Suplemento cultural de MILENIO
LABERINTO CUENTO
DESMETÁFORA
IAN MCEWAN
GERARDO HERRERA CORRAL
Düssel…
Diez años del Gran Colisionador de Hadrones
Imagen: Shutterstock
SÁBADO 8 DE SEPTIEMBRE DE 2018 AÑO 15 - NÚMERO 795
Ida Vitale: el todo interno Víctor Manuel Mendiola/ FOTOGRAFÍA: NACHO GALLEGO/ EFE
Ilustración: Alfredo San Juan
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ANTESALA
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CASTA DIVA
Fanáticos y vacíos AVELINA LÉSPER www.avelinalesper.com FOTOGRAFÍA RAFAEL MONEO
E
l fanatismo crece, la obcecación domina, las sectas y religiones se expanden y el arte sacro desaparece. La sociedad se ha volcado al narcisismo reduccionista, limitando la visión del mundo a la satisfacción consumista que señala la nueva cúspide del ser. En un individualismo condicionado por un éxito efímero e intrascendental no hay sitio para las búsquedas inconmensurables y trascendentales. Los motivos de esta mínima búsqueda no son suficientes, la continuidad del arte sacro en todas las formas de la representación de lo sagrado, se rompió con las revoluciones sociales que hicieron del progreso una creencia con beneficios que se convirtieron en sus propios valores. El arte se “socializó” y las consignas sustituyeron a los misterios, el pensamiento del individuo sobre la misión que lo dimensionara ante el infinito quedó en la unificación masiva de las urgencias políticas, económicas y la moda. Destruyendo dogmas se impusieron otros más absolutistas, que arrastraron sus propias condenas. Las consignas cultivaron fanatismos, el premio y el castigo eternos se reemplazaron por el éxito y el fracaso social, inmediato, visible y sometido a la jurisprudencia virtual de las redes, ese infierno reactivo del linchamiento instantáneo. El neoliberalismo detonó religiones que adoran las búsquedas consumistas y viscerales de la adicción al éxito. El arte sacro que durante siglos dio forma a los dioses, que inventó una narrativa sagrada que visualizaba principios filosóficos y poéticos, no quería hacer denuncias, tampoco escandalizar, deseaba mostrar la belleza del camino que guiara la contradicción de una estadía efímera ante un ente infinito. El proselitismo místico ahora es proselitismo de consumo, las nuevas catedrales parecen corporativos o aeropuertos, consecuentes con las creencias materialistas, la escultura y pintura sacras se limitan a comisiones que no conmueven ni al artista ni al creyente. Es revelador de nuestra actualidad que un género completo del arte, que detonó movimientos como el Renacimiento o los centros ceremoniales prehispánicos, que llevó al paroxismo a la escultura, hoy casi no existe, incluso las sectas y religiones con miles de seguidores, construyen templos gigantescos que parecen casinos o naves espaciales. Absorbidos por la fe del éxito, siguiendo los mandamientos implacables del consumismo, dedicamos la inspiración en construir un centro comercial, y las agujas que se elevaban para alcanzar el cielo, las estelas labradas, los vitrales, la ornamentación desmesurada, no tienen artistas, artesanos ni arquitectos. Incapaces de crear nuestra fe, de crear a nuestros a dioses, adorando al egoísmo masivo, fanáticos sin misticismo.
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Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles.
Ana y Bruno. Dirección: Carlos Carrera. México, 2017.
HOMBRE DE CELULOIDE
El director que olvidó cómo escribir FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA LO COLOCO FILMS
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ue los dibujos son feos, que sobran personajes, que está mal clasificada. Esto y más se ha dicho de Ana y Bruno entre los espectadores que escriben sus blogs de cine o que lanzan por Twitter una bala de cañón. Al mismo tiempo la crítica mexicana quiere tratarla tan bien que lo que escribe sabe a condescendencia. Vale la pena por tanto hablar de esta tensión entre “crítica seria” y “crítica de a pie”. Pero antes habrá que contextualizarla. Aunque no fue escrita por él, Ana y Bruno fue dirigida por Carlos Carrera, uno de los directores más importantes en el cine mexicano. Su primer largometraje, La mujer de Benjamín, tenía todo para invitar a los productores a invertir más. La historia ganó el programa de óperas primas del CCC, lo cual demuestra que Carrera es un magnífico guionista. En este rubro, sin embargo, la sorpresa vino en 1994 cuando El héroe ganó la Palma de Oro a mejor cortometraje. Poco después comenzaron los problemas. Un embrujo, de 1998, fue una decepción aunque en 2002 tuvo un gran éxito: El crimen del padre Amaro, que le escribió Vicente Leñero. Dieciséis años después aparece Ana y Bruno con un presupuesto excepcional y otro guión que no escribió él. Primer problema: ¿será
capaz de recuperar el dinero que gastó? La película no es tan mala como lo piensan los críticos de blog pero tampoco la maravilla que anuncia la crítica que quiere apoyar al cine mexicano. Ana y Bruno tiene una historia que sorprende y, lo más importante en la carrera del director, una elaboración de sus personajes femeninos. Aquí está el espíritu intranquilo de Arcelia Ramírez en La mujer de Benjamín, la seducción de Ana Claudia Talancón en El crimen del padre Amaro y la enternecedora locura de Martha Higareda en María en el elevador, un guión que, por cierto, escribí yo. Y es importante decirlo porque creo que Carlos Carrera debe volver a escribir sus guiones. Ana y Bruno enternece, seduce e intranquiliza como los personajes femeninos de sus mejores películas pero es verdad que casi todos sus chistes resultan fallidos porque estoy seguro de que lo estuvieron molestando con que tenía que hacer una película para niños y el humor de Carlos Carrera simplemente no se
El humor de Carlos Carrera no se presta a la bobería que se clasifica como “infantil”
presta a la bobería que se clasifica como “infantil”. Solo así se explica que haya accedido a dirigir el chiste de un ciego que conduce y que hemos visto hasta la saciedad, que el hombrecito verde de la película quiera parecerse al Pato Lucas cuando recuerda más bien a Jar Jar Binks, el esperpento de la serie La guerra de las galaxias. Creo que a Carlos Carrera le pasó esto: a partir de Un embrujo comenzó a dudar de sí mismo como guionista. En aquella ocasión la producción exigió hacer cambios que parecen haber destruido la historia de amor. Si alguien sabe cómo construir secuencias con remate espectacular es él. Ahí está El héroe para probarlo. En cuanto a la crítica, que alguien le diga que no se apoya al cine mexicano invitando a la gente a ver cosas que no verá. Ana y Bruno es una historia encantadora y con una animación maravillosa. Pero tiene muchos personajes, perdemos la pista del héroe, está llena de clichés y, en efecto, hay albures y personajes que van a asustar a los padres timoratos. Yo creo que el verdadero problema que plantea esta película en la carrera de su director es que puede ser un terrible fracaso económico. Tal vez eso ayude a Carlos Carrera a hacerse un favor y volver a escribir los guiones que va a filmar.
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POESÍA
LA GUARIDA DEL VIENTO
Parfait Amour
Palabras finales
DULCE CHIANG
30 mil millones de mirialitros de gin 30 mil millones de mirialitros de licor de Marrasquino 15 mil millones de mirialitros de licor Parfait Amour 2 planetas (decoración) En un cósmico agujero negro, vierta una concentración de Perfecto Amor tal que nada pueda escapársele. En este campo gravitatorio agregue el gin y el licor de Marrasquino. Enfríe con enanas blancas. A ojos vendados, con arco y cometa de oro, a Venus y a Marte fleche. Póngalos a estallar a la orilla de este rebosante vacío durante un par de miles de millones de años. Al final, no beba el trago.
