Laberinto No.824 (30/03/19)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO PERIPECIA

ENSAYO

ALEGRIA MARTÍNEZ

ANA MARÍA SHUA

Fernando Pessoa en manos de Sabina Berman

El misterioso futuro de la lengua española

Foto: Bienchicles

Foto: Ayuntamiento de Córdoba

SÁBADO 30 DE MARZO DE 2019 AÑO 15 - NÚMERO 824

Epistolario general Miguel Hernández/ FOTOGRAFÍA: AUTOR ANÓNIMO


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ANTESALA

30 DE MARZO 2019

ARTES VISUALES

Sobrevivientes MIRIAM MABEL MARTÍNEZ FOTOGRAFÍA M. M. M

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on un título sugerente, La exposición pendiente en el Museo de Arte Carrillo Gil (MACG) es un goce. Más allá del contexto en el que quedó suspendida (un momento que exacerba el aura revolucionaria de la obra de José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros y Diego Rivera), lo que impacta es el ojo de coleccionista del doctor Álvar Carrillo Gil. La muestra actual está conformada por 109 piezas. Para la original, Fernando Gamboa incluyó 169, pero nunca nadie recorrió la unidad museográfica planteada por él mismo. La exposición montada en el Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago de Chile no fue inaugurada. A su apertura —proyectada para el 13 de septiembre de 1973— se interpuso el golpe militar de Augusto Pinochet. Hoy el MACG plantea una relectura de la propuesta original simultánea a una recapitulación del acontecimiento en sí y al peligro que corrió la colección. Al guion de Gamboa se suman documentos que detallan la zozobra (el museo chileno fue atacado y las obras fueron sacadas ilesas quince días después), evocando la imposibilidad de su exhibición. Esa sensación es la que aturde al visitante, quien recorre una muestra que nunca fue. Mientras la transita, si bien lo acompaña la sombra de aquella violencia, poco a poco se devela la majestuosidad de la obra. El espectador contemporáneo se fascina por la calidad de la obra, por el guion de Gamboa, por la colección, por el impacto de su exhibición durante el gobierno de Allende y por la certeza de su imposibilidad, que hoy le da fuerza. Una nostalgia por lo que no fue que nos obliga a ver a detalle. Resulta una delicia ver la obra de caballete de los muralistas, porque implica un ejercicio distinto. Nos hace entenderlos en un formato más pequeño para admirar su talento. Adentrarse en sus obsesiones es un deleite y una oportunidad para observar piezas de la época cubista de Rivera, como Mujer en verde, o los afanes de Siqueiros en la experimentación de materiales, como se ve en Torso femenino o en Cabeza de caballo, o hurgar en la línea expresionista y oscura de Orozco (El ahorcado o Bajo el maguey). Confrontarse a esa maestría, investigación y constancia es energizante. La exposición pendiente invita a re-contemplar la obra de los muralistas aislada de sus personalidades dominantes. De pronto, nos vemos mirando los cuadros como si no tuvieran nombre; 45 años después contemplamos estas obras como lo que son: sobrevivientes. Y las gozamos en su libertad, por primera vez.

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Sede de La exposición pendiente.

Regresa a mí. Dirección: Peter Hedges. Estados Unidos, 2019.

HOMBRE DE CELULOIDE

Drogando a la juventud

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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA BLACK BEAR PICTURES

e han estrenado, con poca diferencia en tiempos, dos películas con el mismo tema: Regresa a mí de Peter Hedges y Beautiful Boy, siempre serás mi hijo de Felix Van Groeningen. Beautiful Boy ha sido producida para los estudios Amazon mientras que Regresa a mí es el remake de la israelí Ben Is Back, dirigida por Elad Zakai en 2010. Un último dato antes de entrar a la discusión en torno a Regresa a mí: Hedges, director de la versión hollywoodense, es padre del actor que interpreta a Ben, un chico de mala cabeza que ha dejado la clínica de rehabilitación en la Navidad para meterse en la casa donde viven el padrastro y la mamá. Con estos elementos tenemos servido lo esencial para hallar los problemas de Regresa a mí, una película que sirve solo (y de modo parcial) para entender el problema del adicto. Primero, en el contexto de la grave crisis estadunidense del uso de drogas, se ha vuelto un cliché el personaje enganchado en el opio, rey de los narcóticos que quita todos los síntomas y todos los dolores físicos y psíquicos. Para exponer este hecho, sucede que durante la tarde que Ben y su mamá pasan juntos, van al centro comercial. Ahí ella encuentra como por casualidad al doctor que recetó a Ben con su primer opioide. Visto

que el médico tiene demencia senil, la mujer aprovecha para decirle que espera que arda en el infierno por el mal que le causó a su niño, un mozalbete veinteañero que, por su parte, está utilizando el teléfono para algún negocio turbio. Porque la madre ha decidido seguir todos los consejos de una clínica de rehabilitación excepto quitar al adicto su celular. Lo de “denunciar” los opioides es un asunto tan oportunista como el de querer competir con los estudios Amazon usando un guion escrito fuera de Hollywood. Beautiful Boy es una película mucho mejor. La psicología del adicto queda en ella más clara, la familia perfecta se revela en toda su toxicidad y está realmente bien actuada y bien dirigida. Porque hacer remakes es algo tan vulgar que muestra de entrada la falta de creatividad. Peter Hedges se muestra acartonado y temeroso dirigiendo a su hijo, quien junto a Julia Roberts hace un pésimo papel. Y no es que el niño sea mal actor; resulta solo que no

Un adicto arrepentido conduce a su madre por lo que fuera su pasado de vendedor de drogas

parece haber existido química en este trabajo con su papá. Por otra parte, la película funciona en su formato de bajo presupuesto y diálogos teatrales en Israel, no en lo más profundo de Estados Unidos. Lo que en el guion original eran giros de tuerca, golpes teatrales, se vuelve en la versión estadunidense extravagancias que no terminan de cuajar. Porque más que una película sobre adicciones termina volviéndose una cacería nocturna en la que un adicto arrepentido conduce a su madre por lo que fuera su pasado de vendedor de drogas que busca… un perro. Tal cual. Y este hecho, esta suerte de inocencia peligrosa del protagonista israelí no ha podido transmitirla de ningún modo Lucas Hedges, un joven actor que hace poco más de un año ofreció magníficas interpretaciones tanto en Lady Bird como en Tres anuncios por un crimen. Dirigido por papá, el mozalbete parece todo el tiempo sospechoso, resulta incapaz de ser tierno y cuando trata de causar risas cae mal. La original israelita es un filme apasionante porque sorprende. En ella, el tema de la droga no es el principal. Se escucha a lo lejos como en una sinfonía. Aquí irrumpe violento, haciendo eco a los discursos políticos de un país decadente, de juventud drogada.

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ANTESALA

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ESCOLIOS

POESÍA

Argèles-sur-mer (fragmento)

ÁLVARO RUIZ RODILLA

El aire de enero abre raíces, estrecha el paso de la muerte, que con su lengua de olas quiere asirse a la bruma. Se extiende el espejismo por la playa, crepitan murmullos en dos o tres fogatas pálidas. Las sombras se acometen: son los prisioneros de la intemperie que intercambian colillas. Las tumbas de arena bajo el cielo helado azuzan fantasmas alazanes en busca de una osamenta. Estos versos pertenecen a un libro en construcción, La lluvia idéntica. El título proviene de “Crítica de la poesía”, un poema que forma parte de No me preguntes cómo pasa el tiempo de José Emilio Pacheco (“He aquí la lluvia idéntica y su airada maleza/ la sal, el mar desecho”).

