Laberinto No.846 (31/08/19)

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Suplemento cultural de MILENIO

LABERINTO RESEÑA

MEMORIA

VÍCTOR NÚÑEZ JAIME

JOSÉ AGUSTÍN RAMÍREZ

La entrevista de Susan Sontag en Rolling Stone

El Acapulco perdido de José Agustín Foto: Daniel Kramer

SÁBADO 31 DE AGOSTO DE 2019 AÑO 16 - NÚMERO 846

Alessandro Baricco pulsa The Game Óscar Garduño y Estela Peña Molatore/ FOTOGRAFÍA: MASSIMILIANO MINOCRI

Foto: Archivo Milenio


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ANTESALA

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ARTES VISUALES

Estados mentales MIRIAM MABEL MARTÍNEZ FOTOGRAFÍA PAOLA MÁRQUEZ

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l subir las escaleras de Estudio Marte 221, el espectador se topa con la realidad pulverizada en El vaso y el agua de la artista Karen Cheirif (México, 1981), quien desnuda la muerte para que nos cuestionemos la vida. Cheirif da volumen a sensaciones. Al recorrer las esculturas-instalaciones-dibujos no solo sentimos la fragilidad de la materia, sino la propia, pero la experiencia no se limita al impacto visual: las piezas abrazan y provocan reflexión porque las vemos sucediendo en su proceso natural, contemplamos su desintegración, son idea y tiempo simultáneamente, escupiendo la paradoja de la ausencia. Visitar esta exposición es imaginar el pensamiento porque los elementos elegidos son mínimos y ese minimalismo exacerba la complejidad del concepto que, más que guardar, se cuestiona en cada pieza, porque el hilo conductor de las diez obras es la pérdida que empuja al vacío, al silencio que aturde e incomoda. Esta muestra incomoda porque pone la fugacidad de frente y obliga a cuestionar la noexistencia. La elección del material y de la técnica son en sí el concepto, como se ve en Miembro fantasma, una escultura de un brazo cocido de sal, tamaño natural, que asume su materidad orgánica y desde su concepción empieza a deshacerse dejando otra huella sobre un espejo en el que el espectador se refleja, y ahí están dos imágenes de la vida pasando. ¿En qué nos convertimos? Detrás de esta exposición-experiencia-acción está una investigación existencial: qué somos sino desintegración, el ciclo del tiempo en el que la vida es tan incomprensible como la muerte. Por ello explora distintas tradiciones a través de sus materiales: la sal, el barro, el fuego, el agua, el maíz, como se narra en el libro-instalación El vaso del tiempo. Observamos las piezas en un presente perpetuo, estando y desapareciendo a la vez, como se aprecia de manera frontal en El vaso en sí mismo no se cumple (2018), un cono gigante de barro en el que se aprecia la manufactura (ahí están las manos registradas en sinuosos “errores”) y del que cae sal emulando un reloj y salando el ambiente para tocar al visitante. Si bien cada pieza es potente y frontal, la instalación-acción Las corrientes que gimen dentro de las rocas resume el desarrollo conceptual y creativo de Cheirif, quien no se conforma con la anécdota, sino que hace del concepto un estado mental que experimenta hasta naufragar en sus oscuridades, con el objetivo de crear una propuesta orgánica, sincera, compleja, comprometida con el arte.

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Pieza de la exposición El vaso y el agua.

Había una vez en Hollywood. Dirección: Quentin Tarantino. Estados Unidos, 2019.

HOMBRE DE CELULOIDE

Fama, lealtad y la voz del destino

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FERNANDO ZAMORA @fernandovzamora FOTOGRAFÍA HEYDAY FILMS

o quiero que me cuentes la historia de tu libro”, dice a Leonardo di Caprio una niña en Había una vez en Hollywood. “Cuéntame de qué se trata”. En este diálogo, Quentin Tarantino parece estar diciendo que para entender una obra como la suya es necesario trascender la peripecia; hacer un ejercicio de síntesis y responder a la pregunta ¿de qué trata? Digámoslo, pues: Había una vez en Hollywood trata de fama, lealtad y destino. Cada tema sigue al otro y juega en contrapunto. Como en un poema sinfónico, genera toda clase de sentimientos. La película gira en torno a los acontecimientos que en agosto de 1969 culminaron con la muerte de Sharon Tate, una mujer que, en la visión del director, apenas se estaba abriendo paso en el camino de la fama hollywoodense. Al otro lado del espectro, Rick Dalton comienza a perder la notoriedad que tuvo hace años, cuando era actor de televisión en un programa estilo Bonanza. Dalton tiene, además, a un doble que recibe los golpes por él. Y es que todos necesitamos un doble como Cliff. Interpretado por Brad Pitt, Cliff tiene la fama de haber asesinado a su mujer. Todo ello jugará llegado el momento. Por lo pronto, la historia se mueve hacia el tema de la lealtad.

Y es que la relación entre Rick y su doble está construida con base en la lealtad. Rick tiene a Cliff y Cliff tiene a un perro que será el gran héroe de la película. Y es que ahí donde hay amor, parece decir Quentin Tarantino, no puede haber individualismo. Y los jipis que mataron a Sharon Tate detrás de su máscara de amor y paz eran un montón de individualistas que solo pensaban en su propio bien. Como los nazis de Bastardos sin gloria, como los esclavistas de Django. El individualismo atroz de los jipis de Charles Manson se enfrenta en esta película a la lealtad de Rick y su doble. La tercera parte habla del destino y tiene una de las mejores secuencias del cine de Hollywood. Es buena porque resulta a un tiempo hilarante y profunda, sorpresiva y definitivamente catártica. Comienza con Sharon Tate caminando por la calle con una sonrisa melancólica y decidida. Como la de quien sabe que pronto encontrará su destino. Y uno se pregunta ( justamente porque el

En Había una vez en Hollywood, Quentin Tarantino sigue explorando la historia de su país

director quiere que uno se lo pregunte): ¿qué puso a Tate en el camino de Charles Manson? Será lo mismo que puso a Cliff en el camino de Dalton. Lo mismo que hace creer a religiosos y lectores de estrellas en un destino que nos supera. En esta tercera parte el autor ha conseguido ponernos nerviosos y aun así no dejamos de disfrutar. ¿Cómo resolverá el asunto de los asesinatos? ¿Veremos cómo muere esta mujer embarazada? ¿Cómo los jipis escriben lemas dantescos con sangre humana en las paredes de la casa de Sharon Tate y Roman Polanski? ¡Fanfarrias! Grita un hombre en la televisión de la casa que está a punto de ser asaltada. “Está a punto de llegar el momento esperado por todos”. Y sí. Tal como fue anunciado, este clímax es grande y sus personajes están tan bien construidos que creemos saber lo que piensan, lo que desean. Y aun así somos incapaces de intuir cómo morirán. En Había una vez en Hollywood, Tarantino sigue explorando la historia de su país. Ya lo hizo en Django y en Bastardos sin gloria. En tanto creador, el director es un dios que en esta sinfonía de fama, lealtad y destino ofrece muchas sorpresas a sus personajes y a sus espectadores. Pero hay que sonreír. Porque incluso en el triste caso de Sharon Tate es posible un final feliz.

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ANTESALA

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ESCOLIOS

POESÍA

Llevar al hombro el manto de las cosas JOSÉ HOMERO

el jadeo adolescente cubriendo cálida la cera la piel rozando incandescentes yemas húmedo pestañeo de los astros: erguido el morro a trompicones humo entre belfos de buganvilla y jazmines colección de clítoris los capullos del tulipán en el serallo de la tarde que al aire resuenan con galope glissandi de sal en cordado cielo cuerpos rotundos espaciados Este poema forma parte de un libro en preparación.

