Laberinto No.803 (03/11/18)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO HOMBRE DE CELULOIDE

ENTREVISTA

FERNANDO ZAMORA

IVÁN RÍOS GASCÓN

Museo de Ruizpalacios

Philip Norman: el biógrafo de Paul McCartney

Foto: Panorama Global

SÁBADO 3 DE NOVIEMBRE DE 2018 AÑO 15 - NÚMERO 803

John Lydon: con la cabeza en el patíbulo Juan Carlos Villanueva/ FOTOGRAFÍA: MARTIN SCHOELLER

Foto: El Mundo


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ANTESALA

03 DE NOVIEMBRE 2018

CASTA DIVA

Día de Spectre AVELINA LÉSPER www.avelinalesper.com FOTOGRAFÍA CUARTOSCURO

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n el neoliberalismo las tradiciones tienen precio, y entre más rápido se vendan menos se devalúan. El Día de Muertos era emblemático de nuestra identidad, hasta que llegó James Bond, el agente 007 y su largometraje publicitario en el que está a la venta, desde su ropa interior a la Catrina de Posada y los Tzompantli. Lo más barato, por supuesto fue nuestra Cultura. La falsa valentía ante la muerte del folclor patrio le dio el toque exótico al glamour del espionaje ultra macho y sexual, ir a los tacos de canasta en un Aston Martin, y ser la escenografía tacky de una película serie B es el mexican dream. El agente 007 y su equipo de stunts aterrizaron sobre los tejados del Centro Histórico y mataron el Día de Muertos, ahora la misión imposible es recuperar la verdadera tradición enterrada por el marketing. Presumiendo ofrendas neoliberales, hacemos desfiles imitando la película, los maquillajes y disfraces, toda la parafernalia es un remake de bajo presupuesto y sin espías inmortales. Las autoridades culturales encargadas de fomentar las fashionistas tradiciones originales deberían invitar famosos para que desfilaran y volver a darle proyección internacional. Los alebrijes contemporáneos ya parecen Transformers, es muy refrescante que la Catrina y los nuevos disfraces sean un sincretismo entre carnaval brasileño, Frida Kahlo y Halloween. Despojada de su sentido trágico prehispánico se murió nuestra tradición pero nació otra, eso está muy bien, tal vez sea necesario que los creativos de la industria del entretenimiento reinventen toda nuestra Historia y sea apreciada por el público invitando a replantear su identidad. Somos más mexicanos vistos por los extranjeros que por nosotros mismos, como las caricaturas de Speedy Gonzales o los narcos de los thrillers de cine y televisión. Eso pasó con Frida, hasta que Madonna desató la fridamanía nadie se paraba por la Casa Azul que estaba casi en ruinas, hoy es como ir a Taco Bell. La reactivación patriótica podría contratar al equipo de Spectre y remasterizar todas nuestras tradiciones, símbolos patrios y desfiles, con una nueva versión de nosotros mismos, más colorida y vendible levantarían el tan deprimido espíritu nacionalista. La Madre Patria encarnada por una Chica Bond, convertir, ya por fin, en parque temático las zonas arqueológicas, con áreas de fast food y demás atractivos turísticos. En los murales sustituir el rostro de alguno de nuestros próceres por la cara del heroico 007 que vence a los malos, y siempre anda bien vestido, renovándolo con cada casting. En esta visión más optimista tendríamos el aliento para alcanzar el estatus de ser el Amigo Country del primer mundo.

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Desfile del Día de Muertos.

Museo. Dirección: Alonso Ruizpalacios. México, 2018.

HOMBRE DE CELULOIDE

El arte y la burocracia

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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA PANORAMA GLOBAL

i uno revisa la biografía de los directores que están haciendo el mejor cine de México puede suponer que el Imcine no ha hecho su trabajo. Los artistas nacionales construyen sus carreras nadando a contracorriente. Escriben, producen y diseñan producción fuera de las instituciones. Muchas veces educados más allá de las que deberían ser las escuelas del cine nacional: el CUEC y el CCC. Alonso Ruizpalacios es la excepción. Es un director de cine a quien la burocracia sí que ha apoyado. Su corto El último canto del pájaro Cú ganó el Noveno Concurso de Cortometrajes; Café paraíso el Séptimo Concurso Nacional de Cortometraje y Verde el Decimocuarto Concurso Nacional de Proyectos de Cortometraje. Si no fuera porque todos ellos son extraordinarios uno podría creerse que Ruizpalacios es un favorito. Pero no. En cada una de estas pequeñas obras de arte ha ido construyendo un estilo que terminó por plasmarse en su primer largometraje, Güeros, una película llena de alusiones a una infancia que no parece haber sido fácil: hay una tragedia, una culpa, globos de agua que estallan sobre el asfalto. La obra de Ruizpalacios ha comenzado a ser capaz de crear una poética en la que hay mucho que ver.

Museo es un primer trabajo en el que aspira además al triunfo económico. Producida por YouTube, Museo inicia con una ironía: “Esta historia es una réplica de la original”. Conforme nos enteramos que el guión va del robo de joyas de jade y oro que tuvo lugar en el Museo Nacional de Antropología en 1985 vamos entendiendo a qué se refiere el autor. Esta película no pretende ser la realidad porque para eso está la vida. Museo es una réplica de la realidad pues aspira a ser una obra de arte. El asunto sonaría pedante si no fuese porque la edición, el diseño sonoro, las actuaciones y los personajes producen gran cine. Tanto que ni siquiera se toma muy en serio y se da permiso de reírse de cosas tan solemnes como la música de Revueltas y un robo que escandalizó a Jacobo Zabludovsky. Los personajes de Museo, como todos los del director, sufren de un vacío existencial, deseos de grandeza que no se calman ni con alcohol ni con drogas ni con sexo, ni siquiera con la amistad,

La obra de Ruizpalacios ha comenzado a crear una poética en la que hay mucho que ver

otro de los temas que aquí reaparecen. Porque Museo es una historia de amistad que, sin embargo, no puede llenar un vacío que se traduce en un robo, realizado más por aventura que por avaricia. Al menos así lo cuenta el director. Y así hay que creerlo pues la verdad, como dice al final, es otra cosa. No vale la pena manchar con verdad a una buena historia. En fin, que cada obra de Alonso Ruizpalacios que el gobierno mexicano ha decidido apoyar a través del Imcine y Conaculta ha servido al director para consolidar esta primera obra de gran aliento. Incluso su trabajo en Canal 11, donde dirigió Fonda Susilla, una comedia sin otra pretensión que divertir sin ser vulgar. De El último canto del pájaro Cú, Museo tiene el mar y el miedo a la muerte, de Verde y de Café Paraíso, la locura de querer ser algo más, y de Güeros la amistad, la familia disfuncional y un toque de cine de arte que no termina nunca por interponerse entre el espectador y una historia que está hecha sobre todo para entretener. Con Museo, este director consolida un estilo que no necesita hacerse evidente. Ruizpalacios es un buen resultado de los esfuerzos de Conaculta, un director que, en México, se ha construido una carrera que vale la pena estudiar y disfrutar.

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ANTESALA

03 DE NOVIEMBRE 2018

POESÍA

Los coches A Fabio Morábito

Hay una Providencia entre los coches lo mismo que se esconde —sin saberlo— Otra para los cuerpos de los hombres. Lo supe apenas, cuando manejaba. De pronto Estaba allí, por todas partes, Contemplándome: entonces yo miraba la más íntima vida de los coches: ocres, mansos caballos por mi calle. No son ellos que buscan chocar, somos nosotros rebelándonos, ahítos de otros cuerpos y ansiosos otra vez de herirnos, si se puede, con sus vidrios.

