Suplemento cultural de MILENIO
LABERINTO ENTREVISTA
CINE
JUAN CARLOS VILLANUEVA
FERNANDO FIGUEROA
La guitarra emocional de Steve Rothery
A Roma le falta una bicicleta Foto: Humo Negro
SÁBADO 05 DE ENERO DE 2019 AÑO 15 - NÚMERO 812
Amos Oz: tocar al otro José Gordon/ FOTOGRAFÍA: ATTILA KISBENEDEK/ AFP
Foto: Netflix
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ANTESALA
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ARTES VISUALES
Vigencia de La Orduña MIRIAM MABEL MARTÍNEZ FOTOGRAFÍA MMM
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a Ceiba Gráfica es el paraíso de la creatividad. Sin importar la época del año, siempre ofrece al visitante —y al morador— un deleite. Si ya en sí es un gozo recorrer —en una visita guiada— los rincones de esta ex hacienda ubicada en La Orduña, Veracruz, contemplar los grabados de artistas-amigos-colaborares-cómplices de este proyecto repartidos en el inmueble son un descubrimiento. Un Aceves Navarro le da paso a un Cuevas o a un Irma Palacios, todos exhibiendo las posibilidades de la litografía y aplaudiendo el esfuerzo de un devoto del género: Per Anderson, quien junto con Martin Vinaver inició el proyecto. Bajo la dirección de Rafael Ruiz, La Ceiba se ha posicionado como un espacio de experimentación gráfica en México. Durante doce años ha enriquecido su propuesta integrando cerámica, moku hanga y el Museo del Papel, donde Anderson ha volcado su pasión, homenajeando al papel japonés, plantando árboles de kozo, luchando contra la humedad y contribuyendo a un hacer gráfica con materiales producidos localmente. Si algo es posible en La Ceiba es la multiplicación de los proyectos. Quien ha sido residente ha encontrado inspiración, disciplina y trabajo en la cotidianidad. Quien la ha visitado ha descubierto las aportaciones de la gráfica y proyectos interdisciplinarios como Haciendas, poder y memoria, de Víctor Martínez Díaz y el Colectivo Post Kaput, cuya huella ha quedado marcada en la otrora Hacienda de La Orduña, nombre que la acompaña desde 1593, cuando Francisco de Orduña la compró al español Pedro de Acosta, primer dueño según un título de propiedad otorgado por el primer virrey de la Nueva España en 1547. A manera de rompecabezas, aún se observan imágenes históricas de las dimensiones de un pliego de papel —fragmentadas en tamaño oficio o carta— de haciendas veracruzanas (Tuzumapan, Texolo, Palzoquapan, Mazuixtlán y Zimpizahua, entre otras) que han empezado a desgastarse y a integrarse a las ruinas, asumiendo el rol de registro y testimonio una intervención sonora-gráfica en agosto de 2018. Así, lo que empezara con un álbum familiar se ha extendido a un plan de recuperación de la memoria que al archivo suma ficción, arte sonoro y performance, la impartición de talleres en las comunidades aledañas, así como la creación de un fanzine y un sitio web, que son la continuación de esta propuesta artística cuyo iniciador, Víctor Martínez, llama “Programa Nacional de Acciones para la Disolución de la Apatía”.
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Un rincón de La Ceiba.
Perfectos desconocidos. Dirección: Manolo Caro. México, 2018.
HOMBRE DE CELULOIDE
De lo sutil universal a lo histérico local
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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA LA CASA DE LAS FLORES
l guion de Perfectos desconocidos ha sido tan bien escrito por Paolo Genovese y otros cuatro italianos que puede resistir una, dos o diez remakes. Sus autores han conseguido explotar su trabajo como ciertos restauranteros que venden sus conceptos mediante el sistema de franquicia a un nuevo dueño que puede darle su toque personal en el entendido de que debe respetar el sabor original. Manolo Caro es aquí el nuevo dueño y presenta Perfectos desconocidos versión México. Comparar a Caro con la versión original (que puede verse a través de iTunes) termina por hablar bien del cine nacional. Para comenzar, demuestra que hay aquí una factura fílmica que está a la altura de las grandes del mundo: la española, la italiana, la francesa. Segundo: Caro ha sabido leer el guion tan bien como si fuese su autor. Si uno revisa las versiones francesa y española (que pueden verse a través de Netflix) se dará cuenta de que el personaje principal es un abogado que parece poco escrupuloso pero termina por ser leal a toda costa. En tercer lugar, la versión mexicana de Perfectos desconocidos tiene excelentes actuaciones. Aquí, sin embargo, es donde podemos comenzar a hablar del toque cien por ciento nacional
pues lo que en Italia era una pieza con toques líricos se ha vuelto en México una cena de enajenados que revelan sus vidas frente a un cuadro de Francis Bacon flanqueado por esculturas de Franz X. Messerschmidt. Todo ello macerado con música de Timbiriche y actuaciones muy subiditas de tono. La anfitriona deja de ser la chica frágil que está a punto de dejar a su marido para volverse la bruja que introduce a sus amigos en este laberinto en el que se encuentran todos con el Minotauro de sus secretos. Como es sabido, Perfectos desconocidos cuenta la historia de un grupo de amigos que durante una cena deciden que cualquier llamada, e-mail, whatsapp o mensaje que reciban se hará público. Lo anterior sirve de pretexto para atisbar en la intimidad de la pareja con excepción de un hombre singular que ha llegado a cenar sin pareja. ¿Por qué? Este es uno de los muchos misterios de este guion que puede transitar entre la pieza italiana y el melodrama mexicano
La versión mexicana de Perfectos desconocidos es la mejor después de la italiana
justo porque los personajes están construidos tan bien que pueden resistir cualquier embate. La versión francesa fue dirigida por Fred Cavayé, quien lo único que supo incorporar fueron fracasados chistes sobre comida mal hecha, lo cual habla en efecto de cierta obsesión parisina por la alimentación. Por su parte, la versión española, dirigida por Alex de la Iglesia, es casi tan frenética como la de Caro aunque el director vasco introdujo un mundo apocalíptico con tanta gratuidad como el Timbiriche de Caro que, llegado el clímax, explica: “se resolvió el rompecabezas, puede que sea el amor”. A decir verdad, la versión mexicana de Perfectos desconocidos es la mejor después de la italiana. Lo es porque Alex de la Iglesia estaba en lo suyo y no se dio tiempo para explorar a los personajes y porque la francesa termina por ser tan triste que resulta patética. Si no era posible devolver al guion las sutilezas de un cine ligero y cosmopolita, Caro hizo bien en hacer con esta historia algo histérico y local. Tanto que ha fascinado a los mexicanos que aquí se identifican y ríen sin tener que adentrarse en las vulgaridades del cine de albures pero sin tener tampoco que elevarse al parnaso de la original italiana que tenía la profundidad de lo humano y universal.
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ESCOLIOS
POESÍA
De ser posible AMARANTA CABALLERO PRADO
En el lapso de hora y media fui y vine; el objetivo de la misión era intentar reacomodar el mundo. No pude hacer gran cosa por la raza humana en general, pero pude atender con parsimonia y concentrarme en ver (por las rendijas en los paisajes) las diversas formas y vocablos que se usan para animar, escuchar e intentar proseguir dentro de esta secuencia innata de posibilidades que significa estar vivo, o que es lo mismo: aprender. No hay que precipitarse pero tampoco olvidarlo. Este poema forma parte del libro inédito De ser posible.