Este poema continúa el camino abierto por MalaBar (El Gólem Editores), un rico muestrario de coctelería. EX LIBRIS
Ado, esposa de Lot/ EKO
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ALONSO CUETO
os manuales de narrativa se han atrevido a esbozar algunas normas sobre un buen inicio de una novela pero ninguna seria sobre un final. Durante siglos se consideraba que el inicio de una novela debía presentar un espacio y un tiempo, del tipo “Érase una vez, en un país lejano…”, algo que la novela hizo hasta el siglo XIX. El inicio de Papá Goriot es uno de los ejemplos más notables: en las primeras páginas sabemos que estamos en París, en 1819, entre el Barrio Latino y el de Saint-Marceau, en una calle con una pendiente tan brusca que “rara vez suben o bajan por ella los caballos”. Es allí donde está la pensión Vauquer y la desagradable señora que lleva su nombre. Con Balzac ya sabemos dónde estamos antes que la acción empiece. No ocurre lo mismo con la novela del siglo XX que va de frente a la acción desde que en 1915 Gregorio Samsa, “después de una noche de sueños intranquilos”, despierta como todos sabemos. La novela moderna va directo a la acción y con frecuencia usa lo que puede llamarse la “apertura inmediata”. En cuanto a los finales, la novela decimonónica con frecuencia daba cuenta del destino de todos los personajes involucrados, como ocurre en Madame Bovary. El círculo de la historia se cerraba: unos se mueren, otros se casan, otros se casan y se mueren, y en Madame Bovary el miserable Homais “acaba de recibir la cruz de honor”. En el siglo XX eso es infrecuente. Hay en cambio algunos finales reflexivos que anulan el tiempo como el de Cien años de soledad y otros sobre el pobre futuro de un personaje como el de Ambrosio en Conversación en La Catedral. Me fascina el final de Los papeles de Aspern, cuando el protagonista se queda mirando la foto del gran poeta que le recuerda el tesoro perdido. Pero de todos los finales del siglo XX quizá el de El proceso sea el más trágico, la ejecución que termina con una exclamación de una culpa incomprendida: “Como un perro —dijo—. Y era como si la vergüenza debiera sobrevivirlo”. Entre los finales, el diálogo de Gisors y May, hablando de Kyo, frente a una bahía magnífica, se queda en el corazón de los lectores de Malraux. Pero es muy difícil encontrar las razones por las que un final es bueno o adecuado. Alguna vez, Mario Vargas Llosa me dijo que uno “descubre” un buen final de la novela que está escribiendo y no hay una razón para explicarlo. A propósito de finales, recuerdo dos famosas frases finales de los escritores. Una de ellas es la de Victor Hugo: “Veo una luz negra”. La otra es de Voltaire. Cuando en su lecho de muerte, un sacerdote le sugirió que rechazara al demonio, el filósofo contestó con voz débil: “No es el momento de hacer enemigos”. Es difícil terminar y encontrar las palabras para terminar. Enrique Iturriaga, el gran músico peruano, dijo una vez que hay obras que “terminan” y otras que “cesan”. Es mejor terminar, de algún modo.
Es muy difícil encontrar las razones por las que un final es bueno o adecuado
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DE PORTADA
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La obra de la poeta uruguaya es dueña de una engañosa facilidad. Bajo esa apariencia, yace un mundo escindido
Ida Vitale: el todo interno VÍCTOR MANUEL MENDIOLA mendiola54@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA PASCUAL BORZELLI IGLESIAS
M
uchos de quienes ahora comenzamos a mirar el pasado como algo que se aproxima sin cesar no podemos olvidar los años setenta y ochenta del pasado siglo, cuando tantos intelectuales y escritores latinoamericanos vinieron a la Ciudad de México y transformaron una vez más el fuerte perfil de nuestra cultura, siempre ensimismada y, a la vez, profundamente abierta. Entre esa plétora destacan los uruguayos Ida Vitale y Enrique Fierro. Desde que llegaron participaron en los suplementos y las revistas más importantes de nuestro país. Además de formar parte de Vuelta, ayudaron a fundar el periódico unomásuno y colaboraron de modo asiduo en Sábado. Su presencia cobró entre nosotros —mediante la publicación de sus poemas, prosas y traducciones— una frecuencia refrescante. Yo los conocí primero por sus entregas al suplemento La letra y la imagen de El Universal, dirigido por Eduardo Lizalde y José de la Colina, y después a través del autor del hermoso largo poema cernudiano de apertura sexual Origami para un día de lluvia, Manuel Ulacia. En honor a la visita de Emir Rodríguez Monegal, crítico —también uruguayo— y escritor de magníficas biografías intelectuales, Ulacia y Horacio Costa organizaron una cena en su casa de Francisco Sosa. Invitaron junto con Marie-José y Octavio Paz, Ulalume González de
León —poeta mexicana asimismo de origen uruguayo— y Teodoro González de León así como varios amigos más, al matrimonio VitaleFierro. Recuerdo que la conversación tocó en algún momento a Juan Ramón Jiménez y a la revista que el propio Rodríguez Monegal había creado en París muchos años antes, Mundo Nuevo. En esa reunión, donde yo traté por primera vez a Ida y Enrique, me sentí a gusto con la bella figura contradictoria que ambos formaban. Ella, en su estatura regular, era alargada, afilada y se expresaba con una precisión cortante y respuestas rápidas, pero siempre suave y con una voz mesurada; y él, amplio, expansivo, casi avasallante, ojos y carcajada rotundos y fáusticos, pero —como su compañera— muy cordial. Cuando pasó el tiempo y pude leer muchos de los libros reunidos de Ida, me percaté de que aquella noche en Coyoacán la conversación sobre Jiménez y algunos de los escritores de la “generación del 45” de Montevideo, me había abierto las puertas para apreciar sus diáfanas composiciones tan concisas en las que a veces un título o un verso son ya un poema completo.
Cada poema de Vitale necesita tiempo, alarga el tiempo, se escurre en el tiempo
••• La poesía de Ida Vitale es muy fácil y, a la vez, muy difícil de leer. Es muy fácil porque su brevedad, su claridad, su carencia casi absoluta de excesos verbales la hace, por lo menos en apariencia, muy accesible. Si el lector va con prisa, sus
libros pueden leerse de una sentada. No obstante, al mismo tiempo, podemos decir que es muy “difícil” porque su concisión es plena, dura, compacta y su claridad tiene una hondura incesante. Cada poema de Vitale necesita tiempo, alarga el tiempo, se escurre en el tiempo, de tal forma que sería posible decir que, desde esta perspectiva, sus cortos poemas son poemas largos, más que para cantar para hundirse en la extensión y minuciosidad del silencio. Ella, que es una poeta no solo muy consciente de las palabras sino de ella misma, lo ha dicho de otra manera al pensar de forma casi taoísta: Quizá no se deba ir más lejos. Aventurarse quizás apenas sea desventurarse más, alejarse un atroz infinito El poema continúa y en su consecución aparece la cercanía intensa de lo que no debemos perder, porque esa proximidad, “el sueño al que accedemos/ para irisar la vida”, es rica como las grandes distancias, enriquecedora como las tierras remotas, vivificante como un viaje al otro lado del mar. Sin embargo, todo está modificado en nuestra conciencia bajo el eco penetrante de “Aventurarse quizás apenas sea/ desventurarse más”. Y entonces unas cuantas líneas más abajo, al final, hay un giro agudo y, lo más importante, una vuelta moral: Más allá sé que empieza lo sórdido, la codicia, el estrago. El poema apenas ha durado 27 líneas, ni un minuto, y no obstante ese instantáneo mundo desconocido
ha durado “una cascada, un río, una floresta/ entre paredes áridas” y nos ha dado una percepción de la vida y el entendimiento de nuestra libertad ante el bien o el mal. Del espacio del tiempo y la belleza hay un salto hacia la autoconciencia del efecto de nuestros actos. En todos los poemas de Vitale hallamos este principio inesperado, este don de crecimiento desde lo más nimio, este todo que emerge desde nada. Y cuando logramos verlo más de cerca advertimos que ese mundo en miniatura alejado de lo craso y prolijo posee un acabado perfecto y nos ofrece una malicia notable del verso, una comprensión verdadera de lo que significa cortar una línea y la delicadeza de las aliteraciones como sucede al describirnos un relámpago: Entre las islas ya de por sí tan solas filtra un filo asesino la aleta del escualo. Bajo el aleteo de la ele, extraña y poderosa imagen: cielo y mar unidos por el corte temible del rayo y la aleta dorsal, también temible, del escualo. Y al ver esta precisión alta y transparente pensamos en Juan Ramón y nos damos cuenta de que “el nombre exacto de las cosas” ha trascendido toda clase de fronteras y que Ida Vitale, de alguna forma o de muchas, se ha apropiado de esa actitud, de esa exactitud, y nos la ha devuelto renovada con su propio mundo. Yo no puedo dejar de decir que esta renovación también está presente en Idea Vilariño y Ulalume González de León. Las tres juntas forman un triángulo secreto de la poesía latinoamericana que
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POEMAS
Agradecimiento Agradezco a mi patria sus errores, los cometidos, los que se ven venir, ciegos, activos a su blanco de luto. Agradezco el vendaval contrario, el semiolvido, la espinosa frontera de argucias, la falaz negación de gesto oculto. Sí, gracias, muchas gracias por haberme llevado a caminar para que la cicuta haga su efecto y ya no duela cuando muerde el metafísico animal de la ausencia.*
Cambios Puede cambiar la vida sus ramas, como un árbol cambia las suyas desde el verde hasta el otoño. Puede, pilar oscuro, suplicio oscuro puede recubrirse de frutos como un mes de verano. Ah puede también caer, caer no sé hasta dónde, como cae el poema, o el amor en la noche, hasta no sé qué fondo duro y ciego y terrible, tocando el agua madre, el manantial del miedo.
