Laberinto No.806 (24/11/18)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO ENTREVISTA

POESÍA EN SEGUNDOS

LAURA CORTÉS

VÍCTOR MANUEL MENDIOLA

Arturo Chacón-Cruz: de la música ranchera a la ópera

Sylvia Plath antologada por Ted Hughes

Foto: MV Talent and PR

SÁBADO 24 DE NOVIEMBRE DE 2018 AÑO 15 - NÚMERO 806

Ida Vitale: los libros y la vida errante Guillermo G. Espinosa/ FOTOGRAFÍA: PASCUAL BORZELLI IGLESIAS

Ilustración: Alfredo San Juan


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ANTESALA

24 DE NOVIEMBRE 2018

ARTES VISUALES

La reina de las curvas MIRIAM MABEL MARTÍNEZ FOTOGRAFÍA OLIVER SANTANA/ MUAC

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ntrar a la exposición Diseño como segunda naturaleza es como viajar a ese futuro que en la década de 1970 imaginábamos imposible. Las formas de la arquitecta Zaha Hadid (1950–2016) contrastan con la gravedad del MUAC, que exhibe por primera vez en América Latina una retrospectiva de la contribución de esta artista iraquí–británica, la primera mujer en ganar el Premio Pritzker (2004). Apodada “la reina de las curvas”, Hadid rompió con la inercia geométrica y le dio expresividad a un hacer arquitectónico que ya se ve en Gaudí y en Félix Candela, y que se enriquece con una plasticidad que quizá le venga de la pintura (incluida en la muestra). Curiosa de la historia del arte, su trabajo también refleja la necesidad de dialogar con sus contemporáneos, como Rem Koolhaas. A través de maquetas, el espectador se introduce en un trabajo posmoderno que reparte guiños a otras formas de hacer (como la del brasileño Oscar Niemeyer). Hadid expresa la voluptuosidad del oasis. Quizá porque el desierto es el paisaje de su infancia, explora su exuberancia, que permanece escondida hasta que se aprende a mirarla. Si bien sus diseños son impactantes, al recorrerlos minuciosamente lo son aún más. Cada obra esconde su precisión como matemática (su primera carrera), una visión que la conecta con las paraboloides hiperbólicas de Candela y que la inspira para trazar curvas que se integran sinuosamente al entorno. Sus inmuebles se apropian de la naturaleza del contexto y la fusionan, como se observa en la maqueta para competir por el NAICM ( junto con el despacho del mexicano Francisco Serrano). La exposición, además de mostrar la aportación de Hadid a la arquitectura global, transita por el proceso creativo, la búsqueda de materiales y el uso de la tecnología para la creación de inmuebles (y también objetos, véanse sus muebles) que, sin dejar de responder a las funciones prácticas y habitables de la arquitectura, se erigen como esculturas al presumir sus volúmenes. Hadid entendió y experimentó su tiempo. Así lo evidencia el “parametricismo” (término acuñado por su socio–sucesor Patrik Schumacher), que usa la animación digital en la creación de ecuaciones para el diseño, una estrategia que para el crítico inglés Rowan Moore es “el estilo arquitectónico del capitalismo”. Y esta ironía invita a ver la propuesta de la hoy firma Hadid y del legado de Zaha como un provocativo juego que tienta a la lógica del diseño, de la vida urbana aspiracional, el consumo y el dinero.

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Vista de Diseño como segunda naturaleza.

Querida hermana. Dirección: Mattie Do. Laos, 2016.

HOMBRE DE CELULOIDE

Fantasmas del porvenir

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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA BENUCA FILMS

ine de terror, cine dirigido por una mujer en Laos y producido por suizos, con un actor estonio y un guionista noruego; una película que además fue nominada en el Festival Internacional de Cine de Hermosillo. Todo esto es Querida hermana, historia de una chica piadosa y budista que abandona el campo para ir a vivir a Vientián, la capital. Nuestra heroína desea conseguir dinero para ayudar a su familia. Y a decir verdad este inicio parece de telenovela o, en el peor de los casos, el de una película pretenciosa que desea “concientizar” al público con lo difícil que es ser mujer en Laos. Pero no. Querida hermana despega y comienzan las vueltas dramáticas. En cada una de ellas nos sumergimos más en la vida de esta muchacha, sobre todo porque Querida hermana está bien escrita. El guionista se ha dedicado a trabajar en la incipiente industria de Laos y ha publicado en inglés uno o dos textos de terror. Su narrativa tiene sabor a ficción gótica; a Edgar Allan Poe, al Diablo de la botella de Stevenson. Porque si bien la historia está construida para dar al público dos o tres sustos, lo mejor de ella es la psicología de los personajes. Hay películas en las que todos son buenos y películas en las que hay buenos y malos. Estas últimas

son las peores mientras que las mejores son como ésta, en la que podemos reconocer que todos son malos porque el mal es propio de la naturaleza humana. Lo mismo sucede en la literatura gótica: no es que el ser humano esté a merced de un mal que le viene de fuera: es esclavo del mal que le viene de dentro. En este sentido, la piedad budista sirve para ofrecer el contraste psicológico en el arco dramático de la chica de campo. Si antes de caer en las vanidades de la ciudad ofrecía comida a los monjes y se ponía en cuclillas para lavar, una vez que ha amasado su pequeña fortuna gracias a los fantasmas de su hermana (en forma que no vale la pena contar aquí porque hay que verla), la protagonista terminará por bajar los ojos ante los monjes. Nuestra noble mujer se ha subido a unos zapatos de tacón y se ha coloreado el cabello para irse a meter en un bar de hombres blancos en el que coquetea con la prostitución. Con Querida hermana los amantes de la hermenéutica encontrarán

Con Querida hermana los amantes de la hermenéutica encontrarán material para sus reflexiones

material para sus reflexiones. Tanto así que el clímax llega justo al final, con la contundencia de un buen cuento en que el escritor gana por knock out. Acaba la película y uno se queda sorprendido, sin saber muy bien qué pasó pero con un muy buen sabor de boca. Querida hermana es una película inteligente y da tema para charlar. Además, visualmente es poco más que aceptable. La directora sabe dónde poner la cámara para hacernos sentir que estamos dentro de los personajes, sabe explotar el escenario exótico del sudeste asiático sin caer en el preciosismo lento de El olor de la papaya verde del vietnamita Anh Hung Tran. La directora y su guionista están cimentando un cine que a la fecha no existe. Mattie Do está dirigiendo ya otra película en Laos aprovechando los incentivos que ofrece Europa para lavar un poco su culpa colonial. Querida hermana es una obra fascinante no solo por lo que narra, también por lo que la rodea. Es una de esas obras que dejan un recuerdo tan agradable que dentro de muchos años pensaremos en aquella película exótica en la que una hermosa muchacha descubría que su hermana se estaba quedando ciega. Pero el darma, a cambio, le regalaba el don de ver el futuro.

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ESCOLIOS

POESÍA

Espejo SYLVIA PLATH

Soy plateado y preciso. No tengo preconcepciones. Todo lo que veo lo trago de inmediato Tal como es, sin veladuras por amor o disgusto. No soy cruel, solo veraz —el ojo de un pequeño dios cuadrangular. Casi todo el tiempo medito en el muro opuesto. Es rosa, con manchas. Lo he mirado largamente Y pienso que es parte de mi corazón. Pero parpadea. Rostros y oscuridad nos separan una y otra vez. Ahora soy un lago. Una mujer se asoma a mí, Busca en mi extensión lo que ella es en realidad. Entonces voltea hacia esas mentirosas, las velas o la luna. Veo su espalda y la reflejo exacta. Ella me premia con lágrimas y una agitación en sus manos. Soy importante para ella, que va y viene. Cada mañana es su rostro quien reemplaza la oscuridad. En mí, ella ha ahogado a una joven; y en mí, una mujer vieja va hacia ella días tras día, como un pez terrible. Traducción de Víctor Manuel Mendiola

EX LIBRIS

Paolo y Francesca/ EKO

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ANTESALA

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Política fratricida ARMANDO GONZÁLEZ TORRES