EX LIBRIS

Some like it hot/ EKO

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Baudelaire ARMANDO GONZÁLEZ TORRES

U

@Sobreperdonar

n sábado 31 de agosto a las once de la mañana el organismo contaminado y debilitado de Charles Baudelaire (18211867) dejó de batallar en este mundo. Con un solo libro, Las flores del mal, mutilado por la censura, Baudelaire inauguró la poesía moderna. En la obra de Baudelaire se combinan el elogio del hedonismo, la crítica social, el resentimiento misantrópico, la profecía estética, el ansia mística, la tentación blasfema y, sobre todo, la compasión extensiva por los demás sufrientes. Porque, allende sus obras, ha quedado su efigie de hombre quebrado, fracasado, adicto y casi indigente, capaz, sin embargo, de ejercer una honda solidaridad con los que padecen. El libro del escritor ecuatoriano Mario Campaña, Baudelaire. Juego sin triunfos (De Bolsillo, 2008), traza una biografía ágil y seria en la que confronta la mitificación romántica. Como sugiere el autor, Baudelaire tuvo una trayectoria con muchos obstáculos y episodios desdichados y estuvo lejos de cosechar en vida la gloria que anhelaba; sin embargo, resulta un tanto efectista reducir su existencia a un martirio, pues también desplegó una enorme capacidad de goce. Hijo de un viejo (François Baudelaire tenía 62 años cuando nació Charles) y una joven, Baudelaire quedó huérfano de padre a los 8 años y vivió las segundas nupcias de su madre con un militar como una irreparable traición y abandono. El pequeño celoso creció entre París y Lyon, resultó un estudiante e hijastro problemático y, cuando lo expulsaron de su colegio, a punto de terminar el bachillerato, fue enviado como medida correctiva a un viaje a la India, que interrumpió a medio camino para regresar a París y ejercer su vocación de escritor. Apenas alcanzó la mayoría de edad tomó posesión de la herencia de su padre, pero la despilfarraba de manera tan demencial que su familia interpuso un recurso para que ese legado le fuera suministrado en modestas mesadas. Baudelaire, al tiempo que se convirtió en alma de la bohemia citadina, comenzó su lenta y torturada obra poética; renovó la crítica de artes plásticas; comenzó a atesorar sus intuiciones sobre la modernidad y se deslumbró con otro atormentado, el norteamericano Edgar Allan Poe, a quien tradujo y promovió más que a él mismo. En 1848, en el curso de la Revolución, Baudelaire vivió una epifanía personal y política, salió a la calle, peleó en las barricadas para reconciliar revolución y humanismo; su insurrección era una revancha familiar y un parteaguas social. Con todo, la traición y manipulación del movimiento y la entronización de un nuevo déspota con el voto popular frustraron definitivamente la credulidad política del poeta. Lo que siguió fue un nuevo enclaustramiento en sí mismo: la conclusión de Las flores del mal, el desgaste de su proceso judicial, las relaciones ambiguas con el gremio literario y ese enemigo íntimo, la sífilis, que se le había encaramado desde la juventud, y que lo envejeció, lo enmudeció y precipitó su partida.

En 1848, Baudelaire vivió una epifanía política y peleó en las barricadas

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LITERATURA

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Un volumen recoge la entrevista completa que la escritora y cineasta estadunidense concedió a Jonathan Cott para la revista Rolling Stone en 1978

Susan Sontag frente a sí misma

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VÍCTOR NÚÑEZ JAIME/ MADRID periodismovictor@yahoo.com.mx FOTOGRAFÍA DANIEL KRAMER

usan Sontag (19332004), la escritora que sirvió de puente entre la alta cultura y la cultura popular, tomó la decisión de divorciarse gracias al rock and roll. Era una chica de 24 años, residente en Boston, madre de un niño de cuatro, doctora en Filosofía, escritora en ciernes, esposa harta del sociólogo Philip Rieff y una rockera convencida cuando, tomando en cuenta todo eso, decidió darle un giro a su vida. “No exagero cuando digo que fue debido a Bill Haley and His Comets y Chuck Berry. Su música me hizo decir adiós marido y adiós mundo académico”, le soltó en 1978 al periodista Jonathan Cott, de la revista Rolling Stone, con quien tenía varios amigos en común. Ambos coincidían en fiestas, pases cinematográficos y conciertos. “Siempre quise hacerle una entrevista. Pero el momento llegó hasta 1978”, recuerda el periodista en Susan Sontag. La entrevista completa de Rolling Stone, que la editorial Alpha Decay acaba de publicar en España. El libro es la versión completa de los dos encuentros que Cott mantuvo con la escritora, primero en París y luego en Nueva York, de los cuales solo se publicó una tercera parte en la revista y que a la postre pueden leerse como una especie de autobiografía intelectual, pues en ellos la mujer que acostumbraba ver películas japonesas y leer novelas francesas tocó varios temas de su interés: la lectura, el rock, los celos, la guerra, el arte, la sexualidad y la muerte. En 1978, Sontag ya

era un referente intelectual en buena parte de Occidente y solía pasar largas temporadas en París, adonde había llegado por primera vez en el ocaso de la década de 1950, recién divorciada. Todavía no tenía su característico mechón blanco en el pelo, le gustaba vestir pantalones de mezclilla y camisas, ponerse un poco de Dior Homme en el cuello y se consideraba “una freak de la belleza.” Jonathan Cott fue el primer editor de Rolling Stone en Europa, con base en Londres, y durante años se ha dedicado a entrevistar y a perfilar a personajes de la música como John Lennon, Yoko Ono, Glenn Gould y Bob Dylan. Conoció a Susan Sontag cuando era estudiante de la Universidad de Columbia. Más tarde, los dos solían frecuentarse en California y luego coincidían en eventos culturales de varias ciudades europeas. Para entonces, Sontag ya era catalogada en los medios como una “estrella intelectual”, pues se había encargado de darle un tratamiento serio a la cultura popular, dejando claro que ambas no estaban disociadas sino que eran perfectamente compatibles, e incluso había abogado por una “estetización de lo trivial” y por “nuevos estándares de belleza, estilo y gusto”, alejados de la crítica envejecida de los académicos encerrados en sus cubículos universitarios, quienes “ignoraban que el sentimiento (o la sensación) provocado por un cuadro de Rauschenberg puede ser similar al de una canción de las Supremes”. “El año anterior [1977] Susan había publicado su libro sobre la fotografía y estaba por aparecer La enfermedad y sus metáforas”, puntualiza Jonathan Cott, quien propuso esos dos libros como punto de partida de la conversación

y llegó a la capital francesa listo para una de las grandes entrevistas de su carrera. “Me sorprendió su exactitud moral y lingüística. A diferencia de casi cualquier otra persona a la que he entrevistado, Susan no habló mediante oraciones, sino con amplios y medios párrafos”, recuerda sobre la mujer que mostraba interés por todo: “Si tuviera que elegir entre los Doors o Dostoievski elegiría a Dostoievski. Pero, ¿tengo que elegir?” Después de que le extirparan un tumor cancerígeno en el pecho, el tratamiento recetado por los médicos aceleraba su recuperación y en ese primer encuentro comentó: “Me pasé un año y medio yendo al hospital tres veces por semana. La enfermedad y sus metáforas y el ensayo que escribí sobre la guerra de Vietnam [Viaje a Hanoi] son quizá las dos únicas estancias de mi vida en que supe que lo que estaba escribiendo no solo era verdadero sino también útil”. Sontag habló —sincera, vehemente, apasionada y sin recato— durante tres horas sobre el amor, la amistad, la sexualidad, la autonomía personal, la construcción de ideas. “Tengo la impresión de que el pensamiento es una forma de sentir y el sentimiento es una forma de pensar”, dijo sin rodeos aquella vez, antes de pedir un descanso para cenar. Una extensa y profunda entrevista es capaz de revelar todos los entresijos de un personaje. Lawrence Grobel lo hizo con Truman Capote y Fernanda Pivano con Charles Bukowski. Una extensa y profunda entrevista, sin

“He amado con pasión a gente con la que no me habría acostado por nada del mundo”

embargo, no es algo a lo que esté dispuesto a someterse cualquiera. No es común, sobre todo, que alguien (como la autora de El amante del volcán, con fama de huraña, ególatra e, incluso, cruel en el trato personal) opte por alargar una deconstrucción verbal, pero en aquel encuentro parisino Sontag le propuso a Cott seguir charlando en Nueva York para “replantearse” algunas opiniones. “Es que siento que cambio todo el tiempo”, arguyó. “Se supone que un escritor es alguien que o bien se dedica a la autoexpresión o bien trabaja para convencer a la gente, pero ninguno de los dos modelos funciona para mí. Yo escribo en parte para cambiarme a mí misma, para sacarme ideas de encima. No creo en ellas después de escribirlas porque ya me he mudado a una nueva concepción de las cosas”. Por eso, en noviembre de ese año, el editor de Rolling Stone llegó a un departamento con vistas al río Hudson y encontró a la ensayista “rodeada por su biblioteca de ocho mil libros, a la que se refirió como “mi sistema de recuperación y mi archivo de nostalgia”. Ahí la conversación fue más extensa que en París, como si la entrevistada se hubiese propuesto no dejar algún asunto sin abordar. La lectura y la escritura: “El libro que me hizo ser escritora fue Martín Eden, de Jack London, ¡y terminaba en suicidio! Lo leí a los trece años. El primer libro que realmente me apasionó fue la biografía de madame Curie que escribió su hija Ève. Debía de tener siete años cuando lo leí. Quizás seis. Yo empecé a leer a los tres años. Y la primera novela que me afectó fue Los miserables. Me hizo llorar, gemir y suspirar. A los trece, ya se encargaban de eso Mann y


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La autora de La enfermedad y sus metáforas en su departamento de Nueva York, 1968.