Estar solo La autora de Reducción del infinito ganó el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2018.
difícilmente podemos encontrar en otro sitio. Tres poetas mujeres tan Que soy lo oscuro excelentes, con una libertad insos hacia pechada y lejos de los estereotipos lo más oscuro literario-sexuales en boga. Pero lo por el fondo del pozo que interesa decir en este caso es del tiempo que Ida Vitale se ha alzado a una del ser casi no ser. pureza increíble y que leerla no es fácil ni difícil sino que entrar en su El premio que recibe ahora Ida Vitransparencia significa inaugurar tale, otorgado por la Feria Interlo oscuro, pensar de manera cierta: nacional del Libro de Guadalajara,
tiene una pertinencia y una oportunidad excepcional: en el tiempo de la poesía que ya no es poesía, de los sinuosos poemas de cursilería abstracta, de los poemarios basados en “hechos reales” y de la prosa que finge el verso, las hermosas composiciones sintéticas de la poeta uruguaya nos recuerdan que el pasado siempre es nuestro presente y “El todo eterno que es el todo interno”.
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Un desventurado estar solo, un venturoso al borde de uno mismo. ¿Qué menos? ¿Qué más sufres? ¿Qué rosa pides, solo olor y rosa, solo tacto sutil, color y rosa, sin ardua espina? * Peter Sloterdijk
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CUENTO
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En un futuro que se presiente cada vez más cercano, la gente artificial goza de tantos privilegios como los seres humanos
Düssel… IAN MCEWAN IMAGEN SHUTTERSTOCK
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stedes me preguntan cómo fue para mí. Para responder debo regresar en el tiempo unos 50 años, a una medianoche calurosa de viernes en que susurré nada delicadamente al oído de mi nueva amante la pregunta difícil. Me encontraba recostado y ella se erguía sobre mí en todo su esplendor, desnuda salvo por una gargantilla de oro con incrustaciones de lapislázuli. Incluso bajo la luz ambarina de la mesita de noche, su piel tenía un aura blanca. Sus ojos estaban cerrados mientras ella se movía rítmicamente sobre mí. De sus labios ligeramente abiertos escapaba un destello de sus hermosos dientes. Su mano derecha descansaba sobre mi hombro izquierdo. Olía apenas, no a perfume sino a jabón de sándalo. Esos jabones con la imagen grabada de un barco antiguo que vienen envueltos en papel de china dentro de una frágil cajita de madera fueron un día míos. Se apropió de ellos desde el momento en que entró a mi baño. ¿Por qué debía eso importarme? En una breve pausa de nuestro acto amoroso ella se inclinó hacia adelante y yo acerqué mis labios al lóbulo de su oreja y lo lamí. Llevado por el placer sensual que parece arrebatar las palabras de la boca, dije: “Querida, sé que no debería, pero tengo que preguntarte esto. No reclamo ningún derecho de saber, por supuesto, pero después de estas maravillosas dos semanas... siento... querida, Jenny... perdóname, te amo y siempre te amaré... pero por favor dime la verdad. ¿Eres real?” Antes de describir su reacción, debo explicar, sobre todo para los lectores jóvenes, cómo estaban las cosas en ese momento particular. Hemos pasado a través de una revolución social cuyos logros ahora se toman por descontado.
Los jóvenes, me doy cuenta, tienden a actuar como si nada hubiera cambiado. Tienen poco o ningún sentido de la historia. Los milagros generados por las generaciones previas son ahora tan ordinarios como la vida misma. Pero todo aquel que se interesa en el tema debe saber que el debate comenzó innumerables siglos atrás, con Platón, por ejemplo, o con el Frankenstein de Mary Shelley, o con Charles Babbage y Ada Lovelace, o con las especulaciones de Alan Turing, o cuando, en el amanecer del tercer milenio, un programa de computadora, aprendiendo de sus propios errores por el camino de una profunda red neural compitiendo contra sí misma, derrotó al gran maestro del antiguo juego chino del Go. O, más significativamente, cuando la primer androide se embarazó de un humano y fue viable el primer nacimiento de un bebé de carbón-silicón. A solo tres calles de mi departamento, en una pequeña plaza rodeada de cafés y cubierta por matas podadas de plátano, hay una estatua en honor de Molly. Podría llegarse a pensar que no hay nada anormal en un monumento como ese. Excepto porque se trata de una niña de ocho años en playera y jeans, con las manos en las caderas, que se encuentra de pie, desafiante ante nosotros, sobre un pedestal, en donde se supone que debería estar un general, un poeta o un astronauta. ¿Puede ser consciente una máquina? O, dicho de otra forma, ¿son los humanos meras máquinas biológicas? Respuestas afirmativas a ambas preguntas consumieron varias décadas de discusiones entre neurólogos, sacerdotes, filósofos, políticos y público en general. Finalmente, mucho después de lo debido, a la gente artificial se le reconoció protección completa bajo las distintas convenciones de derechos humanos. Lo mismo que a su descendencia. Otros derechos vinieron después, como el beneficio del matrimonio, el derecho a la propiedad, a portar
pasaporte, a votar, a protección laboral. Un androide podía comenzar un negocio, volverse rico, caer en bancarrota, ser demandado y, en vez de destruido, asesinado. En el mundo se habían desarrollado varios “actos autónomos” que impedían comprar o poseer a una persona manufacturada. El lenguaje legal de la conciencia de sí mismo invocaba los actos antiesclavistas del siglo XIX. Tras los derechos vinieron las responsabilidades: el servicio militar fue oficial y obligatorio. Como jurado en las cortes, los androides fueron una útil adición a los defectos cognitivos y la débil y manipulable memoria de los humanos. La nuestra fue la generación que llegó a la mayoría de edad con las secuelas: años turbulentos de apasionadas y angustiantes consideraciones. El concepto de ser humano había sido interesante o trágicamente ampliado. Si el consenso de las élites científicas era que nuestros nuevos amigos imaginarios sentían dolor, alegría y remordimiento, ¿cómo podíamos probarlo? Habíamos hecho la misma pregunta ante otros seres humanos desde el comienzo de la reflexión filosófica. Debíamos inquietarnos o maravillarnos de cómo eran ellos, en el fondo, más inteligentes, más amables, más hermosos que nosotros. ¿Estaban los religiosos equivocados cuando se resistían a concederles almas? Entonces, como ocurre frecuentemente cuando sobreviene un cambio social en mitad de la polémica, una vez que se ha discutido y aprobado la legislación, la vida se acomoda y pronto no es posible recordar por qué todo ese alboroto. Se dice a menudo que las grandes preguntas de la filosofía nunca han sido resueltas: se desvanecieron.