EX LIBRIS

El aroma del mérito/ EKO

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La estirpe de Monelle ARMANDO GONZÁLEZ TORRES

@Sobreperdonar

S

uele todavía hablarse de los irreconciliables antagonismos entre la literatura erudita y la literatura vitalista: se supone que la primera florece entre muchos libreros, aderezada con un poco de ocio e imaginación; mientras que la segunda se alimenta de esa acción pura que incluye viajes, testimonios de guerra, amores locos o excesos de toda índole. En Marcel Schwob (1867-1905), ese elusivo autor que legó clásicos de la “literatura menor” como La cruzada de los niños y Vidas imaginarias, se mezclan la erudición y los olores fuertes de la vida, las certidumbres de la rutina con el vértigo del riesgo y los placeres, el amor a los clásicos con el gusto por los giros negros, la violencia y la aventura. Su propia biografía de hombre rico y enfermo, poseído, sin embargo, por arrebatos que lo llevaban a viajar a la Polinesia para realizar un homenaje literario o a frecuentar burdeles y ambientes patibularios ilustran esta rica superposición entre vida contemplativa y desesperado vitalismo. Su muy conocido El libro de Monelle, publicado en 1894, es el más confesional del autor y transfigura uno de los episodios de la trayectoria arrabalera de Schwob, en una enigmática parábola literaria. A sus veintitantos años, el escritor se enamora de una desventurada y bondadosa joven que, entre otros oficios, había ejercido el de la prostitución, y que, al poco tiempo de su relación, muere de tuberculosis. A partir de esa pérdida, Schwob escribe una suerte de elegía que revive el arquetipo de la mujer pública como fuente de sabiduría y consuelo de las almas. Se trata de la crónica de un duelo, pero también, como es habitual en Schwob, de un diálogo con diversas tradiciones literarias, desde la escritura evangélica hasta la literatura infantil, particularmente los cuentos de Charles Perrault. El libro de Monelle se divide en tres partes: “Palabras de Monelle”, donde, con una lírica hermética y fragmentaria, se recoge la “doctrina” de Monelle; “Las hermanas de Monelle”, en la que Monelle, a través de breves relatos de gran intensidad lírica y estremecedora crueldad, se desdobla en poco más de una decena de personajes; y “Monelle”, que vuelve a su personaje una especie de profeta de la inocencia y la compasión infantil. A través de este conjunto de aforismos y relatos, Monelle y sus hermanas representan el candor, la sinceridad y la pureza, pero también la ambición, la malevolencia y la envidia. En la perturbadora ambivalencia de esta escritura, la piedad y la perfidia deambulan juntas y el sacrificio altruista y ejemplar de alguna de las hermanas de Monelle se alterna con la maldad gratuita de las otras. El libro de Monelle muestra un universo delirante, entre lo púber y lo impúber, regido por las leyes del juego y la fantasía, por el sabor de las golosinas y el brillo de las baratijas, y Monelle y sus hermanas prefiguran, con su atrayente y misteriosa volubilidad, a las adolescentes fatales de la literatura del siglo XX.

Schwob muestra un universo delirante, entre lo púber y lo impúber, regido por las leyes del juego

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Antes de su presentación el 5 de abril en la Biblioteca Nacional de España, Laberinto accedió al epistolario definitivo del poeta fallecido en 1942. Acompañamos el recorrido exclusivo con tres cartas que publicamos con autorización de la Editorial Edaf

Palabras íntimas de Miguel Hernández VÍCTOR NÚÑEZ JAIME/ MADRID periodismovictor@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA AUTOR ANÓNIMO

El palomar de las cartas abre su imposible vuelo desde las trémulas mesas donde se apoya el recuerdo, la gravedad de la ausencia, el corazón, el silencio. Miguel Hernández

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n la prisión de Torrijos (Madrid), una parada más en su periplo carcelario, Miguel Hernández (1910-1942) ha recibido una carta de su esposa, Josefina Manresa. El verano de 1939 está a punto de concluir, Francisco Franco lleva poco más de cuatro meses ostentando el poder absoluto después de haber ganado la guerra y en la celda del poeta abundan la sarna, los piojos y las chinches. La situación de su mujer y de su hijo de siete meses de edad tampoco es halagüeña. “Solo tenemos pan y cebolla para comer”, le cuenta ella. Y el autor de El rayo que no cesa lee y relee esa frase con impotencia. Al cabo de un rato, coge una cuartilla de papel y un lápiz de color azul y comienza a armar unos versos pensando en su hijo Manolillo. Son rimas concisas, rápidas, directas, espontáneas. Más tarde, en otra hoja, escribe: “el olor de la cebolla que comes

me llega hasta aquí, y mi niño se sentirá indignado de mamar y sacar zumo de cebolla en vez de leche. Para que lo consueles, te mando esas coplillas que le he hecho, ya que aquí no hay para mí otro quehacer que escribiros a vosotros y desesperarme”. Esas coplillas resultaron ser las “Nanas de la cebolla”, en las que Hernández lamenta que su encierro no le permita ayudarles pero, a pesar de todo, también anima a su hijo a reír y a salir adelante. La carta, fechada el 12 de septiembre de 1939, es una de las 488 que conforman el Epistolario general de Miguel Hernández (Edaf), recopilado por Jesucristo Riquelme y Carlos R. Talamás, al que Laberinto ha tenido acceso antes de su presentación al público el 5 de abril en la Biblioteca Nacional de España, con las actuaciones de Carmen Linares y Manuel Gerena, que han cantado en numerosas ocasiones al poeta. “Todas las cartas reunidas en este libro son cartas privadas, dirigidas a un solo receptor o, excepcionalmente, a varios receptores, casi siempre familiares. Han sido escritas entre 1930 y 1942, por un lado, a un círculo de amigos afectados por el virus literario de la creación y, por otro, a un círculo de personas cuyo vínculo es familiar, especialmente a Josefina Manresa”, señalan los dos editores, especialistas en la vida y obra del autor de Cancionero y romancero de ausencias, quienes han ejercido “el deber de la indiscreción” con el objetivo de “comprender los avatares que fueron forjando una obra literaria llena

de plenitud y compromiso”. A través de las cartas, añaden, se recorre “parte del itinerario vital del también dramaturgo: su natal Orihuela, el establecimiento en Madrid, sus emplazamientos en guerra y su turismo carcelario”. De las 488 cartas que contiene el Epistolario general, muchas (334) están dirigidas a su novia y luego esposa Josefina Manresa. Las 154 restantes fueron escritas para figuras de la literatura como Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Pablo Neruda, José Bergamín o Vicente Aleixandre. “Todas se mueven entre lo particular de la familia y el pueblo por un lado; los afanes y las ambiciones literarias, por otro; y un último afán de sobrevivencia en los momentos más aciagos y desvalidos del poeta, de su mujer y de sus hijos”. El académico y filólogo Dámaso Alonso consideraba que Miguel Hernández era el “genial epígono” de la Generación del 27. Es decir: aunque cronológicamente forma parte de la Generación del 36 (los escritores que vivieron la Guerra Civil, la división entre vencedores y vencidos, la censura, las penurias y la miseria), estuvo más próximo a la generación anterior, que vivió la “edad de plata” de la literatura en la República y bebía de las fuentes populares y del folclore (paisajes, música, toros) y era fundamentalmente optimista.

Las cartas fueron la única manera de aferrarse a la vida. En ellas derramó vivencias, memorias

Hernández fue el tercer hijo de una familia de Orihuela (provincia de Alicante, Valencia) dedicada a la cría de cabras. Durante su infancia y adolescencia fue pastor de un rebaño y eso le permitió convertirse en un gran lector y comenzar a escribir poemas. Obtuvo su primer y único premio literario a los 20 años gracias a un poema de 138 versos llamado “Canto a Valencia”. El galardón lo impulsó a mandar sus creaciones a periódicos y revistas y a mudarse a Madrid, donde en 1933 publicó su primer libro, Perito en lunas. A partir de entonces su convivencia empezó a ser frecuente con personajes como José María de Cossío, Maruja Mallo, Pablo Neruda y Vicente Aleixandre. Al estallar la guerra, asesinaron al padre de su novia por ser guardia civil y Hernández decidió sumarse al bando republicano y, de paso, afiliarse al Partido Comunista de España. Al concluir la lucha armada, y


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A Pablo Neruda Madrid, 26 de junio de 1939 Querido Pablo:

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al vez por [el periodista chileno] Juvencio [Valle], y por el embajador de tu país en Madrid, donde me encuentro detenido varios meses, sabrás de mí y en qué situación estoy. Es de absoluta necesidad que hagas todo cuanto esté en tu mano por conseguir mi salida de España y el arribo a tu tierra en el más breve espacio de tiempo posible. Pon en movimiento todo tu interés y tu cariño por mí que me hacen falta enormemente y rápidamente. Conmigo habrán de salir mi mujer y dos amigos nuestros. Preocúpate enseguida de esto. No olvides que nuestra situación es bien difícil. Sabré de ti por la embajada, desde donde harán el favor de venir a comunicarme cuanto resuelvas. Me acuerdo como nunca de vosotros. Te necesito como nunca. Da un gran abrazo a Delia y tú recibe otro.

