Laberinto No.797 (22/09/18)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO ENTREVISTA

ENSAYO

GUADALUPE ALONSO CORATELLA

VÍCTOR NÚÑEZ JAIME

Prefiero los cambios graduales: Alma Guillermoprieto

El Nobel que nació periodista Foto: EFE

SÁBADO 22 DE SEPTIEMBRE DE 2018 AÑO 15 - NÚMERO 797

Una conversación con Éric Vuillard Melina Balcázar Moreno/ FOTOGRAFÍA: JOËL SAGET/ AFP

a

Es difícil saber si los dos hombres que el 24 de marzo asumieron la tarea bárbara de bombardear a sabían que eran víctimas de Kosovo sus cruzados. Uno es el madrileño destinos Madariaga, secretario general Javier Solana de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), un humanista de cincuenta y siete años, catedrático de Física y sobreviviente ileso de ministerios homicidas: Cultura,tres Educación y Asuntos Exteriores. En el ámbito de sus numerosos amigos se muestra siem- pre como es: un intelectual que no pa- rece barba- do, sino mal afeitado por las prisas del insom- nio, que conoce a fondo la magia de la conversación y ha leído bien y en serio todos los libros que se deben leer, y muchos que no se debe. Lo raro es que no haya escrito ninguno ni confesado nunca sus versos de amor. Goza de la fama mundial muy merecida de ser el hombre más pródigo en sonrisas y abrazos, al extre- mo de que un amigo suyo ha dicho que es capaz de abrazar hasta un poste de la energía eléctrica. Sin embargo, las pocas veces en que baja la guardia, sus ojos lo delatan como un poeta triste y propenso a la soledad.En el ámbito de la vida sabe guardar las distancias con política cada quién según su propio criterio, y siempre cortesía seductora de su tío abuelo con la don Salvador de Madariaga. Pero también tiene fama de ser colérico cuando el motivo lo vale, y de decir lo que mirar a quién. Su contradicción piensa sin más grave ha sido manifestarse a gritos contra el ingreso de España a la OTAN, flamante secretario general en y ser hoy su pie de guerra. En fin: un civil nada común, que parecía incapaz de matar una mosca, embargo ha cumplido sin vacilación y sin la orden militar más azarosa de este siglo. El único consuelo que nos queda es creer que aquel acto brutal a sus amigos no fue un designio de su corazón, sino una putada de su mala suerte.

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Ilustración: Alfredo San Juan


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ANTESALA

22 DE SEPTIEMBRE 2018

CASTA DIVA

A huevo AVELINA LÉSPER www.avelinalesper.com FOTOGRAFÍA NEW MUSEUM

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a demagogia feminista revanchista es parte de la ociosidad burguesa, las consignas sociales son los nuevos juegos viciosos, diversiones mundanas políticamente rentables, y además subvencionados por el Estado. En el New Museum de Nueva York, famoso por exponer exclusivamente artistas jóvenes y mediocres, la jovencita de 56 años y feminista apadrinada por el sistema, Sarah Lucas, inauguró su retrospectiva con un performance colectivo que consistió en estrellar 1000 huevos contra la pared para hacer una “pintura” ayudada por una furiosa horda de feminoides. La artista VIP hizo de su misandria, odio a los hombres, el concepto rector de su trayectoria, sus obras son un catálogo de clichés psiquiátricos, los herederos de Freud deberían demandarla por plagio, sin embargo los curadores escribieron una tesis doctoral por si alguien no entendió la relación de los genitales masculinos y los huevos, incluida en la factura de venta al museo. En la terapia grupal de castración metafórica, las fascistas amigas desperdiciaron groseramente una cantidad de comida que por menos de eso decapitaron a María Antonieta. Es frustrante que el performance termine con una sala pestilente, las amigas estaban tan divertidas que deberían encerrarlas en el New Museum durante dos meses participando en el reality show feminoide El planeta de las Lucas, para disfrutarlo en tiempo real por internet. Tendrían más terapias de grupo desahogando sus experiencias con los hombres, harían obras VIP como la del pollo en los calzones y el mega dildo que la hizo famosa en Art Basel, cuidarían a sus hijos concebidos por inseminación artificial, y se pelearían entre ellas por hacer la estigmatizante limpieza de las salas del museo que ensuciaron con su “obra”. Aristóteles afirma que el arte es sabiduría que reúne teoría y experiencia, el conocimiento teórico de arrojar un huevo hizo a Lucas miembro de la Royal Academy de Londres, no pintar al temple y dominar las técnicas renacentistas, la académica se pone huevos estrellados en los senos y eso significa que tiene una causa social. La misandria de Lucas denigra la sexualidad masculina e incita a la violencia en contra de ellos convocando a la castración colectiva y para la Academia es una reivindicación que merece ser expuesta, mientras la Venus del espejo de Velázquez, es una pintura sexista que debe ser retirada del museo. El patrocinio de estas obras institucionaliza la misandria, y la hace una expresión aceptable, si por ejemplo, un artista VIP hombre hiciera algo similar en contra de las mujeres, que aplastara papayas, cerezas o alguna fruta “sexualizada”, lo linchan y termina su carrera. Es el negocio de trabajar de víctima del sistema.

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El performance Eggs for Women.

El jefe de la mafia: Gotti. Dirección: Kevin Connolly. Estados Unidos, 2018.

HOMBRE DE CELULOIDE

Entre el mafioso y el narco

H

FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA LIONSGATE

ablemos de Gotti, película de mafiosos en la que John Travolta pretende impresionar. No hay famoso actor estadunidense que no haya hecho a un mafioso notable. Ahí está Marlon Brando acariciando a un gato y hablando de amor “por América”. Inolvidable Al Pacino hundiendo la nariz en una montaña de cocaína en Scarface. ¿Qué decir de Robert de Niro como Al Capone o de Charles Bronson haciendo a Joe Valachi? Los hay tan fallidos como este Gotti, claro: causan risa los kilos de maquillaje que tuvo que ponerse Johnny Depp para ser James Bulger en Pacto criminal y es hilarante la paliza que le dan a Leonardo di Caprio en Gangs of New York: le rompen todo el cuerpo pero, eso sí, dejan intacta su cara angelical. El estadunidense ama a los mafiosos tanto como los mexicanos al charro cantor. Ya en 1931 Mervyn LeRoy elogiaba el mundo secreto de los pactos, traiciones y dinero mal habido en Little Caesar y no es de extrañar que una de las series más famosas de las nuevas plataformas sea justamente Breaking Bad. Pero entre los mafiosos hay una suerte de fetichismo: el estadunidense de a pie lo prefiere italiano o cuando menos blanquito. ¿Dónde están la mafia china y la árabe? ¿Dónde está la mafia mexicana o salvadoreña? Pa-

ra ser mafioso y triunfar en la tierra de Trump hay que estar aculturado: como los judíos de Érase una vez en América o Vigo Mortensen en Promesas peligrosas mostrando un cuerpo correoso y tatuado con el que (desnudo) puede golpear a muerte a cinco tipos en chamarra de piel y armados hasta los dientes. Hay que tener los ojos azules como Travolta, pues. Vestir trajes de dos mil dólares y no, como los narcos mexicanos, botas de culebra. ¿Por qué? Antes de ofrecer mi respuesta, debo decir que Gotti es una película muy mala. La historia no solo es predecible. Para que Travolta cuente la vida de este gangster desde que era adolescente hasta que muere de cáncer parecen haber usado un filtro de Instagram. Aun así el actor cae tan bien como en Pulp Fiction, que no es una obra de mafiosos sino más bien una parodia. Travolta cae bien por lo discreto de su cojera cuando sube las escaleras para asesinar a un enemigo, por el amor que tiene por su familia y porque sabe hacer

Los mafiosos italianos están pasados de moda. Little Italy es hoy como la Condesa

como que tiene el honor de hierro que tanto gusta a los estadunidenses y que se sintetiza en esta palabra: dólar. Si comparamos Gotti con Un Prophète de Jacques Audiard (una de las dos o tres mejores películas de mafiosos a mi parecer) la obra sale mal parada. No sorprende, no enternece, no emociona. ¿Qué tiene Un Prophète? Una visión de la mafia más acorde con la segunda década del siglo XX y es, en suma, metáfora del modo en que ha cambiado el mundo. Los mafiosos italianos están pasados de moda. Little Italy es hoy un centro turístico que en Nueva York se parece a la Condesa. La Cosa Nostra se ha transformado en un cártel de droga mexicano por más que al estadunidense promedio no terminen por fascinarle los narcos. Tal vez porque a diferencia de los mafiosos europeos, se gastan su dinero en fiestas ruidosas en pueblos de este lado del Río Bravo. Un Prophète, ganadora del Gran Premio del Jurado de Cannes, muestra el cambio en la geopolítica de la mafia. Los sicilianos están hoy en manos de los árabes y en Estados Unidos los pactos de sangre se hacen en español. Somos bad hombres, pero no por falta de escrúpulos sino porque, a diferencia de Gotti, los mexicanos en Estados Unidos no olvidan el idioma de sus padres.

