Suplemento cultural de MILENIO
LABERINTO ENSAYO
ENTREVISTA
GUADALUPE ALONSO CORATELLA
ALEJANDRO GARCÍA ABREU
Operación Masacre de Rodolfo Walsh
Oz-Salzberger: los libros y la memoria judía
Foto: Secretaría de Cultura de la Nación
Foto: Archivo Oz-Salzberger
SÁBADO 12 DE ENERO DE 2019 AÑO 15 - NÚMERO 813
Memorial de la política cultural en México Eduardo Cruz Vázquez/ FOTOGRAFÍA: JORGE CARBALLO
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ANTESALA
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CASTA DIVA
Anticrítica narcisista AVELINA LÉSPER www.avelinalesper.com IMAGEN ROLAND TOPOR
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a anticrítica narcisista es un movimiento ideológico populista que con resentimiento, violencia y cinismo rechaza toda forma de análisis descalificando a los críticos y pensadores que expresan sus ideas. Repudia cualquier cuestionamiento con el lugar común de los enemigos del raciocinio y alcanza todos los ámbitos, desde el poder hasta el arte, cita textual: “la crítica es un término inexistente, porque para juzgar a un pintor, para ver pintura hay que verla con los ojos de un pintor y para eso hay que haber pintado”. Es una corriente que intenta amordazar la generación de pensamiento, decir “la crítica es un término inexistente” demuestra una censura ignorante de la estructura del conocimiento humano, que se sostiene en un proceso de duda y crítica. La represión anticrítica narcisista, impedida para el diálogo, afirma que no podemos hablar de cine, música, literatura, política, artes plásticas, arte VIP, cocina o lo que sea, porque no somos cocineros o cineastas o políticos. El crítico es antes que nada un espectador y un observador, analiza y fragmenta todos los elementos de la obra o acción y estudia lo que muchas veces no ve el autor, que no hace distancia de su obra. Descalificar a la crítica con un argumento obtuso exhibe el ancestral miedo del totalitarismo por el pensamiento libre, imponiendo un estado de apatía, ignorancia y sumisión ideológica. La utopía de los anticríticos narcisistas es dirigir desde su ignorancia y sus prejuicios a la opinión, implantar una sociedad manipulable, que acepta con pasividad cualquier precepto y decisión, y que el conocimiento deje de evolucionar para estancarse en las mediocres posibilidades de una ideología que vive para sí misma. El anticrítico narcisista no quiere verse en el espejo de la crítica, descalifica para minimizar una voz que no quiere oír, en el maniqueísmo de su egolatría señala como enemigo al pensamiento distinto al suyo. Extirpando al pensamiento crítico, los pintores son los únicos que pueden hablar de pintura, se acaba el análisis de la Historia del Arte; sin hablar del poder, se acaba la Historia misma, que para existir depende de la crítica y la evaluación. Quemen todos los libros de filosofía, que en esencia es crítica. La crítica no necesita ni la aprobación, ni el consenso, ni el permiso de ninguna ideología para existir. Los anticríticos narcisistas y su intento de reprimir a la libertad de disentir, encontrarán la resistencia de un pensamiento que no está al servicio de su causa. “La crítica es un término inexistente” para los que no quieren ver, pensar, analizar y disentir, para los anticristos narcisistas, es suficiente el domesticado monólogo de su propia voz.
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No veas, no escuches, no hables.
Destrucción. Dirección: Karyn Kusama. Estados Unidos, 2018.
HOMBRE DE CELULOIDE
El amor como enfermedad
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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA 30WEST
estrucción es una de esas películas que fascinan a la crítica y que al público dejan frío. Aunque no comparto el entusiasmo de quien ve en esta obra una joya, entiendo a quien encuentra fascinante la forma en que Nicole Kidman se transforma para dar vida a una detective tan enamorada que no le importa acabar consigo misma. Si no fuese por ella, Destrucción sería una de esas obras que hay que ver en la televisión. Dirigida por Karyn Kusama, quien ganó notoriedad con Girlfight en el Festival de Sundance en el año 2000, Destrucción cuenta la historia de una detective que habiendo trabajado encubierta en una banda de mafiosos debe enfrentarse a sus antiguos compañeros por un asunto pasional que ha quedado sin resolver. La historia despega cuando Kidman llega a la escena de un crimen e informa que conoce la identidad del asesino. Ya en su oficina la detective recibe un sobre con un billete que le confirma que el líder de la banda en la que trabajó encubierta ha vuelto a las andadas. Silas, el jefe criminal, está suelto. Decidida a enfrentarse de nuevo con su enemigo, la detective contacta a los miembros de la organización criminal y con cortes al pasado nos entera del tórrido romance que sostuvo con otro
personaje de este grupo. Así la historia da saltos entre el pasado y el presente mostrando que durante la operación encubierta el personaje de Kidman se dio tiempo para mantener una relación que se complicó hasta el punto de volverla a ella y a su amado en criminales de verdad. Destrucción pretende ser una reflexión en torno a la relación entre el amor y el crimen, la violencia y una pasión destructiva, pero no hay nada en esta película que no hayamos visto antes, con excepción, claro, de la actuación de Kidman, una mujer que resulta, en efecto, el secreto por el que la crítica ha tratado tan bien esta obra. Porque la actriz no solo se revela a sí misma acabada por el amor y el crimen. Es como si la pasión le hubiese llenado el rostro de cicatrices, de malestares que se revelan en un físico amoratado. En este sentido, Kidman parece la versión femenina de Tom Cruise en Ojos bien cerrados. La pasión sexual se manifiesta como una enfermedad que ataca su piel, como una suerte de alergia que le
En Destrucción, la historia es lo de menos. Lo de más es la construcción del personaje
impide pensar y relacionarse con su hija y sus compañeros de trabajo. La pasión de amor la consume y enceguece, le cierra los ojos al amor por ella misma, al peligro, al crimen y al deber ser. En Destrucción, la historia es lo de menos. Lo de más es la construcción del personaje, el trabajo de una actriz que se permite explorar los síntomas de una pasión que se manifiesta en la piel. Lo único notable en la dirección de Karyn Kusama consiste en su capacidad de desaparecer, de impedir que aparezca en el cuadro cualquier cosa que distraiga la atención de esta actriz cuyo único sentido es consumirse de amor. En este sentido, Destrucción recuerda que, de las muchas artes que conforman al cine, la única realmente imprescindible es la actuación. Porque es verdad que una mala película muy bien fotografiada termina por ser todavía más odiosa; de igual modo, una película mal escrita puede salir a flote si tiene la fortuna de contar con una actuación excepcional. Kidman es el secreto de Destrucción, la obra de una directora con poco talento y dos guionistas incapaces de construir un drama verdaderamente excepcional. Lo único que brilla es Kidman pero brilla tanto que su rostro parece testigo del amor que se ha transformado en exceso, en pasión y enfermedad.
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POESÍA
Vuelo
LOS PAISAJES INVISIBLES
J.D. cerró la puerta
JOSÉ ÁNGEL LEYVA
Sin el radar de la conciencia las alas de Caín se han vuelto inteligentes Oigo el zumbido de la explosión perfecta En la garganta duele ese montón de nubes bobas que se apelmazan con hollín y un resplandor de aplausos El homicida borra la turbulencia después del crimen Caen los números que aumentan las ausencias Caen cenizas de un vuelo sin mensaje Este poema acompañó una pintura de la colección permanente del Museo Paul Valéry, de Sète, Francia. Fue publicado en francés y ahora aparece en español.