EX LIBRIS
Amor propio/ EKO
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Empezar con Homero ARMANDO GONZÁLEZ TORRES
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@Sobreperdonar
os clubes del libro y otras modalidades de lectura abierta y colectiva han sido, desde el siglo XVIII, experiencias muy exitosas de pedagogía y sociabilidad literaria. De hecho, en Estados Unidos, el siglo pasado se desplegó un movimiento de lectores de clásicos que creó multitud de grupos de lectura y culminó en la famosa colección The Great Books. Utilizar las redes sociales para la lectura compartida, aparte de que zanja las dificultades logísticas que implica reunirse físicamente, amplía la cobertura y variedad de la convocatoria. Las primeras horas de este 2019 comenzó un nuevo experimento de lectura colectiva de un clásico en la red social Twitter. Pablo Maurette convocó a leer a Homero, primero la Ilíada a razón de un canto por semana durante los primeros seis meses del año y, luego, la Odisea. A lo largo de los primeros días se ha visto una participación copiosa, con formas variadísimas: despliegues de erudición helénica; utilísimas referencias bibliográficas; lectura del poema en varios idiomas y en lenguaje de señas; abundante iconografía homérica; aportaciones poéticas, plásticas, palindrómicas y musicales en torno al poema; comentarios aparentemente ingenuos de iluminadora concisión y, por supuesto, muchas bromas, simplezas y ocurrencias. La mezcla de disciplinas, los distintos tonos de conversación y las derivas imaginativas vuelven este coloquio tan caótico como estimulante. Acaso algunos puristas del acto de la lectura o académicos celosos encuentren en estos experimentos una moda banal y se escandalicen de la irrupción de una turba variopinta y ruidosa en los apacibles mausoleos de sus clásicos. Sin embargo, lo que gana la conversación en innovación y sorpresa compensa la eventual superficialidad o esnobismo. La lectura compartida de un libro como la Ilíada, además de que ofrece un elemento lúdico e imprevisible, contribuye a multiplicar las claves de lectura, ayuda a penetrar en la naturaleza a veces granítica de los clásicos y coadyuva a actualizar sus significados. Ciertamente, el fragmento de la antigua saga guerrera griega, que fue utilizado como motivo poético por una entelequia denominada Homero, es un arquetipo insuperable y sin caducidad de la imaginación de Occidente. Lo atractivo de la trama (que lo mismo describe intrigas, estrategias militares o combates heroicos que historias de amor o dilemas entre lo público y lo privado), la verosimilitud de sus personajes y, en algunas traducciones, la musicalidad, son rasgos que seducen a cualquiera más allá de su grado de conocimiento especializado. Por lo demás, siempre resulta actual el elenco de volubles seres divinos, semidivinos y humanos que desatan conflictos sangrientos y prolongados, que empeñan el futuro de sus pueblos y que, de un momento a otro, actúan con excepcional sabiduría o ligereza, respondiendo a veces a los razonamientos lógicos y morales más refinados y, a veces, a sus emociones, pasiones o ambiciones más rudimentarias.
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MÚSICA
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Cerca de cumplir 60 años, el guitarrista inglés vuelve a México junto a Marillion Steve Rothery
“Mi obra ha salvado la vida de algunas personas”
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JUAN CARLOS VILLANUEVA FOTOGRAFÍA HUMO NEGRO
uando Steve Rothery toma su guitarra Squier Standard Stratocaster es señal de que un alud emocional se aproxima: “Recuerdo la última vez que estuve en México y vi a gente en el público llorar cuando tocaba los solos de ‘The Great Escape’ (del disco Brave de Marillion)”. ¿Qué se siente conmover a quien te escucha?, pregunto a Rothery: “Abrazar al prójimo desde el alma. Si tan solo puedes hacer eso con tu música, será uno de los actos de comunicación más nobles y hermosos que puedas hacer como ser humano”. Durante 40 años Steve Rothery —nacido en Brampton, South Yorkshire, Inglaterra— ha empleado su instrumento como vehículo que nos conduce por paisajes enternecedores, poéticos e infinitos. “Siempre he creído que nos reflejamos en el dolor. La sensación de aislamiento y de congoja son emociones universales. Esa es la base melódica de la música que he hecho junto a Marillion. No se trata de un drama, sino de compasión: el acto de reflejarse en el otro. Es una catarsis. Cuando hicimos Brave, muchas personas, sobre todo mujeres, nos agradecían porque ese disco las había salvado del suicidio”. Si pensamos que infancia es destino, ¿cree que el niño que fue determinó su forma de comprender la música y el arte? Es complicado decirlo; muchos músicos han tenido infancias difíciles. Mis padres se separaron cuando tenía cinco años, así que tuvimos que mudarnos al pueblo más próximo, un lugar pequeño y extraño. No teníamos coche, vivíamos aislados. Tuve dos amigos en ese pequeño pueblo donde crecí. Supongo que fui un niño un tanto soñador y quizá eso influyó en mi manera de crear. Pasar ese
Rothery se presentará el 9 de enero en Guadalajara y el 11 de enero en la Ciudad de México.
tiempo a solas me permitió ser introspectivo y soñador. En estos 40 años junto a Marillion, ¿cuáles han sido los momentos más gratificantes? La primera vez que te pagan por tocar, la primera vez que escuchas tu canción en la radio, la primera vez
que entras a una tienda de discos y ves el tuyo en el mostrador. Se siente bien tu primera aparición en televisión. Recuerdo que fue en Pop of the Tops, y fue una experiencia muy bizarra ver a jóvenes tratando de bailar tu música y más porque no éramos una banda comercial. La primera vez que tuvimos lleno total en un estadio en la
gira del Misplaced Childhood. Cuando tocamos con Queen a mediados de los años ochenta; jamás olvidaré cuando llegamos al estadio en helicóptero y vimos a un mar de personas que iban a escucharnos. Recuerda su experiencia junto a Queen. Parece que las nuevas ge-
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neraciones están destinadas a conocer a las leyendas del rock a través del cine. Vi la película Bohemian Rhapsody. Creo que hicieron un muy buen trabajo. Es curioso ver a actores interpretando a gente que conocimos muy de cerca. Me parece que es una versión para satanizar a Freddie Mercury en cuestión de lealtad hacia sus compañeros. El verdadero Freddie Mercury era excesivo y extravagante. Era una persona muy hermética; no cualquiera podía tener acceso a él. Tenía su círculo de amigos muy estricto y cerrado. Aunque nosotros tocamos con ellos, solamente Fish, ex cantante de la banda, pudo acercarse. Está por cumplir 60 años. ¿Piensa en la muerte? ¿El paso del tiempo afecta su manera de crear música? La finalidad de hacer música es mantenerse vivo aun cuando ya no estés en este planeta. La idea como músico es que tu obra sea funcional o signifique algo para alguien más. Puede parecer un poco de arrogancia, pero la idea es que con tu música logres la inmortalidad. Una de las más grandes bendiciones que he tenido con mi obra es haber salvado la vida de algunas personas. Además de su carrera en solitario con su disco The Ghost of Pripyat, de 2014, ¿ha considerado extender su carrera a más colaboraciones? He estado trabajando con Steve Hackett (ex guitarrista de Genesis) en un proyecto que arrancamos desde hace cuatro años. Tenemos ya algunas piezas compuestas y pienso que en este 2019 puede quedar listo. Estaré en Berlín para febrero, trabajando con Thorsten Quaeschning de Tangerine Dream en un disco instrumental, y creo que estará interesante. También realizaré un disco instrumental llamado Space Theme, que es algo parecido a una banda sonora, que será tocado en La Silla, en los observatorios astronómicos de Chile, durante el próximo eclipse. En su próxima visita a México interpretará el disco Clutching at Straws, que grabó junto a Fish, entre otros clásicos de los primeros años del grupo. ¿Qué escucha en esas grabaciones? Es extraño porque escribí la mayoría de esa música y nunca más volvimos a tocarla. Pienso en canciones como “Incubus”, “Freaks” o “Fugazi”. Me da mucho gusto volver a interpretarlas; es una forma de reconectarme con ellas, de resucitarlas. Eran melodías profundas y sólidas. Cuando escucho al chico que fui tocando esas guitarras, me doy cuenta de lo fugaz del tiempo. No queda más que disfrutar el momento. ¿Cuál sería su mejor obra? Es complejo poder encontrar tu momento cumbre. Siempre he tratado de no hacer lo obvio: hay tantos guitarristas en el mundo tocando los mismos acordes de la misma manera. Si tuviera que elegir una canción que resuma mi esfuerzo sería precisamente “The Great Escape” de Brave, un tema que captura la esencia de Marillion. La canción tiene cuatro secciones completamente diferentes que convergen en una sola. Es un gran trabajo de guitarra, una gran canción.
