Laberinto No.820 (02/03/19)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO RESEÑA

ENSAYO

GUADALUPE ALONSO CORATELLA

JOSÉ AGUSTÍN RAMÍREZ

Philip K. Dick por Emmanuel Carrère

La Cinta Blanca de José Agustín Foto: Philippe Hupp

SÁBADO 2 DE MARZO DE 2019 AÑO 15 - NÚMERO 820

¿A quién le importa el legado de Octavio Paz? Entrevista con Ángel Gilberto Adame/ FOTOGRAFÍA: ROGELIO CUÉLLAR

Foto: Rogelio Cuéllar


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ANTESALA

2 DE MARZO 2019

ARTES VISUALES

Flotar con Grace Quintanilla MIRIAM MABEL MARTÍNEZ FOTOGRAFÍA GQ

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l ver la obra de Grace Quintanilla (México, 1967-2019) pareciera que nació feminista. Creció contemplando a su madre, Tina Cobos, dentro y fuera del cabaret. De la mano de su hermana menor, Vanessa (también artista), fue tejiendo una narrativa llena de interrogantes y búsquedas sobre lo femenino. Con una sensibilidad compartida en casa y acompañada de un linaje intelectual (es nieta del estridentista Luis Quintanilla), fue construyendo un relato transversal en el que convivían memoria y tecnología. Si bien exploró la pintura, descubrió en el video y el arte electrónico los formatos idóneos para cuestionar las relaciones de poder en un mundo al que le sigue incomodando lo femenino. Estudió en el Ducan of Jordanstone College of Art de la Universidad de Dundee, Escocia, donde definió su postura combativa. Con un ojo coqueto, agudo, retomó las vivencias del cabaret experimentadas en su infancia para indagar, entre otros temas, el uso, el juego y el control de la feminidad. El trabajo de Grace grita “lo personal es político”; al igual que la autora de la frase, Carol Hanish, exhibe las conexiones entre la experiencia personal y las estructuras sociopolíticas. Su videografía, comenta la curadora e investigadora Ingrid Suckaer, “deja videos plenos de poesía visual, la mayor de las veces desgarradora, en los que destacan aproximaciones autobiográficas y una refinada manera de abordar problemáticas de la mujer”. Es momento de recuperar videos como el autorretrato Mambo Queen (1996), La teta es la neta (2002) o Punto básico (2004). De su legado como curadora destaca la antología de mujeres videoastas ¡Juega!, así como su labor en el festival Transitiomx_02. En 2012, y en medio del escándalo de la Estela de Luz, asumió el reto de dirigir el Centro de Cultura Digital. No solo lo catapultó y generó público, sino, como comenta Ingrid Suckaer, “fue contundente y constante en explorar y reformular el lenguaje audiovisual en sus más diversas formas y puso particular énfasis en analizar los medios y efectos masivos de internet y cómo impacta y modifica el lenguaje estableciendo nuevas formas de significar y, por lo tanto, de existir”. Practicante del sisterhood, la interseccionalidad y la sororidad, creyó en la creación tecnológica tanto en su producción con en su espíritu ontológico. Su obra es como flotar en una vía láctea llena de bits, lentejuelas, cine, poesía, que dibujan constelaciones que nos recuerdan los pequeños goces cotidianos.

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Un momento del video Punto básico.

¿Podrás perdonarme? Dirección: Marielle Heller. Estados Unidos, 2019.

HOMBRE DE CELULOIDE

En lo falso lo verdadero

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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA FOX SEARCHLIGHT

os coleccionistas son fetichistas y, por tanto, neuróticos. Están convencidos de que en los objetos reposa cierto espíritu, de modo que no puede ser igual una carta de Lillian Hellman que una de Lee Israel, por más que digan lo mismo y hayan sido escritas en la misma máquina de escribir. En ¿Podrás perdonarme?, Melissa McCarthy interpreta a Lee Israel, una escritora decadente que a las doce del día ya está borracha. Alguna vez escribió una novela que estuvo en la lista de las más vendidas del New York Times. La mujer se bebió las ganancias. La aventura de esta escritora en ¿Podrás perdonarme? consiste en encontrar su voz, eso que distingue a un escritor de otro. Porque al principio de la película, Israel ha perdido su voz literaria a causa de una crisis que incluye un gato enfermo cuyo tratamiento cuesta mucho dinero. Israel tiene que encontrar trabajo pero a su edad y con sus hábitos se le complica escribir para un periódico o una revista. Mejor falsificar cartas de escritores famosos. Y mejor si son alcohólicos. Es aquí donde entra la neurosis del coleccionista pues uno se entera de que hay gente que por tener en su poder la carta privada de un admirado autor puede pagar varios cientos de dólares. En esta película, Melissa McCarthy trasciende sus límites y encuentra

su lugar en el parnaso de las divas hollywoodenses. Antes de ¿Podrás perdonarme? había hecho comedias divertidas pero olvidables: Damas en guerra de 2011 era, tal vez, lo mejor. Comenzó a demostrar todo lo que podía como actriz cómica imitando al secretario de Prensa de Donald Trump Sean Spicer en el programa televisivo Saturday Night Live. Quien no la haya visto, búsquela en YouTube. Es un trabajo hilarante; una crítica feroz que, dirigida hacia alguien tan poderoso en su momento, adquiere esa profundidad que solo tienen las obras de arte. En ¿Podrás perdonarme? McCarthy trasciende incluso este personaje para dar voz a todos los escritores que alguna vez nos hemos pasmado frente a una hoja en blanco y hemos preferido largarnos a beber. Ahora bien, si McCarthy es aquí la Don Quijote de los escritores fracasados, su Sancho Panza es un hombre gay igual de desastroso, igual de decadente e igual de adorable. Lo

Melissa McCarthy trasciende sus límites y encuentra su lugar en el parnaso de las divas

interpreta Richard E. Grant. Uno y otra se dedican a estafar coleccionistas haciéndoles creer que tienen un fetiche en sus manos. Algo escrito por un famoso autor. Gracias a un guion muy bien escrito, estos actores han conseguido hacer la mejor comedia en lo que va del año; una comedia que se burla de un mercado que confunde lo verdadero con lo falso. Porque si todos estos coleccionistas fuesen tan amantes de la literatura, encontrarían en lo falso de estas cartas lo verdadero de su creador. Esto parece sucederle a cierta muchacha que cuida una librería que ha heredado de su padre y que admira sinceramente a Lee Israel. Pero es incapaz de amar. No será hasta que resuelva el asunto con su gato y su voz que se abra a la posibilidad de ser amada. Llena de giros hilarantes, de buenos remates, de gran comedia, ¿Podrás perdonarme? introduce al espectador en el mundo de las luchas del escritor contra el mundo editorial y contra la página en blanco, contra el alcohol y la inseguridad disfrazada de soberbia. Lo introduce en este mundo de coleccionistas incapaces de encontrar que una carta falsa puede ser tan fascinante como una carta verdadera porque de eso se trata justamente la ficción: de hacer brillar, en lo falso, lo verdadero.

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ANTESALA

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ESCOLIOS

POESÍA

El mar de abajo JORGE BUSTAMANTE GARCÍA

No sé qué podría escribir en esta tarde extensa como el mar de abajo. El avión se balancea un poco, regurgita vacíos de instantes imposibles, parece detenerse sobre un montículo de aire que solo aspira al rocío raro de la noche. Yo miro por la ventana de mí mismo, vislumbro otros vuelos, otros años, otros días, unos rostros sonrientes y tristes que se agolpan en otras despedidas. Contemplo cómo se desmoronan las imágenes de tantas cosas que se quedaron quietas danzando casi en el sonido lluvioso cual fantasmas aterrados. Y ahora salgo de esa ventana de mí y solo veo otra vez el avión que regurgita y esta tarde extensa como el mar de abajo Este poema forma parte del libro en preparación 2030: el año en que te miro.