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ANTESALA

22 DE SEPTIEMBRE 2018

POESÍA

LOS PAISAJES INVISIBLES

Asiento trasero

El terremoto de septiembre

TANYA HUNTINGTON

A Miquel Prosiguen los caminos y olvidamos, y somos olvidados como los propios astros fugaces que se han ido. Edward Thomas Gracias a este poema, ya no podré olvidar cómo te sentaste en el asiento trasero de un Nissan Platina rojo y, de la nada, me preguntaste, si tenían lengua o no los tiburones. No supe la respuesta. Entonces me pasaste tus binoculares para ver las marcas dibujadas con gis que hicieron las estrellas a 130 kilómetros por hora contra la negrura de un cielo no empañado por luces de ciudad. Y me dijiste que todo verso escrito aspira a convertirse en paradoja: como cantar sin música. Así es esta canción que te dedico.

Este poema forma parte de Solastalgia (Almadía/ Universidad Autónoma de Aguascalientes), versión al español de Hernán Bravo Varela. EX LIBRIS

Ganesh y sus consortes/ EKO

IVÁN RÍOS GASCÓN

E

@IvanRiosGascon

l terremoto no fue el 21, fue el 18 de septiembre, aclara Melitón. El 21 llegó el gobernador a Tuxcacuesco con su comitiva de geólogos para calcular los daños y proceder a la indemnización, pero la visita derivó en una diabólica merluza: el ponche de granada corrió a raudales, prepararon una comilona con carne de venado, guacamole y varios kilos de tortillas, amenizada por una banda de Tepec que con arpa y tambora inauguró la algarabía al ritmo de Zopilote mojado. El convite le costó a los tuxcacuenses algo así como cuatro mil pesos, pero no fue por lisonja sino por inversión, al menos eso le dijeron a la gente que acudió al mitin y estiró el cuello para ver cómo el gobernador roía hasta el último hueso de venado, devoraba varias tortillas untadas de salsa y se limpiaba las manos con los calcetines para no manchar las servilletas, recuerda Melitón, porque la comilona subió de tono más pronto que tarde, cuando el góber profirió el discurso: “Conciudadanos. Rememorando mi trayectoria, vivificando el único proceder de mis promesas. Ante esta tierra que visité como anónimo compañero de un candidato a la Presidencia, cooperador omnímodo de un hombre representativo, cuya honradez no ha estado nunca desligada del contexto de sus manifestaciones políticas y que sí, en cambio, es firme glosa de principios democráticos en el supremo vínculo de unión con el pueblo, aunado a la austeridad de que ha dado muestras la síntesis evidente de idealismo revolucionario nunca hasta ahora pleno de realizaciones y de certidumbre y bla bla bla”, entre los beodos despuntó un borracho que repetía y aplaudía, aplaudía y repetía cada palabra, hasta que el pueblo, embelesado por el rollo del góber y cansado del felpudo humano exigió silencio, mas el borracho sacó la pistola y disparó al aire como un imbécil, lo que desató la otra imbecilidad, la de Fuenteovejuna, y volaron las botellas, los platos y las sillas, y afuera también se desató la bronca, unos se liaron a trompadas y otros a machetazos, hubo heridos y hasta un muerto pero el góber, inmutable, acabó su discurso, se largó con su séquito y jamás llegó un solo peso a las arcas de Tuxcacuesco, así los dejaron, con sus escombros, sus difuntos, su miseria. Sí. Fue el 18 de septiembre, dijo Melitón en “El día del derrumbe”, el cuento de Juan Rulfo de El Llano en llamas, publicado en 1953, hace 65 años. Ah, el México de Rulfo. Tan imaginativo, tan irreal. Ese México de los sismos de septiembre y los damnificados, el del luto. El de los embusteros y ladrones, sean presidentes, gobernadores, delegados o incluso burócratas de medio pelo. El del pueblo traicionado. El de la fiesta anestesiante. El de la resignación y el de la desmemoria. El de la tragedia permanente. El de la reconstrucción no solo material sino política y moral siempre aplazada, el de las vidas que han de rehacerse ya sin techo, sin justicia. El México caído o que irá a caer, que se derrumba poco a poco como si fuera un montón de piedras.

Ah, el México de Rulfo. Tan imaginativo, tan irreal; el del pueblo traicionado

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PERIODISMO

22 DE SEPTIEMBRE 2018

El escándalo del siglo. Textos en prensa y revistas (1950–1984) recupera los primeros trabajos de “reportería” de Gabriel García Márquez

El Nobel que nació periodista

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VÍCTOR NÚÑEZ JAIME/ MADRID ILUSTRACIÓN ALFREDO SAN JUAN

os años después de ocurrido el crimen, con el escándalo y la conmoción todavía meciéndose en el ambiente, Gabriel García Márquez (1927–2014) llegó a Roma dispuesto a desentrañar el caso de Wilma Montesi, una chica de 21 años aspirante a actriz de cine y novia de un policía, con quien tenía planeado casarse, hallada muerta en una playa de la costa cercana a la capital de Italia en abril de 1953. El colombiano era entonces un reportero de 28 años que empezaba a viajar por Europa como el improvisado corresponsal del periódico El Espectador, para continuar ganándose así la vida después de darse a conocer a los lectores con una crónica serializada llamada “Relato de un náufrago”. Quizá queriendo repetir ese éxito, con su mirada extranjera bien entrenada para fijarse en los detalles y una escritura plagada de tensión narrativa, el hijo del telegrafista condensó la rocambolesca historia de Wilma (que salpicó al crimen organizado y a los altos mandos de la política italiana) en trece entregas bajo el título El escándalo del siglo, que hoy constituye la pieza central de una antología que Literatura Random House publica para reivindicar el trabajo periodístico del Nobel que siempre se sintió orgulloso de ejercer “el mejor oficio del mundo”. En las cuatro palabras que nombran el reportaje y este libro “encontramos condensados el titular periodístico y la exageración que tiende a la literatura. El subtítulo es ya una perla con la firma del autor: muerta,

Wilma Montesi pasea por el Es difícil saber si los dos mundo”, sehombres que el 24 de marzo asumieron la tarea bárbara de bombardear a ñala el editor sabían que eran víctimas de Kosovo sus cruzados. Uno es el madrileño destinos Madariaga, secretario general Javier Solana y agente literade la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), un humanista de cincuenta y siete años, catedrá rio Cristóbal Pera, tico de Física y sobreviviente ileso de ministerios homicidas: Culturatres , encargado de estrucEducación y Asuntos Exteriores. En el ámbito de sus numerosos amigos se turar la compilación. muestra siem- pre como es: un “He escogido textos intelectual que no pa- rece barba- do, sino mal afeitado donde aparece latenpor las prisas del insom- nio, que conoce a te esa tensión narrafondo la magia de la tiva entre periodismo conversación y ha leído bien y y literatura, donde las en serio todos los libros que costuras de la realidad se deben leer, y se estiran por su inmuchos que no se debe. Lo raro es contenible impulso que no haya escrito ninguno ni narrativo, ofrecienconfesado nunca sus do a los lectores la versos de amor. Goza de la fama posibilidad de dismundial muy merecida de ser el frutar una vez más del hombre más pródigo en ‘contador de historias’ sonrisas y abrazos, al extre- mo de que un amigo que fue García Márquez. suyo ha dicho que es capaz de abrazar hasta un poste de la energía […] Los lectores de su eléctrica. Sin embargo, las pocas veces en que baja la ficción encontrarán en guardia, sus ojos lo delatan como un poeta triste y propenso a la soledad.En el ámbito de la vida muchos de estos textos sabe guardar las distancias con política cada quién según su propio criterio, y siempre cortesía seductora de su tío abuelo con la una voz reconocible, la don Salvador de Madariaga. Pero también tiene fama de ser colérico cuando el formación de esa voz motivo lo vale, y de decir lo que mirar a quién. Su contradicción piensa sin más grave ha sido manifestarse a gritos narrativa a través de su contra el ingreso de España a la OTAN, flamante secretario general en y ser hoy su guerra. En fin: un civil nada pie de trabajo periodístico”. común, que parecía incapaz de matar una mosca, y sin embargo ha cumplido sin vacilac ión la Hace un lustro, la orden militar más azarosa de este siglo. El único consuelo que nos queda a sus amigos es creer que aquel acto brutal no fue un Fundación para un designio de su corazón, sino una putada de su mala suerte. Nuevo Periodismo Iberoamericano, el Conaculta y el Fondo de Cultura Económica hicieron posible un libro similar (Gabo periodista), pero fue una edición no venal, solo distribuida entre colegas de la profesión y, en consecuencia, no fue accesible para el gran público lector. Antes, sin embargo, el hispanista francés Jacques Gilard (1943–2008) reunió la obra periodística completa de Gabo en cinco volúmenes, publicados por la editorial Diana, y ese era el corpus al que se solía recurrir para conocer la mirada y las “costuras” que el maestro utilizaba para contar historias reales.