EX LIBRIS
La Esfinge/ EKO
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ANTESALA
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IVÁN RÍOS GASCÓN
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@IvanRiosGascon
magino la desilusión de aquel veterano cuando vio la adaptación de su cuento “El tío Wiggily en Connecticut” con el título de Mi loco corazón, dirigida por Mark Robson y producida por Samuel Goldwyn, un éxito mediocre de taquilla aunque el tema musical alcanzó a convertirse en hit de la época: escrita por Victor Young, con letra de Ned Washington e interpretada por Martha Mears, la canción sonó un buen tiempo en la radio e impulsó la cinta que poco o casi nada tiene que ver con el cuento de J. D. Salinger, pues Julius J. Epstein y Philip G. Epstein, los encargados del guion, se ocuparon de escarbar la desventurada historia de los malos entendidos, las disputas vanas y la melancolía de la vida adulta para crear el melodrama de un romance roto por el destino. Imagino a ese veterano que era Jerome David, un hombre que nació el 1 de enero de 1919 en Nueva York, que se enroló en la gran guerra contra el Reich y desembarcó el Día D en la Playa Utah para vivir la violencia y el peligro en carne viva; bueno, eso es un decir, porque más terrible que la experiencia del Día D fue la batalla del bosque de Hürtgen, la floresta infausta y fantasmal que inspiraba horrores primigenios y donde murieron miles de reclutas de ambos bandos, al salir del cine. Tal vez el veterano estaba tan molesto, tan sobrecogido, que incluso extrañó el campo de batalla o estoy exagerando: lo que echaba de menos eran las conversaciones con Papa Hemingway en su covacha del cuartel, largas y afectuosas charlas en las que Hemingway le daba consejos narrativos, terapias de creación o simplemente le recomendaba libros porque la amistad entre los dos monstruos de la literatura estadunidense fue estrecha en aquellos años pero con el tiempo se rompió irremisiblemente: después de admirador de Hemingway, J. D. se volvió el más feroz de sus detractores. Pero decíamos que quizás aquella tarde, el veterano caminaba ofuscado, rabioso, asqueado, y no era para menos. Sus amigos iban a burlarse con saña del bodrio que produjo Goldwyn, su prestigio prematuro (pero prestigio al fin) se iba a ir por el caño del anecdotario popular, ya nadie iba a tomarlo en serio y tomó una decisión. No más adaptaciones. Jamás volvería a aceptar las propuestas, por ventajosas que parecieran, de Hollywood ni de otro mercader del trabajo ajeno. Nunca una puesta en escena de sus textos, que la gente se las arregle para imaginar a sus personajes, para recrear las calles o inventar cada sonido. Entonces tuvo su revancha. Su única novela, El guardián entre el centeno, de la que ya se había publicado una primera versión en 1945 en la revista Collier’s bajo el título “I’m Crazy”, cuento protagonizado por Holden Caulfield, se volvió un fenómeno de ventas, de crítica y lectores, y todo la ralea de Broadway y el mundillo de Hollywood se lanzó tras J. D. para adquirir los derechos de adaptación pero firme, tranquilo y sin aspavientos, rehusó ofertas hasta el día de su muerte, el 27 de enero de 2010. Uno de los rechazados fue el director de Un tranvía llamado Deseo y Esplendor en la hierba. El realizador norteamericano de origen griego llegó a la casa de J. D. y tocó el timbre. —Señor Salinger, soy Elia Kazan. — Qué bien —dijo Salinger. Y cerró la puerta. Imagino que cuando volvió a quedarse solo, J. D. se sintió más Holden que nunca.
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PENSAMIENTO
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La historiadora israelí habla sobre el arte de la conversación, la crianza intelectual y la relación con su padre, Amos Oz
Fania Oz-Salzberger
“Los libros resguardan la memoria judía” ALEJANDRO GARCÍA ABREU FOTOGRAFÍAS ARCHIVO FANIA OZ-SALZBERGER
Fania Oz-Salzberger y Amos Oz.
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n Los judíos y las palabras, Amos Oz (Jerusalén, 1939Tel Aviv, 2018) y Fania Oz-Salzberger (Hulda, 1960) ofrecieron su visión personal sobre un aspecto esencial de la historia judía: su relación con las palabras. Los coautores, padre e hija, aseveraron que “la genealogía nacional y cultural de los judíos ha dependido siempre de la transmisión intergeneracional del contenido verbal”. Él, escritor y estudioso de la literatura, dialogó con ella, historiadora, sobre la esencia de la identidad. En esta conversación inédita con Oz-Salzberger sostenida en un café de la colonia Condesa, cuando visitó la Ciudad de México a finales de 2017, la profesora de Historia en la Universidad de Haifa aborda la relación con su progenitor, su influencia, la importancia de la transmisión verbal y el proyecto común de padre e hija. ¿Cómo fue el proceso de escribir con tu padre el ensayo Los judíos y las palabras, en el que ambos afirman que la erudición importa sobremanera y la familia todavía más? Fue exactamente como una conversación familiar continua. La conversación familiar es el corazón de Los judíos y las palabras, es la recomendación que este libro ofrece a los lectores, y es también el estilo con el que se escribió. ¿De qué manera te ha influido intelectualmente Amos Oz a lo largo de tu vida? De muchas maneras. Me gusta pensar que también lo he influido un poco.
Él me presentó la magia de los libros cuando era niña, la magia de las historias. Tiene opiniones muy firmes sobre las diferencias entre la buena y mala escritura, los libros buenos y malos. Es un juez estricto y he aprendido mucho de él, pero su influencia también me animó a pasar de la ficción a la historia y a convertirme en historiadora, así que estamos tratando con dos verdades diferentes que tienen muchas interconexiones: la verdad de la historia y la verdad de la literatura. ¿Cuál es la lección más grande que has aprendido de él? La moderación. Él es un hombre que creció en una sociedad muy extremista: la del Jerusalén de los años cuarenta y cincuenta, en un hogar nacionalista. Aprendió la moderación de su madre más que de su padre y él me la enseñó: nunca seas extremo en nada. Esto no significa que debas estar en la mitad aburrida, pero nunca seas extremista. Tu padre y tú afirman que “la genealogía nacional y cultural de los judíos ha dependido siempre de la transmisión intergeneracional del contenido verbal. Se trata, claro está, de la fe, pero, con mayor concreción aún, se trata de textos”. ¿Por qué decidieron explorar la relación esencial que existe entre los judíos y las palabras? Somos parte de un grupo creciente de escritores e intelectuales en Israel, pero también en otros países, al que nos interesa lo que permanece más allá de la religión. El judaísmo es especial, porque si quitas a Jesucristo del Nuevo Testamento no quedará nada. Si quitas a Alá y a Mahoma del Corán, quedará muy poco. Pero si quitas la fe y a Dios de la Biblia hebrea,todopermanece;esnuestracivilización. Tiene ley, filosofía, astronomía, poesía, agricultura... De alguna manera,
siempre hemos tenido, como judíos, la posibilidad de seguir siendo una civilización, incluso si perdemos nuestra religión. En los últimos años, especialmente en Israel, gran parte de los creyentes se han colocado en una posición de extrema derecha. Sentimos con mucha vehemencia que no debemos dejar el monopolio del judaísmo en la extrema derecha ni en la ultra ortodoxa. Lo estamos recuperando para nosotros mismos. Así que es una declaración cultural, pero también una afirmación política. Amos Oz y tú aseveran que “en la tradición judía cada lector es un revisor, cada estudiante un crítico; y cada autor, por su parte, incluido el propio Autor de la Creación del universo, suscita una infinidad de interrogantes”. ¿Cómo lidian con la infinidad de interrogantes? Las preguntas son más importantes que las respuestas, y las respuestas pueden transformarse. Es por eso que cada niño judío aprende a hacer preguntas, casi como si fuera parte del ritual. Pero a diferencia del catecismo cristiano, no son preguntas retóricas con una sola respuesta que obtienes de la autoridad. Son preguntas realmente abiertas, es decir, a un niño se le enseña cómo hacer preguntas abiertas y si no le gusta una respuesta debe buscar otra. El concepto de las preguntas abiertas es asombroso y también muy moderno, ya que nos permitió crear una cultura de discusión, una cultura de diferentes interpretaciones que compiten por llamar nuestra atención, por llegar al acuerdo y al racionalismo, pero que también produce poesía hermosa. Es por eso que las preguntas son buenas, especialmente si no tienen una sola respuesta. “La nuestra no es una línea de sangre, sino una línea de texto”, escribieron en el capítulo “Continuidad”. ¿De qué manera percibes esa “línea de texto”? Lo llamamos lazo textual. Es curioso que un grupo de personas esté del lado débil de la Historia, y con frecuencia en el lado perdedor. Los judíos han estado en el lado perdedor de la historia, desde el emperador romano Tito o antes, desde que los griegos ocuparon la tierra de Israel. Y aún sobrevivimos y seguimos contando la historia. Es muy raro. ¿Cómo puede suceder esto? Por lo general, la historia le pertenece al ganador. Permanecemos, aunque los romanos vencieron a los antiguos judíos y los expulsaron de la tierra de Israel, destruyeron Jerusalén, devastaron el templo, nos borraron de alguna manera, un poco como lo hizo Cortés con el pueblo azteca. Incluso ahora se celebran festivales de literatura judía. ¿Cómo puede suceder esto? ¿Cómo lograron los perdedores sobrevivir tan bien? La respuesta corta es que nuestros libros nos cuidaron, hasta cierto punto. No nos salvaron de la violencia, pero protegieron nuestra memoria. Los libros antiguos griegos y romanos son mejores que los libros judíos, pero no tenían instrucciones, lo que llamamos un manual de usuario. Los romanos y los griegos nunca dijeron: “tienes que leerle esto a tus hijos cuando son pequeños y decirles que lo recuerden toda la vida”. Los judíos lo hicieron, así que sus hijos recordaron toda su vida. Las palabras escritas y una cultura de preguntas y discusiones per-
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La profesora de Historia, coautora de Los judíos y las palabras.