EX LIBRIS

Los pasos perdidos/ EKO

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Cambiar la vida ARMANDO GONZÁLEZ TORRES

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@Sobreperdonar

l surrealismo es el movimiento de vanguardia artística más articulado y de mayor influencia en la primera mitad del siglo XX. Si bien el surrealismo responde a un extendido clima de la cultura y en su trayecto confluyen algunos de los mayores talentos de su época, su inventor, mentor y administrador indiscutible es André Breton (1896-1966). El libro de Mark Polizzotti, Revolución de la mente. La vida de André Breton (FCE-Turner, 2009), permite rescatar la figura humana y artística opacada por la figura petrificada del líder y, a veces, dictador artístico. Con detalle pero al mismo tiempo con amena fluidez, Polizzotti narra la biografía del niño solitario y reprimido que, en la juventud, inventará una vanguardia para recuperar la infancia perdida; del utopista impulsor de un arte total que, sin embargo, reniega de su propia utopía para conservar su libertad. El surrealismo bretoniano rebasa, con mucho, lo literario, pues busca revolucionar la conciencia y el concepto de libertad y ejerce influencia en las más distintas disciplinas. Si todas las vanguardias tienen un componente vitalista, el surrealismo de Breton es la que propone de manera más explícita el objetivo de cambiar la existencia. Como se señala en el primer manifiesto surrealista: “Cambiar la vida, dijo Rimbaud, transformar el mundo, exigió Marx. Para los surrealistas estas dos consignas son una sola”. En efecto, el surrealismo de Breton busca reconocer la fuerza libidinal, lo onírico, lo lúdico, lo intuitivo e irracional como elementos de una nueva sociabilidad, en la que el individuo sea capaz de establecer relaciones más auténticas. Este movimiento representa la aspiración a la unidad ideal entre la infancia y la adultez, entre la vigilia y el sueño, entre el rigor y la improvisación. Su ideario comprende no solo la concientización a través del arte sino la militancia revolucionaria y busca combinar el mayor grado de libertad individual con la emancipación social. De hecho, para Breton la raíz de la revolución debe ser estética y, en su momento, pone la energía de su movimiento al servicio del marxismo y del régimen soviético que lo representa. Por supuesto, debido a sus diferencias sustanciales (el culto a la razón contra el culto a lo irracional, la prescripción de un camino único contra la búsqueda de una revolución visionaria), el idilio del surrealismo bretoniano con el estalinismo es muy corto. Después de la entusiasta adhesión de 1927, vino la ruptura de 1935 y la conversión de Breton a la audaz crítica del totalitarismo. El rechazo al dictado del partido es el momento culminante en la vida artística de Breton y, también, el comienzo del declive de su influencia. El poeta que aspiró a unir arte y política es repudiado por muchos antiguos compañeros, elige un controvertido exilio y regresa a su país para terminar su vida como un profeta avejentado que trata de armonizar el férreo control de sus menguados fieles con su juvenil culto a la libertad.

El surrealismo bretoniano rebasa lo literario, pues busca revolucionar la conciencia

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MÚSICA

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Un viejo casete que guarda canciones de algunas bandas de los años sesenta y setenta es el talismán que ilumina la memoria del escritor de La tumba

La Cinta Blanca de José Agustín

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JOSÉ AGUSTÍN RAMÍREZ FOTOGRAFÍA ROGELIO CUÉLLAR

n la obra de mi jefe, es reconocida su faceta como amante de la música, con especial énfasis en el rocanrol. Durante la infancia, nos fue criando y forjando al ritmo de sus piezas favoritas, sus exploraciones y experimentaciones, múltiples descubrimientos musicales, todos con un brillo singular: eran hechizos nocturnos o solares en la colección de álbumes clásicos y perdidos en ésta, la Casa que Canta, el hogar de mi padre, el gran escritor, don José Agustín. Y estos recuerdos son parte de un mapa cartográfico de armonías, letras y ritmos que, de la mano de mi jefe, me han forjado. Es la geografía de las ondas sonoras, que se han abierto paso en los laberintos de las arterias hasta el cerebro, transformándonos para siempre. Estas melodías guían el espíritu de mi padre y nuestra hermandad, hoy tan menguante, como mi capitán en esta nave de locos, tan familiar. De vuelta en el puerto, zarpamos hacia un viaje en el tiempo y el espacio, de manera alfabética, pues mi papá siempre fue obsesivo con el lenguaje —tenía todos sus libros, acetatos, casetes, videos, dvd’s y discos compactos en riguroso orden alfabético, o temático, o por países, pero nada escapaba a su ordenamiento—. Se podría decir que tenía una faceta de bibliotecario obsesivo compulsivo. Era un ordenador multifacético, siempre abierto al tiempo y al mundo. Pero hoy partimos en la búsqueda de creaturas absurdas y monstruos misteriosos, en este océano de música antigua y casi desconocida para los oídos del hombre moderno. Algunas rolas favoritas del rock más bizarro de los sixties, en sus regiones más remotas, pobladas de personajes secundarios, retadores, viejos jipis y grandes perdedores, opacados por las grandes bandas, por todos bien conocidas. Algunas de estas agrupaciones eran bastante buenas y se convirtieron en las favoritas de mi jefe en su juventud


más lisérgica, pero también durante los primeros años después de su accidente en Puebla, cuando revisitó todas estas bandas como si de viejos amigos se tratara, camaradas que no pueden dejar de encontrarse, al menos una vez, antes de realizar el viejo acto del desvanecimiento final. Quizá este gusto tan extravagante se manifestó en José Agustín simplemente porque era un amante de lo subterráneo; fueron las rolas de su juventud las que lo marcaron como artista. Las escuchaba constantemente, desde que yo era niño, y continuó oyéndolas a través de los años, conforme los medios electrónicos para escuchar música cambiaban al ritmo caprichoso de la tecnología sonora. Después de La Gran Caída, todavía le alcanzó la voluntad para ir hasta su estéreo, sacar los discos compactos favoritos de sus respectivos lugares alfabéticos para después oírlos en un festín pagano sin mayores expectativas místicas. Más tarde los volvía a guardar en sus respectivos lugares, pero esta vez yo estaba pendiente de qué habíamos escuchado, y de cuáles le gustaban más y por qué; comprendí que era mi última lección en la Escuela del Rocanrol. Ya solo la poesía y la música logran que mi padre se alegre otra vez, en su reclusión voluntaria en esta Casa del Eterno Atardecer. Hace ya mucho que no pone un disco, pero celebra que lo lleve a rocanrolear alrededor del reloj, y del mundo, todo sin salir de la casa de todos ustedes. Pero en sus buenos tiempos, jamás lo olvidaré, se lanzaba como un cazador intrépido, y, regresando de sus viajes, se retiraba la escafandra o el casco de astronauta y exhibía sus discos nuevos-viejos como trofeos de su pesca en aguas oscuras, cósmicas, abismales. En la letra A, hace su aparición triunfal Eric Burdon and the Animals, de quienes mi jefe tiene todos sus discos. Sus primeros éxitos son muy populares y bien conocidos, como “La casa del Sol naciente”. Por cierto (flashback pacheco), yo siempre relacioné nuestra propia casa con esa versión de Los Animales sobre aquel viejo blues. En parte por lo solar de Cuautla, pero también porque la letra claramente advertía de no perderse, como quizá ya lo había hecho mi padre antes de mí, en cierta casa embrujada dentro de los laberintos de la mente, un prostíbulo astral, un templo maldito de la decadencia y la perdición, aderezada con violencia, drogas y sexo. Un lugar donde rostizar tu alma y perderla para siempre, La casa del Sol naciente… Poco después, Eric y sus Animales lanzaron su propuesta más arriesgada, posterior al consumo de alucinógenos, empeñados en recrear las atmósferas inducidas por los enteógenos, como muchas otras bandas pachukas de sus tiempos. Se trata del álbum The Twain Shall Meet (1968), del cual mi padre extrajo un par de rolas particularmente surrealistas: “Just the Thought” y la épica-fantasmagórica “We Love You, Lil”, que incluyó en

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MÚSICA

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una de sus antologías más audaces y tripeadas, donde trató de reunir sus piezas de mayor elevación y altitud lisérgica. Se trata de un audio casete al que no le escribió nada, ni un título ni el listado de canciones, como siempre lo hacía, con su letra manuscrita, tan pequeña, tratando de que fuera legible, cosa rara en él. Pero no esa vez. La cinta está forrada con papel bond: era La Cinta Blanca, según él, muy maestro zen, en honor a uno de los mejores discos de los Beatles: The White Album. Recientemente, la encontré entre sus viejos tesoros, y escucharla fue una inmersión en el pasado remoto, en mi infancia, que fue a la par el fin de la juventud y el inicio de la madurez de mi Páter. En esa Cinta Blanca hay muchas rolas de Pink Floyd, pero de las más recónditas, salidas del Ummagumma (1969), Atom Heart Mother (1970), Meddle (1971) y Obscured by Clouds (1972), intercaladas aquí y allá, como sueños recurrentes. Luego, una delirante de Ten Years After: “Standing at the Station”, que es como caer directo a las profundidades de la psique. Después, Steve Miller Band con su “In My First Mind”, otro trip súper viajado, que sobrevolaba planetas fantásticos. Le seguían los Fugs, con sus violines enloquecidos, luego Country Joe and the Fish y los futuristas Hawklords. Hace poco se la puse en el tocacintas, para ver si aún recordaba las bandas que por allí desfilan, como en bazar de asombros. Mientras su rostro se encendía, co menzó a corear las canciones, como si su memoria estuviera aún en plenas funciones, respondiendo correctamente 80 por ciento, digamos, pero hay que tomar en cuenta que diseñó esa cinta, en primer lugar, para acompañar sus últimos viajes de LSD en Cuautla, cuando yo y mis hermanos éramos solo unos escuincles. La Cinta Blanca se escucha ya a punto de tronar, pronto será imposible reproducirla de nuevo, y sus advertencias contra el capitalismo irán menguando, mientras el mundo se despeña en el caos creado por esas políticas inhumanas. Pero aquellos viajes musicales me hundían en mi propio suministro de sustancias enervantes neuronales, propias de quienes amamos la música hasta los tuétanos, y que recorren el cerebro dejando surcos eléctricos de melodías nuevas, entrañables, pequeños fuegos inolvidables. Su magia abría senderos en mi mente, hasta entonces inexplorados, y expandía mis horizontes hacia los confines más exóticos y fantásticos del espíritu humano. Me desprendía de mi cuerpo escuchando esas canciones tan enigmáticas, con la simple presencia de mi padre disfrutándolas en silencio, fumando cigarros sin filtro, o quizá contándonos un cuento maravilloso, tal vez en su recámara, meditando en flor de loto, con un mandala coloreado por él mismo, o haciendo yoga mientras nosotros jugábamos, entrando y saliendo de la casa y hacia la noche, como luciérnagas intoxicadas con la luz y la oscuridad.