Este poema pertenece al volumen Aparte de todo, no hay nada (Textos de Difusión Cultural/ UNAM, México, 2018).

Dont Like/ EKO

LOS PAISAJES INVISIBLES

El hijo de John IVÁN RÍOS GASCÓN

ELOY URROZ

EX LIBRIS

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@IvanRiosGascon

obe Hooper y Kim Henkel crearon a Jedidah Sawyer en 1974, un carnicero caníbal mejor conocido como Leatherface (usa una careta manufacturada con la piel de sus víctimas, a las que destroza con una motosierra), para el filme de culto La masacre de Texas; Michael Myers, con su pálida y despeinada máscara de látex, fue concebido por John Carpenter y Debra Hill en 1978 para la franquicia Halloween; a Jason Voorhes le dieron apariencia Sean S. Cunningham y Victor Miller en 1980 para el serial de Viernes 13: encubierto con una carátula de hockey y armado con un machete, es una obvia paráfrasis de Michael Myers; Wes Craven inventó a Freddy Krueger, el asesino de cara quemada y guante con garras que ataca donde menos puede uno defenderse (en los sueños), y lo soltó en Pesadilla en la calle del infierno (1984). Cuatro monstruos en diez años, creaturas que obtuvieron secuelas y remakes y que siguen abonando dinero en las taquillas porque gracias a ellos el género slasher (inaugurado por el introvertido Norman Bates de Psicosis de Alfred Hitchcock), con su simpleza narrativa, sus lugares comunes, sus efectismos y moralejas moralinas, se hizo tradición. De esa genealogía con el tiempo surgieron otros seres, digamos Chucky o el encapuchado de la saga Scream de Wes Craven, que aunque parecían espantajos de la misma truculencia resultaron de menor calado, y pronto aparecerá un nuevo engendro porque los monstruos se hacen viejos y ya no son cien por ciento compatibles con el software de chatarra cultural del público asiduo de blockbusters. De esa lista el más simbólico es Michael Myers, pues contradice el razonamiento inductivo del test del pato: parece un tipo cualquiera, camina como un tipo cualquiera, se mueve como un tipo cualquiera pero no, no es un tipo cualquiera. Inmune a puños, navajas, disparos, fuego y explosiones, Michael Myers no tiene rostro, no habla, no bebe, no fuma, no come (lo que es una ventaja ya que no va al mingitorio o al retrete), solo mutila y asesina sin motivo y además es inmortal. Al parecer, John Carpenter tenía todo calculado, ya que es un hombre orquesta (escribe, dirige, compone su propia banda sonora: el tema musical de Halloween es tan emblemático como “Tubular Bells”, la pista que Mike Oldfield creó para El exorcista, de William Friedkin, en 1973) pero tal vez no: que su asesino serial fuera invulnerable sin ser un diablo, un fantasma, un robot o un marciano no se debe únicamente a su éxito de cartelera sino quizá a que Carpenter se encariñó con su creatura y prefirió no dar explicaciones a los fans. Al fin y al cabo, esa clientela es acrítica, irreflexiva, crédula y no espera contenido, solo emociones pasajeras, y es por eso que de Myers se especulan varias hipótesis (la espina del mal, los druidas, el paganismo, etcétera). Sin embargo, la conjetura más coherente podría ser la de que Michael Myers, en efecto, es un tipo cualquiera y totalmente descocado, como Charles Manson o El hijo de Sam o los adolescentes de Columbine. Por qué no pensar que Carpenter no se atrevió a reconocer que la inmortalidad de Michael Myers solo es una metáfora de la psicopatía que brota aquí y allá, de generación en generación y en todo el planeta. Una crueldad que no necesita la tutela del demonio. No en vano, en 2007 Rob Zombie identificó su versión de Michael Myers en los bajos fondos de la White trash, esa clase haragana, vulgar, ignorante, xenófoba, violenta, conformista y electoralmente entusiasta de, bueno, ya no hay que adivinarlo…

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MÚSICA

03 DE NOVIEMBRE 2018

“Lo más admirable de Paul es su decencia” IVÁN RÍOS GASCÓN @IvanRiosGascon FOTOGRAFÍA PETE MARINER

Philip Norman da cuenta de los retos y tropiezos que enfrentó para escribir la biografía del cofundador de los Beatles

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etecientas noventa y cuatro páginas conforman Paul McCartney. La biografía (Malpaso, 2018), libro que nadie imaginó posible porque durante años Philip Norman (Londres, 1943) mantuvo una ríspida relación con el cofundador de los Beatles, a pesar de que fue el propio McCartney quien le dio el salvoconducto al universo de la banda. Norman lo cuenta en el prólogo: sucedió en Newcastle el 4 de diciembre de 1965, durante la última gira británica. Paul aceptó una entrevista para el Northern Echo, un periódico de poca monta para el que trabajaba Norman. Ligero, modesto, como si la fama, el dinero y el glamour no fueran nada para él, McCartney entornó la puerta del

camerino improvisado y el reportero accedió fácilmente a John, George y Ringo. La conversación fue espontánea, divertida y, para rematar, Paul lo dejó sostener su bajo Höfner modelo “violín”, deferencia que podría simbolizar el que un pistolero de los más buscados permitiera a otro apuntar al vacío con su Colt 45. A partir de entonces, el nombre de Philip Norman sería imposible de disociar del cuarteto de Liverpool, pues más adelante escribió Shout!, crónica biográfica de los Beatles, y John Lennon: Life, títulos que armonizan con su vocación de explorador de vidas ajenas, principalmente de músicos, como las semblanzas que hizo de Buddy Holly, Mick Jagger y Elton John, aunque habría que decir que Norman no solo es biógrafo, también es novelista y dramaturgo. Flemático como todo británico de cepa, me responde la pregunta de por qué tras docenas de títulos que se han publicado sobre los Beatles él no abandona el argumento y


MÚSICA

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Foto: AP

sus personajes. “Después de miles, de millones de palabras que escribí sobre Paul McCartney a lo largo de los años, me di cuenta de que mi punto de vista sobre su personalidad no era objetivo. Mucha gente cuestiona por qué después de Shout!, la historia de los Beatles que publiqué en los años ochenta, vuelvo a escribir sobre él si ya todo mundo conoce la historia. La cuestión es que con el tiempo me di cuenta de que el auténtico McCartney es un hombre mucho más fascinante de lo que proyecta su imagen pública, y esa es la razón por la que decidí apostar por una biografía de esta naturaleza”. Biografía que, por cierto, en su autoría resulta paradójica porque en Shout! trató a Paul McCartney con rudeza innecesaria. Menospreció su talento y su valía en el cuarteto, sostuvo que la genialidad le correspondía solo a John Lennon, y lo redujo al patético papel de publirrelacionista de la banda. A pesar de todo, McCartney le autorizó llevar a cabo el libro: “Fue una sorpresa enorme que me diera su autorización (tácita) para escribir la biografía. Reconozco que fui injusto con él en la obra sobre los Beatles pues no obstante el distanciamiento que tuvimos, cuando estaba escribiendo el volumen sobre Lennon me llamó para ayudarme con ciertos detalles de la historia que solo él podía contar, lo que me pareció extremadamente generoso de su parte. Le pedí que me contestara algunas preguntas por e–mail, y lo hizo más rápido de lo que pensaba”. ¿Cuál es la diferencia entre tu obra y la de otros biógrafos como Barry Miles? A pesar de lo extenso y acucioso del libro de Barry Miles, su trabajo culmina con el final de los Beatles. A mí siempre me ha importado más lo que pasó después. Primero con Lennon y luego con Paul. La gente piensa que con ser un ex Beatle era suficiente para retomar el rumbo pero lo cierto es que las cosas no fueron fáciles. Todo fue muy duro para Paul, le costó años para que la gente lo tomara en serio con su banda Wings, sobre todo por incluir a su esposa Linda. Así que después de los Beatles, mientras John y George, e incluso Ringo, relanzaron sus carreras, y hay que decir que lo hicieron muy bien, a Paul le tomó mucho tiempo conseguirlo: a pesar de ser tan talentoso, de poseer un encanto irresistible, su esfuerzo fue mucho mayor que el de los otros. ¿Has detectado inventos o imprecisiones en las múltiples biografías del cuarteto que se han publicado? No, porque no las leo. Detesto las biografías pop. Son terribles. A sus autores les falta dedicación, esfuerzo. Para escribir acerca de los músicos y su trabajo necesitas cierta habilidad y entrega para ser objetivo con tu personaje. No basta con ser un fan. Necesitas ser un fan con la capacidad para descubrir el detalle interesante de los artistas y su obra. ¿Cómo fue el proceso de escritura? ¿Cuál fue el episodio más difícil de recrear? Todos los capítulos de la vida de Paul son complicados de narrar. Sin em-