Ahora, en forma condensada pero disponible para todos, “esta antología —(El escándalo del siglo. Textos en prensa y revistas (1950–1984)— nos revela a un escritor de pluma amena en sus orígenes, bromista y desenfadado, cuyo periodismo es poco distinguible de su ficción”, subraya el periodista estadunidense Jon Lee Anderson en el prólogo de la obra, que incluye crónicas, reportajes, columnas y artículos emblemáticos como “Caracas sin agua”, “El cartero llama mil veces”, “No se me ocurre ningún título”, “Mi Hemingway personal” o “La casa de los Buendía” (la “prehistoria de Cien años de soledad”), y que en conjunto demuestran, agrega Anderson, que “el periodismo fue en cierto modo su primer amor y, como todos los primeros amores, el más duradero”. Después de la revuelta popular iniciada en Bogotá en 1948, García Márquez se fue a Cartagena de Indias para continuar sus estudios de Derecho y comenzó a colaborar en el diario local El Universal, pero no tardó en replantearse su futuro: se mudó a Barranquilla y decidió dedicar todo su tiempo a la escritura. Cuando en 1954 regresó a Bogotá, entró a trabajar a El Espectador y ahí se consolidó como narrador de la realidad. Luego vendrían sus éxitos literarios, su “periodismo militante” (contra la política estadunidense, a favor de Cuba y Fidel Castro), el Nobel, su columna sindicada, la fundación de revistas y noticiarios y, finalmente, la creación de la institución que le daría nuevos aires al oficio de informar de nuestra lengua, la FNPI. “No quiero que se me recuerde por Cien años de soledad , ni por el Premio Nobel, sino por el periódico. Nací periodista y hoy me siento más reportero que nunca”, dejó claro unos años antes de morir. La muestra recogida en El escándalo del siglo exhibe el tono parco, directo y ágil que siempre caracterizó a sus textos, los cimientos intelectuales en los que siempre apoyaba su trabajo, su capacidad para descubrir noticias en la cotidianidad, la autoridad de quien ya conoce lo que va a escribir y el deslumbramiento de quien escribe para conocerlo, algún artificio literario que llega a poner en duda la veracidad de ciertos detalles o acciones y, sobre todo, “el amor del novelista por la reportería”, como recuerda Alma Guillermoprieto, pues “en los años transcurridos desde que la fama le trajera también holgura económica, García Márquez reincidió en el periodismo como si no hubiera sido para él lo que para tantos otros escritores: una forma más o menos decorosa de combatir el hambre”. a

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PERIODISMO

22 DE SEPTIEMBRE 2018

El Premio Princesa de Asturias es el punto de arranque de esta entrevista que hace patente la relevancia de la crónica y el testimonio para entender el mundo

Alma Guillermoprieto

“El periodismo tiene poca influencia en Latinoamérica”

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GUADALUPE ALONSO CORATELLA FOTOGRAFÍA CUARTOSCURO

l Premio Princesa de Asturias que recibirá Alma Guillermoprieto ha sido motivo de celebración para el periodismo y las letras mexicanas. Es bienvenido por muchas razones; entre otras, porque lo recibe una mujer que cuenta con una trayectoria destacada a nivel internacional, y porque este reconocimiento permitirá que su obra tenga mayor presencia en México. A partir de que se dio a conocer la noticia, quien comenzó su carrera en el diario The Guardian ha visitado México en dos ocasiones. La primera, para ofrecer una charla a estudiantes de la UNAM, y la segunda, como invitada al Hay Festival en Querétaro, donde se dio tiempo para platicar con algunos colegas. Me encontré con ella en un salón del Gran Hotel, en el centro de esa ciudad y, a pesar del resfriado y una tos que no le daba tregua, pudimos conversar un buen rato. Rompemos el hielo cuando le digo que entiendo bien a qué se refiere cuando dice que una bailarina nunca deja de serlo. Alma salió de México muy joven para estudiar danza moderna en Nueva York y de ahí fue a Cuba para enseñar en la Escuela Nacional de Arte. Luego de unos años dejó el baile para dedicarse al periodismo, pero esa pasión la acompañará siempre. Me cuenta que recibe el Premio Princesa de Asturias en un momento en el que ha estado escribiendo menos. “Una empieza a sentir que todas las historias son la misma historia; eso es muy peligroso. Hay que esperar y buscar la que realmente te sorprenda para meterte en ella”. Nunca imaginó que recibiría un honor tan grande porque “España está tendiendo redes al mundo en un momento tan aislacionista como el que vivimos”. Para Alma, una herramienta indispensable en la labor periodística es la

curiosidad y, por supuesto, saber escribir y comunicar lo que uno escribe. “En tiempos de tanta injusticia es importante el equilibrio, que los lectores tengan la posibilidad de generar su propia opinión sin que uno les grite lo que hay que pensar sobre esta situación u otra. Trato de acercarme al lector y al protagonista con igual respeto. Comunicar con una voz más humana, sin solemnidad, para establecer una intimidad con los lectores. Soy una gran lectora de ficción, y una escritora de hechos comprobables. Los recursos literarios son absolutamente indispensables: el uso del lenguaje, del suspense, la construcción cuidadosa de un párrafo, un vocabulario lo más resonante posible”. Crónicas y reportajes como Las guerras en Colombia o La masacre de El Mozote, en El Salvador, dan cuenta del notable trabajo que ha hecho en el periodismo de investigación, que “cada vez se publica menos en la prensa impresa pero ha encontrado su espacio en línea”, apunta. “Creo que es la única manera de entender el mundo. La noticia te impacta, te informa, pero no te

ayuda a entender. La crónica tampoco, pero te ayuda a preguntar, y a mí me interesa que después de leer un texto la gente quede llena de preguntas”. Autora de Al pie de un volcán te escribo, se declara una enamorada de América Latina, donde ha ejercido buena parte de su labor periodística. Atenta a la situación que prevalece en esta región, acechada por gobiernos dictatoriales y populistas, donde no se ha podido erradicar la corrupción, y la violencia y la injusticia van en aumento, considera que el centro del problema está en las estructuras sociales que se generaron en América Latina a partir de la Corona y de la Independencia. “Son anticuadas, inestables, y de tan rígidas exigen corrupción. Vivimos en una de las regiones más desiguales del mundo, y esa desigualdad genera resentimiento, odio y frustración. Un joven que nace en Guerrero y quiere estudiar

La cronista y reportera es autora de Las guerras en Colombia.

“Le tengo más fe a los cambios graduales que a los cambios radicales”

para ser profesor, por ejemplo, mira la brecha que lo separa de la UNAM, termina en una escuela, por ejemplo, como Ayotzinapa, y sabe que está condenado a vivir una vida inferior. Eso genera violencia. El populismo entra en esa brecha, en ese abismo que hay entre la posibilidad y la no posibilidad de realizarte como ser humano. Alguien te convence, dice tener la solución a todos tus problemas, como lo está haciendo Donald Trump, un populista que juega con los rencores, la rabia, los resentimientos de un gran sector de la población de Estados Unidos que se siente marginada y piensa que el futuro no le pertenece”. —Ante un escenario de desconfianza, la sociedad mexicana votó hace unos meses por un cambio sustantivo. ¿Qué reflexión harías al respecto? —No vivo en México. Me resulta delicado opinar de algo que no estoy viendo y no he seguido. Sin embargo, le tengo más fe a los cambios graduales que a los cambios radicales. Los cambios radicales se pueden ir para abajo; en cambio, los que se construyen gradualmente tienen mayores posibilidades de sobrevivir. Eso diría como una primera opinión. Como segunda, hay un inmenso optimismo en gran parte de la población, y es bonito sentir eso. Es preferible que la gente se sienta optimista. —Ante la situación que se vive en América Latina, ¿consideras que el periodismo adquiere una mayor responsabilidad? —Creo que en América Latina el periodismo tiene muy poca influencia. Las estructuras de poder se han encargado de desprestigiarlo. Los dueños de los periódicos se han encargado de crear un periodismo pobre, muchas veces mal capacitado. La violencia impera, los periodistas son víctimas y ejercen muy poco poder. Soy pesimista en cuanto a la capacidad de nuestros medios de transformar la realidad. Tenemos poco impacto. Comparados con Twitter, un medio de reflexiones imbéciles, de patada al hígado y respuesta rabiosa, somos unos pobres tontos.