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La ceremonia se llevará a cabo el 6 de enero en Los Ángeles.
A Roma le falta una bicicleta La cinta de Alfonso Cuarón tiene tres nominaciones a los Golden Globes
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FERNANDO FIGUEROA FOTOGRAFÍA NETFLIX
n noviembre de 2013, Alfonso Cuarón le dijo esto al semanario español El Cultural: “Hay películas con una gran recepción en festivales que luego no conectan con el público”. Como si fuese una profecía, eso es lo que ahora le sucede a Roma, galardonada en Venecia con el León de Oro a la Mejor Película y con varias nominaciones a los inminentes Globos de Oro. Roma sí ha conectado con el público que suele ver “cine de arte”, con la mayoría de los críticos y con una comentocracia cuyo principal argumento parece ser éste: si no te gusta es porque no sabes de cine. En otras palabras, porque eres un pendejo. Cuarón está convertido en un artista con gran oficio, capaz de crear un interesante fresco en blanco y negro pero que no atrapa al “gran público”. Eso sucede no por una carencia de cultura fílmica del espectador sino porque a la película le falta una bicicleta. Aunque sí aparecen de pasada varias biclas, el filme carece de una como la que utilizó Vittorio de Sica en Ladrones de bicicletas, obra maestra del neorrealismo italiano que acaba de cumplir 70 años y cuyo protagonista era un obrero que debutaba como actor. Por supuesto que no se trata de la bici en sí misma sino como elemento clave del nudo dramático. Cuarón la hizo de milusos en Roma y en el pecado llevó la penitencia. Hasta Puccini y Verdi tenían libretistas a los que les hacían caso. Seguramente un buen guionista le habría hecho ver al director mexicano que a sus hermosas viñetas les faltaban dos ruedas para convertirse en una historia redonda. Premios en festivales, el jaloneo de
si la proyectaban o no en Cinemex y Cinépolis, y el tour en pantallas alternas crearon un eficaz coctel publicitario pero, al mismo tiempo, demasiadas expectativas. Al margen de lo que se publique en internet, lo que se percibe en la calle es que a la mayoría de la gente no le gusta; al menos esa es mi impresión como encuestador informal. Que todo mundo la quiera ver, es otra cosa. Yo la vi en Netflix y me pareció bien pero no genial, así que me di una segunda oportunidad en la Plaza de las Tres Culturas. El cierre del famoso Romatón, en Tlatelolco, fue una experiencia maravillosa, con la proyección gratuita en la gran explanada teniendo a la vista el templo de Santiago Apóstol, las ruinas prehispánicas y la torre que albergaba a la Secretaría de Relaciones Exteriores. Pero sobre todo el célebre edificio Chihuahua enmarcando una pantalla gigante de 15 por 7 metros, con la imagen nítida de Roma y grandes bocinas a los cuatro costados que envolvían al espectador con los excelentes sonidos ambientales. Pero la bicicleta nunca apareció. A Cuarón le estaré eternamente agradecido porque en Grandes esperanzas incluyó varias versiones de “Bésame mucho”, detalle que me sirvió de pretexto para entrevistar a Consuelo Velázquez en su casa, donde tocó el piano y cantó para mí solito ése y otros temas. Ahora le agradezco Roma por la experiencia en Tlatelolco. Bienvenida la existencia de Roma, incluso su fenómeno mediático y los premios que siga cosechando, pero sin olvidar que la gente tiene derecho a decir que no le gustó y que, así como hay críticos que la ponen por las nubes, hay otros que la han apaleado, como
Richard Brody en The New Yorker, quien escribe un largo texto que podría titularse “El camino al infierno está empedrado de buenas intenciones”. Dice, por ejemplo, que “Cuarón procede como si la mera representación afectuosa y compasiva de un personaje similar a Libo (la empleada doméstica de la vida real) fuera un gesto cinematográfico suficiente, en lugar de detalles dramáticos”. No falta quien ya pone a Roma en la cima de ¡toda la historia del cine mexicano! Valiéndole gorro la filmografía de Luis Buñuel, Fernando de Fuentes, Emilio Fernández, Gilberto Martínez Solares, Ismael Rodríguez y Arcady Boytler, referentes locales de Cuarón para el uso del blanco y negro. Hubiera sido magnífico que este boom mediático se hubiera producido en 1995 con La línea paterna de José Buil y Marisa Sistach, en la que recuperan invaluables imágenes fílmicas del Totonacapan, captadas hace casi cien años por el abuelo de Buil. Materiales arropados con secuencias contemporáneas también en blanco y negro, para así completar el retrato de una familia con olor a la vainilla de Papantla (inolvidables las ruinas de El Tajín y los voladores de ayer y hoy). No estoy peleado con Roma. La vi con mi hijo Luis y nos hizo recordar a Mati, una muchacha de pueblo que vivió en nuestra casa cuando él era niño. Además nos hizo recordar a doña Rafaela, quien durante dos décadas y casi hasta su muerte trabajó con nosotros como empleada doméstica. A las dos las consideramos parte de nuestra familia. Luis dice que Roma “reviste de novedad una porción del pasado”. También eso le agradezco a Cuarón.
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DE PORTADA
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Entender la diferencia y transformar este act tareas que con más aliento emprendió el colo
Amos Oz: tocar al otr
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JOSÉ GORDON FOTOGRAFÍA DAN BALILTY
Se puede leer a otra persona como se lee un libro?, le pregunté a Amos Oz (4 de mayo de 1939-28 de diciembre de 2018). Su respuesta fue inmediata: “No puedes leer a un extraño tan fácilmente como puedes leer un libro, porque un libro se abre para ti y un extraño no, pero puedes ser curioso”. Esa curiosidad fue la marca distintiva de un novelista que trataba de penetrar las diversas capas de la condición humana como si se tratara de una exploración geológica. ¿Qué dice un leve gesto sobre el mundo interno de una persona? ¿Cómo retrata las emociones de una mujer la forma en que apoya el peso de su cuerpo? ¿Cuál es la distancia entre lo que uno piensa que desea y lo que realmente piensa y lo que realmente desea? ¿Se puede tocar la misma esencia de otra persona? Para dar respuesta a estas interrogantes, Amos Oz desarrolló un profundo y fino proceso de observación. De hecho, decía que si pudiera ser el primer hombre en Marte o ser una mosca para volar dentro de los cuartos de la casa de sus vecinos, optaría por ser la mosca. Y eso es lo que hacía. En una estación de tren, en un aeropuerto, en una sala de espera de un dentista, se dedicaba a observar los rostros de las personas y a deshilar sus posibles historias. En la última conversación que sostuve con él, me comentó que tenía que confesar que siempre espiaba a la gente, que le fascinaba adivinar sus vidas al observar sus miradas, ver sus zapatos o escuchar fragmentos de sus pláticas. La metamorfosis de Amos Oz en mosca le permitió sobrevolar las recámaras íntimas de otras vidas e intuir el incendio que habita dentro de la piel de otras personas. ¿Qué es lo que pasa en otro cuerpo, cómo se percibe una experiencia desde ahí, qué pasaría si yo fuera él, ella o mi enemigo? Es desde esta perspectiva literaria que pueden entenderse sus posturas políticas en ensayos tan importantes como Contra el fanatismo. La lucha del escritor israelí por una solución
justa y pacífica al conflicto en Medio Oriente se vincula con su capacidad de imaginar al otro. En una estampa memorable del discurso con el que recibió el Premio Príncipe de Asturias en 2007, Amos Oz nos pide que nos asomemos a ver a dos mujeres que a la vez se asoman por una ventana: una mujer palestina, en una casa en Nablus, y la otra, una mujer israelí judía, en una casa en Tel Aviv. Ambas, a pesar de las aparentes diferencias, comparten las mismas pesadillas y los mismos sueños y esperanzas. El problema es imaginar al otro. Y eso es a lo que Amos Oz se dedicó en cuerpo y alma: a imaginar al otro mediante sus ensayos y novelas, mediante el afinamiento de su percepción. Este ejercicio le permitió en más de una ocasión leer al otro en la vida real como cuando uno comprende de golpe la dimensión de la tragedia de un personaje en una novela. Un ejemplo de ello me lo contó el escritor Etgar Keret, al hablarme de su primer cuento, “Tuberías”, en donde alude sin decirlo de manera explícita al suicidio de su mejor amigo: “Cuando escribí mi primera historia, aun sin posibilidades de publicarla, le envié una copia a Amos Oz. Me contestó al día siguiente, algo atípico en un escritor que recibe tantos correos. Leyó el cuento y su reacción instintiva fue un cierto miedo. Me dijo: ‘Leí tu historia y vi tu sufrimiento, vi que estás lastimado. Yo soy un hombre mayor y, créeme, ya pasará. Todo va a estar bien’. Me dio consuelo, fue algo muy cálido. Ni siquiera lo leyó con ánimo literario. Vio en la historia un grito de ayuda”. Esa posibilidad de tocar al otro en toda su complejidad está vinculada con la capacidad de Amos Oz de registrar en su narrativa los matices más sutiles del mundo interno y externo de sus personajes. El novelista está atento a la música de las palabras y a la plástica de escenarios y paisajes que, al estar interconectados, revelan con precisión y belleza el lado invisible de lo visible. Estos hallazgos nos abren progresivamente a capas más profundas de nuestro ser. Eso siempre me
Supo registrar los matices más sutiles del mundo interno y externo de sus personajes
El autor de Un descanso verdadero, Una pantera en el sótano y El mismo mar, entre otras novelas.
