Así se les ha educado. Aunque si digo esto, todo mundo se escandaliza porque hoy los hombres son unos cabrones, perversos, cerdos… Pero ni siquiera eso, ¡no son más que unos pobres diablos! ¿Se da cuenta de lo progresista que soy? Cuando leo en la red “Sollers misógino” es para morirse de risa, pues nadie ha hecho más por las mujeres que yo, y es algo que puede probarse, por ejemplo, con mi libro Mujeres, que produjo un gran escándalo cuando se publicó. ¿Cómo definiría ese “continente femenino” tan presente en su obra?

Diría que el continente femenino es accesible a los buenos navegadores. Mi pregunta tiene que ver con el goce sexual del que hablábamos antes. Usted resalta que en Casanova las mujeres gozan y saben ocuparse de su placer.

Cohn–Bendit es ahora un macronista. Ha arruinado su foto célebre en la que aparecía ante un policía. Es un periodista deportivo que se ha incorporado a la sociedad del espectáculo, en la que todo se reduce al acontecimiento como scoop, buzz o hashtag (#MeToo, #BalanceTonPorc). Imagine que mañana digo que me he convertido al Islam radical; las redes sociales arderían. Y aunque fuera falso, se entendería como algo posible. Fue lo que ocurrió recientemente con mi mujer Julia, a la que acusaron de ser una espía del servicio secreto búlgaro. Es grotesco. Habría que preguntarse más bien por qué esta supuesta noticia sale justo ahora. Creo que a la sociedad no le gustan las mujeres que piensan y actúan libremente, como lo hace ella. Durante las décadas de 1960 y 1970 usted fue muy activo políticamente, defendió la idea de una transformación de la sociedad a través de la escritura, que concebía como una acción. ¿Cree que en la Francia de hoy persiste algo aún de la lucha del mayo de 68? ¿Alguna herencia?

Sigo pensando lo mismo aunque las situaciones han cambiado. Pero no se puede heredar la revolución, solo podemos continuarla mediante otros medios. La guerrilla debe adaptarse, pues si seguimos una única, terminamos como Cohn–Bendit, es decir, nos volvemos colaboradores de lo que amenaza la libertad que defendíamos. Y yo me he mantenido libre.

¿Habría un eslogan del mayo de 68 que podríamos retomar hoy?

El eslogan más bello del mayo de 68: “Sean realistas, pidan lo imposible”. No ha perdido su actualidad, puede decirse de nuevo en cualquier momento. L


LITERATURA

sábado 26 de mayo de 2018

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LABERINTO

DOUGLAS HEALEY/ AP

El autor de Pastoral americana, El teatro de Sabbath, La mancha humana

¿Para qué escribir?

*

Más de 25 novelas surgieron de la imaginación de Philip Roth, quien murió el 22 de mayo a la edad de 85 años. Este ensayo expone las razones por las cuales abandonó la ficción en 2009 NATHANIEL RICH

¿

Para qué escribir? Philip Roth respondió a esta pregunta en 1981, en entrevista con el Nouvel Observateur. Dijo que escribía para liberarse de su manera estrecha y aburrida de ver la vida; para conectarse, a través de la imaginación, con una narración madura que no fuera la suya. ¿Por qué no escribir? La pregunta es interesante y es lo que Roth decidió hacer en 2009: dejar de escribir. Cuando se le preguntaba sobre esta decisión, asumía una actitud de desinterés, como el personaje de Herman Melville, el escribano Bartleby. “Ya no tengo ningún interés en escribir ficción”, le dijo a un periodista que lo entrevistaba, “hice lo que hice, ya está hecho”. Un mes después de dicha entrevista, en una conversación con la publicación Svenska Dagbladet de Suecia, Roth atribuyó su silencio a una poderosa sospecha: “ya produje mis mejores obras y cualquier cosa adicional sería inferior a lo ya escrito. Ahora no tengo la vitalidad mental, ni la energía verbal, ni la condición física necesaria para abordar y sostener un ataque creativo grande, de cierta duración, sobre una estructura tan compleja como la de una novela”. “Atacar” es la palabra que sobresale de lo dicho, de manera tridimensional. Roth usaba esta palabra con frecuencia cuando escribía textos que no eran ficción, respondiendo a las agresiones que había recibido de lectores y escritores, dando voz a su resentimiento hacia los críticos, y cuando asaltaba, día con día, la hoja de papel en blanco. Durante sus primeros años como escritor, en Chicago, iniciaba su día gritándole al reflejo de su cara en el espejo: “¡Ataca! ¡Ataca!” Ese “poder de ataque” que Roth sostuvo por más de medio