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El ganador del Premio Goncourt por su novela El orden del día, que Tusquets presenta en español, conversa sobre las relaciones entre la historia y la literatura

Éric Vuillard

“A nadie escapa la teatralidad de la política”

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MELINA BALCÁZAR MORENO/ PARÍS FOTOGRAFÍA MELANIA AVANZATO

n El orden del día, Éric Vuillard (Lyon, 1968) narra el lento recorrido de Europa hacia la destrucción a través de dos acontecimientos de la historia del nazismo: la reunión con los industriales alemanes en 1933 que organizaron los dirigentes nazis para exhortarlos a financiar la campaña que los llevaría al poder y la anexión de Austria a la Alemania nazi en 1938. Con este libro, que puede leerse como una novela histórica o una obra de ficción política, el escritor recibió en 2016 el prestigioso Premio Goncourt. En su novela, muestra el reverso de los acontecimientos relacionados con el ascenso al poder del nazismo, del cual se nos suele mostrar la imagen que los mismos nazis fabricaron. Así evoca momentos poco conocidos de sus inicios, como la reunión del 20 de febrero de 1933, entre Adolf Hitler y “los 24 grandes sacerdotes de la industria alemana”. ¿Por qué eligió ese momento de la historia? Elegí esa fecha, en que Hitler y Göring invitaron a una reunión secreta a los más grandes industriales alemanes — entre los que se contaban los dueños de

Opel, Krupp, Siemens, IG Farben, Bayer, Telefunken, Agfa y Varta—, porque me parece que condensa la manera en que la política y la economía se alían, como podemos comprobarlo hoy en día. En 1933, los dirigentes nazis y los empresarios buscaban concertar sus intereses: los patrones querían una política económica que les fuera favorable; los nazis necesitaban financiar la última campaña electoral, la del 5 de marzo, que debía asegurarles el poder absoluto. Todos se pusieron de acuerdo, y destruyeron la República de Weimar. En una época como la nuestra, en la que los poderosos se reúnen sin cesar, en la que ninguno de nosotros jamás ha tenido acceso a lo que se dice tras bambalinas, de no ser a través de conferencias de prensa durante las cuales los responsables de la comunicación repiten las mismas trivialidades, me pareció interesante contar cómo tales reuniones transcurren en realidad. Para comprender mejor lo que puede ser la economía, actividad que no debe preocuparse de los valores, y que solo puede ser eficaz justamente así; para comprender mejor la economía real, concreta, habría que recordar lo que Alfried Krupp, uno de los principales protagonistas de la reunión, pronunció en Nuremberg durante su defensa: “Pensábamos que Adolf Hitler nos garantizaría un desarrollo sano, y así lo hizo. Nosotros, los Krupp, nunca nos hemos interesado en la política. Solo queríamos un sistema que

funcionara bien y nos permitiera funcionar sin trabas. La política no forma parte de nuestros negocios”. Esto es válido aún hoy. También se focaliza en los detalles más triviales en la vida de los personajes históricos que aborda; por ejemplo, su manera de comer, vestir o hablar. ¿Sería una forma de ilustrar lo que podríamos llamar, con Hannah Arendt, la “banalidad del mal”? Balzac hacía descripciones sarcásticas del mobiliario, de la ropa, de los atributos de sus personajes. Era una manera muy eficaz de ilustrar el conflicto, central en su época, entre la burguesía y la aristocracia. Era un conflicto en torno al patrimonio, los bienes y, así pues, un conflicto de atavío, de vestimenta. Actualmente, los desafíos sociales han cambiado, de modo que las descripciones deben adoptar nuevas formas. Nuestras élites se han ataviado de una nueva legitimidad, hecha de estrellato y de supuestas competencias técnicas. Al acercarme de manera irreverente a los altos personajes del mundo económico, al focalizar la mirada en la caspa que se ve en el cuello de sus camisas, en las manchas que dejan en el mantel, en el pedacito de

Las élites se han ataviado de una nueva legitimidad, hecha de estrellato y tecnología

comida que se les queda en el bigote, intento trastocar un poco el aspecto solemne con el cual el poder se engalana, la falsa grandeza con la que las élites se rodean y ensalzan, pues los discursos rara vez corresponden con los actos. Al aproximarme a los protagonistas, trato de hacer que se perciba lo artificiales y mentirosos que son sus discursos. Pareciera que un anhelo de Verdad anima su escritura —que aparece así en El orden del día, con mayúscula—, una verdad que se encontraría “dispersa en toda clase de partículas”. ¿Es con el fin de restituirla que recurre a numerosas fuentes documentales, como lo recalca a lo largo del relato? No existe una Historia exhaustiva, completa. La forma literaria no debe ser una manera de reprimir las lagunas del saber, de disimular un proceso a tientas. Por el contrario, el libro concluido debe ser homogéneo con su proceso de creación, su forma misma debe dar cuenta de las dudas, interrupciones, digresiones. Que la obra conserve la huella de las herramientas utilizadas es una de las garantías de la sinceridad moderna. El saber proviene también de materiales diversos, nobles y vulgares, de libros, fotografías, correspondencias. La palabra “archivo” no es la adecuada, pues introduce una suerte de intimidación. Todo conocimiento, literario


o erudito, nos llega de manera desordenada, mediante súbitas comparaciones o relaciones, y no como una demostración metafísica, sino en el tiempo irreversible de la existencia. Me parece que su escritura intenta alzar “los andrajos repulsivos de la Historia”, con el fin de mostrar que el pasado es una construcción, incluso un espectáculo grotesco. Pienso en particular en el pasaje en el que desglosa las imágenes de los mítines de Hitler. ¿Es a partir de esta perspectiva crítica ante lo mediático que descifra nuestra época? La dimensión teatral del mundo político no se le escapa hoy a nadie. Todas las tendencias políticas reconocen en sí su componente de farsa. Pero cuando se trata de producir una reflexión se-

ria, de inmediato repudian este saber inmediato, dejando atrás el ridículo. El poder vuelve a tomar entonces su aire estirado, altanero, y una estudiada distancia nos lo entrega así revisado y corregido, escrupuloso, decente. Asimismo, y a fin de no olvidar la impresión experimentada universalmente, aunque el mundo político proyecte la sensación de que es una especie de escenario en donde se inventan los gestos, se memorizan los discursos y se usan los trajes del mismo color, hay que negarse a permanecer a distancia. Por supuesto, la distancia puede ser algo bueno, representar una solución para entender, una herramienta de saber, pero no es únicamente eso. En un contexto en el que aumentan grandemente las desigualdades, la distancia crítica

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respecto a los poderosos se asemeja más bien a una forma de prudencia, de servilismo. Más vale atenerse, como en el cine, al primer plano y seguir los acontecimientos paso a paso, como lo he intentado hacer en esta novela. La proximidad es también una forma de distancia. Entonces, la anexión de Austria a la Alemania nazi ya no puede resumirse en un prodigioso desfile de tanques, o a una jugada de póker ganada; es una sucesión de llamadas telefónicas amenazantes, de maniobras burdas. Cuando se la observa de cerca, la gran Historia entra a su vez en la corriente de la vida ordinaria. Advierte también al lector: “No pensemos que todo esto pertenece a un lejano pasado. No son monstruos

El escritor, cineasta y guionista francés, autor, entre otras exploraciones históricas, de Tristeza de la tierra y Congo.