Foto: Wikia.com

Portada de La biografía. Arriba: Paul McCartney durante un concierto en Toronto. Abajo: Philip Norman.

bargo, el más complejo pero fascinante fue el de su encarcelamiento en Tokio (por posesión de drogas). Estuvo en una celda repugnante, con adictos, asesinos y mafiosos, y lo que hizo fue convertir esa experiencia en algo positivo. Creo que realmente disfrutó estar ahí, como si se hubiera dado unas vacaciones de ser Paul McCartney. ¿Lo más difícil de descubrir? McCartney como personaje público. Es impredecible. La gente no lo advierte pero es muy inseguro. No como un hombre ordinario ni con su familia sino como artista. Es inseguro en su trabajo. Como todos los genios, nunca está satisfecho con lo que hace. Piensa que puede concebir algo mejor en el futuro, por lo que hay que seguir y seguir en el camino. Ahora bien, seguramente faltaron muchas cosas que no vi. Jamás llegas a escribir la última palabra por más que explores el carácter de alguien.

¿Cuál es el mayor cambio entre el Paul joven y el Paul septuagenario? Con la edad la gente se vuelve otra, en ocasiones se convierte en su contrario. En el caso de Paul, podemos destacar la agudeza, la salud física, la honestidad, aunque lo más admirable, a pesar de la inmensa riqueza que ha amasado, es su decencia. Mientras muchas estrellas se vuelven monstruos, él sigue siendo un hombre decente. ¿Cómo resumirías la relación entre John y Paul? John y Paul eran totalmente diferentes en lo familiar, lo económico y social, pero como músicos eran una simbiosis. Paul es zurdo y John era diestro pero ambos podían tocar sus respectivas guitarras de forma natural, y de la misma manera conectaban sus personalidades: si uno empezaba a componer una canción, el otro la terminaba en los mismos términos en que el primero lo habría

hecho. Como si fueran una sola persona, el nivel creativo era igual. ¿Cómo defines a cada uno de los Beatles? No es posible hacerlo, salvo en conjunto. Ringo en solitario, por ejemplo, no es realmente admirable sino solo con los Beatles. ¿Sabes si Paul ya leyó el libro? Sospecho que gente cercana a él ya lo leyó, quizá para valorar la calidad de mi trabajo, para ver si hice algo decoroso o de lo contrario recordarle que cometió un error al permitirme escribir sobre su vida. No sé si va a estar totalmente de acuerdo con el resultado, aunque le envié el manuscrito por e­­–mail antes de su publicación, sobre todo por los capítulos acerca de su padre, y respondió con un lacónico mensaje en el que decía que le parecía asombroso que otra persona le descubriera tantas cosas de sí mismo.

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DE PORTADA

03 DE NOVIEMBRE 2018

El ex integrante de Sex Pistols y líder de Public Image Ltd habla sobre la futilidad de la vida y su amor por la literatura

John Lydon

Con la cabeza en el patíbulo

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JUAN CARLOS VILLANUEVA FOTOGRAFÍA MARTIN SCHOELLER

enimos del caos, no puedes cambiarnos”, repite un rabioso John Lydon en “One Drop”, la canción que, en 2012, lo rescató de un autoexilio por más de 20 años junto a su banda Public Image Ltd (PiL). Tiene razón, este hombre viene de la basura: el hijo de inmigrantes irlandeses que se establecieron en Finsbury Park, en Londres, fue testigo de cómo su madre arrojaba al inodoro los restos de fetos tras una serie de abortos involuntarios, escenas que lo motivaron a escribir “Bodies”, en el Never Mind the Bollocks de Sex Pistols, donde grita “No soy un animal, mamá. No soy un aborto”. A los siete años, enfermó de meningitis (contagiado por las ratas), estuvo seis meses en coma y perdió gran parte de su memoria por casi cuatro años. “Debería estar muerto pero, por algún motivo, Dios prefirió que me quedara aquí por un tiempo”, dice Lydon, de 62 años, un hombre que no solo ha visto el abismo sino que ahí compró un tiempo compartido. El cantante de PiL ha vagado por todos los círculos del infierno, por la drogadicción y el alcoholismo, incluyendo sus luchas internas y su visión fatalista de su paso por este planeta. “Siempre he pensado que las mejores

ideas provienen de mentes turbias. La ira, la desolación y la amargura me han mantenido activo e inquieto. No creo que exista mejor inspiración que la rabia”, dice el hombre que aprendió a vivir bajo ese estado emocional por prescripción médica, cuando sus padres le suministraban dosis de encabronamiento para que su cerebro se mantuviera activo. Dicen que infancia es destino y Lydon se conserva como un orgulloso outsider. “La mejor forma de conocer el significado de este mundo es contemplarlo desde fuera”, piensa Lydon. “Pueden acusarme de provocador, anarquista, incendiario, incluso inventarme que soy el rey de lo que quieran. ¡Gracias, me encanta! Es publicidad gratis que pensé que no me costaba, pero me ha afectado mucho. Esos títulos conllevan demasiada responsabilidad, y es mi deber mantenerme fiel y real a lo que considero mi estándar de valores: nunca mentir, nunca copiar a nadie y no ser falso”. La imagen de John Lydon de estos días nada tiene que ver con aquella del héroe escuálido del punk de los años setenta, pero en este hombre abotagado aún se nota la bizarría y legitimidad del paria que escribió letras como las de “Anarchy in the UK” y “God Save the Queen” (Sex Pistols) o “Religion” (PiL), en las que reparte puntapiés en las partes más nobles de la política, la moralidad y la religión católica. “No considero ser un incendiario o transgresor”, dice

Lydon, “más bien soy un oportunista que ha sabido levantar la voz cuando nadie más lo hecho y señalar a los hijos de puta sin censura ni mesura. Lo que hago es expresar todas mis emociones como ser humano a través de la música y las letras. El ser descaradamente franco puede llevarte a un lugar donde parece que eres diferente al resto, y la honestidad puede ser incómoda. Hay que ser cuidadoso, porque afuera hay muchos enemigos a los que no les gusta la verdad”. En Lydon, el honor, el poder, la riqueza y todas esas bondades adictivas que conlleva la fama han quedado atrás; su ambición, dice, ha ido mucho más allá. “Viví a muy temprana edad todas esas cosas [fama, dinero, mujeres]. Viví en una burbuja donde solo caen los tontos, los pobres diablos que buscan la inmortalidad en lo efímero y lo banal. El mundo significa mucho más para mí ahora, y ese es el valor de mi trabajo y de mi honestidad. Esas son las cosas que me importan. Me despierto muy feliz cada mañana sabiendo que no entregué dos mil mentiras la noche anterior. Puedo decir que soy una persona ambiciosa y eso me permite mejorar continuamente como músico o como compositor. Me proporciona automáticamente

El mundo significa mucho más para mí ahora, y ese es el valor de mi trabajo y de mi honestidad

John Lydon y PiL tocarán el 6 de noviembre en el Pepsi Center del WTC de la Ciudad de México.


