Suplemento cultural de MILENIO
LABERINTO CASTA DIVA
ENSAYO
AVELINA LÉSPER
FERNANDO SALAZAR TORRES
Karl Lagerfeld: el culto a la vanidad
70 años de Marco Antonio Campos
Foto: Reuters
SÁBADO 23 DE FEBRERO DE 2019 AÑO 15 - NÚMERO 819
Hijos de las estrellas: testamento poético Ernesto Cardenal/ FOTOGRAFÍA: AFP
Foto: Mónica González
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ANTESALA
23 DE FEBRERO 2019
CASTA DIVA
Karl Lagerfeld AVELINA LÉSPER www,avelinalesper.com FOTOGRAFÍA AFP
I
namovible, intemporal esfinge con guantes de piel negra y lentes oscuros, su personaje contradijo su oficio, controló el bipolar humor de la moda, de ese fenómeno del cambio incesante sin cambiar nunca, manteniendo la misma apariencia, exhibiendo su superioridad y autoridad, con su pelo blanco nos decía “cambien ustedes que necesitan de la novedad para existir, yo el Príncipe, el káiser, soy el inalterable obelisco de piedra que los dirige”. Reencarnó a Coco Chanel, se comió su cadáver, lo digirió y reinventó la leyenda de las perlas, los brillantes, la bisexualidad, el blanco y negro, el exceso, exigiendo la extrema delgadez como símbolo de elegancia, y ordenó que vestir fuera una ceremonia del amor propio, “un hombre que viste de pants de correr ha perdido el control de su vida”. Vestirse es una necesidad, tener estilo es una obligación, la condición es ser cínico, consultar a las Pitonisas y sentirse Apolo, hijo de Dios, con un brazalete que lleve el nombre de la religión que nos bendice: Chanel. La invención del estilo, de la moda, de la adicción a crear una personalidad, fue la venganza que imita a los dioses, la elegancia está en el cuerpo, el cabello, los rizos cuidadosamente esculpidos en los bustos griegos y romanos, el vello púbico del David primorosamente peinado, la caída de las túnicas, los herrajes de las sandalias. La vanidad es instinto de supervivencia, nos manifiesta, es un lenguaje de nuestra presencia, el desprecio por la apariencia no es humildad o renunciación, es claudicación del propio ser que se resigna a esclavizarse por la desidia. Los “diseñadores de moda” surgieron en 1675 cuando se hizo la división entre costureros y el creativo, el que inventaba el estilo. El couturier decidía los accesorios, vestido, color, diseño, sombreros, la aristocracia se los robaba, y construyeron la industria del vestido en Europa que se dirigía desde París y Roma. En la corte de Luis XIV se conspiraba para saber qué vestuario elegirían los miembros de su corte en los bailes, se robaban información y saboteaban a los competidores en elegancia, el fracaso condenaba al exilio, al ridículo, no había peor humillación que mantener conversación con la vulgaridad del demodé. Karl emigró de Alemania a París, de Balmain a Patou, de ahí a Chanel y jugó con las masas en H&M, llamó obsoleta a Coco Chanel y dijo que haría con la marca lo que ella nunca pudo lograr, renovarla con un lifting cada temporada. El tenedor se inventó en el siglo XVII, antes comían como salvajes, eso revolucionó la gastronomía, la moda nos ha civilizado, refinado, es la educación que nos permite estar en el escenario del mundo. “La vanidad es la cosa más sana de la vida”, vaticinó Karl.
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El líder creativo de Chanel.
El vicepresidente: más allá del poder. Dirección: Adam McKay. Estados Unidos, 2019.
HOMBRE DE CELULOIDE
La verdad en tiempos de George W. Bush
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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA GARY SANCHEZ PRODUCTIONS
a película El vicepresidente: más allá del poder toma posición en el debate entre formalistas y realistas: rompe con el montaje de continuidad y pretende crear en el espectador la sensación de ser sacudido por “la realidad”. Lo que McKay desea todo el tiempo en El vicepresidente es que el público se haga consciente de que está viendo una obra que trata de capturar La Verdad de la historia estadunidense en tiempos de George W. Bush. A pesar de las rupturas en el discurso y en el montaje, no debe pensarse que uno verá un collage de imágenes, como proponían los formalistas más radicales; Ruttmann, por ejemplo, creador de Berlín: sinfonía de una metrópoli en 1927. McKay usa las ideas de los formalistas, pero es coherente en un discurso que trata del viejo dilema de un hombre que gana el mundo pero pierde el alma. La historia gira en torno a Dick Cheney, un vicepresidente ruin que fue sin embargo capaz de dos o tres actos de nobleza antes de enredarse en la política de grandes ligas: ordenar por ejemplo el ataque a Irak y destruir a este país que tenía sus problemas, pero en el que fueron asesinados hombres, mujeres y niños. Desde el punto de vista formal, hay que decir que las estrategias de
la película están lejos de ser originales. Las técnicas más queridas del formalismo (la ruptura en que el actor habla a cámara, por ejemplo) se han vuelto un cliché que está lejos de las discusiones que divertían a los críticos en tiempos de Bazin. Y es que cuando desaparece un concepto desaparece por fuerza su contrario. Hoy, en que se duda de la existencia de la realidad, se duda también de la ficción. Ya a nadie le interesa ir al cine para verse golpeado por “La Verdad”. Todos estos recursos fueron usados hasta la saciedad en la década de 1920 y, peor, se banalizaron en tiempos del videoclip. A nadie le importa que de pronto la esposa de Dick Cheney hable como Lady Macbeth ni que haya un narrador que representa “al pueblo”. No causa gracia que el rol de créditos corra a mitad de la película ni que al final el director se burle de sí mismo criticando todo lo que hemos visto. Al margen de sus recursos, El vicepresidente aburre toda la primera
El vicepresidente pretende informar en torno al origen del fenómeno Donald Trump
parte y sin embargo interesa cuando el taimado Cheney llega al poder y se vuelve el asesino intelectual de casi un millón de personas. El estilo se vuelve pertinente sobre todo porque puede atraer a los más jóvenes y curiosos, esos que gustan de las rupturas. Sobre todo a ellos, El vicepresidente pretende informar en torno al origen del fenómeno Donald Trump. Adscrita a la izquierda de los demócratas estadunidenses, la película está más cerca de la propaganda que del arte. No se trata de algo necesariamente malo o equivocado. McKay explica con ayuda de un narrador (Jesse Plemons) cómo fue que los más ricos de Estados Unidos consiguieron engañar a la población haciéndole creer que iban a salvarla del comunismo cuando lo único que querían era apoderarse de sus impuestos para adueñarse luego de los campos petroleros de Irak y tal vez (como sugiere la película) organizar el atentado contra las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001. El vicepresidente es una película interesante que sin embargo sirve más para analizar la historia reciente de Estados Unidos y no para competir por un Oscar. La Academia fue en su tiempo la más férrea defensora de un realismo que aquí el formalista McKay se dedica a pisotear.
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ANTESALA
23 DE FEBRERO 2019
LOS PAISAJES INVISIBLES
POESÍA
Caballo en fuga
La materia ambigua
MARCO ANTONIO CAMPOS
IVÁN RÍOS GASCÓN
No tuve casa o quedó borrada en hierba, arena u hojarasca del camino. Para sobrevivirme llevé las pisadas con sigilo y seguí en Finisterre el vuelo de la golondrina azul Es sábado de septiembre del ‘18 del milenio. Es la hora del ahogo en que me acuerdo. Vaya lluvia. Vaya diluvio en el verano a solas de Ciudad de México Aquí hubo una laguna color de jade. Hace siglos la ciudad se hunde. Y más: por los desfiladeros se precipita el país, un gran país, pero ajeno al bien y a la ternura. ¿Yo? Yo comprendí que la desdicha es menos azar que una tarea. Y a veces me dio por escribir canciones. 2018 Este poema forma parte de un libro en preparación.
