Laberinto No.794 (01/09/18)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO ENSAYO

HOMBRE DE CELULOIDE

ANDREA RIVERA

FERNANDO ZAMORA

Antes y después de Simon Rattle

La feminista que amaba sin saber por qué

Foto: Michele Tantussi/ REUTERS

SÁBADO 1 DE SEPTIEMBRE DE 2018 AÑO 15 - NÚMERO 794

Ilustración: Alfredo San Juan

Javier Camarena: el tenor de las óperas imposibles Laura Cortés/ FOTOGRAFÍA: JONATHAN MURÓ


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ANTESALA

01 DE SEPTIEMBRE 2018

ARTES VISUALES

Nuevos ojos espías MIRIAM MABEL MARTÍNEZ FOTOGRAFÍA CORTESÍA TREVOR PAGLEN

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l Museo Tamayo presenta Visiones de máquina. Trevor Paglen, primera exposición de este fotógrafo y geógrafo estadunidense en América Latina, quien desde hace más de 20 años se ha enfocado en cómo las tecnologías digitales han afectado los procesos de uso, interpretación, acopio, consumo y producción de imágenes. Su obra es el resultado de esta investigación que impacta por su fuerza visual y la prospección de su trabajo, porque sus piezas analizan y captan el terreno invisible que espían los sistemas de vigilancia y documenta las formas de entrenamiento de las máquinas para aprender a ver. La propuesta de Paglen (1974) lleva al visitante a transitar por puntos “vacíos” de los mapas, a imaginar como un imposible imágenes reales captadas con instrumentos sofisticados. Sobre todo, nos detiene y nos incita a escudriñar lo visto, a preguntarnos cómo esa fotografía “armada” por algoritmos (por ejemplo, Cerca de Nogales, regiones extremales máximamente estables) es una perspectiva de la frontera “no vista”, aunque nos recuerde más a un paisaje. ¿Cómo es que esa hiperrealidad coquetea más con la fantasía? En este margen —entre las visiones humana y artificial— está la complejidad y la belleza. Mientras recorremos la muestra, la curiosidad aumenta. ¿De verdad esos cientos de retratos no repiten un gesto y su disección algorítmica puede averiguar la edad de la fotografiada? (Holly Herndon legible por una máquina). El artista nos guía por una geografía visual desconocida. Lo que contemplamos son paisajes de un mundo vigilado ya no por el ojo humano, sino por las máquinas, un mapa de control en el que los vacíos ya no existen. Nos conduce a formas geográficas de ver el arte. Paglen fotografía a los sistemas y máquinas que nos fotografían, y en este acto cuestiona quién ve a quién. Más que el “qué es”, le intriga el “cómo es”. Así como su obra exhibe la invisibilidad de las tecnologías de vigilancia —haciendo una crítica política—, también recupera la materialidad de la fotografía de una forma “escultural”, como él mismo ha comentado. Al retomar la formalidad fotográfica, al analizar y preocuparse por los procesos de toma e impresión, asume la influencia de la técnica al armar el texto visual. Este acto llena de asombro porque vemos imágenes de un fotógrafo que no se contenta con captar algo o apuntar hacia un punto, sino que, como el artista dice, se ocupa de “que propiamente sean ese algo”.

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Fotografía exhibida en el Museo Tamayo.

Los adioses. Dirección: Natalia Beristain. México 2018.

HOMBRE DE CELULOIDE

La feminista que amaba sin saber por qué

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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA CHAMACA FILMS

áquinas de escribir, cuerpos que se besan detrás de un lente vaporoso, poemas en off. Así ha decidido contar Natalia Beristain Los adioses, un fragmento de la vida de Rosario Castellanos y Ricardo Guerra, uno de los mejores maestros de filosofía de México. Eso sí, al inicio de la película un letrero advierte que lo que estamos por ver es una “adaptación libre”. No se pretenda ver aquí la realidad: lo que quieren los creadores es presentar a Rosario Castellanos desde la óptica feminista. Las actuaciones son magníficas. Karina Gidi transmite la ansiedad de una mujer que ha tenido la desgracia de enamorarse de un patán y Daniel Giménez Cacho tiene todo para ser este patán. El problema está en el guión, que con tanto tac tac de máquinas de escribir, tantas escenas de sexo y tanto poema en off no se da tiempo de contextualizar a estos personajes pues ¿quién es Rosario Castellanos?, ¿quién Ricardo Guerra? El millennial tendrá que aprenderlo en Wikipedia porque Los adioses da pocas pistas. Sabemos que Rosario Castellanos escribe mucho, que es chiapaneca, que en un acto rebelde se cortó la trenza y poco más. De él sabemos por un diálogo que espeta Giménez Cacho que es “un filósofo chairo”; por otro, que se está ligando a una alumna que ha

hablado “con el maestro José Gaos”. Si de lo que se trata, según el letrerito que también aparece al final de la película, es de presentar a Castellanos como la protomártir del movimiento por la liberación de las mujeres, flaco favor le hacen enamorándola de un hombre sin saber por qué. Si supiéramos en cambio quién fue Ricardo Guerra, aunque fuese un poquito, si lo viéramos seduciendo a sus alumnas, pero no de forma vulgar, no con un jaibol en la mano sino con un discurso apasionante en torno a Marx o Kant o Hegel, podríamos entender que la feminista tuvo sus razones para enloquecer. No digo, por supuesto, que Ricardo Guerra fuese una perita en dulce para tratar a las mujeres pero no lo imagino teniendo envidia de Rosario Castellanos como se deduce de más de una secuencia. Sin un auténtico contexto en torno a quiénes fueron para la cultura nacional Guerra y Castellanos, la historia podría ser la de una mujer cualquiera y un hombre igual. Que ella escriba poesía

Rosario Castellanos escribe mucho, es chiapaneca, y en un acto rebelde se corta la trenza

resulta tan anecdótico como que él mencione de pasada a José Gaos. Por otro lado, lo anterior no obsta para seguir elogiando el incentivo fiscal de Eficine, que permite que en México siga creciendo una auténtica cinematografía nacional. Puede que Los adioses tenga fallas en el guión, pero es un producto con una manufactura excelente. Vale la pena recordar que hace 30 años el cine mexicano se distinguía por su mal sonido y su pésima fotografía. Realmente espero que el nuevo gobierno siga incentivando la producción de películas interesadas en poner en escena a personajes como éstos y que siga habiendo creadores que quieran recrear el pasado en el que se basa la cultura del México moderno. Sí, el guión pudo trabajarse mucho más. Creo que basados en la correspondencia entre la poeta y el filósofo el público pudo haberse encontrado con auténticas sorpresas que, además, hubieran apuntalado la postura feminista de Rosario Castellanos, una mujer que, por ejemplo, tuvo la gracia de hacerse cargo de los hijos que Guerra tuvo en otra relación. Pero la historia les quedó grande a los creadores de Los adioses. Tanto que parece el primer capítulo de una de esas series tan de moda que prometen mucho y entregan poco.