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@Sobreperdonar

a polarización política, las divisiones en bandos irreconciliables no solo fracturan las sociedades, sino que corroen los lazos filiales más sólidos. Uno de los paradigmas de esta división familiar es el de los hermanos Manuel y Antonio Machado y sus destinos antagónicos en la Guerra Civil española. Manuel Machado nace en 1874 y Antonio en 1875, son los hijos mayores de una familia culta, de hondas raíces liberales y convicciones progresistas. La discordancia fraternal es insólita pues, hasta que el azar y el encono político los separan, los escritores no solo comparten los lazos de sangre sino las aficiones, filiaciones y amistades. Ambos han heredado de su padre el gusto por un verso a la vez sencillo y hondo. Ambos comparten su admiración por la cultura francesa, viven en ese país su rito de iniciación literaria y abrevan allí de sus influencias intelectuales más duraderas (Manuel de la poesía simbolista; Antonio, aparte de la poesía, de la filosofía, particularmente la de Bergson). La relación simbiótica de los hermanos incluye la creación y escriben obras de teatro al alimón. Por lo demás, en los primeros momentos del régimen republicano los hermanos Machado participan en encuentros, mítines y desplegados a favor de la República y Manuel lee en el Ateneo madrileño una propuesta para un himno. En julio de 1936, en uno de los momentos más álgidos del enfrentamiento, Manuel decide acompañar a su devota esposa a la ciudad de Burgos a visitar a su cuñada, una monja del convento de las Esclavas del Sagrado Corazón. En esa ciudad lo sorprende la alzada militar y la ola de represión contra funcionarios o simpatizantes de la República. Manuel cae preso; sin embargo, pronto, gracias a las influencias de su familia política, es liberado y ¿coaccionado, aterrado, anhelante de la paz que promete el caudillo? comienza un rápido proceso de conversión que, en poco tiempo, lo hace trabajar como redactor de un diario conservador de Burgos, afiliarse a la Falange y cantar loas a Francisco Franco. Mientras tanto, el resto de la familia, particularmente Antonio, se convierten en figuras cada vez más visibles de la resistencia republicana y deambulan por Valencia y Barcelona hasta el pueblo francés de Coillure, donde, en 1939, Antonio Machado y su anciana madre, enfermos y hambrientos, mueren con diferencia de horas. El teatro de la política separaba una de las asociaciones literarias y filiales más fecundas y conmovedoras y el exhausto Antonio sucumbía a la persecución de aquellos a los que cantaba su hermano. No hay muchos pormenores de la manera en que los Machado digirieron el envenenamiento de su fraternidad por la política. Se sabe que Antonio cambiaba de tema cuando algún amigo mencionaba el doloroso proselitismo de su hermano; Manuel, por su parte, acudió a Coillure a conocer la improvisada tumba de su hermano y de su madre y luego continuó escribiendo alabanzas al caudillo y ascendiendo en su triste escena literaria.

No se sabe cómo los Machado digirieron el envenenamiento de su fraternidad por la política

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ESCENARIOS

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Consolidado en los escenarios operísticos más relevantes, el tenor sonorense Arturo Chacón-Cruz se mueve entre dos mundos en apariencia incompatibles

“La música ranchera me llevó a la ópera”

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LAURA CORTÉS FOTOGRAFÍA MV TALENT AND PR

l tenor Arturo Chacón–Cruz (Sonora, 1977) es una de las voces más destacadas en el mundo y su carrera una de las más versátiles en la actualidad. Sus interpretaciones operísticas han sido aclamadas en más de 20 países, en teatros tan importantes como La Scala de Milan, el Carnegie Hall en Nueva York o el Bolshoi en Moscú, pero eso no lo ha limitado para presentarse con éxito en escenarios tan diversos como el palenque de Hermosillo. Su camaleónica trayectoria incluye lo mismo duetos con el cantante pop Noel Schajris, que colaboraciones en proyectos como el del cineasta Woody Allen, quien dirigió Gianni Schicchi en la Ópera de Los Ángeles. Chacón–Cruz ha sido elogiado por revistas especializadas en bel canto y también por publicaciones como GQ, que lo nombró “Hombre del año 2018” en el rubro de música clásica. A pesar de residir en el extranjero desde hace más de una década, ha asumido la misión de proyectar la música mexicana a escala internacional. Son numerosos los conciertos que ha ofrecido con repertorio mexicano, como el que realizó

en el Royal Festival, acompañado de la Filarmónica de Londres. Recientemente, en el Festival Cultural Revueltas, en Durango, interpretó, como lo ha hecho en muchas ocasiones, al lado de Plácido Domingo, una selección de canciones del género ranchero. Este mes lanzará un disco con mariachi titulado De México para el mundo. Sobre este y otros proyectos habla en entrevista. ¿Cómo te va en tu faceta de intérprete de música vernácula mexicana? Inicié cantando con mariachi. En Hermosillo, iba a dar serenatas acompañado de un mariachi. Fue después que estudié formalmente canto. La música mexicana me llevó a la ópera y me enseñó a cantar con el corazón, poniendo todo el sentimiento. Es algo que el público aprecia en la ópera y en cualquier otro canto. He asumido con mucha seriedad y con mucha emoción el compromiso de difundir la música mexicana, porque está perdiendo fuerza y no cuenta con la suficiente difusión en el mundo mediático. La música mexicana merece ser escuchada. Ahora tenemos a Vicente y a Alejandro Fernández, a Pepe Aguilar, como máximos exponentes pero no podemos olvidar la época de grandes intérpretes como Javier Solís, Jorge Negrete o Miguel Aceves Mejía. La gente escuchaba su música y

la disfrutaba. De cierta manera, esa música definió nuestra identidad mexicana. Siento que ahora eso se está perdiendo y qué pena si perdemos esa parte de lo que somos. Este año te presentaste por primera vez en un palenque. ¿Cómo fue la experiencia? Increíble. Fue una especie de preámbulo para otros proyectos. Me permitió saber cómo me sentía de nuevo cantando con mariachi. Ya estamos en pláticas para regresar al palenque de Hermosillo en 2019 y repetir la experiencia. El público es diferente al que asiste a la ópera. Es un público más comunicativo: te habla, te grita, te pide que brindes con ellos. Es algo muy mexicano y a mí me encanta. Alguna vez fui parte de ese público. Mis amigos y yo ahorrábamos cada año para ir al palenque. Comprábamos los boletos de atrás para que nos alcanzara el dinero e ir a más conciertos. Fuimos a ver a Lorenzo de Monteclaro, a Vicente Fernández y a Alejandro, a los Tucanes de Tijuana y hasta a Martín Urieta, “que no canta pero encanta”. En aquella ocasión, después de su concierto, mis amigos y yo nos lo encontramos en los tacos y lo invitamos a cenar. En la ópera me va muy bien, pero me hace feliz tener esta opción de vez en cuando y regresar a mis raíces.

Háblanos del disco que grabaste con mariachi. Entre los temas que escogí están las canciones que más pide la gente cuando contrata a un mariachi: “Volver, volver”, “Ella”, “El rey”. Es la música que la gente reconoce y canta de inmediato. Están también “La diferencia”, de Juan Gabriel, y “No”, de Armando Manzanero. En el disco interpreto a dueto con Noel Schajris su canción “Si me tenías”, en versión con mariachi. Esta producción es para todos los que amamos la música mexicana. No suena a computadora, es un mariachi real integrado por profesionales reconocidos en el ámbito musical. Recientemente te presentaste en Durango con Plácido Domingo. Con frecuencia, realizan proyectos juntos. ¿Cómo ha sido tu relación con él? Plácido Domingo es mi mentor, mi padrino. Él me descubrió y me ha impulsado. Ahora tengo el privilegio de contar con su amistad. Recientemente, en una entrevista, dijo que se sentía como un padre para mí. Me considero bendecido porque me trata como si fuera parte de su familia. Siempre que tengo dudas sobre un contrato o un proyecto lo consultó con él. En el año 2000 canté con el maestro por primera vez. Desde entonces he tenido la oportunidad de

“En la ópera me va muy bien, pero me hace feliz de vez en cuando regresar a mis raíces”