siglo es lo que hace que nos asombremos de su decisión de retirarse de la escritura. Es cierto que pocos escritores se cuestionan tanto sobre sí mismos como Roth, pocos han mostrado tanta desesperanza ante los conflictos personales. Anthony Burguess no desperdició tiempo preocupándose si los cinéfilos que vieron la película Naranja mecánica, dirigida por Stanley Kubrick, pensaban que era un psicópata. A Vladimir Nabokov no le importó cuando lectores simplistas lo confundieron con un pedófilo. Sin embargo, Roth respondió múltiples veces a los juicios que recibió sobre su obra. Dijo: “los textos que he escrito, que no son ficción, son respuestas a las provocaciones”. En las entrevistas en las que se defiende de las acusaciones de ser antisemita, en las conversaciones con sus contemporáneos y en los altercados con la comunidad judía, dibuja una teoría muy clara: el género de la novela es un baluarte contra los excesos de la vida moderna. Roth se sentía amenazado desde dos frentes: por el caos social de una nación en crisis política y por la decadencia cultural. Roth empezó a tratar estos temas en 1960: “El escritor americano de la mitad del siglo XX tiene sus manos llenas al tratar de entender, describir y validar la realidad de Estados Unidos. Es una tarea que entume, enferma, enfurece y por último genera una especie de vergüenza que envuelve nuestra ínfima imaginación. La actualidad rebasa nuestros talentos y produce hechos que pueden ser la envidia del novelista más fantasioso”. Este dilema obsesionaba también a Saul Bellow; era el principal tema de sus ensayos. “El ruido producido por la vida misma es la gran amenaza —escribió en 1970—, los sonidos de

la esfera pública, el estrépito de la política, la turbulencia y agitación que se iniciaron en 1914 y ahora alcanzaron un volumen intolerable”. Bellow temía que el hervor de la vida pública destruiría las condiciones necesarias para la creación y el gusto por el arte. Roth, quien escribió antes de los levantamientos sociales de los años sesenta, desarrolló más esta idea, al sugerir que la inestabilidad de la sociedad ocasiona que nos sea imposible distinguir entre la realidad y la ficción. ¿Para qué escribir o leer novelas si la realidad es igual o más fantástica que cualquier trabajo de ficción? Sus preocupaciones pueden parecer minúsculas al verlas desde nuestra realidad, en el año 2018, cuando los sucesos parecen extraídos de una tira de cómics infernales, pero nos da consuelo que en los años sesenta la gente definía su entorno como desquiciado, igual que nosotros hoy en día. Durante la guerra de Vietnam, la realidad rebasaba la imaginación. Roth describió esa época como “alimentarse con una dieta permanente de Dostoievski” y definió el periodo presidencial del “grotesco” Richard Nixon como estar en el programa de televisión La pandilla. En los años ochenta, Roth dijo que por “la proliferación de la estupidez mediática y el cinismo de la comercialización, el estilo de vida americano está descontrolado”. Se quejó de que “ahora, hasta para las personas con buena preparación, es más fácil opinar sobre películas y programas de televisión que sobre literatura”. La situación de tensión continuó en los años noventa. Roth le dijo a Ivan Klima que lamentaba la destructora influencia de “la televisión comercial, la que vuelve todo trivial”. Durante la presidencia de Bush exclamó: “estamos emboscados… por lo impredecible que es la historia” y en los últimos años del periodo de Obama escribió: “En cualquier lado hay poca verdad, hay antagonismo por doquier, todo está tan planeado que da asco, la hipocresía es gigantesca, no existe ningún control de la ferocidad de las pasiones, la cotidiana maldad se puede ver con solo presionar un botón del control remoto, armas explosivas están en manos de monstruos”. Este año, en un correo electrónico a la revista New Yorker, Roth escribió sobre la nueva manifestación de esta amenaza: “No es Trump como un personaje, un tipo de humano —tipo vendedor de bienes raíces, asesino capitalista violento e infantil—, lo que rebasa la imaginación, es el hecho de ver a Trump como presidente de Estados Unidos”. Hacia el final de su carrera, en sus novelas y pronunciamientos, Roth empezó a predecir la extinción de la cultura literaria —un pasatiempo caduco para escritores envejecidos—. Pero en sus primeros ensayos críticos, describía el arte de escribir como “inmune a las incursiones de la cultura filistea amplificada electrónicamente para las masas” y como el antídoto más poderoso contra ésta. Qué mejor refugio de la simplificación categórica de la cultura para las masas que la riqueza de las grandes obras de ficción, con los brazos abiertos a las contradicciones morales y la complejidad de las emociones. Al crecer el volumen de los gritos de protesta, el valor de la ficción aumenta. En 1990 Roth escribió: “Cuando los medios de comunicación masiva nos agobian con el vacío de preocupaciones ficticias, la literatura seria es un chaleco de salvavidas mayúsculo, aun cuando la sociedad la ignora por completo”. En el maremoto actual, cojamos el salvavidas con más fuerza que nunca, abracemos la literatura y la ficción. © The New York Review of Books. Título original: Roth Agonistes. Título de la Redacción. Traducción de Valentina Ortiz Pandolfi.