Seguimos sin estar seguros de cuál fue el primer androide que fue electo primer ministro
Todas esas marchas de protesta, desplegados, discursos, conferencias y escenarios fatalistas fueron para nada. Después de todo, nuestros nuevos amigos se parecían demasiado a nosotros, aunque eran más agradables. Podías confiar en ellos, lo cual explica por qué muchos se dedicaron a las leyes, a la banca o a la política, y realizaron una muy necesaria reforma en esas instituciones. Su naturaleza era profundamente solícita, y muchos se volvieron doctores y enfermeras. Eran fuertes y rápidos, y constituían las dos terceras partes de nuestro equipo olímpico de pista y campo, ya que el sprint tomó otros quince años en perfeccionarse. Popularmente, destacaron como ejecutantes y compositores brillantes en todos los géneros musicales. Si alguna vez nos preocupó que fueran demasiado buenos para todo, podíamos congratularnos de que habían sido creados por nosotros, a nuestra imagen y semejanza, constituían el más refinado florecimiento de nuestro genio artístico y técnico. Eran, como decíamos a menudo, los mejores ángeles de nuestra naturaleza. A paso lento, pero firme, y conmoviendo la vida social tanto como el proceso legal, vinimos a entender y en general aceptar que el artefacto que habíamos creado merecía completa dignidad y respeto a su privacidad. Es decir, en un periodo de años devino socialmente inaceptable (lo que no era así en nuestra juventud) preguntar. Por ejemplo, en una cena de gala en honor de un premio literario, no podías averiguar con tu encantador vecino en la mesa, remarcando mediante una frase ingeniosa y oportuna, si el muy reconocido editor era un artefacto de biosilicato manufacturado localmente. Veinte años antes habrías podido, incluso habría sido la primera cosa
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Ian McEwan no solo posee una deslumbrante obra narrativa sino que es un activo defensor de los derechos humanos.
que habrías querido saber. Ni más ni menos que un comentario sin importancia para romper el hielo. Tal como si dijeras: “Oí que tenías una casa de campo en Turingia. ¡Yo también tengo una!” Con el desvanecimiento de esas expresiones de rebeldía políticamente incorrectas, incluyendo las estúpidas y viejas historias en torno a la frase “ellos están entre nosotros”, habría sido ofensivo, incluso lascivo, preguntar, ya que tu curiosidad habría sido, en esencia, gravemente física y personal, dado el hecho de que mucho tiempo atrás ya se les había concedido conciencia a los androides. Habría sido no menos impertinente que preguntarle a un humano mientras te sirves mousse de chocolate: “¿Es cierto lo que escuché? Todo el mundo anda diciendo que te hiciste la colostomía”. Otro ejemplo. Cuando la señora Tabitha Rapting se convirtió en primera ministra con una mayoría parlamentaria de dos, hubo quienes se preguntaron si ella era “real” (otra palabra hiriente que se escapaba de la boca). Pero el asunto es éste: socialmente ya hemos sorteado esa gran encrucijada, y esa clase de indagaciones no se hacen en público. Solo en los bares del club de golf o en marchas de protesta por marginales grupos radicales. Habría sido indecente, obsceno, cercano al racismo y por lo tanto ilegal. Eso fue hace mucho tiempo, y aún ahora seguimos sin estar seguros de cuál fue el primer androide que fue electo primer ministro. O si es que alguno lo fue. O si hemos vivido bajo una sucesión ininterrumpida de ellos. Tampoco sabemos si un androide, ya sea hombre o mujer, ha ganado el torneo de Wimbledon. O si son humanos quienes lo han obtenido en los últimos 20 años. Así que si mi pregunta a Jenny aquella bochornosa tarde de julio parece despreciable a los jóvenes lectores, permítanme recordarles que pertenezco a la generación que vivió la transición. Como adolescentes traviesos que de manera imperdonable se divierten molestando a las mujeres en los pasillos de los centros comerciales, nosotros pensábamos que conocíamos una docena de maneras de probar la diferencia. Estábamos equivocados, por supuesto. Más allá de las pruebas de ADN o la microcirugía no hay modo de saberlo. Pero sabíamos que siempre podíamos obtener una respuesta de las víctimas de nuestras burlas, y la respuesta era siempre tomada como verdadera —hasta que esto también comenzó a cambiar. Jenny —me enorgullece recordarlo— no se ofendió. Se tumbó a mi lado. Sus ojos, ahora abiertos, profundos y negros, quedaron fijos en mí. La sentía —las palabras son insuficientes para expresarlo— líquida, tersa, tibia, envolvente. Sensitiva y sensual. Oh, qué creatura tan adorable. Un rayo de amor y placer pugnaba por que me hiciera de oídos sordos. Pero mi curiosidad era tal que yo escucharía cada una de las palabras que ella tuviera qué decir al respecto. Momentos como éste son los que se recuerdan al
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borde de la muerte. El beso que nos dimos antes de su respuesta fue tierno y extático. Sus labios, su lengua, eran milagros, no importaba del material que fueran. Sabía, incluso antes de escuchar su respuesta, que nunca la dejaría. Así que ¿qué importaba de lo que estuviera hecha? “Tú eres mío”, dijo, como si se tratara de un suceso contundente. Ella había pronunciado esta frase mientras hacíamos el amor, y siempre me había gustado que lo hiciera. “Y yo te pertenezco. Todo lo demás es vano”. Como se detuvo ahí, pensé con desconfianza que estos rodeos eran una forma de evasión. ¿Cómo me atrevía yo a dudar de ella? “Pensé que ya lo sabías. Fui ensamblada en Düsseldorf, en Greater France. Tal como mis padres y mis tíos, con los que fuiste tan amable. Pero el primo que conociste en el restaurante, contra el que perdiste un partido de squash, él es hecho en Taiwán”. “¡¿Düsseldorf?!” fue todo lo que logré articular, aunque la sílaba final se confundió con el sonido que hice al tragar saliva, por lo que pensé que yo mismo me estaba desvaneciendo. Ese tipo de sensaciones correspondían no a mí sino a la naturaleza de las cosas, al vacío que había en medio de las cosas, a la esencia de la materia y el espacio. Alrededor de estas dos entidades se había decretado la abolición de una marea de éxtasis. Tal confirmación de su extraña y hermosa constitución diferente estremecía el mundo al que yo pertenecía y lo llevaba a un punto de fuga tan singular como ajeno. En segundos obtuve, para decirlo con las ingeniosas palabras de mis juegos adolescentes en el centro comercial, “la vuelta de carro”. Llevado por los tenues latidos de mi corazón, perdí el conocimiento durante un momento. Qué pena ser un amante egoísta, y volví en mí para decírselo. Claro que estaba en su naturaleza perdonar. Estaba enamorado y no había vuelta para atrás. Pero ahora yo sabía con certeza algo acerca de ella que no debía perder de vista. Su eficiente procesamiento de ideas corría a la velocidad de la luz. Ella podía pensar un millón de veces más rápido que yo. La diplomacia y otras consideraciones le impedían hacerlo evidente. Pero si nos fuéramos a vivir juntos, debía estar consciente de que sería difícil para mí ganar una discusión o argumentar en contra de una decisión que ella tomara. En el momento en que yo me encogiera de hombros y me diera la vuelta para alejarme de ella y repensar las cosas, ella habría ya procesado en su mente prácticamente todo lo que se sabía acerca de la naturaleza humana y la historia de la civilización. Así que ahí lo tienen: así es como fue para mí. Los que pertenecemos a mi generación nos sentamos a orillas de los grandes abismos o grietas en esta montaña que parece prolongarse sin fin a la que rutinariamente llamamos la historia de la modernidad. Créanme, si no se han disculpado todavía con una máquina por haber formulado una pregunta inapropiada, entonces no tienen idea de la distancia histórica que mi generación y yo hemos recorrido.
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Traducción de Juan Manuel Gómez. © New York Review of Books.