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DE PORTADA

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nuevos desafíos y, por lo tanto, nuevas vías para explorar. Siempre trato de ser lo mejor posible en lo que considero que soy bueno. No deseo convertirme en una mentira, no aspiro a ser como cualquier otro artista en esta industria”. En 2010, Lydon y el cineasta Tabbert Fiiller se adentraron en una especie de pesquisa con tal de descubrir quién es John Lydon, también conocido como Johnny Rotten, y su relación con la banda PiL, para revelarlo en el documental Public Image is Rotten. Así, abriendo los cajoncillos mentales de Lydon y recopilando testimonios de músicos y admiradores —como Flea (Red Hot Chili Peppers), Adam Horovitz (Beastie Boys) y Thurston Moore (Sonic Youth), entre otros—, Fiiller relata la historia del grupo, desde 1978 hasta su ruptura en 1992, y su eventual reformación. “Es la búsqueda de la verdad, donde incluimos a los más amables, a los que dudan y los que nos odian; todos estuvieron presentes para decir su testimonio y ponerme en el lugar que debo estar. Cuando pones tu cabeza en el patíbulo para ser juzgado por otros, en el estricto sentido de tu creatividad, siempre serás destrozado. Es parte de la condición humana, criticar, y eso es precisamente el precio y significado de ser una imagen pública”. Los primeros discos de PiL —Public Image Limited (1978), Metal Box (1979) y The Flowers Of Romance (1981)— fueron un proceso complejo para Lydon. “Fue un conflicto mental donde mis ideas chocaban con el resto de la banda”, explica. Fue hasta el séptimo disco, Album (1986), cuando PiL comenzó a construir su más fascinante historia. Producido por el bajista, productor y arreglista estadunidense Bill Laswell, y acompañado —por sugerencia y decisión del propio Laswell— de músicos como Steve Vai (Frank Zappa), Ginger Baker (Cream), Tony Williams (Miles Davis), Ryuichi Sakamoto (Yellow Magic Orchestra) e Ian Anderson (Jethro Tull) como compositor, este disco conservó en secrecía el crédito de los músicos que grabaron. “No quise colgarme de la reputación tan honorable de estos músicos; quería ser valorado por mí. Puedo sonar narcisista, pero era necesario hacerme escuchar y, de paso, ridiculizar a la gente que en principio no quiso lanzar este disco [Elektra Records] porque no tenía idea de quiénes tocaban en él”, explica. “En todos los años que llevo como músico, me he dado cuenta de que, aunque toques con los músicos más profesionales que existen, no hay nada mejor y más divertido que tocar con aquellos que no conocen las reglas. Pienso en Steve Jones y mis años con él en Sex Pistols y solo puedo decir que marcó la diferencia en mí. Fue una gran influencia por su forma de tocar la guitarra”. Laswell y Lydon se conocieron en 1983, luego de que Afrika Bambaataa (Lance Taylor) pidiera trabajar con alguien demasiado loco. “¿Conoces a Joe Elliott de Def Leppard?”, preguntó Afrika a Laswell, a lo que el productor y bajista negó y sugirió a Lydon. La idea

le pareció oportuna, pues Afrika había visto la aparición de Lydon como actor en la cinta policiaca Copkiller. “Era un periodo de inactividad en PiL, así que recibí la oferta de aparecer en esa película italiana”, recuerda Lydon, “pero actuar resultó más difícil de lo que imaginaba. La idea de convertirte en una persona completamente diferente a la que soy es muy complejo para mí, y más cuando he pasado tanto tiempo perfeccionándome a mí mismo”. Finalmente, Lydon grabó “World Destruction”, para el disco de Bambaataa, Time Zone. “Amo la ideología de Bambaataa, y la canción tiene un claro mensaje de humanismo, algo que puede resonar en el país de Donald Trump” (La raza humana se está volviendo una desgracia/ Los ricos se hacen más ricos/ Los pobres se hacen más pobres/ Fascistas, chovinistas, payasos del gobierno/ Gente, musulmanes, cristianos e hindús/ Están en el huso horario justo para hallar la verdad/ ¿Tú cuál crees que es la raza superior?) La literatura siempre ha estado muy cerca en la vida de Lydon. Simplemente, el nombre de Public Image lo tomó de la novela escrita por Muriel Spark, que habla sobre cómo la industria puede destrozar tu mente si lo permites. De niño, en la convalecencia de la meningitis, los libros fueron su terapia y ungüento espiritual. “Amo los libros, siempre quise ser escritor”, confiesa. “Todos los niños tenían sus fantasías, unos querían ser científicos o astronautas, yo quería ser escritor pero nunca supe si era lo suficientemente bueno. Leía y escribía por horas, fue la mejor forma de recuperar la memoria. Mi sueño era tener una cama en medio de una librería. Cuando tuve mi primera banda, me di cuenta de que podía cantar las letras que se me venían a la mente de manera tan fluida. Me gusta cómo las palabras construyen universos en mi cabeza”. Lydon escribió “One Drop in All of This Ocean”, que lo trajo de vuelta a PiL, evocando la imposibilidad de saberse parte de un todo, de nunca estar en el centro. “Mi tiempo llegará, como a todos”, dice. “La muerte escoge los momentos para cada uno. No tenemos elección, a menos que seamos tontos y desperdiciemos nuestra vida cometiendo suicidio. No tengo miedo de morir; de hecho, estoy plenamente consciente de ello. Por eso estoy haciendo lo mejor posible para asegurarme que suceda lo más lejos posible de ahora. Así que disfruto mucho escribiendo, diciendo siempre la verdad sobre cómo veo las cosas”. John Lydon, el hombre que por años vivió entre los escombros de la basura de la clase obrera inglesa, se cuestiona: “¿Me arrepiento de algo? Claro, de haber tratado con disqueras, pero hice muchos amigos, así que no todo fue malo; hubo muy buenos momentos. Es triste ver cómo las disqueras nos trataron y nos juzgaron de acuerdo con lo que dictaba el departamento de contabilidad, así que, al final de la historia, todo se resume en dinero, el origen de todos los males”.

“No deseo convertirme en una mentira ni ser como cualquier otro artista en esta industria”

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CIENCIA

03 DE NOVIEMBRE 2018

DESMETÁFORA

Mentiras estadísticas y consultas socorridas Los grandes desafíos de la democracia participativa son la desafección, la apatía y el descontento

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obre la aplicación de referéndums mucho se ha dicho y más se dirá. Hay países como Suiza en los que se usan de manera intensiva a pesar de que se trata de un instrumento de la democracia directa. Suiza ha mostrado que los métodos de la democracia directa pueden convivir con la democracia participativa. Después de la experiencia que ofrece la alta frecuencia con que se practican en el mundo, los especialistas han señalado algunas disfuncionalidades presentes en las consultas populares. Las más citadas de éstas son las que señalan el peligro que representa el control del proceso por un grupo dominante, otra se refiere al gran déficit que se da en la deliberación debido a la generación de prejuicios durante el proceso, también y quizá, sobre todo, el famoso mayoriteo con el que las minorías son completamente ignoradas. Estas alteraciones en la funcionalidad de una democracia son de carácter político y hasta filosófico, pero ¿qué hay de la matemática del proceso? Entre las disfuncionalidades de la consulta popular la más grave, por su contundencia, es la que se refiere a la falta de legitimidad por una posible escasa participación. Esta disfuncionalidad es matemática, no política. No se puede pensar que la voluntad de todos esté representada con justicia si no se cuenta con la participación de la gente. La preocupación más inmediata de una baja participación es que podría ser la manifestación del descontento a través de la abstención. Suiza es el país que más recurre a las consultas y ahí, en los últimos años, la participación de la ciudadanía se encuentra por debajo del 50 por ciento. Justo después de la Segunda Guerra Mundial la participación era del 60 por ciento, pero ésta ha venido cayendo hasta llegar a un 40 por ciento en algunos casos. En los últimos años se dice que el promedio de participación es del 45 por ciento, aunque se han llevado a cabo referéndums en los que la participación alcanzó el 75 por ciento en los años setenta, o de casi 80 por ciento en 1992, cuando se consultó sobre la posibilidad de unirse a la Comunidad Europea.