EX LIBRIS
Promoción de la lectura II/ EKO
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@IvanRiosGascon
a primera parte de la magnífica novela La comemadre, de Roque Larraquy, gira en torno de las peripecias de un grupo de médicos para reclutar a enfermos terminales como conejillos del experimento del siglo. Estamos en 1907 y el personal del sanatorio de Temperley, en la periferia de Buenos Aires, decapita a los donadores con propósitos científicos: si la cabeza, mejor dicho, el cerebro, se mantiene vivo durante nueve segundos después de la emasculación, hay que registrar las visiones o experiencias de esa cabeza, mejor dicho, cerebro, mediante un cuestionario que responderá en su último estado de conciencia. El dietario lo expone el doctor Quintana, personaje que conjuga al héroe romántico y el bribón calculador, pues lo mismo ama con tímida cursilería a Menéndez, la jefa de enfermeras, que concibe el oscuro método para deshacerse de tanto descabezado que la docta guillotina acumula en el entresuelo porque, claro, hay un escollo que dificulta el éxito de la prueba, y éste es el (la) donador (a): si no tiene un buen nivel de evolución y prevalece su parte simio, no hay manera de confiar en que durante sus postreros nueve segundos la cabeza transmita algo razonable, y así, el relato de Larraquy se vuelve una espiral perfecta hacia el delirio que recuerda un poco la dispersión monomaniaca de Simón Bacamarte, ese médico que en El alienista, de Machado de Assis, intenta erradicar la locura en la villa de Itaguaí pero termina hospitalizando a todo el pueblo, incluyéndose a sí mismo. Mas el asunto de este texto no es relatar la estupenda primera parte del libro de Larraquy sino suponer la desventaja de descifrar los últimos pensamientos, espasmos o emociones de los moribundos (en su ensayo El erotismo, Georges Bataille intentó desentrañar el grado de placer de un mutilado a partir de la imagen que Carpeaux captó del suplicio chino, inmolación que también es el eje narrativo de Farabeuf o la crónica de un instante, de Salvador Elizondo. Por cierto, hay un paralelismo entre la novela de Elizondo y la de Larraquy: los personajes de ambos son médicos, indagan al cuerpo y sus arcanos y aman a una enfermera, pero, en fin, eso es accesorio). Y es que haciendo a un lado los argumentos a favor o en contra de tales astucias médicas, si un experimento como el de La comemadre obtuviera resultados fiables, al esclarecer los mecanismos de la muerte estaríamos ante múltiples posibilidades estéticas (Bataille, Elizondo), sí, pero también frente a grises conclusiones que al diluir la oposición entre ciencia y religión se tornarían determinaciones existenciales (Larraquy). De conseguir una certeza sobre el misterio del tránsito mortal (y su destino verdadero), los dilemas ontológicos carecerían de fundamento; la literatura, el arte y la filosofía perderían sentido por más que los contrastes de la vida nos hagan concebir monstruos o prodigios: la comemadre, fabula Roque Larraquy, es una planta de hojas aciculares originaria de Tierra del Fuego, cuya savia produce microscópicas larvas animales que la consumen desde adentro. Tras resecarla se dispersan y fecundan la tierra para reanudar el proceso. Quintana inyecta larvas de comemadre en los cuerpos sin cabeza para vaciar el entresuelo antes de la decapitación en serie, y en ese acto es imposible no relacionar a esa fabulosa planta que germina de dos reinos, animal y vegetal, con la especie planetaria que teme la extinción y para sobrevivir medita, incansable, sobre el proceso en que abandonará la vida para llegar a no sé sabe dónde, mediante invisibles larvas que lo destruyen y reconstituyen con la materia ambigua de su caníbal pensamiento.
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LITERATURA
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Celebramos 70 años del escritor con una semblanza y una versión, a manera de homenaje, del soneto clásico de Mallarmé
Marco Antonio Campos: el viaje y la memoria
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FERNANDO SALAZAR TORRES FOTOGRAFÍAS CLAUDIA GUADARRAMA, PASCUAL BORZELLI IGLESIAS
El investigador de la UNAM, quien nació el 23 de febrero de 1949.
arco Antonio Francisco Campos Álvarez Tostado (Ciudad de México, 23 de febrero de 1949) es una de las voces representativas de la poesía mexicana y de los poetas más publicados y leídos fuera de México. Abogado de profesión, antes de entrar a la carrera de Derecho comenzó a leer y a escribir. Inició su carrera literaria cuando entró al Taller de Poesía de Juan Bañuelos, en junio de 1969, y permaneció ahí durante cuatro años. Después seguiría asistiendo, de modo esporádico, más como amigo de Bañuelos, aunque también porque lo consideraba su maestro. “Juan fue el primer poeta importante que me hizo sentir que podía tocar la guitarra. Otros que me dieron consejos esenciales en mis inicios, es decir a principios de los años setenta, fueron José Emilio Pacheco y Tito Monterroso. José Emilio en las conversaciones y Tito en los dos meses que estuve en el taller de narrativa que dirigía en la Capilla Alfonsina”, me responde el poeta en una entrevista que me concedió para la revista literaria Taller Ígitur. Así, pues, su formación y acercamiento, desde temprana edad, con algunas figuras de la tradición literaria mexicana del siglo XX, lo marcaron e influyeron significativamente, tanto en sus modelos estéticos, que muestran distintos registros, como en los intereses que, a la postre, serían sus temas de estudio para sus libros de ensayos, pero de igual manera en la configuración de su estilo poético. Ha escrito poesía, novela, ensayo, cuento; además, es investigador de la cultura y la literatura de los siglos XIX y XX mexicanos. Ha traducido al español a Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud, André Gide, Antonin Artaud, Emile Nelligan, Gaston Miron,
Gatien Lapointe, Umberto Saba, Vincenzo Cardarelli, Giuseppe Ungaretti, Salvatore Quasimodo, Cesare Pavese, Emilio Coco, Georg Trakl, Reiner Kunze, Carlos Drummond de Andrade, Nuno Júdice y, con Stefaan van den Bremt, a Roland Jooris, André Doms y Marc Dugardin. Destacan sus libros de poesía Muertos y disfraces (1974), Una seña en la sepultura (1978), Monólogos (1985), La ceniza en la frente (1989), Los adioses del forastero (1996), Viernes en Jerusalén (2005), El forastero en la tierra (1970-2004) (2007), Dime dónde, en qué país (2010), De lo poco de vida (2010-2015) (2016). También incide en la narrativa con las novelas Que la carne es hierba (1982), Hemos perdido el reino (1987), En recuerdo de Nezahualcóyotl (1994). Ha escrito otras formas y estructuras breves a manera de prosa: su libro de aforismos Árboles (1994, 2006) o El señor Mozart y un tren de brevedades (2004). Sobresalen los libros de cuentos No pasará el invierno (1985) y Joven la muerte niega el amor joven. Cuentos del siglo XIX (2015). Sus ensayos ya son indispensables en la bibliografía sobre la literatura mexicana: Señales en el camino (1984), Siga las señales (1989), El café literario en Ciudad de México en los siglos XIX y XX (2001), Las ciudades de los desdichados (2002), La Academia de Letrán (2004), El tigre incendiado: ensayos sobre Ramón López Velarde (2005, 2012), La poesía de Eduardo Lizalde (2006), Indicaciones (2014). Su obra es sólida, valiosa y es una enorme herencia para las generaciones actuales y próximas. Hay dos libros, entre otros, que ejemplifican esta afirmación: el ensayo El café literario en Ciudad de México en los siglos XIX y XX y el libro de cuentos, que es una suerte de ensayo novelado o estudio ficción, Joven la muerte niega el amor joven. Cuentos del siglo XIX. En ambos, Campos elabora un retrato de la cultura en México,
LITERATURA
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en particular sobre el romanticismo mexicano. En el caso del primero, retrata los cafés y los escenarios de la vida política, literaria y cultural del México del siglo XIX; en el segundo construye, a manera de ficción, la semblanza de algunos representantes del romanticismo: Ignacio Rodríguez Galván (1816-1842), Marcos Arróniz (se ignora su fecha de nacimiento, pero muere en 1858) y Manuel Acuña (1849-1873). Estas investigaciones son una auténtica contribución sobre la literatura del XIX. Mucho de lo que se conoce sobre ese siglo, en términos literarios, así como el rescate de autores, en particular poetas, es gracias a este minucioso y docto trabajo, pero ¿cuáles son las causas que lo motivaron a interesarse por dicho periodo? Existe un hecho que ayuda a despejar la incógnita. Campos ingresa a trabajar al Instituto de Investigaciones Filológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México en 1996, a la edad de 47 años, gracias a una plaza concedida por el poeta Rubén Bonifaz Nuño, y también porque el director, Fernando Curiel, lo trasladó al área de Poética, “pero me hicieron una mala jugada, que agradezco muchísimo, y me desplazaron”, afirma Campos. Después, Jorge Ruedas de la Serna lo incorporó al Centro de Estudios Literarios y le sugirió que tomara como objeto de estudio a los románticos mexicanos. Ocho años después, en 2004, escribiría el primer libro alrededor de esta época, generación y tema, La Academia de Letrán, la primera agrupación literaria realmente importante después de la Independencia. Siguieron otras exploraciones y rescates; por ejemplo, de la figura y obra de Marcos Arróniz, las crónicas de Luis Martínez de Castro (1819-1847), así como las cartas de Manuel María Flores (1840-1885) escritas a Rosario de la Peña, la compilación de crónicas sobre el siglo XIX, y los estudios sobre Manuel Acuña.