to en historias fueron las oso de las letras israelíes
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fascinó en su obra: el encuentro con descubrimientos y contradicciones que ensanchan la mirada, la agudeza de ideas que nos permiten alumbrar la condición humana. Una muestra de ello aparece en un escrito en donde se adentra en la idea de John Donne que plantea que ningún ser humano es una isla. El novelista abunda: “Cada uno de nosotros es una península, con una mitad unida a tierra firme y la otra mirando al océano. Una mitad conectada a la familia, a los amigos, a la cultura, a la tradición, al país, a la nación, al sexo y al lenguaje y a muchos otros vínculos. Y la otra mitad deseando que la dejen sola contemplando el océano”. ¿Cómo conciliar los opuestos? ¿Podemos salir del laberinto de la soledad? ¿Se puede tocar la esencia del otro?, le pregunté a Amos Oz. Su respuesta fue memorable: “Hay momentos pasajeros en donde se caen las máscaras y podemos vernos uno al otro. Algunas veces a través de la literatura, algunas veces a través del amor, algunas veces mediante la curiosidad. Son solo momentos. No hay forma en que podamos meternos dentro de la piel de otra persona por siempre, por mucho tiempo, por un mes, por una semana, por un día. Ese milagro solo ocurre por unos instantes y ese milagro es una comunión, es una comunión entre una persona y otra persona. Al leer libros, algunas veces me ha pasado como lector que un personaje se vuelve por un rato, por un momento, en una página, se vuelve totalmente una parte de mí. Me envuelve. Este es el milagro de la literatura”. Con estas palabras se terminó la última entrevista televisiva que le hice a Amos Oz. Me sonrió con gran afecto y nos invitó a tomar un café junto con mi productor y amigo Froylán López Lavín y junto a sus seres más queridos en Tel Aviv. Hablamos de Martin Buber, de la posibilidad de una comunicación en donde podemos fundirnos en una dimensión que trasciende el espacio y el tiempo. Me comentó que a Buber no se le leía mucho en estos días pero que era un filósofo que regresaría. Había en el fondo de su mirada una resiliencia hecha de sabiduría y compasión para enfrentar las tragedias contemporáneas. No dejaba de verlas y denunciarlas incluso con fiereza, pero a la vez no perdía la perspectiva. Las palabras dirigidas a Etgar Keret resonaron a posteriori en torno a este momento: “Yo soy un hombre mayor y, créeme, ya pasará. Todo va a estar bien”. Estaba frente al narrador de una historia de amor y oscuridad que sabe leer la novela completa y que ha conocido el milagro de la existencia, del conocimiento y del arte. Tanto en la vida individual como colectiva aspiraba a una solución dramática a nuestros conflictos que preservara la vida. Decía que en las tragedias de Shakespeare todo terminaba en un baño de sangre con la justicia poética levitando por encima de los cadáveres. En contraposición a este desenlace, se consideraba un discípulo de Chéjov en donde la tragedia se resuelve más allá del machismo, con compromisos,
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con personajes desilusionados y melancólicos, pero vivos. Hace unos días, antes de que falleciera Amos Oz, me encontré con una poderosa idea que planteó en una reciente conferencia: “Lo que perdiste en el tiempo, no trates de recuperarlo en el espacio”. Al perder en el espacio la voz crítica, valiente y limpia de Amos Oz, la única forma de recuperarlo nos queda en sus ensayos o en novelas como Tocar el agua, tocar el viento, La bicicleta de Sumji, Judas o Una historia de amor y oscuridad. en la que, por cierto, reflexiona sobre lo que nos espera después de la muerte. En uno de los pasajes de esta obra recuerda la voz de Hugo Bergmann, su entrañable maestro de filosofía, quien fuera compañero de clase de Kafka. Amos Oz narra lo que el viejo profesor le dijo a un pequeño grupo de jóvenes ávidos de conocimiento entre los que se encontraba el novelista en ciernes: Si yo cuento esta tarde que a veces oigo la voz de los muertos y que su voz es más clara y comprensible para mí que la mayoría de las voces de los vivos, tienen todo el derecho a decir de inmediato que este viejo se ha vuelto loco. Que ha perdido un poco la cabeza por el espanto que le causa la cercanía de la muerte. Por lo tanto, no les hablaré de voces. Esta tarde les hablaré de matemáticas: como nadie sabe si hay algo o no hay nada más allá de nuestra muerte, de este desconocimiento absoluto se puede concluir que la posibilidad de que exista algo es exactamente igual a la posibilidad de que no exista nada. Un cincuenta por ciento para la aniquilación y un cincuenta por ciento para la pervivencia. Para un judío como yo, un judío de Europa Central de la generación del holocausto nazi, esa posibilidad de pervivencia completamente estadística no es en absoluto despreciable.
Aspiraba a una solución dramática a nuestros conflictos que preservara la vida
Amos Oz apunta que este tema también le obsesionaba a un amigo y adversario intelectual de Bergmann, a Gershom Scholem, el gran estudioso de la cábala y la mística judía. Cuando en 1982 Amos Oz se enteró por la radio de la muerte de Scholem, escribió lo siguiente:
Gershom Scholem ha muerto esta noche. Ahora lo sabe. También Bergmann lo sabe ya. También Kafka. Y mi madre y mi padre. Y sus conocidos y amigos, y la mayoría de los hombres y mujeres de aquellos cafés, aquellos que utilicé para contarme historias y aquellos que han caído en el olvido, todos lo saben ahora. Algún día nosotros lo sabremos y mientras tanto seguiremos recopilando aquí diferentes datos. Por si acaso.
Y ahora Amos Oz lo sabe y nosotros lo sabremos algún día. Mientras tanto, ya no lo buscamos en el espacio; lo buscamos y lo encontramos en su literatura y en el tiempo de la memoria, agradecidos por esos momentos pasajeros en los que algunas de sus páginas, sus personajes y su misma persona (que hoy parece de novela), nos envolvieron.