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ESCENARIOS El 2 de diciembre, en la Universidad de Guadalajara, Chacón-Cruz cantará el Réquiem de Verdi, dirigido por Plácido Domingo.

trabajar con él en muchas ocasiones. Hemos presentado en otras ciudades, como en Washington, el concierto que ofrecimos en Durango, que incluye repertorio español y repertorio mexicano. He aprendido mucho de él. La lección más importante, más allá de lo musical y artístico, ha sido su humildad y el cariño que siente por la gente. Siempre dice que el público nos hace quienes somos. Ahora intento aplicar esa enseñanza en cada una de mis presentaciones. ¿Cuáles son tus planes en el ámbito operístico? En diciembre, el maestro Plácido Domingo y yo volveremos a México para presentar Réquiem, de Verdi, en Guadalajara. Él dirigirá la orquesta y yo cantaré. En enero, también con Plácido Domingo, haré una gala Verdi, en París. Después, un recital en Tucson. Estaré en el Royal Opera House Muscat, en Oman, interpretando el rol de Alfredo en La Traviata. Durante 2019 tendré presentaciones en Hamburgo, Nápoles, San Petersburgo, Barcelona, y en otras ciudades europeas y algunas de Estados Unidos. Por otra parte, tengo algunos proyectos en México. Quiero seguir realizando conciertos de ópera para empapar a los mexicanos de esta música hermosa. ¿Cuál es el panorama actual de las voces operísticas mexicanas? Tenemos que estar orgullosos de lo que exportamos al mundo. Desde hace más de 30 años los cantantes mexicanos han triunfado en escenarios internacionales. Figuras como Francisco Araiza y Ramón Vargas abrieron brecha para que las compañías de ópera contrataran a mexicanos. Actualmente, hay más cantantes mexicanos que futbolistas con reconocimiento internacional. He visto muchos jóvenes talentosos en México y hay que celebrarlo pero también debemos apoyarlos por lo que implica triunfar en la ópera. No es fácil, se requiere ser muy disciplinado, estudiar idiomas, aprender interpretación y actuar en un escenario, además del costo económico. En eso también espero seguir el ejemplo del maestro Plácido Domingo: apoyar nuevas voces y así devolverle a la vida lo mucho que me ha dado. He recibido mucho más de lo que esperaba.

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DE PORTADA

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En esta conversación Ida Vitale, que recibe hoy y Lenguas Romances de la FIL de Guadalajara poética, del exilio y la amistad, puntos cardinal

Los libros, Nezahualcóyotl y

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GUILLERMO G. ESPINOSA/ MONTEVIDEO FOTOGRAFÍA GGE

uando era niña, Ida Vitale encontró que los libros tenían vida. Una pequeña pero significativa herencia familiar la llevó a ese hallazgo. “A mi abuelo no lo conocí. Es decir, mi abuelo fue como un mito para mí. Me daba cuenta de qué era lo que él había dejado. En casa había un altillo al que solo subía yo, encargada de llevar ahí lo que sobraba. Un día me encontré un libro, la Ilíada, en griego y latín. Ya ni tapa tenía. Era un libro gordo, deformado, como un libro que había padecido mucho. Yo le dije a mi abuela: ‘¿por qué este libro está suelto allá arriba y tan en mal estado?’ ‘Es que ese fue el que trajo tu abuelo en el barco cuando vino al Uruguay’, me contó ella”. El abuelo fue un inmigrante italiano, abogado, afiliado a las aspiraciones independentistas de Giuseppe Garibaldi, en la segunda mitad del siglo XIX. Ida, como prefiere que la llamen, lo narra en una entrevista, en su casa, en Malvín, un barrio acomodado del este de Montevideo, a un costado de la playa del mismo nombre, notable porque tiene una isla enfrente. Desde el balcón del departamento de la escritora puede verse el Río de la Plata en una tarde de la primavera austral en la que conversa de poesía, de escritores, de su vida en México, Austin y su natal Montevideo, de libros y de las bibliotecas que suele perder la gente de vida errante. Nació en 1923. Creció en una familia que la acercó al mundo intelectual de Montevideo en un tiempo de auge económico regional. Estudió en el Lycée Francais, en el punto más representativo del centro de la ciudad; sus vecinos son dos edificios de estilo neoclásico y neorrenacentista, la Biblioteca Nacional y la Facultad de Derecho de la Universidad de la República, donde se formó la escritora, traductora del francés y el italiano y profesora de Literatura.

Ha publicado títulos inquietantes: Procura de lo imposible (1998), Reducción del infinito (2002), El ABC de Byobu (2005). Poesía reunida (2017) es el más reciente con el sello de Tusquets. En septiembre estaba aún corrigiendo pruebas de Shakespeare Palace, donde recoge “memorias muy parciales” del tiempo en que fue a México exiliada, alejándose de Uruguay en 1974. Fue al año siguiente de que los militares tomaran control del gobierno, algo que los uruguayos no experimentaban desde los tiempos de los presidentes Gabriel Terra (1931–1938) y Alfredo Baldomir (1938–1943). Desde entonces, Ida ha recibido los premios Octavio Paz, Alfonso Reyes, García Lorca, Reina Sofía, Max Jacob y Nacional de Uruguay. Ida Vitale ha recibido dos notificaciones de significativos reconocimientos a su obra en menos de dos meses: el de Literatura y Lenguas Romances de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y el Cervantes. “Siempre alguien lleva la voz cantante en jurados literarios. Sé que, cuando la gente está indecisa, hay alguien que es artífice de ver en lo lejano e intervenir cuando las fuerzas están medio divididas. No soy una experta en eso, porque he estado en pocos jurados. Es feo ser jurado, es horrible, porque de pronto a uno le gustan cosas distintas. Es una lotería. Tal vez influyó la edad”. Los muros de su departamento están casi sin excepción cubiertos de libreros, donde aparecen lomos con los nombres de Pound, Onetti, Benedetti, Neruda, Lampedusa y su Gatopardo, Fernando Benítez y Los Indios de México. —¿Por qué la poesía? —En mi caso, nada, no sé si afectos. No era que en mi casa se hablara de poesía; había muchos libros. Era gente muy seria, todos al grano. Y sobre todo había libros de una tía.

“Guerra y paz la leí a los 12 años. No era la poesía lo que más me interesaba, llegué después”

Ida hace una pausa para tomar un té que ella misma preparó para pasar la tarde y vuelve sobre el tema. —En Uruguay crecimos un poco a la sombra de Delmira Agustini, de Juana de Ibarbourou, que a mí nunca me gustó mucho, de María Eugenia Vaz Ferreira, que era la menos llamativa. Yo no leía poesía. Me interesaba Guerra y paz de Tolstoi. Leí a

Gabriela Mistral, que tenía un poema no muy claro, de un tema muy sencillo, lleno de ambigüedades. Para dar puntualidad al caso, en un ejercicio de memoria, la poeta recita, de improviso, fragmentos de Cima: “La hora de la tarde.../ una pierde angustiada.../ en este atardecer el solo pecho/ contra el cual estrechaba”. —Yo decía: “el solo pecho...”. No