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El autor del poemario El rayo que no cesa frente a un auditorio en Madrid, década de 1930.

pertenecer a “los perdedores”, tuvo la intención de exiliarse en Portugal, pero la policía frustró su intento y lo entregó a las autoridades españolas. La presión de sus amigos intelectuales le evitó la pena de muerte pero no sus numerosos traslados de una cárcel a otra, aunque eso no impidió que siguiera escribiendo (poemas, obras de teatro y cartas). En 1941, poco después de llegar a la cárcel de Alicante, cayó enfermó. Primero fue la bronquitis, luego el tifus y, finalmente, la tuberculosis. Murió el 28 de marzo de 1942. No alcanzó a cumplir los 32 años de edad. Muchas veces, las cartas fueron su única manera de aferrarse a la vida. En ellas derramó vivencias, memorias, confesiones íntimas. Luego de editar, corregir, ampliar y anotar el extenso corpus epistolar del escritor, Riquelme y Talamás concluyen que “las cartas de Miguel Hernández son auténticas sartas de lamentos. […] Es

este un epistolario con dientes y con garras, con corazón, con bilis y con sangre de amor. […] El autor escribe con la espontaneidad y la sombra del amigo, del asalariado, del enamorado o del encarcelado que quiere comunicar aspectos muy concretos que son los que mantienen viva la relación personal, profesional o literaria. […] Las cartas proporcionaron a Hernández el alimento de una vida escamada de ausencias; ausencias afectivas, ausencias físicas de la amada y ausencias de dinero con el que mantenerse perentoriamente”. En uno de los escritos dirigidos a José Bergamín, Miguel Hernández se declara “mendigo de favores”. “Hernández pasó toda su vida pidiendo, sobre todo, dinero, pero también favores literarios que estuvieran a la altura de su dignidad y de su calidad como escritor. Dada su vocación y su ilusión, especialmente reclama favores para representar sus obras de teatro. En los

libros de poesía tuvo más suerte: pidió prólogos y los obtuvo”, subrayan los editores. Las primeras cartas, sin embargo, dan cuenta de las lecturas que lo formaron: Espronceda, Bécquer, Rosalía de Castro, Campoamor, Zorrilla, Rubén Darío. En los años de convivencia entre el poeta y su mujer (desde que se conocen hasta que él muere, es decir, menos de una década), “encontramos cartas largas y notas breves en cualquier clase de soporte (folios, cuartillas, octavillas, tarjetas de todo tipo, hasta un trozo del prospecto de un medicamento y papel higiénico) en las que se aprecia el sensualismo y las ganas de vivir amorosa y eróticamente. […] El enamoramiento infantiliza a los enamorados: esta es la causa de tantos y tan repetidos piropos a su ‘novia querida, morenísima, salá, chalá, perdía por mí, guapa, impaciente’ ”. Los amigos más íntimos e influyentes de Miguel Hernández en Madrid fueron Vicente Aleixandre y Pablo

Miguel Hernández.

Neruda. De hecho, a Aleixandre le dedicó Vientos del pueblo y a Neruda El hombre acecha, los dos poemarios que publicó en tiempos de guerra. Pero a Hernández le hubiera gustado contar con la amistad y la generosidad de Federico García Lorca. Tal vez por las circunstancias adversas que atravesó, o “por no verse opacado”, el granadino no mantuvo una estrecha relación con él. “Lorca solo respondió a la primera carta que Hernández le lanzó. A los otros tres envites, hizo oídos sordos (u ojos ciegos): cuatro cartas de ida y una sola de vuelta”, especifica el profesor Riquelme, para quien “en las misivas de Hernández se respira reflexión sobre la vida humana o situaciones existenciales, especialmente confidencias y consejos conyugales y paternos, y algunas referencias o ideas sobre el arte literario. Así y todo, la epístola no es aquí ensayo, ni literatura, pero sí respira hondo calado humano”.

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A Josefina Manresa Madrid, 12 de septiembre de 1939. Mi querida Josefina:

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sta semana, como las anteriores, llega martes y no ha llegado tu carta. También empiezo a escribir ésta para que me dé tiempo a echarla después, cuando el correo me traiga la tuya, que no creo que falte hoy. Estos días me los he pasado cavilando sobre tu situación, cada día más difícil. El olor de la cebolla que comes me llega hasta aquí, y mi niño se sentirá indignado de mamar y sacar zumo de cebolla en vez de leche. Para que lo consueles, te mando esas coplillas que le he hecho, ya que aquí no hay para mí otro quehacer que escribiros a vosotros y desesperarme. Prefiero lo primero y así no hago más que eso, además de lavar y coser con

muchísima seriedad y soltura, como si en toda mi vida no hubiera hecho otra cosa. También paso mis buenos ratos espulgándome, que familia menuda no me falta nunca, y a veces la crío robusta y grande como el garbanzo. Todo se acabará a fuerza de uña y paciencia, o ellos, los piojos, acabarán conmigo. Pero son demasiada poca cosa para mí, tan valiente como siempre, y aunque fueran como elefantes esos bichos que quieren llevarse mi sangre, los haría desaparecer del mapa de mi cuerpo. ¡Pobre cuerpo! Entre sarna, piojos, chinches y toda clase de animales, sin libertad, sin ti, Josefina, y sin ti, Manolillo de mi alma, no sabe a ratos qué postura tomar, y al fin toma la de la esperanza que no se pierde nunca. Así veo pasar un día y otro día, esperanzado y deseoso de correr a vuestro lado y meterme en

nuestra casa y no saber en mucho tiempo nada del mundo, porque el mundo mejor está entre tus brazos y los de nuestro hijo. Aún es posible que vaya para el día de mi santo, guapa y paciente Josefina. Aunque yo, la verdad, creo que estos amigos míos llevan las cosas muy despacio. Han estado de vacaciones fuera de Madrid y han regresado esta semana pasada. No han podido venir a verme porque ahora es imposible para todo el mundo. Es casi seguro que los veré la semana que viene. Me decías en tu anterior que guardara la ropa cuanto pudiera. No te preocupes, que si no tengo ropa cuando salga, con ponerme una mano en el occipucio y otra en el precipicio, arreglado. Así y todo procuro conservarla y uso la más vieja y todo son cosidos y descosidos y ventanas por todas partes. El pijama se me ha roto y le he puesto un remiendo que es media camisa, porque se me veía toda la parte de atrás y era una

Espero que me digas algo de nuestra familia de Orihuela, de mi madre especialmente

verdadera vergüenza. Por lo que a mí me pasa, me figuro lo que os pasará a vosotros y como esto siga así, me veo contigo como Adán y Eva en el Paraíso. ¡Ay, Josefina mía! No nos queda otro remedio que aguantar todo lo malo que nos viene y nos puede venir, para el día que nos toque aguantar lo bueno. ¿Verdad que llegará ese día? Yo nunca he dudado de que llegará y de que seremos más felices que hasta aquí hemos sido. Esta separación nos obliga a respetar a nuestro Manolillo más que respetamos al otro. Manolillo del que no dejo de acordarme nunca. Dentro de un mes hará un año que se nos murió. Eso de que el tiempo pasa de prisa, para nadie es más verdad hoy como para nosotros y a mí me cuesta trabajo creer que ha pasado un año desde que cerró nuestro primer hijo los ojos más hermosos de la tierra. Dios, a quien tú tanto rezas, hará que el día diecinueve de octubre lo pasemos juntos, si no hace que lo pasemos el día veintinueve de este mes. No quisiera pasar ese día lejos de ti. Iremos a dar una vuelta al campo y si tú eres decidida, visitaremos la tierra