CON DEPURADAS UÑAS DE ÓNIX EN OFRENDA Stéphane Mallarmé/ Versión de Evodio Escalante
A mi amigo Marco Antonio Campos para celebrar sus 70 años
Con depuradas uñas de ónix en ofrenda, La Angustia, hoy medianoche, preserva, lampadófora, Tanto vesperal sueño quemado por el Fénix Cuyas cenizas no recalan en un ánfora Del yermo salón en las consolas: ninguna conca, Marmóreo derelicto de vacuidad sonora (Porque el Señor partió por lágrimas a la Estigia Con ese único objeto que es honor de la Nada.) Mas junto a la ventana hacia el norte vacante Un agónico oro escorza acaso la quimera De unicornios que atizan fuego contra una ninfa, La cual, desnuda y muerta en el espejo, fija De pronto, en el olvido que perfecciona el marco, Leves cintilaciones del septeto.
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Ha transitado por casi todos los géneros literarios, ha escrito casi todo, mucho y bien, y por estas razones su obra es de mucha valía para la literatura de nuestro país y contribuye a la tradición de la poesía. Por esto, en 2007 la editorial El Tucán de Virginia reunió su obra poética en un solo tomo, bajo el cuidado y la responsabilidad del poeta, editor y crítico Víctor Manuel Mendiola. La poesía de Campos está influida por el epigrama, el Dolce Stil Nuovo, la lírica francesa moderna, la poesía latinoamericana del siglo XX, el confesionalismo y parte de la poética de los siglos XIX y XX mexicanos, particularmente algunos elementos estéticos de Ramón López Velarde, el acento de Alí Chumacero y algunos modos del verso de Rubén Bonifaz Nuño. Recorre el decoro y lo conversacional, la métrica, el libre verso y el verso blanco, la epifanía, un yo transparente, sensible y claro. Quiero resaltar la afinidad que percibo con la obra lírica de López Velarde, en especial con dos temáticas: el carácter católico y la figura femenina de la amada. En el poeta zacatecano existe un modo de confesión impulsada por la figura de Cristo, el pecado como elemento textual e isotópico para la elaboración de los procedimientos literarios. Campos no solo ha hecho un hondo estudio sobre la obra del poeta de Jerez, sino que también el tópico católico de López Velarde se ha trasminado en varios de sus poemas, especialmente en el libro Dime dónde, en qué país. En general, su lírica es memoria, evocación a través del amor, el olvido, el presagio del pasado, el recuerdo como la sensación de desesperanza a causa de la pérdida. Esto se expresa cuando la mujer es el fantasma en la memoria, la aparición angustiante que es mitigada por la pasión a Cristo. La sustitución de esta ausencia queda resuelta, muchas veces, con la confesión de un yo declarado traslúcido. El acto de fe y el hecho religioso, bajo la concepción católica, se consuman. La composición de las isotopías sucede en ambos poetas y sus afinidades electivas son manifiestas, en mayor medida, a nivel semántico y estético; considero que esa es la mayor influencia que el poeta jerezano ha ejercido sobre la poética del autor de Viernes en Jerusalén. En suma, el trabajo literario de Campos está hecho a partir del viaje y la memoria, tanto el creativo como el teórico y académico. Ya existe un baluarte de su obra en la literatura mexicana. Las líneas siguientes, con las cuales cierro este breve homenaje, que celebra los 70 años de vida de Marco Antonio Campos, reflejan muy bien el sentir y la actitud ante su legado, así como su lugar en nuestra tradición literaria: “Ya vi. Ya viví en demasía. ¿Mi legado? Dejo lo escaso bello que yo hice y lo escaso bueno que yo di. Menos y más, yo más, me sentí un forastero dondequiera, y para vivir, para simular que vivía, más pronto que tarde emprendí la aventura o fuga. “¿Quién fui? Pude ser cualquiera. ¿Mi nombre? Pudo ser del aire. Pudo ser el aire” (“Lápida en el aire”, en De lo poco de vida, Visor, México, 2016).
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DE PORTADA
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Con un testimonio de amistad y con sus pro delineamos un retrato del sacerdote y poe
Ernesto Cardenal: “Cuando y
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LINA ZERÓN FOTOGRAFÍA ARCHIVO ERNESTO CARDENAL
e enteré de su existencia cuando cursaba la preparatoria. En ese tiempo, no alcanzaba a comprender los alcances y trascendencia de la obra del sacerdote Ernesto Cardenal. Me parecía extraño que un “cura” escribiera poemas de amor y abrazara causas sociales con toda la fuerza de los Evangelios, y de ser necesario con la de las armas. Estuve investigando sobre él y comencé a admirarlo, cada vez más. Lo conocí personalmente el año 2000, cuando organicé un festival de poesía en la ciudad de Oaxaca, al que también asistieron, entre muchos otros, Otto Raúl González, Dolores Castro, Jorge Enrique Adoum y Claude Couffon. Desde entonces nos hicimos amigos y hemos coincidido en México, Nicaragua y otros países. Hace cuatro años, en su cumpleaños 90, estuve con Cardenal en el Archipiélago de Solentiname. Ese día también se celebraba la reapertura de la capilla, en la que él oficiaba la “misa campesina”. Yo le pregunté si creía en Dios y me respondió: “Dios duerme todos los días conmigo en la hamaca. Diario me levanto en la madrugada y rezo una o dos horas, medito, me cuestiono por qué nos abandonó a sus hijos en la Tierra, por qué renunció a ser nuestro Dios, por qué permitió que hiciéramos solos los cambios en el mundo. Sí creo en Dios, pero nos dejó solos, por eso tantas guerras, por eso la Inquisición, las cruzadas…”. Platicábamos en el pórtico de su cabaña, viendo el gran lago de Nicaragua y el majestuoso árbol del Kiri que le regalaba el sol entre sus ramas al atardecer, con un ron Flor de Caña en la mano. Él se mecía en su hamaca, y yo en una mecedora, muy cerca de él. Tomé su mano, su rostro lucía triste. Fue entonces que le pregunté por los epigramas de amor. Me dijo: “Cuando yo muera, me gustaría resucitar en un joven de 32 años y tener mi vida de entonces. Era muy enamoradizo, pero las chicas no me hacían el caso que yo deseaba; y no fue Claudia (una bibliotecaria que admiraba en los años sesenta) mi gran amor,
fue otra, y otras. Si resucitara me gustaría que esto fuera distinto también”. Ernesto Cardenal siempre me ha dicho que Solentiname es una verdadera comunidad: “Tú lo has visto. Los campesinos son artistas. Hace muchos años yo era el que les enseñaba a tallar la madera para hacer aves, tortugas y muchas otras cosas. Las pintaban de bellos colores, las llevaban a vender a Managua y eso los ayudaba con sus gastos. Somos una comunidad pequeña. Tú has conocido a la gente de aquí, son felices, todos trabajan para todos bajo el más puro y auténtico espíritu del comunismo”. Ahí en el archipiélago es donde el profeta, más que sacerdote, escribió la Teología de la Liberación (con orientación marxista) y el Evangelio en Solentiname, motivo por el cual fue sancionado por el Vaticano. El papa Juan Pablo II vino a México en 1983 y después pasó por Nicaragua. Cuando lo recibieron en el aeropuerto el presidente sandinista Daniel Ortega y sus ministros, entre ellos Ernesto Cardenal, ministro de Cultura, Wojtyla se paró frente a Cardenal, quien se arrodilló, le pidió la bendición y trató de besar su mano. Juan Pablo II no quiso, retiró la mano y lo reprendió severamente, con el dedo índice levantado, por el Evangelio de Solentiname, por su participación en la revolución nicaragüense y por aceptar un cargo público siendo sacerdote. Desde 1984 se le prohibió —A divinis— oficiar misas y administrar los sacramentos por apoyar el movimiento armado sandinista, pero él siguió dando su misa campesina en Solentiname, bautizando niños a su manera: “Que salga el capitalismo y el consumismo del cuerpo de este niño y entre la doctrina marxista”, decía. El 21 de enero, estuve charlando, como tantas otras veces, con él en Nicaragua. Estaba enfermo, delgado en extremo, demacrado, acompañado de Luz Marina Acosta, su asistente de toda la vida. Nos dijo: “Ya estoy muy cansado, ya no quiero seguir, no quiero que nadie me vea, es impúdico mostrarse así ante los demás”. En 2018, Ernesto Cardenal estuvo cinco veces internado en el hospital