GERARDO HERRERA CORRAL gherrera@fis.cinvestav.mx FOTOGRAFÍA REUTERS

Propaganda que llama a un referéndum en Suiza.

Para los suizos, esta baja participación no responde a una desafección con el sistema político. Los ciudadanos no parecen estar inconformes con el Estado; es decir, la baja participación no representa una desavenencia entre el gobierno y sus ciudadanos. De hecho, más del 90 por ciento de la población manifiesta estar muy satisfecho con su sistema democrático. Desde ese punto de vista, la baja participación no representa una preocupación grave. Sin embargo, no hay que olvidar que, si bien el criterio de desafección política ayuda a aminorar la preocupación de una baja participación, no legitima la decisión. En México acabamos de vivir una consulta en la que la participación fue menor al 1 por ciento. Por si esto fuera poco, no tenemos una medida de la desafección política porque la consulta fue realizada fuera de las instituciones oficiales y no tiene sentido evaluar el desempeño de un gobierno que aún no empieza. Uno podría

La más grave disfunción de la consulta popular es la escasa participación

considerar que la desafección está relacionada con el porcentaje que aprobó al presidente electo, pero esto no es tan sencillo. Mucha gente ha expresado su descontento a la consulta aun cuando anteriormente dio su voto en favor del presidente electo. Muchos otros expresaron en su voto electoral el descontento con la administración anterior sin que eso signifique que simpaticen de lleno con el triunfador de las elecciones o su programa de trabajo. De manera que no tenemos, en este momento, una medida de la desafección política en nuestro país. Algunos estudios del pasado sitúan la desafección política en un 60 por ciento, pero estas medidas tan altas parecen mezclar apatía y descontento. En todo caso, la desafección política asociada de manera específica con la consulta reciente sí parece ser considerable a juzgar por las expresiones de la gente y el desconcierto más o menos generalizado que se puede ver en las redes sociales y los mercados. Una pregunta técnica que no deja de ser controversial es la posibilidad de usar encuestas. Aunque no

es la manera como la democracia se ejerce, una encuesta ofrece mejor representatividad cuando la participación es baja. La encuesta es un instrumento que ofrece la posibilidad de tener un control más preciso cuando se quiere saber cómo piensa la gente. Más aún, permite calcular el tamaño de la muestra tomando en cuenta que un sector de la población no tiene las características deseables para decidir sobre un tema. Si el caso que será puesto a consulta involucra aspectos técnicos y especificidades de usuario es necesario considerar un tamaño de muestra diferente y tener cuidados extra en el proceso. Las encuestas no son un mecanismo democrático, pero sí son instrumentos útiles en la toma de decisiones. La ventaja que tienen por su capacidad para representar la opinión general no sustituye al ejercicio democrático, donde hay principios de libertad, espontaneidad y expresión individual que no están en una encuesta pero, si de tomar decisiones se trata, quizá sea un mejor instrumento que el de una consulta con participación tan magra y con tantas deficiencias en su organización.

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EN LIBRERÍAS

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NARRATIVA, ENSAYO Frankenstein

Tromsø

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A FUEGO LENTO Amanecer en el Zócalo

Bernardo Esquinca Las increíbles aventuras del asombroso Edgar Allan Poe, 2018

Mary Shelley Ariel México, 2018 342 páginas

José Israel Carranza Malpaso México, 2018 155 páginas

Elena Poniatowska Booket México, 2018 400 páginas

¿Qué tiene de novedosa esta edición del clásico archiexplorado y varias veces adaptado (al cine, al teatro), libro también conocido como El moderno Prometeo? Los lectores deben tomar en cuenta que viene acompañada de la versión original del manuscrito de 1818 (revisado y corregido por Charles E. Robinson, una de las máximas autoridades en torno de esta obra), así como de anotaciones y ensayos de estudiosos que leen la novela de Mary Shelley desde múltiples perspectivas.

Estamos ante la historia de un hombre que repentinamente se da cuenta de que no entiende lo que dice. Por más esfuerzos que haga, que repase una y otra vez sus alocuciones, no alcanza a comprender sus propios mensajes y, aunque no es mudo, su voz se escucha cada vez menos. No está enfermo pero se aleja del mundo tangible, y comienza un periplo (o una estadía) en la ciudad que se extingue poco a poco, completamente aislado aunque no por ello deje de hablar sobre la vida, su vida.

En este ejercicio periodístico en forma de diario, la autora de La noche de Tlatelolco rememora la resistencia civil que se organizó en el entonces DF luego de las elecciones de 2006 en las que Andrés Manuel López Obrador perdió ante Felipe Calderón; los editores lo subtitulan Los 50 días que confrontaron a México. A pesar de ser un diario, no se sigue un orden cronológico y encontramos juegos temporales. La lectura permite ver cómo alguien ajeno a la política se involucra en ella.

Por qué Marx tenía razón

Cruzar el umbral al Medio Oriente

21 lecciones para el siglo XXI

Terry Eagleton Ariel México, 2018 256 páginas

Carlos Martínez Assad Océano México, 2018 279 páginas

Yuval Noah Harari Debate México, 2018 404 páginas

Aunque, como reconoce Eagleton, el marxismo ha sido relegado por no pocas personas “al pasado más primitivo”, la realidad es que mientras siga existiendo el capitalismo tendrá algo que decir. He aquí algunos de los cuestionamientos que rectifica: que el marxismo está acabado, que está bien en teoría pero que en la práctica ha caído en la tiranía y que es una forma de determinismo. “Lo que Marx aspiraba a fomentar era la diversidad y no la uniformidad”, es una de las conclusiones.

El investigador emérito del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM y del Sistema Nacional de Investigadores parte de una crítica a la mirada orientalista que creó un mundo árabe más cercano a la visión romántica que a la historia rigurosa para proponer otra panorámica de las aportaciones culturales de la región. Para ello, recurre a los testimonios de los viajeros y a las propuestas estéticas de los escritores y sus posturas ante la complejidad política de Medio Oriente.

Autor de los exitosos libros De animales a dioses y Home Deus, con los que se ha acercado a nuestro pasado y nuestro futuro respectivamente, el historiador israelí publica ahora un volumen dedicado a nuestro presente. Yuval Noah Harari pretende ofrecer una visión clara con respecto a temas que hoy son relevantes. Trabajo, libertad, religión, terrorismo, posverdad y educación son algunas de las lecciones mediante las cuales invita a reflexionar y discutir.