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A Federico García Lorca Orihuela, 10 de abril de 1933 Admirado poeta amigo:

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derecho. Espero que me digas algo de nuestra familia de Orihuela, de mi madre especialmente y de la de Pepito. Anteayer he recibido una carta de un amigo de la huerta, Trinitario Ferrer, muy amigo de mi hermano y me dice que se ve con él todos los días. Di a Vicente que le diga que por ahora no puedo contestarle, pero que me alegra mucho saber de él. Voy a terminar mi carta diciéndote que seas menos perezosa conmigo o de lo contrario no te voy a escribir en un mes. Y nada más porque no parezca larga ésta a la censura y porque hagan todo lo posible para que llegue a tus manos. Manolillo: adiós, un beso ¡pum! Otro beso ¡pum! Otro, otro, otro, ¡pum, pum, pum! Manolo: escribe, dejando a un lado por un rato las barbas y las perezas. Marianas: a ser buenas y a pelearos una vez a la semana solamente. Josefina: recibe para ti y para nuestro hijo y para nuestros hijos mayores el cariño encerrado y empiojado y… perdido de tu preso.

e escribí hace mucho pidiéndole elogios, aunque ya se los había oído para mi “Perito en lunas”. Y aquí me tiene usted esperándolos — entre otras cosas. He pensado, ante su silencio, que usted me tomó el pelo a lo andaluz en Murcia —¿recuerdaaa?—, que para usted fuimos, o fui, lo que recuerdo que nos dijo cuando le preguntamos quién era uno que le saludó. “Ese —dijo uno de los de: ¡adiós!, cuando les vemos—”. Y luego “me escriben muchas cartas a las que yo no contesto”. ¿Puedo estar ofendido contigo? Perdone. Pero se ha quedado todo: prensa, poetas, amigos, tan silencioso ante mi libro, tan alabado —no mentirosamente, como dijo— por usted la tarde aquella murciana, que he maldecido las putas horas y malas en que di a leer un verso a nadie. Usted sabe bien que en este libro mío hay cosas que se superan difícilmente y que es un libro de formas resucitadas, renovadas, que es un primer libro y encierra en sus entrañas más personalidad, más valentía, más cojones —a pesar de su aire falso de Góngora— que todos los de casi todos los poetas consagrados, a los que si se les quitara la firma se les confundiría la voz. Por otra parte, aquí, en mi pueblo —¡pueblo mío!—, donde al que me gritaba: Yo te he comprado un libro creyéndole bueno y me has dado arpillera, yo he leído a Campoamor... ¡Ea!, decía yo: Ved los periódicos de Madrid pronto, he quedado en ridículo, porque de toda la prensa madrileña, solo Informaciones se desvirgó hablando de mis poemas por el pico de Alfredo Marqueríe, diciendo cuatro burradas. El tío, antes de decir: ¡Qué burro soy!, dijo: ¡Se ha extraviado el poeta, se ha oscurecido! Por otra parte, en mi casa soy el cristo de los cinco sampedros: me niegan la mitad del pan; me niegan, padre y madre y sus hijos, como hijo de aquéllos, como hermano de éstos; les avergüenza el que haga versos; no quieren darme vestidos nuevos, y hasta a los pantalones viejos que tengo no les quieren poner remiendos, que amordacen rotos proclamadores de nalgas mías. Hoy mismo, hoy, me han escondido la llave del huerto para que pudiera entrar en él. Y yo he saltado a la torera la tapia, no la valla, y aquí, en este chiquero de abril, aquí, donde ha tenido el suyo Perito en lunas este estío, bajo esta higuera, que dilataba hasta sus pámpanos mi carne de acordeón semejante a una palmera degollada, aquí le escribo esto desesperado, desesperado. Me alegran las noticias que leo —de prestado— de los triunfos que se suceden, que se suceden. ¡Me alegran! y le envidio. El otro día he visto en El Sol la crítica de un libro de romances. El crítico dice que al pronto resuena la voz suya, pero que soplo a primera vista. Yo, nada más por el ejemplo que pone allí de romance, adivino en ese Félix no sé qué un plagiador casi. Federico: no quiero que me compadezca; quiero que me comprenda. Aquí, en mi huerto, en un chiquero, aguardo respuesta feliz suya, y pronto, o respuesta simplemente; aquí, pegado como un cartel a esta tapia, detrás, de la cual viven padres pobres, con tantos hijos y tan poca casa, que, para que los niños no vean los orígenes de su fabricación, el comienzo de sus hermanos, se salen al callejón a reanudarse las noches más empinadas.

Miguel ¡Adiós!

Un abrazo, Miguel Hernández.

En mi huerto, aguardo respuesta feliz suya, y pronto, o respuesta simplemente A la izquierda, Miguel Hernández leyendo en una estación de radio. A la derecha, como miliciano republicano.

donde nos espera. Tengo ganas de hablar contigo. La otra noche soñé a Manolillo ya con cinco o seis años de edad. Cuídalo mucho, Josefina, que crezca fuerte y defendido contra toda enfermedad. Cuando te sea posible come mucha fruta y mucho vegetal, principalmente patatas. Es lo que más conviene a tu salud y a la de nuestro sinvergüencilla. No me dices muchas cosas suyas. Supongo que ya hablará más que un loro. Si supieras qué ganas tengo de oír su voz: se me ríen los huesos solo de imaginarla, con que mira lo que me voy a reír el día que la oiga de verdad. Dime el peso que tiene, que no lo has pesado hace mucho tiempo. Estoy enfadado con Manolo y con las Marianas, a ninguno de los cuatro se les ocurre escribirme unas letras. No se acuerdan de mí, que no los olvido. Dime también algo de la abuela y la tía, que tampoco me han mandado una sola letra […]. Bueno. Voy a dejar el lápiz y a esperar tu carta, a ver qué me trae de bueno. Nada. Hoy no recibo carta tuya. No me gusta que te retrases en escribirme. Vaya plantón que me he llevado al pie del que vocea el correo. No hay

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PENSAMIENTO

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ENSAYO

El misterioso futuro Presentamos un fragmento del texto leído por la escritora en el VIII Congreso Internacional de la Lengua

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a lenguacambiaconstantemente, crece, se modifica, se interrelaciona con otras lenguas. Aunque el “Limpia, fija y da esplendor” de la Real Academia ha sido reemplazado por el lema “Unidad en la diversidad”, lo cierto es que esa supuesta diversidad está constantemente en entredicho. Se sigue discutiendo en qué país, en qué región de América Latina se habla un español más “puro”, más “correcto”, más “verdadero”, como si esos adjetivos no fueran disparatados. Una y otra vez se alzan voces milenaristas acerca de los males que pueden acontecer en el futuro si se permite que la lengua siga modificándose sin control. En los Mabinogion, relatos medievales de la literatura popular galesa, hay una historia estremecedora que da cuenta de lo antiguo que es ese terror, el miedo al cambio, común a toda la humanidad, porque implica una pérdida de la identidad que se asimila a la muerte. Se cuenta en uno de estos relatos que los jefes Kynan y Adeon, al frente del ejército galés que había tomado Roma, se pusieron en marcha y sometieron países, castillos, fortalezas y ciudades fortificadas. Mataban a los hombres pero dejaban vivir a las mujeres. A muchas se las llevaban con ellos. Tuvieron hijos. Y cuando se instalaron en Bretaña, decidieron cortarles la lengua a sus esposas extranjeras para evitar que corrompieran el idioma galés. El temor a la corrupción del español (aunque deberíamos decir, del castellano) se ve alentado por un mito claramente desmentido por la realidad y que sin embargo llega hasta nuestros días, a pesar de que el avance tecnológico de las comunicaciones debería definirlo como imposible: la idea de una posible fragmentación dialectal de la lengua española que diera lugar a nuevos y diferentes idiomas, como lo que sucedió con el latín al caer el imperio romano. En la diversidad, unidad se nos propone: como si esa unidad estuviera realmente amenazada en una era en que el aislamiento es un problema superado y a veces, incluso, sobre todo para los individuos, un anhelo imposible. El futuro está hecho de pasado y de presente. Recordemos entonces que en el siglo XIX, cuando las naciones latinoamericanas se independizan de la metrópoli, el idioma español se convierte en objeto de reflexión y debate. Y surgen ideas contrapuestas, siempre en relación con la identidad. Algunos escritores y políticos, llevados por cierto extremismo nacionalista, reniegan de