El autor de Teología de la Liberación y Evangelio en Solentiname
“Ya estoy muy cansado, ya no quiero seguir, es impúdico mostrarse así ante los demás”
por distintas causas: infecciones y neumonía, entre ellas. Dos días después de nuestro último encuentro, Luz Marina lo internó nuevamente. Ella y yo estamos en comunicación diaria, y coincidimos en que lo único que ha mantenido con vida al poeta es la espera del perdón de la Iglesia católica para irse tranquilo y, tal vez, terminar el que se supone que será su último poema —antes de ser internado, le pidió a Luz Marina que le comprara por Amazon once libros que tenía que estudiar para escribir ese poema: Hijos de las estrellas, para editorial Anamá, que me regaló con una dedicatoria muy
hermosa; previamente había escrito Así en la Tierra como en el cielo, que se suponía iba a ser su “último poema”, publicado en la misma editorial—. En esa visita también me regaló un libro de Darwin, que había leído entre el 18 y el 21 de enero. Desde Nicaragua, sus amigos, lectores y feligreses se organizaron para que el papa Francisco se enterara de su caso y le levantara el castigo. Se realizó toda una estrategia para ello y por fin, este 18 de febrero, monseñor Julio José Báez visitó a Ernesto Cardenal en el hospital para leerle el comunicado de la Nunciatura Apostólica, donde se dice
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23 DE FEBRERO 2019
opios versos, eta nicaragüense
Hijos de las estrellas (fragmento)
ERNESTO CARDENAL
yo muera...”
que “El Santo Padre ha concedido con benevolencia la absolución de todas las censuras canónicas impuestas al Reverendo Padre Ernesto Cardenal”, quien sonrió con gusto. Ese día amaneció más animado, parece que un poco mejor. Esperemos a ver qué sucede con él y con la Fundación Ernesto Cardenal —casi todos los ingresos del sacerdote, poeta, teólogo, escultor, científico, son donados para que los niños enfermos de cáncer tengan más oportunidades de salvarse y una mejor calidad de vida, así como para darles educación profesional a los jóvenes de Solentiname, cosa que ha resultado muy bien.
De esta manera, comienza un nuevo ciclo de tranquilidad espiritual en la vida de Ernesto Cardenal, quien el pasado miércoles regresó a su casa, donde continuará su recuperación. Esperamos no sea ya muy tarde. Agradezco a la vida haberlo conocido en su ser más íntimo y me quedo con un consejo que me dio: “Nunca caigas en la poesía de la élite. Hay que escribir para comunicarse con el pueblo, con la gente; por eso hay que hablar en un lenguaje comprensible, hay que ser sencillos, directos, sensibles con su realidad”.
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Billones de galaxias y billones de estrellas Las estrellas de donde venimos ¿Por qué existe el mundo en vez de solo la nada? algo tan inmensamente grande será con algún propósito Si toda vida acabará ¿Cuál es el sentido del universo? Cada puntito de luz es un mundo y nosotros un puntito microscópico entre las galaxias que se creyó centro del universo Si hay creación será por algo y tiene sentido este mundo en que vivimos Qué desperdicio sería si se acabara el universo y no hubiera vida tras la muerte Primero solo dos: Dios y la nada los planetas son estériles pero a uno lo cubrió de creaturas para amarlas si la muerte fuera el final de todo no se justificaría la existencia del mundo No se sabía lo grande del cosmos billones de estrellas en una galaxia y todo el universo observable es una partecita de lo que hay y noventa por ciento no se ve en telescopios La materia inanimada se reprodujo y billones de años después nuestros primos animales y nosotros Los mismos átomos de todo el universo nacidos de concentraciones de gas de lejanísimas estrellas que ya no existen ¿cosmos o caos? No sabemos si es el único universo Homo sapiens muy recientemente aparecido con planeta especial para que viva y lo transforme redondo y dando vueltas día y noche caliente y frío para tener la vida alternando frío y calor si solo día sería muy ardiente si solo noche se congelaría Y con sol sin sol no existiríamos comemos sol nuestra vida es luz solar la luz creó la vida
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TERTULIA
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PERSONERÍO
PENSAMIENTO
El triste y querible Carlos Valdés
E
JOSÉ DE LA COLINA
n los años cincuenta, si Arreola me pareció la estampa viva del escritor, Carlos Valdés, más flaco, alto y narigudo, era el fantasma sin huesos del escritor joven provinciano, esperanzado y desesperado. Recuerdo que mientras ambulábamos la feria del libro de entonces que se celebraba bajo el Monumento a la Revolución, iba Carlos conversándome una filosofía de la vida melancólica y vagamente irónica, la vida de un demorado escritor adolescente, y desplegaba una agridulce filosofía según la cual los gordos odiaban a los flacos y viceversa, las rubias combatían a las morenas y viceversa, los actores de teatro maldecían a los de cine y viceversa, los poetas abominaban de los prosistas y viceversa… Y seguía un nutrido etcétera de viceversas a cuál más espeluznante. “Lo peor para los escritores —dijo como corolario— es conocerlos en carne y hueso; eso sirve para alimentar la desilusión y la amargura”. “Entonces —le dije— más vale que nosotros nunca nos encontráramos, salvo en nuestros libros, como el que publicaste y el que dentro de poco publicaré”. Y él me respondió: “Eso es distinto porque empezamos a ser escritores, no sabemos de qué tenemos que estar envidiosos uno del otro y no somos célebres, pero si lo llegamos a ser, entonces sí quién sabe”. Carlos Valdés, jalisciense y provinciano eterno, murió a los 63 años y sin celebridad. Al retorno de su entierro, consulté antologías, enciclopedias, diccionarios de autores mexicanos, y nada de Carlos Valdés: se diría que se le habían cumplido los títulos de dos de sus libros, Ausencias y El nombre es lo de menos. Carlos, que durante tanto tiempo y tantos desvelos produjo millones de cuartillas, escribió incesantemente yendo del cuento a la novela, al ensayo y a la crítica de cine, y de libros, y de pintura, “y viceversa”, y el resultado final era casi siempre que no le publicaban. Él a veces parecía enorgullecerse de esto: “No a cualquiera —decía— le rechaza McMillan una obra”. Tanta pasión literaria para que su nombre fuera olvidado casi siempre, a pesar de que él enamoró a la esquiva y puta fama, cuya trompeta no sonaría para él. Sin embargo, él persistía en su filosofía: “La literatura es una profesión de desesperanza, el artista la aborrece, recorre la mitad del camino, pero que nadie afirme vanagloriosamente que está salvado, porque solo la caprichosa y esquiva gracia es capaz de salvarlo”. Sin embargo, nos decía que él ya había encontrado el secreto para ser el gran escritor mexicano. “Oigan esto que voy a decirles, el chiste está en influirse de la vieja Faulkner y el viejo Woolf”. Alguien le respondió: “Confundiste los sexos, Carlangas, querrás decir la vieja Woolf y el viejo Faulkner”, y él se quedó tan tranquilo. Escribió Los antepasados, extensa saga familiar que iba dando tumbos de generación en generaciones y, además de los dos mencionados al principio, una serie de ensayitos divagatorios que publicó en la Revista de la Universidad y que son lo mejor de él porque tienen la gracia que no hay en sus otras páginas y en donde lo mismo habla de papalotes danzantes que de la ridícula y trágica escena de los pavos al morir a cuchillo en los días celebratorios.