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CIENCIA
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DESMETÁFORA
Diez años del Gran Colisionador de Hadrones
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na década después de su puesta en marcha la lista de descubrimientos, desarrollos tecnológicos y éxitos científicos es larga. El Gran Colisionador de Hadrones (LHC) del Centro Europeo de Investigaciones Nucleares (CERN, por sus siglas en inglés), que se encuentra en Ginebra, comenzó mal. Un accidente días después de la inauguración dañó un segmento largo del gigantesco anillo de 28 kilómetros. Después del incidente, las reparaciones tardaron un año, pero el retorno del LHC al escenario de la gran ciencia fue tan exitoso que superó todas las expectativas. El acelerador más grande jamás construido se encuentra a más de 100 metros por debajo del nivel del suelo en un túnel con apenas cuatro metros de diámetro. Ahí se lleva a los protones y a los iones de plomo a velocidades muy cercanas a la de la luz para hacerlos chocar. Arriba, los campos de cultivo verdes en verano, blancos y grises en invierno, no dan señas superficiales de lo que ocurre en la profundidad del subsuelo. El valle entre los Alpes suizos y los Montes Jura franceses da cabida al lago Leman, a Ginebra —ciudad de los grandes bancos, las industrias de relojería y los chocolates—, a viñedos, ríos y pueblos dispersos. El laboratorio es parte del paisaje y rebasa la frontera entre Francia y Suiza de la misma manera que los objetivos del gran experimento superan la imaginación. En diez años de trabajo la lista de los grandes temas es encabezada por el descubrimiento del Higgs —bosón que es más, pero no mejor, conocido como “partícula de Dios”—. Este hallazgo fue decisivo para que el Premio Nobel de 2013 se otorgara a los proponentes de la existencia de esta singular partícula. Abrió además un campo de investigación nuevo que nos dará, con el tiempo y un ganchito, una mejor comprensión de la estructura y el origen del Universo. Otro gran descubrimiento es la naturaleza líquida del plasma de quarks y gluones. El estudio de este nuevo estado de la materia nos revela un líquido perfecto en contraposición con todas las expectativas. La sopa de quarks y gluones se ha producido de manera controlada en el laboratorio a una temperatura de más de 5 mil millones de grados centígrados y su estudio nos puede decir mucho del universo temprano, cuando éste tenía un microsegundo de edad. Las publicaciones donde se anuncian estos dos hits de la ciencia moderna
GERARDO HERRERA CORRAL gherrera@fis.cinvestav.mx FOTOGRAFÍA MAXIMILIEN BRICE
El éxito de las pruebas para acelerar átomos abre la posibilidad de utilizar aceleradores como fábricas de rayos gamma.
están entre las diez de mayor impacto que el proyecto Gran Colisionador de Hadrones ha producido. Por el lado tecnológico, la radiografía en color se anuncia en redes sociales con las primeras imágenes en seres humanos. El interior del cuerpo genera color con los componentes químicos que constituyen los órganos, y un nuevo dispositivo permite verlos. Esta manera de mirar nuestro interior permitirá contar con diagnósticos médicos más certeros. Puede parecer extraño pero es así: la radiografía en color es una invención del proyecto Gran Colisionador de Hadrones. Mientras tanto, la comprensión de muchos fenómenos microscópicos sigue adelante con mediciones de gran precisión. Se ha reportado la observación de arreglos de cuatro quarks a los que se llaman tetraquarks; se han medido procesos que indican la existencia de física nueva y en fechas recientes la colaboración Alice analizó los datos que se tomaron el año pasado con iones de Xenón para ver la manera de medir la viscosidad que predice la teoría de cuerdas a través de la dualidad de Maldacena. Al comparar la manera en que fluye la materia inmediatamente
El acelerador renovado estará listo en 2026 y producirá más colisiones por segundo
después de la colisión, se puede ver que esta viscosidad es muy pequeña, lo que confirma de manera aún muy vaga lo que está previsto por la teoría más conocida que promete la unificación de todas las fuerzas. Las observaciones en Alice son el primer contacto de la teoría de cuerdas con lo que puede ser medido. El pasado mes de julio el Gran Colisionador de Hadrones aceleró átomos. Por diez años solo había impulsado protones y iones de plomo que no llevan consigo ni un solo electrón. El miércoles 25 de julio se inyectaron átomos de plomo con un electrón. El éxito de las pruebas para acelerar átomos abre la posibilidad de utilizar aceleradores como fábricas de rayos gamma. Y es que para producir los iones totalmente desnudos que se aceleran de manera cotidiana en el Gran Colisionador los átomos de plomo son despojados paso a paso de sus 82 electrones. Para esto, se calienta una muestra de plomo altamente puro a 800 grados centígrados. Al vapor de plomo se le hace pasar una corriente eléctrica, lo que produce iones con diferentes grados de carga eléctrica. En este proceso, a los iones de plomo generados con la mayor carga le faltan 29 electrones. A estos se los selecciona para luego hacerlos pasar por una delgada hoja de carbón que arranca más electrones y luego una segunda
vez para dejarlos completamente desnudos. Todo esto ocurre de manera cotidiana. Lo novedoso ahora es que se seleccionaron aquellos iones que se quedan con un electrón. Esto los convierte en átomos ionizados que pueden ser acelerados. La diferencia con los iones totalmente desnudos es que el electrón que queda formando al átomo puede ser estimulado con luz láser. Es decir que el electrón puede ser llevado a un estado de mayor energía para que luego se estabilice emitiendo luz. Puesto que la emisión se lleva a cabo en un átomo a gran velocidad —por la aceleración a la que está sujeto—, se producirá un efecto Doppler que corre la frecuencia de la luz emitida. Mediante esta técnica se pueden lograr rayos gamma muy penetrantes. Las posibilidades tecnológicas de esta radiación son enormes. Puede ser usada para indagar la estructura de la materia, para analizar nuevos materiales y en muchas aplicaciones más. Después de sus primeros diez años de vida, el Gran Colisionador de Hadrones sigue siendo noticia. Hace unos días comenzaron los trabajos de lo que será su segunda vida. El nuevo Gran Colisionador de Hadrones se llamará HiLumi LHC, que en español sería Gran Colisionador de Hadrones de Alta Luminosidad. El acelerador renovado estará listo en 2026 y será capaz de producir más colisiones por segundo que su versión actual. Durante los diez años que seguirán a 2026 los experimentos acumularán más datos que los que se logren registrar con el actual Gran Colisionador de Hadrones. Para tener una idea de lo que eso significa, baste decir que en 2017 se produjeron 3 millones de bosones Higgs en las colisiones. Después de las modificaciones, en un solo año se producirán 15 millones. Las excavaciones para hacer esto posible ya dieron inicio. Solo los materiales de la transformación del acelerador más grande del mundo cuestan aproximadamente 18 mil millones de pesos. Para hacerlo posible, trece países contribuyen en este proyecto. Es mucho dinero, pero la idea de darle una segunda oportunidad a temas de física como la súper simetría bien los vale. El potencial de descubrimiento es enorme y sería una pena no usar la infraestructura que ya existe. La actualización del Gran Colisionador alimenta la imaginación de los físicos que generan ideas sobre todo lo que podría ser visto cuando el número de colisiones sea tal que fenómenos muy poco probables salgan a la luz.
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EN LIBRERÍAS
08 DE SEPTIEMBRE 2018
NARRATIVA, ENSAYO El túnel
49 cruces blancas
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A FUEGO LENTO Cuentos completos 3
Historia de historias México, 2018
El poseedor de la linterna Ernesto Sabato Seix Barral México, 2018 158 páginas
Imanol Caneyada Planeta México, 2018 286 páginas
Rubem Fonseca Tusquets México, 2018 547 páginas
Setenta años cumple esta novela que, bajo la apariencia de un thriller, transporta al lector a una atmósfera de grandes inquietudes metafísicas: el origen del mal, la aspiración a la eternidad, el alcance destructivo de la pasión. Sin sus protagonistas, el pintor Juan Pablo Castel y la misteriosa María Iribarne, la literatura latinoamericana cargaría una pérdida enorme. Rechazada por Victoria Ocampo, fue, en cambio, recomendada por Camus para que se tradujera al francés.
El incendio ocurrido el 5 de junio de 2009 en la guardería ABC, en Hermosillo, y que arrojó 49 víctimas, es el detonante de esta novela que no se ajusta a la indagación periodística sino a las leyes de la ficción. Caneyada emplaza a un coro al que van a dar las voces de madres, padres y testigos, creando así un registro multifacético del dolor. Hay un ex policía metido a investigador tres años después del suceso y una trama que corre en busca de una verdad en penumbra.