El mismo, el otro ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

C

uántos deleites literarios pueden obtenerse de la insustancial materia histórica; cuántos, siempre y cuando prevalezca la invención sobre la mera relación de los hechos, como acostumbran muchos de los que practican ese género de anticuario que es la novela histórica. He seguido la carrera de Bernardo Esquinca desde que en 2008 publicó Los niños de paja y nunca me había deleitado tanto —más aun que con su serie protagonizada por Casasola— como con su novela más reciente, Las increíbles aventuras del asombroso Edgar Allan Poe (Almadía), un armonioso juguete narrativo, un thriller por el cual pasea la sombra del mismo C. Auguste Dupin, que recoge algunos restos de materia histórica para transformarlos en una ficción incontrovertible. Consigno un puñado de razones. En primer lugar, no solo convierte a Poe en un personaje verosímil sino que utiliza algunos de sus cuentos para hilvanar una trama donde concurren el espiritismo, la fatalidad física y el culto a lo siniestro y morboso sin otro artilugio que el de alternar dos escenarios en dos épocas distintas: Charlottesville y Nueva York en 1826 y 1842. En segundo lugar, y como anuncia el título, adquiere la forma de la aventura en su acepción más común —hilvanando acciones trepidantes, golpes de suerte, reveses y encuentros con el peligro— y, sobre todo, en la que sirve para decir cosas nuevas sobre la relación entre los hombres y los misterios del mundo ulterior. En tercer lugar, y a manera de solitario homenaje, ha sabido recrear una sensibilidad y un ambiente sin la carga pedante de la erudición. Por último, y aquí reside el mayor misterio por descifrar, consigue advertir lo que significa la condición anfibia, la pertenencia a dos mundos que resultan igualmente insoportables. Y luego están esos seres tan amados por Esquinca, físicamente anómalos y condenados a exponerse como maravillas de circo pero rebosantes de lealtad y coraje. El Poe que ha imaginado Bernardo Esquinca es el mismo que conocemos a través de sus biógrafos y sus relatos, el que coquetea con la muerte y dice “Escuchen y déjense tocar por el rayo”, y también, y por encima de la justeza histórica, un Poe que permanecía en estado latente hasta que cayó en manos de un poderoso fabulador.

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CINE

03 DE NOVIEMBRE 2018

RESEÑA

ENTREVISTA

Los palacios de los cinéfilos ANDREA SERDIO

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spacios distantes aún vivos. Las salas cinematográficas de la Ciudad de México es una investigación de Francisco Haroldo Alfaro Salazar y Alejandro Ochoa Vega, publicada en 1997 por la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, que después de una reimpresión en 1999 se volvió a editar en 2015. La edición 2015 reproduce los prólogos de 1997 del arquitecto Humberto Ricalde y del crítico cinematográfico Gustavo García, ambos fallecidos. Ricalde comenta que la de los cines del siglo XX fue una arquitectura pensada para la convivencia, el encuentro y el esparcimiento de la sociedad en su más amplio espectro, que requiere, con urgencia, ser rescatada de la destrucción que se ha ensañado con ella. Gustavo García dice: “Hubo un tiempo, no hace muchas décadas, en que las masas populares de todo el mundo, de todo el país, de la Ciudad de México, asistían a palacios deslumbrantes para asomarse a realidades pasmosas, a los más impresionantes espectáculos de la imaginación y la ciencia, o dicho de otro modo, a ver cine”. Las salas de cine, ideadas por empresarios, arquitectos, técnicos, artistas plásticos, vivieron su esplendor entre los años cuarenta y ochenta del siglo XX. Eran, como señala Gustavo García, auténticos palacios, algunos con esculturas, fuentes, escaleras de mármol, lámparas de araña y otros lujos inimaginables en los actuales complejos cinematográficos. En 1985, con el sismo del 19 de septiembre, comenzó el declive de los grandes cines. Algunos de ellos fueron destruidos: el Roble, el Regis, el Internacional, el Del Prado, el Encanto, entre muchos otros que desde entonces permanecen como fantasmas, en ruinas, abandonados, víctimas de la ignorancia o, peor aún, de la especulación inmobiliaria. Los autores estudian la arquitectura de esos cines que hoy forman parte del pasado, y al hacerlo realizan un recorrido por la historia de la ciudad, por sus escenarios y hábitos de diversión. Realizan la larga lista de los cines con que contaba la Ciudad de México y nos dicen en qué se han convertido los edificios que aún sobreviven: en tiendas departamentales, mercados, templos, sex shops, bares y solo uno de ellos (el Bella Época) en centro cultural. Los autores proponen alternativas para la conservación y reutilización de los edificios de los viejos cines, volverlos complejos culturales con auditorios, galerías, salas de convenciones, salas cinematográficas y tantas otras que, seguramente, volverían a darle esplendor a sitios tan emblemáticos como el Cosmos, el Mariscala, el Orfeón o el Ópera.

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Tamara y la Catarina explora la vejez, la soledad y el miedo a la muerte sin victimizar a sus personajes.

Lucía Carreras

“Me interesan las mujeres sin un hombre al lado”

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HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com FOTOGRAFÍA UNDERDOG

amara (Ángeles Cruz), una mujer de casi 40 años con una discapacidad y aficionada a las catarinas, encuentra un bebé cerca de su casa. Sin dudarlo, lo acoge bajo su cuidado, al que se suma Doña Meche (Angelina Peláez). Narrada en tono realista y sin victimismo, Lucía Carreras filmó Tamara y la Catarina, una ficción acerca de la adversidad, la marginación y la solidaridad femenina. Tengo entendido que la película surgió a partir de la imagen de un bebé abandonado. Así es. Me impresionó tanto que ahí comenzó a gestarse la historia. Se combinó con el hecho de que la señora que me hace el aseo tuvo una hija con discapacidad. Ambos episodios me llevaron por derroteros que siempre me han interesado, como la solidaridad femenina. Tamara y la Catarina podría ser una consecuencia de su película anterior, Adiós, papá. Hay muchas coincidencias entre ambas películas. Supongo que mis intereses como cineasta y mujer hacen que, sin ser historias similares, vayan a lugares parecidos. ¿Cómo se moldeó la conciencia feminista en su cine? Desde muy joven mi madre me dio a leer a Simone de Beauvoir, así que pronto comprendí la importancia de

pensar. Sin que me lo proponga, en mis historias hay mujeres que enfrentan la vida en soledad, no como una mala condicionante, sino como una circunstancia de vida. Me interesan las mujeres no construidas con la figura de un hombre al lado. Su película cuestiona que la discapacidad sea un obstáculo para ser madre. Para construir el personaje de Tamara tuve que investigar mucho sobre su discapacidad y la forma en que impacta en su forma de funcionar en el mundo. A partir del trabajo con Ángeles, le dimos otros rasgos, pero siempre con respeto y sin volverla una caricatura. Hacerlo de otra manera habría dado como resultado una película facilona y conmovedora. Creo que su discapacidad es menos limitante que la condición social en la que está. Quería demostrar que lo físico y cognitivo son obstáculos menores en comparación a la segregación social y económica. Su condición obliga a sacar lo mejor de ellas en todos los sentidos. ¿Por qué le interesaba contrapuntear a ambas? Quería hablar de la segregación social

“Puedes mostrar a un personaje vulnerable respetando su capacidad para tener cariño y relacionarse”

y de la invisibilidad. Una vez que definí el objetivo, me puse a jugar con las variables que otorga ser mujer, anciana y discapacitada, en contraposición a la pobreza, que al final es lo que les genera una sensación de vulnerabilidad ante las autoridades o las leyes. En lugar de ser inclusivo, el sistema las segrega. ¿Cuál es el límite de respeto al plantear un personaje con discapacidad? Puedes mostrar a un personaje vulnerable, pero respetando su capacidad para tener cariño, relacionarse y dar algo al otro. Una forma de respetarlo es no victimizarlo. No quería una cámara efectista ni una música dedicada a subrayar sentimientos lastimeros. ¿Por eso una estética casi de documental? Quería transmitir realismo. Respetamos el Centro Histórico como tal. Para captar su pulso escondimos la cámara y casi no usamos extras. Hacerlo de esta manera nos permitió registrar cómo los propios transeúntes las vuelven invisibles y las desaparecen porque les incomodan. En espacios interiores quería reflejar la visión de Tamara; por eso la cámara es más lenta en sus movimientos y no se regodea en planos cerrados ni en encauzar emociones. No creo en el cine con moralejas ni en intentar cambiar conciencias, pero sí creo que cuando eres consecuente con lo que crees terminas por transmitir una reflexión en el espectador.