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Aforismos
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ANTONIO RIVERO TARAVILLO FOTOGRAFÍA SHUTTERSTOCK
a mecedora, madre de brazos de madera, también necesita la nana —del silencio— para arrullarnos.
••• El insomnio es un país nocturno con muchos consulados de sueño a lo largo y ancho del día. ••• Los prejuicios, las ideas preconcebidas, es bueno que se queden olvidados como una camisa en un cajón del hotel. ••• Cuando se viaja, no hay que mirarse en los espejos: pueden recordarnos que seguimos estando en el mismo sitio. ••• Cada sello de visado, una miga de Pulgarcito por si quisiéramos volver. ••• Nada está conforme en donde está: en la nevera, lo que está frío nos pide que lo cocinemos; tras haber sido servido el del día, el guiso está pidiendo a gritos que lo metamos en el refrigerador. ••• Esas fronteras que en el mapa parece que las ha eliminado una goma de borrar o que por el contrario ha dibujado un rotulador, cuántos muertos han costado que desaparezcan o se tracen. ••• Enlacristaleradeledificionuevo,lafachada del antiguo siempre se refleja más fea.
••• En las viejas calles, los adoquines son las cajas negras que registran los pasos de quienes han caminado por allí. A veces entran ganas de sentarse en el bordillo a escuchar sus historias. ••• Verano: diálogo de sordos entre el parloteo de la chicharra y el blablablá del aire acondicionado. ••• Desde la casa de enfrente, nuestra vida aún tiene el misterio que hace mucho tiempo dejó de tener en ésta. ••• Lo mejor de regar no es el efecto de ello sobre las plantas, sino la sensación de sentirnos nube. ••• De vez en cuando hay que pintar las casas. Si no, se corre el riesgo de que cada vez se parezcan más a nosotros. ••• Los dioses ajenos son añejos vinos alejados; soportan mal los viajes. ••• Como la tinta simpática, que se borra, debería haber un eco simpático que borre las palabras de ayuda a quien no sabe agradecerlas. ••• Hay religiones que se propagan mediante el fuego y la espada y otras que lo hacen en su huida. Siempre son preferibles las segundas.
••• Hay religiones que se propagan, y otras que se propalan. ••• No temo ser polémico y que me clave su pico en respuesta un águila. Sí, las incomodidades de un enjambre de mosquitos. ••• Abominan de la religión, pero no hay día que no emprendan una cruzada. ••• Doble error: quien no escucha, habla demasiado. ••• Chillan mucho. Ponen el grito en el cielo los que han optado por el infierno. ••• La ecuanimidad es muy difícil. La moneda no suele caer de canto. ••• Hay personas que viajan mucho. No suelen ir a ningún sitio. ••• A menudo nos olvidamos de quienes somos, siempre con la vista puesta en quienes querríamos ser. ••• Si me llaman sabio, vuelvo la mirada atrás o alrededor.
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Estos aforismos pertenecen a Vida en común (Libros al Albur).
EN LIBRERÍAS
23 DE FEBRERO 2019
NARRATIVA, CRÓNICA, ENSAYO Serotonina
El sistema del tacto
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POESÍA EN SEGUNDOS
Dante a color
Un horizonte siniestro
VÍCTOR MANUEL MENDIOLA mendiola54@yahoo.com.mx
¿ Michel Houellebecq Anagrama México, 2018 284 páginas
Alejandra Costamagna Anagrama México, 2018 182 páginas
Philip Reeve Alfaguara México, 2019 544 páginas
Si hay algo que ha dejado en claro Houellebecq en sus últimas obras es que su interés como escritor es provocar, y lo ha logrado. Uno de sus críticos considera que su última novela es machista en exceso. El cuarentón ForentClaude Labrosute, nombre que detesta, hastiado de una relación con una veinteañera, decide un día romper con todo escondiéndose en París. Ese hastío lo lleva a descubrir el antidepresivo del título, que tiene como efectos secundarios, entre otros, la impotencia.
Finalista del Premio Herralde de Novela, esta historia tiene a Ania, “la chilenita”, como protagonista. Debe, por mandato de su padre, cruzar la cordillera de Los Andes para visitar y despedirse de su tío argentino, quien vive sus últimos días. Entre un presente que padece como un alejamiento y vueltas a un pasado familiar por el que desfilan los heraldos del desarraigo, Ania transforma ese viaje en una pesquisa sobre su identidad. La novela se sirve con brillantez de otros géneros.
Antes de dedicarse a la escritura, Reeve fue hombre de teatro e ilustrador. En 2001 publicó el primer volumen de la saga Ciudades predadoras, Máquinas mortales; Un horizonte siniestro la cierra. Como lo anuncia el título de la tetralogía, el eje que guía la historia es que en un mundo distópico, tras una guerra, las ciudades adquieren vida y se alimentan de ciudades más pequeñas. Londres es la ciudad tracción más poderosa. Peter Jackson ha filmado el primer volumen.
Arcanum ilimitado
Aprende a amar el plástico
Tiempo de encuentro
Cómo sería la grabación del “Infierno” de La divina comedia en las imágenes de Rodrigo García o de Guillermo del Toro? Si tomamos como referencia Los últimos días en el desierto, el poema aparecería quizá de una manera desnuda, en una oscuridad iluminada y sin énfasis sobre los seres terribles encargados de impartir castigos. Diálogo y silencio serían el centro de la acción visual, aunque sí habría —estoy seguro— escenas de intensa fuerza metafórica. En cambio, si tomamos como referencia El laberinto del fauno, el viaje de Dante a través del abismo infernal seguramente sería una cadena compleja de tropos, de opacidades relampagueantes favorables a toda la fantasía clásica y medieval en la creación de bestias y demonios paganos y cristianos. Los personajes hablarían en un espacio en constante agitación. Me atrevo a realizar esta extrapolación porque al leer la nueva versión del poema italiano traducido por José María Micó, Comedia, de Dante Alighieri (Acantilado, 2018), pienso en la forma tan naíf y escatológica como Passolini pintó al diablo en su recreación de Los cuentos de Canterbury y porque hallo en el texto de Micó el surgimiento de una escritura en español que posee una naturalidad plástica y una fluidez verbal. La riqueza del poema no solo nos deslumbra por su vigor intelectual sino por el muy bien expresado carnaval de representaciones reales y simbólicas. Hay en su trabajo una elocuencia del lenguaje que nos invita a seguir adelante en una lucidez del ojo: “ladró como una perra desquiciada/ porque el mucho dolor quebró su mente”. Su traducción logra entregarnos una obra que sucede de manera llana en nuestra lengua y, entonces, apreciamos contar con un texto sin los tropiezos inevitables de las torturadas traducciones en rima o de las disminuidas, en valor lírico, traducciones en prosa. Yo estimo la versión en verso y rima de Ángel Crespo, editada por Seix Barral en 1976; y también valoro la versión en prosa de Nicolás González Ruiz, publicada por Biblioteca de Autores Cristianos en 1994. Pero al leer Comedia de Micó veo que tengo una experiencia más originaria y, a la vez, espontánea del gran poema de Occidente. Y al decir esto me viene a la cabeza otra aventura. En México estuvimos a punto de tener una muy buena traducción de La divina comedia. Hace 40 años, Guillermo Fernández tradujo doce cantos, los cinco primeros y siete más salteados del “Infierno”. El poeta y traductor realizó el trabajo por encargo de la DGP. Trillas y la SEP publicaron en 1981 el libro con ilustraciones de Juan González de León. Esa pequeña traducción fragmentaria tenía eso que veo ahora desplegado de manera amplia en la traducción de Micó: la naturalidad de un texto de otra lengua en la naturalidad de la nuestra. Estoy casi seguro de que Fernández habría celebrado esta nueva interpretación por su carácter de algo que sucede aquí de manera profunda en nuestras propias palabras. Quizá, en un futuro no remoto, el cine mexicano nos dé una lectura de esta obra, en blanco y negro o a color.