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ANTESALA

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POESÍA

ESCOLIOS

Infraperro

Dos parteros

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VÍCTOR M. LEÓN LEITÓN ARMANDO GONZÁLEZ TORRES

XI […] quisiera llorar como quien no ha llorado jamás pero bien sabés que no puedo voy a llorar como quien ha llorado siempre y ahora descubre un llanto nuevo hermano mi hermanito trato de decirte que hay un momento de la tarde hay siempre un momento de la tarde como el viudo miro todo con otros ojos y hay en cada alegría una tristeza […] Fragmento de Infraperro (2017). Ganador del XXIV Premio Internacional de Poesía “Ramón Iván Suárez Caamal”. EX LIBRIS

La juventud de Durga/ EKO

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@Sobreperdonar

n el curso de una semana partieron dos figuras muy distintas las cuales, cada quien en su ámbito, fueron tutelares para mi generación: Huberto Batis y Rafael Segovia. Tuve la suerte de conocer a ambos casi al mismo tiempo: finales de los ochenta y principios de los noventa. A Batis cuando buscaba con frenesí adolescente publicar mis textos y certificarme como aspirante a escritor; a Segovia, cuando entré a estudiar a El Colegio de México y su clase fue un oasis de inteligencia y humanismo. El estilo pedagógico de Batis ya ha sido bien descrito: visceral y revelador, excesivo en su franqueza y generosidad. En su taller de periodismo cultural, Batis, aparte de contar chismes fascinantes, leía en voz alta los textos de los participantes y, salvo que le hubieran parecido inaceptables (entonces destrozaba al autor), se los llevaba sin decir nada. A menudo, los textos aparecían publicados en su suplemento sábado y, a la siguiente semana, el mentor regresaba con un elogio concreto: la paga en efectivo de la colaboración. Por su parte, Segovia, quien nos daba una clase de historia de Europa, reproducía, sin un solo apunte, con afable erudición, impecable expresión y sentido narrativo, los vericuetos de la construcción política e imaginaria de ese continente y, de paso, nos daba una lección sobre la importancia de la responsabilidad política y del balance indispensable entre idealismo y realismo. Los frutos de estos dos magisterios son evidentes: muchas de las plumas más libres y consolidadas de la literatura mexicana pastorearon en los abiertos y permisivos espacios de Batis; mientras que el rigor intelectual, la intuición y el constructivo escepticismo de Segovia trasmina en varias generaciones de politólogos, historiadores o funcionarios públicos, que gozaron su magisterio formal o informal. Aunque a ambos los opaca su labor pedagógica, sus logros intelectuales son notables: Batis fue un investigador literario que, con su rescate de la revista Renacimiento de Ignacio Manuel Altamirano exalta un modelo de reconciliación intelectual. Igualmente, sus memorias constituyen un fresco monumental, con libérrima mala leche y humor, de las excentricidades de la vida literaria. Segovia, por su parte, con su libro La politización del niño mexicano de 1975 fue pionero de los estudios empíricos en ciencias sociales en México. Sin embargo, este libro tan sustentado cuantitativamente tiene episodios inolvidables de penetración literaria y crítica política, pues a través de su descripción de las formas de socialización a las que están destinados los niños, según su clase social, retrata el drama de la desigualdad y sugiere que una democracia en la que el voto puede encauzarse por el hambre tiende a crecer contrahecha. Segovia fue también un observador cotidiano de la política y, durante muchos años, sus columnas le dieron una inusual dignidad intelectual y elegancia literaria a la opinión de coyuntura. Ambos fueron, como quería Sócrates, parteros de almas.

El constructivo escepticismo de Segovia trasmina en varias generaciones de politólogos

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MÚSICA

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El riesgo y la innovación fueron el sello irrepetible que impuso el director británico al frente de la Orquesta Sinfónica de Berlín

Antes y después de Simon Rattle

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ANDREA RIVERA/ BERLÍN FOTOGRAFÍA MICHELE TANTUSSI/ REUTERS

e imaginado que podríamos observar la naturaleza e intentar emular sus patrones para componer música, capturar en una serie armónica la complejidad de un paisaje boscoso, y a partir de la disposición de los árboles y la dispersión de los ramajes establecer la pauta melódica. Digamos que Bach, Beethoven o Wagner tomaron ese bosque como modelo para construir un camino sonoro. ¿Estaría de acuerdo Sir Simon Rattle con tal proposición? “Componer música es sumamente complejo”, insiste el músico británico (Liverpool, 1955) a la pregunta reiterada sobre este arte misterioso. En cada entrevista lo repite como un mantra, lo invoca como su verdad fundamental porque para el hombre involucrado con las dos más grandes orquestas del planeta —la Filarmónica de Berlín (BePhil) y la Orquesta Sinfónica de Londres (LSO)—, la música refleja mucho más que notas. “No es lo que dice, sino lo que significa. Implica un viaje sin retorno, y gracias a Dios por eso. Se necesita traer en el organismo”, comentó durante la rueda de prensa celebrada en la Sala Nacional de Conciertos de Taipei con motivo de su cuarta gira por Taiwán con la BePhil, a finales de 2016. No es de extrañar que un público cercano a 40 mil personas haya ovacionado a

Rattle con la misma euforia que a una estrella pop. “Ahora sé lo que Robbie Williams debió sentir”. Musicalmente precoz, de niño aprendió a tocar piano y violín en el Liverpool College. Cumplidos los 16 completó un trienio de formación en la Royal Academy of Music de Londres. Tras graduarse ingresó al St. Anne’s College de Oxford, donde estudió un año Lengua y Literatura Inglesa. A los 11 años atendió el llamado que la vida parecía enviarle. Mientras asistía a un ciclo de conciertos de Mahler, la Sinfonía 2 lo sumergió en un estado casi catatónico, que lo llevó a descubrir una realidad distinta. “Me dejó electrificado; por varios días sentí esa música tatuada en la piel. Sé que suena ridículo, pretencioso y exagerado, pero a partir de ese momento el color de las flores me pareció más brillante. Aquella noche dejé de ser el mismo. Esta es la razón por la que me convertí en director de orquesta”, relató a la BBC en julio de 2014, luego de recibir de manos de la reina Isabel de Inglaterra la Medalla de la Orden del Mérito del Reino Unido. Rattle adquirió fama internacional en 1980, cuando empezó a dirigir (con apenas 25 años) la Orquesta Sinfónica de la Ciudad de Birmingham, que convirtió en la mejor de Gran Bretaña y en poco tiempo colocó entre las mejores del mundo. Hoy se declara afortunado de haber elegido “una de las profesiones más extraordinarias que existen”, con la salvedad de llevar implícito un lento proceso de maduración que obliga a hacer caso omiso a la autopercepción.

No importa la idea de considerarnos muy viejos o muy jóvenes; con menos de 40 años se es todavía un joven director. “Alguien me dijo: los buenos directores empiezan a ser realmente buenos cuando llegan a los 65, y tú no eres la excepción, así que no te apresures. Por eso estoy esperando el arribo de los próximos años. No llevo prisa”.

Albor de un siglo

En 1987 dirigió por primera vez la BePhil, en calidad de director invitado. Eligió la Sinfonía 6 de Mahler. Los músicos quedaron tan impresionados con su destreza que lo invitaron otras 58 veces. Doce años más tarde, en 1999, fue elegido para suceder a Claudio Abbado, quien ese año anunció su retiro. Antes de aceptar, Rattle propuso hacer algunos cambios para asegurarse, entre otras cosas, de que los 128 integrantes de la orquesta recibieran un salario justo. Dejó Inglaterra con un amargo sabor ante la actitud “inconcebible” de un gobierno renuente a brindar más apoyo a la cultura, especialmente a la música. Lanzó duras críticas contra los políticos, a quienes reclamó el raquítico presupuesto destinado a las artes y recriminó su escaso interés por la música clásica (para él, el brexit fue una decisión lamentable). Gustoso, tomó en sus manos el destino de una agrupación famosa por lograr un sonido perfecto. El vasto repertorio clásico y romántico de la Filarmónica es lo que la ha mantenido a lo largo de un siglo en la cúspide de la música alemana, de modo que cuando los Berliner eligieron a un director de orquesta

Durante su concierto de despedida el 20 de junio de 2018.

británico nadie se sintió más sorprendido que el propio Rattle, quien no estaba seguro de lo que querían, pero pudo percibir que deseaban incursionar en nuevos temas. Antes, era necesario redefinir la presencia de la orquesta en el umbral del siglo XXI. Se estrenó oficialmente como director principal de la BePhil el 7 de septiembre de 2002. Para el concierto de inauguración dirigió la Sinfonía 5 de Mahler, el tema “Asyla” de su coterráneo Thomas Adès y una extraña pieza con sonido techno que dejó al público sorprendido. Rattle había lanzado una petición audaz a la Filarmónica: que a la par de Mahler abrazara también la música contemporánea. Y así ocurrió. En sucesivas temporadas interpretaron obras de John Williams: Indiana Jones–Raider’s March (sombrero incluido para los trompetistas), el tema de Star Wars, y el legendario Tom y Jerry de Scott Bradley. La innovación y la experimentación, típicas en Rattle, impregnaron la orquesta de una fresca esencia.