Este infaltable volumen reúne cinco libros publicados entre 2002 y 2013: Secreciones, excreciones y desatinos, Pequeñas criaturas, Ella y otras mujeres, Axilas y otras historias indecorosas y Amalgama. El lector primerizo de Fonseca encontrará un universo donde la pulsión de la muerte, el sexo, la violencia y la contención verbal crean una visión desolada de la naturaleza humana, lejos del maniqueísmo imperante y muy cerca de nuestra compleja y mudable existencia.
Más allá de las ciudades
19 edificios como 19 heridas
Gigante de lodo
Alejandra Gámez Océano México, 2018 sin páginas
Alejandro Sánchez (coordinador) Grijalbo México, 2018 321 páginas
Raúl Olmos Grijalbo México, 2018 232 páginas
Tan perturbadoras como las primeras páginas de esta novela gráfica —una comunidad sin nombre mira cómo los niños terminan arrojándose por una ventana—, las aventuras que vive Lina una vez que alza el vuelo conducida por un cuervo tienen mucho de los relatos de Marco Polo y de las arquitecturas creadas por Italo Calvino. Las ilustraciones son de Axur Eneas y hacen del blanco y el negro un recurso pleno de sugerencias y matices.
En este volumen, el coordinador Alejandro Sánchez convoca a diferentes periodistas a responder a la pregunta del subtítulo Por qué el sismo nos pegó tan fuerte. Como el ocurrido en 1985, el temblor de 2017 provocó que varias edificaciones se vinieran abajo por no respetar los códigos de construcción; el caso más impactante fue el del Colegio Rébsamen. Los textos también incluyen lo ocurrido en otros estados tras el temblor del 7 de septiembre de 2017.
La transnacional brasileña Odebrecht protagonizó uno de los casos más sonados de soborno de nuestros días. En países como Panamá, Colombia y Venezuela, “los sobornos, camuflados de donativos”, como anota Olmos, en su momento fueron cobrados en asignaciones de obra pública. Aquí ocurrió lo mismo, como anuncia el subtítulo Odebrecht y su historia de corrupción en México. Pero en nuestro caso, “La impunidad, una vez más, se impuso”.
ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com
U
na primera valoración de Historia de historias (Malpaso) señalaría que se trata de un volumen que reúne los tres libros de cuentos publicados por Álvaro Uribe —Topos (1980), El cuento de nunca acabar (1981) y La linterna de los muertos (2006)— más tres piezas fechadas en 2017. Una segunda valoración arriesgaría una conjetura: entre las brevedades del primer libro y las creaciones más recientes media no solo el paso del tiempo sino una concepción distinta del tiempo: allá se manifiesta en un instante atrapado por una escritura impecablemente ardua y sugestiva, acá se demora para hacernos alcanzar la felicidad de la lectura. Una tercera valoración partiría de esta última certidumbre. Mientras leemos Historia de historias nos sabemos felices, y eso no es poca cosa. ¿A qué debemos atribuirlo? La pieza que da nombre al volumen, y que podría contenerlo por completo, relata las preocupaciones de un joven cuyo patrón ha decidido ponerlo al frente de su negocio. El joven pide consejo a su suegro, un hombre sabio, quien relata a su vez un exempla inspirado a su vez en otro exempla al que admitimos como descendiente de una larga cadena que tiene su origen en la pareja primordial. En esta laboriosa maquinaria narrativa podemos reconocer a El conde Lucanor, a Las mil y una noches, y a la arquitectura combinatoria del Calvino de El castillo de los destinos cruzados. Cuando comprobamos que el saber libresco se une con paciente naturalidad al arte de contar, iniciamos la relectura y esa renovada fascinación trae consigo un momento feliz. En ciertos tramos, Álvaro Uribe parece sugerir que sus cuentos son hijos de otros cuentos de los que tenemos memoria o hemos creído recordar. Declara su amor a la tradición, o, mejor, dicho, a una tradición que pregona la existencia de mundos regidos por una indescifrable lógica onírica o fantástica. De esta manera, hasta la historia en apariencia más realista termina conduciendo a un pueblo donde lo ocurrido hace 50 años vuelve a revivirse en el presente o a un parque donde los barrenderos siguen con celo a los caballeros. No cabe duda: Álvaro Uribe es el poseedor de la palabra y de la linterna que la alumbra, y es el demiurgo que creó a los dioses que imaginan a los hombres.
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CINE
08 DE SEPTIEMBRE 2018
LOS PAISAJES INVISIBLES
ENTREVISTA
El confabulador IVÁN RÍOS GASCÓN
L
@IvanRiosGascon
e dijo a Emmanuel Carballo: “Las palabras son inertes de por sí, y de pronto la pasión las anima, las levanta: es decir, las incluye en el arrebato del espíritu. El lenguaje es arrebatado por el espíritu, y al ser arrebatado, una palabra se tiene que unir a otra como los tramos de una cañería para que pase el fluido: como si fueran cables, del entronque justo, del entronque exacto viene la categoría, la eficacia de lo conducido, y la emisión ya no se va al aire, sino que se queda encartuchada en las palabras obligatoriamente ligadas por la urgencia que tiene el espíritu de expresarse”, y luego rememoró a André Gide y habló de la frase que consuma su belleza cuando la habita un pensamiento, y no porque esté vacía sino porque a través de ella el alma declara su nostalgia. Era irónico, un magnífico arquitecto de espirales narrativas, digamos ese relato del hombre que aguarda a un tren que quizá no arribe nunca o tal vez sí pero podría llevarlo a otro destino, se lo dice el viejecillo que aparece en la estación con su linterna y que le explica que las vías, cuando se acaban, se dibujan en el piso, y luego le cuenta que el tren se ha descarrilado en ciertos puntos y sus infortunados pasajeros no han tenido de otra que formar una provincia, que gran parte de la red ferroviara ha sido terminada por un individuo misterioso que acaparó todos los pasajes, y también le habla de los vagones que parecen cementerios, del placentero azar de viajar a donde sea, de las locomotoras con movimiento fijo, del paisaje que se estremece como un ruidoso advenimiento (“El guardagujas”). Era adorador de la mujer como el misterio absoluto, como redención y yugo, pero su mirada era ambigua, discordante, pues si en “Cláusulas” escribió que “Las mujeres toman siempre la forma del sueño que las contiene”, esa ofrenda se contradice en “El rinoceronte”, “Anuncio”, “El faro”, o en su cuento que más me intriga, “Una mujer amaestrada”, la historia del hombre que se topa con un saltimbanqui exhibiendo a una mujer dentro de un círculo de tiza. La mujer hace malabares, resuelve operaciones aritméticas, bailotea. Un enano toca un tambor, y la gravedad acústica da un tono más siniestro al mísero espectáculo. También a él, “Una mujer amaestrada” le causaba turbación (se lo confesó a Carballo): “Refiere la tragedia del amor y el desplome de la relación amorosa. Una amiga mía, Luisa Josefina Hernández, dijo que este texto es una escena doméstica. Para mí es algo infinitamente más trágico: la percepción de la mujer y la percepción del hombre como criatura subordinada a la mujer”. El saltimbanqui sujeta a la mujer con una cadena (simbólica, precisa el narrador), y la somete con un látigo de seda flojo, que ni siquiera emite un chasquido. Esta sola imagen, leída irresponsablemente, causaría hoy un feroz linchamiento, haría pedazos a su autor, mas por fortuna concibió y publicó su cuento hace décadas, durante los años de fertilidad de un Juan José Arreola que el próximo 21 de septiembre cumpliría 100 años.
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La película de animación Ana y Bruno le debe mucho a la mirada expresionista.
Carlos Carrera
“No hay que tratar a los niños como consumidores”
P
HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com FOTOGRAFÍA ALTAVISTA FILMS
asaron casi diez años para que Ana y Bruno llegara a las salas. En su nueva película de animación, Carlos Carrera desarrolla la historia de una niña que deberá salvar a su madre con la ayuda de extraños y divertidos seres fantásticos. La influencia expresionista y el tratamiento de las emociones humanas son parte de la rúbrica del cineasta. ¿Porqué Ana y Bruno tardó tanto tiempo en llegar a las salas? Con cualquier película eres uno cuando la empiezas y otro cuando la terminas. Es un mal del cine mexicano y específicamente de la animación. En Ana y Bruno la parte creativa, story board y dibujos a lápiz se hicieron hace casi diez años. El resto fue un proceso muy lento. En la historia cuestiona lo que entendemos por locura. ¿Por qué lo persigue este tema? Quería poner sobre la mesa lo relativo que es estar sano o enfermo. ¿Qué percepción se tiene de lo que debe ser un comportamiento adecuado? ¿Qué tan extrema puede ser la reacción normal de una persona ante un evento doloroso? Son cuestiones que traté en un cortometraje documental hace muchos años y me siguen interesando.