mitieron a un pueblo perdedor convertirse, a largo plazo, en un ganador de la supervivencia en la Historia. “Y el Eclesiastés, profundamente familiarizado con la muerte, tiene el más bello y breve elogio de la Biblia a la vida: ‘Porque la luz es dulce, y es grato para los ojos contemplar el sol’ ”, recuerdan Amos Oz y tú en el libro. ¿Cómo vinculas vida y muerte en función de los múltiples textos transmitidos? En la religión judía y en su tradición cultural hay un gran apego a la vida, más que en cualquier otra cultura monoteísta o no monoteísta en la que pueda pensar. Es decir, no nos gustaba matar, consideramos que el asesinato es pecado, uno de los pecados cardinales. Por supuesto, los hebreos bíblicos fueron a la guerra y algunas veces cometieron masacres, pero en un sentido muy profundo la vida era más importante, en especial cuando se trataba de sus propios hijos, o de los hijos de cualquiera. Los niños son los portadores de la antorcha. En la literatura griega la tragedia termina frecuentemente con las vidas de las próximas generaciones. En algunas tragedias griegas la madre o el padre pierden o matan a sus propios hijos. No encontrarás una historia judía como esa. La maternidad judía trata sobre nutrir, tanto física como intelectualmente. La paternidad judía puede ser difícil, pero también tiene que ver con la nutrición intelectual, así que los niños están destinados a sobrevivir porque son los grandes portadores de la antigüedad. A veces, cuando necesito encontrar una palabra para definir lo que significa ser judío, la respuesta es ser padre. Cuatro palabras: alimento y crianza intelectual.
“La invención de la infalibilidad es ajena a mi propia comprensión de la humanidad”
Dicen: “Todos nuestros libros son falibles”. ¿De qué manera comparas la falibilidad de los libros con la de otras áreas del ámbito humano? Todo lo que hacemos es propenso a errores y falible. Tengo mucho respeto por la religión católica, pero la invención de la infalibilidad es ajena a mi propia comprensión de la humanidad, del mundo. El error está en todas partes y también es un gran motor de desarrollo. Para mí no hay libros ni lugares sagrados. Entonces la falibilidad es también la capacidad para la imperfección. Así es la vida en general. Mi actitud hacia la biblioteca judía es que no contiene libros sagrados; posee algunos libros maravillosos y geniales. También algunos que no son tan buenos. Pero nada es sagrado, todo está abierto. Me gusta de ese modo. En el capítulo “Tiempo e Intemporalidad” afirman: “Nuestra herencia está compuesta por unos pocos modestos hitos geográficos y una gran estantería de libros”. ¿Cómo percibes la transmisión textual judía en función del tiempo? Hubo algunas técnicas judías que funcionaron muy bien, pero también las poseían otras personas. En “Tiempo e Intemporalidad” —escribí la mayor parte yo misma— mostré que había varias concepciones diferentes del tiempo. También sabemos que en México las civilizaciones tenían concepciones del tiempo disímiles. Es natural y fascinante. Pero de todas las concepciones judías, hay dos que realmente me cautivaron: una es que no existe en realidad el tiempo, en el sentido de que lo viejo y lo nuevo están sentados en la misma mesa, hablando y discutiendo. Entonces puedo discutir con un sabio talmúdico que vivió 2 mil años antes que yo y en algún otro mundo está discutiendo conmigo. La conversación
eterna es una maravillosa concepción del tiempo. La otra es la idea de caminar hacia adelante mirando al pasado. Venimos de allí, es la palabra kadima, que quiere decir adelante pero también “el principio de los tiempos”, o el este. Creo que la humanidad, no solo los judíos, está caminando de espaldas al futuro; no podemos verlo, pero estamos caminando hacia él. Cuanto más cuidadosamente examinemos el pasado, mejor podrá usarse para el futuro. Entonces, en cierto modo, no es una mala manera de avanzar. Jorge Luis Borges da el toque de campana de la nota final de Los judíos y las palabras con “Pierre Menard, autor del Quijote”. Se publicó por primera vez en mayo de 1939, fecha que coincide con el mes y año en que nació Amos Oz. ¿Cuáles son tus impresiones de la obra de Borges? He recordado ese relato toda mi vida. Lo leí cuando era adolescente y cuando se lo mostré a mi padre me dijo: “Oh, sí”. Y de pronto lo recordó. También queríamos que la nota final de Los judíos y las palabras no fuera sobre un escritor judío. Jorge Luis Borges es un escritor universal. Además está la idea del laberinto en Borges. Me encantan los laberintos. También veo el mundo judío como un laberinto. Las bibliotecas lo son. Cuando mi padre y yo escribimos el libro, con frecuencia podía ver a Borges sonriendo de alguna manera. Desearía haberlo conocido. No pude pero me habría encantado, porque él habría entendido a la perfección lo que tú y yo estamos conversando. Estoy segura de ello. Me considero una hija de Borges, de la misma forma en que me considero la hija de los antiguos escritores judíos. El mundo no está hecho de jaulas étnicas.
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Las herencias, y no un auténtico viraje, parecen marcar el rumbo de uno de los sectores más activos en nuestro país
Memorial de la política cultural EDUARDO CRUZ VÁZQUEZ FOTOGRAFÍA ARACELI LÓPEZ
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La memoria es hierba
l toque presidencialista ha caracterizado, en diferentes momentos, alguno de los escenarios de la política cultural. Álvaro Obregón dispuso de José Vasconcelos para fundar la SEP, e integrar al proyecto educativo, el cultural. A Lázaro Cárdenas le tocó cimentar el INAH, a Miguel Alemán el INBA, a Adolfo López Mateos instalar la Subsecretaría de Cultura, a Miguel de la Madrid impulsar el Programa Cultural delasFronteras.Comosabemos,unpunto de inflexión de la política cultural, de la intervención del Estado en el sector cultural, se dio con Carlos Salinas de Gortari. En Palacio Nacional, donde el mandatario Andrés Manuel López Obrador ofrece las conferencias de prensa mañaneras, en el otoño casi invernal de 1988 anunció la creación del Conaculta. El anecdotario de esos años inscribe que Salinas tuvo la opción de favorecer la Secretaría de Cultura, que le fue consultada y puesta en bandeja, en diferentes momentos de cabildeo, a Octavio Paz y Carlos Fuentes. En el barullo ninguno de los dos quiso. Entonces, conforme con el Consejo, Salinas de Gortari lo dejó en manos de Víctor Flores Olea y extendió el invierno decembrino de 1988 al 2 de marzo de 1989. Así se vio realizado un vislumbre de octubre de 1975 al que la revista Plural dio página impresa. El poeta celebró el anhelo cumplido: “La creación del Fonca es un anuncio de los tiempos. Por primera vez en la historia de nuestro país se
asocian voluntariamente el Estado y los empresarios para fomentar la creación y la difusión de las obras artísticas y literarias. Por primera vez también —cambio inmenso, radical— los escritores y los artistas tendrán la posibilidad de dirigir y orientar a la cultura viva de México, en el dominio del arte, la literatura y la historia, tanto en la provincia como en la capital”. El primer instrumentador del fideicomiso —un año de gestión— fue el actual senador morenista Héctor Vasconcelos. El camino que conduce a AMLO y la política cultural registra numerosos sucesos. Uno de ellos tiene que ver con el conflicto que se desató entre los grupos representados en las revistas Vuelta y Nexos, entre Paz y Flores Olea. La trifulca del Coloquio de Invierno dispuso al frente del Conaculta a Rafael Tovar y de Teresa. El egresado de la UAM venía del INBA. En abril de 1992, arrancó una larga gestión a la vez que notable influencia en la política cultural entre los siglos XX y XXI. Por sus antecedentes en la cancillería, por estar en el origen del Consejo, al igual que debido a un meteórico cierre de la administración, Ernesto Zedillo decidió ratificar en su cargo al entonces esposo de Carmen Beatriz López Portillo y Romano. Dueña de una voz propia, Gigí guía la Universidad del Claustro de Sor Juana. En sus patios, Alejandra Frausto toma forma como gestora cultural.