Joyce y Eliot y Kafka y Gide. [...] Leía muchísimo y, en gran parte, bastante mecánicamente. Me gustaba leer como a la gente le gusta ver televisión. Me dormía leyendo. Cuando estoy deprimida, cojo un libro y me siento mejor. Leer es mi entretenimiento, mi consolación, mi pequeño suicidio. Tengo la suerte de leer rápido. [...] Empecé a leer filosofía a los catorce, quince años. [...] Poesía e historia del arte es lo que más leo. [...] Admiro a los que luchan por escribir algo que de algún modo sea irrefutable. Es una cualidad que encuentro en Beckett, Kafka, Calvino y Borges, y también en un maravilloso escritor húngaro llamado György Konrád. [...] Yo tiendo a escribir los primeros borradores en la cama, acostada. Después, en cuanto tengo algo que mecanografiar, voy al escritorio y me siento en una silla de madera, y a partir de ahí todo pasa por la máquina de escribir”.

La elección entre vida y obra: “Tuve la suerte de tener un hijo y casarme siendo muy joven y elegí no volver a casarme y vivir una vida independiente, que implica un montón de inseguridades, molestias, ansiedad, frustración y largos periodos de castidad. Quería tener varias vidas y es muy duro tener varias vidas y un marido. [...] Hay que elegir entre la obra y la vida. Por tomar un ejemplo de un escritor al que admiro: Jean Cocteau. Cocteau tendría alrededor de 20 años cuando fue a ver a Proust, que ya estaba en su habitación forrada de corcho, y le dijo: ‘Puedes ser un gran escritor, pero tienes que tener cuidado con la sociedad. Sal un poco, pero no dejes que eso ocupe una parte importante de tu vida’ ”. El feminismo: “Lamentaría que la escritura empezara a sufrir una segregación sexual. He estado en esa situación. Supongamos que una película

mía es invitada a un festival de cine de mujeres. No me niego a enviarla, pero a la hora de invitar a la película lo único que cuenta es el accidente de que yo sea mujer. Y no creo que mi obra como cineasta tenga nada que ver con que sea mujer. Tiene que ver conmigo, y una de mis características es que soy mujer. Pero no es que crea que el feminismo ha triunfado. No creo que la emancipación de las mujeres sea solo una cuestión de tener igualdad de derechos. Es una cuestión de tener igualdad de poder. Siento una intensa lealtad hacia las mujeres, pero no por eso voy a publicar mi trabajo solo en revistas feministas. [...] No creo que el objetivo sea la creación o la reivindicación de los valores femeninos. Sería quedarse a mitad de camino”. Las drogas: “A lo largo de mi vida adulta tomé una modesta cantidad de drogas psicodélicas. Fumar hierba, algo que hice también con modestia,

cambió mi sistema nervioso. Me ayudó a relajarme, por ejemplo. Es tonto, pero es verdad. Fumé por primera vez cuando tenía alrededor de 22 años. Lo que aprendí de las drogas fue un cierto tipo de pasividad que me hizo bien porque yo era muy nerviosa. A los ocho o nueve años escribía mucho, furiosamente. No soportaba estar quieta. Y al entrar a los 20, cuando empecé a fumar un poco de hierba, una sola calada profunda me permitía tener una idea de lo que era hibernar un poco cada tanto. Mi sistema nervioso aprendió la lección. Mi habilidad para relajarme mejoró mi vida. Ya no soy tan nerviosa. No derrocho tanto movimiento, puedo hacer cosas con un poco más de suavidad, aunque quizá hubiera podido recibir la misma lección aprendiendo a jugar al billar y no fumando hierba [risas]. Fue algo que me resultó muy útil. Pero no cambió mi estilo. Por eso digo que creo que escribir viene de algo más poderoso”. El amor y el sexo: “Parte de la ideología moderna del amor consiste en suponer que amor y sexo siempre van juntos. Puede ser que sí, pero creo más bien que en detrimento de uno o del otro. Y quizá el máximo problema del ser humano sea que no van juntos. [...] Me he enamorado muy pocas veces, pero siempre que me enamoré fue algo que continuó y continuó y terminó (generalmente, por supuesto) en un desastre. [...] Nunca estuve enamorada de alguien con quien no me haya acostado, pero conozco a mucha gente que dice que sí. Desde luego que he amado con pasión a gente con la que no me habría acostado por nada del mundo, pero creo que eso es otra cosa. Es amistad-amor. Porque creo que la amistad puede ser muy erótica, pero no necesariamente sexual. Creo que todas mis relaciones son eróticas”. Entre París y Nueva York, en total fueron doce horas de entrevista entre Jonathan Cott y Susan Sontag. Ahora, cuatro décadas después de haberse llevado a cabo, su versión completa nos ofrece un conjunto de reflexiones y observaciones (alejadas de las intimidades de casa y cama, reveladas en otros libros por su nuera y por su hijo) de la provocadora escritora, hoy enterrada en el cementerio parisino de Montparnasse, que fue capaz de montar una obra de teatro en medio de disparos de francotiradores en Sarajevo y que siempre estuvo a caballo entre la alta cultura y la cultura de masas: “cuando voy a un concierto de Patti Smith me gusta, participo, lo disfruto y lo experimento más intensamente porque he leído a Nietzsche”.

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DE PORTADA

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En su libro más reciente, Alessandro Baricco creado por las nuevas tecnologías y las gran

“La civilización que llamo Th

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ÓSCAR GARDUÑO Y ESTELA PEÑA MOLATORE FOTOGRAFÍA SILVANA SERGIO

l videojuego Space Invaders es una de las imágenes más sugerentes que Alessandro Baricco proporciona en The Game (Anagrama, 2019). Se trata de una de las primeras huellas de la revolución digital que ha cambiado nuestra manera de estar en el mundo. De manera paradójica, su modestia prefigura una realidad de infinitas posibilidades, inmaterial y netamente gráfica, quizá la característica mayor de un tiempo que se anuncia tan novedoso como alguna vez lo fueron la Ilustración o el Romanticismo. The Game continúa el camino abierto por Los bárbaros, que reúne los 30 artículos publicados en el diario la Repubblica entre el 12 de mayo y el 21 de octubre de 2006, y anunciaba una asombrosa transformación perpetrada desde las compañías dedicadas a la producción de software. Si algo llama la atención sobre este libro, es que Baricco no identifica a “los bárbaros” como destructores de una civilización sino como una suerte de heraldos de la mutación que las sociedades experimentan en algún momento de su historia. The Game, pues, se desmarca de los augurios apocalípticos y se define como un viaje hacia tierras desconocidas: “donde la revolución que estamos haciendo blanquea, enmudece, se abisma. Donde no entendemos sus movimientos, donde esconde el sentido de éstos, donde niega el acceso a las raíces de lo que hace”. Baricco no ofrece respuestas; traza una cartografía en la que aparecen los videojuegos, Google, el ultramundo, las apps, en fin, los emisarios de un nuevo paradigma civilizatorio. En entrevista telefónica, desde la Escuela de Escritura Holden que tiene desde hace varios años en Italia, el escritor responde nuestras preguntas. Hablemos de la transición digital de lo que hace trece años llamabas los “bárbaros” (Los bárbaros, Anagrama, 2008) a los sujetos que ahora generan una “postexperiencia” frente a Facebook, Twitter, Wikipedia… Mi tesis es que estábamos viviendo una metamorfosis, una mutación que

estaba terminando con una civilización y que nos conducía a una nueva. Señalaste entonces una especie de viraje cultural. Los bárbaros… es un libro que iba contra la tendencia colectiva de pensar que habían llegado los bárbaros, que estaban destruyéndolo todo. Sin embargo, esta intuición ahora está mucho más articulada y es más coherente porque The Game es el mapa de la civilización que se ha formado. Y cuyas pistas eran una suerte de ruta no predecible. Cuando escribí Los bárbaros, en 2006, comenzaban a perfilarse algunas características; ahora es mucho más sencillo. Pero queda un cambio de civilización. Esto ya está presente en Los bárbaros, y ahora en The Game. ¿Qué es The Game? ¿Una nueva deidad con website? ¿Un nuevo concepto filosófico con cuenta en Twitter? ¿Un revolucionario sin armas ni ideales, pero con más de 100 mil seguidores en Facebook? ¿Un friki que un día toma un rifle de asalto y dispara contra estudiantes de una preparatoria para minutos más tarde subir el video a YouTube? Lo que enumera es una especie de comportamientos enfermizos que existen en cualquier civilización, y que también pertenecen a la civilización del Game. The Game es el nombre que le doy a la civilización que estamos viviendo y que sustancialmente es una civilización que busca mejorar el mundo. O empeorarlo. Para empezar, se trata de una civilización que tenía como meta salvar al mundo, cambiarlo, mejorarlo. Ahora las cosas son mucho más complicadas. Han surgido muchos problemas que no preveíamos entonces y que no hemos sabido cómo resolver, pero en The Game una de mis tesis es que todo esto comenzó con una auténtica voluntad de cambiar al mundo, de dejar atrás una civilización que lo que produjo durante el siglo pasado fue atroz. Fue nuestro intento de escaparnos de esa cárcel, por lo que tenía rasgos muy claros de liberación.