MILENIO

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sábado 26 de mayo de 2018

EN LIBRERÍAS

LA MALA COSTUMBRE DE LA ESPERANZA BRUNO H. PICHÉ Literatura Random House México, 2018 157 pp. En 1971, Edward Guerrero, un joven de ascendencia mexicana, violó y asesino a tres mujeres en Michigan. Desde entonces, permanece recluido, y ahora arrepentido, después de que la corte ha rechazado múltiples recursos de apelación para que obtenga su libertad. Piché borda un relato personal y periodístico a partir de sus entrevistas con Guerrero y deja ver el lado más oscuro del sistema penal en Estados Unidos así como de una sociedad que se asienta en el odio racial. COMUNIDAD ANN PATCHETT Alianza de Novelas México, 2017 346 pp. Una fiesta de bautizo no parece un acontecimiento que pueda torcer la vida de dos matrimonios y sus respectivos hijos pero en esta novela funciona como un detonador que lleva al lector a través de cinco décadas y un sinfín de casualidades y golpes de timón. Patchett instala al lector en aquel día lejano y luego pisa el acelerador para presentarnos a la ya veinteañera que fue bautizada y no deja de interrogar a su pasado familiar. La ironía es la cereza del pastel. MÉXICO ESCLAVIZADO FRANCISCO MARTÍN MORENO Planeta México, 2018 416 pp. Heredero del principal productor de henequén en Yucatán durante el porfirismo, Olegario Montemayor va a estudiar a Oxford donde aprende por qué la dominación española propició el atraso de la población. Olegario se enamora de Marion Scott, una mujer de mentalidad avanzada. Acompañada de ella, Olegario luchará por mejorar las condiciones de los campesinos mayas. LÁZARO CÁRDENAS. UN MEXICANO DEL SIGLO XX RICARDO PÉREZ MONTFORT Debate México, 2018 Primer tomo de la investigación más acuciosa, hasta ahora, de la vida del ex presidente responsable de la expropiación petrolera y la consolidación del México moderno. Pérez Montfort se ocupa de la infancia, la juventud, la formación y la participación en la Revolución mexicana del general Cárdenas, así como de sus inicios en la política y el vertiginoso ascenso político que le permitió cambiar al país. EL MARXISMO EN MÉXICO CARLOS ILLADES Taurus México, 2018 374 pp. Illades lleva a cabo un recorrido histórico del marxismo en la conciencia nacional, recuperando a los personajes clave y las contribuciones filosóficas que propiciaron un despertar político de clase. Figuras como las de Lombardo Toledano, Adolfo Sánchez Vázquez, Eli de Gortari, José Revueltas, Roger Bartra, Pablo González Casanova y Enrique Semo, entre otros, se entrecruzan en este relato con sus aportaciones académicas e intelectuales.