DE PORTADA

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y el Premio de Literatura a, habla de la lectura, de su les de su historia personal

la vida errante

No se hablaba con un vecino si uno no sabía exactamente quién era. Eso me lo comentaba ayer en el autobús una mujer muy simpática, relata Ida. Días después de que su esposo Enrique Fierro (1941–2016) dictara una conferencia sobre el poeta y gobernante texcocano del siglo XV, Julio Zamora Bátiz, el embajador mexicano en Uruguay en 1974, confió a Fierro saber “que todo eso iba a evolucionar de muy mala manera” y lo invitó a radicar en México. “Nosotros no éramos tupamaros, ni nada de eso, pero la vida acá fue muy horrible, cambió mucho”. La pareja inició su vida en México en un momento de explosión pluralista que desembocaría en la reforma política de 1977, clave en la transición que vendría en el siglo XXI. Ahí convivieron con escritores, pintores, periodistas y académicos, autores en La Cultura en México de Novedades, Diorama de la Cultura de Excélsior, Plural, Vuelta, unomásuno: Octavio Paz, Efraín Huerta, Huberto Batis, Álvaro Mutis, Ulalume González de León, Inés Arredondo, Fernando Benítez, Tomás Segovia, Marco Antonio Montes de Oca, Jorge Hernández Campos, Homero Aridjis, José Luis Cuevas, Gabriel García Márquez y Carlos Fuentes. A Elena Garro la tuvieron siempre en la mejor estima de la narrativa mexicana, aunque no la conocieron. “Justo a mí me tocó ese momento de bisagra”, recuerda. Para alguien que había convivido en Uruguay con la poeta Sara Ibáñez y su esposo, el investigador y profesor de Literatura, Roberto Ibáñez, con los poetas españoles exiliados de la Guerra Civil, José Bergamín y Rafael Alberti, caminar entre la gente destacada de las letras parecía algo habitual. El primer contacto de Ida con la literatura de Paz ocurrió en los años cuarenta, cuando Bergamín le regaló uno de sus libros, “que él traía y me imagino que él se lo habría dado” en México, por donde antes había pasado el literato español, al principio de su exilio. Años después, en un museo de la capital mexicana, un primo de Fierro que había trabajado a las órdenes del mexicano le presentó a Ida, quien todavía conserva algunos ejemplares firmados por el propio Paz en su biblioteca de Montevideo. “Sus regalos venían con dibujito: un pajarito en una rama, que era él”, comenta la escritora, sonriente y satisfecha de haber tenido una relación franca con el autor de Piedra de Sol. “Era un apasionado de los románticos italianos”, afirma como penetrando en la intimidad intelectual del poeta. “En realidad, uno ponía la distancia con Octavio, porque era un señor en todo. Uno nunca lo iba a pescar en un falso, en un error. Y eso que Octavio todo el tiempo, cuando estaba hablando, te miraba y preguntaba: ¿Está de acuerdo? ¿Le parece? Una cosa de nunca imponerse. Porque la gente tiene un poco la sensación de que Octavio era así. No, nada de eso. Uno, si tenía la sensatez de vida, se ponía allá abajo. Pero no que lo pidiera él”.

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A Ida no deja de sorprenderle la capacidad de México de haber recibido gente de América del Sur y de España y de abrirles un espacio en circunstancias políticas difíciles. Esa común condición de expatriados parece haber sido la causa de su amistad con Mutis y su esposa Carmen, española. “Con Octavio era acercarse a la montaña. Con Álvaro, a quien tengo el mismo respeto y el mismo cariño, la relación era más de iguales. Tuvo una vida complicada, se fue de Colombia, volvía alguna vez, pero después ya no fue más. Era como nosotros, un exiliado”. A Ida le han gustado siempre poetas como Lope, Quevedo y Sor Juana, pero también aquellos formalistas del siglo XX que escribieron sonetos: Alberti, Gerardo Diego, los Ibáñez. La entrevista salta del tema de la formalidad literaria a las reglas del Derecho, que de inmediato la lleva a recordar sus años en la Facultad de Derecho. “Me gustaban mucho los códigos, me fascinaban”, dice mientras ríe, algo sorprendida de su situación. “Aprendí a leer con los códigos, porque exige la forma más abreviada y más exacta. Aprendí muy pronto que una coma puede ocasionar un pleito. El Derecho es un corsé, legítimo, porque tienen que existir las normas”. —Llama la atención que le atraigan los códigos, pero usted se aleja de las reglas... —¡Ah, mis reglas! —exclama con risueño cinismo—. Bueno, no hago sonetos, no porque no me gusten, me encantan, pero creo que la misma responsabilidad que uno tiene o que tuvo el que escribió el código la tiene el que escribe poesía, porque hay que ser fiel a una idea. Ida se reinstaló en Montevideo recién a mediados de 2018. En las últimas semanas ha estado en los medios de comunicación y en eventos públicos donde ha dado lectura a su pequeña obra de prosa poética: El ABC de Byobu. Con su educada voz, una melodía, narra “Una historia”, que la gente aplaude agradecida, agraciada, bendita, en un auditorio de la Intendencia Municipal de Montevideo. “Hay una historia. No se sabe con precisión cuándo ha empezado. Quienes podrían estar relacionados con ella, en realidad ignoran que la historia no existe. No tiene un nombre que la identifique y no es claro si tiene un protagonista o dos. Puede ser la historia de A que B no acepta o al revés. También puede ocurrir que ninguno sepa que la historia existe y les concierne. Es harto probable que uno muera sin saber que él es el verdadero protagonista de la historia y que el otro ha usurpado su lugar”. Desde una butaca, cualquier persona que haya escuchado a Ida aquella noche de octubre pudo tener la impresión de que ella, en realidad, es Byobu, ese personaje reflexivo, quizá melancólico, que ha venido a colmarnos de su lírica y su prosa, que “cada vez que me propuse ser otro, suspira, insistí en ser el mismo”.

“Con Paz era acercarse a la montaña. Con Mutis la relación era de iguales”

lo veía desde único. “Una pierde angustiada...”. No entendía muy bien el poema y entonces me dio vueltas en la cabeza hasta que lo comprendí. Quizá me asombró eso de que hubiera algo que no se entendía, pero que un día sí podía comprenderse. “A mí me gustaba leer. Guerra y paz la leí cuando tenía 12 años y me pareció fascinante, hasta que descubrí

La montaña mágica, que leí seis veces. No era la poesía lo que más me interesaba, llegué después”. De manera accidental, fue una conferencia académica sobre Nezahualcóyotl lo que marcó la despedida de Ida de Uruguay, un año después del golpe de Estado. —El clima era tremendo. Los que nunca vivieron eso no se lo imaginan.

Ida Vitale (Montevideo, Uruguay, 2 de noviembre de 1923) se hizo acreedora, también, del Premio Cervantes.

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EN LIBRERÍAS

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ENTREVISTA

Dictadura y democracia Alberto del Castillo charla sobre su libro Fotografía y memoria, acerca del fotoperiodista Eduardo Longoni GUADALUPE ALONSO CORATELLA FOTOGRAFÍA EDUARDO LONGONI

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o es “La mano de Dios”, esa foto icónica de Maradona en el Mundial México 86, lo que trae a cuento la figura de Eduardo Longoni, uno de los fotoperiodistas más reconocidos en Argentina. No es “La mano de Dios”, sino el rostro de la barbarie, las imágenes captadas por el fotógrafo en un periodo que va del régimen dictatorial de Jorge Rafael Videla, en 1976, hasta la Guerra de las Malvinas, la instauración de la democracia y la lucha por los derechos humanos. El libro Fotografía y memoria, conversaciones con Eduardo Longoni, de Alberto Del Castillo (Instituto Mora/ FCE/ Conacyt, 2018), parte del testimonio oral y más de quince horas de conversaciones con el fotoperiodista para integrar el relato de uno de los momentos más trágicos en la historia reciente de Argentina. “Longoni tuvo un papel protagónico en los años de la dictadura, pero también en la transición y los años de democracia”, comenta Del Castillo, quien se instaló en Buenos Aires con la idea de trabajar el tema de la fotografía y la memoria, materia de la que se ha ocupado en sendos libros sobre prensa y fotoperiodismo en el movimiento estudiantil de 1968 en México. “Argentina —dice— es uno de los países de América Latina que ha generado las reflexiones más densas y profundas en torno a la memoria. Esto me permitió regresar al caso mexicano desde una perspectiva más latinoamericana”. Este ensayo, que destaca la importancia del fotoperiodismo no solo en la construcción de un referente para futuras generaciones, sino como vehículo de denuncia y prueba testimonial en casos de juicios posteriores, también refiere algunos paralelos entre México y Argentina. Más allá de la solidaridad de México con el exilio argentino, nuestro país colaboró en el acopio de un archivo fotográfico durante los años de la dictadura, hoy resguardado en el Centro de la Imagen. Fue también aquí donde se publicó uno de los primeros libros fotográficos sobre los años de la dictadura, Democracia vigilada, con prólogo de Miguel Bonasso y una selección de materiales de Longoni. La relación entre ambos países mantiene lazos a través del tiempo y Alberto del Castillo ha encontrado resonancias de diversa índole en lo que toca a su exploración de la fotografía y la memoria.