Hay élites políticas, culturales y económicas que perdieron contacto con la realidad

En el siglo pasado también tuvimos una revolución mental (que muy bien señalas en The Game) para derribar muros y fronteras, y ahora parece que propones una nueva revolución tecnológica para concebir el futuro. La civilización que llamo The Game apenas inicia, es aún muy joven. El futuro está en gobernar lo que hemos creado haciéndolo lo mejor posible. Estamos aún en el proceso de entender en dónde nos equivocamos, cuáles son los defectos del Game y de seguro trataremos de intervenir. Pero ahora mismo no tenemos necesidad de una nueva revolución; tenemos necesidad, simplemente, de llevar a buen término, del mejor modo posible, esta revolución que ya está ocurriendo.

En The Game predices un libro tuyo para dentro de diez años. ¿En ese tiempo prevalecerá el dominio de la inteligencia artificial? La inteligencia artificial que estamos desarrollando no debe confundirse con los robots de las películas de ciencia ficción. Es algo que lleva una dirección diferente. Lo que haremos, lo que sucederá en los próximos años con la inteligencia artificial, es que haremos máquinas que harán algunas cosas mejor que los hombres, por poner un ejemplo. ¿Imaginas un mundo gobernado por máquinas? Las máquinas serán gobernadas por los humanos. Son procesos que pueden de-


o traza la cartografía de un mundo ndes vías de información

he Game apenas inicia”

sarrollar, naturalmente, problemáticas de diversos tipos, pero no tienen nada que ver con el hecho de que las máquinas superen a los humanos. Si a los científicos o a los técnicos que trabajan con la inteligencia artificial les hablas de la superioridad de las máquinas, se mueren de risa. En la línea de investigación científica que nos llevaría a la creación de robots que consigan sustituir a los humanos no hemos dado pasos hacia delante, aún no hemos logrado tener resultados de ese tipo, por lo que no debemos confundir a la inteligencia artificial con la idea, un tanto literaria, de seres artificiales que dominan al hombre. Son imágenes de la ciencia ficción en las que no debemos perder el tiempo.

¿Es conveniente que el Estado intervenga los medios digitales? El poder político debe intervenir para crear mayores equilibrios, defender los derechos, tutelar a los consumidores. Son funciones que la política debe tener. Todas las grandes empresas, como Amazon, Google, Apple, deben tener como interlocutores a los políticos como representantes de los ciudadanos, y de esa interlocución debe nacer un mundo más equilibrado, más justo, más limpio. Sería estúpido estatizar internet, no tiene sentido. Pero es necesaria una dialéctica. ¿Qué pasa cuando hablamos de alguien que quisiera un control absoluto de internet en detrimento de

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una sociedad que se expresa y solo desearía aprovechar las ventajas de The Game? El surgimiento de The Game ha sido muy veloz y seguramente ha puesto en dificultades a una parte importante de la sociedad civil. Se trata de un juego completamente nuevo que promete ser muy divertido y muy pacífico, pero que es, paradójicamente, un juego más bien violento donde sientes que ganas o pierdes, como ocurría antes. Lo que estamos observando es una suerte de endurecimiento a consecuencia del miedo. Y entonces hay un regreso a lo que parecen ser las viejas certezas, pero no al grado de temerles. Por eso se vuelve a hablar de las fronteras y los

El escritor italiano, autor de Novecento, Seda y Los bárbaros, entre otros libros.

límites nacionales, de los muros, todo eso que significó el desastre del siglo XX. En Europa, pagamos un precio altísimo por la idolatría a los límites nacionales, a la identidad nacional, por los muros de todo tipo: físicos, políticos, económicos, culturales. Durante todo un siglo, en Europa nos condenamos a enormes sufrimientos, y por lo tanto sorprende que se pretenda regresar a esas ideas. ¿Es parte del malestar de vivir dentro de la civilización de The Game? Se puede explicar en parte, solo en parte, por el sentimiento de malestar que muchas personas sienten cuando viven dentro de esta civilización. Sin embargo, al final descubren que no es lo que ellos pensaban, así que se desata una especie de reacción en reversa, como el niño que al asustarse corre para atrás. ¿Qué piensas de Trump, de su afán por controlar a los medios? No se puede explicar a Trump sin el colapso total de una cierta justicia social, de un equilibrio social en Occidente, donde se han alcanzado cimas de distribución de la riqueza equivocadas e insoportables. Hay élites políticas, culturales y económicas que perdieron el contacto con la realidad. Es decir, hay una gran inconformidad social que se relaciona directamente con The Game, con el miedo que provoca. Es necesario, además, recordar que The Game ha dado mucha seguridad a mucha gente: han descubierto que eran personas capaces de pensar, de hablar, y por tanto The Game consolida la identidad de muchísimos hombres, quienes ahora son más fuertes, protestan más y lo hacen con mayor eficacia. Digamos que la mezcla de todas estas causas puede explicar fenómenos políticos como el de Estados Unidos. En nuestra sociedad, The Game nos ofrece muchas posibilidades, abre muchas puertas, nos pone en una situación de un futuro promisorio, pero aún existe el desequilibrio en el mundo, la desigualdad. ¿Cómo ves este desequilibrio? El problema es muy complejo y tiene que ver con The Game solo en parte. Es necesario recordar que The Game es un tipo de civilización que utiliza un número de personas verdaderamente alto. Hay pocas civilizaciones, antes de ésta, que hayan creado instrumentos que estuvieran a disposición de tanta gente. Esto es algo a lo que no estábamos acostumbrados y hoy nos tenemos que habituar. Quien posee un Smartphone tiene una serie de posibilidades que apenas hace dos generaciones no podíamos ni siquiera soñar —y cuando decimos “poseedores de Smartphone” hablamos de un porcentaje altísimo en Europa y Estados Unidos—. Si quisiéramos dar un ejemplo de una de las posibilidades que The Game permite, es la comunicación. El aislamiento de la comunicación con los demás se ha despedazado. The Game ha creado las condiciones para que la comunicación se convierta en un derecho para un número de personas que crece a tasas vertiginosamente altas y esto es importante registrarlo. Y aunque no todo el planeta puede disponer de todas sus posibilidades, la penetración de The Game es muy alta y llega a donde quizá ninguna civilización había llegado.

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TERTULIA

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PERSONERÍO

RESEÑA

La magia del seudónimo JOSÉ DE LA COLINA

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i imprescindible amigo don Fernando Villanueva, librero de viejo —o quizá sea más elegante llamarlo librero anticuario—, me consiguió un librote larga y lentamente titulado (respire usted hondo) Diccionario de seudónimos, anagramas, iniciales y otros alias usados por escritores mexicanos y extranjeros que han publicado en México, impreso en el año 2000 y debido a la autoría de María del Carmen Castañeda y Sergio Márquez Acevedo, académicos de Lengua y Literatura Española del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Contra lo que podría creerse, o temerse, el libro es ameno, siquiera para los detectives profesionales y amateurs de las letras mexicanas. Ahí está don Ireneo Paz, abuelo del poeta Octavio, con 300 seudónimos que van de la A a la Z, desde fray Albérchigo a fray Zumba, pasando por fray Caramba, fray Culantro, fray Chorizo, fray Chilaquile, fray Diábolo, fray Guamazo, fray Pichilingüe, fray Trompetilla… Está Inés Arredondo, que se seudonimizó para abolir su risible apellido Camelo. Está Juan Nepomuceno Pérez Vizcaíno, que tomó un apellido lejano de la abuela para ser nada menos que Juan Rulfo. Está el Duque Job, que en realidad era plebeyo pero gran escritor y se llamaba Manuel Gutiérrez Nájera. Está el falaz buscador de perlas Nikito Nipongo, que ocultaba su origen de acá como Raúl Prieto. Está Gerardo Deniz, que había sido alguna vez Juan Almela. Está Rubén Darío, que publicó en México… y que se presentó en el firmamento ocultando que era cualquier Félix Rubén García Sarmiento. Etcétera y etecé. Pero en cambio no está un también gran poeta como Gabriel Zaid, del que hay quien mal piensa que es tan solo un Díaz puesto al revés. Si algunos escritores se seudonimizan eso no fatalmente significa que sean impostores, sino que necesitan la máscara para poder decir y hasta gritar su verdad, o que auténticamente en su interior ha nacido otro personaje. Fernando Pessoa llevaba dentro de sí hasta cuatro poetas, y cada uno con nombre y apellido, con estilos diferentes de vivir y escribir. Mark Twain, cuyo nombre de origen era Samuel Langhorne Clemens, aseguraba que las obras de Shakespeare las escribió otro autor con ese mismo apellido. Otro poeta más, el tabasqueño Carlos Pellicer, decía que “todo es posible, menos llamarse Carlos”, ¿o “hasta llamarse Carlos”? Para finalizar, y discúlpeseme si parece que esta mañana desperté con prurito de filósofo, yo diría que el ser, y además el ser escritor, solo es completo cuando se asume como un dúo o como una muchedumbre de seres. Tal quimera del seudónimo o heterónimo, e incluso el antónimo, quizá intuida por Arthur Rimbaud cuando proclamó “Yo es Otro”, explicaría en el escritor la asunción de sí mismo como cuando menos una pareja, a veces interiormente contradictoria, cuando no en pelea. ¿Y no será que el juicioso Miguel de Cervantes Saavedra quería quedar como biografiado, escrito, por el loco hidalgo don Quijote de la Mancha? ¿O bien no ocurrirá que el seudónimo es el nombre verdadero porque es el que elegimos, el que quisimos, y no el que nos impusieron?