Ya solo la poesía y la música logran que mi padre se alegre otra vez, en su reclusión voluntaria

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ENSAYO

Seducidos por Kate Bush

E

JUAN CARLOS VILLANUEVA

l arte de Kate Bush es el epítome de la feminidad”, me decía en alguna ocasión Peter Gabriel, tratando de rastrear las coordenadas que lo habían conducido a la artista oriunda de Kent, Inglaterra. Y es que su sexualidad, su feminidad y la compasión con la que expresa su obra “te seducen, te conmueven y te hacen renacer”; así definía Gabriel a la mujer que no solo lo acompañó en voz y presencia en el dueto “Don’t Give Up” del disco So, sino que, reconfortante, lo abraza y sostiene a lo largo del video de la misma canción. “Ella es un faro de luz en el naufragio”, advierte el músico británico Steven Wilson, pensando en toda la música que ha sido inspirada, evocada y tocada por Kate Bush durante los siglos XX y XXI. Descubierta a los 15 años por David Gilmour de Pink Floyd, Kate vislumbró, imaginó y creó horizontes a los que muy pocos han llegado; quizá algún puñado de artistas han emulado su andanza inspirados por su experimentación audiovisual. Ahí están Björk, Tori Amos, PJ Harvey, Goldfrapp, St Vicent, Bat for Lashes, Lady Gaga, Imogen Heap y Florence and the Machine, entre otras, deseando ser tocadas por aquella luminiscencia a la que se refiere Wilson, ese mismo resplandor que maravilló a David Bowie cuando, en 1978, una joven Kate de apenas 19 años cantaba con una voz hechizante la hipnótica “Wuthering Heights”, del álbum debut The Kick Inside, mientras que en el video danza y se desliza ataviada en leotardo blanco, “como si un alma en pena se hubiera fusionado con el amo del teatro musical”, describía David Bowie. Han pasado 40 años desde que Bush escribió “Wuthering Heights” (“Cumbres borrascosas”), inspirada en la novela homónima de Emily Brontë. Kate tenía 18 años y soñaba con historias de amores espectrales. “Heathcliff, soy yo, Cathy. He vuelto a casa. Tengo tanto frío, permíteme entrar por la ventana”, canta Kate como si fuera una médium por la cual el fantasma de Catherine Earnshaw, el personaje central del libro, implora el perdón a su amado Heathcliff con tal de que le abra la ventana y pueda regresar del mundo de los muertos, aunque en realidad solo desea que su amado se una a ella en la muerte. La voz de Bush crea los paisajes y las geografías donde el júbilo, la ternura, el amor y la ensoñación son los escenarios de las más fantásticas y alucinantes historias. Deborah Withers, autora de Adventures in Kate Bush and Theory, escribió que el tono de su voz es “un asalto a los parámetros normales de la modulación vocal”. Así, en “Walk Straight Down the Middle”,

del álbum The Sensual World (1989), su voz emula el canto de un ave, un elemento recurrente en su obra, que revolotea como eco en “The Endless Sky of Honey” del impecable Aerial, su último álbum en 2005 y el primero en doce años. El lenguaje onírico creó una de las obras más hermosas de la música pop de todos los tiempos. El disco Hounds of Love (1985), el cenit en la carrera de la artista, revela pesadillas infantiles como ser perseguido por una jauría de perros a través de un bosque, como canta en la canción que da nombre al propio disco, aunque también “Hounds of Love (“Los sabuesos del amor”) son una imagen de alguien que teme ser capturado por el amor; y las imágenes son que “el amor toma la forma de perros de caza acechando, así que huyen porque temen ser atrapados por los perros y ser despedazados”, dijo Kate Bush a la revista NME. “Running Up that Hill (A Deal with God)” es sobre hacer un trato con Dios para intercambiar vidas con otra persona. “Se trata de una relación entre un hombre y una mujer. Se aman mucho, y el poder de la relación crea inseguridades. Expone que, si pudieran llegar a un acuerdo con Dios, el hombre pudiera ser la mujer y la mujer el hombre, cambiar de lugar, para entender cómo es ser la otra persona y aclarar los malentendidos”, dice Bush. “And Dream of Sheep” es una canción que trata de “alguien que va a dormir en el agua, donde están solos y asustados. Y quieren irse a dormir, alejarse de la situación. Pero al mismo tiempo es peligroso dormir en el agua, podrías ahogarte”, explicó la cantante en una entrevista para The Garden. Es fácil comprender que más allá de la fantasía, de la experimentación y de todo aquello que nutre la entelequia de Kate Bush, existe un hilo fantasma que hilvana cada una de las letras, melodías y notas que armonizan su obra: el amor. Con semejante fervor, Kate Bush, junto al productor e ingeniero de sonido James Guthrie (Pink Floyd), reeditó recientemente toda su discografía en dos cajas tituladas Remastered I y II, desde The Kick Inside hasta Aerial, acompañada por rarezas, versiones inéditas y el disco en vivo Before the Dawn, que registró su gira de 2014 en el Hammersmith Odeon, de Inglaterra, su primera presentación en 35 años. Kate Bush es una mujer apasionada, perfeccionista, desapegada de los elogios y las apologías patrocinadas por la fama. No solo le dio al arte una nueva idea del poder femenino, sino que ha dejado una huella indeleble que nos hace pensar y temer que, para nuestro infortunio, jamás vuelva a existir otra Kate Bush.

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DE PORTADA

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Ángel Gilberto Adame comenta el marasmo legal que amenaza la obra y el archivo del Premio Nobel

Destino incierto: el legado de Octavio Paz JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. FOTOGRAFÍA OMAR FRANCO

Á

ngel Gilberto Adame es licenciado en Derecho y en Economía por la UNAM, donde es profesor titular de la cátedra de Sucesiones en la Facultad de Derecho. Notario número 233 de Ciudad de México, es colaborador de la revista El mundo del abogado y de la sección cultural del periódico El Universal. Desde 2014, se ha dedicado a estudiar la vida y obra de Octavio Paz, sobre el que escribió El misterio de la vocación, con prólogo de Christopher Domínguez Michael, y compiló sus cartas y textos acerca de los movimientos estudiantiles en Octavio Paz en 1968: el año axial, prologado por Enrique Krauze. Es también frecuente colaborador de Zona Paz, sitio en internet dedicado al estudio y la difusión de todo lo relacionado con nuestro Nobel de Literatura. En entrevista, dice que Paz ha estado presente en su vida desde las lecturas escolares de libros como El laberinto de la soledad; recuerda las polémicas del poeta, entre ellas con Carlos Monsiváis e Ignacio Retes, y su presencia en programas de televisión como Conversaciones con Octavio Paz. ¿Cuál es el origen de El misterio de la vocación? Se dio una circunstancia curiosa; en 2014 estaba escribiendo un libro de semblanzas de maestros de la Facultad de Derecho y tuve acceso a los archivos de la Universidad. Pasaron por mis manos los expedientes de José Vasconcelos, Antonio Caso y de todo el Ateneo de la Juventud, encontré cosas increíbles. En ese pasar documentos me topé con el expediente de Octavio Paz Lozano.