Grullas, grúas POESÍA EN SEGUNDOS

A

VÍCTOR MANUEL MENDIOLA mendiola54@yahoo.com.mx

l pasar la última página de Mil palabras (Debate, 2018) de Gabriel Zaid, me doy cuenta de que acabo de realizar una experiencia insólita: el autor de Campo nudista me hizo leer un pequeño diccionario enciclopédico como si leyera una fábula. Entonces comprendo: el admirable crítico poeta —más un ícono que una persona, porque ha permanecido fiel a la creativa soledad rigurosa— me llevó sin pretextos, sin engatusarme, desde el primer texto (el libro tiene 60 artículos), a la revisión precisa de mil palabras significativas no solo en el universo Zaid sino en el de nuestro idioma y nuestra cultura. Quizá por esta razón la entrada 1 de este lexicón sea un señalamiento humorístico, un piquete de ombligo, una carcajada amigable, sobre una cosa mala entre las buenas del feminismo. ¿Quién pondría en duda el hecho fundamental de que las mujeres deben estar en lugares principales en la economía, la cultura y el poder? Por eso nos dice “que una directora se haga llamar la director… no es avance. La lengua admite innovaciones, pero no arbitrariedades”. De ese primer texto salta a un segundo artículo alrededor de los diccionarios. Tema central en todo el libro. ¿Por qué no tenemos diccionarios tan buenos en español como en inglés? En alusión a Roman Jakobson, la respuesta es: preferimos el placer del texto “en la sucesión feliz” (eje horizontal) y no la pausa necesariamente larga de la selección (eje vertical). En “Acólitos y anacolutos” ya estamos en el mundo histórico y microscópico de los vocablos. Aprendemos que “acólito” es seguidor y que de ahí surge lo que no sigue, “anacoluto”, y que Sigüenza celebró la misteriosa “acolutia” de un salmo, es decir, su inesperada armonía —lo importante en poesía—. Luego nos enteramos, en una progresión del “eje vertical”, que el sustantivo “dollar” viene de México, no es gringo, y que asceta era un experto y que “para los primeros cristianos lo esencial era el amor, no la ascética que fue haciendo del éxito una nueva religión”. Cruzamos los “Avatares kafkianos”, la mofa “Bodoque” —un arabismo y no un mexicanismo—, el “Bricolaje” —practicismo inventivo—; comprendemos mejor la palabra “Cultura” y sorprendidos nos damos cuenta de que algunos de los muy buenos diccionarios son obra de una persona como el Tesoro de la lengua de Cobarrubias o el Diccionario crítico etimológico de Corominas. Y en medio de la pasión por seleccionar minuciosamente, Zaid divaga sobre las grullas. El poeta se apea del eje paradigmático y, sin abandonarlo, se zambulle en la sucesión, en el tumulto horizontal. Desde la burla de Platón, “el hombre es un bípedo implume”, Zaid nos muestra por qué Manuel José Othón ya traspasó un siglo y sigue vivo en el nuestro. Con una sucesión de aliteraciones sutiles y una palabra inusual como remate, Othón logra un verso extraño y perfecto: “la parda grulla en el erial crotora”. Poseído por el eco del solar silvestre, las grúas en la calle y el demonio vertical, abro mi Corominas. L


CINE

sábado 26 de mayo de 2018

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LABERINTO

IMCINE

Hari Sama

“Me interesa abordar procesos introspectivos” Sunka Raku documenta la perspectiva de los episodios creativos detonados por el dolor HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com

ENTREVISTA

A

partir de una experiencia personal, el cineasta y músico Hari Sama ha dedicado su trabajo a indagar en la relación entre el proceso creativo y la pérdida. Un primer ejercicio fue su película El sueño de Lu. Ahora plantea una nueva arista con Sunka Raku, documental conducido por Roberto Behar. Lo que en principio parece un relato sobre la construcción de unas casas de té japonesas en el Ajusco, se transforma en un filme acerca de la reinvención del ser humano.

nudos tradicionales, los techos son de pasto y cedro. Así fue como decidí contar la historia.

Sunka Raku es una película relacionada con El sueño de Lu, solo que ahora se acerca al tema desde el documental.

Lo lineal de la película permite ver que la vida de Roberto inicia de una manera áspera. Crece en una familia urbana, rota, y lo abandonan en un internado. Ahí conoce a un maestro de música que le enseña a transfigurar su dolor por medio del arte. Inicia un camino de búsqueda y avanza en la vida hasta llegar a un punto donde siente la necesidad de despojarse de muchas cosas para centrarse en la ceremonia de té, en la que encuentra una actividad sencilla pero muy profunda.

Me interesa abordar procesos introspectivos de personajes que buscan una explicación teórica e inefable acerca del dolor que les ha tocado vivir. ¿En qué momento decide dedicarle una película a Roberto Behar?

Lo conozco desde hace tiempo, pero me acerqué a él porque intuía que podía ayudarme en el proceso de duelo. Le pedí permiso para convertirme en su alumno y aprender la ceremonia del té. Durante mis visitas a su casa en el Ajusco me cayó el veinte de que me encontraba dentro de una escultura viva. Las casas de té son una obra monumental. No tienen clavos, todo está amarrado con

Aunque la película se centra en la biografía de Roberto Behar.