MÚSICA

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Durante más de doce años la alejó de su zona de confort para llevarla a explorar más ópera. Así, el programa fue alimentado con las Pasiones de Bach (Pasión según San Juan, Pasión según Mateo); Idilio de Sigfrido y Parsifal, de Wagner; Duke Bluebeard’s Castle, de Bartók; Le Grand Macabre, de Ligeti; y Tosca, de Puccini. Rattle trabajaba para hacerse entender en 28 idiomas. Si alguien conoce el significado de plantar buenas semillas es Rattle. Desde su llegada a la BePhil impuso su presencia y los frutos comenzaron a darse: diseñó un novedoso programa educativo que acercó el género clásico a niños, jóvenes y a personas de todas las edades, colaboró para dar un importante impulso a la danza, y en 2009 creó el Digital Concert Hall, una sala de conciertos digital que cada temporada transmite la programación íntegra de la Filarmónica a través de Internet. Su iniciativa más sobresaliente —quizá derivada de la mala experiencia con sus compatriotas— fue la

transformación de la BePhil en una fundación pública autónoma. El objetivo era disolver la injerencia que el Senado de Berlín tenía sobre los asuntos internos de la orquesta. En su nuevo estatus de autónomos, los músicos comenzaron a regirse por lo que hoy suelen llamar una “democracia base”, es decir, solo ellos deciden lo que conviene o no a la orquesta y continúan organizando, sin intervenciones externas, su cónclave para elegir al músico que ocupe el “puesto más distinguido del mundo”.

El último verano

Rattle es considerado el director británico que conquistó al mundo, The Ultimate Classical Machine (la máquina clásica definitiva), y también el más atento al hecho de nunca convertirse en divo. Será recordado, sobre todo, por ser el director de la transición, el responsable de asumir la misión histórica de preparar a la Filarmónica para su ingreso a la era innovadora del siglo XXI.

No obstante, prefiere despojarse del ego y en su lugar vestir los ropajes de la humildad, la sencillez y la gratitud. A partir de este verano se le va a extrañar. Después de un maravilloso viaje de 16 años dirigiendo a los filarmónicos berlineses, decidió no renovar su contrato, establecido hasta 2020. Será difícil volver a trabajar con un director tan carismático, audaz, visionario, respetuoso, afable, accesible y casi amoroso, atributos reconocidos por colegas, músicos, entrevistadores, amigos y fans. Hubo una ocasión en la que Rattle cruzaba una calle de Berlín y un taxista turco lo reconoció y le gritó: “¡Señor, Simon! ¡Señor, Simon!” Fue la mejor señal de que había logrado su cometido: transmitir el verdadero sentido de la música a la comunidad berlinesa. La Filarmónica se hizo parte importante de la ciudad.

“Si tuviera que dirigir solo a un compositor el resto de mi vida elegiría a Haydn”

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La despedida ha sido larga, como suelen darse los procesos en el ámbito de la música clásica. Desde junio de 2016, cuando se dio a conocer el nombre del músico ruso Kirill Petrenko (1972) como sucesor de Rattle, comenzaron los preparativos para el relevo de dirección, procedimiento que toma alrededor de dos años. En su última conferencia de prensa (mayo de 2017), Rattle hizo un recuento de su experiencia con la BePhil y una serie de comentarios que lo ratifican como un director de espíritu progresivo. Confesó que se va con las ganas de haber dirigido la Tercera de Rachmaninoff, y que de todos los compositores su predilecto es Haydn. “Si tuviera que dirigir solo a un compositor el resto de mi vida y una sola pieza, elegiría a Haydn y su obra La creación. A este autor, erróneamente subestimado, lo considero el mejor porque su música contiene todo lo que se requiere en términos de inteligencia, ingenio, humor, profundidad, pasión. Es de esos compositores raros, como Gershwin, capaces de escribir música con un ingenio y humor que pueden combinar con algo devastadoramente trágico o hilarante. Con ellos nunca se sabe; he ahí la magia”. Como estrenos de la temporada 2017–2018 anunció Carnaval , de Dvořák, jamás interpretada por la orquesta. “¡No puedo creerlo! ¡Es la obertura más popular del siglo XIX!”, declaró admirado. Para el Concierto de Año Nuevo estrenó La edad de la ansiedad de Leonard Bernstein, y dos temas de este mismo compositor. “Encontramos dos piezas maravillosas y poco conocidas, una cantata llamada 1600 Pennsylvania Avenue, que es la dirección de la Casa Blanca, y Take Care of This House. Ambas parecen bastante oportunas, se ajustan muy bien a nuestro tiempo. No digo nada más. Nos estamos preparando para celebrar en 2018 el centenario de este magnífico compositor”. Para su último concierto como director principal de la BePhil (20 de junio pasado) decidió volver a la Sinfonía 6 de Mahler, que dirigió cuando aún tenía el cabello oscuro. “La orquesta y yo hemos experimentado mucho con esta sinfonía y hoy vuelve a ser el tema que elijo para cerrar el círculo. Me siento muy contento de que se haya elegido a Petrenko para sucederme. No solo es un gran director de orquesta, sino también un hombre pensante. Me enteré de que incluirá la Sinfonía 4 de Franz Schmidt, una obra maestra igualmente poco conocida. ¡Me la ganó! La Filarmónica de Berlín es una de las joyas de nuestra cultura, y con ella los últimos años han sido un viaje inolvidable. Amar la música hasta la muerte es quizá uno de mis mayores defectos pero ha significado una manera encantadora de vivir”. La BePhil abrió su temporada 2018– 2019 el viernes 24 de agosto con Kirill Petrenko como director en jefe. Dirigió Don Juan op. 20 y Muerte y transfiguración op. 24 de Strauss y la Sinfonía 7 de Beethoven. El nombramiento oficial de Petrenko está previsto para el verano de 2019. Aunque Simon Rattle ha dicho que es tiempo de volver a casa, no andará lejos: el programa de este otoño lo incluye, de nuevo, como director invitado.