antediluvianos, creaturas lastimosamente desaparecidas [...]. Esos nombres siguen existiendo. Poseen inmensas fortunas. Sus sociedades se han fusionado en alguna ocasión y forman todopoderosos conglomerados”. ¿El papel de la literatura sería el de alertarnos y funcionar como una suerte de conciencia? Cuando el autor de un libro es llevado ante los tribunales, cuando se censura una novela, no se quiere castigar la imaginación de su autor sino al contrario, su parte de realidad. Por ejemplo, si las novelas de Solzhenitsyn no designaran a la Rusia soviética a través de la ficción, sino a un régimen abstracto, no las hubieran prohibido. Así pues, es su dimensión realista la que nos interpela, su parte de relato. Fue el realismo de las novelas de Solzhenitsyn lo que se quiso exiliar. Dedica un capítulo, “Los muertos”, al elevado número de suicidios en Austria al momento de la entrada del ejército nazi. Dirige nuestra atención hacia la gente que supo comprender los signos de la época que anunciaban la catástrofe por venir —que sus contemporáneos se negaban a ver— y que decidieron suicidarse para no volverse sus cómplices. ¿Trata así de recalcar el peso de la responsabilidad individual en el curso de la historia, como una manera de recordarnos que siempre existe la posibilidad de colaborar o no? La Segunda Guerra Mundial y el Holocausto reconfiguraron nuestro saber acerca del hombre. Una cuestión tan central como la de la falsa conciencia, la mala fe, la complacencia, o como se la llame, ya no puede plantearse del mismo modo. Cuando nos enfrentamos al problema de nuestra responsabilidad, de nuestra ceguera ante los dramas contemporáneos, no podemos preguntarnos: ¿qué es lo que puedo saber?, ¿cómo me engaño a mí mismo?, ¿de qué manera me estoy haciendo cómplice? sin tener en mente la Segunda Guerra Mundial. En los sucesos actuales resuena la Segunda Guerra, la oímos secretamente: ¿qué sabían?, ¿qué podían saber? Son las formas extremas de nuestro cuestionamiento más doloroso e insondable. En Austria, un gran número de gente se suicidó antes de la llegada de los nazis. Desde luego, esto no significa que todo el mundo sabía lo que ocurría. Decirlo así con respecto a aquel momento no tiene ningún sentido, y además las modalidades de ese tipo de saber son nebulosas e indistintas. Sin embargo, nos muestra que la gente temía lo peor, a tal punto que se suicidaba. Ese capítulo era para mí una manera de hablar de lo esencial, del Holocausto, pero sin limitarme a una posición de novelista, y sin ser un testigo. No era mi intención contar el Holocausto, no tengo ninguna aptitud para hacerlo. Pero el aniquilamiento de los judíos de Europa tenía que estar en la novela, en su centro. Evocar los suicidios me permitía mirar ese terrible acontecimiento a partir de un insignificante descubrimiento a priori, pero que me impactó cuando leí lo que parecía una simple rúbrica necrológica. Tal vez uno de los poderes de la literatura consiste en restituir a las cosas su fuerza real. Después del aniquilamiento de los judíos de Europa, esas esquelas cobraban una dimensión universal.

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CINE

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RESEÑA

La magdalena de Alfonso Cuarón Roma se enfila hacia los grandes festivales luego de exhibirse en algunas salas cinematográficas

A

lfonso Cuarón ha vuelto a caminar el patio de su pasado. La película más reciente de su exitosa carrera aparece proyectada en un par de salas de la Ciudad de México, después de haber causado una ovación coral y prolongada en la Mostra de Venecia. Su infancia y la re–significación de sus recuerdos se convierten en una de las películas más esperadas por la crítica como posible protagonista en la premiación del Oscar, trayendo consigo un debate bastante particular en torno a la proyección y producción del filme, que se proyectó un solo fin de semana en México en un estreno técnico, meses antes de su estreno mundial en Netflix. La colonia Roma vuelve a estar en las primeras planas de los diarios más importantes del mundo a pocos días de cumplirse un año del último terremoto que sacudiera la epidermis del céntrico barrio de la capital mexicana. La recreación de las calles donde el director mexicano viera sus primeras películas y escuchara los acordes de las canciones que delimitarían el pentagrama de su infancia se proyectan, en blanco y negro, dibujando un México setentero fundamental para entender muchos escenarios que siguen aconteciendo en el país norteamericano: la desigualdad social, la inestabilidad frente a los sismos y el tráfico citadino, el machismo recalcitrante, el lugar de los militares en la calle y la matanza del jueves de Corpus en 1971 son solo algunas de las postales que aparecen en la película que bien podrían ser paralelismos del lienzo contemporáneo mexicano. Sin embargo, la maestría y la creatividad del artista mexicano logran contar una historia donde el amor y la soledad levitan en una película filmada en 65 milímetros y, más allá de seguir el mapa de un guión, se escucha la intuición de la lista de recuerdos de Cuarón. Después de haber gravitado los avatares del espacio, Cuarón regresó a México a dirigir, fotografiar y reflexionar en torno a una ciudad que, aunque ha cambiado mucho en

ZARAUZ FOTOGRAFÍA NETFLIX

La película premiada en la Mostra de Venecia recupera el ambiente de la Ciudad de México en la década de 1970.

apariencia con la maqueta de hace algunas décadas, sigue manteniendo muchas similitudes con su pasado. El canto ensordecedor de la pipa del camotero; las notas de la ocarina del afilador de cuchillos; la distancia que aún mantienen las lenguas indígenas con el castellano de la alta burguesía nacional, que busca acercarse más al inglés que a la música del mixteco o el zapoteco; las manifestaciones en Insurgentes y Paseo de la Reforma, son instantes que uno puede seguir encontrando como cotidianos en una ciudad que bien podría ser considerada un país.

La creatividad del artista mexicano cuenta una historia donde el amor y la soledad levitan

Si para Proust el universo cabe en el binomio de un panecillo mojado en una taza de té, en Cuarón el cosmos de la infancia se detona en el humor de Ensalada de locos, la voz de Víctor Iturbe El Pirulí, el tamaño decimonónico de los coches conocidos como “lanchones”, o en la galaxia de Perdidos en el espacio. En el famoso pasaje al principio de la novela Por el camino de Swann, Marcel Proust comienza a percibir los aromas y esencias de su pasado al degustar un panecillo mojado en un té que su tía Leoncia sirve para él. “Llenándose de una esencia preciosa; pero mejor dicho, esa esencia no es que estuviera en mí, es que era yo mismo”. Así como la magdalena, a lo largo de la novela hay muchos más detonantes que evocan recuerdos

que parecían perdidos hasta la aparición azarosa de una biblioteca, un beso maternal o el paseo en un adoquín veneciano. En Roma —que jugando al palíndromo podríamos leer “amoR”—, Alfonso Cuarón evita que todos los objetos y escenas de su niñez se pierdan en la amnesia del olvido dando forma y fondo a los recuerdos en los planos, tomas, secuencias, diálogos, sonidos y transiciones de su película más íntima. Me parece que Roma, aunque su producción y distribución sean mayoritariamente a través de una plataforma digital como Netflix, es de esas películas que a uno le gustaría conservar en físico. Adquirir y atesorar esta obra maestra en un disco duro, un DVD, un VHS o quizá en Súper 8.

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EN LIBRERÍAS

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NARRATIVA, ENSAYO, CRÓNICA Que nadie duerma

El vértigo horizontal

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A FUEGO LENTO

Memorias

Catorce colmillos México, 2018

Juan José Millás Alfaguara México, 2018 212 páginas

Juan Villoro Almadía México, 2018 408 páginas

Roland Garros Siglo XXI México, 2018 321 páginas

El escritor y periodista español, ganador de incontables premios, vuelve a sorprender con una novela que convoca al azar, disfrazado de ruina laboral, al amor y a la ópera. Lucía, la protagonista, no tiene más propósito que conducir un taxi al compás de Turandot de Puccini. El lector no debe menospreciar esta trama simple. Bajo los hechos, avanza una corriente en la que reconocemos una serie de preguntas sobre el significado de la verdad, el yo y lo que llamamos realidad.

Crónicas, ensayos, evocaciones, instantáneas, viñetas de lo insólito y algo más, conforman este libro que abarca décadas de escritura dedicada a la Ciudad de México. Villoro observa, explora y recuerda el territorio amado por ser origen y rechazado por ser tan cruel e injusto a veces, y concluye que el voluble carácter de la urbe no puede inspirar un solo sentimiento sino ese híbrido que conocemos como amor/odio, emoción que surge cuando se habita entre la ironía, la realidad y la imaginación.