ANA MARÍA SHUA FOTOGRAFÍA AYUNTAMIENTO DE CÓRDOBA

Interior del Teatro Libertador San Martín, una de las sedes del VIII Congreso Internacional de la Lengua

todo lo español y tratan de promover la afirmación dialectal de su región. Otros consideran al español como prenda de identidad y de integración con el resto del continente. Coinciden en defender el español pero, ¿qué español? Desde la perspectiva ideológica de la lengua estándar, en esa época las variedades del español de América Latina ocupaban una posición periférica y estaban subordinadas al español de Castilla, una jerarquización que respondía a siglos de subordinación política e ideológica. Para muchos pensadores latinoamericanos el modelo ideal de español unificado, el “español correcto”, era el más parecido al de Castilla. Y el modelo lingüístico era el habla de las personas cultas, porque era la menos marcada por rasgos dialectales. El español de las zonas centrales, con gran poder económico y alto grado de desarrollo sociocultural, como México o Lima, tenía un prestigio que no detentaban las zonas periféricas y de bajo desarrollo, como Paraguay. Y las

formas deslegitimadas y periféricas en relación con la norma peninsular eran consideradas como incorrección idiomática. Las lenguas indígenas ni siquiera eran objeto de debate, porque se las consideraba demasiado bárbaras o primitivas como para ser vehículo del deseado progreso. (En la cuestión del pluricentralismo que ahora se impulsa) no se trata en absoluto de enfrentarnos con España; todo lo contrario, lo que se propone es imitarla. Y no solo imitarla, también colaborar con ella en la defensa, la difusión y la lucha por la relevancia política y económica de nuestro idioma. ¿Es que acaso el español está en peligro? Sabemos, como mínimo, que está perdiendo algunas batallas. Hoy, la Unión Europea cuenta con tres lenguas de trabajo o lenguas “bisagra” (lenguas pivot, las denomina la propia UE): el inglés, el francés y el alemán. A pesar de ser la lengua europea de mayor proyección internacional detrás del inglés, el español ha quedado

arrinconado y equiparado en número de traductores a idiomas como el polaco o el rumano. Para que la necesidad del español como lengua bisagra en la Unión Europea sea cada vez más contundente, América Latina debe jugar un papel esencial. […] Hoy la gran batalla de la lengua española no es la del número de hablantes (por esa cuestión ya no tenemos que preocuparnos), sino la del prestigio. Es una batalla cultural. Y por supuesto, América Latina y España deben aliarse en la decisión de demostrar que la cultura no es para nosotros la cereza del postre, sino una manera de estar en el mundo. Debemos prestigiar la imagen internacional de nuestra lengua para que los hispano hablantes en Estados Unidos se sientan orgullosos de ella y de transmitirla a sus hijos. Debemos proponerla como instrumento de diálogo y así extender su influencia. El español necesita más presencia, por ejemplo, en los foros de investigación científica. Cuando en cada uno de nuestros países los intelectuales insistimos en la importancia del desarrollo nacional de la ciencia, que muchos políticos desprecian, debemos saber que también estamos luchando por la presencia y el prestigio de nuestro idioma. El lingüista español Ángel López García afirma que “lo que el siglo XXI está debatiendo es cuáles serán las lenguas internacionales del futuro y qué papel le cumplirá desempeñar a cada una”. El gran reto del español es consolidarse como lengua alternativa a la lengua dominante que obviamente es el inglés. No en una relación de rivalidad, sino como complemento. Así, el español podría establecerse como puente comunicativo entre distintas culturas rivales y enemigas. Al prestigiar la imagen de la lengua española potenciando su vertiente cultural, estamos incrementando su capacidad de instrumento de diálogo. Hoy, por suerte, nadie tiene el poder de cortarle la lengua a quien aporta cambios al lenguaje, como aparece en la literatura medieval galesa. Ya sabemos que el diccionario es una herramienta útil y no un libro sagrado, ni un código legal. Hoy América Latina tiene la oportunidad de desafiar al futuro luchando por el establecimiento de un pluricentrismo real de la lengua. Y de colaborar con España en la defensa del prestigio internacional de nuestro idioma. No seríamos humanos si fuéramos capaces de conocer el futuro, no seríamos humanos si no intentásemos, inútilmente, anticiparlo.

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EN LIBRERÍAS

30 DE MARZO 2019

NARRATIVA, ENSAYO, BIOGRAFÍA La vida endeble

Kentukis

¿De qué está hecha una manzana?

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POESÍA EN SEGUNDOS

Graciela Iturbide: habla el ojo VÍCTOR MANUEL MENDIOLA mendiola54@yahoo.com.mx

E Mauricio Carrera Ediciones del Lirio México, 2019 140 páginas

Samanta Schweblin Penguin Random House México, 2019 224 páginas

Amos Oz Siruela España, 2019 206 páginas

Alfonso Reyes, Gerda Taro, Robert Capa, Martha Gelhorn, Ernest Hemingway, entre otras figuras que padecieron e iluminaron la primera mitad del siglo XX, más un personaje sin arraigo histórico, una creación de Malcolm Lowry, Arturo Díaz Vigil, conducen esta novela que se mueve entre la Guerra Civil española y Cuernavaca entre finales de los años cuarenta e inicios de los cincuenta. La nostalgia, la derrota de un ideal, imponen un tono y una perspectiva.

Celebrada por Etgar Keret, la obra de la escritora argentina puede decirse que cabe en la literatura de terror si se considera que ha obtenido el Premio Shirley Jackson. Pero si no aterroriza, sí inquieta. Sus protagonistas son unos juguetes —los kentukis— que la gente puede ya sea tener o ser uno de ellos. La crítica sobre todo considera que la historia no deja de ser una crítica de nuestra época en la cual las personas dependen cada vez más de accesorios.

Más que un rosario de entrevistas, este libro es un homenaje al arte de la conversación. En 2014, mientras el autor de La caja negra y su editora en Israel, Shira Hadad, preparaban la edición de Judas, el diálogo profesional se transformó en amistad y la amistad en largas charlas sobre escritores, influencias y política. Al cabo de unos años, esas charlas se tradujeron en cientos de horas consignadas en una grabadora. De modo que Amos Oz continúa ofreciendo su mordacidad.