Al conocer la historia de la casa, me cuestioné sobre por qué alguien se aventura en un proyecto así. Sin embargo, termina siendo un documental sobre el proceso creativo como vehículo de sanación.

En este tránsito, aparecen personajes como Julio Estrada o Nicolás Echevarría, hablándonos de facetas poco conocidas de ellos mismos.

Julio Estrada se convirtió en una presencia importantísima. Le dio un gran contrapeso a la película porque tiene formas muy

HOMBRE DE CELULOIDE

opuestas de procesar episodios de dolor. Me interesaba una visión coral guiada por otros compañeros de vida de Roberto. Nicolás Echevarría cuenta su proceso para dejar la música y Julio habla del mundo de los refugiados españoles, del dolor y el abismo. Busqué que quien se sumara al proyecto hablara desde la perspectiva de los procesos creativos detonados por el dolor. En su caso, conecta también por el lado de la música, dado que usted tiene una banda de rock.

Roberto Behar es mi maestro y en algún momento me cuestioné por la fascinación que su historia despierta en mí. Por medio de la película me veo en el espejo y me descubro como una persona que tira hacia muchos lados en una búsqueda personal por encontrar su lugar. Intuyo que terminaré asentándome en una práctica. Otra lectura de Sunka Raku va por el lado de cómo los ritos dan sentido a la vida.

Es indispensable rescatar y ubicar aquellos ritos que nos hacen salir adelante. No se trata de satanizar las redes sociales ni las telecomunicaciones, pero es verdad que son, quizá, el más poderoso distractor de la realidad. Supongo que pronto veremos personajes que nos lleven a recuperar los rituales cotidianos y simples. Su trabajo se perfila cada vez más como una catarsis.

Ya no acepto proyectos que no apunten en esa dirección. El cine que me interesa es aquel que me expone. L FERNANDO ZAMORA

Ni para neófitos ni para iniciados ESPECIAL

D

urante una secuencia de Descubriendo a Morrissey, el cantante y letrista lee en el periódico que uno de los integrantes de su banda está triunfando en Londres. Furioso, vuelve a la mediocridad de su trabajo como enfermero en un hospital en el que da rienda suelta a su odio por el mundo, un mundo incapaz de dar crédito al talento del desesperanzado adolecente que se cree genial pero que en ninguna parte logra confirmarlo. Y de hecho, si no supiéramos que este adolescente terminará por volverse el Morrissey del álbum Viva Hate que en 1988 se colocó en el número uno de las listas de popularidad de Gran Bretaña, la película Descubriendo a Morrissey no tendría ningún interés. Porque, a decir verdad, este primer largometraje de Mark Gill (nominado al Oscar en 2014 por su cortometraje The Voorman Problem) es poco más que un

Descubriendo a Morrissey (England is Mine). dirección: Mark Gill. guión: Mark Gill, William Thacker. con: Jessica Brown Findlay, Jodie Comer, Jack Lowden, Laurie Kynaston. Gran Bretaña, 2017.

collage de escenas en las que se superponen frases que parecen robadas de Allen Ginsberg y Oscar Wilde. Y digámoslo de una vez: Descubriendo a Morrissey no produce ni el interés de Love

& Mercy (basada en la vida del líder de The Beach Boys) ni da placer a los fanáticos que van al cine para confirmar lo genial de sus admirados rock stars (como en las películas Sid and Nancy

@fernandovzamora

de 1986 o The Doors de 1991). Descubriendo a Morrissey pretende hacernos sentir admiración por un adolescente narcisista que será importante en el panorama pop, sí, pero no elabora en torno al movimiento poético y musical que tuvo lugar en Gran Bretaña y Estados Unidos durante la segunda mitad del siglo XX; ese que ha producido obras tan esenciales para el rockero que ama el cine como Velvet Goldmine, película de Todd Haynes que en 1998 exploró, como Descubriendo a Morrissey, la relación entre Oscar Wilde y el glam inglés de la posguerra. Supongo que la crítica elogiará la actuación del escocés Jack Lowden pero yo la encuentro más bien desangelada. El montaje está lleno de clichés como éste: cae un vaso de agua y mancha unas hojas. Corte: nos metemos en un ojo de agua en el que nos hundimos con los pensamientos depresivos de un héroe al que solo entenderán quienes ya lo conozcan de antemano. Y, sin embargo, a los fanáticos de Morrissey esta película, lo aseguro, tampoco les va a gustar. L


MILENIO

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sábado 26 de mayo de 2018

ESCENARIOS

ESPECIAL

El niño actor MERDE!