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CIENCIA
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DESMETÁFORA
Entre dos infinitos Aunque la idea de dualidad tiene su origen en la religión y en la filosofía, ha sido retomada por las ciencias físicas
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l nombre que lleva el primer mes del año se le debe al dios romano Ianus, que se adjetiva como Ianuarius. A este dios se lo representa con dos caras que miran en direcciones opuestas, fisonomía que con frecuencia se ha interpretado como aquello que tiene que ver con el comienzo y el final, la entrada y la salida que ofrecen las puertas, con el pasado y el futuro, y, también, con la hipocresía, cualidad que siempre nos imaginamos como legitima propietaria de dos rostros. En todo caso, el dios Janos representa una dualidad y, aunque la idea de dualidad tiene su origen en la religión y en la filosofía, el concepto ha sido retomado por las ciencias físicas con una definición exacta y útil. Si bien en las religiones antiguas la dualidad se manifiesta como principio divino con el que se establece la presencia del bien y del mal en nuestras vidas, en la filosofía puede significar la oposición de valores como amor y odio, o como un aspecto fenomenológico de la realidad, que es espíritu y materia. Aparece también en su descripción con los términos holismo y/ o reduccionismo, etcétera. En la física moderna, una dualidad es “una relación entre dos situaciones que se ven diferentes pero que en realidad son equivalentes”. Así, por ejemplo, tenemos la muy conocida dualidad onda-partícula según la cual la materia microscópica puede exhibir el comportamiento de una partícula en determinados experimentos y el de onda en otros. No sabemos si existe una dualidad de dualidades en la naturaleza, quizá no tendría por qué, pero la aparente oposición entre el pasado y el futuro parece abrazar el carácter de una duplicidad. Enero es el mes que mira atrás en el tiempo y atisba el futuro. El presente solo es el vértice donde ambos coinciden. También vivimos atrapados entre lo infinitamente grande y lo infinitamente pequeño. Vivimos entre el infinito sobre nuestra cabeza y el infinito en su interior, lo grande por encima de nosotros, al nivel de las estrellas que, de tan lejanas, parecen puntos luminosos en el cielo nocturno. Hacia arriba las distancias pueden ser tan grandes que se vuelven impensables. Nuestra Galaxia es tal que la luz demora 100 mil años para atravesarla, pero es mil veces menor que las estructuras conocidas.
GERARDO HERRERA CORRAL gherrera@fis.cinvestav.mx FOTOGRAFÍA WORD PRESS
Cúmulo de estrellas en la constelación austral de Centaurus.
A la mayor disposición cosmológica de objetos que conocemos se la ha llamado el “Final de la Grandeza”. Alcanza una distancia en metros más allá de un 5 seguido por 24 ceros, es decir: 5 000 000 000 000 000 000 000 000 metros. En la dirección opuesta hemos incursionado en distancias tan pequeñas como la fracción de metro que corresponde a un punto seguido de 18 ceros, o sea: 0.000 000 000 000 000 001 metros. Habitamos la región que
La cara de Janos que mira al espacio no existe sin la que mira al mundo microscópico
se localiza en medio de este número gigantesco y el microscópico segmento de realidad. Lo curioso es que la distancia tiene también un carácter cronológico. El tiempo es inseparable del espacio y esto significa que cuanto más lejos se mira, más profundo resulta el viaje al pasado. En esta mirada al cielo se puede ver la expansión del universo, las galaxias que se alejan unas de otras y el futuro de un universo que se enfría en su dilatación acelerada. Asimismo, al remontarse al pasado se puede ver un universo cada vez más denso, caliente y pequeño. De esta manera, se llega a observar la radiación que apareció
hace 13 mil 400 millones de años y en esa mirada ingresamos al micro mundo del Big Bang que comenzó como una pequeña mota de luz infinitamente pequeña. La cara de Janos que mira al espacio no existe sin la contraparte que mira al mundo microscópico. El año que comienza en enero es el que termina también aquí. André Malraux decía que “El hombre vive atrapado entre lo finito de su condición humana y lo infinito de las estrellas”. La física moderna nos enseña que vivimos atrapados entre la inmensidad infinita y la interminable profundidad microscópica.
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EN LIBRERÍAS
5 DE ENERO 2019
NARRATIVA, ENSAYO La cresta de Ilión
Los indecibles pecados de Sor Juana
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A FUEGO LENTO Operación Masacre
La casa de los ángeles rotos México, 2018
Cristina Rivera Garza Literatura Random House México, 2018 141 páginas
Kyra Galván Debolsillo México, 2018 270 páginas
Rodolfo Walsh UNAM México, 2018 217 páginas
Dice la autora que para esta edición revisada de la novela publicada en 2002 fue muy importante la recepción que tuvo entre los lectores estadunidenses. Los giros, frases y párrafos que añadió a la traducción se incorporan ahora y le proporcionan un nuevo espesor a una historia que cuestiona los imperativos de género para instalarse en los parajes narrativos donde el terror psicológico funciona como demoledor de la noción de identidad.
Publicada inicialmente en 2010, y saludada por la crítica, esta novela se mueve entre la indagación histórica y el thriller. El argumento oscila entre el pasado y el presente, y perfila a una investigadora que descubre los diarios de una monja jerónima del siglo XVII, a quien no tardamos en reconocer como a Sor Juana. El descubrimiento revela zonas tan oscuras y escandalosas que despiertan la suspicacia de la Iglesia católica y la ira de la misma Corona española.
Publicada nueve años antes que A sangre fría, esta obra del escritor argentino anticipa lo que después se ha conocido como novela de no ficción. El título hace referencia a la acción con la que el régimen militar intentó acabar con un grupo de peronistas en 1956. Aunque no era partidario del ex presidente, una frase escuchada al azar, “Hay un fusilado que vive”, hizo que Walsh siguiera su instinto periodístico. Años después, sería uno más entre los miles de desaparecidos.
Estambul. La ciudad de los tres nombres
Imperfecta semejanza II
El oprobio del hambre
Bettany Hughes Crítica México, 2018 968 páginas
Pura López Colomé UNAM México, 2018 327 páginas
David Rieff Taurus Argentina, 2018 432 páginas
Bizancio, Constantinopla, Estambul son los tres nombres de la ciudad a los que hace referencia el título de este libro. Las culturas griega, romana y turca la han habitado y eso hace que su historia resulte fascinante. Con una agradable escritura, Hughes lleva al lector a sus orígenes, que se remontan al Neolítico, hasta la fundación de Turquía en las primeras décadas del siglo XX. A pesar de la extensión, se le ha cuestionado a la autora que no haya ahondado en algunos periodos.
Cinco poetas mujeres (Emily Dickinson, Elizabeth Bishop, Marianne Moore, H. D. y Fanny Howe) ocuparon la atención en el primer tomo de este ensayo dedicado a la traducción poética. Toca ahora el turno a Susan Howe, Alice Oswald, Louise Glück, Dionne Brand, C.D. Wright y Lucie BrookBroido, “todas ellas parte importante del canon de la poesía en lengua inglesa, si bien proceden de latitudes distintas: Estados Unidos, Inglaterra y Canadá”.
Acabar con el hambre no es una utopía. Pero, como anota Rieff, además del punto de vista de los optimistas existe el de los pesimistas, y ninguno de los dos bandos tiene datos claros. Por ello, como señala el especialista irlandés Cormac Ó Gráda, las previsiones de la producción alimentaria “no son fiables y sí contradictorias”. La lógica del sistema capitalista y el calentamiento global son algunos de los elementos que están en juego para terminar con el problema.