Cartas de Rusia

Capitalismo de plataformas

Julio César. El rey sin corona

n la creación contemporánea todo está recompuesto y entreverado porque el arte moderno comprendió que el rigor de la claridad es poliédrico, alterno, discontinuo. Las intuiciones captan la persistencia del tiempo y el espacio, pero también recogen los trocamientos inevitables en el centro de las cosas y de nosotros mismos. El paso de un sentido a otro es libre, aunque un instante después ya es necesario. Por eso podemos decir: las manos hablan, los ojos escuchan y los oídos engendran imágenes al alcance de la mirada. No es una novedad de nuestra época. Al traducir y recrear Amores de Ovidio, Christopher Marlowe escribió estos versos: “Palabras mudas hablan en mis ojos,/ en vino oirás los signos de mi mano”. Sor Juana Inés de la Cruz dijo lo mismo, pero mucho más sintéticamente: “Óyeme con los ojos”. Al recorrer, primero, las salas de la exposición con las obras fotográficas de Graciela Iturbide y, después, al pasar y repasar las páginas del libro Cuando habla la luz (CitiBanamex, España, 2018), empecé a oír con los ojos y advertí un relato instantáneo hecho de densos años instantáneos que habían transformado la facultad de la vista en una resonancia de complejos blancos múltiples y sombras congeladas. ¿Qué significado vemos en este relato? Pienso que de manera esencial encontramos la sonora voz muda del rostro de México y la honda huella de luz del desamparo. En el retrato Desierto de Sonora, la cara de una joven hermosa, que hace pareja con el retrato de Angelita y con la efigie de Manuel, nos enfrenta con la vieja cara rocosa que mira hacia delante desde hace siglos, tal vez milenios. Es un rostro absoluto. Reverbera sin alterarse. Cuando lo vemos no es posible continuar andando. Ese rostro inmóvil nos inmoviliza. Y luego, cuando ya hemos pasado a otras fotografías, como por ejemplo Magnolia, el muchacho-muchacha que nos muestra su vestido extendiendo la enagua con una mano y la leve sonrisa bajo el sombrero charro, volvemos a sentir la cara de piedra que nos ilumina. Y entonces ya no solo oímos y hablamos con los ojos sino que tocamos, en una quietud desconocida, a esos seres remotos y actuales de la fotografía de Iturbide. Pienso ahora que ese rostro es el rostro Único de la escarpada y expresiva faz humana. Por eso hay tanta armonía entre los retratos hieráticos y los rostros perpetuados en una bella careta laqueada —otra versión de la máscara griega—, como vemos precisamente en la imagen de la portada del libro, Carnaval. Es interesante pensar la semejanza o diferencia entre las imágenes de México y las de otros países (Estados Unidos, India e Italia): creo que las de México están fuera del tiempo y cifran algo enorme; en cambio, las de otros sitios solo son hermosas. En una antología de poesía universal contemporánea, donde todas las obras tendrían que rimar con nuestro tiempo y, a la vez, trepidar con las imágenes primarias que aún engendran imágenes, no podría faltar la fotografía de Graciela Iturbide.

Las manos hablan, los ojos escuchan y los oídos engendran imágenes al alcance de la mirada

Marqués de Custine Acantilado España, 2019 432 páginas

Nick Srnicek Caja Negra Argentina, 2018 128 páginas

Álvaro Marcos Gredos España, 2019 144 páginas

En 1839, el aristócrata francés, proveniente de una familia que simpatizó con la revolución, viajó a Rusia con el propósito de comprender su temperamento político, su economía, sus arrebatos cotidianos, y lo hizo visitando la corte del zar, entrevistando a campesinos y altos funcionarios. El resultado fue un diario confeccionado a la manera de un epistolario dirigido a lectores imaginarios. Sus alcances proféticos fueron tan acertados que causaron el reproche de zaristas y bolcheviques.

A la distancia, queda claro que ni siquiera cuando la Unión Soviética estaba en el esplendor de su poder el fin del sistema capitalista parecía a la vista. Más que por las luchas revolucionarias, lo más cercano a su terminación en las primeras décadas del siglo XX fue la crisis de 1929 causada por su propia lógica. En este libro, el autor expone cómo, a la luz de las nuevas tecnologías y la economía digital, el capitalismo se fortaleció al momento de aprovecharlas.

No podría haber sido otro que su antecedente directo Alejandro Magno, el hombre al que más admiraba Julio César. Un sueño perturbador —poseer a su madre— significó para los exégetas un anuncio de su destino. Para alcanzarlo, Julio César tuvo que sacar a relucir todos los dones intelectuales y de carácter que la naturaleza le otorgó. Esta biografía da cuenta de sus antecedentes familiares y de las luchas que tuvo que superar para alcanzar el poder.

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LITERATURA

30 DE MARZO 2019

ENTREVISTA

Lina Meruane

“Es un momento importante para el feminismo que busca cambios radicales”

O

riginaria de Chile y reconocida con el Premio Sor Juana Inés de la Cruz 2012, Lina Meruane se ha ganado un lugar preponderante entre las escritoras contemporáneas en Latinoamérica. Títulos como Sangre en el ojo, Sistema nervioso o Viajes virales, revelan una de las temáticas que han marcado su literatura: el cuerpo, sus funciones y disfunciones, la muerte. De padres médicos, su formación en esta materia se dio en las sobremesas de su casa. “La mirada médica sobre el cuerpo es parte de mi fundación”, dice. Este afán la ha llevado lo mismo a visitar la morgue que a coleccionar costras, uñas, dientes, y hasta el cálculo vesicular de su abuela. Comenzó con las placas que le hacían en el ortodoncista, “pequeñas esculturas de la boca que se iban modificando”, y que almacenó junto con los dientes. Desde niña coleccionó mariposas, estampillas, servilletas o recortes de periódico, hasta formar un archivo que más tarde fue motor de su quehacer literario. “Siempre que he escrito es porque ya tengo un estuche de archivos, de materiales, de anécdotas, de imágenes que estimulan mi imaginación y me entregan ciertos datos interesantes de la realidad”. En Sangre en el ojo, una novela sobre medicina y vulnerabilidad, Meruane habla sobre la victimización que hacemos de los enfermos, pero también de los recursos que éstos tienen: “las trampas o las tretas del débil, como las definió Josefina Ludmer, refiriéndose a las mujeres que, al no tener el poder, buscan formas de ejercerlo. Esto mismo les pasa a los enfermos, sobre todo a los enfermos crónicos. A nadie le gusta estar en desventaja, nadie quiere ser vulnerable, sino tener control sobre su cuerpo y lo que está a su alrededor”. “En el caso de las mujeres”, continúa Meruane, “seguimos usando las tretas del débil porque estamos educadas para trabajar lateralmente, para no enfrentar la discusión directa. Es muy trabajoso vivir en la discusión, en la argumentación, en la manifestación, y un camino corto es esta treta, los modos de la manipulación que hemos aprendido de nuestras abuelas. Sin embargo, este es un momento muy interesante porque estamos dejando de usar el recurso lateral para enfrentar más directamente al gran poder, el social, el político, el económico, y también los micro poderes que existen en los espacios del hogar: al compañero, a los hijos, a las mujeres con quienes convivimos y trabajamos. Espero que

GUADALUPE ALONSO CORATELLA FOTOGRAFÍA LORENA PALAVECINO

La escritora chilena, autora, entre otros libros, de Sangre en el ojo y Contra los hijos.

ese levantamiento que vemos en los medios y en la calle se instale también en el domicilio, el espacio de trabajo, y nos haga conscientes no solo del modo como enfrentamos a la gente que tenemos por encima sino a la que trabaja para nosotros, a nuestros colegas. Comprender que el poder está en todas partes y hay que trabajarlo de otra manera. Hay que apartarnos del juego manipulador y expresar la injusticia que vivimos para generar un cambio en la estructura de la sociedad”. Para Meruane, el feminismo no puede verse como un movimiento homogéneo. Variables como el género, la clase social, la edad, la raza, hacen más complejo el escenario reflexivo y activo de la mujer. “Hay una partición del movimiento feminista. Algunas mujeres se manifiestan contra el poder, pero hay quienes lo apoyan y eso es muy preocupante. En Brasil, por ejemplo, uno esperaría que muchas mujeres estuvieran en contra de un presidente de ultraderecha. No obstante, aun siendo misógino, racista, fascista, hay quienes lo defienden,