Argentina, 1981.

Entre éstas, la represión a la prensa por parte del régimen dictatorial en Argentina, en paralelo con la que ejerció el gobierno de Díaz Ordaz en el 68 mexicano. Asimismo, las desapariciones forzadas, donde el caso de los 43 de Ayotzinapa impactó en la sociedad argentina, que no cesa en la lucha por esclarecer el paradero de 30 mil personas que reporta el informe Nunca más. Sobre la represión a la prensa, Del Castillo comenta: “Fue interesante obtener el punto de vista de los fotógrafos y darnos cuenta de que a pesar de las pretensiones homogéneas del régimen de Díaz Ordaz hubo una serie de miradas laterales, oblicuas, de fotógrafos independientes. El caso argentino fue más drástico, un Estado totalitario donde el control es absoluto y en ese contexto es interesante analizar el punto de vista de los fotógrafos en aquellos años, de qué manera actuaron, cómo se organizaron, cuál fue su lógica de trabajo, sus canales de difusión y el papel que jugaron las agencias en un momento tan controlado. Algo que me parece importante para hablar de estos puentes entre México y Argentina

“El fotoperiodismo construye un referente para futuras generaciones”

es una fotografía de Longoni tomada en 1981. Con un telefoto capta a un grupo de militares que lo están viendo de frente. La fotografía llega a México a través del Consejo Mexicano de Fotografía, circula y se vuelve un referente icónico. Se usó, después, como logo de una exposición por el 40 aniversario del golpe, y en ese año, 2016, se convirtió en un cartel que la gente pegó con brochas en las paredes de Buenos Aires y otras ciudades. Resulta interesante cómo cambia la lectura de una foto de la dictadura en tiempos de democracia. Esta misma fotografía fue utilizada en varios actos de protesta en México por la desaparición de los 43 de Ayotzinapa. El hecho de que esas 43 personas tuvieran estatus de desaparecidos movió los resortes de esta historia reciente de los argentinos y los puso a la vanguardia a nivel internacional en la organización de la protesta. Creo que ahí la foto de Longoni toca esa fibra, y me parece muy significativo que haya sido utilizada en varios de los actos de protesta de Ayotzinapa. La fotografía, con toda la ambigüedad que tiene, con toda su capacidad simbólica, desempeña un papel muy importante en este tipo de reflexiones para América Latina. Y este es el circuito que nos interesa resaltar en el libro. No es solo un recorrido por la fotografía de Eduardo

Longoni, sino llevar el discurso hacia los itinerarios que puede jugar una imagen, su circulación, y el papel que representa en la democracia”. Gran parte del archivo de Longoni tiene una carga histórica contundente. Ciertos materiales han propiciado diferentes lecturas, hasta convertirse en símbolos, en un referente sobre la violencia y la intolerancia. El diálogo que pueden entablar con otras imágenes ha sido fundamental para construir una cultura de la democracia y los derechos humanos. “Son fotografías que no están ancladas en el pasado, sino que permiten una reflexión desde el presente, desde esta realidad que estamos viviendo, por ejemplo, de intolerancia ante los emigrantes, de procesos violentos y autoritarios, de guerras. La imagen puede pasar por diferentes momentos, y así empieza un itinerario distinto en cuanto a las posibilidades de lectura”. El fotoperiodismo, refiere Del Castillo en el libro, jugó un papel fundamental en el registro y la visibilidad de actores políticos y sociales en los últimos 40 años, como parte de la conformación de un imaginario y una cultura visual en América Latina. Los fotógrafos convirtieron sus fotografías en vehículos de memoria y, en el caso de Argentina, resultaron un factor que contribuyó a hacer posible la transición democrática.

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NARRATIVA, ENSAYO Una niña está perdida en su siglo en busca de su padre

La vuelta al mundo en ochenta días

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EN LIBRERÍAS

24 DE NOVIEMBRE 2018

POESÍA EN SEGUNDOS Ramón López Velarde. La lumbre inmóvil

La admiración ciega VÍCTOR MANUEL MENDIOLA mendiola54@yahoo.com.mx

L Gonçalo M. Tavares Almadía México, 2018 250 páginas

Julio Verne Lectorum México, 2018 160 páginas

José Emilio Pacheco ERA México, 2018 144 páginas

Una niña con discapacidad mental recibe la ayuda de un desconocido en la búsqueda de un padre al que supone instalado en Berlín. Con este sencillo argumento, Tavares construye una novela con la forma de una travesía. Más que peripecias, el lector encontrará una sorprendente reflexión sobre el destino de Occidente, la pertinencia de las revoluciones, la fotografía y el coleccionismo. Hay que estar preparado para pisar terrenos que son completamente desconocidos.

Versión para novela gráfica con ilustraciones y adaptación de J. J. Ricardo Arjona Lechuga de una de las obras canónicas de Julio Verne. Sin ser convencional en el dibujo, esta adaptación respeta el, digámoslo así, sentido clásico de la obra. Recordemos el argumento: el enigmático, meticuloso y adinerado caballero inglés Philleas Fogg realiza una apuesta con miembros de su club con la que quiere probar que se puede recorrer el mundo en el tiempo que señala el título.

Con selección y epílogo de Marco Antonio Campos, este volumen muestra lo que puede hacerse con la obra de José Emilio Pacheco. En él se reúnen los textos que éste dedicó al autor de “La suave Patria”. Su enemistad con Alfonso Reyes, la influencia de Jules Laforgue, la traducción que de su poesía realizó Samuel Beckett, la presencia de la ciudad son algunos de los temas. Un acercamiento ameno y erudito a “nuestro poeta por excelencia”, del que aún hay cosas por descubrir.

Primera silva de sombra

Einstein para perplejos

Memorias

Eduardo Ruiz Rosa Caballo de Troya México, 2018 217 páginas

José Edelstein y Andrés Gomberoff Debate México, 2018 282 páginas

Roman Polanski Malpaso España, 2018 546 páginas

Los editores señalan que esta no es una simple colección de ensayos sino una selva espesa en la que florecen tópicos como la creación literaria, los sueños, el pasado, los viajes, la distancia, el olvido, la enfermedad, el accidente y la lectura, una suerte de fronda cuya cualidad meteorológica y vegetal es lo memorioso, porque cada texto emerge a través del hilo de un recuerdo pálido o una evocación oscura, tal como suele desarrollarse un pensamiento.

El título lo anticipa: el objetivo es llevar el pensamiento de Albert Einstein a un público mayor para derribar el mito de lo críptico e inteligible y para esto los autores enfocan al científico en el contexto histórico e intelectual en el que se desarrollaron sus ideas, sin hacer a un lado la cronología de los estudios astronómicos. Edelstein y Gomberoff, físicos teóricos sudamericanos, sostienen que la ciencia es un humanismo, el idioma universal de nuestra especie.