Haciendo la otra América ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com
A
unque escrita en inglés, La casa de los ángeles rotos (Alianza de Novelas) tiene un sello jugosamente mexicano: su autor, Luis Alberto Urrea, nació en Tijuana; sigue los pasos de una familia de migrantes de La Paz hasta San Diego; y fue traducida por David Toscana. Y, hay que decirlo desde ahora, es una magnífica novela. Ajena al dictado de Tolstoi, para quien no existía mejor detonador narrativo que una familia infeliz, La casa de los ángeles rotos pone en el centro a una familia cuyos actos y palabras se desplazan entre la comedia y el drama costumbrista. No se sustenta en la peripecia —el encabalgamiento de reveses, golpes de fortuna, salto de obstáculos y tareas que el destino exige antes de alcanzar un propósito— sino en la descripción de escenarios domésticos, paisajes, atmósferas urbanas, como prolongación de un estado de ánimo. No es un recurso menor, sobre todo si pensamos en la dificultad para nombrar lo habitual como si fuera una realidad irreconocible. Así que leemos: “Los cielos parecían derretirse como lava que muerde las rocas y va dejando marcas de una candente dentadura” o “En algún sitio de ese vasto tapiz de olores entretejidos, Ángel estaba seguro de que podía oler a los muertos. No sus cuerpos, sino sus almas”. Urrea despliega su efectivo talento cuando retrata a la familia Cruz mediante escenas breves —y muy teatrales, por cierto— que se desprenden de dos momentos estelares: los funerales de la abuela y el cumpleaños de su hijo mayor —Angelote— en los días anteriores a su muerte por cáncer. A partir de esos dos presentes que sin remedio, y a pesar de la victoria de la muerte, adquieren un tono de moderada hilaridad, Urrea posa una mirada de solidaria desconfianza en las expresiones que la mexicanidad adopta una vez que se ha instalado en Estados Unidos. Su postura es así la del observador que no toma partido porque está más interesado en comprender que en desgastarse con golpes de pecho o lanzando anatemas. De la profundidad novelística de La casa de los ángeles rotos hablan los protagonistas, medios hermanos, las dos caras de ese aventurero mexicano haciendo la otra América: Angelote, el patriarca que imita a nuestros antiguos tlatoanis en un barrio de clase media de San Diego, y Angelito, el refinado, quien imparte inglés en una universidad de la glamorosa ciudad de Seattle.
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ESCENARIOS
5 DE ENERO 2019
RESEÑA
ENTREVISTA
La leyenda del Santo ANDREA SERDIO
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anto, el Enmascarado de Plata es un libro de Lydia Gabriela Olivares Celis, publicado por Conaculta, con prólogo de Enrique Krauze, quien recuerda la nómina de luchadores contemporáneos de Santo, entre ellos Tarzán López, Enrique Llanes, Blue Demond, Sugi Sito, el Murciélago Velázquez, la Tonina Jackson, el Cavernario Galindo, Gori Guerrero y Black Shadow, a quien Santo despojó de la máscara en una lucha legendaria en 1952. El libro, que tiene su origen en el archivo de El Hijo del Santo, quien heredó los documentos de su padre, cuenta la historia del ídolo a través de programas de lucha libre, de fotos, de recortes periodísticos, de frases, de un texto escrito a máquina que sería el prólogo a su biografía, en el que afirma que la gesta revolucionaria de su vida es la máscara, y dice, contundente: “El luchador vive la actualidad, no su pasado”. De todos los libros que se han publicado en los últimos años sobre el Santo, sin duda este es el más personal, el más íntimo. En él se narra la evolución en el atuendo, en el estilo y en la personalidad del Enmascarado de Plata, quien primero fue técnico, luego rudo y finalmente un artista del ring que logró ser el mejor entre una legión de buenos luchadores, erigiéndose campeón mundial de peso welter derrotando a Pete Pancoff en marzo de 1946. Entre los reportajes que reproduce el libro está “Un día con el Santo”, publicado en 1953 por la revista Ases y estrellas de la lucha libre. Ahí se afirma que el Santo es un hombre de familia, un buen cocinero, un maestro en el ping-pong y el solitario, un gladiador celoso a tal grado de su identidad que incluso se baña y lava los dientes con la máscara puesta. Es un reportaje entretenido sobre un deportista famoso que se encaminaba a la leyenda. En el libro aparece el Santo con el extraordinario Gori Guerrero, con quien formó “la pareja atómica”, un dúo invencible en los encordados. Otro compañero del Santo fue el Cavernario Galindo. En otras fotografías aparece con Rayo de Jalisco y Black Shadow, una de sus tantas víctimas. Aparece también con Blue Demond y en sus muchos días de triunfo en las arenas del país, donde siempre dejó constancia de su profesionalismo. Además de luchador, Rodolfo Guzmán Huerta, el Santo, fue novillero, héroe de historietas, escapista, y actor de cine, en el que debutó en 1958 con Santo contra Cerebro del Mal. En 1982 filmó La furia de los karatecas, que sería la última de las 52 películas que lo convirtieron en uno de los grandes ídolos de la cultura popular en el siglo XX. Las imágenes de este libro revelan y sustentan las ideas del hombre que alguna vez dijo: “Los héroes pueden morir. Las leyendas son eternas”.
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La casa más grande del mundo reflexiona sobre la pérdida de la inocencia.
Ana V. Bojórquez
“Somos como niños cuando enfrentamos algo nuevo”
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HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com FOTOGRAFÍA PRISMA CINE
l día en que Rocío (Gloria López) perdió el control del rebaño de ovejas a su cargo, su vida cambió. De buenas a primeras, la niña aprendió sobre la marcha lo que significa ser responsable. No solo deberá regresar a casa con el ganado; además, deberá cuidar la casa mientras su madre se recupera de un embarazo adelantado. Con la sierra del altiplano guatemalteco como fondo, la directora Ana V. Bojórquez, en colaboración con Lucía Carreras, filmó La casa más grande del mundo, una historia sobre la inocencia perdida. La casa más grande del mundo tomó casi siete años desde su concepción hasta su estreno. ¿Por qué una película tarda tanto en cumplir su ciclo? Todo toma mucho tiempo. Soy guatemalteca y fue muy difícil encauzarla. El proyecto se destrabó cuando conseguí la coproducción en México, pero aun así tomó tres años encontrar el financiamiento. Perdimos un año porque un donante nos pedía que pusiéramos en una pared una virgen de Guadalupe. No accedimos y nos quitó el dinero. Así de surrealistas son las cosas a las que nos enfrentamos. Menos mal que es una película con temas atemporales como la soledad y la inocencia perdida. Así es. El guionista Edgar Sajcabún y yo somos parte de la misma genera-
ción de la escuela de cine, y la historia surgió a partir de fantasear qué tipo de proyecto podría filmarse en Guatemala, un país sin leyes ni estímulos al cine. Conocíamos bien la zona donde filmamos y estábamos muy metidos en el cine iraní, de modo que podíamos contar una historia sencilla. ¿Desde cuándo pensaron en contar la historia desde la perspectiva de una niña? Al principio, queríamos tres niños como protagonistas, pero por cuestiones de producción nos quedamos con una menor. La idea era hablar de los niños a quienes les toca cargar con responsabilidades de adultos. En la sierra de los Cuchumatanes, donde rodamos, es común encontrar niñas que van solas con sus rebaños de ovejas. ¿Qué tan difícil fue filmar en la sierra y con una niña? Fue muy difícil. Todos los días teníamos que subir más de mil metros para llegar a las locaciones. Filmamos entre diciembre y enero, de modo que el rodaje fue muy lento. Por otro lado, los niños se dedicaron a mostrarnos su vi-
“El universo infantil nos aporta una gama interna de sueños y juegos que a veces olvidamos”
da cotidiana. Nunca les contamos la historia de principio a fin; solo les pedíamos que hicieran tal o cual cosa. La imagen de una oveja perdida del rebaño, tal como la vemos en la película, tiene un carácter simbólico e incluso religioso. Es verdad, pero eso lo descubrimos hasta después. Nos han tocado públicos católicos o cristianos que hacen esa lectura, pero queríamos desprendernos de un discurso político o religioso explícito. No obstante, el deterioro político y social es evidente. Otra lectura se sostiene en el mito del viaje del héroe. En los festivales infantiles, a los niños les ha encantado el viaje de Rocío. Nos gusta que la película tenga dos planos de lectura, aunque en realidad queríamos hablar de la pérdida de la inocencia y del momento en que una menor tiene que enfrentarse sola al mundo. El universo infantil nos aporta una gama interna de sueños y juegos que a veces olvidamos. ¿La pérdida de la inocencia es un puente con su propia experiencia como realizadora? Algo hay de eso. Al salir de la escuela de cine, Edgar y yo sentíamos que enfrentábamos al mundo por primera vez. Finalmente, todos nos sentimos como niños cuando enfrentamos algo nuevo y más si es en soledad.