Alternancia sin cambios
En campaña, y tras la elección de julio del año 2000, para el Conaculta fue Sari Bermúdez. En el diciembre sexenal llegamos hasta el patio del Templo de Santo Domingo, en la ciudad de Oaxaca. Al segundo día de actividades del mandatario de la alternancia, Vicente Fox compartió la comida con un numeroso grupo de la comunidad cultural. La oportunidad se diluyó en palabrería.
A Sari Bermúdez no le fue un paraíso pero transitó (con notable coincidencia tovarista) sus seis años de presidenta. Del legado, la Biblioteca José Vasconcelos marcó el empeño del propio Fox, quien la llamó “la Catedral de la lectura”. Para Bermúdez son también años de cruces oficiales y simpatías con el jefe de Gobierno del Distrito Federal, López Obrador quien, si bien crea la Secretaría de Cultura local, no lo hace de la mejor manera. Como nos alecciona la experta en este episodio, Patricia Chavero, el tabasqueño nunca destinó tiempo ni recursos para involucrarse en los asuntos culturales. A contrapelo, amplias corrientes de la comunidad cultural habrían de arropar al candidato AMLO, mientras que la agenda del sector apenas figura en la campaña del aspirante Felipe Calderón. En el complejo escenario poselectoral, Alejandra Frausto ve por la organización de varias actividades culturales en las vías públicas tomadas. Calderón se despreocupa de significar el inicio de su administración con algún anuncio cultural. El 3 de diciembre de 2006, el jefe de la Oficina de la Presidencia, Juan Camilo Mouriño, le notifica a Sergio Vela de su designación como titular del Conaculta. El hombre de aliento tovarista venía de servir en la Ópera de Bellas Artes, en el Festival Internacional Cervantino y en la dirección de Música de la UNAM. En tanto que en la vía amloísta, Alejandra Frausto sigue su andar en la capital, en el equipo de Marcelo Ebrard y de Elena Cepeda, la secretaria de Cultura. En un ambiente crispado por diversos conflictos, Vela deja estrepitosamente el Conaculta. Corre marzo de 2009, año de la gran depresión económica.
En el inicio de gobierno, la agenda luce desbordada por la incapacidad de enfrentarla
Consuelo Sáizar pasa del Fondo de Cultura Económica al Consejo. Gestión disruptiva, enfrenta el diciembre sexenal peñanietista de 2012: rubrica el tercer aterrizaje de Rafael Tovar y de Teresa a la casona de Arenal 40. El mexiquense, que en la FIL de Guadalajara de 2011 fue ridiculizado por falta de libros que nombrar, como mago instala la Secretaría de Cultura en diciembre de 2015. Su primer titular, absurdos del destino, fallece el 10 de diciembre de 2016. Para junio de 2017, Peña Nieto corona su versión de la Ley General de Cultura y Derechos Culturales. A su manera, López Obrador pavimentaba sus nociones sobre política cultural. En la campaña de 2012 dice que, de ganar, crearía la Secretaría de Cultura, con Elena Poniatowska como titular. En aquellos años, Alejandra Frausto, tras ser empresaria cultural, se fue al estado de Guerrero. Ahí, con su gobernador Ángel Aguirre, tomó el Instituto de Cultura que después dejó convertido en secretaría. Iguala en llamas, la amiga de la familia TovarLópez Portillo es designada directora general de Culturas Populares al rayar 2013, oficina de donde salió en 2017 para un acomodo estratégico
en el Seminario de Cultura Mexicana. Cuando el 20 de noviembre de ese año preelectoral López Obrador lanza el Proyecto de Nación, la escritora Laura Esquivel fue la encargada del nicho: “La cultura es el eje transversal de toda transformación revolucionaria”, soltó para después borrarse del panorama. El 14 de diciembre presexenal, la entonces por titularse como abogada de la UNAM aparece en el ceremonial como futura Secretaria de Cultura del gabinete amloísta.
Mucho ruido, algunas nueces
La carretera alegórica del 2018 facilita a Frausto meses de encuentros con los habitantes del sector cultural, lapso para perfilar en acto de fe, por escrito y en diversidad de foros, que vienen seis años de una consigna llena de incógnitas al escribir estas notas: El poder de la cultura. El bifásico enunciado (de la cultura del poder al) encierra una suerte de catálogo de intenciones de política cultural que se supone veremos pronto convertidas en un sistema de políticas públicas y en un documento denominado Programa Sectorial Cultura, que por ley (alineado con el Plan Nacional de Desarrollo) debe quedar listo el mes de abril. Hasta es-
tas horas, la nueva titular del despacho de Arenalquehabrádetrasladarse,deiryvenir a Tlaxcala como parte de una descentralización del gobierno federal (cuyos detalles desconocemos), tiene como colaboradores, entre otros, a Natalia Toledo comosubsecretariadeDiversidadCultural, a Edgar San Juan como subsecretario de Desarrollo Cultural, a Vianka Santana enelCecut,aLucinaJiménezenelINBA, a Diego Prieto en el INAH (hasta ahora el único ratificado), a María Novaro en el Imcine y a Mario Bellatín en el Fonca. La pertinenciayeficaciadelgrupodefuncionarios de la secretaría tiene que esperar a que sean designados los cargos faltantes, como es el caso de Canal 22 (pendiente el saber si hay otros planes con los medios públicos). Solo así, con el conocimiento de sus planes, podremos juzgar. Sin duda, hasta ahora la joya de la corona cultural de la 4T es la promesa de conversión de la residencia oficial de Los Pinos en un complejo cultural. El desmembramiento marca el inicio de una rebatiña de profundos significados burocráticos e ideológicos, validado ya por miles de visitantes dispuestos a vivir sus fantasías como si se tratara del castillo de una monarquía. El alucine es tal que hasta ha corrido
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la descabellada idea de convertirle en sede del legado de Octavio Paz. Por ello, en el diciembre frenético y altisonante de López Obrador se sucedieron en esa porción de Chapultepec conciertos y la proyección de Roma, de Alfonso Cuarón. Sin embargo, es el día en que poco sabemos de lo que será Los Pinos en el conjunto de la política cultural, de las implicaciones presupuestales que no fueron previstas formalmente en el paquete económico de este año fiscal. La integración del Ramo 48 del presupuesto de egresos (y de los anexos por dilucidar) ha sido rechazado unánimemente por la comunidad cultural, debido a la precariedad que impone. A la primera asignación pactada, de 12 mil 394 millones de pesos, el actor Joaquín Cosío, tuiteó: “Por más afinidad que uno pueda tener con @lopezobrador es innegable que su apreciación de la cultura y el arte es exactamente igual que la de sus antecesores”. En la puja se adicionan 500 millones más. Así, signada la cantidad de 12 mil 894 millones de pesos nada se ha sabido del diputado Hirepan Maya, quien ante las protestas a las afueras de San Lázaro arengó que si por defender los dineros
Detalles de la exposición Belleza y virtud; coleccionismo inglés de arte clásico siglo XVIII, en el Museo de Antropologia.