Aunque aterrizadas en una película infantil. Ese era uno de los retos de Ana y Bruno. Quería contarla de manera sencilla e incluir elementos de amistad y amor filial para equilibrar la película. ¿Usa el humor para conectar con la audiencia? El humor inteligente es fundamental. Hay gente que todavía se pregunta si es una película infantil. Yo sostengo que es para todo el público. Necesitamos dejar de tratar a los niños como minusválidos mentales y emocionales, o como meros consumidores. Usar seres imaginarios es buena salida para hablar de la esquizofrenia. Crear el universo de la película fue la parte más divertida. Una vez que tuve a los personajes, les busqué un rasgo de comedia diferente y afín a una patología. ¿Cómo hablarles de la muerte a los niños? Tarde o temprano nos enfrentamos a la muerte. Siempre será mejor decirles que duele y es triste, y que puede
“Dotar de vida a dibujos para que transmitan emociones hace de la animación un arte”
pasarle a cualquiera. Es imposible escatimar el contacto con la realidad. ¿Cómo hacer una animación atractiva sin recursos millonarios? Establecimos un consenso entre producción y recursos técnicos. Al margen del tema y el guión, dotar de vida a dibujos, esculturas o datos para que transmitan emociones hace de la animación un arte. No apostamos al hiperrealismo sino a un estilo de libro infantil. Y al expresionismo. Desde mis primeros cortos, pasando por El héroe, es una corriente que me ha acompañado. Me gusta porque mantiene cierta oscuridad a la hora de representar las emociones. Por una u otra razón sus películas toman bastante tiempo. ¿El cine es un acto de fe? La vocación por el cine me acompaña desde joven y veo las dificultades como parte del proceso creativo. Ahora estoy buscando mecanismos independientes para no dejar de trabajar. ¿El cine mexicano tiene repercusión social? A pesar de la variedad de temáticas, me parece atroz que en taquilla repercuta un tipo de cine y me refiero a la comedia romántica, que es lo menos parecido a nuestra realidad.
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ESCENARIOS
08 DE SEPTIEMBRE 2018
DANZA
VIBRACIONES
Amoroso acompañamiento entre mujeres
La muerte de las vibraciones HUGO ROCA JOGLAR
@hrjoglar
ARGELIA GUERRERO makarova81@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA PAULO GARCÍA
FOTOGRAFÍA MUSICAANTIGUA.COM
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E
l viernes 14 de septiembre, como parte de la temporada del Taller Coreográfico de la UNAM, se presentará la pieza Experiencia, del bailarín, maestro y coreógrafo Andrés Arámbula, a partir de la música de Ezio Bosso y Ludovico Einaudi, estrenada en el marco del Laboratorio UNAM impulsado hace unos meses por su director anterior Ángel Rosas. Bailarín del Taller desde hace 18 años, Andrés Arámbula ha creado obra para la compañía en ocasiones anteriores, aún bajo la dirección de Gloria Contreras, quien también hiciera piezas para ser bailadas por él. Esta experiencia dancística ha desarrollado en el coreógrafo una sensibilidad empapada de la poética de Contreras, a la que suma una vida dedicada a la danza desde sus diversos ámbitos: como bailarín, como maestro y como coreógrafo. La obra posee una carga estética grande que aprovecha todo el potencial físico y técnico de las bailarinas, así como el recurso de la sutileza en los movimientos que caracterizan la danza de Arámbula, incluso desde sus clases. Las referencias a las obras de Gloria Contreras son claras pero no burdas. Inspirada en Danza para mujeres, la coreografía Experiencia juega con la referencialidad a la mujer, que expuso la coreógrafa en su pieza y a la que Andrés Arámbula suma la perspectiva propia, inspirada en su hija Valeria.
Experiencia, del maestro y coreógrafo Andrés Arámbula, escenifica la lógica del cauce y la del rompimiento.
A Valeria, como para casi todas las mujeres que han decidido dedicarse a esta dura profesión, le ha resultado complejo y muchas veces doloroso transitar por la ruta de la danza. Se trata de un camino complicado que generalmente se enfrenta desde muy temprana edad y que paradójicamente debe afrontarse con un bagaje grande de madurez. Un carácter endeble no resiste esta profesión. El coreógrafo ha visto y compartido las vicisitudes de su hija y es en la danza en donde encontró el cauce y el lenguaje que le permitió abrazarla y acompañarla. Cinco mujeres en escena representan el juego muchas veces paradójico y contradictorio que las envuelve cuando están juntas, en cualquier contexto. Sometidas a la confrontación, la competencia y la necesidad de aprobación, las mujeres en la danza, pero también fuera de ella, padecen esta imposición y muchas veces se miran inhabilitadas para romperla. Las bailarinas juegan con una danza responsorial, que unas veces sugiere un juego y otras tantas una pelea. Es una sucesión de movimientos fluidos que en algunos momentos
Las bailarinas juegan con una danza que unas veces sugiere un juego y otras una pelea
parece agotador, desgastante. Es el instante en que el coreógrafo decide para que se tomen de la mano, más que por una convicción determinada y decidida, por una especie de instinto de sobrevivencia: no se tiene más que a la mujer de al lado, aquella que era la competencia, para abrazarse y fortalecerse. La coreografía dibuja trazos distintos en las bailarinas y contrasta las dinámicas de los movimientos de cada una. Mientras unas se mueven con fuerza acentuada, casi golpeada, otras lo hacen suave y sutilmente. Cada bailarina posee su historia y la enfrenta a su modo, desde su danza, por caminos solitarios que, sin embargo, llegan a encontrarse en unísonos maravillosos en el escenario. Después de un abanico de movimientos virtuosos, las bailarinas conjuntan su danza, se toman de la mano y tiran de la última, la que desde el piso no se da por vencida y eleva el torso, se levanta y extiende la mano para seguir. El resto avanza con ella y el peso de su historia. La pieza de Andrés Arámbula es poderosamente femenina, pero no por el lugar común de la delicadeza del movimiento, sino por la fortaleza que exige confrontar el rol cotidiano y decidir darle otro cauce. Es la perspectiva de quien mira a su hija elegir un camino difícil y, lejos de evitarlo y sucumbir a la protección patriarcal, suelta y acompaña. Valeria no está sola. Esta danza es un amoroso acompañamiento entre mujeres.
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a primera columna que, hace cuatro años y medio, escribí para Laberinto narra cómo en Ciudad Juárez, durante la narco-guerra del sexenio de Felipe Calderón (2006-2012), la Universidad Autónoma de la ciudad ofreció 24 producciones operísticas distintas y, por primera vez en la historia del arte, la ópera dejó de ser sinónimo de sofisticación y dinero para, desde un infierno de muertes, ofrecer salidas hacia la vida y manifestar a través de la música la invencibilidad del espíritu humano. Porque son invisibles, a mi columna la bauticé “Vibraciones”, y la imaginé en dos dimensiones: íntimas interpretaciones sobre música contemporánea interesante (Basalto de Mercedes Nasta, Concierto para viola y orquesta de Jennifer Higdon, las óperas de Federico Ibarra, Moby Dick de Jack Heggie, Cuarteto para cuerdas núm. 7 de Gloria Coates, Canciones del ancla de Lázaro Cristóbal Comala, Heaven and Earth de Kamasi Washington o el próximo Réquiem de Tlatelolco que en octubre estrenará Mario Lavista) y las tristes vidas de compositoras muertas (Barbara Strozzi, Maria Theresia von Paradis, Louise Reichardr, Josephine Lang, Fanny Hensel, Lili Boulanger, Amy Beach, Rebecca Clarke, María Teresa Prieto o Alicia Urreta) que han sido ignoradas de la historia de la música por no haber nacido hombres. Pero hoy todas esas cosas —ópera en tiempo de guerra, mujeres que escribieron grandes partituras desdeñadas o nuevos cantos hermosos y raros— han terminado. El espíritu humano es invencible cuando existe a través de la música; una existencia efímera y luminosa que, tras gozosos instantes de misterio y color, se desvanece en el silencio. Mueren los ciclos y muere el espacio. Incluso el sonido, que es eterno, muere eventualmente. Y, tras 125 entregas, hoy mueren las vibraciones de esta pequeña columna sobre música.