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TERTULIA
5 DE ENERO 2019
PERIPECIA
PERSONERÍO
Recuerdos de Rosenda Monteros
Un Quijote de Conrad JOSÉ DE LA COLINA
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ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.com FOTOGRAFÍA IMS VINTAGE PHOTOS
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La actriz mexicana, quien nació el 31 de agosto de 1935 y murió el 29 de diciembre de 2018.
l 2018 se llevó a Rosenda Monteros dos días antes de que llegara el año nuevo. Estudiaba La Celestina, que estrenaría en 2019 y con la que deseaba romper los moldes, como lo hizo desde que salió de su natal Veracruz para estudiar en la Ciudad de México, donde sus tíos rechazaban la idea de que estudiara una actividad artística, a la que se dedicó sin pedir permiso. El 30 de diciembre, la voz de Rosenda resonó en la Sala Héctor Mendoza, donde fue velado su cuerpo. Su pronunciación pausada se escuchaba en la grabación de un ensayo en el que la poesía de Fernando de Rojas, adaptada por ella, envolvía su féretro, al centro de una escenografía rebosante de fichas y palabras. La actriz fue despedida amorosamente en el escenario, como le hubiera gustado, de donde partió hacia la carroza fúnebre, entre notas de La Chacona de Bach, que había elegido para su montaje de amor, pasión y muerte. Infatigable, de una generosidad didáctica dulce, firme y serena, la carrera de Rosenda Monteros fue una lucha a brazo partido, como dijo la actriz, directora y productora, que si bien reconocía tener muchos años de mover el abanico, estuvo siempre dispuesta a aprender, a experimentar, a absorber “como esponja madre” todo lo que le permitiera crecer sobre el escenario y romper convencionalismos morales. Amorosa, elegante y valiente, rebelde desde niña, Rosenda Monteros, a quien se menciona como la actriz que inauguró el Teatro de los Insurgentes,
donde alternó con Cantinflas, confesó con humor que lo hizo en el papel de Palmera dentro del grupo de bailarines de la obra Yo, Colón, a los 18 años de edad, en 1953. “La suma de experiencias equivale a la fruta que madura y cae por gravedad”, decía una tarde apacible desde su cama, junto a sus gatos. “Yo empiezo actuando y disfruto mi actuación con mucha intuición y poco conocimiento, pero poco a poco se mezclan y negocian ambas partes. Así arranca la experimentación que dura años en conseguir los instrumentos que debes seguir trabajando hasta que ya estén dentro de ti, marcados en tus pulmones, en tu diafragma, en tu pelvis, en todo. No es asunto de musas, sino de trabajo físico, como el de los bailarines, hasta que el músculo, la voz y el pensamiento, se marcan, cobran vida y hacen su labor”. Ocupada en trabajar por un alto nivel del idioma rumbo a la excelencia teatral, sentenció: “Cuando un país es corrupto, lo primero que se corrompe es el idioma. Vamos a lavarlo, a saber usarlo y a entender que nuestro mayor don en la vida es la palabra, conscientes de que la comunicación con la palabra correctamente usada, al sacarle su sabor, su saber, su olor y teniendo todo esto
Sabía que por su porte y temperamento era llamada para hacer papeles fuertes
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bajo la piel, se puede entonces dejar de lado y hablar entonces como a uno le dé la gana, pero ya estará ese tesoro dentro de ti, que es lo que no sucede”. Cierta de que por su porte y temperamento fue llamada para hacer papeles fuertes, Rosenda Monteros se sintió encajonada por algunos directores, pero al recordar la última obra en la que intervino, en el papel de Numancia, dijo divertida que el joven director Juan Carrillo le advirtió al principio que haría un personaje circunstancial. “¿Cómo, si la obra se llama Numancia? ¿Vamos a verla un poquito y luego no la veremos nunca más?, le pregunté. ‘Quiero que abras la boca y salgan las palabras. No pongas ningún dramatismo actoral, tiene que salir de muy dentro de ti un dolor por los numantinos que conmueva al público sin que hagas el mínimo esfuerzo’, me dijo Juan. Fue muy difícil. Con mucho trabajo logré suavizar el temperamento, dejarlo de lado, buscar una característica diferente y abrillantarla. Juanito decidió que yo estuviera a lo largo de toda la obra como una presencia, un recuerdo de que Numancia está vigilando y cuidando a sus numantinos hasta el final, en que mueren por hambre, sitiados por el ejército romano, y entonces ella reúne a su pueblo y muere con él. Así el mío se convirtió en un personaje entrañable. Numancia fue el amor de ese momento. Después el tiempo, como un ajedrez, va colocando en su lugar las piezas y entonces resplandecen las que por una razón u otra se quedaron más dentro de tu ser”.
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e entre los personajes más quijotescos del mundo literario se halla el concebido por Joseph Conrad, Jim, a quien se le da el carácter de soñador de actos heroicos, ensoñación que vive mientras es el segundo de a bordo de un navío del que conoce toda la técnica pero que él no admite como receptáculo de su actividad de marinero conductor. De ahí que Jim falla cuando viene una tormenta que lo aventaja con el desencadenamiento de las fuerzas del viento y el agua enfurecidos, y pone en peligro a la tripulación y a los viajeros. A partir de ese momento Jim se reprocha a sí mismo esa falla de su ensoñación y vive expiando el error que destruye la idea que se hacía de sí mismo y entonces se autodestierra de todos los lugares donde puedan conocerlo, pero la ensoñación persiste para acusarlo de no haberla cumplido. De este modo, le llega un día la oportunidad, que le ofrece un viejo amigo, de reivindicarse yendo a salvar del despotismo y la injusticia a un grupo humano. La única solución que hay en este conflicto es la muerte, y Jim la asume. Tal es la novela de Joseph Conrad, un autor que pasó del servicio del mar al servicio quizá no menos tormentoso que el de la literatura. Conrad tuvo que abandonar su polaco para adoptar una lengua que tuviera más aceptación literaria: o el inglés o el francés, y eligió la primera, en la cual se hizo un prosista de lo mejor de la lengua de Shakespeare. Lord Jim es un libro que a partir de la aventura y la ensoñación plantea un problema moral que adquiere en este caso un carácter trágico. Jim se considera la basura del género humano y esconde su vergüenza en trabajos menores escabulléndose por todos los puertos menores del mundo oriental, pero, en realidad, escondiéndose y humillándose él mismo, al final se ve confrontado a su destino hecho de soñar y de hacer cuando tiene que cumplir una promesa. La historia de Jim va siendo narrada por otros personajes y no directamente por él. Así, su condición literaria es la de un personaje que “no está” y que es solo las diferentes versiones que de él nos dan otros. Ese procedimiento es particularmente moderno, pero tiene antecedentes hasta en el Quijote, pues es como si los personajes que rodean al “héroe” manchego construyeran enteramente al protagonista desde sus puntos de vista y de juicio. Conrad instala en el corazón de la aventura una inquietud entre stendhaliana y dostoievskiana, asumiendo en la peripecia todas las puntas de inquietud. Finalmente, Jim se ve en señor dueño de su destino, pero éste lo lleva a la aniquilación de sí entre el soñar y la realidad tal como ésta aparece como aspiración sublime. O el heroísmo puede darse en el mundo o es solo una quimera desveladora. En este filo se da la novela. Es lo novelesco mismo lo que es el tema del asunto: ¿permite el mundo como realidad natural y social la figura del héroe o la combate con sus mil formas de cotidianidad, de vulgaridad o de mera necesidad? Ese es el filo en el que se mantiene con equilibrio o en peligro el género de la novela.