Nacido el 6 de octubre de 1888 y muerto el 5 de octubre de 1918, Roland Garros representa al pionero de la aviación francesa. Estamos, pues, ante una vida fascinante, la del intrépido que cruzó el Mediterráneo en 1913, el combatiente en la Primera Guerra Mundial y el tenista amateur. Estas Memorias tienen un valor indudablemente documental pero pueden asimismo atraer a los amantes de la literatura, sobre todo porque se dejan leer como una novela sobre la pasión de volar.

Notas sobre la literatura y el sonido de las cosas

Ser como ellos y otros artículos

Cara o cruz: Miguel Hidalgo

Marcelo Cohen Malpaso España, 2017 336 páginas

Eduardo Galeano Siglo XXI México, 2018 110 páginas

Alejandro Rosas (coord.) Taurus México, 2018 128 páginas

Como Jorge Carrión apunta en el prólogo, en su proyecto literario el escritor argentino Marcelo Cohen ha creado “una ética y una poética: crear, traducir, intervenir”. En dos ciudades —Buenos Aires y Barcelona— ha desarrollado su carrera. En este libro de ensayos, entre otros temas escribe, como lo dice el título, sobre el sonido de las cosas, cuenta por qué 1922 fue uno de los años fundamentales en la literatura y ofrece claves para acercarse a la obra de Antonio di Benedetto.

Este volumen recupera trece artículos publicados entre 1989 y 1992, cuyos temas abarcan la creación literaria, las culturas nativas de América Latina (y su desprecio generalizado), la Revolución cubana, la debacle del “socialismo real”, aquello que llaman el “fin de la historia”, la terminología de la globalización, la condescendencia ante la impunidad, un autorretrato, una meditación desenfadada sobre el modo de vida según las buenas conciencias y, por supuesto, el futbol.

Este libro se opone a la historia oficial, que presenta a los personajes históricos unidimensionalmente, es decir, como héroes o villanos. Alejandro Rosas señala en el prólogo que la verdad histórica es inalcanzable y que solo puede haber interpretación. El poner en la portada Carlos Silva vs. Isabel Revueltas como si fuera un duelo se debe a que sus puntos de vista como historiadores no siempre van a coincidir, así que el lector decidirá con cuál interpretación se queda.

El París de los espectros ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

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n los últimos años, el thriller policiaco se ha paseado a sus anchas por México imponiendo la misma visión que reproduce la prensa: cuerpos sin cabeza, cadáveres sin nombre, miles de desaparecidos. Martín Solares no ha podido sustraerse al género, aunque poniendo en juego una insólita excepción: ha decidido fijar su trama en París, en 1927, cuando la poesía, el teatro, la pintura y la fotografía estaban al servicio de la transformación radical de la realidad. Así que insólita es la elección y también la materia de su novela. Catorce colmillos (Alfaguara) tiene un asesinato y un joven detective. Siguiendo los dictados del thriller, a estas presencias suma una hermosa mujer y unos bajos fondos en los que conviven la elegancia y la patanería. Diríamos que pisamos terrenos conocidos pero Martín Solares no espera mucho para introducir una atmósfera más poblada por espectros que por seres vivos. ¿Espectros, hemos dicho? Así es. No tardamos en saber que la creatura asesinada pertenecía a la legión de presencias nocturnas que han vencido a la muerte para ejercer sus malos oficios en París. De esta manera, Catorce colmillos se define como una suerte de viaje por los escenarios urbanos que más convienen y gustan a esas presencias. El mismo joven detective —Pierre le Noir— narra y actúa, tiembla y sirve de guía al lector. Su estilo —es decir, el de Martín Solares— se cuida de sonar artificioso para concentrarse en una efectiva parquedad. Así, con moderación, obtiene el momento estelar de la novela, una magnífica recreación de una fiesta en la casa de los condes de Noailles, donde van a parar, con todo y sus enconos, los mandarines del dadaísmo y el surrealismo y su corte de amantes y esposas soliviantadas, un distante Picasso, un ambicioso Simenon y hasta un Bela Lugosi recién llegado de Transilvania. En verdad disfrutamos el viaje. Lástima, sin embargo, que se resuelva con un pase mágico tan abrupto. El thriller policiaco demanda enderezar lo que se ha torcido en este mundo y en su mejor versión este acto pasa por el cálculo racional o una serie galopante de peripecias. Por qué, entonces, cuando todo iba tan bien, Catorce colmillos invoca al todopoderoso, y disonante, deux ex machina. No es eso lo que cabe aguardar después de cinco horas de disfrute.

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CINE

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RESEÑA

ENTREVISTA

Las historias oscuras de Roman Polanski

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ANDREA SERDIO

n 1985, Roman Polanski contó su historia en un libro que explica muchos de sus miedos y obsesiones: nació en París en 1933, sus padres eran emigrantes polacos de origen judío, que en 1936 decidieron mudarse a Cracovia en busca de una mayor seguridad ante el avance del nazismo. Pero todo fue inútil: la Segunda Guerra Mundial desbarató su hogar, su madre murió en Auschwitz y su padre fue confinado a otro campo de concentración, del que milagrosamente saldría vivo. Polanski pasó esos años en el gueto de Cracovia, mendigando en las calles o viviendo con familias católicas que se compadecían de él. En el libro Roman Polanski. Una retrospectiva, de James Greenberg, publicado por Blume, se habla de cómo después de la guerra el futuro cineasta pasaba la mayor parte de su tiempo viendo películas, tratando de escapar de la dura realidad que vivía. Incursionó en el teatro como actor, luego estudió en la escuela de cine de Lods, en Polonia, y en 1962 estrenó su primer largometraje: El cuchillo en el agua, nominado al Oscar en 1963 como mejor película extranjera. Desde el principio, Polanski llamó la atención con su gusto por las atmósferas y las historias oscuras. En 1965 filmó en Londres Repulsión, protagonizada por Catherine Deneuve, quien interpreta a Carol, una manicurista que tiene aversión al sexo. Luego de un principio apacible, la película se torna violenta y Carol es víctima de un peligroso desequilibrio mental. En 1966 Polanski filmó Callejón sin salida y un año después La danza de los vampiros, su primera película en Estados Unidos. Es una parodia en la que participa como actor. Interpreta a Alfred, el ayudante de un profesor que busca exterminar vampiros en Transilvania. En esta película alternó con Sharon Tate, con la que poco antes había iniciado una relación que culminaría con su matrimonio en enero de 1968 en Londres. Entre sus películas se encuentra El bebé de Rosemary, estelarizada por Mia Farrow. Se filmó en 1968 y es una historia donde la maldad alcanza su máxima expresión. La historia resulta escalofriante con una Farrow que poco a poco pierde su alegría para sumergirse en un mundo de pesadilla. En 1969 la tragedia volvería a la vida de Polanski con el asesinato de Sharon Tate —con un embarazo de ocho meses— por la llamada Familia de Charles Manson. Polanski hizo un alto en su carrera. Después filmó Macbeth en 1971, en el 73 la comedia ¿Qué?, con Marcello Mastroianni y Sydney Rome y en 74 uno de sus mayores éxitos: Chinatown, con Jack Nicholson en el papel principal. La carrera de Polanski no se ha detenido nunca, a pesar de sus problemas personales. En su filmografía aparecen películas como Tess, El inquilino, El pianista, Oliver Twist, La Venus de las pieles y otras que lo han vuelto un clásico de nuestro tiempo.

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Kamel El Basha protagoniza El insulto.

Zaid Doueiri

“Busco historias simples con personajes complejos”

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HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com FOTOGRAFÍA EZEKIEL FILMS

l renovar la fachada de un edificio en Beirut, Toni, un cristiano libanés, y Yasser, un refugiado palestino, se enfrentan por un problema doméstico. La discusión llega a niveles extremos e involucra a los líderes políticos de ambos países. En El insulto —cinta nominada al Oscar a Mejor Película en Habla No Inglesa en 2018—, el cineasta libanés, Zaid Doueiri, parte de una anécdota simple para reflexionar sobre temas que van de la justicia a la política. Su película me dejó pensando sobre lo absurdos que podemos ser. Entiendo a lo que te refieres, pero no creo que “el absurdo” sea lo que mejor define a El insulto. En realidad, los protagonistas se parecen bastante entre sí. El problema es que cada uno se aferra a la creencia de que es víctima del otro. La situación me sirve para hablar de la búsqueda de la justicia y la redención. Justicia: eso no fue lo que recibió en su país, donde el gobierno lo obligó a advertir que la película no tenía nada que ver con las políticas del gobierno libanés. Las autoridades libanesas habían pedido que se expidiera el descargo de responsabilidad como condición para la exhibición. Estaban preocupados de que alguien los culpara por aceptar su proyección. La censura

todavía existe, pero también existe una censura bidireccional y más velada emprendida por los partidos de izquierda. El insulto es una parábola sobre el orgullo llevado a niveles extremos. Sí, también se trata de orgullo. En Líbano, ciertos comportamientos pueden verse como una forma de honor. Se lleva al extremo porque esta es la naturaleza de las personas en esta parte del mundo. Pero en la película, el orgullo también es un dinamismo significativo que impulsa a ambos personajes a buscar la verdad. Es su orgullo lo que tienen en común y aquello que los impulsa a aprender unos de otros. A pesar de que ubica la historia en un pequeño barrio libanés, la dimensión humana la aproxima a países como México. El escenario no es importante. Si quieres que una película se lea en otros países necesitas una historia de dimensiones universales. Al final la justicia, la fe o la empatía, están presentes en todas las culturas.