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DE PORTADA

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El tenor veracruzano vuelve a nuestros escenarios para el concierto del 40 aniversario de la Sinfónica de Minería

Javier Camarena

“En México, el futbol es más elitista que la ópera”

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LAURA CORTÉS FOTOGRAFÍA CENART

o es exagerado decir que las interpretaciones del tenor Javier Camarena (Veracruz, 1976) provocan en el público una reacción delirante. Cada aria que canta obtiene como respuesta estruendosas ovaciones. No por nada la crítica especializada lo considera “una súper estrella de la ópera mundial”. Desde hace algún tiempo, Camarena es conocido como “el tenor de las óperas imposibles”. Son famosas sus hazañas en escenarios tan prestigiosos como el Teatro Real de Madrid o el Metropolitan Opera House, de Nueva York. En ambos ha logrado bises espectaculares y en el recinto neoyorquino lo hizo en dos funciones continuas. Este año, además de su participación en el Festival de Salzburgo, donde compartirá créditos con el tenor Plácido Domingo en Los pescadores de perlas, ópera de Georges Bizet, se presentará en la Ópera de Zurich, en el Gran Teatro del Liceo, en Barcelona, y en Carnegie Hall de Nueva York, entre otros espacios. Sus numerosos compromisos no le han impedido, sin embargo, volver a México con cierta frecuencia. El próximo 9 de septiembre estará en la Sala Nezahualcóyotl, del Centro Cultural Universitario de la UNAM, para ofrecer una gala en honor de Gioachino Rossini con la Orquesta

Sinfónica de Minería, que celebra cuatro décadas de existencia. El tenor afirma que México es uno de los escenarios internacionales más importantes para él. “Siempre he logrado encontrar esos pequeños espacios que me permiten volver. Para mí es muy importante seguir cantando en mi país. No soy el mismo Javier Camarena que debutó en 2004 en el Palacio de Bellas Artes que el que canta hoy”. El intérprete hace referencia a los dos conciertos de la Gala Rossini que ofreció en abril a beneficio de los damnificados de Ixtaltepec, Oaxaca, por el sismo de septiembre del año pasado. El programa estuvo compuesto por arias, dúos, tríos y oberturas de las óperas más famosas del compositor italiano, del cual se conmemorará el 150 aniversario de su muerte. “Cuando me fui de México no cantaba a Rossini y ahora me siento muy bien interpretándolo. He podido presentarlo en otros escenarios del mundo y para mí era muy importante traerlo a México”. Uno de sus más recientes triunfos, en el Met de Nueva York, fue precisamente con el rol de Idreno, de la ópera Semiramide de Rossini. Sobre su crecimiento artístico y su deseo de crear en México nuevos públicos para la ópera, habla en entrevista. Has tenido mucho éxito con los conciertos en homenaje a Manuel García. ¿Cuál es la importancia de este personaje tan poco conocido? La investigación sobre Manuel García

es un proyecto que realicé con la Fundación Cecilia Bartoli para dar a conocer la obra de este importante compositor, cantante y empresario español, nacido a finales del siglo XVIII. Vivió la transición del bel canto al romanticismo y dejó un acervo de más de 50 óperas, música de cámara, numerosas canciones y sinfonías que no se escuchan porque no hay referencias auditivas. No hay una sola grabación de sus obras. Es un personaje de gran trascendencia pero su música es prácticamente desconocida. Ha sido como presentarlo por primera vez. Gracias a Manuel García, las óperas de Rossini y Mozart fueron escenificadas en Italia, Francia e Inglaterra, y conocidas en Nueva York y México. Como cantante, fue muy importante. Era el Almaviva y el Don Giovanni de su tiempo. Fue muy emocionante ver la respuesta del público al presentar sus obras en el Festival de Pentecostés, en Salzburgo. ¿Cómo consideras este momento en tu carrera? Me siento igual de contento y enamorado de mi carrera como siempre. Estoy feliz de hacer lo que me gusta, pero cada día siento una responsabilidad mayor. No es que tenga un golpe de suerte y de repente todo el mundo me conozca. Nunca me he dormido en mis laureles. He tenido una preparación constante, un trabajo constante. Las expectativas respecto a mi trabajo van creciendo y por eso la responsabilidad

“Cuando me fui de México no cantaba a Rossini y ahora me siento muy bien interpretándolo”

es cada vez mayor. Quiero estar a la altura de esas expectativas. La crítica ha sido muy elogiosa con tu trabajo. A propósito de tu interpretación de Rossini, en The New York Times se escribió que “no hay nadie mejor”. ¿Cómo te hace sentir eso? Recuerdo que cuando me gradué de la Escuela de Música de la Universidad de Guanajuato me pidieron que escribiera un ensayo. Ya había debutado en Bellas Artes y había dado muchos conciertos, y lo que escribí fue algo con lo que sigo viviendo: no me interesa ser el mejor. Me interesa seguir enamorado de mi trabajo y hacerlo lo mejor posible con el conocimiento y las herramientas que tengo a la mano. Sé que nunca voy a dejar de aprender. Hay muchas cosas que tengo que descubrir a la par de la evolución que tenga mi voz. En las artes no se puede hablar de quién es mejor porque es un plano meramente subjetivo. Puedes analizar cuestiones técnicas y de estilo pero al final cada artista tiene algo que proponer. Es muy halagadora esa crítica pero ni me considero ni aspiro a ser el mejor. Solo quiero seguir haciendo este trabajo por mi propio deseo de crecer como artista. Has dicho frecuentemente que la ópera en México debería llegar a más gente, dejar de ser elitista. ¿Cómo se logra eso? Creo que en México la ópera es el espectáculo menos elitista que hay. Es más elitista ir a un partido de futbol. Para empezar, la diferencia de


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precios. No hay comparación entre lo que te cuesta ir a un estadio y lo que te cuesta ir a una función de ópera en el Palacio de Bellas Artes. El precio para ir al futbol es mucho más elevado. La gente debe quitarse la idea de que la ópera es aburrida, que no se entiende o que es solo para los ricos. Ninguna de las tres cosas es cierta. Hay ópera para todos los gustos porque no hay nada más

Javier Camarena debutó en 2004 en el Palacio de Bellas Artes.

una ópera: hay tanta variedad como la cantidad de géneros que hay en el cine. La gente va a ver películas de Steven Spielberg, George Lucas, Martin Scorsese o Guillermo del Toro, porque le gustan esos directores. Hay películas cómicas, trágicas, de terror. Así como estoy describiendo el cine, así es la ópera. Además, no todos los mexicanos hablan inglés pero van a ver películas en inglés porque

hay subtítulos. Lo mismo pasa en la ópera: no importa que no sepas italiano porque hay subtítulos. Hay que quitarse los prejuicios, animarse y probar. Habrá óperas que te gusten, otras que te aburran, otras que te diviertan, pero es exactamente lo que pasa con el cine. La gente tiene que aprender a darle valor a la música como algo que te deja otro tipo de satisfacciones.

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A propósito de la comparación que haces entre el cine y la ópera, ¿te gusta el cine? Me gusta mucho, sobre todo las películas de terror y, claro, los hits de Hollywood. Estoy por empezar a leer Eso (la novela de Stephen King) porque vi la película. No sigo una línea. Cada día voy descubriendo cosas y cada día aprendo algo nuevo.