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DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO, IVÁN RÍOS GASCÓN ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ
LABERINTO
5 DE ENERO 2019
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TOSCANADAS
Un estudio DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com
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ntre los encabezados más ociosos de la prensa, están los que comienzan con “Un estudio revela que…”. Apenas veo esa frase y comienzo a sonreír. Son notables las cosas que pueden revelarse con los estudios. Por ejemplo: que el aire contaminado engorda, que las enfermeras veteranas tienen menos empatía, que las selfies causan envejecimiento prematuro, que el 50% de los nuevas guitarristas son mujeres, que escuchar punk y heavy metal calma y hace vivir en paz, que los que duermen mucho pueden morir jóvenes, que tomar cerveza después del trabajo alarga la vida, que las parejas que se conocen en Tinder son más estables, que el 70% de los empleados están buscando otro empleo, que los empleados con sobrepeso ganan menos, que las mujeres prefieren dormir con un perro que con su pareja, que la histerectomía causa
LA UNIVERSIDAD DE STANFORD
sostiene que la soledad aumenta un 31% el riesgo de morir.
problemas de memoria, que beber dos cervezas al día reduce en un 20% el riesgo de morir joven, que los bebedores de ginebra hacen más compras en línea cuando están borrachos, que los solteros beben más, que los mejores amantes ingleses son los seguidores del Arsenal, que el ruido del tráfico aumenta en 66% el riesgo de sufrir depresión, que usar calzones ajustados provoca la producción de esperma de menor calidad, que los hombres casados tienen salarios más altos, que comer queso prolonga la vida, que los maridos estresan a las mujeres el doble de lo que ellas estresan a sus maridos, que la inteligencia se hereda de las madres, que beber leche empeora un resfriado, que beber leche provoca artritis, que una dieta de sopa y malteadas puede revertir la diabetes... Muchos de estos textos se publican en alguna revista especializada, y cuando emigran a la prensa
cotidiana pasan por un proceso de recorte y simplificación. Menciono como ejemplo una nota que acabo de leer sobre un supuesto estudio de la Universidad de Stanford: “La soledad aumenta un 31% el riesgo de morir”. Algo absurdo, puesto que el riesgo de morir para todos es 100%. El tal artículo también menciona: “La soledad tiene el mismo efecto que fumar quince cigarrillos al día”. ¿De verdad la soledad causa problemas respiratorios, aumenta el riesgo de cáncer pulmonar y amarillenta los dientes? La aseveración es descabellada, a menos que se ahonde un poco más en la tal comparación. Pero hay algo que no alcanzo a percibir entre tanto estudio que analiza la vida desde un solo ángulo amañado: ¿qué pasa si vivo solo, como queso, fumo quince cigarrillos, me bebo dos cervezas y duermo más de la cuenta?
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BICHOS Y PARIENTES
Asombro de los cachalotes
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a calidad del estupor ha cambiado por completo, le dice George Steiner a Alan Macfarlane, en una entrevista. No dice “estupor” sino shock, pero es una de esas palabras inglesas que no se dejan traducir: ¿conmoción, impacto, choque? Steiner se refiere a un terceto de la Comedia de Dante en que Neptuno queda asombrado bajo el paso de la nave de Argos. Es el verso 96 del último canto, largamente debatido por oscuro y de difícil interpretación. Pero Steiner acierta: hay que imaginar a Neptuno, en el fondo del océano, mirando hacia arriba, a la nave que pasa sobre él y le arroja sombra desde la superficie. Todo un logro de la imaginación, en tiempos de Dante, aunque hoy sea una experiencia común para cualquier buzo o para el público de Discovery Channel. Luego, Steiner complementa la idea: nadie, antes del siglo XVII, pudo tener la experiencia de mirar el mundo desde la perspectiva del vuelo. Hoy no nos cuesta trabajo imaginar que miramos desde el fondo del mar o por encima de los árboles. De hecho, ni siquiera se requiere de una imaginación pura: podemos tener la imagen real en miles de videos. Nuestra relación con el shock ya no es el arrebato visual o imaginario, sino el escándalo: ya no nos conmocionan las imágenes mismas sino el juicio moral con que las recibimos. Que el disparador de la imaginación sea el juicio moral es primitivo, pero no nuevo: es un recurso que siempre estuvo ahí, pero no como la sustancia de las artes, las metáforas o las barcas. En eso tiene razón Steiner: cuando la imaginación ya no puede ser sorprendida por las cosas y sucesos en el mundo, recurrimos a nuestro lugar de jueces. Se nos murió el asombro.
JULIO HUBARD FOTOGRAFÍA FUNDACIÓN CRAM
O cambió de lugar y de recursos. Quizá somos pobres de imaginación, pero podemos invertir el juego. Por ejemplo, en YouTube, el video de James Nestor, Sperm Whales Clicking You Inside Out. Los investigadores interactúan con los cachalotes y se invierten los objetos de estudio: los cetáceos se acercan a los buzos y comienzan a emitir clics para generarse una imagen precisa de esos seres raros que han hallado. Ya se sabía que los mamíferos
Que el disparador de la imaginación sea el juicio moral es primitivo, pero no nuevo
marinos podían generar imágenes emitiendo sonidos y recomponiéndolos en imágenes de modo mucho más preciso que una máquina de resonancias magnéticas. Sabíamos que, por ejemplo, los delfines tienen un interés muy marcado por las mujeres embarazadas y acercan el melón (esa parte abombada de su cabeza) al vientre de la mujer mientras emiten clics. Pero el cachalote no es broma: es el sonido animal más poderoso del mundo. Para darnos una idea: un concierto de rock anda por los 105 decibeles; el cachalote puede emitir sonidos que superan los 200 dB y con facilidad podrían matar a un ser humano. Pero se comportan con delicadeza: no se sienten amenazados sino curiosos. Se invirtió el asombro: hace 150 años, la imagen del mal en estado puro y la
Algunos investigadores aducen que el neocórtex de los cachalotes tiene un desarrollo seis veces mayor que el humano.
angustia sobre la existencia de Dios la debíamos a un cachalote, Moby Dick, la gran novela de nuestra enemistad con las profundidades marinas, cuando el atarantamiento humano no era capaz de imaginar la existencia de inteligencias distintas a la propia. De cazadores de cachalotes nos hemos transformado en objetos de su averiguación, y surgen dos caminos, completamente nuevos, para desafiar nuestra imaginación. Primero: aunque usan esos clics para escudriñar objetos y generar imágenes muy precisas porque cazan en aguas muy profundas, sobre todo, utilizan sus poderosos sonidos para comunicarse. Algunos investigadores creen que puede ser una comunicación mucho más compleja que nuestros lenguajes; aducen que el neocórtex (esa capa del cerebro donde se procesan el control espacial, la percepción sensorial, el pensamiento consciente y el lenguaje) de los cachalotes, delfines, marsopas, orcas y belugas, tiene un desarrollo seis veces mayor que el humano. Segundo: ¿podemos imaginar cómo somos vistos por una percepción cuya mecánica conocemos pero nunca ha sido parte de nuestras sensaciones? La imaginación no está muerta sino desafiada en modos muy complejos. La observación de Steiner es profunda e inteligente. Pero su conclusión pesimista es apresurada. Tiene razón: las imaginaciones romas recurren a los juicios morales. El verso de Dante desafía a la imaginación: la nave asombra a un dios marino. Análogamente, ahora resulta que nuestro cuerpo asombra a una inteligencia marina, cuya percepción del mundo es más precisa y compleja que la nuestra.
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