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TERTULIA

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DANZA

PERSONERÍO

Compañía Nacional de Danza: encarar el naufragio

Don Luis Buñuel y Frankenstein

ARGELIA GUERRERO makarova81@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA PAULO GARCÍA

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Argenis Montalvo y Greta Elizondo en La bella durmiente del bosque.

n días recientes la Compañía Nacional de Danza (CND) presentó como parte de su programación anual el ballet La bella durmiente del bosque en una versión coreográfica de Mario Galizzi, quien fuera director artístico de la CND hasta mayo pasado. La función de estreno fue muy caótica por las circunstancias que la antecedieron. La Compañía manifestó públicamente que hubo múltiples trabas para trabajar de manera profesional el montaje de la pieza: se redujo el tiempo de ensayo y montaje sin medidas que pudieran compensar esa contingencia, sin atención a los reclamos de bailarines y músicos, a quienes les ofreció audiencia la titular de Bellas Artes, Lidia Camacho, una hora antes de iniciar la función, a cambio de no leer su manifiesto de inconformidad. El resultado ha sido reseñado por varios críticos: un desastre. Un ballet mal ensayado, bailarines desconcentrados e incómodos y una evidente descoordinación entre los diferentes aspectos de un montaje de tales dimensiones. En su columna en Confabulario, Juan Hernández reseña con detalle esta suma de contratiempos y no duda en calificar de “decadente” el actual momento por el que atraviesa la compañía. Sin embargo, considero que, aunque la crítica expone claros problemas dentro de la agrupación dancística, el problema de la situación,

tanto en la CND como en la danza nacional, amerita tiempos y espacios de reflexión que abunden en los conflictos y los aborden y discutan de manera más integral. Las adversidades que se reflejan en el escenario no son resultado de un solo aspecto sino multifactoriales. Ante tal preocupación, conversé con Carolina Ureta, a quien conocí en el TCUNAM y que transitó algunas temporadas por la CND. Coincidimos en decir que la danza nacional padece una crisis severa y requiere de una mirada abierta y profunda para otorgarle el lugar que merece dentro de una política cultural clara. La Compañía Nacional de Danza es un síntoma evidente, pero no el único. Generalmente, las direcciones artísticas se han otorgado para parchar problemas que surgen y se suman sin darles soluciones ni reflexionando sobre los rumbos que los proyectos deberían tener. En este espacio he abundado, por ejemplo, en el despropósito que ha sido el gasto en montajes sin ninguna vinculación con la realidad, superficiales y vetustos. De ningún modo sugiero que los gastos se reduzcan; por el contrario, varias compañías merecen

Las adversidades reflejadas en el escenario tienen causas multifactoriales

recibir recursos similares y ponerlos a trabajar de modo profesional y consecuente. El público en Bellas Artes ha sido muy generoso y sigue llenando la sala, pero esto ha derivado en reciclar una fórmula reduccionista de las obras y a evadir el reto de la adaptación de los temas, nuevos tratamientos, otros lenguajes y vinculación con el mundo en el que nos confrontamos cotidianamente. En pleno siglo XXI los criterios de admisión y ascenso en una agrupación como la Compañía Nacional de Danza son la blanquitud y un criterio estético más acorde a la revista Vogue que a una compañía de danza, criterio que se ve reflejado en el escenario, con un elenco digno de “una compañía de princesas”, alejadas de la técnica y la pasión por el arte. Talento hay de sobra, no solo en la CND. Se requiere de manera urgente un proyecto nacional que ofrezca oportunidades de desarrollo técnico y creativo. Criterios interesados en la danza y no en su burocratización, abandonar el racismo y clasismo para centrarse en el potencial creativo y transformador. De lo contrario, seguiremos expulsando talento y sensibilidad, y continuaremos consolidando la idea entre los bailarines de que lo mejor que les puede pasar es hacer danza lejos de su país. Quienes encabezan la política cultural en México lo consideran un cuento de hadas, pero la realidad es otra.

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JOSÉ DE LA COLINA

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espués de recibir una serie de premios en Europa y en Estados Unidos, don Luis (así le decíamos a Luis Buñuel) retornó más entusiasta en su afición al disfraz, una manía aprendida en los años de la Residencia de Estudiantes de Madrid. Era una de sus aficiones que él creía que ejercía con gran talento, pero que rara vez le quedaba bien, y así resultaba que cuando estábamos en una de nuestras comilonas en un restaurante español, él se paseaba disfrazado de cura o de militar o de vagabundo, sin que ninguno de nosotros, gourmets egoístas, diéramos el menor signo de sorpresa, y acaso uno de nosotros decía: “mira, ahí está don Luis haciéndose el tonto, disimulemos como si no lo hubiéramos advertido”. Esto lo molestaba más de lo que él hubiera querido, y ya estaba anubarrado durante la reunión cordial porque no sabía cómo deshacerse del ropaje prestado. Desde luego lo admirábamos por su cine y su modo de ser entero y caprichoso, y nos sentíamos honrados porque él quisiera jugar con nosotros. Mientras yo recogía parte de sus memorias para el libro que hice con Tomás Pérez Turrent, Prohibido asomarse al interior, yo le había hablado de una película de terror que me impresionaba mucho y que sigue haciéndolo: La novia de Frankenstein, un título del cine de género que confundía, como suele hacerse, al monstruo con su creador, el doctor Frankenstein. Pese a que don Luis desconfiara del cine genérico se mostró interesado en ver esa película. Le conseguí, mediante un amigo, una copia en 16mm de la misma y un aparato proyector adecuado. A don Luis la película le encantó, pues no en balde en su juventud de surrealista había privilegiado el tema del amor en relación con la muerte, así que no me sorprendió su buen juicio de la obra maestra de James Whale sino un detalle lateral y casi frívolo de don Luis: “Se habrá usted fijado en que el monstruo de Frankenstein y yo tenemos gran parecido”. Me sorprendió ver que don Luis era capaz de hallar un parecido entre él y el actor de la película, Boris Karloff, que a mí me resultaba enteramente inexistente. “Está claro —decía don Luis—, tenemos algunas cosas en común: el cráneo como hecho en piedra, la frente avanzada como un cajón suspendido en el aire, los ojos saltones y un aspecto que yo sé que para muchos es siniestro”. No sé si en otra parte de lo escrito por mí sobre el personaje o los dos personajes, Frankenstein y Buñuel, he dicho esta anécdota, pero me apresuro a registrarla porque no hay nada de lo referente a Buñuel que quiera yo perder en un olvido que ya me amenaza todos los días. Don Luis tenía algunos elementos infantiles que añadían un tono simpático a su carácter, más bien de señor español establecido en la fama vivida como una molestia más. Sin embargo, quise recoger esa anécdota como un rasgo más de que en el genio se puede hacer maravillas estremecedoras como Los olvidados, Viridiana, Tristana y El discreto encanto de la burguesía, que implican la madurez del creador pero también su lado agradeciblemente infantil. Y don Luis cumplía perfectamente el papel de un ingenio genuino y también inesperado, como debe de ser.