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EN LIBRERÍAS

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ENTREVISTA

“Aun los más irredentos luchan por vivir” Claudia Marcucetti Pascoli conversa sobre la génesis de Donde termina el mar, su nueva novela

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l octogenario Aurelio Autieri le llegó el momento de hacer un corte de caja. Tras una vida de arponero, contrabandista, cazador de tesoros y guerrillero, parece estar confinado a pasar sus últimos días en un geriátrico. Sin embargo, tras leer sobre la aparición del mapa que supuestamente conduce a la Fuente de la Eterna Juventud, el anciano parece recibir una inyección de vitalidad. La posibilidad de saldar añejas deudas familiares, acercarse a Antonio, su único hijo, y conocer a Sofía, su nieta, y de ajustar cuentas con un acérrimo rival, le dan una vitalidad desconocida. ¿Cuáles son las razones que nos hacen mantenernos vivos y vender cara la derrota ante la muerte? En Donde termina el mar (Planeta), Claudia Marcucetti Pascoli explora los extremos de la condición humana a partir de la vejez. Donde termina el mar es una novela sobre la vejez. ¿Por qué le interesó el tema? Ya llegué al punto en que rebasé la mitad de mi vida. Voy en camino a la vejez y eso despierta cierta preocupación, de modo que hay que aprender a conciliarla. Buena parte de la gente que me rodea se enfrenta con la vejez de sus padres y considero que necesitamos asumir una obligación moral con la gente mayor. Por eso quería hacer una especie de tributo a esta etapa. En una novela anterior, Heridas de agua, hablé de la muerte y durante su escritura descubrí que había un largo periodo por transitar antes de morir. Es un periodo que solemos dar por descontado. Pero además de este discurso, la novela está marcada por una compleja relación padre–hijo. Una llamada de mi padre me enfrentó con su vejez y con una sensación inédita para mí porque nunca fuimos muy cercanos. A pesar de que él tal vez se desentendió de mí, sentí que no podía hacer lo mismo. Fue un periodo muy difícil y quise plasmar todas estas vivencias en la novela. ¿Toda literatura es autobiográfica? Al menos en mi caso. En todo lo que escribo hay un sesgo autobiográfico.

HÉCTOR GÓNZALEZ gonzálezjordan@gmail.com FOTOGRAFÍA IVÁN CAMACHO

La autora de las novelas Los inválidos y Heridas de agua.

A pesar de que soy ficcionista, mis libros parten de algo que me llegó al corazón o me provocó una conmoción. Después la imaginación hace su trabajo y me lleva por otros rumbos. Nunca me imaginé que Donde termina el mar tuviera tantas aventuras, pero el personaje se adueñó del camino y sacó su casta. ¿Qué recursos o posibilidades le aportó contar la historia desde distintas temporalidades? El regreso al pasado me permitía mostrar al personaje en toda su capacidad. Las dos fechas importantes son 1945 y 1962, aunque también es relevante el presente porque es cuando se articulan ambos periodos. No soy una escritora técnica, soy más instintiva. Me meto en la historia sin saber y el resto se va construyendo poco a poco. Me da la impresión de que detrás de la novela hay un esquema o mapa de personajes. Soy arquitecta, así que hay un afán

“La vejez es una manera de redimir o, mejor dicho, es una oportunidad para cerrar ciclos”

por la estructura y por tener todo bajo control aunque no siempre lo logre. Al principio, no sabía que alternaría el pasado y el presente. Lo que sí tenía claro era el final: quería una última escena en el agua. De ahí en fuera, no sabía cómo iniciar. Para que te des una idea: empecé a escribir en italiano y con una escena casi real entre mi papá y yo. Al final del primer capítulo descubrí que hacía falta ir al pasado y diseñar un mapa para obtener la unidad. Me concentré en construir un ritmo que atrapara y entretuviera al lector, en el buen sentido de la palabra. ¿Por eso ahora aporta personajes con mucha movilidad? Fue algo inconsciente. Conforme avancé, descubrí que es mi novela con más acción y menos introspección. Incluso mi léxico es menos lírico y más coloquial. Es algo que responde a ciertos eventos que me interesaba tratar de la vida del personaje. No me parece fortuito que una mujer (Sofía) sea el personaje más joven y rebelde. Sofía parte de un encuentro con dos niñas que se autolesionan. Desarrollarla

como un personaje femenino dio un balance entre dos generaciones, aunque creo que esta es una novela esencialmente masculina, tal vez por la presencia de mi padre. La redención es un tema que se desprende del propio tratamiento de la vejez. La vejez es una manera de redimir o, mejor dicho, es una oportunidad para cerrar ciclos. Mi padre llegó a un momento en el que se dio cuenta de que la vida le estaba pasando de largo. De alguna manera, los pendientes por resolver le sirvieron para aferrarse a la permanencia. Cuando asumes que te queda poco tiempo emana una pulsión que te hace querer estar aquí. Incluso los más irredentos, al final luchan por vivir. ¿La novela le sirvió para poner cosas en orden? Con mi padre cerré el ciclo desde antes, cuando lo traje a México en 2007. Es verdad que comencé a escribirla ese año, pero no creo que sirviera para poner cosas en paz conmigo misma. Si de algo sirvió la novela fue para incrementar mis ganas de vivir.

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EN LIBRERÍAS

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NARRATIVA, ENSAYO Catorce colmillos

Moronga

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A FUEGO LENTO Que de lejos parecen moscas

Balada de los ángeles caídos México, 2018

Martín Solares Literatura Random House México, 2018 189 páginas

Horacio Castellanos Moya Alfaguara México, 2018 335 páginas

Kike Ferrari Alfaguara México, 2018 185 páginas

El autor se acerca nuevamente a la novela negra, pero ahora se aleja del ambiente local y la ubica en París. El subtítulo ofrece una pista de lo que el lector puede esperar: Memorias del detective Pierre Le Noir a propósito de los hechos sobrenaturales ocurridos en París en 1927. Le Noir es miembro de la Brigada Nocturno, un grupo especial asignado a casos increíbles. La sorpresa es la aparición de dadaístas y surrealistas que en aquellos años escandalizaban a la capital francesa.

La conciencia culpable es el protagonista de esta novela que transcurre en una apacible universidad de Estados Unidos. ¿Por qué la conciencia culpable? Porque los otros dos protagonistas, José Zeledón y Erasmo Aragón, supervivientes de la guerra civil en El Salvador, no han podido liberarse de un pasado inmerso en la violencia generada por la guerrilla, los paramilitares y el narcotráfico. Castellanos Moya vuelve a minar nuestra bovina tranquilidad.

Seis horas son suficientes para capturar los hechos que narra este thriller que avanza con todas las de la ley. Su protagonista, un empresario a quien la dictadura argentina, y un provechoso matrimonio, han convertido en un hombre exitoso y despreciable, un mal día descubre un cadáver con el rostro desfigurado en la cajuela de su BM de 200 mil dólares. Las preguntas a qué nombre respondía ese individuo, cómo y por qué llegó hasta ahí disparan una trama sin respiro.

Carácter

El problema de los tres cuerpos

No leer

F. Bordewijk Malpaso España, 2018 298 páginas

Cixin Liu Nova España, 2018 408 páginas

Alejandro Zambra Anagrama España, 2018 310 páginas

Considerada un clásico de la literatura europea, Carácter tiene tres protagonistas: padre, madre e hijo, pero que el lector no se equivoque ni se confunda: la simpleza aparente sirve para mostrar la unidimensionalidad de cada uno, ya que cada personaje tiene problemas para comunicarse con el otro. De esta novela escribe Cees Nooteboom: “No conozco otro relato cuyos personajes se sometan de forma tan brutal al yugo de la información retenida”.

Calificada como un fenómeno mundial después de encandilar al público chino, esta novela se inscribe en la tradición de Arthur C. Clarke, es decir, de la más provocadora ciencia ficción. Puede leerse como una amarga crítica al comunismo, como una incómoda premonición del futuro de China o como un cuestionamiento acerca del papel de las tecnologías en las sociedades híper desarrolladas. Sea como sea, se revela como una atractiva lección de geopolítica.

El lector debe tomar el título de este conjunto de ensayos en sentido contrario; es decir, como una invitación a la lectura. Con tal horizonte, podrá disfrutar los más variados tópicos, muchos de ellos sin parentesco a la vista: Cortázar, las virtudes de la fotocopia, la correspondencia de Manuel Puig, los gestos de Onetti, el vicio de la corrección, la novela negra y hasta la poesía de Karol Wojtila. En Zambra se agradece una virtud: la reflexión camina junto a la amenidad.