Como de vez en cuando colaboro en la revista jurídica El mundo del abogado, para el centenario de Paz envíe una pequeña nota: “Octavio Paz, abogado”, de inmediato gente interesada en él me empezó a mandar cosas, y a mí me surgió una inquietud: ¿qué fue de Paz en la Escuela de Jurisprudencia? En varias ocasiones, él declaró que le faltaron una o dos materias para terminar la carrera o que no había querido terminar por ser congruente consigo mismo, porque ya había descifrado su misterio vocacional: quería ser poeta. Me puse a armar el paso de Paz en la Facultad de Derecho, y en ese tiempo salieron los documentales de Clío sobre él, en los que Christopher Domínguez dice que a Paz solo le faltó la tesis. Le escribí un correo electrónico, preguntándole cuál era su fuente para esa aseveración. Me respondió: “Mi fuente se llama Guillermo Sheridan, y le pongo copia para que él nos platique”. Yo les envié documentación que probaba lo contrario, como una pequeña provocación y, en vez de molestia, encontré curiosidad, retroalimentación, interés. Nos dimos cuenta que sobre la vida de Octavio Paz y su obra faltaba mucho por decirse. Me surgió entonces una enorme curiosidad que me llevó a hurgar archivos —en México, por cierto, tenemos una muy mala cultura de archivos— y conocer a su familia, con la que me llevo muy bien. De la parte Lozano, Pepita (Josefina, la madre de Paz) fue la mayor de siete hermanos y yo conozco a más de cien de sus descendientes. Del lado de los Paz, conozco a unos veinte o treinta. A todos los entrevisté, con todos me fui a platicar. La vida y la obra de Paz me fueron apasionando, y ya no pude parar; de esta manera, casi sin quererlo, fui juntando una serie de ensayos que me llevaron a escribir El misterio de la vocación. En ese camino, apareció también Marie José Paz, que conocía el libro. Me bus-

có, nos vimos dos o tres veces y luego comenzamos a hablarnos por teléfono una vez a la semana. En fin, si Christopher no me contesta el correo este libro, quizá, no existiría. Si en El misterio de la vocación aparece un Octavio Paz en proceso de definición, los documentos que ofrece El año axial lo muestran en plena madurez, crítico y congruente al grado de renunciar a la embajada en la India por no estar de acuerdo con la represión del gobierno mexicano al movimiento estudiantil de 1968. Fui a la India en diciembre y visité la antigua residencia de la embajada mexicana: es una mansión impresionante, un chalet en un terreno de más de dos mil metros cuadrados. Pensé: en 1968 la India no representaba absolutamente nada para México, Paz era su propio jefe, tenía contacto directo con Indira Gandhi, tenía tiempo para escribir, y toma la decisión de dejar todo eso, su tranquilidad y seguridad económica, por ser congruente con sus ideas políticas. Eso no lo hace cualquiera. Es imposible hablar contigo sin preguntarte, como experto en el tema, sobre el destino que les esperan a la obra y al archivo de Octavio Paz. La desgracia comenzó cuando murió Rafael Tovar y de Teresa; él tenía un vivo interés en resolver el tema, como se hubiera resuelto en vida de Marie José. Ella me dijo que si le conseguían la antigua casa de Mixcoac, la de Ireneo Paz, estaba dispuesta a dar el archivo de su esposo. Se lo comenté a Rafael y él empezó las gestiones, pero se enfermó, murió y el cambio (en la Secretaría de Cultura) no fue nada favorable, por lo menos en esto, lo digo porque en algún momento me volví, no sé si amigo de Marie José pero sí su consejero jurídi-

“La ley genera un plazo para reclamar la herencia: diez años, que aún no empieza a correr”

co. Le arreglaba una serie de nimiedades que quizá en otro país, en otras circunstancias, tenía que haber resuelto la autoridad cultural, pero aquí la autoridad cultural estuvo muy ausente en ese proceso. Repito, conozco a muchos Lozanos y muchos Paz, y ellos no tienen ningún derecho a la sucesión, porque Paz hizo lo que todo el mundo tendría que hacer: un testamento, y designó como heredera única a Marie José. Con este hecho, anuló cualquier derecho de la familia de Paz. El punto es que ella no hizo testamento y el Estado mexicano no estuvo atento a que se resolviera este asunto oportunamente. ¿Qué pasa cuando una persona no deja testamento? El Estado


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paseando por todas partes) y se los dije a las autoridades culturales: si se tardan en desahogar este asunto, el famoso archivo de Octavio Paz se va a reducir a cero. Por eso no es extraño que los escritores vendan sus archivos a Princeton, donde, entre otros, están el de Elena Garro y Carlos Fuentes, ordenados, cuidados. ¿Qué contiene el archivo de Paz? No lo sé; a veces pienso que fantaseamos mucho de que ahí vamos a encontrar el gran cofre de oro: quizá las respuestas de Elena a las cartas que Paz le escribió en 1935, o las cartas de Tomás Segovia o las de Luis Cernuda. Lo que puedo decir, por lo menos de la etapa que me tocó conocer a Marie José, es que ella no le daba al archivo el cuidado que debía tener. Entonces, tal vez sea una mina de oro, o tal vez no. Yo, por ejemplo, estoy muy interesado en la vida de Ireneo (abuelo de Octavio Paz). En la última publicación que hizo de El almanaque del padre Cobos (1886) anunciaba sus memorias en diez tomos; me consta que existen porque tengo copia de la sucesión de Octavio Paz Solórzano y se incluyen en el inventario. Tengo la esperanza de que estén en el archivo de Paz, ojalá no hayan desaparecido. Tampoco sabemos dónde está el famoso álbum de la tía Amalia. Algunos afirman que se quemó en el incendio del departamento de Paz de Guadalquivir (en diciembre de 1996); se lo pregunté a Marie José y ella me dijo lo mismo: se quemó en el incendio. Le dije que no, porque hay una entrevista, posterior al incendio, en la que Sheridan le pregunta a Paz sobre el álbum y éste le responde que lo está revisando. Si apareciera, sería una maravilla. ¿Qué podría suceder con el archivo? Insisto, de estos 20 años que ya pasaron de la muerte de Paz (19 de abril de 1998), se pueden haber perdido, destruido o desaparecido muchas cosas, por deterioro o, quizá, porque dolosamente se destruyeron. Ahora, Paz dejó establecido que si Marie José no decidía nada sobre su archivo éste se iría a El Colegio Nacional, una institución de la que fue miembro por más de tres décadas. Yo esperaría que El Colegio Nacional, dentro de los procedimientos legales, se apurara para que lo antes posible le den el control del archivo y lo ponga a buen resguardo; eso a los estudiosos nos interesa mucho. En la situación legal en la que se encuentra el legado de Octavio Paz, ¿el destino de sus libros es también incierto? La obra de Paz todavía no entra al dominio público, faltan 20 o 30 años para que eso suceda. Si alguien en este momento saca una edición no autorizada por los herederos de Paz, está cometiendo un acto que puede ser sancionado tanto civil, con compensación económica, como penalmente. El problema es que, hasta este momento, esos herederos no existen. Si yo hago ahora una edición de El laberinto de la soledad, el punto es quién me va a reclamar.

¿El Fondo de Cultura Económica no podría hacerlo? No, porque quien menos derecho tiene, conforme a la ley, es la Secretaría de Educación Pública (a la que está adscrito el FCE). Quien lo tendría cien por ciento es Cultura de la Ciudad de México, pero no lo tendrá hasta que el juez no la nombre heredera, y eso va para largo porque ahora están con los inventarios, buscando entrar a las casas, lo que ha sido un verdadero galimatías porque la anterior secretaria de Cultura tomó decisiones desafortunadas que hicieron que se retrasara muchísimo el procedimiento. A mí me consta que Marie José nunca autorizó una edición digital de las obras de Paz, pero si tú entras a los Apple Books vas a encontrar que tiene más de dos o tres años que están vendiendo una edición de El laberinto de la soledad. Marie José se lo hizo notar a la gente del FCE, los autorizados para editar este libro, y a nadie le importó. Entonces, tú me preguntas algo que aun en vida de Marie José ya ocurrió, como lo de Apple Books que, sin autorización de Marie José, comenzó a comercializar un libro electrónico de Paz. Esto está pasando, y quien lo haga con otros libros o textos incurre en una responsabilidad. El punto es quién se lo va a reclamar por esta indefinición en la que estamos. En Zona Paz, cuando comenzamos a publicar cartas de Octavio Paz, advertimos que cuando tuviéramos claro quiénes eran los herederos y si había que pagar alguna cantidad, estábamos dispuestos a hacerlo; en el ínter no tenemos a quién pagarle. Pero estamos obrando de buena fe y Zona Paz no tiene fines de lucro. Una cosa es publicar así y otra hacer una edición de un libro de Paz, empezar a venderlo y recibir dinero por él; son cosas distintas. ¿Cómo acercar a los jóvenes a la obra de Octavio Paz, sobre todo en esta época de tanta turbulencia ideológica y cuestionamiento a su obra desde el poder? Cuando planeamos Marie José y yo El año axial, que la casualidad hizo que fuera el último que autorizó, pensamos que teníamos que presentar a los lectores no al Paz que sin leer le han vendido a la juventud, un Paz alineado al gobierno (en uno de sus últimos escritos, é reconoce que se equivocó al simpatizar con el salinismo por su afán modernizador). Yo le decía a Marie José, y ella estaba de acuerdo: “Hay que presentarles a los jóvenes estos textos, que conozcan al Paz que desde el gobierno se atrevió a criticar y renunciar a un puesto privilegiado. En ese libro, que es de Octavio Paz y en el que yo tuve la oportunidad de hacer algunas notas y compilar sus cartas sobre el movimiento estudiantil de 1968, los jóvenes pueden ver a un intelectual valiente, comprometido. Creo que los jóvenes necesitan valorar en su justa medida a nuestro único Premio Nobel de Literatura.