“me corren de Morena, ¡pues chingue a su madre!” En postura punzante, la senadora Jesusa Rodríguez aleccionó de manera burlona a tirios y troyanos del gasto con un “síganse preocupando por el presupuesto”. En los datos duros, López Obrador destina menos fondos que sus antecesores Calderón (el más alto en 2012 con 16 mil 663 millones de pesos) y Peña Nieto (cinco de sus seis años superior a 13 mil millones de pesos). También es cierto que el despacho de Alejandra Frausto ejercerá más que secretarías como Relaciones Exteriores, Economía y Turismo. En lo que se refiere al frente del Congreso, Morena acapara las comisiones de Cultura en la Cámara de Diputados, con Sergio Mayer, tras un montón de protestas por asignarla inicialmente al comparsa electoral PES y con una gestión controvertida; en el Senado con Susana Harp y con Gabriela Osorio en la comisión respectiva del primer Congreso de la Ciudad de México. En los frentes culturales de la 4T ocupan un lugar preponderante la subida y bajada de Laura Esquivel como subsecretaria de Diversidad Cultural; el quita y pon en el FCE de la escritora Margo Glantz, cargo que López Obrador se lo pasa en un andar por un mitin al bronco de Paco Ignacio Taibo II. El de origen español escenifica el acomodo al más puro estilo priista de una norma para convertirse, “a punta de machete”, en funcionario público del libro y la lectura, así como el lodazal de la ya histórica sentencia “se las metimos doblada”. En esta ruta, sus desplantes lo llevaron a anunciar el traspaso de la dirección de Publicaciones y de la paraestatal Educal al FCE sin mediar una argumentación convincente. Entre el periplo del periodo de transición y el agitado inicio de gobierno, la agenda cultural luce desbordada por la incapacidad de enfrentarla. Quedan las herencias, que Alejandra Frausto ha sido incapaz de cuestionar, como lo es una secretaría que persiste en ser Conaculta, con una estructura y un reglamento interior deficientes. Están los problemas de los trabajadores sindicalizados, a quienes incluso el propio López Obrador descalificó al pedir claridad sobre la mudanza a Tlaxcala. Es también la situación de los empleados eventuales, los Capítulo 3000, una estela de irregularidades que solo una profunda reforma laboral podrá resolver. Le dejaron a la 4T un Servicio Profesional de Carrera que es una burla, una Ley General de Cultura y Derechos Culturales inaplicable, con un reglamento inoperante. Quedan a su vez los propios desatinos por enmendar; el más grave, la falta de visión sectorial que deja fuera del paraíso amloísta al empresariado cultural y a las ONG’s. Ello se convalida en los 100 compromisos de López Obrador al ritualizar su poderío en el Zócalo, ya que solo uno tiene que ver (en tremenda obviedad) con el gobierno cultural. Tenemos además la forma en que se violenta la Ley de Planeación, al iniciar el Tren Maya sin estudio de factibilidad cultural. Y algo más: que la llamada “tranversalización” de la política cultural quede en meros trámites como regresar el Fonart al ámbito cultural u organizar actividades con el Consejo Nacional de las Humanidades, Ciencias y Tecnologías, cuando sepamos a dónde va esa instancia.
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EN LIBRERÍAS
12 DE ENERO 2019
RESEÑA
Los fusilamientos de 1956 Operación Masacre, la novela de Rodolfo Walsh, se publica por primera vez en México bajo el sello de la UNAM
U
na conversación casual en un café de La Plata marcaría el destino del escritor Rodolfo Walsh. Fue así como se enteró de los fusilamientos de junio de 1956 en un basural de Buenos Aires. “Seis meses más tarde”, escribe, “una noche asfixiante de verano, frente a un vaso de cerveza, un hombre me dice: ‘Hay un fusilado que vive’ ”. A partir de ahí comienza el periplo de un joven en sus treinta, sin interés en la política y apasionado de la novela negra. Estamos en una Argentina convulsa, a un año de la caída de Perón. Tras un golpe de Estado cívico-militar de la llamada Revolución Libertadora se instaura el gobierno dictatorial presidido por Pedro Eugenio Aramburu. Rodolfo Walsh no tarda en localizar al fusilado que vive. Su nombre, Juan Carlos Livraga. “Miro esa cara”, dice Walsh, “el agujero en la mejilla, el agujero más grande en la garganta, la boca quebrada y los ojos opacos donde se ha quedado flotando una sombra de muerte”. Walsh escribe la historia de Livraga de un tirón, pero no hay quien la publique. La prensa opera bajo censura; sin embargo, el impulso de Walsh no cesará. Finalmente, encuentra un espacio en el semanario Revolución Nacional, paradójicamente un medio de derecha. “Fue una elección forzosa, aunque no me arrepiento de ella”, dice. “Durante varios meses he presenciado el silencio voluntario de toda la prensa seria en torno a esta execrable matanza, y he sentido vergüenza”. Es Livraga quien le informa de otro fusilado vivo. Y el hilo comienza a extenderse. Serán siete los sobrevivientes. ¿Quién puede librar la vida ante una orden de fusilamiento? ¿Cómo lo consiguieron estos hombres? Walsh se mete de lleno en la investigación. Habla con otros fusilados vivos, con testigos presenciales, familiares de las víctimas, conspiradores y prófugos. Expurga archivos, reúne pruebas materiales, versiones taquigráficas de sesiones secretas. Recoge una historia aterradora que será publicada por entregas en la revista Mayoría. En julio de 1957 sale a la luz Operación Masacre, una novela documental en la que Walsh narra los hechos a partir del levantamiento peronista de civiles y militares comandado por el general Juan José Valle para derrocar a la Revolución Libertadora. “Va a comenzar la lucha más espectacular de toda la intentona revolucionaria”. El general Valle y otros 17 militares serán fusilados públicamente,
GUADALUPE ALONSO CORATELLA FOTOGRAFÍA SECRETARÍA DE CULTURA DE LA NACIÓN
El escritor y periodista argentino.
mientras que 18 civiles inocentes serían detenidos esa misma noche para compartir el mismo destino, aunque de manera clandestina. En el primer capítulo, “Las personas”, Walsh describe las horas previas a la detención. Penetra la intimidad de los personajes, visita sus casas, habla con las familias, amigos y vecinos. Después describe “Los hechos”: las sublevaciones de aquella noche, los enfrentamientos, el desconcierto de los detenidos mientras son llevados a la comisaría; la sospecha, el miedo, la vana ilusión de la mañana siguiente cuando son trasladados en un camión con rumbo incierto. En el último capítulo, Walsh muestra “Las evidencias”. El jefe de la policía
Walsh escribe la historia de Livraga pero no hay quien la publique. La prensa opera bajo censura
enfrenta un problema grave: “ha detenido a una docena de hombres antes de entrar en vigor la ley marcial. Los ha hecho fusilar sin juicio. Y resulta que siete de esos hombres están vivos”. Más adelante expone la confesión “pueril” del jefe policiaco, así como el expediente Livraga y el “oprobioso” fallo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, para culminar con el juicio y ejecución del dictador, Aramburu. Más allá del valor literario y el arrojo de Walsh al hacer público uno de los momentos más atroces de la mal llamada Revolución Libertadora, Operación Masacre plantea una reflexión sobre temas que van de la libertad y los derechos humanos a la censura, la violencia y la impunidad, que encuentran cauce en una sociedad donde prevalece el malestar y cuyas instituciones carecen del sustento necesario para contener los abusos del autoritarismo. “Relaté estos hechos tremendos para darlos a conocer”, apunta Walsh,
“para que inspiren espanto, para que no puedan jamás volver a repetirse”. Operación Masacre se publica por primera vez en México en una edición de la Coordinación de Difusión Cultural de la UNAM, a través de la Dirección de Literatura. Se trata de una “pieza fundamental de las letras latinoamericanas”, asegura Jorge Volpi. “La publicación de Operación Masacre en 1957 no solo trastocó la literatura; la propia vida de Walsh dio un vuelco que lo condujo a una militancia política más activa. Siguiendo su estela, a la postre su hija María Victoria se suicidaría para escapar de una redada”. El libro incluye los epílogos de la primera y segunda ediciones, y la “Carta abierta de un escritor a la junta militar”. Walsh la enviaría por correo el 24 de marzo de 1977 a diarios locales y extranjeros. Al día siguiente, sería secuestrado por un “grupo de tareas”. Desde entonces se desconoce su paradero.
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EN LIBRERÍAS
12 DE ENERO 2019
NARRATIVA, CRÓNICA, ENSAYO Dos espías en Caracas
Jaque al psicoanalista
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A FUEGO LENTO
Crónicas desde el piso de ventas
El nervio principal México, 2018
Moisés Naím Ediciones B México, 2018 380 páginas
John Katzenbach Ediciones B México, 2018 440 páginas
Iván Farías Paraíso Perdido México, 2018 90 páginas
Director de la revista Foreign Policy entre 1996 y 2010 y ministro de Fomento en la Venezuela anterior al gobierno chavista, Moisés Naím incursiona por vez primera en la ficción con esta novela que enfrenta a dos espías de bandos contrarios pero inevitablemente enamorados en tiempos de Hugo Chávez: él trabaja para los servicios secretos de Cuba, ella es una agente de la CIA. La imaginación prevalece pero se finca en un exhaustivo trabajo de investigación.
Aparecida en 2002, El psicoanalista se convirtió en un bestseller casi instantáneo. Con todo a su favor para haber publicado una secuela de inmediato, Katzenbach se tardó 16 años para hacerlo; asumamos que fue por razones artísticas. Cinco años después de estar a punto de perder la vida, Frederick Starks, quien ha dejado Nueva York y ahora vive en Miami, recibe la sorpresiva visita del señor R, al que suponía muerto. Más que para ajustar cuentas, R va a pedirle ayuda.