Hallo en el texto de Micó una escritura que posee una naturalidad plástica
Brandon Sanderson Ediciones B México, 2019 782 páginas
Carlos Velázquez Cal y arena México, 2019 173 páginas
Adrián Figueroa Nolasco Secretaría de Cultura México, 2018 149 páginas
Escribir una historia que abarcara diversos mundos y eras fue el propósito de Asimov y Sanderson no se ha quedado atrás. La creación de un universo entero, al que Sanderson ha llamado Cosmere, queda consignado en este volumen que reúne nueve relatos interconectados que intentan dar cuenta de un sistema en el que nada ocurre sin que tenga su correspondencia en otro lugar y en otro tiempo. El fan hallará también notas aclaratorias, ilustraciones, secretos nunca antes revelados.
Escritas entre 2011 y 2018, estas crónicas revelan muchas de las filias del autor de La Biblia vaquera. No faltan, por supuesto, la música y su encarnación en Iggy Pop y The Cure; las atmósferas oníricas de los table dance; las cantinas y los surtidores de cocaína en el Centro Histórico; las series de televisión y Charles Bukowski. En la mirada y el estilo desenvuelto de Carlos Velázquez podemos reconocer a un adicto al autoescarnio y a la mala conducta del norte de México.
Diecisiete entrevistas y un reportaje se dan cita en este libro que expresa lo mejor del oficio de reportero. Entre sus personajes se encuentran Juan Villoro, Eduardo Matos, Carlos Prieto, Martín Caparrós, Gilles Lipovetsky, José Sarukhán y Manuel Peimbert. Fueron realizadas entre 2014 y 2018, y publicadas en el periódico La Crónica de Hoy. Por su oportunidad y por el trabajo de investigación que hay detrás, son un inmejorable diagnóstico de la cultura de nuestros días.
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LITERATURA
23 DE FEBRERO 2019
ENSAYO
La oscura y tierna Lucia Berlin Dos libros convirtieron a la escritora estadunidense en una exponente mayor del cuento moderno
L
as historias de Lucia Berlin son eléctricas, vibran y chisporrotean como unos cables pelados al tocarse”, escribió atinadamente Lydia Davis, estudiosa de la obra de una Berlin que así inicia su cuento “Inmanejable”: “En la profunda oscura noche del alma las licorerías y los bares están cerrados”. Pero no se vaya a pensar que todos los cuentos de esta escritora errante (Lucia Berlin se mudó de casa ¡200! veces) y ruidosa (“éramos el escándalo del pueblo”) irradian un tufo agrio y desmañanado porque incluso en “Inmanejable” hay una suerte de épica distancia al tratar descarnada, pero resueltamente, el alcoholismo que la misma Berlin padeció. En los cuentos de Lucia Berlin tampoco hay lugar para la autocompasión al tratar el cáncer o los amores fallidos. “No me importa contar cosas terribles si consigo hacerlas entretenidas”, comentó Lucia Berlin, quien también decía: “Escribir es como contar un chiste. Si lo cuentas es porque quieres que alguien se ría”. Y es por la ternura juguetona que hay en la prosa de Berlin que no podemos soltar sus cuentos hasta encontrar las frases finales siempre lógicas y cálidas, siempre brillantes: “Se aquietó en mis brazos, resoplaba y roncaba suavemente. Acaricié su espalda tersa, se estremeció, lustrosa como el lomo de un potro soberbio. Fue maravilloso” (“Mi jockey”). Los cuentos que nos han servido para ilustrar los anteriores comentarios pertenecen al volumen que (traducido a más de 20 idiomas) le otorgó a Berlin fama póstuma. Y a la publicación de aquel célebre Manual para mujeres de la limpieza (Alfaguara, 2016) le ha seguido Una noche en el paraíso (Alfaguara, 2018), colección de 22 cuentos que si bien es cierto no significan “un descubrimiento” son también de impecable e inspirada factura. El prólogo de Una noche en el paraíso se titula “La historia es lo que cuenta” y es de Mark Berlin, el hijo mayor de Lucia. Así lo inicia: “Lucia, bendita sea, era una rebelde, y en su día su vida era un baile”. Y bailando por 68 años imaginamos a la escritora nacida en Alaska (1936) y fallecida en California (2004), aunque a los diez años se le diagnosticara escoliosis y los médicos le hayan anunciado la muerte antes de cumplir los treinta. “Lucia sobrevivió por lo menos a tres maridos y sabe Dios a cuántos
ALEJANDRO ACEVEDO FOTOGRAFÍA LITERARY ESTATE LUCIA BERLIN
La escritora nacida en Alaska (1936) y fallecida en California (2004) junto a su hijo David.
amantes”, revela Mark Berlin. Ningún marido estuvo a su altura. Al poco tiempo de casada, se dio cuenta de que el jazzista Buddy Berlin era drogadicto y, sin embargo, se pudo liberar heroicamente de esa y otras canalladas que el mundo le había reservado. Pero no solo eso, Lucia Berlin trabajó como sirvienta, enfermera y profesora para sacar adelante a sus cuatro hijos. Sí, por lo menos en sus cuentos, Lucia Berlin excluye el azote y continúa apostándole al humor (a veces negro). En “Las (ex) mujeres” (Una noche en el paraíso), dos alcohólicas divorciadas dialogan sobre Max, el compañero que compartieron: “Es curioso que sus dos mujeres acabáramos beodas”. “Más curioso aún es que no acabáramos yonquis”. “Yo sí. Durante seis meses me di a la bebida para salir de la heroína”. “¿La droga hizo que te sintieras más cerca de él?” “No. Pero hizo que no me importara”. “Una noche en el paraíso” es además el título de un cuento que describe un momento de esparcimiento durante la filmación de La noche
“Lucia sobrevivió por lo menos a tres maridos y sabe Dios a cuántos amantes”, revela Mark Berlin.