“Me consta que Marie José nunca autorizó una edición digital de las obras de Paz”

tiene que suponer a quién hubiera querido uno dejarle sus cosas y entonces, de acuerdo con la ley, es la familia de Marie José (Tramini Poli) la que va mano. Se dice que Marie José no tenía familia, yo tengo mis dudas. En los periódicos se dice que las autoridades ya están tomando decisiones sobre esto, pero como abogado y notario te digo que si apareciera un Tramini o un Poli a reclamar la herencia, todo lo que han venido hablando y diciendo las autoridades culturales, adiós, porque, de acuerdo con la ley mexicana, es de ellos. Además, la ley les genera un plazo muy largo para reclamar la herencia: diez años, que todavía

no empieza a correr porque son diez años a partir de que es nombrado el heredero de la sucesión. Si no apareciera nadie, el heredero va a ser el DIF de la Ciudad de México. Desde la muerte de Marie José (el 26 de julio de 2018), en la medida de mi relación con la gente de la cultura, he venido manifestándoles que esto urge. Además, tuve la oportunidad de entrar a las cuatro propiedades de Paz y Marie José (una casa en Plinio 333, colonia Polanco, otra en Porfirio Díaz 125, colonia Nochebuena, un penthouse en Lerma 145 y otro en Guadalquivir 109, en la colonia Cuauhtémoc) y todo está tirado (en el de Guadalquivir había gatos

El autor de El misterio de la vocación y Octavio Paz 1968: el año axial, y colaborador de Zona Paz.

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TERTULIA

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PERSONERÍO

ENTREVISTA

El asesinato del cisne JOSÉ DE LA COLINA

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ace años copié a mano una terrible y hermosa página que pensé que era un poema en prosa al estilo de Los cantos de Maldoror y la guardé, pero sin nombre de autor. Un día llegué a creer que el texto era mío pues los insomnios me habrían hecho poeta momentáneo. He aquí la página: “En el otoño, cuando millares de aves huyen del norte hacia cielos soleados, que tu barca se abandone a la corriente del Mississippi. Cuando veas dos árboles más altos que los demás, y uno frente al otro en opuestos márgenes, detén el esquife y mira hacia arriba. Verás un águila, que, posada en una rama cimera, escudriña toda la extensión de las aguas escuchando los más leves ruidos del paisaje. En el árbol aún más alto de la orilla opuesta se halla de centinela el águila hembra, que de vez en vez lanza un agudo grito para pedir paciencia al macho, y éste, inclinando el pico y batiendo las alas, responde con un graznido que es como la siniestra risa de un loco. Patos silvestres, pollas acuáticas y avutardas huyen en apretados batallones arrastrados por el río. Por fin las águilas acechantes oyen el aleteo de un ave que viene volando alta sobre las aguas y emitiendo un canto como el soplo de una ronca trompeta. Es el canto del cisne. Con un grito de dos notas, la hembra del águila avisa al compañero, que se estremece y se prepara al ataque picoteándose el plumaje. Ya va a lanzarse en vuelo. “El cisne, blanco como la nieve, se acerca adelantando el largo cuello y con ojos inquietos. El precipitado aleteo apenas basta a sostenerle el cuerpo, y sus patas no son visibles por ir replegadas contra el vientre. Se oye un grito de guerra y el águila arranca, veloz como el relámpago. El cisne ve a su verdugo, baja el cuello, intenta escapar zambulléndose en el río, pero el águila, atacando con el pico desde abajo de la víctima, le dispara picotazos al vientre y a las alas, obligándola a permanecer en vuelo. Esta táctica de agresión rara vez le falla al ave de presa. El cisne se debilita, se cansa, pierde la esperanza de salvarse. Su verdugo, temiendo que se hunda en el río, le da un hondo arañazo bajo un ala y lo precipita en caída oblicua hacia una orilla. “No se puede contemplar sin espanto el triunfo del águila: aletea y aúlla de alegría, baila sobre la moribunda presa, le hunde las garras en el pecho, bebe del corazón abierto, levanta hacia el cielo la calva cabeza y los ojos inflamados de sangre y orgullo. La hembra se junta al macho y los dos agujerean el pecho de la víctima y se sacian de sangre caliente”. Descubrí quién era el autor cuando me llegó a las manos el libro The Birds of North America, del estadunidense John James Audubon (1785-1851), que fue a la vez un científico naturalista, un pintor de la escuela del neoclásico Jean-Jacques David. Audubon logra una coreografía de palabras y de figuras en el paisaje natural como en un teatro de tensión; la pareja de águilas acecha, persigue, hiere, mata al cisne, y luego, en el cruento festín, baila su danza triunfal en torno a ese ángel de las aves del que diría Mallarmé que ni su blancura defendía.

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La conductora de televisión y autora de Funderelele y más hallazgos de la lengua.

Laura García Arroyo

“El lenguaje pisa el acelerador”

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HÉCTOR GONZÁLEZ gonzalezjordan@gmail.com FOTOGRAFÍA TWITTER

i hay algo de lo que Laura García está segura es de que las palabras son lo que comunican y la historia que cuentan. Atrás de cada una hay algo más que un trazo. En su libro Funderelele y más hallazgos de la lengua (Planeta), la escritora y conductora de televisión hace algo más que un recuento de términos extraños y olvidados: nos invita a pensar en la forma que nos relacionamos con el lenguaje. ¿Un libro como Funderelele... solo se puede escribir a partir de un amor profundo al lenguaje? En mi caso, es un amor nacido a partir de la observación, el estudio y la compañía consciente. Las palabras las usamos todos, pero cuando damos un paso más y las observamos de otra manera a fin de ir más allá de los trazos que las componen, descubrimos que tienen sonoridad, historia y, en el caso del libro, un ejercicio de memoria vinculado a la forma en que aparecieron en tu vida. Según tu libro, utilizamos alrededor de 300 palabras; George Steiner es más radical y dice que utilizamos menos de 100. La cantidad de palabras depende del contexto en el que te mueves. En cualquier caso, nuestra pobreza de lenguaje se debe a que usamos genéricos. Nos hemos vuelto muy flojos a la hora de nombrar las cosas. Si te digo dame “aquello” sin precisar, probablemente sabrás a qué me refiero. Preferimos decir “me dieron flores” y no especificar la especie. Por eso, en lugar de decir cuchara para servir los

helados, se me hacía más divertido e interesante decir “funderelele”. Vivimos una época donde hay más canales de comunicación, pero paradójicamente nuestro lenguaje es más limitado. Vivimos un momento de cambio y saturación visual, auditiva e informativa. Cada vez nos cuesta más concentrarnos en algo. A la vez, nuestro cerebro está aprendiendo a hacer cosas simultáneamente. No sé qué consecuencias traerá esto porque estamos en plena evolución. En el caso del lenguaje, hemos pisado el acelerador. Las redes sociales e internet han propiciado que una generación lingüística dure menos. Los usuarios de internet inventan una palabra y si gusta puede llegar al diccionario. ¿Por qué las academias de la lengua se espantan con los neologismos? La función de la Academia es normativa y me parece importante que exista una institución que defienda las normas gramaticales y el uso de la lengua. Es lógico que se espante porque antes tenía más injerencia en el idioma: discutía para definir qué pasa con términos como, por ejemplo, “huachicolero”. Cuando la Ciudad de México cambió de estatus político hubo que definir un gentilicio y resultó que desde hacía

“A la Academia le corresponde hacer el esfuerzo por mantener las normas”

años la Academia Mexicana de la Lengua lo había establecido: “mexiqueño”. Sabemos que está en el diccionario y que tiene una razón de ser pero nadie lo usa. Estoy segura de que esa palabra terminará en el olvido y tendrá que surgir otra. A la Academia le corresponde hacer el esfuerzo por mantener las normas, aunque debe ser consciente de que será el hablante quien determine la evolución del idioma. ¿El lenguaje se globaliza tanto como la economía? Sí, y la entrada de extranjerismos tampoco me preocupa. Siempre han existido y son consecuencia del roce entre lenguas. Gracias a internet, las fronteras físicas ya están superadas. Mientras seamos conscientes de que hay equivalentes en español para decir ciertas cosas, está bien; el asunto es ese conocer y decidir en un acto de libertad y no por ignorancia. ¿La pobreza en el lenguaje de los políticos o de los medios refleja la crisis que vivimos? En el caso de los políticos, creo que están tan atemorizados por meter la pata que se van a lo seguro. Utilizan palabras rimbombantes o lugares comunes para marear al interlocutor. Los medios de comunicación están dejando de lado a los periodistas de gremio y oficio, a aquel que lee y escribe mucho. Abundan los improvisados que van a la nota fácil y al copy page. Estamos viendo las consecuencias de menospreciar a la profesión. Eliminaron a los correctores de estilo por economizar y tenemos periódicos con una cantidad de faltas de ortografía que no habíamos visto nunca.