BRAULIO PERALTA juanamoza@gmail.com

D La obra dirigida por Sixto Castro Santillán se presenta viernes, sábado y domingo en el Teatro Sergio Magaña

Cómo sacudir la memoria Fritzl Agonista remite a las heridas que provoca el abuso sexual a manos de un padre monstruoso PERIPECIA

E

l final de Fritzl Agonista deja al espectador hundido en el asombro, en la inmovilidad y el silencio. La tragedia derivada del abuso sexual sufrido durante 24 años por Elizabeth Fritzl, hija de Josef, conocido como “El monstruo de Amstetten”, toma forma en escena a partir de movimientos, sonidos, imágenes y acciones físicas realizadas por dos actrices al centro de un rectángulo acotado, como el contenedor–habitación que mantuvo en el encierro a siete hijos producto del incesto. Enmarcadas por tubos de luz blanca y un tapiz rojiblanco, que remite al diseño de linóleo que cubría el suelo de muchas casas en la década de 1980, dos jóvenes actrices descalzas, con blusa blanca y falda tableada, amasan en silencio una extensa pasta con la que cubrirán su rostro, piel metafórica que se caerá en pedazos de cuerpos reales. La obra de Emilio García Wehbi (Buenos Aires, 1964), reconocido por haber fundado El periférico de objetos, articula una dramaturgia abierta nutrida por distintos lenguajes escénicos y acciones en progresión, que le otorgan una dimensión mayor a una historia que, sin ser lineal, incide poderosamente en el espectador que se enteró y en el que no tuvo noticias de lo acontecido entre 1984 y 2008, a 130 kilómetros de Viena. El director, Sixto Castro Santillán —que en 2014 ganó el Premio Gerardo Mancebo del Castillo Trejo con su obra Bolito lo explica todo, sobre adolescentes en destrucción—, da un salto cualitativo al dirigir una puesta en escena que se aleja de toda predicción o de intentos banales por reproducir los crímenes cometidos por el ingeniero austriaco condenado a cadena perpetua en un psiquiátrico. Utensilios y materia prima propios de una cocina construyen símbolos de significado múltiple, que en manos de las actrices Ana Karen y Rocío Damián generan pasajes de violencia ilimitada subrayados por la

ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.com

reproducción de voces infantiles y adultas, masculinas y femeninas, que construyen a retazos, en la imaginación del espectador, potenciada por la acción escénica, la percepción de la aniquilación humana. Fritzl Agonista es una provocación escénica que sacude la memoria y activa la percepción del espectador mediante imágenes y sonidos que atraviesan la barrera de silencio que envuelve a unos personajes convulsos, sumidos en la imposibilidad de romper el cerco que se nutre de ellos mientras los aniquila. Castro Santillán expone con brutalidad el vínculo entre víctima y victimario sin sangre ni alaridos, mediante una interlocución de cuerpos que reaccionan a estímulos negativos que soportan y repelen en un brusco y continuo ataque que los une y aleja para después reunirlos en su necesidad de distancia. El diseño escenográfico y de vestuario de Natalia Sedano, que remite a la opresión, lo rutinario y lo socialmente aceptado, resalta la amenazada sustancia vital de los personajes y de los elementos naturales utilizados en escena, enmarcados por la iluminación de Alejandra Escobedo, que consigue el efecto de alejar y acercar las acciones de los dos únicos personajes que representan a todas las víctimas, al tiempo en que la escenofonía de Andrés Castro y Santiago Kohury otorga las pistas clave de la tragedia y se engancha en la memoria ancestral de quien se da licencia de percibir con los sentidos. Como si se tratara de una obra plástica en movimiento, en la que dos personas sin rostro expusieran sus entrañas sin despojarse de una sola prenda, el presente montaje condensa la esencia trágica expansiva del abuso sexual infantil al interior de la familia, mediante acciones, movimientos y manipulación de objetos orgánicos que detonan en el espectador sus propios monstruos. L