de la iguana. El narrador es el dueño del bar de Puerto Vallarta donde Ava Gardner, Richard Burton y otros actores se ahogan en alcohol. Pero el dueño del lugar no juzga el desenfreno sexual, solo describe. Lucia Berlin no era una moralista a pesar de que estaba consciente de la maldad que hay en el mundo. Sin embargo, rara vez se refirió a ella en primera persona: “Mamá, tú veías la fealdad y el mal en todas partes […]. ¿Estabas loca o eras una visionaria?” (“Panteón de Dolores”). Y ya que andamos por aquel México (años setenta), lleno de policías corruptos y narco menudistas, destacamos que Lucia Berlin prefirió entender con ternura y cariño a nuestro país antes que denostarlo. “La soledad es un concepto anglosajón. En la Ciudad de México, si eres el único pasajero en un autobús y alguien se sube, no solo se sentará a tu lado, sino que se recostará en ti” (“Triste idiota”). ••• Aun sin traducir al español, Welcome Home reúne 20 apuntes autobiográficos y algunas cartas que arrojan luz sobre los cuentos y la persona de Lucia Berlin, quien desde los 11 años se sabía escritora. Entre lo más interesante de Welcome Home están las misivas que una Lucia veinteañera le envió a
su mentor literario Edward Merton Dorn del Black Mountain College. En una de ellas, Berlin le comunica a Dorn la angustia de una escritora en ciernes: “Me siento arruinada… Abatida. Nunca había sido tan infeliz… Creo… Soy una escritora… Creo que soy una buena escritora”. Como si se tratara de sus maridos y amantes, los cuentos de Berlin se liberan de sus influencias literarias (Chéjov, Proust, Hemingway…) para “arreglárselas sola” y entregarnos “historias verdaderas, no necesariamente autobiográficas, pero casi”, escribe Mark Berlin. Las cartas y los apuntes autobiográficos de Welcome Home se acompañan de las fotografías de Jeff, otro de los hijos de Lucia. En el prólogo de Una noche en el paraíso, Mark Berlin escribe: “Mucho se han cargado las tintas en su alcoholismo y ella tuvo que luchar contra la vergüenza de ese estigma, pero al final vivió casi dos décadas sobria en las que produjo lo mejor de su obra”. Una obra con la que esta pionera de la autoficción se propuso llenar un espacio literario que vio vacío, propósito que consumó genialmente en al menos 65 cuentos repartidos en Una noche en el paraíso y Manual para mujeres de la limpieza.
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ESCENARIOS
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DOBLE FILO
Las fotos fijas de Carlos Somonte FERNANDO FIGUEROA
C El formador de bailarinas en la Escuela Nacional de Danza.
DANZA
Iker Mitchell: enseñar a volar ARGELIA GUERRERO makarova81@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA ARCHIVO PERSONAL IKER MITCHELL
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n cualquier contexto, la figura del maestro o maestra es relevante para la historia profesional y de vida, y para el universo del arte resulta una relación fundamental. Existen maestros que marcan la vida e inyectan la pasión que viven por lo que enseñan. Iker Mitchell fue esa figura para muchas bailarinas y bailarines que conforman hoy la comunidad dancística de México. Iker murió el 14 de febrero y dejó un vacío sensible en la danza mexicana. Como bailarín de la Compañía Nacional de Danza alcanzó la categoría de corifeo y a lo largo de su experiencia adquirió una pasión contagiosa por los ballets de repertorio para convertirse en experto y repositor. Era un erudito de esta materia y conocía a detalle los ballets más importantes del mundo. Si alguien dudaba algo respecto de una obra había que recurrir a Iker; él sin duda lo sabría. Con humor ácido, y siempre con hilaridad, respondía lo que se le consultaba y se dejaba llevar por la pasión para platicar de las distintas versiones, sus diferencias y convergencias, los nombres de bailarinas y bailarines más recordados por ejecutarlas magistralmente y, al final, comenzar a bailarlas o marcar los pasos con sus manos en una especie de trance. Claro, susurrando la música de memoria. Lo conocí cuando estaba por finalizar su formación como docente en la Escuela Nacional de Danza Clásica
y Contemporánea. Sus dos compañeras de generación, Ada Rangel y Magda Rentería, fueron mis maestras y coreógrafas durante sus prácticas escénicas y educativas. De la mano de ellas llegué al embeleso de escuchar a Iker hablar sobre danza. Su conocimiento profundo de la técnica era una cualidad evidente, pero destacó con mayor relevancia la capacidad que tuvo para transmitirla recurriendo a ideas, metáforas y sensaciones para lograr que aquello que los docentes llevan en teoría fuera posible traducirlo al cuerpo. Era un profesor estricto, apegado a las más tradicionales formas en la enseñanza del ballet pero sin dejar de buscar fórmulas novedosas que le permitieran comunicarse con las alumnas, cada vez más distantes en la brecha generacional. Su prioridad fue, claramente, formar bailarines técnicamente impecables y enamorados del arte. La tarea del maestro Mitchell ha quedado cumplida, pues hoy en día su legado tiene huella en la mayoría de las expresiones dancísticas de México. Con la noticia de su muerte, integrantes de Ballet de Monterrey, el
Era un profesor estricto, apegado a las más tradicionales formas en la enseñanza del ballet
Taller Coreográfico de la UNAM, la Compañía Nacional de Danza, Ceprodac, Contempodanza y un sinnúmero de bailarinas y bailarines con proyectos independientes dentro y fuera del país compartieron la experiencia de haber tenido a Iker como maestro y amigo. En los pasillos de la Escuela Nacional de Danza su andar casi nunca podía ser fluido, pues a su paso era abordado con el cariño de bailarinas de todas las edades. Las más pequeñas, con dos chongos a los costados de sus cabezas, se prensaban de su pierna y con gozo le gritaban ¡Iker! El maestro les reviraba el cariño con alguna de sus frases irónicas exhortándolas a trabajar y a ensayar. Trabajar y ensayar. Amar la danza y entregarse de modo honesto, serio y fiel. Entregar a la danza el esfuerzo diario fue, tal vez, la más perenne enseñanza del maestro Iker para quien hace y quiere hacer danza. Pienso en la ausencia física de Iker y recuerdo las palabras con las que Alejo Carpentier inicia su novela La consagración de la primavera: “El suelo. Medida del suelo. Tranco, salto, levitación, anhelada ingravidez sobre el suelo. La danza. La danza siempre, oficio de alción”. Iker Mitchell alentaba a entender el oficio de bailar: despegar del suelo, forzar el cuerpo para despegar, dibujar el espacio, desplomarse de vuelta al suelo y volver a levantarse. Puedes volar en paz, maestro, tu misión está cumplida.
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arlos Somonte (Ciudad de México, 1956), quien tomó las fotos fijas de la multipremiada película Roma, tiene una larga trayectoria capturando imágenes en el cine, el teatro, la música y la publicidad. Ha expuesto en museos y galerías de Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Canadá, China y, por supuesto, México. Hace un año dijiste que Roma iba a darle un vuelco a la cinematografía mundial. ¿Qué comes que adivinas? Desde el principio, para mí fue muy claro que estaba trabajando en una película inusitada, espectacular. Has trabajado con Alfonso, Carlos y Jonás Cuarón. ¿Nunca te has equivocado al nombrarlos? Solo digo Cuarón y no hay pierde. Si la foto a color es el arcoíris, ¿qué es el blanco y negro? Toda la gama de grises: del blanco total al negro profundo. ¿Qué extrañas de revelar negativos? El tiempo que corre de manera distinta en el cuarto oscuro. ¿Aún tienes tu cámara china de plástico de 50 pesos? La atesoro. ¿Cuántas veces inhalaste solvente en envase de Frutsi para ser aceptado por la banda? Pocas. Una que otra probadita en el slam. ¿Alguien que fue punk deja de serlo? No, jamás. ¿Te gustan más tus fotos de Alex Lora en un hoyo fonqui o las de Miguel Bosé en estudio? Con Miguel hicimos cosas experimentales, forzando la película, muy interesantes. Las de Lora son más documentales. Tres discos que te llevarías a una isla desierta. London Calling, de The Clash; The Dark Side of the Moon, de Pink Floyd; y uno de la Santanera. Y tres películas. La fiesta inolvidable, Butch Cassidy and the Sundance Kid (la primera en la que vi una escena erótica) y Ciudadano Kane. ¿Qué piensas de Gabriel Figueroa? Por algo su obra se estudia en universidades de todo el mundo. ¿Dónde tomaste la foto de Mick Jagger y Grace Jones? En la Galería Arte Contemporáneo, de Benjamín Díaz. ¿Tomar fotos publicitarias solo es ir tras la chuleta? Por supuesto. ¿No estás orgulloso de las fotos a Andy García en el anuncio de Bacachá? Sí. Fue un trabajo muy padre al lado de Lubezki. Define a Cartier-Bresson en pocas palabras. Tenía el don de pasar desapercibido. ¿Quiénes son las actrices mexicanas más fotogénicas? Dolores Heredia, Blanca Guerra, Irene Azuela... ¿Y un actor? Chema Yazpik. ¿Eres un músico frustrado? Sí, totalmente. ¿El poder vuelve fotogénica a la gente? Al contrario: se vuelven muy pinches tensos y acartonados.