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EN LIBRERÍAS

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NARRATIVA, BIOGRAFÍA, ENSAYO Déjame

Deidades menores

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A FUEGO LENTO

Lectura fácil

Loba México, 2019

Armando Ramírez Océano México, 2018 201 páginas

F. G. Haghenbeck Océano México, 2018 257 páginas

Cristina Morales Anagrama España, 2018 420 páginas

Luego de filmar una cápsula noticiosa en la Casa España, Armando Ramírez, el mismo autor, cae prendado de una mujer que desata un huracán amoroso que solo anuncia desasosiego y temblor. El lector es testigo de esta pasión loca y también paseante por las calles del Centro Histórico de la Ciudad de México, el motivo principal de esta novela en la que no hay distinción entre autobiografía y ficción, pasado y presente, vivencias y presencias reales e imaginadas.

Villa Sola, un lugar apacible donde los hechos violentos no tienen cabida, es el escenario de esta novela que mezcla el thriller con el terror. Siguiendo una corazonada, el protagonista investiga a la caravana de ancianos que se asienta a las afueras del pueblo para descubrir que se trata en realidad de un grupo milenario que ha sembrado la muerte a su paso. Como en otras ocasiones, Haghenbeck recurre a los modelos impuestos por el cine y las series de televisión.

Cuatro parientas, cuatro discapacitadas intelectuales, conducen esta novela que, en principio, retrata a la ciudad de Barcelona de los okupas y en pie de guerra contra el totalitarismo del mercado, y, lateralmente, que denuncia la preeminencia del machismo, los abusos del poder y los usos políticamente correctos del lenguaje. Además de ese retrato urbano, sorprende la vitalidad y la fiereza con las cuales Cristina Morales ha sabido construir un estilo.

Flores sobre el infierno

Julio César Chávez. La verdadera historia

Arte Duty Free

Ilaria Tuti Alfaguara México, 2019 349 páginas

Julio César y Rodolfo Chávez Aguilar México, 2018 248 páginas

Hito Steyerl Caja Negra Argentina, 2018 288 páginas

Una trama conducida con mano sabia, una galería muy bien definida de personajes, un estilo ágil que no desdeña las descripciones luminosas: estas son algunas de las virtudes de esta novela, la primera en la cuenta de Ilaria Tuti, quien se perfila como un nombre infaltable en el thriller europeo. Las montañas del norte son el escenario y la aparición de un cadáver al que le han arrancado los ojos es el obturador que dispara una trepidante investigación.

Sin dejar de lado la carrera boxística de Julio César Chávez, uno de los más grandes pugilistas que ha dado México, este libro se detiene más en su vida personal. Que su hermano Rodolfo aparezca como coautor le da veracidad a lo que se cuenta. Como explica Javier Cubedo en el prólogo, la biografía fue “Escrita de manera cruda y sin censura”. La infancia difícil, las peleas más importantes y el paso por un centro de rehabilitación son algunos de los episodios que se presentan.

Doctora en Filosofía y videoartista, en este libro Hito Steyerl tiene como uno de sus temas principales, en palabras de los editores, “la pulsión destructiva del capital”. Subtitulado El arte en la guerra civil planetaria, en uno de los ensayos retoma la película de Alfonso Cuarón, The Children of Men, para hablar de la función de los museos en esta guerra. En otro, expone lo que es la “disrupción creativa”, las tecnologías “que sacuden violentamente a las sociedades”.

Un lamento vaporoso ROBERTO PLIEGO robertopliego61@gmail.com

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asi como un acto reflejo, un lector suele asomarse a la tercera y a la cuarta de forros cuando tiene un nuevo libro entre las manos. ¿Qué hallamos en el caso de Loba (Alfaguara), la segunda novela de Orfa Alarcón?: “El lenguaje de Orfa Alarcón es rápido y despiadado” (Neue Woertlichkeit); “Corrupción, trata de blancas, narcotráfico, incesto y violencia, Loba es un coctel inquietante que nos deja sin aliento. Y todo ello agitado por un lenguaje preciso y potente” (Eduardo Antonio Parra). Loba invoca, en efecto, a la corrupción, la trata de blancas, el narcotráfico, etcétera, pero carece de un lenguaje potente. Lo suyo es más bien un lirismo híper ventilado que en muchos de sus momentos vuela con tan poco freno que cae sin remedio en la cursilería. Ya que está hecha primordialmente de lenguaje (el argumento es un accesorio y se perfila en los esfuerzos inútiles de una joven, Lucy, por alejarse de su padre, el Lobo, un hombre poderoso en quien confluyen el crimen y la política), ese tono impone un efecto de indigestión. Son demasiados los pasajes que llevan esta carga. Comparto solo dos: “Podría pasarte cualquier cosa, podría arrollarte el tren, y quedaría intacta tu belleza. Eso es lo único que merecemos. Nunca obtendremos el amor, pero siempre estará ahí la belleza, como tú, aunque te escondas tras tu pelo largo y tu ropa fancy”; “Fue esta fortuna. Esta dicha. Este amor que me late desde que era niña, y que me hacía sentir que me faltaba un abrazo en la cama. Siempre fui triste. Porque tenía esa ausencia y ahora lo sé”. La desilusión que provoca Loba tiene su asiento en el contraste. Cuando Lucy interrumpe sus pensamientos, observamos la muerte violenta de un joven, las oscuras galerías de un lavadero de dinero en la colonia Roma o la violación tumultuaria a un grupo de menores de edad en una fiesta donde los invitados pagan por humillar el cuerpo de sus víctimas. Son momentos escalofriantes pero esos momentos llegan hasta nosotros a través de un estilo ocupado en transmitir las vacilaciones gemebundas del corazón. ¿Cómo narrar el horror? ¿Qué palabras pueden dar cuenta de la degradación y del poder de un hombre sobre cientos de almas y destinos? Orfa Alarcón no ha dado con la elección correcta. Se ha dejado llevar por la poetry narcisista. De modo que la bravura que reconocimos en la primera novela de Orfa Alarcón está en el polo opuesto de la sensibilidad de Loba, un lamento vaporoso en la mente de una pobre niña rica.

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LITERATURA

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RESEÑA

Por la salvación de Philip K. Dick En Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos, Carrère hace el retrato libre de uno de los iconos de la ciencia ficción

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uando Emmanuel Carrère leyó a Philip K. Dick, en 1975, afirmó que era el Dostoievski de su tiempo, el hombre que lo había entendido todo. Y cuenta que uno de sus editores franceses reconocía a la novela Ubik “entre los cinco libros más grandes jamás escritos. No uno de los cinco más grandes de ciencia ficción, no: uno de los cinco mejores a secas, junto con la Biblia, el I Ching, y El libro tibetano de los muertos”. Ya entrado el siglo XXI, Carrère asegura: “Lo que imaginó Dick pertenece a todo el mundo, vivimos en ese mundo, en la realidad virtual que en su día fue una ficción y que ahora es la realidad, la única que existe”. Su entusiasmo fue tal que tiempo después se dedicó a indagar en la vida del autor de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? En 1993, publica Yo estoy vivo y vosotros estáis muertos: un viaje en la mente de Philip K. Dick, hoy reeditado por Anagrama. Quien se haya acercado a la obra de Carrère no habrá de extrañarle su interés por Dick. Él mismo reconoce su fascinación por “destinos que abarcan un espectro amplio, atraviesan universos muy variados, no contiguos, a priori estancos”. Es el caso de Limónov o El adversario, dos historias muy distintas, si bien basadas en vidas de excepción. Philip K. Dick embona naturalmente en este esquema, que le ha permitido a Carrère perfeccionar la novela de no ficción, género del que se ha servido para trastocar las fronteras entre realidad e imaginación. La biografía de Dick va en ese sentido: sin distanciarse de los hechos, el autor se da licencias, “miente con conocimiento de causa”, como diría Mario Vargas Llosa. En cuanto al retrato de Dick —Carrère se considera un retratista—, el modo en que entra en la piel del personaje confirma su maestría y sensibilidad para delinear los rasgos y detalles que revelan los claroscuros de una personalidad tan compleja como entrañable. Valga pues lo que ha dicho, haciendo un guiño a Flaubert, en torno a otros de sus personajes para esta biografía: “Philip K. Dick soy yo”. La historia comienza cuando el 16 de diciembre de 1928 Dorothy Kindred Dick da a luz a unos mellizos prematuros: Philip y Jane. Esta última muere días después, hecho que marcaría la vida del hermano sobreviviente. Phil tenía cinco años cuando sus padres, Edgar y Dorothy, se divorcian. El niño

GUADALUPE ALONSO CORATELLA FOTOGRAFÍA PHILIPPE HUPP

El autor de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, llevada al cine como Blade Runner.