Estados Unidos y Francia enfrentan conflictos vinculados al perdón, la fe o la justicia

Añadiría el perdón. Quería hablar del perdón, pero de manera sutil. No quería entrar en el debate sobre si hay que revalorarlo o no. Es algo que sientes o no. No me propuse hacer una película con un mensaje específico y no quería dar lecciones morales. No quería ser panfletario. En una forma resumida, cuento la historia de un personaje decidido a llegar a lo que considera correcto. Aunque me parece que su cine habla sobre las dificultades para la reconciliación en su país. Mis películas tratan sobre mi pasado en el Líbano, pero Estados Unidos y Francia enfrentan también conflictos vinculados al perdón, la justicia o la fe. Nunca busco soluciones porque soy incapaz de formular una. No creo que sea mi deber ofrecerlas. Hago películas porque me gusta contar historias. Sí, los problemas son complejos, pero trato de mantener una premisa simple. Me gustan las historias simples con personajes complejos. Después de cuatro películas, ¿entiende mejor lo que sucede en Medio Oriente? No pretendo entender la política del Medio Oriente como un político, como un científico político, o como un académico. Tengo mi propio punto de vista, mis propios sentimientos sobre ello, pero trato de construir historias sobre temas comunes, de expandirme a una audiencia más grande. Intento que mis historias sean universales.

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ESCENARIOS

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DANZA

PERSONERÍO

Y volvieron a las calles

Inés Arredondo: pasión suave y honda

ARGELIA GUERRERO makarova81@gmail.com FOTOGRAFÍA CARLOS QUEZADA

JOSÉ DE LA COLINA

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Escena de la obra Marchas de duelo e ira de la coreógrafa Rosario Murillo.

ste 2018 se conmemoran 50 años del movimiento estudiantil que sacudió México y que fue parteaguas en múltiples sentidos para la sociedad mexicana. La herencia de aquella generación emblemática la vemos, por supuesto, en lo que respecta a la lucha política; sin embargo, también dejó una huella profunda en la narrativa estética y artística. La danza, a pesar de la distancia que en muchos casos toma de sus contextos sociales, no ha sido indiferente al tema y podemos hacer un recuento de algunas de las piezas y artistas que han dedicado coreografías para recordar aquel movimiento estudiantil de 1968. Gloria Contreras no vivía en México cuando tuvo noticia del movimiento estudiantil en el país y particularmente de los trágicos hechos ocurridos el 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco. Algunos meses después encontró en la música de Varesse la oportunidad de mostrar su indignación representando lo que en México se negaba y acallaba. Con la obra Integrales, Contreras se solidarizó con los estudiantes y desafió al gobierno en turno para hablar de la masacre con danza. En 2014, dentro del Proyecto Danza UNAM, la coreógrafa Rosario Murillo creó la pieza para la música de Arturo Márquez Marchas de duelo e ira en la que, siguiendo el ánimo marcado por Márquez, la coreógrafa denuncia

y recrea la vitalidad del movimiento estudiantil y el duelo por la fecha más emblemática de aquel año, el 2 de octubre. Para la conmemoración de este 50 aniversario, la coreógrafa Graciela Henríquez presentará el 28, 29 y 30 de septiembre Una noche de octubre que no se olvida. Mientras el Instituto Nacional de Bellas Artes se propuso conmemorar el arte olímpico, es decir, “rescatar las actividades artísticas que en 1968 se realizaron en torno a la justa olímpica, pese a la efervescencia del movimiento estudiantil”, la UNAM tiene como actividad dancística central una temporada de reocupación de los espacios públicos y simbólicos para el movimiento estudiantil, así como el desagravio a través del arte y la memoria: Cartografía de la resistencia. Ocupaciones/ Desagravios es el proyecto con el que la Dirección de Danza en la UNAM contribuye a la conmemoración y reapropiación de un movimiento que, como han demostrado los jóvenes de hoy, tiene plena vigencia más allá de museos y memoriales. Las intervenciones del espacio a través de la danza incluyen el Palacio de la Autonomía, en el que el

La memoria y reapropiación de los espacios a través de los cuerpos es un acierto

Colectivo Querido Venado propuso una instalación para recordar el desalojo de la plancha del Zócalo el 27 de agosto de 1968 para un supuesto desagravio al lábaro patrio al que acudió la burocracia de manera obligada y gritando las frases que dieron título a la instalación: “Somos borregos, nos llevan, somos borregos”. También la Facultad de Medicina fue intervenida por la compañía Asalto Diario para conmemorar la toma de Ciudad Universitaria por el ejército, el 18 de septiembre. En días recientes, Magdalena Brezzo recreó la marcha del silencio. Ha sido una extraordinaria coincidencia que la danza desagraviara el espacio y los estudiantes volvieran a transitar por ahí 50 años después. Barro Rojo hizo lo propio en el Reloj del sol de la Unidad Habitacional Tlatelolco el 19 de septiembre pasado. Restan las coordenadas del Centro Cultural Universitario Tlatelolco, a cargo de Fana Adjani, para conmemorar el violento asalto a la Vocacional 7, el 22 de septiembre de 1968; y la Escuela Superior de Economía del IPN por la compañía Asalto Diario para recordar la toma del Casco de Santo Tomás por el ejército mexicano. La idea de memoria, desagravio y reapropiación de los espacios a través de los cuerpos es un acierto. Hoy, 50 años después, los estudiantes volvieron a las calles y han resignificado cada espacio con su presencia. ¿Qué propone hoy la danza para cobijarlos y acompañarlos?

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abía nacido Inés Camelo, pero como Camelo significa en español medio marroquí engaño, prefirió buscar en sus antepasados otro apellido que se prestara menos a la irrisión. Y así encontró un abuelo que redondamente se apellidaba Arredondo; ése era el menor de los problemas para Inés, mujer inteligente y bella que tenía la pasión devoradora de la escritura, arte de hacer con las palabras una creatura nueva y convincente. Sus cuentos que a veces iban hacia el género de la novela corta, sin llegar a serlo, trataban de las difíciles relaciones de sus personajes con las etapas de sus relaciones entre ellos, una irradiación de pasiones calladas u oscuras que sobre todo tenían que ver con seres que vivían dulcemente su infierno o infernalmente sus ternuras. Así en su relato emblemático “La sunamita”, donde a partir de la historia del rey viejo que usa una manta humana se nos cuenta la historia de una posesión inmoral de un ser por otro. La intimidad que logró con el lector mediante los modos más sencillos e inteligentes se resolvía en narraciones donde esas pasiones seguían su flujo natural pero implacable, impecable. Inés es una de las autoras más profundas, de una profundidad que no se manifestaba con frases adrede hondas, sino con un fluir natural y sagaz de las palabras. Así ocurre también con sus ensayos, entre los cuales destaca el de Jorge Cuesta, de quien había hecho su maestro fantasma, otro personaje suyo y nuestro que nos enamora por su fluir sabio y al mismo tiempo extrañamente familiar. Hoy es difícil conseguir los libros de Inés, cuyas audacias intelectuales no se manifiestan en los modos trompeteros, como se acostumbra en autores de mucho mayor uso de la audacia deliberada. Pero Inés es una autora audaz, de una audacia que va hacia el interior del personaje (y Cuesta es uno de esos personajes arredondianos, indudablemente, elegidos por inclinación del corazón y de la lucidez). Conviene tomarse un tiempo para leer a Arredondo, interpretar sus señales. Permítaseme contar lo siguiente acerca de la relación de Inés con nosotros, grupo de escritores sin grupo ni relación única entre nosotros salvo la vocación literaria. Apenas había acabado Inés de contarnos una experiencia suya vivida en el metro de París, Melo se medio irguió del sillón en el que acostumbraba mantener la horizontalidad aun durante las más animadas de nuestras reuniones, y exclamó: “¡Es un cuento genial/ sensual, mamacita, y tienes que escribirlo!” (para Juan Vicente todo aquello que lo emocionase era “genial/ sensual”). Aunque todos nos unimos a la exaltación de Melo, Inés susurró como en una actitud a la defensiva: “Pero si no sucede nada, no es más que un momento, solo una anécdota, y no se me ocurre cómo desarrollarla literariamente”. Y Juan García Ponce sentenció: “Inés, así como lo has contado ya es un cuento bue– ní–si–mo. Escríbelo tal cual, y te prohíbo que lo eches a perder desarrollándolo literariamente”. Esto lo escribí no sé hace cuántos años y sigo con la misma devoción arredondiana, pero ahora enriquecida por el hecho de que ella habita mis sueños y mis insomnios.