En estado de desgracia ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

D

esde el inicio, Balada de los ángeles caídos se rinde al cliché: “La recordaba caminando al altar como marchan los ángeles, con un vestido tan blanco como la nieve y su cabello negro como plumas de cuervo”. Si a esta ramplonería sumamos una práctica menesterosa del lenguaje, queda una anécdota que tan solo satisface a los gustos educados en el videojuego. Como esta columna debe cubrir 2 mil 400 caracteres, y hay muy poco que decir sobre Balada de los ángeles caídos, martirizo al lector con una muestra sucinta de algunas de sus picaduras: “Se desplazaba entre la multitudinaria delegación, el anonimato de estar rodeado de tanta gente”; “Sentía que el aire le faltaba, muerta de miedo como un cordero rodeado de lobos hambrientos”; “Fue ahí, cuando vio su mirada limpia, que el tiempo se detuvo”; “Apenas Mariana se alivió [es decir, parió] se casaron en la ruinosa Iglesia de Santa María”; “Muchos de los libros que leía del librero de don Ernesto ni siquiera sabía cómo se pronunciaban los nombres de los escritores”; “Sintió la paz precisamente que recordaba”; “Y fueron todos los días que vivió Mariana veintiocho años, y murió”; “Le daba pereza la sola idea de estarse ahí”. Sobre este suelo fangoso se proyecta un argumento con miras políticas: un analfabeto ha llegado a la presidencia de México y ha promovido una cruzada antirreligiosa que se enfrenta a la resistencia armada de un grupo de católicos en Iztapalapa que se hace llamar los 14 ángeles. En manos de un auténtico novelista, la intolerancia, el fanatismo, la exclusión darían para una obra a la altura de La guerra del fin del mundo, pero ya que estamos frente a un torpe aprendiz debemos conformarnos con un largo rosario de sermones, amores melifluos y explosiones sentimentales, acompañado de algunas escaramuzas militares. Balada de los ángeles caídos sirve tan solo para preguntarse por la condición de las editoriales en México. ¿Qué hace posible que un producto contrahecho despierte la ambición de un editor y llegue a las librerías? ¿Los todopoderosos criterios comerciales deben por fuerza enemistarse con la calidad literaria? ¿En verdad hay lectores para un libro de 400 páginas que tiene la profundidad reflexiva y narrativa de una tira cómica? ¿No resulta todo esto indigno de una severa curiosidad?

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CINE

01 DE SEPTIEMBRE 2018

RESEÑA

ENTREVISTA

Roma en la pantalla ANDREA SERDIO

P

ublicada por la editorial Gremese, Roma, si gira! es una guía de forasteros que conduce a las locaciones de grandes o discretas películas que se filmaron en la capital italiana entre los años cuarenta y ochenta del siglo XX, un siglo de incesantes mudanzas, de progreso pero también de guerras, de violencia, de miseria, como lo evidencian obras de arte del neorrealismo como Mamma Roma, de Federico Fellini. Roma, si gira! es una investigación de Mauro D’Avino y Lorenzo Rumori, quienes localizan sitios simbólicos de cada rodaje y muestran cómo eran y cómo son ahora; los describen y hablan de su importancia dentro de la historia. Así, por ejemplo, en I mostri, un padre alecciona a su hijo mientras conduce su automóvil por el puente de Sant’Angelo, lo que ahora sería imposible dado que el puente es peatonal desde hace al menos 30 años. Los sitios más frecuentados por la cinematografía, los más extraños, los que forman parte de las películas de culto, todos los rincones de Roma que han sido filmados aparecen en este libro lleno de detalles. En una escena de Bellissima la protagonista (Anna Magnani) sale con su hija de los míticos estudios Cinecittá, donde la pequeña ha hecho una audición, para dirigirse a la parada del bien recordado trenino Stefer, que dejó de funcionar en 1980. Los autores ofrecen datos históricos, realizan consideraciones urbanísticas y exploran su ciudad con pasión y esmero. No dejan nada fuera. En un fotograma de Uccellacci e uccellini enseñan lo que era la extrema periferia romana en 1966, y en una foto lo que es ahora. La película de Pasolini retrata un ambiente que ya no existe y que solo se reconoce por un edificio que actualmente es utilizado como depósito de la basura urbana. Hasta hoy se han publicado dos tomos de Roma, si gira! En el segundo, en el prefacio, Dario Argento escribe que, para la cinematografía, Roma es una ciudad excepcional por su gran variedad de ambientes, de atmósferas, de estilos. Lo sabe por lo que ha visto y porque ha filmado en ella películas como Phenomena, Profondo Rosso y Tenebre en las que las construcciones romanas han sido esenciales para el suspenso y terror que impera en ellas. Brutti, sporchi e cattivi, de Ettore Scola, tiene como escenario principal la cima del Monte Ciocci: desde ahí se mira el palacio del Triunfo y en el monte Vaticano la cúpula y la torre de San Juan aparecen en todo su esplendor. Esto es lo que ofrece este libro imagen tras imagen, la revelación de una ciudad que es eterna y se muestra plena en la magia del cine.

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La negrada transcurre en una comunidad afroamericana de la costa de Oaxaca.

Jorge Pérez Solano

“La ficción permite elaborar metáforas”

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HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com FOTOGRAFÍA TIRISIA CINE

n México hay un millón 200 mil afrodescendientes. Su carácter minoritario se nota en las artes y particularmente en el cine donde, a decir de Jorge Pérez Solano, carecen de representatividad. Convencido de que corresponde a los realizadores documentar sus vidas, filmó La negrada, una historia protagonizada por actores no profesionales que cuestiona la estructura familiar a la que estamos acostumbrados. ¿Por qué hacer una película en una comunidad afromexicana? Sabía de la existencia de una comunidad de afrodescendientes en la costa de Oaxaca. Fui a Chacahua en busca de una historia y de gente que quisiera interpretarla. Seguí por El Azufre, Charco y Pinotepa Nacional. Así fue como comencé a trabajar la zona. Me sorprendió no haber encontrado una película que abordara el tema. Quizá se deba a la distancia con la capital del país. Lo cierto es que muchos mexicanos no tienen idea de la existencia de poblaciones negras. Aunque en su película plantea cierto racismo, incluso desarrolla una secuencia donde la policía cuestiona a los habitantes sobre su nacionalidad. El racismo es muy pronunciado. Tomé esa anécdota de un periódico, pero en la zona mucha gente me la con-

tó. Al ser un lugar de paso para muchos migrantes centroamericanos, quiero suponer que los cuestionan por eso, sin dejar de resaltar que hay mexicanos que nadie ve, entre ellos las poblaciones negras. Creo que los cineastas tenemos la responsabilidad de contar sus historias y documentar cómo viven. ¿Por eso el tono costumbrista? Quería contar la historia como si hubiera sido un vecino. Por eso el respeto a su forma de vivir y hablar. E incluso a su cosmogonía. Refleja una noción del tiempo diferente y una actitud más abierta hacia la poligamia, por ejemplo. El queridato, como le dicen allá, me permitía hablar de sus costumbres. Es una práctica común y acorde al comportamiento machista del mexicano. No solo se da en esas poblaciones, sino en todos lados, con la diferencia de que en las ciudades se oculta más. Mi planteamiento es: si un hombre puede hacerlo por qué la mujer no. Creo que los cambios en estas zonas deben partir de la mujer.