Veinte crónicas reúne este volumen por el que desfilan libreros, lectores, escritores y una corte masiva de impertinentes. El mismo autor, Iván Farías, toma el papel de protagonista y, con un sentido del humor casuístico, va trazando la rutina diaria en una librería que bien podría ubicarse en Polanco. Su interés no se dirige tanto a los libros como a quienes frecuentan el local: tacaños, don juanes, esnobs, guerrilleros ya en el retiro, novelistas fracasados, cazadoras de talentos monetarios.
Historia trágico-marítima
El arte de la tentación
Poetas mexicanos del 30
Bernardo Gomes de Brito Universidad Veracruzana México, 2018 264 páginas
Rafael Antúnez (sel. y prol.) Universidad Veracruzana México, 2018 268 páginas
Rogelio Guedea Universidad Veracruzana México, 2018 115 páginas
Apasionado y erudito, Gomes de Brito (1688-1760) seleccionó doce relaciones para dar cuenta de la aventura colonial de Portugal entre 1552 y 1602. Este libro recoge cuatro de ellas, traducidas por Alma Delia Miranda Aguilar: la primera, de autor anónimo, refiere la pérdida del galéon S. João; las otras tres relatan viajes y naufragios con francas alusiones al suicidio y la antropofagia. Ofrece más atractivos: el prólogo es de José Saramago y el epílogo de Antonio Tabucchi.
Como es sabido, el ensayo fue creado en Francia por Michel de Montaigne en 1576. Pero más que los franceses, fueron los escritores ingleses quienes supieron aprovechar al máximo sus posibilidades. El título de esta antología del ensayo inglés lo toma Antúnez de Chesterton, que consideraba que ensayo también significa “probar, tentar”. Francis Bacon, quien llevó el nuevo género a la isla, Charles Lamb, William Hazlitt, además de Chesterton, son algunos de los convocados.
¿Qué comparten José Emilio Pacheco, Gerardo Deniz, Gabriel Zaid, José Carlos Becerra, Francisco Cervantes y Marco Antonio Montes de Oca? La respuesta de Guedea resume las coordenadas de este volumen: de manera directa o indirecta, vieron a Octavio Paz como una figura tutelar, lo que no caracterizó a los poetas de la generación de Medio Siglo. Seis ensayos (uno por cada uno de esos autores) apuntalan esta noción que enriquece el corpus crítico sobre la lírica mexicana.
La culpa fue del EZLN ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com
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n un presente fechado en 2017, el protagonista y narrador —quien yace postrado en una cama, entre cuadernillos y medicamentos— recrea los días y los meses de un lejano 1994, cuando su madre abandonó la casa familiar para unirse al EZLN en alguna región de Chiapas. Este es el cuerpo de El nervio principal (Sexto Piso) y, así puesto, se diría que podría ganarse nuestro interés. Provoca, sin embargo, un efecto contrario: la niñez aparece revestida de una monotonía que sugiere la contemplación de una pared en blanco. La mitad de la novela expone el desconcierto de un niño de diez años que resuelve afrontar el abandono diseñando figuras de origami y viviendo aventuras imaginarias dentro de un clóset. A su alrededor giran una hermana en plena combustión adolescente y un padre insensible a su entorno, poco menos que un mueble arrinconado en una casa de clase media de la Ciudad de México. Y eso es todo. El aburrimiento del niño no tarda de esta manera en doblegar la buena disposición del lector. Una vez que la monotonía ha impuesto su ley, Daniel Saldaña París se juega su resto a una última carta. Azuzado por el gañán del barrio, ese niño aborda un autobús con destino a Villahermosa para luego alcanzar San Cristóbal de las Casas. ¿En serio?, pregunta uno, ¿en serio estamos en presencia de un atentado semejante contra la verosimilitud? ¿Un niño blandengue y trivial interpretando el papel de un personaje de Dickens? Nada en las 90 páginas anteriores sugiere la posibilidad de ese viaje que, encima de todo, se resuelve con desconcertante rapidez. Inveteradamente aburrida, y propensa a la autoconmiseración (“me movía por el mundo con una seguridad que de pronto se esfumaba, haciéndome sentir vulnerable, pequeño, a la merced de cualquier peligro”), El nervio principal no termina por justificar la buena reputación de su autor, señalado por el Hay Festival como uno de los mejores escritores de América Latina menores de 40 años. A un estilo que no pasa de la correcta medianía hay que agregar la decisión —la más importante de todas— de construir la novela hilvanando escenas que solo se concentran en una descolorida cotidianidad, por más que Saldaña París intente por momentos asomarse a la vida interior de su protagonista. Es cierto, una novela no se hace por fuerza con Grandes Hechos pero resulta apenas pasadera cuando solo exhibe una índole aséptica.
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ESCENARIOS
12 DE ENERO 2019
RESEÑA
ENTREVISTA
Impredecible Bill Murray ANDREA SERDIO
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ómo ser Bill Murray descubre a un personaje divertido, impredecible, cuya manera de ser ha propiciado disparatados rumores. Le gusta bromear con desconocidos, aparecer donde menos se le espera, cantar en un karaoke en la madrugada, viajar a todas partes. Ha filmado 59 películas, de todo tipo; ha hecho papeles insignificantes y protagónicos taquilleros como el del doctor Peter Venkman en Los Cazafantasmas. William James Murray nació el 21 de septiembre de 1950 en un barrio de Chicago; fue el quinto de nueve hermanos. Su padre murió cuando Bill tenía 17 años. En su familia escaseaba el dinero y él se dedicó al negocio de la venta de marihuana, pero fue arrestado y al salir en libertad condicional tuvo que aplicarse en otra cosa. De esta manera, llegó al teatro y tiempo después, en 1977, ingresó al elenco del legendario Saturday Night Live. Cómo ser Bill Murray es un libro del periodista Gavin Edwards, publicado por la editorial Blackie Books. Es un testimonio de admiración, el recuento preciso de la carrera de un actor propenso a los retos, a la aventura, que tiene entre sus éxitos Atrapado en el tiempo, en donde interpreta a un meteorólogo que acude a un pequeño pueblo a cubrir para la televisión el festival del Día de la Marmota, sin saber que eso cambiará su vida. Con base en una amplia investigación documental, conversaciones con sus colegas, amigos y el propio Bill, Edwards construye una narración interesante sobre un personaje que disfruta vivir al límite, que es temperamental y generoso, y que logra uno de sus mejores trabajos en Academia Rushmore, de Wes Anderson, en la que da vida a un millonario enganchado en un matrimonio infeliz, con dos hijos por los que siente un profundo desapego. En su carrera, Murray ha actuado en una gran cantidad de papeles secundarios; en todos —dice Edwards— “brilla la inefable chispa de su carácter”. Así sucede, por ejemplo, en Tootsie, donde la hace de dramaturgo y compañero de piso de Dustin Hoffman; o en Ed Wood, donde interpreta al hijo gay de una familia de la alta sociedad… Así sucede siempre, porque uno de los principios que guían su vida es que todo representa una oportunidad. Fanático de Elvis Presley, pero sobre todo de los Cubs de Chicago, Bill Murray ha desarrollado una particular filosofía que enfatiza su deseo de unir a la gente, de hacer cosas útiles, de tomar la vida como una diversión, como una oportunidad. Quizá por eso dice que su película favorita de las que ha filmado es Lost in Translation, de Sofia Coppola, donde interpreta a una estrella venida a menos que se enamora de la bellísima Scarlett Johansson. Cómo ser Bill Murray reúne anécdotas, frases, testimonios, curiosidades de la vida y la carrera de un personaje que se niega a tomarse en serio.
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El reino de la sirena expone la paradoja de una comunidad rica en bienes materiales pero económicamente pobre.