Aunque aparecieron en 1981, estas Memorias comienzan por fin a circular y lo hacen con el brillo que rodea a una leyenda. Tratan, por supuesto, de la vida del director de Repulsión —su infancia en el gueto judío de Cracovia, la muerte de su madre en Auschwitz, el asesinato de su esposa— pero sobre todo del cine y de una estética que aspira a que los espectadores se identifiquen con lo que están viendo de tal modo que su experiencia visual se aproxime al máximo a la realidad.

a cercanía es una lupa engañosa. Podemos dudar de si captamos lo distante, pero siempre pensamos que vemos las cosas inmediatas y podemos mirarlas tal cual, como si nosotros fuéramos un espejo. En la literatura, el espejismo de la cercanía también es un efecto complejo y mañoso. Xavier Villaurrutia señaló en torno a esta ilusión, cuando explicó la originalidad de Ramón López Velarde, el fenómeno de “la admiración ciega”. Ésta consiste en tomar una obra sin reservas, desde una lectura superficial y en un contagio con los aspectos menos profundos. En esta aproximación “entusiasmada” cuenta más la “actualidad” del tema (locura, suicidio, drogas, pedofilia, armas, misoginia, violación) que el tejido de las frases, de los sentidos y de toda la obra en la creación de una imagen y de una idea. Un acercamiento de esta naturaleza privilegia la fuerza y el carisma del ruido por encima de la escritura. Y entonces ocurre un curioso efecto de sustitución: la biografía secuestra a la obra. Desde que leí por primera vez a Ted Hughes surgió la figura de Sylvia Plath. Los poderosísimos textos de él me hicieron pensar en los de ella. La leí. Me sorprendió la indefinición de sus composiciones. Lo que en Hughes era una recuperada claridad salvaje, en Plath era una trama grisácea de hechos simultáneos: “día neblinoso”, “gato con una sola oreja”, “combado arco de espinas”. Reacciones muy limitadas frente a la grandeza de T. S. Eliot o Ezra Pound y ecos desvaídos de Robert Lowell. Percibí, desde luego, el deseo de superar lo inmediato en lo inmediato mismo, pero —eso sentí yo— fracasaba. Sin embargo, la crítica, haciendo énfasis en su trágica vida con suicidio, sostenía: “Es una de las mejores poetas norteamericanas, comparable a Emily Dickinson”. La sombra de la heroína desgraciada dirigía la lectura con la varita de la admiración ciega y la semblanza arramblaba al poema. Ahora, al leer la Antología poética (Navona, España, 2018), que escogió el propio Hughes y que tradujo Raquel Lanseros, no cambia mi apreciación, aunque sí redescubro “Estiramiento facial”, “Papá” —típicos textos confesionales— y, sobre todo, “Espejo”. Este poema también está hecho con parpadeos e intimidades, pero las confidencias cobran un temple de autoconciencia verdadera y percepción esencial en el teatro hondo del reflejo: “Soy plateado y preciso…/ Cualquier cosa que veo la engullo inmediatamente/ Tal y como es…”. El poema construye de un modo feroz el carácter del espejo en la refracción, como un agujero negro que traga todo y exhibe nuestras inseguridades y, al final, el monstruo de la vejez, “un pez terrible”, en el lago del azogue cuando el tiempo termine. Este poema me hace pensar que la muerte, en el caso de Plath, llegó antes de tiempo y nos arrebató otros poemas con la singularidad de “Espejo”. Sé que para la industria editorial y la ideología sexual eso no importa. Basta con el toque de “magia” de lo chillón, del acontecimiento o de la biografía. Pero la verdad es la ficción: el poema.

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CINE

24 DE NOVIEMBRE 2018

RESEÑA

ENTREVISTA

El extraño universo de H. G. Wells ANDREA SERDIO

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bras maestras de H.G. Wells es una antología publicada por Editores Mexicanos Unidos. En estos relatos, la esperanza se escabulle y el futuro es sombrío con el hombre víctima de sus ambiciones. Esto sucede, por ejemplo, en La máquina del tiempo, su primera novela, que escribió siendo estudiante de Biología y que ha sido llevada al cine en tres ocasiones. En ella, un científico del siglo XIX viaja al futuro solo para encontrar el infierno. Herbert George Wells nació en el condado de Kent el 21 de septiembre de 1866 y murió en Londres el 13 de agosto de 1946. En sus obras explota sus conocimientos científicos y expone sus preocupaciones sociales. En El hombre invisible —también llevada al cine— un científico logra la invisibilidad, lo que provoca su aislamiento, la marginación que lo vuelve rencoroso, vengativo, dispuesto a instaurar el terror en todas partes. En La guerra de los mundos, incluida en este volumen, Wells por primera vez describe una invasión marciana a la Tierra. El miedo y la impotencia se apoderan de los seres humanos que miran cómo su planeta es devastado y ellos convertidos en alimento de los alienígenas. Orson Welles la llevó a la radio, causando pánico en Nueva York. Asimismo existen versiones de esta novela en televisión, cine y videojuegos. Wells fue un humanista que se planteó repetidas veces hasta dónde debe llegar la ciencia en los experimentos con seres vivos. Esta preocupación se refleja en La isla del Dr. Moreau, quien inflige dolor a los animales a los que busca convertir en seres humanos. El Dr. Moreau es brillante, pero cruel, inmoral; es un eminente fisiólogo londinense, oculto en esa isla poblada de monstruos en la que nadie critica ni se opone a sus demenciales propósitos. El alimento de los dioses es otra de las novelas de Wells adaptada al cine. En ella, los experimentos de dos científicos los llevan a producir un suero que procura un crecimiento sin freno entre quienes lo consumen: pollos, cerdos, perros, ratas. Es su manera de criticar el temor de la burguesía ante el aumento de la clase media en Inglaterra. “El valle de las arañas”, “La verdad acerca de Pyecraft”, “La tienda mágica” y “Filmer” son otros de los relatos (adaptados al cine) de este libro en el que predomina el pesimismo. Entre ellos destaca “Filmer”, que habla de la invención del avión años antes de la hazaña de los hermanos Wright. Describe el éxito del invento y el fracaso sentimental del inventor, incomprendido y frustrado. En sí, todas las historias son una profunda meditación sobre el futuro y la condición humana.

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Un exilio: película familiar, documenta otras aristas de la migración por cuestiones políticas.

Juan Francisco Urrusti

“El mundo está por convertirse en una cárcel”

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HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com FOTOGRAFÍA IMCINE

a familia de Juan Francisco Urrusti llegó a México huyendo de la Guerra Civil española. Tras dos intentos por contar su historia, el documentalista pudo concluir Un exilio: película familiar, proyecto que, a partir del testimonio y la memoria histórica, reflexiona sobre la migración y sus efectos. ¿En qué momento decide hacer una película tan personal como Un exilio: película familiar? Un par de veces había buscado recursos para hacer la película. Por fin pude conseguir la beca del Sistema Nacional de Creadores entre 2011 y 2013 y concretar el proyecto. Hasta entonces tenía algunas entrevistas en audio y pocas fotos. Aproveché una exposición dedicada a Fernando Gamboa en el Centro Cultural Tlatelolco y levanté más imágenes de algunos de los españoles que llegaron refugiados. Asumí el proyecto como una misión personal. Quería hacer un homenaje a mis padres, pero también a México porque a mediados del siglo XX recibió a más de 20 mil personas, incluyendo niños que huían de la guerra. La película también implicó una investigación sobre su identidad y sus orígenes. En realidad, sabía muy poco de mi historia. Cuando levanté el proyecto ya había olvidado muchas de las cosas que me contaron mis abuelos. Incluso perdí algunas grabaciones. Tampoco

sabía demasiado sobre la Guerra Civil española. En el camino aprendí de España y México. Tuvimos que hacer un arduo trabajo de archivo. Creo que parte del gusto de una película como ésta radica en el descubrimiento personal y social. Supongo entonces que no tendría un guion delimitado. Así es, hubo quienes me cancelaban citas y otros posibles entrevistados murieron. Sabía e intuía más o menos cómo podía terminar la película, pero fue un proceso similar al de hacer una trenza con distintos hilos. Hablé con más de 20 personas y cada una ofrece una historia particular. Cada película marca su propia ruta y en este caso me parecía que lo importante era que la gente hablara. A pesar de que es un tema del cual se ha hablado bastante, la especificidad de su familia es lo que la hace diferente. Hay muy buenas películas sobre la Guerra Civil española, pero ninguna partía de una historia familiar. Otra de las riquezas de la película es que recojo los testimonios de gente que entonces eran niños, de modo que se

“Me entristece ver que ahora la gente sale a las calles para protestar contra los centroamericanos”

construye a partir de recuerdos de figuras como José de la Colina o Néstor de Buen. Si bien ya había hecho dos intentos por realizar la película, el documental llega a las salas en un momento en que la migración está en el centro del debate. La migración es un tema que cada día cobra más importancia. Lo ideal sería que aquella gente que tiene la necesidad de moverse de su país fuera bien recibida a donde va; finalmente, aporta trabajo y cultura. Por desgracia, en el mundo se cierran las fronteras y se levantan muros, como decía mi padre; el mundo está por convertirse en una cárcel. Reconozco que detecté una coyuntura importante para reflexionar sobre el tema a partir de una historia de vida y que incluso podría considerarse de éxito. Hace unos días vimos manifestaciones contra los migrantes centroamericanos, algo que contradice la tradición de México hacia los desplazados. Históricamente, México ha recibido desplazados. Me entristece ver que ahora la gente sale a las calles para protestar contra los centroamericanos. Se tienen imágenes mentales muy distorsionadas de lo que son los migrantes y los refugiados. Estas reacciones nos costarán muy caro porque con qué cara podremos defender a los mexicanos si nos portamos igual que el gobierno de Donald Trump.