La cercanía con Gabriela Mistral ha sido un detonador del interés de Meruane por la mujer

mujeres profesionales, educadas. Estamos en un momento importante para el feminismo como movimiento, o esa parte del feminismo que busca cambios más radicales”. En el libro Contra los hijos, Meruane ensaya sobre la imposición de la maternidad: cómo los discursos están articulados para hacer sentir a las mujeres que su rol en la vida es tener hijos y señalar a quienes deciden no tenerlos o no sienten ese llamado. “Son discursos que se imponen sin mediación, lo mismo que la oposición al aborto y a la educación sexual para prevenir el embarazo juvenil o no deseado. Comencé por ahí pero mientras investigaba, tanto a través de cuestiones anecdóticas como de estudios sociológicos más serios, pensé en la fuerte imposición, no solo de la maternidad, sino del deber ser un tipo de madre. Me di cuenta de que hay un disciplinamiento del rol de la madre, y tiene mucho que ver con el contragolpe social de volver a llamar a las mujeres a la casa en un momento de auge de los discursos conservadores”. La cercanía con Gabriela Mistral ha sido un detonador del interés de Meruane por la mujer. La leyó de niña, en la época de la dictadura en Chile. “Entonces era la Mistral maestra, preocupada por los niños, la mujer que sentía

frustración por la no maternidad; una Mistral muy solemne, triste, un modelo femenino muy desempoderado, en un momento difícil para ella, una mujer lesbiana. Hoy se pueden leer esos mismos poemas y entender lo que intentaba hacer. En la serie Locas mujeres reivindica a quienes eligieron otros caminos, pensaron y desearon de otra manera. Hay un rescate de las mujeres que optaron por vidas distintas, por viajar y enfrentarse a otros mundos. Mistral habla de ‘matar a la otra que hay en mí’, la conservadora, la que recibe el maltrato social. Esa Mistral me parece muy poderosa, es la que hoy deberíamos estar leyendo las mujeres”. En un texto sobre la pasión por la literatura, Meruane apunta: “Se escribe para poder llevar el peso insoportable de la realidad”. Esta reflexión parecería referirnos a Gabriela Mistral; sin embargo, Lina Meruane la sitúa en el contexto del mundo actual. “Se podría decir, usando el cliché, que vivimos en una realidad que supera a la ficción. Estamos en un momento muy difícil, y lo que nos permite el ejercicio literario, la escritura, es acercarnos a los problemas de manera crítica, compartirlos e imaginar escenarios posibles, salir de la dureza de un momento en que cuesta tener esperanza”.

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ESCENARIOS

30 DE MARZO 2019

PERIPECIA

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RESEÑA

La vuelta al mundo con Julio Verne

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Ejercicios fantásticos del yo, escrita y dirigida por Sabina Berman, se presenta en el Teatro Helénico.

Pessoa: uno y muchos

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ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.com FOTOGRAFÍA ESTUDIO ALÓS & PONCE

ernando Pessoa es desplegado por Sabina Berman sobre el escenario mediante una comedia con lenguaje cinematográfico: los heterónimos del escritor conviven con su creador en un espacio donde su yo se multiplica frente a imágenes de las calles de Lisboa, resaltando la tercera dimensión y particularmente la parte humana de uno de los más grandes poetas del siglo XX. Al contrario de los montajes con aspiraciones poéticas, nostálgicas y de evocaciones trágicas que la obra de Pessoa ha inspirado en la mayoría de los directores y dramaturgos, Sabina Berman, autora y directora de Ejercicios fantásticos del yo, convierte al escritor en el protagonista de su propia historia. Bernardo Soares en el rol de narrador, representado por Fernando Bonilla, invita a imaginar la hora deseada para dar inicio a un montaje que propone un juego en el que Álvaro de Campos, Ricardo Reis y otras personalidades empiezan a poblar el escenario y a interactuar con su gestor, al centro de la ramplonería que impone la vida cotidiana. En un escenario semivacío, sobre el que se deslizarán, según el lugar de la acción, paneles blancos a manera de pantallas donde se proyectan fachadas de las calles de Lisboa, el interior de la oficina de publicidad donde trabajó Pessoa, un balcón en una tarde azul o el interior expandido de un vagón de tren, el personaje principal, interpretado por Moisés Arizmendi, se desdobla en los otros, a cargo de

Hernán del Riego, Alfonso Cárcamo, Hamlet Ramírez, Nora Huerta y Fernando Bonilla, con quienes se relacionan los personajes de Sonia Franco y Jyasú Torruco. Alejada de sus obras apegadas a la política mexicana, a los conflictos y obstáculos de las mujeres o a los problemas de índole social, Sabina Berman plantea un divertimento en el cual el espectador percibe al escritor que dijo reconocerse como el sonido resultante de la mezcla de todos los instrumentos, en su calidad de hombre común, distraído, bebedor, incumplido y disperso, acosado por su circunstancia, así como por su otro yo, estirado y culto, por el homosexual aventurero, interrumpido por su personalidad de baja estatura y humor liviano, que se identifica como el Pessoa de vodevil. Escenas en las que aparecen sus viejas tías, su ex cuñado militar en caricaturesca persecución y Ofelia Queiroz, su única novia, a ratos entre tres de sus yo y de pronto entre muchos más, otorgan al espectador pinceladas de un Fernando Antonio Nogueira Pessoa más cercano a los seres comunes, que difícilmente se preguntan, como él: ¿a quién asisto?, ¿quién es yo?, ¿cuántos soy?, ¿qué es este intervalo entre mí?, sin que estos cuestionamientos sean

Sabina Berman convierte al escritor portugués en el protagonista de su propia historia

pronunciados en escena sino más bien desglosados con humor volátil. Los personajes, desdoblados del original, vestidos de forma muy similar, con lentes redondos, ropa oscura y sombrero, se enfrentan, cuestionan, ordenan, seducen y jalonean interiormente al que les dio vida, como si se tratara de enemigos íntimos en su labor de complicarle la existencia. En Ejercicios fantásticos del yo todo funciona, desde la actuación del elenco, pasando por la coreografía de Claudia Lavista, hasta la escenografía e iluminación de Philippe Amand, que resuelve mágicamente en una danza de paneles que delimitan y recrean espacios con la proyección de video realizada por el mismo Amand y Pablo Corkidi, así como el vestuario de Eloise Kazan, que nos remite a la imagen que generalmente guardamos de quien fuera periodista, publicista y traductor de día, mientras era poeta de noche, salvo por discretos elementos que distinguen a sus heterónimos. La puesta en escena, que integra frases salpicadas de la filosofía de quien repudió la realidad vulgar, resulta divertida, ligera, y deja una reflexión sobre todos esos yo que nos habitan amordazados, en un encierro del que quizá jamás se liberen. El talento de Sabina Berman e Isabelle Tardán se concreta en una producción cinematográfica y teatral, que cumple su cometido pero que deja un hueco en los amantes de Pessoa y de su obra, a los que el teatro les debe todavía el montaje que lo enaltezca.

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ANDREA SERDIO

ulio Verne nació en Nantes el 8 de febrero de 1828 y murió en Amiens el 24 de marzo de 1905. Dramaturgo y poeta, es sobre todo el autor de una serie de novelas que no han dejado de reeditarse y fascinar a los lectores. Muchas de ellas han sido llevadas al cine desde 1902, cuando se estrenó Viaje a la luna de Georges Meliés, basada en De la Tierra a la Luna de Verne y Los primeros hombres en la Luna de H. G. Wells, otro maestro de la ciencia ficción. Después de años de pobreza y problemas personales, entre ellos un matrimonio mal avenido, Verne ascendió a la cúspide de la fama con sus Viajes extraordinarios, 60 novelas en las que despliega sus conocimientos de ciencia, tecnología, geografía, historia. La primera de estas novelas, Cinco semanas en globo, de 1863, muestra los misterios del continente africano y casi un siglo después sería llevada al cine por Irwin Allen. La editorial RBA ha publicado en México la saga completa de Viajes extraordinarios en su serie “coleccionables”. Es una oportunidad de volver a leerlos, de asomarse a la obra de un profeta que en el siglo XIX anticipó la existencia de armas de destrucción masiva, del helicóptero, de las naves espaciales; también de los motores eléctricos y el submarino, como sucede en 20 mil leguas de viaje submarino y La isla misteriosa. La primera vez que Verne incursionó en la ciencia ficción fue con París en el siglo XX, una novela oscura en una sociedad materialista, obsesionada con el dinero y la tecnología, que se comunica por fax. Fue rechazada por su editor PierreJules Hetzel y solo se publicaría hasta 1994. Mientras tanto, dio a la imprenta historias como Los hijos del capitán Grant y Viaje al centro de la Tierra; ésta última, por cierto, ha sido adaptada en seis ocasiones para el cine. En el principio de su carrera, Verne contó con la protección de Alejandro Dumas padre e hijo; gracias a ellos pudo representar algunas de sus obras en París. Después, con el impulso de Hetzel se consolida como un autor popular y escribe novelas como Miguel Strogoff, que, en medio de incesantes aventuras, cuenta la historia de un correo del zar que debe atravesar Siberia con un mensaje que alerta sobre la invasión de los tártaros a ese territorio. Una de las novelas más celebradas y hermosas de Julio Verne es La vuelta al mundo en 80 días que contrasta el carácter flemático del protagonista Phileas Fog y su divertido mayordomo Jean Passepartout, que sin querer se ve involucrado en las aventuras de su patrón. La novela (llevada al cine en 1956 bajo la dirección de Michael Anderson y protagonizada por Cantinflas, David Niven y Shirley McLaine) es una celebración de la vida, de la aventura, de la amistad. Es una odisea salpicada de humor que muestra la maestría de un autor que perdura a través de los siglos.