Luis Rincón
“El documental cree lucrar con el dolor ajeno”
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HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com FOTOGRAFÍA PALOMA NEGRA FILMS
n la zona bilwi de Puerto Cabezas, en Nicaragüa, existe la leyenda de que las sirenas proveen de manjares marinos a los habitantes del pueblo. Sin embargo, la pobreza en que viven les ha hecho creer que cayeron de la gracia de sus antiguas musas. En El reino de la sirena, el documentalista Luis Rincón aborda la paradójica realidad de un pueblo rico en bienes naturales pero miserable en términos económicos. ¿Cómo llegó a esta comunidad nicaragüense? El proyecto surgió en 2010, cuando la gira Ambulante se propuso llevar el cine documental a comunidades donde el género no tiene presencia. Una de ellas era Puerto Cabezas, en Nicaragüa, adonde me invitaron a participar. A través de mi trabajo he procurado hablar de poblaciones que viven al límite de la marginalidad, de modo que el lugar me interesó desde el principio. A pesar de que sus pobladores han intentado conservar su autonomía, han sido sometidos en todos los niveles. Quería plantear una reflexión sobre cómo un lugar con todas las condiciones naturales para sobrevivir llega a una situación de pobreza. Me pareció revelador descubrir que, si bien en épocas pasadas se relacionaban con la naturaleza, una vez que entró la visión neoliberal los propios habitantes olvidaron la importancia de la riqueza que
tenían a la mano y asumieron valores más vinculados a lo material. En su película se plantea como imposibilidad el mantener la autonomía dentro del sistema capitalista. Cierto, pero hay una resistencia que mantienen con mucha dignidad y que se manifiesta en la conservación de sus costumbres y su cosmovisión. Si algo mantiene la lucha y la esperanza de los pueblos es la preservación de aquello que les genera identidad. ¿A los habitantes les sorprendió que un director mexicano se interesara en ellos? La invasión extractiva del mundo occidental hacia estas comunidades ha generado cierto recelo de los pobladores. No voy a negar que algunos periodistas o documentalistas se acercan para conseguir una nota amarillista, sin importarles sus condiciones de vida. Convencerlos de que mi interés era legítimo y de que en verdad quería exponer y compartir su problemática me costó ir al menos tres veces al año. Solo así me dejaron entrar a su cotidianidad y registrar su vida.
“He procurado hablar de poblaciones que viven al límite de la marginalidad”
¿Cuál es la diferencia entre un documental que lucra con la miseria o la pobreza y uno que persigue un interés legítimo? Es complicado. De alguna manera, los documentalistas tenemos la sensación de lucrar con el dolor ajeno, pero esta idea podemos mediarla involucrándonos con la comunidad. No podemos olvidar que el cine corresponde a cierta visión colonialista y nosotros, como realizadores, dictamos la manera en que queremos ver al otro. Tendríamos que pensar en mecanismos para romper esto, tal vez por medio de la democratización de las herramientas para hacer cine. Quizá hubiera sido valioso que les hubiera dejado los instrumentos para que los habitantes transmitieran su propia visión. El cine documental deberá expandirse y encontrar los mecanismos para conseguir que las comunidades marginadas aporten su punto de vista. A lo largo del último año la realidad de Nicaragüa cambió drásticamente. ¿Percibió algo mientras rodó la película? Percibíamos algo latente y a punto de estallar. La gente ha sido muy sometida y vive en condiciones de extrema pobreza a pesar de la cantidad de recursos que tiene. Los conflictos sociales han ido escalando y habrá que ver cómo se manejan durante las próximas elecciones.
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TERTULIA
12 DE ENERO 2019
DANZA
PERSONERÍO
Schlemmer, Kandinsky y la abstracción en el arte
El cuarteto aventurero de Dumas
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ARGELIA GUERRERO makarova81@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA PINTEREST
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Figuras emblemáticas del Ballet triádico.
loria Contreras solía insistir en que un bailarín y coreógrafo debería estudiar el resto de las artes. Consideraba importante hacer del bailarín un artista integral. En días recientes, visité la exposición de la obra de Kandinsky en el Palacio de Bellas Artes. La visita me llevó a recordar la idea de Gloria. Para Kandinsky, era importante entablar una relación estrecha entre las artes y fue este planteamiento el que lo llevó a realizar un estudio profundo en su libro De lo espiritual en el arte. Esta reflexión derivó de la cercanía del pintor con la obra de músicos como Wagner, Schönberg y Mussorgsky, y la experiencia sensorial que la música de estos compositores desató en él. A la traspolación de la experiencia sensorial desencadenada por la música llevada al resto de las artes, principalmente a la pintura y sus colores, se le conoce como sinestesia. Esta experiencia sensorial propuesta por Kandinsky tuvo su extensión en el universo de la danza a través de múltiples trabajos. El de Óscar Schlemmer ha sido el que más trascendió en la historia de la danza por su propuesta sinestésica tan bien lograda, el Ballet triádico, estrenado en 1922 con partitura de Paul Hindemith. Schlemmer tuvo contacto con Kandinsky y Paul Klee en la escuela Bauhaus, donde el ambiente interdisciplinar les permitió experimentar
con el contacto técnico y sensorial entre las distintas artes y establecer semejanzas y puntos de encuentro entre las artes escénicas y las artes plásticas. En el Ballet triádico se plantea la búsqueda de la abstracción, de tal modo que el espacio figure como protagonista de la obra coreográfica y sea el propio espacio en su totalidad el que genere las experiencias sensoriales similares a las que los colores desencadenan en las obras pictóricas. La propuesta de Schlemmer es que la totalidad del discurso se construya a partir de formas figurativas, y entiende al movimiento como un trazo que delinea la ruta para llegar a estas diferentes formas. Esto supone, entonces, la reducción del cuerpo natural del bailarín, es decir, su propia abstracción. Para experimentar el proceso de abstracción en los bailarines, el coreógrafo los presenta con máscaras y del vestuario hace formas geométricas que ocultan las delimitaciones naturales del cuerpo humano para con ello conseguir de manera más nítida el movimiento como ruta para llegar a la forma figurativa.
La propuesta de Schlemmer es que el discurso se construya a partir de formas figurativas
La idea de la abstracción del bailarín como individuo, para fusionarlo en la totalidad colectiva que representa el espacio escénico, implica el reto de prescindir de los recursos gestuales que en gran medida facilitan la construcción de un discurso y en muchas ocasiones no significan un proceso de expresión verdadero sino un cúmulo de gestos y lugares comunes que, al tenerse muy bien asimilados y naturalizados, el espectador decodifica pero pierde la experiencia sensorial profunda. La comunión espiritual no se logra. El Ballet triádico es, como su nombre revela, un homenaje al número tres. Lo interpretan tres bailarines que portan a lo largo de la coreografía 18 vestuarios distintos para ejecutar doce coreografías. Se divide en tres escenas a cuyo ambiente corresponde un color: amarillo, rosa y negro, cada uno con un carácter propio. Para Schlemmer, el número tres es de gran relevancia porque implica trascender la unidad, es decir, el egotismo, y la dualidad, para dar lugar a lo colectivo. Las formas básicas a las que recurre el vestuario son el círculo, el cuadrado y el triángulo. La coreografía de Schlemmer propone una odisea por la experiencia sensorial del escenario tridimensional como lienzo y de los cuerpos como trazos. No impone la anulación del individuo, sino su fusión con el espacio colectivo del arte.
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JOSÉ DE LA COLINA
n la escuela decíamos “los tres mosqueteros son cuatro: D’Artagnan, Portos, Athos y Alanís”, pero es falso, porque al final de la primera novela dedicada a tales personajes D’Artagnan no es todavía mosquetero sino un meritorio que tiene que dar mucho espadazo antes de pasar a ser el protagonista primero de la novela. D’Artagnan llega a París a ser un aventurero “oficial” antes de merecer el cargo en que se ocupan los otros tres protagonistas; sueña con una vida aventurera y no merecería ser un personajazo de la obra si no lograra éxitos adecuados a este sueño. Entonces interviene el destino en forma de lo novelesco dumasiano: el amante de la reina recibe de ésta un regalo del que Richelieu, cardenal ansioso de poder y de mando, es informado, creando un laberinto que los mosqueteros aludidos deberán recorrer para que todo termine bien para la reina. Dumas es un novelista que concibe el género como multiplicación de la acción. Lo novelesco para él es la intriga como argumento esencial de las páginas. Así, desarrolla ese intríngulis de acciones atribuyendo en principio otros sueños que corresponden cada uno a los cuatro personajes. Athos es un noble que una mujer ha despojado de su breve reino; Portos, el menos soñador, solo quiere vivir de su florete y de aventuras amorosas; Aramis, sin ningún misticismo, sueña con ser un príncipe menor de la iglesia; y D’Artagnan mismo es el que en realidad sueña con un prolongado destino de aventurero, una especie de pequeño Don Quijote que incluso va a caballo de un jamelgo ridículo pero que él estima como si fuese un Rocinante logrado. Tales personajes comienzan retándose con el más joven de ellos, que es D’Artagnan, pero finalmente ante la enemistad de los guardias del cardenal Richelieu se unen en un cuarteto que para Dumas debió ser casi musical: cada uno representa una actitud distinta ante la vida: Athos, la nobleza puesta a prueba por la constante pérdida; Portos, la despreocupada busca del placer físico y la fuerza del bruto simpático; Aramis, la delicadeza del oficio garantizado por la condición eclesiástica; D’Artagnan, el soñador, el buscador de amoríos y peleas heroicas. Así, las líneas se entrecruzan en un enredijo aventurero que para Dumas es la fuerza de lo novelesco. Dumas no parte nunca de lo real y busca en documentos arreglados por sus plumíferos una “carne” novelera que justifique la acción. De este modo, a partir de unas memorias de un capitán noble en el sentido de aristócrata, despliega toda la novelería que le es condimentada con detalles que a veces rozan el plagio por sus ayudantes de escritura. Los tres mosqueteros es un libro divertido y emocionante como novela de aventuras, pero ha alcanzado más categoría como la pervivencia de un cuádruple mito que sostiene una línea de tensión entre otras muchas semejantes. Esa es la aventura a su vez del escritor generoso y pícaro que tenemos en Alexandre padre y con ello no solo cumple con lo narrativo puro, sino que además obtiene una gran categoría de autor que impone sus personajes a través del tiempo.