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TERTULIA

24 DE NOVIEMBRE 2018

PERIPECIA

PERSONERÍO

El legado de Olga Harmony

O’Neill: el éxtasis doble

ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.com FOTOGRAFÍA MILTON MARTÍNEZ/ SECRETARÍA DE CULTURA CDMX

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La crítica teatral Olga Harmony (Ciudad de México, 23 de abril de 1928-11 de noviembre de 2018).

na tarde de agosto, desde el sillón de su recámara y frente al televisor apagado, Olga Harmony, franca y divertida, habló sobre la crítica teatral que ejerció por casi cuatro décadas en distintos diarios. El domingo 11 de noviembre, se quedó dormida después de tomar un baño. Falleció a las 9 de la mañana en la casa de su hija Lucila, con quien vivió sus últimos días. A punto de salir la segunda convocatoria del premio de crítica teatral creado por Ángel Ancona, que lleva el nombre de Olga Harmony, la escritora habló de sus inicios. “Cuando empecé a hacer crítica y daba una conferencia o me reunía con algún grupito de teatro, casi todas las preguntas eran idiotas. Algunos muchachitos afirmaban que uno hacía crítica porque no podía hacer otras cosas o porque no sabía escribir. Yo demostré lo contrario. Publiqué una novela, un libro de cuentos y una obra de teatro, pero de repente me sequé. Dejó de interesarme. “Un día en que alguien molestaba mucho con su descalificación, le pregunté qué obras había estrenado, por qué estaba tan dolido, pero confesó que no había estrenado nada. Solo tenía la idea, como muchos, de que el crítico está comprado, es un ser resentido, o hace crítica porque no puede hacer otra cosa”. Articulista desde 1973 en el suplemento Diorama de la Cultura en Excélsior, para la autora de La ley de Creón el mayor obstáculo de la crítica en México es la falta de espacios.

“Quizá tenía razón Stanislavski cuando escribió su crítica a los críticos, en la que cuestionaba cómo podían evaluar en dos horas un trabajo de meses, pero en la actualidad el espacio que tenemos en los periódicos o suplementos y lo que nos pagan por nuestro trabajo apenas nos permite ver una función de cada obra. Uno hace esta labor por gusto, no por lo que pagan. De hecho, debería haber una escuela de crítica para cada disciplina artística porque los críticos, aun quienes estudiamos la carrera, nos hacemos sobre la marcha”. Crítica teatral de La Jornada desde su fundación, Olga Harmony dejó de publicar en 2013, al morir su yerno con quien iba al teatro. “Cuando me preguntan qué le sugiero a un joven crítico, les digo que sea honesto y firme con sus ideas, que conozca primero qué es el teatro, que entienda el gran esfuerzo que hacen los teatristas y que busque espacios para trabajar, porque Héctor Mendoza decía: ‘El trabajo de un actor es buscar trabajo’ y lo mismo se puede decir para un crítico. “Mendoza está entre mis directores más admirados porque transformó el teatro con Poesía en Voz Alta, junto con Gurrola, que también hizo obras importantes, aunque después

“A veces me preguntan qué le sugiero a un crítico: que sea honesto y firme con sus ideas”

hizo cosas espantosas. En cuanto a Miguel Sabido, por sabido se calla. Luis G. Basurto fue importante y creó el entrañable personaje de La Tacón Dorado, pero también hizo tratos con Echeverría. José Solé hizo teatro serio y sabía mover muy bien los grupos, pero luego tuvo que hacer teatro comercial. La carrera de Margules fue muy buena, aunque había reclamos por su personalidad”. Alejandro Luna, quien diseñó la escenografía para Las alegres comadres de Windsor, que dirigió Olga Harmony con sus alumnos de la prepa, es uno de los escenógrafos que más la impactaron: “es de los pocos que puede crear el clima de cada obra. Guillermo Barclay y Gabriel Pascal, cada uno con su creatividad, hacen acercamientos y generan profundidad con gran sentido del espacio”. Para Olga Harmony, entre la gama de actrices extraordinarias se hallan Ana Ofelia Murguía y Laura Almela. Daniel Giménez Cacho entre los mejores actores que saben dirigir. Mario Espinosa, Mauricio Jiménez, Martín Acosta y Mauricio García Lozano son importantes directores, y David Olguín es un gran escritor, dramaturgo y director que hace todo con solvencia. Contrario a la teoría de que no le gustaba la comedia musical, este es un género que, confesó aquella tarde, le fascinaba, pero sobre el que no se sentía preparada para escribir, así que se mantuvo enfocada en la seriedad de su profesión que, entre la cólera y el disfrute, le permitió plasmar un valioso legado sobre nuestro teatro.

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JOSÉ DE LA COLINA

ra el dolorido biógrafo de sí mismo, aunque fuera inventando otros personajes que eran y no eran él. En el drama autobiográfico que, en 1940, a sus cincuenta y dos años de infatigable mecanógrafo de sí mismo como autor de obras teatrales, y agobiados por una larga resaca del alcoholismo reincidente y por el mal de Parkinson que le impedía usar sus manos en la escritura, había creado Eugene O’Neill (1888–1953) una obra fascinante basada en su propia vida en relación con sus seres cercanos. Está a tal punto basada en su propia vida y la de su familia, que el autor, quizás asustado de una pieza llevada hacia tal sinceridad y tal lirismo que tal vez resultaría obscena, decidió que no se la representase y editase sino unos años después de su muerte. Cuando por fin ese drama de familia, intenso y desgarrador como la tragedia del rey Lear, íntimamente torturador como la novela Los hermanos Karamazov, fue primero estrenado en Estocolmo, en Milán, en Berlín y luego en Broadway, resultó ser la obra maestra de su autor y una de las mayores e influyentes de todo el teatro del siglo XX. En una página del acto cuarto y final de la obra, el monólogo de Edmund/Eugene se despliega entre la desesperación y una utopía, a la vez sensual y mística de la vida, en la que, según diría un poeta surrealista, “no estuvieran divorciados la realidad y el ensueño”: “¿Quieres que te cuente mis recuerdos más vivos, todos relacionados con el mar? Escucha. Me había enrolado en la tripulación del Squarehead, íbamos a Buenos Aires y había luna llena y vientos alisios. Yo yacía en la cofa, mirando hacia la proa, y el agua se deshacía en espuma debajo de mí y los mástiles y las velas blancas, allá arriba, brillaban con la luz de la luna. Embriagado de belleza y de balanceo, me sentí extraviado, fuera de la vida. ¡Era yo libre, me disolvía en el mar, formaba parte de las blancas velas, de la blanca espuma, y me convertía en luz de luna, en un barco, en el cielo lleno de estrellas! Sintiéndome sin pasado ni futuro, me hermané con aquella paz y aquella unidad. Rebosaba de salvaje alegría, estaba más allá del mundo terrenal. ¡Estaba en la Vida, era parte de Dios, si quieres! Y eso me sucedió nuevamente cuando, navegando en la American Line, estaba en la cofa, cumpliendo con la guardia del amanecer. El mar estaba calmado, solo se sentía el suave balanceo del barco. Los pasajeros dormían, no se veía a nadie de la tripulación y las chimeneas soltaban un humo oscuro. Desatendiendo a la guardia, libre y distante en mi soledad, empecé a ensoñar observando el ascenso de la aurora entre el mar y el cielo como enlazados en un colorido espejismo. Y entonces llegó el instante de éxtasis y libertad. ¡Era la paz, el final de la búsqueda, la dicha de sentir que has superado la ambición y los tristes deseos y los dolorosos anhelos de los hombres! […]. ¡Todo tiene sentido en un instante como ése! Después desciende el velo y te sientes solo, nuevamente perdido en la niebla y errando sin rumbo… ¡Por error he nacido hombre en vez de gaviota o pez, y siempre seré un extranjero sin hogar, sin esperanza y sin amor! ¡Siempre un vagabundo un poco enamorado de la muerte!”