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DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO, IVÁN RÍOS GASCÓN ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ

LABERINTO

22 DE SEPTIEMBRE 2018

http:// www.milenio.com/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter:@SCLAberinto

TOSCANADAS

Pan candeal DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

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n su primera aventura venteril, a don Quijote le sirven “un pan tan negro y mugriento como sus armas”, mas él pensó que se trataba de “pan candeal”. Veintinueve capítulos adelante, Sancho le cuenta que encontró a Dulcinea ahechando trigo. “Pues haz cuenta, dijo don Quijote, que los granos de aquel trigo eran granos de perlas, tocados de sus manos. Y si miraste, amigo, el trigo ¿era candeal, o trechel?” Sancho le contesta que era un trigo llamado rubión, el cual, sin ser de menor calidad, parece no complacer el gusto de don Quijote. “Pues yo te aseguro, dijo don Quijote, que, ahechado por sus manos, hizo pan candeal”. Por eso tenía yo muchas ganas de probar el famoso pan. Fui a una panadería, señalé una pieza de vago aspecto baguetero y la muchacha

GAZPACHO Y SALMOREJO

Una taberna en el centro de Madrid.

me dijo con orgullo cervantino: “Es candeal”. Esa noche me preparé unos duelos con quebrantos. Tan pronto quise romper el pan, noté que poseía la dureza de un garrote, la sequedad de un desierto, el sabor del papel. Al partirlo como Nuestro Señor en Emaús, cayeron migajas que parecían polvo. Incomible. Rompí el hechizo manchego y fui a calentar unas tortillas. Quizá tuve mala suerte y no fue un mero pan candeal sino un pésimo pan candeal, pero lo cierto es que en España solo los gallegos saben hacer buen pan. Por eso me extraña que en la época de la Colonia, cuando tantas cosas nos intercambiamos, la madre Patria se privara de las tortillas. Y me extraña que en México hayamos aceptado el nombre tan español de “tortillas” para algo que en México se llamaba “tlaxcalli” o de otros modos, según la lengua indígena.

Con tanta casquería que se come en España, no saben de lo que se pierden sin tortillas de maíz. Tienen variedades de quesos dignos de una buena quesadilla. El conejo, sí señor, sabe muy bien con tortilla, así como el famoso pollo al chilindrón, la chistorra, y hasta la famosa tortilla de patatas. A su vez, me hubiera gustado que en esos siglos de Colonia, los españoles hubiesen implantado en la culinaria mexicana la fabada asturiana, las lentejas con chorizo, la paella y toda clase de embutidos. No sé por qué no es más popular el conejo, que podría ser una carne barata, abundante y muy sabrosa. Tampoco me explico por qué en el norte de México, en la época de calor que dura casi todo el año, no acostumbramos el salmorejo o el gazpacho. Ya veremos si algún día, alguna taberna española sirve carrillada o zarajos o rabo de toro con tortillas. Por el momento, como diría Sancho: “Allá se lo hayan; con su pan se lo coman”.

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CAFÉ MADRID

La calle de las galerías

E

n un extremo del barrio de Lavapiés, cerca del Museo Reina Sofía, hay una apacible calle que mide medio kilómetro de largo. Se llama Doctor Fourquet y en ella los coches circulan en una sola dirección, los viandantes recorren sus aceras con descarada lentitud y las obras de un puñado de artistas eclécticos invitan a pasar a una quincena de galerías, albergadas con discreción en la parte baja de varios de sus edificios. Debido a esa concentración en tan reducido espacio (en comparación con otras arterias citadinas), dicen que ésta es “la calle más importante del arte en España” y ya se conoce, simplemente, como “la calle de las galerías”. Porque aquí, donde hace tres décadas no querían entrar los taxis debido a la inseguridad, la frescura y el dinamismo de los galeristas hacen que converjan la tradición y la vanguardia de las artes plásticas. Desde hace nueve años, además, estas galerías (y algunas más de la ciudad) se adelantan a los grandes museos en la inauguración de la temporada artística otoño–invierno. Se dieron cuenta de que en ciudades como París o Berlín eran estos espacios los que encendían, de manera coordinada, el interés del público en los días previos a las grandes exposiciones y copiaron la idea. No tardaron en tener éxito y, desde entonces, cada septiembre la movilización en torno al arte contemporáneo tiene cabida en estos pequeños establecimientos, pues han logrado atraer a coleccionistas, expertos, curadores, periodistas y amantes del arte de muchos países del mundo. Durante este mes, las galerías exhiben lo mejor de

VÍCTOR NÚÑEZ JAIME periodismovictor@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA ELVIRA MARTÍNEZ

su plantel de artistas, tanto españoles como internacionales, consagrados y emergentes, tienen horarios de apertura más amplios, organizan visitas a colecciones privadas o a grandes instituciones, fiestas y mesas redondas. Y (casi) todo, por fortuna, es gratis. Este año se han reunido a más de 70 artistas en 50 exposiciones y, por lo tanto, hay que elegir qué ver. Manda la actualidad, así que hay que adentrase en las obras de quienes reflejan

Este año se han reunido a más de 70 artistas en 50 exposiciones y hay que elegir qué ver

los fenómenos sociopolíticos de los últimos meses, como la migración. En la galería Marta Moriarty, ubicada al final de la calle Doctor Fourquet, está el trabajo de Mohamed Arejdal, un artista marroquí que desde muy joven intentó llegar en una lancha destartalada y atiborrada de africanos a las Islas Canarias y cuando lo consiguió, después de cuatro intentos, fue deportado a su país de origen. Con cierta resignación, en Marruecos retomó sus estudios y entró en el Instituto Nacional de Bellas Artes de Tetuán, donde se licenció en 2009. Basándose en sus vivencias, ha creado una serie de pequeñas esculturas que invita al observador a entender su pasado y los vínculos entre los grupos sociales de España y Marruecos, que son más

La calle Doctor Fourquet de Madrid, corazón del arte emergente.

similares de lo que pudiera pensarse. En el Espacio Mínimo, el malagueño Nono Bandera retoma ideas de otros artistas a lo largo de la historia del arte para crear sus trampantojos escultóricos con jarrones, troncos y lienzos que no son tales, llevando a cabo un ejercicio de apropiación o reescritura en la muestra titulada Desayuno en la hierba. En la galería Helga de Avelar, la fotógrafa–performer Helena Almeida, cuya obra está presente en las colecciones del MoMA o la Tate Modern, presenta una sucesión de fotos de acciones llevadas a cabo por ella en el interior de su estudio (tirada en el suelo, subida a una silla, simulando que sostiene una pared, pintando), pues el cuerpo es su medio y herramienta de trabajo. En el interior de Alegría, Matt Smoak expande el concepto de pintura inspirado en el folklore japonés y en el de América del Sur. Para ello pinta sobre cartas manuscritas, ropa, postales y objetos adquiridos en sus viajes. Con su historia personal pretende analizar las imágenes simbólicas de las sociedades con las que ha interactuado. Las galerías llegaron a la calle Doctor Fourquet hace más de 20 años. Helga de Alvear fue la primera en abrir, le siguió Casa sin fin, y Liebre y Alegría han sido las más recientes al incorporarse hace tres años. Como actores del ecosistema cultural, todas ellas son espacios donde se gestan los cambios artísticos, se reflexiona sobre su historia y, en el fondo, se cuestiona a la sociedad. Y si varias están juntas, en una sola calle del barrio más cosmopolita de esta capital, también demuestran que son espacios para las ideas y para la crítica, donde se imaginan futuros posibles.

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