regordete, de carácter taciturno, se entretiene solo, por las tardes, mientras la madre trabaja. Para entonces ha mostrado un interés precoz por la música. Se fascina con la novela Winnie the Pooh, una historia a la que volverá una y otra vez para tratar de comprender los misterios del más allá. “A los doce años le gustaba ya lo que había de gustarle toda su vida: escuchar música, leer y escribir a máquina”. Colecciona revistas ilustradas, se fascina con los relatos de Edgar Allan Poe y Lovecraft. Estos antecedentes serán esenciales en el arco de la vida y la obra de Dick, un joven que sufre de asma y taquicardias, inseguro, paranoico, acechado por sueños que lo aterrorizan. Proclive a sufrir crisis de ansiedad, requiere los servicios de un psiquiatra. “Tenía 14 años cuando su madre lo llevó al primero de una serie casi ininterrumpida hasta su muerte”. El destino de Dick, quien había desistido de sus estudios en la Universidad de California, en Berkeley, para dedicarse a la venta de discos, dio un vuelco cuando conoció al escritor Anthony Boucher, quien publicaría

La biografía de Carrère tiene la virtud de mostrar la sintonía entre vida y creación literaria

en su revista el primer texto “profesional” de Dick. Esto lo animó a dejar el trabajo en la disquera para dedicarse de lleno a la escritura. Comenzó a vender sus cuentos y escribió su primera novela en 1955. Convencido de que este oficio le daría para vivir, se dedicó de manera compulsiva a teclear en su máquina de escribir. “Cuando Dick, a los 24 años, decidió dedicarse profesionalmente a la ciencia ficción, no imaginaba que esa decisión sería para toda la vida”. Pero la ciencia ficción no fue solo un vehículo para crear mundos imaginarios. En sus historias, Dick vertió experiencias vitales. La certeza de que podríamos estar viviendo una realidad simulada o la convicción de que él “había sido una variable reprogramada en uno de esos insidiosos cambios de realidad que conforman la trama del universo”, lo impulsaron a crear una obra visionaria que nos sigue asombrando. Phil K. Dick “creía en la existencia de un secreto que lo visible ocultaba, no imaginaba que la vida pudiera revelárselo poco a poco, sino que correspondía al intelecto conquistarlo con la fuerza. De la cultura, el psicoanálisis o la religión no esperaba una formación, sino que le revelaran la fórmula que nos permitiera evadirnos de la caverna donde, según Platón, solo se

nos deja ver las sombras del mundo real”. También se volcó hacia el esoterismo: el I Ching fue decisivo para normar su vida. En esta búsqueda se acercó al catolicismo, al que se convirtió en la madurez. Dick aseguraba que había entrado directamente en contacto con el Programador, el dios escondido, y tuvo la certidumbre de haber vivido una vida alterna en el presente. Su indagación incluyó la “experiencia infernal” que tuvo con el LSD, que probó una sola vez. La biografía de Carrère tiene la virtud de mostrar el paralelismo entre la vida y la creación literaria de este hombre singular que alcanzó la fama anhelada y sobrevivió a un suicidio; un hombre abandonado por las cinco mujeres con quienes se casó y consagrado, los últimos ocho años de su vida, “a aquello para lo que Dios lo había traído al mundo: a formular hipótesis”. De ahí su diario, Exégesis, que dejó inconcluso en 8 mil páginas. El autor de El hombre en el castillo se quedó solo al final, sin saber en qué ocupar las cantidades de dinero obtenido por los derechos de sus novelas llevadas al cine. En esa etapa contó con los cuidados de Doris, una joven convertida al catolicismo que, tras su muerte, prometió rezar por la salvación de Dick el resto de sus días.

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ESCENARIOS

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RESEÑA

Paul Auster: pasión por la imagen

P Fuimos héroes se presenta viernes, sábado y domingo en el Centro Cultural Helénico.

PERIPECIA

A las puertas del matrimonio ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.com FOTOGRAFÍA JUAN RODRIGO BECERRA ACOSTA

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uimos héroes abre la puerta para que el espectador vea y escuche lo que le sucede a un hombre joven, en una época de tutoriales virtuales, a punto de salir rumbo a su boda. En compañía de sus dos mejores amigos, el novio transita entre las mayores dudas de su existencia frente al abismo que representa el contrato de amor, aunque entre sus deseos se encuentre el de permanecer al lado de quien está cerca de ser su esposa. Como si el moño negro de corbata fuera el nudo de la horca, en esta comedia escrita por Alfonso Cárcamo se evidencia, con ironía y sarcasmo, la compleja situación en la que se encuentra el hombre contemporáneo que no ha podido zafarse de atavismos en torno al matrimonio, frente a mujeres que le aventajan un buen tramo al dejar atrás algunas ataduras. El dramaturgo mexicano, actor, maestro, director y guionista nacido en 1974 propone un texto que desgaja el escalofrío masculino ante la cauda de condiciones que arrastra el compromiso de la relación amorosa, con lo que explora emociones, límites y grilletes poco abordados dramatúrgicamente. La cercanía del ritual que el matrimonio impone, catapulta el honesto sentir del personaje que hace un alto antes de dar el paso para sopesar el presente, mientras deja conocer al espectador un accidentado pasado y echa un vistazo a un incierto futuro. Las estocadas verbales, los desenmascaramientos, la hábil manera en

que el autor hace que los personajes revelen su intimidad, entre tragos de whisky y recriminaciones que solo pueden surgir entre amigos, enriquece al trío que se debate entre la imposición y las necesidades. La pequeña sala donde se encuentran, en la cual el único sofá pudiera ser su balsa salvadora, dobla sus muros como las hojas de un pop up que, al desplegar el pasado, dejan conocer las circunstancias que han conducido a los tres hombres a la situación en la que se encuentran. El viaje de años atrás por distintos cuartos de hotel o por la cocina donde arrecia la cruda en la que parecen estacionarse estos fanáticos del Cruz Azul ubica a los personajes en una especie de movilidad suspendida, destacada por el diseño de escenografía, iluminación y vestuario de Ingrid Sac, que viste de frac a los hombres encerrados en un espacio donde las puertas se erigen en apertura y cierre de posibilidades por el túnel del tiempo. Leonardo Ortizgris, Tizoc Arroyo y Mauricio Issac construyen a unos personajes que se autodescubren mediante la crítica, los reclamos y las verdades amistosas, liberadas en una especie de juego adormecedor

La pericia de Cárcamo consigue un trabajo revelador, entre risas y giros inesperados

de conciencias que termina por liberar secretos. Antonio Castro, cuya dirección por lo general deja a su elenco hacer sencillamente lo que sabe, lo que pocas veces fructifica, sale ganando en esta oportunidad con el trío de actores que se comunica a través de un combate en constante efervescencia, que sube y baja de intensidad según el vaivén emotivo de los personajes en la disyuntiva de avance o retroceso. La decepción in crescendo de los tres amigos que no encuentran salida fácil se engancha a la risa que genera en el espectador descubrir el fracaso propio y ajeno, en un remolino apresurado por responder a parámetros que se han vaciado de sentido. La pericia de Cárcamo en la construcción de diálogos francos, hirientes y reveladores que sorprenden al personaje y al espectador, el trabajo de los actores que consigue la intimidad amistosa entre sacudidas y auto reconocimiento en la progresión de un largo momento decisivo, consiguen un trabajo revelador, entre risas y giros inesperados. Fuimos héroes es una propuesta divertida que cuestiona los roles de dos heterosexuales y un homosexual en lucha por saber quiénes son y qué necesitan, entre frases de Coelho y de Cioran, como si éstas fueran salvavidas lanzados a una sociedad que ha regido la expectativa amorosa de la mayoría sin cuestionarse por sus auténticos deseos ni por el desafío para conseguirlos.