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LABERINTO
DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ
23 DE FEBRERO 2019
http:// www.milenio.com/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter:@SCLAberinto
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TOSCANADAS
stoy ahora en uno de los más bellos festivales literarios: Correntes D’Escritas, en Póvoa de Varzim, Portugal, tierra natal de Eça de Queirós. Son excelentes las mesas de discusión, la convivencia entre escritores y también la comida y bebida. Pero como todo festival, hay que pasar por el trago amargo de la ceremonia de inauguración. Es notable cómo los funcionarios, así sean funcionarios de cultura, pueden convertir un discurso sobre literatura y lectura en algo tan aburrido. A nadie se puede convencer de leer una obra clásica cuando los argumentos son numéricos, fríos, sobre la lusofonía o los dineros destinados para promover la cultura; pero a veces los funcionarios no dan para más. Y sin embargo hubo dos luces en la tal ceremonia. La primera se encendió cuando le dieron la palabra a Nélida Piñon. Ella, desde adentro, desde el espíritu, nos hizo sentir a lectores y es-
Sangre azul DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com
NÉLIDA PIÑON
La escritora brasileña, quien animó el festival Correntes D’Escritas, en Póvoa de Varzim, Portugal .
critores que somos parte de la historia del humanismo, de una tradición que le da luz al ser humano. La segunda llegó con el presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa. Ah, qué envidia tener presidentes así: lúcidos, letrados, muy leídos, honestos y trabajadores. Me quedé pensando que este sexenio habrá mucho esfuerzo por promover la lectura. Y quizá se repitan los errores que se han cometido una vez detrás de otra: pensar en el libro y no en el lector. Si en cada salón de clases pudiésemos poner una Nélida Piñon, entonces nuestro país se convertiría en uno de lectores, pues solo hay dos modos para llegar a amar los libros: por contagio o por descubrimiento personal. Y Nélida dio en el clavo: los libros nos hacen herederos de algo mucho más grande que una corona y un cetro. En un mundo en que la realeza es una mala broma, en que los títulos nobiliarios son una fantasía, la forma
de pertenecer a un casta noble ya no se da a través de una línea sanguínea, sino de un linaje espiritual. Hace pocos años murió la duquesa de Alba, que se jactaba de ser la persona con más títulos nobiliarios, pero ahora caigo en la cuenta de que yo poseo más. Soy conde de Chéjov, duque de Dostoievski, marqués de García Márquez, virrey de Kafka, vizconde de Calvino, condestable de Onetti, barón de Hemingway, archiduque de Roth, príncipe de Maquiavelo, caballero de Cervantes, escudero del Siglo de Oro, zar de Tolstói, y así puedo seguir, porque la sangre del lector no está hecha de glóbulos rojos y blancos, sino de letras con las que puedo reconocer a mis antepasados hasta más de dos mil años atrás. Mi pequeña y angustiada familia tiene sus orígenes en Florencia; ahora caigo en la cuenta de que soy descendiente directo de Giovanni Boccaccio y de Dante Alighieri. Sono di sangue blu.
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CAFÉ MADRID
Los detectives de la lengua VÍCTOR NÚÑEZ JAIME periodismovictor@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA DALE GERHARD
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uizá sea porque tengo nostalgia de las aulas. O porque al salir de ellas me encontré con un “mercado laboral” de pacotilla y regreso a su espacio para refugiarme. O porque sigo admirando a varias “vacas sagradas” que ahí enseñan. O, simplemente, para intentar actualizarme. El caso es que suelo estar pendiente de lo que se cuece en la universidad. El otro día, por ejemplo, me apunté a las jornadas de una disciplina tan desconocida como fascinante y aprendí que todos tenemos “marcas lingüísticas” que nos delatan y que existe un grupo de profesionales encargado de descubrirlas y analizarlas para resolver crímenes y delitos. Durante tres días, en la Facultad de Filología de la Universidad Autónoma de Madrid, expertos del mundo anglosajón e hispano explicaron cómo utilizan la información lingüística oral y escrita (fonológica, morfológica, sintáctica, discursiva, terminológica) para identificar hablantes y escritores de una determinada variedad lingüística, estilo o registro que van a parar a los juzgados, donde sus peritajes pueden resultar definitivos en la sentencia judicial. Mediante el análisis de la voz, los lingüistas forenses deducen si una persona ha emitido o no un determinado mensaje. También detectan plagios literarios, académicos, musicales o de traducción. Señalan al autor de anónimos amenazantes o de supuestas notas de suicidio, de correos electrónicos, de mensajes de celular o de redes sociales. Si bien es cierto que el término “forense” evoca cuestiones mortuorias, Sheila Queralt, directora del único Laboratorio de Lingüística Forense que hay en España, dijo que la labor
de los especialistas en la materia no consiste en hablar con los muertos: “ni nos comunicamos con ellos, ni abrimos cadáveres para descubrir qué ha dicho la persona. Sería interesante, pero no. Somos trabajadores periciales que aportamos pruebas”. El término y la metodología de esta disciplina comenzaron a utilizarse en la segunda mitad del siglo XX en Estados Unidos, pero fue hasta los años noventa cuando empezó a notarse la profesionalización de los
Los lingüistas forenses deducen si una persona ha emitido o no un cierto mensaje
peritos lingüísticos. En esa década, James Fitzgerald, entonces agente del FBI, demostró los alcances que puede tener la lingüística forense al resolver el caso de Unabomber. Durante 18 años, Ted Kaczynski emprendió una cruzada contra el progreso tecnológico enviando cartasbomba a diferentes puntos del país que hoy preside Donald Trump. Un día, Kaczynski (ya entonces conocido como Unabomber) escribió un manuscrito de más de 100 páginas amenazando con volar un avión si su texto no se publicaba en la prensa. La policía cedió con la esperanza de dar con él. Y así ocurrió en 1996, cuando después de leer el manuscrito en The Washington Post, el hermano de Ted Kaczynski llamó a una comisaría. Entonces el FBI pudo registrar su
James Fitzgerald, ex agente del FBI, quien resolvió el caso de Unabomber.
casa en busca de todo tipo de textos y cartas y la comparación de estos documentos con el dossier amenazador confirmó que eran obra de la misma persona, una prueba tan sólida que permitió condenarlo. La clave fue un refrán con los verbos traspuestos: “no puedes comerte el pastel y seguir teniéndolo”, escribió una vez el terrorista. Pero la mayoría de los estadunidenses lo decían y escribían al revés: “no puedes tener el pastel y también cometértelo”. “De hecho, la forma tradicional de usar el refrán es la de él y los demás lo usábamos de forma equivocada. Fue una de las grandes pistas que nos permitieron hacer el resto de la comparación y pasar un informe al juez para que firmara una orden de registro, llevar a cabo un análisis exhaustivo con el material obtenido, definir su particular estilo y, finalmente, encarcelarlo”, contó Fitzgerald, ahora un reputado especialista en perfiles lingüísticos. En España los esfuerzos de los detectives de la lengua se concentran en la determinación de autoría de un texto, correos electrónicos, mensajes en redes sociales, plagio en obras literarias (en los que se han visto implicados escritores como Camilo José Cela y Arturo Pérez-Reverte), el análisis del lenguaje utilizado en actos delictivos como la amenaza, la difamación, el chantaje, el soborno o el acoso, la posible coacción en declaraciones policiales o ante el juez, las manipulaciones de una grabación o si la actuación del intérprete ha influido en la situación final de un testigo o sospechoso. Llámenlo sugestión o como quieran, pero al salir de estas jornadas comencé a ver y a leer y a escuchar las palabras de otra manera.
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