Diría que el ser, y además el ser escritor, solo es completo cuando se asume como un dúo

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Gerard de Nerval en 1855, el año de su suicidio.

La constelación Nerval

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EVODIO ESCALANTE FOTOGRAFÍA FÉLIX NADAL

onsiderado el último de los románticos y a la vez el primero de los simbolistas franceses, la herencia de Gerard de Nerval se agiganta con el paso del tiempo. No es solo que Bretón lo haya considerado la piedra fundamental del surrealismo, ni que los estudiosos convengan en afirmar que fue el puente mágico que conectó a los escritores de Francia con la rica tradición alemana que contaba ya para entonces con un Goethe, un Novalis, un Heine y un Hölderlin. También su valor como poeta se aprecia cada vez más, al punto que los doce sonetos de Las Quimeras, pese a sus toques esotéricos y su reconocida dificultad, tienen hoy el estatuto de una pieza maestra cuya riqueza de ideas no hemos acabado de recoger. Mejor que un poema de genio escrito en los umbrales de la locura, me atrevería a decirlo, Las Quimeras es un tejido de símbolos y una piedra filosofal, un lance de dados hermenéutico-pitagórico donde todo resuena con todo. La invitación, en suma, a entender de otro modo nuestro destino en el universo. Por ello me resulta más que plausible que el poeta, crítico literario y editor Víctor Manuel Mendiola haya rescatado la traducción de este poema (Gérard de Nerval, Las Quimeras/ Les Chimères, traducción y ensayo de Ulalume González de León, con otros textos y versiones del soneto “El desdichado”, El Tucán de Virginia, México, 2019) que había publicado Ulalume González de León en 1980 en las páginas del suplemento sábado del periódico unomásuno, anexándole además de un estudio preliminar a cargo de la traductora, una selección de textos en prosa debidos a las plumas de Xavier Villaurrutia, Antonin Artaud, Luis Cernuda,

Tomás Segovia y el propio Mendiola que sirven para dar una idea del enorme impacto que ha tenido Nerval en la tradición poética mexicana del siglo XX. Complementa la edición un abanico de distintas versiones de “El desdichado”, sin duda el más célebre soneto de la lengua francesa, a cargo de Tomás Segovia, José de la Colina, José Emilio Pacheco, Octavio Paz, Gabriel Zaid, Juan José Arreola y Salvador Elizondo. No ha sido Ulalume González de León la única, por cierto, que se ha atrevido a verter estos sonetos. También lo ha hecho entre nosotros con enorme destreza el fallecido Tomás Segovia. Las Quimeras comienza con la famosa experiencia de la caída (“El Tenebroso —el Viudo— soy, el Desconsolado,/ príncipe de Aquitania de la Torre abolida”), se sigue con la “escisión” originaria y culmina con los portentosos “Versos dorados” que proclaman la unidad y la armonía profunda del universo, no sin antes pasar por la dramática escenificación de la “muerte” de Dios (los cinco sonetos de “Cristo en los Olivos”), inspirada en textos de Jean-Paul Richter. Incluso la crítica francesa tendría que rectificar ante este prodigio de composición, pues la idea de las “correspondencias”, si se ve bien el asunto, no es de Baudelaire, como luego se cree, sino del propio Nerval en sus finales versos pitagóricos que proclaman que la piedra está viva, que ¡Todo es sensible…! y que la sustancia participa del logos. Encomio la aparición de este libro, pero a la vez me veo obligado a formular un par de reparos que le tendría que hacer a su editor. 1) Al incluir diversas versiones de “El desdichado” de Nerval, se omite que el iniciador de lo que pareció ser una “fiebre” de traducciones acerca de este soneto

la inició el colaborador de Laberinto José de la Colina en 1975, al publicar su traducción de este poema en las páginas del antiguo Plural e invitar a otros escritores a intervenir en la liza. La figura, ya entonces dominante de Octavio Paz, alentó de modo notable esta “competencia”. 2) Al comentar un texto del propio Nerval dirigido a su amigo Alexander Dumas en que le refiere la dificultad de sus sonetos, “compuestos en un estado de ensoñación supernaturalista”, y le afirma que “apenas son más oscuros que la metafísica de Hegel o las Memorables de Swedenborg, y [que] perderían parte de su encanto al explicarlos, si la cosa es posible”, Mendiola, dejándose llevar por aseveraciones tanto de Cernuda como de González de León, exagera la nota para sostener que los versos de Las Quimeras “no requieren explicación”, que la de Nerval es una poesía “que no necesita decir nada porque dice todo”, y que sus versos “representan una música vidente y dramática que carece de historia y de enseñanza”. Clara invitación al irracionalismo. Remata Mendiola su argumento expresando: “esos versos, sin explicación posible, son la explicación perfecta de nosotros —como observó muy bien Octavio Paz en su nervaliano ensayo Los hijos del limo”. Repaso una y otra vez el autorizado libro de Paz y no encuentro en ningún lugar la idea de que los versos de Nerval sean “inexplicables”, como si escaparan de plano a cualquier intento de elaboración racional. El mismo Nerval, si atendemos su texto a Dumas, no afirma que sus versos lo sean, sino muy otra cosa: que perderían parte de su encanto “al explicarlos”, si tal cosa fuera posible. El matiz es pequeño pero hace la enorme diferencia.

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EN LIBRERÍAS

31 DE AGOSTO 2019

NARRATIVA, ENSAYO Carta breve para un largo adiós

La casa alemana

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POESÍA EN SEGUNDOS Los milagros de la sangre

Lizalde, el fatalista VÍCTOR MANUEL MENDIOLA mendiola54@yahoo.com.mx

A Peter Handke Edhasa Argentina, 2015 192 páginas

Annette Hess Planeta México, 2019 454 páginas

Lisa McInerney Alianza de novelas México, 2019 368 páginas

El autor austriaco es recordado sobre todo por su participación como guionista en Las alas del deseo, del director alemán Wim Wenders, su película más recordada. En esta novela corta, Handke cuenta cómo el protagonista se va recuperando de una separación dolorosa viajando a Estados Unidos; la presencia de su expareja, sin embargo, se mantiene latente. Nueva York ocupa un sitio central. La novela se vuelve una reflexión sobre el contraste entre Estados Unidos y Europa.

Corre el año 1963 y los juicios contra los verdugos de Auschwitz roban la atención de los ciudadanos alemanes. Inmersa en la rutina del restaurante familiar, La casa alemana, una joven es llamada a servir como traductora en ese momento crucial para los sobrevivientes del campo de concentración. Lo que parece un servicio laboral trastoca muy pronto la vida de esa joven, obligada a desempolvar la historia de sus padres y abuelos. Una novela sobre los pactos de silencio.

La autora comenzó su carrera como escritora con un blog acerca de los trabajadores irlandeses. En 2013 escribió su primera novela, Los pecados gloriosos, que obtuvo varios premios. Los milagros de la sangre, su segunda novela, parece que seguirá el mismo camino. Ryan Cusak es un joven irlandés de raíces napolitanas que se volvió parte del narco local por pagar una deuda paterna. Tras una sobredosis, su novia lo conmina a abandonar esa vida. Ryan probará su carácter.