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DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO, IVÁN RÍOS GASCÓN ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ

LABERINTO

24 DE NOVIEMBRE 2018

http:// www.milenio.com/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter:@SCLAberinto

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TOSCANADAS

n 1960, John Steinbeck se mandó hacer una camioneta con cámper y se fue a recorrer Estados Unidos, porque: “Descubrí que no conocía mi propio país. Yo, un escritor estadunidense que escribe sobre Estados Unidos, trabajaba con la memoria, y, en el mejor de los casos, la memoria es un depósito defectuoso y enredado”. Su “moderno” vehículo, que hoy vemos como un armatoste antediluviano, quedó bautizado como Rocinante. Antes de partir, Steinbeck se sintió dichoso por tener una mujer que no le remilgara y le permitiera esa aventura. Así lo escribió: “Soy muy afortunado por tener una esposa a la que le gusta ser una mujer, lo cual significa que le gustan los hombres, no los bebés viejos”, y la compara con aquellas mujeres de los antiguos exploradores. Él se siente vagamente heredero de la aventura de Lewis y Clark, y busca

Ruby DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

EN NUEVA ORLEANS,

Ruby Bridges, de seis años, desafió la ira de los racistas blancos en la escuela primaria durante los años sesenta.

una hombría que se va diluyendo en el mundo contemporáneo. “Y si nos ponemos a pensar que somos hombres, podemos recordar que en dos años y medio de recorrer tierras salvajes e ignotas rumbo al Océano Pacífico y luego de regreso, solo un hombre murió y solo uno desertó. En cambio nosotros nos angustiamos si el lechero llega tarde y casi nos morimos de un infarto cuando hay huelga de elevadoristas”. Antes de partir, un amigo periodista le dice: “Si en algún momento de tu viaje te cruzas con un hombre de agallas, indica el lugar. Quiero ir a conocerlo. Yo no he visto nada sino cobardía y oportunismo. Ésta era una nación de gigantes. ¿Adónde se han marchado? No puedes defender un país con una junta de directores. Para eso hacen falta hombres. ¿Dónde están?” El amigo concluye que los únicos gringos con agallas son los negros. Y termina: “Tú localízame diez

estadunidenses blancos sanos a los que no les dé miedo tener una convicción, una idea o una opinión sobre algo que sea impopular, y dispondré ya de lo más importante de un ejército regular”. Ya casi para terminar el libro, Steinbeck, sin proponérselo, le da la razón a su amigo. Viaja a Nueva Orleans, donde es testigo de las agallas de una negrita de seis años: Ruby Bridges, a quien miró entrar en la escuela mientras una horda de mujeres adultas la insultaba. Pienso también en las agallas de la madre de Ruby, que decidió enviarla a esa escuela de blancos pese a conocer los riesgos. No eran miles de kilómetros, acaso cincuenta metros de una pasarela en la que día a día la niña tenía que escuchar las afrentas y amenazas de las rabiosas blancas. Delante de eso, el viril viaje de Jonh Steinbeck por Estados Unidos se vuelve un sábado en el parque.

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BICHOS Y PARIENTES

La imaginación obediente

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ara escribir un poema, dice Juan de Mairena, es necesario imaginar al poeta capaz de escribirlo. Una vez imaginado, uno puede conservar el poema y tirar el poeta a la basura, o conservar solo al poeta; tirar o conservar a los dos. A voluntad. Lo que no se puede es vivir sin imaginación. Y no es que se trate de una vida de ocurrencias y ensueños, sino del nivel más profundo y animal de nuestra existencia: eso que llamamos yo. Por ejemplo, el cortisol, una hormona que producen las glándulas suprarrenales y que habilita a los músculos del cuerpo para actuar en emergencias, se produce igual ante un estímulo físico (un perro que ataca) que ante uno imaginario (una llamada del jefe con una instrucción perentoria e imposible de cumplir). En el primer caso, va en juego la supervivencia corporal; en el segundo, no, pero se vuelve emergencia por una serie de ideas y concepciones que la imaginación conecta entre sí, suponiendo un daño que no tiene relación directa con la integridad corporal. En ambos casos está en juego el ser. Una hormona que nos habilita para la supervivencia es la causa principal del estrés y sus muchas consecuencias de salud. Y es que somos por completo seres corporales y, también, seres completamente imaginarios. No es que seamos parte cuerpo y parte mente, porque ni siquiera son predicables en un mismo orden. Más bien, como una llama: es luz y es calor, sin que ambos fenómenos puedan separarse. Sin imaginación no hay ética, ni derecho, ni valores, porque todos son imaginarios y, en su sentido original, poéticos: producen algo que no está en el mundo, pero sin esa producción el mundo es incomprensible.

JULIO HUBARD FOTOGRAFÍA NEW SCIENTIST

Alfonso Reyes llamó “copretérito lúdico” al método poético del juego infantil, un modo de ser en el mundo: el niño que dice a sus amigos: “que yo era...”. El acuerdo es que uno es Messi, Supermán, o algún gran poeta que no existe fuera de mi cabeza. La condición es que no se trate de actuar como si fuera. El juego implica la transformación de todo el ser con una seriedad mortal: el niño no es Juanito que hace como si fuera Messi: es Messi.

Sin imaginación no hay ética, ni derecho, ni valores, todos son imaginarios, es decir, poéticos

Borges observa con lástima su imaginación: “Yo, que tantos hombres he sido, no he sido nunca aquel en cuyo abrazo desfallecía Matilde Urbach”. Y Alexandr Herzen, aquel olvidado y magnífico escritor, entendió mejor que nadie el lugar de la imaginación poética. Cuenta cómo la policía zarista detiene a un grupo de estudiantes en una demarcación rusa. A uno de los muchachos detenidos, en vez de ficharlo en la jefatura correspondiente, lo procesan en la demarcación vecina, y lo hacen desaparecer dos días más. Herzen (que significa “corazón”, en alemán) concluye que no hay ser tan prosaico que pueda vivir sin poesía y que la negra jugarreta es la poesía que puede tener a su alcance un policía. El problema es que abundan los

Stanley Milgram se negaba a creer que el Holocausto hubiera sido posible por la pura obediencia de personas que, simplemente, llevaban a cabo su trabajo.

juegos en que la imaginación cede su potencia a la más miserable virtud humana: la de obedecer. Le sucede a todas las ideologías y ni siquiera las personas más entrenadas para el ejercicio del pensamiento crítico, lógico o científico se inmunizan contra la virtud en donde se agazapa la peor crueldad: la que comete una persona que obedece órdenes. Por ejemplo, el experimento que Stanley Milgram llevó a cabo en la Universidad de Yale, durante los años sesenta, para averiguar qué tanto sufrimiento podría infligir un sujeto a otro, cuando actuaba bajo órdenes. (Busque “Milgram experiment”, en YouTube, y hay una película con Peter Sarsgaard y Winona Ryder). Milgram se negaba a creer que el Holocausto hubiera sido posible por la pura obediencia de personas que, simplemente, llevaban a cabo su trabajo. Pero los resultados de sus experimentos fueron suficientes para ponerle a cualquiera la carne de gallina: él creía que solo un pequeño porcentaje de personas sería capaz de administrar un daño severo, pero el 65% de los participantes fue capaz de administrar sufrimientos mortales, simplemente porque se les instruyó que lo hicieran. Su experimento es un caso negro de lo que suele suceder cuando la imaginación se subordina a la obediencia. El poeta que podemos imaginar quizá sea el mismo empleado dispuesto a dosificar la muerte. Antes de la psicología experimental, en Los dioses tienen sed, Anatole France contaba lo que sucede con un bondadoso artista cuando decide servir a la transformación moral y social de Francia durante la Revolución: el pintor inspirado se convierte en un feroz decapitador.

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