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DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO, IVÁN RÍOS GASCÓN ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ
LABERINTO
08 DE SEPTIEMBRE 2018
http:// www.milenio.com/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter:@SCLAberinto
TOSCANADAS
Virtud de los mortales DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com
E
sta semana volví a escuchar una cita de Dostoievski, específicamente de Iván Karamazov: “Si Dios no existe, todo está permitido”. El detalle es que Iván no dijo tal cosa. Dijo algo semejante, algo que parece implicar tal idea, pero que resulta más profundo: “No hay virtud si no existe la inmortalidad”. La frase no niega la existencia de Dios, pero a falta de castigo o premio eterno, sus leyes se vuelven letra muerta. Ya San Pablo había registrado algo parecido en la primera carta a los corintios: “Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, porque mañana moriremos”. Lo que hace Iván Karamazov es rebelarse. “Puedo aceptar a Dios”, le dice a su hermano, “pero, con todo respeto, le devuelvo la entrada”. Esto es más interesante que negar su existencia. Él manda a Dios al diablo, con todo respeto.
EL PAPA FRANCISCO
La Iglesia católica vuelve a cimbrarse por los escándalos de abusos a menores.
Dostoievski mismo creía que la poca armonía del mundo se debía a la vida eterna. En una carta escribe: “Supón que no existe Dios o la inmortalidad del alma… ¿Por qué habría de vivir justamente y realizar buenas acciones?… ¿Por qué no habría de cortarle el cuello a otro hombre para robarle?”. La ética como consecuencia de los mandatos de un dios es una historia vieja, pero falsa. Las hordas de ateos que se han multiplicado desde que existe la libertad de conciencia no han salido en masa a degollar a nadie. De hecho, hace poco un estudio reveló que las personas ateas son más altruistas y bondadosas que las religiosas. Al final vemos que la cosa funciona al revés. La persona que cree en Dios se sabe con licencia para delinquir, pues bastará arrodillarse y decir algunas palabras para que se le borren sus delitos. Por eso los criminales más siniestros de nuestra época visten sotana. “Dejad que los niños vengan a
mí”, dicen para emular a Jesús solo de palabra. Luego se inventan un mundo de demonios y mártires y perdones. Muchos santos fueron al principio grandes pecadores. Iván Karamazov parece hablarle a esos hijos de la gran puta cuando dice: “Todos han de contribuir con su sufrimiento a la armonía eterna, ¿pero por qué han de participar en ello los niños? No se comprende por qué también ellos han de padecer para cooperar al logro de esa armonía, por qué han de servir de material para prepararla”. El papa Francisco se dice indignado, pide disculpas metafísicas y cruza los dedos para que no se destapen otros miles de escándalos que él ya conoce. Por eso Iván Karamazov continúa: “Me niego a aceptar esta armonía superior. Opino que vale menos que una lágrima de un niño, una lágrima de esa pobre criatura que se golpeaba el pecho y rogaba a Dios en su rincón infecto”.
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CAFÉ MADRID
Fotogramas
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o me acostumbro a ir al cine por la mañana. Es raro: uno sale de la oscuridad a una calle ajetreada y llena de luz, con una sensación extraña en el cuerpo después de haberse conmovido o reído o sorprendido o aburrido con la historia exhibida en la pantalla. Y así hay que afrontar el resto del día. A los periodistas, sin embargo, no nos queda otra opción si queremos ver las películas antes de su estreno para contárselas al público o para entrevistar a sus protagonistas y directores. Cuando se trata de una cinta sobre nuestra profesión, además, el material audiovisual cala con fuerza y uno se levanta de la butaca naufragando en un mar revuelto de nostalgias, lecciones y reflexiones (algo que no es exclusivo de los cursis y sentimentales, ¿eh?, porque he visto salir del cine con el rostro desencajado a varios colegas que van de duros por la vida). En los últimos años me ha pasado eso; por ejemplo, con Spotlight o The Post (que aquí se llama Los archivos del Pentágono) y me ocurrió una vez más esta semana con Querido Fotogramas, un documental sobre la revista de cine “más vendida y leída de España” que se estrenará dentro de unos días en el Festival de Cine de San Sebastián. Un matrimonio barcelonés fundó Fotogramas en 1946 y la revista se mantuvo como un negocio familiar hasta 2011, cuando los herederos la vendieron al conglomerado internacional Hearts Magazines. Comenzó siendo quincenal, luego semanal y, finalmente, mensual. En medio de la posguerra y el franquismo, sus páginas (que no se escapaban de la censura del régimen) brindaban un
VÍCTOR NÚÑEZ JAIME periodismovictor@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA CORTESÍA FOTOGRAMAS
infoentretenimiento de gran calidad desde Barcelona, “la única ciudad cosmopolita de la España de entonces. Porque, la verdad, Madrid parecía un pueblo”, dice en el documental Jaume Figueras, uno de los críticos cinematográficos de la publicación que, en sus más de 70 años de historia, ha contado con las firmas de Ángel Casas, Román Gubern, Terenci Moix, Maruja Torres y Enrique Vila-Matas. Cuenta este último: “Al poco de entrar como redactor a la revista, me pidieron que tradujera
En la década de 1970, la redacción ubicada en La Rambla de Barcelona parecía, más bien, un club
una entrevista con Marlon Brando que se le había comprado a una periodista estadunidense. Era algo importante porque Brando casi no daba entrevistas, porque esa la íbamos a publicar en español solo nosotros y porque se había pagado una buena cantidad por ella. Al igual que el resto de mis compañeros, mi conocimiento del inglés era muy escaso y, temiendo que me echaran, decidí inventarme la traducción. Fue portada y nadie puso un pero”. En la década de 1970, bajo la dirección de Elisenda Nadal, la Redacción ubicada en La Rambla de Barcelona parecía, más bien, un club. “Hacia el mediodía comenzaban a llegar los colaboradores, nos servíamos un café y empezábamos la tertulia que, para los más jóvenes, era una clase magistral. Ahora, en cambio,
Portadas de la revista cinematográfica fundada en 1946.
las redacciones están muertas, con gente que clava la mirada en el ordenador y bebe solo agua. ¡Bah!”, dice Maruja Torres, durante mucho tiempo la reportera estrella de Fotogramas, quien recuerda especialmente la figura y los textos de Terenci Moix, “el único que podía escribir de Sara Montiel. Esa condición puso para escribir en la revista. Le dijo a la directora: ‘Vale, escribo en Fotogramas porque tú me lo pides, pero no permitas que nadie más escriba sobre Saritísima, que el único que la conoce a la perfección soy yo’. Y Elisenda aceptó, claro. Eso y tener que invitarle de vez en cuando a cenar y charlar hasta las tantas”. El hilo conductor del filme son las cartas más curiosas que ha recibido la revista por parte de sus lectores. Hay quien exige mayor moralidad en las fotografías o un gran reportaje con todo-todo sobre su actor favorito e, incluso, quien se atreve a pedir la dirección de la actriz de sus sueños para poder cartearse con ella. Las leen varios actores y directores que, a su vez, reflexionan sobre la importancia del cine y la trascendencia de la publicación que cada año, el día de San Juan Bosco, entrega los premios Fotogramas de Plata. Nadie hace referencia, sin embrago, al reciente despido de los miembros de su Redacción en Barcelona y a que, desde este verano, Fotogramas se hace íntegramente con un equipo reducido en Madrid. Tampoco al destino que tendrá su enorme y valioso archivo. Son tiempos de cambios drásticos en la industria periodística, que no escatiman en mermar parte de la esencia de la profesión. Pero uno sale del cine y se topa con un día radiante.
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