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO, IVÁN RÍOS GASCÓN ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ

03 DE NOVIEMBRE 2018

http:// www.milenio.com/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter:@SCLAberinto

TOSCANADAS

46:46.46 DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

U

na vez salí a correr con Cristina Rivera Garza en Calgary. Partimos del hotel Westin en la Cuarta Avenida y de ahí pasamos a recorrer una larga vereda conocida como el Riverwalk al costado del río Bow. Nos habíamos propuesto como final del recorrido una cruz en el suelo del parque Sien Lok. Luego del sprint final, en el instante en que ambos pisamos simultáneamente la mentada cruz, detuve el cronómetro. El tiempo del recorrido fue de 46:46.46. Nos pareció un bonito número y hasta augurio de algo. Una centésima de segundo antes o después habría desbaratado la armonía. Un cronómetro parado en 46:23.18 no habría dicho nada, pero detenido en 46:46.47 habría hecho sentir que algo se escapó de las manos por un imperceptible retraso. Solemos tener gusto por los números redondos o simétricos o consecutivos cuando los tenemos delante.

NÚMEROS CONSECUTIVOS

El improbable ¿y fatídico? billete de la lotería.

Pero no nos gusta tentar la suerte con ellos. Por eso hace siete años nos deleitamos con la fecha 11/11/11; ¿pero quién se anima a comprar el billete de lotería 11111? Por más que las matemáticas digan que ese número tiene la misma probabilidad de salir premiado que el 16702, lo normal es que prefiramos este último. Alguna vez leí sobre un hombre lleno de cincos. Había nacido el 5 del mes 5 de un año terminado en 5; era el quinto de cinco hermanos y varios cincos más. Un buen día fue al hipódromo. En la quinta carrera un caballo llamado Cinco Estrellas salía del arrancadero cinco. Le apostó cinco mil dólares, y el caballo llegó en quinto lugar. Los números andan por el mundo sin que les importen las supersticiones y, tratándose del azar, respetan estrictamente las leyes de la probabilidad. De nada sirve soplarle a los dados para aumentar la viabilidad de un resultado. Pero si el resultado

es el deseado, el protagonista pensará que el soplido fue determinante. Cuando algunos se suben a un avión saben que hay una probabilidad mínima de que se estrelle; pero la probabilidad existe. Para no atemorizarlos muchas aerolíneas brincan en su numeración la fila número trece, pero, aunque le cambien el nombre, la decimotercera fila sigue siendo la trece. Volviendo a los números de lotería, me pregunto si algún vendedor alguna vez salió a vender el 22222 o el 44444, o si la misma Lotería Nacional sabe que esos billetes se quedan en casa por ser invendibles. ¿Qué ha ocurrido con las varias miles de series del 33333 desde que la lotería es como la conocemos? ¿Existe el 00000? ¿Alguien se atreve a comprar el 66666? ¿Qué pasa con el 00001? ¿O con el 20000? ¿Cuál es la lista de números que se consideran invendibles? ¿Comoquiera los imprimen? Preguntas en verdad profundas.

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CAFÉ MADRID

La Orquesta Basura

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la Orquesta Basura se le conoce así porque utiliza los despojos para crear música. Está formada por niños y jóvenes de Asunción (Paraguay) que con instrumentos hechos a base de hojalata, plástico o cartón interpretan temas clásicos o populares para deleitar al público de su ciudad, de su país y de distintas naciones del mundo. Hace unos días, sus integrantes llegaron a España para emprender una gira de conciertos que culminará el próximo mes en el Teatro Real de Madrid, acompañados por la cantante Rosario Flores y el grupo de percusión Toompack. Hace ya más de una década, Favio Chávez, un licenciado en Tecnología Ambiental y exdirector de un coro de iglesia, llegó a trabajar al basurero de Cateura, en la periferia de Asunción, con un programa gubernamental de reciclaje, pero miraba a su alrededor y todo parecía carecer de esperanza. En el desolador paisaje se mezclaban la miseria, el desempleo, niños sin estudios, las drogas y la violencia. Así que para contribuir a superar todo eso se propuso dar clases de música a algunos vecinos del lugar. “El no tener nada no es excusa para no hacer nada”, les espetó. El problema, claro, era que no contaban con los instrumentos necesarios para aprender. Por eso fueron al basurero a rescatar materiales despreciados para fabricarlos ellos mismos. Un violín o un bajo de lata no tienen la misma sonoridad que los hechos con delicadas maderas y cordajes, pero eso, en realidad, no era tan malo. Con los elementos basurosos el grupo tendría un toque estético y armónico diferente. “Todo ese esfuerzo era en realidad

VÍCTOR NÚÑEZ JAIME periodismovictor@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA YOUTUBE

un compromiso de vida”, caviló el improvisado músico que no tardó en ganarse el respeto de sus compatriotas. De esta manera, la comunidad que vivía en torno a Cateura comenzó a librarse del pesado estigma que la situaba en la exclusión social y pronto el trabajo y la fama de la orquesta traspasaron fronteras. “En 2012 nos hicieron un documental y eso nos ayudó para que el mundo conociera nuestra labor”, me contó Favio Chavéz después

Si hubiese cerrado los ojos mientras sonaba Beethoven, no sabría si era un violín o una bandeja

de interrumpir un ensayo en el sótano del hotel donde se hospeda la orquesta en el que, si alguien hubiese cerrado los ojos mientras sonaba la música de Beethoven, no habría sabido decir si lo que escuchaba era un violín con sordina o una bandeja de horno golpeada hasta adoptar la forma del instrumento, una guitarra o dos latas de cacao paraguayo soldadas. Luego, David Echeverría —19 años, estudiante de Comercio Internacional— dejó de tocar el bajo y me expresó la satisfacción que le produce estar, desde hace tres años, en la formación musical. “Gracias a las giras que hacemos he conocido varios países. Pero el que más me importaba era España. Porque aquí vive y trabaja mi mamá desde hace tres años y ella no puede

Integrantes de la agrupación creada en Asunción, Paraguay.

ir a verme a Paraguay. Ya sabes: los padres emigran y uno se queda al cuidado de los abuelos, si es que los tienes, porque hay muchos que no y acaban mal”, añadió el chico que disfruta interpretando polcas paraguayas. “Con ellas la gente se entusiasma y nos acompaña con sus palmas en los conciertos”, subrayó muy risueño. En Cateura el proyecto derivó, además, en una escuela. Allí se forman hoy casi 300 alumnos y entre ellos se selecciona a los mejores para integrarlos en la Orquesta de Instrumentos Reciclados de Cateura, su nombre oficial que, con la ayuda de la empresa de reciclaje Ecoembes, ya tiene una réplica en España. “Es maravilloso que los valores que empezaron de forma muy localizada en Cateura tengan el poder de trascender a miles de kilómetros”, dijo Chávez, quien ya ha conocido a los pequeños que formarán parte del proyecto. “Son muy similares a los que yo conocí cuando empecé esto. Inquietos, traviesos. Y muy ilusionados por tener algo más que aprender”. A través de ese aprendizaje se filtran valores, conocimientos, destrezas y habilidades que, para Favio Chávez, tienen la posibilidad de cambiar sus vidas. “Por la disciplina, el respeto, el compromiso, la responsabilidad y la creatividad que todo esto contiene”. La versión española de la idea paraguaya se llama La Música del Reciclaje y está formada por niños del madrileño barrio de Vallecas (“sureño, obrero, lleno de inmigrantes y combativo de toda la vida”) que ahora encuentran en la música y la reutilización una válvula de escape a los problemas que les rodean. Porque lo que para muchos es basura, para otros es el futuro.

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