El miedo y su sombra

El maestro ignorante

Bolcheviques

unque fue decepcionante la manera como la Secretaría de Cultura decidió prescindir de la labor de Eduardo Lizalde como director de La Biblioteca México y de su excelente revista, era previsible que esto ocurriera, no en razón de la edad —en el gobierno hay veteranos— sino de la posición política y literaria del magnífico poeta mexicano, que acaba de cumplir lúcidamente 90 años. ¿Qué significado tiene para la literatura mexicana y para nuestra vida intelectual hacer a un lado una figura de estas proporciones, solo comparable en importancia crítica a Gabriel Zaid? En el terreno de las letras, el abandono cada vez más profundo de la comprensión de que en la poesía, y el arte en general, “la forma es fondo”; y que toda representación de la grandeza de la vida y de los conflictos humanos inevitablemente pasa por un todo interior riguroso y por una síntesis excepcional alejada de las soluciones fáciles y del gusto olvidadizo de la multitud temblona. En la obra poética de Lizalde, sobre todo en La zorra enferma, Caza mayor y Tabernarios y eróticos, observamos a lo más común y nimio devenir en Idea y, al mismo tiempo, en presencia física de un lenguaje concentrado, poderoso y cruel. Basta con echarle un ojo a su poema “Gran canario”, “que no se conformaba con ser Él,/ con existir a solas,/como fiera en su jaula portentosa”, para observar un efecto de suspensión de la cháchara cotidiana y la apertura a un terrible fatalismo escatológico donde el canario —que es Dios— se devora a sí mismo en maligna creación. Una poesía a lo Beckett mejor que Beckett. ¿Y en el terreno intelectual? El descarte de Lizalde explica el rechazo de la conciencia de que las cosas del mundo están mal no solo por la operación salvaje del capitalismo sino por la truculencia y la falta total de conciencia crítica de la llamada izquierda, que en sus formas más típicas fue tan sangrienta como las ideologías de derecha en el siglo XX. Ambas llenas de maniqueísmo y caza de brujas. En este plano, Lizalde ha sido un duro cuestionador y si no ha construido una obra teórica alrededor de su denuncia, cosa que muchos esperaron y no deja de ser un vacío y hasta un defecto no haberlo hecho, sí contribuyó a que no pocos abrieran los ojos. Sin embargo, en sus poemas sobre “César”, nos ha mostrado su visión aciaga de los tiempos modernos y de la vida política: “César,/ tú no desciendes a la mala y fácil,/ roma literatura de las amas de casa./ Simplemente la compras para el pueblo”. Las compras que hará el FCE. En la poesía de Lizalde hay un regusto siniestro, que muestra el amor, la hermosura, el paso del tiempo, los sucesos grandes o pequeños como realizaciones mediocres o malas y, con más frecuencia, calamitosas. Por eso la luz “arrastra en su desastre todo lo que ilumina”. Él es, por lo menos en una de sus mejores facetas, un fatalista. Seguro en su poesía podemos hallar una respuesta más cierta y aguda a las oscuras preguntas de nuestra hora.

En la poesía de Lizalde hay un regusto siniestro, que muestra el paso del tiempo

Varios autores Edhasa Argentina, 2016 376 páginas

Jacques Rancière Edhasa Argentina, 2019 252 páginas

Paco Ignacio Taibo II Planeta México, 2019 409 páginas

Observa Leslie S. Krieger en la introducción de esta antología: “Edgar Allan Poe no fue el inventor del cuento de terror”. (Y para sorpresa de despistados de hoy, tampoco Stephen King ni Guillermo del Toro.) Todo se remonta a dos obras fundacionales de la tradición occidental: la Biblia y la Odisea. Subtitulado Cuentos clásicos de terror (1814-1914), en este libro el lector se espantará a la antigüita con autores como Bram Stoker, Lafcadio Hearn y Ambrose Bierce.

¿Vale la pena revisitar el pensamiento de Joseph Jacotot 200 años después de que hiciera estallar el sistema pedagógico en Europa?, se pregunta Rancière en este libro más cercano a la filosofía que a la práctica escolar. Jacotot defendía una enseñanza que cuestionaba la autoridad del maestro, un reproductor de la desigualdad sobre la cual se erige toda estructura social. De esta manera, el alumno podía bastarse a sí mismo, aprender el valor de la autonomía intelectual.

“Esta es la historia de un grupo de militantes que pretendieron ser la vanguardia de una clase trabajadora, y no lo lograron”. Así comienza este ensayo publicado hace más de 30 años, ahora reescrito y puesto al día. El viaje comienza en 1919, con el primer Congreso Nacional Socialista en la Ciudad de México, y concluye en 1925, cuando aquellos militantes adoptaron la línea bolchevique. Inmejorable rescate de un momento olvidado de nuestra historia.

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MEMORIA

31 DE AGOSTO 2019

UN MAR DE MÚSICA

En la ruta de las estrellas... Siguiendo la estela familiar, el autor valora el estilo innovador de los libros que su padre nos ha legado

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s difícil saber quién eres, es decir, quiénes somos, o quién es uno mismo y cada uno de nosotros, especialmente si eres de los que, como yo, heredaste el nombre de tu padre, quien a su vez lo heredó de tu abuelo, y etcétera, etcétera, hasta el infinito. Y para cuando este nombre llega a ti, con todos sus vicios y virtudes a cuestas, al parecer lo conducente es tomar la estafeta, como un estandarte de diversas fusiones familiares; es esta extraña carrera de la evolución, el imperio de los genes, y hacer de ellas una bandera personal. O no. Pero hay que andar muy trucha, para no convertirse en una réplica desgastada de su predecesor. Y así, aunque nunca nadie supo quién diablos era realmente, nos aferramos a nuestra máscara, a nuestro personaje efímero y repetitivo, o muy poco original. Ya sabes, girando con eso del I’am U & U R me, & we R all together, dándote vueltas en la cabeza, toda la vida, pero nunca aterrizando en el alma. Como en un duelo de espejos que se encuentran frente a frente, padres e hijos se enfrentan como estaba escrito, en un evento extraño, perdido entre el tiempo y el espacio, dentro de esa creatura inasible y volátil que ingenuamente llamamos el Presente. Es nuestro único territorio firme, un campo de batalla desechable, pero rápido como el viento, que se nos presenta como un asalto a diario, en una carrera contra el reloj, para dirimir nuestras esperanzas de cambios contra hábitos y tradiciones fosilizadas. Es allí donde se resuelven estos dilemas, no en el pasado ni en el futuro, sino en esa estrella fugaz que nos arrastra entre sus crines, el fuego fatuo donde habitamos: el día de hoy. Mi nombre, por cierto, es José Agustín Ramírez, como se llama mi padre y se llamaba un tío suyo antes que él. Aunque yo no soy su primogénito, pero por una extraña circunstancia (léase la insistencia de mi abuelo paterno, y la reticencia de mi jefe, durante los primeros dos embarazos de mi mamá), siendo el tercero de sus tres hijos fui nombrado así, como el modestamente célebre compositor, emblemático del estado de Guerrero, el original José Agustín Ramírez, quien compusiera las canciones que le dan vida aun hoy a las fiestas y reuniones de los guerrerenses tradicionales y sus miles de invitados, de talla internacional en sus buenos tiempos, en el siglo pasado. José Agustín Ramírez y compañía fueron leyendas del Acapulco

JOSÉ AGUSTÍN RAMÍREZ FOTOGRAFÍA ARCHIVO MILENIO

La Costera de Acapulco en la década de 1960.

perdido, nuestro querido Lost Acapulco, my dear friends. Así que me llamo igual que mi progenitor, a quién quizá ya conoces, o crees conocer, si has leído alguno de sus muy filosos libros. Pero esta no es la historia de por qué me llamo así, aunque en lo personal no esté muy a-gustín con ese nombre heredado, no: esta es la historia de una antorcha que no encendía, de una hoguera que no se apaga, y de un incendio fuera de control, en los límites de la realidad y mi imaginación, cerca de las frontera de la locura. Tan solo unas hojas en honor a mi padre, don José Agustín, laureado y otrora joven e irreverente escritor mexicano, de mala fama y peor reputación, pero amado por los buenos lectores,