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ANDREA SERDIO

aul Auster nació el 3 de febrero de 1947 en Newark, Nueva Jersey. Es autor de novelas como El libro de las ilusiones, en la que rinde homenaje al cine mudo y despliega sus conocimientos de ese arte constante en su literatura —como ejemplifica también Un hombre en la oscuridad, donde alude, entre otras películas, a La gran ilusión, de Jean Renoir, Ladrones de bicicletas, de Vittorio de Sica, y El mundo de Apu, de Satyajit Ray. Guiones, publicado por Seix Barral, reúne tres historias escritas por Paul Auster para el cine: Smoke, Blue in the Face y Lulu on the Bridge, y ofrece material adicional que documenta la pasión del escritor por una disciplina que quiso estudiar formalmente, pero de la que desistió debido a su timidez. Sin embargo, el cine acudió a su encuentro en 1993 cuando Philip Haas dirigió La música del azar, basada en su novela homónima. Auster debutó como guionista con Smoke. La idea de la película surgió cuando el director japonés Wayne Wang leyó “El cuento de Navidad de Auggie Wren”, que el escritor publicó en el New York Times. La historia sucede en una tabaquería de Brooklyn, propiedad de Wren, que todos los días toma una fotografía del mismo lugar a la misma hora y quien se hace amigo de uno de sus clientes, el escritor Paul Benjamin. En Smoke, Paul Auster aparece también como director. La película la firman Wang y él, quienes volverían a unirse en Blue in the Face, rodada inmediatamente después de Smoke y en la que realizan pequeños papeles estrellas como Michael J. Fox, Mira Sorvino, Lou Reed y Madonna. La película, realizada sin guion ni ensayos, bucea en los ideales y el pensamiento del fumador y celebra la tolerancia y diversidad étnica de Nueva York. Lulu on the Bridge cuenta la historia de un saxofonista de jazz que recibe un tiro en la cabeza, pierde la capacidad de tocar y, “en la última hora antes de morir, sueña otra vida para sí”, como explica el autor. Una vida que no es solo un sueño sino una realidad que lo transforma y lo hace un hombre diferente. El guion fue pensado para que lo dirigiera Wim Wenders, pero cuando éste rechazó la oferta, el propio Auster asumió la dirección. Después de Lulu on the Bridge, último de los guiones incluidos en el libro, Paul Auster volvió al cine como guionista y director con La vida interior de Martin Frost, en donde un escritor de éxito decide hacer un alto y aislarse en una casa de campo, en la que encuentra a una mujer misteriosa de la que se enamora. La película no fue bien recibida; sin embargo, en ella prevalece la voluntad de reflexionar sobre la verdad de la vida.

Lulu on the Bridge cuenta la historia de un saxofonista de jazz que recibe un tiro en la cabeza

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ

2 DE MARZO 2019

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TOSCANADAS

Ritual DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

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uri Andriéevich Zhivago muere con estas líneas: “Sin prestar atención a los gritos, consiguió apearse del tranvía detenido en la calle. Dio un paso, dos, tres y cayó sobre el empedrado. No se levantó más”. En este momento, a la novela aún le faltan cerca de diecisiete mil palabras para terminar. Si dejamos a Zhivago muerto en una calle, nos perderemos de algo esencial en la novela: el contraste de los entierros. La novela comienza durante el gobierno del zar Alejandro I, y termina ya bien entrada la dictadura de Stalin. En el primer capítulo tenemos los detalles tradicionales y religiosos del entierro de María Nikoláievna, la madre del doctor Zhivago. “Andaban, y al andar cantaban Eterna memoria… Los transeúntes abrían paso al cortejo, contaban las coronas y se santiguaban… El sacerdote, con el ademán de la bendición, arrojó un puñado

BORIS PASTERNAK

El autor de Doctor Zhivago, la gran novela anti estalinista.

de tierra sobre María Nikoláievna. Se entonó Por el alma de los justos. Después comenzó una terrible carrera. Cerraron el ataúd, lo clavaron y lo bajaron a la fosa”. En cambio, cuando le llega el turno al hijo, Pasternak escribe: “En aquella época se había extendido el uso de incinerar a los muertos. Con la esperanza de obtener una pensión para las niñas, preocupados por su porvenir escolar y deseosos de no perjudicar la posición de Marina en la oficina de Telégrafos, los amigos renunciaron al entierro religioso y decidieron limitarse a la ceremonia civil”. La familia y el sacerdote de la iglesia ortodoxa se ven sustituidos por esto: “Dentro de media hora vendrán del sindicato de médicos a recoger el cadáver y lo llevarán al club del sindicato”. Por su parte, Larisa Fiódorovna tuvo un fin más estalinista: “Salió de su casa para no volver más. Acaso fue detenida en la calle. Murió o

desapareció quién sabe dónde, un número más en la lista anónima y perdida en uno de los innumerables campos de concentración, femeninos o comunes, del norte”. La lógica dice que Pasternak también debió desaparecer en algún campo de concentración, como varios de sus colegas. Aún hoy se especula por qué Stalin no lo mandó ejecutar. Doctor Zhivago se publicó en la época de Khrushchev, cuando ya Stalin era un fiambre, pero desde siempre fue un escritor incómodo para el Partido. Al final, Pasternak fue sepultado con los más grandes honores, esos que no da un gobierno o una iglesia, sino los lectores. Lo mismo le había pasado a su personaje Zhivago, quien fue despedido por una multitud antes de la incineración en tanto “solo las flores compensaban la falta de ritual y de cánticos fúnebres”. Eso en la muerte. Ya hablaré de lo que compensa la falta de ritual en la vida.

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BICHOS Y PARIENTES

Formas del miedo

S

i quieres una idea del futuro, imagínate una bota aplastando un rostro humano... para siempre”, dice George Orwell, en su novela 1984. La imagen es repugnante y representa bien los miedos de hace poco más de medio siglo: el poder político como violencia irreductible contra el pobre ciudadano inerme. Pero quizá la ficción haya sido superada por la realidad. En Si esto es un hombre (1958), Primo Levi reconoce otro modo del horror: “si pudiese encerrar todo el mal de nuestro tiempo en una imagen, escogería ésta, que me resulta familiar: un hombre demacrado, con la cabeza inclinada y las espaldas encorvadas, en cuya cara y en cuyos ojos no se puede leer ni una huella de pensamiento”. Se publicaron con apenas diez años de diferencia, tiempo suficiente para que el mundo advirtiera un cambio en los modos, recursos y eficacia del poder estatal. Ambas imágenes pertenecen al infierno, pero muestran dos modos de pensar el poder. Orwell lo imagina como una violencia física, brutal, de impacto directo, que alterna con otros métodos, menos violentos, pero de una eficacia rara, persistente, duradera: el Newspeak, la lengua con que el poder tergiversa la realidad y la dispone según el arbitrio y conveniencia del tirano. Pero Primo Levi no escribió una novela, no es un artista de la prosa: “mis libros no son libros de historia: escribiéndolos me limité rigurosamente a hechos de los que tuve experiencia directa”. La narración de sus recuerdos es el análisis de una realidad mucho peor que la ficción: “en un Estado autoritario se considera lícito alterar la verdad, reescribir retrospectivamente

JULIO HUBARD FOTOGRAFÍA MARTIN ARGLES

la Historia, distorsionar las noticias, suprimir las verdaderas, agregar falsas”. Pronto, el ciudadano se da cuenta de que ya no es “ciudadano detentador de derechos, sino súbdito y, como tal, deudor del Estado (y del dictador que lo encarna)”. El camino no es la fuerza ni la represión, sino la incertidumbre o la inseguridad que, más allá de los asuntos violentos con que halla su frecuencia en el léxico cotidiano y periodístico,

La inseguridad mataba la voluntad, los ánimos, incluso la convivencia entre los propios prisioneros

indica también el mismo derrotero semántico: la imposibilidad de toda previsión, toda imaginación de futuro. Ése es el secreto. Una de las más desesperantes recurrencias en el recuento de Levi consiste en ver cundir la incertidumbre como estrategia de sometimiento y control. Los guardias de los campos de concentración funcionaban como máquinas respecto de los horarios y los rituales, pero resultaban absolutamente inciertos e indescifrables en la proporción o dimensión de sus actos. Con igual facilidad podían parecer casi solidarios y caritativos y, al segundo siguiente, unos monstruos de crueldad gratuita: no había ley que se aplicara de modo uniforme, ni decisión que pudiera esperarse o suponerse. Esa inseguridad mataba la voluntad,

El escritor italiano Primo Levi, sobreviviente al campo de concentración en Auschwitz.

los ánimos, incluso la convivencia entre los propios prisioneros. De algún modo, las novelas de Orwell o de Huxley siempre tienen un resquicio abierto a la rebeldía; mientras, los sistemas de opresión que requieren los tiranos han venido ganando en solapamiento y recursos de control, mucho más eficaces, quizá incluso más crueles, que los de confrontación por la fuerza. Cuando el gobernante puede decidir qué es ley, cuándo y a quién se le aplica, a quién perdona o excusa; cuando puede decidir sobre los bienes públicos según antojos y ocurrencias, cuando puede elegir a su gusto qué información es verdadera y cuál no, y cuando puede decidir por la voluntad entera de algo que llama “pueblo”, se han cumplido los requerimientos que Levi, Orwell y Huxley observan en un tirano. Solo falta la segunda parte. Dice Levi: “los monstruos existen pero son demasiado pocos para ser realmente peligrosos; más peligrosos son los hombres comunes, los funcionarios listos a creer y obedecer sin discutir”. Ante la descarnada realidad histórica, quizá podamos tomar prestada la lección de lo ficticio: mientras haya resistencia, mientras podamos polemizar, criticar (la “negación creadora”, la llama Octavio Paz), no seremos aquel despojo demacrado, derrotado, “en cuyos ojos no se puede leer ni una huella de pensamiento”. Pero esto requiere al menos otra apuesta: la apuesta política por excelencia. En los extremos, el poder es la negación de la política porque su fin es acabar con lo que se oponga; la política, en cambio, solo tiene sentido si la opinión y las ideas de mi adversario se mantienen vivas, e incluso ganan, con mi crítica.

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