“El queridato es una práctica acorde al comportamiento machista del mexicano”

La fotografía tiene una vocación paisajista que podría ubicarse en la tradición de los grandes cinefotógrafos mexicanos como Gabriel Figueroa. La intención de la fotografía es lograr un estilo que conecte con la historia. Los encuadres y la luz tenían que acercarnos al naturalismo de las situaciones que contamos. Por eso nuestras referencias visuales no fueron tan concretas. ¿Qué dinámica desarrolló para trabajar con actores no profesionales? Varias veces intentamos que la construcción de los diálogos fuera a partir de ellos. No siempre lo conseguimos, pero el objetivo era que se expresaran de acuerdo a una idea planteada en la historia. Les dimos talleres durante cuatro o cinco meses antes de la filmación para que supieran a qué se iban a enfrentar. ¿Cómo despojó el carácter antropológico de la historia para aterrizarla en un drama humano? La ficción permite elaborar metáforas. Era importante mostrar cómo se desmorona la estructura familiar clásica. Vivimos en una época de cambios y necesitamos pensar qué haremos con la nueva forma de ver a los grupos familiares. ¿Seguiremos bajo el concepto católico de que somos monógamos o plantearemos la opción de tener una relación amorosa con diferentes personas? La ficción me permitió hablar del tema. La antropología únicamente me sirvió para darle verosimilitud a la historia.

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ESCENARIOS

01 DE SEPTIEMBRE 2018

PERIPECIA

MERDE!

Cuando todo está por suceder

El teatro de Novo

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BRAULIO PERALTA

juanamoza@gmail.com

FOTOGRAFÍA SECRETARÍA DE CULTURA

ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.com FOTOGRAFÍA RODRIGO BECERRA ACOSTA

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A

ocho columnas es la obra escrita por Salvador Novo que dejó en evidencia hace más de medio siglo el mecanismo de políticos y periodistas para acabar con el prestigio y la buena reputación de un alto funcionario. Ni entonces ni ahora asombra al espectador, testigo de la habilidad del comunicador profesional para conseguir su objetivo, al tiempo en que manipula argumentos opuestos ante quienes confían en que un reportaje pueda difundir buenas noticias contra la corrupción hecha costumbre. Desde aquel entonces, la infinidad de intereses tejidos en un complejo entramado se agiganta al nivel de la ambición que anula toda posibilidad de ponderar el bien común. Sobre esta obra estrenada en 1956, el crítico Armando de María y Campos publicó que se trataba de una pieza de teatro con aire de autor primerizo bien pensada, construida con esmero, habilidad e inteligencia, que no causó escándalo porque el público comprendió a qué empresa periodística se aludía y, por lo tanto, no denunciaba nada que el público ignorase. La obra de Novo conmueve a un público cansado de ver actores de pie que cuentan lo que le sucedió a sus personajes en otra época y reviven sueños y sensaciones. A través de la dirección de Fernando Bonilla, la audiencia tiene oportunidad de asomarse a la antesala de la oficina del director del diario El Mundo, bien sugerida por la escenografía de Elizabeth Álvarez, donde

La obra dirigida por Fernando Bonilla se presenta en el Teatro Orientación de jueves a domingo.

da la impresión de que el tiempo se ha detenido y los personajes vuelven vivos del pasado. El vestuario de Estela Fagoaga da el marco preciso a unos personajes que buscan inscribirse en la elegancia y la modernidad mexicana de los años cincuenta, cuando se acentuaban las curvas femeninas, los senos eran picudos y el casimir revestía la galanura masculina, a excepción del descuidado y bonachón periodista honesto, que sobre su camisa, adornada con una corbata de escaso gusto, porta sus mangas protectoras en su afán reporteril. Preservada la esencia de los diálogos criticados en 1956, que hoy sentimos dar vueltas, como los suspiros, antes de llegar donde el hablante se propone, el texto expone con claridad, construye las acciones internas y externas de unos personajes que viven a ritmo lento, como el que marcaba el pesado disco de los viejos teléfonos al regresar a su tope metálico para poder marcar el número siguiente, en un juego de resistencia entre el apuro y la calma. A ocho columnas es una obra en la que todo está por suceder y el público paladea la labia del subdirector del periódico para convencer a su oponente,

A ocho columnas le abre paso a palabras mexicanas cuyo significado cobra un nuevo sentido

el artificio de la colaboradora de sociales con aire aristócrata, la picardía del reportero granuja que avanza en su ruta, la candidez de la secretaria y la enjundia del periodista honesto que descubre una realidad castrante. Luis Miguel Lombana, Sophie Alexander Katz, Alondra Hidalgo, Pedro de Tavira, José Carriedo y Arnoldo Picazzo crean las referencias de esta historia que en la actualidad se repite y avanza a grandes pasos en una era donde la comunicación viaja a una velocidad imparable e impune sin corrector ni linotipos de por medio. El joven Bonilla se da vuelo al jugar con la expresión corporal, el acento y la cadencia de frases que se hermanan con las dichas por Pedro Infante, Marga López o Sofía Álvarez en muchas películas mexicanas, con lo que el público cae rendido en una especie de ensoñación, mezcla de humor y debilidad patente por las historias de justicia y amor, en las que sus protagonistas dan batalla a la perversidad. A ocho columnas le abre paso a palabras mexicanas cuyo significado cobra un nuevo sentido, expone una práctica añeja inmersa en un ritmo que se ha esfumado de nuestra vida, retoma la moda de viejas generaciones que pugnaban por una modernidad, un bienestar y una elegancia que nutren una apertura diversa y ecléctica, pero sobre todo nos acerca a la visión de un escritor, periodista, dramaturgo, poeta e intelectual que dejó un importante legado aún por valorar.

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Quién se atrevería a decir que la obra de Salvador Novo, A ocho columnas, no es vigente? Fernando Bonilla dirige magistralmente en el Teatro Orientación a un cuadro de actores excepcionales que le dan vigor, tono y ritmo a una pieza escrita en 1956 y que el propio dramaturgo dirigió aquel año en su Teatro La Capilla, hoy Bar El Hábito. ¿Por qué es actual? Porque el texto —escrito como estereotipos de lo que es un reportero, una secretaria, un político del gobierno en turno y redactores del diario El Mundo— transita como ejemplo de la difícil relación entre el poder gubernamental y un medio de comunicación, sin importar si es prensa escrita, radio o televisión. La obra aborda las formas de cooptación para acabar con esa verdad que llamamos objetiva — subjetiva en la práctica—. Porque la realidad en un medio de comunicación no es la de la calle y sus diversas circunstancias. Salvador Novo desató enorme polémica en su estreno. Hoy podría pasar como una escenificación más. Mejor obra teatral que la que Vicente Leñero escribiera en 1988 sobre los medios y la procuradora de Justicia del entonces DF, Victoria Adato, cuestionada por sucesos del temblor en 1985: Nadie sabe nada, que exigiría, hoy, una adaptación exhaustiva. Novo apostó por contarnos una historia de amor junto a una historia de horror para acabar con la vida de un político. Y Fernando Bonilla aporta una dirección que respeta el texto original, con ligeros cambios que lo acercan a los tiempos de AMLO. Fernando Bonilla es cada vez mejor director de teatro. Pudo sacar a los actores lo mejor de ellos. Quitarle lo gritón a Pedro de Tavira, por ejemplo. O hacer de Luis Miguel Lombana/ Torres un ser detestable tras el trono. Pero Martha, interpretada por Sophie Alexander Katz, es tan encantadora como irónica reportera de sociales. Reparto impecable. Nadie debe perderse el privilegio de entender cómo se dirigen los medios de comunicación. Y cómo la subjetividad es una verdad que atañe a todos.

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Escena de A ocho columnas.


LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO, IVÁN RÍOS GASCÓN ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ

01 DE SEPTIEMBRE 2018

http:// www.milenio.com/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter:@SCLAberinto

TOSCANADAS

Paren las prensas DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

M

e encontré con una lista del New York Times de los libros más vendidos en el año en que nací. Había autores que he leído con placer, como J. D. Salinger, Leon Uris, Giuseppe di Lampedusa, Graham Greene, John Dos Passos, John Updike, Carson McCullers, Harper Lee, Henry Miller, Bernard Malamud y, mi preferido, John Steinbeck. Veo, en cambio, la lista del presente y nada me atrae. En esta hay nombres que me suenan, pero que nunca leeré: John Grisham, Nora Roberts, David Baldacci, Mary Higgins Clark, Ken Follet, Michael Connely, y un par de colados: Tom Hanks y Bill Clinton. En la primera lista hay autores que seguirán existiendo por muchos años. La segunda está hecha de gente olvidable. ¿Seré tan simplón para basarme en esas dos listas para concluir que antes se hacía mejor literatura que ahora? Sí, lo soy. Pero digo algo más:

DAVID BALDACCI.

Entre las listas de los más vendidos del New York Times.

antes que los escritores, se desbarrancaron los lectores. El último libro de Baldacci se promueve con esta frase: “Es una cárcel inexpugnable. Sus sistemas de seguridad son los más sofisticados del mundo y hay tantas cámaras de vigilancia que no hay un solo milímetro que no quede bajo control. Ninguno de los reclusos sueña con escapar porque saben que es imposible. Hasta ahora”. Vaya mierda. En estos años ha cambiado la sensibilidad del escritor y del lector. Como masa, nos hemos vuelto frívolos, superficiales. Esto se nota de inmediato. Tomo como ejemplo una taza de café. Una novela de aquellos años dice: “Comieron la masa frita tan caliente que les chisporroteó en la boca. Bebieron de un trago el café, llenaron las tazas y bebieron más café”. En una novela contemporánea leemos: “Halló un Starbucks dentro de la tienda y se compró un moca latte

descremado grande, con hielo, sin crema batida”. Por supuesto, estamos ante dos textos cuyos protagonistas pertenecen a distintas clases sociales. Pero la diferencia entre unas palabras y las otras no radica en el dinero. Usted, amigo lector, sabe de qué estoy hablando sin necesidad de presentar otros ejemplos o agregar explicaciones. Pero habrá una mayoría que se siente a sus anchas con el café de Starbucks. Por eso el mundo está al revés. Por eso me siento más a gusto en una librería de viejo que en aquellas que tienen todas las novedades del momento. Por mí, en cuestión de novelas, las editoriales pudieron parar sus prensas hace décadas. Nos perderíamos de poco y ganaríamos mucho. Verdad es que al mundo le faltaría lo que yo he escrito, ¿pero qué le vamos a hacer? Más valiosos son los escritores que murieron el año de mi nacimiento, que los que vinimos al mundo por esas fechas.

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BICHOS Y PARIENTES

Xirau

H

ace apenas un año murió Ramón Xirau. Dejó una vasta obra sobre la tradición filosófica universal, pero pocas páginas de su filosofía personal. Quizá con el tiempo esas breves obras (Sentido de la presencia, y El tiempo vivido, principalmente), junto con su poesía, queden en el lugar que les corresponde, muy por encima de la sabia modestia con la que vivió. Su obra personal aporta una veta de pensamiento que fue fundamental en la historia, pero que amenaza con diluirse en la incomprensión: un pensamiento mediterráneo, analógico, que interpela los cimientos racionalistas de aquello que la modernidad considera filosofía y conocimiento. Para la conversación, basta decir, por ejemplo, que el viento mece el follaje. Pero describir con precisión los movimientos de las hojas, las ramas, sus vibraciones, requeriría un trabajo excesivo. Con toda razón, los filósofos del Racionalismo —Descartes, Spinoza, Hobbes, Pascal— recurrieron a ejemplos mucho menos huidizos. Se refieren a cubos y esferas, a una vara a medias sumergida en agua transparente, a la chimenea que tenían enfrente y a sus objetos geométricos, sólidos, inertes. Y suelen obviar el movimiento, o separarlo del objeto: imaginan un movimiento vacío y un objeto idéntico a sí en cada punto del trayecto. Son inventores de relojes, calculadoras, métodos de trazar gráficas o tallan lentes de cristal sin máculas. Y descreen de sus sentidos. A esa proeza de la inteligencia debemos las ciencias y las tecnologías de toda la modernidad. Quizá aprendieron de los artistas y la invención de la perspectiva. Por ejemplo, aquel grabado en que Durero

JULIO HUBARD FOTOGRAFÍA MUSEO DE HISTORIA DE CATALUÑA

muestra cómo debía pintarse en perspectiva: representa al artista y a una mujer que sirve de modelo para un retrato. Pero el artista no observa a la mujer directamente; ha colocado un fiel que fija la mirada y una rejilla cuadriculada entre sus ojos y su objeto: la mujer. Antes que Descartes, los artistas dominaron la disciplina de dudar de sus sentidos y hacer intervenir la geometría de la razón antes de procesar la realidad de un mundo de objetos, dimensiones y distancias.

La tradición catalana de los ramones (Lulio, Sibiuda, Xirau) es una filosofía de las creaturas

Con Galileo había cambiado la idea misma de movimiento. Pero los cambios de mentalidad tardan mucho tiempo en volverse nativos. La física aristotélica (VII, 1) suponía que “todo lo que se mueve, es movido por algo”. Es decir, que el movimiento es ajeno al objeto; es algo que le sucede a un objeto que, de suyo, está en reposo, y cambia de estado solo cuando una fuerza externa actúa sobre él. Pero no es lo mismo analizar objetos inertes, descriptibles en su sólida geometría, que contemplar un ser que se echa a andar por sí solo. No se puede ver del mismo modo una vara en el agua que a un escarabajo. Unas cosas se observan; otras, se contemplan. La tradición catalana de los ramones (Lulio, Sibiuda, Xirau), filósofos y poetas, es una filosofía de

Representación del amor cortés del siglo XIV. Autor anónimo.

las creaturas, donde el objeto de la mirada no es objeto: es sujeto, y su movimiento no es ajeno a su ser sino que lo constituye. La admiración del mundo y la contemplación de la autonomía de las creaturas es el tema. No la descripción del mundo. Son dos modos que no sabemos ya reconciliar. Demasiado han avanzado los métodos de la geometría y la razón pura. Y se aburrirían si se sentaran a esperar progreso en los métodos de las analogías: la analogía contempla, y admira, pero no sabe concluir y no progresa. Por eso —recurso exclusivo de las lenguas romances— el verbo de su pensamiento no es ser, que lo mismo funciona como mero auxiliar, sino estar. La filosofía que emerge de contemplar a las creaturas tiene siempre un punto de asombro que la ciencia no sabe elucidar: no hay objeto observable pero el sujeto que miro también me puede mirar a mí. Es pensamiento aunque no pueda discernir entre su filosofía y su poesía. No describe: canta, cuenta, celebra. El movimiento de un escarabajo, de un venado, de una persona es albedrío propio y modo de estar en el mundo; no es un vector predicado de un objeto. Denis de Rougemont dijo que los trovadores provenzales habían inventado el amor. Paz, leyendo a Rougemont, entendió que no es posible el amor a un objeto. Solo se puede amar a quien tiene libre voluntad: lo contrario de un objeto observable y descriptible. Xirau podía participar de la tradición racionalista, pero quizá solo él pudo revivir la analogía de las creaturas. Y, al fin, se puede vivir dignamente siendo ignorante y tonto, pero no sin la analogía de amar y ser amado.

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