Esta es la historia de una antorcha que no encendía, de un incendio fuera de control

principalmente librepensadores, de tendencias zurdas y contraculturales, que mantienen vivo este atribulado país. Para todos ellos, mi padre fue un símbolo libertario de los afamados sixties, muy al estilo de la generación beat. Fue un viejo lobo, si me lo permiten, naufrago en un mar de música y silencio, de memorias y olvido. Ambos, mi padre y mi tío abuelo, me heredaron su nombre, su pedigrí y algo de su talento, pero también me dejaron el nivel del mar creativo muy elevado, una marea alta de calidad e inspiración que puso mis humildes aspiraciones artísticas en serios aprietos, por poco y hundiéndolas, tú comprenderás mi dilema y predicamento. Y por favor, discúlpame si te hago perder tu tiempo con mis investigaciones paternales. De antemano te lo digo, amable lector y ahora también compañero en esta aventura, si decides abordar este barco ballenero: un navío de los locos

tamaño familiar, que solicita voluntarios para un Naufragio. ¿Pero cómo resumir setenta y tantos años de locura creativa y destructiva en las contadas páginas de un libro entre biográfico y periodístico? Intentaré, pues, al menos un resumen de sus pasiones musicales, que eran vastas y profundas, incontables como las creaturas del océano, y muy elevadas como objetos voladores desconocidos, quimeras fantásticas y entidades simbióticas que, por unos breves instantes, parecieron demostrar que la armonía es posible entre la humanidad, y me refiero a las bandas de rock y sus pequeñas joyas musicales, esas canciones que amamos. ¿Qué sería de nosotros sin ellas? Yo, por cierto, conocí a José Agustín hace ya 44 abriles, y aunque finalmente he llegado a comprenderlo bastante bien todavía me sorprende (es duro el maldito), y a veces puede ser todo un misterio, pero creo entenderlo mejor que muchos, aun cuando ni siquiera he terminado de leer todos los libros de su obra fecunda y brillante. Pero sucede que al parecer me reservé algunos para cuando él ya no estuviera aquí, es decir, ya es hora, pues como resultan las cosas hoy en día, aun cuando no ha muerto, estando aquí no está, pues ya no escribe y tiene varios problemas de salud, con una amnesia de lo reciente casi total y la hidrocefalia apenas contenida por una bomba y una válvula microscópicas que drenan el agua de su cerebro. Y así, aunque de pronto parece ser él otra vez, está ausente en presencia de sí mismo, pues su carrera llegó a un alto, su reloj de arena se rompió y por poco se vacía tras el tremendo accidente que sufrió en Puebla al caer de cabeza en el foso de un teatro imprudentemente a reventar, con cientos de fanáticos de sus letras. Pero sus libros siguen ahí, tan frescos como siempre, esperándome, y a algunos miles de lectores más, para sentir el magnífico estilo, innovador y revolucionario, de las letras de José Agustín. Mi padre siempre ha sido como un cometa para otros jóvenes. Uno puede perseguir sus palabras como se acompaña a un meteoro en su órbita estelar, prendido de su fuerza gravitacional. Rolando con él uno no se aburría, siempre buscando aventuras nuevas (como solía decir él, citando a Alfred Bester, con su genial y delirante libro de sci fi: ¡Tigre, Tigre!): siempre en la ruta de las estrellas, nuestro destino.

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ESCENARIOS

31 DE AGOSTO 2019

PERIPECIA

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DOBLE FILO

Beatles para tenor chilango FERNANDO FIGUEROA

R Satisfaction se presenta en El 77, Centro Cultural Autogestivo, Abraham González 77, sábado a las 21 horas.

Romper el silencio: un golpe doble

A

ALEGRÍA MARTÍNEZ alegriamtz@gmail.com FOTOGRAFÍA CARLOS ALVAR

unos pasos del espectador, a quien se dirige Carmen Zavaleta con la confianza que se tiene a un viejo amigo, la actriz se explaya desde un espacio acotado por cinta blanca pegada al piso, donde un sillón rojo y una bolsa de mano representan al padre ensimismado y al contenedor de personajes clave durante una infancia setentera, una árida adolescencia y una madurez que se libera de heridas y lastres. La actriz y dramaturga escribe sobre la vida de Sara y la interpreta como si compartiera un flashback intermitente de su vida, permeada en un principio por la crítica al propio cuerpo, que no embona con el validado cliché de la estética femenina. Satisfaction es un recorrido vital que revela episodios guardados en secreto durante décadas; sobresaltos y heridas que dejan cicatrices invisibles, como las que ha vivido la mayoría de las mujeres, de una o de otra forma. En escena, la actriz transita tersamente por distintos planos de realidad, de la inocencia al asombro, al deseo, a la emoción, y de ahí a un estado marchito al que su personaje entra con el apoyo de un perchero y una cartulina que ostenta dos círculos pintados con plumón negro. Figuras de senos, de ojos de mirada turbia. Los elementos en escena adquieren el peso de la tragedia que marca a Sara, sin que la actriz pierda el hilo de una ficción sujeta a una realidad lacerante, que Zavaleta revierte para progresar en su historia hasta que

su personaje tenga la posibilidad de emerger reconstruido. En una mezcla de vivencias que Sara comparte como si estuviera en un vaivén confesional, entre la evasión y la conciencia de obstáculos superados, el texto abre paso también a la fantasía de la chica prendada de King Kong, en el naufragio entre la ternura y la necesidad de una protección sobrehumana, la sensualidad desbordada de Jessica Lange que la joven quisiera poseer y la crueldad humana incapaz de comprender un amor de doble filo. Satisfaction da la impresión de ser el proyecto de una actriz que decidió subirse al escenario contra viento y marea, para mostrar desde ahí que los espacios se abren y los lugares se ganan desde la fuerza que transfiere la honestidad. El montaje, bajo la dirección de Ángel Luna, quien resuelve con trazo limpio y sencillo las acciones de un monólogo que viaja por el tiempo, los géneros y los matices, mantiene el equilibrio durante los vuelcos del personaje por circunstancias que obstruyen su paso. La actriz, que rompe la cuarta pared para hablar de frente y en segundos la reconstruye para evocar instantes, crea personajes con un ademán y un

La puesta en escena mantiene el equilibrio durante los vuelcos del personaje

gesto, genera imágenes, sensaciones, antojo, rechazo y vínculos con un grupo escaso de espectadores que, como ella, ha dejado de protegerse para percibir la huella de los acontecimientos, rozar vivencias que descubren viejos hermetismos. Aunque cabe evaluar la necesidad de aforar o sustituir la luz blanca, que al cruzar el breve proscenio ciega al espectador de primera fila sin que aporte mucho más allá del límite escénico, los escasos elementos escenográficos y de utilería elegidos muestran su pertinencia sobre un escenario que ubica a la actriz, casi sin protección escenográfica o lumínica, en la mira de una audiencia ávida de cercanía. Satisfaction, coproducción de Carmen Zavaleta y Sandra Narváez, es una propuesta sobre la autoaceptación, que voltea la mirada hacia el pasado lejano y reciente a través de una comprensión autocrítica que se aleja de la conmiseración y el fracaso. Dentro de El 77, Centro Cultural Autogestivo, correspondiente al área de impacto social del Foro Shakespeare, y de la Compañía de Teatro Penitenciario, creada por Itari Martha y Bruno Bichir, entre funciones de esta compañía y de stand up, Satisfaction equivale a un llamado escénico, a una exposición sincera y con toques de humor sobre lo que algunas mujeres se obligan a callar durante años para evitar tal vez el doble golpe que implica romper el silencio, y con eso abrir a un tiempo la puerta al cuestionamiento inmediato, sin pausa, escucha, ni empatía de por medio.

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odolfo Acosta, integrante de los Solistas Cantantes de Ópera del INBAL, lleva casi tres años presentando el buen espectáculo gratuito Beatles para tenor. Estudió en la Escuela Nacional de Música de la UNAM y en la Juilliard School of Music de Nueva York. Debutó en el Palacio de Bellas Artes como Nemorino, en El elíxir de amor, de Donizetti. Ha trabajado en compañías de ópera de América, Europa y Asia. La canción de los Beatles que más lo emociona al cantarla. “Golden slumbers”. ¿Lennon o McCartney? Los dos. ¿Harrison y Ringo eran relleno? ¡Claro que no! ¿Los Beatles son más populares que Cristo? Siempre se malinterpretó esa declaración de Lennon. ¿La música es más importante para los jóvenes que la religión? Sí, exacto. ¿No es horrible la versión beatle de “Bésame mucho”? La interpretaron como un chachachá; era la versión que conocían. ¿Quién es su cantante favorito de boleros? Javier Solís, Pedro Infante, Pedro Vargas… ¿Quién es el compositor de ópera al que más admira? Puccini, Bizet, Mozart… ¿Cómo recuerda a Franco Corelli? Buena persona pero, al mismo tiempo, muy difícil. Tenía miedo de todo, hasta de enseñar. Con él aprendí a cuidar la voz. Defina a Peter Brook en tres palabras. Maestro de maestros. ¿Cómo carambas llegó a cantar en La madre de todas las batallas? Me contrataron los americanos y fui. Yo me divertí mucho, hasta me tomé una foto en un avión F 16. ¿Cuál ha sido su peor “oso” en una ópera? Suplí de última hora a alguien en un estreno y olvidé el parlamento. Luego Eduardo Mata me mandó una carta para felicitarme por mi bravura. Si usted fuera director artístico, ¿contrataría a Plácido para Don Giovanni? Es ridículo que 30 años después lo acusen de acoso. ¿Cómo era Alfredo Kraus? Buena persona a solas y contaminado con gente alrededor. ¿A qué se comprometió con la beca del Fonca? Voy a grabar dos discos de música mexicana que está enterrada. Aparte, uno de música italiana y otro de música española. ¿Conserva la medalla Gabino Barreda o la empeñó en un mal rato? No dan nada por ella. ¿Era nerd? Yo no busqué la medalla. A esa edad lo que quería era grabar arias con una orquesta. ¿Nunca lo han confundido con Rodolfo Acosta, El Cinturita? Somos medio parientes. Aparte de gran actor, dicen que era muy buena persona. ¿Qué le falta por hacer? Todo.