on Ignacio López Tarso: Es usted un hombre de teatro a quien desde sus inicios el poeta Xavier Villaurrutia apoyó para que triunfara en la escena nacional. Nadie puede arrebatarle el título de narrador de corridos de la Revolución, con lo que el teatro en atril se dio a conocer a nivel popular en las plazas de gallos y pueblos de México, por su “buen decir”. Es usted un pedazo de historia en la cultura de nuestro país. Hoy que lo veo en la versión mexicana de la obra argentina del dramaturgo Carlos Gorostiza, Aeroplanos, descubro que a sus 93 años existe la vitalidad de un niño en un cuerpo cuya edad cobra el paso del tiempo. Pero no importa: usted juega con los espectadores, con el actor que lo acompaña en la escena, con las intenciones del director de la obra, Salvador Garcini, cómplice de usted para que se luzca como el histrión que ha sido desde sus tiempos mozos. Tiene usted un niño actor interno que no lo deja en paz. Recuerdo sus películas, especialmente dos que lo catapultaron como actor de dimensiones populares: los filmes de Roberto Gavaldón, Macario y El gallo de oro, el primero con guión de Emilio Carballido, basado en el relato de B. Traven, y el segundo con guión de Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez, basado en el relato de Juan Rulfo. Entra usted a la historia del cine nacional, ahí donde los mitos alrededor de la muerte y los usos y costumbres de los pueblos logran ese sincretismo mexicano que subyuga a extranjeros. Imposible borrar su huella al lado de María Félix en La cucaracha, La bandida o La generala, cintas que le dieron arraigo entre sus admiradores por una carrera que lo ha llevado a no renunciar a la actuación y a morir de pie en el escenario. En Aeroplanos, en sus ojos de niño actor vive atrapado un cuerpo vetusto que cumplió sus sueños. Empezó usted en el teatro clásico, cuando se empeñaba en ser actor de carácter junto a Narciso Busquets o Augusto Benedico. Lo traicionó la búsqueda de la fama y partió al teatro comercial, y su éxito lo empujó a la televisión, cuando el cine no ofrece papeles a su altura. Admito que nunca lo he visto en la tele. Es usted un incansable actor en busca del aplauso, ese público que nunca lo abandonó hasta el final de su carrera. Lo corroboramos en la función de Aeroplanos: de pie, lo ovacionan a sus 93 años, después de casi dos horas en la escena donde ni siquiera se le ve el cansancio al caminar, respirar o decir sus parlamentos, ese donde un anciano prácticamente ha sido abandonado por su familia y comparte con su amigo de toda la vida los recuerdos a granel, con alegría, sin pesimismo. Me recuerda usted a María Conesa, “La gatita blanca”, en sus últimas funciones en el Teatro Blanquita, interpretando aquel “ay, ay, ay, ay, mi querido capitán…”, para morir dos días después, el 4 de septiembre de 1978. No me queda la menor duda de que morirá usted de pie, en la escena. Gracias, don Ignacio. L ESPECIAL

Ignacio López Tarso y Manuel Valdés en Aeroplanos


VARIA

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LABERINTO

ESPECIAL

Arte de bien decir TOSCANADAS

H

ay un manual escrito hace más de veinte siglos y que la tradición ha atribuido a Quinto Tulio Cicerón, hermano del más famoso Marco Tulio Cicerón. Se titula Commentariolum petitionis, que viene a significar Manual de campaña electoral, y fue escrito para dar consejos de hermano a hermano sobre cómo ganar en ciertas elecciones efectuadas en Roma en el año 63 AC. Casi desde el inicio el autor hace hincapié en la necesidad de dominar las artes oratorias y recomienda la lectura y práctica de Demóstenes. Detalle importantísimo que han pasado por alto los antes cinco ahora cuatro candidatos, que se creen en un concurso de improvisados, entre los que solo hay uno con cultura, y donde el que posee mayor facilidad de palabra habla con poca elegancia y contenido. También leemos en el manual consejos normales de campaña, sobre las ventajas de enlodar a los oponentes, acusarlos de actos de corrupción o buscarles algún escándalo sexual; sobre cómo ganar la simpatía de los votantes, la confianza o lealtad de la gente influyente; acerca de la ventaja de prometerlo todo aunque luego poco se cumpla, y demás cosas prácticas que conocemos bien.

DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

Me centro en el asunto de la retórica: Quinto le dice al famoso Cicerón: “Tu habilidad insuperable como orador atrae a los romanos y los mantiene de tu lado”. Tus oponentes “le tendrán miedo a tu ojo vigilante y a tu oratoria”. Pero hoy, a pesar de ser un arma tan decisiva, la retórica está devaluada. Los oradores no quieren sonar bien sino “naturales”, como si una forma elevada de expresión en vez de conectar y persuadir, alejara y causara desconfianza. Por eso la palabra “retórica” aparece en el diccionario de la RAE primero como un discurso “vacuo y falto de contenido” y solo después como “arte de bien decir, de dar al lenguaje escrito o hablado eficacia bastante para deleitar, persuadir o conmover”. Hoy los políticos no se educan con “la lectura y práctica de Demóstenes” sino escuchando a otros políticos de mala oratoria y por eso han de encargar la escritura de sus libros y discursos a escritores de poca monta. Cosas como éstas ya las he dicho en otros artículos, pero vuelvo al asunto porque después de cada debate de candidatos presidenciales, los comentaristas se dicen “decepcionados”. Mas no podemos decepcionarnos por algo tan natural. Es de esperarse un bajísimo nivel

LA GUARIDA DEL VIENTO

cuando se pone a debatir a un cuarteto sin estudios retóricos y con ideas mayormente ajenas. El debate es un arte que se domina con la práctica, la lectura, la memorización y el ejemplo de los maestros. Para debatir hace falta inteligencia e improvisación, no papeletas ni respuestas prefabricadas. Esperar algo positivo de un debate presidencial es tanto como suponer que un puñado de futbolistas puede representar dignamente Hamlet. O presumir que habrá gran calidad en un partido de futbol entre diputados y senadores. En el ruedo, el peor de todos es ese funcionario que llegó a la candidatura como un embarazo no

deseado. El hombre está tan preparado para debatir como para cantar Nessun dorma. A ver si el candidato vuelto presidente se anima a meter en los programas de educación la retórica, pues no es una materia para meramente hablar bonito, sino también para saber pensar, argumentar y persuadir; va de la mano con la gramática, la literatura y la lógica, la seguridad en sí mismo y precisa de una plétora de cultura. De modo que es mucho más que saber declamar. Es un deporte muy completo para el cerebro. Y tendría que ser una habilidad esencial para un político. Peña Nieto hundió al PRI por muchas razones, pero una principal es que no sabe hablar. L

ALONSO CUETO CARBAJAL B. WILLIAM

Duras limosnas

Q

uienes vamos en automóvil o a pie por alguna ciudad latinoamericana nos sentimos intrigados por esas personas, a veces con andrajos, que se acercan con la mano extendida, portando algún letrero, pidiéndonos ayuda. Cuando los encuentro, por lo general siempre trato de encontrar una moneda aunque también, de no tenerla, les prometo que les daré algo, más tarde, otro día o “a la vuelta”. Algunas historias son excepciones en la dura rutina de la mendicidad. El embajador en Madrid Carlos Vásquez Ayllón me contó que cada vez que salía de la oficina al mediodía había un mendigo esperándolo para exigirle cinco pesetas. Como se había hecho una rutina, el embajador tenía a veces que pedir prestada una moneda a algún colega antes de bajar a la calle a la hora prevista. En una ocasión, harto de buscar la moneda todos los días, el embajador le hizo una propuesta al mendigo.

“Mire, esto es una pérdida de tiempo para usted y para mí. Como le doy cinco pesetas todos los días, véngase solo los viernes y le doy veinticinco pesetas”. El mendigo lo miró, incrédulo y ofendido. “Búsquese otro mendigo”, lo increpó. La poeta uruguaya Ida Vitale contaba en un artículo aparecido en Letras Libres de su viaje a Islandia. En Reykjavik, la capital, un día apareció un mendigo. Nadie sabía cómo había llegado. La ciudad estaba consternada. Cuando los policías se le acercaron para invitarlo a los albergues, el mendigo se negó con un argumento. Su vocación era la mendicidad. No podían violar sus derechos. Además, según aseguró el mendigo, él cumplía una función social: “La gente debía poder ser caritativa y para ello alguien tenía que prestarse a ser la víctima que se ofrece a la conmiseración de los otros”. El asunto llegó a ser tratado a nivel oficial. Por las noches las autoridades

recogían al mendigo y en la mañana lo devolvían a que siguiera ejerciendo su anhelada tarea. El debate continuó hasta que un día el mendigo se fue, en busca de una ciudad más cálida y comprensiva. A comienzos del siglo XVIII, John Gay adaptó una historia de Jonathan Swift para escribir La ópera de los mendigos, una gran sátira a los aristócratas.

Dos siglos después, Bertolt Brecht la reformuló como La opera de los tres centavos que inmortalizó al bandolero Maki, el Navajas, al que Rubén Blades convertiría en Pedro Navajas. Los ejemplos y anécdotas podrían seguir. Los mendigos aparecen en las anécdotas y en el arte, pero su realidad sigue siendo tan dura y concreta como la del asfalto que pisan. L


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