En el principio de su carrera, Verne contó con la protección de Alejandro Dumas padre e hijo

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDITOR WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ

30 DE MARZO 2019

http:// www.milenio.com/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter:@SCLAberinto

TOSCANADAS

Estimado Felipe DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

L

a Biblia es un embrollo de contradicciones en cuanto a la heredabilidad de las culpas. Por un lado, en el Antiguo Testamento, el Todopoderoso dice: “Yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen”; pero por boca de su profeta Ezequiel anuncia que: “El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo; la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío será sobre él”. Más tarde viene San Pablo a decir cosas que nunca estuvieron en la cabeza de Jesús: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”. Esta frase sirve para que los padres de la Iglesia, sobre todo el farsante de San Agustín, desarrollaran

FELIPE VI

Rey de España.

el aberrante concepto del pecado original: una mancha que todos llevamos de nacimiento porque hace cuatro mil años, según la teología ortodoxa, o hace tres millones de años, según la ciencia evolutiva, a la pareja primigenia se le ocurrió degustar un fruto prohibido. Por supuesto se vieron en un lío con el nacimiento de Jesús, así es que en 1854 se sacaron de la manga que María había sido concebida inmaculadamente, que por alguna razón no explicada, Joaquín y Ana copularon cierta noche sin que en el acto transmitieran pecado alguno a su hija. Sea como sea, es difícil llevar una genealogía de la culpa. Ahora existen pruebas de ADN que determinan la etnicidad de cada persona, el porcentaje de “sangre” que carga de distintas regiones del mundo y la época en que sus antepasados anduvieron por tal o cual región. Pero antes que nada, se tendría que creer en el disparate de la culpa hereditaria.

Igualmente disparatada es la idea del mérito hereditario. En México la desterramos hace doscientos años, pero hay países, como España, que todavía auspician tal despropósito. Su rey actual es sucesor de un tal Felipe V que llegó importado de Francia y españolizó su dinastía con nombre de whisky. Sin embargo, antes que heredar sus méritos, los matrimonios entre ellos mismos han generado hemofílicos, tarados, debiluchos, corruptos y fratricidas. De modo que hoy día, cuando suele negarse legitimidad a los gobiernos que no se eligen democráticamente, no veo por qué un presidente electo ha de solicitarle nada a un monarca hereditario, y encima hacerlo con tono de gran respeto y sumisión, con fórmulas como “Su Majestad”. Para la próxima, aunque se tuerzan las formas, mejor será comunicarse con el presidente del gobierno español, y en caso de necesitar hablar con el rey, bastará dirigirse a él como “Estimado Felipe”.

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BICHOS Y PARIENTES

Política cultural

C

ansa y frustra el debate de la cultura y el Estado: presupuestos, asignaciones, acusaciones y sospechas en una pedacería de morales inflamadas que no saben dar razón de sí. Parece que no hay más que dos ideas culturales en debate: una se llama “recursos”; la otra, “corrupción”. Ni siquiera hay una sospecha de qué pudiera hacerse en la encrucijada actual. A lo largo de los últimos dos siglos, la cultura pasó de objetivo de la civilización a industria, a mercado y, últimamente, a derecho. Pero este supuesto derecho no significa un concepto jurídico sino la exigencia de que el Estado y las instituciones, incluso privadas, han de proveer “cultura” como si fuera luz o agua o seguridad. Idea no solo equivocada, sino destructiva, que termina por suponer que el Estado produce la cultura a través de empleados o proveedores, y que todos tenemos derecho a “recibir cultura”. Esta idiota idea de los derechos como obligación de otros… De cualquier modo, no es con la asignación de dinero con lo que hallo el conflicto; invertir en la cultura es indispensable: ¿qué sentido tiene una sociedad, si no? pero la estatización ha prohijado pereza, autocomplacencia, imaginaciones desplumadas y, muy escasamente, alguna obra. El debate acerca de la cultura no puede quedarse en la rastrera pelea por unos derechos alucinados o unos presupuestos corrompidos. Y quizá por eso recordé un debate entre dos autores peculiarmente anticuados y extrañamente vitales: “Terry Eagleton in conversation with Roger Scruton” (que se halla en YouTube). Eagleton es quizá el último de aquellos marxistas inteligentes que se le

JULIO HUBARD FOTOGRAFÍA UNIVERSIDAD DIEGO PORTALES

dieron bien al final del Imperio Británico; Eagleton es un autor extrañamente afecto a la sensatez y a la calidad de la conversación, capaz de meter en cintura al grupo de los fundamentalistas ateos de Dawkins, Hitchens y Dennet. Scruton es un personaje peculiar: muy conservador, no por pose ni adopción ideológica sino porque la cabeza y las pasiones le dan para un tradicionalismo radical, que solo los británicos pueden hacer inteligente. De derechas,

La cultura pasó de objetivo de la civilización a industria, a mercado, y a derecho

por supuesto, y sin embargo, estimulante, valioso. Los dos viejos fueron capaces de diferir en todo, excepto en el campo que los reúne: la cultura es a la vez “lo que llevas en los huesos” y aquello cuyo cuidado y construcción da sentido a tu vida. Uno los escucha debatir y tiene esa percepción de olor a húmedo y naftalina, característico de los armarios antiguos, pero hay que ver a esos dos viejos con admiración: la calidad de su debate (que no es un pleito sino una forma de la conversación) produjo más ideas culturales que todas las que podamos recoger en México en los últimos años. Es que ya prácticamente no existen ni marxistas ilustrados, ni conservadores cultos y los intelectuales se acabaron, como clase y como

Terry Eagleton, un pensador extrañamente afecto a la sensatez.

especie. Con su extinción tenemos motivos de gusto y disgusto: gusto, porque ya no es necesario que nadie se eche a las espaldas la responsabilidad de hablar por los que no tenían voz; disgusto, porque la gente no descubre aún que tener una voz propia y pública implica una responsabilidad igualmente pública y propia. Hoy todos tienen voz propia y eso anula la liturgia de los intelectuales, pero en las redes, los más siguen comportándose como masa, muta de caza, gleba, sin darse cuenta de que ya no lo son. Que sean numerosísimos no significa que sean anónimos ni que carezcan de rostro: cada post, cada tuit, lleva una firma y supone un individuo responsable. Trasladado al ámbito de la producción de cultura, se entiende el abatimiento de su calidad: las únicas ideas que viajan, interesan y conmueven tienen que ver con la queja y la denuncia. Y que se entienda: los abusos, corrupciones, delitos y crímenes, de personas o instituciones, deben ser castigados. Pero son cloaca, no cultura. Las redes son una potencial horizontalidad, pero sin la intervención de autores e ideas destacadas, notorias, importantes, la horizontalidad ha dado en un puro extravío. Se echa de menos a aquellos que marcaban el espacio con ideas de donde salían las posiciones válidas: a la izquierda, a la derecha, más echado hacia adelante o atrás; los que generaban acuerdo y desacuerdo y la señal en el mapa de “usted está aquí”. Parece que estamos en medio de una pura horizontalidad que se solaza en la denuncia, la delación, jirones de moralidad exclusiva y adversaria. Para jugar con prefijos griegos: lo que fue simbólico se volvió diabólico.

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