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LABERINTO

DIRECCIÓN: JOSÉ LUIS MARTÍNEZ S. EDICIÓN: ROBERTO PLIEGO EDICIÓN WEB: ÁNGEL SOTO ARTE Y DISEÑO: SALVADOR VÁZQUEZ

31 DE AGOSTO 2019

http:// www.milenio.com/cultura/laberinto/Facebook: Laberinto Milenio/Twitter:@SCLaberinto

TOSCANADAS

Resistencia y lenguaje DAVID TOSCANA dtoscana@gmail.com

U

na de las mayores simplezas que ha traído la ola de corrección política es suponer que la letra “e” implica una inclusión que no da la “o” ni la “a”. Pocas palabras me causan tanta erisipela como “amigues”. Tal vocablo sale de una bobada que, extrañamente, auspician incluso algunos escritores, gente que supuestamente sabe de letras. Nuestro idioma ha evolucionado de manera casi coherente a lo largo de diez siglos o más, buscando el modo de nombrar las cosas, de adaptarse a los cambios culturales, de respetar el buen sonido de las palabras, de adaptar vocablos venidos de otras lenguas. De tal modo, nunca costó trabajo adecuar la lengua a la presencia de las mujeres en mundos tradicionalmente masculinos, y viceversa. Así, la árbitro pasó a ser la árbitra, a pesar de que el español prefiere en estos casos el artículo masculino para evitar el sonido

LENGUAJE INCLUSIVO

¿Amigues en vez de amigos o amigas?

chirriante de “la á-”, tal como nos suena vulgar decir “la águila”. Pero el oído aún hace que las damas que pilotean un avión deseen ser la piloto y no la pilota o la pilotesa o la pilotriz. La famosa “e” se vuelve una quimera porque decir “presidente” ya no fue inclusivo y lo correcto es decir “presidenta”. Y ya se sabe que no hay hombre en el mundo que se fije en esas menudencias y desee ser violinisto o terapeuto. Querer violentar el lenguaje por decreto y no por evolución natural, equivale a jalarle el cuello a un okapi para convertirlo en una jirafa. La lengua tampoco crece por estirarla. Esta semana estuve en un foro de promoción de la lectura en Resistencia, Argentina, con más de dos mil asistentes. Compartí mesa con una colega mujer y un colega hombre, no colegues. Y alguien nos lanzó la pregunta: “¿Qué opinan del lenguaje inclusivo?”. Ella proclamó su adhesión y, entre otras cosas, pronunció la palabrucha

“amigues”. Él respondió con toda la corrección política de que pudo echar mano. Cuando me pasaron el micrófono, yo dije que prefería no responder. Pero ante la insistencia de la gente, dije: “A mí eso del lenguaje inclusivo me desquicia”. Mi sorpresa fue que en vez de abucheos, el público, mayormente femenino, lanzó un atronador aplauso. Nuestra lengua, llamémosle español o castellano, es una valiosa herencia que hemos venido moldeando desde hace miles de años. Mezcla de muchas culturas, la hemos ido perfeccionando con el hablar e ingenio de la gente, con la sensibilidad de los poetas, con la lucidez de los lingüistas y académicos, con la necesidad del neologismo. El lenguaje es lo más humano que tiene el ser humano. Dejemos que siga evolucionando, pero sin anabólicos extranjeros; no lo descarrilemos, no le restemos belleza, que no le impongan mutaciones aquelles amigues iletrades o indoctes o incultes o francamente idiotes.

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BICHOS Y PARIENTES

Sócrates debía morir

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ócrates debía morir. Primero, porque era mortal; segundo, porque ya era viejo y las opciones de vida que le quedaban tras su juicio no eran dignas ni deseables y, además, él mismo provocó la sentencia fatal. Pero también es cierto que las acusaciones en su contra llevaban cauce: perversión de la juventud y la introducción de dioses extraños, nuevos. Que pervirtió a los jóvenes se ve en sus discípulos: se volvieron soberbios, aprendieron a obedecer solo a la razón y no a la autoridad. El método socrático es invencible si se busca la verdad, no la convivencia. Él mismo se describió como un tábano: un bicho pequeño pero temible por su acoso recurrente y su mordedura dolorosa. Sus discípulos se daban perfecta cuenta de que componían una élite, un grupo superior en inteligencia, preparación y formación. ¿Por qué iba a valer lo mismo su opinión que la de un campesino ignaro, un alfarero bobo o la de cualquier bulto ciudadano que nunca aprendió a pensar? Y destruyeron la democracia ateniense para imponer su ilustrada Tiranía de los Treinta. Es lo malo de los filósofos: suelen tener razón, pero también soberbia. Cosa difícil la de ceder en algo cuando se tiene razón, pero a veces conviene quedarse callado cuando el abuelo dice tonterías, para preservar la concordia. Es menos racional, pero más prudente. Los jóvenes llenos de filosofía no entienden, ni Sócrates pudo explicar la prudencia, aquella virtud práctica que llamaba sofrosyne. De eso trata el diálogo Cármides. Es una virtud con características musicales: depende de intensidades, tonos, modos y, sobre todo, debe darse en el

JULIO HUBARD IMAGEN JACQUES-LOUIS DAVID

tiempo correcto, ni antes, ni después. No voy a intentar elucidarla. Sócrates no pudo; Platón, tampoco, y Aristóteles la confundió. La tradición de traductores oscila entre poner “prudencia”, que implica una intuición del otro, y “templanza”, que tiene mejor concordancia en un orden musical. Sombras del sentido original. Dejemos “prudencia”, pues, por simpatía con Antonio Gómez Robledo y por la importancia de la presencia de los otros en la propia virtud.

Las dos acusaciones contra Sócrates van juntas. Dos enunciados distintos, un mismo conflicto

Las familias y tribus, las sociedades del Neolítico y las sociedades políticas requieren de prudencia para sobrevivir. Si se pierde, la sola lógica puede volverse solipsista, despiadada y criminal. Por ejemplo, en aras de un milenio de sol sobre el mundo, surgió el nazismo; por la estricta persecución de una sociedad comunista, Stalin y los millones de muertos, que no fueron accidente sino consecuencia lógica de un objetivo racional. Todos los horrores de las tiranías han podido apelar a la racionalidad; ninguna, a la prudencia. Las dos acusaciones contra Sócrates van juntas. Son dos enunciados distintos, pero un mismo conflicto, que se diversifica. Los atenienses supusieron que el daimón que le hablaba a Sócrates desde su fuero interno era

La muerte de Sócrates, que representa al filósofo antes de beber la cicuta.

un dios espurio y extraño al panteón del pueblo. No era eso: era una voz que no le pertenecía, pero que lo guiaba en la prudencia; un recurso interior en que habitaba la sensatez común. Su función no eran las profecías, ni los augurios, ni revelar saberes exclusivos: era una pura advertencia, un recurso admonitorio contra los excesos de la razón soberbia, y es ese daimón “lo que se opone a que yo ejerza la política... Sabed bien, atenienses, que si yo hubiera intentado antes realizar actos políticos, habría muerto hace tiempo... No hay hombre que pueda conservar la vida si se opone noblemente a vosotros o a cualquier otro pueblo y si trata de impedir muchas cosas injustas e ilegales: por el contrario, es necesario que el que lucha por la justicia, si pretende vivir algún tiempo, actúe privada y no públicamente” (Apología, 31d-32a). Recurso teatral de Platón, porque el famoso demonio que le habla a Sócrates ocupa un lugar equivalente al desempeñado por el coro en las tragedias: voz del sentido común, incluidos miedo, piedad y pasmo. Y es que queda un cabo suelto: la razón, la pura lógica sin sentido común, o sin prudencia, no puede ser más que un solipsismo (idiotés, en griego). ¿Cómo distinguir entre Sócrates y Alcibíades, Cármides, los tiranos? Sócrates tuvo arrestos para ver su incompatibilidad final: se habían roto los vínculos entre unos jóvenes altaneros que solo acatan su propia razón, y una sociedad ignorante, autoritaria y vengativa. No supieron vivir entre la conversación y el debate y solamente dejaron muertos, malas cuentas y el destrozo de la democracia.

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