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LABERINTO
DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO, IVÁN RÍOS GASCÓN ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ
12 DE ENERO 2019
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TOSCANADAS
Mata y come DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com
L
a semana pasada escribí sobre la proliferación de estudios que se realizan solo para que los investigadores demuestren lo que de antemano se proponen. En respuesta, alguien me hizo llegar un estudio macabro publicado en la revista Nature. El texto, ya traducido en la prensa, indica que estamos desarrollando cierto cambio genético que hará que en futuras generaciones el ser humano acabe por rechazar el alcohol. Se quiere justificar en términos darwinianos que “como el alcohol es dañino” los propios mecanismos evolutivos crearán las condiciones para rechazarlo, para que alguien nos dé una copa de Pommard Premier Cru y digamos “guácala”. En primer lugar, no veo cosa mala en el alcohol; en segundo, creo que aquí la evolución no pinta nada, pues un día el ser humano lo descubrió y ese mismo día lo celebró y lo agradeció al punto de inventarse un dios a quien agradecerle el regalo.
NATURE
Un estudio aduce que el ser humano está desarrollando mecanismos genéticos para rechazar el alcohol.
El estudio no es sino parte de ese movimiento trastornado que nos quiere inventar nuevas reglas cada día. Si llegásemos a vivir en un mundo sin vino, sin cerveza, sin vodka, sin tequila y, tal como mucha gente desea, sin arrachera, sin jamón, sin chuletas, sin moronga, veríamos al ser humano convertido en un molusco desapasionado. Hace un par de meses, en Madrid, se pararon unos antiespecistas delante del Museo del Jamón, y con pancartas y voces decían: “No es jamón, es cerdo muerto”. Hay que ser muy estúpido para proferir tal mentira. Sí es jamón, y también es una parte de cerdo muerto. Preferí pensar que se trataba de un gancho publicitario, así es que entré al Museo del Jamón y me embuché doscientos deliciosos gramos de cerdo muerto y curado. No pude meterme en la cabeza de esa gente, pero supuse que si yo fuera uno de ellos, iría a protestar a una marisquería, pues ahí se ve que decenas de camarones
muertos apenas sirven para una entrada, mientras que un solo puerco muerto da mucha más abundancia y felicidad a más personas. Esos mismos peritos que hacen estudios han estudiado muy concienzudamente el hecho de que el cerebro humano evolucionó gracias al consumo de la carne. Supongo que alguien podrá entonces demostrar que, si dejamos de consumirla, dentro de algunos años estaremos viviendo en los árboles, mordisqueando un libro de Montaigne que ya no sabremos para qué sirve. Por eso, un momento relevante de la Biblia se da cuando Pedro ve “que descendía algo semejante a un gran lienzo, que atado de las cuatro puntas era bajado a la tierra; en el cual había de todos los cuadrúpedos terrestres y reptiles y aves del cielo. Y le vino una voz: Levántate, Pedro, mata y come”. Y Pedro mató y comió con una buena copa de vino. Salud.
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CAFÉ MADRID
El Prado bicentenario
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uele haber un exceso de chinos y japoneses arremolinados ante las obras maestras para sacar fotos con sus celulares o gente de cabellera rubia, rostro colorao, chanclas y bermudas, u hordas de colegiales distraídos, pero a mí me sigue encantando pasar tardes enteras en el Museo del Prado. De vez en cuando, a la hora de la comida, cuando baja la afluencia de visitantes, cruzo la entrada de los Jerónimos, me adentro en el edificio Villanueva y comienzo a fijarme en los colores, las técnicas, la luz, las figuras, los detalles, en fin, de una sucesión de mártires, cristos azotados, crucificados, resucitados, vírgenes y arcángeles celestiales, clérigos supuestamente impolutos y aristócratas y monarcas de pomposo aspecto que cuelgan en estas paredes próximas a cumplir dos siglos de existencia. Varias veces me he preguntado por qué no me canso de hacer este ejercicio. Y entonces desarrollo teorías, o justificaciones. Y ninguna me convence, quizá porque ninguna es lo bastante sólida o terrenal. O quizá —no nos engañemos— porque un mexicano piadoso, como este servidor, sencillamente se deja llevar por la fascinación con la que un puñado de viejos artistas lo atrapa y lo zarandea a su antojo y no opone resistencia. O, mejor, porque llega el momento en que hago a un lado cursilerías y fanfarronerías como ésas y simplemente clavo los ojos en algunos de los cuadros más importantes de la Historia y me dedico a cotillear sin pudor y ya está. La otra tarde, para empezar el nuevo año, reincidí. Me escapé del viento frío y del sol lechoso, llegué al
VÍCTOR NÚÑEZ JAIME periodismovictor@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA WIKIPEDIA
Museo y recorrí, además de la colección permanente, la exposición con la que la pinacoteca madrileña celebra este 2019 sus 200 años. Se llama Un lugar de memoria y da cuenta, en orden cronológico, de su trayectoria en relación con la sociedad española, al tiempo que pretende reafirmarse como un organismo vivo y dinámico en el que dialogan varias generaciones y estilos de artistas que generan reflexiones sobre nosotros mismos.
El Museo del Prado es considerado el recinto de la memoria pictórica de España
Para empezar, en la primera sala nos recibe, como es propio, una reina: doña María Isabel de Braganza, de frondosa figura y barrocamente vestida, en un enorme cuadro pintado por Bernardo López. Desde ahí, Su Majestad nos mira como dejando claro que fue ella quien promovió la construcción del edificio destinado a albergar lo mejor del arte de España y de buena parte de la comarca europea. Lo malo fue que se murió un año antes de la inauguración. Lo bueno fue que le mandaron hacer este retrato en donde aparece señalando con su mano derecha el edificio del Museo y bajo la izquierda tiene un croquis de la colocación de los cuadros. Esquivando los avinagrados rostros de los vigilantes, podemos enterarnos
Fue María Isabel de Braganza quien impulsó la construcción del Museo del Prado.
de que los primeros cuadros exhibidos aquí provenían de las Colecciones Reales con el propósito de dar a conocer el patrimonio de la Corona, reivindicar a los pintores españoles, apenas conocidos en el extranjero y, de paso, “hermosear la capital del reino”, según quedó asentado en la Gaceta de Madrid. Con ello, además, se pretendía estar a la altura de la Europa culta, que ya daba ejemplo con el Louvre y el British Museum. En su apertura, se expusieron 311 cuadros. Poco a poco fueron llegando más, procedentes de los salones de los palacios y, al cumplir una década, la pinacoteca recibió su primera donación: el Cristo crucificado, pintado por Diego Velázquez en 1632. El artista sevillano manda en este recinto, pues todo mundo viene a ver sus Meninas. Hay más obras de autores destacadísimos (españoles, italianos, holandeses), pero aquí Velázquez es el más popular, le guste a quien le guste y le pese a quien le pese. En la exposición se explican los criterios histórico-artísticos con los que está organizado todo el contenido del Museo, así como los hitos pictóricos que posee. Pero destaca el relato del bombardeo que sufrió durante la Guerra Civil española que obligó a exiliar buena parte de sus obras en Ginebra, donde también fueron expuestas con gran éxito. Desde el ocaso del franquismo, el Museo del Prado es considerado el recinto de la memoria pictórica de España. Aquí conviven —apretujados, todo hay que decirlo— El Bosco, Durero, Rafael, Tiziano, El Greco, Caravaggio, Murillo, Zurbarán, Rembrandt y Goya. Pero verlos juntos siempre fascina.
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